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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

Facultad de Filosofía y Letras

Colegio de Filosofía

Problemas de Filosofía en México y Latinoamérica

Flores Reyes Jonathan M.

Extraordinario EB

Últimos sobrevivientes del más grande desastre de la humanidad,


los pueblos indios refugiados en las montañas,
en los desiertos o escondidos en las profundidades de los bosques,
continúan dándonos la imagen de una fidelidad absoluta hacia los principios de libertad,
de solidaridad y de sueño de las antiguas civilizaciones prehispánicas.
Estos pueblos continúan siendo los guardianes de “Nuestra madre tierra”,
los observantes de las leyes de la naturaleza y del ciclo del tiempo
.
Jean-Marie Gustave le Clezio. “El sueño mexicano”

La razón occidental ante la visión de los pueblos


originarios en América

Atendiendo a las consideraciones que han surgido a partir de una lectura


hegemónica sobre la historia del conocimiento humano, resulta sumamente difícil
que se ponga en entredicho el papel que ha jugado la “razón” como el fundamento
sobre el cual se erige toda arquitectura del saber que lleve como principio la idea
de progreso, sin embargo dicha lectura revela solo un aspecto de la multiplicidad
en la que se encuentran inmersas las culturas ajenas a esta concepción
dominante, de hecho tal aspecto demuestra la imposición en la que fueron
forjados los destinos de estas culturas que por sí mismas apuntan a una
dimensión que sobre pasa los aspectos teóricos de la razón misma fuera de los
límites de la cultura occidental.

En un intento por rastrear la génesis de lo que actualmente se comprende bajo el


concepto de razón es pertinente llevar a cabo un rastreo histórico de su
emergencia, sobre todo para mostrar los rasgos fundamentales que diferencian a
las culturas provenientes del seno griego en comparación con las civilizaciones de
los pueblos originarios en América, trabajo que es precisamente el objetivo del
presente texto.

Antes de llevar a cabo esta comparativa es menester precisar el punto de partida


en el que toma lugar por vez primera el uso del concepto de razón tal cual se ha
conocido en la tradición occidental, por lo cual remontémonos a uno de los
paradigmas más antiguos de la cultura griega, i.e., la escisión entre el carácter
mítico del conocimiento y el logos filosófico.

Muchos estudiosos de la filosofía han tratado de explicar el movimiento intelectivo


en el desarrollo instrumental de la razón a través de la historia , por ejemplo
Augusto Comte, padre del positivismo, en su obra curso de filosofía positiva
establece una serie de parámetros que nos permiten diferenciar 3 etapas
fundamentales del pensamiento humano; en primera instancia encontramos el
plano de la necesidad teológica o ficticia y nos describe la aplicación del
planteamiento cosmológico- teológico para justificar el dinamismo universal ,i.e., la
manera en la que se justifica un entorno ininteligible para los comienzo del ser
humano es a través del cosmos y las fuerzas universales de la naturaleza, una
especie de argumentación orgánica en esencia y de carácter mítico que le atribuía
un espíritu vivo a los elementos inanimados de su entorno, así como la
personificación de sus deidades como explicación de los sucesos que
conformaban su realidad , posteriormente nos dice Comte, el progreso se instaura
ahora en la justificación metafísica o abstracta, entendida como una extensión del
estado teológico que refiere a la explicación por la identidad abstracta e
impersonal, en donde generalmente las personas trataban de creer que Dios era
un ser abstracto. También creían que un poder abstracto o ciertas fuerzas ocultas
guiaban los acontecimientos del mundo, descartando la creencia en un Dios
concreto. En tercer lugar nos colocamos en el plano de lo científico o positivo,
culmen de la razón expresada de manera más clara con la aparición de la ciencia
basada en la observación, la experimentación y la comparación. Las explicaciones
positivas en este punto se basan para su justificación en un método distinto,
el método científico y durante este estado, los seres humanos trataron de
establecer relaciones de causa y efecto para elaborar su conocimiento.

En fenómeno del positivismo en cuanto razón universal da cuenta de la oposición


entre el mito y el logos, pues el mito desde una perspectiva poco profunda puede
ser caracterizado como la descripción alegórica de la dinamesis universalis,
alegoría que no por el hecho de no responder a los cánones teóricos de una
cultura dominante tendría que ser menospreciada, sobre todo cuando sus
descripciones encuentran un espacio diferente a las propuestas eurocéntricas al
ser singularmente un conocimiento en el que convergen múltiples aspectos del
pensamiento humano referente a su existencia, como si extraordinariamente
coexistiera sobre la tierra el más allá, tal como Parménides, quien por primera vez
hablo de un camino de la opinión y otro del ser, o realidad autentica, del mismo
sucedió también en el ambiente intelectual de las culturas originarias en América.
1El logos, por otra parte, es entendido como la apertura total del uso de la razón
completamente pulida bajo los esquemas de una lógica progresiva, despojada del
vínculo sagrado del que fue arrojada y a pesar de que el logos como razón haya
sido contemplado en su nacimiento como una elevación del pensamiento humano,
al confrontarse con una visión diferente de su concepción occidental y más aún
bautizado en otro contexto con un nombre diferente, no deja de lado su voraz
apetito por la discriminación, por ello salta a luz la siguiente pregunta ¿por qué
situarnos en el contexto occidental para poder explicar el nacimiento del modo del
pensar filosófico en los pueblos originarios de américa , si anteriormente el uso de
la razón en sus más diversas modalidades le dio a las comunidades ajenas a esta
concepción formal la capacidad de organización política y el desarrollo
tecnológico, que aunque diferente ha sido ejemplo de la creatividad humana? La
razón estriba precisamente en ponderar el uso de una razón instrumental ante el
planteamiento orgánico de una idiosincrasia totalmente diferente.

1
León Portilla Miguel. filosofía Náhuatl. México IIH-UNAM. 2006.
En cuanto a la historia de América desde su gene, nos encontramos ante un
problema brutal, pues no les queda claro aún a los historiadores a partir de qué
momento podemos considerar al territorio como tal antes de recibir ese nombre ,
desde ese horizonte, establecer una caracterización y una temporalidad queda en
entredicho, ya que la opinión sigue dividida y tal parece que ya nadie le presta
atención al tema , puesto que poco a poco ha sido relegada la preocupación a los
márgenes de los pseudo problemas y un tratamiento serio del problema no hace
mayor resonancia ante un público domesticado por el uso de la “razón”, por otro
lado la multiculturalidad representa un trabajo más complicado al momento de su
estudio, debido precisamente la pluralidad de formas de conocimiento que se
encuentran en el corazón de estas culturas.

Para indagar en los vestigios históricos de la cotidianeidad americana hay que


suponer un modelo asistemático de su cultura, ya que a diferencia de las grandes
construcciones teóricas de occidente, en estos pueblos originarios cada elemento
de su tradición es a su vez una expresión simbólica de un conjunto orgánico
dentro de un saber articulado, enfocado más propiamente en la tradición oral, no
obstante aunque los textos antiguos dotan de una riqueza importante a la
compresión histórica, no debemos dejar de lado que en última instancia se tratan
de recopilaciones fundadas en la enseñanza oral, como si el mito en este sentido
más allá de ser un planteamiento epistemológico fuese precisamente el medio
bajo el cual el conocimiento seria transmitido de generación en generación, siendo
así que la pedagogía por antonomasia de estas culturas sería prácticamente el
mito desde una dimensión no teórica sino funcional, por ejemplo tanto el Chilam
Balam o el Popol Vuh más allá de tratarse de textos formativos, son en esencia
espacios que permiten configurar la subjetividad en cuanto se le relacionan con el
sistema de valores y la cosmovisión de sus raíces, del mismo modo los códices y
otros escritos durante ese tiempo e incluso los rituales ancestrales, así como la
arquitectura, la estética y el lenguaje son elementos que dan prueba de una
manera de percibir el universo radicalmente diferente a los emergidos en el
occidente clásico y que lastimosamente poco a poco han sido borrados por la
huella del desinterés público, que no percibe a estas civilizaciones más que como
una curiosa organización. Desde esta perspectiva resulta importante el tratamiento
de estos temas, no ya para para pretender hacer de esto una literatura fantástica,
sino porque es en primera instancia la postura cosmológica la que determina el
comportamiento de una comunidad de esta naturaleza, es decir, el sistema de
valores propios de una cultura radica en la manera de apreciar al mundo, ya que
esta es la estructura que va a dirigir la relación social y el vínculo con el entorno.

En cuanto a los efectos de la cosmoconcepción proyectados en la naturaleza, para


el caso de occidente se produce una desacralización que trae consigo la ruptura
del hombre con su medio orgánico, ya que a partir del uso de la razón como
instrumento se subsumió el recurso natural al interés de la producción capital, es
decir, una vez que se da el giro ético de ver al mundo como un parte de la
comunidad a verlo como un instrumento de su voluntad, le otorga a la razón la
capacidad de hacer con la naturaleza una especie de recurso material,
cooptándolo de todo valor moral, este fenómeno ocurre de manera contraria en la
mayoría de las culturas americanas anteriores a la conquista, la Pacha Mama es
por ejemplo la manera más solemne de valorar a la Tierra por el hecho de ser ella
quien da sustento a la especie humana, mantenido la relación hombre-naturaleza
en una simbiosis de armonía , en una equiparación incluso ontología en la que la
naturaleza y el hombre valen por sí mismos, por lo que la forma más honorable de
respeto a esta relación se da en los rituales agrícolas, en el caso del imperio
azteca y las culturas de la península , existía un respeto total por la naturaleza a
tal grado de emularla con su vestimenta, el guerrero jaguar y el guerrero águila
son testimonio de ello; estatus de honor ante una comunidad regida por una
cosmoconcepción puramente esotérica. Para el caso del hombre incaico por
ejemplo, encontramos un hombre de cultura telúrica y teísta a la vez, ya que
“adoraba a cada Dios de acuerdo con la importancia que le atribuía para su tierra,
para su trabajo y para su prosperidad”2, de modo que la mentalidad incaica no
estaba denominada por el raciocinio, sino por la sensación del fenómeno natural y
de esta manera no pregunta el por qué, ni se ocupa del nexo entre causa y efecto,
el mito le sirve de explicación, se contenta en comprender lo irracional tomando la
aparición real o estilizando con mentalidad sencilla, como símbolo de un todo.

2
Gerol, E. Harry. Dioses, tiempo y ruinas. Buenos Aires. Hachette, 1991, pág. 397
Por ello es fundamental una reivindicación a favor de los valores culturales de los
pueblos originarios en América, ya que estos son los pilares de la identidad como
comunidad y solo a partir de la comunidad se puede construir un porvenir justo
para todos, respetando la naturaleza como la fuente de sustento material más allá
de su objetivación, en este sentido el lenguaje también es fundamental para poder
comprender estas visones del mundo, ya que son partículas que no solo aglutinan
la comunicación, sino que expresan una idiosincrasia y una relación entre
semejantes, de tal manera que así como para la cultura occidental, en Descartes
el “yo” es la partícula lingüística inicial de sus reflexiones filosóficas , en el caso del
tzeltal, el “tik” o el “nosotros “ es precisamente una palabra clave , puesto que a
diferencia del “yo” cartesiano , el “tik” no es ningún individuo o algún pensador
destacado , sino más bien es un elemento importante de un idioma hablado por un
pueblo3.

Aunque queda claro que poco se puede hacer al respecto puesto que estamos
insertos en una realidad globalizada de corte eurocéntrico, el esfuerzo por
recuperar valores es una vía alternativa al proyecto de colonización cultural y en
ese sentido no solo resulta satisfactorio para las comunidades que aún persisten,
sino para dar un giro epistemológico al concepto de razón, pero ahora
fundamentado en la cosmovisión latinoamericana, visión que aboga por una
sociedad justa y por una identidad que emerge como resistencia ante la
homogenización de las facultades del intelecto humano, sobre todo porque los
recursos son tan bastos que bien podrían cimentar un ordenamiento político y una
equidad ontológica que vaya acorde con la idea de vida que se tiene, es más
,expandiéndola a dimensiones éticas que aún están por venir.

3
Lenkersdorf Carlos. Filosofar en clave tojolabal. México. Porrúa. 2002. Pág. 27
Bibliografía

 Cruz Alberto. Pueblos originarios en América: guía introductoria de su situación. España.


Aldea. 2010
 León Portilla Miguel. Filosofía Náhuatl. México IIH-UNAM. 2006
 Gerol, E. Harry. Dioses, tiempo y ruinas. Buenos Aires. Hachette. 1991
 Lenkersdorf Carlos. Filosofar en clave tojolabal. México. Porrúa. 2002

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