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El psicólogo y pedagogo estadounidense Jerome Bruner desarrolló en la

década de los 60 una teoría del aprendizaje de índole constructivista, conocida


como aprendizaje por descubrimiento o aprendizaje heurístico. La característica
principal de esta teoría es que promueve que el alumno (aprendiente) adquiera
los conocimientos por sí mismo. Esta forma de entender la educación implica
un cambio de paradigma en los métodos educativos más tradicionales,
puesto que los contenidos no se deben mostrar en su forma final, sino que han
de ser descubiertos progresivamente por los alumnos y alumnas. Bruner
considera que los estudiantes deben aprender a través de un descubrimiento
guiado que tiene lugar durante una exploración motivada por la curiosidad.
Por lo tanto, la labor del profesor no es explicar uno contenidos acabados, con
un principio y un final muy claros, sino que debe proporcionar el material
adecuado para estimular a sus alumnos mediante estrategias de observación,
comparación, análisis de semejanzas y diferencias, etc. Si te interesa el
aprendizaje por descubrimiento de Bruner u otras metodologías alternativas en
educación, te recomendamos la lectura del ebook gratuito "Metodologías
alternativas en educación".

El objetivo final del aprendizaje por descubrimiento es que los alumnos lleguen a
descubrir cómo funcionan las cosas de un modo activo y constructivo. De
hecho, el material proporcionado por el profesor constituye lo que Bruner
denomina andamiaje.

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Beneficios del aprendizaje por


descubrimiento
Los partidarios de las teorías del Bruner ven en el aprendizaje por descubrimiento
los siguientes beneficios:

1. Sirve para superar las limitaciones del aprendizaje tradicional o


mecanicista.
2. Estimula a los alumnos para pensar por sí mismos, plantear hipótesis y
tratar de confirmarlas de una forma sistemática.
3. Potencia las estrategias metacognitivas, es decir, se aprende cómo
aprender.
4. Estimula la autoestima y la seguridad.
5. Se potencia la solución creativa de los problemas.
6. Es especialmente útil para el aprendizaje de idiomas extranjeros, puesto
que los alumnos tienen un rol muy activo, fomentando el uso de técnicas para
analizar el lenguaje, deducir cómo funcionan las normas y aprender de los
errores.
John Dewey fue un filósofo, psicólogo y pedagogo norteamericano
considerado como el filósofo estadounidense más relevante de la primera
mitad del siglo XX, así como uno de los fundadores de la filosofía del
pragmatismo (Teoría filosófica según la cual el único medio de juzgar la verdad de una
doctrina moral, social, religiosa o científica consiste en considerar sus efectos prácticos).

También fue, desde principios del siglo pasado, la figura más


representativa de la pedagogía progresista en su país.

Dewey nació en la ciudad de Burlington, situada en Estados Unidos, el 20 de


octubre de 1859. Murió en Nueva York el 1 de junio de 1952. Creció en el
seno de una familia de colonizadores de origen humilde. En 1879 se graduó
en Artes en la Universidad de Vermont. Después de graduarse se desempeñó
como maestro de escuela en Pennsylvania.

Dewey ejerció como profesor en la Universidad de Minnesota y en la


Universidad de Chicago. Esta oportunidad llegó cuando William Rainey
Harper, el presidente de dicha universidad, lo invitó a formar parte de la
nueva institución. Dewey aceptó, pero insistió en que se le otorgara la
dirección de un nuevo departamento de pedagogía.
De esta manera Dewey logró que se creara una “escuela experimental”,
donde pudo poner a prueba sus ideas. El pedagogo pasó 10 años en la
Universidad de Chicago, desde 1894 hasta 1904 y fue allí donde elaboró los
principios que fundamentaban su filosofía sobre los modelos educativos.

Cuando Dewey abandonó la Universidad de Chicago, tomó rumbo a la


Universidad de Columbia, donde ejerció como profesor desde 1904 hasta
1931 cuando llegó su jubilación como profesor emérito en 1931.

Entre 1900 y 1904, Dewey también asumió la enseñanza del curso de


Pedagogía en la Universidad de Nueva York. La universidad estaba
estrenando su Escuela de Pedagogía, por lo que Dewey fue uno de los
primeros catedráticos de la escuela.

El enfoque pedagógico de Dewey


Dewey comenzó a interesarse por la teoría y las prácticas educativas desde
que estaba en Chicago. Fue en la escuela experimental que creó en esa
misma universidad cuando comenzó a contrastar los principios educativos.

El pedagogo concebía la escuela como un espacio para la producción y la


reflexión de las experiencias relevantes de vida social. Era esto, según él, lo
que permitía el desarrollo de una ciudadanía plena.

John Dewey pensaba que lo que se ofrecía en el sistema educativo de su


época no era suficiente para proporcionar una preparación adecuada, que se
ajustara a la vida en una sociedad democrática.

Es por ello que el llamado «método experimental» de su pedagogía estaba


basado en una educación que marcaba la relevancia de factores como la
destreza individual, la iniciativa y el espíritu de empresa.
Todo esto en detrimento de la adquisición de conocimientos científicos. De
hecho, su visión de la educación tuvo una gran influencia en los cambios que
experimentó la pedagogía de Estados Unidos a principios del siglo XX.

Muchos estudiosos sitúan el enfoque pedagógico de Dewey en un punto


intermedio entre la pedagogía conservadora que se centraba en el currículum
y la pedagogía que se centraba en el alumno. Y es que, aunque Dewey
centraba la pedagogía en el niño y en sus intereses, también resaltaba la
necesidad de relacionar estos intereses con los contenidos sociales definidos
en el currículum escolar.

Esto significa que aunque debe valorarse la destreza individual, estas


características no constituyen un fin en sí mismas, sino que deben servir
como posibilitadoras de acciones y experiencias. Y en este caso la función
del maestro sería explotar tales habilidades.

Para entender las ideas pedagógicas de Dewey es esencial tener en cuenta


la posición instrumentalista en la que se basaba su pensamiento filosófico.
Según su planteamiento, el pensamiento es básicamente una herramienta
que les permite a las personas actuar sobre la realidad, al tiempo que se
nutre de ella.

Ello significa que el conocimiento no es más que el resultado de las


experiencias de las personas con el mundo. En pocas palabras, el
conocimiento es simplemente un pensamiento que primero pasa por la
acción.

Dewey planteaba que el aprendizaje, tanto de niños como de adultos, se


lograba a partir de la confrontación con situaciones problemáticas. Y que
estas situaciones aparecían como consecuencia de los propios intereses de
la persona. Se concluye entonces que para aprender es obligatorio tener
experiencias en el mundo.
En cuanto al rol del docente, Dewey afirmaba que este era quien debía
encargarse de generar entornos estimulantes para el alumno. Al hacerlo, el
maestro podía desarrollar y orientar la capacidad de los alumnos para actuar.
Esto debía ser así porque para Dewey los alumnos son sujetos activos.
CESAR COLL SALVADOR

Doctor en Psicología y catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación


de la Universidad de Barcelona.

Ha impulsado y dirigido investigaciones y trabajos sobre las aplicaciones y


las implicaciones pedagógicas de la teoría genética, la orientación y la
intervención psicopedagógica, el diseño y el desarrollo del currículum escolar,
el análisis de los procesos de interacción en situaciones educativas y la
evaluación de los aprendizajes escolares.

Ha participado activamente en varios procesos de reforma e innovación


educativa en España y en otros países, especialmente con respecto a los
aspectos curriculares y psicopedagógicos.

Entre sus publicaciones, destacan los libros Psicología y currículum


(Barcelona, Editorial Paidós, 1987), Enseñanza, aprendizaje y discurso en el
aula (coeditado con D. Edwards, Fundación Infancia y Aprendizaje, 1997),
Psicología de la educación escolar (coeditado con J. Palacios y A. Marchesi,
Alianza Editorial, 2001) y Aprender contenidos, desarrollar capacidades
(coeditado con E. Martín, Editorial Edebé, 2003).

Sus intereses actuales se centran en el análisis del discurso educativo, las


comunidades de aprendizaje y el impacto de las tecnologías de la información
y la comunicación en la educación.

César Coll cuestionó el constructivismo ontogénico de corte piagetano por su


reduccionismo y su imbricación a la teoría psicogenética, y en su lugar utilizó
el constructivismo como una categoría con mayor poder de inclusión en
donde pueden integrarse diferentes corrientes psicológicas que ponen el
acento en la actividad del sujeto, en especial, las teorías de corte
cognoscitivo. El aprendizaje debe iniciar con la actividad del alumno; en este
sentido, es necesario destacar que él es el responsable último de su propio
proceso de aprendizaje, ya que éste surge de un proceso de construcción
personal donde nadie puede sustituirlo. La actividad constructiva del niño en
el contexto escolar es mediatizada por las condiciones institucionales y tiene
como finalidad última la construcción de significados que se derivan de los
contenidos de aprendizaje que tienen una naturaleza cultural de carácter
consensual. La construcción de significados conduce a la caracterización de
un aprendizaje significativo.

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