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socialismoResumen:

El propósito en general es construir una sociedad sin clases, razón por la cual en la actualidad la mayoría del socialismo se identifica con los
postulados marxistas y comunistas. También se ha enfocado últimamente a las reformas sociales de las democracias modernas.
Para Hugo Chávez expresa lo siguiente "Hemos asumido el compromiso de dirigir la Revolución Bolivariana hacia el socialismo y contribuir
a la senda del socialismo, un socialismo del siglo XXI que se basa en la solidaridad, en la fraternidad, en el amor, en la libertad y en
la igualdad" en un discurso a mediados de 2006. Además, este socialismo no está predefinido. Más bien, dijo Chávez "debemos transformar
el modo de capital y avanzar hacia un nuevo socialismo que se debe construir cada día".

INTRODUCCIÓN
El Socialismo del siglo XXI es un concepto del que se empieza a hablar a partir de enero de 2005, fue lanzado por el Presidente
de Venezuela, Hugo Chávez, en el V Foro Social Mundial, en el marco de la revolución bolivariana, en su definición ha señalado que para
llegar a éste habrá una etapa de transición que denomina como Democracia Revolucionaria.
Hugo Chávez expresó "Hemos asumido el compromiso de dirigir la Revolución Bolivariana hacia el socialismo y contribuir a la senda del
socialismo, un socialismo del siglo XXI que se basa en la solidaridad, en la fraternidad, en el amor, en la libertad y en la igualdad" en un
discurso a mediados de 2006. Además, este socialismo no está predefinido. Más bien, dijo Chávez "debemos transformar el modo de capital
y avanzar hacia un nuevo socialismo que se debe construir cada día".A su juicio por las condiciones presentes en el actual mundo
globalizado, esta transición será bastante prolongada. Dentro de este concepto sería definitivamente el socialismo el camino a seguir,
contrario al neoliberalismo.
En el aspecto de ideológico y en cuanto al objetivo de la vida social, se ha llegado a determinar a qué tipo de socialismo se apunta, se ha
aclarado relativamante cuando Hugo Chávez respondió a la jerarquía eclesiástica venezolana «Les recomiendo a los obispos que lean a Marx,
a Lenin, que vayan a buscar la Biblia para que vean el Socialismo en sus líneas, en el viejo y nuevo testamento, en el sermón de la
montaña.», durante el acto de juramentación de su nuevo gabinete ministerial, el 8 de enero de 2007.
En el mismo acto, Chávez indicó ser trotskista. Por esto se podría inferir que el Socialismo del siglo XXI posee elementos de ideologías tan
diversas como el Marxismo-Leninismo, el trotskismo y el socialismo cristiano, aunque preservando prácticas del neoliberalismo tal como lo
ha demostrado el proceso de concesiones de las empresas estatales a transnacionales privadas.

El caos del socialismo del siglo XXI


El llamado Socialismo del Siglo XXI ha creado caos económico y social en los países latinoamericanos donde ha
gobernado.

Realmente, la única diferencia entre este nuevo izquierdismo y el comunismo del siglo XX es que logra llegar al
poder por medios democráticos, fingiendo respetar sus prácticas. Luego, mañosamente las ignora y hace cambios
en las constituciones de cada país; impone represión política, restricción de las libertades, silenciamiento de los
medios y, en muchos casos, anulación la propiedad privada; transforma su gobierno en regímenes totalitarios,
ajenos a la democracia, semejantes a aquellos de las naciones comunistas del siglo pasado. Con un agravante, un
alto, yo diría altísimo, grado de corrupción. Los resultados, naturalmente, han sido funestos.

El más doloroso ejemplo es Venezuela. Luego de 18 años de gobierno socialista, establecido por Hugo Chávez en
1998, sus cuatro reelecciones consecutivas y, luego de su muerte, tres años de desastroso gobierno de Nicolás
Maduro, hoy el país se encuentra al borde del colapso total. No hay comida, la gente está alimentándose con
basura, desperdicios, ratas. Los supermercados fueron saqueados, el hambre acorrala y aterroriza al pueblo.
Tampoco hay medicinas, ni siquiera las más urgentes; la gente muere en las clínicas esperando un antibiótico, un
tratamiento, una droga. Las cárceles están llenas de presos políticos, juzgados por tribunales y jueces controlados
por el Estado. La criminalidad común es rampante. La inflación es la mayor del mundo y la contracción de la
económica sobrepasa todos los cálculos. La rica Venezuela hoy está arruinada, su democracia destruida y Maduro,
con la mayor desfachatez, pretende eternizarse en el poder como sea.

En Argentina, el izquierdismo llegó al poder en 2003 con Néstor Kirchner y, luego, continuó con su mujer, Cristina
Fernández, hasta el 2015. Sus prácticas comunistoides y su corrupción casi arruinan el país, acorralaron la
economía, asustaron la inversión extranjera, crearon tantos subsidios y burocracia pública que vaciaron las arcas
de gobierno y, lo peor, socavaron la empresa privada, creadora de industria y empleo. Hoy, el nuevo gobierno de
Mauricio Macri hace esfuerzos desesperados, y onerosos para la población, para recuperar la economía del país;
algo que tomará años. Cristina debe responder ante los tribunales por tres graves acusaciones bien
fundamentadas: corrupción, malversación y encubrimiento.
Marxismo y anarquismo son ideologías filosóficas muy similares. Ambas tienden en mayor o menor medida
al socialismo. Por un lado. el marxismo es una corriente política y filosófica además de modelo teórico basado
principalmente en la filosofía desarrollada por el alemán Karl Marx. No hay que confundir el marxismo con el
socialismo. El marxismo defiende la idea que debe darse más valor a la clase obrera además de eliminar las
clases sociales y eliminar la propiedad privada. Por otro lado, el anarquismo es una corriente filosófica
también; una completamente diferente del comunismo, socialismo y marxismo. El anarquismo también retoma
muchas ideas del socialismo e incluso del comunismo, pero tiene su propia base teórica. El principal principio
del anarquismo es la idea que el Estado debe desaparecer.
Tabla de comparación

Marxismo Anarquismo
Entre sus principales representantes se
Evidentemente el principal es Karl Marx,
Fundador o encuentran Pierre-Joseph Prodhoun
aunque también son representantes del
principal (considerado el primer anarquista), Mikhail
marxismo Friedrich Engels, Vladimir Lenin,
exponente Bakunin, Pyotr Kropotkin, Lysander Spooner,
León Trotsky, Joseph Stalin entre otros.
Benjamin R. Tucker entre otros.
Se trata de un modelo teórico compuesto casi Se trata de una corriente filosófica que busca
en su totalidad por el trabajo de Marx. El una sociedad sin Estado. Persigue más bien la
marxismo (al que también se le conoce como idea del auto-gobierno el cual funciona gracias
socialismo científico) cree en la necesidad de a quienes de él forman parte voluntariamente.
Definición
llevar a cabo modificaciones en la No obstante, más de una autor coincide en que
organización social, consecuencia de las deben ser solo instituciones específicas y se
contradicciones existentes dentro de los debe basar en un sistema de asociaciones no
modos de producción. jerárquicas.
Acerca de la Toda propiedad privada, ya que se le Quienes apoyan el anarquismo no tienen un
propiedad considera uno de los principales medios de punto de vista único acerca de la propiedad
privada producción, debe ser propiedad común, o privada. Esto se debe principalmente a que no
Tabla de comparación

Marxismo Anarquismo
pública. Los artículos como ropa y existe una sola definición para el concepto de
pertenencias personales quedan exentos de “propiedad privada”. Las dos definiciones más
esta definición. populares son:
1. Las propiedades son bienes comunes
2. Los bienes son poseídos por individuos y
asociaciones de individuos.

El marxismo promueve la libertad de culto. Dentro del anarquismo existe la libertad de


Acerca de la
No obstante le da preferencia al ateísmo por culto con tendencias muy fuertes hacia el
religión
encima de cualquier religión. ateísmo.
“El socialismo no es, ciertamente, una doctrina indoamericana. Pero ninguna doctrina, ningún sistema
contemporáneo lo es ni puede serlo. Y el socialismo, aunque haya nacido en Europa, como el capitalismo, no es
tampoco específico ni particularmente europeo. Es un movimiento mundial, al cual no se sustrae ninguno de los
países que se mueven dentro de la órbita de la civilización occidental. Esta civilización conduce, con una fuerza y
unos medios de que ninguna civilización dispuso, a la universalidad. Indoamérica en este orden mundial, puede y
debe tener individualidad y estilo; pero no una cultura ni un sino particulares… No queremos, ciertamente, que el
socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia
realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano.”
Mariátegui en el texto “Aniversario y balance” (1928)

El pasado 16 de abril se cumplieron 85 años de la muerte de José Carlos Mariátegui, uno de los pioneros del
marxismo continental. El aniversario no es una mala excusa para hacer un repaso de su biografía, sus aportes y
su lugar en la historia del socialismo revolucionario. Lamentablemente, hay relativamente pocos estudios acerca
de las obras de Mariátegui dentro del marxismo. Lo que sí abundan son los “estudios” acerca de su “actualidad”
entre los “socialistas” y “marxistas latinoamericanos” que pretenden utilizar al peruano contra él mismo. No hay
una sola comilla de sobra en la oración precedente. Pues quienes se han arrogado por años la “reivindicación” de
Mariátegui se han dedicado a mutilar sádicamente su pensamiento.

Hablamos fundamentalmente de los teóricos hoy referenciados en el chavismo, ajenos completamente al


marxismo y a la tradición de la que el socialista peruano es parte. Tanto ellos como sus fuerzas políticas se han
cubierto con el manto de autoridad de algunos importantes teóricos para presentarse a sí mismos como el
marxismo “latinoamericano” opuesto al “eurocéntrico” y “dogmático”. Para ellos, las posiciones que reivindican la
independencia de clase del proletariado, para la política “nuestramericana” no serían más que anacronismos
propios de quienes quieren “calcar y copiar” el modelo de las revoluciones europeas. Y ahí estarían Mariátegui,
Mella y Gramsci para demostrar que es posible algo superador, no dogmático. Uno no puede evitar preguntarse
si alguna vez han leído a estos autores fuera de las frases sueltas que gustan de citar y usar para carteles
universitarios. Pues, en la historia real, sus posiciones son la negación viva de estas pseudoteorizaciones
antimarxistas disfrazadas de marxismo “no dogmático”.

El debate es largo. Estos “teóricos” a los que estamos criticando durante años han presentado como “marxismo”
su propia versión mutilada del mismo, luego mutilaron a autores como Mariátegui para oponerlos al marxismo así
presentado por ellos, les endosaron sus propias posiciones y así llegaron al resultado que aquí reseñaremos en
pocas líneas. Este operativo ideológico se parece al propuesto por el Astrólogo en “Los 7 locos” de Roberto Arlt:
“No sé si nuestra sociedad será bolchevique o fascista. A veces me inclino a creer que lo mejor que se puede
hacer es preparar una ensalada rusa que ni Dios la entienda”. Donde dice “fascista” pongamos “nacionalista
pequeñoburgués” y la propuesta ficcional se habrá hecho realidad. Nuestra intención es hacer un esbozo crítico
breve del pensamiento de Mariátegui, oponiéndolo a esta imagen distorsionada. Y para graficar el debate,
polemizaremos con dos artículos. El primero es “Vigencia de José Carlos Mariátegui” de Miguel Mazzeo. El
segundo se llama “85 años de creación heroica”, aparecido en la página de Internet “Notas”, vinculada a Patria
Grande, para “reivindicar” al socialista peruano.

Su lugar en la historia
Lo primero que hay que decir es que lo que presenta interés en Mariátegui es que se trata de un marxista que
efectivamente pensó con su propia cabeza y que fue un importante referente de la generación sudamericana de
revolucionarios de la década del 20 del siglo pasado. Por esos años, el subcontinente había sido recorrido por un
importante ascenso de luchas como la revolución mexicana y la Reforma Universitaria. Estos hechos
conmocionaron a una importante vanguardia nacida por esos años y fueron la base de su surgimiento.

Pero lo que más convulsionó sus cabezas y que marcó de punta a punta los desarrollos ideológicos de sus
teóricos, que pretendían construir organizaciones revolucionarias para la emancipación de las masas
latinoamericanas, fue un acontecimiento no específicamente latinoamericano: la Revolución Rusa. Este era para
Mariátegui el foco que alumbraba su concepción del mundo. La historia real es que no fue ni un teórico
“campesinista” inspirado en la gesta de Pancho Villa ni un dirigente universitario que tuviera por referencia el
“Manifiesto Liminar”. Sus elaboraciones políticas y teóricas estaban orientadas a un objetivo bien preciso:
construir en “Indoamérica” la Tercera Internacional fundada por los bolcheviques. Su revista Amauta fue una
herramienta construida en ese sentido, como un andamio del Partido Socialista Peruano fundado por él en 1928.
En palabras del propio Mariátegui (en su libro “Defensa del marxismo”): “La revolución rusa constituye, acéptenlo
o no los reformistas, el acontecimiento dominante del socialismo contemporáneo. Es en ese acontecimiento, cuyo
alcance histórico no se puede aún medir, donde hay que ir a buscar la nueva etapa marxista”. Solamente la
completa incomprensión del marxismo puede hacer llegar a la conclusión de que semejante proyecto, seriamente
abarcado, pueda significar “copiar un modelo” de revolución estrictamente europeo. Nos adentraremos en esto
más adelante.

Lo que queremos resaltar es que un autor y dirigente que efectivamente hizo un esfuerzo real y serio por
entender la realidad de nuestra región, no lo hizo desde el impulso de una dinámica puramente regional, sino
más profunda y global, un corte histórico de magnitud universal del que los bolcheviques fueron protagonistas y
referencia mundial. Por eso están completamente fuera de lugar afirmaciones como la de Mazzeo, que plantea
que Mariátegui habría criticado “la primacía eurocéntrica y bolchevique en el marxismo”. Propongamos a Mazzeo
que nos muestre una sola cita que sustente semejante afirmación. Jamás obtendremos respuesta. Fijémonos en
un detalle. Para este teórico, “primacía eurocéntrica” es sinónimo de “primacía bolchevique”. El principio de la cita
que ponemos al inicio de este artículo parece destinado a refutar semejante embrollo con una anticipación de
ocho décadas.

Un “universalista” entendiendo Latinoamérica

La confusión reside en que Mariátegui intentó hacer un estudio concienzudo y documentado de la realidad
latinoamericana. Sus “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” son tal vez la mejor y más
conocida de sus obras al respecto. Esto de ninguna manera se contrapone con el marxismo. Dice el artículo de
“Notas” que Mariátegui habría abandonado “las nociones más ortodoxas para ubicarse como parte de una
corriente de renovación que se extendió tanto por América Latina como por Europa, estos jóvenes formaron parte
de toda una tendencia internacional que discutió con las posiciones hegemónicas para configurar un marxismo
nuevo, fundado en la filosofía de la praxis y en el alejamiento de las nociones del determinismo económico”. Muy
a contramano del barato palabrerío acerca de “un marxismo nuevo”, sus escritos son en realidad parte del
amplísimo bagaje teórico de la primera posguerra y los primeros años de la Tercera Internacional preestalinista.
Esto a pesar de estar ubicado en una situación contradictoria, pues Mariátegui no formó parte de la pelea
histórica de Trotsky contra la burocratización de la URSS y la Internacional pero no se adaptó a la debacle
ideológica y política que el estalinismo representó. La consumación definitiva de la degeneración de la Tercera
Internacional se dio por esos años y el socialista peruano no llegó a comprender sus alcances.

Como no podía ser de otra forma, el punto de partida de los “Siete ensayos” es el estudio del desarrollo y la
historia económica de Perú. Este documento presenta mucho interés a pesar de que tiene dos definiciones que, a
nuestro modo de ver, son equivocadas: define al Imperio Inca como “socialismo” primitivo y a la colonización
como “feudal”. Pero este error es casi puramente de categorías. Su análisis de la estructura de la economía y la
sociedad peruanas es muy rico y tiene ciertos alcances regionales. Dice, acerca del proceso de independencia:
“El impulso natural de las fuerzas productoras de las colonias pugnaba por romper este lazo. La naciente
economía de las embrionarias formaciones nacionales de América necesitaba imperiosamente, para conseguir su
desarrollo, desvincularse de la rígida autoridad y emanciparse de la medioeval mentalidad del rey de España…
Enfocada sobre el plano de la historia mundial, la independencia sudamericana se presenta decidida por las
necesidades del desarrollo de la civilización occidental o, mejor dicho, capitalista”. Lejos de la retórica
“latinoamericanista” en boga, Mariátegui analiza la historia local partiendo de los desarrollos globales, “Enfocada
sobre el plano de la historia mundial”. Algunos considerarán esto como “eurocéntrico”, nosotros lo llamaremos
realista.

Con todo esto queremos demostrar que es completamente falso que Mariátegui pretendiera construir un
“marxismo latinoamericano” diferente del europeo, con una matriz teórica divergente u opuesta. Porque, si bien
es fundamental conocer y hacer parte de la política revolucionaria la historia y las formaciones sociales de cada
país, el punto de partida del marxismo es el capitalismo en su conjunto. Cada país y región por separado tiene su
historia, sus tradiciones, etc. Pero la sociedad burguesa moderna se caracteriza por hacer ingresar forzosamente
a todas las regiones del globo a una realidad más grande: el mercado mundial. Las poblaciones nativas y las
viejas formaciones sociales son destruidas o integradas de una u otra forma a una cadena de dependencia mutua
de todas las naciones. Su forma más acabada es la cristalización de la división internacional del trabajo. Las
poblaciones nativas son integradas a las relaciones de producción modernas, vale decir asalariadas, o sus viejas
relaciones sociales al mercado. Este es el caso de los resabios de las unidades de producción social indígenas
que Mariátegui analiza. En última instancia, los destinos de todos los países están atados entre sí. Y el
antagonismo entre la clase obrera y la burguesía es cada vez más un antagonismo mundial. Por eso no puede
haber un marxismo europeo, otro americano, otro asiático, etc. Esto no significa que no haya desigualdades entre
países y regiones, sino que cada “desigualdad” está atada a una realidad mayor.

Así es como enfoca las cosas Mariátegui. Profundamente interesado por el problema indígena, plantea la
realidad de que la aplastante mayoría de la población peruana es “india” y está ocupada por el “gamonalismo”, la
producción latifundista agraria. Sin embargo, no duda en definir que el modo de producción dominante es
definitivamente capitalista. En esos años, la producción agrícola había dejado de ser la principal fuente de
exportaciones para dejar su lugar a la minería. La producción capitalista moderna propiamente dicha era
centralmente urbana y costera, ocupando a un porcentaje minoritario de la población. Sin embargo, da cuenta de
que hay una relación de subordinación del campo a la ciudad. La producción del “indio” depende del consumo
urbano y, por lo tanto, de su economía exportadora. Por ende, las relaciones sociales precapitalistas rurales,
incluidos los resabios de la sociedad incaica y las comunidades indígenas, son parte integral del desarrollo de la
sociedad burguesa moderna con sus antagonismos de clase. La consecuencia natural de esta visión es la
estrategia defendida por Mariátegui y la mecánica de clase de la revolución en América Latina.

Mariátegui y la clase obrera


El indiscutible hecho de que el marxista peruano analizó y tomó la bandera de la emancipación “india” hace que
algunos autores se ofusquen y vomiten su completa incomprensión del marxismo de formas poco decorosas.
Según Mazzeo, “De algún modo, Mariátegui ‘anticipa’ el tema de la dominación étnica, la noción de un sujeto
revolucionario plural, entre otras”. No dice nada más, pero no es difícil entender a qué se refiere nuestro autor con
“sujeto revolucionario plural”. El artículo de la página “Notas” es aún más claro: “Marginado desde un principio por
la ortodoxia soviética que consagraba de manera absoluta al proletariado industrial como vanguardia del proceso
revolucionario, Mariátegui corrió la misma suerte que su contraparte italiano y fue rápidamente excomulgado de la
iglesia estalinista. Y es que para el escritor peruano, postulados como aquellos no tenían ni pies ni cabeza en un
país que, por entonces, apenas si contaba con un puñado de obreros sumergidos en un mar de campesinos e
indígenas que conformaban la abrumadora mayoría del universo popular”. Estas líneas pueden estar marcadas
por una profunda ignorancia o por una maliciosa tergiversación. No dudamos de la honestidad de su autor, así
que nos inclinaremos por la primera opción.

Para nuestros autores, el “pueblo” es indivisible y la clase obrera sería el “sujeto revolucionario” en la medida en
que su porcentaje en la población oprimida esté por encima del 50%. Aparentemente, así creen que serían las
cosas para los marxistas. Pero no es así. El proletariado, por su lugar en la producción capitalista, está
socialmente en condiciones de cuestionar la gran propiedad y el modo de producción moderno. La gran
producción, el transporte, las comunicaciones pueden estar en manos de dos clases sociales: o la burguesía o el
proletariado. Las demás clases, por su lugar intermedio en esta disputa central de la sociedad contemporánea,
pueden ser acaudilladas por una u otra de las clases fundamentales. Parece una cosa de niños tener que estar
explicándole a supuestos “marxistas” algo tan básico. La clase obrera no es un “sujeto revolucionario” único sino
central, caudillo de todos los oprimidos, la clase que puede poner a disposición del conjunto de la sociedad las
conquistas del capitalismo y así construir una sociedad históricamente superadora.

Pero veamos qué opinaba el propio Mariátegui. En el programa del Partido Socialista Peruano de 1928,
redactado por él, se puede leer: “La emancipación de la economía del país es posible únicamente por la acción
de las masas proletarias, solidarias con la lucha antiimperialista mundial…
”… Pero esto, lo mismo que el estímulo que se presta al libre resurgimiento del pueblo indígena, a la
manifestación creadora de sus fuerzas y espíritu nativo, no significa en lo absoluto una romántica y antihistórica
tendencia de construcción o resurrección del socialismo incaico, que correspondió a condiciones históricas
completamente superadas y del cual sólo quedan como factor aprovechable dentro de una técnica de producción
perfectamente científica, los hábitos de cooperación y socialismo de los campesinos indígenas. El socialismo
presupone la técnica, la ciencia, la etapa capitalista, y no puede importar el menor retroceso en la adquisición de
las conquistas de la civilización moderna, sino, por el contrario, la máxima y metódica aceleración de la
incorporación de estas conquistas en la vida nacional…
”… Cumplida su etapa democrático-burguesa, la revolución deviene, en sus objetivos y su doctrina, revolución
proletaria. El partido del proletariado, capacitado por la lucha para el ejercicio del poder y el desarrollo de su
propio programa, realiza en esta etapa las tareas de la organización y defensa del orden socialista”.

¿Se puede ser más categóricamente claro? En el programa escrito por él para el Partido fundado por él,
Mariátegui plantea que revolución socialista y proletaria son sinónimos.
Por otro lado, la afirmación de que la “ortodoxia soviética” era defensora de la centralidad de la clase obrera en
las revoluciones de los países semicoloniales es una burda falsificación de la historia. Precisamente por esos
años se imponía a los partidos de la Internacional la consigna de la “dictadura democrática obrera y campesina”,
la formación de partidos “obreros-campesinos” bipartitos y del carácter “revolucionario” de las burguesías de los
países coloniales. De hecho, la realidad fue exactamente la opuesta a la que tratan de enseñarnos Mazzeo y
compañía: en la Conferencia Comunista Latinoamericana de 1929, los delegados peruanos defendieron la
perspectiva del programa que citamos mientras el estalinismo oficial la vetaba. Nuestros autores están
equidistantemente apartados del marxismo y de la realidad histórica, sin un solo centímetro de diferencia.

El punto de partida del “Programa” que estamos citando es la unidad de la economía mundial y, por lo tanto, el
carácter internacional de la revolución. En él, la clase social que acaudilla a todos los oprimidos en la pelea por
barrer con los resabios de atraso precapitalista y con la dominación imperialista es la clase obrera. Todo esto es
parte integral de la lucha por el poder contra la burguesía y por la construcción del socialismo. Los puntos en
común con la teoría de la revolución permanente no podrían ser más notorios.

Nuestro lugar en la historia

Mariátegui fue un buen representante de una generación de revolucionarios que lucharon por la independencia
política de la clase obrera, inspirados por el ejemplo de los bolcheviques. Por eso se opuso denodadamente a un
proyecto como el APRA, dirigido por Haya de la Torre. Este “partido” tenía una estrategia de conciliación de
clases y un programa “antiimperialista” que no iba más allá de formar una versión “izquierdista” del nacionalismo
burgués. A su vez, pretendía ser el marxismo “realista” latinoamericano. En su artículo “Punto de vista
antiimperialista”, Mariátegui polemizó con ellos con estas palabras: “Ni la burguesía, ni la pequeña burguesía en
el poder pueden hacer una política antiimperialista… sólo la revolución socialista opondrá al avance del
imperialismo una valla definitiva y verdadera”.
Mazzeo hace malabares teóricos intentando meter en una misma bolsa las tradiciones opuestas del marxismo de
Mariátegui y autores como John W. Cook, defensor del peronismo, para darles un manto de autoridad a sus
insoportablemente pedantes artículos en donde siempre y sin falta defiende una estrategia opuesta a la del
marxismo y la independencia política de la clase trabajadora. Para la construcción de partidos revolucionarios con
una estrategia de independencia de clase, debemos hacer como Mariátegui. Nuestro punto de partida son las
luchas globales de nuestra clase. Y las grandes partidas de agua son las grandes luchas históricas. La pelea
contra la degeneración de la práctica y la teoría revolucionaria en manos del estalinismo mundial, encabezada
por León Trotsky, tuvo una magnitud de significación histórica similar a la lucha contra el reformismo encabezada
por el bolchevismo. El estalinismo, igual que nuestros teóricos chavistas, ató su destino al del nacionalismo
burgués. Y, si bien el significado histórico de la pelea contra la burocratización de la URSS y la Internacional
Comunista nunca llegó a ser entendida por Mariátegui, la tradición que él representaba y su defensa queda
definitivamente en manos del trotskismo, pues sólo este sigue defendiendo la bandera histórica de la
independencia política y revolucionaria de la clase trabajadora. En este sentido es también importante integrar
críticamente los aportes de Mariátegui a las elaboraciones más importantes del marxismo internacional. Incluido
en esto, y con particular interés, están los aportes del mismo Trotsky acerca de Latinoamérica.

La Iglesia Católica italiana inventó que, en sus últimos días, Gramsci se convirtió al cristianismo luego de décadas
de combatirlo. Una teoría similar nos presentan los teóricos del populismo “nuestroamericano” respecto a
Mariátegui. La diferencia es que los católicos por lo menos tienen la honestidad de reconocer que Gramsci fue
ateo y revolucionario casi toda su vida, no nos lo presentan como un manso ideólogo de la Inmaculada
Concepción.

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