Sunteți pe pagina 1din 2

Desde la pelea

NO SOY YO
DOCTOR EN DERECHO MIGUEL ÁNGEL RODRÍGUEZ HERRERA

Cuando los seres humanos captamos al mundo por vez primera a través de nuestra
razón comenzamos con la inmensa y dolorosa tragedia de ser aherrojada nuestra
mente, encarcelado nuestro cuerpo y por tanto somos privados de nuestra libertad
mediante gruesas y cadenas e irrompibles barrotes.
Los que habitamos fuera de las cárceles pensamos que los únicos presos son los
que se encuentran en ellas, sin tener conciencia que también nosotros somos carne
de mazmorra y quizás más rigurosa y temible porque nos oprime el espíritu. La única
diferencia entre unos y otros consiste en que ellos están en un solo lugar y los
demás, nosotros, podemos estar en varios lugares.
Pero ¿cómo es eso? Nuestra vida acaece, transcurre, en el mundo y éste no es
solamente un lugar geográfico sino un conjunto de estructuras sociales que tienen
diversidad de fines: económicos, religiosos, científicos, de costumbres, de usos, de
creencias etc. etc. y desde niños ese mundo va imprimiendo en nosotros todo lo
que hay en él.
Ello sucede de tal manera que todos nuestros pensamientos y actos se van
ajustando a lo que piensa y hace el mundo. Con ello nos priva de ser nosotros
mismos y solamente somos un producto más del mundo. Pero el problema no
termina ahí sino que gran parte de lo que el mundo piensa y hace está basado en
la falsedad que nosotros creemos, a fe ciega, que es verdad.
No solamente se nos convierte en presidiarios sino también en seres que vivimos
en la oscuridad, en el error, en la mentira, y que eso es peor que pasar toda una
vida en una cárcel de extrema seguridad. Nos arrastramos por una vida que no es
la nuestra sino en una vida que el mundo nos la dio a su medida y a sus
conveniencias.
Vagamos por la vida con sendas cadenas que nos atan el espíritu. Nosotros no
somos nosotros mismos sino seres humanos fabricados por el mundo y sus errores.
Lo más temible es que ni tan siquiera nos damos cuenta de esa tan lastimosa
condición, creemos que somos nosotros sin que eso sea verdad. Simplemente
somos lo que el mundo quiso que fuésemos.
No somos nosotros, somos otros a quien ni tan siquiera conocemos, somos
extraños a nosotros mismos, somos un sujeto al que nunca nos han presentado. No
soy yo sino otro y por lo tanto no hay yo, sino mundo constituido por seres que son
una masa amorfa llamada dizque “humanidad”.
Lo único que se salva del mundo, quien realmente es Él y quien válidamente puede
afirmar el “yo soy”, es Dios. Y sólo a través de Él podemos ser auténticos, tener un
yo. Vivir conforme a lo dicho por Él significa tener identidad, ser nosotros mismos y,
sobre todo, libres.
Cada que pasemos frente a una penitenciaría, recordemos que no somos distintos
a los que en ella viven. No recen por ellos sino por ustedes que ni tan siquiera son
ustedes.

S-ar putea să vă placă și