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“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”.
Efesios 2:8-9
La dispensación o “edad de la gracia” no implica que la gracia de Dios no haya tenido o haya
estado presente en dispensaciones anteriores, se le ha llamado así a la edad presente porque
Dios ha revelado Su palabra haciendo una demostración específica y suprema de Su gracia por
medio del llamamiento de la iglesia tanto de entre los judíos como de entre los gentiles. 1
Pablo escribe “Pero antes de que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados
para aquella fe que iba a ser revelada” (Gálatas 3:23)
El pasaje más claro que nos muestra la verdad de que la gracia de Dios tiene su Suprema
manifestación en esta edad y mediante la iglesia, dice: “para mostrar en los siglos venideros las
abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque
por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por
obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:7-9)
En la carta que el apóstol Pablo escribe a Tito en el capítulo 2, a partir del versículo 11 leemos:
“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres,
enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este
siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación
gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para
redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”
(Tito 2:11-14).
Dos ministerios de la gracia diferentes entre sí se nos presentan en los versículos anteriores:
Primero, la gracia de Dios que trae salvación se ha manifestado a todos los hombres,
hablamos de la gracia salvadora de Dios que ha venido al mundo mediante nuestro Señor
Jesucristo, y ahora debe ser proclamada a toda la humanidad.
Segundo. Esta misma gracia es la que nos enseña a nosotros, esto es a los que ya hemos
sido justificados, los que hemos nacido de nuevo, nos enseña a nosotros los que le hemos
aceptado y nos llama a una vida mejor, el que rechaza al Señor Jesucristo no puede ser
enseñado a llevar una vida mejor.
Estudiar la Gracia de Dios y el verdadero Evangelio no es posible hacerlo sin tomar como
fundamento la carta a los Gálatas, Pablo después de haber fundado varias iglesias acompañado
1
L. S. Chafer, Teología Sistematica, Tomo II, 185
Fundamentos Doctrinales Nivel 2 1
de Bernabé, regresó en dos ocasiones a Galacia, una vez acompañado de Silas y Timoteo, y la
segunda él solo confirmando a los discípulos de Galacia, en este viaje se encontró con agitadores
que perturbaban a los discípulos predicándoles otro evangelio diferente al que él les había
predicado. “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la
gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos
que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (Gálatas 1:6-7).
Este evangelio diferente declarado anatema por Pablo no era otra cosa que enseñanzas para
persuadir a los creyentes gentiles para que vivieran según la ley mosaica (Antiguo Testamento) en
especial en relación con la circuncisión (Gá. 5:2-3; 6:12-13), las leyes en cuanto a comida y el
observar el día de reposo. Estos tres aspectos eran considerados los límites definidores del
judaísmo2.
Puntos claves de estos dos evangelios, el verdadero predicado por Pablo y “otro evangelio”
predicado por estos agitadores judaizantes.
Pablo predica que la justificación viene exclusivamente por medio de la fe en Jesucristo, mientras
que los judaizantes, los que predican el otro evangelio mezclan la fe en Jesucristo a la observación
de la ley mosaica como medio de justificación.
Pablo defiende el evangelio que predica declarando que él no recibió de ningún hombre esta
enseñanza, sino que vino por revelación de Jesucristo (Gálatas 1:12) y su autoridad para
predicarlo al igual que los profetas del antiguo pacto, vino del llamado de Dios (Gálatas 1:15).
En dos ocasiones Pablo defendió su evangelio, en su conferencia ante los apóstoles dirigentes de
Jerusalén cuando insistieron unos falsos hermanos para que Tito quién era griego fuera
circuncidado.
“Mas ni aun Tito, que estaba conmigo, con todo y ser griego, fue obligado a circuncidarse; y
esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar
nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud, a los cuales ni por
un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con
vosotros” (Gálatas 2:3-5).
Y la segunda vez en Antioquía cuando Pablo se resistió a los esfuerzos de los de Jacobo que
querían imponer las restricciones dietéticas mosaicas sobre la iglesia confrontando a Pedro sobre
este tema y estableciendo los principios fundamentales de la gracia y su importancia para la iglesia
y el creyente en Cristo.
“Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues
antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que
vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. Y en su
simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también
arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a
2
E.P. Sanders, Paul, the Law, and Jewish People (Fortress, Philadelphia, 1983), 102, Dunn, Jessu, Paul and
the Law, 191-94
Fundamentos Doctrinales Nivel 2 2
la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los
gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar? Nosotros, judíos de
nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles, sabiendo que el hombre no es justificado
por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en
Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por
las obras de la ley nadie será justificado. Y si buscando ser justificados en Cristo, también
nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna
manera. Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago.
Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en
la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia
de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:11-
21).
Un aspecto o dimensión que el apóstol Pablo presenta en su carta que es incompatible con el
“evangelio diferente”, que los judaizantes estaban predicando a los gálatas es la dimensión del
tiempo.
Tiempos solemnes:
La Pascua, Pentecostés y la fiesta de los Tabernáculos, (2 Crónicas 8:13).
Años sabáticos, (Levíticos 25:4).
Pablo habla a los gálatas de las promesas dadas por Dios a Abraham antes de la ley. “Y la Escritura,
previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva
(el evangelio) a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los
de la fe son bendecidos con el creyente Abraham” (Gálatas) 3:8-9
La fe en Cristo nos introduce en la bendición que Dios prometió a Abraham, la cual es la promesa
del Espíritu. “para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin
de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (Gálatas 3:14)
Cuando Dios dio esta promesa a Abraham “En ti serán benditas todas las naciones” estaba
dándole a conocer el evangelio, esto es las buenas nuevas que predica la iglesia de Cristo al
anunciar que en Él tenemos la bendición prometida por Dios a Abraham. Estas buenas nuevas le
fueron anunciadas a Abraham un poco más de 430 años antes de que Dios llamara a Moisés para
hacer otro pacto con su pueblo y quedara estipulado en la ley, y muchos siglos antes de que
Jesús, el Hijo de Dios viniera a este mundo y se entregara en sacrificio expiatorio por nuestros
pecados, justificándonos y llevando a cabo la redención. La promesa que Dios prometió a
Abraham se instaura por medio de Cristo, Él es el cumplimiento de la promesa a Abraham. La
esencia del Nuevo Pacto es la promesa a Abraham, y no tiene nada que ver con la ley dada a
Moisés. Todos los creyentes en Cristo deben vivir bajo el cumplimiento de esta promesa y no
deben tener nada que ver con la ley dada por medio de Moisés.
“Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado,
nadie lo invalida, ni le añade. Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su
simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu
simiente, la cual es Cristo. Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con
Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la
promesa. Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió
a Abraham mediante la promesa” (Gálatas 3:15-18).
Jesús es la simiente y la simiente es el heredero, es Jesús quién hereda las promesas. Así que, para
heredar la bendición prometida, tenemos que ser uno con Cristo, estar unidos a Él, ser uno en él.
Fuera de Él no podemos heredar las promesas que Dios hizo a Abraham Él no sólo es la simiente,
sino también la bendición de las promesas que hemos de heredar. Cuando los creyentes gálatas
se apartaron de Cristo para volver a la ley, se apartaron de Jesús el heredero de la promesa, y por
consiguiente perdieron la herencia prometida en Él.