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DE MADRES Y DE HIJAS: UNA DECONTRUCCION NECESARIA PARA

ENFRENTAR EL PATRIARCADO.
Marcela Bosch1
Resumen:
He tenido que cuidar y sostener a la niña herida que
había en mí. He tenido que acunarme y protegerme y
como Nicodemo nacer de nuevo. Y en este renacer he
encontrado a mi madre, también niña e indefensa,
ansiando ser acunada tal vez por mí...

Las palabras que anteceden son parte del proceso que he realizado como: mujer, feminista y
teóloga durante 30 años de trabajo con mujeres desde una perspectiva de género.
Los procesos que las mujeres hacemos hacia nosotras mismas posee variados y sorprendentes atajos.
Por lo dicho sostengo la dificultaad de avanzar en nuestra concienciación de género en pos de terminar
con el patriarcado, si primero no desandamos la ruta de un solo carril que lleva a la madre a través del
padre, afin de tener un pacto entre las mujeres-ahora sí sin Leviatán.
La relación entre madres e hijas se presenta como el espacio menos cultivado de la sociedad,
una conflictividad que se ha naturalizado y se trasmite sin más de generación en generación. La madre
no es reconocida como sujeto y, la hija, a su vez, tampoco lo es. Este supuesto “conflicto” es la génesis
de la separación de las mujeres entre sí.
Propongo abrir un circulo hermenéutico que, partiendo de nuestra propia relación madre-hija,
pueda: sospechar, teorizar y de-construir, desde el marco teórico feminista, los diferentes mecanismos:
sociales, filosóficos, políticos y religiosos que, a lo largo de la historia, cimentaron con sus discursos y
representaciones simbólicas a fin de romper la primera diada madre-hija y a través de ella desgarrar la
alianza de sororidad entre mujeres.
Palabras llaves: Patriarcado. Maternidades. Religión. Género. Educación.

Las palabras que anteceden son parte de mi procesocomo: mujer, feminista y teóloga a lo largo
de 30 años de trabajo con mujeres desde una perspectiva de género. Durante esos años he observado
que la relación entre madres e hijas se presenta como el espacio menos cultivado de la sociedad. Una

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Centro de Escucha y Resiliencia (CERP), Buenos Aires, Argentina.
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Seminário Internacional Fazendo Gênero 11 & 13th Women’s Worlds Congress (Anais Eletrônicos),
Florianópolis, 2017, ISSN 2179-510X
conflictividad naturalizada y transmitida sin más de generación en generación. La madre no es
reconocida como sujeto y la hija, a su vez, tampoco lo es. Este supuesto “conflicto”, a mi entender, es
la génesis de la desunión de las mujeres entre sí y, en consecuencia, obstaculizaría los pactos de
amistad que implican, tanto reciprocidad, como autonomía y lucha política conjunta en pos de la
equidad.
A modo de tesis, sostengo: - el criterio separatista y excluyente entre madre-e hija abona el
mito de la enemistad entre mujeres, factor cualitativo en el afianzamiento y perdurabilidad del
patriarcado. Adhiero a las palabras de Simone de Beavouir (1974) cuando expresaba que el feminismo
es una manera de vivir inividuamente y de luchar colectivamente. Por lo dicho,impele que, como
feministas, revisemos nuestras prácticas particulares y donde se asientan las mismas,
problematizándolas para avanzar en el aporte hacia el conjunto de las mujeres.
Este“rodeo”imprencindible se conviete enun largo proceso individual en cuyo origen encontraremos
para reever y sanar la relación con nuestra madre.
Propongo en primer lugar,escrutar con ahinco la relación verdadera, no la construida en nuestra
imaginación,para encontrar a nuestra madre, la real y no a “la madre” anhealada según los parametros
patriarcales.
En una segunda instancia, deberíamos avanzar hacia la de-construcción de nuestra relación
concada hija donde, seguramente si nos lo permitimos, encontraremos maravillosas sorpresas a fin
deconsolidar una genealogía que jamás debió resquebrajarse.
Es preciso despojarnos, quedarnos desnudas de tanto capital simbólico recibido,para poder
deconstruir estas relaciones junto con nuestros sentimientos. Abordándolas con una mirada crítica y un
eje nodal: no dejar ni un sólo ladrillo impuesto por el patriarcado que impida el camino hacia la
autonomía de las mujeres.
Soy consciente, por experiencia, que propongo un sendero arduo y sinuoso.Las más de las
veces, solitario e incomprendido por muchas compañeras feministas. Sin embargo, si es que queremos
realmente debilitar al patriarcado, esta es una viainsoslayablepara nosotrasen nuestro doble rol de hijas
y madres de hijas.
A partir de lo dicho, invito a conformar círculos hermenéuticos entre mujeres partiendo, en
primer lugar, de las propias experiencias en la doble adscripción señalada. Desde allí, se convoque a
sospechar, teorizar y de-construir los diversos mecanismos: sociales, religiosos, filosóficos y políticos.

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A lo largo de la historia, estos mecanismos sirvieron para educar con sus discursos y cimentar con
representaciones simbólicas la ruptura de la primera diada madre-hija. Y, a través de ella,
obstaculizaron la alianza entre mujeres.
Finalmente, sugiero que se vuelva a la propia vida implementando siempre creativas formas de
affidamento en la elación hija-madre-hija y con nuestras compañeras de ruta2.

Un largo camino a recorrer


La idea de aspirar a una sociedad sin opresión para las mujeres no es nueva. Tampoco lo han
sido las estrategias llevadas a cabo sistemáticamente por el movimiento feminista a lo largo de tres
siglos de existencia. A fin de debilitar al patriarcado, se marchó con pasos firmes e imparables
orientados a roer los sustratos de la opresión subyacentes en la cultura, sustentada por una ideología
que menoscaba a la humanidad en su conjunto.
Los feminismos introducen, más allá de sus diferencias, una mirada crítica sobre un mundo
patriarcal y su equivocada lógica de las desigualdades de género a las que, tanto de manera positiva,
como negativa, insiste en mostrar como surgidas de la naturaleza, obviando así las producciones
culturales donde las mismas se asientan.
Lo cierto es que, las militantes, filósofas, teólogas y antropólogas -entre otras disciplinas- han
aportado desde sus diferentes marcos teóricos, para desmantelar estas supuestas "verdades
inmutables”.
La teología feminista, aunque tardíamente, sistematizó su pensamiento y, para no quedar al
margen de estas luchas, buscó nuevos horizontes de comprensión intentando escuchar sin temor: “las
voces de las mujeres”, eco de sus conflictos, sus luchas, sus miedos y estrategias de vida. Quienes
adscribimos a esta teología bregamos para que las voces ocupen el centro de la reflexión y se yerguen
como datos de revelación cimentando nuevas y más equitativas relaciones de género.
Buscando nuevos y siempre renovados caminos de comprensión a mi militancia feminista y a
mi identidad cristiana, sumé lo que he dado en llamar: mi deber ético-pedagógico. El mismo consiste

2
“El affidamento femenino elaborado por las feministas de la mujeres” (Librería de Mujeres de Milán, 1991). Y que Rivera
Garretas (1994) ha definido: “el affidamento no consiste en un pacto de amor, ni tampoco de magisterio jerárquico o de
poder social: aunque puede darse entre una joven y una vieja, la relación de affidamento ha sido practicada y pensada como
una relación entre adultas”.

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en promover la educación en equidad entre los géneros, recorriendo los senderos ondulantes, pero no
intransitables que llevan hacia la autonomía, la autovaloración y la auto percepción de las niñas,
jóvenes y mujeres.
En mi tesis de doctorado titulada: “El poder de la Sumisión”, a medida que realizaba el análisis
del CORPUS -surgido de la interacción en los grupos focales- y profundizaba en sus contenidos,
advertía que en el discurso de las jóvenes hijas -ahora devenidas en madres a causa de su incipiente
embarazo-tanto en el plano denotado, como en el connotado, aparecían con fuerza: “las voces de las
madres”. Muchas veces estas eran voces silenciosas o silenciadas por las hijas. Voces no escuchadas,
para no rememorar historias de sufrimiento, romper alianzas con sus padres, o repetir historias de
maltrato.3
Me pregunté:-¿cómo hacer para no caer en la tentación de aceptar e impregnar mi mirada con la
cultura psique instalada en la sociedad,que culpa a la madre de todas las desgracias de la hija?
La metodología de la sospecha vino en mi auxilio. Visibilicé entoncesla cadena transmisora
entre madres e hijas y cómo la cultura patriarcal se interponía entre ambas,utilizando
disímilesmaniobras de desunión.De las cuales la más sobresaliente seimplementa a poco de nacer la
hija, aislándola de su madre,aduciendo que la desunión contribuirá alcrecimiento de la niña.
Nuestras civilizaciones hacen de “su orden simbólico patriarcal” un dispositivo privilegiado
para ejercer su violencia simbólica hacia las mujeres.
La gran paradoja a la que el mundo asiste y acepta, cuasi como “verdad revelada”, consiste en
sublimar hasta el hartazgo a la maternidad pero, para que las hijas crezcan sanas psíquicamente deben
alejarse de sus madres (IRIGARAY, 1992).
Al decir de Simone de Beauvoir (1974): el patriarcado ha distorsionado la relación de la madre
con la hija, porque la primera debe entregarla a una cultura que está definida por el varón, en donde la
mujer es un ser inferior.
Para Victoria Sau (1996, p.38): “la diada madre-hija fue separada, prohibida, rota a partir del
matricidio original y el inicio del tabú del incesto a favor del sexo masculino”. Lo cierto es que la
relación entre madres e hijas se convierte en el espacio menos cultivado de la sociedad. La madre no es
reconocida como sujeto y la hija, a su vez, tampoco lo es. Ambas deambulan buscándose, perdidas en
la cultura entre-varones, se cruzan sin mirarse siquiera, mientras corren presurosas a atenderlos.
3
Pocas eran las madres que afloraban en el relato como la de Mariana quien acudio al equipo del hospital con el fin de
solicitar ayuda para su hija. (Serie: Argentina, S. R. G.F: 1 )(BOSCH, 2001, p.222).
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En las palabras de Ying-Ying.St.Clair una de las cuatro madres chinas protagonista de las
historias que narra en su libro Amy Tan (1994), “El Club de la Buena Estrella” encontramos un reflejo
de lo dicho:
Durante todos estos años mantuve oculta mi naturaleza, deslizándome como una pequeña
sombra para que nadie pudiera atraparme. Y, como me movía con tanto sigilo, ahora mi hija no
me ve. Sólo ve una lista de compras, su cuenta corriente sin saldo, el cenicero torcido sobre una
mesa recta Y quiero decirle que estamos perdidas, ella y yo, ni nos ven ni nos vemos, ni nos
oyen, ni oímos, los demás nos desconocen...
...No me perdí a mí misma enseguida. Restregué el rostro a lo largo de los años para eliminar
mi dolor, de la misma manera en que el agua desgasta las tallas en piedra. No obstante, hoy
puedo recordar la época en que corría y gritaba, en que no podía quedarme quieta. Es mi
recuerdo más antiguo: contarle mi deseo secreto a la Dama de la Luna, y como olvidé lo que
deseaba, ese recuerdo ha permanecido oculto para mí durante años. Pero ahora recuerdo el
deseo y veo con nitidez los detalles de aquél día, tan claramente como veo a mi hija y la
estupidez de su vida 4(TAN, 1994, p.78).

Las mujeres “se han perdido a sí mismas” como lo han expresado las autoras Irigaray (1992),
Hierro (1994) y Sau (1994), entre otras. Parafraseando a Ana María Fernández (1984), las mujeres se
han exiliado de sí mismas, y yo agregaría, no sólo de la palabra.5 Y, en la soledad del exilio, han
encontrado como única salida: “la maternidad”. Una maternidad obturada por el patriarcado que no
supera el hecho de que la madre está condicionada para no amar a las mujeres, existiendo tan sólo
como mediadora en la reproducción.
La madre in-visibilizándose, se prepara para amar y servir al orden patriarcal cumpliendo la
función de portadora de los bienes de la cultura, es decir, de la “ley del padre”.6Mediación que Victoria
Sau expresa en la fórmula: [m=f(p)], madre en función del padre y define de esta manera:

Al quedar fagocitada la Madre, ésta quedó enmudecida en el seno del Padre, en todo caso,
patético portavoz suyo, de su orden patriarcal portadora de los bienes culturales de aquél, entre
los cuales está el que haya dejado de existir. Posiblemente habla por boca de ganso, pero en
este caso el ganso tiene poder. Nunca se ha demostrado que el que tiene el poder sea en todos
los sentidos el mejor (SAU, 1994, p.49).

4
Cuatro mujeres chinas se reúnen en San Francisco para jugar mah-jong, disfrutar la comida china, recordar el pasado,
contar sus historias. June Woo una de las hijas desea independizarse y convertirse en una mujer moderna; al morir su
madre, vuelve hacia el mundo de sus ancestras y al redescubrir la historia de su madre, comprende el pasado de ésta y el
vacíoqueexitía entre las dos. Las hijas de las amigas de su madre, también realizan el mismo proceso.
5
Frase acuñada por Ana María Fernández y que utiliza en la Mujer de la ilusión y otros artículos, que yo me permito
parafrasear.
6
La paternidad es pues la ley de los padres, la que dice en cada sociedad y en cada momento cómo se van a regular las
relaciones de éstos con sus hijos e hijas. La paternidad decide que hijos van a vivir y cuales van a morir.Victoria SAU.
Diccionarioideológico feminista. p.235.
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La madre tiene que socializar a su hija para que se subordine al varón y, si la hija desafía las
normas patriarcales, es probable que la madre defienda las estructuras patriarcales contra su propia hija
(SAU, 1994).
Las culturas del entre-hombres nos han privado de una relación madre-hija, que no sea a través
de los padres.
Los procesos realizados por las mujeres hacia nosotras mismas poseen variados y sorprendentes
atajos. Es notorio como muchos encuentros de la madre con su hija se da cuando esta ha pasado la
línea que la convierte en madre.¡Qué cruel burla del destino el de las hijas, que deben convertirse en
madres para dejar de ser huérfanas de madre!
El imaginario social ha sublimado la escena, cuando dos mujeres unidas en la función maternal
eternizan el momento mirando ambas hacia el niño. Curioso entramado donde las miradas de ambas no
pueden encontrarse si no fuera por el camino obligado del “modelo patriarcal”. ¡Curioso que este
momento sublime sea posterior al mayor dolor físico que la biología nos haya preparado! Pasaje del
parto, canal certero donde se ratifica el rito de institución:- ¡ahora usted es madre!.Tomo aquí el
sentido de instituir como consagrar, santificar un estado de cosas, un orden establecido. Piere
Bourdieu, acerca del rito señala: trae una esencia social que se vive como derecho pero, también, como
un “deber ser”.7
Yo asocio el rito de institución a un imaginario alimentado por el texto Bílbico de Gen 3,
conocido como la consecuencia de la caída.Pasaje internalizado desde pequeñas por las jóvenes-
madresy al que tantas veces refieren en los grupos. Así lo expone Carolina:- Y de ahí el hombre tenía
que ganar el pan de cada día y la mujer tenía que sufrir cuando tiene un hijo y la víbora tendrá que
arrastrarse siempre. También dice, tendrás que clamar al Señor.8
Lo dicho, me lleva a reflexionar: -si los creyentes pregonan la co-creación de los seres
humanos, nosotras, las mujeres, tendremos que afirmarnoscomo co-creadoras.

7
Por otra parte, para Bourdieu(1989), el enunciado: -¡ahora es lo que tiene que ser!, constituye la fórmula que somete a la
magia performativa de todos los actos de institución, un indicativo que pasaría a comportarse como imperativo, que se
impone adelante de todos porque, en definitiva, el rito de institución es un acto de comunicación en el cual alguien es
notificado de su identidad.
8
Carolina es una joven de 16 años que ha participado en los grupos focales que, con motivo de mi tesis doctoral realicé en
la Maternidad Sardá. (BOSCH, 2001)
6
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Planteo generar una constante mirada crítica que desmantele “la unìvoca función maternal”9y,a
la vez aliente las maternidades: no culposas, libres, creativas y liberadas, opuestas a la maternidad de
un sólo carril que aleja a las mujeres de sí mismas construyendo su subjetividad a partir del “ser para
otros”.
Al decir de Marcela Lagarde, la maternidad unívoca y biológica envuelve a las mujeres en lo
que la autora define como el cautiverio de la maternidad patriarcal.10

La relación madres-hijas-mujeres como camino ético-feminista.


Transformar la maternidad en el cuerpo de la mujeres, convertir a la misma en un derecho y un
poder nuevo para acrecentar la relación entre madres e hijas es una tarea para la ética feminista
liberadora.
Es sabido que a las mujeres se las insta a dar vida, para responder a un orden moral del cual son
excluidas o, a lo sumo, se las convierte en ciudadanas de segunda dentro del mismo.Se valora la vida
del neonato, supuestamente de ambos sexos, pero se desconoce el derecho de las niñas a ser admitidas
con el mismo estatus que su hermano en el seno de la sociedad.
En el discurso se valora la vida, pero se excluye en la práctica de los espacios de poder político
y eclesial a las mujeres que cumplen “la función sacrosanta”- para ellos- de dar vida.
El resultado de estas prohibiciones deriva en la primera paradoja señalada por Lucy Irigaray
(1992):- en las religiones no encontramos representaciones o referencias a la diada madre-hija. Pero,
en cambio, sí circula la idea de que la relación entre los hijos y su madre es la más íntima, profunda y
presumiblemente indestructible que existe.15
La vía de un solo carril de la maternidd, ya señalada, invisibiliza a la mujer bajo la figura
sacrosanta del hijo desde el primer instante que recibe la noticia de la maternidad. En el breve lapsus
de nueve meses,la gestantegozará como sujeto de un tiempo kairológico que se circunscribe al epacio
de su útero. Ella pensará en que,finalmente posee un estatus superior. Sin embargo, incurre en un
grasoerroral no percibir que, una veznacido el niño,sobre todo la niña, además deinvisibiliarse, tendrá
que advenirse a la ruptura para siempre con su hija.

9
Que opera sirviendo a los intereses de la sociedad patriarcal y resta poder real a las mujeres.
10
Marcela Lagar de define Cautiverio como la expresión político-cultural de la condición de la mujer. Las mujeres están
cautivas de su condición en el mundo patriarcal. Ver: pag.18 y sig. Cautiverios de las mujeres.
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Sólo quien se adviene a una maternidad sacrificial y sumisa gozará en tanto madre del hijo
varón de un espacio más resguardado pero, igualmente subordinado.Mientras que con la hija,deberá
convertirse en pedagoga de un camino moralizante hacia la domesticación de la niña.11
Las madres invisibilizadas del cristianismo
Tal vez, muy pocas veces, nos detenemos a pensar que, como lo ha afirmado Adrienne Rich, el
vínculo madre-hija quizás es el más importante entre las mujeres. Resonante el flujo de energías entre
dos cuerpos biológicamente semejantes, uno de lo cuales ha descansado en amniótico éxtasis dentro
del otro para dar a luz al otro y que, por otra parte, éste es muy pocas veces celebrado en la religión y
la cultura patriarcal (CHRIST, 1994).

El cristianismo celebra la relación del padre con el hijo y de la madre con el hijo, pero la
historia madre -hija se encuentra desaparecida. Así mismo también en la literatura y en la
sicología patriarcal, las madres y las hijas rara vez existen (CHRIST,1994, p.171).
Vivimos bajo un sistema genealógico exclusívamente masculino. El A.T da pruebas
contundentes de lo dicho.12
Lo cierto es que, la utilización de textos bíblicos como estrategias: a) de exclusión de las
mujeres y b) de interpretaciones androcéntricas, son dos modalidades utilizadas en las iglesias
cristianas.
Con el fin de avanzar en la temática que nos convoca realizamos una lectura atenta hacia la de-
construcción de los textos. Damos paso a una hermenéutica- apertura de sentido-esta nos aleja de una
lectura , opacada por un sesgo falocéntrico que refuerza la vision de la maternidad en f=P, como se ha
definido.
Pondremos nuestro esfuerzo a fin de desarticular el proceso trascendente a otros planos
superiores del orden simbólico cultural, para asírecuperar los fueros maternos junto a nuestros
derechos.
Para evitar la entrega de la hija que, casi parecería insoslayable, Irigaray (1992), propone
operar en el orden de los símbolos cotidianos. A modo de ejemplo insta a que se coloquen fotos en las
habitaciones de la casa conservando las genealógicas femeninas y que se emplee el plural femenino,
palabras y frases para intercambiar con las hijas. También propone enseñar que él es él y ella es ella, y

11
“La domesticación de la niña: frase que me permito tomar de Graciela Hierro dándole mi propio sentido para este escrito
pero que, señala una moral tradicional de la cual las mujeres somos objetos, nunca sujetos.
12
El patriarcado como la falocracia que lo acompañan son, en cierta forma, mitos que por falta de distanciamiento llegan a
considerarse el único orden posible, ignorando otros ordenes posibles.
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que no pueden ser identificados sólo por sus acciones y sus roles. Habla a sí mismo de disponer un
espacio exterior propio que les permita moverse madre- hija dentro y fuera de ellas mismas, de ser para
ser sujetos libres.13
La madre está presente en el lenguaje de manera diferente para las mujeres que para los
varones. El tema es abordado por la autora en muchos de sus textos, realizando en ellos un llamado
perentorio:

“Debemos, además, encontrar, rencontrar, inventar las palabras, las frases que nombran la
relación más arcaica y más actual con el cuerpo de la madre, con nuestro cuerpo, las frases que
traducen la unión con su cuerpo, el nuestro, el de nuestras hijas. Debemos descubrir un
lenguaje que no se sustituya por el cuerpo a cuerpo, como intenta hacer la lengua paterna, sino
que lo acompañe, palabras que no excluyan el cuerpo sino que hablen del cuerpo” (Zamboni,
2000, p.45).

El desafio consiste nada más ni nada menos que, en re-crearnos madre/hija a nosotras
mismas...¡Y esta vez sin pecado original!

Reinventar un espacio - El círculo de iguales


Dice Mary Hunt (1994) que la amistad entre mujeres es un antídoto contra el patriarcado.Y, los
vínculos de las mujeres construyen redes que facilitan la difícil tarea de la supervivencia. Por otra
parte, llama la atención sobre el hecho de que la amistad entre mujeres existió siempre, pero ha sido el
patriarcado quien se ha encargado de eclipsarla.
En el círculo se logra un tiempo de armonía basado en la confianza. Se comparte el flamante
goce de escucharse mutuamente y, se abre la posibilidad de pactos, pero ahora sí, ¡sin Leviatan!
Es innegable que la amistad implica para las mujeres tanto reciprocidad, como autonomía, pero
esta no ha sido fomentada. Antes bien, la sociedad en su conjunto ha limitado a las mujeres
promoviendo en ellas una sola manera de relacionarse y expresar su amor.
Vuelvo a utilizar un texto bíblico como ejemplo de manipulación del campo simbólico para
ratificar lo dicho.El texto bíblico de Ruth y Noemí, tomado del A.T. En el mismoson protagonistas dos
mujeres demostrándose cariño y respeto en medio de vicisitudes. Ruth le dice a Noemí: -Donde quiera

13
La iconografía no es un tema tan abordado dentro de la teología feminista, como ya lo está siendo dentro del feminismo.
Una buena lectura y uso de los símbolos sería de gran utilidad, a mi entender, para posibilitar una apertura hacia nuevas
hermenéuticas transformadoras- no- sexista y no violentas.
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que tú vas iré yo, y donde quiera que vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi Dios.
Donde tú mueras, moriré yo y allí seré sepultada (Ruth 1, 16-17).
¡Hermoso texto! No existe en el A.T una relación como esta. Sin embargo, su significado de
amistad fue falseado. Disfrazado finalmente el amor y la entrega entre dos mujeres, por el seguimiento
y la sumisión a un varón. La iglesia católica no dudó en agregar una manipulación más a su larga lista
de estrategias en pos de subordinar a las mujeres cuando, en la liturgia de casamiento, pone las
palabras de Ruth en boca de la novia/esposa dirigiéndoselas al novio/marido.
Una ética feminista saca a la luz estas cuestiones y las pone en palabras, se aleja con ello
claramente de las estrategias utilizadas por los guardianes del orden y la moral.
Yo me permito imaginar una ética que invite a las mujeres mayores junto a mujeresmás
jóvenes, a construir, a su ritmo,su propio poder. Para que el mismo no sea ni mayor, ni menor que otro,
sino distinto. Y, con capacidad de efectuar los cambios necesarios para que las aguas no se estanquen y
broten dentro de ellas y circulen nuevas ideas, amistades y poderes...
Al fin de cuentas las feministas sabemos que son las viejas y las nuevas rebeldias la que
sustentan cotidianamente nuestras prácticas.

Pautas para trabajo en grupos


Algunas preguntas y pautas desde donde partir en reuniones de grupos de mujeres:
- ¿En qué medida la educación de la hija -más allá de la madre, es decir dentro de su ser situado en la
sociedad patriarcal- obstruye la diada primera?
- ¿Es posible desplegar una maternidad que posibilite el fluir autónomo y emancipador de la relación
entre madres e hijas sin intentar cambiar el orden simbólico en que la misma se inscribe?
- ¿En qué medida el orden patriarcal alimenta el terror a la anomia de la madre frente a la hija?
-Poner bajo sospecha la afirmación de la maternidad se realiza solo desde parámetros subjetivos,
siendo negados los condicionamientos del marco conceptual, simbólico de la sociedad patriarcal.
-Visibilizar el androcentrismo con el cual se mira, espera y marca la relación que las mujeres
mantienen entre sí y su vinculación con la primera diada madre-hija.
-Plantear el uso pedagógico de la creatividad para intentar una maternidad con pautas propias que
habiliten una existencia más libre y equitativa para las mujeres.

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-Sospechar sobre los dispositivos de poder-género utilizados por la religión cristiana tendientes a
controlar y enmarcar las experiencias de la maternidad de las mujeres.
-Propiciar el affidamento a partir de la escucha activa conformando grupos de mujeres, como base de
una educación hacia nuevos pactos entre nosotras.
-La implementación de la herramienta de la sospecha sobre los discursos que instalan la relación
madre-hija como constructo inamovible de deseos y odios impuestos por el patriarcado.
Me atrevería a reafirmar finalmente, que el proceso que las mujeres hacemos hacia nosotras mismas
posee variados y sorprendentes atajos.
Y, es en este sentido, que vuelvoa refrendar las palabras con las que di comienzo a este escrito.

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Teología: con la tesis: “EL Poder de la Sumisión”- Una mirada desde la ética feminista militante y
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Of mothers and daughters: a much-needed deconstruction to face the Patriarchy

Abstract:
I had to nourish and sustain the wounded child in me. I had to cuddle and
protect myself and, like Nicodemus, be born again. And in this rebirth, I found
my own mother, also a helpless child, yearning to be cuddled perhaps by me….
The previous words are part of the development I have made as a woman, a feminist, and a theologian
in my thirty years of working with women from a gender perspective.
The developments that women do for themselves have diverse and surprising shortcuts. For that
reason, it will be too difficult to improve our gender consciousness in order to dismantle the patriarchy,
if we do not walk back on the one-way road that leads to the mother only through the father, so that we
can make covenants between women, now at last, without Leviathan.
The relationship between mothers and daughters appears as the less nurtured space in society, a
naturalized conflict that is transmitted as such from one generation to the next. Mothers are not
recognized as subjects, consequently, neither are daughters. This made-up “conflict” is the genesis of
the typical separation among women.
My proposal consists of opening a hermeneutical circle that, starting from our own mother-daughter
relationship and using the feminist theoretical framework, may suspect, theorize, and deconstruct the
different social, philosophical, political, and religious mechanisms that, throughout History, have been
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Seminário Internacional Fazendo Gênero 11 & 13th Women’s Worlds Congress (Anais Eletrônicos),
Florianópolis, 2017, ISSN 2179-510X
the groundwork for the rupture of the first dyad mother-daughter. This rupture enabled the patriarchal
system to rip apart the covenant of sorority among women.
Keywords: Patriarchy- Maternities- Religion- Gender-Education

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