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ÁREA: Clínica
EL JUEGO EN LA PSICOSIS
Probablemente, la respuesta a esta pregunta será que sí, alguna vez en la vida, usted ha
jugado. De hecho, la Unesco (1990), cree que el juego es un comportamiento
irreductible, que puede ser observado en cualquier edad. Por otro lado, se considera, que
el juego es vital en el proceso evolutivo del ser humano, ya que, condiciona un desarrollo
armonioso del cuerpo, de la inteligencia y de la afectividad.
Ahora bien, desde el punto de vista psicológico y psicoanalítico, el juego constituye una
forma genuina y privilegiada de expresión en los niños (Luzzi, Bardi, 2010). Si partimos
de la teoría psicogenética de Piaget, el juego se encuentra vinculado indisolublemente a
cada etapa del desarrollo (Unesco, 1990). De manera un tanto diferente, para el
psicoanálisis, el juego tiene la función esencial de reducir las tensiones nacidas de la
imposibilidad de realizar los deseos (Gutton, 1973).
Haciendo hincapié en este último punto, que un niño juegue, cobra gran importancia,
como sostiene Huizinga (loc. cit. Cohen, 2006), el juego es una actividad libre, pero no
por ello pura diversión, para un niño es considerado como algo serio, "…Por mandato no
es juego. Además, es diferente a la vida cotidiana; más bien reside en escaparse de
aquella". Consiste en una realidad efectiva (Cohen, 2006). Cabe resaltar, que el cómo
interpretamos el juego de un niño y los mecanismos que le llegan a jugar, varían de
acuerdo a la estructura.
1. El Juego
Del párrafo anterior, podemos expresar, que el juego tiene un papel fundamental no sólo
de manera interna, sino, extrínsecamente. De cierto modo, va internalizando en el niño
las normas y leyes de la cultura, además permite al sujeto expresar y descargar ciertos
sucesos que forman parte de su vida.
Para Freud, a partir de su obra “Más allá del principio del placer”, concluye que el juego
es una actividad simbólica, en la medida en que el niño escenifica y elabora una situación
conflictiva generadora de angustia. El niño intenta dominar esta situación conflictiva (fort-
da) con la repetición, generando cierto goce (Cohen, 2006).
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Anna Freud, a diferencia de las autoras que se mencionarán en párrafos posteriores, crea
ciertas restricciones acerca la utilidad del juego para el análisis, afirmando que “la
actividad lúdica no tiene el valor de asociaciones verbales y que sólo puede ser utilizada
como una técnica auxiliar”. Ella considera esto ya que, se bien se trabaja sobre el ello, el
juego en sí mismo, no permite observar cuál era el funcionamiento del ello, que era
fundamental para la educación (loc. cit. Cohen, 2006). No obstante, sí admite que el
juego forma parte de las primeras etapas del sujeto, provoca un placer erótico, que
después de cierto tiempo es transferido a otro tipo de objetos (suaves). De manera
diferente Klein, explica que el juego constituye una de las principales herramientas de
análisis. Para ella, esta es pensada como una forma de lenguaje. Es decir, otorga al
juego el mismo estatuto que la asociación libre del adulto. Consideraba que los juguetes,
no sólo representan objetos que interesan al niño de por sí, sino que se ligan a sus
fantasías, deseos y experiencias. (Klein, 1948, loc. cit. Fernández de la Vega, 2013).
Además, de cierta forma, el juego actúa como catalizador, permitiendo la descarga de la
ansiedad a través de la personificación de los conflictos, “Vence o domina sus miedos,
proyectándolos al mundo exterior, por medio de los juguetes” (Cohen, 2006). En este
caso, el niño utilizará el juego como un medio de aprendizaje, extrayendo la fuerza para
buscar y organizar el conocimiento del mundo.
Finalmente, se encuentra Winnicott, que al igual que Klein, considera al juego, la base del
análisis con niños. Él, aporta dos conceptos esenciales para comprender el juego del
niño: el de objeto transicional1 .y el de fenómeno transicional (Fernández de la Vega,
2013, Cohen, 2006).
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es la primera posesión no-yo; se trata de un fenómeno normal que permite al sujeto el pasaje de la
relación con la madre. Como menciona Midler (1951), el objeto transicional será como un médium maleable,
a través del cual, las impresiones se transmiten a los sentidos y. a las posteriores relaciones de objeto
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De lo anterior, Winnicott, hablará del espacio potencial, el lugar que se crea entre el bebé
y su madre, espacio que varía según las experiencias vitales de cada niño con su figura
materna2.
A modo de concluir este primer punto, que el juego es parte fundamental de la vida de un
sujeto, en este caso un niño, como señala Winnicott, tendrá una actitud terapéutica. Será
la repetición de todo aquello que en la vida, le habría causado cierta impresión.
Permitiendo que al niño, ser dueño de la situación. Es decir, le otorga una posición de
poder, reequilibrando el psiquismo del niño, cuando este se ha visto afectado.
2. La psicosis infantil
La psicosis infantil, no es un tema nuevo, ha sido estudiado a lo largo de los años, tanto
por la psiquiatría moderna como por el psicoanálisis, al menos respecto a una cuestión:
Partamos por el principio, definir a la psicosis. Desde el psicoanálisis, puede ser visto
como una estructuración del aparato psíquico, que presentan características particulares,
como un trastorno primario de la relación libidinal con la realidad, por retracción de las
cargas de objeto o incremento de la libido narcisista, con tentativas posteriores de
reconexión objetal. Todo lo anterior, producto de la ausencia de simbolización fálica y
función paterna.
A partir de 1923, Freud realiza una diferenciación acerca de neurosis y psicosis, donde se
especifica que la neurosis no desmiente la realidad, sino, no quiere saber sobre ella. De
manera diferente, ocurre con la psicosis pues en esta, se intenta modificar la realidad,
momento en el cual se cancela el vínculo con la realidad (Spagnuolo, 2005)3.
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Winnicott hablará sobre el proceso del juego, que consta de cuatro fases, que van desde el desarrollo de
los fenómenos transicionales al juego, luego al juego compartido y finalmente a las experiencias culturales.
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La psicosis, recae en una inusual rechazo del “Yo” que “se separa de la representación intolerable, pero
este se halla inseparablemente unida a un trozo de la realidad, y al desligarse de ella, el yo se desliga
también, total o parcialmente de la realidad…con ello cae el sujeto, alcanzando la locura alucinatoria”
(Freud, 1894. Loc. cit. Londoño, Castaños, 2012).
Lo anterior significa, que en la psicosis se produce una ruptura con la realidad, dejándose al yo gobernado
por el ello, puesto que, la represión se comporta como si nunca hubiera tenido acceso a su aparato psíquico.
A diferencia del neurótico quien reprime el instinto y obedece a la amenaza del mundo externo, el psicótico
niega el mundo externo y obedece a su instinto (Londoño, Castaños, 2012).
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Con relación al punto anterior, Freud hace una aclaración, si bien la pérdida de realidad
es propia de la psicosis, en la neurosis también se presentará un pérdida de realidad; sin
embargo, esta pérdida intenta ser reparada, sustituyendo a la realidad por una nueva,
más soportable (La sustitución queda en el imaginario como fantasía, cosa diferente a la
psicosis, en la que al encontrarse en lo real, la alucinación o el delirio sirven a modo de
parche para hacer esta realidad menos dura, la modifican). (Spagnuolo, 2005). Se habla
de una inadecuada inserción en la triangulación edípica, que desemboca en un no acceso
a la propia identidad, inacceso a la realidad y carencia de lazo social. Todo este
desperfecto, será restituido por alucinaciones, delirios y fantasías (Vera, Tabares, 2010).
Al respecto, autores como Bowlby (1969), Kohut (1971) y Winnicot hablan sobre las
primeras relaciones objetales (vinculación primaria) como algo fundamental para la
inserción del sujeto, “deberá el incipiente self encontrar objetos que lo especularían”
deberá conseguir un “sostén”. En caso de no producirse esta acción, las necesidades y el
desarrollo del bebé se congelarán, adoptando un falso self el “ser”. (Londoño, Castanos,
2012).
Articulando con lo anterior, Lacan diría que “Para obtener un niño psicótico hace falta por
lo menos el trabajo de dos generaciones, ya que él mismo es el fruto en la tercera”4
(Levín, 1994). Esto, hace referencia a las relaciones objetales primarias, se dirá de la
madre del psicótico, que es alguien asfixiante, que ve y vive al hijo como una extensión
suya. El niño pasa a ser el objeto del fantasma materno, ocupa el lugar de objeto “a”;
quedando fijado en el goce de la madre y, el padre, que tiene normalmente la función de
separar al niño de este gran Otro materno, consiguiendo que pase de objeto a sujeto, en
la psicosis, no opera. El proceso de alienación-separación propuesto por Lacan, se ve
escindido, quedando el sujeto forcluido (Londoño, Castanos, 2012).
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Riviera (2011) y Castaños (2012), hacen referencia a dos factores que podrían ser la génesis de la psicosis:
1.La madre como aquella que es la ley, que no entiende la FP, reniega sobre esta y atrapa al hijo, no
deseando otra cosa, pues el pasa a ser el objeto de goce de su fantasma. 2. La madre como aquella que en
tanto un evento traumático, no cumple la función de falicizar al niño, convirtiéndole en un puro objeto
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de lleno al cuidado del niño, como menciona Denis (2010), será una “madre enfermera”,
quitándole al niño, cualquier tipo de autonomía. Esto a su vez, afectarán en gran manera
el desarrollo del niño, teniendo influencia y efectos sobre: su lenguaje, el lazo social, el
juego y su cuerpo.
Habiendo aclarado, de manera breve qué se entiende por juego y psicosis, es que se
intentará articular ambos conceptos.
3. El Juego en la Psicosis
Diatkine y Denis (2010), partirán de la siguiente afirmación: “En el juego del niño psicótico
existe una incapacidad para planificar una acción o interesarse por las tácticas de
aproximación”. Luego, dirán que este tipo de personas viven o han sobrevivido mejor a
una “infancia particularmente disarmónica”.
Acotando al párrafo anterior, Fernández de la Vega (2013), explica que el juego del niño
psicótico no es un juego en sí, sino un “seudo-juego” que consistente básicamente, en
una serie de conductas en las que el niño “parecería” que juega, pero, existe un ausencia
total o parcial de simbolización. Esto tendría concordancia con lo que establece Siquier de
Ocampo en la hora de juego diagnóstica, en la que se analiza la plasticidad y rigidez del
niño, si es que este puede y tiene la capacidad de crear con los objeto que elige para su
juego o no (Cohen, 2006).
Por otro lado, García (1999) menciona, que dentro el juego del niño psicótico o, más bien
en la aproximación del juego, se produciría una ansiedad de tipo arcaica, que como
señala Malher, estaría relacionada con la madre, al estar el niño alienado a la madre,
siente una angustia particularmente intensa y catastrófica cuando la madre se separa de
él. Esto, se encontraría expresado en la rigidez o inhibición a la hora de jugar.
“El niño siente que se encuentra a merced de su propio querer o mejor dicho de su
poder, dejándose llevar por una fantasía intensa a la que teme y en la cual están
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La actividad lúdica, habría perdido su carácter de irrealidad, ya no es una ficción sino que
se ha convertido en una realidad (ecuación simbólica). Cabe aclarar, que Dicha rigidez en
la actividad lúdica es utilizada frente a ansiedades muy primitivas con el fin de evitar la
confusión. En consecuencia, como señala Fernández de la Vega, será importante que el
analista detecte aquellos elementos que constituyan una posibilidad de conexión con él y
con el objeto intermediario.
Por otro lado, será importante señalar que en el juego del psicótico, no solamente influye
su estructura o el Otro Primordial al cual se encuentra alienado, sino también, influirá su
medio (familia) y el juego que tiene esta para con el niño psicótico. Prata (1988), señala
que conviene al analista identificar el tipo de jugadas que la pareja o familia de niño
psicótico utilizan o alguna vez han utilizado, pues de ello también dependerá la
estabilización y mejora del sujeto. Entre las jugadas que ella distingue se encontrarían:
1) Actitud huidiza.
2) No estar en la relación con el otro.
3) Celos de posesión.
4) Control.
5) Amenaza de separación.
6) Implicación de las familias de origen y, sobre todo, de una de ellas en el
juego de la familia.
7) Alianza táctica de uno de los dos cónyuges con los suegros, para vigilar al
otro.
8) Juego instigador.
9) Tendencia a mudarse.
10) Tendencia a vivir la familia en lugares muy próximos de casa.
Acotando a este punto, Contreras señala que la constante amenaza del hogar, la
aniquilación física literal del interior del hogar, destruye la base misma de la seguridad
emocional que necesita un niño con este tipo de estructura. En este caso, también añade,
que debe ponerse a trabajar a la familia. (Contreras, 2012).
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Ahora bien, respecto a la relación del juego, el niño y el analista, Contreras (2012)
señala, que esta deberá ir de manera paulatina, pues la actividad de juego psicótica, si es
entendida correctamente, puede permitir movimientos necesarios para una mejor
comprensión del proceso de comunicación, así como, cierto número de otros procesos
mentales. Esto enriquecería la compresión del analista respecto a la compresión de la
organización psíquica.
4. Conclusiones
A modo de conclusión y con base en la elaboración teórica, diremos, que el juego es parte
fundamental de la vida de un niño, ya que permite una adecuación a la realidad,
vehiculizando cierto tipo de conflictos que le generan ansiedad, mediante la fantasía,
como menciona Freud y Klein adquiere cierto poder “como si” él fuera un adulto.
En el caso del niño psicótico, el juego o el “seudo juego” que realiza, junto con la rigidez,
estereotipia e inhibición, deberán ser entendidos como un trampolín que permita de cierta
forma su estabilización, la organización de su “ego frágil”. Como menciona Levín (1994)y,
cierto desprendimiento del goce del fantasma el Otro Primordial.
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5. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS