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Esta descripción sigue a E. A. Thompson, The early Germans, Oxford, 1965, pp. 1.28, estudio marxista de las
formaciones sociales germánicas desde Cesar a Tácito que constituye un modelo de claridad y elegancia. Las
obras de Thompson forman un ciclo inestimable que abarca en realidad toda la evolución de la sociedad germana
en la Antigüedad, desde esta época hasta la caída del reino visigodo de Hispania, unos siete siglos después.
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M. Bloch, «Une miss au point: les invasions», Mélanges Historiques, I. Paris 1963, pp. 117-8.
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Thompson, The early Germans, pp. 48-60. La formación de un sistema de sequitos es en todas partes un paso
preliminar decisivo en la transición gradual de un orden tribal a otro feudal, porque constituye la ruptura
definitiva con un sistema social regido por relaciones de parentesco. El sequito puede definirse siempre como
una elite que trasciende la solidaridad de parentesco al sustituir los vínculos biológicos por vínculos
convencionales de lealtad, e indica la próxima desaparición del sistema de clanes. Naturalmente, una aristocracia
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guerreros del común y ambiciosos jefes nobiliarios para usurpar el poder dictatorial dentro de
las tribus apoyándose en la fuerza de sus sequitos leales estallaron cada vez con más
frecuencia. El mismo Arminio, vencedor en el bosque de Teutoburgo, fue aspirante y víctima
de uno de ellos: La diplomacia romana atizaba activamente esas disputas internas, por medio
de subvenciones y alianzas, con objeto de neutralizar la presión de los barbaros /107/ sobre la
frontera y de que cristalizara un estrato de dirigentes aristócratas deseosos de colaborar con
Roma.
Así pues, económica y políticamente, por medio del intercambio comercial y de la
intervención diplomática, la presión romana aceleró la diferenciación social y la
desintegración de los modos de producción comunales en los bosques germánicos. Los
pueblos que tenían un contacto más estrecho con el Imperio revelaban también,
inevitablemente, las estructuras sociales y económicas más «avanzadas» y la mayor lejanía
del modo de vida tradicional de las tribus. Los alamanes en la Selma Negra y, sobre todo, los
marcomanos y los cuados en Bohemia tenían villas de estilo romano, con fincas cultivadas
por esclavos capturados en las guerras. Los marcomanos, además, habían sometido a otros
pueblos germanos y, en el siglo II habían creado un Estado organizado con un gobierno real
en la región del Danubio central. Su imperio fue derrocado muy pronto, pero era ya un
síntoma de la configuración del futuro. Ciento cincuenta años después, a principios del siglo
IV; los visigodos que habían ocupado Dacia después de que Aureliano retirara de allí sus
legiones, mostraron nuevos signos de ese mismo proceso social. Sus técnicas agrícolas eran
más avanzadas y ellos mismos eran en su mayoría labradores dedicados al cultivo, con
algunas artesanías rurales (utilizaban la rueda de alfarero) y un alfabeto rudimentario. La
economía visigoda de esta antigua provincia romana, con sus fuertes y sus ciudades
residuales, dependía ahora tanto del comercio transdanubiano con Europa que los romanos
podían recurrir con éxito al bloqueo comercial como arma decisiva de guerra contra ellos. La
asamblea general de los guerreros había desaparecido por completo. Un consejo confederado
de optimates ejercía ahora la autoridad política central sobre unas aldeas obedientes. Los
optimates formaban una clase poseedora, con fincas, sequitos y esclavos, claramente
diferenciada del resto de su pueblo4. En efecto, cuanto más perduraba el sistema imperial
romano, más tendía el poder de su influjo y de su ejemplo a arrastrar a las tribus situadas en la
frontera hacia una mayor diferenciación social y hacia niveles más altos de organización
política y militar. A partir de la época de Marco Aurelio, los sucesivos aumentos de la presión
bárbara sobre el Imperio no fueron, /108/ pues, rachas fortuitas de mala suerte de Roma, sino
que en buena medida fueron las consecuencias estructurales de su propia existencia y de su
triunfo. Los lentos cambios provocados en su entorno exterior, por imitación e intervención,
se harían acumulativos: el peligro de las fronteras germánicas creció .a .medida que la
civilización romana las transformaba gradualmente.
Mientras tanto, y dentro del propio Imperio romano, los ejércitos imperiales utilizaban en
sus filas a un número creciente de guerreros germanos. La diplomacia romana había intentado
tradicionalmente, y siempre que era posible, rodear las fronteras del Imperio con un glacis
exterior de foederati, jefes aliados o clientes que conservaban su independencia fuera de las
fronteras romanas, pero que defendían los intereses romanos dentro del mundo bárbaro a
feudal plenamente formada tendrá su propio (y nuevo) sistema de parentesco, que solo ahora comienzan a
estudiar los historiadores; pero estos sistemas nunca serán su estructura dominante. Hay un buen estudio de este
punto fundamental en el estimulante artículo de Owen Lattimore, Feudalism in history, Past and Present, num.
12, noviembre de 1957, p. 52.
4
E. A. Thompson, The Visigoths in the time of Ulfila, Oxford, 1966, especialmente pp. 40-51: otro diáfano
estudio que constituye la continuación de su primer trabajo.
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5
Frank, Scholae Palatine, pp. 63-72; Jones, The later Roman Empire, II, p. 619-22.
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En nuestro siglo, y como reacción contra las concepciones tradicionales, ha existido algunas veces entre los
historiadores la tendencia a exagerar el grado de la simbiosis previa entre ambos mundos. Un ejemplo extremo
es la tesis de Porshnev, según la cual toda la infraestructura romana se basaba en la mano de obra esclava de los
cautivos bárbaros, y, por tanto, ambos sistemas sociales estaban desde el comienzo estructuralmente ligados: las
asambleas de guerreros de los primeros pueblos germánicos serian simplemente la respuesta defensiva a las ex-
pediciones romanas en buses de esclavos. De acuerdo con esta concepción, el Imperio siempre formó una
«unidad compleja y antagónica» con su periferia bárbara. Véase B. F. Porshnev Feodalizm Narodni Massie,
Moscú, 1964, pp. 510-2. Esta opinión exagera enormemente el papel de la mano de obra esclava en el Imperio
tardío y la proporción de esclavos traídos del limes germánico incluso a comienzos del Imperio.