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EL 'ROJO' REVOLUCIONARIO Y EL 'ROJO' DE LOS

SOBERANOS, por Julius Evola

En ocasión de las diferentes manifestaciones que entre nosotros se han


vuelto vincular con el primero de mayo, se nos ha dado en pensar en
un fenómeno sobre el cual más de una vez hemos dirigido nuestra
atención y que puede definirse como el de la inversión de los
símbolos.

Nos podemos referir en primer lugar al simbolismo del color rojo. Se


conoce muy bien aquel cántico que nos dice: "Levántate o pueblo para
la liberación, bandera roja triunfará". A partir de la bandera del Terror
de los jacobinos en la Revolución Francesa , el "rojo" ha señalado
permanentemente las consignas del radicalismo revolucionario, luego
fue la insignia del marxismo y del comunismo hasta arribar a las
"guardias rojas", a la estrella roja de los Soviet y a la armada roja de la
Rusia bolchevique. Y bien, el color rojo, que se ha convertido ya en
emblema exclusivo de la subversión mundial, es también aquel que,
como la púrpura, se ha vinculado habitualmente con la función regia e
imperial, es más, no sin relación con el carácter sagrado que tal
función, fue muchas veces reconocido de esta manera. Al rojo de la
revolución se le contrapone el rojo de la realeza. La tradición podría
remitirnos hacia la antigüedad clásica, en donde tal color, que tenía
una correspondencia con el fuego, concebido como el más noble entre
todos los elementos (es el elemento radiante que, de acuerdo a los
Antiguos, indicaría al cielo más elevado, el cual por tal causa fue
denominado empíreo), se asoció también al simbolismo triunfal. En el
rito romano del triunfo que, en la antigüedad tuvo un carácter más
religioso que militar, el imperator vencedor no sólo vestía la púrpura,
sino que en su origen se teñía de este mismo color, en el intento por
representar a Júpiter, el rey de los dioses; esto en tanto se pensaba que
Júpiter hubiese actuado a través de su persona, en modo tal de ser él el
verdadero artífice de la victoria y el principio de la gloria humana.
Resulta superfluo citar ejemplos de las tradiciones siguientes, en razón
de la recurrencia del rojo como color de la realeza. En el mismo
catolicismo, los 'purpurados' son los 'príncipes de la Iglesia'. Existía el
dicho: "haber nacido en la púrpura", con referencia a una cámara del
palacio imperial bizantino, en donde se hacía en modo que nacieran
los príncipes de la Casa reinante. Entró en el uso de la lengua inglesa
la expresión: he was born in the purple, para significar que una
persona había nacido en un ambiente regio o, por lo menos
elevadísimo. Y con ejemplos de tal tipo que también aparecen en
países no europeos, se podría fácilmente continuar. El hecho que,
sucesivamente, la asociación del rojo con la subversión puede haber
tenido ciertas relaciones con el Terror, con el esparcimiento de sangre
que formaba parte integrante de los pregoneros de la religión jacobina
de la humanidad, no le quita para nada su carácter singular de proceso
efectivo de inversión: el color de los reyes se convierte en color de la
revolución. Pero hay más: justamente el uso moderno de la palabra
"revolución" acusa una idéntica inversión de significado. En efecto el
término 'revolución', en su sentido primario y originario no quiere
decir subversión y revuelta, sino justamente lo contrario, es decir el
retorno a un punto de partida y movimiento ordenado alrededor de un
centro inmóvil: por lo cual, en el lenguaje astronómico la "revolución"
de un cuerpo celeste es justamente el movimiento que el mismo
cumple gravitando alrededor de un centro, centro que regula la fuerza
centrífuga, obedeciendo a la cual el mismo se perdería en el espacio
infinito. Por lo cual, en razón de una natural analogía, también este
concepto ha tenido un papel importante en la doctrina de la realeza. El
simbolismo del 'pueblo' aplicado al Soberano, punto firme, 'neutro' y
estable alrededor del cual se ordenan las diferentes actividades
político-sociales, ha tenido carácter y difusión casi universales. He
aquí por ejemplo un dicho característico de la antigua tradición
extremo-oriental: "Aquel que reina a través de la virtud del Cielo (en
términos occidentales se diría 'por la gracia de Dios') se asemeja a la
misma estrella polar: la misma permanece fija en su lugar, pero todas
las otras estrellas giran a su alrededor". En el cercano Oriente el
término Qutb, 'polo', ha designado no solamente al Soberano, sino
también a aquel que en un determinado período histórico decreta la
ley como jefe de la tradición.

Se puede resaltar por lo demás que la insignia regia e imperial del


cetro (que se vuelve a encontrar sin embargo también como atributo
de diferentes divinidades celestiales), en su origen ha tenido un no
diferente significado. El cetro expresa en el fondo también el concepto
de 'eje', análogo al de 'polo'. Y éste es un aspecto esencial de la
función regia, base de la misma idea de 'orden'. Gracias al mismo, en
un organismo político subsiste siempre algo firme y calmo, a pesar de
todo desorden y agitación debida a la contingencia de los tiempos.

La 'revolución' en el sentido moderno, con todo cuanto la misma ha


creado, incorpora exactamente el significado opuesto: las fuerzas
políticas y sociales se disuelven de su órbita natural, declinan, no
conocen ni toleran más un 'centro' (una verdadera autoridad) ni un
orden que sea diferente de una forma malamente constituida a través
del desorden. La expresión de Trotzky, "la revolución permanente" es
el caso límite y, a tal respecto, resulta significativa cuál sea el sentido
específico que quería darle su autor. Indica exactamente el punto de
vista de la fundamental inestabilidad de fuerzas que en el fondo son
las fuerzas mismas del caos y de la materia separada de cualquier
principio superior. Éstos son sólo dos casos de 'inversión de los
símbolos'. Se podrían dar muchísimos más ejemplos y, de presentarse
la ocasión, se podrá volver sobre tal temática. No puede negarse que
todos ellos son signos elocuentes y significativos de la 'señal de los
tiempos'.

Roma, 4 de mayo de 1955

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