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Prefacio
Veblen comenta que su investigación «discurre por terrenos de
teoría económica y generalización etnológica.»
1. Introducción
La institución de la clase ociosa puede encontrarse en su
desarrollo más completo en los estadios más altos de la cultura
bárbara, como por ejemplo en la Europa y en el Japón feudales.
En estas sociedades hay una clara distinción de clases sociales.
La más alta habitualmente está exenta de los trabajos
industriales, y se dedica a los “empleos honorables”: el ejercicio
de las armas, o el sacerdotal; también al gobierno y a los
deportes. Estos son empleos que no pueden alcanzar las clases
bajas.
2. Emulación pecuniaria
«La emergencia de una clase ociosa coincide con el comienzo
de la propiedad.» (pág. 54). La diferenciación original de la que
surge la distinción entre una clase ociosa y una clase
trabajadora proviene de la división que se establece en la baja
edad bárbara entre el trabajo de los hombres y el de las mujeres.
«Apropiarse de mujeres es cosa que empieza de una manera
clara en las primeras épocas de la cultura bárbara.» La razón
original de su apropiación era la de su utilidad como trofeos. La
propiedad-matrimonio hace que surja un hogar con un jefe
masculino. Se produce una extensión de la esclavitud que
abarca a otros cautivos y subordinados además de las mujeres.
De la apropiación de las mujeres, el concepto de propiedad se
extiende a los productos de su trabajo; y así surge la
apropiación de cosas tanto como de personas. De este modo se
va instalándose un sistema consistente de propiedad de bienes.
3. El ocio ostensible
Las clases bajas necesitan trabajar, y esto hace que el trabajo no
sea humillante para ellas. Acaban desarrollando un orgullo
emulativo en adquirir fama de trabajar bien. Para ellos la lucha
por el prestigio pecuniario se manifiesta en un aumento de
diligencia y sobriedad.
4. El consumo ostensible
Una porción de la clase servil ha de asumir una nueva y
subsidiaria gama de obligaciones: el consumo vicario de
bienes.
En las primeras fases de la cultura depredadora, la función de
los varones es consumir lo que las mujeres producen.
En la etapa industrial la clase baja trabajadora sólo debe
consumir aquellas cosas que son necesarias para su
subsistencia; los lujos y las comodidades pertenecen a la clase
ociosa. La mujer debe consumir lo que es estrictamente
necesario para su mantenimiento, excepto en la medida en que
un consumo extraordinario puede contribuir a la comodidad o
buena reputación de su amo.
El caballero establece el canon de prestigio: el caballero ya no
es sólo el varón triunfal y agresivo, debe cultivar también sus
gustos. De aquí surgen los buenos modales. Los regalos y el dar
fiestas tienen la función de ser gastos ostensibles.
Existen caballeros sin fortuna que acaban siendo siervos de los
caballeros que pueden permitirse el ocio ostensible; los
primeros entran al servicio de estos últimos y sus tareas pueden
pasar a ser honrosas: Dama de Honor, Mayordomo de las
Caballerizas del Rey…
En la clase media-baja no hay pretensión de ocio por parte del
jefe de familia, pero procura que su esposa pueda disfrutar del
ocio vicario para preservar el buen nombre de la casa, imitando
la estructura social promovida por la clase ociosa.
Del desarrollo del ocio y el consumo ostensibles se desprende
que la utilidad de ambos reside en el elemento de derroche:
derroche de tiempo y esfuerzo o derroche de bienes.
Conclusión personal
Teoría de la clase ociosa me ha parecido un libro bastante
original, que tiene que ver con la economía, pero también con
la antropología o la sociología, corrientes del pensamiento que
hacia finales del siglo XX cada vez ha sido más necesario incluir
en el debate económico.
Veblen contradice algunas de las ideas más clásicas de la teoría
económica, como la del supuesto del sujeto racional, poniendo
el foco de sus ideas en una interesante idea, la de la economía
institucional.
Tengo la impresión de que en este ensayo hay alguna pequeña
contradicción interna: a veces le cuesta salvar la dicotomía
entre la tendencia al ocio y al instinto del trabajo eficaz. Esto
hace que tenga más ganas ahora de leer La ética protestante
y el espíritu del capitalismo de Max Weber.
Quizás Veblen, que escribió su ensayo en los últimos años del
siglo XIX, tuvo demasiada fe en la evolución de la cultura
industrial y el retroceso de la cultura depredadora. Sus ideas
parecen dar fe de un mundo que se extingue, un mundo en el
que no va a haber, por ejemplo, una Primera y una Segunda
guerras mundiales. Y lo curioso es que precisamente su
existencia hace más vigentes las teorías de Veblen sobre los
residuos de la sociedad bárbara. Uno puede, por ejemplo,
pensar en el nazismo y relacionarlo perfectamente con la teoría
de este libro: la imposición bárbara sobre los demás, la hazaña
y el ensalzamiento del deporte, la figura del líder como dios
antropomórfico y el gasto en ocio y consumo ostensibles.
Jorge Luis Borges incluyó Teoría de la clase ociosa en su
Biblioteca personal, y existe un prólogo del libro escrito por él.
John Galbraith es otro admirador de Veblen.
Tengo la sensación de que Sigmund Freud leyó este ensayo
de Veblen. De hecho la forma de organizar los pensamientos en
Totem y tabú se asemeja un tanto a Teoría de la clase ociosa:
la investigación del hombre primitivo para explicar los
comportamientos del hombre moderno, y también los del joven
(o el niño, en el caso de Freud) en el adulto.
Existen muchos fenómenos del mundo actual que pueden
explicarse según la Teoría de la clase ociosa: si uno ve la
película Inside job tras leer a Veblen se dará cuenta de que
entre los ejecutivos de Wall Street predominaban las pulsiones
de la cultura bárbara depredadora, y el objetivo de la compra de
aviones privados, por ejemplo, no era otro que el del consumo
ostensible que establece comparaciones odiosas entre los
hombres.
Las fotos que colgamos en las redes sociales, mostrándonos en
la playa, en un restaurante o en una discoteca son muestras de
consumo ostensible, de la aceptación de los valores de la clase
ociosa.