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Luis Pablo Lorencez Santillán

Redes de Indignación y Esperanza. Manuel Castells

Cambiar el mundo en la sociedad red

A partir del estudio de algunos de los movimientos sociales contemporáneos más


relevantes como los levantamientos árabes, el 15-M en España y Ocuppy Wall
Street en Estados Unidos, Manuel Castells apunta a una característica en común
bastante novedosa: el uso de sistemas de redes posibilitado y potenciado por las
tecnologías de comunicación inalámbricas. La llamada autocomunicación de masas,
señala, genera una profunda transformación en sentido organizativo de todos los
aspectos de la vida cotidiana, pero, sobre todo, en la estructura y coordinación de
nuevos movimientos sociales.

Sin embargo, el espacio de libertad virtual resulta insuficiente en términos de un


movimiento social. La ocupación del espacio público resulta imprescindible cuando
se pretende sumar la cualidad transformadora a un movimiento social. El híbrido
resultante de la conjugación entre el espacio físico y el digital, o bien, de redes
“online” y “offline”, es llamado por el autor “espacio de la autonomía” y brinda una
ventana de oportunidades en sentido estratégico, como la horizontalidad de las
discusiones o una mayor resistencia a la represión, y, por otra parte, fomenta una
cultura de autonomía e individuación.

En tiempos recientes, los movimientos sociales se han posicionado como elementos


primordiales de los grandes cambios sociales. Las grandes crisis en las condiciones
de vida de la gente y la consecuente desconfianza en las instituciones son factores
que motivan la movilización de las masas. No obstante, el movimiento detona sólo a
partir del factor emocional. Es decir, el paso del miedo a la ira y posteriormente el
entusiasmo colectivo, que potencia el movimiento.

El paso del miedo a la ira se hace posible como consecuencia de la acción


comunicativa. Es en este sentido que las redes sociales y las tecnologías de la
comunicación juegan un papel decisivo. Incluso, ya durante el movimiento, las redes
sociales siguen conectando al movimiento, como actor colectivo, con otros
movimientos e internamente permite la interacción de nodos para la deliberación y
coordinación.

Siguiendo el esquema de red, tenemos que existen gran cantidad de


interconexiones y otras tantas conexiones con el exterior. De tal forma, se pueden
aseverar algunos enunciados. En primer lugar, la conexión con redes externas
permite la discusión con otras experiencias y otros movimientos, lo que define el
carácter global de los movimientos. Asimismo, la conexión a través de Internet
permite el contagio viral del movimiento, es decir, su expansión a otros espacios
físicos y digitales.

En otro sentido, los límites de la red son bastante difusos, lo que permite a la red
continuar abierta y reconfigurar, de acuerdo a las eventualidades, su propia
Luis Pablo Lorencez Santillán

composición. Por otra parte, la interconexión de nodos otorga a los movimientos un


carácter estrictamente horizontal, más democrático y menos vulnerable, en sentido
de que ningún nodo resulta indispensable para el funcionamiento de la red. La
omisión de líderes no sólo resulta estratégica, sino que forma parte de la naturaleza
del rechazo a la delegación de poder y se mueve en la lógica del autogobierno.

La horizontalidad de los movimientos concede espacio a la unidad que, como se


mencionó líneas atrás, es requisito para la acción comunicativa y
consecuentemente, para el paso del miedo a la esperanza, pasando por la ira. Sin
embargo, la unidad no sólo opera al nivel emocional, sino que resulta un punto de
partida para definir una serie de valores comunes opuestos a los que motivaron, en
un principio, el movimiento.

Internet juega un papel tanto instrumental como cultural. Por un lado, facilita la
infraestructura que hace posible la comunicación y con ellos la unidad, coordinación,
deliberación y demás aspectos indispensables para la sobrevivencia del movimiento.
Por otro lado, su diseño estructural es plenamente compatible con la cultura de la
autonomía y de la libertad.

Los movimientos sociales, en última instancia, pretenden una transformación


cultural. Castells subraya dos características primordiales de este proceso:
Individuación y Autonomía. No se debe confundir individuación con individualismo,
pues el segundo pretende el bienestar del individuo y la individuación puede apuntar
a la acción colectiva. La autonomía, por otra parte, supone al actor social como un
sujeto que define su propia acción, esto en sintonía con valores específicos.

Ahora bien, los movimientos no son permanentes. De hecho, tienen una existencia
temporal en muchos casos, bastante limitada. A la vez, las múltiples motivaciones
que impulsan a la movilización encausan, necesariamente, en las instituciones
políticas en las que no se confía. Asimismo, los actores políticos, representantes de
estas instituciones, no aceptan los valores emanados del movimiento y por ello, la
influencia del movimiento suele ser limitada, salvo en casos excepcionales que la
crisis rebase en tal grado las instituciones que se haga necesario un nuevo
comienzo.

Sin embargo, el movimiento tiene una capacidad transformadora en tanto pueda


tener una influencia cultural extendida. Es decir, concienciar a la ciudadanía y que
de esta forma las demandas del movimiento sean retomadas por los canales
institucionales, aunque con un mayor seguimiento de la ciudadanía verificando que
las demandas no sean atendidas sólo superficialmente. En este sentido, Castells
señala que la batalla definitiva es la que ocurre en la mente de las personas.

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