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CIENCIA
TÉCNICA
Y CAPITAL
H. BLUME
EDICIONES
Rosario, 17 – Madrid-5
1
Traducción: María Teresa Martínez
Miguel Pellicer
2
PRINCIPALES ABREVIATURAS UTILIZADAS EN ESTA OBRA
3
4
PRESENTACIÓN
JOAN SENENT-JOSA
8
ÍNDICE
PRESENTACIÓN ....................................................................................... 6
Primer Ensayo
CAPITAL, TÉCNICA Y CIENCIA
2. En las fuentes de Richta: algunos textos de Marx. Una crítica del con-
cepto de RCT ........................................................................................... 43
2.1. Sobre la transformación del proceso de trabajo en proce-
so científico: proceso de trabajo y proceso de valorización del
capital ............................................................................................... 43
2.2. La "revolución" de los complejos automáticos de
máquinas ......................................................................................... 49
Segundo Ensayo
FÁBRICAS Y UNIVERSIDADES DE FABRICA EN CHINA DES-
PUÉS DE LA REVOLUCIÓN CULTURAL
11
1. El contexto teórico y político: el estudio del "derecho burgués" . 191
1. La actual campaña de estudio de la dictadura del proletariado ........... 191
2. La persistencia del "derecho burgués" en la sociedad socialista y sus
efectos .................................................................................................... 194
3. Discusión con "obreros técnicos"de Shangai.................................... 201
12
EL ACTUAL MOMENTO DE LA CRÍTICA DEL
DESARROLLO CIENTIFICO-TECNICO
gue: “Soy de los que piensan con nobel que la humanidad sacará más
bien que mal de los nuevos descubrimientos.”
4 Esta corriente es constante de A. Smith a G. Friedmann.
14
la cual el desarrollo científico-técnico se lleva a cabo; una serie de
nuevos problemas han surgido: desarrollo desigual de las diferentes
disciplinas, legitimidad de los límites entre ciencias afines, desigual
desarrollo tecnológico para niveles similares de elaboración de los
diferentes cuerpos teóricos, carácter esotérico e hiperformalizado de
las proposiciones y del razonamiento científico, etc.
Simultáneamente se refuerza el interrogante, no sólo sobre la uti-
lización social, sino también sobre la explotación ideológica, en sen-
tido amplio, de las teorías científicas y de los científicos mismos en
debates cuyo contenido político es manifiesto. Tal es el caso del viejo
debate sobre el materialismo que resurge, como una serpiente de
mar, con cada descubrimiento científico de alguna importancia.
Este resurgimiento y este nuevo planteamiento, así como la refle-
xión del larguísimo período que ha tenido que transcurrir hasta su
formulación, es para nosotros incomprensible sin recurrir a un re-
sumen —aunque sea breve y esquemático de las críticas formula-
das desde el marxismo.
Desde Marx, y hasta una época reciente, se ha mantenido, sobre
todo partiendo de la crítica de la economía política la estrecha relación
entre capital, maquinismo y división del trabajo (la eterna 4.a sección
del Libro I cien veces reproducida, debidamente reducida a sus "pá-
ginas esenciales"). Es decir, resumiendo, que se ha retenido sobre to-
do las tesis llamadas del "trabajador alienado" por la ciencia y la téc-
nica.
Sobre la ciencia propiamente dicha —a pesar de los desarrollos que
impregnan toda su obra, a pesar de Materialismo y Empiriocriticismo de
Lenin— poca cosa. Prácticamente nada. Hasta lo que Althusser y al-
gunos otros han mostrado —desde el lado de la filosofía— sólo lo
que Marx contenía ya de una teoría materialista de la producción de
conocimientos5. Este silencio del pensamiento marxista no se explica
sino en función de dos acontecimientos que han tenido lugar en el
marxismo.
1. El primero afecta a las formas y condiciones en las que después
de Lenin, se ha efectuado la continuación de la crítica.
5 Para una exposición detallada de este punto, ver S. Karsz, Théorie et Poli-
tique: Louis Althusser, Fayaid, 1974.
15
El lissenkismo, las lamentables tesis sobre el carácter burgués de la
genética mendeliana o de la teoría de los quantas —que constituyen
la segunda etapa de la crítica— son capaces de explicar la prudencia,
léase silencio, en la que la crítica marxista se ha encerrado. "Ciencia
burguesa/ciencia proletaria: alta bandera ondeando en el vacío" dice
Althusser en tono autocrítico. El problema es que, al arriar la bande-
ra, solo se ha dejado el vacío.
Sin embargo, el lissenkismo citado no es, a nuestro entender, capaz
por sí solo de explicar el vacío de la crítica marxista. Incluso supo-
niendo que el razonamiento sobre la ciencia se haya hecho imposible,
hay que explicar todavía el silencio sobre la técnica, crítica que, más
próxima al "proceso real" de producción, habría debido desarrollarse
con anterioridad. Nos parece que la razón de este silencio hay que
buscarla en los principios y la política llevada a cabo en la Unión
Soviética para la edificación del socialismo, sobre todo durante el
período llamado estaliniano.
2. La construcción del socialismo por etapas: en primer lugar las
bases materiales, a continuación las "superestructuras", contenía en
germen la idea de un núcleo compacto, racional, de la industrialización
(sea socialista o capitalista). Este núcleo compacto es el formado por
un complejo coherente de máquinas y de técnicas de producción del que
no se concebía que pudiera revestir formas diferentes. En un terreno
teórico como éste, la idea de poner en cuestión la "neutralidad" de la
técnica tenía, como es fácil comprender, muy pocas oportunidades
de desarrollarse6.
Si, pese a todo, puede adivinarse el perfil de un tercer movimiento
se debe, a nuestro entender, a que la Revolución Cultural China, y el
debate teórico que ha suscitado, permite, evitando las trampas del
lissenkismo, retomar, desplazándolas, las posiciones de partida de la
crítica y también por tanto, su objeto:
—Nunca más la catastrófica disyuntiva ciencia burguesa/ciencia
proletaria, sino dos problemas radicalmente diferentes y planteados
17
la de comienzos de los años 70, se ha transformado ya claramente. Es
evidente que este esfuerzo de crítica del desarrollo científico y técni-
co, llevado a partir de posiciones que, para simplificar, calificaremos
de "materialistas", está ya recubierto por una contracorriente que se
alimenta en las fuentes más seguras del oscurantismo, que se lee en
la prensa, la diaria y la otra, llamada especializada. No es otra cosa
que el Retorno de los Brujos, o de los horóscopos hechos con orde-
nadores... en los campos Eliseos.
Hay razones para esto. Y sólidas. No es casual que algunos de los
más prestigiosos físicos modernos hayan podido —monetizando su
Nobel— llegar a consejeros (muy) especializados del Pentágono. Artí-
fices o cómplices activos de la defoliación y del genocidio "científico"
de un pueblo de campesinos. Sin llegar hasta estos ejemplos extre-
mos —pero ¿lo son realmente? — hay que admitir, nos guste o no,
que toda nuestra vida cotidiana está "cientifizada" decidida fuera de
nosotros. Esto no es cierto solamente para el obrero —de la industria
química por ejemplo— que se encuentra a los 30 años con las manos
y los ojos abrasados por la manipulación constante de mezclas de las
que ignora todo; comienza a serlo para cada uno de nosotros.
De aquí nacen nuestros consumidores de alimentos macrobióticos
y, en el seno de los países más "desarrollados", la huida a esos paraí-
sos ecológico-naturales que han llegado a ser Ardéche o Lozére, tie-
rras de pobreza y de éxodo, promovidas ahora al rango de nuevas
Américas. Movimientos de defensa y que, ciertamente, manifiestan a
su manera un rechazo. Pero con ellos y en torno a ellos se organiza la
desconfianza. Desconfianza que rechaza todos los argumentos. Que
yerra más de una vez el blanco de sus iras. Que alimenta por tanto
—sin quererlo— la vuelta a cierto irracionalismo que sí sabe muy
bien adónde va. Y que siempre aparece mezclando con las fuerzas
políticas y económicas más retrógradas que están en el origen mismo
de las "barbaridades" que aquellos rechazan.
Tanto es así que L'Humanité ha decidido tener en 1974 su última
"fiesta" bajo el signo de la Ciencia misma y de su defensa. Dotada de
un stand permanente, no era el menor de los espectáculos ofrecidos
a la contemplación de los obreros llegados de los cuatro rincones de
Francia. Lo más triste del asunto es que esta vez el espectáculo se
daba en nombre del comunismo.
18
Se habrá comprendido adonde queríamos llegar. Si en las socie-
dades capitalistas desarrolladas, la crítica de las formas y modalida-
des que reviste la aplicación tecnológica de la ciencia debe proseguir,
no debe ya efectuarse desde cualquier punto de vista.
Por nuestra parte creemos que hay otras, y mejores, cosas que ha-
cer que —ante la contracorriente señalada— dedicarse a una defensa
pura y simple de la Ciencia y de los científicos. Hay que decidirse,
¡el siglo XIX ha muerto! Y el campo abierto por la "crisis" del ámbito
científico y por el cuestionamiento de una forma determinada de se-
paración entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, no debe ser
abandonado. Demasiados cambios —y de importancia primordial—
dependen de ello.
Si bien este libro se inscribe en un movimiento de reflexión de
cierta envergadura —y del que es preciso fijar los contornos—, se
propone objetivos limitados y bien determinados. Partiendo de la
economía política, tiene por objeto central los cambios tecnológicos
habidos, desde la Segunda Guerra Mundial, en la producción de
mercancías. Aún más, este trabajo querría ser una aportación, en el
sentido de que se dedica más a plantear problemas, a cuestionar la
llamada "revolución científico-técnica", que a aportar respuestas de-
finitivas, cerradas en ellas mismas.
Precisando más todavía, lo que nos proponemos analizar, es la
noción de técnica y de "progreso" técnico. Quién la produce, cuáles
son las condiciones de su incorporación a la producción de mercan-
cías, qué modificaciones reales —más allá de las verbales de las que
estamos saturados— introduce en el proceso de trabajo y en las con-
diciones de funcionamiento del modo capitalista de producción. Re-
sumiendo, este libro intenta analizar la técnica y la ciencia como un
proceso ligado al proceso de valorización del capital. Para lograr es-
to, las actividades de investigación y concepción son enfocadas a
partir del lugar que: ocupan en la división del trabajo. Hay que pre-
cisar que esto significa que, la técnica, más que la ciencia, será el obje-
to de este ensayo. De aquí el título "Capital, técnica y ciencia". La
"ciencia" no será tratada sino en la "forma" en que interviene en la
producción de mercancías: como aplicación tecnológica.
La tesis central de este libro es que la técnica, particularmente de
producción, lleva la impronta y la marca de las relaciones (capitalis-
19
tas) de producción en las que y bajo las que ha sido concebida. Que,
en este sentido, no es "neutra". Esta tesis conduce a una serie de con-
secuencias teóricas y prácticas que son enunciadas y examinadas.
El primer ensayo que compone este libro: "Capital, técnica y cien-
cia" consta de tres capítulos.
El primero está consagrado al análisis de las principales tesis rela-
tivas a la revolución científico-técnica y a su crítica. Este trabajo
constituye para nosotros una especie de punto de partida. Es válido,
sobre todo, en tanto que nos permitirá como "ejemplo negativo" po-
dríamos decir— obtener los medios para proseguir nuestra investi-
gación sobre otras bases, diferentes de las que predominan en púdi-
camente todos los estudios dedicados al análisis de las modificacio-
nes introducidas por las modernas técnicas en la producción de mer-
cancías.
El segundo capítulo intenta examinar las actividades de investiga-
ción y concepción desde el punto de vista del lugar que ocupan en la
división capitalista del trabajo. Se dedica a localizar quién produce
los conocimientos científicos y técnicos y en qué condiciones, formu-
lando la hipótesis de que esta investigación puede permitir que estas
actividades aparezcan bajo un nuevo aspecto.
El tercer capítulo se dedica a enunciar ciertas condiciones que, en
el curso de su valorización, pone el capital a la incorporación de las
técnicas "disponibles".
El segundo ensayo "Fábricas y universidades de fábrica en China
después de la revolución cultural" ha sido redactado a continuación
de una estancia en la República Popular China. Consagrado al análi-
sis de la formación de técnicos y al lugar que ocupan en la división
del trabajo en el seno de las unidades industriales de producción, vie-
ne de alguna forma a precisar "plenamente" algunas de las cuestio-
nes surgidas y planteadas en el primer texto.
Una última precisión: en lo esencial, el primer ensayo presentado
en este libro fue terminado en 1972. Para la presente edición he efec-
tuado algunos retoques y ampliaciones.
Finalmente, querría expresar mi agradecimiento a todos los profe-
sores y amigos que me han ayudado a lo largo de este trabajo.
20
PRIMER ENSAYO
21
22
1. LA REVOLUCIÓN CIENTIFICO-TECNICA.
CRITICA DE UN CONCEPTO.
1. Lo esencial de la RCT
26
máquina herramienta que ha descompuesto y asumido las operacio-
nes de la mano del hombre, la máquina motriz que libera al hombre
del arrastre, la transmisión mecánica; he aquí lo esencial de los ele-
mentos y etapas del nacimiento del principio mecánico" (pág. 25/3
subrayado por el autor R.R.)
Con la RCT —se ha dicho— se instaura nada menos que una "es-
tructura y una dinámica nuevas de las fuerzas productivas de la vida
del hombre" (pág. 27/4). "Estructura y dinámica nuevas de las fuer-
zas productivas": ¿De qué se trata?
27
lación existente entre medio y objeto14. Esta es la "interacción" que,
según Richta, realiza una nueva "síntesis".
Por lo que respecta a la "gran producción industrial en masa", ba-
se lunch mental de la RI, parece claro815que se transforma simple-
mente en "gran producción automática en masa".
"Factor humano”
“Factor humano "
"
Más allá de estas transformaciones, y más importante que ellas, co
está lo que, para Richta, constituye el fondo de la cuestión: a la vez m
p
origen de estas transformaciones y principio de donde proceden: el l
nuevo papel de la ciencia. e
j
a
1.2. Tesis núm. 2: La esencia de la RCT, el nuevo papel de la ciencia s"
30 d
e
i
Se trata ahora de considerar un tema que impregna la casi totali-
dad de la obra y es probablemente la tesis central de Richta. Lo que
sostiene todo el edificio de la RCT. Ciertamente, Richta no es el úni-
co, en los años 60, en destacar el nuevo papel de la ciencia. Propia-
mente hablando, en nada es un "innovador"; donde hay que buscar
el interés de su obra es en la reconstrucción de conjunto a la que pro-
cede. Lo que nos interesa aquí es comprender la forma específica en
la que, en el marco del edificio general de la RCT, enfoca el nuevo
papel de la ciencia. Poner en evidencia la concepción de la ciencia y
del desarrollo científico-técnico a la que, de forma explícita o implí-
cita, hace referencia; nos será muy útil en lo sucesivo para apreciar el
conjunto de resultados a los que llega.
Se puede explicitar esta tesis reduciéndola a dos elementos prin-
cipales perfectamente solidarios y que únicamente vamos a separar
para mayor claridad en la exposición— que son.
17 Sin que, por otra parte, se precise con suficiente cuidado lo que se en-
tiende -en las diferentes concepciones- por FP y FP "directa".
31
la preparación sintética de cuerpos o compuestos nuevos), de la
producción de nuevos valores de uso.
—Que la ciencia extiende su ámbito de aplicación a sectores producti-
vos cada vez más numerosos y contribuye a crear otros nuevos,
acortando permanentemente el plazo entre la invención y su incor-
poración al proceso productivo.
Porque esto no es, ni ha sido nunca, puesto en duda por nadie que
se preocupe de analizar los efectos económicos de la ciencia moder-
na. Lo que quiere decir Richta es otra cosa. Puede expresarse con
una palabra, que es a su vez un "juego" de palabras: la ciencia es una
fuerza productiva "directa" en el sentido de que, con la RCT, domina
"directamente" el mundo de la industria. Le impone, dice Richta, su
"lógica" y su "métrica" propias (pág. 25/7). "Coloca al conjunto del
proceso de producción, de principio a fin, sobre una base racional de
ecuaciones y algoritmos" (pág. 37/18). Estructura y reestructura bajo
su autoridad, según su propia racionalidad (se trata de la palabra
clave a partir de la cual se organiza la reconstrucción de conjunto de
Richta; volveremos sobre ello), los diferentes procesos de trabajo y
sus articulaciones específicas. Su área de aplicación es "universal"...
"La industria en su conjunto pasa a ser la aplicación tecnológica de
la ciencia..." (pág. 37/18).
De esta forma, las relaciones entre ciencia e industria son concebi-
das sin contradicciones, como un juego entre secciones ("científicas"
e "industrial") de un gran laboratorio único en el que las realizacio-
nes se fecundan mutuamente: "Nuevos aspectos de la ciencia entran
en juego y asumen directamente una función productiva18 (...). A la
inversa, nuevos sectores se transforman sin cesar en ciencias expe-
rimentales" (pág. 38/19)
32
fuerza productiva directa, sino también la fuerza productiva decisi-
va: de ahora en adelante, de ella "depende el crecimiento de la rique-
za"... y el renacer del hombre: "La ciencia pasa a ser, cada vez más,
la fuerza productiva central de la sociedad y prácticamente el "fac-
tor decisivo" del desarrollo de las FP" (pág. 43-44).
36
ficaremos de "versión maximalista" de los efectos de la RCT. La ver-
sión más corriente, y dominante, en las tesis relativas al capitalismo
monopolista de Estado "es la de que, en el "momento actual" (la Fran-
cia de 1974) se caracteriza por "los comienzos de la RCT en una so-
ciedad que es, todavía (nótese, ¡todavía!), una sociedad clasista23.
Hagamos algunas consideraciones sobre estas tesis, porque, con
esta formulación—"francesa"—más "ajustada", la RCT tiene todavía
mayor vigencia.
p. 83).
"Desarrollo integral de la personalidad", exaltación de las fuerzas producti-
vas, RCT, estamos sin duda ante las categorías centrales de Richta. Al-
thusser prosigue:
"Pero entonces, ¿se puede comparar? Si. Y descubrir lo que antes y des-
pués permite identificar el binomio ideológico economicismo/humanismo
y sus prácticas: el escamotear las relaciones de producción y la lucha de clases
(subrayado por el autor L.A.). Se notará que este escamoteo de las relaciones
de producción es también lo que caracteriza la concepción de Richta del
desarrollo científico-técnico y lo que le permite diagnosticar una nueva
"Revolución".
42
—Algunas indicaciones sobre los procedimientos por los que el
capital transforma el proceso de trabajo para imprimirle los caracte-
res adecuados a sus propios objetivos.
Veremos entonces claramente que lo que Richta llama cientifiza-
ción del proceso de trabajo es un proceso captado y señalado por
Marx, pero que ocupa en El Capital un lugar completamente diferen-
te del que Richta pretende darle.
a. La sumisión formal.
b. La sumisión real
49
Sin embargo —y este es un punto fundamental— al tiempo que
enuncia estas proposiciones, Marx señala su límite de validez en el mo-
do de producción capitalista, afirmando en primer lugar y de forma
concisa:
"Incluso si la maquinaria es la forma más adecuada del valor de uso del
capital fijo, de ninguna forma se sigue de ello que su subordinación a
las relaciones sociales capitalista represente el modo de producción más
adecuado y mejor para su utilización" (ibíd., p. 215).
En este texto, Marx proporciona una de las claves esenciales para
interpretar las cuestiones teóricas que subyacen en el debate sobre
los complejos automáticos de máquinas, poniendo en guardia contra
una confusión: en efecto, es necesario ver que la potencia productiva
(la fuerza productiva) de un complejo automático de máquinas no
es lo que garantiza su incorporación al proceso de producción de
mercancías. Lo que Marx introduce aquí es la distinción entre (a) va-
lor de uso de un medio de producción, es decir sus propiedades técni-
cas (como por ejemplo su capacidad de efectuar cálculos, operaciones
de control,...etc.), y (b) las condiciones en las que, mejorando la pro-
ductivas del trabajo (vivo), contribuye a reducir el tiempo necesario
en beneficio del trabajo adicional. Pero esto no es una cuestión técni-
ca, es, ante todo y sobre todo, una cuestión de relaciones sociales de pro-
ducción.
Resulta de ello que, cualquiera que sea el valor de uso de un medio
de producción determinado (su nivel de perfección técnica, la calidad
de sus prestaciones, medida, por ejemplo, por tests— y desde este
punto de vista nadie duda de que el complejo automático de máqui-
nas no sea "la forma más adecuada"), no es lo que determina —si to-
do lo demás permanece invariable— su incorporación a la produc-
ción. Esta incorporación no tendrá lugar —siempre que lo demás no
varíe— salvo que permita aumentar el tiempo de trabajo adicional. So-
bre este punto, Marx es perfectamente claro:
"El capital no utiliza máquinas salvo en la medida en que permiten
al obrero dedicarle una mayor parte de su tiempo... Gracias a ellas,
el tiempo necesario para producir un objeto determinado se reduce,
efectivamente, al mínimo, pero esto es únicamente para que un má-
ximo de trabajo valorice un máximo de objeto" (Grundrisse, p, 217).
La contradicción es aquí la siguiente:
50
• Por una parte, el capital tiende a reducir al mínimo el trabajo
vivo, incluso a suprimirlo —en ciertas partes de la producción en
continuo— (piénsese en el sueño dorado del capital: mercancías que
son producidas sin obreros, ¡y por tanto sin salario y sin huelgas!).
• Pero, por otra parte, "pretende medir las gigantescas fuerzas
sociales, así creadas, con el patrón del tiempo de trabajo y encerrar-
las en los estrechos límites necesarios para el mantenimiento, en tan-
to que valor, del valor ya producido..." (Grundrisse, p. 229).
Esto sucede en tanto que "el capital es una contradicción en proce-
so: por una parte impulsa la reducción del tiempo de trabajo y, por
otra, impulsa el tiempo de trabajo como la única fuente y la única
medida de la riqueza" (ibíd., p. 222).31
El capital no tiene como finalidad la producción de valores de uso
sino de mercancías que incorporen fracciones de trabajo social que
deben ser validadas32 en el cambio.
Así pues, y para concluir, demos la palabra a Marx: "Todo esto
muestra lo absurdo de Lauderdale cuando ve en el capital fijo (los
complejos automáticos de máquinas de Richta) una fuente autónoma
de valor, independiente del tiempo de trabajo" (Lauderdale era un eco-
nomista contemporáneo de Marx).
Marx precisa también: "Solo es fuente en la medida en que ella
misma es trabajo objetivado, y aumenta el tiempo de trabajo adicio-
nal" (ibíd., p. 218). Vemos como, poniendo las cosas en su sitio, nos
lleva muy lejos de la RCT y aclara singularmente el juego de Richta33
35 Señalemos de pasada -y de una vez por todas- que en este texto toma-
mos las expresiones "desarrollo científico-técnico" y "aplicación tecnológi-
ca de la ciencia" como equivalentes. Aunque, hablando con propiedad,
solo nos referiremos a la parte del desarrollo científico-técnico que da lu-
gar a aplicaciones en la producción. Lo que autoriza esta asimilación es el
uso que de ella hace el mismo Richta: así el hecho de que, por sus pará-
metros "económicos" la RCT se defina como una "revolución". No puede
haber error en este punto: La Civilización en la encrucijada no es un ensayo
de historia de la ciencia (y de la técnica); lo que en él se analiza es la rela-
ción "ciencia/industria". De ahí la equivalencia, provisional y limitada a
este texto, entre "desarrollo científico técnico" y "aplicación tecnológica de
la ciencia"
54
cuyo motor es el proceso de valorización y autovalorización del capi-
tal. Pero en ningún momento hace de esto un método para el análi-
sis de las condiciones del desarrollo de las diferentes formas y nive-
les del maquinismo y de la aplicación tecnológica de la ciencia. Su
referencia a las categorías de la "reproducción ampliada de capital"
es una simple clausula estilística, una especie de concesión a cierta
"ortodoxia" marxista. Está mucho más cercano de las páginas espe-
culativas de los Grundrisse (e incluso hace de ellas una lectura muy
"particular", como hemos visto) que de los textos acabados del Capi-
tal de los que se rodea. Sobre la IVa sección del Capital (en la que se
concentran las indicaciones más importantes de Marx sobre la apli-
cación tecnológica de la ciencia) querríamos decir ahora algo. De
aquí se desprenderán, por oposición, las limitaciones de Richta.
Sobre estas páginas de la IVa sección del Capital, podemos avanzar
—a título provisional, la cuestión será retomada posteriormente— la
siguiente tesis: una lectura, incluso rápida, de esta sección permite
inmediatamente la aparición de dos apartados, dos claves: dónde y
cómo analizar el desarrollo del maquinismo y su incorporación a la
producción. El capital, dice Marx en esencia, solo recurre al maqui-
nismo:
Con estos dos grandes apartados a los que corresponde (a) el aná-
lisis del proceso de explotación (lectura "económica" de la historia del
maquinismo) y (b) el análisis del proceso por el cual el capital ase-
gura su dominación (lectura "política" de la historia del maquinismo),
55
con estos dos grandes apartados, pues, —y con los conceptos que les
son propios— Marx proporciona los medios conceptuales necesarios
para emprender un análisis materialista del maquinismo y de la
aplicación tecnológica de la ciencia: análisis concebido como un pro-
ceso no cronológico, sino, si puede decirse así, "topológico" cuyas
grandes etapas son la cooperación simple, la manufactura, la gran
industria y la fábrica, hasta llegar a lo que Marx llama la fábrica
"plenamente desarrollada", que se basa —añadimos nosotros— en
los complejos automáticos de máquinas.
El paso de cada una de estas "formas" a otra se define por un cierto
estado de las contradicciones entre fuerza de trabajo y capital36.
Planteado esto, podemos volver a Richta y constatar que, razo-
nando al margen de cualquier relación social (no solo capitalista,
sino de una sociedad en transición) pueden construirse todos los
modelos y todos los "tipos puros" del mundo. Siempre, claro está,
que no se pretenda que esos "modelos"37 sean un análisis de las mu-
taciones que afectan al capitalismo contemporáneo, o a las socieda-
des en transición hacia el socialismo.
Así pues, lo que resulta cuando menos sospechoso es su concep-
ción global del desarrollo científico-técnico. Podemos, asimismo,
afirmar que las referencias que hace Richta a las "limitaciones" que
encuentra el desarrollo del maquinismo y la aplicación tecnológica
de la ciencia son puramente formales, vacías de contenido.
Gracias al escamoteo de las relaciones de producción que Althus-
ser (cf. p. 38) señala como el punto fundamental, la concepción del
desarrollo científico-técnico que prevalece en Richta oscila entre el
economicismo más pedrestre ("la causa por la que los sistemas "senso-
riales" y los "cerebros" automáticos sustituyen a los "hombres" es
que, desde el punto de vista técnico (!), son incomparablemente supe-
riores") y el idealismo más puro: "la ciencia desbroza su propio ca-
mino, independientemente..." (subrayado por él, Ed. du Seuil, p. 264)
(debiendo servir a la metafísica futura) es la ocupación más inútil que hay! "
56
Su tesis sobre la incidencia de las relaciones sociales (no sólo sobre
el desarrollo científico-técnico, sino también sobre la técnica misma),
es perfectamente coherente con sus proposiciones. La técnica es neu-
tra con relación a las relaciones de producción. "Si designamos por el
término técnica el conjunto de máquinas (y nada más...), la base téc-
nica aparecerá como inmediatamente independiente, indiferente al sis-
tema social y a la inversa" (p. 45-46/30); con esto, se coloca más atrás
que las ideologías liberales, que preconizan la puesta a punto de téc-
nicas que permitan un trabajo "enriquecido", más "humano", etc.
65
2. LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN DE
LA TÉCNICA Y DE LA CIENCIA
44 Op. cit. p. 7.
68
averiguar las posibles aplicaciones de los resultados de una investi-
gación básica (investigación de aplicaciones), bien para encontrar
nuevas soluciones que permitan alcanzar un objetivo determinado,
seleccionado con anterioridad, con vistas a satisfacer una necesidad
de la humanidad. Los resultados de una investigación aplicada con-
sisten en un tipo de producto, operación o método, utilizable al me-
nos en algunos casos. Cuando son comercializables, son mantenidos en
secreto y dan lugar al registro de su patente"45.
Destaquemos también este punto, simétrico del precedente.
Hemos visto lo que se entiende por trabajo de investigación. Con-
viene ahora precisar que en las modernas condiciones de división del
trabajo— lo más normal, incluso con los resultados de la investiga-
ción aplicada, es que no puedan llegar a integrarse, tal cual, a la
producción de mercancías.
Esta parte del trabajo social, que se inscribe en la ampliación de
los trabajos de investigación propiamente dichos, para hacerlos utili-
zables en la industria, se denomina trabajo de "investigación-
desarrollo". Así, siempre según el informe citado, la "ID" consiste en
toda:
"utilización de los resultados del trabajo de investigación para lle-
gar a la explotación de nuevos productos, dispositivos, sistemas y
procedimientos, o para mejorar los ya existentes. El desarrollo consis-
te en pasar del modelo de laboratorio, que muestra la validez de los
principios elegidos para un nuevo procedimiento industrial, al pro-
totipo industrial digno de ser reproducido para la venta"46.
45 Ibíd.
46 Se dan otras precisiones sobre lo que hay que entender por gastos de
ID:
"Son incluibles en el terreno del desarrollo:
1. La realización y pruebas del prototipo.
2. La construcción y utilización de instalaciones piloto.
3. Los estudios y proyectos" (ibíd., p. 8).
Por el contrario señalemos que, en la terminología de la DGRST: "No
forman parte del desarrollo:
1. El lanzamiento de la fabricación: creación de herramientas, puesta
en marcha de la fabricación, etc.
2. Los estudios de mercado..., el lanzamiento comercial..., etc. (ibíd., p. 8).
69
El conjunto de estas definiciones, está contenido en la introduc-
ción del documento citado. Las formula en una presentación de las
actividades de investigación que realiza bajo los epígrafes que a con-
tinuación reproducimos, tanto por ser característicos de este tipo de
documentos, como, sobre todo, porque proporcionan un buen punto
de partida para nuestra reflexión.
Actividades de I básica
Actividades de I aplicada
Actividades de I desarrollo
54 Ibíd.
75
esta resistencia"56. A continuación, veremos detalladamente cómo la
puesta a punto de las técnicas más "despóticas" que pueden conce-
birse (las establecidas por Taylor), tenía por objeto, ante todo y sobre
todo, combatir la resistencia obrera al trabajo asalariado, en un mo-
mento muy preciso de la relación de fuerza entre las clases. Aunque
sea un fenómeno poco estudiado57, la dificultad de los patronos para
hacer aceptar a los obreros la "disciplina de la fábrica" ha constitui-
do, sin duda alguna, el principal obstáculo encontrado por la nacien-
te burguesía en el curso de su desarrollo. Al término de una era que
se acaba y de un orden que busca, ante todo, su legitimación y las
formas más adecuadas para ejercer su dominación, es cuando nace
este "despotismo de fábrica" presentado hoy —¿por cuánto tiempo
todavía? — como un imperativo "técnico" de la producción "indus-
trial". En algunos decenios cobran importancia las figuras del hospi-
tal, asilo y casa de internamiento que, tras M. Foucault, es necesario
considerar como figurar de un mismo fenómeno: el llamado "Gran
Encierro".58 Este se fragua como la otra cara del trabajo forzoso, del
despotismo de la fábrica de que habla Marx.
En segundo lugar: para dar ocupación a las grandes masas de tra-
bajadores no cualificados, normalmente recién expropiados del
campo, el capital encuentra en la técnica un aliado seguro. Smith ya
expuso, a propósito de la manufactura de alfileres, todo lo que el
maquinismo aporta para favorecer el impulso productivo a gran es-
cala. Lo que el capital no puede realizar por el ejercicio físico de sus
funciones de dirección será puesto en manos del maquinismo. Cada
vez más, la herramienta se diversifica, para precisar solo un manejo
56Ibíd.
57 Sobre este tema hay algunas excepciones notables. Ver en particular
Sidney Pollard, The Génesis of Modern Management, Penguin Books, 1968.
Para las formas recientes de resistencia obrera ver Critique de la división du
travail, recopilación de A. Gorz, Ed. du Seuil, 1974.
58M. Foucault, Histoire de la Folie, Gallimard, 1966. Incluso si, para utilizar
77
"... cuando su capital crece, y con él la fuerza colectiva que explo-
ta, abandona su función de vigilancia inmediata... y la transfiere a
un grupo especial de asalariados. Desde el momento que se encuen-
tra al frente de un ejército industrial, precisa de oficiales (directores,
gerentes) y de suboficiales (vigilantes, inspectores, capataces) que,
durante el proceso de trabajo, ejercen su mando en nombre del capi-
tal"62.
Por tanto, en el segundo momento, se profundiza la división del
trabajo en el seno del trabajo intelectual. Con la necesidad de vigilar
el proceso de producción directo (vigilantes, capataces) y con el
desarrollo de las tareas de gestión (de suministros, de la fuerza de tra-
bajo y de mercancías) y de comercialización (realización de las mer-
cancías) se desarrollan los cuerpos de "oficiales" y "suboficiales" para
cubrir las tareas planteadas por la ejecución del nuevo proceso de
trabajo.
—El desarrollo de las actividades de investigación-desarrollo in-
terviene a un tercer nivel. El capitalista, para asegurar su reproduc-
ción como tal y la reproducción simple o ampliada de sus beneficios,
es obligado, poco a poco, a cuidar la renovación de sus equipos y
técnicas de producción63, so pena de ver su parte del mercado redu-
cida e, incluso, arrebatada por otros capitalistas más emprendedo-
res. Las actividades de "ID", vienen, pues, a plantearse "junto a"
otras actividades, separadas de ellas y reunidas con ellas por la autori-
dad del capitalista (o del "gerente" que actúa en su nombre) en una
"estrategia" capitalista del desarrollo.
Históricamente, solo muy lentamente toma cuerpo —en particular
en Francia— un aparato especialmente creado para la investigación
científico-técnica. Tenemos, así pues, a grandes rasgos, las principa-
les etapas de este desarrollo.
62 Ibíd.,
63 No nos ocupamos aquí de los procedimientos y formas por los cuales el
capital se apropia de las fuerzas científico-técnicas para utilizarlas como
medio para explotar el trabajo social con vistas a producir el máximo de
plusvalía. Examinaremos este punto posteriormente (cf. infra, 2.1). A este
nivel se trata solamente de destacar en qué momento y cómo se desarro-
llan las actividades de ID, y, por tanto, su lugar en la división capitalista
del trabajo.
78
Durante todo el período de la revolución industrial (o más exac-
tamente, durante las diferentes revoluciones industriales en los paí-
ses europeos) se establece cierta colaboración entre '"científicos"—
técnicos e "ingenieros"' sobre todo—e industriales. Asistimos así a la
proliferación de pequeñas "academias de ciencias" locales en todos
los grandes centros manufactureros; en ellas se trabaja en estrecha
relación con ligas y asociaciones patronales. Esta colaboración "hori-
zontal", descentralizada, jugará un papel muy importante en el auge
de la producción manufacturera. Es fundamental señalar que estos
"científicos" —con algunas excepciones— son aficionados más que
"profesionales de la investigación", tal y como los producirá el capi-
talismo desarrollado, a lo largo del siglo XX. Sin duda, en la flexibili-
dad de las relaciones entre estos "ingenieros-artesanos" y la burgue-
sía mercantil naciente, reside una de las razones del éxito de su em-
presa común. Pero, y esto es válido para Francia en particular, la ac-
tividad de estos artesanos-inventores será rápidamente confinada en
las grandes academias que la aristocracia pone de su parte a fin de
conservar un derecho de visado y control sobre el desarrollo manu-
facturero. La Real Academia de Ciencias, revervándose el monopo-
lio del registro y validación social de los inventos, va a aparecer
muy pronto —en parte como consecuencia de su connivencia con
los gremios— como una traba y un obstáculo insuperable a la libre
iniciativa de los comerciantes. De aquí, el asalto en toda regla llevado
contra ella por los revolucionarios de la década de 179064.
Solo tras la Revolución y el Primer Imperio aparecerán los prime-
ros embriones de un aparato para la investigación: creación del Insti-
tuto, del Museo de Historia Natural, del Observatorio, de la Escuela
Politécnica, de las Escuelas Centrales de Ciencias y Letras y, poste-
riormente, de la Escuela Práctica de Altos Estudios. Sin embargo, por
múltiples razones cuyo examen sobrepasa ampliamente los límites
de este trabajo, estas instituciones no permitieron el auge de un ver-
dadero aparato investigador. Señalemos, asimismo, que en lo relati-
vo a la química, hay que buscar en la Comuna la explicación de que,
a pesar del "avance" de Francia, no se desarrolle en laboratorios in-
64 Sobre este tema, ver la apasionante obra de R. Hahn, Anatomy ofa Scienti-
fic Academy, Cambridge.
79
dustriales. Tras el trauma de 1870, la burguesía se vio obligada a rea-
lizar ciertas formas de alianza de clase que asegurasen su poder. En
particular, la necesidad de aglutinar en torno a ella al conjunto del
campesinado para hacer el vacío en torno a la clase "comunera", le
llevó a bloquear el desarrollo de ciertas partes de la química —la de
colorantes en particular— que no podía llevarse a cabo salvo en detri-
mento de productos agrícolas y de las partes del campesinado que
vivían de', ellos. Otra configuración de las relaciones de clase, permi-
tirá a Liebig, formado en Francia (!), crear en Alemania los primeros
laboratorios de investigación industrial, asegurando así una "base"
científico-técnica que conseguirá una expansión casi continua en el
siglo XX. Se crea así la primera industria que funciona sobre una ba-
se científica. También ella adaptará, la primera, las formas de divi-
sión del trabajo que triunfan en los talleres, pero aplicándolas al traba-
jo de investigación.
En realidad, habrá que esperar al siglo XX —en Francia a la Se-
gunda Guerra Mundial— para que la investigación se constituya en
sector propio. Tendrá lugar, sobre todo, a partir de la "readaptación"
y reutilización, en la producción de mercancías, del gran número de
innovaciones que la guerra trae consigo. "Grandes programas" son
adoptados: energía (nuclear en particular), espacial, nuclear otra
vez, pero ahora en un programa militar para la creación de una
"fuerza estratégica", aeronáutica (Concorde-Airbus). Por lo demás,
los ministerios se rodean de oficinas o direcciones generales de inves-
tigación a las que —por medio de ayudas financieras y "contratos",
sobre todo— se dará la importancia requerida... por los imperativos
de la producción capitalista de tal o cual sector de la economía so-
cial65.
En esta etapa, el período de los artesanos-inventores ha desapare-
cido hace tiempo. La figura del "sabio" se encuentra también total-
mente trasnochada y no puede sobrevivir más allá de sus últimos
años "dorados", los de la entreguerra, que ven desarrollarse la revo-
lución de los quantas. De esta forma, el origen de la domesticación
68 Este tema se estudia más detalladamente, pero desde otro punto de vis-
ta - el del proceso de trabajo- en el subcapítulo 2.
69 Informe, en Recherches en vue d' une organisation plus humaine du travail
86
Mostrar, como lo hemos hecho en el capítulo precedente, que el
trabajo socialmente dividido conduce, en el MPC, a la separa-
ción de la actividad investigadora, es avanzar en la aclaración de
las condiciones en las que el MPC produce la técnica. Pero esto no es
sino un elemento que sólo adquiere toda su significación enmarcado
en un sistema concreto de contradicciones. Porque el capital, no sólo
separa las diferentes actividades, fracciones del trabajo social; se re-
serva también, controlando las diferentes partes del trabajo social, el
hacer funcionar el conjunto del proceso productivo en su beneficio.
Esto es lo que vamos a intentar mostrar ahora, examinando, en pri-
mer lugar, algunos de los procedimientos por los que el capital se
apropia del trabajo de investigación y de "investigación-desarrollo".
87
examen de los porcentajes de financiación por tipos de investiga-
ción, proporciona las siguientes indicaciones:
Si, en primer lugar, nos planteamos la parte de financiación que
proviene de fondos públicos o privados, se obtiene (para 1968):
Aeroespacial 27,6%
Electricidad y electrónica 16,9%
Química y farmacia 12,6%
Mecánica y automóvil 15%
Total de los 4 sectores 72,1 %
92
"dependencia tecnológica") las empresas pequeñas tienen una cifra81
mucho más importante que las grandes82.
Estas indicaciones deben, pues, ser tomadas con gran cuidado. Sin
embargo, testimonian cierto dinamismo de la pequeña y mediana
empresa ante la innovación, aunque no dispongan de los mismos
medios que las grandes. Este fenómeno de "Spin Off" en USA, (fe-
nómeno llamado "florecimiento" de "pequeñas empresas con alta
tecnología a partir de una potente firma-matriz o de un gran labora-
torio público o privado") no es, sin embargo, totalmente sorprenden-
te y puede tener varias explicaciones.
En efecto, si bien la empresa matriz tiene medios para innovar -o
al menos para producir ID— puede, al mismo tiempo, no interesarle
—por su naturaleza misma— incorporar a su producción la innova-
ción. En primer lugar, el volumen de sus inmovilizaciones en capital fijo
(equipamiento) exigido por las modernas condiciones de la gran
producción industrial, no puede ser constantemente transformado y
reconvertido. Es preciso, como mínimo, que haya transcurrido el
tiempo necesario para que la totalidad del valor que incorpora se
haya realizado y haya cubierto los gastos iníciales. Por ello, la gran
empresa no procederá a una modificación de su equipo {proceso téc-
nico y tecnológico de producción) salvo si estas modificaciones son in-
dispensables para su reproducción.
Por lo que se refiere a la fabricación de nuevos productos —entrañen
o no la preparación y utilización de técnicas nuevas— la gran empre-
sa sólo podrá proceder a la innovación a partir del momento en el que
el nuevo producto haya probado que es susceptible de tener un enorme mer-
cado, un mercado a medida de la gran empresa.
De igual forma, puesto que estos factores no pesan sobre ella, la
pequeña o mediana empresa, por la poca importancia de sus inmo-
vilizaciones y por su capacidad para satisfacer un mercado limitado,
intentará —mediante la innovación— abrirse un camino (un merca-
do) allí donde la gran empresa no pueda intervenir. Así se lleva a
81Hay que destacar, para matizar esto, que si para este último punto utili-
zamos cifras en valor absoluto, obtendremos una "dependencia” más im-
portante para las grandes empresas que para las pequeñas.
82M. de Felice, L 'Innovation technologique, op. cit., p. 45.
93
cabo una especie de reparto, de complementariedad83, ente la pequeña
y la gran empresa.
A esto se debe que P.A. Baran84 llegue a afirmar que las innovacio-
nes más importantes —más nuevas— salen de las pequeñas y me-
dianas empresas; las grandes no pueden, en un primer momento,
asumir el riesgo de una "novedad" excesiva. Existe, pues, "comple-
mentariedad". Pero solo estática, dado que dinámicamente las cosas
cambian.
Podríamos seguir enunciando problemas de este tipo; retengamos
solamente que la gran empresa, capaz de llevar a cabo la ID a gran
escala, no puede normalmente asumir los riesgos de una "novedad"
excesiva. Y que, paradójicamente, es la pequeña empresa, dado que
no puede encontrar un mercado salvo con productos muy particula-
rizados, la que asegura una gran parte de la innovación.
Resumiendo, podemos sacar de esta pequeña investigación dos
tipos de enseñanzas:
—En primer lugar', independientemente de lo que se viene diciendo
sobre la Revolución Científica, el extraordinario-desarrollo-de-las-
fuerzas-productivas-que-suscita..., etc., el análisis de los sectores
realmente productores y consumidores de técnica, muestra cómo so-
lamente 4 de ellos —es decir, casi 500 empresas han sido electiva-
mente transformadas por la tecnología de posguerra de forma real-
mente significativa.
—En segundo lugar: las grandes empresas, que cuentan con los
grandes centros de investigación técnica, no son forzosamente las
más innovadoras. Por razón de su dimensión, solo pueden recurrir a
la innovación cuando se dan condiciones particulares de rentabilidad.
De aquí —para no extendernos más— se deduce claramente que
no es posible aceptar las tesis sobre la RCT. Considerando las cosas
desde el punto de vista de su funcionamiento concreto, y en las rela-
ciones capitalistas de producción, destaca que, si bien el capitalismo
tiene una tendencia constante a revolucionar sin parar sus métodos y
técnicas de producción —lo que nadie pone en duda—, sólo lleva a
Afirmar, como lo hace Marx (cf. capítulo 1), que los medios y téc-
nicas de producción solo son incorporados "como medios del proce-
so de valorización del capital", no carece de implicaciones. Lo que
contiene "implícitamente" esta proposición, es la idea -totalmente
ajena a la economía política— de que los diferentes elementos del
proceso de trabajo no podrán revestir cualquier característica técnica.
En efecto, los diferentes elementos del proceso de trabajo —y parti-
cularmente los medios de producción—deben contribuir, ante todo,
95
a producir valores de usos sociales: para el cambio (mercancías). Las
características "técnicas" de los medios de producción deberán, por
tanto, ser concebidas, ante todo y sobre todo, en función de este he-
cho central en la producción capitalista de mercancías: la extorsión
de plusvalía.
La mejor ilustración de este punto de vista la proporciona, sin du-
da alguna, la puesta a punto de líneas de montaje, es decir de la cade-
na, por Ford, en los años veinte.
Por línea de montaje hay que entender también todos los dispositi-
vos técnicos, y el sistema complejo de máquinas, sin el cual no habría po-
dido surgir. El interés de tomar la cadena como "ejemplo", reside en
el hecho de que organiza, en torno a su movimiento, el trabajo de
varios millones de productores. ¡No se nos puede acusar de haber
elegido para nuestra demostración una técnica (o conjunto de técni-
cas) con un campo de aplicación pequeño! Finalmente, la última
ventaja que presenta "la cadena" es que, hasta un período reciente,
—que, por otra parte, no ha acabado (para convencerse de ello basta
consultar los trabajos del CNPF de 1974)— era presentada como exi-
gencia de un imperativo de la producción en serie, no como técnica es-
pecíficamente capitalista de obtención de trabajo adicional. Quere-
mos demostrar que, desde su nacimiento, responde, ante todo y sobre
todo, a la necesidad de permitir la mayor extracción posible de plus-
valía en un momento determinado de la correlación de fuerzas entre
capitalistas y asalariados. Por ello, constituye un punto clave para un
estudio económico y político de la historia del maquinismo.
Para presentar la cadena, demos en primer lugar la palabra al
mismo Ford. En Mi vida y mi obra, expone lo esencial de los princi-
pios básicos de la cadena. Bajo el título: "Las piezas van por delante
del obrero", escribe:
"No hay en los talleres ninguna pieza trabajada que no esté en mo-
vimiento. Unas colgadas por ganchos a cadenas que se dirigen al en-
samblaje en el orden exacto que tienen asignado. Otras marchan so-
bre una plataforma móvil, otras por su propio peso; pero el principio
general es que en el taller nada se mueve salvo las piezas. Los mate-
riales son llevados por vagonetas o por remolques accionados por
chasis Ford sin carrozar, que son lo bastante móviles y rápidos para
circular como se desee por todos los pasillos. Ningún obrero tiene nun-
96
ca nada que transportar ni que elevar, todas estas operaciones son objeto
de un servicio distinto, el servicio de transporte85".
Este texto expresa dos de las ideas esenciales que son origen y
fundamento de la "cadena de montaje", es decir, de la primera forma
en la que '"la cadena" hace su aparición, en la industria del automó-
vil, antes de extenderse y generalizarse a otras industrias. Estas dos
ideas son las siguientes:
2. Por una parte, poner a punto un sistema de máquinas cada vez más
complejas y perfeccionadas sin parar, de modo que, por otra, las ope-
raciones requeridas sean cada vez más simples y elementales y, por
tanto, puedan ser realizadas por trabajadores no cualificados.
En otro pasaje de Mi vida y mi obra, Ford ofrece una exposición de
la línea de montaje, casi metodológica, que permite poner en evi-
dencia otras características de la cadena. Escribe:
86Sobre este punto, ver H. Beyron, Working for Ford, Penguin Education,
Londres 1973, p. 1740.
99
binación de fuerzas físicas. Es un principio de orden social. Esto es
aplicable a la obra de Ford. No ha hecho ninguna invención ni des-
cubrimiento técnico, todo aquello de que se ha servido desde el pun-
to de vista mecánico era antiguo y bien conocido87. Solo su concepción
de la organización humana del trabajo era nueva"88.
Por nuestra parte —tras la descripción de las técnicas utilizadas
por Ford que hemos hecho— estaríamos tentados de decir que es
también "una combinación de fuerzas físicas", a condición de preci-
sar a continuación que, en este punto, coincidimos totalmente con
Drucker en que esta "combinación" va a traer consigo un principio
de orden social. Por esto, podemos afirmar, siempre siguiendo a Dru-
cker, qué lo que es claramente nuevo es "su concepción de la organi-
zación humana" cualquiera que sean las apariencias "técnicas" bajo las
cuales se presenta. Una última palabra para señalar que, en lo relati-
vo a esta "combinación" y a la mayor "eficacia" del trabajo que con-
lleva, hay que distinguir entre:
—lo que permite economizar gastos improductivos de fuerza de
trabajo, por ejemplo las numerosas tareas de mantenimiento realiza-
das ahora mecánicamente.
—y acrecentar el producto obtenido por intensificación del traba-
jo, es decir, en última instancia, por un incremento del gasto de
fuerza de trabajo.
Por supuestos, estos dos aspectos están en realidad perfectamente
unidos. Sin embargo, la distinción es —desde el punto de vista analí-
tico— útil e indispensable. Si, por ejemplo, suponemos que el tiempo
disponible para realizar una operación se amplia, en la medida en que
se "gana" tiempo por los transportadores automáticos, estamos cla-
ramente ante un fenómeno que podemos considerar como "progreso
técnico"89. Esta hipótesis es puramente formal; el conjunto del siste-
ma Ford no tiende a ampliar el tiempo disponible para una opera-
ción, sino al contrario, a reducirlo a los límites de lo soportable, e in-
100
cluso, en algunos casos, más allá.
Por todas estas razones, la caracterización que hace Drucker del
fordismo como principio de orden social nos parece particularmente
afinada y juiciosa: sin perderse en las exposiciones "técnicas" del for-
dismo, va a lo esencial y lo esencial es claramente "político". Político
en el sentido de que la cuestión central a la que Ford y el fordismo
dan respuesta es: ¿cuál es el tipo de organización "técnica" de la pro-
ducción que permite extraer el máximo de trabajo adicional en una
determinada correlación de fuerzas entre la clase obrera y la patro-
nal?
102
ciones" técnicas.
Surgen, de este modo, algunos argumentos que permiten rechazar
la tesis de la "neutralidad" de la técnica y de la neutralidad del producto de
la ID, la parte de su producto, al menos, que el capital incorpora a la
producción de mercancías, que es la que aquí nos interesa.
Las exigencias del proceso de valorización y las de la reproducción
de las relaciones de producción, actúan sobre el proceso de produc-
ción concreto —que es, sobre todo, un proceso del capital para la
producción de plusvalía— para favorecer la concepción de técnicas
adecuadas para la reproducción de un determinado "sistema de lu-
gares y funciones asignados a los diferentes agentes que concurren
en la producción" capitalista. Siendo este "sistema de lugares" espe-
cífico del MPC, la "técnica" que le sirve de base, y de "soporte" po-
dríamos decir también, no es neutra. Depende, ante todo, de las rela-
ciones capitalistas de producción.
103
un empresario"94. No está de más insistir en que este proceso de sepa-
ración solo reviste carácter masivo —y de principio podríamos decir—
en el MPC. Nada hay comparable (al menos a esta escala) en las so-
ciedades asiáticas o en la organización corporativa del trabajo. La es-
cisión solo se lleva a cabo porque es condición para la reproducción
del capital y de la producción capitalista de mercancías. Desde este
punto de vista, es inherente a la existencia del salario y de las con-
tradicciones de clase que entraña95.
106
carse "dos vías" y "dos líneas" en lo relativo al desarrollo de las fuer-
zas productivas: una vía capitalista y una vía socialista.
100 Bettelheim, notas a la lecturas del artículo "De la Chine ou des racines-
de la sinophilie occidentale" en Tel Quel núm. 48/49.
101 Bettelheim op. cit. p. 104, subrayado por el autor.
107
Marx, citado a menudo, cobra nuevo valor. Qué quiere decir Marx,
cuando afirma:
"Lo que distingue una época económica de otra, no es tanto lo que
se produce sino la forma de producir los medios de trabajo con los que se
produce. Los medios de trabajo son la medida del desarrollo del tra-
bajador e indican las relaciones sociales en las que trabaja"102.
No puede expresarse con mayor claridad la idea de que los medios
de trabajo llevan los rasgos y marcas de las relaciones sociales en las
que son concebidos y para las que funcionan. Creemos con A.D. Ma-
galine103 que conviene hablar de un proceso de materialización de las re-
laciones de producción en las fuerzas productivas. Y sacar de ello sus im-
plicaciones, tanto teóricas como políticas.
Teóricas: toda la "vieja" dialéctica del binomio "fuerzas producti-
vas/relaciones de producción", que concibe cada elemento como ex-
terior al otro, no es válida. Retornando —por un instante— el lengua-
je de las tesis relativas al capitalismo monopolista de Estado, no hay
que hablar de un "desbloqueo" de la RCT, tampoco de una "desvia-
ción" o de una "mala utilización" de la ciencia y de la técnica por el
capital.
La cuestión no es —no lo repetiremos nunca lo suficiente— una
mejor o peor utilización de las posibilidades de la ciencia y de la téc-
nica. La cuestión es comprender que el capital promueve un tipo de-
terminado de desarrollo y de socialización de las fuerzas productivas en
los que "entra como dirigente y jefe". Por ello, el conjunto del sistema
de las fuerzas productivas —tanto su configuración general como sus
aspectos particulares— revisten formas peculiares, capitalistas. Por
otra parte, decir que el capitalismo "frena" el desarrollo de las fuer-
zas productivas no es sostenible salvo al precio de una sólida casuís-
tica. Lo que, por el contrario, le caracteriza es más bien un fantástico
desarrollo de éstas. La verdadera y única cuestión es que, en él, las
fuerzas productivas son fuerzas productivas de y del capital. Polemizando
sobre la cantidad y la eficacia desde su mismo punto de vista, hay peligro
de caer en grandes desengaños.
Implicaciones políticas: remiten a dos series de problemas:
104El texto que sigue, debe mucho a un trabajo realizado en común con Robert
Linhart. Evidentamente asumo la responsabilidad de los puntos de vista ex-
puestos aquí.
109
donde Taylor, primero como obrero y luego como capataz, inicia sus
reflexiones y experimentos relativos a un nuevo método de direc-
ción de los talleres. Tres comunicaciones a la ASME105 marcan el
progreso de su pensamiento y, como veremos, dan pie a una refle-
xión —sumamente nutrida en su época— sobre las formas de remu-
neración del trabajo. En "Un nuevo sistema de pago del salario a des-
tajo" (1895) cambia poco a poco de terreno —es el único en hacerlo—
para en "Shop management" (1903) y "Principies of scientific mana-
gement" (1906) proponer una técnica revolucionaria en materia de
organización del trabajo. Revolucionaria en el sentido de que, a la vez,
va a cambiar la organización del proceso de trabajo, quebrar, pese a
su fuerte resistencia, el sindicalismo de los obreros cualificados ba-
sado en el oficio y transformar profundamente la composición técnica
de la clase obrera106 y a imponerle todos sus caracteres modernos: do-
minio del obrero-masa sin cualificar y del obrero de cadena.
La cuestión que —primero como capataz y luego como ingeniero
consultor en organización del trabajo— se plantea es la que todo el
capital se plantea107 y debate en cada sesión del ASME108: como elu-
dir, o mejor quebrar, lo que llaman "pérdida de tiempo" y que noso-
tros llamaremos por su nombre: la resistencia obrera al trabajo asala-
riado, de la que conviene decir primero unas palabras para com-
prender su amplitud y vivacidad:
1.1. La "pérdida de tiempo sistemática"
110
A ella se refiere el "Scientific management" como la cuestión clave
y el obstáculo fundamental que se opone a la expansión del capital.
No se trata solamente de una práctica sistemática de los obreros de la
industria, sino también, y ante todo, de una política sindical. Taylor se
esfuerza, en primer lugar, en averiguar las causas de su auge. En-
cuentra tres.
Todas las citas de Taylor están extraídas de F.W. Taylor, La Direction identifi-
109
que des entrepríses, Marabout, que recoge extractos de las principales obras de
Taylor, en abreviatura lo llamaremos DSE.
111
arriesga en su resistencia a la intensificación del trabajo, intentando
hacer fracasar su desgaste precoz.
—La tercera razón está relacionada con el salario, pero afecta esta
vez no a su carácter directo o indirecto, sino a su forma de cálculo y
fijación.
112
Como veremos, esta es la razón principal de la resistencia obrera y
según Taylor —que no se equivoca— no sólo favorece la "pérdida de
tiempo", sino que la hace posible y eficaz. Proviene de que
"... en todos los oficios, los obreros han adoptado los elementos de
su trabajo, observando los que se encontraban inmediatamente en
torno suyo; normalmente, existen numerosas formas de ejecutar un
mismo trabajo (N.B.): quizá 40, 50 ó 100 formas de llevar a cabo cada
operación constituyen el trabajo de una profesión; por esta misma
razón, existe una gran variedad de herramientas utilizadas en este
tipo de trabajo" (DSE pág. 46, 47).
Esta multiplicidad de prácticas y herramientas priva a los directo-
res del control, al menos en lo relativo a los tiempos. El obrero, dice
Taylor, puede hacer el trabajo "a su manera". En estas condiciones,
se concibe que todas las técnicas de dirección que le han precedido
hayan sido ampliamente ineficaces y que las juzgue severamente.
113
volumen de producción obtenido por cada obrero111.
De aquí la expresión de sistema de dirección por "iniciativa y es-
tímulos" por la que designa a esta técnica, queriendo significar con
ello que, en el fondo, su eficacia reposa sobre la buena voluntad (ini-
ciativa) obrera, lo que pone en evidencia su extrema vulnerabilidad.
Con este arcaísmo se propone Taylor romper y con él va a romper
realmente.
En el fondo, lo que se trata de conseguir es la supresión de cierta
clase de frenos, o mejor de desfases, que obstaculizan la expansión
del capital y su valorización. El modo de organización del trabajo,
que presenta aún la particularidad de basarse en el oficio, es decir, en
el saber y saber-hacer obrero, permite a la resistencia obrera desarrollarse
con eficacia. El "saber es para el obrero su bien más precioso" dice
Taylor y no se equivoca. En él reposa lo esencial de su correlación de
fuerzas frente al capital. Por tanto, de lo que se trata en el fondo es de
relación de fuerzas y de saber o, más precisamente, de relación de fuer-
zas en el saber. Con este problema tropieza el capital y Taylor lo abor-
da frontalmente.
Esto es lo que queremos demostrar. Pero antes veamos algunas
precisiones más sobre lo que no es el taylorismo, para comprender
mejor lo que es realmente.
114
lorismo se basa ampliamente en prácticas anteriores a él, consiste en
un replanteamiento y una sistematización de estas prácticas, sistemati-
zación que está en la base de su especificidad.
Principio núm. 1
"Los miembros de la dirección ponen a punto la ciencia de ejecu-
tar cada elemento de trabajo en sustitución de los antiguos métodos
empíricos".
De esta forma, se afirma no solo la separación entre el trabajo de
concepción y el de ejecución, sino también la descomposición de la
ejecución en sus elementos limpies. Todo este proceso permite a la
"dirección" hacerse con el control de la organización del trabajo.
Principio núm. 2
"Seleccionan de manera científica sus obreros y los entrenan: ...,
mientras que en el pasado cada obrero elegía su trabajo y se preparaba él
mismo lo mejor que podrir'.
En principio pues, se instaura la selección. La sicología industrial
y la sicotécnica pasarán a ocupar un lugar que marcará durante mu-
cho tiempo sus posteriores desarrollos.112
Principio núm. 3
112Sobre las funciones asumidas por los sico-técnicos y sobre la crisis política
por la que atraviesan, ver sobre todo M. de Montmollin, Les psychopitres, P.U.F.
1973.
118
Extiende el control del producto al proceso de trabajo y a los traba-
jadores. La dirección "colabora cordialmente con los obreros con vis-
tas a asegurarse de que el trabajo se ejecuta conforme a los principios de la
ciencia que ha sido creada".
Control de niveles y en cascada, ya que los controladores mismos
deben ser controlados —cualquier antagonismo es violento— por
servicios encargados del “súper control", como los que el mismo
Taylor introducirá en una fábrica de cojinetes en la que pondrá en
funcionamiento los principios de su dirección "científica" (DSE).
Principio núm. 4
Este principio, el más importante, afirma la necesidad de que la
dirección retome el saber.
"El trabajo y la responsabilidad del trabajo se dividen de forma
casi igual cutre los miembros de la dirección... mientras que en el pa-
sado todo el trabajo y la mayor parte de la responsabilidad que im-
plica, incumbía a los obreros"
El "casi igual" es por sí solo todo un programa. "Un miembro de la
dirección por tres obreros" (DSE, p. 89) he aquí la proporción que
Taylor preconiza. Ciertamente, quedará a los obreros un gran núme-
ro de tareas. Pero "el trabajo de cada obrero está totalmente previsto
al menos con un día de antelación" y "cada obrero recibe, en la ma-
yor parte de los casos, instrucciones escritas completas...., especifi-
cando...
Lo que debe hacer
Cómo debe hacerlo
El tiempo concedido para hacerlo (DSE, p. 94)
120
desarrollo de las herramientas (un conjunto de medios de trabajo), si
no como obstáculo propiamente dicho solo en algunos casos lo se-
rá—, sí, al menos, como inadecuado para su objetivo. El taylorismo
va a transformarlas herramientas que encuentra, al menos, en dos
aspectos que son:
—la selección de la herramienta existente y la promulgación de
reglas para el diseño de herramientas futuras
—la estandarización y uniformizaron de los medios de trabajo por
rama e inter-ramas.
Examinemos estos dos puntos antes de realizar algunas observa-
ciones generales sobre la relación entre maquinismo y taylorismo.
115
Las técnicas taylorianas de medida de tiempos y movimientos son desarrolladas
por la OCT, que creará las tablas MTM (metros, tiempos, movimientos) que indi-
can, para cada puesto, el tiempo requerido, así como la forma en que puede rea-
lizar en el mismo tiempo varias actividades simultáneamente.
121
operatorio y confiar su ejecución a cualquier trabajador116.
Lo que interesa destacar aquí es que no se trata de "one best day"
cualquiera. Se trata de "la única mejor forma" desde el punto de vista
del capital, y, por tanto, de la que permita la máxima extracción de
plusvalía, siempre que se asegure la dominación del capital —y su
control absoluto— sobre el proceso de trabajo. Por lo demás, la dis-
tinción que se introduce aquí es puramente analítica.
El capital se asegura al control del proceso de trabajo, del que
quiere maximizar la extracción de plusvalía, desde el punto de vista
del proceso real. Es pues, con este doble criterio como se determina
la mejor forma de actuar, la que el capital —en cada caso concreto—
retiene. En suma, se trata de un simple problema "de optimización
con restricciones". Y la herramienta es analizada como una de las varia-
bles de la función a optimizar. La herramienta es variable, al menos,
en un doble sentido:
—ante todo, 'porque no está estandarizada y porque en cada ofi-
cio, dejando aparte las más sencillas con las que nos encontramos
permanentemente, no se utilizan las mismas herramientas117,
—en segundo lugar porque, en cualquier caso, es modificable.
Así, la "dirección científica" aplicada por uno de sus discípulos, al
que Taylor gustaba citar, a la construcción de paredes de ladrillo (en
el ramo de la construcción), la resume el mismo Taylor en tres prin-
cipios:
—"Ha enseñado a los albañiles a ejecutar movimientos simultáneos
con las dos manos
—ha suprimido totalmente ciertos movimientos,
—ha seleccionado herramientas sencillas "(DSE, pág. 158).
A decir verdad, esta simple yuxtaposición de tres principios no
explica, la realidad del proceso. Ha podido suprimir algunos movi-
mientos gracias a la aparición de nuevos medios (un nuevo tipo de
116
Ford y su cadena llevarán este proceso todavía más lejos. En Ma vie et mon oeu-
vre, Ford se jacta de que más del 30% de las tareas requeridas por su proceso de
trabajo pueden ser realizadas por mutilados (ciegos, mancos, personas sin piernas,
etc.). Tras la guerra de 1914 esta observación toma todo su sentido.
117 Así, Taylor, al contar la experiencia de organización del trabajo que intentó
en el "apaleo", explica que el primer obstáculo con el que tropezó es que cada
obrero (o casi) utilizaba un tipo de pala diferente (DSE).
122
cemento y un andamiaje móvil y regulable). Más todavía, precisa-
mente para suprimir estos movimientos, ha tenido que introdu-
cir nuevas herramientas.
Vamos pues, a partir de este ejemplo concreto, como el taylorismo
procede al desarrollo de cierto tipo de herramientas. Herramientas cu-
yas características son inducidas y exigidas por el análisis de tiem-
pos y movimientos y, en general, por el imperativo del control del
proceso de trabajo por el capital. Taylor afirma esto muy explícita-
mente cuando enuncia claramente los principios que deben aplicar-
se al tratamiento de las herramientas. En efecto, la DC exige (citamos
textualmente):
"1. que se proceda a un estudio profundo de cada tipo de herramienta
de las utilizadas empíricamente,
"2. que se determine mediante el estudio de tiempos, la velocidad de
empleo de cada una de ellas,
3. que los aspectos interesantes de cada una de estas herramientas
sean reunidos en una nueva, normalizada, que permita al obrero tra-
bajar más rápido y con mayor facilidad que antes,
4. esta herramienta debe ser adoptada ahora en lugar de las anti-
guas; su empleo ha de ser mantenido hasta que sea superada por
otra que, tras el estudio de tiempos y movimientos, se muestre todavía
mejor" (DSE, pág. 282).
No se puede ser más claro. Retomemos las proposiciones de Tay-
lor para examinarlas de cerca:
1. Se estudia el diseño, es decir, las características técnicas o, si se
prefiere, el valor de su uso como medio de trabajo de cada herramienta
tal y como ha sido legada por la tradición.
2. Sin embargo, el criterio de selección mantenido no es su valor de
uso como medio de trabajo en general, es su "rapidez de empleo" ob-
tenida por el "estudio de tiempos". El criterio mantenido es su valor
como medio de producción del capital (y de capital). Lo que marca la
diferencia entre los diversos tipos de herramientas disponibles es su
empleo capitalista, cualquiera que sea su valor de uso como medio de
trabajo118.
118
En el prólogo a la Introducción a la crítica de la economía política, Marx desarrolla
esta idea con mucha mayor nitidez. Introduce la distinción -fundamental, a
123
1. Finalmente, aunque quizás sea lo principal, todo esto no es sino
una fase preliminar a la puesta a punto de nuevas herramientas que
combinen las mejores características —desde el punto de vista de su
empleo capitalista, en relaciones de producción específicas— de las
diferentes herramientas disponibles. Este movimiento es concebido
globalmente como un proceso ininterrumpido: "Esta herramienta se
introduce... hasta que sea superada", proceso cuyo ritmo viene mar-
cado siempre por el mismo principio "tras el estudio de tiempos y
movimientos", que es el requerido por la organización de la domi-
nación del capital sobre el trabajo asalariado. Nunca insistiremos
bastante sobre la debilidad en la tradición marxista —por no hablar
de las tradiciones no marxistas— de una lectura política de la historia
de la técnica y de su incorporación al proceso de trabajo. Esta lectura
"política" no anula una lectura "económica" (historia de la técnica
como historia de la economía de trabajo vivo), sino que deben arti-
cularse.
Por su parte el taylorismo muestra claramente cómo se sitúa en la
encrucijada de la economía y de la política en todo lo relativo a su
análisis de las herramientas. Y de forma muy explícita. Está en la ba-
se de un movimiento que es un proceso de innovación y renovación de
la herramienta existente. Conviene decir también que no promueve
un tipo de proceso cualquiera, y que no tiene como efecto la puesta
a punto de cualquier tipo de herramientas. Podemos caracterizar
muy esquemáticamente este proceso diciendo:
1. Su fundamento es la separación entre el trabajo de concepción y
el de ejecución. Las herramientas son seleccionadas por parte de la di-
nuestro entender, para llevar a cabo una lectura de la historia del maquinismo
en el MPC- entre valor de uso de un medio de producción cualquiera y su uso
como medio de producción de capital. Afirma que cualquiera que sea el valor de uso
de un medio de producción, no es éste el que garantiza su empleo en las relacio-
nes sociales capitalistas. Así, a propósito de lo que él llama "maquinaria" (es de-
cir, los complejos automáticos de máquinas) escribe (cf. capítulo 1): "Incluso si
la maquinaria es la forma más adecuada del valor de uso del capital fijo, de ninguna
forma se desprende de ello que su subordinación a las relaciones sociales capita-
listas sea el mejor modo para su utilización". Creemos que esto es precisamente lo
que Taylor va a "descubrir". No es el valor de uso de la herramienta como tal lo
que debe servir de guía, sino su empleo, bajo el criterio de tiempos y movimien-
tos.
124
rección. Ciertamente, partiendo de la herramienta existente heredada
de los oficios, pero retomada de tal forma —en los departamentos
de preparación de herramientas— que excluye de la concepción a los
obreros, su saber y su iniciativa. Esta forma de apropiación del saber
obrero ("coagulado" en las herramientas) y su replanteamiento a la
luz del desarrollo contemporáneo del taylorismo por la mecánica, la
física y la química es también una forma de exclusión de los trabajado-
res directos.
Sobre el hecho de que esta exclusión se hace necesaria, no solo por
razones "técnicas" (tales como: los departamentos de preparación de
herramientas son más eficaces, etc.), sino también por razones políti-
cas que afectan a la naturaleza de las relaciones de producción en el asa-
lariado, Taylor es perfectamente claro puesto que afirma: "Incluso si
el obrero pudiese determinar reglas científicas119 para ejecutar un
trabajo de forma no empírica, estaría interesado en guardar sus descu-
brimientos para él a fin de producir más que los otros obreros y, por
tanto, ganar un salario más elevado" (DSE, pág. 185).
2. Con todo lo demás constante, la herramienta puesta a punto
debe ser tal que favorezca la mayor parcelación posible del trabajo.
Descomposición del trabajo complejo —todavía no reducido— en
trabajo simple. He aquí, como hemos visto, una forma de asegurar el
control del proceso de trabajo por el capital, y romperla capacidad de
resistencia de los obreros (criterio "político").
3. Debe permitir la mayor eficacia posible del trabajo vivo en rela-
ción al estudio de "tiempos" (criterio "económico" = economía de
trabajo vivo).
4. Los dos últimos elementos (criterio económico + criterio políti-
119
Señalemos de paso que la restricción que Taylor introduce: "Aunque el obre-
ro pudiera..." no significa que le deniegue esta posibilidad a causa de su "igno-
rancia'*. Por el contrario, hemos visto que su "diagnóstico" de la eficacia de la
pérdida de tiempo, descansa precisamente en su saber. No es procedente, dice,
"porque no tiene tiempo ni ocasión para definir estas leyes" (p. 185). Estaremos
de acuerdo, fácilmente, que el "tiempo" y la "ocasión" son cosas que pueden
crearse: basta con que se les proporcione', lo que es posible con otro principio de
organización (absolutamente no tayloriano). Por lo demás, el final de la cita
muestra claramente que, en el fondo, no se trata de tiempo "sino de" intereses
entre patronos y asalariados.
125
co), combinando sus exigencias específicas, contribuyen a hacer del
trabajo muerto ("cristalizado" en forma de máquinas) la base fun-
damental del proceso de trabajo.
Ford, mediante la introducción de la cadena de montaje, lleva a ca-
bo un desarrollo creador del taylorismo que lo lleva —desde el punto
de vista del capital— a una especie de perfección. En efecto, la intro-
ducción de la cadena permite simultáneamente, como hemos visto:
—incorporar los tiempos y movimientos al maquinismo
—"desmigajar" y "parcializar" hasta grados nunca vistos los mo-
vimientos requeridos por el trabajo vivo
—haciendo posible una considerable intensificación del trabajo.
Evidentemente, el trabajo muerto (la cadena) es la base del proceso
de
Trabajo. No es pues sorprendente que la cadena fordiana no haya
dejado de ganar terreno desde 1920 y de ser adoptada siempre que
ha sido posible.
Taylorismo y fordismo determinan, pues, un nuevo auge de las
fuerzas productivas y les imprimen, hasta en sus aspectos materiales
(como objetos físicos), características muy precisas. Si estamos ante
una "revolución de las condiciones de producción" se trata de una
revolución interna en el seno del capital, en su beneficio y basada en
procesos que controla totalmente120.
La idea de la “neutralidad” de la técnica, tan fuertemente arraigada
entre los economistas y que corresponde a la tesis de que las máqui-
nas, herramientas y medios de producción en general poseen como
objetos materiales la características exigidas por las reglas "técnicas"
120
Ante la claridad de lo que dice, no se puede por menos que estar de acuerdo
con Ivan Illich cuando describe el carácter "non convivial" de las herramientas
disponibles en lo que llama "sociedades industriales". "Faltas-solamente a Illich
indicar que este carácter "non convivial" es resultado de un proceso objeti-
vo:aquél por el cual la burguesía ha producido las herramientas en las que basa su
dominación. Pero quizá esta "ausencia" no es casual. Quizá, incluso es necesaria
para el proyecto de una sociedad "convivial" que es descrita con tal ambigüedad
que deja totalmente en suspenso la cuestión de la naturaleza de las relaciones de pro-
ducción en la sociedad. Pero esto es otra historia que también hay. que explicar: la
historia del movimiento por el cual la burguesía misma llega a cuestiona su
forma de acumulación, su organización del trabajo (empresa y progreso) y sus
herramientas (Illich).
126
de su fabricación, encuentran aquí un claro desmentido. Por supues-
to la técnica permanece. Pero antes que la técnica están la política, la
lucha de clases y la apropiación de la técnica por el capital. Lo que
explica y hace posible que las características técnicas sean las nece-
sarias, no para una mayor eficacia del trabajo "en general" —lo que
no quiere decir nada: no se trabaja "en general" sino siempre bajo
relaciones de producción concretas—, sino para la maximización del
producto121 en condiciones de una división del trabajo que asegure al
capital el control del proceso de trabajo. Recordemos que estos dos
objetivos no son contradictorios. La instauración de la dominación es,
de alguna manera, condición para la extracción máxima de plusva-
lía, los dos imperativos aparecen, pues, como complementarios.
Pero esto no es todavía más que un aspecto de la "revolución de
las herramientas" a la que procede el taylorismo. Otro aspecto
igualmente importante —desde el punto de vista del papel que va a
jugar en la acumulación de capital y en la extensión de la esfera capi-
talista— es el relativo a la estandarización de las herramientas —y por
ello, en cierta medida, del producto— a la que va a contribuir.
121
Para hablar rigurosamente habría que decir: de la plusvalía. Para simplificar,
tendemos, en esta etapa del análisis, a esta aproximadación.
127
—de puesta a punto de máquinas específicas por ramas,
—de extensión de una herramienta uniforme siempre que el tra-
bajo complejo haya sido dividido y separado en trabajos parcelados.
Solo analizaremos este segundo movimiento122. Queremos hacer
tres observaciones:
1. Ante todo hay que destacar que la estandarización y uniforma-
ción de la herramienta son exigidos por la "one best way" misma. "La
reducción de las 40, 50 o las formas de ejecutar el mismo trabajo" a
una "única mejor manera" supone no solamente el análisis de la acti-
vidad (tiempos y movimientos) sino también, evidentemente, de las
herramientas. Con la "única mejor manera" se seleccionan lo que lla-
maremos por analogía "las únicas mejores herramientas". Estas debe-
rán ser generalizadas e introducidas exactamente al mismo tiempo
que "la única mejor manera". Se trata de dos aspectos de un mismo
problema, de la doble cara de la racionalización del proceso de tra-
bajo a que procede el taylorismo. Desde el punto de vista de la divi-
sión del trabajo, esto se traduce en el nacimiento (cuando no existía
ya) o extensión de la parte del trabajo social que se ocupa de la con-
cepción y fabricación de herramientas. El taylorismo refuerza así a
gran escala el surgimiento y consolidación de técnicos separados de
los productores directos a los que se confiará la tarea de preparar las
herramientas y en general los medios de 11 abajo. Lo que Marx
anuncia ya en la 4.a sección del Capital: "La apropiación de la ciencia
por el capital" que la hace funcionar "contra los obreros" empieza así
122Un buen ejemplo del primer movimiento (por el que se perfeccionan o ponen
a punto herramientas específicas por ramas) es proporcionado por el mismo
Taylor. Se trata del famoso ejemplo de los "aceros de corte rápido" para cortar
metales en la industria mecánica. El objetivo de Taylor era "determinar cuál era
la forma de las herramientas y el ángulo de corte mejores para.cortar el metal, y
también determinar cuál era la velocidad óptima de corte del acero" (subrayado
mío, B.C.). Es interesante destacar que, entre las 12 variables que Taylor toma en
consideración, todas sin excepción se refieren a características técnicas de los
materiales (físico-químicos) y que ni una sola hace referencia a la penosidad del
trabajo. Esta, solo se introduce "lateralmente", a través de la "velocidad óptima"
sin relación con el despilfarro de energía. Este punto es interesante porque
permite ilustrar —aunque parcialmente— lo que hemos afirmado respecto a la
naturaleza específica de la renovación de herramientas q ue el taylorismo lleva
a cabo.
128
a utilizarse. Esta ampliación de la división del trabajo tiene un cam-
po de aplicación, tanto a nivel social (la sección I) como en el interior
de la fábrica (diseñadores y vendedores de herramienta). En cierta
forma, la división del trabajo se reproduce por sí sola: el estudio
"científico" de tiempos y movimientos implica simultáneamente el
de las herramientas.
2. Hemos dicho que esta estandarización se hace a costa del obrero.
Vamos a precisar esto. Se produce en dos direcciones: en primer lugar
permite un mayor control por el capital del proceso de trabajo, en se-
gundo lugar permite la extracción de un mayor volumen de plusva-
lía.
La dirección no se limita a determinar las mejores herramientas o
a poner a punto nuevas si las disponibles no son satisfactorias. Co-
mo dice Taylor a propósito de una prueba relativa al corte de meta-
les: "No se había gastado todo este dinero y no se había tomado to-
das las medidas necesarias para llevar todo a buen fin por un moti-
vo abstracto: no se trataba de reunir conocimientos científicos (por amor a
la ciencia)"(DSE. pág.187). En efecto, Taylor tiene otras preocupacio-
nes. "Había un fin práctico: no desechar informaciones exactas123 que
permitieran día a día ayudar a los mecánicos a hacer su trabajo se-
gún los mejores métodos y en el menor tiempo" (ibíd. el subrayado es
nuestro).
Dicho de otra forma, definiendo la herramienta, la dirección define
también las condiciones de su utilización. Entre ellas hay que contar,
sobre todo, "la rapidez de su empleo" para usar la expresión de Tay-
lor. Aquí actúa el mismo mecanismo: desposeído del saber relativo
al manejo de la herramienta, el obrero queda desposeído de su capa-
cidad de freno. El capital, por medio de sus ayudantes y sargentos
(capataces y cronometradores) puede controlar el trabajo y el tiempo.
Además la dirección va a poder alegar que las herramientas le per-
tenecen para imponer un sistema de sanciones pecuniarias en todo
lo relativo a su deterioro y desgaste precoz. Este sistema de control
"por el salario" contribuirá a que el obrero respete estrictamente las
reglas de comportamiento dictadas por la dirección.
"No desechar informaciones": vemos que está siempre en la misma línea: dis-
123
129
Hay que señalar que esta estandarización se hace a costa del obre-
ro en otro sentido también. Son estandarizadas solamente un núme-
ro limitado de herramientas, con relación al "obrero ideal" de las ta-
blas MTM que, provenientes de Estados Unidos, van a invadir Euro-
pa tras la Segunda Guerra Mundial. De esta forma son abandonadas
todas las herramientas específicas adaptadas a fuerza física o morfo-
logías diferentes, por no hablar de las que participaban en formas de
actividad diferentes de la "única mejor" seleccionada. Dicho de otra
forma el tipo de acumulación técnica que induce el taylorismo se lle-
va a cabo al precio de abandonar gran parte de los conocimientos y del
saber socialmente disponibles124.
Ciertamente, Taylor lo dice con claridad: "No se trataba de reunir
conocimientos científicos" sino de incrementar las posibilidades de
control sobre el proceso de trabajo y de aumentar la rapidez de uso
de las herramientas.
En cualquier caso los obreros deberán conformarse con las má-
quinas y herramientas seleccionadas porque, y éste es el último pun-
to que nos proponemos señalar, esta estandarización y esta unifor-
mización de las herramientas terminan «Mí donde no está ya he-
cha— la expropiación a los trabajadores de sus medios de trabajo.
Decimos correctamente "terminan" porque el proceso comenzó
mucho antes de Taylor125. En el caso del paleo, Taylor muestra como
los trabajadores eran dueños de sus palas y como éstas tenían caracte-
rísticas muy diferentes y variadas (longitud del mango, capacidad de
la pala, niveles de curvatura, etc.) la "racionalización" por tiempos y
movimientos exigía, ante todo, la expropiación a fas paleadores de su
propia herramienta y la puesta a punto de palas standard para las que
la dirección marcará tiempos standard126.
3. Lo más importante, finalmente, es el papel que juega la estan-
124
Por esto, este pequeño estudio sobre organización del trabajo, viene, por su
parte, a confirmar la idea de que el desarrollo científico-técnico en el capitalismo,
en algunos casos, se desarrolla en detrimento del saber popular, parcial y no siste-
mático. Sea porque la "ciencia" se apropia de este saber, sea porque sus reglas de
constitución excluyen a los detentadores del saber tradicional.
125 Sobre este punto ver supra 3.3.: "Taylorismo y maquinismo".
126 Este sencillo ejemplo ilustra la forma en que se articulan la expropiación rural que
130
darización de las herramientas en la estandarización del producto y
por tanto su aportación al auge de la producción en serie y de la pro-
ducción en masa.
En efecto, no se insistirá nunca suficiente en el hecho de que, es-
tandarizando la herramienta y los procedimientos de trabajo, se crean
todas las condiciones para la extensión de la producción en serie. Es-
to es lo que Ford comprendió rápidamente en relación al automóvil.
No paró hasta llegar a un modelo lo más simple posible (objetivo
buscado con el famoso modelo T en 1914) fabricado con procedi-
mientos lo más estandarizados posible (la cadena de montaje desde
1924); haciendo depender la salida de los modelos lo menos posible
de la posibilidad de aprovisionarse en un mercado de fuerza de tra-
bajo cualificada. En una palabra, Ford comprendió rápidamente que
no era suficiente la existencia de un gran mercado potencial para el
automóvil. Era preciso también que la naturaleza del proceso de trabajo
no se erigiera como un obstáculo a la extensión de la producción. El
paso de la "sumisión formar del proceso de trabajo al capital a su "su-
misión real" se hace mediante una "ampliación de la escala de pro-
ducción".
La estandarización es a la vez producto de esta "ampliación de la
escala de producción" y el medio por el que se realiza. Esto por una
doble razón:
—en primer lugar, como hemos visto, porque permite, por el con-
trol, la medida de tiempos y movimientos, etc., llevar a un volumen
no conocido la cantidad de productos fabricados en un tiempo dado,
—luego, porque permite el descenso del valor individual del pro-
ducto-mercancía y por tanto ampliar su mercado. Esta es claramente
la segunda obsesión de Ford: reducir constantemente el precio de venta,
de su modelo T, para asegurarse mercados cada vez mayores.
Este problema adquiere toda su importancia para comprender
cómo y por qué la producción en masa conoció en los años veinte su
primer auge que, quebrado por la gran crisis, no se desarrollará to-
talmente sino después de la Segunda Guerra Mundial.
Introducción
sa.
130 Esto será demostrado posteriormente. Ahora damos algunas indicaciones
sobre las razones por las que, a nuestro entender, es aquí donde hay que
buscar respuestas a nuestras preguntas.
131 En "El maquinismo y la gran industria", El Capital, cap. 15.
136
que Marx enuncia en ente texto, se refiere a las razones por las que
el capital, en la etapa de la manufactura, se desarrolla hacia la gran
industria y la fábrica, incorporando cada vez más máquinas. Una lec-
tura de este texto como reflexión sobre la contribución de las máqui-
nas a la producción de plusvalía (y sobre las contradicciones que re-
sultan de su utilización), permite encontrar lo esencial de los elemen-
tos que llevan al MPC a incorporar o no los diferentes tipos de in-
ventos disponibles.
144 Ibíd.
145 Ibíd. Esto no es sino una forma —más precisa— de decir que la máquina
142
quinaria al producto y condiciones para la incorporación de máquinas.
147 Ibíd.
148 Decimos bien desgaste material. La cuestión de la obsolescencia o "des-
143
producción de una misma mercancía, con una se obtienen 500 pro-
ductos y con otra 1.000, es evidente que la segunda máquina (sin
contar los gastos de mantenimiento) incorpora en cada mercancía 2
veces menos valor que la primera.
Esto se debe a la "velocidad" de la máquina, es decir, al número de
operaciones que es capaz de realizar en un tiempo dado. Así:
"Dado... el volumen de una máquina, la amplitud de su produc-
ción dependerá de la velocidad de sus operaciones, de la velocidad,
por ejemplo, con que gira la broca o del número de golpes que el
martillo dé por minuto"149.
En igualdad de condiciones, cuanto mayor es la velocidad de una
máquina menor la parte de su valor que transmite y mayor es la di-
ferencia con el tiempo socialmente necesario.
151 Ibíd. Tener en cuenta este punto para la comprensión del fenómeno de
automatización".
144
Austin antes de tomar la decisión de automatizar algunas de sus
unidades de producción. Los elementos esenciales de este cálculo
están recogidos en el cuadro siguiente (en libras esterlinas):
Cambio
Antigua fábrica fábrica automatizada en %
Inversión inicial L 30.850 L 25.903 -16
Volumen de
producción 2.500 unidades/semana 3.000 unidades/semana + 20
Coste de funcionamiento de las
máquinas L 4.8s.9 d/hora L 3.13s.3 d/hora -17
Gastos en salarios L 2.17s.2 d/hora 11s.0 d/hora -80
Por esquemático que sea este ejemplo, ilustra bien las ventajas ob-
tenidas tanto por unidad de producto, como globalmente.
Pero este ejemplo no permite llegar al fondo del interés por la in-
corporación de las máquinas. Sin duda los datos no están disponi-
bles y no es posible evaluar en qué medida el trabajo vivo economi-
zado en la fábrica automatizada no ha sido trasladado y desplazado
al nivel de la fabricación de las máquinas que hacen posible la auto-
matización de la factoría. Porque en el fondo:
"Es evidente, en efecto, que tiene lugar un simple desplazamiento
del trabajo, es decir que no ha disminuido la suma total de trabajo
que exige la producción de una mercancía, o que no ha aumentado
la fuerza productiva del trabajo, si la producción de una máquina
cuesta tanto trabajo como economiza su empleo"153. Lo que permite
afirmar que:
"La productividad de una máquina (o de una máquina dada en
relación a otra) tiene como medida la proporción en que sustituye al
hombre"154.
153 Marx op. cit., pág. 75. Para ser más precisos todavía hay que añadir que
"La diferencia entre el trabajo que cuesta y el que economiza no depende
de la relación de su propio valor respecto al de la herramienta que susti-
tuye. Esta diferencia se mantiene mientras que el trabajo realizado en la
máquina y la porción de valor que, como consecuencia, añade al produc-
to sean inferiores al valor que el obrero añadiría con su herramienta al
objeto de trabajo" Ibíd.
154 Ibíd.
145
Planteado esto, la condición fundamental para que una
máquina —cualquiera que sea la proporción en que incrementa la
productividad del trabajo humano— sea incorporada queda perfec-
tamente clara. Podemos formular un primer resultado general:
"Considerado exclusivamente desde el punto de vista de hacer el
producto más barato,155 el empleo de máquinas tiene un límite. El trabajo
gastado en su producción ha de ser menor que el trabajo suplido por su
uso156 ".
Señalemos, y esto es significativo, que Marx emplea la expresión
"límite" para la incorporación de máquinas.
Tenemos pues la condición general para la incorporación de ma-
quinas. Pero Marx es más preciso todavía, porque añade:
"Para el capitalista, sin embargo, este límite es más estrecho. Como no
paga el trabajo sino la fuerza de trabajo que emplea, está regido en
sus cálculos por la diferencia de valores entre las máquinas y la fuer-
za de trabajo que pueden desplazar"157.
Llegamos así al término de nuestra investigación. Hemos visto,
con relación a la ley del valor, una primera serie de elementos que
permiten comprender los "límites" al empleo capitalista de máqui-
nas.
En la medida en que: en primer lugar el capitalista está regido en sus
cálculos, no por el valor del trabajo sino por el precio de la fuerza de
trabajo en un momento dado; y en segundo lugar este "precio" de la
fuerza de trabajo puede variar mucho según los países y las ramas
productivas, se comprende que una misma máquina puede encon-
trar empleo en buenas condiciones de rentabilidad en un país dado
(si por ejemplo la fuerza de trabajo es, en él, "cara") y no hallar estas
condiciones favorables en el país en que ha sido concebida. Como
Marx constata: "vemos hoy cómo máquinas inventadas en Inglaterra
146
sólo encuentran empleo en América del Norte". La razón está en que
en USA, los trabajadores asalariados habían podido negociar tipos
salariales relativamente altos158. Allí, el empleo de máquinas —
economizando trabajo vivo— respondía a los imperativos de la valo-
rización del capital. "Por la misma razón en la Alemania de los siglos
XVI y XVII se inventaban máquinas que sólo servían en Holanda; y
más de un invento francés del siglo XVIII sólo era explotado en In-
glaterra"159.
Así, para concretar más:
"Los yankees han inventado máquinas para romper y moler pie-
dras. Los ingleses no las emplean porque el "miserable"... que ejecu-
ta este trabajo recibe una parte tan pequeña de lo que le corresponde,
que el empleo de la maquina encarecería el producto para el capita-
lista"160.
Otro ejemplo aún, y más adecuado ya que conduce a una proposi-
ción general:
"En Inglaterra, se emplean todavía, a lo largo de los canales, muje-
res en lugar de caballos para tirar de las cuerdas porque los gastos de
los caballos y de las máquinas, son cantidades dadas matemática-
mente, mientras que los de las mujeres, consideradas como la escoria
de la población, escapan a todo cálculo. Así pues, en Inglaterra, el
país de las máquinas, la fuerza humana se derrocha en bagatelas con
161 Ibíd.
162 Ibíd.
148
te" dice Marx, queda por elucidar la dialéctica que puede desarrollar-
se en y alrededor de este "límite".
—En segundo lugar que cuando se trate de un producto nuevo, no
es la "economía de trabajo vivo" lo que puede determinar el compor-
tamiento capitalista, puesto que en este caso no es el descenso de los
costes lo que puede ampliar el mercado. Por el contrario la cuestión
en este caso es establecer un nuevo mercado que solo es potencial.
Por estas razones debe proseguir nuestra investigación de las con-
diciones para la incorporación de inventos y considerar otros ele-
mentos.
168 Ibíd.
151
quinas.
Cualquiera que sea la proporción en la que una máquina dada
aumenta la productividad del trabajo y permite por ello economizar
trabajo vivo, si el capitalista no está seguro de poder hacerla funcio-
nar "suficiente" tiempo, tiene todas oportunidades de no ser incor-
porada nunca.
Examinemos ahora, con diversas hipótesis, las diferentes condi-
ciones para el empleo capitalista de máquinas y para la transforma-
ción de los inventos en inventos efectivos.
Distinguiremos claramente entre el caso en que las nuevas má-
quinas sirvan para producir valores de uso ya existentes, para el que
la forma de intervención de la máquina consiste en rebajar el coste de
las mercancías, y el caso en que las nuevas máquinas sirven para
producir nuevos valores de uso. Las condiciones de incorporación
de estos dos tipos de máquinas sólo coinciden en parte:
3.2.1. Primer caso: condiciones para la incorporación de máquinas
que permiten rebajar el valor de mercancías ya disponibles en el
mercado.
El primer elemento a tomar en consideración es tener en cuenta en
qué medida la nueva máquina permite rebajar el valor individual de
la mercancía y, por tanto, cuanta plusvalía permite extraer por la di-
ferencia con su valor social. Es evidente que si esta diferencia es dé-
bil, la ventaja que resulta de la utilización de una nueva máquina se-
rá reducida en la misma proporción. Será incluso nula si el valor de
la máquina (inmovilización inicial en capital fijo) es demasiado im-
portante.
Supondremos pues, en lo sucesivo, que esta diferencia es suficien-
temente grande. He aquí, por tanto, una condición necesaria para la
incorporación de la máquina. Necesaria pero no suficiente. Es preci-
so que se den también otras condiciones:
—las relativas a la "protección" de la innovación
—las que aseguran un tiempo de funcionamiento, lo más largo
posible, para la nueva máquina
1) Protección de su innovación
Nos limitaremos a simples indicaciones sobre este problema por-
que su análisis remite a la teoría jurídica del monopolio y del mono-
152
polio parcial.
El fondo de la cuestión es que la institución del sistema de paten-
tes de invención como mercado de inventos169, permite al capitalis-
ta proceder a la protección del invento que incorpora de dos formas
al menos:
—cubriendo los sistemas que utiliza de una maraña de patentes;
—adquiriendo todas las patentes que amparan procedimientos
susceptibles de competir con la máquina que utiliza, sea para perfec-
cionarla él mismo, sea para esterilizarlos.
2) Prolongación del tiempo de funcionamiento.
Por lo que se refiere a la prolongación del tiempo de funciona-
miento propiamente dicho, el capitalista que quiere garantizar el
empleo de su nueva máquina no está desarmado. Un pequeño
cálculo permite comprenderlo. En igualdad de condiciones, desde el
punto de vista del volumen total de valor transmitido, es totalmente
indiferente que una máquina funcione 3 horas diarias durante 16
años, 16 durante 3 años ó 24 horas durante dos años. Pero para el
capitalista, estas igualdades no son equivalentes. Porque, en los di-
ferentes casos citados, el riesgo de ser su máquina superada, inutili-
zable a causa del "desgaste moral" adquiere diferentes proporciones.
El capitalista adopta dos procedimientos suplementarios para lu-
char contra el riesgo del desgaste moral. Estas dos garantías son, en
primer lugar, alargar la duración de la jornada de trabajo social y, en
segundo lugar, la intensificación del trabajo.
Prolongación de la jornada de trabajo social. Más allá de la limitación
reglamentaria del número de horas de trabajo diarias y semanales
exigible a un trabajador en un sector cualquiera, hay que entender
por esto el hecho de hacer funcionar la máquina considerada el ma-
yor tiempo diario posible —24 horas diarias si se puede— incluso si
para esto es necesario recurrir a turnos de trabajadores para los
mismos puestos de trabajo (el sistema llamado 3 x 8). El capitalista
dispone así de un medio para reducir el "riesgo" de que su máquina
se vea afectada demasiado pronto por el "desgaste moral". Esta ten-
Incluso si en el MPC este mercado más que ningún otro, se hace opaco
169
153
dencia a prolongar la jornada de trabajo social es tanto más fuerte
cuanto que contribuyen a ella otros elementos:
—por una parte, el hecho de que esta prolongación permite en un
plazo menor, no sólo disminuir el riesgo de obsolescencia, sino tam-
bién "absorber el mismo plustrabajo" en un tiempo reducido170,
—por otra, el hecho de que cuanto más importante es la inmovili-
zación de capital fijo en la máquina, tanto peor hará el capitalista
aceptando su uso en forma improductiva:
"Si un trabajador, dice Mr. Asworth... deja su azada, hace inútil
mientras tanto un capital de 18 peniques. Cuando uno de nuestros
hombres abandona la fábrica, hace inútil un capital que ha costado
100.000 libras esterlinas. Basta con pensar esto: hacer inútil, aunque
sólo sea un segundo un capital de 100.000 libras esterlinas... (De esta
forma)... la proporción siempre creciente de capital fijo en máquinas,
hace siempre deseable la creciente prolongación de la jornada de
trabajo171 ".
Esta es la razón por la cual, a medida que se elevan las inversiones
en medios de producción, se extiende el trabajo nocturno, por tur-
nos. Esto no está justificado por razones técnicas salvo en raros casos
(por ejemplo, las empresas que utilizan fuego continuo, pero mu-
chas veces bastaría con un solo equipo de mantenimiento).
Otro procedimiento de que dispone el capitalista para reducir el
peligro de obsolescencia:
La intensificación del trabajo: Este procedimiento obedece a la misma
lógica que los anteriores. Tiende a hacer producir al obrero que ma-
neja la máquina más productos en el mismo tiempo, lo que sólo
puede obtenerse incrementando el gasto de energía del obrero. En la
medida en que el capitalista no paga el trabajo gastado —por tanto el
aumento de energía gastada— sino la fuerza de trabajo del obrero, y
que, por tanto, obtiene esta intensificación del trabajo sin aumentos
paralelos de salarios, o incluso sin aumentos de ningún tipo, recurri-
rá a este procedimiento172.
155
en el mercado, que el capital cuenta con el sistema de patentes y la
prolongación e intensificación del trabajo, de medios eficaces para
protegerse contra la obsolescencia.
pág. 244.
180Encontramos aquí, bajo otra forma, la dialéctica tasa de benefi-
181 A. Gorz op. cit., pág. 48. Este mecanismo que depende de la producción
en masa no está exento de contradicciones. Cuando éstas alcanzan cierto ni-
vel asistimos a una crisis de realización. Este aspecto se retoma y explícita
en el punto 6 de este mismo capítulo.
182 A. Gorz recoge el ejemplo de la industria farmacéutica: "El caso de la
los antiguos) pero cuyo precio es generalmente mucho más elevado, son
objeto de una propaganda intensiva ante los médicos y sustituyen pro-
gresivamente a los antiguos productos que terminan por ser retirados de
la venta. Los beneficios extraordinarios obtenidos gracias a las nuevas espe-
cialidades son, a su vez, reinvertidos en parte en la investigación de nuevos
productos" (A. Gorz, art. citado, pág. 150, nota 9).
183 En el sentido en el que en la regulación jurídica de los inventos, se habla
184 Marx, C. I.
161
con la luí muía r =R/n185, en la que
R=1 año como medida del tiempo de rotación
n =número de rotaciones
r=tiempo de rotación de un capital dado.
Cualquier elemento que haga crecer n, reduce por tanto el tiempo
de rotación y permite al capitalista, en igualdad de condiciones, ob-
tener plusvalía de mayor número de mercancías.
Sabemos también que el tiempo de rotación del capital se des-
compone en
—tiempo de producción
—tiempo de circulación y realización
Examinemos brevemente qué condiciones se derivan de cada uno
de estos dos niveles para la incorporación de invenciones.
166
productividad afecta a los sectores en los que se producen bienes de
subsistencia y el caso en que se realiza en el sector que produce bie-
nes "de lujo".
La línea de demarcación entre estos dos tipos de sectores y sus
respectivas esferas remite al análisis de la fuerza de trabajo y de las
condiciones de su reconstitución. Sabemos que para Marx la fuerza
de trabajo es, en el MPC, una simple mercancía; su valor está deter-
minado —como para cualquier otra mercancía— por el tiempo de
trabajo socialmente necesario para su reconstitución. Dicho de otra
forma, su valor está constituido por el de cierta cantidad de mercan-
cías (necesarias para su reproducción), excluyendo otras. Planteado
así, es evidente que en un período histórico determinado, en un país
con costumbres peculiares, es difícil apreciar qué mercancías pueden
ser consideradas como integrantes de la reconstrucción de la fuerza
de trabajo (y por tanto, forman parte del sector productor de subsis-
tencias) y qué mercancías no forman parte de él, y por tanto, perte-
necen al sector que produce bienes llamados "de lujo". Aunque estas
dificultades prácticas sean reales, esta distinción entre los diferentes
tipos de mercancías es, desde el punto de vista teórico, necesaria e
indispensable. Es fácil admitir, por ejemplo, que un mismo volumen
de capital dedicado a producir un nuevo tipo de bebida gaseosa o a
la construcción de viviendas obreras, no produce los mismos efectos
en la economía social.
Examinaremos, pues, separadamente los efectos de la productivi-
dad del trabajo (por incorporación de progreso técnico) en el sector
de bienes de subsistencia y en el de bienes de "lujo". De esta confron-
tación saldrán algunas conclusiones.
1er caso. Innovación en el sector de bienes de subsistencia
En este sector, el incremento de la productividad del trabajo ac-
túa, como en otros, rebajando el valor individual y, por tanto, el va-
lor social de la mercancía producida por medio de las nuevas técni-
cas. Pero, y esto es específico de este sector, dada la peculiar natura-
leza de las mercancías sobre las que actúa (recordemos que partici-
pan en la reconstitución de la fuerza de trabajo), el incremento de la
productividad se "transmite" y produce efectos "en el conjunto " de la
economía social.
"El incremento de la productividad —dice Marx—... (cuando)...
167
afecta a las ramas de la industria194 cuyos productos determinan el
valor de la fuerza de trabajo... hace bajar el valor de la fuerza de tra-
bajo195 ".
Por tanto, este incremento de la productividad beneficia al con-
junto de la clase capitalista. Marx proporciona un ejemplo concreto:
"Las camisas, por ejemplo, son un objeto de primera necesidad
como muchos otros. El descenso de su precio disminuye el gasto del
obrero en este objeto particular196".
Cuando estos "descensos de precios" afectan a la producción de
subsistencias, sus efectos repercuten pues, no sólo en los capitalistas
individuales, sino en el conjunto de la economía social. El descenso
de valor de la fuerza de trabajo que resulta de los aumentos de la
productividad del trabajo en los sectores que producen bienes de
subsistencia, afecta al conjunto de la fuerza de trabajo social y disminu-
ye, para el conjunto de los capitalistas, el tiempo de trabajo necesa-
rio, en beneficio del tiempo de plustrabajo. Esto lleva, para la clase
capitalista en su conjunto, a un incremento de la plusvalía extraible.
Se produce entonces lo que Marx llama una "elevación de la tasa ge-
neral de plusvalía" (Pl/V) o "tasa social de explotación".
Los efectos del aumento de la productividad del trabajo en el sec-
tor de bienes de "lujo" son completamente diferentes.
2.° caso. Innovaciones en el resto de los sectores
Contrariamente a lo que sucede en el sector de bienes de subsis-
tencia:
"En las ramas de la industria que no proporcionan ni bienes de
subsistencia ni sus medios naturales, un incremento de la producti-
vidad del trabajo no afecta para nada al valor de la fuerza de trabajo197".
Por esto mismo, si contemplamos las cosas a nivel social, el des-
censo del tiempo de trabajo necesario y la correspondiente elevación
del tiempo de plustrabajo no se producen, y por tanto tampoco se
produce la elevación de la tasa general de plusvalía.
196 Ibíd.
168
Sólo tiene lugar en fenómeno mucho más limitado que afecta a los
capitalistas del sector particular (y de la mercancía particular), en el
cual (y para la cual) se ha obtenido el aumento en la productividad.
El capitalista del sector al que beneficia la innovación podrá extraer
—por diferencia entre el valor social y el individual de esta mercan-
cía— lo que Marx designa por el concepto de "plusvalía extra". Un
ejemplo permite ilustrar este mecanismo. Supongamos una mercan-
cía cuyo precio promedio es 1 chelin y un capitalista que, gracias a
determinada técnica, puede producirlo por nueve peniques. Si re-
cordamos que "el valor de un artículo expresa, no su valor indivi-
dual sino su valor social y (que) éste está determinado por el tiempo
de trabajo que cuesta, no en un caso particular sino como media198",
el capitalista podrá vender su artículo en 11 peniques, o incluso en
un chelin, y obtener una plusvalía extra de 2 ó 3 peniques por mer-
cancía. Evidentemente "obtiene este beneficio con independencia de
que pertenezca o no al conjunto de medios de subsistencia que de-
termina el valor de la fuerza de trabajo199"
El fondo de la cuestión es que en los dos casos (los dos sectores)
hay una extracción de plusvalía "suplementaria" por el capitalista
innovador en cualquiera de los sectores, pero que solo los aumentos
de productividad del trabajo en el sector de bienes de subsistencia
permiten200 el incremento del tiempo social de plustrabajo, en detri-
mento del trabajo necesario, y la elevación de la tasa general de plus-
valía.
A partir de estos datos es posible formular algunas observaciones
sobre los efectos de la "innovación" técnica en los diferentes sectores
de la economía social y sobre la acumulación de capital.
1. Si bien los aumentos de productividad obtenidos gracias a mejo-
ras en las técnicas de producción tienen, a nivel individual (de em-
presa), el mismo efecto: permitir la obtención de un volumen suple-
mentario de plusvalía; desde el punto de vista social son completamen-
te diferentes.
2. A este nivel, el de la reproducción del capital en su conjunto, no
169
es lo mismo que las "innovaciones" se apliquen en el sector de bienes
de subsistencia o en los otros sectores (que no entran en la reconstitu-
ción de la fuerza de trabajo). Sólo las técnicas de producción que se
aplican en los sectores de bienes de subsistencia permiten un incre-
mento de la tasa (social) de explotación y, por tanto, permiten detraer
para la acumulación (ulterior) volúmenes más importantes de capi-
tal.
3. Esto explica que, cuando el proceso de trabajo en los sectores
que producen bienes de subsistencia se transforma, sufre modifica-
ciones notables el conjunto del capitalismo. El auge de lo que se llama
"producción en masa", es decir, la producción de mercancías en grandes
series cuyo valor individual ha disminuido, es correlativo con la pene-
tración del maquinismo y las técnicas taylorianas y fordianas de or-
ganización del trabajo en estos sectores.
Se transforma, por una parte, la relación entre los precios de las
mercancías agrícolas (la base más importante para la reconstitución
de la fuerza de trabajo, no lo olvidemos) y los de las mercancías in-
dustriales y, por otra parte, por la producción en serie, entre las
mismas mercancías industriales.
Estos fenómenos constituyen la base de las nuevas modalidades de la
acumulación de capital, que ahora descansa en la producción de mer-
cancías en grandes series, lo que Marx llama "la gran producción de
plusvalía", que distingue las formas modernas de acumulación de ca-
pital de las anteriores, aquellas en que la producción en grandes se-
ries no era todavía la forma principal y dominante de la producción
capitalista.
De este modo, se modifican las "formas" así como los "ritmos" y
"modalidades" de las crisis de acumulación de capital.
Vamos a terminar con este punto. Nos parece que la investigación
que hemos llevado a cabo en este capítulo puede explicar algunos
aspectos de la "crisis" que sufren las economías capitalistas actuales.
Concretamente los relacionados con la llamada "sobreacumulación",
es decir, (quedándonos en lo más simple) la existencia de grandes
stocks de medios de producción no utilizados y de mercancías que
no pueden —en mucho tiempo— venderse y realizarse a pesar de los
múltiples artificios empleados en los diferentes proyectos de "relan-
zamiento".
170
6. Progreso técnico, producción en masa y crisis de la acumulación
capitalista201
aquí, son válidos sobre todo para USA. Nos parece que la "crisis" americana
-sin duda por ser la más aguda- es el mejor campo de análisis.
171
6.1. 1910-30 El taylorismo, el fordismo y el primer auge de la pro-
ducción capitalista en masa
172
diano) permite una intensificación del trabajo sin posible compara-
ción con todo lo que le ha precedido en la historia de los modos de
producción.
No sólo crece la intensificación del trabajo —en razón de la confi-
guración del proceso de trabajo— sino que, y este es otro punto, asis-
timos paralelamente a un crecimiento considerable de la escala de
producción. Con la incorporación a la producción de las grandes
masas de campesinos expropiados de sus campos, la esfera de apli-
cación del capitalismo crece en grandes proporciones. En resumen,
se pasa a lo que Marx llama la "gran producción de plusvalía", basa-
da en la producción en serie de mercancías con "débiles" valores in-
dividuales.
—El taylorismo y el fordismo se desarrollan en los sectores que
aseguran la producción de medios de subsistencia y de medios de
consumo de la clase obrera; la tasa (social) de explotación crece tam-
bién en grandes proporciones.
El taylorismo y el fordismo son, de esta forma, potentes instru-
mentos de extorsión de plusvalía.
—Al mismo tiempo —y como consecuencia del crecimiento de la
tasa de explotación— asistimos a un alza importante del salario no-
minal y (aunque menor) del salario real. Sabemos que Taylor no cesa
de recomendar —y aplicar— la elevación de la tasa de salarios, a fin
de crear una capacidad de consumo susceptible de "realizar" la
enorme masa de mercancías que el trabajo, organizado según sus
métodos, permite producir. Por otra parte, estas alzas salariales son
compatibles con las alzas ya señaladas de las tasas de explotación y
beneficios.
De esta forma, una "mecánica" es puesta en funcionamiento, la de
producción en masa correspondiente a las modalidades particulares,
y nuevas en relación a las del siglo XIX, de la acumulación de capi-
tal, "Mecánica", pero que todavía posee una gran sensibilidad y vul-
nerabilidad. La quiebra general de 1929 lo testimonia elocuentemen-
te204.
206 Sobre este punto ver en particular M. Aglietta: "La régulation du mode
de production capitaliste en longue periode" tesis, Paris 1975.
207 Cf. Suzan de Brunhoff et Jean Cartelier "Une analyse marxiste de l'in-
175
se haya acelerado en un período reciente) comienzan también a ma-
nifestarse (con ligeras detenciones anuales que no nos interesan) a lo
largo del mismo período.
Un cierto recrudecimiento de las luchas obreras refleja estas difi-
cultades en todo el mundo capitalista, tanto en las revueltas de De-
troit, en el Mayo francés o en el Otoño Caliente italiano. Hasta 1974-
75, en que el conjunto de signos de la crisis, que se manifestaban has-
ta entonces separadamente y, en cierta forma sucesivamente, con-
vergen para dar un giro agudo y nuevo en parte: la stagflation. No
pretendemos proceder a un análisis detallado y "ajustado" de las di-
ferentes manifestaciones de la crisis. Sin embargo, esta breve visión
histórica de las modalidades de la acumulación de capital creemos
que puede permitir aclarar algunos aspectos de los problemas actua-
les.
Ante todo, hay que constatar que los sectores más duramente
afectados son los que han asegurado el crecimiento capitalista en la
posguerra: automóvil, química, electrónica. Ellos han arrastrado a la
industria pesada (acero, maquinaria pesada...). Resumiendo, son los
sectores que han asegurado por excelencia el auge de la producción
capitalista en masa.
Con su generalización al conjunto del mundo capitalista desarro-
llado, el fin de la reconstrucción europea y japonesa y la escalada
eurojaponesa en los mercados mundiales, el modo de acumulación
de capital que ha asegurado el desarrollo del capitalismo en USA y,
a su amparo, el de Europa Occidental y Japón, parece marcar la pauta.
Mientras, la crisis de la hegemonía del imperialismo americano a la
que estamos asistiendo viene acompañada del auge de burguesías
locales (del tercer inundo) que toman su parte del excedente "colo-
nial" y comprometen así las posibilidades de una acumulación a es-
cala mundial. Uno de los primeros efectos de este auge (o de esta
aparición en la escena mundial) de las burguesías locales, se 11 adu-
ce en el encarecimiento de algunas materias primas... tras otras. De
esta forma se compromete (o está camino de serlo) el aprovisiona-
miento de materias primas a bajo precio, que era uno de los elemen-
tos centrales del tipo de acumulación que había asegurado el desa-
rrollo de la producción capitalista en masa. De aquí el tema de la ne-
cesaria "reasignación" (del capital) intentado hoy por todas las políti-
176
cas económicas de los países del centro imperialista. A nuestro en-
tender, lo que hay detrás de esta "reasignación" es, simplemente, la
búsqueda de una nueva con figuración de la acumulación de capital.
Observar la política de las empresas multinacionales petroleras pro-
porciona un buen ejemplo de esto. En efecto, desde, aproximada-
mente, 1965 (el proceso resulta acelerado con las recientes alzas), las
empresas multinacionales petroleras han tomado el control del con-
junto de lo que podría constituir un nuevo sector de la energía. Car-
bón, pizarras bituminosas, arenas asfálticas y, por supuesto, energía
nuclear: lo esencial de lo que es convertible en energía ha pasado a
sus manos.
Con este "nuevo sector", volúmenes considerables de capitales
deben dedicarse a la investigación, a la puesta a punto y producción
de nueva tecnología, explotación de las "canteras", circulación y dis-
tribución de las nuevas fuentes de energía, etc. En resumen "relan-
zar", al menos en parte, la acumulación de capital, que tanto lo nece-
sita208.
Podríamos seguir en esta dirección hablando, por ejemplo, de la
"elección nuclear" hecha por Francia. No tendríamos grandes difi-
cultades en mostrar que, más allá de la cuestión puramente energéti-
ca, la "elección nuclear" se ha hecho ante todo con la esperanza de
que asegure el crecimiento de cierto número de sectores "pesados"
de la economía francesa, de los que cabe preguntarse —sin esta "in-
yección"- dónde encontrarían con qué alimentar su actividad a sufi-
ciente nivel.
Con estos ejemplos solo queremos indicar (una demostración exige
un campo de análisis con diferente organización) que, en algunas
manifestaciones de la actual crisis, sobre todo en la "superacumula-
ción" de mercancías (pienso, por ejemplo, en los stocks de automóvi-
les o químicos), lo que está en juego son algunos aspectos del modelo
de acumulación de capital vigente desde la guerra.
En particular, lo que está en el origen de los actuales fenómenos de
superacumulación son las grandes innovaciones y las grandes modifi-
importantes.
177
caciones del proceso de trabajo integrantes de lo que se ha llamado
revolución científico-técnica. Dicho de otra forma, no solo la ciencia
no ha modificado en nada las condiciones de funcionamiento del ca-
pital y de la ley del valor, sino que incluso podemos afirmar que la
extraordinaria acumulación de mercancías que ha acompañado su
penetración en algunos sectores de la producción social se presenta
hoy como una de las causas de la crisis.
La contradicción es que, por un lado, los grandes conjuntos mecá-
nicos automatizados e informatizados requieren para su valorización
la producción a gran escala. Y que, por otro, con la disminución de
los salarios "reales", el paro y el recrudecimiento de la competencia
intercapitalista, estas grandes masas de mercancías no llegan a reali-
zarse. De aquí también el alza de los precios de producción y venta
(continua, por ejemplo, en el automóvil, aunque disminuyan las ven-
tas) para retardar la caída de la tasa de beneficio; cuando las inver-
siones en capital fijo se realizan en menor número de productos con-
tribuyen a encarecerlos (cf., los tres primeros apartados que descri-
ben este proceso).
Por supuesto, de aquí no se puede deducir la catástrofe inminente,
prever el alcance de la crisis supone un análisis de cuyos elementos
no disponemos. Solamente queríamos mostrar, al final de este capí-
tulo dedicado al análisis de la relación entre "progreso" técnico y ca-
pital, cómo las grandes innovaciones que hemos descrito hablando
de la RCT, mantienen una estrecha relación con las modalidades de
la actual crisis. Esto, por si era necesario recordar a los defensores de
la RCT y de la "sociedad postindustrial" cómo las modificaciones de
algunas de las bases técnicas del capitalismo —incluso las originadas
por la ciencia— pueden, en determinadas circunstancias, contribuir a
imprimir a la crisis capitalista un carácter más agudo, en lugar de,
como se pretende a menudo, hacerla imposible
Finalmente, hay todo tipo de razones para pensar que la puesta en
funcionamiento "de los recursos y posibilidades de la RCT209" para
hacer frente a la crisis, sólo puede consistir en una reasignación de la
acumulación capitalista. En este caso, la crisis desembocaría solo en
179
PARA TERMINAR: PROGRESO TÉCNICO Y/O PROGRESO
DE LAS TÉCNICAS CAPITALISTAS DE PRODUCCIÓN
2101. Cuando estas modificaciones afectan a los sectores que producen me-
dios de subsistencia (cf. punto 5 capítulo 3).
181
manutención. Como hemos dicho, está concebido para asignar al
trabajador un puesto preciso, una actividad parcelada y repetitiva,
cuya duración, en el maquinismo, depende del transportador que
"pasa" con una cadencia regulada exteriormente permitiendo obte-
ner el máximo de actividades productivas posibles (y a veces más)
en la jornada de trabajo.
¿Quién puede poner en duda que es la intensificación del trabajo lo
que se busca (y obtiene) al mismo tiempo que el incremento de la
fuerza productiva del trabajo? Y sobre todo que es con dispositivos
"técnicos" corno se obtiene este resultado.
El "esa no era su finalidad" lanzado por Marx a J.S. Mili se aclara
de esta forma. Lo que Marx pone tranquilamente en ridículo es toda
una tradición de "fetichización" de la técnica. La que ve en la Ciencia
y sus Aplicaciones el reino del Progreso. De igual forma, Marx se
aparta de la manera en que la cuestión había sido planteada por la
Economía Política. La economía política equivale para Marx a decir
Ricardo. Digamos algunas palabras sobre la noción de progreso téc-
nico en Ricardo. La especificidad del análisis marxista de la técnica y
de su "progreso" aparecerá así más nítidamente.
2. Simplificando mucho y ciñéndonos a lo esencial, el concepto de
progreso técnico es definido —y esto nos parece el punto fuerte de
Ricardo— en relación con cierta forma de funcionamiento de la ley
del "valor-trabajo"
En efecto, se puede afirmar que —en Ricardo— hay progreso téc-
nico cuando una técnica B permite producir una mercancía M incor-
porando una cantidad de trabajo directo e indirecto menor que la reque-
rida para la producción de la misma mercancía M por medio de otra
técnica A.
Tres puntos son destacables en esta "definición" del progreso téc-
nico:
— Lo que toma en consideración es la cantidad total de trabajo gas-
tado según que se recurra a una u otra técnica. Total, es decir directo
más indirecto: el trabajo exigido para producir la técnica —A ó B—
debe añadirse al trabajo "directamente" gastado para producir la mer-
cancía M considerada.
— La cantidad de trabajo gastada se mide en horas de trabajo vivo
182
(trabajo que corresponde en Marx al trabajo "concreto")211 y relacio-
nado con una unidad de salario.
— Una de las mayores "dificultades" de esta definición (no resuel-
ta en los "Principies") es que, al no llegar Ricardo a distinguir con-
ceptualmente la diferencia entre trabajo y fuerza de trabajo, el crite-
rio utilizado para señalar un "progreso técnico" no permite distin-
guir entre las diferentes técnicas consideradas (en un momento da-
do):
—las que actúan intensificando el trabajo (es decir, permitiendo
obtener una mayor parte de plustrabajo en una misma jornada de
trabajo),
—de las que permiten realmente reducir el tiempo de trabajo nece-
sario (para la producción de la mercancía) sin "prolongar" la jornada
de trabajo.
Este es el punto débil de la definición de Ricardo. Impide total-
mente tener en cuenta la distinción entre intensificación del trabajo y
productividad por la caracterización misma del concepto de progre-
so técnico.
3. Podemos ahora volver a Marx y enunciar las diferencias,
— En primer lugar, contrariamente a Ricardo y por tanto a la eco-
nomía política, Marx hace funcionar el concepto de "progreso técni-
co" solo en el marco de la teoría de la explotación del trabajo asala-
riado en el que son pensadas y distinguidas, una de la otra, las no-
ciones de productividad y de intensidad del trabajo. Esta distinción
solo es posible partiendo de la previa, entre trabajo y fuerza de tra-
bajo212.
— A esto se debe que las modificaciones técnicas sean siempre
contempladas desde el punto de vista del capital. Solo hay "progreso" en
las técnicas de producción en la medida que permiten actuar sobre
211 Sabemos que el concepto de trabajo abstracto no se encuentra en Ri-
cardo.
212 En "nuevas Investigaciones sobre la producción de plusvalía", donde
185
SEGUNDO ENSAYO
186
187
ADVERTENCIA
188
surado o poco familiarizado con las cuestiones llamadas "de la tran-
sición al socialismo" puede ahorrárselas).
La segunda parte aborda la cuestión del "lugar" del saber técnico
y del papel de los técnicos en dos aspectos:
—cuál es la significación —desde este punto de vista— de la revolu-
ción en la enseñanza superior, tal como puede desprenderse 6 años
después del IX Congreso del Partido Comunista Chino, que marca
una fecha importante de la Revolución Cultural;
—cómo esta revolución en la enseñanza contribuye a profundizar
en la revolucionarización de las relaciones de producción en las em-
presas industriales.
Es necesario hacer una precisión. Las experiencias relatadas son, a
menudo, consideradas (en la misma China) como experiencias "pun-
ta", particularmente avanzadas. Sin embargo, esto no debe limitar en
nada la importancia que es necesario atribuirles. Me he esforzado,
sobre todo, en demostrar como estas experiencias llevan en germen
una nueva política, cuyo aspecto fundamental es ligar la formación de
técnicos procedentes de las filas obreras y la organización del trabajo
industrial. La unidad de estos dos procesos viene exigida por el obje-
tivo de luchar contra la división del trabajo heredada del capitalis-
mo. Como tal, esta política, basada en nuevos principios, no puede es-
tudiarse de igual forma en China... que en Francia.
Una última consideración: hemos dicho que este texto es una "es-
pecie de informe". En efecto, se mezclan aquí discusiones con dife-
rentes responsables chinos y consideraciones de carácter "teórico",
que tratan de centrar y aclarar estas discusiones. Hemos preferido
esta forma a cualquier otra —a pesar de sus inconvenientes— por ser
la más adecuada para reflejar la forma en que, en la misma China,
funciona una cierta relación de la teoría y la práctica. Esta no es la
menos importante de las lecciones que hemos tenido el privilegio de
aprender.
189
1. EL CONTEXTO TEÓRICO Y POLÍTICO:
EL ESTUDIO DEL "DERECHO BURGUÉS"
190
ses" estaban ya planteadas.
Sin embargo, poco después de la clausura de la 4a Asamblea Na-
cional Popular, se publica un nuevo editorial de "Renmin Ribao": "
Es necesario estudiar a fondo la teoría de la dictadura del proleta-
riado" (Pekín Informa del 17 de febrero de 1975) seguido inmedia-
tamente por tres artículos. La importancia de estos textos salta a la
vista. En China' nadie se engaña: se trata de un nuevo salto adelante
y de una nueva profundización, de lo que se ha llamado, de manera
impropia, una nueva "campaña", que prolonga el Pi Lin-Pi Kong in-
vitando al estudio y a la crítica de las nuevas vías.
El primero de los tres textos que hemos mencionado es una colec-
ción de citas de Marx, Engels y Lenin sobre la dictadura del proleta-
riado. Fechado el tres de marzo, puede ser considerado como una
especie de compendio de las principales tesis a estudiar y servirá de
referencia común a todos los que participen en el estudio.
El segundo texto, y tal vez el más importante, firmado por Yao
Wen-yuan lleva por título: "Sobre las bases sociales de la camarilla
antipartido de Lin Piao". En relación a los textos anteriores del mo-
vimiento Pi Lin-Pi Kong, introduce una serie de elementos nuevos.
El tercer texto: "De la dictadura integral sobre la burguesía" (Pekín
Informa del 7 de abril de 1975) firmado por Tchang Tchouen-kiao,
incribiéndose en la misma línea que el segundo, desarrolla y pro-
fundiza algunos puntos abordados por Yao Wen-Yuan.
Con estos tres textos disponemos, a la vez, de un primer balance
en profundidad de la significación de la linea Lin Piao y de las luchas
que se están desarrollando en el interior del P.C.Ch. tras el IX Congre-
so y, lo que es quizá más importante todavía, disponemos de los
principales elementos tenidos en cuenta por el PCCh para plantear
—en la fase actual de la revolución china—la cuestión de la transición
al comunismo. Por consiguiente, también estos textos, que se refieren
a todo lo que hemos podido ver y comprender a lo largo de nuestra
estancia en China, indican claramente la forma en que se plantea la
cuestión de la reducción de la separación entre trabajo manual y tra-
bajo intelectual. Por esta razón vamos a detenernos aquí un instante,
comenzando por comentar algunas palabras del texto que para
nuestro objetivo es el más importante, el de Yao Wen-yuan.
En algunos aspectos, este texto, central para todo el período que
191
estudiamos, es un primer balance de la campaña de crítica a Lin Piao,
lo que se llama en China la décima gran lucha entre las dos líneas en
el seno del PCCh. Pero no solo es esto. Podemos decir incluso, que su
principal esfuerzo recae sobre lo que aparece a la vez como una pro-
fundización de esta crítica y un relanzamiento de la crítica sobre
nuevas bases. Por eso este texto es como el punto de unión entre dos
momentos del movimiento de crítica.
Hasta el texto de Yao Wen-yuan, en lo esencial, los temas y prácti-
cas del "cuartel general" Lin Piao son explicados y analizados como
exponentes, en gran parte, de la "supervivencia" en la sociedad socia-
lista de tesis y prácticas "feudales". Se trata además, de una de las ra-
zones por las cuales la crítica a Lin Piao está ligada a la de Confucio.
Así, el editorial del 17 de febrero: "El movimiento de crítica a Lin
Piao y a Confucio ha desenmascarado profundamente la línea revi-
sionista, contra-revolucionaria de Lin Piao y su importante fuente ideo-
lógica: la doctrina de Confucio y de Mencio..." Sobre este vpunto, que
parecía ser uno de los fundamentales del Pi Lin-Pi Kong, no es sobre
el que más insiste el texto de Yao Wen-yuan. De entrada se propone
otro objetivo y lo enuncia claramente: "Cuales el carácter de clase de
gentes como Lin Piao" y, sobre todo, "de qué base social puede nacer
tal camarilla". Esta cuestión se presenta como decisiva, no sólo para
comprender y explicar el pasado, sino para en el futuro "crear gra-
dualmente las condiciones en las cuales la burguesía no podrá ni
existir, ni reformarse". En una palabra, se trata de comprender esta
"base social" para ir suprimiendo progresivamente el "terreno" —
palabra clave todavía en la campaña en curso donde una "nueva
camarilla revisionista" pudiera/ nacer y desarrollarse, hasta encon-
trarse en situación de proyectar apoderarse del poder supremo. La
cuestión es seria porque, insiste Yao Wen-yuan, la aparición de esta
línea (Lin Piao) "no constituye un fenómeno fortuito" y tiene "un pro-
fundo origen social de clase"... "La camarilla antipartido de Lin Piao
encarnaba los intereses de la burguesía y de los terratenientes derro-
tados. Esto es evidente"; en resumen, esta caracterización llena toda
la prensa china, y no es lo que el artículo de Yao Wen-yuan pretende
aportar de nuevo. Por el contrario, pone en guardia contra la repeti-
ción de fórmulas hechas: "Una comprensión tal de las cosas —
previene— no abarca aún el conjunto del problema". Porque, si bien
192
es cierto que la línea antipartido de Lin Piao encarnaba los intereses
de las'clases derrocadas, ante todo y sobre todo, podría decirse que
representaba las "esperanzas de los nuevos elementos burgueses en-
gendrados en la sociedad socialista", misma (!) nos atreveríamos a
añadir. Vemos como cambia la perspectiva habitual, y también como
Yao Wen-yuan indica claramente el aspecto principal: "Sobre este se-
gundo aspecto (los nuevos burgueses), es sobre el que debemos insis-
tir".
Llegado a este punto, Yao Wen-yuan hace un pequeño rodeo teó-
rico enunciando y comentando una tesis fundamental; tesis que está
en el centro de la campaña de estudio de la dictadura del proletaria-
do y que le da toda su significación. Vamos a detenernos aquí un
instante, porque se trata también de una de las "claves" para com-
prender la forma en que los chinos plantean la cuestión de la reduc-
ción de la diferencia trabajo intelectual/manual.
3. "El derecho igual (subrayado por él) sigue siendo aquí... el derecho
burgués (subrayado por él). De forma aparentemente paradójica,
Marx llega a formular esta tesis de que, aunque, y es necesario decir
también porque, la distribución se efectúa "según el trabajo", el de-
recho burgués continúa reinando. Brevemente, repartir igualitaria-
mente según el trabajo es todavía y siempre burgués. Marx precisa
aún más este punto, indicando: "Este derecho igual es un derecho
desigual para trabajo desigual. No reconoce ninguna distinción de
clase" (pág. 16). La única distinción que toma en consideración es la
relativa a la desigualdad de "aptitudes" y esto para contabilizar las
diferencias de rendimiento, y por ellas justificar los privilegios
¡dándoles una base "natural"! "En el fondo es, por tanto, como todo dere-
cho, un derecho basado en la desigualdad" (pág. 15). Esta es la última
palabra —o casi— de Marx. Decimos o casi: en efecto, Marx no per-
mite que nadie sino él mismo extraiga las últimas consecuencias de
lo que expone y, con toda lógica, afirma: "Para evitar todos estos in-
convenientes, el derecho no tendría que ser igual, sino desigual".
Hemos llegado casi al fin de nuestro pequeño "rodeo teórico".
Queda solo por precisar un último punto: por qué este derecho —del
que vemos ahora en qué sentido sigue siendo un derecho "bur-
gués"— no puede, durante todo el período de transición, ser más
que "limitado" pero no abolido. Tras los desarrollos dedicados al
análisis de las razones por las cuales continúa manifestándose, la res-
puesta es simple. Mientras subsistan las categorías de mercado, el
intercambio monetario, etc., dicho de otra forma, mientras se man-
tengan las relaciones de producción capitalista —y, por consiguien-
te, también el tipo de división del trabajo que les corresponde— las re-
laciones de distribución (que no son, repitámoslo, sino "el reverso"
de las relaciones de producción) sólo pueden estar marcadas por un
carácter burgués. Si precisamos a continuación que el tipo de derecho
"desigual", que prevalece con la aplicación del principio socialista "a
cada uno según su trabajo", es el derecho más "igual" posible, tene-
197
mos la respuesta a nuestra pregunta. Esta consiste en un desplaza-
miento. Reducir el derecho burgués supone, no una manipulación
jurídica, sino la "revolucionarización de las relaciones de producción"
y, en primer lugar, la reducción y abolición de la división del trabajo.
Marx afirma más explícitamente aún este último punto: "... cuan-
do haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los indivi-
duos a la división del trabajo y, con ella, la oposición entre el trabajo
intelectual y el trabajo manual... solo entonces podrá rebasarse to-
talmente el estrecho horizonte del derecho burgués". Una última
advertencia, este texto no es una página de literatura, se trata de una
tesis teórica central del período de transición y es tomada como tal
por los chinos. A partir del texto de Yao Wen-yuan (al menos) la
cuestión de la lucha entre las dos vías y las dos líneas se limita siem-
pre a la cuestión siguiente: nos esforzamos y queremos realmente
reducir el derecho burgués o, por el contrario, amparándonos tras
discursos "de izquierda" queremos dejar las cosas como están, es de-
cir, dejar de hecho (espontáneamente, por el libre juego de las cate-
gorías de mercado) ampliarse el derecho burgués y, por tanto, a la
larga, restaurar el capitalismo, aunque sea bajo una forma específica,
sin restauración de la propiedad privada. Todo este proceso es el que
los chinos simplifican en una fórmula, a menudo mal comprendida
por lo concentrada, diciendo que se trata de la "vía capitalista".
Una vez planteado esto, se pueden resumir los puntos abordados
a lo largo de este "rodeo teórico" y tratar de sacar algunas enseñan-
zas, desde el punto de vista de la división del trabajo, que es el único que
nos preocupa aquí. Se pueden agrupar los elementos reunidos en la
lectura de la Crítica del programa de Gotha en tres tesis.
Tesis núm. 1: El derecho "igual" —el que prevalece con la aplica-
ción del principio socialista "A cada uno según su trabajo"— sigue
siendo, en el fondo, un derecho burgués.
Sin embargo, en la sociedad de transición este derecho no puede
ser abolido, no puede ser sino reducido y limitado progresivamente.
Mejor aún, sólo en la medida en que progrese la "revolucionarización
de las relaciones de producción" —y podemos añadir que al mismo
ritmo que ella— el "derecho burgués" puede ser limitado. Esto es
cierto en la medida en que:
Tesis núm. 2: "El derecho no puede ser nunca superior a la estruc-
198
tura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad a la que co-
rresponde".
Esta segunda tesis permite comprender la afirmación de Lenin —
la cual es también una simple constatación tomada por Yao Wen-
yuan— serón la cual, estando caracterizada la sociedad de transición
como una economía de mercado, el "derecho burgués" se mantiene
"como regulador de la distribución y del intercambio". Notemos de
paso, en lo que concierne a la distribución, que tenemos aquí la ra-
zón por la cual "...el sistema de salarios no es igual; tiene ocho nive-
les..." (Mao Tsé-tung). En cuanto a las condiciones que deben reunirse
para que sea abolido el derecho burgués, están claramente indicadas
por Marx. Constituyen la
Tesis núm. 3: "En una fase superior de la sociedad comunista,
cuando haya desaparecido
—la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del tra-
bajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual;
—cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la pri-
mera necesidad vital;
—cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspec-
tos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno
los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse
definitivamente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la socie-
dad podrá escribir en su bandera: "De cada cual según sus capacida-
des, a cada cual según sus necesidades! " (Marx).
Detengámonos un instante en esta tesis. Precisemos que nos limi-
taremos al examen de la primera condición enunciada por Marx. (Hay
razones para pensar que esta primera condición es de hecho la prin-
cipal —es decir, que de su realización depende, en primer lugar, la
de las otras). Tomemos la tesis de Marx al pié de la letra. Dice esto:
"la abolición del derecho burgués presupone la abolición de... la divi-
sión del trabajo", en particular, el fin de la oposición entre el trabajo inte-
lectual y el trabajo manual. ¡Nada menos! Tratemos de profundizar en
este punto. Porque bajo esta forma lapidaria —es natural puesto que
se trata de una "tesis"— esta proposición no revela la lógica que la
sostiene. Por razones de comodidad, partiremos de un ejemplo
"simple". Sea, pues, el "sistema de salario con ocho niveles", conside-
rado hoy {en China) como una de las manifestaciones más flagrantes
199
de la existencia del "derecho burgués". ¿Por qué se mantiene un sis-
tema —desigual— de salarios con ocho niveles? . Dicho de otra for-
ma, ¿en qué se "basa" la existencia de estos ocho niveles? . Una larga
discusión con algunos responsables y miembros de un grupo de
obreros teóricos de la Fábrica de máquinas-herramientas núm. 1 de
Shangai nos ha permitido esclarecer un poco esta cuestión.
201
puesto por "la estructura económica y el desarrollo cultural de la so-
ciedad a la que corresponde" (Marx). Tchang Tchouen-kiao indica el
objetivo estratégico, desde el punto de vista del comunismo:
"Mientras las comunas populares no tengan la cantidad suficiente
de productos para practicar la "comunidad de bienes" con las briga-
das y los equipos de producción, y mientras el sistema de propiedad
de todo el pueblo no disponga de una abundancia extraordinaria de
productos para aplicar entre nuestros 800 millones de habitantes el
principio de la distribución según las necesidades, no habrá más remedio
que conservar la producción de mercado, el intercambio por medio
del dinero y la distribución según el trabajo" (P.I. núm. 14, pág. 10).
En resumen, podemos pues decir que mientras no se hayan alcan-
zado las condiciones que permitan aplicar el principio comunista de
distribución "según las necesidades" —lo cual supone lógicamente
"una abundancia extraordinaria de bienes"—no se puede recurrir
más que al principio de distribución "según el trabajo".
Una vez planteado esto, podemos volver a nuestra cuestión: ¿por
qué la diferencia de competencia técnica está, en última instancia, en
la base de los 8 niveles, en el principio de distribución "según el tra-
bajo"? Para responder a esta cuestión es necesario destacar, en pri-
mer lugar, que en virtud del principio "A trabajo igual, salario
igual", el "derecho del productor es proporcional al trabajo que ha
rendido" {Critica del Programa de Gotha, pág. 14). Y recordar que "la
igualdad consiste aquí en el empleo del trabajo como unidad de medi-
da", lo que exige que se determine su duración, pero también su "in-
tensidad". Brevemente, desde el punto de vista de la ley del valor,
esto quiere decir que es necesario tener en cuenta que el "trabajo
compuesto es... un múltiplo del trabajo simple". Y que esto se "en-
cuentra de nuevo" en la distribución, por lo que el funcionamiento
de la ley del valor no ha sido totalmente abolido216. Esto no hace sino
216Hay que tener cuidado, sin embargo, de que este tipo de argumento no
sirva para justificar, y legitimar, desigualdades, en particular salariales.
Por su parte, los chinos insisten para que, desde ahora, estén presentes los
elementos del reparto "según las necesidades" y pasen a ser progresiva-
mente los principales. Un reciente texto publicado por la revista Théorie et
Politique (núm. 5, julio 1975) traducido por Joél Bel Lassen, y extraído de
202
confirmar la idea, ya expuesta, de que no se pueden abordar los pro-
blemas de la distribución —incluso en la sociedad socialista— inde-
pendientemente de la "distribución de las condiciones de producción"
(Marx, idem. p. 16). En la medida en que, en primer lugar, la compe-
tencia técnica es indispensable para el buen funcionamiento de las
unidades de producción; y en que en segundo lugar, esté (todavía) en
manos de un reducido número de expertos —apropiada de forma
privada, podríamos decir— constituye el tope con el que tropieza la
igualdad de salarios, y la base "oculta" de los ocho niveles. Mientras
el proceso de distribución de tareas y funciones siga siendo un pro-
ceso de tipo capitalista, que entraña un proceso de distribución del
"saber técnico" caracterizado por la apropiación de ese saber por una
minoría de expertos; y asimismo también, mientras subsista la sepa-
ración entre trabajo manual y trabajo intelectual, persistirá siempre
el "derecho burgués".
Dicho de otra forma, y con esto terminamos este punto: el medio
para crear gradualmente las condiciones para la supresión del "derecho
burgués" y del principio desigual de distribución "según el trabajo", consis-
1. La línea general
216
a. El reclutamiento
En lo sucesivo, los estudiantes de la universidad 21 de julio (la
cual, precisémoslo, es administrada por la fábrica y depende de ella)
son todos elegidos entre los obreros de la fábrica o de otras fábricas
del mismo tipo. 3 promociones han sido ya reclutadas y formadas.
La primera abarcaba 52 obreros de la fábrica. La edad media era de
29 años, la antigüedad de 12 años. La segunda comprendía 98 obre-
ros (de ellos 58 de la misma fábrica y 40 de otras). La antigüedad
media y la edad media bajan: son, respectivamente, 8 y 27 años. La
tercera comprende 109 obreros, de ellos 60 de otras fábricas de
Shangai: edad media 26 años, antigüedad 7 años. No se crea, sin em-
bargo, que todos los problemas están resueltos. Así "algunos talleres
de la fábrica no parecen dispuestos a dejar los hombres que forman su
armazón. Tienen un espíritu particularista218 ". Vemos, pues, que la
lucha, tanto en este campo como en otros, prosigue. Pese a todo, los
progresos son considerables puesto que en el curso de la GRCP ha
sido barrido el absurdo sistema "uno por uno". La "combinación uno
por uno (un obrero sirve a un técnico)... significaba que "el papel del
ingeniero es servirse de su lengua, el del obrero de sus manos", que
"el papel del ingeniero es aportar ideas, el del obrero realizarlas"; en
suma, quedaba barrida la vieja concepción milenaria según la cual
"los que aportaban el esfuerzo mental eran los gobernantes, y los que
utilizaban sus manos los gobernados". Este texto muestra simultá-
neamente el vigor y la profundidad de la crítica desarrollada. Para
que el anterior estado de cosas no pueda reproducirse han sido to-
madas numerosas garantías, de las que las más importantes afectan
a la nueva concepción de la enseñanza.
c. El cuerpo de enseñantes
Ha sufrido modificaciones a medida de las transformaciones en
curso. Compuesto de 22 miembros permanentes, proviene de tres
fuentes: 8 son obreros y técnicos de la fábrica (2 obreros veteranos +
6 obreros-técnicos formados sobre el terreno); 4 provienen de las es-
cuelas técnicas de Shangai; y los 10 últimos son enseñantes de dife-
rentes universidades del Estado. Pero no hay que considerarlos co-
mo un cuerpo de enseñantes "profesionales". Constantemente se
añaden obreros experimentados o técnicos de la fábrica que vienen a
dar un curso, realizar una demostración, prevenir una dificultad o
un problema a resolver. Con esto se evita el peligro de un eventual
cierre del grupo en sí mismo, solicitando su participación en los tra-
bajos de la fábrica donde su "carácter de expertos" es controlado y
socializado. Así se han realizado grandes progresos. Juzgúese: "An-
tes, cantidad de investigadores anotaban en sus tarjetas datos técni-
cos que consideraban como una "pequeña reserva" personal Ahora, es-
tán reunidas en fascículos para distribuirlas a todos como documen-
tación". Sin duda, con este tipo de indicadores se miden la realidad e
importancia de las modificaciones en curso.
219
Quizá se comprende mejor ahora la distancia recorrida desde los
antiguos métodos. En la universidad Beida de Pekín, el antiguo sis-
tema se nos había presentado como caracterizado por "tres centros:
profesor, curso, libro". Estos tres centros llevaban a una enseñanza
"a puerta cerrada", en la penumbra de las ventanas cerradas y de un
impalpable saber, dulcemente escondido en las páginas de los libros.
El estudio se hacía "de noción en noción y de libro en libro, sin saber
cómo trabajan los obreros, cultivan los campesinos o cómo circulan
las mercancías". Resumiendo, la enseñanza basada en los tres cen-
tros llevaba a "tres separaciones". "Separación del trabajo, producti-
vo, de las masas obreras y campesinas y separación de la política
proletaria para la consolidación de la revolución". En pocas pala-
bras, la enseñanza era una enseñanza hecha por la burguesía para
formar sus continuadores. Estos, a la salida de la universidad, eran
promovidos a puestos de responsabilidad en los que tenían todo ti-
po de oportunidades de aportar —o consolidar—, no necesariamente
de forma consciente, las técnicas de gestión y de dirección burguesa.
A esto es a lo que los chinos llaman "la vía capitalista". ¿Están equi-
vocados?
Dicho esto, no hay que creer que las "universidades de fábrica" se
desarrollan por sí mismas. Como prueba veamos esta entrevista con
uno de nuestros guías de Shangai, en etapa de prácticas para apren-
der francés con nosotros y que, casualmente, se dedicaba precisa-
mente a la promoción... de universidades de fábrica.
225
2. SOBRE ALGUNAS MODIFICACIONES EN LA
ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO INDUSTRIAL:
LA LUCHA POR LA REVOLUCIÓN ARIZACIÓN
DE LAS RELACIONES DE PRODUCCIÓN
235
CONCLUSIÓN
240