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CAPÍTULO VI

RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL POR PRESTACIÓN


DE ASISTENCIA SANITARIA

Aunque la materia contenida en este capítulo no encuadre


sistemáticamente en el concepto Situaciones Administrativas del Personal
Estatutario del Sistema Andaluz de Salud, se ha considerado oportuno incluirlo
en el presente manual para ayudar a alcanzar los objetivos propuestos y
describir una posible situación y su procedimiento para afianzar los
conocimientos del alumno.

El artículo 106 de la Constitución consagra el principio de la


responsabilidad patrimonial extracontractual de las Administraciones Públicas
por las lesiones que sufran los particulares en cualquiera de sus bienes y
derechos, siempre que la lesión sea consecuencia del funcionamiento de los
servicios públicos.

Por su parte, la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de


las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común
dedica su Título X a la regulación de la responsabilidad de las Administraciones
Públicas y demás personal a su servicio. Actualmente, la Ley 30/1992 se
encuentra derogada, habiendo surgido dos nuevas normas: la Ley
39/2015, de 1 de octubre, del Procedimiento Administrativo Común de las
Administraciones Públicas y la Ley 40/2015, de 1 de octubre, del Régimen
Jurídico del Sector Público (en ésta última se encuentra la normativa que
hace referencia a la responsabilidad de las Administraciones, así como del
personal a su servicio. Además, el Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo,
aprueba el Reglamento de Procedimientos de las Administraciones Públicas en
materia de responsabilidad patrimonial.

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1. PRINCIPIOS DE LA RESPONSABILIDAD

Los particulares tendrán derecho a ser indemnizados por las


Administraciones Públicas correspondientes, de toda lesión que sufran en
cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor,
siempre que la lesión sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal
de los servicios públicos.

En todo caso, el daño alegado habrá de ser efectivo, evaluable


económicamente e individualizado con relación a una persona o grupo de
personas.

Las Administraciones Públicas indemnizarán a los particulares por la


aplicación de actos legislativos de naturaleza no expropiatoria de derechos y
que éstos no tengan el deber jurídico de soportar, cuando así se establezcan
en los propios actos legislativos y en los términos que especifiquen dichos
actos.

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2. INDEMNIZACIÓN

Sólo serán indemnizables las lesiones producidas al particular


provenientes de daños que éste no tenga el deber jurídico de soportar de
acuerdo con la Ley. No serán indemnizables los daños que se deriven de
hechos o circunstancias que no se hubiesen podido prever o evitar según el
estado de los conocimientos de la ciencia o de la técnica existente en el
momento de producción de aquéllos, todo ello sin perjuicio de las prestaciones
asistenciales o económicas que las leyes puedan establecer para estos casos.

La indemnización se calculará con arreglo a los criterios de valoración


establecidos en la legislación de expropiación forzosa, legislación fiscal y
demás normas aplicables, ponderándose, en su caso, las valoraciones
predominantes en el mercado.

La cuantía de la indemnización se calculará con referencia al día en que


la lesión efectivamente se produjo, sin perjuicio de su actualización a la fecha
en que se ponga fin al procedimiento de responsabilidad con arreglo al índice
de precios al consumo, fijado por el Instituto Nacional de Estadística, y de los
intereses que procedan por demora en el pago de la indemnización fijada, los
cuales se exigirán con arreglo a lo establecido en la Ley General
Presupuestaria.

La indemnización procedente podrá sustituirse por una compensación


en especie o ser abonada mediante pagos periódicos, cuando resulte más
adecuado para lograr la reparación debida y convenga al interés público,
siempre que exista acuerdo con el interesado.

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3. PROCEDIMIENTOS DE RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL

Los procedimientos de responsabilidad patrimonial de las


Administraciones Públicas se iniciarán de oficio o por reclamación de los
interesados.

En las entidades de derecho público con personalidad jurídica propia


vinculadas o dependientes de cualquiera de las Administraciones Públicas,
serán órganos competentes para iniciar e instruir los procedimientos los que
cada entidad determine en aplicación de las normas de atribución de
competencias previstas en su norma de creación.

Los procedimientos de responsabilidad patrimonial se resolverán por el


Ministerio respectivo, el Consejo de Ministros si una ley así lo dispone o por los
órganos correspondientes de las Comunidades Autónomas o de las entidades
que integran la Administración Local. Cuando su norma de creación así lo
determine, la reclamación se resolverá por los órganos a los que corresponda
de las entidades de derecho público.

La anulación en vía administrativa o por el orden jurisdiccional


contencioso-administrativo de los actos o disposiciones administrativas no
presupone derecho a la indemnización, pero si la resolución o disposición
impugnada lo fuese por razón de su fondo o forma, el derecho a reclamar
prescribirá al año de haberse dictado la Sentencia definitiva.

En los restantes supuestos el derecho a reclamar prescribe al año de


producido el hecho o el acto que motive la indemnización o de manifestarse su
efecto lesivo. En caso de daños de carácter físico o psíquico a las personas, el
plazo empezará a computarse desde la curación o la determinación del alcance
de las secuelas.

El procedimiento se podrá iniciar de oficio mientras no haya prescrito el


derecho a la reclamación del interesado.

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La resolución administrativa de los procedimientos de responsabilidad
patrimonial, cualquiera que fuese el tipo de relación, pública o privada, de que
derive, pone fin a la vía administrativa. Si no recae resolución expresa se podrá
entender desestimada la solicitud de indemnización.

El Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, establece dos clases de


procedimientos: el procedimiento general y el procedimiento abreviado.

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4. EXIGENCIA DE LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DE LAS
AUTORIDADES Y PERSONAL AL SERVICIO DE LAS ADMINISTRACIONES
PÚBLICAS.

Para hacer efectiva la responsabilidad patrimonial, los particulares


exigirán directamente a la Administración Pública correspondiente las
indemnizaciones por los daños y perjuicios causados por las autoridades y
personal a su servicio.

La Administración correspondiente, cuando hubiere indemnizado a los


lesionados, exigirá de oficio de sus autoridades y demás personal a su servicio
la responsabilidad en que hubieran incurrido por dolo, o culpa o negligencia
graves, previa instrucción del procedimiento que reglamentariamente se
establezca.

Para la exigencia de dicha responsabilidad se ponderarán, entre otros,


los siguientes criterios: el resultado dañoso producido, la existencia o no de
intencionalidad, la responsabilidad profesional del personal al servicio de las
Administraciones Públicas y su relación con la producción del resultado
dañoso.

Asimismo, la Administración instruirá igual procedimiento a las


autoridades y demás personal a su servicio por los daños y perjuicios causados
en sus bienes o derechos cuando hubiera concurrido dolo, culpa o negligencia
grave.

La resolución declaratoria de responsabilidad pondrá fin a la vía


administrativa.

Lo dispuesto en los párrafos anteriores se entenderá sin perjuicio de


pasar, si procede, el tanto de culpa a los Tribunales competentes.

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5. LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL POR PRESTACIONES DE
ASISTENCIA SANITARIA DEL SERVICIO ANDALUZ DE SALUD

Con la Resolución de 17 de diciembre de 2004 de la Dirección Gerencia


del Servicio Andaluz de Salud, se delegó el ejercicio de la competencia para
resolver los procedimientos administrativos de responsabilidad patrimonial, que
la legislación vigente venía atribuyendo a esta Dirección Gerencia, en las
Direcciones Gerencias de las Áreas de Gestión Sanitaria, de los centros
hospitalarios y Direcciones de los Distritos de Atención Primaria en los
supuestos de:

- Pérdida o deterioro de prótesis y órtesis.

- Pérdida o deterioro de objetos personales y pertenecientes a los


perjudicados.

- En general, las derivadas del funcionamiento normal o anormal del


servicio del centro sanitario, siempre que del mismo se deriven exclusivamente
daños materiales y, por tanto, no se refieran a reclamaciones por daños físicos
y/o psicológicos.

Posteriormente, y mediante Resolución número 208/2005 de 8 de abril,


de la Dirección Gerencia se dictaron instrucciones sobre el procedimiento de
responsabilidad patrimonial en el ámbito del Servicio Andaluz de Salud. Esta
resolución venía a completar a la primera en cuanto que delegaba, en los
mismos órganos que en aquélla se mencionaban, las competencias para la
instrucción de los expedientes de responsabilidad patrimonial cuyo objeto
consistiese en las mismas materias que se recogían en el apartado décimo de
la primera de las resoluciones citadas.

Por la Resolución de 13 de junio de 2005 de la Dirección Gerencia del


Servicio Andaluz de Salud, se delega el ejercicio de las competencias para
instruir y resolver expedientes de responsabilidad patrimonial a diferentes

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órganos de los Centros Regionales y de Área de Transfusión Sanguínea en las
siguientes materias:

- Pérdida o deterioro de prótesis y órtesis.

- Pérdida o deterioro de objetos personales y pertenecientes a los


perjudicados.

- En general, las derivadas del funcionamiento normal o anormal del


servicio del centro sanitario, siempre que del mismo se deriven exclusivamente
daños materiales y, por tanto, no se refieran a reclamaciones por daños físicos
y/o psicológicos.

Se designa a los responsables de las unidades administrativas


asimiladas a las Gestorías de Usuarios de los Centros Regionales y de Área de
Transfusión Sanguínea, órganos instructores de los procedimientos
administrativos de responsabilidad patrimonial que tengan por objeto alguno de
los tres supuestos incluidos en el apartado anterior.

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6. NOCIONES FUNDAMENTALES DE LA DOCTRINA DE LOS RIESGOS
DEL DESARROLLO Y DEL DAÑO CONTINUADO O PERMANENTE.

6.1. Introducción.

En el supuesto específico de la exigencia de responsabilidad de los


profesionales médicos y sanitarios, cada vez más frecuente, se viene
señalando de forma reiterada, tanto por la doctrina como por la jurisprudencia,
que el servicio público de asistencia sanitaria se concrete en la prestación de
una asistencia médica conforme a las circunstancias del caso y del estado de
la ciencia médica, de modo que cuando la misma se preste en tales
condiciones, no cabe apreciar que se causa un daño por el no restablecimiento
integral de la salud.

Así, por ejemplo, en el dictamen del Consejo de Estado, número de


expediente 989/1999, de 3 de junio de 1999, se afirmó: “La responsabilidad
patrimonial de las Administraciones Públicas, y también de la sanitaria, es una
responsabilidad de carácter objetivo, es decir, debe apreciarse con
independencia de la concurrencia de culpa en el actuar administrativo. Sin
embargo, este carácter objetivo (…) no implica que todos los daños producidos
en los servicios públicos sanitarios sean indemnizables, pues ello llevaría a
configurar la responsabilidad administrativa en estos casos, de forma tan
amplia y contraria a los principios que la sustentan, que supondría una
desnaturalización de la institución. Así pues, de acuerdo con dicha doctrina,
para apreciar la existencia de responsabilidad patrimonial es preciso acudir a
parámetros como la lex artis, de modo que tan sólo en caso de una infracción
de esta ley cabrá imputar a la Administración de la cual dependen los servicios
sanitarios la responsabilidad por los perjuicios causados. En el caso de que no
se infrinja la lex artis, ha de concluirse que tales perjuicios no son imputables a
la Administración y han de ser soportados por el particular sin que generen, en
modo alguno, el derecho a percibir una indemnización”.

En idéntica línea, y por citar tan sólo algunas, en la Sentencia del


Tribunal Supremo (STS) de 4 de abril de 2000 se declaró: “El criterio

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fundamental para determinar si concurre responsabilidad patrimonial en
materia de asistencia sanitaria es el de la adecuación objetiva del servicio
prestado, independientemente de que existan o no conductas irregulares por
parte de los agentes de la Administración y del buen o mal éxito de los actos
terapéuticos, cuyo buen fin no siempre puede quedar asegurado”.

En la STS de 22 de diciembre de 2001 se afirmó: “Cuando del servicio


sanitario o médico se trata, el empleo de una técnica correcta es un dato de
gran relevancia para decidir si hay o no relación de causalidad entre el
funcionamiento del servicio público y el resultado producido, ya que, cuando el
acto médico ha sido acorde con el estado del saber, resulta extremadamente
complejo deducir si, a pesar de ello, causó el daño o más bien éste obedece a
la propia enfermedad o a otras dolencias del paciente”.

En la STS de 25 de abril de 2002 se manifestó: “Prestada la asistencia


sanitaria con arreglo a la regla de la buena praxis desde el punto de vista
científico, la consecuencia de la enfermedad o el padecimiento objeto de
atención sanitaria no son imputables a la actuación administrativa y por tanto
no pueden tener la consideración de lesiones antijurídicas”.

6.2. Las exigencias derivadas de la “lex artis”.

Acerca del alcance y contenido de la “lex artis”, cabe destacar las


Sentencias de la Audiencia Nacional de 19 de junio de 2002, 20 de noviembre
de 2002 y 27 de noviembre de 2002, en las que se dispone que: “Se hace
necesario, cuando los Tribunales se enfrentan ante un problema de
responsabilidad patrimonial de la Administración sanitaria, fijar un parámetro
que permita determinar el grado de corrección de la actividad administrativa a
la que se imputa el daño; es decir, que permita diferenciar aquellos supuestos
en que el resultado dañoso se puede imputar a la actividad administrativa (es
decir, al tratamiento o a la falta del mismo) y aquellos otros casos en que el
resultado se ha debido a la evolución natural de la enfermedad y al hecho de la
imposibilidad de garantizar la salud en todos los casos”.

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El criterio básico utilizado por la jurisprudencia contencioso
administrativa para determinar la existencia o inexistencia de responsabilidad
patrimonial es el de la “lex artis”. Esto es debido a la inexistencia de criterios
normaivos que puedan servir para determinar cuando el funcionamiento de los
Servicios Públicos Sanitarios ha sido correcto. Este criterio se basa en el
principio básico, sustentado por la jurisprudencia, de que la obligación del
profesional de la medicina es la de prestar la debida asistencia médica y no de
garantizar en todo caso la curación del enfermo. Por lo tanto, la “lex artis” es un
criterio de normalidad de los profesionales sanitarios que permite valorar la
corrección de los actos médicos y que impone al profesional el deber de actuar
con arreglo a la diligencia debida.

De este modo, mediante este criterio, se pueden delimitar los supuestos


en los que puede haber lugar a responsabilidad exigiendo no sólo la producción
de la lesión, sino también la infracción de dicha “lex artis”, ya que, de exigirse
sólo la existencia de la lesión se produciría una la excesiva objetivación de la
responsabilidad, pues con ello se podría declarar la responsabilidad con la
única exigencia de la existencia de la lesión efectiva sin necesidad de
demostrar además la infracción del criterio de normalidad representado por la
“lex artis”.

El Tribunal Supremo viene identificando el criterio de la “lex artis” con el


de “estado del saber”, de este modo considera como daño antijurídico aquel
que no supera dicho parámetro de normalidad.

En consecuencia, la Administración únicamente responde en caso de


funcionamiento anormal o negligente del servicio sanitario, atemperándose, en
estos casos, la regla de la responsabilidad objetiva. Esto se ha puesto de
manifiesto por la práctica generalidad de la doctrina que de este tema se ha

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ocupado, asimismo, ello supone que en esta materia de la responsabilidad
sanitaria rige el principio de la garantía de medios y no de resultados.

La única excepción a esta doctrina se da cuando el médico se haya


comprometido con el paciente a la obtención de un resultado, ya que en un
supuesto así la obligación ya no será de actividad (o medios), sino de
resultado; pero ello no suele tener lugar más que en determinadas, y muy
concretas, actividades médicas, usualmente unidas a aspectos de estética.

6.3. El principio de garantía de los medios y los límites de la


responsabilidad objetiva de las Administraciones Sanitarias.

El principio de la garantía de medios, que generalmente se sigue en


materia de responsabilidad sanitaria guarda estrecha relación con la “lex artis”,
ya que el incumplimiento de ésta supone necesariamente el incumplimiento de
la garantía de medios. Esta garantía de medios no impone una obligación
cuantitativa y cualitativamente absoluta, pues si así fuese habría que ofrecer y
aplicar, siempre y en todo caso, al paciente lo que la ciencia médica mundial
pueda ofertar como más avanzado en cada momento, lo cual no es posible, por
lo que debe hacerse una interpretación razonable de dicha garantía que
circunscriba esta a las circunstancias de lugar, conocimientos y
disponibilidades económicas, pero siempre salvaguardando un estándar medio
de atención sanitaria que sería, en todo caso, exigible.

Además, hay que tener en cuenta que de exigirse una responsabilidad


objetiva sería prácticamente imposible que el presupuesto público en un país
como el nuestro pueda permitirse cubrir todos los daños que, sin culpa, se
pueden derivar de la actividad sanitaria, lo que encontra, con los más
modernos postulados que pretenden introducir ciertas dosis de racionalidad en
el sistema de responsabilidad patrimonial, que se ha visto desbordado en la
práctica al saturarse los Tribunales de demandas de responsabilidad
patrimonial en muchas ocasiones carentes del más mínimo fundamento, y
dando lugar a que se confundan el régimen de responsabilidad patrimonial con

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un sistema de asistencia social universal. Esto ha sido denunciado por nuestros
órganos jurisdiccionales, así la STS de 27 de mayo de 1999 declaró que la
objetivación de la responsabilidad patrimonial de la administración: “(…) no
convierte a ésta en un asegurador que deba responder en todos los casos que
se produzca un resultado lesivo a raíz de la utilización de bienes o servicios
públicos, sino que es necesario que exista un nexo causal entre el resultado en
cuestión y el actuar de la Administración”.

Por su parte, en la Sentencia de la Audiencia Nacional de 23 de julio de


2002 y la del 22 de octubre del mismo año establecieron que: “No obstante,
también ha declarado de forma reiterada el Tribunal Supremo que no es acorde
con el referido principio de responsabilidad patrimonial objetiva su
generalización más allá del principio de causalidad, aún de forma mediata,
indirecta o concurrente, de manera que, para que exista aquélla, es
imprescindible la existencia de nexo causal entre la actuación de la
Administración y el resultado lesivo o dañoso producido, y que la socialización
de riesgos que justifica la responsabilidad objetiva de la Administración cuando
actúa al servicio de los intereses generales no permite extender dicha
responsabilidad hasta cubrir cualquier evento, lo que, en otras palabras,
significa que la prestación por la Administración de un determinado servicio
público y la titularidad por parte de aquélla de infraestructura material par su
prestación no implica que el vigente sistema de responsabilidad patrimonial
objetiva de las Administraciones Públicas convierta a éstas en aseguradoras
universales de todos los riesgos con el fin de prevenir cualquier eventualidad
desfavorable o dañosa para los administrados que pueda producirse con
independencia del actuar administrativo, porque de lo contrario se
transformaría aquél en un sistema providencialista no contemplado en nuestro
ordenamiento jurídico”.

En conclusión, la socialización de riesgos que justifica la responsabilidad


objetiva de la Administración cuando actúa al servicio de los intereses
generales no permite extender dicha responsabilidad hasta cubrir cualquier
evento, ya que ello supondría convertir a las Administraciones Públicas en
aseguradoras universales de todos los riesgos con el fin de prevenir cualquier

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eventualidad desfavorable o dañosa para los administrados que pudiera
producirse, transformándose de esta forma la responsabilidad patrimonial en
una suerte de sistema providencialista, que no aparece contemplado en
nuestro ordenamiento jurídico, y que de seguir ampliándose, dada la extensión
de funciones que tienen atribuidas las Administraciones Públicas, podría llegar
a consumir buena parte de los presupuestos generales de las Administraciones
Públicas, impidiendo su empelo en la mejora de los propios servicios causantes
de los daños.

Lo adecuado será que la Administración Sanitaria responda cuando se


demuestre de modo fehaciente que se dan las siguientes circunstancias:

- Que existe un adecuado nexo de causalidad entre el funcionamiento de


la misma y los daños sufridos por los pacientes.

- Que los pacientes acrediten suficientemente que los daños sufridos


han sido debidos al funcionamiento del servicio público sanitario.

Pero no deberá responder, por el contrario, partiendo simplemente del


apriorismo, sin justificación alguna, de que es la Administración la responsable
de todos los daños que puedan sufrir los ciudadanos, mucho menos cuando,
como ocurre en España, existe un sistema de asistencia social garantizado
plasmado, entre otras cosas, en una sanidad pública y gratuita, razón por la
que la responsabilidad debe cumplir otras misiones, y limitarse a ellas.

6.4. Daño continuado y daño permanente.

En el caso de daños de carácter físico o psíquico a las personas, la Ley


40/2015, de 1 de octubre, del Régimen Jurídico del Sector Público y el artículo
4.2 del Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, por el que se aprueba el
Reglamento de los Procedimientos de las Administraciones Públicas en materia
de Responsabilidad Patrimonial, exigen que la reclamación se ejercite dentro

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del plazo de un año desde la curación o la determinación del alcance de las
secuelas.

Sin embargo, ha de distinguirse entre daños continuados y daños


permanentes o inalterables. En los casos de daños continuados al producirse
día a día, generándose un agravamiento paulatino, sin solución de continuidad
como consecuencia de un único hecho inicial, nos encontramos con que el
resultado lesivo no puede ser evaluado de manera definitiva hasta que no cesa
el hecho causante de aquellos o se adoptan las medidas necesarias. Por esta
razón, la Jurisprudencia ha señalado para estos supuestos que el plazo de
prescripción de la acción de responsabilidad patrimonial no se inicia hasta que
no cesan los efectos lesivos; o como afirma la Sentencia de 26 de marzo de
1999 “la actuación causante del daño es de carácter continuado e
ininterrumpido y ha durando hasta el momento del planteamiento del pleito; en
realidad no había transcurrido plazo alguno desde la producción hasta la
reclamación”.

Asimismo, el Tribunal Supremo ha establecido la distinción entre daños


continuados y daños permanentes, pudiendo establecerse las siguientes
definiciones:

- Daños permanentes: aquellos en los que el acto generador de los


mismos se agota en un momento concreto, aun cuando sea inalterable y
permanente en el tiempo el resultado lesivo.

- Daños continuados: aquellos que en base a una unidad de acto se


producen día a día de manera prolongada en el tiempo y sin solución de
continuidad.

En el caso de los daños definitivos como permanentes, es evidente que


producido el acto causante del resultado lesivo éste queda perfectamente
determinado y puede ser evaluado o cuantificado de forma definitiva.

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Por el contrario, en el supuesto de daños definidos como permanentes,
es evidente que producido el acto causante del resultado lesivo éste queda
perfectamente determinado y puede ser evaluado o cuantificado de forma
definitiva.

Por el contrario, en el supuesto de daños continuados, al producirse


éstos día a día en el tiempo, produciéndose un agravamiento paulatino sin
solución de continuidad, como consecuencia de un único hecho inicial, el
resultado lesivo no puede ser evaluado de manera definitiva hasta que no cesa
el hecho causante de los mismo, lo que ha llevado a la jurisprudencia a señalar
que el plazo de prescripción de la acción de responsabilidad patrimonial no
empieza a computarse hasta que no cesan los efectos lesivos, por
contraposición a lo que ocurre en los daños permanentes en que el plazo
comienza a computarse en el momento en que se produce la conducta dañosa,

Así la Sentencia del Tribunal del Tribunal Supremo de 1 de enero de


2008 señala que:

“existen determinadas enfermedades en las que no es posible una


curación propiamente dicha, pues la salud queda quebrantada de forma
irreversible, supuestos en que entra en juego la previsión legal de que el
ejercicio de la acción de responsabilidad ha de efectuarse, siguiendo el
principio de la actio nata, desde la determinación del alcance de las secuelas,
aún cuando en el momento de su ejercicio no se haya recuperado
íntegramente la salud, por cuanto que el daño producido resulta previsible en
su evolución y en su determinación, y por tanto, cuantificable. También es
evidente que surgen casos en la realidad sanitaria en que ni existe auténtica
curación ni la posibilidad de determinación del alcance de las secuelas; y ello
bien porque la propia naturaleza de la enfermedad no permita prever la posible
evolución de las mismas, bien porque devenir de su desarrollo se produzcan
secuelas imprevistas y no determinadas, en cuyos supuestos este Tribunal ha
venido aceptando la posibilidad de la existencia de una temporánea
reclamación a pesar de haberse producido la misma fuera del periodo del año
desde que inicialmente se produjo el diagnóstico en atención a esa

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imposibilidad de determinación concreta en toda su extensión del daño sufrido.
Es el supuesto de enfermedades de evolución imprevisible como son las
derivadas del contagio de la hepatitis C o del SIDA o aquellos otros ocasionales
casos en que la enfermedad inicialmente diagnosticada se traduce en unas
secuelas de imposible predeterminación en su origen. Es estos últimos casos
ha afirmado, efectivamente, esta Sala que si del hecho originador de la
responsabilidad se infieren perjuicios o daños que no pueden ser determinados
en su alcance o cuantía en el momento de ocurrir el acontecimiento dañoso, el
plazo de prescripción no comienza a computarse sino a partir del momento en
que dicha determinación es posible, aceptando igualmente que en aquellas
enfermedades excepcionales de imprevisible evolución, el daño pueda ser
reclamado, como continuado, en cualquier momento”.

En este mismo sentido la Sentencia de 31 de octubre de 2000 señala


que “esta Sala viene proclamando hasta la saciedad (sentencias de 8 de julio
de 1993, 28 de abril de 1997, 14 de febrero y 26 de mayo de 1994, 26 de
octubre de 2000 y 11 de mayo de 2001), que el “dies a quo” para el ejercicio de
la acción de responsabilidad patrimonial será aquel en que se conozcan
definitivamente los efectos del quebranto o, en otros términos aquel en que se
objetivan las lesiones con el alcance definitivo de las secuelas, siendo de
rechazar con acierto la prescripción, cuando se pretende basar el plazo anual
de la fecha del diagnóstico de la enfermedad”.

Por último citamos la Sentencia de 28 de octubre de 2004, que recoge


una reiterad posición jurisprudencial “según doctrina constante de esta Sala,
por todas sentencias de 3 y 17 de octubre de 2000 que, como quiera que la
Hepatitis C es una enfermedad crónica cuyas secuelas, aunque puedan
establecerse como posibles, están indeterminadas en el caso concreto,
desconociéndose la incidencia de la enfermedad en el futuro de la víctima, es
claro que estamos ante un supuesto de daño continuado y por ello el plazo de
prescripción queda abierto hasta que se concrete definitivamente el alcance de
las secuelas”.

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6.5. El programa Gerencia de Riesgos del SAS

Se trata de un marco de actuación positiva que permite estar atentos a


las situaciones de riesgo en las que se desenvuelven los profesionales y, por
tanto, el organismo, a diario, trascendiendo lo que clásicamente se ha
entendido como la mera atención económica a un error o una negligencia
mediante la cobertura de una póliza de seguro.

Desde el Programa de Gerencia de Riesgos (PGR) se trabaja para que


entre los directivos y los profesionales del SAS cale la cultura de la gestión
profesional y antecedente del riesgo.

Mediante este programa se pretende identificar las situaciones de riesgo


de la organización sanitaria, es decir, las incidencias, quejas, reclamaciones y
siniestros en primer lugar, y luego analizar e identificar las principales
consecuencias de los riesgos.

Un tercer objetivo es prevenir las situaciones de riesgo, esto sería


profundizar, por ejemplo, en las guías y protocolos de actuación profesional,
dado que en ellos se consensúan los criterios y recursos diagnósticos
necesarios, los criterios, por ejemplo, de indicación quirúrgica, los
procedimientos de elección y el tipo de cuidados. Para esto siempre tiene que
haber un denominador común, la información. Mantener al paciente informado
a lo largo del proceso asistencial es la mejor póliza que un profesional pueda
tener.

Otros de los objetivos del PGR son minimizar los daños ocasionados por
un siniestro y, evaluar la siniestralidad de la organización. Los sistemas de
información del PGR permiten evaluar por series temporales los siniestros
ocurridos en los últimos cinco años. Y en último lugar estaría el aseguramiento,
las pólizas cubren la posible defensa, juicio e indemnización a los ciudadanos,
pero esto solo no resuelve el problema.

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El Servicio Andaluz de Salud tiene contratado un seguro que cubre la
responsabilidad civil de todo el personal del SAS, tanto la de los profesionales
sanitarios como no sanitarios, así como la responsabilidad patrimonial del SAS
que supone el reconocimiento a los ciudadanos de su derecho a ser
indemnizados de toda lesión que sufran en cualquiera de sus bienes y
derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, cuando la lesión sea
consecuencia del funcionamiento normal o anormal del organismo.

Es necesario poner todos los medios para que nunca se produzca ese
error, pero estamos hablando de una actividad humana y, en algún momento,
puede ser necesario reconocer que algo no se ha hecho bien. Si la reclamación
de un ciudadano es atendida a tiempo, si se orienta como se debe, es decir,
acudiendo inmediatamente a la fuente de ese riesgo para ofrecer una
explicación al afectado o sus familiares, dando todo tipo de información al
respecto, posiblemente, lo que comienza como una queja, como una
reclamación, con una buena información no acabará en un siniestro.

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