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Benzién Winograd DEPRESION: {ENFERMEDAD O CRISIS? Una perspectiva psicoanalitica uenos Aires Winograd, Benzion Depresion, ,enfermedad o crisis? : Una perspectiva psicoanalitica - 1a ed. - Buenos Aires : Paidés, 2005. 320 p. ; 22x14 cm, ISBN 950-12-4242-0 1. Psicoandlisis 2. Depresién |. Titulo CDD 150.195. Cubierta de Gustavo Macri 1% edicién, 2005 Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizaciOn escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduceién total 0 parcial de esta obra por cualquier medio 0 procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informatico, y la distribucién de ejemplares de ella mediante alqui- lero préstamao piblicos. © 2005 de todas las ediciones Editorial Paidés SAICF Defensa 599, Buenos Aires e-mail: literaria@editorialpaidos.com.ar www-editorialpaidos.com.ar Queda hecho el depésito que previene la Ley 11.723 Impreso en la Argentina. Printed in Argentina Impreso en Grafica MPS, Santiago del Estero 338, Laniis, en mayo de 2005. Tirada: 2.000 ejemplares ISBN 950-12-4242-0 A Pedro, Mile, Rafi y Victor, y a sus seres queridos (entrafiabilidades y futuro). A Maria Cristina y sus hijos (el estimulo permanente). A Emilio, Mary, Lily, Leo, Silvia, Buby, tio Jack y a toda mi familia. A Made Baranger con gratitud. A mis amigos y colegas. {NDICE Agradecimientos Prélogo, por Hugo Bleichmar Introduccién. 1. Perspectivas experienciales .... 2. Comprensién de las problematicas depresivas a partir de una lectura de la obra de Freud 3. Reflexiones a partir de las experiencias clinicas.. 4. Las problematicas depresivas y el campo clinico del psicoandlisis 5. Convergencias de aportes psicoanaliticos posfreudianos a la comprensién y el abordaje de Jas depresiones .........ccccccesessesseescseseesceesteeseseaenenenes 145 6. Sintesis complementaria de los aportes a la problematica depresiva .......scccesssessesessererssseseesenee 173 7. Cuatro perspectivas actuales sobre las depresiones 8. El tratamiento psicoterapéutico de la depresién: una vision critica integrada de Juan Pablo Giménez oe -. 283 Epilogo: Conclusiones y algunas reflexiones criticas .... 297 Bibliografia AGRADECIMIENTOS A Paula Pico Estrada y Rafael Winograd, cuya solvencia permitié hacer mds inteligible este texto. : Amisecretaria, Ménica Tetelbaum, por su eficiencia, com- promiso y entusiasmo en la tarea. A Santa por su ayuda. Amis pacientes, que amablemente me permitieron trans- . mitir nuestra experiencia. - Amis analistas, que posibilitaron que me conectara con mi interioridad. PROLOGO Este libro es el resultado de la profunda experiencia del autor en el plano de la clinica, de la psicoterapia tal como va teniendo lugar con diferentes pacientes, y de la teoria psicoanalitica. Lo que mas se destaca al recorrer los dis- tintos temas que aborda es el pensamiento critico, la no repeticién de frases hechas, la honestidad en el recono- cimiento de dreas de incertidumbre, de temas a explorar, de zonas de cambio productivo en los pacientes y de zonas no modificadas. Asimismo, se advierte la distancia respecto del pensamiento convencional pero, al mismo tiempo, un enor- me respeto y admiraci6n por los aportes que desde Freud fueron iluminando nuestro conocimiento sobre los trastor- nos depresivos 0, como el autor prefiere denominar —para mostrar las diferentes configuraciones y articulaciones de dimensiones caracterolégicas-, la problematica depresiva. Los numerosos casos clinicos, trabajados en detalle, nos muestran la complejidad del quehacer terapéutico, como éste no puede reducirse a formulas convencionales 0 mono- cordes, y el modo como un tratamiento focalizado al principio en ciertas areas especificas que motivan la consulta puede dar paso a una exploracidn de los mil vericuetos de la experiencia subjetiva y de los mecanismos con que el paciente enfrenta sus deseos, ideales, contradicciones, angustias. 13 Si bien el examen de las modalidades del sufrimiento depresivo constituyen el eje central del libro, ello permite revisar aspectos centrales del encuentro entre los dos inte- grantes del proceso terapéutico —transferencia, contra- transferencia, asociacién libre, resistencia, etc. La incor- poracion de las investigaciones psicoanaliticas recientes sobre la intersubjetividad no se hace en desmedro de la im- portancia atribuida a las condiciones intrapsiquicas. El autor se mueve dentro de un delicado y adecuado balance entre lo clasico y las corrientes renovadoras, evitando las pola- rizaciones que suelen ser mas la consecuencia de necesidades de afirmacién de escuelas que del progreso del conocimiento. En el plano de la teoria, cuestiones fundamentales como las ligadas al narcisismo y a los miltiples procesamientos in- conscientes son abordadas con voz propia. Es lo que también sucede cuando pasa revista a las principales concepciones y autores que han tratado de explicar la génesis de las de- presiones y cémo encararlas terapéuticamente. Algo digno de elogio es el lenguaje claro, directo, en el que todo se subordina a la fuerza de la argumentacion, a la bus- queda de provocar en el lector la reflexién, lo que facilita que cuestiones enormemente sofisticadas puedan ser enten- didas por los que tienen una formaci6n incipiente en psico- terapia y psicoandlisis. Los psicoanalistas de amplia forma- cién encontrarén, por su parte, ideas que, sin ninguna duda, los ayudardn a repensar cuestiones que se suelen dar por resueltas y que el autor no renuncia a poner en cuestidén. El libro permite avanzar, por tanto, en el camino fructifero que caracteriza al psicoandlisis actual: de las afirmaciones de fe, sustentadas muchas veces en la autoridad, hacia la curiosidad y creatividad; de las teorfas que sobre la base de unos pocos principios tratan de dar cuenta de todo hacia el estudio minucioso, lento, laborioso, de gran nimero de variables que en sus combinatorias hacen surgir lo especifico, singular, de cada sujeto. Huco BLEeIcHMAR 14 INTRODUCCION La primera cuestién que desearfamos formular a los lectores es la siguiente: ,debemos, en el estado actual de nuestras discusiones y conocimientos referidos a la salud mental, hablar de “depresi6n”, en singular? La polisemia del término “depresién” aleanza grados intensos y extensos. Oraciones tales como “estoy de- primido”, en el lenguaje convencional, o, ya en un dmbito mas especifico, “esta persona sufre de una depresién’”, “padece de un trastorno maniaco-depresivo”, “presenta nu- cleos depresivos”, “tiene ansiedades depresivas”, parecen mostrar, ya a primera vista, que la referencia del término en cuestién dista de ser univoca. De modo andlogo, cabe formularse una pregunta atin mas abarcadora: jdebemos hablar de “el psicoandlisis”, en singular? El psicoandlisis es una disciplina que, por la cantidad de variables, sufrimientos y problemas de con- ducta humana que abarca, y también por la cantidad de términos, conceptos y modos que ha ido estructurando, a partir sobre todo de la obra de los continuadores de Freud, presenta hoy una variedad de léxicos que hace muy dificil sostener la univocidad del término. Esta cuestién no ex- cluye que los distintos grupos, las distintas posturas teé- ricas, puedan tener algunos conceptos bdsicos en comin, 15 pertenencias compartidas que permitirian hablar de un campo; pero entendemos que, para una clarificacién y mayor discriminacién en la comunicacién de los propios ambitos de la disciplina, convendria relativizar contundentemente dicha univocidad. Teniendo en cuenta esta pluralidad de acepciones y enfoques, lo que nos importa para desarrollar nuestra propuesta es lo que podriamos llamar “la depresién como problematica”, la cual ha sido estudiada por distintas dis- ciplinas ~entre ellas la psiquiatria y el psicoandlisis—, que la han enfocado desde diversas vertientes. Esta problematica puede presentar diferentes exten- siones y caracterizar distintas estructuras psicopatolégicas. Es decir, por su grado de extensi6n, es posible pensar que la depresién se halla presente en distintas estructuras psicopatolégicas. En algunas, resulta el rasgo predominan- te, o sea, constituye la modalidad funcional dominante. Pero también en aquellos casos en que se presenta en forma més reducida, hay diversos grados y matices. Es decir, po- demos encontrar problematicas depresivas como fené- menos destacados circunstanciales o momentdneos, 0 con un predominio mucho més global y repetitivo. + éPodria caracterizarse de modo sucinto lo que define o especifica la problematica de la depresién? Dependerd, por cierto, de la perspectiva de andlisis en que nos situemos. La psiquiatria fenoménica se interes6 mucho por las situaciones de sufrimiento animico que este tipo de situa- cién definia, y también examin6é extremos: uno era la psicosis singular 0 maniaco-depresiva en una perspectiva histérica, que actualmente puede conectarse con los tras- tornos llamados “bipolares”; el otro, las situaciones de tristeza, abatimiento, inhibiciones en distintos momentos de la existencia, que también fueron estudiados en las diversas taxonomias, a la manera de las depresiones reac- tivas, entre otras. La psiquiatria enfocé preponderan- temente la problematica depresiva como estructura clinica, 16 diferenciandola mediante sus predominios semioldégicos y examinando algunas de sus causas, Las depresiones reac- tivas, las endégenas, o las causadas por problematicas psi- quiatricas especfficas, hallan su lugar en los distintos DSM y en las clasificaciones psiquiatricas habituales, tanto en las mas tradicionales como en las mas actuales, vinculadas con una influencia dindmica del psicoandlisis. Sin embargo, para el psicoandlisis —perspectiva sobre la que nos importa detenernos-, “la” depresion, 0, de acuer- do con nuestra linea conceptual, “las” depresiones, apa- recen como una problematica estructural o de funciona- mientos predominantes, mas que como trastornos asigna. dos a complejos semiolégicos muy especificos. Si quisié- ramos, por ejemplo, trasladar el trabajo de Freud “Duelo y melancolia” a nuestra comprensién psicopatolégica actual, seria muy dificil ubicarlo estrictamente en un campo delimitado; porque podemos hallar lo que Freud llama “melancolia” como problematica estructural de funciona- miento y dindmica en diferentes situaciones, que van desde las “depresiones neuroticas” hasta las estructuras melanc6- licas mas graves. Es decir, Freud se ocupaba de varias “pro- blematicas” depresivas y su estructuracién tanto en el nivel fenoménico, semiolégico y dindmico, como en el de sus pers- pectivas causales mas determinantes, aunque haya usado el término “melancolia” como concepto englobador. Nos parece util, pues, como punto de partida, hablar de “problematica depresiva” para referirnos a los enfoques y aportes provenientes del psicoandlisis. En esta perspectiva, sera conveniente definir distintos campos. Por un lado, las depresiones, como estados animicos muy generales, muy frecuentes en nuestra cultura contempordnea; por otro, estructuras mds limitadas conceptualmente y que pueden dar cuenta de ciertas especificidades de algunas conductas humanas, cuyo estudio es abarcado por la psicopatologia en general, y por su vertiente psicoanalitica en particular. Y sera asimismo conveniente discriminar distintas areas 17 de extensién en cuanto al uso del término y del concepto “depresién”. De este modo sera posible forjar un modelo lo suficientemente abierto para hallar en su interior subcate- gorias que tienen basicamente la finalidad de posibilitar una mayor comunicaci6n, sin pretender una unificacién 0 una taxonomia muy rigidas. Ademas, en el campo de las problematicas depresivas no conviene sostener posturas absolutas a favor de la causa- lidad biolégica o psiquica, aunque podemos conjeturar que existen problematicas depresivas donde la trama explicativa psiquica es mds dificil de mostrar y los factores biolégicos puedan tener mas peso. También, a la inversa, encontramos situaciones depresivas tan articuladas con problemdticas psfquicas que la tesis causal biolégica absolutizada parece forzada. Por ello se propone, como aparece en la figura 1, un «gradiente» de situaciones causales preponderantemente psiquicas o bioldgicas, pero ambos campos necesitan articularse en forma permanente. Figura 1. Aspectos causales de la depresioén Relevancia de las explicaciones psiquicas Gradiente Relevancia de las explicaciones bioldgicas enddégenas 18 1. PERSPECTIVAS EXPERIENCIALES Nuestro punto de partida sera la experiencia clinica. Durante treinta y siete afios he indagado sufrimientos emocionales de distinta indole; en particular, los que se originan en el campo de los valores y de la identidad. Como veremos en capitulos posteriores, es el tipo de padecimiento que examinan las contribuciones psicoanaliticas en el campo de la teoria y psicopatologia del narcisismo, y se relaciona estrechamente con lo que tanto el lenguaje comin como el de las disciplinas dedicadas a la salud mental deno- minan “depresién” o “depresiones”. Dado que el término cubre un campo muy extenso, en este primer capitulo se intentaran discriminar distintos tipos de problematicas depresivas. El inevitable trazado de esquemas ilustrativos que esto implica no pretende convertirse en una taxonomia. Aunque describiremos ciertos funcionamientos estructu- rales, la experiencia nos ha ensefiado que las combinatorias que observamos en nuestras indagaciones clinicas presentan tantas variantes que el término “estructura” sélo puede ser utilizado’para organizar los datos en un intento disciplinado de conceptualizacién. En el terreno empirico predominan las variantes y las combinatorias sobre las estructuras fijas, y es justamente en el modo de articulacién 19 de las distintas problematicas o funcionamientos donde se pueden definir coherencias, productividades, inter- ferencias y grados de alienacién o de psicopatologia, tal como sefalé muy acertadamente Hugo Bleichmar (1981 y 1986). En consecuencia, en la confeccién de diagnésticos provisorios, pronésticos, objetivos y evaluaciones se debe- rian relativizar las clasificaciones para privilegiar en cam- bio las modalidades especificas, en las que cada configura- cién se combina con otros aspectos psiquicos y emocionales de la persona con quien interactuamos. En los distintos procesos que vamos a describir existen ciertos sufrimientos compartidos que —aun respetando las diferencias que hay no sélo entre personas diversas sino también entre combinatorias y tipos de funcionamiento dentro de una misma persona— pueden agruparse en fun- cién de cierta convergencia operativa. Se trata de la baja de la autoestima. Desde la perspectiva psicoanalitica la autoestima es el resultado de un adecuado balance entre el registro o representacién que tiene el sujeto de si y la estructura que Freud Ilamé “ideal del yo”, que contiene las aspiraciones valorativas que el sujeto construye durante su vida en el contexto de la relacién con sus personajes significativos. Si bien el eje problematico global del sufri- miento depresivo se puede ubicar en la estructura rela- cional entre el yo-representacién y el ideal del yo, hay que tener en cuenta que su construccién obedece a una multi- plicidad de alternativas experienciales del sujeto con sus vinculos y personajes significativos. Estos diversos factores se traducen.en las variantes que hacen que algunas cate- gorias psicopatolégicas presenten reglas finitas y com- binatorias infinitas, tal como lo planted Noam Chomsky en el campo de la lingiiistica (Bleichmar, 1981 y 1986). En el caso que nos ocupa, lo finito serfa la definicién del fendémeno eje de las problematicas depresivas: esto es, que la estructura de la autoestima del sujeto mide la rela- cién entre el registro de su identidad nuclear y la estructura 20 de sus aspiraciones valorativas. La construccién de ambos se desarrolla en una red intrasubjetiva-intersubjetiva, don- de existen variables y combinatorias no finitas. En algunas experiencias clinicas el abordaje terapéutico fue enfocado desde un encuadre psicoanalitico tradicional, en cuanto a la frecuencia de sesiones y a que uno de los ejes del proceso terapéutico era privilegiar las interpreta- ciones y la comprensién de la dramatizacién relacional llamada “transferencia e historizacién”. En otros casos, esta modalidad atravesé variantes en distintos planos. La frecuencia de las sesiones, por ejemplo, o la duracién del tratamiento, que, en lugar del tiempo abierto que nos pro- ponemos en las tareas analiticas habituales, tuvo que tener limites por circunstancias varias. También hubo una interrupcién del tratamiento que no fue consensuada por los dos integrantes de la pareja terapéutica sino que se debio a la decisién de uno de ellos. En otros procesos, lo que sufrié variaciones profundas fue el modo predominante de abordaje del instrumento psicoanalitico fundamental: la interpretacién. Otro factor que me parece central en la discusi6n del tratamiento de las depresiones enfocadas des- de una visi6n psicoanalitica es el papel del abordaje psi- cofarmacoldgico —ausente, presente, necesario o inne- cesario— en este recorrido. Intentando una sintesis consi- deraremos: a) Procesos terapéuticos en los cuales lo que llamamos “depresién” constituy6é la problematica o estructura dominante, sobre todo en un cierto momento (no siem- pre el punto de partida de esa compleja relacién deno- minada “campo” o “espatio terapéutico”) en que se lo consideré6 uno de los nicleos centrales en el funciona- miento psiquico de la persona. En estos casos ten- dremos que discriminar grados de intensidad o de compromiso psfquico en escalas de mayor o menor seriedad o gravedad. 21 b) Procesos terapéuticos en los que la problematica de- presiva era importante, pero estaba acompafiada de otros tipos de sufrimientos que, sin embargo, no ex- cluian la necesidad de abordar con relevancia la problematica depresiva. Procesos terapéuticos que, ya desde el punto de vista del modelo clinico, en alguno de sus parametros eran abordados con un encuadre mas tradicional; y otros en los cuales la frecuencia 0 los dispositivos del abor- daje tenian que presentar variantes destacadas. d) Procesos psicoterapéuticos en los cuales el modelo fundamental era el verbal-emocional-comprensivo; y otros que presentaban la necesidad de acompajia- miento psicofarmacolégico. Tal es el caso—aunque no excluyente de otros, aparentemente menos drama- ticos— de las personas que transitaron alguna experiencia suicida durante el proceso terapéutico. c Cuando de transmitir material clinico se trata, es inttil pretender que el relato y/o la transcripcién sean copia fiel de una experiencia intersubjetiva cuyos matices dependen tanto de sentimientos como de palabras, tonos y una mul- tiplicidad de otros elementos. De todos modos, si aceptamos que lo que se intenta transmitir es el registro de una relacién mas que un valor absoluto, podremos admitir que, de manera parcial e indirecta, la estructura dialogal o na- rrativa de lo que se considera material clinico en psico- andlisis permite establecer algin nivel conjetural ade- cuado. Entendemos también que la nocién de “material” es polisémica y, como lo han sostenido distintos autores en publicaciones psicoanaliticas de diversas épocas, depende del esquema referencial del operador que realiza la seleccién, el cual influird notoriamente en los elementos recortados o en la relevancia que se le da a tal 0 cual ex- presién, sea de tipo lingiiistico, conductual, corporal o 22 gestual, del paciente. En las experiencias clinicas que describiré a continuaci6n, voy a destacar el didlogo lingiifs- tico y también a jerarquizar los tonos y actitudes corporales o gestuales, pues comparto la postura que introdujo en el psicoandlisis rioplatense David Liberman (1972), segun la cual estos elementos constituyen la matriz del material que permite estudiar algunas regularidades y variantes del proceso terapéutico psicoanalitico. 1. JAIME Jaime rondaba los cincuenta afios y tuvo tres periodos de consultas. El motivo del primero fue la dificultad para articular sus obligaciones profesionales con la vida familiar. Era cirujano plastico, se sentia muy exigido por su profesién y registraba los compromisos de las tareas profesionales como sumamente relevantes y a la vez invasores, ya que interferfan en sus ideales de vida familiar, muy valorada por él. Ademas de los choques entre sus propios sistemas de valores, surgian choques con su mujer. A raiz de dichos enfrentamientos y de una consulta de pareja decidié, por primera vez en su vida, acudir a un psicoterapeuta. No _ voy a detallar esta etapa de su proceso porque se traté de una terapia con objetivos limitados. Trabajamos sobre la compaginacién de sus intereses y, sobre todo, enfocando ciertos problemas comunicativos en la relacién de pareja, en la cual, por las caracteristicas del funcionamiento rela- cional de Jaime —que era una persona ordenada, con cédigos éticos estrictos—, muchos de los mensajes de la esposa eran decodificados como criticas o muestras de poca tolerancia a su identidad y a sus rasgos propios. Este periodo inicial duré aproximadamente un ajfio. Aunque Jaime lo consider6 productivo y suficiente, yo no tenia el mismo registro. Entendia que no se habia abordado 23 una problematica subyacente, vinculada al duelo por el suicidio de un familiar cercano, ocurrido cuando Jaime te- nia unos dieciocho afios. Segun él, la experiencia ya habia sido superada y tenia poca incidencia en la tematica que habiamos abordado. Yo decidi no forzar esa linea interpre- tativa, pues entendia que la problematica estaba muy lejos de su registro y habria sido inoculatorio introducirla en aquel momento. De manera que, aunque no estaba del todo convencido, me parecié respetable su planteo de dar por terminada nuestra tarea. Después de un afio de interrup- cién volvié a llamarme, pues leyendo una novela en la que ‘un personaje tenia una muerte accidental se sintié extre- madamente conmovido, se le llenaron los ojos de lagrimas y recordé algan sefialamiento m{o en relacién con que esa tematica habia quedado congelada y tenia algun tipo de presencia en su existencia psiquica y relacional. Ademas habia estado padeciendo algunos desajustes somaticos, de modo que decidié volver a consultarme. En consecuencia, retomamos nuestra tarea. Esta vez la centramos mas especificamente en sufrimientos ani- micos, pero el predominio tematico giraba en torno de co- yunturas familiares. Aunque de intensidad menor a la de los que habiamos examinado durante el primer periodo, los choques entre su vida profesional y personal persistian. Se les habia agregado ademas cierto temor a repercusiones corporales, que yo intenté conectar con la tematica del duelo porque seguia opinando que éste habia quedado con- gelado en el psiquismo de Jaime. De todos modos, después de unos meses él entendié que podiamos cerrar este segundo ciclo porque se le habian aclarado algunas cosas y se sentia animicamente mejor. Lo concluimos de comin acuerdo, aunque yo mantuve las mismas reservas de antes. Un aiio después volvié a consultarme, esta vez por un estallido depresivo provocado por vicisitudes corporales (habia tenido problemas de tipo digestivo, originados en 24 algun factor emocional) y profesionales. Su clientela, siem- pre fiel, habia disminuido debido a la privatizacién médica, ya que las estructuras asistenciales restringian la libertad de elegir el profesional. Si bien esto no lo afectaba econo- micamente porque su situacion era bastante holgada, si le traia perturbaciones animicas, que esta vez él conecté con el congelamiento que yo habia mencionado. Asi decidié ini- ciar un proceso terapéutico y yo propuse que no le asig- ndramos objetivos tan limitados o fijos como los de los anteriores periodos. Jaime acepté y también accedid, aunque no del todo conforme, a mi otra peticién: aumen- tar el nimero de sesiones. Hasta entonces, sélo habiamos trabajado una vez por semana, ritmo que le parecia adecuado. Aspectos de su historia existencial La tercera etapa duro alrededor de cinco afios y estuvo predominantemente centrada en las vicisitudes de sus caidas animicas y en las multiples circunstancias que las provocaban. Ciertos aspectos de su historia existencial, que habian surgido en las entrevistas iniciales, fueron exa- minados mucho mas minuciosamente durante este periodo. Jaime era el hijo mayor. Tenia dos hermanas: una cuatro afios menor; la otra, seis. Los padres eran inmigrantes. La madre, maestra, habia ejercido durante un tiempo y después se dedicé a la crianza de los hijos. El padre habia legado joven de Europa oriental y pudo establecer en la Argentina una actividad comercial limitada, sin demasiada fortuna en sus ingresos. La estrechez econémica habia sido el motivo manifiesto para quitarse la vida. Jaime no conocia demasiados detalles al respecto. Podia contar que los padres eran una pareja regularmente avenida, en la cual el bajo nivel de ingresos y, sobre todo, las expectativas so- ciales y econémicas en comparacién con algunos familiares 25 y amigos generaban un clima familiar de tonalidad poco estimulante o placentera, sin que se llegase a situaciones de violencia o enfrentamientos. La infancia y la adolescencia de Jaime no presentaron particularidades conflictivas demasiado intensas. Tenia un buen vinculo con sus hermanas y con sus padres. Empez6 a trabajar desde joven y era muy dedicado y disciplinado. Estas caracteristicas le permitieron enfrentar la muerte paterna ayudando a la manutencién del hogar. La madre habia luchado muy intensamente para conseguir, tanto en el pequefio comercio que e) padre habia establecido como en la organizacién del hogar, un férreo orden econémico que les permitié un desarrollo modesto, sin situaciones econémicas traumaticas. Su vida estudiantil habia sido agradable. Tuvo buenos amigos y fue un deportista destacado, aunque su sentido de la responsabilidad le impidié dedicarse en exceso al de- porte. A lo largo de su carrera construyé un muy buen vinculo con maestros y colegas, y se dedicé con marcado orden y tes6n a su profesién. Después de algunos noviazgos, se cas6 enamorado, segun él, y establecié una buena pareja. Su esposa era contadora publica; tenia un empleo en una empresa y no demasiadas ambiciones de desarrollo profesional, porque preferia la estabilidad al riesgo. También Jaime, como sus padres, tuvo tres hijos. En el momento de nuestra tarea los dos mayores atravesaban Jajuventud temprana y el mas chico avanzaba en sus estu- dios secundarios. Jaime era un padre sumamente ordena- do, muy pautador, sin llegar a limites de severidad extrema. No tenia dificultades para mantener un contacto fluido y permanente con sus hijos ni para registrar sus propios sentimientos de afecto hacia ellos, que eran muy positivos. Sin embargo aparecfan ciertos bloqueos cuando se trataba de expresar estos afectos distendidamente. A veces, ade- mas, padecia choques internos entre un aspecto suyo mas afectuoso y distendido y otro mas normativo que podia, 26 por exceso, desembocar en rigidez 0 autoritarismo. El tema fue muy trabajado en distintos momentos del proceso terapéutico. Zonas relevantes del proceso terapéutico Ya hemos mencionado que el eje del proceso fueron las multiples vicisitudes de los estados animicos de Jaime. A partir del desencadenamiento de su crisis profesional, las caidas fueron continuas y constituyeron e] tema mas constante durante esta tercera etapa; asi se presentaba en él lo que llamamos “sufrimiento depresivo”. Las caidas animicas variaban en intensidad y también las circuns- tancias que las disparaban, las compensaciones que Jaime hallaba y las peripecias de su lucha por no desfallecer en sus responsabilidades familiares y profesionales. Lo lo- graba, a veces con gran costo y siempre con gran esfuerzo, sufrimiento, voluntad y mucha exigencia. En este sentido, el vinculo terapéutico funcionaba como un espacio de catarsis y de conexi6n intima consigo donde podia, a veces, quitarse la “mascara” que, seguin él, tenia que usar para las tareas cotidianas, y expresar asi francamente sus senti- mientos de desazén, desesperanza y temor al presente y al futuro. Las tematicas no eran monétonas, ya que se trataba de una persona con una vida relacional rica, muy sensible, inteligente y con una notable disposicién al sinceramiento en el trabajo analitico. A lo largo de los afios dejé a un lado toda reserva para expresarse con absoluta libertad y consi- dero que éste fue uno de los factores que contribuyé al as- pecto productivo de nuestra tarea y sus resultantes. Dentro de este proceso terapéutico podemos discriminar cuatro periodos. El primero fue de contenci6n, catarsis y conexién entre su sufrimiento actual y ciertas situaciones traumaticas de su historia. 27 En el segundo, que fue un periodo de sufrimientos depresivos, centramos la tarea en indagar sus caracteris- ticas, sus reglas de funcionamiento y, sobre todo, su com- ponente interior, siguiendo una linea de discriminacién in- terioridad-situacién externa; algo que, si bien realizaba racionalmente, a Jaime le era muy dificil sostener desde el punto de vista emocional. Enel tercero, la situacién depresiva se consolid6 a través de nuevos embates traumaticos externos de distinta naturaleza. Durante este periodo Jaime experimenté una fuerte busqueda _de respaldo familiar y de soporte emo- cional afectivo, ademas de una intensa adhesion y conexién con la terapia, matizada sin embargo por algunas crisis. Finalmente, en un cuarto periodo que, como los ante- riores, abarcé cierta extensién temporal, notamos una dis- minucion en la virulencia de las caidas animicas, aunque éstas no habian desaparecido por completo, y, ademas, la aparicién de nuevos intereses en la vida relacional de Jaime. Los nuevos proyectos y las nuevas tareas fun- cionaron como un cerco para las vivencias depresivas, derivando en lo que consideramos el ultimo periodo de la terapia. En éste, las nuevas experiencias y la intensifi- cacién de los vinculos afectivos familiares formaron un cinturon de seguridad. Las caidas animicas perdieron intensidad y modalidad, y se transformaron en formas reducidas de su existencia cotidiana. El se interrogé entonces sobre la posibilidad de terminar nuestra tarea y yo comparti su propuesta. En efecto, se podfa inferir que, una vez trabajada desde distintos puntos de vista, la sensa- cidn o el registro de tarea realizada tenia un fundamento sélido, aunque ciertos matices de nuestro trabajo hubieran sido peculiares y atipicos. Y, aunque en su momento yo no estaba del todo convencido, debi reconocer, a partir de algunos contactos telefénicos en periodos ya alejados del tratamiento, que la decisién de Jaime parecia adecuarse a una evaluacioén sensata del proceso terapéutico. 28 Factores de interés para la tematizacion de las problemdticas depresivas Del primer periodo, que llamé de “contencién y conexién a ciertas vicisitudes de la historia existencial”, puede resaltarse el examen —o el comienzo del examen— de lo que en psicoandlisis se llama “el duelo por la muerte de un personaje significativo”. En este caso no se trato de un epi- sodio aislado en tal o cual tiempo historico, a la manera de un disparo traumatico. La experiencia relacional de Jaime no se limitaba al acto por el cual el padre suprimio su vida, sino que ese acto Jo conectaba con una depresién paterna, con una dolencia paterna cotidiana frente a la cual sentia mucha impotencia y que hubiera querido ayudar a resolver, ya que tenia un vinculo muy cordial con su padre. Obser- vaba la tristeza, ciertas expresiones de su progenitor, sobre todo en los momentos en que éste cavilaba, y frente a algu- nos gestos o actitudes su sentimiento de imposibilidad de transformacién se agudizaba. De esta tematica que reco- rrimos durante las sesiones, quiero destacar la importancia de la cotidianidad experiencial frente al valor etiolégico que nuestra disciplina a veces le da a la zona del estallido o a lo que podria llamarse “una fuente momentanea desequilibrante de la estructura psiquica”. No se trata de minimizar la importancia de las etiologias traumaticas, sino de ubicarlas en un contexto mas complejo. Una segunda linea abordada en este periodo se centré en algunas modalidades de la escena del suicidio, que tenian que ver con inhibiciones y sintomas de Jaime. El modo elegido por el padre para quitarse la vida le habia provocado una gran mutilaci6n fisica, y pudimos conectar las caracteristicas de la forma en que Jaime descubrié su cuerpo con algunos aspectos de sus inhibiciones pro- fesionales, sobre todo el de sus angustias, vinculadas a dis- tintas situaciones relacionadas con el quehacer profe- sional. 29 En el segundo periodo la tarea se focalizé en examinar Jo que Namabamos “la vertiente interna”. El término se refiere a cémo Jaime decodificaba las circunstancias exteriores. Relacionamos las dificultades que tenia en este aspecto con un problema que se mostré cada vez mas relevante en el desarrollo de sus sufrimientos: el déficit de autoestima. La imagen de si 0 yo-representacién de Jaime no se correspondia con lo que manifiesta, convencional y explicitamente el mundo registraba de él. Casi toda la gente asu alrededor lo veia como un hombre seguro, ordenado y muy eficiente en su tarea; un brillante profesional y un padre de familia muy sostenedor. Este registro diferia de su propio registro interno, en el cual la desvalorizacién, autorreferencia e inseguridad en relacién con distintas cir- cunstancias y frustraciones tenian un fuerte peso e im- pacto. A través de la tarea terapéutica, entendimos que dichas emociones podian ser referidas histéricamente a la identificacién con una figura paterna que se desvalorizaba mucho a si misma. En la relacién de Jaime con sus perso- najes significativos no parecia constituir un problema la relacién de los padres con él, pues habia sido un hijo muy valorado por ambos. Lo conflictivo y determinante de las dificultades internas se relacionaba mas bien con el modo en que la estructura valorativa de su identidad nuclear (o yo-representacién) habia incorporado peculiaridades de la relacién del padre consigo mismo (cf. Bleichmar, 1976). También era conflictivo el registro del vinculo parental, que desde la perspectiva del chico y adolescente que habia sido Jaime resultaba poco seguro. Se trataba de un vinculo de afectos cordiales pero de cierta labilidad valorativa, y entendimos que ésta marcé mucho la estructura interior de Jaime y lo hizo internalizar esta modalidad, basica- mente en su relaci6n con su propia imagen 0 registro de si. Esta situacién se ejemplificé en el temor de Jaime de que, al aleanzar la edad del padre, pudiera sufrir alguna situa- cion destructiva; registro que no se debia necesariamente 30 a fantasias autoagresivas, sino al temor de repetir un destino peculiarmente dramatico en la historia de sus vinculos significativos. Otra cuestién que examinamos en este periodo se refirié a la introduccién de psicofarmacos antidepresivos ante la intensidad del sufrimiento de Jaime. A pesar de que alguna vez estuvo tentado de tomarlos, se negaba a hacerlo porque entendia que podia asimilar y soportar el sufrimiento con Ja ayuda de la terapia y sus sistemas relacionales; ademas, temia consecuencias, ya que era muy aprehensivo a los resultados no deseables que las drogas pudieran provocar. También creimos registrar que existia un cierto desafio tendiente a mostrar que él “podia”. Desde los registros del terapeuta esta posibilidad era interesante y tenia que ser respetada y no traducida como una especie de desafio forzado. Por otro lado, como Jaime no padecia trastornos del suejfio ni del apetito, salvo esporddicamente, y todas las cuestiones autoagresivas se relacionaban mas bien con la disminucién de la autoestima y con su autorreferencia en las decodificaciones de los acontecimientos, y no con una especie de virulencia u odio a su identidad nuclear (que si hallamos en personas con otras modalidades), entendimos que hab{fa una fuerte apuesta a favor de la terapia y su posibilidad de reparacién interna, y que la ayuda psico- farmacolégica no parecia necesaria ni adecuada en nuestra tarea. En la misma época en que ubicaria lo que Nlamé el ter- cero y cuarto periodo, examinamos el impacto de situa- ciones traumaticas coyunturales sufridas por Jaime. Aqui lo mds importante fue examinar, detectar y procesar el modo en que dichas experiencias reforzaban sutilmente la autoestima disminuida, lo que se mostraba en reflexiones del tipo “A mi me tiene que pasar, evidentemente” o “Yo tengo algo que marca mi destino”, etcétera. Trabajamos este tema conectdndolo con lo que creiamos eran sus fuentes historicas, referidas al destino paterno, y cémo 31 Jaime registraba que éste habia marcado su existencia y muchos de sus sufrimientos. Durante estos periodos hubo también algunos incidentes en la relacién de Jaime con otros personajes significativos —esposa, hermanas, madre e hijos—, que si bien no presen- taron peculiaridades destacables fueron trabajados en un intento permanente de discriminar su valor coyuntural o situacional de las traducciones que Jaime podfa hacer refor- zando su propia desvalorizacién. Estas consideraciones sutiles no aparecian en el didlogo explicito con los distintos personajes pero si se hallaban en sus registros internos, que se amplificaban en el Ambito terapéutico, donde intentébamos diferenciarlas de lo que provenia de los propios personajes. Un tema importante en el ultimo periodo fue indagar los distintos intereses que Jaime hab{a descartado a lo largo de su existencia en funcién del rendimiento pro- fesional y familiar. Asi, sus intereses estéticos y deportivos fueron aflorando, y a ellos les dimos un papel muy relevante en la terapia porque entendiamos que habian sido renun- cias debidas mAs a las inhibiciones del procesamiento del duelo y a ciertas rigideces conceptuales que a las situa- ciones concretas invocadas como impedimento de las expe- riencias creativas. Asi surgié espontaneamente su atrac- cién por la guitarra, que habia sido abandonada y que retomé, no para transformarse en un concertista sino para darse ciertos gustos y poder expresar algun tipo de situa- cién emocional; “para su propio solaz”, como él] decia. También volvié a encontrarse con el tenis, deporte en el cual se habia destacado y que abandoné en su juventud para dedicarse de lleno a su profesién. Ademds de conver- tirse ahora en una actividad lidico-creativa, le permitia la conexién con sus hijos varones, con quienes compartia esta experiencia. 32 Factores que influyeron sobre los resultados positivos del proceso Desde una lectura psicoanalitica la problematica depre- siva no puede ser definida como una tipologia absoluta, sino que se trata de funcionamientos psiquicos cuyos resultados clinicos globales dependen de las combinatorias presentes en cada sujeto que las padece. O, por lo menos, esto sucede en las depresiones con fuerte determinismo psiquico emocional. Por lo tanto, el factor primordial en la transformacién productiva que podemos inferir de un proceso terapéutico es lo que podriamos llamar “recursos de cada sujeto”. Jaime, para quien los estados animicos cafdos eran un elemento relevante, posefa también fuertes capacidades organizativas, una riqueza de posibilidades afectivas y talento creativo en distintos campos que podian implicar apoyo y reconocimiento. El radio de la lesién de su autoestima incluia zonas de intimidad en la relacién consigo mismo pero Jaime tenia, compensatoriamente, sen- sibilidad al respaldo emocional y la contencién de los otros, aunque en muchos perfodos de su vida ello no haya resul- tado suficiente desde el punto de vista de su funcionamiento global. Un segundo factor fue el componente del vinculo tera- péutico que el léxico de la técnica psicoanalitica llama gené- ricamente “transferencia”. Aqui predominaron los senti- mientos positivos y la confianza de Jaime, quien sefalaba que para él era muy importante la relacién personal conmigo. Algunas veces trabajamos esta conviccién con la finalidad de indagar la disociaci6n método-persona, pero la transferencia también le permiti6, en algunos recorridos del proceso, expresar la desconfianza que sentia o sus fan- tasias de interrupcién. Y a mi, marcarle muy enérgica- mente los aspectos internos de sus sufrimientos y la negacién que de ellos hacfa. En cuanto a la seleccién de sistemas conceptuales con que abordé la problematica, apelé a los 33 aportes de Kohut sobre la necesidad de entender la trans- ferencia narcisista y los padecimientos narcisistas de la historia y de desarrollar la empatia con el sujeto (Kohut, 1992); y a la sugerencia de Bleichmar de estudiar los cédigos depresivos a partir de la internalizaci6n no sdlo de la relacién de los personajes significativos con el sujeto, sino de los personajes significativos entre si y consigo mismos (Bleichmar, 1976). El tercer factor fue crear un clima emocional ala manera de lo propuesto por Liberman (1966), estando muy atento alos tonos y a no adjetivar formulativamente las relaciones. Y, ademas, atender a la necesidad de que el terapeuta esté al servicio del proceso, despojandose de prejuicios privados. Fragmento ilustrativo de una sesién Para concluir la descripcién voy a exponer un brevisimo fragmento de una sesién del ultimo periodo de la tarea con Jaime, que entiendo ilustra muy grdficamente tanto algunos de sus sufrimientos como su posibilidad de cambio y procesamiento. Esta sesién que voy a transcribir tiene como antecedente otra en la cual Jaime comentaba los in- tentos para estimular y desarrollar aspectos vinculados con la gratificacién y no estar tan pendiente de las oscila- ciones del trabajo profesional, entre los cuales incluia no sélo estudiar musica, sino practicar actividades que no lo obligaran a girar tanto alrededor del acompafiamiento familiar, que por otra parte nunca dejé de resultarle rease- gurador y tranquilizante. J: Hoy no tenia ganas de venir. Tengo que decirlo aunque parece una falta de reconocimiento por lo que hacemos, pero me sentfa desinflado. Pensé: “;Otra vez con la misma his- toria?”. También lo puedo agotar a usted. No habia energia ni motivacién. 34 ‘ A: Usted lo plantea como algo que le faltaria, llamado “ganas”, ‘pero yo lo veo también como algo que le sobraba, que podria llamar “desgano”, Se trata de un sistema que lucha con otros aspectos suyos y que necesita también ser escuchado. J: Puede ser. Hoy tenia bastante para contar, sobre todo Ja entrevista con la profesora [da algunos detalles), pero me agarré el bajén y ya todo empezaba a no tener sentido, A: Si, parece muy expresivo lo de que “lo agarr6”, pero yo insisto en que el bajén parece mas bien la consecuencia de un clima que va instalandose dentro de usted, consistente en descalificar todo intento, y sobre todo en mostrar el gran peso de aquello que “no anda”. J: Hubo un episodio tragicémico. “M” [hijo menor ado- lescente] habia pedido a la madre que le cosiera una bufanda, pero “C” [esposa] estaba sobrepasada y le dijo que ya por hoy no daba mas, y no lo hizo. En ese momento me agarré un impulso, la cosi yo y se la dejé al lado de la cama. Al dia siguiente, una carta carifiosisima de “M” a la madre agra- deciéndole el trabajo. Yo senti mucho que no pego una, pero me cuidé mucho de decirlo. A: No se sintié incluido en el reconocimiento de “M”, que hasta pudo implicar todo lo que usted respaldé a su mujer, como si fuera una especie de penetracién sexual y donde la bufanda tendria una similitud con un producto de ambos. Pero tal vez yo esté mencionando un tema no demasiado incluido en nuestra tarea, y por otro lado se me ocurre que usted lo registré a través de] sistema descalificador de una manera muy diferente. J: Puede ser; pero todavia hay algo mds tragicémico: es que yo pensé que podrfa haber sido peor. Tal vez tenga que ver con el sistema que usted describe, porque pensé que si “M” hubiera reconocido que fui yo no lo habria visto tan perfecto. A: Esta parte suya se parece a lo de “con amigos asi para qué necesito enemigos”. 35 J: [Parece conmovido) Mi mujer me comenté que le habia aclarado a “M” quién era el autor. Y mi mujer me dice: “Qué injusta que es la vida; mira todo lo que vos te esforzds”. A: Si, yo veo que se armé como una especie de coro familiar que acenttia el lamento, y que no toma en cuenta la unién que yo sf noto en ese gesto suyo. Ambos, tanto usted como su esposa, ponen mas el énfasis en lo que no se hizo y en lo que no se vio. _J: El que puso las cosas en su lugar fue “M”, quien después dejé otra nota: “No importa el autor, agradezco muchisimo la obra realizada”. A: Una especie de psicoterapia esclarecedora a domicilio. J: Eso silo pude ver. [Tras algunos vaivenes la sesidn termina. “J” se levanta, el rostro tiene color y parece conmovido. Me saluda afectuo- samente.] J: No hay mas palabras. A: Estoy pensando [jQuién vendra la préxima? En el sentido de: gqué sistema predominaré en nuestro préximo encuentro?]. 2. OSCAR Oscar consulté por una problematica variada, que se caracterizaba sobre todo por situaciones de irritabilidad tanto en el terreno afectivo como en el laboral. Padecia ademas algunas microvivencias depresivas cotidianas, que por lo general surgian de su sensacién de no lograr cir- cunstancias placenteras (aspiracién que en é] adquiria un elevado estatus). Estas y otras decepciones eran origen de caidas animicas y consecuentes busquedas de recuperacién 36 a través de multiples caminos. El diagnéstico inicial fue de situacién emocional productora de un estrés que, por tener varios disparadores, posefa cierta continuidad, aun- que no absoluta. Oscar se dedicaba al comercio internacional y tuvo mucho éxito desde muy joven en distintas tareas, inclu- yendo algunas experiencias microempresariales. Los distintos logros, paradojalmente, nunca resultaron sufi- cientes para su estabilidad animica. Me dio la impresién de ser una persona inteligente pero con vivencias cotidianas de gran exigencia y tensién, lo cual me hizo pensar en la posibilidad de que corriera riesgos somaticos, tema que, como ahora, estaba muy presente en el imaginario social en la época en que sucedieron nuestros primeros contactos. Primer pertodo El proceso de Oscar duré bastantes aiios y se realizé en distintas etapas que tuvieron diferentes objetivos. En la primera, el diagnéstico -compartido con él— fue que el tema central era el estrés y que debiamos considerarlo nuestra prioridad. Mi criterio era que, si Oscar no cambiaba algunas de sus estrategias cotidianas, trabajar sobre conflictos mas de base podia resultar inadecuado desde el punto de vista de los riesgos fisicos. Acordamos trabajar cara a cara du- rante un periodo de un afio y meses con el propésito de cuestionar la concepcién segtin la cual el maximo placer era la meta buscada y el manejo peculiar de las pérdidas y del tiempo propio y ajeno en que esta concepcién derivaba. Estas cuestiones fueron enfocadas de manera general para intentar un diagnéstico compartido, al menos en el campo de lo que podriamos llamar “macroproblemas”. La tarea no resulté nada facil, pues la irritabilidad y la intolerancia a la frustracién la alcanzaron. Pero disminuy6 el ritmo de carrera desenfrenada que Oscar imprimia a su 37 cotidianidad y que no dejaba tiempo libre para la intimidad, la distensi6n o las tareas familiares. Yo insisti mucho en que ese ritmo lo llevaba a situaciones de riesgo. En algun momento cité un articulo del New York Times donde se hablaba de las diez o quince estrategias posibles para lograr un infarto del miocardio y Oscar me aclaré que él podria agregar ejemplos. A partir de entonces se fue organizando una nueva distribucién de su tiempo y se desperté en él la conviccién de que le convenia, incluso por seguridad fisica, incluir algun espacio propio, mds distendido. Segundo periodo Durante este largo periodo terapéutico, que duré alrededor de cinco afios, pudimos observar varias zonas de cambio importantes en lo referido a sentimientos depre- sivos, pero el clima irritativo en muchos dmbitos de sus intereses y de sus vinculos habituales se mantuvo. Este enfrentamiento con una situacién caracterolégica me llevé a reflexionar sobre el modo de abordaje. Si seguia una linea que cuestionase ciertos matices de narcisismo agresivo y de rechazo de las diferencias o de poca considera- cién por el otro, corria el riesgo de que mis formulaciones fuesen decodificadas como una critica, lo cual solia ocurrir con él, y que reforzasen sus mecanismos de autocritica y de reprobacién de sus funcionamientos y de su identidad nuclear. Si en cambio seguia la linea, mas afin a mi postura dentro del trabajo con el narcisismo, que consiste en tratar de ubicarse empaticamente y entender el sufrimiento del paciente desde su propia interioridad, localizando cudles circunstancias determinaron su agresividad, corria el ries- go de no cuestionar las modalidades agresivas a las cuales estaba haciendo referencia. Esta problematica de abordaje puede ser referida a las diferencias entre autores como Kohut y Kernberg en el plano del enfoque de la agresién 38 en el campo narcisistico. En el caso de Oscar mi postura era bastante mas cercana al planteo de Kernberg que al de Kohut, a pesar de que el ultimo ha influido mucho en mi modo de abordar las problematicas en este campo psicopa- tologico.* Para intentar prevenir los riesgos implicitos en la linea elegida, intenté explorar con mucha atenci6n la decodifica- cién que Oscar hacia de algunos sefialamientos. Entendia que asi podiamos evitar parcialmente que los aportes interpretativos fueran decodificados como criticas. Fue una tarea dificil, plagada de vicisitudes, cuyo trasfondo positivo era el marcado interés que Oscar ponia en la tarea —el mismo que aplicaba a muchas otras de sus actividades— y su sinceridad manifiesta. Desde mi registro, era claro que mostraba su interioridad, sus vaivenes afectivos, incluidas Jas irritabilidades y agresividades en el Ambito del proceso terapéutico. Fueron sesiones para mi muy interesantes por la riqueza descriptiva de las narraciones de Oscar, por su inteligencia para captar personajes y situaciones y también por el desafio que implicaba penetrar en su sistema de funcionamientos psiquicos tan variados por un lado, tan repetitivos y sinténicos por el otro. En muchos casos, por ejemplo en las microdepresiones cotidianas, buscar una explicacién a sus conflictos y choques implicaba una in- trospeccién productiva dificil. Es decir que el clima era atractivo desde el punto de vista del interés tematico de las sesiones, pero muy frustrante cuando se hacian evaluaciones de la zona que llamé “de dificil penetracién”, aunque contabamos siempre con el tesén, la voluntad y la sensibilidad de Oscar. 1. Kohut ubica predominantemente los sufrimientos narcisistas en Jas fallas de los personajes significativos, mientras que Kernberg, sin dejar de considerar a aquéllos como causa, enfatiza la agresividad y el odio del sujeto a lo diferente. 39 Zonas de cambio productivo Esta tarea, dual y compleja, no dejé a mi criterio de producir cambios en algunas de las sintomatologias de Oscar. Cabe aclarar que el diagnéstico de lo que llamo “sintomas” era compartido por Oscar en algunos puntos —por ejemplo, el estrés cotidiano- y, en otros, no. Tal era el caso de la busqueda del placer absoluto y la idealizacién de éste, que yo cuestionaba porque implicaban una aceleracién de la insatisfaccién constante. En este campo, sin embargo, se fue logrando una cierta distonizacién, con distintos matices y secuencias discontinuas. Seguin mi experiencia personal, en los procesos psicoterapéuticos psicoanaliticos los cambios pueden inferirse desde tres espacios diagnésticos: 1) El del propio paciente, cuando formula explicitamente el registro de cambio y su descripcién coincide con el re- gistro que tiene el terapeuta de modificaciones de sufri- mientos psiquicos diagnosticados previamente. 2) El del terapeuta, cuando capta algo que en su me- moria del proceso resulta diferente de las sintomatologias iniciales. 3) El de personajes externos, que hacen observaciones cuyo contenido semdntico coincide también con modifica- ciones de problemdticas que fueron diagnosticadas como tales durante el proceso terapéutico por el analista. Una zona modificada fue la de sus vinculos, respecto de los cuales se le abrié la posibilidad de que fuesen amistosos, en lugar de competitivos. En los materiales narrativos de Oscar aparecieron menciones a personas que valoraba, con Jas cuales le importaba compartir espacios; alguna vez hizo referencia a un impulso de hacer regalos a amigos y a su pareja y también de generar en las relaciones de trabajo 40 algunas dreas de mayor cordialidad y de mayor consi- deracién personal. De nuevo sefalo un territorio que, aunque no afecta directamente la relacién entre la imagen del sujeto y sus ideales, si muestra el movimiento de estos ultimos y la realimentaci6n indirecta de esta imagen a través de la mediacion de distintas situaciones cotidianas. Esta relacién indirecta entre imagen de si e ideales me parece muy importante en experiencias tan dificiles de registrar como los movimientos psicoterapéuticos ana- liticos, en los que las fluctuaciones, que no tienen la es- pectacularidad del macrocambio estructural, poseen sin embargo una capacidad realimentadora que, en procesos como el de Oscar, son de gran relevancia y, en su caso particular, contribuyeron a Ja valoracién positiva que le daba a nuestra tarea. (Aun asi, se quejaba mucho de las zonas de no cambio, que luego detallaré.) Otra zona que se modificé correspondié al registro que Oscar tenia de las cosas que él hacia bien, registro que siempre resultaba descalificado en comparacién con el acento que ponia en fracasos y microfrustraciones en multiples campos. La modificaci6n fue que este cierto re- gistro -muy esporddico— de sus capacidades apareciese como fruto de una captacién interior. Me parecié que dentro de esa evaluaci6n microscépica se traté de un cambio im- portante, que se manifest unido a expresiones del tipo: “Hoy me miré con un poco mas de consideracién’”. Las zonas en las que he intentado agrupar los cambios productivos son, en sintesis: la de los descubrimientos vinculares —no del todo explicitos en un periodo extenso de la tarea terapéutica—, y una mayor consideracién de las diferencias y la puesta en juego de micromodalidades dife- rentes a la hora de considerar la propia imagen. Si bien sus contenidos predominantes no fueron lo que hemos lla- mado “tematicas depresivas”, influyeron directa e indirectamente sobre las mismas. 4l Zonas no modificadas También las situaciones de no cambio son, creo, factores significativos para tener una dimensién real de lo que mueve, promueve y posibilita un proceso terapéutico psico- analitico. En este caso se traté de lo que llamé “las micro- depresiones cotidianas” ante situaciones coyunturales. El tema fue muy trabajado por nosotros en la parte final del anélisis, cuando yo le sefialaba que ambos sentiamos zonas de insatisfacci6n con nuestra tarea. Aunque en una serie de segmentos ésta habia resultado muy productiva, parecia que las quejas cotidianas constitufan frustraciones para los dos. Quisiera sefialar una vifieta en la que esta cuestién esta puesta de manifiesto. En un momento cercano a las ultimas sesiones de su terapia, Oscar, antes de subir al consultorio, decide no apagar su celular “por si” tenian que darle alguna noticia urgente: O: Antes de subir a sesién decidi no apagar el celular. Sond y tuve que tragarme una catarata de protestas de un cliente. Me dio una bronca tremenda haberlo dejado abierto y aguantarme todo el discurso del tipo. A: Me parece registrar de nuevo cémo ante un inconve- niente una reaccién suya es empezar a enojarse con una parte de usted mismo. Lo conecto con lo que hablamos tantas veces de que en su historia ha faltado una voz, que ante un error, un mal momento, tenga una actitud de consuelo flojo, como una mama que de algun modo sefiale “sana, sana”. O {con voz reflexiva y cierto tono dolorido}: Cémo puede haber consuelo si a mi vieja, cuando yo hacia algun lio, le preocupaban las consecuencias: “Ay, lo que va a pasar ahora”. A mi papa lo unico que se le ocurria era culparme por lo que habia hecho. {Dénde puede haber consuelo ahi? 42 Este tramo muestra una conexién entre sufrimientos actuales y cédigos posiblemente armados en la historia identificatoria de Oscar. Sin embargo, la comprensién de este enlace no modifica notoriamente la sintomatologia. Habiamos decidido terminar de comin acuerdo. En un principio Oscar propuso seguir pero con menos frecuencia, como una especie de tratamiento de sostén. Yo crei que la situacién podia favorecer una fantasia de andlisis eterno y crénico que, a mi criterio, chocaria con la posibilidad de que Oscar tuviera un registro de terminacién compartida de un proceso, incluyendo las zonas en las que no habiamos logrado introducir cambios relevantes. Estuvo de acuerdo y nos pusimos a trabajar el fin del andlisis durante un periodo que fuese satisfactorio para mf, ya que é] no me puso limites. Concluimos con un diagnéstico compartido de las zonas modificadas y de aquellas en las que tal cambio no se hab{fa producido. Aunque persistian las microdepre- siones cotidianas, a lo largo del proceso Oscar habia dismi- nuido mucho el estrés y tenia cierto contacto consigo mis- mo, adecuado para terminar una tarea cuya prolongacién podfa incidir en lo que Ilamé “una desconexién de los limites de las temporalidades existenciales”. SILVIA LAURA Silvia Laura me consulté en el momento de una crisis intensa, aguda, inesperada. Su pareja la habia dejado y eso la Ievé a un crescendo de angustia y desesperacién que culminé en una experiencia autoagresiva. Por su sinto- matologia depresiva, Silvia Laura tomaba ciertos farmacos y en aquella ocasi6n ingirié una dosis mucho mayor que la prescripta. La experiencia podria definirse, de una manera mas bien laxa y conjetural, como un “microintento de sui- cidio”. La cantidad de medicacién que habia ingerido no fue excesiva y en mi registro se traté mas de una crisis de 43 desesperacion por acumulacién de situaciones traumaticas que un intento de interrumpir su vida. El haber podido trabajar el episodio en un contexto terapéutico funcioné a la manera de lo que Winnicott llamaba “segunda oportu- nidad”, en el sentido de que revivimos distintas situaciones conflictivas de su historia. Generando nuevos recursos y un proceso notablemente elaborativo pudimos abordar no sélo su historia existencial primitiva sino también algunas situaciones anteriores de crisis de pareja. La experiencia de Silvia Laura, que desde una perspectiva puede consi- derarse benigna y atipica en cuanto a las situaciones autoagresivas o autodestructivas, ilustra, justamente por su atipicidad, la necesidad de no incurrir en esquema- tizaciones a priori o conclusiones generales en situaciones tan delicadas como la que estamos examinando. Silvia Laura era una pediatra que habia hecho un proceso terapéutico intenso y productivo con un colega en un periodo bastante anterior a la consulta conmigo. Habia logrado desarrollar un muy buen nivel profesional y per- sonal, Tenfa recursos psiquicos varios, muy cuidados en el plano de la maternidad y de sus vinculos afectivos. Su femi- nidad habia tenido un crecimiento adecuado y, aunque era una persona con ideas éticas estrictas, no carecia de medios de seduccién y encanto, reconocidos por los hombres que se le acercaban. Siempre mantuvo la situacién dentro de limites aceptables para su ideologia relacional, marcada- mente monogamica. Por lo que me cont6, en su terapia anterior no habia parecido que aquélla se basase en modalidades puritanas. Habia tenido una educaci6n rigida en algunos momentos de su escolaridad, pero las pautas se habian instalado sigilosamente, ya que sus ideas explicitas eran mas bien liberales. Pudimos volver a estu- diarlas y examinarlas, sin embargo, trabajando retrospec- tivamente muchos aspectos de la crisis actual y vinculando también nuestra tarea con introspecciones y captaciones logradas en su proceso terapéutico anterior. 44 Dijo haberse sentido muy atraida por su pareja, con la cual compartié multiples aspectos vinculares e intereses durante afios. Siempre habia considerado que era su relacion definitiva aunque, por lo que manifestaba actual- mente, a costa de minimizar multiples planos del conflicto. Me relaté que, aunque estos conflictos habian sido traba- jados con intensidad en su terapia anterior, ninguno gene- raba en ella cuestionamientos profundos del vinculo de pa- reja, en parte porque tem/ia la pérdida y en parte (como resulté de la insistencia en examinar exhaustivamente alguna de sus fantasias) porque temia reincidir en una situacién de ruptura. Ya habia sufrido una separacién anterior y se sintié muy descalificada y criticada por algunos de sus ntcleos relacionales (familiares y otros). En otro orden de cosas, pudimos localizar situaciones de carencia materna en momentos muy iniciales de su desarrollo como bebé, que segun relaté también habia exa- minado y trabajado en su proceso terapéutico anterior. Por un afan de sintesis estoy excluyendo mucha infor- macién y tonalidades, pero con estos pocos datos quiero insistir en que distintos aspectos de la experiencia exis- tencial pueden conectarse para derivar en resultantes sintomaticas dificiles de ser reducidas a priori a esquemas fijos. Los conflictos del desarrollo afectivo y psicosexual que crefmos detectar en Silvia Laura no se refirieron solamente a la primera infancia, sino que hubo situaciones mas cercanas a los periodos adultos de su existencia que se relacionaron con algunos de los disparadores de la situa- cién traumatica presente. E] procesamiento de la crisis actual implicé reformular y examinar los matices del duelo por la situacién de pérdida reciente. Estos, sin embargo, en muchos aspectos resignificaban el impacto por la pérdida de la pareja anterior, una relacién matrimonial muy signi- ficativa para ella y cuya terminacion ella decidié, con los sutiles sentimientos mencionados de reproche interno y la descalificacion familiar. La tarea que en ese sentido rea- 45 lizamos fue en el marco del llamado “procesamiento de las pérdidas”, problematica que, entendemos, si es genera- lizable en el abordaje conceptual y terapéutico de las depresiones en psicoandlisis.” Otra problematica general que hemos vinculado a las depresiones es el déficit de autoestima. En el caso de Silvia Laura se trataba de microlesiones sutiles, pues en ningun lado impresionaba como una persona con la autoestima fenoménicamente baja. La exploracion en la terapia, el ana- lisis més pormenorizado y ciertas expresiones discursivas, donde por ejemplo acentuaba mucho la aceptacién que las personas tenfan de ella o cudn querida era en ciertos con- textos sociales, me llevaron a interrogarme, junto con ella, acerca de esta necesidad de hiperaceptacién de sus valores que expresaba en el curso de las sesiones. Sobre todo, te- niendo en cuenta que parecian bastante comunes y poco cuestionables desde la perspectiva del medio con el que interactuaba. Pudimos inferir en el drea de la autoestima la existencia de pequefias zonas de cuestionamiento y des- valorizacién que, sumadas a las situaciones traumaticas y a contingencias significativas peculiares, derivaron en esta crisis y sus actuaciones resultantes. A partir de un conjunto de dichas observaciones, nos permitimos conjeturar algunas macrolineas centrales: en este caso, las temAaticas del procesamiento de las pérdidas y de la funcién de la autoestima. Su realimentaci6n muy peculiar ante una crisis traumatica nos permite, en situa- ciones como las de Silvia Laura, volver a insistir en la cantidad de variantes singulares que necesitamos trabajar. Sin duda, cada proceso psicoanalitico concreto presenta sus matices peculiares, aunque en algtin plano podamos ge- neralizar problematicas. En el campo de lo que se llama “modalidad depresiva”, un ejemplo es el procesamiento de 2. Retomaremos el tema con mayor amplitud en el capitulo 4. 46 las pérdidas y las multiples vicisitudes de las heridas de la autoestima, generalizaciones que tienen sentido sdlo cuando, como hemos intentado describir en este proceso terapéutico, se las ubica en los multiples elementos de cada circunstancia existencial particular. 4. ANA TERESA La historia de Ana Teresa incluye también una tentativa de suicidio, que me conté en Jas entrevistas iniciales. Habia ocurrido en su adolescencia -tenia mas de treinta afios cuando me consulté-— y ella no le daba valor de intento de supresi6n de su vida ni de muestras de odio hacia su propio ser, sino que la ubicaba en un contexto que definia como de mucha desesperacién y desorientacién. En su problema- tica se destacaban las autodescalificaciones, sobre todo en la zona de su imagen corporal, donde se vefa una notoria discordancia entre la imagen que describia de si y la que habia transmitido el colega que me la derivé, quien la des- cribié como una chica sumamente atractiva. Tenia de sila imagen de una mujer con muchos defectos corporales; desde mi registro, porque tomaba un rasgo como el todo (Bleich- mar, 1981)? y ponia en el aspecto negativo el peso de la identidad total. Una de las peculiaridades que caracterizaron el proceso terapéutico de Ana Teresa fue la decisién de proponerle un trabajo de psicoandlisis en grupo, 0 analisis compartido, que se combin6, a lo largo de muchos afios, con entrevistas individuales ante algunas situaciones de crisis. En un comienzo Ana Teresa tuvo dificultades para relacionarse con el grupo por su notorio rechazo a los sefialamientos de los demas integrantes. No sdlo era hipersensible a toda 3. Retomaremos el tema en el capitulo 5. 47 critica, sino que tendia a decodificar como critica cualquier observacién que se le hiciera. Tiempo y vicisitudes me- diante, fue-desarrollando una creciente confianza tanto hacia el terapeuta como hacia algunos integrantes, al prin- cipio sobre todo mujeres y después algunos hombres. Asi se fue intensificando su capacidad de escuchar. Podriamos decir que en su caso se combinaron, por un lado, una cierta tendencia a la narcisizacién a través de la valoracién que recibia de sus compafieras y companieros del grupo; por el otro, un aflojamiento de sus decodificaciones hipercriticas. Esto permitié que ella se instalara en el vinculo grupal, relacién fuertemente libinizada en los registros internos de Ana Teresa y sostenida por el interés, la persistencia y Ja intensidad de su compromiso con la tarea. El registro de cambio de Ana Teresa no fue expresado solamente por ella sino que fue compartido por el grupo a lo largo de afios. Todos observamos que el rictus de tipo depresivo-amargo presente en nuestros primeros contactos habia desaparecido totalmente. Lo reemplazaban una son- risa franca y expresiones gestuales y verbales muy intensas de angustia ante situaciones de frustracién o sufrimiento. Su vida familiar era compleja y presentaba distintas facetas de dificil asimilacién: no sélo tenia parientes enfer- mos sino que cumplia un rol importante como sostén y regulador econémico. Paradéjicamente, segun observamos en el grupo, ella no registraba su propia capacidad de fun- cionar como respaldo; ésta no formaba parte de su imagen de si. Aunque habia modificado los niveles de desvaloriza- cién y de descalificacién tan presentes en los inicios de su proceso terapéutico, muchas veces se veia como una perso- na débil e incapaz de asimilar situaciones dificiles, sin registrar cémo los demas la percibian en cuanto a capa- cidad y fuerza. En un periodo posterior, sin embargo, Ana Teresa pudo comenzar a registrar esta decodificacién gru- pal, sobre todo en lo referido a su manifiesta capacidad de 48 lidiar con situaciones complejas, totalmente descalificada en sus captaciones habituales. Fue también en el ambito del trabajo en grupo donde pudimos procesar elaborativa- mente duelos por varias pérdidas de parejas anteriores. En un cierto momento del proceso terapéutico Ana Teresa establecié un nuevo proyecto de pareja, que, si bien resulta- ba conflictivo en varios aspectos, le implicé la posibilidad de concretar una relacién estable, formar una familia y, sobre todo, desarrollar su maternidad, objetivo muy valo- rado por ella. Ademds confluyé en un enriquecimiento de su sexualidad y de algunos aspectos de los vinculos intersubjetivos. El proceso de Ana Teresa muestra una ostensible modi- ficacién de la tematica que podriamos llamar “relevante- mente depresiva”. Se empezé a reconciliar con la imagen de su cuerpo por medio de trabajos varios, y relataba que habia desaparecido su vivencia de desvitalizacién, que se reflejaba en dudas acerca de la utilidad de la existencia. Pero en algunos otros aspectos de su funcionamiento psiquico y conductual existian inhibiciones y dificultades que la impulsaron, tras haber terminado un periodo impor- tante de su proceso terapéutico, a retomarlo. En este caso la conflictiva ya no se centraba en las tematicas que hemos llamado “depresivas”, aunque en algun nivel las vicisitudes de su autoestima influian, realimentando ciertas inhibi- ciones y conflictos en otras dreas. Después del desarrollo de su maternidad y la ampliaci6n de su familia, la relacion de pareja habia empezado a mostrar dificultades para integrarse. Ana Teresa sefialaba la poca participacién de su esposo en los distintos conflictos y necesidades familia- res, tematicas diferentes de las que la habian llevado a la consulta inicial. También afloraron algunas inhibiciones en su vida profesional. Era licenciada en Ciencias de la Edu- caci6n y se dedicaba a temas clinicos vinculados a la psico- pedagogia. Para los otros era una persona eficaz y estu- diosa, pero ella sentia inhibiciones en cuanto a mostrar y 49 exhibir su trabajo, a acentuar sus contactos académicos y a desarrollar su aspecto profesional. Se trataba de problematicas intersubjetivas y, en un plano mucho més evidente que la desvalorizacién o la auto- estima lesionada, se manifestaba el desborde ante situacio- nes de angustia. En su abordaje lo vinculamos con la descripci6n que hace Hugo Bleichmar de las “creencias matrices” vinculadas a la angustia, y de cémo a veces se retraducen microsituaciones conflictivas cotidianas en un marco de explicaciones angustiantes que involucran la existencia globalmente. En el caso de Ana Teresa, este tipo de problematicas no parecié ocupar los primeros planos de sus consultas iniciales. El eje eran los temas que Ia- mamos “depresivos”, pero ante las vicisitudes elaborativas de estos ultimos y las nuevas situaciones existenciales empezaron a predominar, como tematicas interferentes con su productividad, las ya mencionadas, vinculadas a la an- gustia, a inhibiciones profesionales y a distintos conflictos familiares y de pareja. En la tarea terapéutica enfocamos los aspectos que contribuian a la produccién de los sintomas revisando facetas de la historia de los cédigos identificatorios de Ana Teresa, particularmente en el campo de la relacién ma- terna. Se trataba de una madre con crisis depresivas mani- fiestas importantes,* que alternaban con periodos de mucho compromiso y trabajo hogarefios. Sus expresiones discur- sivas contenian menciones a la terribilidad de cada acon- tecimiento, acentuando los riesgos de pérdida que éste conllevaba. Ademas, en distintas épocas del proceso pudi- mos comentar y examinar dificultades de Ana Teresa para 4. Esto se relaciona con los aportes de Winnicott sobre progeni- tores depresivos, que mencionaremos en el capitulo 5 (véase Winnicott, 1984), 50 relajarse internamente y, relacionadas con esto, pertur- baciones del suefio. En el ambito de las tareas grupales las conectamos con expresiones maternas del tipo “No hay que dormirse sobre los laureles”. No eran expresiones coyunturales o aisladas sino mas bien cotidianas y se habian transformado en un Leitmotiv de la vida de Ana Teresa, que relacionamos con la creencia basica de que era imposible distenderse y que cualquier experiencia placen- tera, aunque fuese momentdnea, era seguida por una problematica ulterior. Una vez mas, las distintas perspectivas nos llevan a cuestionar la linealidad de los procesos terapéuticos con macroexpectativas variables y extensas que no tienen en cuenta la complejidad inherente a la tarea. Mediante la transmisi6n de experiencias pretendemos compartir los matices, sin dejar de mantener algunas generalizaciones. Estas, entendemos, se pueden inferir de la descripcién de las vicisitudes clinico-dramaticas de cada caso. 5. GUNTHER En este proceso la tematica depresiva no aparecié como foco de las consultas iniciales sino que fue manifestandose a partir de la experiencia de una pérdida relacional y de microsituaciones de frustracién cotidiana surgidas y rela- tadas bastante tiempo después de iniciada la tarea clinica. Este caso, como los anteriores, subraya la importancia de las combinatorias, porque Giinther era una persona con muchos logros convencionales y un notorio sufrimiento interior, bastante contradictorio con la imagen que daba. Pero a diferencia de los procesos ya descriptos, el proceso analitico no terminé elaborativa o productivamente; ni si- quiera de comin acuerdo. Fue abruptamente abandonado por Giinther, ante la manifiesta irritacién que le provocé un problema accidental. 51 Estébamos en una sesién en la cual él se encontraba muy comprometido y que, por una consulta intempestiva, tuvo que ser interrumpida diez minutos antes de finalizar. Al constatar que la situacién no le provocaba la mejor dispo- sicién interna, le pregunté si podria recuperar la sesién en otro momento, ya que la tematica que estabamos abor- dando me parecia importante. Giinther se neg6, abandoné la sesién con expresién contrariada y luego me dejé un mensaje en el contestador telefonico sefialando que se habia sentido sumamente dolido y que mi actitud habia sido muy poco cuidadosa. Respondi el mensaje y le dije que estaba de acuerdo con lo desagradable de la situacién y con la responsabilidad que yo tenia, pero que me parecia que un incidente tan poco feliz no tenia por qué dejar su impronta en una tarea de afios. Le pedi disculpas, ya que no podia anular retrospectivamente la situacién, y le ofreci una ex- plicacién mas detallada, que no acepté. Ante un nuevo intento telefonico que hice, respondié con marcada violen- cia, insistiendo en que se sentfa muy maltratado, y de manera muy agresiva me sefialé que yo debia de estar muy interesado en el dinero y que por eso lo habia interrum- pido, para aumentar mis posibilidades de atencién clinica con una sesién. nocturna. La interrupcién del proceso de Giinther me llevé a refle- xionar acerca de lo dificil que resulta “absolutizar” factores cuando de terapia analitica se trata. Si bien lo ocurrido se debié a una situacién accidental, es posible intentar una explicacién conjetural. A mi entender Giinther era una per- sona con combinatorias muy complejas entre sectores que podrian Hamarse “depresivos” y ciertas irritabilidades y vulnerabilidades, y tenfa un manejo muy peculiar de la agresién. Habiamos trabajado estos aspectos fuera del campo de la relacién terapéutica, porque en el vinculo era una persona hiperamable y considerada. Pero relataba explosiones en algunas de sus relaciones profesionales y, sobre todo, manifestaba una enorme violencia interna ante 52 cualquier error y usaba adjetivos descalificatorios para muchas de sus conductas cotidianas. Uno de mis objetivos en el proceso fue intentar la concientizacién de las situa- ciones histéricas que habian Hevado a esa relacién dialogal interna tan virulenta y sefialar alternativas que promo- vieran su modificacién. Querria detallar algunos ingre- dientes de esta experiencia, seleccionados segtin las vi- cisitudes y complicaciones del proceso terapéutico. Temdticas centrales Al hacer una evaluaci6n, el abrupto fin, vinculado a un incidente accidental, no deberia invadir el registro de todo el proceso de Giinther, mas alla de las conclusiones a las que podamos lHegar al respecto. Creo que una vision mas panordmica incluiria también los aspectos productivos. Gunther pudo salir pronto de un duelo muy traumatico ocasionado por la ruptura de una relacién de pareja. Esa rapidez quiza nos permitiria cuestionar en algo su cardcter elaborativo, pero produjo muchos cambios en sus aspectos relacionales. Pudo establecer un nuevo vinculo, lo cual en un primer momento era una posibilidad que casi excluia, y al parecer se caracterizaba por representar un cambio radical en relacién con sus alternativas anteriores, entre Jas cuales habia habido un matrimonio que duré bastantes afios y que le dio cuatro hijos. La relacién con las hijas mujeres, que habia sido dificil, también se reformulé por medio de la terapia, produciéndose encuentros bastante mas positivos que los anteriores, en los que é1 mas bien se limitaba a cumplir operativamente con su rol paterno. Giinther era un odontélogo muy exitoso en su profesién; su familia de origen era alemana y habian venido al pais antes de la guerra. Eran personas que cuestionaban mucho el nazismo; su ideologia era mas bien liberal y democratica. Pero desde otra perspectiva, él relataba patrones de rigidez 53 evidente en su educaci6n. Habia sido muy castigado fisica- mente por una nifera, circunstancia que emergié poco antes de la interrupcién del proceso. Mi diagnéstico no enfa- tiz6 la problematica depresiva, sino los intensos mecanis- mos de anulacién y aislamiento, asi como la competencia interna permanente con un pariente de su misma edad al que la familia destacaba como ejemplo de eficacia econé- mica, brillo intelectual y desempeiio profesional. La situa- cién atormentaba tanto a Giinther que el colega que me lo derivé sefialé que veia muy dificil romper ese constante rumiar, Giinther era un hombre muy atlético, que encarnaba los ideales estéticos masculinos y que resultaba —tanto por lo que él contaba como por lo que me decian algunas per- sonas que se cruzaban con él en el consultorio— muy atrac- tivo para las mujeres. Tenia un alto nivel de eficacia en su profesion, en la que descollaba. No parecia tener registro de esto ya que el clima interno, segtin lo sefialé, era de autocritica y de frecuentes e intensos cuestionamientos. También se quejaba de sus dificultades comunicativas. No tenia amigos intimos, le costaban las relaciones con las personas mas alla de lo profesional y, al momento de la consulta, padecia muchos choques con su pareja, persona a quien por otro lado admiraba mucho y consideraba como una relacién sumamente importante. Después de unos fracasos relacionales previos, la nueva relaci6n sumaba casi todas las expectativas que tenia para su futuro afectivo. El curso del proceso terapéutico fue extremadamente atipico, ya que intenté privilegiar la comunicacién fluida no convencional. Muchas veces incluia opiniones mias so- bre tal pelicula, tal libro, tal situacién. Por un lado trataba de incluir recursos que faltaban bastante en su vida habi- tual; por otro, como explicaré en el préximo apartado, me parécia un estilo apropiado para su modalidad asociativa. Adelantemos que Giinther era sincero conmigo e intentaba una comunicacién amplia. Si excluia tematicas que le pare- 54 cia que no correspondian o que iban a ser molestas para mi, sesiones después me las mencionaba. Podrfamos decir que la regla de la sinceridad estaba interferida sin que eso implicase un intento de engafio. Giinther sentia la presién interior de comportarse “civilizadamente” durante la se- sién. Tal modalidad existié durante todo el proceso, fue sefialada no muy reiteradamente por mi y se manifesté en momentos de mucha irritaci6n o violencia por situaciones coyunturales, Por ejemplo, una vez recibi el llamado de un pariente suyo que estaba preocupado por su situacién y que me dijo que Giinther estaba disconforme con el trata- miento. El nunca me habia comunicado esta circunstancia; mas bien todo lo contrario. Cuando se lo comenté tuvo un microacceso de furia y dijo que queria abandonar el trata- miento. Aunque esto fue muy trabajado por nosotros, luego efectivamente asi ocurrié, de manera que en mi narracién retrospectiva no puedo dejar de incluirlo como una alterna- tiva que se cumpli6 a partir de una circunstancia accidental. La situacién irritativa de aquella vez en que me dijo que queria abandonar el tratamiento, aunque era minima en el contexto de una evaluacioén global de la experiencia terapéutica, mostraba, sin embargo, la modalidad que des- cribi al principio de mi relato. Esto es: su irritabilidad estaba excluida de nuestra comunicacién habitual porque la conducta de Giinther para conmigo era sumamente res- petuosa y, en mds de un momento, hasta afectuosa. Por ejemplo, en su manera de agradecer que yo le reemplazase las sesiones a las que no habia podido concurrir por motivos profesionales o que le ofreciera contenci6n telefénica y se- siones fuera de programa en sus momentos de crisis depresiva por la citada separacién. Este clima relacional comunicativo, en mi opinién, habia contribuido a una serie de movimientos realizados en su interioridad y en algunas de sus relaciones interpersonales. Estas modificaciones no excluian la persistencia de la autocritica, del didlogo in- terno virulento y de los momentos de descalificaci6n. Ambos 55 estdbamos de acuerdo en que su manejo de la agresién hacia afuera y hacia adentro no hab{a podido ser plena- mente examinado y, sobre todo, expresado en el proceso terapéutico. Aspectos del proceso terapéutico La modalidad asociativa de Giinther entraba dentro de lo que se puede llamar “sinceridad convencional”, pero é1 mismo mencionaba més de una vez que no sabia qué tema encarar 0 que sentia que no trabajaba adecuadamente o que no hablaba de lo importante. Esto insintia con bastante claridad que habia omisiones, en su caso no debidas tanto aresistencias convencionales como al clima interno de con- trol y a su modo de decodificacién, que era de tipo hiper- critico-légico-racional. En parte por ello intenté favorecer al maximo la comunicacién, hablando esponténeamente y sin omitir mis opiniones. En estos casos siempre aclaraba que se trataba de una opinién personal, ajena a la vision psicoanalitica. En cuanto a los momentos microagresivos ya mencionados, fueron tenues y pasajeros, pero ahora los puedo ubicar en una linea de continuidad con la violencia desencadenada por nuestra crisis accidental. Entre las modificaciones productivas destaqué el esta- blecimiento de una nueva pareja. Junto a esta zona de consolidacién claramente explicitada y convincente habia zonas de conflicto; Giinther internamente mantenia dudas y cuestionamientos sobre su propia actitud, sus propias posibilidades y el destino que tendria esta pareja. Las dificultades se vinculaban a situaciones de malestar inte- rior y a ciertas descompaginaciones afectivas y racionales que sélo en esta etapa del proceso, menos ocupada por con- flictos coyunturales y de relaciones interpersonales, apa- recian como tematica interior compleja (con este término 56 aludo a una mezcla de irritabilidad e inseguridad en la linea del yo-representacién). Ademas de los cambios en la relacién de pareja, aparecieron en Giinther nuevos intere- ses intelectuales estimulantes. La lectura, por ejemplo, plan- teada en determinado momento como una “busqueda tera- péutica de recetarios para vivir mejor”, se fue convirtiendo en una exploracién de las opiniones o capacidades estéticas de los autores. Y cuando discutia conmigo sobre peliculas aparecia un interés bastante mas armado por las experien- cias emocionales y estéticas del lenguaje cinematografico. También habian disminuido notoriamente, segun él, su intolerancia, impaciencia y autocritica ante cualquier error en el ambito profesional. Y también sus explosiones de violencia hacia sus auxiliares. Justamente un conflicto poco claro habia sido el disparador de la separacién de una de sus parejas mas importantes, la misma que lo llevé al duelo y a una marcadisima crisis depresiva durante el proceso terapéutico. Su pareja habia interrupido bruscamente la relacién, alegando haber sido victima de deslealtades. No qued6 claro si eran econémicas 0 afectivas, porque la per- sona se negé a reanudar el vinculo y a dialogar sobre él. Durante la época en que encaramos el duelo este episodio fue extremadamente comentado y trabajado. Curiosa- mente, podria vincularse con la manera de Giinther de de- finir la crisis accidental en la terapia. Es decir: una de las cosas que él reprochaba muy marcadamente a esa pareja es que no le habia dado la posibilidad de un didlogo fluido, incluso sobre la separacion. La situacién aparecié con otra direccionalidad, la de él hacia mi, en el incidente accidental que lo llevé a interrumpir el tratamiento. Estos fendmenos, insisto, forman parte de una intrincada red de reacciones, sensibilidades y movimientos internos y se unen a momen- tos de errores terapéuticos. A pesar de que los considero a veces inevitables, dados los limites humanos, no por ello deben dejar de ser evaluados como errores. En caso contra- rio, se corre el riesgo de caer en ciertos maniqueismos que 57 terminan por adjudicarle toda la responsabilidad de las crisis de los procesos terapéuticos a una de las partes. Es necesario puntualizar que en el momento de la crisis estdbamos justamente evaluando ciertas situaciones de mi- croagresién que no se habian modificado a lo largo del proceso y que tenian sobre todo una connotacion interior. Ginther, en efecto, seguia encerrandose en sistemas de evaluacién dilematica. Por ejemplo, compraba un aparato sumamente importante para su profesién, entregaba una senha y luego se reprochaba dcida y amargamente la cantidad y el costo que implicaba. Decia que podria invertir ese dinero en algo para sus hijos y el cuestionamiento llegaba a tal grado que anulaba la operacién y perdia la sena, con lo cual el reproche se completaba. Finalmente volvia a comprar el aparato, y el reproche ya se referia al paquete total. Se descalificaba por el dinero perdido y por su poca habilidad en lo econémico. Este era uno de los te- mas mas irritativos y tenia mucha repercusién en su historia personal. El padre, sobre todo, no habia tenido logros econémicos importantes y mencionaba la cuestién como algo que esperaba de sus hijos, una reparaci6n, si se pudiera llamar asi. Por lo tanto la tematica econémica y sus repercusiones eran asuntos persistentes, aunque en el momento de la crisis y en el de iniciacién del tratamiento aparecian en contextos diferentes. En ese entonces, ademds de examinar esas vicisitudes agresivas internas y el hecho de que no encontrasen virajes durante nuestra tarea (que por otro lado, segtin Giinther, habia sido muy productiva, opinién que me parecia tenia respaldos situacionales y clinicos) habiamos reflexionado sobre la posibilidad de hacer algun otro tipo de experiencia, por ejemplo psicodramatica. Incluso le habia mencionado un colega que se dedicaba a esta modalidad, y Giinther se mostré muy interesado y con una opinién mas bien favora- ble. Es curioso en este sentido cémo el episodio accidental provocé una fuerte “dramatizacién’ de la agresién, tal como 58 Winnicott (1981) plantea que puede suceder frente a algun error 0 inconveniencia de abordaje terapéutico. Lamenta- blemente, no la pudimos procesar en el propio tratamiento, ni hubo lugar a algun intercambio dialogal sobre el tema. Esto no excluye mi esperanza de que, por mas que la irrita- cién coyuntural conmigo persista por esas imprevisibi- lidades humanas que las relaciones intersujetivas suponen, el procesamiento pueda darse en experiencias futuras de Gunther. Hay algunos indicios en ese sentido, pues él me habia pedido orientacién con respecto a situaciones de terapia de sus hijos y estaba muy conforme con la evolucién de ellos. Alguna otra vez, ante la intensidad de sus momentos depresivos y sus marcadas dudas en cuanto a incorporar psicofarmacos (sélo los utilizaba por autoprescripci6n), le mencioné métodos no convencionales, como algunas alternativas homeopaticas. Ante mi asombro él acepté. A pe- sar de ser una persona sumamente racional y con patrones légicos intelectuales muy instalados, consulté a una persona de mi confianza y el vinculo que establecié fue muy productivo. Me ha parecido interesante incluir en mis ejemplifica- ciones un proceso que no tuvo una terminaci6n en términos coparticipativos convencionales y que sin embargo mostré aspectos muy productivos. El brusco corte desencadené un complejisimo proceso que no se puede sintetizar en térmi- nos reduccionistas. Segin mi visién retrospectiva actual hubo quizds un cierto déficit del sefialamiento de la transfe- rencia negativa, de la cual habia indicios. Los indicios los registro ahora: no fue algo que tuviera en claro durante el proceso. Cuando un terapeuta se sumerge espontdnea- mente en la tarea, los perfodos reflexivos suelen ocurrir en los periodos interclinicos. Ahora conjeturo que una comprension de este proceso segtin los términos planteados por Kernberg, o por los autores kleinianos que trabajan exhaustivamente sobre la irritabilidad relacional en el cam- po terapéutico y la transferencia negativa, tal vez habria permitido que emergieran algunos contenidos. Este es un 59 registro imposible de verificar con exactitud, porque tampo- co puedo descartar que, como crei entonces, la transferencia negativa se combinara con una irritabilidad interna por situaciones de desencaje relacional que parecian exigir mucha prudencia en cuanto a introducir fantasfias irrita- tivas conmigo y con la terapia. Es un tema que pretendo dejar abierto, ya que este texto apunta a despertar reflexio- nes y a proveer algunas categorias conceptuales claras, tanto en lo teérico explicativo como en lo instrumental clini- co, para los distintos colegas que en el campo de la salud mental se ocupan de las tematicas depresivas no sdlo desde una perspectiva psicoanalftica sino también desde otras miradas psicoterapéuticas. Mi interés, en este caso como en los otros, ha sido transmitir lo mas fielmente posible un registro experiencial verosimil (Paz, 1996), ya que es muy dificil obtener certeza de nuestros registros, tan variados y plagados de impactos afectivos y emocionales. 6. PATRICIO La situacién de Patricio, como todas las aqui presen- tadas, tiene la complejidad de las combinatorias clinicas en vez de la claridad de las categorias nosograficas. En algtin momento me pidi6 un diagnéstico formal porque ne- cesitaba un certificado, y la exigencia de incluirlo en tal o cual categoria de las depresiones me creé muchas difi- cultades, que discuti con él. Una particularidad de su pro- ceso fue que después de trabajar durante un afio en un abordaje individual, lo derivé -tras algunas dudas de él— a una terapia grupal con otro colega. Tengo cierto registro de esa terapia porque Patricio, ante determinados giros de su tratamiento, me consulto para contarme algo sobre los distintos momentos de su funcionamiento psiquico y de ciertas crisis que estaba atravesando. 60 Tematicas Patricio consulté por problematicas depresivas suma- mente acentuadas e intensas, que incluian fantasias de suicidio. No tenia sin embargo intenciones de llevarlas a la practica, ya que tanto sus fuertes convicciones ético- filoséficas como la solidaridad con su grupo familiar, que parecia genuina, se lo impedian. Pero habia llegado a momentos de mucha exasperaci6n en sus didlogos internos, que también se transmitia parcialmente a los vinculares e intersujetivos. Su desazén arraigaba en un largo proceso de cuestionamiento de sus logros. Desde una perspectiva externa, eran descollantes. Patricio era un cientifico de alta graduacion y experiencia. En la Argentina su trabajo encontraba los limites de la situacién socioeconémica y cultural que vive nuestro pais. El no sentia reconocidos sus méritos, y aparentemente con fundamentos muy s6- lidos, pero sus ganancias le permitian vivir y contribuir al mantenimiento de su familia de una forma convencional- mente decorosa aunque no satisfactoria segun los pard- metros que él habria deseado. Esto se unia a muchos otros motivos de cuestionamiento; todos giraban en torno a su conviccién de no haber conseguido, en distintos campos, la eficacia y la brillantez de logros que desde sus ideales pretendia. Estos ideales se hallaban en sintonia con el resto de su persona, y como era un argumentador habilisimo, un hombre con mucha preparaci6n cultural, resultaba muy dificil entrar en ese mundo de registros. Uno de mis objetivos cuando empecé la terapia fue lograr un insight minimo de sus conflictos con los ideales. La situacién era muy dificil porque los asumia como no refutables, y tenia en ese sentido una tendencia a la hiperargumentacion rayana en la soberbia y la autorreferencia, con la que difi- cilmente se podia interferir. Estas caracteristicas coexistian con una extrema sensibilidad a los sufrimientos y las 61 caracteristicas del otro. Patricio era muy considerado excepto cuando se trataba de cuestionar sus creencias, que configuraban, segtin mi opinion diagnéstica inicial, una de las dificultades mAs marcadas con que nos ibamos a enfrentar. Por otra parte, yo pensaba, a la manera de Bleichmar (1981; 1986), que tales creencias tenian una solidez egosinténica muy notoria. Las otras se referfan a la eventualidad de reconocerle a un otro la aptitud para abordar ciertos temas con él. Me parecieron mucho mas tenues que la cuestion de los ideales. Patricio habia tenido algunas experiencias terapéuticas previas que, si bien —desde la perspectiva de un observador psicoanalftico— no lo levaron a una conciencia del conflicto de idealizacién y autosuficiencia que se manifestaba en sus opiniones descalificatorias, s{ tuvieron, en cambio, efectos coyunturales de alivio y reflexién. Patricio era una persona con gran capacidad intelectual, deductiva y de observacién, y de mucho sentido comun en el andlisis de la vida cotidiana. El otro tema que me parecié fundamental en nuestro primer contacto fue el duelo por la pérdida de su padre. Habia ocurrido algunos afios atrés y se mantenia en un estado que no llamaria de congelamiento, sino de combina- cién entre una intensa tristeza —que a mi criterio nece- sitaba tiempos elaborativos— e, interfiriendo con ella, la autocritica permanente por sus logros cotidianos, que no le parecian suficientes. Esta exigencia de alcanzar ciertos pardmetros, que incidia en los rasgos depresivo-melan- célicos del procesamiento de la muerte del padre, no se habia originado en una pretensién paterna hacia él, ya que su padre tenia una vision valorativa muy alta de sus cuatro hijos (tres varones y una mujer). A lo largo de nuestra tarea en comun, conjeturé que la lectura que mas convincente me resultaba para entender los sufrimientos de Patricio (sobre todo los de tipo depresivo) incluia a una madre que, a partir de distintos episodios que relaté, parecia una persona ansiosa y autorreferente. Estaba muy 62 presente y era muy cuidadosa, pero mas en lo formal- instrumental que afectivamente como sostén y continente.* El padre cumplia aquella funcién, aunque era una persona sumamente austera y con ideales elevadisimos acerca de si mismo que, al parecer, tampoco habia podido conformar a lo largo de su historia y de su vida. Era un jurista de prestigio con una carrera intachable. Alguna vez chocé con los poderes politicos y decidié renunciar a los cargos formales en funci6n de la coherencia ético-ideologica. Esto contribuyé6 a armarle a Patricio un marco referencial segin el cual una persona significativa no transige en sus ideales; conducta que él decodific6, a su manera, tifiéndola de toda una tendencia a lo inalcanzable. Conclusiones provisorias En el afio de trabajo comin con Patricio saqué algunas conclusiones provisorias en cuanto a las posibilidades transformacionales y los limites del proceso. Entre el primer grupo marcaria que, a pesar de la fuerza de sus convicciones y del choque que eso generaba en el intercam- bio dialogal terapéutico, se establecié un clima de fondo emocional afectivo de mucha cordialidad. Algunas veces fue interferido por los cuestionamientos que yo hacia de las modalidades de hipertrofia argumentativa de Patricio, sefialandole cémo podia descolocar y hasta provocar irri- tacién en otras personas, entre las que me incluia. Eran momentos de choque, ya que la decodificacién de Patricio era que yo lo descalificaba como persona. Esto generaba nuevas necesidades de recodificar y diferenciar aquello que 5. Ala manera de lo que Winnicott sefiala de madres mas pragmé- ticas en Escritos de pediatrta y psicoandlisis (1981) y El proceso de maduracién del nifo (1979). 63 “pasa” de aquello que “es” y la situacién nunca era facil, por la ya mencionada habilidad dialéctica de Patricio. A pesar de esto el clima emocional fue cordial desde ambas partes. La tematica de Patricio me resultaba muy intere- sante y ademas me parecia una persona con condiciones humanas sumamente valiosas, que justificaban el intento, muy dificil, de abordar psicoterapéutica y psicoanalitica- mente la comprensién de sus sufrimientos. Ademas hubo aflojamientos de Patricio, que algunas veces me pidié ayuda por teléfono o sesiones extra. Tam- bién acepté, con explicitas resistencias, mi sugerencia de recurrir a un especialista en psicofarmacos. No pretendia yo una medicacién de alta graduacién antidepresiva sino de ansioliticos que le permitieran una existencia cotidiana mas confortable. Su contrariedad interna generaba un nivel de sufrimiento que me parecia excesivo y no abordable s6lo con las sesiones. (La pertinencia o no de introducir psicofarmacos durante el proceso psicoanalitico es, precisa- mente, una de las discusiones que este texto quiere abri Cuando Patricio acepté esta alternativa, el colega le admi- nistré una medicaci6n con propiedades ansioliticas y leve- mente antidepresivas, del tipo del Alplax. En algin mo- mento posterior introdujo otra clase de ansioliticos, ponderando sus funciones antidepresivas. Las dosis eran minimas, para respetar aspectos de la autoestima de Patricio, que sentia la medicacién como algo que lomarcaba en su papel de enfermo. Sin embargo, posteriormente la acepté mds, justamente porque le permitia convivir con su sufrimiento e impedia que el nivel de contrariedad interna interfiriese tanto su vida habitual. A pesar de las manifestaciones explicitas de alivio por parte de Patricio, el sistema de cuestionamientos volvia a cobrar importancia. Yo habia registrado que se abria una posibilidad de reflexion cuando le sefialaba cémo era decodificado valora- tivamente por los demds, sobre todo por sus parientes mas cercanos. La familia de Patricio era medianamente nume- 64 rosa. Tenia cinco hijos (tres varones y dos mujeres), con los que habia construido relaciones muy ricas. Discriminaba a cada uno en funcién de sus intereses y habia establecido vinculos afectivos muy productivos, no obstante los conflictos inherentes a éstos y sus hiperexigencias y descalificaciones, que siempre estaban en primer plano. Esta valoracién positiva de su vida familiar es fruto de la lectura que yo hacia de cosas que él contaba y de las opiniones de las personas que lo rodeaban. En lo que a él concernia, no estaba conforme con su rendimiento: ni como padre, ni como profesional, ni como pareja. Sin embargo la relacién de pareja, a pesar de los variados conflictos presentes, tenia aspectos de estabili- dad e intercambio interesantes, porque su compajiera tenia mucha claridad para plantear a Patricio las molestias que le causaban su hiperexigencia y su caracter hipercritico. En algin momento de aflojamiento de nuestra relacién y de su manera de expresarse, Patricio dijo que lo que a él lo mantenfa interesado y ligado al tratamiento no era tanto la coherencia intelectual de lo que yo le planteaba, que respetaba mucho aunque no compartiera la mayoria de las reflexiones, sino el sentir que de algtin modo yo lo apreciaba como persona. La observacién me parecié sumamente interesante en una perspectiva de comprensién kohutiana, que no es ajena a mi sistema tedrico de referencia. Por otro lado, implicaba un buen registro de mi actitud global que, en efecto, era afectiva y de comprensi6n de su sufri- miento y sus procesos internos y externos. En general, era un indicador positivo de posibilidades futuras, frente a lo tormentosas que eran la existencia interna y la relacion terapéutica de Patricio. Esta susceptibilidad al registro que los demas pudieran tener de él constituyé6 el fundamento para concebir nuestra tarea como una importante etapa cumplida y proponerle otra de trabajo grupal. Me parecia necesario acentuar la participacién de interlocutores que desde distintos planos 65 pudieran cuestionar su visidén autosuficiente en cuanto a sistemas de creencias e ideales; estimular nuevos inter- cambios afectivos y reforzar la decodificacién de sus perso- najes significativos familiares. La finalidad buscada era abrir una brecha en la permanente autorreferencia de Patricio y llegar a discriminar matices que me parecian muy repetitivos. El decodificaba cualquier observacién que se le hiciera no como un sefialamiento parcial sino como dirigida a la totalidad de la persona, a descalificar su identidad. Por ejemplo, yo lo percibia como una persona muy dedicada a los hijos, tarea nada facil, porque eran varios y él los cuidaba en forma individualizada. Y también percibia la irritacién que a veces despertaba en ellos por su hipercriticismo y perfeccionamiento mutilantes. La res- puesta de Patricio era que la irritacién de sus hijos confir- maba su déficit como padre. Yo en cambio creifa, y le decia, que mas bien confirmaba sus logros el hecho de que los hijos pudieran defenderse adecuadamente sin sentir que él estaba tan dafiado que no se Jo podia tocar. Esa fue una linea de mucha polémica que contribuyé a mi idea de que en algitin momento la tarea grupal podria abrir perspectivas de comprensién, de intercambio con los compafieros de grupo, que en la terapia individual estaban limitadas por la situa- cién bipersonal. Ademas, Patricio tenia dificultades econémicas con la terapia individual por la diversidad de intereses y de com- promisos que mantenia. Durante mas de treinta ajios de experiencia como terapeuta de grupos, siempre sostuve que de ninguna manera la terapia de grupo es la alternativa para las personas limitadas econémicamente. El funda- mento esencial es el clinico y de abordaje. Pero cuando éste predomina, el aspecto econémico constituye una ven- taja no despreciable. Asi que fue también un fundamento adicional en el caso de Patricio. Finalmente, empezo una terapia grupal con un colega con mucha experiencia en este campo. Las dos 0 tres veces 66 que me Ilam6 me dijo que la experiencia grupal le resultaba extremadamente dificil, pero que habia establecido un buen nexo con el terapeuta y un trato cordial con los compafieros del grupo. Los choques, sin embargo, eran fuertes y dijo que le costaba mucho respetar esas opiniones. A pesar de que la perspectiva no parecia demasiado estimulante, algunos indicios y el hecho de que su participacién se mantuviese en pie me hicieron pensar que esta experiencia de Patricio podfa tener un futuro de modificaciones y movilizacién. De todas maneras, mantuve extremada prudencia en cuanto a los alcances de la tarea grupal, porque incluso los choques que me describié no eran los que yo previ cuando disefié esta alternativa, aun sabiendo que no le iba a ser facil esta- blecer una corriente comunicativa. Por lo que me trans- miti6, en su experiencia grupal las situaciones se trabajan con mucho conflicto y mucha violencia, pero incluso asi la actitud hacia é1 dentro del grupo es una actitud de afecto, cordialidad y cuestionamiento. A él le es dificil soportar ese clima sin ofrecer reciprocidad, porque su actitud hacia los demas es de mucho afecto y consideracién personal, aunque no de respeto por sus opiniones. En este contexto quiero finalizar mi comentario sobre la tematica de las depresiones sefialando la necesidad de la transmisi6n —a los lectores, a quienes se encuentran com- pometidos con los procesos terapéuticos— de aquello que sucede en la interioridad de los procesos clinicos, sin dejar aun lado ni su alta dosis de productividad nila cantidad y variedad de problemas que imponen nuevos desafios. Entre ellos, las indagaciones y aportes de distintos autores y, sobre todo, el didlogo entre los colegas, que este texto espera promover y que me parece fundamental que ocurra. E] telén de fondo de la discusién es el espiritu de transformar el psicoandlisis en una disciplina abierta, respetuosa de su propio marco conceptual y del peculiar Aambito del proceso terapéutico. 67 2. COMPRENSION DE LAS PROBLEMATICAS DEPRESIVAS A PARTIR DE UNA LECTURA DE LA OBRA DE FREUD La tarea de inferir de una lectura global de la obra de Freud algunos pardmetros que permitan delimitar un conjunto de esquemas conceptuales para la comprensién de las problematicas depresivas supone una inevitable perspectiva personal. La produccién freudiana contiene una variedad de problemas y de modelos explicativos, y el registro que de ellos se tenga estara condicionado en cada caso por la mirada y los conocimientos del lector. Esto no quiere decir que cualquier punto de vista sea sostenible. Creo que en la obra de Freud existen lineamientos que no estén sujetos a la lectura individual, pero creo también que es dificil establecer un consenso absoluto en torno de escritos producidos a lo largo de cuarenta afios. Por lo tanto quiero por lo menos aclarar cual ha sido el criterio que guid las reflexiones que siguen. Comparto la certeza de Heinz Kohut de que la obra de Freud no es un objetivo en si sino un instrumento privilegiado de comprensién de la mente humana, quizas uno de los mds basicos, extensos, completos y abiertos. En tanto instrumento, considero que nos per- mite trabajar desde las perspectivas de lectura que se detallan a continuacién. 69 a) una busqueda de los sistemas conceptuales basicos, que privilegie la sintesis y la definicién de grandes problemas por sobre las interminables discusiones terminoldogicas y exegéticas; b) un intento critico de articular esos sistemas concep- tuales con la problematica de nuestro tiempo, discu- tiendo las insuficiencias 0 limitaciones para expli- carla que puedan aparecer; la conviccién de que la sintesis que hagamos de los grandes pardmetros de la obra freudiana necesita ser relacionada —prudentemente- con determinados esquemas posfreudianos que completan, modifican o explicitan algunos de los desarrollos de Freud. Esta necesaria apertura también debe abarcar, creemos, perspectivas diferentes de andlisis, determinados as- pectos de la clinica contemporanea y ciertas propues- tas de otras disciplinas, tanto las vinculadas a la salud mental como aquellas que, por estudiar dis- tintas facetas humanas, puedan hacer aportes es- clarecedores que acentuen, relativicen o recontextua- licen algunas de las formulaciones de Freud. c En este marco, entonces, diferenciaremos cuatro grupos de aportes freudianos. Aunque a continuacién los aislaré para exponerlos con mayor claridad, los entiendo como sis- temas conceptuales en permanente entrecruzamiento e intercambio. Se trata del procesamiento psiquico de las pérdidas, de la teorfa del narcisismo, de la nocién de incons- ciente ampliado y de los procesos identificatorios. 1. PROCESAMIENTO PSIQUICO O EMOCIONAL DE LAS PERDIDAS E] procesamiento de las pérdidas es uno de los aportes mas interesantes que Freud y el psicoandlisis han hecho a 70 ja comprensién de ciertos fenémenos psiquicos, y sin embargo en gran parte de las elaboraciones teérico-clinicas que existen sobre la problematica depresiva no se lo suele jerarquizar, quiza porque se lo da por sentado, como si fuese un concepto obvio. El trabajo central para este tema es “Duelo y melancolia”, donde Freud hace un estudio semio- légico, metapsicolégico y psicopatolégico de dos funciona- mientos psiquicos, que diferencia entre si. A uno lo llama “duelo” o “afliccién” y es el modelo de la operacién habitual o saludable del psiquismo cuando el sujeto sufre una pérdida significativa. El otro, que llama “melancolia”, ca- racteriza paradigmaticamente el procesamiento psicopato- légico de ese mismo tipo de pérdidas. Cuando las definimos como “significativas”, hay que aclarar que dicha significa- cién puede variar en grados extremos, desde una mas 0 menos consensuada entre el sujeto y una instancia inter- subjetiva (cuando la importancia de la pérdida resulta clara para cualquier interlocutor), hasta otra de un alto valor personal, no siempre consensuable por el contexto rela- cional del sujeto. A partir entonces de la comparacién entre los procesamientos de las pérdidas en ambos casos, Freud desarrolla en “Duelo y melancolia” un modelo de funciona- miento psiquico productivo y psicopatologico que merece ser jerarquizado como tal y tener una cierta autonomia limitada entre los modelos explicativos de la problematica depresiva. Ademas de la instauracién de este modelo, “Duelo y me- lancolia” nos permite deducir algunas otras consideracio- nes. En primer lugar, que en este texto aparece una estra- tegia freudiana que se repite en distintas partes de su pro- duccién. Consiste en establecer un estudio comparativo entre lo que é1 considera un funcionamiento productivo 0 habitual del psiquismo y lo que seria una alteracién psico- patoldgica de aquél, con el que guarda no obstante cierta relacién de identidad conceptual. Ya desde el inicio de los desarrollos psicoanaliticos por parte de Freud surge la com- paracién entre el suefio, funcionamiento paradigmatico 71 saludable del psiquismo, y el sintoma histérico, que cons- tituiria, de algan modo, su variante psicopatoldgica. (Re- cordemos que algunos biégrafos de Freud sefialaban su intencién de llamar “Sueiios e histeria” al desarrollo del caso “Dora”.)! En otra perspectiva, Freud compara el pro- blema de la estructura de la psicosexualidad infantil y sus caracteristicas con el funcionamiento perverso, que apa- rece cuando las mismas resultan estereotipadas o inun- dantes o fijas en algun tipo de funcionamiento psiquico (1905; 1916). Es decir que la relaci6n entre funcionamien- tosaludable o productivo y su variante psicopatolégica pue- de recorrerse a través de estos minimos ejemplos: suefios e histeria; duelo y problematica depresiva; y sexualidad infantil y organizacién perversa. Una segunda cuestié6n, estrechamente vinculada con la anterior, es el examen de un concepto, el de “trabajo” o “proceso”, que ademas de en “Duelo y melancolia” aparece en distintos momentos de la obra freudiana. La nocién alude a un cierto funcionamiento que se despliega en un contexto espaciotemporal. Es decir que supone un espacio, el psiquico, con ciertos ingredientes y ciertas funciones especificas, y una temporalidad —subjetiva, por supuesto— en la que esta experiencia se desarrolle.? Es un concepto que Freud utiliza en por lo menos cuatro contextos teérico- clinicos para caracterizar ciertas funciones basicas del psiquismo humano: cuando se refiere al trabajo 0 a la ela- boracién del suejio, en la comprensién psicoanalitica del sintoma y en las cuestiones del proceso analitico y del duelo. En el primer caso, el del suenio, es casi redundante sefalar que la nocién de “elaboracién” (el Durcharbeitung en el 1. Por ejemplo, Ernest Jones en su Vida y obra de Sigmund Freud. 2. Tal como lo ha ilustrado graficamente Vicente Galli (1991) en su trabajo sobre la tarea del clinico, el concepto freudiano de “trabajo psi- quico” contiene esa nocién de espacio-tiempo que han retomado auto- res posfreudianos con otras modalidades, por ejemplo Winnicott. 72

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