Sunteți pe pagina 1din 14

Descartes.

Texto 1
Reglas para la dirección del espíritu. Regla IV:
Es necesario un método para ir en busca de la verdad

Es por eso mejor no pensar en investigar la verdad sobre ninguna cosa que hacerlo sin método: pues es muy cierto
que los estudios desordenados y las meditaciones oscuras de esta clase confunden a la luz natural y ciegan el ingenio;
y aquellos que así se acostumbren a caminar en las tinieblas a tal punto se debilita la agudeza de sus ojos que,
después, no pueden soportar la luz del día; lo cual, además, es confirmado por la experiencia, pues muy
frecuentemente (cuantas veces) vemos que aquellos que nunca se dedicaron a las letras, pronuncian juicios sobre las
cosas comunes y corrientes con mucha más solidez y claridad que aquellos que pasan la vida en las escuelas.
Así pues, por método entiendo las reglas ciertas y fáciles tales que, si alguien las observa rigurosamente, nunca
tomará nada falso por verdadero y, sin gastar las fuerzas de su espíritu inútilmente, sino siempre aumentando su
saber progresivamente, llegará al verdadero conocimiento de todo aquello de lo que sea capaz.

Comprensión del texto 1

Hay que tener en cuenta que, en el examen de selectividad, la cuestión de comprensión sobre el
texto es, en el caso de Descartes, siempre la misma: “El problema del método: la idea de substancia en
Descartes y el problema de la veracidad divina”. Por ello, además de comentar-explicar el texto,
tendremos que dar razón de todas las cuestiones que incluye la pregunta, aunque no aparezcan
explícitamente en el texto. Deberemos, pues, buscar el modo de relacionar el aspecto que explicite el texto
con los demás que incluye la pregunta.

Descartes recoge de la nueva mentalidad moderna la plena confianza en la razón humana que puede
descubrir y conocer la estructura racional y matemática del Universo (afirmada por Galileo y Kepler) y conducir al
hombre a la verdad siempre que se siga el método adecuado.
El punto de partida de Descartes es su actitud crítica frente al saber escolástico de su tiempo, saber al que ha
tenido acceso durante sus años de formación en el colegio de la Fléche ( ver Apuntes: Para saber más, Biografía y
obras)
A pesar de que la razón es, por naturaleza, igual en todos los hombres, algunos se equivocan porque no
siguen el método adecuado. La diversidad de opiniones contradictorias, (la filosofía era, para él, un campo de disputas
y dudas), se debe a la falta de un método que permita dirigir bien la razón; en efecto, no basta con tener ingenio,
lo principal es aplicarlo bien. Sólo así es posible aumentar los conocimientos y progresar en la investigación de la
verdad.
El mayor reproche de Descartes a la lógica aristotélico-escolástica es que sus silogismos sirven para exponer,
explicar, a otros las cosas ya sabidas, pero no para descubrir nuevas verdades. Por eso, para Descartes el método que
siguen las matemáticas es el más adecuado, por la claridad y firmeza de sus razonamientos, y porque puede
convertir a la filosofía en una ciencia.
Pretende Descartes, por tanto, reconstruir el sistema del saber sobre fundamentos sólidos y construir
un sistema filosófico que posea la misma evidencia y necesidad de un sistema matemático, para ello será
necesario establecer, como hacen los matemáticos, unas definiciones -construidas a priori por la razón- y unos
axiomas, de los que pueda deducirse con evidencia todo conocimiento.
La filosofía cartesiana va a partir, pues, de ideas innatas (siguiendo la tradición platónico-agustiniana)
propias de la misma razón, ideas evidentes en sí mismas -claras y distintas- que no proceden de la experiencia
sensible sino que son “a priori”: el entendimiento las posee en sí mismo antes de toda experiencia sensible. La idea
de “substancia” es la primera idea innata de la que todo derivará por un estricto proceso deductivo: “cogito
ergo sum” supone la captación inmediata -intuición, idea clara y distinta- de la evidencia de que mientras estoy
pensando, existo como “substancia” cuya esencia o naturaleza es pensar.
En conclusión, Descartes construye un sistema metafísico basado en el concepto de substancia
aplicando el método deductivo-matemático al conocimiento científico de la realidad.

En la filosofía moderna triunfa el subjetivismo cognoscitivo: el hombre es un ser vuelto sobre sí mismo
que no conoce, directamente, más que su propio pensamiento, sus ideas. La realidad ya no es evidente, Descartes
duda de la existencia del mundo, el pensamiento está encerrado en sí mismo, la realidad ha de ser deducida ¿cómo
salir de nuestro propio pensamiento al mundo exterior? ¿qué garantiza la verdad objetiva de mis ideas? La respuesta
puede sorprender, a pesar de tanta “modernidad”, Descartes vuelve a recurrir a Dios: Dios es la garantía de la
correspondencia de mis ideas claras y distintas con algo exterior, con el mundo.

Analicemos todo esto profunda y detalladamente:


Para Descartes la razón humana es única, por lo que, las distintas ciencias y los distintos saberes son
manifestaciones de un único saber (en este sentido afirma en la 1ª de sus Reglas para la dirección del espíritu: “todas
las ciencias no son otra cosa que sabiduría humana”). El proyecto cartesiano supone, pues, la unificación de todas las
ciencias en una sola y el establecimiento de un “método universal” (mathesis universalis) único para todas las
ciencias.
Tal ciencia podría representarse como un árbol (así aparece en su obra, Principios de la filosofía (1644)) cuyas
raíces son la Metafísica o Filosofía (“ciencia que contiene los principios del conocimiento”, Descartes pretende una
fundamentación metafísica de la ciencia, y, para ello, construye un sistema metafísico basado en el concepto de
substancia -pero los empiristas y Kant negarán que la Metafísica sea una ciencia-), el tronco es la física (ciencia
emblemática del momento -pero que, para Hume, no es más que “conocimiento probable” y no verdadera ciencia) y
las ramas: Mecánica o Física de lo inerte, Medicina o Física de lo vivo y Moral o Física del Espíritu.
El método de la matemática le parece el mejor por su certeza, evidencia, claridad y firmeza y porque
estaba dando resultados muy positivos en su aplicación (Descartes es, junto con Galileo o Kepler uno de los padres de
lo que luego se llamaría Física matemática). Puesto que la matemática parte de verdades simples evidentes en sí
mismas -axiomas- y deduce de ellas, con rigor, otras verdades más complejas, Descartes propondrá para la filosofía el
método “intuitivo-deductivo”. Es decir, un método consistente en partir de verdades evidentes en sí mismas,
intuidas (la intuición es la captación inmediata de la evidencia de una verdad) para, posteriormente, deducir
de ellas otras verdades que también serán evidentes (aunque no con la misma inmediatez que las primeras)

*Nota: deducción es el proceso que lleva de verdades simples intuidas a otras más complejas pero que
también han de ser evidentes.

Descartes se inspira en el método de “resolución y composición” de la Escuela de Padua, en el que también se


inspira Galileo (ver Apuntes: Para saber más, 3.El nuevo método científico). Pero Descartes no hace ninguna alusión
al experimento lo que indica que su método da preferencia al análisis conceptual (no experimental) y a la deducción
puramente racional. En este sentido, el método cartesiano se relaciona directamente con el método deductivo de
Euclides: una larga cadena de deducciones a partir de unos principios simples y evidentes (definiciones y axiomas)

Descartes entiende por método: “unas reglas ciertas y fáciles gracias a las cuales todos los que las
observen exactamente no tomarán nunca por verdadero lo que es falso y alcanzarán -sin fatigarse con esfuerzos
inútiles sino acrecentando progresivamente su saber- el conocimiento verdadero de todo aquello de lo que sean
capaces”.
El método, pues, permitirá evitar el error (primera ventaja) y además aumentar nuestros conocimientos, es
decir, descubrir nuevas verdades (segunda ventaja). Por tanto, no es un simple método de exposición o demostración
de lo que ya se sabe, como es el caso de la lógica aristotélico-escolástica.
Las reglas, ciertas y fáciles, del método, según su obra: Discurso del método (1637), son las siguientes:

1ª. Evidencia (intuición) : no hay que admitir nada dudoso, es decir, hay que admitir sólo aquello que se presenta a
nuestra inteligencia con tal claridad y distinción que no quepa la menor duda. En palabras de Descartes: “No admitir
jamás como verdadera cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era; es decir, evitar cuidadosamente la
precipitación y no comprender en mis juicios más que lo que se presentase a mi espíritu tan clara y distintamente que
no tuviese motivo alguno para ponerlo en duda”.
Al formular esta primera regla, Descartes introduce un nuevo concepto de verdad: la verdad ya no consiste en la
“adecuación” del pensamiento con la realidad (concepto escolástico de verdad), sino que la verdad es una propiedad
de las ideas en sí mismas, la verdad es inmanente al espíritu: evidencia intuitiva.

2ª. Análisis: la evidencia podemos tenerla solamente de ideas simples, habrá, por tanto, que reducir las ideas
compuestas a ideas simples. Análisis significa división, hay que dividir las ideas compuestas en ideas simples: “Dividir
cada una de las dificultades que examinase en tantas partes como fuera posible y cuantas requiriera su mejor
solución”.
Sólo las “naturalezas simples” (substancias) pueden ser intuidas mediante ideas claras y distintas. Las dos
naturalezas simples más importantes para Descartes son el pensamiento y la extensión, es decir, son ideas
innatas.

3ª. Síntesis: una vez que hemos llegado a las ideas simples, hay que proceder, inversamente, a recomponer la
cuestión por un procedimiento ordenado de deducción, semejante al empleado en geometría, que encadene unas
ideas a otras (síntesis deductiva). Se trata de formar una cadena de intuiciones parciales cuyo resultado será una
intuición evidente y carente de errores: “Conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más
simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más
compuestos; y suponiendo un orden aún entre aquellos que no se preceden naturalmente unos a otros”.

4ª. Enumeración y revisión del proceso: puesto que es la evidencia intuitiva lo que garantiza la verdad de nuestros
conocimientos, es preciso hacer frecuentes comprobaciones y revisiones del proceso para evitar errores y para obtener
una intuición general y una evidencia simultánea en su conjunto. “Hacer, en todo, enumeraciones tan completas y
revisiones tan generales que estuviera seguro de no olvidar nada”.

Las dos primeras reglas se corresponden con la intuición y las dos últimas hacen referencia a la
operación de la deducción.

Esta forma de proceder es, para Descartes, el único método que responde a la dinámica interna de la
razón: el funcionamiento propio de la razón, es decir, los modos de conocimiento son, a juicio de Descartes, dos:
intuición y deducción. Si todo conocimiento surge de estos dos principios, éste será el único método apropiado para
utilizar la razón en el descubrimiento de la verdad.
Es importante, pues, tener en cuenta que el método cartesiano no es matemático sino que es el
método de la propia razón que ha usado, de manera brillante, la matemática y que él pretende aplicar a la
Filosofía, es decir, al conocimiento metafísico de la realidad.
Para construir esta metafísica, que es la raíz del árbol de la ciencia, Descartes debe encontrar una “primera verdad
absolutamente evidente” de la que se pueda deducir todo lo demás (como veremos, será el famoso “cogito ergo
sum”). A partir de ella construirá un sistema deductivo de explicación de la realidad basado en la idea de
“Substancia” (los tres conceptos fundamentales de la metafísica cartesiana son: substancia, atributo o esencia y
modos).
(Para seguir ver Apuntes: La idea de substancia y El problema de la veracidad divina)
Descartes. Texto 2
Discurso del método

Fue esto causa de que yo pensara que se precisaba buscar otro método que, comprendiendo las ventajas de estos
tres (lógica, geometría y álgebra), estuviese exento de sus defectos. Y como la abundancia de leyes sirve muy a
menudo de disculpa a los vicios, de manera que un Estado está tanto mejor regido cuanto, no teniendo sino muy
pocas leyes, estas son estrictamente observadas; así también, en lugar de ese gran número de preceptos de los que
está compuesta la lógica, creí que, siempre que tomase la firme y constante resolución de no dejar de observarlos ni
una sola vez, sería suficiente con los cuatro siguientes. Consistía el primero en no aceptar jamás ninguna cosa como
verdadera que no conociese evidentemente que lo era; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la
prevención, y no aceptar nada en mis juicios sino aquello que se presentase tan claramente y tan distintamente a
mi espíritu que no tuviese ocasión ninguna de ponerlo en duda. El segundo, dividir cada una de las dificultades que
examinase en tantas partes como fuese posible y en cuantas requiriese su mejor solución. El tercero, conducir por
orden mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para subir poco a poco,
como por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos; y suponiendo incluso un orden entre aquellos que no
se preceden naturalmente unos a otros. Y el último, hacer en todo enumeraciones tan completas, y revisiones tan
generales, que estuviese seguro de no omitir nada. Estas largas cadenas de razones, todas simples y fáciles, de las
que los geómetras tienen la costumbre de servirse para llegar a las más difíciles demostraciones, me dieron ocasión de
imaginar que todas las cosas que pueden caer bajo el conocimiento de los hombres se suceden unas a otras de la
misma manera, y que, solamente con abstenerse de aceptar como verdadera ninguna que no lo sea, y guardar
siempre el orden preciso para deducir unas de otras, no puede haber entre ellas ninguna por lejos que se encuentre o
por oculta que esté, que no se llegue a alcanzar y a descubrir. Y no me fue difícil buscar por cuales era necesario
comenzar, pues ya sabía que era por las más simples y más fáciles de conocer; y, considerando que entre cuantos con
anterioridad han procurado la verdad en las ciencias, sólo los matemáticos pudieron encontrar algunas
demostraciones, es decir, algunas razones ciertas y evidentes, no dudaba que debería comenzar por las mismas que
ellos habían examinado (…).

Comprensión del texto 2

Hay que tener en cuenta que, en el examen de selectividad, la cuestión de comprensión sobre el
texto es, en el caso de Descartes, siempre la misma: “El problema del método: la idea de substancia en
Descartes y el problema de la veracidad divina”. Por ello, además de comentar-explicar el texto,
tendremos que dar razón de todas las cuestiones que incluye la pregunta, aunque no aparezcan
explícitamente en el texto. Deberemos, pues, buscar el modo de relacionar el aspecto que explicite el
texto con los demás que incluye la pregunta.

Podría comenzarse la composición de texto como en el texto 1

A pesar de sus defectos, la lógica, el análisis de los geómetras y el álgebra constituyen las tres ciencias en
que Descartes se inspira para establecer su método (ver Apuntes: El problema del método y Para saber más:
3.El nuevo método científico).
Por lo que se refiere a la lógica, su mayor defecto radica en que sus silogismos y demás instrucciones sirven
más para explicar cosas ya sabidas que para descubrir otras nuevas. En cuanto al álgebra, se refiere a algo tan
abstracto que hace difícil su uso. Pero, de cualquier forma, tomando de esas tres ciencias sus ventajas y excluyendo
sus defectos, formula Descartes sus cuatro reglas para la correcta guía de la razón: evidencia, análisis, síntesis,
enumeración y revisión.
1ª. Evidencia (intuición) : no hay que admitir nada dudoso, es decir, hay que admitir sólo aquello que se
presenta a nuestra inteligencia con tal claridad y distinción que no quepa la menor duda. En palabras de Descartes:
“No admitir jamás como verdadera cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era; es decir, evitar cuidadosamente
la precipitación y no comprender en mis juicios más que lo que se presentase a mi espíritu tan clara y distintamente
que no tuviese motivo alguno para ponerlo en duda”.

– *Nota:“clara y distinta” significa que se manifiesta sin dificultad a la inteligencia que la intuye y que está
separada de cualquier otra idea, es decir, que es simple, elemental.
El criterio de certeza de Descartes es el siguiente: “todo cuanto perciba con claridad y distinción será verdadero y,
por tanto, podré afirmarlo con inquebrantable certeza”.

Al formular esta primera regla, Descartes introduce un nuevo concepto de verdad: la verdad ya no consiste
en la “adecuación” del pensamiento con la realidad (concepto escolástico de verdad), sino que la verdad es una
propiedad de las ideas en sí mismas, la verdad es inmanente al espíritu: evidencia intuitiva.

2ª. Análisis: la evidencia podemos tenerla solamente de ideas simples, habrá, por tanto, que reducir las
ideas compuestas a ideas simples. Análisis significa división, hay que dividir las ideas compuestas en ideas simples:
“Dividir cada una de las dificultades que examinase en tantas partes como fuera posible y cuantas requiriera su mejor
solución”.
Sólo las “naturalezas simples” (substancias) pueden ser intuidas mediante ideas claras y distintas. Las dos
naturalezas simples más importantes para Descartes son el pensamiento y la extensión, es decir, son ideas
innatas.

3ª. Síntesis: una vez que hemos llegado a las ideas simples, hay que proceder, inversamente, a recomponer
la cuestión por un procedimiento ordenado de deducción, semejante al empleado en geometría, que encadene unas
ideas a otras (síntesis deductiva). Se trata de formar una cadena de intuiciones parciales cuyo resultado será una
intuición evidente y carente de errores: “Conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más
simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más
compuestos; y suponiendo un orden aún entre aquellos que no se preceden naturalmente unos a otros”.

4ª. Enumeración y revisión del proceso: puesto que es la evidencia intuitiva lo que garantiza la verdad de
nuestros conocimientos, es preciso hacer frecuentes comprobaciones y revisiones del proceso para evitar errores y
para obtener una intuición general y una evidencia simultánea en su conjunto. “Hacer, en todo, enumeraciones tan
completas y revisiones tan generales que estuviera seguro de no olvidar nada”.

Las dos primeras reglas se corresponden con la intuición y las dos últimas hacen referencia a la operación
de la deducción.

Esta forma de proceder es, para Descartes, el único método que responde a la dinámica interna de la
razón: el funcionamiento propio de la razón, es decir, los modos de conocimiento son, a juicio de Descartes, dos:
intuición y deducción. Si todo conocimiento surge de estos dos principios, éste será el único método apropiado para
utilizar la razón en el descubrimiento de la verdad.
Es importante, pues, tener en cuenta que el método cartesiano no es matemático sino que es el
método de la propia razón que ha usado, de manera brillante, la matemática y que él pretende aplicar a la
Filosofía, es decir, al conocimiento metafísico de la realidad.
Para construir esta metafísica, que es la raíz del árbol de la ciencia, Descartes debe encontrar una “primera
verdad absolutamente evidente” de la que se pueda deducir todo lo demás (como veremos, será el famoso “cogito
ergo sum”). A partir de ella construirá un sistema deductivo de explicación de la realidad basado en la idea de
“Substancia” (los tres conceptos fundamentales de la metafísica cartesiana son: substancia, atributo o esencia y
modos).

¿Cómo encontrar esa “primera verdad absolutamente evidente” que se convierta en el fundamento de su
sistema metafísico? Descartes descubre que el mejor camino es “dudar de todo”: la duda es el punto de partida y
el camino hacia la verdad.
(Para completar los otros aspectos de la cuestión temática ver Apuntes).

Descartes. Texto 3
Meditaciones Metafísicas, Meditación Segunda: De la naturaleza del
espíritu humano y de qué es más fácil de conocer que el cuerpo.

Así pues, supongo que todas las cosas que veo son falsas: me convenzo de que nada fue del todo como mi memoria,
llena de mentiras, me representa; pienso que no tengo sentidos; creo que el cuerpo, la figura, la extensión, el
movimiento y el lugar son sólo ficciones de mi espíritu. ¿Que podrá , pues, ser considerado verdadero? Acaso sólo una
cosa, que no hay nada cierto en el mundo. Pero, ¿qué sé yo si no habrá alguna otra cosa diferente de estas que
acabo de juzgar inciertas, y que sea absolutamente indudable? ¿No hay ningún Dios, o cualquier otra potencia que
ponga en mi espíritu esos pensamientos? Esto no es necesario, pues quizás pueda ser yo capaz de producirlos por mí
mismo. ¿Y yo, cuanto menos, no soy alguna cosa? Pero ya negué que tuviese sentidos ni cuerpo. Con todo, dudo, pues
¿qué se sigue de eso? ¿Seré tan dependiente del cuerpo y de los sentidos que no pueda ser sin ellos? Pero me he
convencido de que no había absolutamente nada en el mundo, que no había ningún cielo, ninguna tierra, ningún
espíritu, ningún cuerpo. ¿No me he convencido entonces, también, de que yo no soy nada? No, ciertamente, si yo
estoy persuadido de algo, o meramente si pienso algo, es porque yo soy. Pero hay un no sé qué engañador
todopoderoso y astutísimo, que emplea toda su industria en engañarme siempre. No hay entonces duda de que, si él
me engaña, es que yo soy; y, por mucho que me engañe, nunca podrá hacer que yo no sea nada, mientras yo esté
pensando que soy algo. De manera que, tras pensarlo bien y examinarlo todo cuidadosamente, resulta que es preciso
concluir y dar como cosa cierta que esta proposición: “yo soy, yo existo”, es necesariamente verdadera, cuantas
veces la pronuncie o la conciba en mi espíritu.

Comprensión del texto 3

Hay que tener en cuenta que, en el examen de selectividad, la cuestión de comprensión sobre el
texto es, en el caso de Descartes, siempre la misma: “El problema del método: la idea de substancia en
Descartes y el problema de la veracidad divina”. Por ello, además de comentar-explicar el texto,
tendremos que dar razón de todas las cuestiones que incluye la pregunta, aunque no aparezcan
explícitamente en el texto. Deberemos, pues, buscar el modo de relacionar el aspecto que explicite el texto
con los demás que incluye la pregunta.

Descartes pretende encontrar una “primera verdad absolutamente evidente” que se convierta en el
fundamento de su sistema metafísico y descubre que el mejor camino es “dudar de todo”: la duda es el punto de
partida y el camino hacia la verdad.
La duda cartesiana tiene tres características fundamentales:
1.Es una duda universal: hay que dudar de todo lo tenido hasta ahora por cierto.
2.Es una duda metódica o metodológica, es decir, la duda es una exigencia del método en su momento analítico.
La duda cartesiana no es una duda escéptica o real, que es únicamente negativa y que se convierte en un estado
permanente; por el contrario, la duda cartesiana tiene una finalidad constructiva: alcanzar una verdad firme que sea
indudable. La duda es, pues, un instrumento que servirá para asegurarnos más en la certeza, es la manera de
combatir a los escépticos y poder llegar a la verdad absoluta. La duda cartesiana no es, por tanto, un fin en sí misma
(duda escéptica), sino un método para elaborar la filosofía.
3.Es una duda teorética, es decir, sólo incumbe al plano de la teoría o reflexión filosófica y no debe extenderse al
plano de las creencias o comportamientos éticos.

En la aplicación de la duda, Descartes comienza dudando de aquello que en toda la tradición filosófica
aparece como menos seguro, los sentidos. Si los sentidos nos engañan a veces ¿por qué no hemos de pensar que nos
engañan siempre? Descartes duda de todos los datos que se originan en los sentidos, duda de que las cosas sean
tal y como las percibimos ¿podemos también dudar de que existan esas cosas que percibimos? Descartes cree
que sí, los sueños nos muestran, con extrema viveza, las mismas cosas que la realidad ¿quien me asegura que no es
todo un sueño? (resuena aquí un tópico del Barroco, recuérdese a Calderón afirmando que “toda la vida es sueño”,
hablando del mundo como un “gran teatro” o titulando una de sus obras, En la vida todo es verdad y todo mentira).
El problema es, pues, que no hay una certeza absoluta de que el mundo que percibimos es real, como
tampoco la hay de que sea tal y como lo percibimos. Estos dos motivos de duda ponen en cuestión todo conocimiento
sensible y, por tanto, toda ciencia empírica ya que su fundamento es la experiencia sensible.
Pero todavía quedan en pie las verdades matemáticas: dormidos o despiertos los tres ángulos de un triángulo
suman 180º en la geometría de Euclides. De ahí que Descartes añada el tercero y más radical motivo de duda: podría
existir un “genio maligno” empeñado en inducirme a error en todo. Esta hipótesis equivale a suponer que tal vez mi
entendimiento es de tal naturaleza que se equivoca siempre y necesariamente cuando piensa captar la verdad.
Descartes no afirma ni que los sentidos nos engañen siempre, ni que todo sea un sueño, ni, mucho menos,
exista tal genio maligno o que Dios nos engañe en todo. Lo único que hace es proponernos su posibilidad y,
consecuentemente, poner en duda toda la verdad que dependa de estos supuestos. Si pretende construir un saber
seguro e indubitable, la duda debe tener una amplitud universal e incluir todos nuestros conocimientos ya que es
posible dudar de ellos.
Descartes deja, por tanto, en suspenso toda certeza (todo menos las verdades de fe y las normas de moral
como ya hemos explicado). Pero, en el interior mismo del acto de dudar aparece algo que resiste toda duda, algo
indubitable: “yo estoy dudando”. Lo único que la duda no puede eliminar es la duda misma, el acto de dudar . De
este modo, Descartes llega a la primera verdad absolutamente evidente: mientras duda tiene que existir y si
existe es como duda, es decir, como pensamiento. Este es el célebre “cogito ergo sum” o “pienso, luego
existo”, primer principio absolutamente evidente, primera intuición, primera idea clara y distinta de la
filosofía cartesiana.

*Es importante tener en cuenta que no se trata de ninguna deducción (a pesar del “luego” de la fórmula),
sino de la captación inmediata (intuición) de la evidencia de que mientras estoy pensando, existo como pensamiento
(como “una cosa que piensa”). No es un razonamiento, en el que podría ocultarse algún error, sino un idea clara y
distinta.

¿Por qué no afirma Descartes que “dudo, luego existo”? Porque, para él, “pensamiento” es todo aquello que
ocurre en nosotros: dudar, entender, afirmar, negar, querer, imaginar, sentir... es decir, todo acto consciente del
espíritu. Ello implica una postura subjetivista (como ya hemos explicado): la evidencia se da sólo en el interior
del sujeto. Lo único evidente es “yo pienso”, si dejase de pensar dejaría de existir, pero mientras pienso “yo existo
como substancia pensante”. Este es el significado del “cogito cartesiano”: mi propia interioridad, los pensamientos
que descubro en mí mismo -dudas, afirmaciones, negaciones, imaginaciones, sentimientos- hacen evidente mi
existencia como una “substancia cuya esencia o naturaleza es pensar” (resuena aquí la afirmación de Agustín de
Hipona: “y ¡que pasa si me engaño! Si me engaño existo”, que le permitía superar cualquier escepticismo. Como para
todos los racionalistas “pensamiento y existencia se dan simultáneamente”, “lo mismo es pensar y ser”, “todo lo
racional es real”).
El pensamiento es, pues, la primera verdad evidente, la primera substancia conocida, la “res cogitans”
(cosa pensante). A partir de esta primera idea clara y distinta edificará Descartes toda su filosofía, de esta primera
verdad evidente deducirá todas las demás verdades.
El tipo de razonamiento empleado por Descartes para demostrar que el pensamiento es el único atributo del
alma es muy curioso y se encuentra ya en Galileo: la ficción mental. Puedo, en efecto, dice Descartes, fingir
mentalmente que no tengo cuerpo, y que no dependo del espacio (y no por ello dejaría de existir), pero no puedo
fingir que no pienso; por tanto, lo que constituye mi esencia es pensar. Hoy nos sería realmente difícil razonar del
mismo modo ¿podríamos pensar sin un cerebro?.Efectivamente, la mente va más allá del cerebro, pero ¿afirmaríamos
la existencia del pensamiento, de lo mental, sin un soporte material?

*Nota: -“res” significa cosa o substancia, es decir, “lo concreto existente”. En este sentido Descartes afirma:
“cuando concebimos la substancia, concebimos solamente una cosa que existe de tal manera que no tiene necesidad
sino de sí misma para existir”.Así entendida la única substancia sería Dios, puesto que todo lo demás necesita de Dios
para existir; por eso Descartes afirma que el concepto de substancia es análogo (recuerde el alumn@ la analogía del
ser aristotélica), es decir, no se refiere del mismo modo a Dios y al resto de las criaturas y, por tanto, hay dos clases
de substancias: la substancia infinita (Dios) y las substancias finitas (“res cogitans” o pensamiento o alma, y “res
extensa” o cuerpo o materia que no necesitan de nada más para existir salvo de Dios. (Por tanto, para Descartes el
alma no necesita del cuerpo para existir -dualismo cartesiano-)

*Nota -“clara y distinta” significa que se manifiesta sin dificultad a la inteligencia que la intuye y que está
separada de cualquier otra idea, es decir, que es simple, elemental.
El criterio de certeza de Descartes es el siguiente: “todo cuanto perciba con claridad y distinción será verdadero y,
por tanto, podré afirmarlo con inquebrantable certeza”.

Para Descartes, esta primera idea intuida: mientras pienso “yo existo como substancia pensante”, es
una “idea innata”, es decir, no procede de la experiencia ni es construida por mí, sino que el entendimiento la posee
en sí mismo (no es tanto que el hombre nazca con ellas como que la razón posee cierta predisposición natural a
formarlas). La afirmación fundamental del racionalismo es que existen ideas innatas intuidas por la mente en sí
misma.

(Para los otros aspectos de la cuestión temática ver Apuntes)

Descartes. Texto 4
Discurso del método, Parte IV

A continuación, reflexionando sobre el hecho de que dudaba y que, en consecuencia, no era completamente perfecto,
pues veía claramente que era una mayor perfección conocer que dudar, se me ocurrió pensar de dónde había
aprendido yo a pensar en alguna cosa más perfecta de lo que yo era; y conocí evidentemente que debía ser de alguna
naturaleza que fuese, en efecto, más perfecta. En cuanto a los pensamientos que tenía de muchas otras cosas fuera
de mí, como el cielo, la tierra, la luz, el calor y muchos más, no estaba preocupado por saber de dónde vienen, a
causa de que, al no observar nada en ellos que los hiciese superiores a mí, podía creer que, si ellos eran verdaderos,
lo eran porque dependían de mi naturaleza, en tanto ella tenía alguna perfección; y si no lo eran, los tenía de la nada,
es decir, ellos estaban en mí por algo que yo tenía de imperfecto. Pero no podía ocurrir lo mismo con la idea de un
ser más perfecto que yo; pues era cosa manifiestamente imposible tenerla de la nada; y no la podía tener tampoco
de mí mismo, pues no hay menos repugnancia en que lo más perfecto sea una consecuencia y dependa de lo menos
perfecto, de lo que la hay de que de la nada proceda algo. De manera que sólo quedaba que esa idea fuese puesta en
mí por una naturaleza que fuese verdaderamente más perfecta de lo que yo era , e incluso que pudiera tener
en sí todas las perfecciones de las que yo pudiese tener alguna idea, es decir, para explicarlo en una palabra, que
fuese Dios. A lo que añadí que, ya que conocía algunas perfecciones que yo no tenía, no era yo el único ser que
existía (usaré aquí libremente, si se me permite, las palabras de la Escuela), sino que necesariamente era preciso que
hubiese algún otro ser más perfecto, del cual yo dependiese, y del que adquiriese todo cuanto yo tenía.
Pues si yo fuese solo e independiente de cualquier otro ser, de manera que tuviese por mí mismo lo poco que
participaba del ser perfecto; por la misma razón podría tener por mí mismo todo lo restante que sabía que me faltaba,
y ser así yo mismo infinito, eterno, inmutable, omnisciente, omnipotente y, en fin, tener todas las perfecciones que
podía observar que están en Dios.

Comprensión del texto 4

Hay que tener en cuenta que, en el examen de selectividad, la cuestión de comprensión sobre el
texto es, en el caso de Descartes, siempre la misma: “El problema del método: la idea de substancia en
Descartes y el problema de la veracidad divina”. Por ello, además de comentar-explicar el texto,
tendremos que dar razón de todas las cuestiones que incluye la pregunta, aunque no aparezcan
explícitamente en el texto. Deberemos, pues, buscar el modo de relacionar el aspecto que explicite el texto
con los demás que incluye la pregunta.

Descartes distingue en las ideas un doble aspecto: a) las ideas en tanto que son formas que determinan el
pensamiento, haciendo que éste sea pensamiento de esto y no de otra cosa (en cuanto formas del pensamiento, las
ideas son todas iguales y todas parecen proceder de mí) y b) las ideas en cuanto que son imágenes que representan
algo, es decir, en tanto que poseen un contenido representativo al que Descartes denomina realidad objetiva de la
idea ( en cuanto a su contenido representativo las ideas son muy distintas unas de otras ya que unas contienen mayor
realidad objetiva que otras, es decir, unas “participan por representación de más grados de ser o perfección que
otras”).
Descartes distingue, siguiendo la terminología escolástica, entre:

-realidad objetiva: contenido representativo de las ideas, es decir, realidad conceptual o realidad que
compete propiamente a las ideas.
-realidad formal: realidad efectiva o en acto, es la clase de realidad propia de los objetos.
-realidad eminente: clase de realidad que es más realidad que la formal y, en consecuencia la incluye, pero
que es menos precisa

Ante la pregunta ¿a qué se debe que una idea contenga tal realidad objetiva y no tal otra? La respuesta será
la siguiente: para que una idea contenga tal realidad objetiva y no tal otra, debe haberla recibido de una causa en la
cual haya, al menos, tanta realidad formal, como realidad objetiva hay en dicha idea. Por ejemplo, la realidad objetiva
contenida en la idea de piedra debe tener por causa, o bien la piedra, pues ésta posee tanta realidad formal como
realidad objetiva hay en la idea de piedra, o bien un ser más excelente que la piedra, en el cual esté contenida, no
formal sino eminentemente, la realidad representada en la idea de piedra.
De todo esto se sigue que si la realidad objetiva de alguna de mis ideas excede a la realidad propia de mí,
hasta el punto de que esa realidad no esté en mí ni formal, ni eminentemente, entonces yo no puedo ser la causa de
una idea tal (en el texto: lo más perfecto no puede ser una consecuencia y depender de lo menos perfecto)
y, en consecuencia, hay algo en el mundo, distinto de mí, que es la causa de dicha idea.
Desde el yo, Descartes cree poder justificar las ideas de cielo, tierra, luz calor... porque su realidad objetiva,
(siguiendo la terminología escolástica), es decir, su contenido representativo o realidad conceptual, no excede a la
realidad formal propia del yo, es decir,a la realidad efectiva o en acto del yo.
Sin embargo, afirma Descartes, hay una idea en mí cuya realidad objetiva sobrepasa la realidad formal
contenida en mí: la idea de Perfección (=Dios). Puesto que dudo, yo no soy un ser perfecto ¿de dónde procede
entonces la idea de perfección?
La idea de un ser más perfecto que yo no puede ser una idea adventicia (procedente de los sentidos) ni
creada por mi, es decir facticia (generada por la imaginación) puesto que toda imagen sensorial o imaginaria es
limitada. La idea de Dios es la de una substancia infinita, eterna, inmutable... y yo, aunque soy una substancia, soy
finito, por tanto yo no puedo ser la causas de esa idea. Para Descartes sería tan absurdo defender que de lo menos
perfecto surja lo más perfecto, como defender que de la nada surja algo. Ha de ser, por tanto, una idea innata,
puesta en mi mente, afirma Descartes, por el propio Dios.
Tenemos, en consecuencia, dos certezas, la certeza de mi existencia como substancia pensante (res
cogitans) y la certeza de la existencia de la substancia infinita o Dios (res infinita).
Lo que pretende Descartes es demostrar la existencia de Dios y su naturaleza veraz para destruir cualquier motivo de
duda de la correspondencia entre mis ideas claras y distintas y la realidad: Dios es la garantía del criterio general de
certeza.
Veámoslo pormenorizadamente:

Fundamentada la existencia del pensamiento (res cogitans, Yo o Alma) el problema que se le plantea a
Descartes es cómo salir de él hacia el mundo, es decir, cómo se puede justificar demostrativa o intuitivamente la
existencia de algo aparte del Yo. Descartes lo va a hacer de la siguiente manera:
1º Analizando el propio pensamiento (puesto que, de momento, es lo único que tenemos como
cierto) para ver si hay algo en él que me permita salir hacia el mundo . En el pensamiento encontramos
“ideas” que son actos mentales o “modos de pensamiento y, en cuanto tales, todas las ideas poseen la misma
realidad. Pero las ideas tienen otro aspecto, que el análisis nos descubre, las ideas poseen un contenido objetivo y
en cuanto a a su contenido su realidad es diversa: las ideas que representan substancias poseen en sí más realidad
objetiva que aquellas ideas que representan accidentes. Por eso, Descarte afirma que, además de las ideas innatas,
existen otros dos tipos de ideas:
-Ideas adventicias: aquellas que “parecen provenir” de nuestra experiencia externa (dice “parecen” porque
aún no nos consta la existencia de una realidad exterior, todavía no hemos roto el cerco de nuestro propio
pensamiento). Son ideas adventicias la idea de hombre, idea árbol, idea de mesa...
Lo que el yo piensa son ideas y no cosas (subjetivismo cognoscitivo como crítica al realismo y objetivismo de la
filosofía anterior), si yo pienso que el mundo existe, yo no pienso en el mundo sino en “mi idea de mundo”. El
problema estará en garantizar que a mi idea de mundo le corresponde una realidad, el mundo real. Si es necesario
deducir la existencia de la realidad a partir de la existencia del pensamiento que es lo único cierto, las ideas
adventicias no nos sirven para salir de nuestro propio pensamiento (si no queremos caer en un círculo vicioso)

-Ideas facticias o ficticias: (de “factum”= hecho) aquellas que construye la mente a partir de las ideas
adventicias, como por ejemplo la idea de centauro a partir de las ideas de hombre y caballo. Lógicamente, tampoco
nos sirven para dar el salto del propio pensamiento a la realidad extramental, ninguna de ellas nos permiten
demostrar la existencia de esta realidad extramental.

¿Cómo demostrar entonces que hay un mundo ahí fuera, más allá de mi mente? (Este tema es el mismo que plantea
la película de los hermanos Wachowski, “Matrix”). Sólo nos quedan las ideas innatas y ellas serán el punto de
partida para demostrar la existencia de una realidad fuera de la mente.

2º Entre las ideas innatas, Descartes descubre la idea de Infinito que va a identificar con la idea de
Dios (Dios-Infinito-”res infinita”). La idea de Infinito (Dios) no es adventicia, pues, evidentemente, no poseemos
experiencia directa de lo Infinito (Dios); no es tampoco una idea facticia puesto que, para Descartes, la noción de
finitud (limitación) presupone la idea de infinitud; tradicionalmente se mantenía que la idea de infinito provenía, por
negación de los límites, de la idea de lo finito, pero Descartes invierte esta relación. En conclusión, la idea de Dios,
como ser infinito, es innata.
Descartes desarrolla una serie de consideraciones provenientes de la teología medieval:
-el mal sólo se puede definir como algo negativo: ausencia de algo (de lo contrario habría que concluir que
Dios es el autor del mal y del pecado); de donde se desprende que allí donde no hay falta de nada (en lo Infinito) no
puede haber mal y por lo tanto se da la perfección. Infinitud y perfección son, pues, términos idénticos.
A partir de la idea de Dios como un ser infinito-perfecto, Descartes intentará demostrar la existencia real de
Dios (ya hemos dicho que esta demostración es necesaria si pretende garantizar la existencia de cualquier otra
realidad distinta del propio pensamiento y sus ideas). Si Descartes consigue demostrar la existencia real de Dios, y
Dios es perfecto y bueno, Dios no va a permitir que yo me engañe en mis ideas claras y distintas. Por tanto, Dios
será la garantía de la verdad objetiva de mis ideas claras y distintas. Dios será la garantía de la existencia de
algo exterior a mis propias ideas.
Para demostrar la existencia de Dios, Descartes sigue las reglas del método y utiliza dos argumentos
fundamentales:
1. Un argumento ontológico semejante al utilizado por Anselmo de Canterbury (siglo XI) que parte de la
simple idea de Dios como un ser perfecto: el ser perfecto tiene que existir pues, de lo contrario, ya no sería
perfecto ya que la existencia es la mayor perfección.
La crítica que puede hacerse a Descartes es la misma que se hacía al argumento ontológico anselmiano: se
da un salto ilegítimo del orden del pensamiento al orden de la realidad, es decir, a lo más que se
puede llegar a afirmar es que “un cogito finito se forma una idea finita del ser infinito”, pero de ahí no
podemos pasar a afirmar la existencia real de ese ser.
El propio Descartes en las Meditaciones Metafísicas (1641) se pone esta objeción y responde que en el
conocimiento de Dios no es el pensamiento el que supone la existencia a algo, sino que es la necesidad de la
existencia del ser perfecto la que se impone a mi pensamiento.
2. Un argumento basado en la causalidad aplicada a la idea de Dios. Parte de la idea de un ser perfecto en
nuestra mente y le aplica una serie de presupuestos de origen escolástico tales como: todo lo que existe tiene
que tener una causa eficiente de su existencia y la causa de algo no puede ser inferior a lo causado; puesto
que yo, que tengo tal idea, no tengo en mí las perfecciones que encuentro en esta idea, tiene que haber una
realidad actual que sea causa de ellas. Y esta causa es Dios.
Esta demostración tiene la siguiente estructura argumentativa:
-las ideas tienen realidad objetiva
-yo tengo la idea de un ser infinito, pero yo no puedo ser su causa porque yo soy un ser finito, luego esa
idea ha sido causada en mí por un ser infinito
-por tanto, ese ser infinito existe realmente.
3. Un argumento cosmológico que parte de la idea de un ser perfecto y afirma que “yo que tengo esa idea no
tengo en mí las perfecciones que encuentro en ella. Pero, si yo fuese la causa de mí mismo me hubiera dado
esas perfecciones que encuentro en la idea (porque la voluntad siempre es movida por el bien claramente
conocido). Por lo tanto, tiene que haber un ser que me ha producido, que tiene en sí esas perfecciones”.
Además Descartes afirma que Dios “nos conserva en el ser” (argumento que se contradice con otra tesis
cartesiana según la cual sólo se necesita que Dios haya creado el mundo, y no que lo conserve)

3º Una vez demostrada la existencia de Dios (incompatible con la existencia del genio maligno
anteriormente postulado), Descartes concluye que sus atributos más evidentes para nosotros son, entre
otros, la bondad infinita y la veracidad infinita. Si Dios es bueno y veraz, Dios no va a permitir que el
entendimiento me engañe, por tanto, Dios garantiza la validez de las leyes del entendimiento para el mundo.
La existencia de Dios constituye, pues, el definitivo criterio de verdad respecto a la realidad de las
cosas. La existencia del mundo es demostrada a partir de la existencia de Dios: puesto que Dios existe y es
infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que me engañe al creer que el mundo existe, por lo tanto, el mundo
existe.
Cuando uso correctamente el entendimiento puedo estar seguro de aquello que conozco como cierto. Si Dios
existe no va a permitir que me engañe en mis ideas claras y distintas, por lo que mis ideas se corresponden con una
realidad extramental. Ahora bien, aquello acerca de lo cual tengo certeza (una vez descartado el genio maligno, es
decir, la hipótesis de que el entendimiento pueda engañarme) es lo matemáticamente formulable, lo cuantificable, por
tanto, del mundo sólo puedo tener en cuenta lo cuantificable, la extensión.
La realidad extramental (el mundo) está constituida exclusivamente, para Descartes, por la extensión y el
movimiento (cualidades primarias, lo formulable matemáticamente, lo cuantificable) por eso recibe el nombre de
“res extensa”.

*Nota: El problema con el que nos encontramos y que ya planteó un contemporáneo de Descartes, Gassendi,
es que se establece un círculo vicioso: Descartes utiliza la claridad y distinción (evidencia intuitiva) para demostrar la
existencia de Dios, pero, a la vez, es la existencia de Dios la que garantiza que las ideas claras y distintas son
verdaderas. El propio Descartes respondió afirmando que el criterio de claridad y distinción se aplicaría a las ideas
evidentes, mientras que el criterio del Dios veraz se aplicaría a los conocimientos en los que interviene la memoria y,
sobre todo, como garantía de la veracidad de las ideas, es decir, de la existencia de la realidad exterior.

De lo dicho puede concluirse que Descartes distingue tres ámbitos de realidad, tres substancias, que son
tres ideas innatas que intuimos de forma clara y distinta:
1. Dios o “res infinita” cuya esencia o atributo es la perfección (también la eternidad, omnipotencia,
omnisciencia...por lo que son infinitos) y que no tiene “modos”
2. Yo, Alma o conciencia o “res cogitans” cuya esencia o atributo es el pensamiento. Los “modos” del
pensamiento son múltiples: juzgar, razonar, querer, sentir, imaginar... pero pueden reducirse a dos:
entendimiento y voluntad.
3. Cuerpos, materia o “res extensa” cuya esencia o atributo es la extensión en longitud, anchura y
profundidad. Los “modos” son dos, la figura y el movimiento.

*Nota: “Atributo” es lo que constituye la esencia o naturaleza de una substancia, mientras que “modo” es la
forma de darse los atributos

(Para los otros aspectos de la cuestión temática ver Apuntes)

Descartes. Texto 5
Meditaciones Metafísicas, Meditación III: De Dios; que existe

En cuanto a las ideas claras y distintas que tengo de las cosas corporales, hay entre ellas algunas que parece
pude obtener de la idea que tengo de mí mismo, como la que tengo de la substancia, de la duración, del número y de
otras cosas semejantes. Ya que, cuando pienso que la piedra es una substancia, esto es, una cosa que es capaz de
existir por sí misma, y a continuación que yo soy una substancia, aunque concibo perfectamente que yo soy una
cosa que piensa y no extensa, y que la piedra, al contrario, es una cosa extensa y que no piensa, y que, así, entre
estas dos concepciones se encuentra una notable diferencia, con todo parecen coincidir en que las dos representan
substancias. Por lo mismo, cuando pienso que yo soy ahora, y que me acuerdo además de haber sido en el pasado y
que concibo varios diversos pensamientos de los que conozco el número, entonces adquiero en mí las ideas de la
duración y del número, las cuales, posteriormente, puedo transferir a todas las otras cosas que quiera. Por lo que
respecta a las otras cualidades de las que están compuestas las cosas corporales, a saber: la extensión, la
figura, la situación y el movimiento de lugar, es verdad que no están formalmente en mí, ya que yo sólo soy una
cosa que piensa; pero, puesto que son solamente ciertos modos de la substancia, como los vestidos bajo los cuales
la substancia corporal se nos aparece, en cuanto yo mismo soy también una substancia, parece que pueden ser
contenidas en mí eminentemente.
Sólo queda, por tanto, la idea de Dios, en la cual es necesario considerar si hay algo que no pueda venir de
mí mismo. Por el nombre de Dios entiendo una substancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente,
omnipotente, y por la cual yo mismo, y todas cuantas cosas existen (si es verdad que las hay y existen) fueron
creadas y producidas. Ahora bien, estas excelencias son tan grandes y tan eminentes que, cuanto más atentamente
las considero, más me persuado de que la idea que tengo de ellas pueda tener su origen sólo en mí. Y
consecuentemente es necesario concluir necesariamente, de cuanto he dicho antes, que Dios existe, ya que aunque
la idea de substancia esté en mí por el mismo hecho de ser yo una substancia, no tendría con todo la idea de una
substancia infinita, yo que soy un ser finito, si esta no fuese puesta en mí por alguna substancia que
verdaderamente fuese infinita (…)
Y no se puede decir que quizás esta idea de Dios sea materialmente falsa y que, en consecuencia, la puedo sacar de la
nada, es decir, que puede estar en mí porque tengo alguna carencia, como dije anteriormente de las ideas del calor y
del frío y de otras cosas semejantes: pues, por el contrario, siendo esta idea tan clara y distinta, y conteniendo en sí
más realidad objetiva que ninguna otra, no hay ninguna que sea más verdadera ni que pueda ser menos sospechosa
de error y falsedad. La idea, digo, de este ser soberanamente perfecto e infinito es absolutamente verdadera, ya que,
aunque quizás podamos fingir que un tal ser no existe, con todo no podemos fingir que su idea no me represente nada
de real, al igual que dije de la idea de frío. Esta misma idea es también muy clara y distinta, ya que todo lo que mi
espíritu concibe claramente y distintamente como real y verdadero, y que contiene en sí alguna perfección, es
contenido y encerrado por completo en esta idea. Y esto no deja de ser verdadero aunque yo no comprenda lo
infinito o incluso aunque se encuentren en Dios una infinidad de cosas que yo no pueda comprender ni quizás
tampoco alcanzar de ningún modo por el pensamiento, pues pertenece a la naturaleza de lo infinito que mi
naturaleza, que es finita y limitada, no lo pueda comprender; y es suficiente con que yo lo conciba bien, y que
juzgue que todas las cosas que concibo claramente y en las cuales sé que hay alguna perfección, y quizás
también una infinidad de otras que ignoro, están en Dios formalmente o eminentemente, para que la idea que
de él tengo sea la más verdadera, la más clara y la más distinta de todas las que están en mi espíritu.

Comprensión del texto 5

Hay que tener en cuenta que, en el examen de selectividad, la cuestión de comprensión sobre el
texto es, en el caso de Descartes, siempre la misma: “El problema del método: la idea de substancia en
Descartes y el problema de la veracidad divina”. Por ello, además de comentar-explicar el texto,
tendremos que dar razón de todas las cuestiones que incluye la pregunta, aunque no aparezcan
explícitamente en el texto. Deberemos, pues, buscar el modo de relacionar el aspecto que explicite el texto
con los demás que incluye la pregunta.

Descartes distingue en las ideas un doble aspecto: a) las ideas en tanto que son formas que determinan el
pensamiento, haciendo que éste sea pensamiento de esto y no de otra cosa (en cuanto formas del pensamiento, las
ideas son todas iguales y todas parecen proceder de mí) y b) las ideas en cuanto que son imágenes que representan
algo, es decir, en tanto que poseen un contenido representativo al que Descartes denomina realidad objetiva de la
idea ( en cuanto a su contenido representativo las ideas son muy distintas unas de otras ya que unas contienen mayor
realidad objetiva que otras, es decir, unas “participan por representación de más grados de ser o perfección que
otras”).
Descartes distingue, siguiendo la terminología escolástica, entre:
-realidad objetiva: contenido representativo de las ideas, es decir, realidad conceptual o realidad que
compete propiamente a las ideas.
-realidad formal: realidad efectiva o en acto, es la clase de realidad propia de los objetos.
-realidad eminente: clase de realidad que es más realidad que la formal y, en consecuencia la incluye, pero
que es menos precisa.

Ante la pregunta ¿a qué se debe que una idea contenga tal realidad objetiva y no tal otra? La respuesta será
la siguiente: para que una idea contenga tal realidad objetiva y no tal otra, debe haberla recibido de una causa en la
cual haya, al menos, tanta realidad formal, como realidad objetiva hay en dicha idea. Por ejemplo, la realidad objetiva
contenida en la idea de piedra debe tener por causa, o bien la piedra, pues ésta posee tanta realidad formal como
realidad objetiva hay en la idea de piedra, o bien un ser más excelente que la piedra, en el cual esté contenida, no
formal sino eminentemente, la realidad representada en la idea de piedra.
De todo esto se sigue que si la realidad objetiva de alguna de mis ideas excede a la realidad propia de mí,
hasta el punto de que esa realidad no esté en mí ni formal, ni eminentemente, entonces yo no puedo ser la causa de
una idea tal y, en consecuencia, hay algo en el mundo, distinto de mí, que es la causa de dicha idea.
Ahora bien, como afirma el texto, las ideas claras y distintas que tengo de las cosas corporales o están
formalmente en mí (substancia, duración, número u otras cosas semejantes) ya que yo soy una cosas que piensa, o
están eminentemente en mi (extensión, figura, situación, movimiento de lugar: modos de la substancia) pues yo
mismo soy una substancia.
¿Queda alguna idea en la que haya algo que no proceda de mí? Descartes afirma que sólo queda la idea de
Dios: “substancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, y por la cual yo mismo y
todas cuantas cosas hay (si es verdad que las hay y existen) fueron creadas”
¿Por qué duda, todavía, Descartes, de la existencia de las cosas (véase la frase entre paréntesis: “si es
verdad que las hay y existen”)? Porque, de momento, lo único que puede tener por cierto es el propio pensamiento,
las ideas que tiene de las cosas, todavía no ha demostrado deductivamente que el mundo exista, no ha podido salir
del propio pensamiento y es lo que está intentando hacer.
Descartes afirma que la idea de Dios, substancia infinita, no puede proceder de él mismo ya que, aunque él
es también una substancia, él es un ser finito. La idea de Infinito (Dios) no es adventicia, pues, evidentemente, no
poseemos experiencia directa de lo Infinito (Dios); no es tampoco una idea facticia puesto que, para Descartes, la
noción de finitud (limitación) presupone la idea de infinitud (hay que tener en cuenta que, tradicionalmente, se
mantenía que la idea de infinito provenía, por negación de los límites, de la idea de lo finito, pero Descartes invierte
esta relación). Así pues, si yo no puedo ser la causa de la idea de Infinito (Dios), esta idea ha tenido que ser causada
en mí por algo que realmente existe y es infinito (la idea de Dios es una idea innata). Por lo tanto, concluye Descartes,
Dios existe.
La idea de Dios es, según Descartes, absolutamente verdadera, clara y distinta (“la más verdadera clara
y distinta de todas las que están en mi espíritu”) pues, aunque pudiéramos fingir que tal ser no existe, no podríamos
fingir que tal idea no represente nada real ya que toda idea tiene una realidad objetiva y por tanto una causa de esa
realidad objetiva. Recuérdese lo dicho al comienzo de la explicación del texto, sobre la “idea de piedra”: la realidad
objetiva contenida en la idea de piedra debe tener por causa, o bien la piedra, pues ésta posee tanta realidad formal
como realidad objetiva hay en la idea de piedra, o bien un ser más excelente que la piedra, en el cual esté contenida,
no formal sino eminentemente, la realidad representada en la idea de piedra.
La idea de infinito tiene en sí más realidad objetiva que las que me representan substancias finitas pues
contiene “todo lo que mi espíritu concibe clara y distintamente como real y verdadero y que contiene en sí alguna
perfección”. Es decir, la idea de Dios contiene mayor realidad objetiva porque participa por representación de más
grados de ser o perfección que otras. Como afirma el texto, todo lo que yo concibo clara y distintamente y en lo que
hay alguna perfección, es en Dios formalmente o eminentemente.
Tal y como decíamos al explicar la primera regla del método (la evidencia o intuición) Descartes introduce un
nuevo concepto de verdad: la verdad ya no consiste en la “adecuación” del pensamiento con la realidad (concepto
escolástico de verdad), sino que la verdad es una propiedad de las ideas en sí mismas, la verdad es inmanente al
espíritu: evidencia intuitiva.
La idea de Dios (res infinita) es una idea innata, una idea intuida clara y distintamente, una idea evidente en
sí misma y, por tanto, verdadera. Aunque yo no comprenda lo infinito, es suficiente con que yo lo conciba clara y
distintamente.
En la filosofía moderna triunfa el subjetivismo cognoscitivo: el hombre es un ser vuelto sobre sí mismo
que no conoce, directamente, más que su propio pensamiento, sus ideas. La realidad ya no es evidente (claro está, es
una no-evidencia filosófica), por eso, Descartes duda de la existencia del mundo, el pensamiento está encerrado en sí
mismo, la realidad ha de ser deducida ¿cómo salir de nuestro propio pensamiento al mundo exterior? ¿qué garantiza
la verdad objetiva de mis ideas? La respuesta puede sorprender, a pesar de tanta “modernidad”, Descartes vuelve a
recurrir a Dios: Dios es la garantía de la correspondencia de mis ideas claras y distintas con algo exterior, con el
mundo.
El Dios cartesiano es el Dios de los cristianos, absoluta libertad creadora. Libertad y omnipotencia afirmada
aún con más radicalidad que en el voluntarismo ya que Dios no estaría limitado ni por el principio de no contradicción.

*Nota:“res” significa cosa o substancia, es decir, “lo concreto existente”. En este sentido Descartes afirma:
“cuando concebimos la substancia, concebimos solamente una cosa que existe de tal manera que no tiene necesidad
sino de sí misma para existir”.Así entendida la única substancia sería Dios, puesto que todo lo demás necesita de
Dios para existir. (En el texto que estamos comentando, Descartes afirma, “por Dios entiendo una
substancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, y por la cual yo mismo, y
todas cuantas cosas hay, fueron creadas y producidas). Por eso Descartes afirma que el concepto de substancia
es análogo (recuerde el alumn@ la analogía del ser aristotélica), es decir, no se refiere del mismo modo a Dios y al
resto de las criaturas y, por tanto, hay dos clases de substancias: la substancia infinita creadora (Dios) y las
substancias finitas creadas(“res cogitans” o pensamiento o alma, y “res extensa” o cuerpo o materia, que no necesitan
de nada más para existir salvo de Dios. -Por tanto, para Descartes el alma no necesita del cuerpo para existir
-dualismo cartesiano-)

*Nota: “clara y distinta” significa que se manifiesta sin dificultad a la inteligencia que la intuye y
que está separada de cualquier otra idea, es decir, que es simple, elemental.
El criterio de certeza de Descartes es el siguiente: “todo cuanto perciba con claridad y distinción será verdadero y,
por tanto, podré afirmarlo con inquebrantable certeza”.

A partir de la idea de Dios como un ser infinito-perfecto, Descartes intentará demostrar la existencia real
de Dios (ya hemos dicho que esta demostración es necesaria si pretende garantizar la existencia de cualquier otra
realidad distinta del propio pensamiento y sus ideas). Si Descartes consigue demostrar la existencia real de Dios
(incompatible con la existencia del genio maligno anteriormente postulado), y Dios es perfecto, bueno y veraz, Dios no
va a permitir que el entendimiento me engañe al creer que el mundo existe, por tanto el mundo existe. Cuando uso
correctamente el entendimiento (importancia del método) puedo estar seguro de aquello que conozco como
cierto. Si Dios existe, no va a permitir que yo me engañe en mis ideas claras y distintas. Por tanto, Dios
será la garantía de la verdad objetiva de mis ideas claras y distintas . Dios será la garantía de la existencia
de un mundo exterior a mis propias ideas.

(Ver Apuntes: argumentos para demostrar la existencia de Dios)

Ahora bien, aquello acerca de lo cual tengo certeza (una vez descartado el genio maligno, es decir, la
hipótesis de que el entendimiento pueda engañarme) es lo matemáticamente formulable, lo cuantificable, por tanto,
del mundo sólo puedo tener en cuenta lo cuantificable, la extensión.
La realidad extramental (el mundo) está constituida exclusivamente, para Descartes, por la extensión y el
movimiento (cualidades primarias, lo formulable matemáticamente, lo cuantificable) por eso recibe el nombre de
“res extensa”.
De lo dicho puede concluirse que Descartes distingue tres ámbitos de realidad, tres substancias, que son
tres ideas innatas que intuimos de forma clara y distinta:
– Dios o “res infinita” cuya esencia o atributo es la perfección (también la eternidad, omnipotencia,
omnisciencia...por lo que son infinitos) y que no tiene “modos”
– Yo, Alma o conciencia o “res cogitans” cuya esencia o atributo es el pensamiento. Los “modos” del
pensamiento son múltiples: juzgar, razonar, querer, sentir, imaginar... pero pueden reducirse a dos:
entendimiento y voluntad.
– Cuerpos, materia o “res extensa” cuya esencia o atributo es la extensión en longitud, anchura y
profundidad. Los “modos” son dos, la figura y el movimiento.

*Nota: “Atributo” es lo que constituye la esencia o naturaleza de una substancia, mientras que “modo” es la
forma de darse los atributos.

(Sobre la concepción cartesiana de la res extensa y la relación entre cuerpo y alma ver Apuntes)

Descartes. Texto 6
Los Principios de la Filosofía

51. Lo que es la substancia; y que es un nombre que no se puede atribuir a Dios y a las criaturas en el mismo
sentido. En lo que respecta a las cosas que consideramos como teniendo alguna existencia, es preciso que las
examinemos aquí una después de otra, con el fin de distinguir lo que es oscuro de lo que es evidente en la noción que
nosotros tenemos de cada una. Cuando concebimos la substancia, concebimos sólo una cosa que existe de tal
modo que no tiene necesidad más que de sí misma para existir . En lo tocante a la explicación de esta frase, “no
tiene necesidad más que de sí misma”, puede haber oscuridad ya que, hablando propiamente, sólo Dios es tal, y
no hay ninguna cosa creada que pueda existir un sólo momento sin ser sostenida y conservada por su poder. Es por
eso que tiene razón la Escuela al decir que el nombre de sustancia no es unívoco con respecto a Dios y a las
criaturas, esto es, que no hay ninguna significación en esta palabra que concibamos distintamente que convenga a Él y
a ellas. Pero, ya que entre las cosas creadas algunas son de tal naturaleza que no pueden existir sin algunas otras,
distinguimos aquellas que sólo tienen necesidad del concurso ordinario de Dios, llamándolas substancias, y
las cualidades o atributos de estas substancias.

Comprensión del texto 6

Hay que tener en cuenta que, en el examen de selectividad, la cuestión de comprensión sobre el
texto es, en el caso de Descartes, siempre la misma: “El problema del método: la idea de substancia en
Descartes y el problema de la veracidad divina”. Por ello, además de comentar-explicar el texto,
tendremos que dar razón de todas las cuestiones que incluye la pregunta, aunque no aparezcan
explícitamente en el texto. Deberemos, pues, buscar el modo de relacionar el aspecto que explicite el texto
con los demás que incluye la pregunta.

Descartes recoge de la nueva mentalidad moderna la plena confianza en la razón humana que puede
descubrir y conocer la estructura racional y matemática del Universo (afirmada por Galileo y Kepler) y conducir al
hombre a la verdad siempre que se siga el método adecuado.
El punto de partida de Descartes es su actitud crítica frente al saber escolástico de su tiempo, saber al que ha
tenido acceso durante sus años de formación en el colegio de la Fléche ( ver Apuntes: Para saber más, Biografía y
obras)
A pesar de que la razón es, por naturaleza, igual en todos los hombres, algunos se equivocan porque no
siguen el método adecuado. La diversidad de opiniones contradictorias, la filosofía era, para él, un campo de disputas
y dudas, se debe a la falta de un método que permita dirigir bien la razón; en efecto, no basta con tener ingenio, lo
principal es aplicarlo bien. Sólo así es posible aumentar los conocimientos y progresar en la investigación de la verdad.
El mayor reproche de Descartes a la lógica escolástica es que sus silogismos sirven para exponer, explicar, a otros las
cosas ya sabidas, pero no para descubrir nuevas verdades.
Por eso, para Descartes el método que siguen las matemáticas es el más adecuado, por la claridad y firmeza
de sus razonamientos, y porque puede convertir a la filosofía en una ciencia.
Pretende Descartes,por tanto, reconstruir el sistema del saber sobre fundamentos sólidos y construir
un sistema filosófico que posea la misma evidencia y necesidad de un sistema matemático, para ello será
necesario establecer, como hacen los matemáticos, unas definiciones -construidas a priori por la razón- y unos
axiomas, de los que pueda deducirse con evidencia todo conocimiento.
La filosofía cartesiana va a partir, pues, de ideas innatas (siguiendo la tradición platónico-agustiniana)
propias de la misma razón, ideas evidentes en sí mismas -claras y distintas- que no proceden de la experiencia
sensible sino que son “a priori”: el entendimiento las posee en sí mismo antes de toda experiencia sensible. La idea
de “substancia” es la primera idea innata de la que todo derivará por un estricto proceso deductivo: “cogito
ergo sum” supone la captación inmediata -intuición, idea clara y distinta- de la evidencia de que mientras estoy
pensando, existo como “substancia” cuya esencia o naturaleza es pensar.
En conclusión, Descartes construye un sistema metafísico basado en el concepto de substancia
aplicando el método deductivo-matemático al conocimiento científico de la realidad.
Descartes emplea como sinónimos las palabras “substancia” y “cosa” (res), lo cual ya es una indicación
importante: la substancia es “lo concreto existente”. (Ya Aristóteles había definido la substancia como el “ser
propiamente dicho, lo que realmente es, el “individuo concreto”; y la escolástica medieval define la substancia como
“lo que existe en-sí, lo que no necesita de un sujeto para existir, sino que ella misma es sujeto de los accidentes). Por
tanto, para Descartes, lo propio de la substancia es la existencia, pero no cualquier tipo de existencia, sino la
existencia independiente, por eso define la substancia como “lo que existe por-sí, y no necesita de nada más
para existir”.
Al definir la substancia, Descartes opera como un geómetra, construye la definición de un modo totalmente a
priori (como se construye, por ejemplo la definición de círculo), y no considera que tenga que justificarla (tampoco
Euclides justifica sus definiciones; en un sistema axiomático las definiciones no se demuestran sino que son, al
contrario, los principios de todas demostración -junto con los axiomas-).
En Los Principios de la Filosofía, la definición cartesiana de substancia es la siguiente: “Cuando concebimos la
“substancia”, concebimos solamente una cosa que existe de tal manera que no tiene necesidad sino de sí misma para
existir”
De esta definición se seguiría que sólo Dios es substancia,(Dios es pensado al modo cristiano como creador
del mundo y, por ello, causa del mundo) puesto que el resto de las cosas necesitan de Dios para existir. Es Dios quien
da la existencia -y luego la conserva- a todas las criaturas. Por eso, Descartes afirma que el concepto de “substancia”
no se refiere del mismo modo a Dios y a las cosas creadas por Él, como afirmaba la escolástica (es decir, que es un
término análogo, tiene varias formas de significar; en el texto: “tiene razón la Escuela al decir que el nombre de
sustancia no es unívoco con respecto a Dios y a las criaturas ), y que, por tanto, hay dos clases de substancias:

- la substancia infinita creadora (Dios) a quien conviene absolutamente la definición.


– las substancias finitas creadas (almas y cuerpos) que no necesitan de nada más para existir, salvo de
Dios. Por tanto, una substancia finita no necesita, para existir, de ninguna otra substancia finita: el alma,
por ejemplo, no necesita del cuerpo para existir. De aquí se sigue el dualismo cartesiano.

Además, a cada substancia le corresponde un “atributo”. El atributo constituye la esencia o naturaleza de


la substancia y se identifica con ella. (Cada tipo de substancia posee un atributo).Pero, Descartes también define los
atributos como “lo que se da siempre de la misma forma en la substancia, así la extensión y la duración.
Por último, las diversas formas como está dispuesta la substancia se llaman “modos”, es decir, los modos son las
distintas formas de darse los atributos (por ejemplo, un cuerpo (substancia) es extensión (atributo) que tiene una
figura determinada (modo) o movimiento (modo).

Substancia es, pues, lo que existe por-sí y no necesita de nada más para existir (salvo de Dios), se identifica
con su atributo y puede ser concebido perfectamente mediante una idea clara y distinta. De este modo, la realidad
está constituida por tres tipos de substancias:

1. Dios o “res infinita” cuya esencia o atributo es la perfección (también la eternidad, omnipotencia,
omnisciencia...por lo que son infinitos) y que no tiene “modos”
2. Yo, Alma o conciencia o “res cogitans” cuya esencia o atributo es el pensamiento. Los “modos” del
pensamiento son múltiples: juzgar, razonar, querer, sentir, imaginar... pero pueden reducirse a dos:
entendimiento y voluntad.
3. Cuerpos, materia o “res extensa” cuya esencia o atributo es la extensión en longitud, anchura y
profundidad. Los “modos” son dos, la figura y el movimiento.

Como hemos explicado anteriormente, en la filosofía moderna triunfa el subjetivismo cognoscitivo: el


hombre es un ser vuelto sobre sí mismo que no conoce, directamente, más que su propio pensamiento, sus ideas. La
realidad ya no es evidente, Descartes duda de la existencia del mundo, el pensamiento está encerrado en sí mismo, la
realidad ha de ser deducida ¿cómo salir de nuestro propio pensamiento al mundo exterior? ¿qué garantiza la verdad
objetiva de mis ideas? La respuesta puede sorprender, a pesar de tanta “modernidad”, Descartes vuelve a recurrir a
Dios, Dios ocupa la clave de bóveda del sistema cartesiano (como de todo sistema racionalista):
-la evidencia encuentra su última garantía en Dios: si las ideas claras y distintas son siempre verdaderas es
porque Dios -que es bueno y veraz, y no un genio engañador- no ha podido dotar al hombre de una facultad de
conocimiento que le induzca a error. Por tanto, Dios es la garantía de la correspondencia de mis ideas claras y distintas
con algo exterior, con el mundo.
-el mundo se mueve gracias al primer impulso recibido de Dios, Dios es la primera causa del movimiento y
también conserva constante la cantidad de movimiento-reposo.
-las substancias se mantienen en la existencias gracias a una “creación continua” . En el texto: “no
hay ninguna cosa creada que pueda existir un sólo momento sin ser sostenida y conservada por su poder”.
La substancia infinita es más valiosa o eminente que las finitas: tanto el hombre como el mundo son creados y
conservados por Él.

El concepto de causa (que Galileo había rehusado tener en cuenta) se convierte, así, junto al de substancia,
en el segundo concepto clave del sistema cartesiano. Éstos serán, justamente los dos conceptos que criticarán los
empiristas ingleses.

El Dios de Descartes es libertad creadora absoluta; libertad y omnipotencia afirmada aún con más radicalidad
que en el voluntarismo, pues Dios no estaría limitado ni por el principio de no contradicción. Por el contrario, el Dios de
Spinoza es determinismo puro. Hablar de libertad le parecía una muestra de ignorancia y un obstáculo para el
desarrollo de la ciencia que debería dedicarse a indagar las inexorables leyes que rigen el funcionamiento de la
Naturaleza.
Leibniz va a defender una postura intermedia, Dios no es libertad absoluta, como el Dios de Descartes, pues
está limitado por el principio de no contradicción, pero tampoco está absolutamente determinado; es libre pues
tiene ante sí una enorme cantidad de posibilidades creadoras: Dios no podría crear un pentágono que no tuviese cinco
lados, pero sí me podría crear sin cinco dedos, o podría no crearme. Dios se orienta en su elección creadora por el
“principio de lo mejor” (conveniencia), eligiendo crear el mejor de los mundos posible. Por eso, Leibniz distingue entre
verdades de razón (juicios analíticos, a priori, universales y necesarios, las tautologías de la lógica y las
matemáticas) y verdades de hecho (juicios sintéticos, a posteriores, particulares y contingentes, propios de las
ciencias empíricas) sobre las cuales sólo es posible encontrar la razón suficiente que permita explicar “que es así y
no de otro modo”.

Por otro lado, en cuanto a la concepción cartesiana de la “res extensa”, mundo externo a la conciencia,
se puede explicar a partir de los cuerpos, los movimientos de los cuerpos (entendidos como cambios relativos de
lugar) y la causalidad eficiente.
El mundo físico es comprendido, por Descartes, desde una perspectiva mecanicista: el Universo estaría
constituido por una cantidad de materia que se distribuye en una infinidad de partículas (no existen últimas partículas
indivisibles o átomos ya que le resulta inconcebible que la extensión no pueda se divisible indefinidamente). Esta
infinidad de partículas se mueven, por desplazamiento local, en un espacio lleno (Descartes no admite el vacío; en
efecto, si la materia es extensión, un espacio vacío-extenso sería una contradicción). En el Cosmos, todo está lleno
de tres tipos de materia: la materia gruesa, constituyente fundamental de los cuerpos que percibimos directamente
con los sentidos; el éter, materia constituida de partículas más sutiles, y que llena gran parte del espacio; las
partículas de luz, que son las más finas de todas y por eso pueden colarse entre las otras.
El de Descartes es un mundo rígido, constituido por la extensión y el movimiento (oponiéndose a la física
aristotélica niega todas las cualidades secundarias, no cuantificables, es decir, no matematizables: olor, color, sonido...
que sólo tendrían validez subjetiva) y dominado por los principios de inercia y de conservación del movimiento.
Para Descartes, la máquina del mundo no se mueve en virtud de principios activos internos (elimina todas
las “fuerzas”, incluida la de gravedad) sino que Dios es la primera causa del movimiento y conserva siempre la misma
cantidad de materia y de movimiento en el mundo (esta conservación se deduce de la inmutabilidad divina: Dios no
cambia y tampoco modifica su obra). Las “causas segundas” de todos los movimientos (leyes fundamentales de la
física) se obtienen a priori -no por inducción- de la misma inmutabilidad divina:

1ª. “Cada cosa permanece siempre en el mismo estado en que se encuentra (salvo choque o impulso de una cosa
externa, es decir, acción directa por contacto): lo que está en movimiento tiende a permanecer en movimiento; lo que
está parado, tiende a permanecer parado”. Esto es lo que se conoce como “principio de inercia” formulado
explícitamente por primera vez por Descartes.
2ª. “Todo tiende a moverse en línea recta”. Esta ley acaba con la antigua concepción, sostenida incluso por Galileo, de
que el movimiento más perfecto es el circular.
3ª. “Cuando un cuerpo choca con uno más fuerte, no pierde nada de su movimiento; pero cuando choca con uno
menos fuerte, pierde la misma cantidad que transmite al otro” (ley de conservación del movimiento formulada de un
modo erróneo por Descartes).

La física cartesiana queda reducida a cinemática. Al verdadero conocimiento del mundo físico accedemos
pensando (es decir, con la razón matemática) no sintiendo. Es un mecanicismo determinista: todos los organismos,
incluidos los cuerpos de los seres vivos, son máquinas regidas por leyes mecánicas donde no hay lugar para el azar o
la libertad.
Descartes rechaza, por lo tanto, la necesidad de un “alma vegetativa” o “alma sensitiva” para explicar la vida
(contradice, pues, a la autoridad hasta este momento, es decir, a Aristóteles): los animales no son más que máquinas
muy complejas. El ser humano queda completamente separado del mundo animal y del determinismo que rige la
materia, pues “el hombre es un alma espiritual e inmortal”. Como ya hemos explicado alma y cuerpo son, cada una,
una substancia que existe por sí misma y no precisa de ninguna otra cosa, salvo de Dios, para existir. Son, pues,
substancias distintas y existen independientemente la una de la otra. Esta independencia de alma y cuerpo es la
idea central aportada por el concepto cartesiano de substancia y su objetivo es salvaguardar la autonomía
del alma respecto de la materia, es decir la libertad humana.
En la concepción cartesiana el alma no es sino pensamiento, este es su atributo o esencia. El tipo de
razonamiento empleado por Descartes para demostrar que el pensamiento es el único atributo del alma se
encuentra ya en Galileo: puedo fingir mentalmente que no tengo cuerpo y que no dependo del espacio y no por ello
dejaría de existir; pero no puedo fingir que no pienso. Por tanto, lo que constituye mi esencia es pensar.
La única certeza es que “yo existo en la medida en que dudo” tanto de la existencia del mundo como de la
existencia de mi cuerpo, ya que los percibo por los sentidos y éstos me pueden engañar. Puesto que dudo de mi
cuerpo, éste tiene que ser algo distinto de aquello de lo que no dudo, es decir, de mi pensamiento . Por tanto,
pensamiento (alma) y cuerpo son dos substancias distintas y existen independientemente la una de la otra. Lo que
trata de defender Descartes es la libertad del hombre negada por la ciencia clásica al imponer una concepción
mecanicista y determinista del mundo material. Liberar al alma del mundo de la necesidad mecanicista exigía situarla
como una esfera de la realidad autónoma e independiente de la materia.
La independencia de las substancias finitas -alma y cuerpo- supone una concepción dualista del hombre y
plantea lo que se ha llamado el “problema de la comunicación de las substancias” que intentarán solucionar
todos los racionalistas ¿En que consiste este problema?. Veámoslo.

Cuerpo y alma son dos substancias separadas que pueden existir la una sin la otra, pero que, sin embargo,
están unidas: el mismo yo que piensa es el que sufre, el que crece, el que muere (aunque, para Descartes, la muerte
no se produce porque se separe el alma del cuerpo, sino que, como cualquier máquina, éste deja de funcionar; en esto
discrepa de la concepción aristotélica y escolástica según la cual el alma es la forma substancial del cuerpo).
La unión entre cuerpo y alma ha de ser, por una parte accidental, ya que dada la independencia no puede ser una
unión substancial al estilo aristotélico, como sugería Platón, pero, por otra parte, la experiencia indica que es una
unidad íntima, puesto que la misma realidad que piensa es la que siente. Descartes afirma que alma y cuerpo se
unirían en la glándula pineal, situada en el cerebro: la glándula pineal haría posible, no se sabe bien de qué manera,
que las sensaciones lleguen al pensamiento y que los mandatos de éste lleguen al cuerpo. Lo que en el alma (res
cogitans) es imagen, en la materia (res extensa) es movimiento (Spinoza le echará en cara el no ajustarse a su
principio de no aceptar lo que no sea evidente como criterio de verdad).
Los efectos de la interacción entre alma y cuerpo serían los siguientes:
Los modos del alma (del pensamiento) pueden reducirse, como hemos dicho, a dos, entendimiento y
voluntad:
-como entendimiento: concebir, imaginar y sentir surgen de la interacción con la imaginación. Cuando el
entendimiento actúa solo concebimos, cuando el entendimiento es pasivo (y es determinado por la imaginación y el
sentido común) sentimos. Cuando el entendimiento es activo y determina a la imaginación, imaginamos.
-como voluntad: admirar, desear, dudar, afirmar, negar, asentir o no a los juicios, puede conducir al error.
Cuando algo es claro y distinto la voluntad no puede más que asentir a ese conocimiento; pero la mayoría de nuestros
conocimientos no son claros y distintos y entonces es la voluntad la que se pronuncia sobre ellos: la libertad es la
capacidad de elegir aquello que el entendimiento me presenta como bueno, libre albedrío, es decir, el sometimiento de
la voluntad al entendimiento -idea característica del racionalismo- (la voluntad es libre y tiene un campo de acción
infinito por eso afirma Descartes que “es por la voluntad por la que nos asemejamos a Dios” -en Dios voluntad y
entendimiento se identifican-).

Respuesta a la pregunta 3ª del examen de selectividad:

Alrededor de la teoría de la substancia girará la polémica dentro del racionalismo:


-Spinoza (1632-1677), tomando la definición cartesiana en su literalidad (la substancia como “causa sui”, existe por
sí y se concibe por sí), afirmará que no hay más substancia que Dios ni nada fuera de Él; es decir, defenderá un
monismo panteísta: “Deus sive natura sive substancia”, la naturaleza es la manifestación de Dios; la única
substancia infinita, Dios o Naturaleza, posee infinitos atributos de los cuales conocemos dos, pensamiento y extensión.
-Malebranche 1638-1715) tratando de explicar cómo pueden relacionarse los ámbitos de la realidad completamente
distintos de la materia y el espíritu defenderá el ocasionalismo: cuerpo y alma son sólo “causas ocasionales” para la
acción de Dios, si el alma quiere mover el cuerpo es Dios quien lo mueve con ocasión del deseo del alma, si el alma
percibe algo es Dios quien produce esa percepción con ocasión de la afección correspondiente en el cuerpo.
-Leibniz (1646-1716) tratando de preservar la trascendencia de Dios y la separación de lo material y lo mental afirma
que existen infinitas substancias simples inextensas e independientes (átomo energético cerrado en sí mismo) que el
llama “mónadas” dotadas de una especie de conocimiento como percepción y una especie de voluntad como
apetición, que funcionan armónicamente pues Dios lo organizó así desde la eternidad ( teoría de la armonía
preestablecida: Dios creó el mejor de los mundos posibles y garantiza el orden armónico de la totalidad).

El empirismo inglés se enfrentará críticamente al problema de la substancia ya que sólo se considera objeto
de conocimiento las cualidades sensibles de las cosas y no hay ninguna idea simple, obtenida a partir de una
sensación, que nos represente a la substancia. La idea de substancia es, así, para Locke (1632-1704), una idea
compleja formada a partir de ideas simples de las cualidades sensibles de los fenómenos que la experiencia nos
muestra siempre asociados.
Hume (1711-1776), por su parte, lleva su crítica de la substancia incluso al “yo”. Todo nuestro conocimiento
se reduce a “impresiones” e “ideas”. Ahora bien, las agrupaciones de impresiones nos producen la ilusión de que
existe algo que subyace a esas impresiones y que es distinto de ellas, a eso le llamamos “substancia”. Por tanto, la
substancia es un concepto vacío pues no corresponde a ninguna impresión sensible; es, simplemente, una “idea”
formada por la imaginación mediante la asociación de diversas sensaciones.
Por eso, la idea de Yo, como “soporte” de agrupaciones de impresiones, es también una “idea” de la imaginación
que me permite aunar lo que no son más que contenidos perceptivos que se suceden continuamente.

S-ar putea să vă placă și