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La gracia común en sus distintos ámbitos

1. El ámbito físico.
Los incrédulos continúan viviendo en este mundo por la gracia común de Dios: cada vez que la gente
respira es por gracia, porque la paga del pecado es muerte, no vida. Todavía más, la tierra no produce
solamente espinas y cardos (Gn 3:15), ni tampoco es sólo un desierto reseco, sino que por la gracia común
de Dios produce alimentos y materiales para ropa y vivienda, a menudo en gran abundancia y diversidad.
Jesús dijo: «Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que
está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos» (Mt 5:44-
45). Aquí Jesús apela a la abundante gracia común de Dios como un estímulo para sus discípulos, para que
ellos también otorguen a los incrédulos amor y oración por bendiciones (cf. Lc 6:35-36). De modo similar,
Pablo dijo a la gente de Listra: «En épocas pasadas él permitió que todas las naciones siguieran su propio
camino. Sin embargo, no ha dejado de dar testimonio de sí mismo haciendo el bien, dándoles lluvias del
cielo y estaciones fructíferas, proporcionándoles comida y alegría de corazón» (Hch 14:16-17).
El Antiguo Testamento también habla de la gracia común de Dios que viene sobre los incrédulos así
como sobre los creyentes. Un ejemplo específico es Potifar, el capitán de la guardia egipcio que compró a
José como esclavo: «Por causa de José, el SEÑOR bendijo la casa del egipcio Potifar a partir del momento en
que puso a José a cargo de su casa y de todos sus bienes. La bendición del SEÑOR se extendió sobre todo
lo que tenía el egipcio, tanto en la casa como en el campo» (Gn 39:5). David habla en una manera mucho
más general sobre todas las criaturas que Dios ha hecho:

El SEÑOR es bueno con todos;


él se compadece de toda su creación. …
Los ojos de todos se posan en ti,
y a su tiempo les das su alimento.
Abres la mano y sacias con tus favores
a todo ser viviente (Sal 145:9,15-16).

Estos versículos son otro recordatorio de que la bondad que se halla en toda la creación no «sucedió
simplemente» de manera automática; se debe a la bondad y compasión de Dios.

2. El ámbito intelectual.
Satanás es «mentiroso y padre de mentiras» y «no hay verdad en él» (Jn 8:44), porque se ha entregado
por completo al mal y a la irracionalidad y se ha comprometido a la falsedad que acompaña elmal radical.
Pero los seres humanos en el mundo de hoy, incluso los incrédulos, no están entregados por completo a
mentir, a la irracionalidad y a la ignorancia. Toda persona puede captar algo de verdad; verdaderamente,
algunos tienen gran inteligencia y entendimiento. Esto también se debe ver como resultado de la gracia de
Dios. Juan habla de Jesús como «esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano» (Jn 1:9), porque en
su papel como Creador y Sustentador del universo (no particularmente en su papel como Redentor) el Hijo
de Dios permite que la iluminación y entendimiento llegue a toda persona del mundo.
La gracia de Dios en el ámbito intelectual se ve en el hecho de que toda persona tiene un conocimiento
de Dios: «A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias» (Ro 1:21).
Esto quiere decir que hay un sentido de la existencia de Dios y a menudo un hambre por conocer a Dios
que él permite que permanezca en el corazón de toda persona, aunque a menudo resulta en muchas
religiones diferentes hechas por el hombre. Por consiguiente, incluso cuando habla a personas que
sostienen religiones falsas, Pablo podía hallar un punto de contacto respecto a la existencia de Dios, como
lo hizo al hablar con los filósofos atenienses: «Varones atenienses, en todo observo que sois muy
religiosos.…Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio» (Hch 17:22-23, RVR).
La gracia común de Dios en el ámbito intelectual también resulta en la capacidad de captar la verdad y
distinguirla del error, y experimentar crecimiento en el conocimiento que se puede usar en la investigación
del universo y en la tarea de subyugar la tierra. Esto quiere decir que toda la ciencia y tecnología de los que
no son cristianos es resultado de la gracia común, que les permite descubrimientos e invenciones increíbles,
desarrollar los recursos de la tierra en bienes materiales, producir y distribuir esos recursos, y tener
destreza en su trabajo productivo. En un sentido práctico, esto quiere decir que cada vez que entramos en
una tienda de abarrotes o montamos en un automóvil, o entramos en una casa debemos recordar que
estamos experimentando los resultados de la abundante gracia común de Dios derramada muy ricamente
sobre toda la humanidad.

3. El ámbito moral.
Dios también por su gracia común refrena a las personas para que no sean todo lo malas que pueden
ser. De nuevo, el ámbito demoníaco, totalmente dedicado al mal y a la destrucción, es un claro contraste
con la sociedad humana en la que el mal claramente está refrenado. Si las personas persisten con corazón
endurecido en seguir tras el mal, Dios a la larga los «entregará» a pecados cada vez mayores (cf. Sal 81:12;
Ro 1:24,26,28), pero la mayoría de los seres humanos no caerán a las profundidades a las que el pecado los
pudiera llevar, porque Dios intervendrá y refrenará su conducta. Un freno muy efectivo es la fuerza de la
conciencia: Pablo dice: «Cuando los gentiles, que no tienen la ley, cumplen por naturaleza lo que la ley
exige, ellos son ley para sí mismos, aunque no tengan la ley. Éstos muestran que llevan escrito en el
corazón lo que la ley exige, como lo atestigua su conciencia, pues sus propios pensamientos algunas veces
los acusan y otras veces los excusan» (Ro 2:14-15).
Este sentido interno del bien y del mal que Dios le da a toda persona significa que ellos frecuentemente
aprobarán normas morales que reflejan muchas de las normas morales bíblicas. Incluso a los que se
entregan a los pecados más bajos, Pablo les dice: «Saben bien que, según el justo decreto de Dios, quienes
practican tales cosas merecen la muerte» (Ro 1:32). En muchos otros casos este sentido interno de
conciencia lleva a las personas a establecer leyes y costumbres en la sociedad que son, en términos de
conducta exterior que aprueban o prohíben, muy parecidas a las leyes morales de las Escrituras. La gente a
menudo establece leyes o tiene costumbres que respetan la santidad del matrimonio y la familia, protegen
la vida humana, y prohíben el robo y la mentira. Debido a esto, la gente frecuentemente vive de maneras
que son moralmente rectas y exteriormente se conforman a las normas morales que se hallan en la Biblia.
Aunque su conducta moral no puede ganarles méritos ante Dios (puesto que la Biblia dice claramente «que
por la ley nadie es justificado delante de Dios», Gá 3:11, y «Todos se han descarriado, a una se han
corrompido. No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!», Ro 3:12), aunque con ello no se ganan la
aprobación eterna de Dios ni mérito alguno, los incrédulos «hacen el bien». Jesús implica esto cuando dice:
«¿Y qué mérito tienen ustedes al hacer bien a quienes les hacen bien? Aun los pecadores actúan así» (Lc
6:33).

4. El ámbito creativo.
Dios ha permitido significativas capacidades en los círculos artísticos y musicales, así como en otros
círculos en que se puede expresar la creatividad y la capacidad del individuo, como el del atletismo y otras
actividades como cocinar, escribir, etc. Es más, Dios nos da la capacidad de apreciar la belleza en muchos
aspectos de la vida. En este aspecto así como en el ámbito físico e intelectual, las bendiciones de la gracia
común de Dios a veces se derraman sobre los incrédulos incluso en forma más abundante que sobre los
creyentes. Sin embargo, en todos los casos es resultado de la gracia de Dios.

5. El ámbito de la sociedad.
La gracia de Dios también es evidente en la existencia de varias organizaciones y estructuras en la
sociedad humana. Vemos esto primero en la familia humana, evidenciado en el hecho de que Adán y Eva
siguieron siendo esposo y esposa después de la caída y tuvieron hijos e hijas (Gn 5:4). Los hijos de Adán y
Eva se casaron y formaron sus propias familias (Gn 4:17,19,26). La familia humana persiste hoy, no
simplemente como institución para los creyentes, sino para todas las personas.
El gobierno humano también es resultado de la gracia común. Fue instituido en principio por Dios
después del diluvio (véase Gn 9:6), y en Romanos 13:1 se indica claramente que Dios lo instituye: «No hay
autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él». Es claro que el
gobierno es una dádiva de Dios para la humanidad en general, porque Pablo dice que el gobernante «está
al servicio de Dios para tu bien», y «está al servicio de Dios para impartir justicia y castigar al malhechor »
(Ro 13:4). Uno de los medios primordiales que Dios usa para refrenar el mal en el mundo es el gobierno
humano. Las leyes humanas, la fuerza policial y los sistemas judiciales constituyen un poderoso disuasivo
para las acciones del mal, y son necesarias porque hay mucho mal en el mundo que es irracional y que se
puede refrenar solamente por la fuerza, porque no se le disuadirá mediante la razón o la educación. Por
supuesto, el pecado de la gente también puede afectar a los mismos gobiernos, y estos pueden llegar a
corromperse y alentar al mal antes que promover el bien. Esto es simplemente para decir que el gobierno
humano, como todas las demás bendiciones de la gracia común que Dios da, puede llegar a usarse para
bien o para mal.
Otras organizaciones en la sociedad humana incluyen instituciones educativas, empresas y
corporaciones, asociaciones voluntarias (tales como grupos de caridad y servicio público), e incontables
ejemplos de amistad humana ordinaria. Todas estas funcionan para dar alguna medida de bien a los seres
humanos, y todas son expresiones de la gracia común de Dios.

6. El ámbito religioso.
Incluso en el campo de la religión humana, la gracia común de Dios trae algunas bendiciones a los
incrédulos. Jesús nos dice: «Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen» (Mt 5:4), y puesto que
no hay restricción en el contexto para orar simplemente por su salvación, y puesto que el mandamiento de
orar por los que nos persiguen va unido al mandamiento de amarlos, parece razonable concluir que Dios se
propone responder a nuestras oraciones incluso a favor de los que nos persiguen, y respecto a muchos
aspectos de la vida. Por cierto, Pablo específicamente ordena que oremos «por los gobernantes y por
todas las autoridades» (1 Ti 2:1-2). Cuando procuramos el bien de los que no son creyentes, nos estamos
conformando a la práctica de Dios de conceder sol y lluvia «sobre justos e injustos» (Mt 5:45), y también a
la práctica de Jesús durante su ministerio terrenal cuando sanó a toda persona que le llevaron (Lc 4:40). No
hay indicación de que les haya exigido a todos que creyeran en él ni que convinieran con que él era el
Mesías antes de concederles sanidad física.
¿Responde Dios las oraciones de los incrédulos? Aunque Dios no ha prometido responder a las
oraciones de los incrédulos como ha prometido responder a las oraciones de los que vienen en el nombre
de Jesús, y aunque no tiene obligación de contestar las oraciones de los incrédulos, Dios puede, por su
gracia común, oír y conceder las oraciones de los incrédulos, demostrando así de otra manera su
misericordia y bondad (cf. Sal 145:9,15; Mt 7:22; Lc 6:35-36). Este es al parecer el sentido de 1 Timoteo 4:10,
que dice que Dios «es el Salvador de todos, especialmente de los que creen». Aquí «Salvador» no puede
restringirse en significado a «el que perdona pecados y da vida eterna», porque esas cosas no las reciben
los que no creen. «Salvador» debe tener aquí un sentido más general; es decir, «el que rescata de la
aflicción, el que libra». En casos de problemas o aflicción, Dios muchas veces oye las oraciones de los
incrédulos y en su gracia los libra de sus problemas. Todavía más, incluso los incrédulos a menudo tienen
cierto sentido de gratitud a Dios por la bondad de la creación, por la liberación del peligro, y por las
bendiciones de la familia, el hogar, las amistades y el país.

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