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Castellano - Etimología

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En el Uruguay, la gente suele creer


que la historia de los charrúas es tan uruguaya como el cerro de Montevideo, y que todos ellos
fueron exterminados, mientras que los chanás se asimilaron a la cultura española y
desaparecieron como etnia, sin dejar más que algunos restos arqueológicos. La prensa
deportiva contribuye a fortalecer este mito, al identificar como 'charrúas' a los futbolistas
uruguayos.

«Nada más lejos de la verdad —asegura el indígena Blas Jaime, un entrerriano que hoy vive en
Paraná, la capital de la provincia argentina de Entre Ríos—; los últimos charrúas viven en el
poblado de Maciá, en la zona central de Entre Ríos, en una comunidad matriarcal, donde las
mujeres suelen tener entre ocho y quince hijos, aunque en general no les importa saber quién
es el padre».

«Los charrúas son del grupo de los pámpidos, y se extendieron por varias provincias, llegando
hasta la banda oriental del río Uruguay, pero es un error histórico situarlos solo en ese lugar»,
precisó.

Jaime, que tiene 78 años, declara ser el último hablante de la lengua chaná, que dejó de hablar
tras la muerte de su abuela, hace unos 50 años. Las mujeres de su familia se encargaban de
conservar la historia de la comunidad, así como sus tradiciones y su lengua. Eran las adá oyén
nden (mujer guarda-memoria), pero cuando él tenía cuatro años y se supo que su madre no
podría tener más hijos, su abuela le preguntó «muy respetuosamente» si, a pesar de ser
hombre, aceptaría cumplir esa labor de preservación, a lo que él accedió, asumiendo una tarea
que cumple hasta hoy.

Al mencionársele el vocabulario chaná recopilado a comienzos del siglo XIX por Dámaso
Antonio Larrañaga, Jaime asegura: «Lo que le dieron a Larrañaga fueron palabras chanás,
charrúas y mbeguás, algo que no era realmente una muestra del chaná».

Según él, tijuinem, que Larrañaga traduce como «el señor», es una palabra compuesta formada
por ti (el) jui (padre) y nem (espíritu), usada por los indígenas para referirse a su dios, pero sin
referencia al «señor» de los cristianos.

Jaime afirma que los charrúas son «primitivos», puesto que «duermen en el suelo, no tienen
ningún dios, y jamás agradecen nada que reciban». Agrega que «les gusta tener hijos; en la
comunidad de Maciá hay ochenta grupos familiares con cuatrocientos hijos, y no hay
maridos».
Vista de Maciá (Google Earth)

El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), de la Argentina, ha


reconocido hasta ahora unas cuarenta palabras como originarias del chaná, en un trabajo
dirigido por el lingüista José Pedro Viegas Barros, quien se ha entrevistado varias veces con
Jaime.

«Unas de las cosas que legitima el habla de Jaime como continuación histórica del chaná es el
sufijo tek, que aparece en varios verbos, como por ejemplo timotek 'escuchar', que es un
derivado de timo 'oreja' o lantek ' hablar', derivado de lan 'lengua'. Este sufijo ya había sido
registrado hace 190 años por Larrañaga. Un aspecto gramatical de una lengua como este no
puede haber sido inventado salvo que se haya estudiado durante años y años, de manera que
este y muchos otros aspectos de la lengua hablada por Jaime demuestran efectivamente que es
chaná» dijo José Pedro Viegas Barros, tras su última entrevista con Blas Jaime.

Blas Jaime nos entregó un diccionario de unas ochocientas palabras chanás que, según nos
aseguró, reúne la lengua que su pueblo perdió hace unos dos siglos.

Lo que sigue es el poema tradicional chaná 'Escucha guerrero', que Jaime conoció en su
infancia y tradujo recientemente al español:

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