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Otros colores para nosotras. Poesía contemporánea de mujeres argentinas.

Comp. Bárbara Alí y Roxana Molinelli


(Ediciones Continente, 2018)

“Possibility is not a luxury; it is as crucial as bread”


― Judith Butler

Escriben Bárbara Alí y Roxana Molinelli en el prólogo del libro: “Hay en el decir poético
un acto de creación y comunión (una comunión que pone en común las diferencias)
para exorcizar lo que busca atacar y debilitar nuestras potencias”. Si la revolución de
las mujeres y el colectivo LGBT está modificando también los discursos sociales, es
indudable que la poesía de esta época romperá en su campo los viejos esquemas
machistas. Este libro nos ayuda a ver en conjunto, y nos pone ante la evidencia de que
ética y estética son las patas de un sistema de percepciones que desde hace siglos nos
gusta llamar arte.
Dadas ya varias décadas de discusiones acerca de una especificidad en las escrituras de
las mujeres (por ejemplo, el famoso debate entre Peggy Kamuf y Nancy Miller) y en
muchos aspectos superadas por las posteriores ideas de Judith Butler, lo que esta
conjunción de poetas pone en relieve es el aspecto político del acto literario en
contexto. En un poema central, que bien podría leerse como un himno generacional,
Flor Codagnone dice: “Vi a las pibas/ batirse a duelo/ con esta sociedad-padre/ que no
da respiro.// Las vi deseantes,/ deseosas, herir de muerte/ al patriarcado/ entre sus
piernas.// Hermosas,/ brotaban cantos de sus pezones,/ germinaban luchas de sus
abrazos,/ se adivinaban astros en las mejillas.// Las vi hermanadas,/ bendecidas./
Conjuraban el futuro,/ gestaban las batallas venideras.// Vi a las pibas/ radiantes…”. A
través de 13 poetas, que integran este volumen, la palabra “mujer” es resignificada
como Revolución. No hay una concepción binarista del género sino una representación
de lucha que opone al patriarcado un símbolo multicolor para abarcar a todxs lxs que
resisten las estructuras de ese poder. La ley es parte de la disputa del lenguaje (no
como posesión de la ley sino como inclusión en ella), y el lenguaje es necesariamente
una herramienta de cambio (es decir, que destruye la ley). En el poema “Un cuerpo”
Tamara Grosso lo traduce de este modo: “No soy la constitución nacional/ firmada
hace más de cien años/ por personas para las que no valgo,/ soy un cuerpo/ por eso
quieren/ decidir sobre mí”.
El libro, organizado alfabéticamente según los apellidos de las autoras, cierra con la
poesía de Micaela Szyniak, directora junto con Aldana Antoni y Ayelén Cisnero de la
revista feminista Mi gesto pank. Compartimos las palabras de esta autora acerca del
libro:
“No sé qué signifique exactamente la salida de una antología de mujeres, además
número trece que como leí en el prólogo es el número del conjuro y también
tradicionalmente el de la mala suerte, no te cases ni te embarques. Supe de hoteles
que no tenían cuarto trece y de edificios que salteaban ese piso. Ir del doce al catorce,
imaginen la falta de botón eliminando esa estación, también parece magia. Algo
similar decimos sobre la función del escrache en estos días, con todas sus aristas la
palabra tiene un poder inédito: alcanza con decir para que sea cierto (es decir para que
tenga efectos sobre la realidad) cito de memoria a Aira sobre Copi imaginando un
mundo continuado de la obra al universo donde los conceptos se compriman y se
exporten. Estamos ante el auténtico poder creador de la palabra, no sé si es porque o
simplemente a la vez que, pero el feminismo crece a la vez que decrece el paradigma
racional y florecen las mujeres que se envían mensajes con la mente o ven el futuro
justo antes de que esté. Quizá esta antología sea solo un producto más de dicha
efervescencia, es sin duda un objeto que hoy el mercado puede asimilar -vender,
comprar- como los personajes de las series se comen una bomba e ingresan corriendo
en una casa embrujada a ver si se acaba de una vez la maldición. Doble eterna
condición de la literatura inyecta espíritu a una cultura que planea destruir. Se asimila,
se infiltra. Desde lo personal puedo decir que es un encanto, desde chica me dediqué a
leer mujeres argentinas porque sí, algo del erotismo quizá o también tiene que ver con
un tono que llamé “de hombre” donde se contempla el mundo como una totalidad y
sus ríos, fauces, grandes guerras. Yo siempre quise leer del amor y de mí misma, un
poco como todxs supongo. Leía argentinas porque también tenía temor a traducciones
indeseables. Tengo que decir que con el tiempo encontré un sabor en la buena
traducción -de Pavón por ejemplo- que es innegociable. Hacer un producto nacional
(un poco federal?) no es ni bueno ni malo es tan solo una decisión supongo de
mercado (un país en donde el feminismo se ha tornado un huracán saca su propio libro
feminista) aunque nunca entendí demasiado del mercado en realidad, y es también
una decisión espiritual, y por espiritual me refiero a política, porque como todxs
sabemos la primer líder espiritual de la nación ha sido Evita. De cara al fascismo que
gana las elecciones (nacionales, claro) en toda Latinoamérica el feminismo empieza a
gobernar las relaciones interpersonales (yo no voy a ser la bandeja de semen de nadie,
me cuenta mi vecina que le dijo a su compañero de trabajo mientras tomamos mate
en la cocina, jaja, me lo tatúo, jaja) como si hubiera un doble curso del poder en que
Argentina es ejemplar pujando por salir de una vagina y es muy extraño y nadie
entiende nada. Así debería ser la poesía, en general”.

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