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Desde siempre, el estudio del comportamiento humano, las acciones que el hombre realiza, su modo
de actuar sobre sí mismo, los demás y la naturaleza, ha sido objeto de debate y frecuentemente la
discusión ha tomado rumbos equivocados, cuando no extremistas y unilaterales.
Dos aspectos han sido consistentemente manejados, y en el devenir del discurso científico, han
tomado diversos significados y naturalmente diverso peso valorativo; la cuestión podría plantearse del
siguiente modo: ¿La actuación del hombre es producto de “algo interno” o de “algo externo?” En otras
palabras: ¿Es cosa de herencia o ambiente, es algo biológico o social, el hombre nace o se hace?
En el estado actual del conocimiento científico hay un acuerdo general en que el comportamiento
humano es producto tanto de la herencia como del ambiente (como una ecuación: personalidad=fx)
sabiendo que estos dos factores causales no se adicionan, sino que se relacionan como multiplicador
y multiplicando; si alguno de ellos tuviese un valor de cero, no habría personalidad.
Pero el asunto en cuestión es mucho más amplio y complejo. A efecto de aportar elementos para
enriquecerlo y dilucidarlo, desarrollaremos brevemente los siguientes tópicos:
Debemos tener presente el concepto fundamental que identifica a la personalidad como una
estructura dinámica de elementos biológicos, psicológicos y sociales totalmente interdependientes.
A todos los elementos de índole biológica, genéticamente determinados, con frecuencia se les
conoce bajo la denominación genérica de TEMPERAMENTO. Tal concepto corresponde “a lo interno”
que comentábamos líneas arriba.
La actividad del ser humano ¿corresponde a pautas biológicas genéticamente determinadas? Si así
fuera, todos nosotros independientemente de nuestra nacionalidad, época, condición
socioeconómica, sexo, edad, etc. nos comportaríamos de modo muy similar.
En contra de este argumento se alza la voz de quienes pugnan por la supremacía de lo social, lo
ambiental, lo aprendido, “lo externo” como se apuntaba antes.
Retomando la exposición del temperamento, cabe aquí preguntarnos ¿”Bien, pero de qué pautas
biológicas estamos hablando?” Porque no podrá negarse que el tipo de cabello, color de ojos, forma
de labios, ojos y nariz y hasta el largo de los dedos forman parte de nuestro patrimonio genético y No
por ello determinan nuestro pensamiento, nuestras pautas de desarrollo y convivencia social.
a) Constitución somática y morfológica: estatura, peso, complexión física, estructura ósea (ténganse
presente las tipologías de Kretschmet y Sheldon, entre otros).
b) Sistema Endocrino, las glándulas que actúan sobre el equilibrio orgánico vertiendo en la sangre
sustancias especiales (hormonas) que controlan gran parte del dinamismo biológico del ser
humano (téngase presente aquí las ideas de los “humores” de Hipócrates y especialmente lo
estudiado en el Primer Bloque).
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UNIDAD DIDÁCTICA: PSICOLOGÍA – FASE I
c) Composición del Plasma Sanguíneo. El torrente circulatorio como encargado de llevar nutrientes
y oxígeno a todos los demás órganos y sistemas del cuerpo humano.
d) El Sistema Nervioso considerado con razón el substrato de nuestra vida psíquica y de nuestra
personalidad. En un individuo, el número de neuronas, la velocidad del impulso nervioso, la
presencia de neurotransmisores, el correcto funcionamiento de los hemisferios cerebrales, así
como de las distintas “zonas”, y demás estructuras centrales y periféricas, son condiciones
determinantes para cualquier conducta. Por esto en el lenguaje popular atribuímos al sistema
nervioso la mayor parte de las manifestaciones conductuales como son: la emotividad, la
impulsividad, el entusiasmo, la cólera, la tenacidad, la agresividad, etc.
El olvido de que el humano posee estructuras, fisiología, y anatomía similar a otras especies y que
nace como el más indefenso y dependiente de los mamíferos, ha llevado a equivocaciones respecto a
la importancia y determinación de lo “externo” y lo “interno”.
(TEMPERAMENTO)
(CARÁCTER)
0 AÑOS ADOLESCENTE ADULTO
El anterior esquema significa que, en los primeros estadíos de la vida de un individuo, las pautas de
conducta y reacciones frente a la realidad dependen casi exclusivamente de sus factores heredados
(lo biológico – lo “interno”). Es decir, el temperamento es dueño absoluto de como reacciona y
relaciona con su medio ambiente. Las funciones corporales más diversas (adaptativas) están regidas
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por patrones incondicionados, en donde las estructuras subcorticales (similares a otros mamíferos
desarrollados) asumen pleno dominio y control.
Las funciones del sistema nervioso autónomo – con sus divisiones simpática y parasimpática – son
casi totales dueñas del comportamiento general de cualquier sujeto.
Un niño pequeño “es como es”, y no puede hacer nada al respecto. Así es su temperamento, así es
su herencia, “así nació”.
Los valores culturales, las normas sociales, las pautas de convivencia, las creencias religiosas, etc,
(“lo externo aprendido”) va sustituyendo a las pautas “instintivas”, el determinismo social va
sustituyendo al determinismo biológico, dando paso así a la expresión más altamente humana: su
carácter.
En el adulto entonces, las pautas de conducta, sus reacciones generales, frente a la realidad, ya no
dependen tanto de su temperamento, sino más bien de su carácter (lo externo, lo aprendido, lo
social).
Por supuesto que instintivo “lo irracional”, lo biológico, permanece siempre, nunca desaparece, pero
ahora es controlado, guiado, moldeado por las pautas que nos da el aprendizaje social.
Comprendamos entonces el temperamento como la fuerza básica que mueve cualquier desempeño
del ser humano; y el carácter como guiador y regulador de tal fuerza.
Debemos prontamente hacer notar que este proceso de pasar de lo biológico a lo psicosocial, de lo
innato a lo aprendido, de un comportamiento irreflexivo a otro reflexivo, es algo lento, de muchos
años, penoso y no excento de estancamientos, pasos en falso y hasta dolorosos retrocesos.
Y esto lo podemos observar más fácilmente en los recién nacidos. Aún dentro de lo similar y casi
homogéneo de su comportamiento, si vemos más de cerca y con detenimiento, podremos observar
sutiles pero reales diferencias aún en condiciones ambientales idénticas.
Algunos lloran más y más fuerte que otros, duermen más y con variados períodos de sueño que
otros, comen más que otros, permanecen más tiempo en vigilia, mojan más sus pañales, pesan y son
más grandes que otros, sudan más, etc.
Y si estudiamos aspectos más internos, más genotípicos, las diferencias se hacen más notorias; así:
la capacidad de secretar adrenalina varía de individuo a individuo, lo mismo sucede con la insulina,
número de glóbulos rojos y blancos, frecuencia cardíaca, capacidad respiratoria, largo de huesos,
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Todos estos aspectos entonces, nacen con nosotros. Y determinan una enorme variedad de
conductas. La biotecnología, no obstante, ha comenzado a hacer importantes avances, y lo que antes
se afirmaba: “el temperamento no cambia” ahora es debatible.
Con frecuencia, no obstante, los “educadores” (papás, maestros, guías espirituales, etc.) no toman en
cuenta los aspectos temperamentales de cada individuo y entonces el proceso de socialización y
aprendizaje puede volverse complicado, tortuoso, pudiendo dejar incluso secuelas negativas para un
buen desenvolvimiento personal-social.
El temperamento nunca desaparece, puede ser controlado, inhibido, modificado en sus pautas de
expresión, pero no eliminado. Mientras más carácter desarrollemos más dominio tendremos sobre
nuestro temperamento; pero ello no es garantía total de que siempre, en todo momento y
circunstancia, nos desenvolvamos y comportemos como auténticos “seres civilizados”.
Por ello, ante una situación que provoque un desajuste emocional y que se manifiesta con un
estallido de cólera por ejemplo- cualquier individuo puede abandonar sus normas, principios y
decálogos de conducta y actuar simple y sencillamente como un mamífero más (o como comúnmente
decimos “se nos salió el apellido”)
Así mismo, ante una situación de peligro o gran tensión, un individuo con fama de fuerte, dominador,
“muy macho”, puede derrumbarse y mostrarse como alguien débil, manipulable y hasta cobarde.
Otras situaciones en donde puede mostrarse nuestra real conducta temperamental, son aquellas en
donde por diversos factores internos o externos, la corteza cerebral no está funcionando
adecuadamente y entonces, las subestructuras cortinales – lo mamífero en nosotros – funcionan por
su cuenta, sin control consciente (alcoholismo, drogadicción…)
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Kretchmer, luego de múltiples observaciones a la constitución morfológica de los sujetos creó tres
tipos constitucionales: Leptosómico, atlético, pícnico.
Sheldon, tomando como base el desarrollo de las hojas blastodérmicas del embrión humano
organizó tres tipos: Endomorfo, mesoformo, hectomorfo.
Hipócrates (460 a.C.), con sus ideas de los “humores internos”, de algún modo se adelantó a los
descubrimientos del sistema hormonal y dividió a los individuos en cuatro grupos
temperamentales, clasificación que no obstante su antigüedad, es aún muy popular; sanguíneo,
flemático, colérico, melancólico.
SANGUÍNEO: Individuos vivos, movibles, cambian con frecuencia de impresiones, reaccionan con
rapidez a los acontecimientos del medio ambiente, soportan relativamente bien los fracasos y
contratiempos.
FLEMÁTICO: Individuos lentos, inconmovibles, con tendencias constantes, cuyos estados de ánimo
los manifiesta poco al exterior.
COLÉRICO: Sujetos rápidos, explosivos, capaces de entregarse a un asunto con gran energía, pero
desequilibrados, tendencias emocionales violentas, cambios bruscos en el estado de ánimo.
MELANCÓLICO: Mas o menos lentos, sumamente sensibles a los acontecimientos del medio, se
ofenden fácilmente y reaccionan con mucha debilidad al exterior.
Un último autor que ha venido de algún modo a reformar las ideas de Hipócrates es el Fisiólogo
ruso Iván Pavlov, quien para explicar las diversas conductas de los individuos recurre a los
procesos fisiológicos de la actividad nerviosa del cerebro.
No existe un temperamento “bueno o malo”, simplemente son diferentes y todos tienen aspectos
tanto positivos como negativos que debemos educar y sacarles el mejor provecho posible.
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En realidad los tipos de temperamento no se dan en “estado puro”: generalmente se presenta una
combinación de varios tipos.
Concluyamos afirmando entonces, que el hombre, cualquier hombre, todos los hombres, nacen, pero
luego…se hacen. O dicho de otro modo: “El Homo Sapiens, nace, el Ser Humano, se hace”.
LRDLR/ngp
Julio/2014