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ABORDAJE NARRATIVO DEL TRAUMA

FRANCISCA CÁCERES
PABLO MÜLLER

Monografía presentada en Taller de Terapia Narrativa, Escuela de Psicología, Universidad de Valparaíso.


Julio 30 de 2007.

El devenir natural del vivir implica que estemos expuestos a una gran diversidad de
experiencias y situaciones. Ciertas vivencias son más devastadoras que otras. Para
describir estas vivencias, dentro del lenguaje del sentido común, la palabra “trauma”
se encuentra profundamente arraigada, y conlleva una serie de significados asociados
a las consecuencias de la experiencia, determinando un quiebre en la vida de la
persona, que muchas veces se le otorga un sentido de permanencia e irreparabilidad
del daño. Estas vivencias marcan un giro, un cambio en la historia de vida personal de
quien ha sufrido aquellas, conformándose un dolor/malestar psicológico asociado a
esta vivencia significativa y sus consecuencias.
La Psiquiatría y la Psicología Modernas, desde una perspectiva positivista han
hecho énfasis en las patologías o problemas que presentan los individuos desde un
modelo de déficit. El dolor psicológico y malestar emocional asociados al “trauma” han
sido abordados tradicionalmente desde esta perspectiva como un trastorno, una
carencia de habilidades en la manera de adaptarse a vivencias devastadoras por parte
de la persona o como una incapacidad para integrar estas experiencias en el continuo
vital o narrativa autobiográfica. Esto ha llevado al desarrollo de prácticas terapéuticas
orientadas a la compensación de ese déficit o disfunción en las capacidades
adaptativas de las personas, y a la supresión de síntomas asociados a los recuerdos de
las vivencias como una manera de ayudar a las personas a “elaborar” la experiencia
1
traumática.
Desde una epistemología socioconstruccionista, la perspectiva Narrativa en
terapia cuestiona las prácticas terapéuticas modernas informadas por discursos
estructuralistas sobre la vida y la identidad de las personas, proponiendo desde la
metáfora del texto una aproximación a la vida de las personas como historias, y un

1
Cornes, J. Manuel; “De la psiquiatría de la pérdida a la psiquiatría positiva”; Rev. Psiquiatría
Fac. Med. Barna. 2002; 29(3): 154-166.
conjunto de prácticas terapéuticas que van en la búsqueda de los eventos marginados
por los relatos dominantes en la experiencia de vida de las personas, para favorecer la
generación de relatos alternativos que validen los conocimientos y habilidades que las
personas tienen para hacer que su vida marche según sus preferencias personales.2
Rodríguez y Mora (2006) señalan, que diversos autores (Kleiman;1989,
Rolland; 1993, Walsh, 1989; 2004; Cyrulnik, 2001;2003,2005; Rodríguez, 2005) se han
referido a la narrativa como recurso resiliente frente a la perdida. Todos ellos coinciden
en que por medio de la narrativa y la re-narración, el ser humano articula las diversas
significaciones del trauma, al permitirle crear un sentido de la situación en el que se
reconstruyen continuamente significados de los acontecimientos narrados, y se accede
a referentes de identidad mucho más amplio sobre la adversidad. Permitiendo a las
personas la posibilidad de construir una historia, en la que puedan asignar un orden a
las situaciones que experimentaron como traumáticas, abre la posibilidad de explorar
discursos alternativos que permitan ampliar los significados, para dar un sentido
diferente a la experiencia considerada como traumática y con ello la superación de
esta. Dentro de estas diversas perspectivas, Ungar (2004) propone una
despatologización de las personas clasificadas en categorías, para poder comprender
los procesos de construcción de identidad narrativa por los que alcanzan un bienestar y
mitigan el impacto de los sucesos traumáticos de sus vidas. De este modo, propone
que la resiliencia es un proceso de negociación entre las personas y sus audiencias, en
los que la interdependencia permite la co-construcción de relatos, al posibilitar que la
persona, al narrarse un otro, cree y recree los significados que ha aceptado para sus
vivencias. 3
Rodríguez y Mora (2006) plantean que al aceptar una comprensión co-
constructiva de la resiliencia, es necesario tomar el papel del contexto sociocultural y
político; para ello, se remiten a Ungar (2004), el cual adopta la idea del panóptico
presente en Foucault; en donde se sostiene que cada persona internaliza un régimen
de poder, siendo la función del Panóptico, controlar y vigilar qué tipos de significados
son acogidos como verdaderos, para la conformación de la identidad narrativa. Se
concluye que el poder tiene dos finalidades; una restrictiva, que subyuga mediante
juicios normativos sobre la salud o la enfermedad, que produce tramas dominantes; y
otra liberadora, en la que las personas lo utilizan para retar los relatos que reducen su

2
White, Michael; “Medios narrativos para fines terapéuticos”, págs. 46-47.
3
Rodríguez, Carlos; Mora, Adriana; “Narrativas resilientes en policías discapacitados por
hechos violentos”; Red de revistas científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal;
2006.
identidad al déficit. En el caso del “trauma” la identidad quedaría subyugada al relato
que la persona elabora sobre el suceso que irrumpió de forma destructiva en su vida.
Por ello, es substancial determinar qué tipos de significaciones crean las personas
mediante las negociaciones que efectúan con sus comunidades, y de qué forma esos
significados marginan o cooperan, en los momentos de crisis.
Bajo la perspectiva de narrativa y resiliencia propuesta por Ungar (2004) se
entiende que las personas conforman su identidad en relación a Otros, que pueden
identificarse como la Audiencia. Es en esta relación, que la persona construye y
reconstruye su identidad narrativa, mediante la negociación de significados. Este
proceso, es denominado Empoderamiento Discursivo, el que otorga a las personas la
facultad de volver a contar un relato y re-significar los sucesos, permitiendo
transformar una trama dominante del déficit (o trauma) y vulnerabilidad, por otra
alternativa resiliente, con la que acceden a nuevos significados sobre sí mismo y la
adversidad.
Ungar (2004) identifica tres subprocesos en el Empoderamiento Discursivo,
que permiten entender y explorar cómo se han construido los relatos de las situaciones
que las personas han experimentado como adversas o traumáticas, generando así,
posibilidades para el cambio. Ellos son:
1. Adquisición de Relatos: Refiere al momento en que las personas se articulan
a procesos de construcción social, negociando relatos con tramas dominantes o
alternativas.
2. Mantenimiento de un Relato: Se refiere al proceso de autentificar un relato
al conferirle un estatus de verdad, haciendo que después de haber sido
adquirido, este se invista aún más de poder, y permanezca en las
conversaciones que mantienen a lo largo del tiempo en las conversaciones que
mantiene la persona.
3. Retando Relatos que Constriñen: La expresión “retando” alude a una
resistencia activa frente a los relatos dominantes de vulnerabilidad que crean
en la persona definiciones limitantes. Representa un actividad política en la que
se fomenta la expresión de la diferencia, esto es, la expresión de las voces
marginadas, mediante la adopción de poder, en forma tal que las personas
experimentan la oportunidad de ser autores de su identidad y de co-construir
4
significados alternativos ante la adversidad.

La narrativa asociada a un discurso de resiliencia surge como una alternativa


viable para entender y superar las situaciones que las personas han calificado como
traumáticas, ya que proporciona un marco de inteligibilidad, en que las explicaciones
que operan a nivel de una psicología popular se revisten con un concepto que no esta
centrado en el déficit ni en la limitación, sino mas bien, en la superación y las
capacidades de la persona. A nivel terapéutico permite construir una relación con una
mirada optimista de la persona, en que esta es capaz de ser agente en la construcción
de su identidad y en la superación de la adversidad.

Por otra parte, Michael White señala que las conversaciones terapéuticas
orientadas desde el enfoque tradicional, pueden propiciar un sentido frágil o débil del
self, el cual determinaría que la persona se sienta vulnerable y expuesta a situaciones
que escapan de su control frente a las cuales no podrá defenderse, lo que trae consigo
una sensación de poca agencia personal en sus decisiones frente a los sucesos que
experimenta. Así, el dolor y malestar asociados a una experiencia traumática pueden
ser reelaborados otorgando un sentido alternativo a este, fuera de un contexto de
entendimientos tradicionales de los mismos, los cuales han oscurecido muchas
complejidades y particularidades de la vivencia de aquella experiencia por parte de la
persona.5
En este contexto, el autor plantea que los significados asociados al dolor
psicológico y malestar emocional pueden ser reconstruidos en conversaciones
terapéuticas, otorgando un sentido alternativo a estos. En primer lugar, se puede
concebir al dolor psicológico mantenido, como un testimonio de haber perdido algo
valioso y significativo a consecuencia de la experiencia traumática. Aquello que se
perdió tendría relación con ciertas maneras canónicas que cómo se debe llevar la vida,
ciertos valores, sentidos de justicia, creencias acerca de una vida correcta, entre otros.
White plantea que la intensidad del dolor ha sido vinculada con cuán valioso era
aquello que se perdió con la experiencia devastadora. En segundo lugar, el malestar

4
Rodríguez, Carlos; Mora, Adriana; “Narrativas resilientes en policías discapacitados por
hechos violentos”; Red de revistas científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal;
2006.
5
White, Michael; Workshop Notes; en www.dulwichcentre.com.au, 21 Septiembre 2005.
también se puede concebir como un “tributo” a la habilidad personal para mantener
una relación con los valores, propósitos, creencias, aspiraciones, esperanzas, sueños,
visiones y compromisos considerados importantes, los cuales en la situación de trauma
fueron de alguna manera trasgredidos, y la persona no se encuentra dispuesta a
revisar y negociar nuevos significados asociados a estos elementos de su experiencia.
La intensidad experimentada de este malestar, se considera como un reflejo del grado
en que la persona ha continuado manteniendo una relación con aquello que
consideraba preciado. Por otra parte, el dolor psicológico y malestar emocional
mantenidos, pueden ser concebidos como proclamación de una respuesta emocional
asociada al trauma. Las personas siempre responden a las crisis en sus vidas aun
cuando estas sean consecuencia de una situación traumática frente a la cual no tenían
muchas posibilidades de control. Estas respuestas son consideradas como actos
compensatorios derivados de los estados intencionales en la situación de trauma, y
usualmente no son reconocidas por otros y por la misma persona como respuestas
válidas dentro del contexto del trauma sino que son ridiculizadas y desvalorizadas. Otra
manera de conceptualizar el dolor, se remite al modo de pensamiento dualista, el cual
divide la experiencia en mente y cuerpo, emoción/cognición, sentimiento/significado,
entre otras. Así al dividir la experiencia esta pierde sentido como un movimiento de
cambio, provocando que la persona conciba su vida como estática o congelada en
periodo determinado. Al escindir el dolor como una experiencia integrada, pierde la
posibilidad de poder adquirir un sentido en la vida de la persona. Cuando la
experiencia se concibe como un todo, se le puede otorgar un sentido modificador de
vida. Entonces, al entender la experiencia de dolor a través del significado que ésta
puede proporcionar, se abre la posibilidad a los cambios. Por último, White habla que
el dolor psicológico y el malestar emocional, pueden ser concebidos como un legado de
una experiencia que no puede ser banalizada ni ignorada por otros. Esto los mueve a
considerar que algo debe cambiar en sus vidas, independientemente de entender la
magnitud o sentido de ese cambio, y los insta a mantenerse en contra de todas
aquellas fuerzas que disminuyan o reduzcan las vivencias del trauma en ellos y en
otros que han vivido la misma situación.
Las conversaciones moldeadas por estos entendimientos acerca del dolor
psicológico y malestar emocional asociados al trauma, permiten que las personas
infieran un sentido firme de su identidad; que se sientan menos víctimas (dañados,
maltratados) y más personajes agenciados en sus vidas; y que se reduzcan
significativamente el dolor psicológico y malestar emocional. Dentro de este contexto,
las personas encuentran un sitio seguro para poder hablar acerca de lo que no han
podido expresar, reformulando en expresiones más significativas acerca de la
experiencia del trauma, y para el desarrollo de un “saber” sobre cómo proceder en la
vida.6

Dentro de la diversidad de experiencias traumáticas, la perspectiva narrativa ha


hecho ahínco en las vivencias de abuso sexual. En este contexto, diversos autores7
plantean ciertos principios bajo los cuales ha de manejarse la terapia del abuso sexual.
Fundamentalmente, el abuso sexual se devela estableciéndose como una situación que
potencialmente genera efectos negativos en la vida de la víctima. Es particularmente
interesante el hecho de que, dada la influencia del enfoque centrado en la solución de
de Shazer (1985, 1986, 1988), y de las ideas sobre las restricciones y el relato de
White (1986, 1989), esta perspectiva se encuentra avocada en las soluciones, recursos
y habilidades de las personas afectadas, y en las limitaciones, restricciones y
excepciones del problema, siendo relevante distinguir entre “el abuso” y los “efectos
del abuso”8.
Los principios que este grupo de autores propone, dan cuenta, primero, que el
abuso sexual no provoca inevitablemente problemas emocionales o psicológicos, que
las personas poseen recursos y fuerzas a los cuales apelar para resolver las
dificultades; que es más útil preguntarse ¿qué mantiene vivo el problema en la vida de
esa persona y qué le impide resolverlo?, a preguntarse ¿qué causó este problema?.
Además, resaltan que uno de los principales efectos del abuso sexual es el
ataque que perpetra contra la autocaracterización de la persona, lo cual no le permite
visualizar ni percibir sus fuerzas y capacidades, por lo tanto la persona elabora una
versión de sí misma dominada por el abuso.
En relación con lo anterior, las personas “registran” y otorgan gran importancia
a los “hechos” que concuerdan con aquellas caracterizaciones dominadas por el abuso
que ellas mismas han elaborado (sobre sí mismas, los otros, sus relaciones y las
situaciones en general), lo que lleva a mantener “vivos y saludables” los efectos del
abuso.

6
White, Michael; Workshop Notes; en www.dulwichcentre.com.au, 21 Septiembre 2005.
7
Sluzki, Carlos E. (director); “Terapia del Abuso Sexual”; Dulwich Centre Publications; 1990.
8
Sluzki, Carlos E. (director); “Terapia del Abuso Sexual”; Dulwich Centre Publications; 1990;
pág. 98-99.
Por otra parte, plantean que los problemas complejos, como el abuso sexual,
no necesariamente requieren soluciones complejas, al poner el acento en la solución se
reconoce que las soluciones pueden comenzar con cambios pequeños sobre los cuales
podrán construirse cambios mayores.
También refieren que todo relato dominado por el abuso incluye excepciones,
que sirven como indicios para llegar a soluciones, esto es similar a los logros aislados o
acontecimientos extraordinarios que White plantea como recurso para elaborar relatos
alternativos al dominante.
Sobre el enfoque del problema, plantean que al centrarse en la solución se abre
una mirada optimista posibilitando que las personas puedan sentirse capaces de
resolver las problemáticas asociadas a estas situaciones traumáticas.
Como objetivo de la terapia, plantean que es ayudar al o a la persona a superar
los efectos del abuso y dar sentido a su vida y su experiencia de una manera que le
permita vivir satisfactoriamente, antes que ayudarla/lo a “trabajar abordando” el
abuso.
Proponen también cambiar diversas miradas desde que la persona primero se
vea a sí misma a través de las lentes de la “capacidad” antes que de la
“incompetencia”, del “control” antes que del “descontrol”, etc.
Ahora bien, plantean que no es necesario analizar directamente los detalles del
abuso a fin de disminuir los efectos. Son las personas afectadas quienes determinan si
9
es útil hablar de aquello, y cuándo hacerlo.
Esta perspectiva y sus principios adjuntos, nos resulta bastante coherente para
enfocar la terapia sobre el abuso sexual desde una mirada del “trauma” centrado en
solucionar aquellos efectos que la situación provocó y sigue provocando en las
personas víctimas. Especialmente consideramos fundamental la orientación que
promueve sobre que, una situación traumática no genera un quiebre irreparable en la
historia de vida de la persona, sino que son sus efectos los que pueden eventualmente
seguir presentes en los relatos de aquellas personas, y que centrarse en la situación
misma no conlleva soluciones ni empoderamiento personal para alejarse del relato
dominante asociado al haber vivido una situación de abuso, sino que todo lo contrario.
Nos resulta necesario vincular esta perspectiva con la propuesta de Sue Mann y
Shona Russell10 sobre la terapia del abuso sexual en mujeres víctimas durante su niñez
o adolescencia.

9
Sluzki, Carlos E. (director); “Terapia del Abuso Sexual”; Dulwich Centre Publications; 1990;
págs 100-112.
Desde la perspectiva narrativa, estas autoras plantean tres aspectos a
considerar en la terapia. Primero, la declaración de un mapa posicional, que consistiría
en cuatro etapas, que son: La negociación de una definición no estructuralista del
problema, lo que implica una negociación colaborativa en la definición externalizada
del problema, cercana-a-la-experiencia. Este acercamiento, valida las soluciones que la
persona conoce, y se puede ver qué hacer con ellas. A través de las conversaciones,
las habilidades y conocimientos propios de la persona pueden ser reincorporados, más
explorados y desarrollados. Por ejemplo, cuando ha habido un acercamiento previo de
otro profesional de la salud y le ha diagnosticado un trastorno, se puede hacer un
acercamiento paulatino, como ¿qué quieres decir cuando hablas de …(trastorno
diagnosticado)?, o ¿puedes ayudarme a entender lo que quieres decir con…?. Luego se
debe indagar los efectos del problema en la vida de la persona, explorando la
dimensión temporal y los diversos ámbitos. Consiguientemente se evalúan los efectos,
la evaluación que la persona hace acerca de los efectos que ha tenido el abuso en su
vida. Finalmente, se justifican esas evaluaciones ¿a qué se debe que las personas
evalúen de tal manera los efectos?, esto da paso a la voz sobre las creencias, valores e
intenciones que forman esas justificaciones.
Un segundo aspecto a indagar tiene que ver con las experiencias y
conocimientos propios de las mujeres, lo cual en este contexto cobra especial
relevancia, dado que las situaciones de abuso vividas son característicamente definidas
bajo relaciones de abuso de poder, es el adulto que infringe el abuso quien se
encuentra en la posición de poder, lo que deja a la menor en una situación
desaventajada, y por lo tanto dejan de confiar en sus propios juicios sobre la situación.
Se debe indagar en las habilidades, destrezas y estrategias que ha utilizado para
enfrentar los efectos del abuso en su vida. Resulta relevante destacar la terapia grupal
como parte relevante del proceso terapéutico, dado que el compartir experiencias y
significados con otras mujeres que han vivido similar experiencia traumática tiene
influencias en cuanto al modelaje de sus descripciones de identidad, en maneras que
se encontraban vinculadas a esperanzas que tenían para sus propias vidas, más que
con las conclusiones negativas resultantes de las experiencias de abuso. Las
ceremonias de definición son una herramienta potente con la que se pueden ofrecer
nuevas posibilidades para el desarrollo de historias alternativas.
Un último aspecto que las autoras señalan, es el de las conversaciones de
deconstrucción, Unas de las reflexiones que las mujeres tenían para no hablar acerca

10
Mann, Sue et. al.; “Responding to Violence”; Dulwich Centre Publications; Australia; 2003.
del abuso, eran por ejemplo que tenían miedo de que la gente no les creyera, que si
hablaban algo más iba a pasar, que no sabían qué decir o cómo decirlo, que les
preocupa lo que la gente pueda decir, etc. Para explorar estas ideas se pueden
plantear las siguientes preguntas: ¿de dónde crees que vienen estas ideas?, ¿cómo
crees que estas ideas impactan en las vidas de las mujeres y niñas?, ¿a quiénes
benefician más estas ideas?. Cuando este trabajo se realiza de manera grupal resulta
una deconstrucción más acabada, y puede dar paso a cuestionamientos y
exploraciones más ricas y gruesas de los supuestos base de las conclusiones negativas
11
de identidad.

Otra dimensión de las experiencias “traumáticas” tiene relación con la vivencia


de la muerte de un ser querido, un familiar. Especialmente encontramos relevante
incluir el abordaje narrativo de las vivencias de padres quienes han sufrido la muerte
de un hijo/a. Esto resulta de especial importancia, dado que los padres que sufren esta
experiencia refieren que es algo que nunca lograrán superar, y revelan un dolor y
sufrimiento asociados a la muerte del hijo/a presentes a lo largo de sus vidas. Existen
una serie de discursos dominantes en torno a los diversos ámbitos relacionados con la
muerte, que llevan a que los padres se sientan inevitablemente atrapados en un
sufrimiento que perpetúa a lo largo de la vida posterior a la pérdida. La cultura
occidental niega la muerte, según diversos autores, lo que sitúa a los padres en un
contexto que no reconoce la muerte del hijo/a y que desesperadamente quiere que los
padres lo “superen”. Esto, sumado a las maneras terapéuticas modernas de
enfrentamiento del duelo, que suponen una forma determinada de expresar el pesar
relacionado con la pérdida más un tiempo límite para “superarlo”, lleva a que los
padres se sientan especialmente presionados para resolver el “trauma” por la muerte
del hijo/a, y al mismo tiempo sientan que es tan doloroso que no pueden hacerlo.
Frente a estos discursos dominantes surgen voces que protestan contra las maneras
canónicas de abordarlo. Waldegrave (1999) utiliza la metáfora de las “historias
asentadas” (settled stories) para referirse al hecho de que, en vez de situarse desde la
perspectiva del “desvincularse” de la persona que ha muerto, se puede mantener la
“conexión” con ella, un vínculo significativo. Por otra parte, White (1988) postula la
metáfora del “decir hola nuevamente” (say hullo again), para aquellas personas que el
“decir adiós” resulta una metáfora poco apropiada para resolver su sufrimiento. La

11
Mann, Sue et. al.; “Responding to Violence”; Dulwich Centre Publications; Australia; 2003.
págs. 19-34.
metáfora del “decir hola nuevamente”, posibilitaría que las personas pudiesen
“reclamar la relación con el ser amado que han perdido”. Por otra parte, en cuanto a la
“resolución” del duelo, en vez de asumir que existe una posible vuelta a un estado de
bienestar previo a la pérdida, se puede asumir que el pesar o el duelo no tienen
resolución definitiva, sino que el re-memorar puede estar presente a lo largo de toda la
vida. Según Niemeyer (2001), la muerte de un hijo/a puede dejar a los padres sin una
“narrativa significativa acerca del mundo y del self”, esto significa que puede tener un
impacto significativo en su identidad y en su sentido de ser. Para muchos padres su
identidad se encuentra basada en la actuación de sus funciones parentales, y en las
relaciones que mantienen con sus hijos/as. Esto implicaría que la muerte de estos
últimos se encuentra vinculada a la pérdida de la identidad de protector, proveedor y
12
consejero de los hijos/as.
En este contexto consideramos que resultaría relevante abordar la temática del
“trauma” por la muerte de un hijo/a desde un cuestionamiento de los discursos
dominantes relacionados con la muerte, una reescritura de la historia personal
considerando la conformación identitaria de los padres, y ofrecer nuevas posibilidades
de relación con el ser querido que se ha perdido.

Se nos hace evidente que el abordaje del “trauma” desde la perspectiva


Moderna, resulta en un enfoque sobre el déficit, y se hace aún más patente para la
persona la “posible carencia de habilidades” que posee para enfrentar situaciones
adversas. Frente a esto es que las perspectivas narrativas ligadas al postmodernismo
permiten que la persona explore un mismo evento desde distintos ángulos,
favoreciendo la descripción densa en el relato de la experiencia, permitiendo rescatar
versiones en que esté presente una mayor agencia personal en el manejo de los
efectos de la experiencia traumática, generando una amplificación de los recursos
personales condiciones de posibilidad al futuro.

12
Biermann, Hugo; “Research: Shattered dreams, pastoral care with parents following the
death of a child”; Department of practical theology at Unisa, and Institute for therapeutic
development.
Bibliografía

 Biermann, Hugo; “Research: Shattered dreams, pastoral care with parents


following the death of a child”; Department of practical theology at Unisa, and
Institute for therapeutic development. En:
http://etd.unisa.ac.za/ETD-db/theses/available/etd-05292006-
135707/unrestricted/01dissertation.pdf

 Cornes, J. Manuel; “De la psiquiatría de la pérdida a la psiquiatría positiva”;


Rev. Psiquiatría Fac. Med. Barna. 2002; 29(3): 154-166.

 Mann, Sue et. al.; “Responding to Violence”; 1° edición; Dulwich Centre


Publications; Australia; 2003.

 Rodríguez, Carlos; Mora, Adriana; “Narrativas resilientes en policías


discapacitados por hechos violentos”; Red de revistas científicas de América
Latina y el Caribe, España y Portugal; 2006.

 Sluzki, Carlos E. (director); “Terapia del Abuso Sexual; Versión en español,


1° edición, Barcelona, España; 1993.

 White, Michael; Epston, David; “Medios narrativos para fines terapéuticos”;


Versión en español, 1° edición; Editorial Paidós Terapia Familiar; 1993.

 White, Michael; Workshop Notes; en www.dulwichcentre.com.au, 21


Septiembre 2005.

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