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Guillermo Rochabrún
El SEPIA -o, mejor dicho, sus integrantes- da por sentado que el agro
«existe». ¿Pero es así realmente? ¿Es «así de fácil»? ¿Qué entienden
por agro los (las) agraristas en el Perú, y en general en todas partes?
Sospecho que la pregunta puede tomar por sorpresa a más de uno (a);
esto es normal cuando un supuesto subyacente de un determinado
tópico pasa a ser objeto de reflexión, y sin previo aviso.
Aquí deseo sostener, en primer lugar, que la noción de agro es
una construcción conceptual (y también una realidad) conformada
desde la ciudad en razón de su propia dinámica y en virtud de sus
propias necesidades.
4. A su vez, cada uno de estos grupos puede ser sumamente heterogéneo. Estu-
diando comunidades cusqueñas, Gonzales de Olarte y Kervin constataban “la persis-
tencia de una brecha importante... entre cooperativas o medianos agricultores capita-
listas de un lado y minifundistas comuneros del otro... Esta brecha en las técnicas
utilizadas y en las productividades se observa también entre campesinos de la misma
comunidad” (véase GONZALES DE O., Efraín y otros: La lenta modernización de
la econo-mía campesina. Diversidad, cambio técnico y crédito en la agricultura andina.
Lima: IEP, 1987, pp. 77-78). Sin embargo, hay que distinguir entre brechas
cuantitativas y diferencias en cuanto a sistemas de producción -concepto este último
no tan ambicioso como el de “modos de producción”, pero que con un calibre más
adecuado apunta en el mis-mo sentido.
5. Así, decía Efraín Gonzales: “Debe estar claro que la comunidad campesina
como organización económica hace parte de la estrategia de sobrevivencia de campe-
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¿Y CUÁNTO SABEMOS?
CONOCIMIENTO Y DESCONOCIMIENTO
Los estudios que tienen que ver con el agro forman un mar insonda-
ble. Como lo muestra el encargo que el SEPIA ha encomendado a
distintos especialistas para esta quinta reunión, sería imposible para
una sola persona otear -ya no digamos entender cabalmente- esta
inmensa bibliografía. Y sin embargo, o quizá por eso mismo, cabe la
siguiente pregunta: ¿qué conocimiento tenemos de este inmenso obj-
eto de estudio luego de todo ello? ¿Sabemos más que antes? ¿Cono-
cemos mejor? ¿Entendemos «qué pasa en el campo». En tal sentido,
11. Una incursión por la teoría de los sistemas podría proporcionar algunos ele-
mentos de análisis muy útiles al respecto. En un texto a ser publicado por el Centro
de Estudios Regionales (antes Rurales) Andinos Bartolomé de Las Casas del Cusco
(“Campesinos ‘full-time’: Se buscan. Organización social y productiva, demografía y
tecnología”), me he atrevido a sostener que el Perú es una sociedad «dual». El fondo
de la argumentación es la persistencia de distintos principios de organización econó-
mica y social.
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12. Por mi parte sigo convencido de que la ciencia, aun si no pudiera ser sintéti-
ca, debe seguir tratando de ser sistemática y, por tanto, acumulativa. Por ello no pue-
de existir ciencia sin memoria, sin un registro de lo afirmado y de lo negado, de los
acuerdos y las discrepancias. A la vez, la ciencia es el campo por excelencia -junto con
la política- del debate y la discrepancia. Ambos procesos, consustanciales al mundo
científico, descartan toda ilusión de constituir universos de conocimiento sin vacíos
ni contradicciones. Pero también dejan fuera de lugar la indiferencia ante el trabajo
¿MIRANDO EL CAMPO CON OJOS URBANOS? 29
EN SUMA