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Escrita en el siglo IV a.C., Aristoó teles se propuso en su Poética llevar a cabo una
reflexioó n esteó tica de largo alcance mediante la descripcioó n y el estudio de la
tragedia griega claó sica y de sus elementos y caracteríósticas esenciales. Para ello, el
Estagirita recurrioó en ocasiones a la comparacioó n con otras manifestaciones
literarias del creativo espíóritu griego como son la historia o, en el caso del
fragmento propuesto, la poesíóa eó pica.
Pero sin duda las diferencias entre ambos geó neros van maó s allaó , daó ndose en
muó ltiples niveles; por ejemplo, en cuanto a su gestacioó n y sus coordenadas
temporales. Asíó, aunque posteriormente se dieran en el contexto grecolatino
valiosas reformulaciones de la epopeya claó sica, de caraó cter maó s artificial y
arqueoloó gico en el caso de Apolonio de Rodas y sus Argonáuticas, por ejemplo, o
respondiendo a un programa políótico de mayor alcance, como en La Eneida de
Virgilio, la realidad es que la poesíóa eó pica, en su concepcioó n maó s pura, fue el fruto
de una larga tradicioó n de poesíóa oral que vino a cristalizar en los largos poemas
homeó ricos de finales del siglo VIII a.C. Tras ellos se escondíóan muchas generaciones
de poetas que habíóan cantado sus historias de un modo similar, forjando por el
camino un gran nuó mero de frases, artificios, tropos y personajes que pasaríóan a
conformar el repertorio claó sico. Ello implicaba que de alguó n modo fueran obras
convencionales, pero eso no les restaba valor en absoluto. Por su parte, aunque
empezoó a gestarse en el siglo anterior, derivando del ditirambo y de ciertos ritos en
honor a Dionisios, puede afirmarse en buena lid que la tragedia aó tica es un
producto especíófico del espíóritu de la Atenas del siglo V a.C., y que como tal supone
un reflejo certero de su sociedad y de la profunda cosmovisioó n que esta teníóa del
hombre y de su lugar en el mundo. La tragedia claó sica conservaba, pues, el
caracteríóstico y elegante sentido del estilo de la aristocraó tica sociedad ateniense,
tanto como su viva curiosidad, asimilando al tiempo el vigor y espíóritu aventurero
de la emergente y nueva democracia. Esto es evidente, por ejemplo, en su
preocupacioó n por temas como la ambicioó n y el poder, o en su conviccioó n de la
misioó n civilizadora en que Atenas estaba comprometida en relacioó n con la Heó lade.
Pero lejos de la autocomplacencia, sus autores mostraron un profundo
compromiso y una integridad moral y creativa admirable, al criticar tambieó n la
propia concepcioó n del mundo ateniense, realizando punzantes reflexiones con
respecto a los problemas fundamentales, tanto en los díóas exuberantes de su
apogeo, como en la inquietante antesala de su inminente decadencia. Por todo esto,
la tragedia fue una suerte de culminacioó n, una de tantas, de esa sociedad exigente y
esplendorosa que florecioó en Atenas durante lo que se ha dado en llamar el Siglo de
Pericles, y que desaparecioó con eó l.