Sunteți pe pagina 1din 4

T.F. (II) 20181127 1830 - Trento, Vat.

I, II y DV

Esquema de la clase:

A. La Revelación como doctrina. De Trento al Vat. I (Pié ninot, pp. 246s, ver "Teoría 7" de
los materiales); B. Cristo, revelador de Dios. Vat. II (Pié ninot, pp.249s, ver "Teoría 7" de
los materiales)

DESARROLLO

A. La Revelación como doctrina: de Trento al Vaticano I (Pié ninot, pp. 246s, ver "Teoría
7" de los materiales)

Recordamos el concepto "deísmo": se puede llegar a conocer a Dios a través de la razón, no


interviene en la historia. Se puede conocer a través de la razón y a través de la experiencia personal
pero no a través de la revelación, la fe y la tradición. Es una forma de racionalizar la religión.

Para poder defenderse de este deísmo inglés, se asiste a una supravaloración de la revelación
como conjunto de verdades que provienen de Dios y que se hace perceptible a través de los 'signos
revelationis' pero olvida la acción del espíritu santo como iluminación interna que suscita en el
hombre la posibilidad de conocer la revelación y de adherirse a ella (ver Vat. I).

Teniendo en cuenta este contexto de ruptura entre iglesia y sociedad (fe y razón) y de cómo
el deísmo va cogiendo terreno, leemos a Pié Ninot (pp.246s):

«Así pues, el Concilio de Trento evitando la palabra “revelación” y usando “evangelio”,


“verdad salvadora” y “norma de costumbres” para designar el contenido de la Escritura
y de las tradiciones eclesiásticas seguía el uso medieval. [...] Así pues, la palabra
“revelación” para ellos designa no tanto la doctrina cuanto su origen divino y en la línea
de la Biblia entienden “revelación” como la iluminación divina gracias a la cual los
profetas y los apóstoles percibieron la verdad que había de transmitir o, en otros
contextos, el acto por el cual Cristo Hijo de Dios ha comunicado los misterios divinos».

¿Qué se entiende por revelación en Trento? la revelación es la fuente e iluminacion de donde


procede la doctrina sagrada o la fe.

«La revelación, pues, es la fuente de donde procede la doctrina sagrada, la verdad de la


fe y no es una doctrina propiamente dicha. De esta forma el Concilio Trídentino
hablando de “verdad salvadora” permanece fiel al uso de la teología medieval y pone de
relieve la palabra “Evangelio” en sentido paulino, para así designar la fuente de esta
verdad, sin duda, con vistas a manifestar su acuerdo con los reformadores sobre este
punto».

Esto es precisamente el mismo concepto de revelación que se tiene cuando llegamos a Vat. I:

«Cuando el Vaticano I, recogiendo el mismo texto, reemplaza “Evangelio” y “verdad


salvadora” por la expresión “revelación sobrenatural”, refleja una teología postridentina
con una evolución que se debe resaltar. En efecto, se trata del primer Concilio que habla
explícitamente de la Revelación como tal, ya que los concilios anteriores habían dado
profesiones de fe o definían tal o tal punto del dogma, pero ninguno de ellos se creyó

1
con el deber de definir la posibilidad, la necesidad y el hecho de la revelación
sobrenatural».

Lo importante aquí: tanto en Trento como en Vat. I, verdad (=revelación) y autoridad divina,
son sinónimos para defenderse al deismo de la época. En Vat. I es el primer concilio que utiliza el
concepto de revelacón natural.

«Esta promoción del concepto de revelación para designar globalmente el objeto


específico de la fe cristiana fue determinada por la lucha contra el “racionalismo” y
contra el “deísmo”, de tal manera que la expresión Revelación más que designar el
origen se convierte en sinónimo del contenido y la doctrina de fe. Se trata de una
evolución que parece ya originarse en Fr. Suárez (1548-1617), pero que se consagra
plenamente en el Vaticano I. [...] «Ahora bien, el Concilio Vaticano I, en la Dei Filius, se
abstiene de definir la palabra “revelación”, pero el sentido que le da, trasparenta el uso
que hace de ella relacionándola con la fe. En efecto, la palabra “revelar” designa el acto
revelador de Dios, y la expresión “revelación sobrenatural” designa el conjunto de
misterios contenidos en la palabra de Dios escrita y transmitida, propuestos por el
Magisterio de la Iglesia».

¿Dónde está el pequeño avance con respecto a Trento? aquí lo importante es el contenido, el
conjunto de verdades, de misterios, etc. El Concilio de Trento evita la palabra "revelación" y usa
"Evangelio" (=verdad salvadora y norma de constumbres).

«El Vaticano I, además, parece favorecer una perspectiva de lo sobrenatural como


sobreañadido [cf. la misma palabra “sobre-natural”] de acuerdo con una cierta teología
postridentina que, a partir de Cayetano y, especialmente, Fr. Suárez, comenzó a concebir
lo natural y lo sobrenatural como dos pisos sobrepuestos, sin mucha ligazón interna, al
contrario de santo Tomás que los religaba por el deseo natural de ver a Dios. Así pues, la
emergente teoría moderna de revelación se desarrolla conjuntamente con la concepción
del sobrenatural, teniendo presente que esta presupone, por un lado, que se da la
posibilidad de un conocimiento natural de Dios seguro de sí mismo y, por otro, que
además existe una verdad misteriosa “sobrenatural” que es garantizada por la autoridad
divina de las Escrituras y de la Iglesia.

Tal planteamiento de talante extrinsecista por el influjo nominalista que quería


salvaguardar la absoluta gratuidad del sobre-natural favorecía un genérico deísmo, es
decir, una cierta concepción de la deidad abstracta más fácilmente rechazable por la
crítica de la Ilustración. Favorecía, además, una concepción más bien autoritaria y
literalista de la revelación y, hacía más necesaria la aportación del milagro como prueba
de la revelación, y, por esto, hacía el juego al sobrenaturalismo. Por otro lado,
sorprendentemente la mención de Jesucristo no era calificada como decisiva al margen
de las escuetas citas sacadas de Trento. No es extraño, pues, que las dificultades internas
de esta concepción estallaran un día con la crisis modernista, y que los esfuerzos de
muchos teólogos que querían responder a tal enfoque encontraran enseguida la sospecha
y fue necesario esperar a la Dei Verbum del Vaticano II para superar tal situación»
(p.249).

B. Cristo, revelador de Dios. Vat. II (Pié ninot, pp.249s, ver "Teoría 7" de los
materiales)

2
«La constitución Dei Verbum se apropió del texto propuesto por el Tridentino, citándolo de
forma más extensa y precisándolo de modo diverso que en la constitución Dei filius: de esta
forma se establece la relación entre Evangelio y verdad salvadora; se subordina a la mención
de Cristo plenitud de la Revelación divina, y se suprime la calificación de “sobrenatural”
adoptada por el Vaticano I. De esta forma, la Revelación divina no aparece más como un
cuerpo de verdades doctrinales comunicadas por Dios, contenidas en la Escritura y
enseñadas por la Iglesia. Sino que se presenta más bien como la autocomunicación de Dios
en la historia de la salvación, de la cual Cristo constituye la cima. Es esto lo que transmite el
Evangelio consignado en la Escritura y confiado a la Tradición eclesial e interpretado
auténticamente por el magisterio de la Iglesia. Veamos los puntos principales: (tener la DV
cerca)

1) La revelación es el acto de Dios que se revela a sí mismo [Deum se ipsum revelare: DV


2] para introducir a los hombres en su propia vida. Más todavía, es el acto del Padre que se
manifiesta por su Hijo encarnado, a fin de reunir a los hombres en él, en su Espíritu. Idéntico
al movimiento de la Trinidad en la historia de la salvación, asume el don de conocimiento y
el de liberación para la vida eterna, [DV 6].

2) El elemento mediador son, al mismo tiempo, los gestos y las palabras que mutuamente sé
interpretan [gestis verbisque intrinsece inter se
connnexis). Dios no se da a conocer en un cuerpo de verdades abstractas, sino en una
historia significada. Gestos y palabras, hecho y sen- tido son indísociables en esta
comunicación [DV 2; 17].

3) Cristo es, a la vez [simul] mediador y plenitud de la Revelación [DV 2.4]. Lo que Dios ha
hecho conocer por Moisés y los profetas era una preparación para su Evangelio [DV 3].
Jesucristo, Verbo encarnado, hombre enviado a los hombres, pronuncia las palabras de Dios
y cumple la obra de salvación que el Padre le ha confiado. En su presencia y manifestación,
en sus palabras y obras, en su muerte y resurrección, gracias a la donación del Espíritu,
acaba la Revelación, testimoniando que Dios está con nosotros para librarnos del pecado y
de la muerte y resucitarnos para la vida eterna. Además, no hay ninguna otra revelación
pública que se pueda esperar antes de la Parusía [DV 4].

4) Además, la revelación efectuada en la historia se relaciona con la manifestación de Dios


en el universo. En el texto célebre de Rm 1, 19s., la constitución Dei Verbum manifiesta no
solamente (como la constitución Dei Filius) la posibilidad de un conocimiento de Dios por la
razón humana a partir de las realidades creadas, sino también y, principalmente, por el
testimonio que Dios da de sí mismo en las criaturas. Refiriéndose, por otro lado, a Jn 1,3,
recuerda que Dios creó todas las cosas por el Verbo. Gracias a estas dos observaciones
bíblicas [DV 3] se establece una ligazón interna entre revelación histórica (Jn 1,3) y
manifestación de Dios en la creación (Rom l,19s.). Se evita además el uso de la palabra
supernaturalis con la expresión salus superna propia de los Padres y de los teólogos
medievales.

Aquí aparece el concepto de revelación del Vaticano II de una manera muy breve con un
cambio de perspectiva claro y límpido. Del neutro “cosas reveladas” y “bienes divinos” [revelata y
bona divinal, como calificativo de la revelación se pasa, citando el mismo texto, a la “revelación” y
al “Dios que se revela así mismo” [revelatio y Deum seipsum revelavit: DV 5-6]. El carácter más
personal y cris- tocéntrico queda claro, así como la dinámica trinitaria de todo el proceso revelador

3
[DV 2; 4]. La autoridad de la Iglesia se sitúa como subordinada a Jesucristo [DV 1; cf. n° 10].
Además, el carácter sacramental de la Revelación nos hace notar la nueva perspectiva que ha de
asumir el tratado de los signos de credibilidad (milagros, profecías...), más que pruebas al margen
de su sentido, son signos o gestos que, iluminados por la Palabra, se convierten en significativos»
(P.251).

Marta da unas explicaciones finales (FALTA COMPLETAR)

***

S-ar putea să vă placă și