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Teoría de los Valores Subterráneos y Técnicas de Neutralización.

David Matza y Gresham M. Sykes.


Esta teoría fue desarrollada por David Matza y Gresham M. Sykes bajo el titulo:
”Juvenile Deliquency and Subterranean Values” (1961). La teoría de referencia fue
ampliada tres años después por el propio Matza en la obra: ”Deliquency and Drift”
(1964).
El enfoque de los valores subterráneos nació con la finalidad de reformular
algunos postulados medulares desarrollados en de la Teoría de la Asociación
Diferencial.
Para Matza y Sykes el panorama dibujado por Sutherland adolece de simplicidad y
acentuado determinismo. Ambos autores creen contar con evidencia suficiente
para probar que los actos cometidos por los delincuentes juveniles no son tan
anormales como a muchos les gustaría creer, ni implican la introyección de un
código de valores absolutamente ajeno al adoptado por la cultura dominante, sino
que tales normas de comportamiento subyacen en la propia comunidad que es
porosa a diversidad de influencias.
En realidad, sostienen Matza y Sykes, los jóvenes infractores utilizan la mayor
parte del tiempo en la realización de comportamientos socialmente permitidos.
Añaden que aquellos incursionan en la actividad delictiva de manera alterna,
durante el periodo de transición de la adolescencia a la adultez, deslizándose de
un extremo al otro, es decir, entre la normalidad y la desviación, impulsados por el
ocio, el deseo de ser aceptados en el seno de la subcultura de pertenencia y el
afán de reafirmar la identidad masculina.
La realización de actos agresivos o violentos, entre los integrantes de las pandillas
está mucho más encaminada a mostrar la dureza de carácter o la adopción de
actitudes o estereotipos identificados con la hombría, que a atacar el código
axiológico convencional. Este fenómeno queda de manifiesto, según los autores,
en los enfrentamientos entre pandillas rivales en los que la violencia se emplea
con el propósito exclusivo de consolidar la reputación varonil de los miembros de
las bandas contendientes.
Sin embargo, la adopción de ese tipo de comportamientos se basa en la creencia
individual de que el resto de los miembros de la subcultura aprueba la
delincuencia, no obstante que al decir de Matza y Sikes, se trata de una «comedia
de errores» porque cada miembro está convencido de que quienes lo rodean se
dedican por completo a la criminalidad y no se atreven a contradecirse ni a
desafiar la autoridad del grupo por temor a debilitar el estereotipo machista.
Al decir de Matza , el proceso a través del cual los menores se integran a la
subcultura delictiva es gradual y relativo . En parte determinado por la necesidad
de ser aceptados por el grupo, pero también como fruto de un acto racional. Para
el autor la delincuencia juvenil no es una forma de vida, sino una actividad que se
manifiesta de manera intermitente mientras el adolecente se desplaza «a la
deriva» de la legalidad a la desviación.
Técnicas de Neutralización
Los jóvenes, además de adoptar valores alternativos utilizan una gama de
mecanismos de racionalización que les permite neutralizar o paliar los
sentimientos de culpa. Tales mecanismos, en concepto de los autores, no sólo no
indican que los jóvenes son absolutamente hostiles con la cultura respetuosa de la
legalidad, sino, por el contrario, proyectan la necesidad de sentirse exonerados o
por lo menos el deseo de mitigar el grado de responsabilidad. A través de las
mencionadas técnicas de racionalización, los menores infractores resuelven en
sentido favorable a la conducta desviada el conflicto existente entre las normas
observadas por los miembros de la cultura dominante y las pautas de
comportamiento subyacentes que lo motiva a delinquir .
Los mecanismos de neutralización más fecuentemente utilizados son los
siguientes:
A).Negación de la responsabilidad. El joven alega que el incumplimiento de la
norma es atribuible a otra persona o que la lesión del bien afectado ha sido
accidental. El infractor, a menudo, se asimila a sí mismo como víctima.
B). Negación del daño. No obstante que el joven infractor reconoce la ilicitud del
acto cometido, sostiene, en descargo, que no existieron víctimas, que la conducta
respectiva es inocua o escasamente relevante.
C). Negación de la ilicitud de la conducta. El acto cometido no sólo no es ilegal,
sino realizado con fines de justicia. En este supuesto el joven considera que la
autoría del comportamiento respectivo, rectifica o zanja una situación que no había
sido resuelta.
D). Negación del derecho a ser juzgado. El menor condena a quienes lo
condenan, por ejemplo, desvía el reproche hacia las autoridades que por corruptas
carecen de calidad moral para juzgarlo, o hacia los padres o maestros por ser
extremadamente opresores o abrumarlo en demasía, Etcétera .
E. Búsqueda de un propósito superior. El infractor realiza la acción delictiva con el
fin de ser fiel a los miembros de la banda o a ayudar a un amigo inmerso en
problemas económicos.

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