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triunfo, que la justicia de Neuquén iniciara la investigación de la muerte de Angelelli; y así, sobre la base de lo
denunciado por Puigjané, el 5 de agosto de 1983, se inicia en Neuquen por parte de la Defensoría del Tribunal
Superior de Justicia, el sumario (Expte 22.139/83), caratulado “Acuerdo Extraordinario N° 1992”.
Como no podía ser de otra manera, el Tribunal Superior de Justicia, se declara incompetente por razones de
jurisdicción, y remite lo actuado el mismo el 5 de agosto, al Superior Tribunal de Justicia de La Rioja. El 19 de
julio de 1986 se inicia en el Juzgado Criminal y Correccional de Primera Instancia N° 1 de La Rioja, a cargo del
Dr. Aldo Fermín Morales el Expediente 23.350/86, caratulado “N.N., Homicidio Calificado y Tentativa de
Homicidio Calificado”, donde se toma declaración a falsos testigos como posteriormente se demuestra, en la
Cámara Federal de Córdoba, que imputaron en sus declaraciones a personal militar, objetivo final y cantado de
la maniobra. El “juez” Morales decide que Angelelli fue víctima de un homicidio premeditado y eleva la causa.
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automovilístico, o si fue víctima de un atentado criminal, puntualizando que los pasos dados en procura de
averiguar la verdad del hecho, se realizan en base a tesis, a las informaciones recabadas y a los antecedentes
en su poder.
El 14 de marzo de 1989, el Fiscal Federal Luis Roberto Rueda, al contestar vista de la causa a la Cámara
Federal de Córdoba, en un pormenorizado informe refiriéndose a la resolución del Juez Riojano, expresa: “Por
las razones precedentes, considera este ministerio que no es correcta la declaración judicial relacionada en
tanto afirma que la muerte del Obispo fue a causa de un homicidio, pues resulta débil la objetividad probatoria
en que se sustenta el razonamiento”.
El 20 de abril de 1990 la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba en su resolución expresa: “La Corte
Suprema de Justicia de la Nación atribuyó a esta Cámara Federal la responsabilidad jurídica de conocer e
investigar la verdad respecto del hecho que costara la vida de Monseñor Enrique Angelelli. A tales fines se
practicaron numerosas medidas tendientes a esclarecer su muerte, algunas de ellas totalmente nuevas,
producto de la investigación realizada por el Tribunal (…) No obstante lo expuesto y todo lo actuado en autos,
resulta imposible poder asegurar que el hecho haya sido consecuencia de un accionar doloso. Está probado
que la muerte se produjo a causa del accidente, pero a esta altura de la investigación, que se considera
agotada, no hay elementos suficientes que permitan afirmar que el accidente haya sido efectivamente
provocado. Por lo expuesto, en virtud de las medidas instructorias practicadas y demás consideraciones
efectuadas, y atento que los medios de justificación acumulados no son suficientes para demostrar la
perpetración del delito, en concordancia con lo dictaminado por el Señor Fiscal de Cámara, este Tribunal
estima pertinente dictar el sobreseimiento provisional de la presente causa”.
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Canuto Angelelli, obispo y mártir II
Hijo de chacareros italianos que lo llevaron hasta el Seminario en c1 carro de las verduras, Enrique Angelelli
fue ordenado en 1949. Completó su formación en Roma donde conoció al
fundador de la JOC, José Leon Cardijn. Esa experiencia lo marcará para
toda su vida. De regreso a Córdoba comenzó su labor pastoral en los
barrios pobres y en las villas de la ciudad.
En 1952 fue el primer asesor de la Juventud Obrera Católica (JOC)
cordobesa, a cargo de la capilla Cristo Obrero. En la actividad siempre
intensa de Angelelli se reflejarían las contradictorias alternativas de la
relación entre el peronismo y la iglesia y las mudables opciones políticas de
las clases medias.
Bajo la conducción del arzobispo Lafitte, Córdoba fue el núcleo de la
resistencia contra el peronismo y Angelelli uno de sus instrumentos
destacados. Colaboró con el sacerdote italiano Quinto Cargnelutti en la
organización de un Movimiento Católico de Juventudes. Intentaba competir
con la UES y disputarle al peronismo la conducción del movimiento de masas, con la consigna “la conciencia
vale mas que una motoneta”. El gobierno denunció la infiltración eclesiástica en la CGT y la UES. Pero a poco
del derrocamiento de Perón, Angelelli y los demás integrantes del Equipo Nacional de Asesores de la JOC ya
trabajaban en forma estrecha con los sindicalistas perseguidos por el régimen militar.
Junto a la capilla Cristo Obrero había un Hogar Sacerdotal frecuentado por curas del interior de la provincia, en
el que Angelelli instaló su vivienda. Pronto se convirtió en lugar de reunión para jóvenes obreros y estudiantes.
Angelelli también trabajaba en la curia arzobispal y en la pastoral universitaria y su figura se volvió familiar en
la ciudad, siempre sobre una pequeña moto Puma, símbolo del desarrollo industrial que el peronismo llevó a
Córdoba. La llamó La Providencia, porque necesitaba de la ayuda divina para llegar. Su popularidad era tal
que a nadie sorprendió que en diciembre de 1960 fuera designado por Juan XXIII obispo auxiliar dc Córdoba y
nombrado Vicario general de la arquidiócesis.
El día de su consagración la Catedral se pobló de obreros y gente humilde. Los militantes de la JOC lo
levantaron en andas.
Canuto Angelelli tenia 42 años y no aceptó la sugerencia del arzobispo Ramon José Castellano de abandonar
su moto.
Tampoco un reclamo patronal de sanciones a los sacerdotes que apoyaban a trabajadores en conflicto. Les
dijo que “si estas injusticias continúan algún día estaremos en el mismo paredón los patrones y los curas”.
Tampoco un roce similar que tuvo en 1963 con 1a familia que había dado refugio a Lafitte en 1955. Su jefe, el
ingeniero Justiniano Allende Posse, ex director de vialidad durante el gobierno de Justo y uno de los
organizadores de 1a marcha de la libertad contra Perón en octubre de 1945, presidía el Grupo Económico
Corcemar. Durante una celebración en una cantera de cal, los obreros fueron ubicados muy lejos de las
mesas dc los patrones. Angelelli eligió almorzar con los trabajadores, lo que motivó una denuncia ante el
arzobispo por parte de la ofendida señora de Allende Posse.
Castellano lo designó rector dcl Seminario Mayor, cuyos alumnos reclamaban la actualización conciliar.
Angelelli llevó como vice al presbítero Nelson Dellaferrera, que había regresado luego de cursar su licenciatura
en Roma en los días del Concilio. Angelelli permitió que los alumnos salieran una vez por semana y no por año
y que tomaran contacto con las capillas y barrios obreros Los sacerdotes que volvían de Europa se apartaban
con naturalidad del antiperonismo y del antimarxismo. En enero de 1964 un grupo criticó por escrito la falta de
proximidad y diálogo entre el obispo y sus presbíteros que reclamaba cl Concilio. El nuncio le recomendó a
Angelelli que actuara como nexo entre el clero y Castellano. Pero el arzobispo consideró e1 documento como
una infidelidad y Angelelli defendió a sus autores. Dos meses después, Dellaferrera y los presbíteros Eric
Vaudagna y Jose Oreste Gaido se pronunciaron en reportajes periodísticos por una iglesia pobre y evangélica
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y en favor del plan de lucha de la CGT. Cada uno firmó un texto, pero la elaboración fue colectiva, con otros
profesores del Seminario y curas de la Arquidiócesis.
Mientras Castellano y los colegios católicos preparaban una movilización contra el gobierno del radical Justo
Páez Molina por los cambios anunciados en la ley de enseñanza privada, el vicerrector Dellaferrera dijo que la
libertad de enseñanza era una hipocresía porque sólo beneficiaba a los privilegiados, y las inversiones
edilicias de los colegios católicos “una bofetada que suena a sacrilegio en el rostro de los pobres”. Vaudagna
agregó que se quería usar a la Iglesia para detener las reformas sociales mediante una presentación “falsa e
interesada” de los valores religiosos.
La ley cordobesa suprimió la obligación de comenzar cada día de clase con una oración. Los libros de lectura
debían promover la formación democrática, lo cual implicaba sacar de circulación algunos que proponían una
Argentina corporativa y falangista. Además dispuso una distribución más equitativa de los recursos públicos
destinados a la educación privada, que desde el derrocamiento de Frondizi solo beneficiaba a los colegios
religiosos católicos: condicionó el pago del aporte estatal al mantenimiento de un número mínimo de alumnos
por grado al igual de los colegios oficiales, ya que se había detectado la creación de grados fantasma para
incrementar el subsidio, y asumió el control de las planillas de pago. Hasta ese momento el Estado aportaba el
80 por ciento de los salarios que fijaba el estatuto de los docentes pero la iglesia les pagaba según el mas
modesto escalafón de los empleados de comercio y disponía la diferencia para otros fines. Virulentas
manifestaciones en demanda de la renuncia y excomunión del gobernador recién electo ocuparon las plazas
de la Ciudad con imágenes de dragones rampantes y caballeros medievales. Las exigencias se difundían por
LV2, La Voz de la Libertad , 1a radio de los golpistas de 1955, y el articulador de la rebelión fue el cura ex
comando civil Quinto Cargnelutti, con quien Angelelli ya no tenía los puntos de coincidencia que los habían
unido en la resistencia contra Perón.
Para Castellano el gobierno violaba la libertad religiosa […]
El Episcopado vio gérmenes de destrucción y desorden en la ley. El cardenal primado Caggiano afirmó que
como administrador de los dineros del pueblo el Estado debía respetar “los anhelos de la mayoría" y que “si
falta Dios falta todo”. La Comisión Permanente del Episcopado llevó sus reclamos a Illia. El acto programado
en la catedral cordobesa contra la ley educativa se convirtió en una muestra de adhesión al arzobispo. Los
curas críticos obtuvieron el apoyo de veintiocho sacerdotes y del Seminario. Castellano les recriminó falta de
lealtad y obediencia y dijo que la renovación no importaba un cambio total y revolucionario. Angelelli defendió
la seriedad intelectual, moral y espiritual de sus sacerdotes: no habían incurrido en cisma, herejía,
desobediencia ni rebelión.
[…]
Dos meses después, la confrontación recrudeció cuando el sacerdote Milan Viseovich, graduado en Lovaina y
Paris, adhirió al plan de lucha de la CGT. La automotriz Kaiser exigió su expulsión como decano de la Facultad
de Ciencias Económicas. La Universidad Católica
acepto excluirlo de sus cátedras. Viseovich dijo que
prefería “la iglesia de la CGT” antes que “la Iglesia de
la Bolsa de Comercio” [uno de cuyos principales
directivos era Justiniano Allende Posse], que durante
dos siglos los cristianos habían hecho de “idiotas
útiles del capitalismo liberal” y que existía “una
Iglesia de los ricos opuesta a una Iglesia de los
pobres".
Horacio Verbitsky, Historia política de la Iglesia
Católica. Tomo II: La violencia evangélica,
Sudamericana, Buenos Aires, 2008, pp. 184-189.
Hay que tener presente que Verbitsky tuvo acceso
-nunca se aclaró bien cómo- al archivo secreto de la C.E.A., así que manejó material de primera mano para
escribir su obra.
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viernes, 22 de junio de 2018
Canuto Angelelli, obispo y mártir. Conclusiones
La primera pregunta que nos habíamos hecho fue si Mons. Enrique Angelelli había sido efectivamente
martirizado o si su muerte, en cambio, fue causa de un accidente. Es la pregunta básica y fundamental. Según
como se responda puede quitar todo sustento al decreto pontificio. Deberíamos encontrarnos entonces, con un
hecho de claridad contundente y sobre el cual no se abrigaran dudas.
Pero lo cierto es que las dudas son muchas. Hace pocos días, el P. Javier Olivera dio a conocer en su blog el
resumen jurídico sobre el caso elaborado por la Dra. Silvia Marcotullio, ex-jueza de Cámara Penal de la Nación
que, en su primera conclusión, afirma: "No solo no se acreditó cómo y quién o quienes fueron los autores del
supuesto ilícito por el que se condenó a los procesados, sino que toda la prueba sobre el suceso indica que se
trató de un accidente por caso fortuito o imprudencia del conductor del vehículo...".
Me pareció oportuno poner a consideración de los lectores lo que dice al respecto un amigo y defensor de
Angelelli, Horacio Verbitsky, para escuchar las dos voces. Y lo cierto es que él mismo termina admitiendo,
volens nolens, que fue un accidente.
Pero el periodista modifica la versión: habría sido un accidente provocado por un Peugeot 404 blanco, en el
que viajaban cuatro hombres, que habrían matado al obispo una vez ocurrido el choque. Esta versión tiene
todavía menos asidero. ¿Qué testimonio tienen del auto y los asesinos que iban en él? El del P. Pinto, que
acompañaba a Angelelli y que una y otra vez decía que no se acordaba de nada. Y el de un camionero que
dice que vio pasar un Peugeot blanco. Yo también he visto pasar autos de esas mismas características
muchas veces y no se me ocurre que vengan de matar a un obispo.
Pero lo más inverosímil es que estos cuatro hombre se hubiesen preocupado de rematar en la ruta a Angelelli
y hubiesen dejado vivo al único testigo. Si el Agente 86 hubiese estado a cargo del grupo podríamos discutirlo,
pero no es ese el caso.
Por otro lado, los testimonios que cita Verbitsky asombran por su solidez: trataron de asesinar a Pinto mientras
estaba en el hospital pero lo impidieron sus dos hermanos gendarmes que se quedaron junto a él. Si las
Fuerzas Armadas lo hubiesen querido matar, les habría resultado muy fácil lograr que los superiores de los
gendarmes les ordenaran retirarse del hospital, dejando vía libre a los asesinos. Otra: poco después de la
muerte de Angelelli, el ministro Harguindeguy recibió una llamada y se le iluminó la cara. ¿Eso es una prueba?
Quizás le hablaba su mujer avisándole que su hijo había rendido bien una materia o que había preparado
ñoquis para la cena.
La primera pregunta entonces, debe responderse afirmando que ocurrió un accidente en el vehículo donde iba
Angelelli, que no hay pruebas de que haya sido provocado y que tampoco puede concluirse que fue ultimado
luego del choque. Esto solo es suficiente para desbaratar la pretensión pontificia de decretar un martirio para el
caso del obispo riojano.
La segunda pregunta decía: Si fue martirizado, ¿lo fue por la fe, o lo fue por su ideología política o porque se
oponían a los intereses del gobierno de turno?
Aún si damos por válida la tesis de Verbitsky, deberíamos discutir si su muerte fue un martirio o fue un
asesinato motivado por cuestiones ideológicas o políticas. La Iglesia es muy clara cuando define quién es un
mártir: es aquél muere por causa de su fe religiosa. Y no me parece que Mons. Angelelli hubiese sido
asesinado por defender algunas de las verdades de nuestra fe contenidas en el Credo. En todo caso, habría
muerto por una cuestión humanitaria, porque defendió a los pobres o desvalidos de los feligreses de su
diócesis, o porque se opuso frontalmente a los poderes políticos y económicos de su época. Y todo esto, que
podría eventualmente concitar nuestra admiración, no lo convierte sin embargo en un mártir.
Finalmente, la tercera pegunta tenía que ver sobre la naturaleza de la fe por la que habría muerto Angelelli.
¿Se trataba de la fe católica? De la lectura de los relatos que hace Verbitsky, no pareciera que es el caso. Por
el contrario, lo que queda claro es que fue un personaje que tiñó, como hicieron muchos en su época, su
religión de ideología. Como dijeron sus sacerdotes: “Cuando la Iglesia se limita a enunciar una doctrina
abstracta, intemporal, se la tolera sin mayores resistencias, [que] se hacen sentir cuando su enseñanza toca
las realidades concretas”. Angelelli dejó de predicar las verdades “abstractas e intemporales” que son sobre las
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que se fundamenta nuestra fe católica y las únicas importantes e, ideologizado, se dedicó a solucionar las
efímeras realidades concretas. Pero no como lo hicieron grandes santos como San Vicente de Paul o como
Santa Isabel de Hungría, sino sembrando el odio y siendo “signo de contradicción” en el sentido marxista y no
cristiano de la expresión.
Mons. Enrique Angelelli no fue más que un subproducto latinoamericano del Concilio Vaticano II. Ciertamente
no fue un santo y, mucho menos, un mártir.
Corolario: Considero que la decisión del Papa Francisco de decretar el martirio de Mons. Angelelli y sus tres
compañeros y de proceder a su beatificación es tan grave, o más aún, que los desvíos doctrinales de Amoris
letitiae. Está proponiendo como modelo de vida y virtud a todos los católicos del mundo a personajes que
ideologizaron su fe -que fueron marxistas, en pocas palabras- y que también propiciaron la lucha armada que
ensangrentó al país durante varios años. La foto del obispo Angelelli celebrando misa bajo la bandera de
Montoneros es suficientemente elocuente al respecto.
Pero además, con un acto de este tipo, el Santo Padre está echando por la borda toda la doctrina y práctica
católica sobre las canonizaciones, utilizando esta venerable institución de la Iglesia, para finalidades políticas y
de promoción personal.
En situaciones como esta, una quisiera volver al siglo XVI, cuando el emperador Carlos V amenazó al Papa
Pablo con convocar a un concilio ecuménico par deponerlo en razón de la negligencia evidente con respecto a
la fe que demostraba con sus decisiones. Claro que ahora nos costaría bastante encontrar un emperador de
ese tipo y mejor no pensar lo que podría salir de un concilio ecuménico.