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Desde esa fecha hasta 1923 llegaron al Perú 102 grupos más de inmigrantes, traídos por distintas
compañías contratistas con contratos por cuatro años. A partir de 1923 los japoneses comenzaron a
ingresar al país en condición de inmigrantes libres. Además de laborar en las haciendas de la costa
peruana, los japoneses establecieron negocios como pulperías (bodegas pequeñas), peluquerías,
cafetines y fondas.
En 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno Peruano dispuso la inamovilidad de los fondos
de las sociedades y personas jurídicas japonesas. En mayo de 1942 se inició la confiscación de las
propiedades de los inmigrantes japoneses. En junio de ese año, 343 inmigrantes decidieron retornar a su
país. El Gobierno Peruano capturó a 1771 personas entre japoneses y nikkei, quienes fueron enviados a
los campos de concentración en Estados Unidos, a pesar de que estaba en vigencia el Tratado de Amistad
entre ambos países.
En 1945 el Gobierno Peruano declaró oficialmente la guerra al Japón. Al fin del conflicto bélico, regresan los
primeros cien deportados.
En 1947 se levantaron las restricciones y los inmigrantes pudieron reiniciar sus actividades.
En 1965 la Sociedad Central Japonesa recibe del Gobierno Peruano un terreno de 10 000 m2 en
compensación por la expropiación de las escuelas japonesas de Lima. En dicho terreno se inauguró en
1967 el Centro Cultural Peruano Japonés.
En la década del 80 se inició la emigración de nikkeis peruanos al Japón. Se calcula que de los casi 100
mil integrantes de la comunidad peruano japonesa, 40 mil nikkeis se fueron a trabajar al Japón.
En 1999 se celebró el centenario de la inmigración japonesa al Perú, contando con la visita de la princesa
Sayako