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No sólo está lleno de paradojas y contradicciones que resultan desconcertantes, sino que
interpela constantemente al lector y juega con él. La relación con el lector constituye un
eje del texto. Por un lado, porque aparece como tema a lo largo de toda la novela; de
hecho, el texto empieza justamente con una reflexión del narrador sobre la recepción
tendrá su obra entre los vivos. Por otro lado, porque el desafío al lector parece ser el
Memórias: la ficción del narrador difunto, la ironía, el humor, la volubilidad del texto.
medida de las vicisitudes de su argumento. Se trata de una trama más bien pobre y llena
que sobra é um corpo sem alma” (105). El foco de la novela parece cambiar: “o foco de
tensão desloca-se do nível do enredo para o embate do narrador com o leitor, que deixa
de ser tratado como objeto de conversação para tornar-se objeto de diversão e alvo da
siguen será entonces analizar le problema del lector, de su relación con el narrador y con
el texto.
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El difunto autor
El problema del lector comienza por el lugar desde donde es interpelado: “não sou
propriamente um autor, mas un difunto autor, para quem a campa foi outro berço” (2).
Algunos críticos ven en la ficción del difunto autor una estrategia para poner en duda
desde el principio la verosimilitud del relato (Facioli 101). En ese caso debe entenderse la
verosimilitud, creo que la muerte del autor plantea otros problemas. Por un lado, como ha
relação a seu livro” (187). Según el crítico, el acto de lectura supondría una cierta
estructura temporal que postula al autor como el pasado del libro y al lector como su
futuro. El hecho de que Brás Cubas escriba desde la muerte, donde no hay futuro,
literária” (187). Esa dislocación temporal es importante porque el texto parece perturbar
hecho, no habría en ese caso intención comunicativa que recuperar, porque la continuidad
del sentido, que debería transmitirse del autor al lector a través del libro, está rota desde
el principio.
Por otro lado, la calidad de difunto del autor parece darle también una posición
moral y de poder frente al lector vivo. En primer lugar, porque sabe más. Una
característica del relato autobiográfico es que siempre se trata de una historia incompleta,
una historia cuyo fin el autor y protagonista siempre desconoce. Las Memórias tendrían
la particularidad de ser narradas desde una posición de conocimiento del relato completo,
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desde una perspectiva de totalidad que le permitiría a Brás juzgar su propia vida y ofrecer
una visión totalizante como la del delirio: “Imagina tu, leitor, uma redução dos séculos, e
um desfilar de todos eles, as raças todas, todas as paixões, o tumulo dos impérios, a
guerra dos apetitos e dos ódios, a destruição recíproca dos seres e das coisas (…) A
história do homem e da terra tinha assim una intensidade que lhe não podiam dar nem a
imaginação nem a ciência” (12). En segundo lugar, según Brás, la muerte lo libera de la
mirada de los demás: “O olhar da opinão, esse olhar agudo e judicial, perde a virtude,
logo que pisamos o territorio da morte” (40). La muerte lo sitúa fuera de la jurisdicción
del otro, en un lugar más allá de la ley de la opinión, donde aparentemente puede ser él
mismo sin “o vexame, que é uma sensação penosa, e a hipocrisia, que é um vício
hediondo” (40). Más adelante veremos que esa posición privilegiada resulta sumamente
problemática, ya que Brás Cubas no es tan libre de la mirada del otro como dice.
Justamente, una mirada que parece provocarle ansiedad es la del lector. Por ahora, sin
embargo, basta decir que su condición de difunto autor le permite al menos presentarse
como desde una posición privilegiada, tanto por el conocimiento que implica el paso a la
aunque se le llame “leitor amigo” (25). El lector es interpelado desde una posición de
interpelación. Hélio Guimarães afirma en su capítulo sobre las Memórias que en este
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interesa la agresividad del narrador porque parece establecer con el lector y con su propia
un artefacto lingüístico que pretende referir una serie de hechos; es también un acto en el
que se pone en juego el lugar de los interlocutores. Al insultar y burlar al lector, Brás
Cubas construye el lugar desde donde habla, una posición de pretendida superioridad,
pero que precisamente por necesitar de ese acto de posicionamiento se trata de una
posición en disputa.
Volubilidad
Otro problema que representa el texto para el lector, quizá el mayor problema, es
su volubilidad, que también se presenta como un desafío al lector: “o mayor defeito desde
livro és tu, leitor. Tu tens pressa de envelhecer, e o livro anda devagar; tu amas a narração
direita e nutrida, o estilo regular e fluente, e este libro e o meu estilo são como os ébrios”
de este principio, que hace del narrador un sujeto errático, que “não permanece igual a si
mesmo por mais de um curto parágrafo, ou melhor, muda de assunto, opinão ou estilo
quase que a cada frase” (29). Según el crítico, este procedimiento desorienta al lector, que
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Schwarz describe lúcidamente el principio de volubilidad de la novela, pero
probablemente deja escapar uno de sus aspectos fundamentales: el humor. Éste parece ser
un crítico que no ríe, y, como afirma Parke Renshaw, en este libro el humor “é o
fundamento” (13). La dificultad que afronta el lector en la lucha por fijar el sentido no
diga una cosa y haga otra, o en que afirme algo y enseguida diga lo contrario. No se trata
simplemente de la consistencia lógica del narrador, sino que su lenguaje está atravesado
por el humor y la ironía. Aparentemente no siempre quiere decir lo que dice, no en serio
al menos. Llega a afirmar por ejemplo que “este capítulo não é sério” (144). El lector no
puede estar nunca completamente seguro de cómo leer las afirmaciones, a veces bastante
extravagantes, del narrador. Por ejemplo, cuando justifica el mal trato que su cuñado da a
los esclavos: ¿se trata de una forma irónica de denunciar desde su posición la relación del
antiguo comerciante con los esclavos?, ¿habla en serio y debemos tomar una posición
crítica frente al narrador, asumiendo que sabemos más que él?, ¿habla en serio y el texto
última posibilidad queda descartada de plano, porque los críticos no querrían atribuir
creer, y ese dilema “expresses the major problem faced by any reader of Machado’s later
Pero incluso la ironía es una herramienta retórica que resulta ineficaz para la
lectura de Brás Cubas. Cuando leemos la ironía tenemos la ilusión de poder fijar la
intención significativa en el reverso de lo que se dice. Suponemos que la ironía quiere dar
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a entender justamente lo contrario de lo dicho y en esa medida nos permite proyectar una
que el lector ya no puede estar seguro de cuándo está siendo irónico y cuándo no. La
ambigüedad de esa ironía hace imposible localizar una intención significativa, bien sea
Ante ese problema la crítica ha dado varias respuestas. Para Augusto Mayer, por
autor (13). Una posición similar asume J. C. Kinnear cuando afirma que narradores como
Brás Cubas o dom Casmurro no son confiables, porque hay una brecha entre los valores
del narrador y los del autor: “Brás expects us to relieve him: Machado does not” (65).
Ambas interpretaciones recurren a la intención autorial como garantía del sentido; ambas
postulan la figura del autor para neutralizar la movilidad del narrador y justificar una
lectura que sistemáticamente se opone a él. Abel Barros Baptista critica esta práctica de
lectura que caracteriza como “O paradigma do pé atrás”, y que consiste en leer con recelo
del narrador y con referencia a “uma instancia que simula falar em nome do próprio
autor” (369). En otro texto, A formação do nome, Baptista afirma que este autor
implicado “acaba por valer como metáfora de um princípio de aprensão da obra como
figura autorial tienta a algunos críticos, resulta bastante difícil de sostener sobre todo
después de que la teoría literaria ha llamado al autor más de una vez a rendir cuentas: ¿es
posible recuperar la intención del autor a partir del texto?, ¿es el autor consciente de todo
lo que dice el texto?, ¿el sentido del texto se limita a la intención autorial?
Críticos más sutiles han propuesto otras soluciones a la volubilidad del narrador
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machadiano. El mismo Roberto Schwarz, que describe la volubilidad y sus efectos en el
lector, propone que se trata de “um livro escrito contra o seu pseudo-autor” (78, énfasis
en el original). Sin embargo, para justificar esa posición de lectura no recurre a la figura
de Machado como autor, sino a la historia brasilera del siglo XIX. Afirma que la
principios liberales pero que depende del trabajo esclavo para su sostenimiento.
Reconoce la situación del lector, que debe permanecer siempre en guardia ante la
movilidad del narrador y afirma que “a única posibilidade viable é confiar desconfiando”
(101). Sin embargo, como los otros, resuelve que la ambigüedad debe fallarse en contra
Póstumas” (105). Según el crítico, “a narrativa exige a formação de um novo leitor, que
se formará com sua lectura apropriada e conseqüente, porque ela veicula un subtexto que
exige desifração diferente e original” (105, énfasis mío). Facioli depende de una especie
un subtexto, un texto por debajo del texto, un sentido ya presente en él, que le exige al
Las tres posibilidades críticas tienen en común la tendencia a aceptar como única
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extratextual que garantice esa interpretación. Bien se hable del autor, la historia o un
subtexto, siempre parece sumamente difícil mantener la lectura en la novela, sin una
referencia fuera del texto que imponga una ley a la movilidad del sentido y la neutralice.
al lector la responsabilidad de decidir ese sentido. Todas recurren a un más allá, un antes
del texto (autor), un alrededor (historia), un abajo (subtexto), que detenga la volubilidad,
y todas parecen vengarse del narrador que se burla de sus lectores haciendo siempre una
El lector figurado
Otro aspecto del problema del lector en las Memórias es la manera como el texto
relación del narrador con el lector figurado es sumamente inestable, como evidencia la
variedad de adjetivos con que lo califica: “fino leitor” (1), “leitor amigo” (26), “amado
leitor” (65), “leitor obtuso” (65), “lectora pálida” (80), “curioso leitor” (88), “leitor
ignaro” (130). Una función de esa figuración del lector parece ser satisfacer el deseo del
narrador de dirigir la lectura. Brás Cubas no sólo se dirige al lector para elogiarlo o
insultarlo, según el momento, sino que le da indicaciones sobre la manera de leer ciertos
pasajes. El texto está lleno de verbos en modo imperativo que orientan la mirada del
lector: “tenham paciencia” (2), “imagine o leitor” (7), “creiam-me” (7), “vejam” (15).
Brás Cubas indica al lector dónde mirar y cómo mirar, e incluso le da órdenes sobre
cómo sentirse con respecto a la narración: “Não se irrite o leitor com esta confissão”
(128-129). Brás Cubas pretende consolidar su posición de poder frente al lector no sólo
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insultándolo a merced de su capricho, sino reafirmándose como dueño y señor de su
propia palabra. Cuando asume esa posición, Brás Cubas resultaría una especie de
exageración paródica de la figura del autor como origen del sentido. Parece considerarse
a sí mismo dueño de su texto, consciente de su sentido, a tal punto que dirige al lector
Sin embargo, dada la volubilidad del texto, esta no es sino una posición que
asume el narrador entre otras contradictorias. Así como reafirma su poder sobre el texto y
interpretación de ciertos lectores. Brás Cubas no interpela al lector como una entidad
genérica e indiferenciada, sino que hace una serie de distinciones en el foro de lectores.
Aunque en la advertencia dice que su obra tendrá “talvez cinco” (1) lectores y que con
seguridad no alcanzará a los cien de Stendhal, a lo largo de la novela despliega una serie
de tipologías del lector. En la misma advertencia dice que el libro estará “privado da
estima dos graves e do amor dos frívolos” (1). Aparte se distingue al lector, no es claro si
específico por el aspecto sentimental de la narrativa: “se alguma dama tem seguido estas
páginas, fecha o libro e não lê as restantes. Para ela extinguiu-se o interesse da minha
vida, que era o amor” (145). Se diferencia también la mayoría de los lectores de la
novela, caracterizados por su gusto por los textos breves, de los “lectores pesadões”: “não
somos um plúblico infolio, mas in- 12, pouco texto, larga margen” (37). Más interesante
aún es la distinción que se hace entre los lectores en general y los lectores especializados:
el crítico y el bibliómano.
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fetichista que lo une al libro. Después de leer la novela es incapaz de “descifrar o
despropósito”, “não descobre nada e contenta-se com a posse” (90). Para el bibliómano,
material único que nadie más tiene, en el placer egoísta de depende menos de la posesión
El crítico es la figura inversa del bibliómano. No parece tener ningún vínculo con
parece ser el único lector que desestabiliza la superioridad del narrador: “peço perdão á
critica, se este juízo for temerário” (127). Brás Cubas llega incluso a escribir un capítulo
que es una carta dirigida a “meu caro crítico”, donde explica una expresión de algunas
páginas atrás, aunque la carta termina con una queja: “Valha-me Deus! é preciso explicar
tudo” (148).
Otro aspecto que resulta contradictorio con la superioridad del narrador y con su
que le ofrece a ese mismo narrador en otras ocasiones. El lector no siempre aparece para
ser insultado o reprendido por el narrador. Tampoco debe seguir siempre sus
responsabilidad del lector de llenar los vacíos que deja el relato. Esa responsabilidad
también tiene sus ambigüedades. Cuando Brás decide no revelar que tendrá un hijo con
Virgilia, dice: “deixemos ao leitor o tempo de descifrar este misterio” (104). En ese caso,
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si bien el lector debe tomar una posición activa, ésta parece consistir en una tarea de
alguna manera en la novela. Pero en otras ocasiones la responsabilidad del lector va más
allá: “Decida o leitor” (4). Hay además dos capítulos, el 55, “O Velho Diálogo de Adão e
Eva”, y el 139, “De cómo Não Fui Ministro d’Estado”, que carecen de texto y consisten
fragmento del texto: “Se o leitor não é dado á contemplação destes fenómenos mentais,
poder aumentar la movilidad del texto casi como un editor, omitiendo fragmentos que no
Brás Cubas le da varios atributos al lector, desde pacato hasta fino; pero la
decisiones sobre el sentido del texto, sobre si creer o no creer en el narrador, leer sus
indecidibilidad del texto es una decisión que le corresponde al lector. Esa responsabilidad
parece ser sumamente angustiante, como hemos visto en algunos de los críticos de la
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La dimensión ética de la lectura
siempre en un más allá extratextual, como la intención autorial o la historia. Ese parece
ser el trabajo que se han propuesto algunos críticos, incluso muy agudos, como Roberto
Pero el lector figurado por Brás Cubas hace problemático limitar la función del lector a
Aunque, como vimos, algunas interpelaciones al lector parecen indicar que su trabajo es
en posición de tomar decisiones que afectan la interpretación del texto. Hay decisiones
que difícilmente puede remitir a una entidad extratextual: en esos momentos el lector
debe asumir la responsabilidad de su propia lectura, debe decidir en qué medida puede
llenar los vacíos del texto y en qué medida debe conservar cierto margen de
sólo consiste en llenar los vacíos de sentido que deja el texto). Tanto la función cognitiva
como la función productiva de la lectura suponen una estructura temporal que, como
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vimos, la ficción del narrador difunto disloca. La función cognitiva de la lectura supone
autor o la historia, que el futuro lector debe recobrar. La función productiva supone
también un trabajo posterior del lector, que parte de un texto dado para producir sentido
llenando sus vacíos. En ambos casos el lector viene después del texto. Acaso la
perturbación de esa estructura temporal por la ficción del autor difunto subraye la
de un texto ya dado. La insistente proyección del lector por parte de Brás Cubas sugiere
que éste no viene simplemente después, sino que de hecho es una de las condiciones que
hacen posible el texto. Sin la proyección del lector, no habría novela o ésta sería
texto ya constituido, sino una condición de partida que modifica la escritura y hasta cierto
punto la justifica.
el olvido. Tampoco parece presentarse como una defensa, una reivindicación o una
confesión. Si bien el narrador está dispuesto a hablar con franqueza de sus faltas, ya que
la muerte lo libera del juicio de los otros, no parece buscar ninguna expiación mediante la
confesión de ningún hecho de su vida. ¿Para qué escribe entonces? Él escribe desde una
posición bien determinada, la muerte, donde “não há platéia” (40), donde no depende más
de la mirada ajena y tiene entonces un soberano desdén de los otros: “Senhores vivos, não
há nada tão inconmesurável como o desdém dos finados” (40). Y sin embargo, el gesto
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En “Brás Cubas em Três Versões”, Alfredo Bosi expone la importancia del otro
en la constitución del yo en la novela: “O eu que narra o acontecido não está só” (11). El
narrador cuenta su historia con el horizonte de un lector imaginario que puede emitir un
juicio ético frente a los hechos que narra. Brás Cubas no cuenta su historia en un
del personaje como el relato del narrador dependen en alguna medida de la mirada del
otro: “A história do embrulho é toda permeada de fantasmas dos olhares dos outros”
(Bosi 20). La escena en que Brás encuentra un bulto en la calle es significativa en este
sentido, porque la acción se desenvuelve toda en un juego con la mirada del otro. Brás
sólo recoge el paquete cuando está seguro de que no hay “ninguém que pudesse ver a
minha ação” (68). Más tarde, cuando lleva el paquete a su casa, aún duda si abrir o no el
paquete: “E certo que não havia ali nenhuma testimunha externa; mas eu tinha dentro de
mim mesmo um garoto, que havia de assobiar, guinchar, gruñir, patear, apurar, carcajear,
fazer o diabo, se me visse abrir o embrulho e achar dentro um dúzia de lenços velhos”
(68). Este episodio es interesante porque hace del otro una entidad que está entre el afuera
y el adentro del yo. Es decir, el otro no es solamente una exterioridad ante la cual se
otro, la mirada del otro, incide en las acciones del yo y de hecho llega a formar parte
constitutiva de él. El otro es parte del yo. Y eso también incluye al lector proyectado por
Brás; de ahí que Bosio pueda hablar de la figura de “o leitor virtual que está fora e dentro
distinta en la medida en que ya no hay mirada del otro: “não há platéia”, dice Cubas (40).
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Pero si así fuera, si de verdad no hubiera nada tan inconmensurable como el desdén de
los muertos, ¿por qué escribir, por qué exponerse a la mirada de quien ya no importa? El
acto mismo de escritura parece contradecir el desdén de Brás Cubas, pero aparte de eso
su narración siempre se cuenta a partir del horizonte del lector. No sólo prevé y
aparentemente se preocupa por la reacción del crítico, a quien trata de aclarar todo lo que
pueda dar pie a un malentendido. Además calcula con frecuencia la reacción del lector,
no sólo ante su arte narrativa, sino ante la moralidad de sus actos: “entre as cinco ou dez
pessoas que me lêem, há aí uma alma sensível, que está decerto un pouquito agastada
com o capítulo anterior (…), talvez, lá no fundo de si mesma me chame cínico” (51-52).
Desde luego, las actitudes hostiles del narrador frente al lector parecen contradecir
su preocupación por el juicio moral que éste pueda emitir. Sin embargo, creo que tanto el
insulto como la apelación al lector para justificarse ante él pueden entenderse como parte
esa relación; sugieren que no se trata de un hecho definitivo del texto, dado desde el
principio, sino de una relación que está todo el tiempo en juego. De ahí el valor
medida a la narración de los hechos que componen una vida, pero sí pone en evidencia la
necesidad de establecer el lugar desde donde se narra, la posición del narrador frente al
lector.
cognitiva y performativa. No sólo refiere una serie de hechos, sino que hace algo. La
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narración autobiográfica siempre implica una estructura de apelación. Por eso el tropo
demanda una explicación, y en esa medida tiene una dimensión ética: “The self does not
begin as self-positing consciousness, but as an address from the other that calls for a
response: the self constitutes itself only as a response to, and responsibility for, the other
that cannot be an attribute of selfhood because this ethical responsibility precedes the
self” (6). No hay un yo sin otro que lo oiga. No hay narración ni narrador sin otro que lea,
de tantos críticos de leer en contra del narrador de las Memórias Póstumas difícilmente
puede sustentarse en un texto tan voluble. Es en última instancia al lector a quien cabe la
despliega la novela, al lector que proyecta a través de esa misma estructura la imagen de
un Machado políticamente correcto, al lector que interpreta el texto de modo que ese
Bibliografía
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Campinas: Editora Unicamp, 2003.
Bossi, Alfredo. “Brás Cubas em Três Versôes”. Brás Cubas em Três Versôes. Estudios
Loureiro, Ángel. The Ethics of Autobiography. Replacing the Subject in Modern Spain.
Machado de Assis, Joaquim Maria. Memórias Póstumas de Brás Cubas. New York:
Mayer, Augusto. Machado de Assis 1935-1958. Rio de Janeiro: Livraria São José, 1958.
Renshaw, Parke. “O Humor em Iaia Garcia e Brás Cubas”. Luzo-Brazilian Review. Vol.
Rouanet, Sergio Paulo. Riso e Melancolia. São Paulo: Companhía das Letras, 2007.
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