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“Año del Diálogo y la Reconciliación Nacional”

FACULTAD DE DERECHO

ESCUELA ACADÈMICA PROFESIONAL DE DERECHO

MONOGRAFÍA
Juicio público y oral: escenario apropiado para la contraposición legítima y
transparencia de las partes, estrategia y preparación del juicio y de los
testigos.

PARA APROBAR LA EXPERIENCIA CURRICULAR TEORIA DE LA


ARGUMENTACIÒN JURÌDICA Y LITIGACIÒN ORAL

Docente:
Chávez Reyes Mario Vicente

Autores:

 Cusma Mondragón Evelin


 Cadena Castro Cristina
 Huamán Pérez Carlos

Ciclo y sección:

V- B.

Pimentel, 27 de Abril de 2018

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Juicio público y oral: escenario apropiado para la contraposición legítima
y transparencia de las partes, estrategia y preparación del juicio y de los
testigos.

INDICE GENERAL

CAPITULO I: “JUICIO PÚBLICO Y ORAL” (carlos)


1. Juicio oral…………………………………………………………………………………………..8
1.1. Del proceso y litigación oral………………………………………………………..9

1.2. El juicio público y oral………………………………………………………………………..10

1.2.1. Importancia del juicio público y oral………………………………....12

1.3. Principio del juicio oral:……………………………………………………………………16


1.3.1. Principio de oralidad……………………………………………………....16
1.3.2. Principio de publicidad…………………………………………………….16
1.3.3. Principio de inmediación………………………………………………….17
1.3.4. Principio de contradicción……………………………………………….17
1.3.5. Principio de continuidad…………………………………………………..18
1.3.6. Principio de preclusión……………………………………………….…….18

CAPITULO II: “LA AUDIENCIA” (CUSMA)


2. La audiencia……………………………………………………………………………………….21
2.1. Audiencia pública y privada……………………………………………………………..21
2.2. Suspensión y quiebre de la audiencia………………………………………………..22
2.2.1. La suspensión…………………………………………………………………….23
2.2.2. La quiebra……………………………………………………………………..…..25
2.3. Facultades del órgano jurisdiccional………………………………………..…..25
2.4. El órgano jurisdiccional…………………………………………………………………25
2.4.1. Facultad de juzgamiento………………………………………………………26
2.4.2. Facultad de control disciplinario…………………………………………..26
2.5. Aspectos previos a la audiencia……………………………………………………………27

2
CAPITULO III: “PREPARACION DEL JUICIO Y DE LOS TESTIGOS” (CRISTINA)
3. Desarrollo de la audiencia …………………………………………………………………….29
3.1. Estrategia y preparación del juicio………………………………………………….29
3.2. La teoría del caso……………………………………………………………………………30
3.3. Los interrogatorios y contra interrogatorio de los testigos…………….31
3.3.1. Interrogatorio directo…………………………………………………………...31
3.3.2. El contra interrogatorio………………………………………………………….32
3.4. Las objeciones……………………………………………………………………………..…..32
3.5. Exámenes de peritos………………………………………………………………………..33
3.6. Prueba material, documentación, ilustrativa, y científica………………..33
3.7. Los alegatos finales……………………………………………………………………….….33

Conclusiones………………………………………………………………………………………………35
Referencias bibliográficas………………………………………………………………………....36

3
DEDICATORIA

Los resultados del presente trabajo están


dedicados a todos los estudiantes de la
universidad señor de sipán así como a
nuestra familia, padres y a nuestro docente
que ha inculcado en nosotros, la necesidad de
trabajar estos temas tan importantes para las
relaciones jurídicas contractuales

4
AGRADECIMEINTO

A nuestra familia, especialmente a nuestros


padres y al nuestro profesor que han hecho
posible los resultados de la presente
investigación, que tiene como finalidad
aportar con conocimientos teóricos a la
comunidad universitaria de la USS.

5
INTRODUCCION

Uno de los aspectos más relevantes de la reforma normativa procesal penal


peruana es el rescate del juzgamiento o juicio público y oral, como etapa
determinante o decisiva del proceso; así lo entienden los artículos I.2 del Título
Preliminar y 356 del novísimo Código Procesal Penal de 2004 (en adelante
NCPP), Decreto Legislativo 957, publicado el 29 de julio del citado año, que,
respectivamente, indican: “Toda persona tiene derecho a un juicio previo,
oral, público y contradictorio ” y “El juicio es la etapa principal del
proceso”.
Esta centralidad procesal del juzgamiento concreta las exigencias
constitucionales previstas en los incisos 10 y 4 del artículo 139 de la
Constitución: “El principio de no ser penado sin proceso judicial” y “La
publicidad en los procesos, salvo disposición contraria de la ley. Los
procesos judiciales por responsabilidad de funcionarios públicos, y por
los delitos cometidos por medio de la prensa y los que se refieren a
derechos fundamentales garantizados por la Constitución, son siempre
públicos”.

6
CAPITULO I:
“JUICIO ORAL”

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1. JUICIO ORAL:

Sánchez Velarde P. (2004), establece que el juzgamiento es la etapa o fase más


importante del proceso penal donde se va actuar o analizar todas las pruebas
existentes bajo principios constitucionales y el rigor del debido proceso, a efecto de
que el tribunal juzgador dicte sentencia.

Es la fase de naturaleza formal, dinámica, contradictoria, contradictoria y definitoria del


proceso. Además, representa el momento culminante de la actividad probatoria, pues
como lo expresa Roxin; todas las pruebas deben ser producidas nuevamente, de
conformidad con los principios de oralidad e inmediación, de tal manera que la
sentencia se obtiene de la totalidad del juicio oral.

Mixán Máss afirma que, en términos genéricos, el juzgamiento consiste en la actividad


procesal específica, compleja, dinámica y decisoria, de índole rigurosamente
discursiva y de discernimiento sobre el valor de la prueba en el caso concreto y que, a
su vez, permite al juzgador descubrir si óntica y jurídicamente es real la imputación,
así como formarse la convicción sobre el thema probandum y concluir declarando la
responsabilidad o irresponsabilidad penal del acusado. Es innegable que nos
encontramos en la etapa culminante del proceso y, por ende, de definición de todo lo
actuado en las etapas anteriores, máxime si la actividad probatoria desarrollada por
los sujetos procesales alcanza su nivel más relevante.

Normalmente se identifica la etapa del juzgamiento y del juicio oral, cuando éste es
comprendido dentro de aquél, y en todo caso, su momento más importante. Roxin
determina al juzgamiento como procedimiento principal que divide a su vez en dos
partes: la preparación del juicio oral y el juicio oral propiamente dicho. Ernest Beling
considera que se debe plantear una diferencia conceptual y funcional entre lo que es
el juicio oral y plenario, entendiendo este último como parte principal del primero, así
para llegar al plenario (juicio oral en estrictu sensu) y luego al periodo de decisión, se
debe pasar previamente por un periodo de preparación, formando la sub-fase del juicio
oral en sentido lato. Con respecto a la primera sub-fase, la preparación del debate,
está constituida, como bien lo decide Manzini, por actos dirigidos a “precisar el
tiempo… y lugar del debate” y procurar la presentación de las cosas y comparecencias
de las personas necesarias para realizarlo.

No cabe duda que la mayor expresión se centra en el juicio oral momento procesal en
el cual se examinan las pruebas tanto de acusación como de defensa por el órgano
jurisdiccional juzgador y se procede a culminar el proceso dictando la sentencia que
corresponda.

El juicio oral es la actividad procesal dirigida por el órgano jurisdiccional juzgador- sala
penal en el procedimiento ordinario y el juez penal en el sumario- de naturaleza
dinámica, preordenada por ley, con intervención de todos los sujetos procesales y que
tienen por objetivo específico el análisis de la prueba actuada y debatida en la
audiencia bajo los principios de oralidad, publicidad inmediación y contradicción,
principalmente, y que culmina con la expresión de la sentencia o resolución definitiva
correspondiente.

8
Es el momento central del proceso, como lo señala Ramos Méndez, y donde se
desarrollan las actividades más típicas del enjuiciamiento penal y en donde se puede
dar lugar a la imposición de una pena. “esta fase es la referencia obligada de toda
estructura del proceso penal y el punto de mira de todas las garantías constitucionales
del debido proceso”.

El juicio oral es el centro mismo y eje del sistema punitivo, y en él han de practicarse,
contradictoriamente, todas las pruebas, salvo las que hayan podido ser verificadas de
manera anticipada con todas las garantías, y ante el propio tribunal juzgador, en
presencia de quienes acusan y de quienes defienden y de las partes que, en esas
circunstancias, son tan legítimas, y eficaces como las que celebren después, en las
sesiones ordinarias. En suma el proceso penal se hace realidad social jurídica en el
juicio oral, pues en tal solemne acto el juzgador alcanzará la convicción en conciencia
que le permitirá sustentar la sentencia, sea absolutoria o condenatoria.

1.1. DEL PROCESO PENAL Y LA LITIGACION ORAL

Marcos Kusanovic, refiere que: Las exigencias que impone litigar en el nuevo proceso
penal obligan a los abogados, sean fiscales, querellantes, defensores o jueces, a
prepararse para responder adecuadamente a un ejercicio profesional distinto de lo
que, hasta ahora, ha sido tradicionalmente conocido en el trabajo de los tribunales en
nuestro país.

El desarrollo diario de las distintas dinámicas de presentación de casos, que podemos


apreciar en las audiencias, ha ido incorporando, paulatinamente, nuevos enfoques y
criterios que van de la mano con la utilización de distintas herramientas procesales,
solo algunas de las cuales tienen claro sustento normativo.

La tarea de los litigantes y de los jueces al resolver no es fácil, si a lo anterior


agregamos un escenario de toma de decisiones rápidas y oportunas que para todos
los actores se potencia por la publicidad y oralidad de un debate intenso debido a la
lógica adversaria del juicio oral que no admite tiempo para dudar.

Lo expuesto cobra relevancia si pensamos que detrás de ello se encuentra la legítima


expectativa de los jueces de que el debate introduzca información y argumentos de
calidad, pues solo de esa forma se podrán provocar los pronunciamientos que
permitan, no solo llegar finalmente a reconstruir lo mejor posible la verdad de lo
ocurrido, sino además, asentar criterios o parámetros que, como referentes seguros,
nos permitan avanzar y entender mejor este nuevo proceso penal con el cual tan
identificados nos sentimos.

Alberto Binder señala que: El juicio oral y público que tan trabajosamente vamos
estableciendo y aceptando en América Latina no es un simple “artificio” procesal. Su
naturaleza y fuerza institucional proviene de su estrecha vinculación con la dinámica
del conflicto, con la ineludible

9
Inserción social de ese conflicto y con las finalidades políticas de la administración de
justicia, vinculadas a la disminución de la violencia y el abuso de poder. Cuando
decimos, con fórmula sintética, que el “litigio es un conflicto formalizado” nos referimos
a este vínculo profundo entre las formas del juicio y la vida social. De ese vínculo
surge una} forma de transitar por el juicio oral que tampoco es artificial, sino que está
conectada a las mismas características del conflicto y las necesidades de
institucionalizarlo. A ese tránsito, que tiene sus reglas, sus habilidades, su saber, sus
compromisos políticos y su ética lo llamamos “litigar” y, posiblemente, junto con la
capacidad de darle formas seguras a las

Múltiples variedades de la cooperación humana, litigar constituye el núcleo del “arte de


la abogacía”

Por su parte Juan Enrique Vargas señala que: Mucho se ha hablado de que reformas
procesales penales, como las que se han impulsado en los últimos años en
Latinoamérica, entrañan un profundo cambio cultural. Poco, sin embargo, se ha
avanzado en tratar de entender y explicar qué significa exactamente tal cambio cultural
y menos aún en poder influir en él. Sin dudas la cultura de los operadores legales es
algo complejo, integrado por elementos que juegan en diversos niveles. Están
primeramente presentes las creencias y valores más profundos que los animan, su
concepción del derecho y del rol que cada uno juega en él. Pero también integran esa
cultura elementos menos elevados, más profanos y menos glamorosos si se quiere,
tales como la forma en que realizan su trabajo cotidianamente esos operadores, como
se relacionan con sus colegas y superiores, en fin, la estructura de incentivos que
existe dentro de la institución o profesión que desempeñan. Para influir en tal
complejidad de factores se hace necesario también ejercer muy diversas acciones:
cambios en el diseño normativo, en la estructura institucional, en los procedimientos
de trabajo, en fin, hasta en las remuneraciones si se quiere, todo lo cual termina
incidiendo en esa cultura y su reproducción. Como se ve, cada una de esas medidas
afecta algunos de los elementos que gruesamente hemos descrito como constitutivos
de la cultura. Hay sin embargo un tipo de acción que tiene la virtud de incidir al
unísono en todos y cada uno de los niveles, aunque tradicionalmente no haya sido
utilizado como tal. Nos referimos obviamente a la capacitación.

1.2. EL JUICIO PÚBLICO Y ORAL

El rescate del juzgamiento o juicio público y oral, al que los artículos I.2 del Título
Preliminar y 356 del NCPP le atribuyen la calidad de etapa determinante o decisiva del
proceso, esto es, su configuración como limpio campo de litigación entre las partes,
situación que en los distritos judiciales donde aún no rigen las nuevas normas rituales
(la mayoría del país) evidencia un estado de cosas malsano, generado por el
inconstitucional procedimiento sumario que, sin más, y bajo falsos argumentos de
abreviación, ha eliminado esta principal etapa y convertido los procesos en simples
instrucciones de las que salen fallos sin la práctica de auténtica prueba y
desconocimiento inaceptable del principio de contradictorio.

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El juzgamiento es la etapa procesal que distingue al mecanismo de resolución de los
conflictos, surgidos ante el acaecimiento de hechos delictuosos, en forma equilibrada,
eficaz y garantizadora, que atiende tanto las necesidades de seguridad y tutela de la
sociedad, sus expectativas y reclamos de paz; de los agraviados o víctimas del delito,
interesadas en el esclarecimiento de la verdad y la indemnización del daño infligido por
el hecho punible; cuanto los derechos de los imputados, quienes no por estar sujetos o
sometidos a proceso pierden su dignidad humana o la condición de personas para
convertirse en simples objetos del drama procesal.

La definición más certera es aquella que lo presenta como el escenario apropiado o


natural para la contraposición legítima y transparente de la pretensión punitiva del
Ministerio Público y la pretensión libertaria del imputado y su patrocinador, ámbito,
además, en que estos sujetos procesales actúan la prueba pertinente para producir
información de calidad que, valorada por el tercero imparcial, esto es, por el órgano
jurisdiccional, constituido por los Juzgados Penales Unipersonales o Colegiados
(artículos V.1 del TP. y 28 del NCPP); soporte el fallo de absolución o condena, puesto
que toda sentencia habrá de sustentarse sólo en lo actuado en juicio, bajo estricta
inmediación, de ahí que el artículo 393.1 del NCPP indique que:

“El Juez Penal no podrá utilizar para la deliberación pruebas diferentes a aquellas
legítimamente incorporadas en el juicio”

Las constituciones de 1979 (artículo 233) y 1993 (artículo 139) e importantes tratados
internacionales como la Declaración Universal de Derechos Humanos (artículo 10), de
10 de diciembre de 1948, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
(artículo 14.1), de 16 de diciembre de 1966 (14.1) y la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, (artículo 8.1), de 22 de noviembre de 19693, cuerpos normativos
de obligatorio cumplimiento

Con la implementación de NCPP se busca acabar con la estructura y estilos de trabajo


inquisitivos y, segundo, abrazar el modelo acusatorio, garantizador, en el cual las
funciones procesales básicas de persecución, defensa y de juzgamiento y fallo, y sus
respectivos operadores, se diferencian nítidamente (artículos 159, 139.14 y 138 de la
Constitución; y IV, IX, V del TP., 60, 16 y 71 y 80 del NCPP)., No se trata, por lo tanto,
de un asunto de estrecho alcance académico o normativo y menos diminutamente
forense, sino de la forma democrática y republicana como se busca atender las
exigencias del pueblo en materia de justicia penal, donde de ningún modo es
aceptable reducir a simple declamación aquello que resuene en el artículo 138 de la
Constitución:

La potestad de administrar justicia emana del pueblo y se ejerce por el Poder Judicial
a través de sus órganos jerárquicos con arreglo a la Constitución y a las leyes”.

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Además, busca sentar las bases para salir de la crisis que agobia al sistema de justicia
penal, caracterizado por la falta de transparencia y control popular, frustración de las
expectativas comunitarias de paz, seguridad y tranquilidad, y las de los agraviados por
el delito, casi nunca resarcidos; así como por la insatisfacción de los incriminados que
sufren las consecuencias del incumplimiento del plazo razonable en la resolución de
su situación jurídica y el atropello de la presunción de inocencia que los favorece, en
tanto no sea desvirtuada y declarada judicialmente su responsabilidad, como es fácil
percatarse de esta ignominia al revisar la situación de los presos o internos
procesados, es decir, sin condena.

La perentoriedad de esta respuesta reformista y el requerimiento de su


implementación eficaz, se confirman a la luz de la civilizada exigencia de afrontar el
incremento de la “acción directa” o “justicia por propia mano” que vive el país y se
manifiesta en la espiral de los linchamientos de sospechosos de la comisión de delitos.
La disyuntiva, así, se plantea sola: O los mecanismos formales de resolución de
conflictos suscitados por el delito funcionan y superan o, por lo menos, reducen los
índices de violencia que subyacen tras cada hecho punible; o la población, cansada de
vivir en medio de la inseguridad e intranquilidad, toma en sus manos la persecución y
castigo de los infractores, en medio de la anomia y completa quiebra institucional.

La oralidad, señalada servidora o instrumento de la publicidad e inmediación


procesales. Sin ella, cualquier esfuerzo encaminado a poner en marcha y consolidar el
nuevo modelo fracasará, porque la decrepitud de nuestra actual forma de hacer
justicia penal está directamente relacionada con la cultura inquisitiva de los
operadores, cuyos estilos de trabajo reposan en la escrituración, amiga del secreto o
de la reserva irracional, y el culto al astroso expediente, fría e inerte suma de actas,
incapaz de reflejar el desarrollo de una auténtica actividad probatoria; paradigmas de
una justicia burocrática e impotente, reducida a la inoperancia del trámite.

La oralidad es clave para que el drama procesal transcurra bajo las reglas de
publicidad, es decir, a la vista de todos, con completa transparencia, sin dobleces ni
manipulaciones, exhibiendo ante el público las calidades y capacidades de cada
operador en la función que le corresponda; sirve también para preservar la igualdad
entre los sujetos procesales que sostienen pretensiones enfrentadas y buscan
acreditarlas mediante la actuación de prueba, en condiciones de inmediación y
auténtico litigio o contradictorio, ante el órgano de decisión que, sin inmiscuirse en las
tareas de las partes, valora imparcialmente el resultado de la prueba y falla en
convicción. (RODRÍGUEZ M (2013) La implementación del nuevo proceso penal
peruano y las técnicas de litigación oral. P.1-2).

1.2.1. LA IMPORTANCIA DEL JUICIO PÚBLICO Y ORAL

La importancia del juicio público y oral no solo es destacada por la Constitución


vigente, sino que engarza con lo que en su momento instituyó la Carta de 1979 como
garantías de la administración de justicia, en los incisos 9 y 3 de su artículo 233: “La
de no ser penado sin juicio ” y “La publicidad en los juicios penales solo por razones de

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moralidad, orden público o seguridad nacional, o cuando están de por medio intereses
de menores, o la vida privada de las partes, o cuando la publicidad menoscaba la recta
administración de justicia, pueden los tribunales disponer que el juicio o parte de él se
sustancie en privado. Los juicios por responsabilidad de funcionarios públicos, delitos
de prensa y los que se refieren a Derechos fundamentales garantizados por la
Constitución siempre son públicos”.

Lo propio ocurre con la vinculación que mantiene con los más importantes tratados
internacionales como la Declaración Universal de Derechos Humanos (artículo10), la
Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 8.1) y el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículo 14.1), cuerpos normativos de
obligatorio cumplimiento al haber sido debidamente aprobados y ratificados por el
Perú.

Desde luego que estas referencias de consecuencia o sujeción procesal a las


estipulaciones constitucionales no agotan el tema, pues la estructuración de un
proceso en el cual destaca la etapa del juzgamiento, es también manifestación de un
serio y sistemático esfuerzo por salir de la “crónica crisis que agobia el sistema de
justicia penal”, caracterizado por la frustración de las expectativas comunitarias y de
los agraviados por el delito, así como por la insatisfacción de los incriminados que
sufren las consecuencias del incumplimiento del plazo razonable en la resolución de
su situación jurídica y el atropello de la presunción de inocencia que los favorece
(artículo 2 inciso 24 literal e de la Constitución), en tanto esta no sea desvirtuada y
declarada judicialmente su responsabilidad se tiene que la oralidad es clave para que
el drama procesal transcurra bajo las reglas de publicidad, es decir, a la vista de todos,
con completa transparencia, sin dobleces ni manipulaciones, exhibiendo ante el
público las calidades y capacidades de cada uno de los operadores en la función que
le corresponda; sirve también para preservar la igualdad entre los sujetos procesales
que sostienen pretensiones enfrentadas y buscan acreditarlas mediante la actuación
de prueba, en condiciones de inmediación y auténtico litigio o contradictorio, ante el
órgano de decisión que, sin inmiscuirse en las tareas de las partes, valora
imparcialmente el resultado de la prueba y falla en convicción. Estos son algunos de
los grandes servicios que presta la oralidad, sin la cual es imposible rescatar el
juzgamiento y colocarlo como centro neurálgico del proceso, hasta hoy asfixiado por el
patológico procedimiento sumario (Decreto Legislativo 124), groseramente inquisitivo
por tergiversar, mezclándolas, las funciones procesales, permitiendo que quien
instruye también falle, bajo el marco de trámites sombríos, alejados del ojo contralor
del pueblo, y escritos.

Así en el NCP, sobre todo cuando del juzgamiento se trata, según figura en las
previsiones de los artículos 357 y 361, se establece

Artículo 357:

1. El juicio oral será público (...)

4. Los juicios sobre funcionarios públicos,

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Delitos de prensa y los que se refieran a derechos fundamentales garantizados por la
Constitución son siempre públicos.

5. La sentencia será siempre pública (...)”.

Artículo 361:

1. La audiencia se realiza oralmente (...).

3. Toda petición o cuestión propuesta en audiencia será argumentada oralmente, al


igual que

La recepción de las pruebas y, en general, toda intervención de quienes participan en


ella. Está

Prohibido dar lectura a escritos presentados con tal fin (...).

4. Las resoluciones serán dictadas y fundamentadas verbalmente (...)”

La oralidad, tan presente y necesaria en la etapa del juzgamiento, extiende sus


beneficios y alcances también a las fases precedentes, a la investigación preparatoria
y la etapa intermedia.

Así ocurre, por ejemplo, cuando el artículo 8 del NCPP, al estipular las pautas para el
trámite de los incidentes, instituye como regla las audiencias, en las cuales el juez
escucha a las partes y resuelve de inmediato; lo mismo sucede con las audiencias
vinculadas a la imposición de medidas de coerción procesal como la de convalidación
de la detención preliminar (artículo 266) o determinación de la prisión preventiva
(artículo 271); igualmente, debe mencionarse la práctica de audiencias de control del
requerimiento fiscal de sobreseimiento (artículo 345) y de control de la acusación,
mediante audiencia preliminar (artículo 351).

No basta proclamar el principio de oralidad para que mágicamente se ponga en


marcha y triunfe el nuevo modelo; el reto es mucho mayor porque exige que todos los
operadores que intervienen en la secuela de las causas, adquieran habilidades y
destrezas que les permitan organizar la actividad procesal desde la perspectiva de lo
oral y cumplir con solvencia las tareas que en ese escenario les corresponde.

Ese conjunto de habilidades y destrezas es lo que se denomina “técnicas de litigación


oral”, las

que parten de reconocer, como indican los profesores Andrés C., Héctor Quiñónez
Vargas que, siendo la actividad probatoria el nervio mismo del proceso penal, hay que
afirmar que: (i) “la prueba no habla sola”, sino a través de los litigantes, de manera que
depende de ellos se despliegue plenamente o extravíe en detalles intrascendentes,
pase inadvertida o pierda credibilidad; y, (ii) la mejor forma de producir la mayor
cantidad de información de calidad (vía los interrogatorios), analizarla y depurarla, con
el propósito de establecer sólidas bases para juzgar y emitir fallo, solo se logra
promoviendo un “mecanismo que estimule la contienda entre las partes”, de modo que
cada un aporte información que la otra no invocó o dejó de mencionar y evidencie los

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defectos de la información allegada por su contraria, recurriendo al contra
interrogatorio, las objeciones y los alegatos, en un escenario de juego justo y limpio,
garantizado por el órgano jurisdiccional, bajo el imperio de los artículos 375 (orden y
modalidad del debate probatorio), 376.2. B, c, d, 3 (declaración del acusado);
378.2.4.5.8 (examen de testigos y peritos), 371.2 (alegatos preliminares o de entrada
del fiscal y de los abogados defensores) y 386 a 390 (alegatos finales o de clausura de
los sujetos procesales) del NCPP.

Estos instrumentos de litigación, propios de un esquema procesal acusatorio,


garantizador y de tendencia adversativa, reclaman de los operadores capacidad para
planificar el juicio y su preparación (teoría del caso), habilidad para introducir
información en juicio, valiéndose del interrogatorio directo de los testigos propios para
extraer de ellos el máximo de información que la teoría del caso exige y fortalecer su
credibilidad; y de los contra interrogatorios de los testigos de la otra parte para sacar a
luz los defectos de su testimonio, examinar y contra examinar peritos, emplear
adecuadamente las objeciones, saber usar la prueba material y documental y emplear
de manera efectiva la información que se oferta producir o ya se ha practicado en
juicio, reflejándola en los alegatos de apertura o de cierre, que proporcionan al juez
una óptica desde la cual valorar la prueba

Según se ve, estas técnicas no se reducen, ni por asomo, a las habilidades de un


orador histriónico, por más elocuencia que exhiba, trascienden con mucho esa
cualidad siempre epidérmica o superficial.

Si pudiésemos por un momento imaginar el desarrollo de un futuro juicio público y oral,


reglado por el NCPP, tendríamos que presentar las siguientes imágenes: antes de la
instalación e inicio del juzgamiento se habrían llevado adelante las etapas de
investigación preparatoria, cuya exclusiva finalidad es reunir los elementos de cargo y
de descargo que permitan al fiscal decidir si acusa o no lo hace y al imputado preparar
su defensa (artículo 321.1); y la etapa intermedia destinada a controlar, en su caso, la
acusación, y admitir los medios de prueba ofrecidos por las partes (artículos 351 y
352). En ambas fases el juez que interviene es uno distinto al que se encargará de
sustanciar el juicio público y oral, en el entendido que este último debe ser
absolutamente imparcial y estar resguardado ante cualquier posibilidad de
contaminación objetiva con respecto al desarrollo de los actos de investigación
precedentes, de manera que cuando abra el juicio y enuncie la causa (artículo 371) no
conozca el fondo de la misma, como presupuesto indispensable de que son las partes,
solo ellas, las que a través del correspondiente relato (alegatos) y actuación probatoria
a favor de sus respectivas pretensiones suministran a este juez información suficiente
y de calidad que fundamente el fallo de condena o absolución. No será legítimo,
entonces, que el juez ingrese prevenido a dirigir el trascendente acto público o que se
subrogue a las partes en las funciones que, a esta toca, salvo las excepciones
contempladas en los artículos 375.4 (interrogatorio judicial a los órganos de prueba) y
385 (medios de prueba de oficio) del citado cuerpo de normas. (QUIÑONES H (2003)
Las técnicas de litigación oral en el proceso penal. Un análisis crítico del sistema oral
en el proceso penal desde una perspectiva acusatoria adversativa.p.25)

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1.3. PRINCIPOS DEL JUICIO ORAL:

Sánchez Velarde P. (2004), establece que el juicio oral sistemáticamente ordenado


bajo cauce acusatorio se sustenta bajo principios constitucionales.

1.3.1. Principio de oralidad: la oralidad es un principio


reconocido en la doctrina aunque se le ha calificado
como un instrumento, previsto para garantizar ciertos
principios básicos del juicio oral. También se ha dicho
que puede servir de apoyo a la resolución judicial, lo que
haya sido alegado en la vista oral y ciertamente es así ya
que todos los actos procedimentales en que se desarrolla
el juicio son de naturaleza oral; todo lo expuesto o
argumentado por las partes o por el juzgador en el mismo
se expresa verbalmente y se consigna en las
denominadas actas de audiencia, las cuales deben de
guardar fidelidad en lo dicho, caso contrario, serán
observadas por las partes en la continuación de la
audiencia.

La oralidad es la regla en el juicio, es la forma que se


manifiesta la comunicación durante el desarrollo de la
audiencia, salvo de que se requiera de la asistencia de un
intérprete o de un traductor para el examen del acusado,
del agraviado o de los testigos.

1.3.2. Principio de publicidad: que es la forma en la


colectividad puede tener conocimiento del delito que se
juzga y de la forma en que se realiza el juzgamiento.

En principio todo proceso penal es de naturaleza pública


bajo sanción de nulidad, sin embargo, el principio de
publicidad admite excepciones, las que van a depender
menos del proceso y más de la naturaleza de lo que se
discute. Así lo expresa Wyness Millar, quien siguiendo el
criterio germánico encuentra tres clases de publicidad:
una general, una media, y una inmediata. Es decir, una
publicidad para todos, otras para algunos y otras
exclusivamente para las partes. Desde esa perspectiva la
ley procesal posibilita que la audiencia se celebre en
privado o con la concurrencia limitada de personas e
incluso con los miembros de la prensa (art. 215° de la ley

16
procesal); y tratándose de delitos sexuales, la audiencia
será privada.

1.3.3. Principio de inmediación: quizás uno de los más


importantes ya que se rige no solo en el juicio oral sino
también en la etapa instructoria y que ciertamente se
desvanece en la instancia suprema. Este principio exige
como es natural el acercamiento directo entre el órgano
jurisdiccional y la persona acusada lo que permite
conocer de éste no solo su personalidad sino también la
forma de reacción frente a las pruebas que se sustentan
en su contra y hasta las pruebas que le favorecen;
permite conocer de él algo más que lo dicho en el juicio o
de los escritos que se le presentan, y que implica incluso
ingresar a su interioridad manifestada en gestos,
ademanes, titubeos,, pasividad, exaltación, sudor, etc.
Incluso el acto mismo de la confesión, si es verdad
sincera con muestras de arrepentimiento o si es
provocada o simulad, es decir, sólo para alcanzar una
indulgencia o penalidad menor a la que pide fiscal.

Veamos pues a la inmediación como un principio de gran


importancia no solo aplicable al acusado sino también al
agraviado o a los testigos.

Por último, cabe señalar que este principio exige que sea
el mismo órgano jurisdiccional juzgar el que inicie,
desarrolle y decida la situación jurídica del acusado.

1.3.4. Principio de contradicción: supone la posibilidad


que tiene las partes- llámense fiscal y defensa del
acusado- para sustentar sus planteamientos mediantes la
importación de pruebas, de discusión o debate sobre las
mismas y de la argumentación final o alegatos que
pudieran sostener previos a la decisión final del juzgador.

Salvo que se manifieste un supuesto de aceptación a la


acusación fiscal (allanamiento o conformidad con la
acusación en doctrina) las pruebas deben debatirse en el
juicio oral pues ello es lo que se espera del esquema

17
acusatorio del juicio para que el juez realizando labor de
valoración pueda dictar la sentencia que corresponda.

1.3.5. Principio de continuidad: es más una necesidad que un


principio, que se manifiesta en el deseo- tanto de las
partes como del juzgador- que en vez iniciada la
audiencia ésta continúe en sesiones continuas y
necesarias hasta su culminación. Ello además de superar
un problema de dilación innecesaria, cuando se
suspende la audiencia por el máximo que la ley establece
que es de 8 días, permite un mejor seguimiento de los
hechos que se juzgan y de las pruebas que se actúan.
Obviamente, hay pruebas que no están dispuestas
inmediatamente en cuyo caso el término para su
actuación en el juicio debe de ser el prudencial.

1.3.6. Principio de preclusión: conforme a este principio el


estadio procesal es el de actuación y valoración de las
pruebas, por lo tanto no cabe la actuación de actos
judiciales de investigación por haber concluido su etapa.
Ello se podrá afirmar de los actos de investigación de
carácter técnico no reproducibles en el juicio como son la
inspección judicial (u ocular) y la reconstrucción, que por
su naturaleza y formalidad no pueden ser realizadas en la
sala penal; pero creemos que no respecto de los testigos
y los peritos que sean citados al juicio porque interesa al
juzgador conocer directamente sus dichos o explicar
debidamente sus informes periciales, propiciándose las
confrontaciones o debates periciales del caso. Cabría
reflexionar si la sala penal en la función clara de juzgar
sobre los elementos probatorios existentes y que se
actúan en juicio, puede, ex –officio, disponer, por
ejemplo, que la sala en pleno, es decir, con todos sus
sujetos procesales, se constituya en el lugar de los
hechos investigados para practicar una inspección
“técnico judicial”. La práctica de un acto de investigación
puede ser transcendente – como para el caso indicado lo
fue- para la sentencia, pero se coloca en un mismo nivel
la función juzgadora sobre pueda admitida y la función
investigadora del mismo órgano que decide, lo que

18
lesiona el principio de que el juez que juzga debe ser
distinto al que investiga.

En todo caso, el tema a discutir seria si el tribunal o juez


que juzga podría verificar in situ la prueba de inspección
judicial (u ocular) que se presenta, y por qué no, verifica
in situ o en sede judicial la prueba de reconstrucción,
igualmente diligenciada, pero que el órgano jurisdiccional
estime necesaria su reproducción.

19
CAPITULO II:

“LA AUDIENCIA”

20
2. LA AUDIENCIA:

Sánchez Velarde P. (2004), establece que la audiencia es la denominación


procedimental que se da a la vista oral de la causa, es decir, constituye en sí el juicio
oral. De tal manera que comprende toda la etapa del inicio del juicio hasta la
sentencia; aun cuando la audiencia se desarrolle en distintos actos procesales. La
audiencia es una sola, pero para su desarrollo se puede realizar en distintas y
consecutivas sesiones.

Dictado el acto de enjuiciamiento y notificadas debidamente las partes se deben dar


inicio a la audiencia en el día y hora predeterminados, con la presencia de los sujetos
procesales bajo la dirección del presidente de la sala suprema. Todo la actuado en la
audiencia se registra en un acta la cual debe ser firmada por lo sujetos procesales
(miembros del tribunal, el fiscal, el abogado de la parte civil y defensor del acusado),
dejándose constancia de la negativa de estos últimos en caso de producirse.

Nuestra ley de procedimientos penales establece que iniciado el juicio oral las
audiencias serán consecutivas hasta su conclusión. Esta continuidad del juicio obliga
la presencia de todos los sujetos procesales, pero tratándose específicamente de los
miembros de la sala penal se precisa que después de iniciado el juicio sólo uno de
ellos podrá ser remplazados (por causa de impedimento) por el llamado por ley; “sin
interrumpirse el juicio, a condiciones que el reemplazante continúe interviniendo con
los otros dos miembros”. (Art. 266°). Esta disposición conlleva tres aspectos: 1) juicio
oral no se interrumpe; 2) sólo uno de los tres vocales puede ser reemplazado; y 3) el
magistrado reemplazante continúa integrando la sala hasta finalizar el proceso. Así lo
ha reiterado la corte suprema cuando declaró la nulidad de una causa penal al
observar, entre otros aspectos, que el presidente del tribunal concurrió a las primeras
audiencias, pero solo fue reemplazado por un vocal suplente, y en la nueva y
siguientes sesiones interviene el magistrado ordinario, no dejándose constancias en
acta de los nombres de los vocales que conforman el tribunal, el del nuevo que lo
integra y la causa que lo motiva, incurriendo todo- dice la ejecutoria- en irregularidades
procesales. La corte suprema estimó en este caso, que se infringió lo dispuesto en el
art. 266° que preceptúa que el magistrado reemplazante seguirá interviniendo con
otros dos miembros hasta la terminación del juicio, porque “la observación del tracto
procesal es de orden público, por lo que su incumplimiento acarrea de vicio de nulidad.

2.1. AUDIENCIA PÚBLICA Y PRIVADA:

Conforme dispone la constitución en su art. 139° inciso 4 el juicio oral es público. Esto
significa que la autoridad jurisdiccional que dirige esta etapa, debe disponer lo
concerniente para que el público tenga libre acceso a la sede judicial donde se realiza
el juicio; además la misma norma constitucional dispone que lo procesos judiciales por
responsabilidad de los funcionarios públicos, y por los delitos cometidos por medio de
la prensa y los que se refiere a los derechos fundamentales garantizados por la

21
constitución, “siempre son públicos”. La misma ley procesal penal vigente establece
que las audiencias del juicio oral serán públicas, bajo sanción de nulidad (art. 215°).
En tal virtud, el tribunal juzgador debe de crear las condiciones necesarias para que el
público así como la prensa tenga acceso a las sesiones de audiencia.

Sin embargo, la misma constitución y las leyes procesales prevén las excepciones. La
primera establece dicho principio de publicidad, “salvo disposición contraria de la ley”;
y la ley faculta al tribunal de resolver que las audiencias se realicen en privado o con la
concurrencia limitada de personas; e incluso, para excluir a la persona se requiere
acuerdo del colegiado (art. 215° citado). Tratándose de delitos de naturaleza sexual, la
audiencia se realizará siempre en privado, pues así lo dispone el art. 216° de la ley
procesal, y sólo podrán concurrir las personas a quienes, por razón de especialidad, lo
permita el presidente del tribunal. A esto debe agregarse que, de acuerdo con la
LOPJ, en las audiencias se prohíbe el ingreso de menores, salvo autorización especial
o se trate de estudiante de derecho (art. 137°).

El proyecto de CPP de 1995 también regula la publicidad de la audiencia y sus


excepciones, la audiencia privada en los siguientes casos: por razones de moralidad
en la medida en que se afecte gravemente el orden público o la seguridad nacional,
cuando está de por medio intereses de menores o la vida privada de los sujetos
procesales, cuando afecte la recta administración de justicia y, enunciativamente,
peligre un secreto particular, comercial o industria, cuya revelación indebida sea
punible o cause perjuicio injustificado (art. 306°). Además, se establece taxativamente
que el juez o sala penal cumplen con el principio de publicidad con la sola creación de
las condiciones apropiadas para que el público y la prensa puedan ingresar a
presenciar la audiencia; agregándose la prohibición del ingreso de personas que
aporten armas de fuego u otro medio apto para agredir o perturbar el orden, así como
el ingreso de personas ebrias, o bajo los efectos de la droga y de persona enajenada
(art. 307°).

2.2. SUSPENSION Y QUIEBRA DE LA AUDIENCIA:

La naturaleza de las actuaciones en el juicio oral hace de ésta una fase a veces
compleja por las distintas situaciones que pueden obstaculizar su debido desarrollo.
En este sentido, adquiere importancia el principio de continuidad, es decir, iniciado el
juicio oral, continuará con audiencias consecutivas hasta su conclusión.

El juicio debe iniciarse y desarrollarse con la captación y anotación de lo que ocurre o


se prueba, de tal forma que se imposibiliten espacios intermedios muy extensos que
puedan hacer perder el hilo conductor de la dialéctica del juicio oral. Pero además, rige
la máxima de la concentración, es decir, el juicio oral, se debe realizar una sola vez,
sin interrupción, salvo caso de necesidad donde deba suspenderse por un tiempo muy
reducido, hasta llegar al momento de la sentencia. Coincidimos con ello con Roxin que
este requisito “es consecuencia de los principios de inmediación y de oralidad, pues
cuando el juicio oral se haya realizado hace mucho tiempo o es interrumpido con
demasiada frecuencia, los jueces corren el peligro de extraer su conocimiento ya no de
la memoria, sino de las actas de actuaciones anteriores.

22
Sin embargo, en ocasiones, se puede suscitar circunstancias que se estiman
legalmente suficientes para paralizar el procedimiento del juicio oral. Esta paralización
puede presentarse en distintos momentos y con diferentes alcances. De allí que
pueda distinguirse entre la suspensión y la quiebra de la audiencia, que se regulan en
los art. 266° a 269°del C. de P.P.

Así, la inconcurrencia de algún magistrado, del fiscal, del acusado o su defensor o


testigo indispensable determinará la suspensión de la audiencia, adoptándose las
medidas necesarias para su continuación. De otro lado, por causas necesarias
atendibles, es posible la continuidad de la audiencia que, superando los motivos de la
suspensión, generan la anulación de lo actuado, bajo la denominación de quiebra de la
audiencia.

La suspensión se caracteriza por su naturaleza provisional y además, porque se


encuentra condicionada a la desaparición de la causa que la determinan, por último,
no exige un amplio periodo de tiempo. La quiebra de la audiencia (o del juicio oral)
constituye una interrupción del juicio por la existencia de determinadas causas de
paralización es cierta o excesiva. El efecto inmediato es la anulación de todo lo
actuado, lo que significa reiniciar el juicio oral con notificación de fecha y personas
para su concurrencia.

2.2.1. LA SUSPENSIÓN: establece nuestra ley que la audiencia podrá suspenderse


hasta por (8) días hábiles, no considerando los días de suspensión del despacho por
fuerza mayor o por causas imprevistas. La ley no indica cuales son los motivos por los
cuales la suspensión entre una y otra audiencia es amplia; sin embargo podemos
señalar los siguientes casos ordinarios:

Cuando la prueba no se puede actuar en la fecha indicada y siendo necesaria se fijará


nuevo día.

Cuando no concurre el testigo, agraviado o perito debidamente citado, previéndose el


aseguramiento de su asistencia en la próxima sesión.

Cuando no se ha recabado la documentación o informe pericial peticionados por el


órgano jurisdiccional, como sucede con ciertas frecuencias en los procesos por los
delitos contra la vida y tráfico ilícito de drogas.

Cuando no concurre el defensor del acusado se éste no accediera a que el defensor


de oficio de la sala lo asesore. En tal caso se le apercibe a proceder con dicha
designación si su defensor particular tampoco asiste a la próxima sesión.

Cuando lo solicite el fiscal o la defensa del acusado debidamente fundado por la


complejidad del caso; para el estudio de nueva prueba; por la necesidad que tiene el
nuevo defensor designado tardíamente para conocer del caso.

La suspensión de la audiencia por fuerza mayor o por causas imprevistas puede ser
determinada por causas distintas a las señaladas y que afectan el normal desarrollo

23
del juicio. Por ejemplo, falta intempestiva del fluido eléctrico; algún hecho catastrófico;
sismo; e incluso por falta de seguridad personal de los sujetos procesales. Puede
afirmarse que éstos casos de fuerza mayor material o fáctica debe afectar un
determinado número de audiencias, obstaculizándose la actividad regular por el
órgano jurisdiccional, es decir, el despacho; en este sentido, no puede aplicarse la
fuerza mayor a un solo proceso oral, sino a todos los de ese día. Así lo ha estimado la
fiscalía suprema cuando señala que la finalidad última del legislador es que el tracto
regular y sucesivo de audiencias o sesiones no se interrumpa tanto, que afecte en el
juzgador el conocimiento de la prueba o el análisis crítico de la misma, de tal modo
que vista una interrupción prolongada, aristas esenciales del juzgamiento sean
parciales o totalmente olvidadas, atentando contra el progresivo convencimiento o
convicción (criterio de conciencia) sobre la culpabilidad o inocencia del procesado. En
consecuencia, vencido el término previsto por la ley, no se puede continuar con la
audiencia y menos dictar sentencia, como ya lo han anotado la corte suprema.

De otro lado, la ley establece la suspensión de la audiencia hasta por el mismo


término, si sobreviniera enfermedad repentina a un miembro del tribunal, al acusado o
testigo importante, debiéndose continuar al día siguiente de cesar dicho impedimento
(art. 268°C. de P.P).

Habiéndose vencido el sexto día de suspensión por enfermedad del magistrado y


siendo posible que no pueda incorporarse a la sala será reemplazado por el llamado
de la ley (art. 269°del C. de P.P); siempre que no hubiese llegado el momento de la
acusación oral. La ley no menciona pero resulta claro la formulación de la requisitoria
oral impide al magistrado reemplazante de conocer de la actividad probatoria ya
actuada con seria lesión al principio de inmediación, por lo que inhabilita para poder
acordar con los demás miembros- que conocen mejor del caso- el contenido de la
sentencia. Consecuentemente, si éste fuere el caso, la audiencia se quiebra.

Tratándose del defensor del acusado que no concurre a la audiencia, será


reemplazado por el que designe el acusado y, en su defecto, la sala le nombrará uno
de oficio.

Si el acusado se encuentra enfermo se procederá a la suspensión de la audiencia por


el término previsto; sin embargo, vencido el mismo si la reincorporación del acusad,
por la enfermedad acreditada y existiendo otros procesados, se podrá continuar con el
juicio pero con la obligatoria concurrencia de su defensor empero, si se llegara al
estado de sentencia sin que se hubiere reincorporado dicho acusado, la sala penal
ordenará la reserva del juicio respecto de él al menos que la sentencia se absolutoria.

Como se podrá apreciar, la suspensión de la audiencia se condiciona al criterio del


juez, cuidando que la negativa no lesione el derecho de defensa o la regularidad o
finalidad del juicio oral.

24
2.2.2. LA QUIEBRA: la audiencia se quiebra cuando por cualquiera de los supuestos
mencionados la suspensión es mayor de 8 días. Esta decisión judicial requiere de
resolución motivada y el efecto inmediato es la anulación de todos los actos
procesales realizados en el juicio; es decir, se dejan sin efecto las audiencias ya
realizadas y naturalmente todas las decisiones que en ella se han adoptado; es más,
no se puede utilizar lo dicho en el nuevo juicio oral pues deben tenerse como
inexistentes. La misma sala en el auto que la motiva debe señalar día y hora para un
nuevo juicio oral.

Cabe señalar que dada la importancia que tiene un juicio oral, llegar a la quiebra de la
audiencia por acto u omisión distinta a los casos de suspensión aludidos, merece la
adopción de las medidas disciplinarias y correctivas necesarias por las instancias
judiciales pertinentes o el foro, si se origina en la defensa.

El proyecto del CPP de 1995 establece igualmente las notas características de la


audiencia señalando que ésta se desarrolla mediante secuencia preordenada y se
concreta según las exigencias específicas del caso, y que una vez abierta, continuará
mediante sesiones necesarias hasta su conclusión. Solamente debido a fuerza mayor
o caso fortuito se suspenderá el juzgamiento (art. 314° y 313° respectivamente). Se
dedica un capítulo sobre las causales que afectan la continuidad de la audiencia,
destacándose que la audiencia se puede suspender por máximo de 5 días continuos y
sólo en determinados casos (art. 357°). Si la suspensión de la audiencia se extiende
durante 6 días continuos se declarará la interrupción de ella mediante resolución
motivada, la insubsistencia de lo actuado y se fijará nuevo día y hora para la audiencia
(art. 359°).

2.3. FACULTADES DEL ORGANO JURISDICCIONAL:

Las facultades del órgano jurisdiccional se encuentran en relación con lo dispuesto por
la LOPJ y las normas de procedimientos penales. Podemos distinguir entre facultades
de dirección del juzgamiento y facultades de control y disciplinario.

2.4. EL ORGANO JURISDICCIONAL:

Sánchez Velarde P. (2004), establece que las facultades del órgano jurisdiccional se
encuentran en relación con lo dispuesto por la LOPJ y las normas del código de
procedimientos penales. Podemos distinguir entre facultades de dirección del
juzgamiento y facultades de control y disciplinario.

25
2.4.1. FACULTAD DE DIRECCION DEL JUZGAMIENTO; de acuerdo a lo previsto por
las normas de procedimientos, la sala penal dirige la fase del juzgamiento desde su
inicio hasta su decisión final o sentencia. En tal sentido, la responsabilidad recae en el
presidente de la sala y como tal le corresponde:

 Designar la vista de las causas, en estricto orden de ingreso.


 Distribuir equitativamente los procesos, designados al vocal ponente por
sorteo.
 Suscribir las comunicaciones, exhortos, poderes, y además documentos.
 Cuidar del desarrollo normal de los aspectos probatorios y de todo el juicio oral.
 Dictar y hacer ejecutar las medidas que correspondan en el juicio oral.

2.4.2. FACULDAD DE CONTROL Y DISCIPLINARIO:

Son aquellas vinculadas a la actuación propia de los demás órganos judiciales y las
partes en el juicio, así como la de regularidad del procedimiento. En este sentido:

 Controla que las causas y discordias se resuelvan dentro de los términos


señalados por la ley.
 Controla que las audiencias e informes orales se inicien a la hora señalada.
 Controla la existencia y puntualidad de los miembros de la sala y del personal
auxiliar.
 Controla la publicación de la tabla y la crónica judicial.

Ejerce control y puede imponer sanción disciplinaria durante el desarrollo del juicio
oral.

Pude ordenar inclusive la detención de quienes con ocasión de la diligencia judicial,


promueven desórdenes, los injurien, agravien, amenacen o coaccionen por escrito o
por palabra (art. 185° Inc, 3 LOPJ).

Sin embargo, además de estas facultades, muchas de las cuales se traducen en


deberes propios del cargo como órgano jurisdiccional, se debe poner de relieve el
deber judicial de asistencia y de advertencia, dado que en determinados casos, el
acusado no conoce de leyes, correspondiendo a la autoridad judicial posibilitar en
aquel su mejor comprensión con lo que ocurre en el juicio. Además de lo expuesto, se
han precisado determinadas de dirección y control del juicio. La ley N° 28117 le da
mayor contenido y alcance al artículo 216° de la ley procesal: el presidente de la sala
dirigirá la audiencia y ordenará los actos necesarios para su desarrollo, garantizando
el ejercicio pleno de la acusación y de la defensa; pero cuidando que las alegaciones
no se oriente a cuestiones impertinentes o inadmisibles; podrá limitar el tiempo en el
uso de la palabra de las partes fijando límites igualitarios, de acuerdo con la naturaleza
y complejidad del caso e incluso interrumpiendo al que hiciere mal uso de tal facultad.
Se establece asimismo, que la presidencia pude legar en otros de los valores las
funciones de dirección del debate.

26
2.5. ASPECTOS PREVIOS A LA AUDIENCIA:

La audiencia supone toda una ordenación de las actuaciones judiciales y la


satisfacción de los presupuestos importantes para su debida realización. En tal virtud,
señalamos algunas de las consideraciones previas para el juicio oral:

Es obligatoria la presencia e intervención de los vocales superiores y del fiscal


superior, bajo sanción de nulidad.

Es obligatoria la presencia del acusado y de su abogado defensor. Si el acusado no


concurre se le citará nuevamente, bajo apercibimiento de ser declarado reo contumaz
y de ordenarse su captura o de revocársele su libertad. Su inasistencia no impide
continuar el juicio con los demás acusados presentes.

También es obligatoria la concurrencia de los testigos y peritos, cuando así lo acuerda


la sala penal, y se cumple con debida notificación.

Durante el juicio oral el acusado debe concurrir sin ligaduras ni prisiones, debiendo ser
acompañado de los miembros de la policía por motivos de seguridad, cuando se
encontrare en prisión. (Art. 212° del C. de P.P).

Toda la concurrencia en el juicio oral constará en actas que serán suscritas por los
sujetos procesales intervinientes.

27
CAPITULO III:
“PREPARACION
DEL JUICIO Y DE
LOS TESTIGOS”

28
3. DESARROLLO DE LA AUDIENCIA:

Conforme a nuestro sistema penal la audiencia se desarrolla con estricta formalidad,


bajo la dirección del presidente de la sala quien podrá delegar en otros de los vocales
la función de dirección de los debates (art. 216°). Se distingue con claridad los
consecutivos actos del juicio que enseguida pasamos a precisar y comentar, si fuere el
caso, cada uno de ellos.

3.1. ESTRATEGIA Y PREPARACIÓN PARA EL JUICIO

Según Baytelman y Fumero el juicio es un ejercicio profundamente estratégico que


reclama de cada sujeto procesal que sostiene una pretensión, presentar la prueba de
modo que sirva a su relato o versión sobre los hechos. Esto exige que cuando se
presenta y actúa la prueba no haya que perder de vista que su desarrollo y significado
cabal solo puede alcanzarse dentro de un relato, de una versión para la cual se ha
ofertado. En virtud a esto los sujetos procesales se preparan para convencer al
juzgador de la suficiencia y confiabilidad de la prueba que presentan. Cuando los
operadores actúan con diligencia y prolijidad conocen las fortalezas y debilidades de
su caso, lo que los habilita para organizar la presentación de sus pruebas.
La mejor manera de prepararse es la siguiente:
1. Hacer un bosquejo o plan que recoja los aspectos importantes de la causa que
deben ser acreditados en juicio;
2. Confeccionar un listado que nos permita cotejar durante las audiencias la
prueba que debe ser reconocida por los testigos y el orden que debe seguir la misma;
3. Considerar en las notas las debilidades presentes, los asuntos jurídicos o de
Derecho más importantes que permitan rebatir cualquier ataque a la prueba y refutar
posibles defensas, igualmente las ideas y oraciones más importantes a destacarse en
los alegatos;
4. Cerciorarse que los testigos estén disponibles para la audiencia;
5. Familiarizarse con la prueba no testifical, determinar los testigos necesarios
para su reconocimiento;
6. Asegurar la disponibilidad de los recursos técnicos para presentar en la sala
evidencia científica ilustrativa como películas, diapositivas u otro recurso audiovisual;
y,
7. Visitar la escena del crimen, pues el contacto directo con ella es la mejor
manera de alcanzar la perspectiva correcta acerca de lo que realmente ocurrió ahí y
poder formular las interrogantes apropiadas a los testigos o contra examinar a los de la
otra parte.
No debe olvidarse que esta visita a la escena facilita un mejor manejo, cuando existen,
de las fotos que la reproducen y con ello corroborar o refutar lo declarado por los
testigos.
Otro aspecto en el que incide el profesor Fumero es el de la preparación del testigo,
pues no basta que diga la verdad, sino que su comportamiento correcto y sereno, la
seguridad puesta en sus respuestas, refuerce su credibilidad.
Una vez escuchado su relato debe indicársele cuáles son los datos imprescindibles,
para que al deponer en las sesiones del juicio no se pierda en naderías o detalles
irrelevantes; explicarle qué es lo que se busca probar con su testimonio y la
importancia de declarar espontáneamente, ya que en el interrogatorio directo no será
posible hacerle preguntas sugeridas, esto es, que contengan la respuesta, pues quien
declara es él y no el interrogador o examinador. Hay que evitar sorpresas practicando
con el testigo preguntas y respuestas, claro está, sin faltar a la verdad, para que se

29
familiarice con el escenario y sistema forenses, conozca las funciones de los otros
sujetos procesales y el sentido del contra interrogatorio del abogado adverso,
encaminado a restar credibilidad a su versión. (BAYTELMAN, A y otros. Material de
destrezas de litigación en juicio oral. P. 13 y 14.)

3.2. LA TEORIA DEL CASO


Desde el momento mismo que se toma conocimiento de la noticia criminal, o
información que trascienden sobre la ocurrencia de un delito, los operadores, sobre
todo el Fiscal, se acercan a los hechos con una óptica o predisposición jurídico-
normativa, esto es lo que les permite seleccionar, entre la masa de la información
fáctica recogida, los elementos relevantes que encuadran o no en cada uno de los
componentes morfológicos, objetivos y subjetivos, del tipo penal imputado,
estableciéndose puntos de conexión, que luego se tratarán de acreditar a través de los
medios de prueba pertinentes. La estructura de la teoría del caso, entonces, no se
forma de inmediato, se construye, poco a poco, a lo largo de las etapas previas al
juzgamiento, primero, en el curso de la investigación preparatoria, periodo de
indagación, durante el cual la búsqueda de información probatoria, sobre todo, de
fuentes de prueba, es lo central, y, luego, desde la posición del Fiscal, en la etapa
intermedia, en sentido negativo, si el caso no cuaja y tampoco la pretensión punitiva,
se requiera el sobreseimiento, o positiva, se emitirá acusación, ofreciendo los medios
pertinentes para probarla en juicio. Bien puede afirmarse, entonces, que la teoría del
caso es la conjunción de:
a) Información fáctica relevante,
b) Fórmula o teoría jurídica o norma de subsunción, capaz de acoger la
información precedente, y
c) Medios probatorios pertinentes

No está demás insistir que el sujeto procesal al que le toque impulsar una pretensión
quedará en completa orfandad e imposibilidad de actuar siquiera aceptablemente en el
juicio, si no cuenta con una teoría del caso o la que tiene es deficiente. Nadie debe
atreverse a trajinar los exigentes caminos del juzgamiento sin una brújula, ruta de
camino o mapa claro que le diga qué hacer en cada momento de las fases de esta
etapa principal del proceso común.
La teoría del caso, según Baytelman y Duce, es siempre un punto de vista, el ángulo
desde el cual ver toda la prueba, la posición que ofrecemos al juzgador para que
valore la información que el juicio arroja, de manera tal que si la adopta o asume
llegará a las conclusiones que le ofrecemos. Se trata de proveer al juez de un punto de
vista convincente, pues si no lo hacemos o nos entrampamos en algo ininteligible,
nuestro contrario lo hará. “Una vez que tengo definida mi teoría del caso la regla es
que ella domina todo mi actuar dentro del proceso, no hago nada que la contradiga,
pues cada vez que me alejo la teoría estipulada pierdo credibilidad”. No resulta difícil
entender por qué en un proceso a cada parte solo le es posible defender una teoría del
caso, lo contrario es fatal por los graves daños que suscita en la credibilidad de lo
afirmado. Así, por ejemplo, pierde todo crédito el abogado que defendiendo a su
cliente sostiene, a la vez: “Mi patrocinado no estuvo en el lugar de los hechos cuando
la víctima fue herida de bala. Sin embargo, si se acredita que estuvo ahí, no fue él
quien disparó. Finalmente, si se prueba que disparó, entonces lo hizo en legítima
defensa”. Nadie, ni el juez más novel o ingenuo, acogería tan zigzagueante e
incoherente estrategia defensiva.
La exposición de la teoría del caso se materializa en los alegatos, así, en los
preliminares cuando el fiscal manifiesta resumidamente los hechos objeto de la
acusación, la calificación jurídica y los medios probatorios pruebas que ofreció y fueron

30
admitidos en la etapa intermedia; y, también, cuando, entre otros, el defensor del
acusado expone sus argumentos de defensa y las pruebas de descargo (artículo 371.2
del NCPP). Estas exposiciones breves y concisas tienen la virtud de ser la primera
información que sobre el asunto llega al juez, la versión o relato que cada parte
sostiene. Causar una inicial impresión favorable a este relato y sus argumentos es
importante para los propósitos estratégicos del fiscal o del abogado del acusado.
Aportar una versión amena, realista, ordenada cronológicamente, mostrar al juzgador
convencimiento en la eficacia de la prueba ofrecida, poner sobre la mesa alguna
debilidad o laguna, adelantando el impacto que podría surgir si en debate quien ventila
ello es la contraparte, criticar las alegaciones o posibles defensas de esta y terminar la
exposición apelando, sin exagerar, a lo emotivo, son componentes válidos de los
alegatos. (ANDRÉS A Y DUCE J (2004). COLECCIÓN DERECHO: Litigación penal,
Juicio oral y prueba.P.12-14)

3.3. LOS INTERROGATORIOS Y CONTRA INTERROGATORIOS DE TESTIGOS

3.3.1. INTERROGATORIO DIRECTO


Cuando nos referimos al “interrogatorio directo” (artículo 375.3 del NCPP) aludimos al
que practica la parte que ha propuesto este órgano de prueba.
Sus objetivos son:
1. Solventar la credibilidad del testigo, lo que significa convencer al juzgador
de que se trata de una persona digna de crédito, en el entendido que, hasta
ese momento, como es lo debido, el juez no conoce de quién se trata por
carecer de información al respecto. De ahí que se impone poner especial
énfasis en acreditarlo;
2. Conseguir información del testigo que sustente la teoría del caso, es decir,
gracias a lo expuesto por el testigo sacar a luz los hechos y detalles que
confirman la historia que compone tal teoría;
3. Introducir al juicio prueba material constituida por objetos y documentos,
sobre cuyo origen y naturaleza exponga el testigo, verbigracia el arma
homicida o un contrato, que solo adquieren sentido cuando son
encuadrados en el relato que contiene la teoría del caso; y,
4. Lograr información de importancia para el análisis de otra prueba, sea para
fortalecer la teoría planteada o desacreditar la de la contraparte.

En el interrogatorio directo no están permitidas las preguntas capciosas, impertinentes,


repetidas, sugestivas o sugeridas, esto es, que incluyan a la vez del interrogante una
respuesta, (artículo 376.2.c.d y 378.2.4. del NCPP) debiendo entonces plantearse
preguntas de modo abierto basadas en las palabras ¿qué pasó?, ¿cuándo?, ¿dónde?,
¿cómo?, ¿quién?, explique, etcétera. Esta forma de interrogar habrá de estar
precedida por un orden en la presentación de los testigos, cuidando de actuar primero
la testifical de uno impactante y capital, y concluir con otro de iguales características
para conjurar la monotonía y el aburrimiento que bien pueden desconcentrar al
juzgador o impedirle comprender los elementos que se intenta establecer en el caso.
Por último, resulta aconsejable organizar el interrogatorio directo en forma cronológica
y jamás olvidar que durante esta actividad el protagonista es el testigo, no el abogado
o fiscal que práctica el examen.

31
3.3.2. EL CONTRAINTERROGATORIO

El contra interrogatorio es el examen que lleva a cabo el abogado de la contraparte


luego que un testigo ha sido objeto de interrogatorio directo. Su finalidad consiste en:
1. Cuestionar la credibilidad del testigo;
2. Denotar las contradicciones de sus dichos; y, cuando sea posible,
3. Lograr que admita o destaque aspectos positivos para la teoría del caso del
contra examinador, o elementos negativos para la que sostiene quien lo
ofreció.
Según se aprecia, el contra interrogatorio es una evidente manifestación del principio
de contradicción que caracteriza el juicio público y oral, de su curso dialéctico franco.
Quien contra interroga debe seguir las reglas tácticas de proceder con razón, ventaja y
sin excederse. Con razón, porque opera siempre seguro de la solidez de su teoría del
caso; con ventaja, porque sabe o por lo menos tiene idea fundada de las respuestas
que dará el testigo a sus preguntas (jamás inquirir si no se tiene esclarecido esto, pues
las contestaciones pueden ocasionar daño irreparable para su posición); y sin
excederse, pues una pregunta de más puede echar por tierra lo ganado. La
generalizada idea que el contra interrogatorio puede resolver el caso de un golpe es
fatua, toda vez que la confirmación de la teoría del caso solo es posible alcanzarla
paso a paso, consiguiendo pequeñas victorias o avances.
El apresurado que no sabe sofrenarse y se precipita, siembra su propia derrota. Por
ejemplo, si conseguimos que un testigo presencial de cargo admita que las
condiciones climáticas o materiales en la escena dificultaron en alguna medida lo que
vio, entonces, lo correcto es detenerse en ese instante y concluir el contra examen. Un
interrogante más podría ser absuelto por el testigo del siguiente modo: Pese a esas
circunstancias y dificultades pude percatarme que el acusado era
Quien huía del lugar.
Los consejos del profesor Fumero vienen a cuento porque instruyen al contra
examinador a no repetir el interrogatorio directo, evitar las preguntas abiertas y
ordenadas cronológicamente, así como no discutir o argumentar con el testigo
adverso. Si lo que se busca es cuestionar a este órgano de prueba por su incapacidad
para percibir o narrar los hechos, denotar sus versiones inconsistentes, inclusive
empleando sus declaraciones previas (artículo 378.8 del NCPP); las omisiones en que
ha incurrido al declarar sobre lo que conoció, o su parcialidad prejuiciosa o interesada,
entonces, las preguntas que se le formulen tienen que ser cerradas (sí o no, cierto o
no cierto, correcto o incorrecto), en consideración a que durante el contra
interrogatorio lo que se pretende es que la atención del juzgador se centre en lo que
pregunta el abogado o fiscal y no, como en el examen directo, en el testigo. (FUMERO
F (2004). Guía para capacitadores. Taller de capacitación de capacitadores. Módulo
Técnicas de oralidad y derecho probatorio. P.36)

3.4. LAS OBJECIONES

La facultad de las partes de preguntar en el sistema acusatorio no es absoluta, conoce


límites; de ahí que se admitan las objeciones (artículos 170.6, 376.2.d. y 378.4 del
NCPP), porque para este modelo es legítimo evitar que sean los abogados quienes
introduzcan información al juicio, mediante preguntas repetidas, impertinentes,
sugestivas, capciosas o engañosas, mucho menos intimidantes, o que coaccionan al
deponente u ofenden su dignidad, en perjuicio de la información
de calidad que debe llegar limpia y clara al juez, desde luego, gracias a correctos
interrogatorios y contra interrogatorios.
La habilidad de objetar, difícil y compleja, requiere razonar y decidir en fracciones de
segundo, tener capacidad de responder de inmediato y formular el fundamento de la

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misma ante el juez, en ese instante, una equivocación al respecto bien puede trabar la
fluidez del juicio y desacreditar al que hace valer la objeción.

3.5. EXAMEN DE PERITOS

El NCPP afilia esta actuación probatoria al interrogatorio y contra interrogatorio de


testigos (artículos 181 y 378.5), pues lo central ya no reposa en la versión escrita del
dictamen o informe, como nos ha acostumbrado el viejo Código de Procedimientos
Penales (artículo 167), para el cual la ratificación y examen es un formalismo
intrascendente; sino en el interrogatorio a que los sometan las partes, comenzando por
quien propuso la prueba y luego las restantes. Peculiar importancia adquiere en este
contexto la posibilidad de los debates periciales (artículo 378.7 del NCPP).

3.6. PRUEBA MATERIAL, DOCUMENTAL, ILUSTRATIVA Y CIENTÍFICA


De manera acertada y consecuente con el principio de oralidad, el NCPP en su
artículo 382 establece e que:
1. Los instrumentos o efectos del delito, y los objetos o vestigios incautados o
recogidos, que obren o hayan sido incorporados con anterioridad al juicio, serán
exhibidos en el debate y podrán ser examinados por las partes.
2. La prueba material podrá ser presentada a los acusados, testigos y peritos
durante sus declaraciones, a fin de que la reconozcan o informen sobre ella”. Por su
parte, el artículo 384 puntualiza el trámite de la “oralización de los documentos”, en
relación restringida (artículo 383) y comprensiva de registros de imágenes, sonidos o
soporte informático. Sobre esto último, el profesor Fumero destaca que existe cierta
clase de prueba, por ejemplo, vídeos, películas o grabaciones, que al ser susceptible
de alteración reclama escrupuloso respeto de la cadena de custodia y traslado por
quienes la ocuparon o sometieron a análisis, única manera de garantizar su
preservación e integridad.

3.7. LOS ALEGATOS FINALES

Los alegatos finales (artículos 386-390 del NCPP), conforme enseña Quiñones
Vargas, constituyen el episodio más interesante del proceso, porque integran el último
piso del edificio que esforzadamente se fue construyendo durante el íter procesal. Es
la última oportunidad que tienen las partes para dirigirse al juzgador e intentar
persuadirlo que tienen razón, de ahí que este profesor recomiende prepararlos con
gran pulcritud para:
1. Captar la atención del órgano jurisdiccional;
2. Insuflarlos de persuasión y sinceridad;
3. Transmitir emoción, sentimiento y vehemencia, sin caer en exageraciones
chocantes, reveladoras de falta de sinceridad;
4. Puntualizar los argumentos de derecho;
5. Emplear el lenguaje apropiado, repeliendo el improperio y alambicamiento;
6. Organizar meticulosamente cada idea y afirmación, respaldándola en la
información producida durante el juicio; y,
7. Rendir tributo a la brevedad y concisión, recordando que estas son los
manjares de los jueces.

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Admitido que la reforma procesal penal instituye el juzgamiento como la etapa medular
del proceso, que tal opción responde a exigencias constitucionales y requerimientos
de la propia realidad social del país, y que la implementación del nuevo modelo
depende en gran medida de que los operadores asuman con diligencia y convicción la
herramienta de la oralidad, desbrozando el camino obstruido por la cultura inquisitiva y
el estilo de trabajo sustentado en la escrituración y el culto al expediente, resta afirmar
la lógica conclusión consistente en que tal principio no basta para asegurar
automáticamente las metas reformistas, si los operadores no adquieren las habilidades
y destrezas de la litigación oral.
Andrés Baytelman sostiene que, si retrocedemos ante el reto de conocer, aprender y
utilizar las técnicas de litigación oral, tanto más necesarias cuando cada vez está más
cerca la fecha de inicio de aplicación progresiva del NCPP, según el calendario oficial
aprobado por Decreto Supremo 013-2005-JUS, publicado el 8 de octubre de 2005,
conforme al cual los primeros pasos habrán de darse en los distritos judiciales de
Huaura y La Libertad, el 1 de febrero y 1 de agosto de 2006. (RODRÍGUEZ M (2013)
La implementación del nuevo proceso penal peruano y las técnicas de litigación oral.
P.1-8)

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CONCLUSIONES

1. Doctrinariamente el juzgamiento o juicio público y oral, es considerado


como la etapa determinante o decisiva del proceso.

2. El juzgamiento es la etapa procesal que distingue al mecanismo de


resolución de los conflictos, surgidos ante el acaecimiento de hechos
delictuosos, en forma equilibrada, eficaz y garantizadora.

.
3. La importancia del juicio público y oral no solo es destacada por la
Constitución vigente sino también en tratados internacionales de los que el
Perú es parte.

4. Para el éxito de un juicio los sujetos procesales se preparan para convencer


al juzgador de la suficiencia y confiabilidad de la prueba que presentan.

5. Cuando los operadores actúan con diligencia y prolijidad conocen las


fortalezas y debilidades de su caso, lo que los habilita para organizar la
presentación de sus pruebas.

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REFERENCIAS

 RODRÍGUEZ M (2013) La implementación del nuevo proceso penal


peruano y las técnicas de litigación oral. P.1-8

 QUIÑONES H (2003) Las técnicas de litigación oral en el proceso penal


.Un análisis crítico del sistema oral en el proceso penal desde una perspectiva
acusatoria adversativa.p.25

 FUMERO F (2004). Guía para capacitadores. Taller de capacitación de


capacitadores. Módulo Técnicas de oralidad y derecho probatorio. P.36

 POMAREDA C (2002). El nuevo Código de Procedimiento Penal. De la


teoría a la práctica, a través de casos desarrollados. P.57

 BAYTELMAN, A y otros. Material de destrezas de litigación en juicio


oral. P. 13 y 14.

 ANDRÉS A Y DUCE J (2004). COLECCIÓN DERECHO: Litigación


penal, Juicio oral y prueba.P.12-14

 SANCHEZ VELARDE P. (2004). Procesal penal. Pág. 223- 237.

 CODIGO PROCESAL PENAL.

 CONSTITUCION POLITICA DEL PERU.

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