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https://steemit.com/spanish/@iaberius/los-monjes-copistas-de-los-scriptoria-medievales
Luego de la caída del Imperio Romano, los lectores y los comerciantes de libros
desaparecieron del ámbito público, pero no tanto los escritores, quienes o se convirtieron
en escritores al servicio de la iglesia católica que era la institución que dominaba la vida
privada y pública de las gentes y otros que realizaban su escritura en secreto y la
divulgaban de manera clandestina.
Por otra parte, los libros que se salvaron de las bibliotecas de los aristócratas romanos
tras la caída del imperio fueron requisados por El Vaticano, por sus jerarcas, aristócratas
de las ciudades italianas convertidos en obispos y cardenales y por algunas de las ordenes
monásticas que se encargaron de copiar, ornamentar y de velar que se cumpliera la
prohibición de su lectura para ojos no autorizados.
Pero esa situación volvió a cambiar a partir del siglo XII y, a finales de la Edad Media y
comienzos del Renacimiento, ese negocio de rescatar libros perdidos de la antigüedad y
copiarlos para su venta volvió a florecer, pues los grandes aristócratas italianos empezaron
a competir con las instituciones y personajes del Vaticano por la adquisición de los libros
antiguos que se encontraban ocultos o bien en las bibliotecas de los califatos musulmanes o
en las de las abadías, monasterios y conventos de las ordenes religiosas que se
especializaron en la traducción, interpretación y transcripción de libros antiguos o en las
bibliotecas de los aristócratas venidos a menos que los vendían al mejor postor.
Sacra de San Michele, monumento en el Piamonte italiano que sirvió de modelo a Umberto Econ para la
abadía de su novela El nombre de la rosa.
https://www.idealista.com/news/inmobiliario/internacional/2016/02/23/741103-el-nombre-de-la-rosa-la-
historia-de-los-edificios-reales-que-inspiraron-la-obra?gallery-item=1
El nombre de la rosa
Sobre estas historias del negocio y el mercado de los libros y de la búsqueda y venta de
los códices y libros perdidos o malditos hay una extensa literatura de novelas y cuentos con
tramas apasionadas y apasionantes.
Un ejemplo: El nombre de la rosa, la célebre novela de Umberto Eco ambientada en una
abadía benedictina que alberga una importante sala de copistas e interpretes de libros,
pero también una misteriosa biblioteca oculta en la gran torre, algunos de cuyos libros han
sido envenenados en las esquinas de sus páginas para que los lectores desprevenidos que
violen la prohibición de leerlos sean castigados con una muerte dramática. Además de la
intriga policíaca, la novela tiene como trasfondo los grandes debates teológicos y filosóficos
del siglo XIV, ambos asuntos son manejados por el protagonista, el monje benedictino,
Guillermo de Baskerville y narrados, muchos años después, por su pupilo el monje Adso de
Melk. De esta novela hay versión cinematográfica.
Otro: El club Dumas, de Arturo Pérez Reverte, una novela ambientada en tiempos más
recientes y en la que las más populares novelas de Alejandro Dumas, tal el caso de Los tres
mosqueteros y El conde de Montecristo, así como La divina comedia de Dante, juegan un
papel en una trama que conduce aun códice maldito cuyo protagonista es el diablo y el que
es la causa de la muerte trágica y dramática de todos aquellos que quieren poseerlo para
descifrar y poseer sus misterios. Lucas Corso es una especie de detective y su negocio con
los libros es el de descubrir libros perdidos y comprobar la autenticidad de libros antiguos.
En el cumplimiento de un par de encargos, Lucas Corso se ve envuelto en una trama de
misteriosos asesinatos. De esta novela también hay versión cinematográfica.
La imprenta
Fue el desarrollo de la imprenta por Gutenberg que la proliferación de los libros
impresos a precios más módicos hizo que también comenzaran a proliferar los lectores y
que las obras de la imaginación y del pensamiento se convirtieran en los impulsores del
descubrimiento de nuevos conocimientos y de la producción de saber.
Con ello también se abrieron las puertas del infierno para la Iglesia Católica que vio
amenazado su poder de controlar la conciencia de las gentes. Los libros se convirtieron en
armas subversivas contra el pensamiento único y el poder absoluto.
Y con ello nació un negocio floreciente. Sin embargo, el de editor-impresor, fue un oficio
peligroso, pues a los que pillaran editando los libros prohibidos los esperaban las llamas,
no propiamente del infierno después de la muerte, sino las de las hogueras de la
Inquisición en vida.
La Ilustración
“En El templo del gusto, Voltaire describe la «Biblioteca de Dios»: «Allí casi todos
los libros son nuevas ediciones revisadas y retocadas», en las cuales «las obras de
Marot y de Rabelais quedan reducidas a cinco o seis hojas» (Mijail Bajtin, La
cultura popular en la edad media y en el Renacimiento. El contexto de François
Rabelais).
Y fue precisamente ese poder subversivo de los libros lo que desató lo que ahora se llama
“la Modernidad”, o sea, la emergencia de la razón como medida de todo conocimiento y
saber, lo que llegaría a su máxima expresión con la emergencia de lo que se llama “la
Ilustración”, ese modo de pensar que desarrolla las potencias, las capacidades y las
habilidades de la razón para conocer, saber y establecer las verdades de las ciencias y el
pensamiento y que es una de las motivaciones ideológicas que provocarán La Revolución
Francesa y el deseo de derrocar el poder absoluto de reyes y aristócratas, así como de
derrotar la alienación provocada por el pensamiento único de la religión.
Por supuesto, luego de la Revolución y en el siglo XIX, la Revolución Industrial hizo
también del negocio de los libros una gran empresa, como que los escritores y los editores
llenaban con sus folletines los mercados del libro impresos a gran escala. Tal el caso de
autores como Alejandro Dumas y su empresa de producir folletines escritos por otros y que
él editaba y vendía con su firma. Lo mismo es válido para los periódicos y medios de
comunicación impresos. Y las ciencias se desarrollaron aceleradamente.
Y, por supuesto, los aristócratas continuaron cultivando sus grandes bibliotecas y todo lo
que ello significaba para la herencia familiar. Y es la gran biblioteca de uno de esos
aristócratas franceses el escenario para una entretenida sátira. Se trata de la novela de
Anatole France, La rebelión de los Ángeles.
“Capítulo II. Donde se hallarán noticias útiles acerca de una biblioteca en la cual
han de acontecer pronto sucesos extraños.
Deseoso de abarcar todo el círculo de los conocimientos humanos y de enaltecer
su genio enciclopédico con un símbolo apropiado y una pompa en consonancia con
sus recursos pecuniarios, el barón Alejandro D’Esparvieu había formado una
biblioteca de trescientos sesenta mil volúmenes, entre impresos y manuscritos,
cuya base principal procedía de los benedictinos de Ligugué” (Anatole France, La
rebelión de los Ángeles).
Desde el desarrollo de la imprenta y hasta finales del siglo XX, los cambios en el negocio
de los libros, la lectura y la escritura fueron aquellos que exigió el mercado mismo: los
cambios demográficos, económicos, políticos, sociales, etc., junto con los avances
tecnológicos en las máquinas de impresión y el transporte, lo que ya es parte de la historia.
En otras palabras, a más libros, más lectores. Y, por supuesto, las consecuencias obvias de
que más lectores conscientes de sí mismos y con sentido crítico generan sociedades más
complejas.
Y ahora, desde finales del siglo XX, las ciencias y las tecnologías han desarrollado un
nuevo soporte, un nuevo formato y un nuevo procedimiento para el almacenamiento,
conservación, manejo, trasmisión y venta de los libros. Estamos pasando del soporte físico
del papel al soporte digital de impulsos electromagnéticos. De la página de papel a la
pantalla de luz. De lo material a lo virtual, una trasformación en el manejo de la
información que apenas empieza.
Y eso que ahora esta sucediendo y que se despliega ante nuestros ojos, significa un nuevo
salto evolutivo para el funcionamiento del cerebro.
Es un cambio de formato en las formas como se conservan y se elaboran los productos de
las creaciones de la imaginación y del pensamiento para la divulgación, que al igual que
hace dos mil quinientos años significará una evolución en el funcionamiento del cerebro
para el manejo de la información, pues, si en ese entonces se hizo el cambio de pasar de lo
oral a lo escrito, que implicó el privilegiar que fuera el ojo que lee y la mano que todo lo
anota de la escritura, por sobre el oído que escucha y al cerebro que todo lo recuerda de la
trasmisión oral.
Entonces, el cambio que ahora se está dando, al pasar de lo análogo a lo digital,
significará otro salto evolutivo, pues exigirá que sea el cerebro directamente el que
desarrolle los mecanismos, procesos y funcionamiento para el manejo de la información,
su producción, su conservación y su comunicación. O sea, que ese sistema que por más de
dos mil quinientos años le dio a la especie humana las ventajas de las que se ha
aprovechado para desarrollar culturas de inmensa complejidad, empieza a ser relevado por
uno nuevo, mucho más complejo, el que apenas se está empezando a descubrir. Pero, aun
más, ya se sabe que este nuevo sistema multiplicará el poder del cerebro humano tan
exponencialmente como antes. O sea, los humanos hacen aquello que pueden hacer, es
decir, para lo que están siendo dotados por su evolución.
Y los científicos ya saben que, si bien el cerebro no ha sido dotado de un sistema genético
para la escritura y la lectura, si tiene la habilidad, con los estímulos y procesos adecuados,
para reciclar las neuronas y los circuitos neuronales con los cuales desarrollar los sistemas
de la lectura y de la escritura que es lo que provoca esos saltos evolutivos.
Vale la pena anotar que sobre la influencia e impacto de los medios de comunicación en
el cerebro, Walter J. Ong y Marshall McLuhan propusieron sus teorías desde los años
cincuenta.
Sin embargo, lo que ahora está sucediendo es algo más complejo que lo ocurrido hace
dos mil quinientos años. Pero, ese será el tema de la siguiente Lectura lúdica de esta serie,
que empezará con un cuento de ciencia ficción como para que sea la literatura la que
ilustre esa historia.