Sunteți pe pagina 1din 3

Comentario breve sobre JELIN, Elizabeth (2002) Los trabajos de la memoria.

El trabajo de Jelin se entronca con la relación entre experiencia y discurso desde un primer
momento, cuando refiere a la tensión entre la naturaleza de la memoria y los procesos de
construcción de la misma, los cuales entrañan una dimensión discursiva. La experiencia
misma es definida por la autora en función de su dimensión intersubjetiva, que
interrelaciona, en el ámbito del discurso, a aquellos sujetos protagonistas de la experiencia
con quienes no vivieron la “experiencia pasada”. Dice Jelin “para este grupo [para quienes
no vivieron la “experiencia pasada”] la memoria es una representación del pasado
construida como conocimiento cultural compartido por generaciones sucesivas…” (Jelín, p.
14). En este sentido, la autora establece que la condición de posibilidad para la elaboración
de las memoria narrativas es la existencia de otros que hayan hecho lo propio y hubieren
logrado transmitirlas y dialogar sobre ellas. En esta operación interviene también,
activamente, el olvido.
En el mismo sentido, la autora reflexiona acerca del concepto de experiencia, y señala que
la misma no depende de una relación directa y lineal con el acontecimiento vivido, sino que
está “mediatizada por el lenguaje y por el marco cultural1 interpretativo en el que se
expresa” (Jelin, p. 14). Al respecto, afirma que el pasado cobra sentido en su enlace con el
presente en el acto de rememorar/olvidar, y esta interrogación es un proceso subjetivo,
activo y construido socialmente en diálogo e interacción (p 9). Este diálogo e interacción se
manifiestan como dimensiones del discurso social en las conmemoraciones públicas y los
encuadramientos sociales, que circunscriben procesos de negociación y establecen permisos
y silencios en cuanto a los que es rememorado y lo que se deja a un lado. Estas censuras, en
términos de Jelin, se conforman como “huecos en la memoria” en la medida en que no
pueden ser integradas narrativamente, por la imposibilidad de otorgarles un sentido. En este
sentido, “el olvido no es ausencia o vacío. Es la presencia de esa ausencia, la representación
de algo que estaba y ya no está…” (Jelín, p. 9).
La caracterización de la experiencia, y del pasado, como un proceso subjetivo que cobra
sentido en su enlace con el presente, recuerda lo sostenido por Crenzel, cuando este aborda
a la memoria como una construcción social, atravesada por el contexto y en disputa
permanente. Crenzel argumenta que los espacios de la memoria se conquistan, se ganan y
se pierden alternativamente, al compás de la lucha política (Ayala, 2018, 1) Estas luchas
políticas a menudo apelan a lo que Jelin llama “olvido profundo”, o “definitivo”, en
referencia a los intentos de borrar hechos y procesos del pasado. No obstante, la alternancia
aludida por Crenzel se manifiesta en la reaparición y la nueva vigencia de ciertos pasados
que parecían olvidados “definitivamente”, a partir de cambios en marcos culturales y
sociales. Resulta importante, en función de dar cuenta de la lucha política establecida en
torno a la construcción de sentido del pasado, tanto como en la obtención de herramientas

1
Al respecto de la noción de “marco cultural” la autora sigue a Hallbwachs, aproximándose a su noción de
marco social como un concepto que “Apunta entonces a establecer la matriz grupal dentro de la cual se
ubican los recuerdos individuales. Estos marcos –Hallbwachs presta atención a la familia, la religión y la clase
social- dan sentido a las rememoraciones individuales” (Jelin, p. 4)
para el análisis del mismo por medio de la historia oral, las referencias que Jelin hace a
Pollak, cuando este señala la necesidad de dar lugar a distintos actores sociales, entre los
que se incluyen los marginados y excluidos, ya que estas disputas y negociaciones de
sentidos del pasado se dan en escenarios diversos (Jelin, p.5) y múltiples. En la medida en
que esas luchas se entablan, los sujetos rememorantes y los reservorios “pasivos” del
pasado, se tornan “activos”, en tanto y en cuanto son puestos en acción por el sujeto, para
dar sentido al pasado “interpretándolo y trayéndolo al escenario del drama presente, esas
evocaciones cobran centralidad en el proceso de interacción social” (Jelin, p. 5). De esto se
desprenden reflexiones acerca de la naturaleza misma de la memoria, entendiendo que las
huellas “mnésicas” del pasado en el sistema neurológico humano “no constituyen
“memoria” a menos que sean evocadas y ubicadas en un marco que les dé sentido” (Jelin,
p. 11). En los términos de Hallbwachs esta es una operación fundamentalmente discursiva
“es el lenguaje y las convenciones sociales asociadas a él lo que nos permite reconstruir el
pasado” (citado por Jelin, p. 14-15). Se establece así una “mediación lingüística y
narrativa” entre la experiencia y el sentido del pasado que es “constitutivamente de carácter
social” (Jelin, p. 15). Oportunamente la autora se refiere a Scott cuando el mismo afirma
que “los sujetos son constituidos discursivamente” (Jelin, p. 15) y desarrolla esta
afirmación en referencia a sistemas discursivos múltiples y de múltiples significados
también: “los sujetos no son receptores pasivos sino agentes sociales con capacidad de
respuesta y transformación (…) la subjetividad emerge (…) con especial fuerza en las
grietas, en la confusión, en las rupturas del funcionamiento de la memoria habitual, en la
inquietud por algo que empuja a trabajar interpretativamente para encontrarle sentido…”
(Jelin, p. 15). Y estos procesos de otorgamiento de sentido, tanto como las luchas
entabladas en torno a ello, no se dan sin la interferencia y la intermediación del poder;
poder que excede a las reconstrucciones operadas en función del sentido otorgado a la
experiencia del pasado, y se ancla, según Bourdieu, en la autoridad que representan estos
discursos y en las instituciones que los legitiman. De esta manera, el estudio de la memoria
como construcción social narrativa demanda el estudio de las propiedades de quien narra y
de la institución que da o niega el poder. No obstante, Jelin señala que la recepción de estos
discursos no es un proceso pasivo, sino “un acto de reconocimiento hacia quien realiza la
transmisión” (Jelin, p. 15) Con respecto a esto, Jelin entiende que es necesario repensar el
significado de lo que se denomina “transmisión”, de manera de “Pensar en los mecanismos
de transmisión, en herencias y legados, en aprendizajes y en la conformación de
tradiciones…” (Jelin, p. 16).
Para finalizar, la autora plantea la necesidad de articular niveles de memoria y experiencia,
ya que “las memorias son simultáneamente individuales y sociales” (Jelin, p. 16) y al
respecto de la dinámica entre experiencias, memorias y discurso, agrega: “Las vivencias
individuales no se transforman en experiencias con sentido sin la presencia de discursos
culturales, y éstos son siempre colectivos. A su vez, la experiencia y la memoria
individuales no existen en sí, sino que se manifiestan y se tornan colectivas en el acto de
compartir” (Jelin, p 16-17)
Bibliografía:

AYALA, Mario (2018, 1), “Los usos de la historia oral: epistemología de la historia
del tiempo presente y la historia de la memoria”, en: Módulo 5. Investigar el pasado
vivo: la metodología de la historia oral, Diplomatura Virtual: Caja de herramientas:
la metodología de investigación en humanidades, FFyL-UBA.

AYALA, Mario (2018), “Transcripción, archivo y análisis de fuentes orales”, en: Módulo
5. Investigar el pasado vivo: la metodología de la historia oral, Diplomatura Virtual: Caja
de herramientas: la metodología de investigación en humanidades, FFyL-UBA.

JELIN, Elizabeth (2002) Los trabajos de la memoria, Madrid, Siglo XXI, pp.17-38.

S-ar putea să vă placă și