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Fisiopatología y diagnóstico

del dolor abdominal agudo.


El dolor abdominal es uno de los síntomas más frecuentes en la infancia, pudiendo ser
un reflejo de múltiples patologías intra y extrabdominales e incluso de un problema
psicosomático. La mayor parte de los niños con dolor abdominal presentan problemas
autolimitados, pero este síntoma puede ser manifestación también de patología médica y
quirúrgica grave. Se revisa el dolor abdominal agudo especialmente el “abdomen agudo”,
que se define como un dolor abdominal de instauración reciente, constante, intenso que
suele acompañarse de vómitos, afectación del estado general y palpación abdominal
dolorosa.

FISIOPATOLOGÍA

El dolor abdominal puede ser de origen visceral o esplácnico, somático o parietal y


dolor referido. Esta distinción puede ayudar a sospechar la causa del dolor por sus
características, localización o irradiación e, incluso, a valorar el estado evolutivo de
algunos procesos. En la tabla I se muestran las características clínicas del dolor
visceral y del somático.

El dolor de tipo visceral se origina por estímulo de los receptores nociceptivos por
incremento de tensión en la pared de los órganos huecos, secundario a distensión y/o
contracción espástica de los mismos o por estiramiento de la cápsula de los órganos
sólidos. También la isquemia, inflamación e irritación tóxica pueden estimular estos
receptores. Este tipo de dolor se suele irradiar desde la línea media, paralelo a la fuente
del flujo sanguíneo y origen embrionario de los órganos respectivos (intestino anterior-
arteria celiaca-dolor epigástrico; intestino medio y superior-arteria mesentérica superior-
dolor periumbilical; intestino posterior-arteria mesentérica inferior-dolor hipogástrico).
El dolor somático se origina por trastornos, presión, irritación o inflamación de la pared
abdominal, el peritoneo parietal, la raíz del mesenterio o del diafragma. Este tipo de
dolor suele estar bien localizado sobre el órgano afectado, tiene características que lo
diferencian del dolor visceral y, en general, aparece en estadios más avanzados de los
distintos cuadros.
Finalmente, el dolor referido aparece cuando las señales aferentes viscerales y señales
somáticas convergen en una neurona en la misma vía y el impulso resultante, recibido por el
cerebro, se interpreta como procedente de las fibras dolorosas de una distribución somática.

Los tres tipos de dolor pueden estar modificados por el diferente nivel de tolerancia del
niño. Múltiples factores psicológicos y ambientales pueden cambiar la percepción del dolor,
provocando que cuadros de patología funcional sean percibidos como dolor insoportable y
un proceso orgánico, como un absceso apendicular, provoque un dolor mínimo.

Es difícil explicar los mecanismos fisiopatológicos mediante los cuales patologías


extraabdominales como faringitis, fiebre, enfermedades virales..., provocan dolor
abdominal, pero es un síntoma común en estas patologías. Por este motivo, a pesar de
la apariencia de que el dolor abdominal esté focalizado, es preciso realizar siempre una
exploración completa que incluya el área ORL, pulmones, piel y sistema genitourinario.

DIAGNÓSTICO

Ante un paciente con dolor abdominal agudo, se deben investigar las características
del dolor, la presencia de síntomas acompañantes, los hallazgos exploratorios y, en
ocasiones, practicar exploraciones complementarias. Un dolor persistente, de varias
horas de evolución, agudo que no permite dormir, orientará a patología orgánica. Las
probabilidades de que, además, la patología sea quirúrgica, se incrementarán si este dolor
está localizado. La presencia de fiebre, vómitos, diarrea, heces sanguinolentas, disuria; y
en niñas, la existencia de secreciones o sangre vaginal son pistas añadidas de la probable
etiología del proceso. El examen del abdomen comienza con la observación de la actitud
del niño en la camilla y con los movimientos (presencia de signos indirectos de protección
del abdomen) y la existencia o no de distensión abdominal. Se sigue con la auscultación
y palpación abdominal, a la búsqueda de puntos dolorosos y signos de irritación
peritoneal como la defensa y el rebote o la presencia de masas palpables. En muchos
casos no se precisan estudios de laboratorio pero, en los cuadros dudosos, la práctica
de un análisis de orina y hemograma puede ser de gran utilidad. Cuando se sospeche la
presencia de patología hepática, vesícula biliar o páncreas, se solicitará una amilasa y
un perfil hepático (transaminasas, bilirrubina. fosfatasa alcalina, índice de protrombina).
Si existen signos clínicos de deshidratación se practicará ionograma, urea, creatinina
y gasometría. La radiografía abdominal es útil en la obstrucción intestinal, pudiendo
aportar en otras patologías como apendicitis e invaginación, signos diagnósticos
indirectos. Se debe practicar una radiografía del tórax para descartar la presencia de
neumonía, especialmente la de localización basal, que puede provocar dolor referido al
abdomen. La realización de ecografía, estudios del aparato digestivo con contraste y
TC quedarán reservados a sospechas diagnósticas específicas o a cuadros dudosos no
diagnosticados con la clínica y las exploraciones anteriores.

Extracto del curso Urgencias y emergencias pediátricas de OCÉANO MEDICINA.

Más información en www.oceanomedicina.com.ar

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