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Las cruces sobre el

agua
Las cruces sobre el agua es una novela publicada en el año 1946 y escrita
por Joaquín Gallegos Lara, que lo situó entre los iniciadores del tema urbano en
la narrativa ecuatoriana. La culminación y detonante argumental, es la masacre
del 15 de noviembre de 1922.
La novela corresponde a una época avanzada del realismo
socialista ecuatoriano, ya menos costumbrista y desplazado su escenario hacía
las ciudades, donde el autor ubica a los protagonistas en los sectores más
humildes y marginados. Por su contenido histórico y sociológico es una obra
clásica de la literatura ecuatoriana.
La masacre del 15 de noviembre de 1922, se considera una gesta heroica del
proletariado ecuatoriano según la tradición socialista ecuatoriana (pese a que
muchos de los protagonistas de la huelga eran en realidad artesanos). Fue
durante el gobierno liberal de José Luis Tamayo, y realizada por el ejército
ecuatoriano aparentemente en respuesta a una jornada de saqueos liderada por
algunos huelguistas ese día. Gallegos Lara (que tenía 11 años de edad en los
días en que se produjeron estos acontecimientos), militante comunista, traslada
a las páginas de la novela a personajes históricos de la vida política del país. Por
ello se considera que la pluma de Joaquín Gallegos Lara escribió un documento
testimonial y de agitación política, sin embargo se generalizó la confusión de la
novela con un registro histórico fidedigno.
En 1922 la situación social en Ecuador está a punto de estallar. Los sindicatos
de obreros de Guayaquil deciden ir, uno tras otro, a la huelga. Alfredo encabeza
la lucha de los panaderos. El 15 de noviembre salen a la calle a manifestar su
protesta contra la carestía de alimentos, la subida del dólar y los sueldos de
hambre. El gobierno decide reprimir las manifestaciones, y el ejército comienza
a disparar sobre la multitud de obreros, mujeres y niños. En la refriega, tras
combatir heroicamente, muere Alfredo Baldeón. Ese mismo día, su mujer,
Leonor, muere al dar a luz a un niño muerto. Por otro lado, Alonso Cortés, que
simpatizaba con las reivindicaciones de los obreros, no se lanza a la calle por los
ruegos que le hace su familia, aunque al enterarse de la desaparición de Alfredo
va inmediatamente a buscarlo. Una vez que se calma la situación, Alonso decide
romper su noviazgo con Violeta, pues considera que esa joven carece de
sensibilidad social.
Tras un largo viaje en compañía de su madre, regresa a Guayaquil, ciudad que
ve transformada por la riqueza que manifiestan los edificios del centro de la
ciudad, y por el continuo agrandarse de los suburbios de obreros. Al ver unas
cruces sobre el agua del río Guayas, pregunta qué significado tienen; un negro
estibador le explica que se colocan allí todos los 15 de noviembre, en recuerdo
de los muertos que los militares echaron al río después de la cruenta represión
anti-obrera.
Esta novela se ambienta en la ciudad de Guayaquil a principios del siglo XX. El
protagonista es Alfredo Baldeón, el hijo de un humilde panadero, quien desde
joven muestra un carácter rebelde. Seguimos su trayectoria desde que, con
quince años, participó en la revolución con chista en Esmeraldas del lado de los
sublevados, hasta que, en el año 1922, fue uno de los cabecillas de las huelgas
de su ciudad natal. A través de él vamos conociendo a una serie de personajes
que forman parte del crisol en el que sobrevivía la sociedad guayaquileña y
ecuatoriana de su tiempo.
Sé perfectamente que con el resumen que acabo de presentar no es sencillo
hacerse una idea acerca de la trama del libro, pero es que la misma narración
se presta a engaños. Los primeros capítulos parecen los propios de una clásica
novela de aprendizaje. Tenemos a un personaje al que conoceremos desde su
infancia y al que veremos madurar paso a paso. Pero luego, inesperadamente,
se nos presenta otro personaje, Alfonso, un amigo de Alfredo, quien, durante un
buen puñado de escenas, asume el protagonismo de la obra. Vemos la difícil
situación de su familia, la rama pobre de una rica familia costera. Vemos su lucha
por progresar y también somos testigos de sus amores. Y, de repente, se
esconde en el segundo plano. El protagonismo lo retoma Baldeón pero ya no
únicamente. La novela se transforma en una obra coral de la que salen
personajes hasta de debajo de las piedras. Muchos de ellos tiene una aparición
esporádica, apenas muestran rasgos de personalidad con los que podamos
identificarlos e, incluso, en ocasiones hasta comparten nombres. Finalmente
este batiburrillo se va ordenando y enfocando un poco en los últimos capítulos,
con la trama revolucionaria.
Ignoro si se trata de una apreciación personal o bien Nelson Estupiñán Bass lo
hizo premeditadamente, pero me doy cuenta de que la estructura de “Cuando
los guayacanes florecían” es justo la opuesta de “Las cruces sobre el agua”. Si
en aquella comenzábamos en medio de una revolución, luego se convertía en
una obra coral y finalmente se centraba en las vicisitudes de un protagonista, en
la novela de Joaquín Gallegos Lara en orden de estas partes es el inverso.
Seguramente la idea que parece que intento transmitir es que “Las cruces sobre
el agua” me resulta una novela fallida, y esto es cierto relativamente. En efecto
el ritmo y el desarrollo de la trama me parecen torpes, innecesariamente
frustrante. Considero que la pretensión de Gallegos Lara era pintar un fresco de
las gentes de Guayaquil y de cómo se vieron empujadas a pararse y gritar hasta
aquí hemos llegado.
Pero la multitud de nombres sin rostro no ayuda a que el lector comprenda la
magnitud del suceso. Es contraproducente. La tragedia se vuelve farsa porque
no llegamos a sentir cariño por ninguno de los personajes.
Por otro lado “Las cruces sobre el agua” me parece una obra digna de figurar
entre los clásicos de la literatura ecuatoriana por una razón que ya mencioné al
hablar de “Los guandos”. Joaquín Gallegos Lara maneja una prosa brillante. Las
descripciones son más sensoriales que gráficas y la reproducción de las
maneras de hablar de cada uno de los personajes, muy acertada. Con todo ello
lo que quiero decir es que si la desgracia no se hubiera abatido sobre él
demasiado pronto nos podríamos encontrar ante uno de los mejores autores
latinoamericanos del siglo XX. Al igual que pasa con Gabriel García Márquez me
da la impresión de que la literatura corría por las venas de Gallegos Lara, que no
le suponía ningún esfuerzo escribir. Y si esta es su novela más conocida
(también porque fue la única que pudo concluir) es porque, lamentablemente,
nunca llegaremos a conocer sus obras de madurez.

Conclusión
1.- Las cruces del agua es una novela ecuatoriana basada en la muerte de
muchos hombres trabajadores, los mismos que deramaron su sangre por
conseguir un nuevo Ecuador libre de violencia y de explotación por parte de
clases dominantes.

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