Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
encuentra articulada por normas de la más alta jerarquía, con su respectivo conjunto normativo
reglamentario, en decreciente orden de prelación. De la conjunción de estas normas nace
el modelo sindical argentino.
Este conjunto de normas, lejos de ser una estructura armónica y estática se encuentra
actualmente controvertido y se observan en su historia reciente, cambios jurisprudenciales en
una de sus normas principales como es la Ley 23.551 de Asociaciones Sindicales, en adelante
LAS.
En el presente trabajo se esboza una descripción de los diferentes niveles normativos con el fin
de explicar así las incompatibilidades que se observan en la LAS, cuando se la piensa dentro
del conjunto regulador de la libertad sindical.
Libertad que se encuentra reconocida hoy en día con jerarquía constitucional acorde al nuevo
sistema de fuentes posterior a la reforma constitucional de 1994.
El bloque constitucional.
En lo más alto de nuestra pirámide normativa se encuentra el artículo 14 bis de la constitución
nacional el cual garantiza al trabajador la organización sindical libre y democrática, reconocida por
la simple inscripción en un registro especial.
Acto seguido, garantiza a estos gremios y, en particular a sus representantes, ciertos derechos
fundamentales para el desarrollo de la actividad sindical (concretar convenios colectivos,
recurrir a conciliación, derecho a huelga, protección y estabilidad en el empleo para los
representantes de los trabajadores).
Entre sus convenios se observan, además del 87, el 98 sobre derecho de sindicación y
negociación colectiva, el 135sobre los representantes de los trabajadores, el 141 sobre
trabajadores rurales; y el 151 sobre los trabajadores de la administración pública.
El bloque constitucional en su conjunto, sienta las bases de un modelo sindical cuya forma
organizativa se sustenta en la autonomía de los trabajadores y su libre voluntad de dar la forma
que más convenga a la lucha por los intereses de la clase. Esta autonomía solo encuentra su
protección si se evita la injerencia tanto de las asociaciones de empleadores, como del estado,
quien debe limitarse a llevar un registro de asociaciones sindicales.
Una visión integral del sistema sindical emanado del bloque constitucional es contraria
al monopolio en la representación gremial lo cual, como se verá más adelante, no fue
correctamente receptado por la reglamentación legal.
La ley de Asociaciones Sindicales.
En agosto de 1988 el congreso de la nación sanciona la ley 23.551 que, junto con su decreto
reglamentario, debieran volver operativos los principios constitucionales relativos a la libertad
sindical.
Mediante esta ley se regulan, entre otras cuestiones, aquellas atinentes a la forma de las
organizaciones de trabajadores, a la tutela sindical, a la representación del sindicato en la
empresa y la protección de los representantes gremiales.
Más allá de los puntos que se tratarán en relación a la ley 23.551, hay otros que, si bien no
fueron declarados inconstitucionales, muestran patentes inconsistencias con el bloque
constitucional y han sido observados por los órganos especializados de la OIT.
Este es el caso, por ejemplo, del artículo 38 de la ley que habilita la retención en nómina de
las cuotas sindicales solo a las asociaciones con personería gremial. Lo cual según la comisión
de expertos perjudica de manera indebida a las organizaciones simplemente inscriptas.
Por su parte, los artículos 28, 29 y 30 establecen distintas maneras de adquirir la personería
gremial. Estas disposiciones, entre otras, tienen un marcado sesgo hacia el sistema de
unicidad de sindicato y coadyuvan a que, de manera directa o indirecta, la libertad de los
trabajadores se vea cohercionada hacia el sindicato con personería gremial; monopolizando así
la defensa de los intereses de los trabajadores. Estos artículos dificultan el acceso a la
personería gremial de las asociaciones simplemente inscriptas; ello sumado al hecho de que
las sabidas diferencias en los privilegios que a ellas se les niega, tiene un efecto persuasivo
sobre la psiquis de los trabajadores.
Y así, todo ello, tiende a la concentración de la representación en el sindicato con personería
gremial; situación que vulnera la libertad y atenta contra el reclamo de la clase.
Se ve en este artículo de manera clara como la ley argentina plantea un modelo sindical que
concentre la representación monopolizando el accionar sindical; y es este sistema monopólico
,impuesto por el estado, contrario a la libertad sindical y, al derecho reconocido a los
trabajadores de organizar de manera autónoma su reclamo contra las patronales.
La LAS, en el caso de los sindicatos con personería gremial, da intervención a la justicia laboral
en caso de que el empleador quisiera retirar la tutela sindical y; crea un esquema de opciones
en favor del trabajador afectado para el supuesto de que su empleador violase las garantías
sindicales.
Los autores especializados hablan de que el sindicato es anterior a la intervención del estado,
encontrándose en su génesis la unión de los hombres y su autoreconocimiento como categoría
colectiva. La función del estado debe relegarse solo a reconocer al sindicato como sujeto de
derecho y garantizar su libertad.
En nuestro sistema sindical el estado tiene un rol de mayor injerencia y, como resultado del
esquema de personería gremial, puede sostenerse con sólidos argumentos que a lo largo de la
vigencia de la LAS se ha orientado, desde el derecho, el movimiento obrero hacia el monopolio en
los sindicatos con personería gremial. Los mecanismos técnicos mediante los que la LAS
reguló cada uno de los institutos que forman el sistema sindical, tienen en su lógica el arquetipo
de sindicato grande y monopólico. Si bien por un ineludible mandato constitucional la LAS
garantiza la existencia de la pluralidad sindical mediante la figura del gremio simplemente
inscripto la misma ley lo vacía de contenidos y derechos. De esta manera se influencia al
trabajador y se orienta su elección.
Más allá de la forma que la ley 23.551 quiso dar al movimiento obrero puede verse en la
realidad de nuestro país que los sindicatos simplemente inscriptos superan ampliamente en
número a aquellos con personería gremial. Esto nos muestra que el movimiento obrero lejos
está de una unidad en su reclamo; el caso más representativo en la materia lo da
la CTAdonde puede verse que incluso en la mayor jerarquía dentro del colectivo de los
trabajadores se opta por la pluralidad a pesar del efecto monopolizador al que la ley apunta.
A pesar del estado de la normativa y, en mi opinión personal, se ve hoy en día una excesiva
fragmentación dentro del movimiento obrero que resulta desgastante y burocratiza el reclamo
de la clase. Esta fragmentación por demás atenta contra el reclamo de los trabajadores y es
funcional al empresariado quien termina siendo en la práctica solo uno de los frentes contra los
que el sindicato lucha; cuando debiera ser el único, o al menos el principal. Esta gran división
contrasta además, con la unidad que se ve en el sector empresario lo cual perjudica
directamente al conjunto obrero disperso.
Hecha la salvedad de que, en mi opinión política, el sindicalismo debiera mostrarse más unido
en el marco de un mundo globalizado en donde el poder de las patronales se muestra cada vez
más concentrado; esta unicidad no puede ser impuesta por la ley y el estado.
Dicha prohibición en la imposición de la forma en que debe adoptar el movimiento obrero
cuenta, como se describió a lo largo del presente trabajo, con fuertes argumentos normativos
siendo entonces; un derecho humano inherente a los trabajadores el de organizarse y dar a
sus entidades colectivas la estructura que ellos consideren más conveniente libres de toda
intromisión del estado y las patronales.
Es por ello que, como conclusión final del presente trabajo, parece imperioso una reforma en
la Ley de Asociaciones Sindicales en donde se discuta una norma que ya ha demostrado sus
falencias a lo largo de casi tres décadas. Acompaño en mi opinión el reclamo histórico de la
CTA y creo en la necesidad de una nueva ley que regule la materia, en donde el estado se
retire a su rol de mero garante de la libertad sindical permitiendo al movimiento obrero su libre
desarrollo.
Normas como las que regulan (o en este caso imposibilitan) el desplazamiento del sindicato
con personería gremial, no solo son propias de un sistema monopólico, sino que coadyuvan a
la formación de un estamento dirigente perenne dentro del movimiento obrero el cual en mi
opinión no es compatible con los intereses colectivos.