Sunteți pe pagina 1din 2

Desde la pelea

BAÑO PÚBLICO
DOCTOR EN DERECHO MIGUEL ÁNGEL RODRÍGUEZ HERRERA

Una de tantas y tantas cosas que me fascinan hacer en mi vida es ir a tirar la cagada
y el agua de riñón a un baño público.
Pero el baño público no debe ser de esos satinizados, electrónicos e impecables.
No, al contrario, tiene que ser mugroso, apestoso a orines, que huela a vomitada, a
pedos y a serotes. De esos a los que va la perrada, lleno de letreros con mentadas
de madre y obscenidades.
Donde no haya agua ni para lavarse las manos, sin papel para limpiarse el chiquito,
con wc hasta el tope rebalsando de excremento. Lleno de batos majaderos que
vociferan chascarrillos, chistes colorados y todo tipo de injurias como de blasfemias.
De esos que pujan en las tazas de baño y resuenan como tambores de guerra los
serotes que avientan por el de atrás.
Ahí están los borrachísimos que se quedan dormidos hincados y con la cabeza
metida en el migitorio, los crudos que sudan la botana guacareando colillas de
cigarros, corcholatas, chiles verdes y pedazos de menudo con salsa mulata. Y otros
que la andan siguiendo echando cheve.
Ahí no hay pensamiento, sólo sentimiento y voluntad. Corazón y panza. Ahí no hay
honores, fama, fortuna, destino, linaje, oropel y anhelos. Hay ausencia de filosofía,
religión, arte y ciencia. Ahí está el hombre, tal cual es, cuerpo e instinto, el extremo
de la cruz clavado en la tierra. Barriga, tripas, vejiga y ano.
Ahí la naturaleza sale a nuestro encuentro y expulsa todo rastro de cultura, ahí no
somos así o asá, ahí, simplemente, estamos, somos como tantas cosas hay en el
universo, seres en un sencillo vivir real sin concepto alguno, despojados de mente
y cerebro: dos cosas que nos han producido tanta y grave desgracia.
Por eso amo los baños públicos, porque a esa mente y a ese cerebro los dejamos
a la entrada o en el cesto de papel higiénico para que, al salir, los recojamos, de
nuevo nos los pongamos y otra vez, de regreso a la angustia vivencial.
Me encantan los baños públicos porque ahí se termina esa angustia de la vida, se
vive con desgano, sin restricción, sin ayeres, hoy, ni mañanas, sólo se vive. Ahí
finalizan las estructuras sociales, la historia y todo aquello que la sociedad nos
impuso desde que niños éramos.
Me hechizan los baños públicos porque ahí haces, no te hacen, tu vida. Eres tú y
no como quieren que tú seas. Lee con atención los letreros y aprenderás la
verdadera sabiduría, escucha las alegatas y superarás toda filosofía y teología. El
baño público es mejor que una de las aulas de la más prestigiosa universidad.
Siéntate en el wc con mucho respeto y bienvenido al mundo, a la realidad. Porque,
de verdad, ni los ángeles son capaces de eso.
Leer los letreros de esos baños es superior a mil tratados de universidad, estar ahí
es mejor que cualquier ansia de felicidad. Son oasis de eternidad y de plenitud. Por
eso olvídate de viajes y estudios costosos, de consultas caras con siquiatras y
sicólogos, de placeres desenfrenados.
Entra a un baño público y el paraíso verás. Tu cerebro, tu tripa, corazón, panza y
ano infinitamente de lo agradecerán. Quedarás, para siempre, sanado de cualquier
mal. Porque, ahí, ni el diablo entra.

S-ar putea să vă placă și