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3.1.

La ciencia normal
Ninguna disciplina científica surge ya como ciencia normal, sino que debe pasar
por una etapa pre-científica. Esta fase se caracteriza por la falta de un marco teórico
general, un cuerpo doctrinal sólido y consolidado —llamado “paradigma” por Kuhn—
que guíe las investigaciones. En este período no se puede hablar de trabajo
científico en sentido propio. Un ejemplo de esta etapa se puede ver el desarrollo
histórico de la óptica. Las investigaciones sobre esta disciplina se remontan a la
antigüedad y sin embargo, su estudio solo llegó a configurarse como ciencia en el
siglo XVIII.
No hubo ningún período, desde la antigüedad más remota hasta fines
del siglo XVII, en que existiera una opinión única generalmente
aceptada sobre la naturaleza de la luz. En lugar de ello había
numerosas escuelas y sub-escuelas competidoras, la mayoría de las
cuales aceptaban una u otra variante de la teoría epicúrea, aristotélica o
platónica. Uno de los grupos consideraba que la luz estaba compuesta
de partículas que emanan de cuerpos materiales; para otro, era una
modificación del medio existente entre el objeto y el ojo; todavía otro
explicaba la luz en términos de una interacción entre el medio y una
emanación del ojo; además había otras combinaciones y
modificaciones. Cada una de las escuelas correspondientes tomaba
fuerza de su relación con alguna metafísica particular y todas
realzaban, como observaciones paradigmáticas, el conjunto particular
de fenómenos ópticos que mejor podía explicar su propia teoría [Kuhn
1996: 12-13].
Durante el período pre-paradigmático, las teorías no son capaces, por sí solas, de
dar lugar a la formación de un paradigma; requieren la ayuda de algunos factores
externos a la ciencia en cuestión, como son: la inspiración de una corriente filosófica
dominante, los descubrimientos de otra ciencia, o alguna circunstancia personal o
histórica que impulse al científico a comenzar una investigación bien delimitada que,
después de un período más o menos largo de estudio, dé lugar a un paradigma. A
estos factores se unen un conjunto de creencias metodológicas y teóricas
integradas que permitan elegir, valorar, y criticar la información que se ha ido
recogiendo a lo largo del tiempo. «Para ser aceptada como paradigma, una teoría
debe parecer mejor que sus competidoras; pero no necesita explicar, y en efecto
nunca lo hace, todos los hechos que se puedan confrontar con ella» [Kuhn 1996:
17-18].
Una vez constituido el paradigma se inicia la etapa de ciencia normal, en la que la
actividad de los científicos está dirigida a ofrecer criterios para formular y
seleccionar los problemas que deben resolverse de acuerdo con las herramientas
conceptuales e instrumentales de las que se dispone. Su finalidad, por tanto, no es
resolver problemas sociales apremiantes, sino permitir el rápido progreso de la
ciencia normal. Durante este período se trabaja en aquellos terrenos en los que se
supone que ya existe una solución. De modo que el reto de los científicos es
encontrar el camino para alcanzar ese resultado.

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