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Riqueza, prestigio y alianzas.

El linaje de los Villanueva


en los siglos XVI-XIX

Florencio Barrera Gutiérrez


Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México
Estado de México
f_barrera2@hotmail.com

INTRODUCCIÓN
Esta investigación tiene como objetivo examinar los rasgos distintivos de una familia que
se estableció en la ciudad de México y el valle de Toluca, desde principios de la época
virreinal hasta la primera mitad del siglo XIX. El caso de la familia Villanueva resulta
interesante no sólo por el hecho de que logró sobresalir en la sociedad novohispana
mediante relaciones de amistad y familiares al vincularse por vía matrimonial con algunas
familias distinguidas de la época, sino porque lograron que su riqueza quedara concentrada
en sus descendientes. La concentración de propiedades en una institución, el mayorazgo, le
permitió mantener su posición económica y social durante generaciones.
Luego de hacer una pesquisa en la producción historiográfica de estudios
novohispanos, como en la vertiente de la historia del agro en el valle de Toluca encaminado
a explicar el proceso de la ligazón de una propiedad con una familia, de miembros de la
naciente elite novohispana, consideramos que hasta el momento no existe un estudio que
esclarezca la relevancia que tuvo la familia Villanueva, los orígenes de su fortuna, los
mecanismos de acumulación de riqueza y la diversidad de los usos de sus fortunas, el
proceso de acumulación de tierras, su participación en distintas ramas y sectores
económicos, ni sus vínculos sociales y las estrategias de alianzas matrimoniales. En este
contexto, el principal aporte de este trabajo radica en el seguimiento generacional de la
familia Villanueva. Este aspecto cubre un vacio historiográfico correspondiente a los
procesos ocurridos en el valle de Toluca, en sitios donde fueron establecidas otras familias
durante el periodo virreinal, tales como la familia Sámano en Zinacantepec, o la familia
Altamirano en Calimaya, Tepemaxalco y Metepec.

1
Riqueza, prestigio y alianzas
Se tienen pocos datos sobre la vida de Alonso de Villanueva Tordesillas, pero se sabe que
era oriundo de Villanueva del Fresno, provincia de Badajoz en España, hijo de Gonzalo
Garrido y de Leonor Martínez y que antes de su llegada a la Nueva España, estuvo en la
Isla Española.1 Villanueva Tordesillas destacó por sus servicios militares a la Corona:
participó en la conquista de Tenochtitlán, en la expedición a Pánuco, en las provincias de
los Yopelcingos y en Colima.2 Además se distinguió por su participación en el cabildo de la
Ciudad de México, por la realización de exitosos negocios y tejer una red de amistades con
otros conquistadores, lo que afianzó su prestigio a lo largo de su vida.
Villanueva Tordesillas contrajo matrimonio con Ana Cervantes, hija de Leonor de
Andrada y de Leonel de Cervantes, encomendero de los pueblos de Atlapulco y Jalatlaco en
el valle de Toluca,3 y procrearon seis hijos: Alonso, Agustín, Leonor, Ana, Leoneta y
Florencia (véase cuadro 1). Este matrimonio marcó el inicio de una familia que se
estableció en la nueva estructura urbana o traza de la ciudad y formó parte del reducido
grupo rector de la sociedad novohispana en la primera mitad del siglo XVI.
En la nueva estructura urbana, el cabildo de la Ciudad de México ubicó a
Villanueva Tordesillas cerca de la plaza central donde estableció su residencia familiar. 4 Su
vivienda estaba ubicada entre la iglesia mayor y la calle de Tacuba, junto a la casa de
Cristóbal Flores, alcalde ordinario, y a la del regidor Luis de la Torre. No obstante, a
mediados del siglo XVI Alonso de Villanueva, y algunos vecinos, que habían sido
encargados del gobierno local, fueron desplazados porque en el lugar donde se encontraban
fue destinado para la construcción de una nueva Catedral. Villanueva Tordesillas y su
familia se mudaron al primer solar de la calzada de Tacuba, donde más tarde Catalina de
Peralta, esposa de Agustín de Villanueva Cervantes, fundó un convento.5

1
Icaza, Conquistadores y pobladores de la Nueva España, pp. 78-79.
2
Dorantes de Carranza, Sumaria relación de las cosas de la Nueva España, p. 159; Icaza, Conquistadores y
pobladores…, op. cit., pp. 78-79; y Villar Villamil, Cedulario heráldico de conquistadores de la Nueva
España, núm. 18.
3
Porras Muñoz, El gobierno de la ciudad de México en el siglo XVI, pp. 250-254, 283-286 y 405-407.
4
Actas de Cabildo de la Ciudad de México, 22 de febrero de 1527.
5
En 1601 Catalina de Peralta, viuda de Agustín de Villanueva, fundó el convento de Santa Isabel con la Bula
de S. S. Clemente VIII, que había recibido en 1592. Para ello, destinó la casa donde vivía, que se ubicaba en

2
Villanueva Tordesillas no sólo recibió un espacio donde vivir, sino también logró
adquirir solares, peonías y caballerías de tierra dentro y fuera de la nueva traza. Por
ejemplo, en 1527, el Ayuntamiento de la Ciudad de México le concedió un solar, dos años
después obtuvo un sitio para ovejas y una suerte de tierra para una huerta en Tacuba. Para
1551, era dueño también de un solar en la calzada de San Hipólito y de unas tierras en
“términos” de Tacubaya. Finalmente, en 1553 adquirió una merced de una caballería de
tierra y algunas demasías en la calzada de Tacuba.6
La adquisición de mercedes de tierra, minas, oficios y encomiendas fue el inicio de
muchos colonos españoles para obtener fortuna, fama y reputación. Cada colono español
experimentó de manera distinta su carrera ascendente. En el caso de Villanueva Tordesillas
la fortuna que llegó a amasar fue, principalmente, mediante el desempeño de diferentes
oficios en el cabildo de la Ciudad México: fue tres veces elegido regidor (1527, 1544 y
1554), electo diputado de minas dos veces (1529 y 1552). En 1543 fue designado
procurador en la Corte del Rey. En marzo de 1544, con motivo de las Leyes Nuevas, se
acordó enviar a España dos procuradores, un conquistador y otro poblador, por ese motivo
Villanueva fue enviado en representación del Ayuntamiento, cargo que ocupó hasta su
regreso en noviembre de 1550, y en 1553 se desempeñó como procurador mayor. 7 El año
de 1554 es la última fecha en que encontramos a Alonso de Villanueva ejerciendo
actividades, ya que falleció en noviembre de ese año.
Durante el tiempo en que estuvo en el Ayuntamiento gozó de notable influencia
política, al mismo tiempo que aumentó sus caudales, prestigio social y parentesco no sólo
con familias “reinantes” en el Ayuntamiento citadino de la primera mitad del siglo XVI,
sino también con familias del valle de Toluca. Por ejemplo, estrechó relaciones de amistad

la parte de lo que hoy es Palacio de Bellas Artes y abarcando hasta la actual avenida Juárez. El convento
adopto la regla de franciscanas descalzas, de la primera regla de Santa Clara. No obstante, por la situación de
precariedad que la regla establecía decidió adoptar la regla de clarisas urbanistas, lo que les permitía poseer
rentas y exigir dote. Véase Porras Muñoz, El gobierno de la ciudad…, op.cit., pp. 142-143, 289, 432 y 468; y
Muriel, Conventos de monjas en la Nueva España, pp. 211-220.
6
Véase Actas de Cabildo…, op.cit., 8 de febrero de 1527; 31 de julio de 1528; 30 de abril y 31 de diciembre
de 1529, 24 de abril y 17 de julio de 1551; 23 y 26 de junio de 1553.
7
Ibidem, 4 de enero de 1527; 9 de agosto de 1543; 13 y 20 de marzo de 1544; 29 de febrero de 1552; 1 de
enero 1553; y 7 de mayo de 1554.

3
con Juan de Sámano, encomendero de Zinacantepec, y con Juan Gutiérrez Altamirano,
encomendero de Calimaya, Tepemajalco y Metepec, entre otros. De esta manera para
mediados del siglo XVI la familia Villanueva gozaba de no poco prestigio social.
La conformación misma de una amplia parentela era fundamental y no sólo se daba
mediante relaciones de amistad, sino también por el ingreso de los hijos o parientes a la
vida eclesiástica y a través de matrimonios. Las familias de grandes recursos procuraban,
de manera muy especial, concretar alianzas matrimoniales con las familias de los altos
funcionarios civiles, porque era una garantía de éxito para los negocios emprendidos y para
los diferendos jurídicos en los que se veían envueltos. Así lo demuestra Villanueva
Tordesillas cuando buscó esposa para su hijo Alonso de Villanueva Cervantes,
encontrándola nada menos que en la hija de Isabel de Estrada y Juan Alonso Altamirano,
hijo del licenciado Juan Gutiérrez Altamirano y de Juana Altamirano, quienes eran a su vez
primos de Cortés. Del matrimonio de Alonso de Villanueva y Juana Altamirano nacieron
seis hijos (Alonso, Juan, Catalina, Isabel, Ana y Leonor), todos unidos a prósperas familias
ligadas con la Audiencia y la iglesia (véase cuadro 1).
Los enlaces de los hermanos de Alonso de Villanueva de igual manera fueron con
descendientes de familias distinguidas. Agustín, Leonor y Ana se casaron con tres hijos de
Juan Suárez de Ávila y de Magdalena de Peralta, hija de Martín Goñi de Peralta 8 y de
Beatriz de Zayas: Agustín se casó con Catalina, Leonor con Luis, quien fue alcalde
ordinario de la Ciudad de México en 1571 y alcalde mayor de Cuautitlán en 1582, 9 y Ana
con Juan Suárez de Peralta. Leoneta de Andrada fue esposa de Garci Manuel Pimentel,
conquistador de Jalisco. Y, finalmente, Florencia contrajo nupcias con su primo Baltasar de
Aguilar Cervantes10 (véase cuadro 1). Las evidentes alianzas matrimoniales entre los
Villanueva Cervantes y los descendientes de las familias Suárez de Peralta, Pimentel,
Aguilar Cervantes y los Altamirano unió a distinguidas familias de la sociedad

8
Garritz Amaya, “Los alcaldes ordinarios de la ciudad de México en el siglo XVI”, p. 38; y Ruiz Medrano,
Gobierno y sociedad en Nueva España: Segunda Audiencia y Antonio de Mendoza, pp. 150-244.
9
Actas de Cabildo… op.cit., 1 de enero de 1571; y Fernández de Recas, Mayorazgos de la Nueva España, p.
23.
10
Porras Muñoz, El gobierno de la ciudad…, op.cit., pp. 430-431; y Dorantes de Carranza, Sumaria relación
de las cosas…, op.cit., p. 282.

4
novohispana, cuyos intereses por la continuación del linaje, la preservación del estatus y la
acumulación de riquezas eran semejantes.
Alonso de Villanueva Tordesillas, como ya vimos, manifestó un constante interés
por ganar prestigio y riqueza, así como el deseo de alcanzar y mantener una posición en la
escala social.11 Además arguyendo sus “méritos y servicios” de conquista ―de
Tenochtitlán, la expedición a Pánuco, en la provincia de Yopelcingo y en Colima― obtuvo
recompensas. Entre estas se puede mencionar dos: por un lado, la concesión de un escudo
de armas en 1531;12 y por otro, fue favorecido con los tributos y la fuerza de trabajo de
cuatro antiguos señoríos: Otzolotepec, Jilotzingo y Mimiapan, asentados en el valle de
Toluca, y Huachinango, ubicado en la sierra de Puebla, que le fueron adjudicados como
encomienda.13

11
No tenemos referencias de que Villanueva Tordesillas o sus descendientes hayan solicitado a la Corona un
título de nobleza (conde, duque o marqués) que les diera mayor distinción y prestigio. Por otra parte,
Villanueva Tordesillas, en 1538, junto con otros conquistadores fundaron la Cofradía de Santísimo
Sacramento y Caridad. La cofradía era en esencia una colectividad religiosa integrada por fieles laicos y
proporcionaba servicios de auxilio para los enfermos pobres y de sustento a los integrantes. La Cofradía de
Santísimo Sacramento y Caridad fue una de las que alcanzó el más alto y sólido prestigio durante sus tres
siglos de existencia, tanto por las personas que la formaron como las que siguieron, por ser lo más
preeminente de la sociedad novohispana en el terreno económico, social, político y el religioso. Muriel, “La
capilla de la cena en la catedral de México”, pp. 35-58.
12
El blasón está dividido en dos cuarteles: en el primer cuartel se representó, en campo de plata, un águila de
sable, y el segundo cuartel en campo de gules, tres cabezas de indios en señal o representación de algunos que
mató en las campañas de conquista. Los cuarteles están rodeados por una orla de ocho cruces de plata y ocho
aspas de San Andrés de oro, en campo azur. El escudo tiene como distintivo al timbre, un almete cerrado con
un brazo armado con un estoque en la mano, en señal del ánimo y esfuerzo con que participó en la conquista.
Véase AGI, México, 1088, L. 1 BIS, fs. 134v-136v (consultado a través de http://pares.mcu.es/05/03/2010); y
Villar Villamil, Cedulario heráldico…, op.cit., núm. 18.
13
Es probable que los tres primeros pueblos hayan estado asignados, al principio, a tres conquistadores
distintos. Por ejemplo, el pueblo de indios de Mimiapan fue encomendado a un tal Morrejón y a un maestre
Diego, del cual no tenemos referencias. Mientras que el pueblo de Huachinango fue asignado en principio a
Juan de Jaso. Juan de Jaso, era de San Juan del Pie del Puerto en Navarra. Hijo de Joan Pérez de Jaso y de
Graciana de Gorostiaga. Llegó a Nueva España en compañía de Francisco de Montejo, recibió la encomienda
de Huachinango, acompañó a Cortés en el viaje a las Hibueras y en la expedición a California y participó en
la pacificación de Jalisco. Estaba casado con María Ponce de León. Zavala, La encomienda indiana, p. 325;

5
Villanueva Tordesillas conservó la encomienda de los cuatro pueblos hasta su
muerte, ocurrida en 1554, después pasó a manos de sus hijos Agustín y Alonso de
Villanueva Cervantes. En ese mismo año la encomienda de Huachinango estuvo ligada a
las pretensiones de particulares, por lo que además del interés de la Corona por recuperarla,
la viuda de Antonio de Villarroel, Isabel de Ojeda intentó reclamarla. 14 Al fallecer Agustín
de Villanueva en 1573 y a falta de un hijo legítimo, los beneficios pasaron a manos de su
viuda Catalina de Peralta, y de su hermano Alonso de Villanueva,15 es decir, que los
tributos de los cuatro pueblos mencionados se compartieron por mitad. El hecho de dividir
el tributo entre dos personas, lejos de afectar su integridad, debe entenderse como una
medida equitativa porque de la cabecera dependía un número considerable de sujetos, así
por ejemplo, sabemos que el pueblo de Huachinango, en 1550, contaba con 35 estancias o
unidades subordinadas.16 A la muerte de Alonso de Villanueva en 1605 y de Catalina de
Peralta acaecida en la segunda década del siglo XVII, la encomienda de los cuatro pueblos
quedó vacante por lo que pasó a manos de la Corona. Para 1640 los frutos de los tributos
pasaron a manos del conde de Moctezuma y más tarde fueron incorporados una vez más al
padrón de posesiones de la Corona, tal y como sucedió en 1688.17

Gerhard, Geografía histórica de la Nueva España, p. 119; Icaza, Conquistadores y pobladores…, op.cit., pp.
21-22; y Porras Muñoz, El gobierno de la ciudad…, op.cit., p. 331.
14
Desafortunadamente no hemos tenido oportunidad de consultar el expediente de este litigio por encontrarse
fuera de consulta en el Archivo General de Indias. Sin embargo, contamos con una referencia sobre él. Véase
Justina, Don Luis de Velasco virrey de la Nueva España, 1550-1564. Las referencias sobre Antonio Villarroel
señalan que pasó a la Nueva España en 1519 en compañía de Cortés, participó en la conquista de
Tenochtitlán, fue encomendero de Cuernavaca, estuvo casado con Isabel de Ojeda. En el intervalo que va de
1525 a 1545 ocupó diversos cargos en el gobierno de la Nueva España tales como regidor de la ciudad y
alguacil mayor. Gerhard, Geografía histórica…, op.cit., p. 94; y Himmerich y Valencia, The Encomenderos of
New Espain, 1521-1555, p. 263.
15
Gerhard, Geografía histórica…, op.cit., p. 279; y Himmerich y Valencia, The Encomenderos…, op.cit., pp.
261-262.
16
“Suma de visitas”, en Papeles de la Nueva España, p. 115. En este documento no se mencionan las 35
estancias que formaban parte de la cabecera de Huachinango en la primera mitad del siglo XVI.
17
Gerhard, Geografía histórica…, op.cit., pp. 119 y 279.

6
Cuadro 1. Árbol genealógico de la familia Villanueva, siglos XVI-XIX

Gonzalo Garrido Leonor Martínez Leonel de Cervantes Leonor de Andrada

Alonso de Villanueva Tordesillas Ana Cervantes

Agustín = Catalina de Peralta Alonso Juana Altamirano Leonor = Luis Suárez Ana = Juan Suarez Leoneta = Garci Manuel Florencia = Baltasar de
de Peralta de Peralta Pimentel Aguilar Cervantes

Alonso Isabel Mariaca Juan Juana Muñoz Catalina = Pedro de Castilla Isabel = Tomas de Aguirre Ana Felipe de Sámano Leonor
de Saldierna de Morales Altamirano Zaunzavar Turcios

Juana Teresa Vicenta Alfonsa Francisca Manuel de Sousa Felipe Ana Beatriz Tristán de Luna
y Castro y Arellano
Juan José

Alonso Juana Leonor = José de la Antonio Ana = Cristóbal de Bonilla Bastida José Ventura Francisca Barrientos Carlos = Juana Mejía
Mota y Portugal = Pedro de Córdoba Altamirano
Agustín Francisca García Figueroa María Francisca

José Felipe Ana María de Zaldívar Ignacio Manuel María Paula

María Francisca José María Sevilla

Federico

7
La encomienda resultó ser muy favorable no sólo por los beneficios que les reportaban los
pueblos (recursos para la subsistencia y un régimen de trabajo gratuito por vía de
tributación), sino también porque les permitió adquirir una considerable cantidad de tierras.
Legalmente el título de la encomienda no confirió el derecho sobre la tierra. Al carecer de
derechos sobre la tierra, los españoles se esforzaron por obtenerla mediante donaciones
reales sobre baldíos o tierras vacantes, que el rey concedió a través de mercedes o repartos,
y la compraventa realizada por la Corona en subasta pública,18 pero también la obtuvieron a
través de medios no siempre legítimos.

Conformación de la propiedad particular en los pueblos encomendados


Pocas son las mercedes de tierra que fueron otorgadas a Villanueva Tordesillas en la
primera mitad del siglo XVI. Sin embargo, logró adquirir nueve sitios de estancia de
ganado menor y una y media caballerías de tierra, una superficie aproximada de 7,086.61
hectáreas de tierra. La conformación de la propiedad se inició cuando en julio de 1542
Villanueva Tordesillas el virrey Antonio de Mendoza le concedió seis sitios de estancia de
ganado menor (unas 4,681.62 hectáreas): dos se encontraban en territorio del pueblo de
Mimiapan, el primero “en un sitio o quebrada entre unas cuestas llamada “Zacualpa”, y el
segundo ubicado en un cerro denominado “Ostotitlán”; otro ubicado en el valle de
“Matalcingo”, en la ribera del río Chignahuapan; uno más en el pueblo de Jilotzingo, en un
sitio llamado “Tepetzingo”; otro en la ribera del río Chignahuapan, en “términos” de
Otzolotepec, y finalmente uno ubicado en la falda de un cerro que se encontraba entre
Jilotzingo y Otzolotepec.19

18
Como resultado del descubrimiento de América, el monarca español adquirió la soberanía pero no la
propiedad de todas las tierras. De hecho, el rey tenía derecho a recibir tributos de los naturales en
reconocimiento de su soberanía, y a disponer de las tierras incultas, así como el reconocimiento de los
naturales a sus tierras como inmemorial y legítimo. Esto es, el rey como soberano tenía derecho a recibir
tributos de sus vasallos americanos, así como ceder estos tributos a un encomendero por los servicios dados a
la Corona. Pero ni el rey como el encomendero tenía derecho a ocupar tierras de los indios, ni siquiera
incultas. Menegus Bornemann, “Rey propietario o rey soberano”, pp. 564-569 y 577-584.
19
AGA, Jilotzingo, Otzolotepec, Estado de México, Dotación de tierras, exp. 23/2214, leg. 1, fs. 12-15; y
Otzolotepec, Villa Cuauhtémoc, Estado de México, Dotación de tierras, exp. 24/2255, leg. 1, fs. 1v-3v.

8
En ese mismo año recibió una y media caballerías de tierra, equivalente a 128.37
hectáreas, en el pueblo de Mimiapan.20 Como podemos observar, Villanueva Tordesillas
poco a poco iba ampliando sus dominios en los pueblos encomendados, porque los recursos
naturales con que contaban eran buenos, y facilitaban el pastoreo dando como resultado la
multiplicación de los ganados, así como la agricultura. Tan importante como las tierras y el
ganado fue el control del agua, un recurso abundante y esencial para asegurar las cosechas
y mitigar la sed de los rebaños. En 1543 solicitó le fueran mercedadas dos sitios de estancia
de ganado menor (unas 1,560.54 hectáreas). El primer sitio se ubicaba en “términos” del
pueblo de Zacoyuca, junto a un manantial de agua denominado “Tlil oztococ”, y el segundo
en Jilotzingo, cerca de una fuente de agua llamada “Atlexoyan”. 21 Para 1544 se le concedió
otro sitio de ganado menor (unas 780.27 hectáreas) en Zacoyuca, en un monte ubicado
entre Jilotzingo y Mimiapan.22 Lo anterior indica que Villanueva Tordesillas dispersaba sus
propiedades acorde a los beneficios que les podían ofrecer los recursos de mano de obra
indígena, la tierra y las fuentes de agua. Por ello, en la primera mitad del siglo XVI la
solicitud del suelo giró en torno a las tierras fértiles del río Chignahuapan y de vegetación
muy favorables para las distintas especies ganaderas (principalmente ovejas).
En un lapso muy breve logró obtener una superficie aproximada de 7,086.61
hectáreas de tierra, de las cuales unas 1,950.67 hectáreas se ubicaban en Jilotzingo, unas
1,624.72 en el territorio de Mimiapan, unas 1,560.54 en el pueblo de Zacoyuca, unas
1,170.4 en Otzolotepec, y finalmente 780.27 hectáreas se ubicaban junto al río
Chignahuapan. Estas concesiones ponían de manifiesto que los territorios de los pueblos

20
AGA, Capulhuac, Villa Guerrero, Estado de México, Reconocimiento y titulación de bienes comunales,
exp. 276.1/935, leg. 1, fs. 63-65. Alonso de Villanueva Tordesillas no sólo adquirió tierras en los pueblos de
Mimiapan, Jilotzingo y Otzolotepec, sino también en el pueblo de Huachinango. Por ejemplo, en la merced de
1542 también se le concedió una y media caballerías de tierra en Huachinango. A la adquisición anterior, se le
sumaron en 1551 tres mercedes de tierra, cada una contemplaba un sitio de estancia de ganado menor, unas
2,340.81 hectáreas. Véase AGA, Capulhuac, Villa Guerrero, Estado de México, Reconocimiento y titulación
de bienes comunales, exp. 276.1/935, leg. 1, fs. 63-65; y.AGN, Mercedes, vol. 3, f. 288v.
21
AGA, Capulhuac, Villa Guerrero, Estado de México, Reconocimiento y titulación de bienes comunales,
exp. 276.1/935, leg. 1, fs. 60-61v.
22
AGA, Capulhuac, Villa Guerrero, Estado de México, Reconocimiento y titulación de bienes comunales,
exp. 276.1/935, leg. 1, fs. 61v-63.

9
del centro de México, que no estaban efectivamente ocupados, pasaban a dominio del
soberano español y podía otorgarlas a un español o a los mismos naturales si así le parecía
conveniente.
Por su parte Agustín de Villanueva Cervantes en 1559 inició la apertura de la
propiedad territorial. Se sabe por evidencia documental que en ese año los representantes de
los pueblos de Mimiapan, Jilotzingo y Otzolotepec no cumplieron oportunamente con el
pago de tributos atrasados. Para salvar la situación los pueblos ligados al vínculo de la
encomienda decidieron disponer de cierta cantidad de tierra, tres caballerías de tierra o
128.37 hectáreas que fueron medidos en ese mismo año, que fue cedida a Agustín de
Villanueva en pago de 600 pesos de tributos.23 Posiblemente, esta transacción se debió a
que las condiciones de los pueblos no eran propicias ya que seguían sufriendo los estragos
causados por la oleada epidémica del periodo de 1545 a 1548 que se manifestó en todo el
territorio novohispano. Por otro lado, la cesión de tierras por parte de los pueblos al
encomendero puede verse como un fenómeno aislado propio de una región. Sin embargo,
en el valle de Toluca durante el siglo XVI algunos pueblos cedieron tierras a españoles
frente a diferentes circunstancias.
En 1563 aumentó los bienes que poseía Agustín de Villanueva en Mimiapan. En ese
año el virrey Luis de Velasco le concedió una merced que contemplaba una y media
caballerías de tierra (unas 64.18 hectáreas), un sitio de ganado menor (unas 780.27
hectáreas) y un herido de molino en “términos” del pueblo de Mimiapan, junto a una
estancia de ganado denominada “Ozelotepeque”.24 Agustín de Villanueva no sólo
aprovecho los recursos de los pueblos, sino también los que se encontraban en “La Sabana
Grande”. En esta franja de tierra, en 1564, fue favorecido con dos caballerías de tierra, 25

23
AGA, Jilotzingo, Otzolotepec, Estado de México, Dotación de tierras, exp. 23/2214, leg. 4, f. 84.
24
AGA, Capulhuac, Villa Guerrero, Estado de México, Reconocimiento y titulación de bienes comunales,
exp. 276.1/935, leg. 1, fs. 65-66v.
25
AGA, Mimiapan, Xonacatlán, Estado de México, Dotación de tierras, exp. 24/2214, leg. 4, fs. 6-6v. García
Castro señala que se construyó un cercado de adobe que medía más de 20 kilómetros de largo, pero esta
construcción se hizo a ambos lados del río Chignahuapan. Este cercado había dividido, por un lado, un
espacio ocupado por ganado de españoles, y por el otro, un espacio agrícola al principio exclusivamente de
indios y poco a poco de españoles también. La franja de tierra que quedó en medio de la “cerca general” fue

10
unas 85.58 hectáreas. Dentro del cercado del río Chignahuapan varios colonos españoles
adquirieron diferentes extensiones para el pastoreo de sus ganados, por ejemplo, de Lope
Serrano obtuvo cuatro caballerías; Juan Guerrero un sitio de ganado mayor, y Francisco
Martínez un sitio de ganado mayor y dos caballerías de tierra,26 por mencionar sólo
algunos.
Respecto a Alonso Villanueva Cervantes sabemos que en 1573 el virrey Martín
Enríquez le concedió dos caballerías de tierra (unas 85.58 hectáreas) en “términos” de
Mimiapan.27 Después de esa concesión encontramos que en 1575 compró a Bernardina de
Velasco, viuda del Dr. Arévalo Cerdeño, un sitio de estancia de ganado menor (unas 780.27
hectáreas) ubicado en “términos” del pueblo de Huitzizilapan y de Otzolotepec, 28 tierras
que le había concedido el virrey Luis de Velasco en merced en 1562. Esta transacción es
una muestra más de la influencia determinante del avance de la propiedad, por un lado, y
por el otro, trataron de que otros colonos españoles no tuvieran extensiones de tierra donde
ellos ya poseían. A la cifra mencionada tendremos que sumar la compra que hizo a su
hermano Agustín de Villanueva en 1576: un sitio de ganado menor (780.27 hectáreas), una
y media caballerías, y un herido de molino que le habían sido concedidos en 1563.29 En
1576 fue nombrado alcalde ordinario y al año siguiente alcalde de Mesta. 30 La demanda del
suelo por Alonso de Villanueva fue variable en cada territorio y, en algunos casos, anexó a
su propiedad inicial sitios de ganado menor o caballerías de tierra contiguos. Ejemplo de
ello es la merced de 1573, mencionada anteriormente, y la que recibió en 1592, cuando el
virrey Luis de Velasco le concedió un sitio de estancia de ganado menor (unas 780.27

conocida en la Colonia como “Sabana Grande”. García Castro, Indios, territorio y poder en la provincia
matlatzinca. La negociación del espacio político de los pueblos otomianos, siglos, XV-XVII”, p. 294.
26
García Castro, “Pueblos y señoríos otomianos frente a la colonización española. Cambios económicos y
sociales en la región de Toluca, siglos XVI-XVII”, pp. 8-10, 30-36 y 43.
27
AGA, Capulhuac, Villa Guerrero, Estado de México, Reconocimiento y titulación de bienes comunales,
exp. 276.1/935, leg. 1, fs. 69-71.
28
AGA, Otzolotepec, Villa Cuauhtémoc, Estado de México, Dotación de tierras, exp. 24/2255, leg. 1, fs. 1v-
3v.
29
AGA, Capulhuac, Villa Guerrero, Estado de México, Reconocimiento y titulación de bienes comunales,
exp. 276.1/935, leg. 1, fs. 66v-69.
30
Actas de Cabildo…, op.cit., 1 de enero de 1576; y 1 de enero de 1577.

11
hectáreas) junto a una estancia que se nombraba Santa María en “términos” del pueblo de
Jilotzingo, superficie que viene a agrandar la estancia, y dos caballerías de tierra (unas
85.58 hectáreas) ubicadas, por un lado, entre la cerca que dividía el pueblo de Jilotzingo y
Xiquipilco, y por el otro, entre la cerca que dividía Jilotzingo y Mimiapan.31
Conviene detenernos aquí un momento para resumir la cantidad de tierras que hasta
este momento habían obtenido Agustín y Alonso de Villanueva Cervantes ya que, como
veremos enseguida, sólo uno de ellos logró perpetuar el patrimonio adquirido a través de la
fundación de un mayorazgo. Lo que los hermanos Villanueva Cervantes habían obtenido
por medio de compras, donaciones y mercedes concedidas entre 1559 y 1592 sumaban unas
2,790.1 hectáreas de tierra, de las cuales 972.82 hectáreas se ubicaban en el pueblo de
Mimiapan, 908.64 en Jilotzingo, 518.5 hectáreas en el pueblo de Otzolotepec y 390.13 en
Huitzizilapan. El total de posesiones anteriores reunidas durante el siglo XVI por la familia
Villanueva fue de aproximadamente 9,876.72 hectáreas. La mayor parte de la superficie
concedida fue para la ganadería (unas 9,363.24 hectáreas) y otra en menor cantidad para la
agricultura (unas 513.48 hectáreas). Esto es entendible si consideramos que para la segunda
mitad del siglo XVI fue más redituable la crianza de ganado que la agricultura.
Lo que Alonso de Villanueva Cervantes había obtenido por medio de compras,
mercedes concedidas entre 1573 y 1592 suman unas 2,576.15 hectáreas, de las cuales una
mayor cantidad fue incorporada para la fundación del mayorazgo familiar.

La familia Villanueva. De hacendados tradicionales a simples rentistas


A principios de 1592 Alonso de Villanueva y Juana Altamirano lograron obtener la licencia
de fundación de un mayorazgo concedida por el rey Felipe II.32 Sin embargo, es hasta 1605
cuando se establece el vínculo familiar. Como se sabe, el mayorazgo representó un
mecanismo que buscaba conservar el patrimonio acumulado a través del tiempo debido a
que con frecuencia el reparto de los bienes entre los hijos desembocaba en la dispersión de
la riqueza adquirida por las generaciones anteriores. Para evitar la dilapidación de bienes se

31
AGA, Capulhuac, Villa Guerrero, Estado de México, Reconocimiento y titulación de bienes comunales,
exp. 276.1/935, leg. 1, fs. 58-60.
32
AGN, Vínculos y mayorazgos, vol. 193, exp. 9, fs. 6-13; y AGA, Otzolotepec, Villa Cuauhtémoc, Estado
de México, Dotación de tierras, exp. 23/2250, leg. 1, fs. 61-64.

12
disponía en un testamento o en una escritura pública ―hecha generalmente por un
matrimonio― especificando que una parte del patrimonio se transmitía a manos del
primogénito, quien no podía disponer libremente de dicho patrimonio al ser usufructuario y
no propietario de los bienes. En este contexto Guillermo Margadants, señala que el
mayorazgo era como un usufructo en cadena, porque el titular de los bienes no tenía el ius
abutendi o el derecho de disponer de estos bienes. Por lo tanto, el poseedor no podía
vender, donar o grabar los bienes, o disponer de ellos mortis causa.33 Ante el impedimento
de enajenar los bienes, se esperaba que cada nuevo beneficiario hiciera producir los bienes
y los conservara íntegros, con la posibilidad de incrementarlos, pero nunca reducirlo para,
a su vez, transferirlos en herencia a la siguiente generación, de acuerdo a las normas de
sucesión establecidas por el fundador.34
Esta nueva forma de mantener el patrimonio y privilegios y el paso de esa riqueza a
las generaciones subsecuentes resultó ser una estrategia atractiva para algunas familias de
grandes recursos como lo fueron los encomenderos, hacendados, mineros, comerciantes y
funcionarios, quienes consideraban que mediante este mecanismo la familia conservaría su
riqueza y prestigio durante un mayor tiempo. No obstante, algunos titulares en momentos
de crisis económica comprometieron las diferentes propiedades para subsanar las finanzas,
pues a través del prolongado disfrute transgeneracional de la propiedad vinculada, las
distintas circunstancias y los intereses cambiantes condujeron a acrecentamientos, pero

33
Margadants, “El mayorazgo novohispano, producto natural de un Zeitgeist, y anatema para el siguiente”,
pp. 231-232.
34
Conservar el patrimonio vinculado fue una de las preocupaciones de los fundadores, de ahí que se obligara
a los titulares a mantenerlos en buenas condiciones para que fueran productivos. Por ejemplo, en una cláusula
de la escritura de fundación del segundo mayorazgo de López de Peralta, se establecía que los poseedores
tenían la obligación de dar mantenimiento a todos los bienes vinculados. En caso que el titular no conservara
las propiedades del mayorazgo debía pasar al siguiente, de acuerdo a la sucesión establecida. Respecto a esta
cuestión y otras relacionadas con los mayorazgos novohispanos véase Fernández de Recas, Mayorazgos de la
Nueva España, op.cit.; Ladd Doris, La nobleza mexicana en la época de la independencia, 1780-1826;
Bermúdez, El mayorazgo de la Higuera; Clavero, Mayorazgo. Propiedad feudal en Castilla 1369-1836;
Vargas-Lobsinger, Formación y decadencia de una fortuna: Los mayorazgos de San Miguel de Aguayo y de
San Pedro del Álamo 1583-1823; Artís Espriu, Familia riqueza y poder. Un estudio genealógico de la
oligarquía novohispana; Gómez Serrano, Un mayorazgo sin fundación. La familia Rincón Gallardo y su
latifundio de ciénegas de Mata, 1543-1740, por mencionar algunos ejemplos.

13
también a disminuciones y apartamientos de bienes, es decir, enajenaciones, que
contradecían los principios de inalterabilidad, indivisibilidad, y en definitiva, de
inalienabilidad del mismo. Las enajenaciones de bienes por parte de los poseedores estaban,
a menudo, estrechamente relacionadas con el deseo de mejorar la rentabilidad del
patrimonio, sustituir algunas propiedades por otras, o con la necesidad de liquidez por
gastos económicos, que en bastantes casos, motivaron la decisión de enajenar los bienes por
cuantías importantes. Pero además, tengamos presente los frecuentes pleitos entre
familiares cuyas pretensiones giraban en torno al control del patrimonio o por las costosas
compensaciones económicas, así como por litigios de posesión o propiedad de la tierra
entre propietarios particulares o del pueblo.
El crecimiento y desarrollo del mayorazgo de Villanueva no se fincó sólo en la
acumulación de propiedades, principalmente rústicas, y su rentabilidad, sino también en el
interés demostrado por los diferentes poseedores por conservar el patrimonio que se había
vinculado (seis casas y trece tiendas situadas en el centro de la Ciudad de México, un sitio
de estancia de ganado menor y mayor “con sus casas, corrales, tierras y labores de pan
llevar” en “términos” del pueblo de Otzolotepec, y una estancia de ganado mayor “que
incluía casas, tierras de labor y esclavos” y otra de ganado menor en “términos” del pueblo
de Mimiapan, en el valle de Toluca)35 y transmitido de generación en generación. Así
durante poco más de 230 años, se sucedieron al frente de los destinos del mayorazgo once
personajes (véase cuadro 2). El primero de ellos fue Alonso de Villanueva Cervantes,
primogénito de Alonso de Villanueva Cervantes y Juana Altamirano, más tarde paso a
manos de Leonor y de Ana de Villanueva, posteriormente a falta de hijos legítimos de
ambas hermanas el mayorazgo quedo en manos del primogénito de Juan de Villanueva,
segundogénito de los fundadores, subsiguientemente se siguió la línea de primogenitura en
esta familia. Este proceso de largo aliento nos permitió identificar y establecer etapas de
crecimiento y estancamiento económico del caudal del titular del mayorazgo que permite
apreciar las fortalezas y debilidades de esta figura jurídica de la propiedad que no ha sido
suficientemente estudiada en la historiografía, a pesar de su importancia para las elites
novohispanas.

35
AGN, Vínculos y mayorazgos, vol. 194, exp. 1, fs. 1-22v; y AGA, Otzolotepec, Villa Cuauhtémoc, Estado
de México, Dotación de tierras, exp. 23/2250, leg. 1, fs. 61-64.

14
Cuadro 2. Poseedores del Mayorazgo de Villanueva, siglos XVII-XIX
(Fundadores)
Alonso de Villanueva Cervantes === Juana Altamirano
(1605-1615)

Alonso de Villanueva Cervantes = Isabel de Marica Juan de Villanueva Cervantes = Juana Muñoz
(Primogénito 1615-1650) (Segundogénito)

Leonor de Villanueva Cervantes Ana de Villanueva Cervantes Cristóbal de Bonilla


(Tercer hijo 1650) (Quinto hijo 1650-1678) Pedro de Córdoba

Francisca de Villanueva Altamirano = Manuel de Sousa y Castro


(Primogénito 1678-?)

Juan José de Villanueva Altamirano =


(Primogénito ¿-1741)

José Ventura de Villanueva Altamirano = Francisca Barrientos


(Primogénito 1741-?)

Agustín de Villanueva Altamirano = Francisca García Figueroa


(Primogénito ¿-1786)

José Felipe de Villanueva Altamirano = Ana María de Zaldivar Ignacio de Villanueva Altamirano
(Primogénito 1786-1803) (Segundogénito 1803-1805)

María Francisca de Villanueva Cervantes = José María Sevilla


(Primogénito 1805-1839)

Federico de Villanueva Cervantes


(Primogénito)

Es importante señalar que con la creación del mayorazgo familiar se dio un cambio en la
forma de explotación de los bienes rurales, es decir, la familia no continuó con la
orientación productiva de las tierras al cambiar las actividades agrícolas y ganaderas por la
obtención de fortuna a través de la renta. Esto implicó, para el futuro del mayorazgo, la
merma en la contribución al desarrollo de la economía, al ser meramente de carácter
rentista y al no contar con otra fuente de ingresos para mejorar y acrecentar la entidad. Sin
embargo, a pesar de que los diferentes titulares fueron meramente rentistas y no se
arraigaron en el casco de la hacienda, expandieron las propiedades poco a poco a expensas
de las tierras de los indios de Mimiapan, Xonacatlán, Jilotzingo y Otzolotepec. El nuevo
proceso de concentración de la tierra comenzó con Alonso de Villanueva Cervantes, del
mismo nombre que su padre. La documentación consultada arroja pocas noticias sobre la
administración del primer titular del vínculo. Se sabe, eso sí, que formalizó la propiedad

15
adquirida a través del mecanismo de la composición de tierras. Por este procedimiento, las
mercedes concedidas, mercedes mediante remate, merced no confirmada, cualquier compra
dudosa o adquisiciones ilegales se establecieron en un solo título de propiedad en 1643.36
La composición de las tierras de Villanueva fue, sin duda, una más entre los
distinguidos propietarios particulares, asentados en el valle de Toluca, gracias al apoyo de
funcionarios clave en la Audiencia, en el cabildo y en particular, la amistad con el virrey
García Sarmiento de Sotomayor, precisamente con quien ajustó la composición general de
sus propiedades “una hacienda pequeña de ganado mayor y menor, y caballerías de tierra
de labor de maíz y cebada”. Lo más significativo en todo esto fue que gracias a su dinero y
a las relaciones políticas que cultivó durante mucho tiempo, sus propiedades se componían
aparte.
Aunque desconocemos la cantidad de tierras que fue sujeta a vínculo y sometida a
composición por Alonso de Villanueva, contamos con algunas referencias que señalan que
hacia 1666 la tercera poseedora Ana de Villanueva Cervantes tenía en disfrute 14
caballerías de tierras (unas 599.06 hectáreas), ocho sitios de estancia de ganado menor
(unas 6,242.16 hectáreas), y dos sitios de estancia de ganado mayor (unas 3,511.22
hectáreas) ubicadas en términos de los pueblos de Otzolotepec, Mimiapan y Jilotzingo; en
general, la propiedad se componía por aproximadamente 10,352.44 hectáreas.
Ana de Villanueva se casó, en primeras nupcias, con Cristóbal de Bonilla Bastida y
Mañosca, hijo de Nicolás de Bonilla y Bastida y de Inés Estupiñan. De este matrimonio no
hubo descendientes, pero cuando Ana de Villanueva enviudó de su primer matrimonio,
concertó uno segundo con el capitán Pedro de Córdoba, para seguir conservando su
posición económica, política y social; sin embargo, de este matrimonio tampoco hubo hijos,
lo que definió la forma de transferir el mayorazgo. Sobre Pedro de Córdoba las noticias son
escasas, posiblemente provenía de una familia de grandes recursos, lo cual explicaría su
matrimonio con Ana de Villanueva.
En cuanto a las propiedades no se encontraron evidencias que documenten nuevas
adquisiciones al parecer Ana de Villanueva se limitó a conservar lo heredado. A su muerte
sucedida en julio de 1678 la titularidad del mayorazgo pasó a manos de su prima Francisca

36
AGA, Otzolotepec, Villa Cuauhtémoc, Estado de México, Dotación de tierras, exp. 23/2250, leg. 1, fs. 42-
47v y 49-58v; y AGN, Mercedes, vol. 46, fs. 259-259v.

16
de Villanueva Altamirano, hija de Juan de Villanueva Cervantes y de Juana Muñoz de
Morales.37 Francisca de Villanueva se casó con Manuel de Souza de Castro, Maestre de
Campo y Comendador de la Orden de Cristo. Tuvieron un hijo de nombre Juan José (véase
cuadro 1). Francisca al tomar posesión del mayorazgo adoptó los apellidos “Villanueva
Altamirano”, y más tarde su hijo Juan José, porque era una de las condiciones impuestas
por los fundadores. Con esta familia, se inicia una nueva administración que mantendría y
acrecentaría la importancia del vínculo a lo largo del siglo XVIII y primera mitad del siglo
XIX, pero también se enfrentaron a diferentes conflictos.
Bajo el nuevo rostro familiar no sólo se acrecentó la superficie de las fincas rurales
de forma legal y no legal, al grado que dentro del latifundio conformado por los Villanueva
quedaron tres pequeños “lunares” que eran, sin duda los pueblos de Otzolotepec, Mimiapan
y Jilotzingo, sino también se trato de aumentar los capitales a través de buenos contratos
por el arrendamiento de los bienes urbanos y rústicos. Desafortunadamente, la
documentación es tan parca en datos económicos, que no nos permite hacer una evaluación
de la renta total del mayorazgo para el siglo XVIII, sin embargo, contamos con los
informes anuales para el periodo 1792 a 1803. Este conjunto de datos nos informa que el
vínculo poco a poco logró estabilidad financiera, factor determinante para que se
mantuviera y persistiera hasta 1839.
No obstante, la sobrevivencia no garantizaba que el mayorazgo conservara intactos
los bienes con el paso del tiempo, como era el deseo de los fundadores, pues muchas veces,
ya fuera por coyunturas de crisis económica o por los malos manejos y la acumulación de
deudas, las propiedades se veían menoscabadas al grado que en ocasiones hubo necesidad
de vender algunas de ellas para conservar vigente el mayorazgo, 38 para lo cual se recurrió a
las disposiciones jurídicas apropiadas, propiciando así en muchas ocasiones la existencia de
conflictos y tensiones internas en las familias situaciones que incidían negativamente en las
fortunas.
Juan José de Villanueva, sexo titular, fue el primero en comprometer los bienes
urbanos al solicitar un préstamo mediante depósito irregular al Convento de la

37
AGN, Vínculos y mayorazgos, vol. 195, exp. 3, fs. s/n.
38
Gómez Serrano, Un mayorazgo sin fundación, p. 38.

17
Encarnación39 por la cantidad de 100,000 pesos para reedificar algunas casas y tiendas. El
préstamo por supuesto tuvo serias repercusiones en el futuro del mayorazgo y de la familia.
El apuro económico que afligía a Juan José de Villanueva no era caso aislado. En situación
semejante se encontraron diversos poseedores de mayorazgos, comerciantes, hacendados,
funcionarios públicos, clérigos e instituciones eclesiásticas, según Gisela von Wobeser,
debido a que se padecía una escasez endémica de circulante, a que los productores contaban
con reducido capital propio y porque el reino estuvo sujeto a sucesivas crisis económicas.40
Ante las dificultades económicas un amplio número de personas recurrieron a las
instituciones crediticias más importantes de la Nueva España: la iglesia.
En 1749, después de ocho años de haber tomado las riendas del mayorazgo, José
Ventura de Villanueva empezó a tener dificultades económicas, por lo que se vio obligado
a solicitar varios préstamos, mediante depósito irregular al Convento de la Encarnación. En
ese año obtuvo la cantidad de 2,000 pesos, utilizados para pagar el entierro de su esposa
Francisca Barrientos. Al año siguiente solicitó 600 pesos, para gastos por el fallecimiento
de una hija. Otro indicador de las dificultades financieras lo constituye el préstamo de 1,000
pesos, concedido en 1752, dinero que usó para gastos de profesión de una hija en el
Convento de la Concepción.41 La solicitud de créditos entre 1749 y 1752 nos refleja que las
utilidades de los bienes, tanto urbanos como rurales, no fueron suficientes para satisfacer
con “decoro” a la familia de José Ventura.
En 1781, Agustín de Villanueva para responder a las necesidades financieras
inmediatas que le aquejaban acudió ante Alonso Núñez de Haro y Peralta, Arzobispo de
México, para solicitar un préstamo por la cantidad de 8,000 pesos de las arcas del Convento
de la Encarnación.42 A finales de ese mismo año, 1785, solicitó al Convento de la
Encarnación la cantidad de 10,000 pesos.43 La cantidad que solicitó, una parte, fue
destinada para cubrir una dote de 4,000 pesos, más 2,000 pesos para gastos de su hija María

39
Wobeser, El crédito eclesiástico en la Nueva España, siglo XVIII, pp. 45 y 54.
40
Wobeser, “Los créditos de las instituciones eclesiásticas de la ciudad de México en el siglo XVIII”, p. 176;
y El crédito eclesiástico…, po.cit., pp. 7-10.
41
AGN, Vínculos y mayorazgos, vol. 197, exp. 7, f. 123v.
42
AGN, Vínculos y mayorazgos, vol. 196, exp. 3, fs. 1-1v
43
AGN, Vínculos y mayorazgos, vol. 196, exp. 3, fs. 12-27; y vol. 197, exp. 4, fs. 2-3v.

18
Paula de Villanueva, en el Convento de la Encarnación. La otra parte del dinero se utilizó
para el casamiento de su hijo José Felipe con Ana María de Saldivar. 44 Hacía 1786 las
deudas contraídas ascendían a unos 117,000 pesos. En 1791 solicitó una vez al Convento de
la Encarnación 81,000 pesos. Los préstamos solicitados reflejan que los poseedores
solamente contaban con los bienes del mayorazgo y no tenían otros bienes que coadyuvaran
al progreso de los bienes y al bienestar familiar. Lo verdaderamente importante fue que la
precariedad financiera a la que se enfrentaron los titulares, no puso en riesgo el mayorazgo,
de ahí su trascendencia.
Los litigios fueron una de las vicisitudes obligadas, a las que se enfrentaron casi
todos los poseedores de mayorazgos. Las disputas por la titularidad en algunos casos fueron
breves pero en otros se prolongaron, por lo que se transferían de una generación a otra. Aun
en casos en los que había descendencia directa y legítima del primogénito y que por ello
eran evidentes los derechos del sucesor, éstos fueron cuestionados muchas veces. Se hacían
reinterpretaciones de la ley o de los deseos del fundador del vínculo. Esta caracterización
corresponde al pleito que sostuvo Ana de Villanueva con Carlos de Luna y Arellano, su
primo, en 1666. En muchos casos los demandantes no aspiraban realmente a modificar la
sucesión, sino que era el pretexto para que los legítimos sucesores se vieran forzados a
otorgarles algún beneficio económico, a cambio de finiquitar el litigio,45 como se recoge,
por ejemplo, en el caso de José Felipe de Villanueva, titular del mayorazgo en 1791, con
Ignacio Manuel de Villanueva. También incidieron los innumerables conflictos por la
posesión o propiedad de los elementales medios de producción como la tierra y el agua.
Los motivos varían de un caso a otro, pero pueden comprender la defensa de una
fracción del territorio o sus recursos. Sería muy largo y tedioso referir todos aquellos
litigios en nuestra área de estudio cuyos testimonios han sobrevivido hasta ahora.
Trataremos de ilustrar las situaciones mejor documentadas. Comenzaremos con el pueblo
de Mimiapan, las disputas de este pueblo se manifestaron en tres casos jurídicos
independientes unos de otros. El primero se desarrolló en contra del encomendero Alonso
de Villanueva Cervantes entre 1572 y 1574. El segundo sucedió en el año de 1666 y se
sostuvo con Ana de Villanueva, tercer titular del mayorazgo. Finalmente, el tercero se

44
AGN, Vínculos y mayorazgos, vol. 197, exp. 4, fs. 4-6.
45
Artís Espriu, Familia, riqueza y poder, pp. 118-119.

19
efectuó en 1810 y fue por la posesión de un ojo de agua. El siguiente conflicto fue por la
posesión de los recursos naturales del monte y se desarrollo entre los vecinos de
Otzolotepec y José Ventura de Villanueva, séptimo titular, en 1746. En el caso del pueblo
de Jilotzingo sostuvo varios litigios entre los cuales podemos mencionar el que sostuvieron
en 1714 en contra de Juan José de Villanueva, sexto titular, y el que se presentó con José
Felipe de Villanueva, noveno titular, entre 1792 y 1797.

A modo de conclusiones
Muchos fueron los españoles que participaron en la conquista, la pacificación y el
poblamiento de diferentes lugares del virreinato de la Nueva España. Sin embargo, poco
sabemos sobre la vida de cada uno de aquellos conquistadores que abandonaron su patria en
busca de fortuna y privilegios en el nuevo territorio recién encontrado. De las figuras
relevantes que son bien conocidas, destacan Hernán Cortés, Pedro de Alvarado y Nuño de
Guzmán. Pero existieron otras que por sus “méritos y servicios”, grandes riquezas, su valor,
o su inteligencia figuraron también en la vida social del primer siglo de la época colonial y
su descendencia estuvo presente en los siguientes siglos. Entre éstas se destaca la familia
Villanueva.
Los descendientes de Alonso de Villanueva Tordesillas y Ana cervantes, entre los
que se encuentra Alonso de Villanueva Cervantes, son claves para entender la historia de
esta familia desde la segunda mitad del siglo XVI hasta la primera mitad del siglo XIX. A
lo largo de varias generaciones irían estableciendo uniones matrimoniales con familias
distinguidas de la Nueva España, práctica habitual en los principales linajes novohispano,
de forma que los Villanueva permanecerán durante varios siglos como una de las familias
destacadas del valle de Toluca.
A través de la fundación del mayorazgo familiar, por Alonso de Villanueva
Cervantes, a favor de su hijo del mismo nombre quedaría vinculado el apellido Villanueva
Cervantes en la línea sobre el que recaía el mayorazgo.

20
FUENTES
Archivos
AGI Archivo General de Indias en Red (http://pares.mcu./es)
AGN Archivo General de la Nación
AGA Archivo General Agrario
AHNEM Archivo de Notarias del Estado de México
AML Archivo Municipal de Lerma

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