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Creación del sol y la luna

(mitología azteca)

Según otro mito conocido como,


en el principio, todo era negro, sin
vida, muerto. Los Dioses se
reunieron en Teotihuacan
planteándose la cuestión de
quién tendría la carga de crear al
mundo, para lo cual uno de ellos
se tendría que arrojar a una
hoguera. Dos de ellos fueron
seleccionados como víctimas
para tal fin.

Sin embargo, el más fuerte y


vigoroso, al momento de lanzarse a la hoguera, retrocede ante el fuego; por
lo que el segundo, un pequeño dios, humilde y pobre, (usado como metáfora
del pueblo azteca sobre sus orígenes), se lanza sin vacilar al fuego,
convirtiéndose en el Sol. Al ver esto, el primer dios, sintiendo coraje, decide
arrojarse a la hoguera, convirtiéndose en la Luna.

Aun así, los dos astros siguen siendo inertes en el cielo y es indispensable
alimentarlos para que se muevan. Entonces otros dioses deciden sacrificarse
y dar el "agua preciosa" que es necesaria para crear la sangre. Por lo tanto,
se obliga a los hombres a recrear eternamente el sacrificio divino original.
El mito de la creación del hombre

(Mitología Inca)

Cuenta el mito que una versión del dios Viracocha llamado PachaKamap en
medio de su trabajo como creador decidió dar forma a la vida humana
mediante la invención de un hombre y una mujer, pero una vez esta pareja
empezó a habitar la tierra la divinidad los dejó a su suerte y a causa de pasar
mucha hambre el hombre acabó por morir.

Estando sola y desesperada, esta mujer decidió acudir al sol en busca de


ayuda y fue así como gracias a sus potentes rayos terminó siendo fecundada
por lo que parió un hijo. Al percatarse PachaKamap de lo ocurrido mató al
recién nacido y creó un nuevo bebé y se lo entregó diciendo que debería
llamarse Vichama. Tiempo después Vichama se fue lejos y Pachakamap en
respuesta mató a su madre, el hijo lleno de ira decidió invocar al sol para
revivir a la mujer y posteriormente solicitó una nueva creación así que le
fueron enviados tres huevos: uno de oro para que nacieran jefes y nobles,
uno de plata para las mujeres y uno de cobre para plebeyos.
El mito de la primavera

(mitología griega)

La benigna, pacífica y bella Démeter (hija


de Cronos y de Rea, diosa del trabajo
humano: exactamente de aquel que
correspondía a los antiguos pueblos
agricultores con respecto a la agricultura,
pues gracias a ella la semilla germinaba, el
trigo maduraba y los árboles daban el fruto
suficiente para que los hombres pudieran
subsistir), había tenido una hija con Zeus,
a la que llamó Proserpina.

Una mañana, nuestra protagonista se


encontraba recogiendo flores en un bosque
cerca de las claras aguas de la fuente de
Pergo, bromeando con sus compañeras, y
compitiendo en elegir las flores más bellas
para hacer guirnaldas. En un momento
dado, el dios del subterráneo mundo de los
muertos, Plutón*, comenzó a espiarla y
observarla a escondidas. Desde el mismo
instante en que la vio por vez primera se
enamoró de ella. Se dispuso a raptarla, subiendo rápidamente a su carro.
Irrumpió entre las bellas jóvenes, las cuales huyeron aterrorizadas, aunque
logró sin mucho esfuerzo dar caza a Proserpina, apoderándose de ella y
subiéndola al carro negro. La muchacha intentó liberarse, pidiendo ayuda a
sus compañeras, pero fue en vano.

Fue así como nuestra protagonista fue llevada al mundo de las tinieblas, de
las sombras, y obligada a convertirse en la esposa de Plutón. Empero,
mientras tanto, su madre la buscaba desesperadamente de un lado a otro del
mundo, vagando sin descanso día y noche, haciéndose luz en las tinieblas
con dos ramas de pino ardientes. Finalmente, llegó a Sicilia, donde encontró
en la hierba de aquel bosque el cinturón que, su hija, había perdido en el rapto
por motivos del forcejeo, observando de forma triste las flores esparcidas y
pisoteadas. Llena de angustia y de cólera, maldijo a la tierra; a esa misma
que no supo acudir al cuidado de su hija. Entonces, a sus palabras, todo lo
que había sobre la Tierra cambió: los árboles fueron despojados de sus hojas,
el cielo se llenaba de nubes grisáceas, las mieses del campo se marchitaron,
y los lagos y ríos se helaron por completo.

Nadie conocía el lugar exacto donde se encontraba Proserpina. Pero Apolo,


el dios luminoso que podría ver todo cuanto sucedía en la Tierra a través de
su carro del Sol, decidió informar a Démeter acerca de la suerte que había
corrido su querida hija. Ésta subió rápidamente al Olimpo, y le pidió ayuda a
Zeus, el cual la ayudó todo cuanto pudo, logrando dar con el lugar exacto
donde se encontraba, después de tanto buscarla.

Pasaron los días, y, una jornada, paseando Proserpina por los jardínes
próximos a la mansión de Plutón, tuvo sed y, creyendo no ser vista, tomó una
granada de un árbol, mordiendo siete granos. Sin embargo, Ascálafo (hijo
malvado de una ninfa del Averno), la vio y la denunció.

Finalmente, Zeus decidió que la jóven sería esposa de Plutón durante seis
meses, viviendo con él, pero, en los seis meses restantes, estaría al lado de
su madre y podría ver la cálida luz del Sol.

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