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Un diálogo sobre religión

MARX, DURKHEIM Y WEBER

Maestria en Sociología
Teoría Sociológica I
Docente
Dr. Edgardo Rozas
Autora
Lic. Silvina Meritano
17/08/17
Un diálogo sobre la religión: Marx, Durkheim y Weber.

“El creador es creado por la criatura


y luego encantada, la criatura se postra
ante su propia creación y la diviniza”

“Al principio existía la Palabra


y la Palabra estaba junto a Dios
y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios
todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe” (Jn 1, 1-3)

Introducción
Empezar a pensar sociológicamente necesariamente nos vuelve solidarios con todos aquellos que
en algún momento de la historia de la humanidad se dejaron interpelar por preguntas poco
habituales para su época o sociedad. Se empeñaron en “desnaturalizar” aspectos de la vida que eran
presentados cómo dogmas, animándose a cuestionar ideas consideradas verdades absolutas y a
partir de estas operaciones, buscar nuevas respuestas que darían a su vez lugar a nuevas preguntas.
Solidarizarnos con ellos y sumarnos en una búsqueda activa de respuestas, no resulta una tarea fácil
ni cómoda, pero a aquellos que nos sentimos interpelados a participar en esta búsqueda, se nos
vuelve una necesidad ineludible.
A lo largo de la historia de la humanidad, numerosas disciplinas se han abocado a la reflexión
acerca de las religiones desde la teología, la filosofía hasta la psicología, encontrando este amplio
abanico también a la ciencia que nos interesa que es la sociología.
El tema que nos ocupa en el presente trabajo monográfico, es a mi entender uno de los más
conflictivos y controvertidos temas que pueden abordarse, ya que por sus mismas características, las
que pasaremos en breve a describir, suscita tanto adeptos como detractores acérrimos.
Recorreremos estas nociones acompañados de tres autores clásicos de la sociología, que más allá de
los años que nos separan, siguen resultando innovadores y enriquecedores para repensarnos y
repensar la sociedad, ellos son: Karl Marx, Emile Durkheim y Max Weber. Consideraremos algunas
de sus obras principales vinculadas a lo que posteriormente se denominará sociología de la religión,
tratando de encontrar las claves a través de las cuales pensaron el fenómeno religioso, identificando
sus divergencias, continuidades y confluencias.
Los tres autores reconocen la importancia vital que ha tenido la religión en la constitución de la
sociedad, si bien cada uno presentará aspectos únicos respecto de ella, algunos en clara oposición y
otros complementarios, no se podrá negar que este tema ha atravesado la vida de todos los pueblos
y cómo fenómeno social debe ser objeto de reflexión sociológica.
Estos tres autores considerados seminales en nuestra disciplina se han ocupado de manera
diferencial en analizar las religiones, algunos como Durkheim lo hicieron de manera directa como
un objeto en sí misma, además de tomarla asociada a otras temáticas como es el caso de “El
Suicidio”; Weber por su parte se ocupo de su análisis a través de su obra “La ética protestante y el
espíritu del capitalismo” en la que centró su mirada en cómo el protestantismo había ejercido una
influencia fundamental en la conformación de una ética que daría lugar a la instauración del
capitalismo. Otras obras relevantes para entender la perspectiva de Weber son: “La religión en
China: confucionismo y taoísmo”, “La religión de India: la sociología del hinduismo y budismo” y
“Judaísmo antiguo”. A su vez, Marx en su texto “Crítica de la filosofía del derecho de Hegel”
realiza una análisis brillante respecto del lugar que la religión ocupa en la reproducción de la
alienación y del sometimiento del proletariado. Posteriormente y sin dejar de posicionarse desde
una perspectiva crítica en su obra “La ideología alemana” analiza la cuestión de las religiones
considerando cómo el discurso dominante respecto de la misma, no daba lugar a considerar que las
clases oprimidas había convertido a las aspiraciones religiosas en un factor de resistencia y lucha
para el cambio social.
Así mismo, este análisis pretende considerar cómo las religiones aparecen como un elemento
esencial de construcción de la sociedad, puesto que su cualidad “normativa” resulta a nuestro
entender performadora de lo social. Sin la existencia de estas leyes que congregan a lo humano, lo
identifican y definen, no hay sociedad posible. Y más allá de la continuidad o extinción del
fenómeno religioso, este fue una herramienta fundamental a la hora de la constitución de las
primeras comunidades.

Capítulo 1: “La religión es el opio de los pueblos”

“El hombre hace a la religión, la religión no hace al hombre.


Pero el hombre no es un ser abstracto, agazapado fuera del mundo.
El hombre es el mundo de los hombres, el Estado, la sociedad.
Este Estado, esta sociedad, producen la religión,
una conciencia del mundo
invertida”
(Marx, 1844:8)

Al intentar caracterizar la perspectiva de Karl Marx sobre la religión, lo haremos a través de dos
textos que nos brindarán las claves para comprender la original perspectiva de este autor acerca del
tema que nos convoca. Propongo tomar como base tres textos fundamentales a mi entender, por un
lado “Crítica de la filosofía del derecho de Hegel” (1844), “La Ideología Alemana” (1845) y por el
otro “La cuestión judía” (1843).
Como primera nota para poder leer estos textos es necesario plantear la posición del autor respecto
del fenómeno religioso, para Marx la religión era un constructo social pues la sociedad es quién
produce la religión, que en su centro porta el germen de la reproducción de las clases dominantes.
La idea de crítica de la religión, es central para entender su perspectiva, pues reconoce que en ella
está la clave de la verdadera liberación. El autor plantea que la religión encierra la génesis del
engaño del hombre y lo deja sumido en la falsedad: la crítica de la religión desengaña al hombre
para que piense, para que actúe y organice su realidad como un hombre desengañado y que ha
entrado en razón (Marx 1844:1)
Asemeja la religión a la locura, en el punto de que el hombre que vive según sus preceptos los hace
guiado por la voluntad de otro, que lo condiciona y lo conduce desde afuera. El hombre religioso
vive en un permanente estado de alienación, sin saber porque ni para quién hace lo que hace. Sin la
posibilidad de sostener una crítica, el hombre queda atrapado frente a la incuestionabilidad del
dogma que viene a traer una verdad acerca de sí mismo, que le resulta ajena, cómo si se hablara de
otro. La voz que le habla al hombre a través de la religión, no es otra que las voces de la clase
dominante que vienen a traerle mediante el adoctrinamiento la promesa de la felicidad futura.
Al plantear que la religión constituye una “dicha ilusoria” de los pueblos, lo hace a sabiendas que
mientras ella exista, no habrá posibilidad de una dicha real, sino que ésta será entregada como
sacrificio de sumisión, frente a una promesa que nunca llegará. La promesa que una vez atravesado
este valle de lágrimas, nos espera otra realidad. Esta premisa que Marx brillantemente debate,
promulga la sumisión de los pueblos a la realidad cotidiana, dejándolos paralizados y a merced del
poder de la burguesía.
Y su propuesta frente a esto, es la crítica descarnada, dice:
“Se trata de no conceder a los alemanes ni un solo instante de ilusión y de resignación. Hay
que hacer la opresión real todavía más opresiva, añadiendo a aquélla la conciencia de la
opresión, haciendo la infamia todavía más infamante, al pregonarla” (Marx, 1844:3)
El pueblo no puede darse el lujo de descansar en estas creencias, pues no son ideas inocentes que
influyen sólo a nivel individual, sino que son el signo de algo más amplio.
Sin embargo, Marx en otra de sus obras “La ideología Alemana” realiza una extensa crítica a sus
contemporáneos particularmente a los hegelianos como Strauss, Feuerbach y Stirner por centrar sus
reflexiones en la crítica religiosa, la cuál plantea casi en los términos del proyecto ilustrado. A
simple vista pareciera que encontramos cierta contradicción en nuestro autor cuando dice:
“El progreso consistía en englobar las ideas metafísicas, políticas, jurídicas, morales y de
otro tipo supuestamente imperantes, bajo la esfera de las ideas religiosas o teológicas,
explicando asimismo la conciencia política, jurídica o moral como conciencia religiosa o
teológica y presentando al hombre político, jurídico o moral y, en última instancia, "al
hombre", como el hombre religioso. Partíase como premisa del imperio de la religión. Poco
apoco, toda relación dominante se explicaba como una relación religiosa y se convertía en
culto, en culto del derecho,culto del Estado, etc”.(Marx, 1974:17)
Es interesante develar algo de lo que aparece aquí, puesto que Marx plantea que al centrar el
análisis en los fenómenos religiosos, se pierden de vista aquellos aspectos estructurales que
subyacen a la religión, cuestiones que tienen que ver con los procesos de dominación, económica de
las clases populares frente a la burguesía. Y que la crítica como herramienta resulta válida pero que
es necesario pasar del análisis de las frases, de las palabras a la acción, a producir una
transformación y no limitarse sólo a una crítica discursiva:
“Pese a su fraseología supuestamente "revolucionaria", los ideólogos neohegelianos son,
en realidad, los perfectos conservadores. Los más jóvenes entre ellos (…) cuando afirman
que sólo luchan contra "frases" se olvidan de añadir que a estas frases por ellos combatidas
no saben oponer más que otras frases y que, al combatir solamente las frases de este
mundo, no combaten en modo alguno el mundo real existente” (Marx, 1974:18)
Finalmente esta crítica respecto de considerar la religión como el enemigo principal, podrá ser
comprendida cabalmente a mi entender, al considerar su texto “La cuestión judía”. Resulta
sumamente interesante, la perspectiva que nuestro autor plantea en este artículo, cuando sin dejar de
cuestionar la dominación que impone la religión y la necesidad de la emancipación de esta para
producir una transformación, establece el modo en que el Estado opera como límite de la
emancipación política, incluso en aquellos Estados, en los que no hay una religión oficial.
Al delinear el planteo de Bauer sobre “La cuestión judía”, Marx se pregunta acerca de la necesidad
del pueblo judío de acceder a derechos políticos que les eran negados por el Estado cristiano. Y
hace referencia a la existencia de una falsa dicotomía, pues dirá el verdadero problema no está en
que el Estado sea cristiano o laico, sino en las características propias del Estado como entidad al
referirse a la carencia:
“Pero como la existencia de la religión es la existencia de una carencia, la fuente de esta
carencia no puede ser buscada sino en el mismo ser del Estado. La religión ya no es para
nosotros el fundamento sino sólo el fenómeno de los límites que presenta el mundo (…)
Transformamos las cuestiones teológicas en profanas” (Marx, 1843:19)
Pensar que la emancipación total del Estado pasa por una emancipación religiosa, es decir de la
religión de Estado, es caer nuevamente en el error. Pues esta constituye solo un límite más y no la
esencia del problema del que Marx acusa al Estado. El abandono de la religiosidad del Estado, de
ningún modo implica el abandono de la religión por parte del hombre, sino que sólo se reduce a una
práctica privada e individual de la religión, que no resuelve verdaderamente el problema. Sino que
sólo viene a perpetuar el verdadero problema, el capitalismo.
Por lo que resulta esencial entender que la pretendida igualdad que se persigue ante la abolición de
la religión del Estado, deja a los hombres en el mismo estado de sumisión frente a las diferencias de
clases, genera una supuesta condición de igualdad que permite perpetuar en el poder a las clases
dominantes, cuyos privilegios de ningún modo se ven amenazados. Es interesante como Marx
recurre al ejemplo de Estados Unidos para sostener esta diferencia, pues en este estado que no tiene
religión oficial y que por lo tanto garantizaría cierta igualdad, podemos ver cómo el capitalismo se
iba afianzando y la diferencia entre las clases continuaba perpetuándose.
“La descomposición del hombre en el judío y el ciudadano, el protestante y el ciudadano, el
hombre religioso y el ciudadano, no es una mentira que atente a la ciudadanía, ni una forma
de esquivar la emancipación política, sino la emancipación política misma, la forma política
de emanciparse de la religión. En tiempos en que la sociedad burguesa está dando a luz
brutalmente el Estado político como tal, cuando la liberación humana de sí mismo trata de
realizarse en la forma de autoliberación política, entonces el Estado puede y debe avanzar
hasta suprimirla religión, a abolirla; pero sólo de la manera en que llega a suprimir la
propiedad privada, hasta el extremo de la confiscación y los impuestos progresivos; de la
misma manera que llega a suprimir la vida con la guillotina” (Marx, 1843: 24)
Capítulo 2: “La sociedad es a sus miembros lo que un dios a sus
fieles”

“Sin dudas nuestra cultura científica


nos permite corregir fácilmente los errores que el lenguaje
podría sugerirnos de este modo, pero la influencia de la palabra
debió ser todopoderosa mientras no tenía contrapeso”
(Durkheim 1912:135)

Intentaremos ahora delinear algunas de las ideas fundamentales de Emile Durkheim para entender
de qué hablamos cuando hablamos de religión. Para lo cuál tomaremos algunas ideas y pasajes de
dos de sus obras principales en los que trató este tema: “El suicidio” (1897) y “Las formas
elementales de la vida religiosa” (1912).
En el primer trabajo, el autor analizará las causas del suicidio el que propone abordar desde la
perspectiva sociológica. Indagará acerca de las causas sociales del suicidio por medio de
estadísticas de las tasas de suicidio de cada país, las cuales considerará diferencialmente por
religiones, grupos políticos, profesiones, familia, género, edad, etc. Aquí consideraremos
particularmente las causas que se vinculan a motivos religiosos. Durkheim sostiene que aparecen
evidencias estadísticas que dan cuenta que hay una mayor tasa de suicidios en protestantes, que en
católicos y en judíos. Esto puede comprenderse, según su análisis, en el tipo de organización y la
tendencia a la unidad que tienen los distintas agrupaciones religiosas. Los judíos cuentan con una
estructura religiosa y comunitaria fuerte, con lazos sociales intensos entre sus miembros y una
mutua dependencia, mientras que los protestantes tienden a dar mucha importancia al vínculo
individual con su dios y la presencia de la comunidad religiosa es mucho más débil que por ejemplo
en los católicos.
En este trabajo encontramos cómo germen la idea del autor y sobre la que girará la obra posterior,
las religiones son un elemento importante para la vida de las sociedades humanas precisamente
porque nos ligan a una comunidad y plantea la creciente secularización, que vio aumentar en su
época, cómo una fuente de preocupación:
(…) El suicidio progresa con la ciencia. No es ella la que determina este progreso. Ella es
inocente y nada hay más injusto que acusarla (...) el hombre trata de instruirse, y se mata
porque la sociedad religiosa, de que forma parte, ha perdido su cohesión. (Durkheim
1897:79)
En el segundo trabajo, “Las formas elementales de la vida religiosa” vemos una obra mucho más
madura y sistemática del autor, el cual presenta un análisis exhaustivo acerca de las formas
religiosas presentes en los grupos sociales más simples. Valiéndose de estudios antropológicos
considerará teorías presentadas por otros autores acerca del surgimiento de las religiones y de las
formas religiosas entre las que destacan el animismo, naturalismo y las religiones totémicas. Este
texto está plagado de bellos y lúcidos pasajes en los que se propone pensar sociológicamente acerca
de las religiones, se abocará a la búsqueda de los aspectos, que a modo de leyes, estarían presentes
en todas las formas religiosas desde las sociedades más simples, cómo es el caso de las formas
religiosas totémicas de los pueblos de Australia, para arribar a conclusiones válidas para las
complejas religiones de las sociedades modernas.
Al considerar su forma de organización social, señala que en esos grupos existía un vínculo
indisoluble entre religión y forma de organización, puesto que los pueblos australianos se agrupaban
en clanes: en ellos, “los individuos que lo componen se consideran unidos por un vínculo de
parentesco (…) que no proviene de (…) lazos de consanguinidad, son parientes (…) por el hecho de
que están colectivamente designados por una misma palabra” (Durkheim 1912:169). Esta palabra
que los identificaba este nombre se sumaba además a la presencia de un tótem, de rituales sagrado y
lugares de reunión y culto. La religión era la expresión de la conciencia colectiva, o si se quiere, la
fusión de nuestras conciencias individuales que se fragua, ella misma, una realidad propia.
Durkheim concibe a la religión como un sistema de ideas, símbolos, ritos y representaciones
colectivas que cumplen una función social. En relación a la función algunos autores especulan que
podría estar vinculada a la necesidad de los pueblos de la antigüedad de entender el mundo que los
rodeaba y aquellos fenómenos que les resultaban inexplicables. Frente a esto Durkheim nos
presenta un cuestionamiento: si la religión tenía tenía verdaderamente esta función ¿Cómo puede
seguir subsistiendo en la actualidad, cuando la racionalidad y el método científico han mostrado que
muchas de las explicaciones que esta brindaba son falsas o al menos inválidas? A partir de aquí
comienza el desarrollo de su tesis, la cuál plantea la existencia de “otra cosa” diferente al mundo
sensible que sostiene la necesidad humana de la religión:
“Supongamos que la religión responde a una necesidad muy distinta que la de adaptarnos a
cosas sensibles, no correrá riesgo de debilitarse por el hecho de que no satisfaga o que
satisfaga mal esta necesidad” (Durkheim 1912:144)
El autor va a postular que aquello que está más allá de la religión y que es en definitivamente su
fundamento, resulta ser ni más ni menos que la propia sociedad. Ella es la fuerza que limita el
comportamiento de los hombres, que le exige renuncias, que le impone normas y toda clase de
sacrificios para su permanencia. Pero el hombre se encuentra impedido de poder ver con claridad
que es la sociedad la que lo compele y lo influye.
Durkheim plantea que la religión estuvo en la base de todas las instituciones sociales de la
antigüedad por lo tanto se podría decir que las ciencias mismas han surgido de allí:
“Gracias a esta doble naturaleza la religión ha podido ser como la matriz dónde se han
elaborado todos los principales germenes de la civilización humana (…) Es así como las
técnicas y las más diversas prácticas, las que aseguran el funcionamiento de la vida moral
(derecho, moral, bellas artes) y las que sirven a la vida material (ciencias de la naturaleza,
técnicas industriales) están derivados directa o indirectamente de la religión” (Durkheim
1912:353)
Finalmente como se señaló una de las principales preocupaciones de Durkheim era el creciente
proceso de secularización, y se preguntaba acerca de qué constructo vendría a ocupar el lugar de la
religión cuando esta finalmente desapareciera, muchos de los autores de su época había vaticinado
el fin de las prácticas religiosas. Postulo en su análisis que, así como durante la Revolución
Francesa, nuevos símbolos había sustituido a las prácticas religiosas como la bandera, la patria, etc.
Surgirían nuevas formas que vendrían a ocupar la función social de la religión.
“Si la religión ha engendrado todo lo esencial de la sociedades es porque la idea de la
sociedad es el alma de la religión, las fuerzas religiosas son pues fuerzas humanas, fuerzas
morales. La religión lejos de ignorar a la sociedad real y de hacer una abstracción de ella es
su imagen” (Durkheim 1912:642)

Capítulo 3: “La experiencia de la irracionalidad del mundo ha sido


la fuerza motriz de todas las revoluciones religiosas”

“Por cierto, incluso con la mejor voluntad, la persona moderna


parece generalmente incapaz de imaginar la importancia
que tienen los componentes de nuestra conciencia
enraizados en las creencias religiosas sobre la cultura,
el carácter nacional y la organización de la vida”.
(Weber 1904:

Para trabajar el concepto de religión en Max Weber, nos centraremos en una de sus obras
principales, he ineludibles a la hora de analizar este autor, “La ética protestante y el espíritu del
capitalismo”. Weber contribuyó ampliamente a la sociología particularmente en el estudio de las
religiones con obras que trataban la cuestión del cristianismo, hinduismo, budismo y tahoismo pero
no desde un punto de vista abstracto sino atravesado por una idea fundamental, que es la búsqueda
de elementos que expliquen el desarrollo o no del capitalismo en diversas sociedades.
Podemos afirmar que “La ética protestante...”, es uno de los trabajos más icónicos y conocidos
respecto de la temática. En sus trabajos Weber indagó principalmente acerca de las ideas religiosas
y cómo estas resultan ineludibles a la hora de considerar las estructuras económicas de los pueblos.
Desde su inicio, este texto nos coloca frente a su verdadero objeto, Weber pretende considerar en
primer término al capitalismo, con sus causas y características principales. El objetivo de esta obra,
que él mismo expresará tiene que ver con:
“determinar la influencia de ciertos ideales religiosos en la formación de una mentalidad
económica, de un ethos económico, fijándonos en el caso concreto de las conexiones de la
ética económica moderna con la ética racional del protestantismo ascético” (Weber, 1904:
A partir de aquí podremos seguir al autor a lo largo de los diferentes fundamentos que nos brindará
para acceder a su elaboración entorno a esta premisa. Pero en este trabajo nos ocuparemos de tratar
de dilucidar qué implica el concepto de religión para Weber. Nuestro autor delinea que las
religiones guardan conexiones con el contexto económico y social en el que nacieron, es decir son
producto de este contexto y tenderían por su acción a mantenerlo. Es decir, de algún modo a
reproducirlo, no operando como disrupción en él sino ocupándose de perpetuarlo.
A los fines de iniciar su análisis sobre la religión, se centrará principalmente en la Reforma
Lutherana, para luego centrar su atención en el calvinismo. Señalará que: “La Reforma no
significaba únicamente la eliminación del poder eclesiástico sobre la vida, sino más bien la
sustitución de la forma entonces actual del mismo por una forma diferente” (Weber, 1905:28). Esta
forma nueva, fue la extensión del poder a todos los ámbitos de la vida. La cuál ser vería aún más
intensificada con el avance del calvinismo.
Weber plantea que se debió principalmente a las características de la economía de salvación por
parte de estas formas religiosas y cómo esto influyó de manera directa en generar las bases fértiles
sobre los que se instalará el capitalismo. En relación a las características morales del protestantismo
podemos señalar que la idea de salvación imperante era independiente de la voluntad del hombre, la
voluntad divina había ya señalado de antemano quiénes serían salvado y el signo inequívoco del
favor divino podía verse en esta tierra. Los elegidos eran aquellos que eran favorecidos en los
negocios, que encontraban dulce el arduo trabajo cotidiano, que no tenían inclinación hacia el mal y
llevaban una vida ascética y austera. Aparece la idea de “beruf” entendida como llamado y a la vez
profesión, él elegido estaba llamado a llevar adelante su ejercicio profesional como vocación, como
parte del proceso de santificación cotidiana, donde lo profano se vuelve sagrado. La victoria del
protestantismo fue convertir a cada hombre en un monje, disciplinando, controlado, eficiente. Es así
como se vislumbra el papel central de la religión en el desarrollo del capitalismo, pues esta
proporciona la moral para que el mismo pueda existir. Así mismo, no da lugar a la crítica respecto
del lugar que a cada uno le ha tocado, pues el mismo es visto como voluntad de dios, por lo tanto
incuestionable.
Para finalizar el análisis de las religiones desde la perspectiva de Weber, resulta interesante
recuperar la idea de “desencantamiento del mundo” que este autor plantea, el proceso de
racionalización creciente por el imperio de la ciencia y la técnica, han conducido a una
desacralización creciente del mundo. El cuál se va separando de las nociones religiosas, pero
también de las concepciones mágicas del mundo. El desencantamiento weberiano está en parte
relacionado con la noción de desacralización, en la cual las estructuras e instituciones que
previamente canalizaban las creencias espirituales en rituales que promovían identidades colectivas
se vieron atacadas y perdieron popularidad. Al respecto Weber plantea:
“La intelectualización y racionalización crecientes no significan, pues, un creciente
conocimiento general de las condiciones generales de nuestra vida. Su significado es muy
distinto; significan que se sabe o se cree que en cualquier momento en que se quiera se
puede llegar a saber que, por tanto, no existen en torno a nuestra vida poderes ocultos o
imprevisibles, sino que, por el contrario, todo puede ser dominado mediante el cálculo y la
previsión. Pero esto significa el desencantamiento del mundo. A la inversa del salvaje, el
cual aún cree que tales poderes existen, nosotros no tenemos que valernos de medios que
obren efectos mágicos para controlar a los espíritus. O incitarlos a la piedad” (Weber
1919:12)

Conclusión

Como cierre del presente trabajo monográfico, intentaremos establecer algunos puntos en común
entre los autores que fuimos presentando, he elegido rescatar los aspectos que comparten porque es
vasta la bibliografía acerca de las disidencias que presentan. Sindicar el positivismo de Durkheim
que se observan claramente en “El suicidio” frente a la perspectiva fuertemente politizada de Marx
a la hora de hablar de religión, aparece mencionado de manera amplia y completa en la bibliografía
que trata acerca de estos autores. Así como podría discurrir ampliamente respecto de la perspectiva
de Weber y como resultó en muchos aspectos coincidente con Marx, aunque en ocasiones aparece
como más conservador y reproductor del orden establecido.
Es por todo esto que a la hora de considerar sus perspectivas en relación a la religión me centraré en
los aspectos que comparten y que pueden enriquecer el análisis de este tema. Pero para hacerlo es
indispensable comenzar a cuestionarnos acerca de lo que entienden cada uno de ellos por sociedad y
analizar desde qué perspectiva definirán al ser humano.
Aparece como primera idea en común entre los tres autores, la necesidad de normas que restrinjan
el comportamiento del hombre para que exista sociedad. Para estos autores, la sociedad habría
inscripto a través de la religión un sistema de normas y reglas que tienen como objetivo restringir el
instinto humano, limitar de algún modo sus pulsiones, civilizarlo para que pueda vivir en sociedad.
Durkheim plantea de una manera sumamente directa esta premisa, al establecer la idea de una
fuerza que constriñe al hombre, que lo fuerza de algún modo a ceder sus propias pasiones y
sacrificarlas en nombre de la sociedad. La idea sacrificial también se encuentra presente en Marx
pero la ve desde una perspectiva opresiva, pues considera que esa lógica de abnegación es una
trampa de las clases poderosas que pretender someter al proletariado a través de los mandatos
religiosos. En una perspectiva intermedia entre ambos encontramos a Weber, quién si bien,
evidencia la necesidad de establecer normas y leyes que puedan dar lugar a la vida en sociedad, por
otro lado señala y advierte acerca de la función de la religión. Explicando ampliamente como esta
prepara el terreno para el advenimiento del capitalismo.
Los tres autores también coinciden en que la religión es un objeto de estudio válido para la
sociología, en el punto en que a través de ella podemos develar mecanismos del funcionamiento de
la sociedad.
Otros puntos en común entre los tres autores aparecen a la hora de considerar el tema de la religión,
como los fenómeno, al que necesariamente ligan con aspectos fundamentales de las sociedades
humanas. Son la ocasión de la reunión y aquello que amalgama los grupos sociales, esta es una de
las conclusiones a las que llega Durkheim en los dos trabajos analizados, particularmente cuando
trabaja sobre las religiones de los pueblos australianos. Encuentra en el modo común de adorar el
tótem, de administrar los lugares sagrados, en los ritos, las formas de producción y reproducción de
la vida en sociedad. Marx desde una perspectiva mucho más crítica, plantea cómo la religión
aparece como constructo social y describe su función considerando la reproducción de las clases
dominantes y el mantenimiento del orden capitalista:
La religión ha dejado de ser la esencia de la comunidad para convertirse en la esencia de la
diferencia. Ella vuelve a ser lo que fue en su origen: la expresión de la separación del hombre con
respecto a la comunidad, con él mismo y con los otros hombres. Ahora no es más que
la confesión abstracta de una particularidad tergiversada, de una extravagancia personal, de la
arbitrariedad. (Marx, 1843:23)
Analiza como la verdadera transformación sólo será posible con el despertar de las clases
proletarias, cuando salgan del letargo en el que la religión las ha adormecido y logren abolirla para
ser verdaderamente libres. Siempre planteando como la religión no puede ser escindida de la
cuestión de las desigualdades y la opresión, puesto que ve en ella un mecanismo de poder en manos
de los poderosos.
Por último, pero en esta misma línea, Weber considera el carácter establecido de las creencias
religiosas, observa como estas han sido parte de los procesos de constitución del ethos cultural y
como dieron lugar a la consolidación del capitalismo. He aquí que, así como observa en ella una
potencia creadora y capaz de convocar a los humanos, también evidencia su peligro y al igual que
Marx advierte acerca de la eficacia de sus métodos para generar condiciones de reproducción de las
clases dominantes.
Respecto del protestantismo, Marx ensaya una crítica hacia la reforma encarada por Luthero
planteando cómo a partir de esta, el pueblo comenzó a estar en una situación aún mayor de
opresión:
“Lutero venció, efectivamente, a la servidumbre por la devoción, porque la sustituyó por la
servidumbre en la convicción. Acabó con la fe en la autoridad, porque restauró la autoridad de la fe.
Convirtió a los curas en seglares, porque convirtió a los seglares en curas. Liberó al hombre de la
religiosidad externa, porque erigió la religiosidad en el hombre interior. Emancipó de las cadenas al
cuerpo, porque cargó de cadenas el corazón”. (Marx, 1844:6)
Respecto de la cuestión de la situación del protestantismo, Marx y Weber coinciden la idea de la
opresión que el protestantismo ha impuesto sobre sus adeptos, y cómo los ejercicios constantes de
auto-exámen y la rigurosidad que se auto-imponen, los han dejado en una situación que dificulta el
advenimiento de alguna forma de transformación, sino más bien reproduce de manera constante el
orden establecido.
Durkheim que también observa este fenómenos plantea cómo preocupación al indagar acerca del
suicidio, sus observaciones acerca del alto número de protestantes que toman la decisión de
terminar con su vida, contrastando esto con la debilidad de los vínculos y las prácticas religiosas
individuales en comparación con católicos y judíos que presentan lazos mucho más consolidados.
Los tres autores finalmente presentan una suerte de advertencia, que en Weber es nominada como el
“desencanto del mundo” ya que observan que el creciente proceso de racionalización y secularismo
resulta peligroso pues amenaza las bases mismas de la vida en sociedad que tienen mucho que ver
con la religión en el punto que esta creencia acerca de la magia del mundo, fue la primera que nos
convocó como seres humanos en torno a algo. Por su parte Durkheim se muestra preocupado por el
creciente estado de anomia que se vive en las sociedades industrializadas y cómo los suicidios se
incrementan desde el momento en que la ciencia comienza a imponerse, él la excusa de tener algo
que ver pero señala el debilitamiento de los lazos como principal amenaza a la sociedad humana y a
la vida individual de cada sujeto.
Finalmente Marx, en su texto “La cuestión judía” nos presentará su visión más oscura acerca de la
emancipación humana, pues advierte que a pesar que parece haber movimiento, que las situaciones
parecen encaminarse a la transformación todo vuelve a su cauce, cómo sí algo de la transformación
o la revolución añorada pareciera imposible, al respecto nos dice: “Por eso el drama político acaba
siempre en la restauración de la religión, la propiedad privada y todos los elementos de la sociedad
burguesa, de la misma manera que la guerra siempre termina en la paz”(Marx 1843:24)
Esta es una primera aproximación al pensamiento de los autores clásicos acerca de la religión, que
considero interesante en un futuro poder ligar con las ideas de la “Escuela Fránkfurt”
particularmente con textos como “El fin de la utopía” de Marcuse y “La dialéctica de la Ilustración”
de Horkheimer y Adorno, quiénes vendrán a plantear su posición respecto de desencantamientos y
desgarros que esta estrecha vinculación entre religión y ciencia ha dejado a los sujetos que
habitamos la posmodernidad.
Bibliografía
• Durkheim, E. El suicidio (1897), trad. por Lucila Gibaja, Buenos Aires. 1965. Editorial
Schapire.
• Durkheim, E. Las formas elementales de la vida religiosa (1912) Barcelona. 1984. Editorial
Alianza
• Marx, K. La ideología alemana (1845) Montevideo. 1974. Editorial Pueblos Unidos

• Marx, K. La cuestión judía (1843) Buenos Aires. 2010. Ediciones Anarres.

• Marx, K. Crítica a la filosofía del estado de Hegel (1844) Buenos Aíres. 2010. Ediciones
Anarres
• Weber, M. La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905) Barcelona. 1969.
Editorial Península
• Weber, M. La ciencia como vocación (1919) extraído el día 05/08/17 a las 17 hs. Disponible
en: http://www.fcpolit.unr.edu.ar/teoriapolitica/files/2014/05/Weber.La-pol%C3%ADtica-
como-profesi%C3%B3n.pdf

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