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Proyecciones
demográficas
y
del
número
de
egresados
del
Sistema
de
Educación
Superior
Durante la primera década del siglo XXI continuará profundizándose el proceso de la transición
demográfica, al extenderse hacia las entidades federativas que hasta ahora se han quedado
más rezagadas en este proceso. Estas transformaciones demográficas tendrán,
presumiblemente, dos importantes efectos sobre la evolución esperable del mercado laboral de
los profesionistas durante la década:
De acuerdo con las proyecciones, para ese año se registrarán entre 302 mil y 335 mil
egresados de licenciatura, y entre 42 y 47 mil de posgrado, para totalizar entre 345 mil y 382 mil
egresados, lo que representaría una tasa media anual de crecimiento de entre 4.3% y 6.1%
medio anual entre el año 2000 y el 2006 (Cuadro 1.3). La extrapolación al 2010 permite apreciar
que el intervalo de las proyecciones se acrecentaría, ya que cabría esperar que los egresados
de licenciatura serían del orden de entre 345 mil y 426 mil personas, y de entre 51 mil y 63 mil
los de posgrado, para totalizar entre 396 mil y 489 mil egresados hacia finales de la década.
La magnitud esperable de egresados, respecto al número de nuevos entrantes a la PEA, en el
período 2000-2006 representaría entre el 30.8% y el 32.6%, y para el período 2006-2010
acrecentarían su participación a entre 38.6% y 45.7%. Ello quiere decir que, para el primer
período, alrededor de uno de cada tres nuevos entrantes a la fuerza de trabajo sería egresado
de instituciones de educación superior, en tanto que para el segundo período, cerca de la mitad
de tales entrantes tendría estudios superiores, lo que en términos a priori parecería ser
considerablemente elevado, especialmente si se tiene en cuenta que durante los noventa sólo
uno de cada cuatro nuevos entrantes anuales a la fuerza de trabajo tenía estudios superiores.
Esta calificación de las proyecciones permite suponer que la cota superior de las proyecciones
de egresados a partir del año 2006 tendrían que revisarse a la baja, tal vez a la luz de nuevas
metas educativas que establezcan las autoridades del ramo a principio del siguiente sexenio.
Para el 2006, el crecimiento económico implicado por los diversos escenarios demandaría un
aumento en la creación de empleos totales remunerados, para alcanzar los 36.7 millones bajo
el E1; 38.4 millones bajo el E2 y sólo 35.2 millones bajo el E3, lo que significaría un crecimiento
medio anual de 2.1%, 3.0% y 1.5% respectivamente con respecto del año 2000; sólo bajo el E2
se reduciría la informalidad y el desempleo, no así de materializarse los otros dos escenarios.
Para el año 2010, el empleo remunerado total alcanzaría los 41.6 millones de puestos de
trabajo de materializarse el E1; 46.7 millones bajo el E2 y sólo 38.5 millones bajo el E3. Dada
una PEA esperada para ese año de 49.3 millones de personas, en términos gruesos la
proporción de empleo no remunerado y/o desempleo descendería bajo los primeros dos
escenarios (15.6% bajo E1 y sólo 5.3% bajo E2) y se mantendría elevado en cerca de 22% de
darse E3 (cuadro 2.4).
A partir de las trayectorias económicas y del empleo remunerado implicadas por los escenarios
descritos, se proyectó el número de profesionistas ocupados que podría registrarse en el 2006 y
en el 2010. Así, de poco más de 3.7 millones de profesionistas ocupados registrados por el
Censo de Población para el año 2000, se esperaría que para el 2006 los profesionistas
ocupados alcancen una cuantía cercana a 5.2 millones bajo el E1; a 5.4 millones bajo el E2 y
de sólo un poco más de 5 millones bajo el E3, lo que implicaría tasas promedio anual de
crecimiento de 5.6%, 6.3% y 5.0% respectivamente. En un contexto de mayor plazo, de
prolongarse las trayectorias económicas hasta el 2010, se daría ocupación a cerca de 6.4
millones de profesionistas bajo E1; a cerca de 7 millones bajo E2 y a un poco menos de 6
millones bajo E3, lo que implicaría crecimientos anuales compuestos de 5.4%, 6.4% y 4.8%
respectivamente (Gráfica 2.3).
Las proyecciones indican que la creación de puestos para los profesionistas mexicanos seguirá
siendo durante la presente década notablemente mayor que la creación de puestos
remunerados, tanto entre 2000 y 2006 como entre 2000 y 2010, como sucedió durante la
década de los noventa, si bien a tasas diferenciales dependiendo del dinamismo que pudiese
registrar el crecimiento de la economía mexicana. Ello continuará teniendo repercusiones
enormes sobre el mercado de trabajo en general y en el de profesionistas en particular, en la
medida en que los profesionistas que entren a la fuerza laboral durante la década continuarán
desplazando a los entrantes con menores niveles educativos. Además, para el mediano plazo
(2000-2006) cabría esperar que continúen reduciéndose en términos relativos los puestos de
trabajo en ocupaciones profesionalizantes, y acrecentándose las no profesionales,
especialmente de concretarse los escenarios E1 y E3. En el largo plazo (2000-1010) tal proceso
continuaría sólo de materializarse el E3, pero se frenaría bajo el E1 y se revertiría bajo el E2: de
ahí que resulte de suma importancia para el desempeño del mercado laboral de profesionistas
en México, la trayectoria que siga la economía nacional en los próximos años.
Se prevé asimismo que las oportunidades de empleo para los profesionistas mexicanos a lo
largo de la presente década, continúen concentradas en el sector servicios de la economía, con
un perfil similar --aunque con variaciones marginales-- al que se tenía en el 2000, en el cual,
pese a diferencias notables en el dinamismo implicado por los diversos escenarios, las
manufacturas mexicanas no recobrarán la importancia como creadoras de puestos
remunerados para los profesionistas que se tenía, por ejemplo, al inicio de la década de los
noventa. De resultar acertadas estas predicciones, la hipótesis del impulso a la economía del
conocimiento se vería cuestionada, en ausencia de una verdadera coordinación de las políticas
de educación superior (incluyendo el posgrado) y de desarrollo científico y tecnológico, con el
objeto de incorporar mayor valor agregado a nuestras exportaciones.
La estructura del crecimiento del empleo de profesionistas será relativamente similar entre
escenarios, tanto en el mediano plazo (2006) como en el largo plazo (2010). Así, aunque con
dinamismos diferentes entre los escenarios, las trayectorias de mayor crecimiento económico
favorecerían más el aumento en la ocupación de profesionistas en unas carreras que en otras.
Pese a ello, se prevé la continuación de la concentración del empleo de profesionistas a lo largo
de la presente década, toda vez que los egresados de sólo 15 carreras concentrarán más de
cuatro quintas partes del empleo de profesionistas. En el otro extremo, un número relativamente
extenso de carreras --16 en total-- concentrarán menos de 2% del empleo de profesionistas, es
decir, no representarán importancia en términos cuantitativos en materia de oportunidades de
empleo para los egresados del SES.
Las trayectorias de crecimiento económico implicadas por los escenarios de prospectiva ponen
de manifiesto que cabría esperar, aunque con diferente dinamismo en la creación de empleo,
que se privilegiará la demanda de profesionistas con posgrado, en ciencias educativas y
humanidades, en ciencias sociales y administrativas y en ingeniería y tecnología. Para finales
de la década algunas de estas áreas de estudio serán las que ocupen el mayor número de
profesionistas mexicanos, y en algunos casos como en las ciencias agropecuarias y en
ingeniería y tecnología, una proporción mayoritaria se empleará en ocupaciones muy poco
relacionadas con el campo de su especialidad.
Equilibrio entre la Oferta y la Demanda de Profesionistas
De los análisis de las tendencias de mediano plazo apuntadas en relación con el saldo total, es
decir, la oferta neta total menos la demanda neta total, resultan destacables tres conclusiones
principalmente:
c. en cualquiera de los escenarios, sin embargo, el número de plazas que cabría esperar se
abran en ocupaciones de "calidad" será notoriamente menor que la cuantía del flujo de
oferta de egresados, lo que significa que parte importante ellos tendrán que emplearse en
ocupaciones que reclaman menores exigencias de calificación que para las que fueron
capacitados mediante estudios universitarios; por tanto, se espera que continúe la tendencia
a la homogeneización de las remuneraciones reales entre los diversos grupos
ocupacionales. Para el largo plazo (2000-2010) se agudizarían las tendencias anteriores
(Gráficas 3.1 y 3.2).
Lo anterior es válido para la mayoría de las carreras profesionales que se han analizado en el
examen prospectivo del mercado laboral de profesionistas en México. Al respecto cabe señalar
lo siguiente:
Lo anterior quiere decir que, en términos cuantitativos, y sin considerar la calidad de los
empleos, a mediano plazo (2000-2006), aún en el más favorable de los escenarios de demanda
(E2), y dadas las previsiones de la SEP en cuanto al número de egresados (oferta geométrica),
tres de cada cuatro carreras se encontrarán en (2000-2006) una situación de oferta neta
excedente de egresados, lo que constituye la mayoría significativa; de mantenerse las
tendencias hasta el 2010, en esa situación se encontrarán 4 de cada 5 carreras. De presentarse
escenarios de demanda menos favorables, el por ciento de carreras con excedentes de oferta
aumentaría todavía más. Lo anterior sugiere que el mercado de profesionistas, durante la
primera década del nuevo siglo permanecerá largamente ofrecido en la mayoría de las carreras,
lo que señala la conveniencia de revisar las metas de matrícula y de egresados, especialmente
en el largo plazo.
Tomando como base los escenarios de más probable materialización en el mercado laboral, un
número muy elevado de carreras (41) registrarán excedentes medio y altos de oferta vis à vis la
demanda que se genere en ocupaciones profesionalizantes, de las cuales en 13 de éstas,
consideramos que adoptarán un carácter crítico, entre las que se incluyen las siguientes:
Administración, Contaduría, Ingeniería en computación y sistemas, Formación docente en
educación básica, Derecho, Ingeniería mecánica e industrial, Medicina, Ciencias políticas y
administración pública, Pedagogía y ciencias de la educación, Ingeniería eléctrica y electrónica,
Ciencias de la comunicación, Mercadotecnia, y Arquitectura. En estas carreras se concentrarán
los mayores excedentes absolutos y relativos de oferta de profesionistas con licenciatura, los
cuales podrían quedar en el desempleo abierto o, en el mejor de los casos, encontrar empleo
en ocupaciones de poca "calidad", es decir, de carácter no profesionalizante, lo que implicaría
índices de subempleo de profesionistas de considerables proporciones. En una situación menos
crítica estarían los egresados con posgrado, de los cuales sólo 1 de cada 5 estará desocupado
o se empleará en ocupaciones de baja calidad. Las perspectivas a largo plazo (2010)
acentuarán más todavía las condiciones adversas que se esperarían en el mercado laboral,
aunque en este caso, de concretarse el E2, las condiciones adversas se mitigarían sólo
marginalmente.
El análisis por áreas de estudios sólo confirma las tendencias anteriormente apuntadas, en el
sentido de que, aunque con más intensidad en el mediano que en el largo plazo, los mayores
excedentes se registrarán en áreas vinculadas con las ciencias exactas, como las de Ingeniería
y tecnología y las de Ciencias naturales y exactas, y los menores índices de redundancia se
registrarán para los profesionistas que egresen con Posgrado durante la década.
De ser acertadas estas previsiones, el mercado laboral daría poca preferencia a las áreas de
estudio vinculadas con el desarrollo tecnológico del país, lo que pareciera ser consecuencia de
la escasa integración de los programas de ciencia y tecnología que se impulsan en la economía
mexicana, posiblemente a consecuencia del carácter maquilador y/o cuasi maquilador de
nuestra industria manufacturera de exportación, que no lleva a cabo de manera doméstica
actividades de innovación tecnológica, sino que su actividad en este renglón consiste,
principalmente, en la adaptación de la tecnología que proviene de los países avanzados,
especialmente a través de la inversión extranjera directa.
Como puede apreciarse, las perspectivas del Sistema de Educación Superior (SES) son
sumamente complejas y se verán influidas por factores demográficos, económicos y educativos.
Hasta hace dos décadas, el crecimiento del SES era el objetivo principal de las autoridades del
ramo, sin embargo, hoy en día, el gran desafío para los tomadores de decisión es consolidar el
sistema conjuntando esos tres factores.
Entorno socioeconómico
Las proyecciones a los años 2006 y 2010 muestran que varias carreras tenderán a desaparecer
por la falta de demanda de sus egresados. Sin embargo, será necesario tomar en cuenta, que
en algunos casos existe una diferencia entre la demanda de profesionales y especialistas que
se manifiesta en el mercado de trabajo y aquella que busca responder a una necesidad social
que, por distintos factores, no se refleja siempre en términos de oportunidades laborales para
los egresados. Por ejemplo, no parece admisible que en un país con litorales tan grandes como
el nuestro, desaparezca la carrera de Ciencias del mar como sugieren las tendencias de
egresados de instituciones de educación superior. Es posible que en los programas
relacionados con el mar y sus recursos, lo que proceda sea abandonar la prioridad otorgada
hasta ahora a la producción pesquera (que sólo es promisoria en muy contadas regiones del
país) y buscar nuevos programas orientados a otras muy variadas formas de explotación de los
recursos marinos, desde los que están relacionados con el turismo, hasta aquellos vinculados
con la producción petrolera en nuestros litorales, incluyendo los impactos ambientales
correspondientes. En el mismo sentido, tampoco es lógico que con tantos problemas de
contaminación de aire, suelo y agua, la demanda de especialistas en ecología sea tan baja y
además tienda a disminuir.
La participación del sector educativo en las definiciones de las políticas de desarrollo industrial
parecen también ser urgentes. El sector dinámico de la economía, el sector exportador, se ha
fortalecido en gran parte con el esquema de maquila, el cual requiere de mano de obra obrera y
técnica, pero que da muy poco trabajo a profesionistas. Por otra parte, se hacen pocos
desarrollo tecnológicos, por lo que finalmente los ingenieros no encuentran empleo. Sin
embargo, el fortalecimiento de un país requiere un desarrollo industrial, y todos los indicadores
internacionales en la materia muestran la importancia de aumentar el número de estudiantes y
egresados de las carreras de ingeniería, situación altamente contradictoria con la dificultad que
tienen los ingenieros en ser absorbidos por el mercado de trabajo profesional.
Otro campo donde parece ser urgente construir nuevos puentes entre los programas educativos
y las políticas sectoriales es en el Sector Salud. En un país con problemas tan complejos --en
parte porque deben atenderse simultáneamente enfermedades típicas de países desarrollados
como las que son comunes a los países pobres--, es difícil aceptar que la tendencia lleve, en el
mejor de los escenarios, a un exceso de más de 100,000 médicos para el año 2010, es decir de
un muy alto porcentaje de los egresados de esa carrera que se espera formar en los próximos
años. Estas proyecciones sugieren la necesidad de revisar cuidadosamente tanto la política
educativa como la política de salud. Esa revisión conjunta dará los elementos necesarios para
modificar la orientación de los programas existentes, incluyendo, en su caso, las formas en las
que se hace la selección de los aspirantes y los mecanismos a través de los cuales se reparten
los servicios médicos a lo largo y ancho del país. Podría ocurrir, por ejemplo, que sea
recomendable crear incentivos nuevos a los programas que se orientan a la medicina familiar y
la atención de problemas de salud de pequeñas comunidades urbanas y rurales, así como
seleccionar adecuadamente a los participantes con un interés real de vivir en esas localidades.
Paradójicamente la medicina familiar y la medicina comunitaria no están entre las
especialidades más demandadas por los estudiantes, en buena parte por el futuro económico y
laboral relativamente poco promisorio que les espera.
Un caso similar se presenta con los egresados de la carrera de Agronomía, en la cual las
proyecciones muestran que su flujo se agotará a lo largo del sexenio, dadas las tendencias
poco favorables de la demanda de este tipo de profesionistas a lo largo de la década de los
noventa, provocadas por los cambios institucionales que se registraron en los sistemas de
asistencia técnica por parte de la secretaría del ramo. Será necesario un involucramiento de la
SEP con esas autoridades para restablecer dichos servicios de asistencia agrícola y que esta
carrera registre un repunte en los próximos años, contrario a lo apuntado por las proyecciones.
En los casos mencionados a título de ejemplo, como es el caso de las carreras relacionadas
con los recursos marinos, la contaminación del aire, la tierra y el agua, las ingenierías o con el
sector salud, lo que se sugiere es que las autoridades educativas participen activamente en el
establecimiento de las políticas públicas específicas y que se establezcan marcos en los que la
generación de empleos para egresados del sistema de educación superior se vuelva un
elemento necesario para la aprobación de los planes de desarrollo sectorial.
En efecto, las políticas públicas en los diferentes sectores de la economía podrían constituir un
gran estímulo al desarrollo de la educación superior si generasen empleos para los egresados
de las instituciones del SES. Por ejemplo, una política efectiva de desarrollo de la ciencia y la
tecnología podría incluir un capítulo relativo al número de empleos que se estima podrían
generarse anualmente para los científicos e ingenieros que se forman en las universidades, en
aquellas áreas consideradas prioritarias para el país que tengan perspectivas de demanda
laboral. El presupuesto asignado al desarrollo de la ciencia y la tecnología podría incluir,
además de los apoyos a los investigadores (becas) y a las investigaciones (financiamiento), un
cierto monto para nuevas plazas en las universidades e instituciones que realicen investigación
en los campos definidos como prioritarios en el ámbito nacional.
Lo mismo podría decirse de políticas sectoriales en otros campos: la expansión del sector salud
podría incluir un presupuesto para nuevos puestos en especialidades y regiones consideradas
importantes para el desarrollo de ese sector; la modernización del campo podría tener un
capítulo relacionado con los agrónomos, biólogos, administradores, etc., que se requerirán en
los próximos años en las instituciones públicas y privadas especializadas en asuntos rurales, y
el desarrollo del sector de la construcción podría contener una estimación de los empleos que
se crearán para ingenieros, arquitectos y otros especialistas de muy diversas disciplinas
involucrados en ese sector.
Revisar las metas de cobertura de educación superior del grupo de edad de 19-23 años
establecidos por la SEP a la luz de la posibilidad de absorción de los egresados por el mercado
de trabajo.
El hecho de que una proporción creciente de los jóvenes que se integran por vez primera al
mercado laboral, posea estudios universitarios, como ocurrirá a medida en que se cumplan las
metas de cobertura planteadas en el Programa Nacional de Educación, (2001-2006)
profundizará las tendencias de desplazamiento de los que tienen una menor formación
(ocupando puestos para los cuales no se requieren tantos años de escolaridad), en
ocupaciones en actividades informales y/o de emigración de personas calificadas hacia otros
países, principalmente Estados Unidos.
Las tendencias mostradas en el estudio indican que un gran número de egresados de las
instituciones de educación superior podrían ubicarse en el futuro en ocupaciones no
profesionales, por lo que una formación muy especializada no les será útil. Una posible
respuesta a este problema consiste en disminuir el grado de especialización de ciertos
programas, además de crear licenciaturas de carácter más general, orientadas a la adquisición
de competencias genéricas, que facilitarían a quien las obtenga, previa capacitación específica,
su integración al mercado de trabajo o, en su caso, a estudios especializados. Lo anterior
podría ser una respuesta a aquellos jóvenes que no tienen una vocación clara respecto a lo que
desean estudiar y que tienen el talento y la voluntad para emprender estudios superiores. Se
trataría de licenciaturas en ciencias, ciencias sociales, ciencias biológicas, humanidades o
artes, algunas de las cuales podrían tener un carácter propedéutico para algunas formaciones
especializadas que se impartirían en nivel de Posgrado.
Es claro que los poseedores de un título de educación superior con estas características no
podrían tener una licencia de ejercicio de alguna profesión como actualmente está establecido
en la Ley de Profesiones. Tal como lo sugeríamos ya en el primer capítulo, para asegurarse que
los profesionistas que ejercen ciertas profesiones que requieren estudios de licenciatura
altamente especializados o más años de estudios que los contemplados en una licenciatura,
será recomendable modificar la Ley de Profesiones y al igual que en otros países, otorgar, en
algunas disciplinas, licencia de ejercicio profesional sólo con mayores grados académicos
(maestrías o doctorados) o con sistemas de certificación profesional por parte de los colegios
profesionales u otras instancias.
Sería recomendable revisar los planes de estudio y establecer en las instituciones de Educación
Superior un nivel intermedio en los estudios de licenciatura. Este diploma serviría a varios fines.
En primer lugar, contribuiría a la progresiva aceptación social de los diplomas de estudios
superiores de duración variable y, sobre todo, a los que equivalen a aproximadamente dos años
de estudio. En segundo lugar, se enfrentarían los problemas de deserción y eficiencia terminal,
ya que los jóvenes que no desearan o no pudieran continuar con programas de cuatro años,
podrían tener un reconocimiento formal a estudios de menor duración. En tercer lugar, la
formación general inicial permitiría también regularizar los conocimientos y habilidades que
muchos jóvenes no logran dominar totalmente en la educación media superior. Finalmente, esta
modalidad de diplomas intermedios evitaría que estudiantes continuaran avanzando en sus
estudios, sin haber aprobado materias de las etapas iniciales de formación, poniendo en
ocasiones en dificultad la obtención de sus títulos profesionales.
El diploma intermedio podría estructurarse de dos maneras distintas. Una de carácter general,
que permitiera que los estudiantes adquiriesen los aprendizajes generales de una disciplina,
para posteriormente lograr en los siguientes años de la licenciatura una formación más
especializada. Por ejemplo, en el caso de ingeniería, en los dos primeros años, los estudiantes
podrían dominar los fundamentos básicos de la ingeniería, para en los años siguientes
consolidarlos y diferenciarlos en ingeniería civil, química o electrónica entre otras. La segunda
forma podría ser que los dos primeros años fuesen similares a los programas de profesional
asociado, es decir de carácter mucho más técnico y orientado a las necesidades del mercado
de trabajo. Aunque sería casi imposible que ambos esquemas pudiesen coexistir en una misma
institución, las grandes universidades podrían adoptar, por ejemplo, el primer esquema e
instituciones más orientadas a la formación profesional podrían adoptar el segundo.
A lo largo de este estudio, ha surgido la interrogante, sin que los datos nos permitan
demostrarlo, de si los egresados que no tienen trabajo en las ocupaciones profesionales tienen
problemas de calidad en su formación. La proliferación de instituciones de educación superior
privadas, y el gran crecimiento de algunas instituciones públicas ha llevado en muchos casos a
programas de calidad dudosa, los cuales necesariamente afectan las posibilidades de trabajo
de sus egresados.
Aunque con el tiempo, las propias condiciones de un mercado de servicios hará que la mala
calidad de estas instituciones las lleve a desaparecer, resulta necesario tomar en cuenta que la
demanda social de estudios superiores es tan alta, que debe existir un esquema formal que
permita asegurar, además del Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios, que los
programas alcancen la calidad suficiente para que sus egresados tengan la oportunidad de
participar en las ocupaciones profesionales.
Por ello, además del fortalecimiento de los requisitos formales para establecer nuevas
instituciones y programas de educación superior, será necesario que la sociedad pueda
conocer la calidad de los mismos. Para ello, se recomienda que se establezcan las bases para
la conformación de organismos de acreditación autónomos, los cuales, mediante procesos de
evaluación transparentes e indicadores y criterios representativos y claramente definidos,
acrediten programas de estudio. Estos procesos de acreditación podrían llevar también a una
clasificación de los programas existentes con base en su calidad, como sucede en los Estados
Unidos.
Todas las recomendaciones anteriores, si bien tienen una relevancia especial y se aconseja a
las autoridades del ramo su reflexión y posible puesta en marcha, no tienen más intención que
la de subrayar la importancia que representa para el SES el tomar en cuenta, en sus labores de
planeación y expansión, las perspectivas del notable excedente de oferta de egresados que
cabría esperar de continuarse con las tendencias observadas durante la década de los noventa
vis à vis con el comportamiento esperable de la demanda de los servicios de tales egresados.