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Gramática Histórica Española

Profesor: González Álvarez Enrique

Las lenguas y los dialectos neolatinos

Juan Gámez Andrea

31/Octubre/2018
El propio latín tenía ya el germen de la diferenciación dialectal debido a causas

geográficas, históricas y sociales. La expansión desde su primitivo centro en la ribera del

Tíber por todo el territorio que formó la Romania y su sobreposición a las lenguas de los

pueblos sometidos, creó para el quinto siglo de nuestra era considerables diferencias

regionales. Así pues, la causa de la formación de las lenguas romances y su progresiva

diferenciación son múltiples.

Ninguna lengua se encuentra en un equilibrio estable: incluso si no intervienen fenómenos

externos o si se encontrara aislada, estaría sujeta a fenómenos de transformación fonéticos,

morfológicos y sintácticos que modificarían su aspecto primitivo.

Mientras Roma permitió que a la unidad política correspondiese una unidad lingüística, las

variedades del latín no pasaron de diferencias regionales que apenas se pueden entrever.

Pero en cuanto este solo centro político fue substituido por otros aglomerados, cada uno de

estos inició una atracción hacia sí mismo de la que resultó el nuevo mundo lingüístico

neolatino.

El surgimiento y la individualización de las lenguas neolatinas tuvieron lugar en época

medieval. Pero en tanto que podemos identificar con suficiente certeza los mas antiguos

testimonios de cada una de las variedades, debemos limitarnos a examinar los escritos, los

cuales son posteriores a la formación de las propias lenguas habladas. La reconstrucción

del aspecto hablado de cada lengua neolatina en su período de origen muchas veces es

imposible.

La lingüística histórica ha dejado de lado los criterios de clasificación morfológicos y

sicológicos y se sirve únicamente del de afinidad genealógica. Se consideran afines dos o

más lenguas cuando son continuación de una sola lengua más antigua.

Pero una cosa es demostrar la afinidad de dos o más lenguas y otra establecer una

clasificación exacta. La construcción de una unidad lingüística independiente en el seno de

la familia neolatina no modifica notablemente los resultados adquiridos mediante la


gramática comparada de las lenguas romances, pero puede modificar los conceptos que

se tienen de las relaciones reciprocas entre las diferentes variedades. Aun si nos basamos

en puros criterios lingüísticos, más que históricos o geográficos, difícilmente lograremos

trazar límites claros entre las lenguas afines, un confín seguro solamente se tendrá entre

lenguas de caracter considerablemente diverso.

De acuerdo a la repartición geográfica, al sustrato y a otros criterios, podemos dividir las

variedades neolatinas en cuatro grandes grupos a su vez subdivididos en más, cada uno

con sus características peculiares; y dónde el Dalmático representaría un “puente” entre los

grupos Balcánico e Itálico, así como el Catalán haría lo propio entre el Galo y el Ibérico.

Por lo demás, la transición entre un grupo y otro es gradual y la diferencia entre “lengua”

y “dialecto” es un problema más bien histórico y político que científico. Procediendo de este

a oeste, las diferentes variedades son:

Es evidente que la clasificación de las lenguas romances es un asunto bastante

complejo y difícilmente podría ser zanjado, pues los apectos en los que se puede analizar

la situación no sólo son varios sino que rara vez corresponden a modelos lineares, es decir,

si hablamos de un aspecto histórico externo nos hallaremos con lo que sabe todo historiador:

no son uno sino varios factores los que se desarrollan y éstos pueden resultar difíciles de

seguir. Así por ejemplo, resultará algo soso clasificar las variantes según su pertenencia a

tal o cual provincia romana, pues ni éstas fueron las mismas a lo largo de la existencia de

una unidad política romana, ni, en todo caso, tuvieron el mismo destino al fragmentarse. Lo

mismo con cualquier análisis geográfico, social, lingüístico formal o histórico-lingüístico. A

ello, que por sí sólo no es poco, se aúnan dos cosas: por un lado, un contacto entre los

elementos a clasificar que dificulta identificar el aislamiento de sus características, o la

pertenencia de éstas. Este contacto, además, rara vez fue interrumpido de manera total y

jamás definitivamente, y, en todo caso, es la consecuencia obvia de compartir, no sólo una


primitiva lengua común, sino el mero espacio geográfico y los vaivenes históricos. Por otro

lado, más lamentable, tenemos la persistente carencia de evidencia en uno u otro sentido,

respuesta natural a la ruptura cultural que para empezar originó las propias lenguas

romances.

Lo importante entonces a la hora de querer clasificar las variedades neolatinas es tener

delimitado muy bien el objetivo con el que se pretende realizar está acción, ser consciente

del alcance de los resultados y, de preferencia, enfocarlo sólo a un aspecto. Creo que sólo

así, aún si no es sólo mediante el criterio de filiación, resultarían útiles estos estudios

clasificatorios y se lograría avanzar lo suficiente en las conclusiones como para poder

generar una clasificación absoluta, y aún creo que es importante no asumir a priori que ésta

es posible.

En cuanto al texto en sí, si bien Tagliavini da mejor noticia sobre las diversas variedades

romances, en contraste con los textos anteriores, y quizás incluso da un trato menos

simplista a la cuestión, no deja de resultar un tanto curiosa su incapacidad de traicionar su

propia idiosincrasia dándole un tratamiento meticuloso a los casos francés e italiano (y que

pueden llegar a niveles absurdos en el caso del último) mientras trata con superficialidad

los casos español y portugués y se limita a señalar “diversas variedades difíciles de

delimitar” en el caso franco-provenzal. Es exactamente el ejemplo de lo que criticaba Alonso.

En este sentido, creo que resulta más útil la visión de Alonso de ir separando los grupos

lingüísticos según su desarrollo histórico que la mezcolanza un tanto arbitraria y ambiciosa

que hace Tagliavini. Tampoco deja de ser interesante las descripciones tipológicas que hace

de cada grupo, aunque igualmente creo que peca de inconsistencia al hacerlo. Todas estas

cuestiones, sin embargo, creo que en el fondo son dispensables debido a la intención

general de la obra de Tagliavini, y, por lo mencionado arriba, al no tener un objetivo fijo,

resulta imposible satisfacer todos lo aspectos a considerar a la hora de emprender titánica

tarea.

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