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OPINIÓN

El Club del Helicóptero: Plan C


Por Fernando Iglesias 26 de agosto de 2018

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Al notable ritmo de un plan golpista por año, el Club del Helicóptero estrena en estos días su tercera conspiración. El Plan A, la "Operación
Gobierno Ilegítimo", anunciado cuando Cristina se negó a entregar el bastón y explotada en un marzo de fuego con la Capital cooptada por
piquetes, la marcha de la CGT que terminó a los bastonazos y el Helicóptero de cartón que desfiló aplaudido por los organismos supuestamente
defensores de la democracia y los derechos humanos, naufragó cuando el primero de abril de 2017 cientos de miles de ciudadanos salimos a
apoyar no al Gobierno de Cambiemos, sino a la democracia.

El Plan B, la "Operación Gordo Bazooka", tuvo lugar a fines de 2017. La excusa fue una reforma previsional que evitó el default del
Estado al mismo tiempo que mantuvo las edades jubilatorias y protegió las jubilaciones actualizándolas según la inflación. Fueron 15 las
toneladas de piedras que las huestes trosco-kirchneristas arrojaron entonces a la cabeza de los policías en su intento de entrar a lincharnos al
recinto de Diputados, mientras los honorables representantes del trosco-kirchnerismo, unidos a los del peronismo reciclador, intentaban hacer caer
una sesión regular con 11 pedidos que fueron rechazados por ínfima mayoría. Tampoco funcionó.

Ahora estamos viendo el Plan C, que consiste en promover por todos los medios la repetición de uno de los peores momentos vividos
por este país. La "Operación 2001", que así se llama, es un movimiento de pinzas desarrollado en dos frentes: el político (la "Operación
Que-se-vayan-todos bis") y el frente económico (la "Operación cepo y default"). Miles de operadores políticos y mediáticos trabajan sin descanso
en ambas, tratando de hacernos creer que existen las condiciones para otra debacle que le permita al populismo hacerse con el poder por otros 15
años, como cuando el populismo desorganizado de los cacerolazos, las marchas y las asambleas populares de 2001 le abrió el camino al
populismo organizado por la vasta oligarquía escondida detrás de los retratos de Evita y el general Perón.

La Operación 2001, o Plan C del Club del Helicóptero, es burda y evidente, pero su defecto crucial es que no tiene posibilidades de concreción. En
primer lugar, por más que se esfuercen por instalar la idea de que los políticos son todos iguales, de que no hay esperanza de salir del pantano de
la corrupción y de que todos los gobiernos chorean, la mayor parte de los argentinos les sacó la ficha y ve la realidad. De aquel lado, la mafia que
saqueó sistemáticamente el país por 12 años mientras se aseguraba la impunidad agarrando del cogote a los jueces. De este lado, el Gobierno de
Cambiemos que dejó las manos libres a la Justicia, sancionó la ley del arrepentido que destapó la olla y se somete a la Justicia cada vez que uno
de sus funcionarios es acusado. De un lado, quienes gobernaron desde 2007 la Capital, y del otro, los que desde 2007 gobernaron el país,
con consecuencias inocultables que exceden el escándalo de la corrupción. De este lado, los que votaron una ley de extinción de dominio
que permitiera recuperar lo robado y, del otro, la bancada del peronismo de Miguel Ángel Pichetto y el Frente para la Gloria que la cajonearon dos
años y ahora la transformaron en un proyecto ridículo e impotente. De aquí, los que desaforamos a Julio de Vido y quisiéramos hacer lo mismo con
Cristina y Menem. De allá, los senadores peronistas que los protegen temiendo que mañana les toque a ellos.

El contraste entre las miles de personas que se movilizaron el 21A y las minúsculas demostraciones de apoyo a Cristina en la puerta de su
departamento dejan al descubierto el tradicional "error" de evaluación de las consultoras que patean siempre para el mismo lado, el del Mal. La
gente puede estar más o menos de acuerdo con este gobierno, pero sabe distinguir un gobierno de una mafia, y las imágenes obscenas del
saqueo del peronismo kirchnerista de estos años la ayudan a ver lo que por años, mientras duraban la soja por las nubes y las tasas del dólar por
el piso, nadie quería ver. Los que suponen que el escándalo desatado por los cuadernos no tendrá repercusiones electorales son los
mismos que le aconsejaron a Cristina que pusiera a Aníbal de candidato en 2015. "Total, con Vidal gana lo mismo", le deben haber dicho. Así
les fue.

De manera que no parece estar desarrollándose otro "Que se vayan todos" sino más bien una exigencia mucho más madura y racional de que se
acaben los privilegios de casta de los políticos y de los empresarios; que es exactamente lo que está comenzando a suceder hoy. De allí a que el
Gobierno capitalice el logro de haber apostado por la República hay un gran trecho, desde luego. Pero nadie puede ocultar que están pasando
cosas que hasta ayer les parecía imposibles a los escépticos de siempre: funcionarios de primerísimo nivel, incluido un ex jefe del Ejército y un
vicepresidente de la Nación, pasan sus días en la cárcel a la espera de sus condenas definitivas, y empresarios que se creían intocables desfilan
por los tribunales de Comodoro Py. Sería bueno que las penas fueran más altas, claro. Falta la jefa de la banda, sí. No se puede confiar del todo
en los actuales jueces, tampoco. Nada es perfecto, desde luego. Pero no ver el paso enorme que está dando el país es de ciegos, y es un insulto
clasista y discriminatorio sostener que la gente es incapaz de comprender las consecuencias económicas de que la obra pública cueste
hoy 40% menos que en 2015. A quienes así piensen, así les va a ir.

La otra pinza de la Operación 2001 es la económica, la "Operación cepo y default". La encabeza el frente perionístico que, cuando se batían
récords de venta de autos, motos y propiedades y de ocupación hotelera, decían que la situación era mala, y ahora que es mala apuestan al
colapso, al cepo y al default. Sería gracioso si no fuera porque son los mismos que en 2015 reivindicaban el cepo y el default como herramientas
fundamentales para pelear contra los fondos buitres del imperialismo. Y sería más creíble, además, si cuando pronostican que se viene el fin del
mundo, lo hicieran simulando cara de preocupación y no con las sonrisas y la voz de entusiasmo que exhiben hoy.

Pero la pregunta es simple: ¿hay posibilidades de default? Y la respuesta es no. No hay posibilidades de default porque el Gobierno está
cumpliendo con las metas fiscales planeadas, mientras que en 2001 sucedió lo contrario, porque no hay cambio fijo como en 2001 y, por lo
tanto, la situación puede empeorar pero no provocar un crack, porque no hay depósitos en pesos contra dólares, porque lo que resta conseguir en
el mercado (menos de 10 mil millones de dólares) hasta terminar el mandato es poco y porque el respaldo internacional que tiene este Gobierno es
enorme. Por otra parte, los datos económicos son malos, pero ni de lejos tienen la gravedad que se pretende. Tomemos los peores: baja de la
actividad del 6,7% interanual en junio, inflación proyectada de 34% para 2018, y aumento de la pobreza y el desempleo para lo que falta del año.
Vamos de a uno.

De los 16 sectores económicos, hay cinco en verde (crecimiento), cuatro en amarillo (variaciones menores al 1%) y siete en rojo. Si el total da
-6,7%, es porque uno de ellos, el agropecuario, pierde 31% contra 2017 por culpa de factores exclusivamente climáticos, ya que la siembra había
sido récord pero la sequía seguida de diluvios la arruinó. Esa baja explica el 3,59% del descenso total, que queda así reducido a 3,1% interanual,
una cifra mala pero mucho menor a las que pasamos varias veces durante el kirchnerismo sin que el perionismo gritara histéricamente y los
liberalotes compitieran para darles material. Por ejemplo, en 2008-2009, el PBI perdió 4,5%, 9,7%, 11,6% y 6,2% en cuatro trimestres consecutivos
sin que ningún perionista se desmayara en cámara, contra el -1,3% mayo-junio que los hace espantarse hoy. Y en 2009 sufrimos una baja del PBI
de 5,9% interanual, contra el -1% que los peores pronósticos anticipan hoy.

¿Es un buen resultado el -1% del PBI previsto para 2018? No, especialmente porque se esperaba revertir el serrucho que desde 2010 hace que
Argentina crezca en los años eleccionarios y entre en recesión los años pares; pero es el mejor resultado en un año par desde 2010. ¿Son buenos
los datos, por lo tanto? No, pero hay una enorme diferencia entre un semestre recesivo y la crisis terminal que describen los perionistas. ¿Cometió
errores el equipo económico? Sí, pero lo determinante ha sido el combo terrible compuesto por la peor sequía en cincuenta años, la
suba del petróleo, la baja de las commodities y la suba de tasas de la FED. Calamidades agravadas recientemente por la corrida al dólar
generada por la guerra comercial Estados Unidos-China, los tuits de Donald Trump contra Turquía, la devaluación del real y el parate de la obra
pública causada por los cuadernos Gloria de la mafia K.

En cuanto a la inflación, lo mismo: el dato del 34% es muy malo y refleja un fracaso innegable de los planes del Gobierno. Aún así, 34% es un
valor mejor que el de los años pares anteriores, 2014 y 2016, que rondaron el cuarenta por ciento. Aún así, la inflación combinada de dos años
consecutivos (2017-2018), que incluye uno par y uno impar, sería la menor desde 2012-2013. Además, con tarifas que tienden gradualmente a la
normalidad y sin cepo ni default ni otro tipo de doping financiero. Otra vez: ¿es un buen resultado? No, pero tampoco se ve por qué quienes
callaron durante años, mientras la Reina Cleopatra ni pronunciaba la palabra "inflación" en sus discursos, lucen escandalizados hoy.
Finalmente, las variables sociales que tanto preocupan a los que se robaron todo y sus encubridores, que hoy se presentan al público convertidos
en San Franciscos de Asís bajados de un plato volador. Y bien, según el Observatorio de la UCA, institución insospechable de macrismo, desde el
24,7% de 2011, la pobreza bajo el Gobierno de Cristina registró un aumento promedio de un punto porcentual anual hasta llegar al 29% en 2015.
Coincidentemente, según el informe del CEDLAS (Universidad Nacional de La Plata) y el Conicet, pasó del 27,7% del primer semestre de 2012 al
30,5% del primero de 2015, atravesando un pico de 32,7% en el segundo semestre de 2014. La sola continuidad de esa tendencia (un punto
porcentual más por año) debería haberla llevado a alrededor de 33% en 2018. La última medición del Indec recuperado para la civilización midió
25,7% para el segundo trimestre de 2017, con una disminución de seis puntos y medio respecto del 32,2% de un año y medio atrás.
Resumiendo, el pico de pobreza causado por la salida del cepo y el default en 2016 no superó el de 2014, la tendencia ha sido desde
entonces declinante y el descenso de 6,5 puntos en un año y medio fue un logro espectacular.

Y, sin embargo, en casi ningún medio se oyó una palabra de elogio. Mucho alagentenolealcanza y hayquieneslaestánpasandomal. Si eso pasó
entonces, imaginemos ahora, cuando se espera un crecimiento del índice debido al shock devaluatorio. Aunque difícilmente se supere el valor
dejado por Cristina después de 12 años de abundancia de soja y dólares, el perionismo augura un colapso social. ¿Será por la desocupación? Si
se exceptúan los datos truchos del Indec de Guillermo Moreno, el 9,1% de desocupación y el 42,4% de tasa de empleo obtenidos en el primer
trimestre de 2018 son los mejores datos de ocupación desde 1992. Que la situación siga siendo mala y que empeore en los próximos meses nos
preocupa y ocupa a todos; pero las lágrimas de cocodrilo y las incitaciones a terminar con el gobierno de los ricos siguen siendo lo que son:
operaciones comandadas y financiadas por los que ven cada día más cerca los barrotes de la prisión.

Es el Plan C del Club del Helicóptero, cuyos deseos imaginarios pretenden olvidar lo obvio: ni hay ni habrá una situación similar al 2001, con más
del 38% de pobreza, ni los saqueos del 2001 obedecieron al hambre, que puede crear el ambiente social propicio favorable, pero no actúa por sí
sola (en efecto, a fines de 2002 la pobreza había subido el 58%, pero como gobernaba el peronismo bonaerense no hubo saqueos. Acaso, porque
la Policía Bonaerense de Carlos Ruckauf y Felipe Solá no declaró a la provincia territorio liberado como sí hizo en diciembre de 2001).

Quédense tranquilos, compañeros. Nada de eso va a suceder. Aunque hablen de crisis de confianza los mismos que lograron poner al
allanamiento de una ex presidente en la tapa de The Wall Street Journal, el Plan C del Club del Helicóptero está destinado al fracaso, como los
otros dos. No sucederá tampoco un Que-se-vayan-todos tan injusto como generalizado, ni un colapso de la economía como los que sufrimos
cuando gobernaban los hipercríticos de hoy. Lo que habrá, lo que ya está habiendo, es un semestre duro y recesivo y un 2019 de
recuperación, ya que muchas de las variables que era necesario enderezar para permitirlo han sido corregidas y se siguen corrigiendo,
desde el tipo de cambio hasta las tarifas energéticas y el déficit fiscal. Y en 2019 Macri será el primer presidente civil no peronista que concluye su
mandato desde 1928, y los ciudadanos iremos libremente a las urnas y votaremos al gobierno que se nos antoje. Al fin y al cabo, esto no es
Venezuela. Ustedes perdieron.

El autor es diputado nacional (Cambiemos).

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