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La leyenda del lago Titicaca

En las regiones cercanas al lago Titicaca, los hombres vivían como animales
salvajes, sus habitantes desconocían la agricultura habitaban en cavernas y se
alimentaban de la caza y recolección de alimentos.
El dios Inti se compadeció de ellos y envió a su hijo Ayar Manco junto a su
hija Mama Ocllo a civilizar a esas poblaciones bárbaras y a fundar un imperio
que lo honrara.
Ayar Manco, llamado también Manco Capac, tenía el mandato de fundar una
ciudad que fuera el centro del mundo, para ello, su padre, le proporciono
una vara de oro para que buscara la tierra prometida. Les recomendó viajar
hacia el norte del lago Titicaca y hundir el bastón de oro en las tierras por donde
pasaran hasta encontrar un lugar en donde se hundiera con facilidad; allí debía
fundar la ciudad del Cuzco desde donde dirigiría su imperio.
Se pusieron en marcha ambos hermanos saliendo de las aguas del lago
Titicaca, pero el camino era largo, el tiempo pasaba y Manco Capac no
encontraba esa tierra donde el bastón debía hundirse con facilidad. Un día, al
llegar a un valle majestuoso acordonado por bellas montañas, la vara de oro se
quedó hincada en el suelo ante el asombro de Manco Capac y Mama Ocllo, así
supieron que aquel era el lugar que debería convertirse en, Cuzco, la capital del
Imperio de los Incas.
Rápidamente, Manco Capac comenzó la tarea encomendada por su padre,
civilizar ese valle. Allí enseño a los hombres la agricultura, la pesca, la
construcción de viviendas y cuidado de los animales, etc. Mama Ocllo tuvo la
tarea de capacitar a las mujeres en labores domésticas y les enseñó a tejer.
De este modo, Manco Capac y Mama Ocllo fueron los fundadores del imperio
que luego harían grande sus descendientes.

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