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Flora era una viejecilla pequeña , vivaracha, jovial , simpática y

parlanchina.

El pelo lo llevaba recogido en un moño, estirado, de color


blanquecino, como una bolita blanca en medio de la cabeza y unas
orejas pequeñas.

Cuello corto y fino.

Unas cejas arqueadas ,delgadas y separadas marcan sus ojos


negros, saltones, intensos, lagrimosos, gatunos, mostraban su
alegría de vivir.

Su nariz, chata, en medio de una cara redonda chupada por los años.

Los dientes que en sus encías quedaban parecían correr de una lado
a otro de la boca, torcidos, desiguales asomándose tan pronto por
aquí, tan pronto por allá, y cuando terminaba su discurso, cerraba
de golpe la boca, sus labios finos se metían uno dentro de otro.

Las manos pequeñas ágiles, blancas y rugosas por el trabajo se


movían en el aire acompañando sus explicaciones.

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