Sunteți pe pagina 1din 45

REFLEXIONES

DE MERCE
ROURA
AGENDA TU VIDA

Al contrario de lo que les pasa a muchas personas,


me gusta este mes… Septiembre me sosiega. Tengo
la sensación de que todo vuelve a su sitio, de que se
equilibra, de que toma forma y cobra sentido… Es
como si durante unos días fuéramos todos capaces
de encontrar magia en la rutina y conservar la
esperanza de que todo pueda cambiar sin virar de
rumbo.
Recuerdo cuando era niña el olor a libreta nueva, a
goma de borrar, los lápices con puntas perfectas en
el estuche. Siempre pensaba que ese curso podría,
que me iba a desatar y mostrar como lo que
realmente era, que la vida me iba a mostrar mil
oportunidades para poder brillar.
Todo estaba por empezar, todo era nuevo, en el aire
flotaba la sensación de nueva oportunidad, de volver
a la rutina con energía renovada y que eso nos
convirtiera en personas capaces de cambiar esa
rutina. Siempre llega esta época y pienso “esta vez lo
haré bien”. Eso lo sentimos siempre que haces parón
y luego volvemos a “esa vida gris”. Tal vez porque la
solución está en decidir que no sea gris, que no nos
concentremos a vivir con intensidad solo unos días y
seamos autómatas el resto del año. En convertir cada
día en un día especial y encontrarle algo mágico… En
no dejar ese vestido colgado en la percha del armario
esperando ocasión especial y ser capaz de ponérselo
un lunes o descorchar esa botella de vino para tomar
una copa en la cena del martes, porque sí, porque
cada día tiene algo diferente.
Nos llenamos la agenda hasta los topes para luego
contemplarnos reventar de ansiedad creyendo que
no podemos evitarlo. Somos nuestros propios
verdugos a veces y miramos al mundo buscando
culpables por lo que en realidad nos hacemos
nosotros…
Tal vez, la solución pasa por dejarnos espacio y
tiempo para nosotros, mimándonos un poco cada día
y dejar obsesionarnos con ser felices sólo los fines de
semana. Guardar momentos para la risa. Hacer esas
cosas que te hacen feliz cada día y encontrar la
forma de que lo que haces cada día te haga feliz. Ya
sé que en ocasiones es complicado porque hay
situaciones duras, pero a veces basta con parar un
momento y respirar, sentir, caminar un rato y posar
la mirada en algo distinto a lo habitual para que surja
algo nuevo… Creo que gran parte de nuestro
problema es que no hemos aprendido a mirar y sólo
tragamos imágenes igual que tragamos vida sin
sentirla ni notarla. No inspiramos hondo, no sentimos
nuestras emociones ni dejamos que la vida nos
sorprenda. No tenemos un momento libre para
que pase lo que está esperando turno a
pasar… Y los días se comen la cola unos a otros, en
sucesión… Devoramos nuestra vida como quién
como rancho y luego se lamenta de que no tienen
sabor ni color.
Voy a intentarlo de veras. He vaciado mi agenda de
“pongos” y distracciones absurdas y la he llenado de
pequeñas locuras pendientes en mi vida. He quitado
los imanes de tragedias y quejas varias y me he
agendado un rato con mis emociones y miedos, para
saber qué me cuentan de lo que no me atrevo a
sentir ni a afrontar. Los lunes tengo una cita
ineludible (si se tercia) con mi rabia, porque cuando
no la escucho se enfada y se pone grande y
frondosa. Y los jueves voy a salir de copas con mis
sueños, he pensado en revisarlos uno a uno por si se
han quedado rancios y ya no me sirven o por si están
demasiado olvidados y tengo que darles magia…
Me he apuntado a clases de mí misma, porque
me queda mucho por aprender y conocer
todavía. Me he reservado espacio para lo bueno,
para lo hermoso, para lo triste y necesario, para las
personas a las que amo y para conversaciones largas
con aquellas personas que guardan muchas palabras
para mí… No quiero perderme ni una.
He borrado el apartado de “deberías” y exigencias
máximas y lo he sustituido por otro que se llama
“paseos sin rumbo” para descubrir a dónde me lleva
la vida sin expectativas y aprender a cultivar mi
paciencia infinita.
Tengo ya una lista de libros que quiero degustar con
ganas y muchas canciones que tengo que volver a
escuchar cien veces porque todavía no las he
disfrutado suficiente.
Me he dejado espacio para crecer, porque cuando no
te dejas margen te quedas pequeño… Y he destinado
también un buen rato para hacer nada,
absolutamente nada, sabiendo que voy a llenarlo de
vida y sensaciones y descubrir que tal vez sea uno de
los momentos más productivos del día.
Y quiero dormir, descansar, dejar de tener prisa para
todo y poder detenerme en las cosas más pequeñas
para redescubrirlas. Quiero poder llorar si
necesito llorar sin hacerlo con prisa…
Me he dejado tiempo para mirar sin juzgar ni temer
lo que llega a mi vida. Me he agendado la necesidad
de aceptar las cosas como son y me he destinado
ratos de aburrimiento, a ver si así se me ocurren
nuevas ideas y encuentro tesoros ocultos en las tazas
de café. Me he dejado espacio en la agenda
también para equivocarme y dejar de culparme
por ello, para perdonarme cada día y dar
gracias por todo lo que me rodea y todo lo que
vivo…
Y lo mejor de todo, sin duda, es que me voy a dar
permiso para cambiar todo esto si me agobio, si me
cansa, si me aturde, si me doy cuenta de que ya no
me llena… Porque también me he dejado espacio
para permitirme ser flexible y compasiva conmigo
misma. Estoy convencida de que todos estos
pequeños momentos en los que me dejo tiempo para
mí y mis necesidades son la mejor forma de
amarme. Hay que agendarse la vida porque si
no a veces se nos escapa y se pierde mientras
nos dedicamos a lo que realmente no importa.
DEJA DE IGNORARTE

A veces te quedas sin voz y otras se te acaban las


ganas porque topas tanto con la misma pared que te
quedas roto, entumecido, agotado. Y luego cuando te
paras un momento, te das cuenta de que tocaba
callar y cambiar de rumbo, dejar de golpear paredes
que no llevan a ningún lugar y respirar hondo para
saber qué quieres realmente.
Insistimos tanto en besar al sapo obsesionados con
que es un príncipe… Nos obsesionamos porque los
demás cambien y sean como creemos que deben
mientras pasa un tiempo precioso en el que no
miramos en nuestro interior… Un tiempo en el que no
somos nosotros de verdad porque nos ocupamos de
cambiar el escenario, el atrezzo y decidir qué tienen
que hacer y decir los demás actores. Cuando el
cambio real de la obra sólo llega cuando asumimos
que somos nosotros quiénes tenemos que interpretar
otro personaje. Discutimos sobre las palabras que
nos dicen, nos enfadamos por lo que ven o no ven en
nosotros, porque no nos valoran y nos nos aman
como merecemos… Y ni siquiera nos tomamos
tiempo para darnos cuenta de que no prestamos
atención a lo que nosotros hacemos… ¿Y nuestras
palabras? ¿Y nuestra valoración de nosotros mismos?
¿Y la forma en que nos miramos y nos definimos?¿Y
la forma en que nos tratamos? ¿Y todo lo que hemos
hecho hoy que nos denigra en realidad porque
creemos necesitar aprobación?
Cada vez que pensamos que los demás son el origen de nuestros
problemas estamos perdiendo la oportunidad de solucionarlos,
les estamos entregando el poder de seguir haciéndonos daño…
Les entregamos la varita mágica... Nos hacemos daño
nosotros mismos por persona interpuesta… Y no es
que ellos no sean responsables de herirnos, lo son,
pero destinar energía a desear que cambien, es
como pasarse las noches concentrado en ver la otra
cara de la luna desde el balcón de casa. Sean como
sean, hagan lo que hagan, digan lo que digan no
tenemos opción a cambiarlo. Tan sólo podemos hacer
dos cosas… La primera, decidir si se quedan en
nuestra vida o se van. La segunda dejar de mirarles a
ellos y empezar a concentrarnos en nosotros,
comprendernos, mimarnos, recuperarnos, cosernos,
escucharnos… Dejar de prestar atención a lo que no
está a nuestro alcance y mirar dentro, en nosotros,
donde todo cobra sentido, donde realmente se puede
hacer magia.
Cerrar puertas y heridas. Decidir que hemos
comprendido la lección y que estaban ahí para
mostrarnos que todavía nos amamos poco… Soltar
nuestra necesidad de mirarles y juzgarles, evitar que
nos sigan haciendo daño, dejar de darles un papel
protagonista en nuestras vidas y ocupar nuestro
verdadero lugar en el mundo.
La verdadera magia consiste en aprender a mirar sin dolor.
Dejar de buscar lo que no funciona y dejarse seducir
por lo que realmente nos hace sentir inmensos,
radiantes, poderosos. Contemplar con ojos inocentes
cada día para así poder imaginar historias hermosas
y empezar a crear una realidad más acorde con lo
que realmente somos. Abandonar esa idea gastada y
triste que tenemos de nosotros y que nos habla de
que estamos a medias en todo. Que nos dice que no
llegaremos nunca, que no somos todavía perfectos y
tenemos que continuar demostrando y batallando
para conquistar a unas metas que ya no nos
representan ni ilusionan… Porque ya eran huecas el
día que alguien te dijo que eran las tuyas y dijiste
que sí por temor a parecer desconsiderado, por
temor a no encajar, por temor a destacar y parecer
distinto, por no dejar la tradición.
El ejercicio que lo cambia todo es aceptar que nada de lo que
nos rodea va a cambiar tal y como creemos que debe cambiar y
hemos llegado a necesitar que cambie. El cambio real es
dejar de necesitar y concentrarse en sentir, en notar,
en depositar la energía en este momento y decidir
que el poder es nuestro.
Ya lo sé. Ahí a fuera llueve mucho a veces y otras el
sol quema, quema sin parar. Hay mil historias tristes
y mil lobos feroces. Mil caminos oscuros y mil noches
frías. Aunque también hay mil formas de amarse
cada día y mil personas maravillosas esperándote en
el camino. Algunas te llaman por teléfono o te envían
un mensaje. Otras te sirven café o te venden unos
zapatos. Algunas comparten tu vida y otras se cruzan
contigo un solo instante y sonríen y te recuerdan que
tú también puedes sonreír ahora. Algunas brillan y
otras están apagadas. Unas están para recordarte
que tú también brillas y otras que te has apagado y
está a un paso de volver a conectarte a la vida. Hay
amigos de cien años y amigos de dos días. Y en este
mar de dudas en el que todo se mezcla y te arrolla, lo
que cuenta es saber guiar tu barca. Dejarte llevar a
favor de viento y saber cuándo virar y mantenerse
firme. Y dejar de mirar a los lobos esperando a que sean
corderos porque mientras ves su crueldad te pierdes la belleza
que te rodea, incluso la que está en ti.
Soltar el intento loco de control de todo lo que jamás
podrás controlar y usar esa rabia por no conseguirlo
para crear algo nuevo. La verdadera magia es
comprender que hay cosas que no podemos evitar y aprender a
concentrase en lo que sí está en nuestra mano.
Y en tu mano estás tú. Y lo único que tienes que
hacer es descubrirte realmente. Salir del decorado y
escribir tu guión usando tus palabras. Y cambiar tu
mirada ante lo que ves y detenerte un momento a
contemplarlo con ojos inocentes y nuevos. Y dejar de
juzgar lo que es para esperar a comprender lo que te
cuenta de ti… Ver que cada persona que se cruza
contigo lleva un mensaje para ti.
Percibimos lo que somos a través del mundo, pero si
queremos cambiar no podemos actuar en el reflejo
sino en el original. Y ver lo que realmente eres.
Encontrar tu valor. Potenciar todo lo maravilloso que
descubres en ti… La verdadera magia es aprender a
mirarte de otro modo y descubrir que esa magia está ya en ti,
pero no la usas porque has olvidado que la tenías. Porque llevas
una eternidad ignorando tu grandeza.
Deja de ignorar tu magia… Deja de ignorarte.
VOY A ROMPER TUS SUEÑOS

Ayer alguien de llamó “rompesueños” en Twitter. Lo


hizo porque para promocionar mi último libro puse la
frase “todo es posible, pero no todo va a suceder y no pasa
nada”. Lo hice porque esa frase es para mí la esencia
más pura de la libertad y el desapego de todo lo que
nos ata y no nos permite vivir siendo nosotros
mismos. Porque forma parte de la esencia también
de mi obra y de mi forma de sentir, de lo que he
aprendido equivocándome millones de veces y
dándome de bruces con el muro de mi necesidad de
que todo sea como lo sueño.
Quiero dejar claro, ante todo, que no invito para nada a
dejar nuestros sueños y metas. Es más, mi frase es una
invitación a desearlos con más ganas y ponerse a ello, pero no
desde la desesperación y la necesidad, sino desde el amor y la
convicción. Porque esto no va de lo que se consigue,
sino de cómo se vive ese proceso, de la actitud con
que lo vivimos. Con actitud no basta, es cierto, pero
marca una diferencia importante. No porque te haga
conseguirlo todo, sino porque hace que valga a la
pena o no ponerse a ello.
Persigue tus sueños, por favor, pero no dejes que te
amarguen la vida. Tú eres más importante. Hay más
sueños, pero no hay más recambios para ti. Y lo digo
yo que soy la mujer de las listas de objetivos, la
mujer que se hace listas de listas… Y son muy útiles,
realmente. Más que nada porque cuando haces una
de esas listas negro sobre blanco, te permites
quitarte esa necesidad de recordarla de la cabeza y
liberas espacio y angustia. Y cuando la repasas,
recuerdas tu norte. Es maravilloso tener un norte,
pero no perderse en él. Lo digo porque yo me he
perdido en él mil veces y he acabado culpándome
por no seguir a rajatabla una lista que tal vez podría
cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Las listas están
a nuestro servicio y no al revés.
En realidad, creo que esto nos pasa porque vamos
por la vida desmotivados porque no vivimos la vida
que deseamos. Y a veces es sólo porque nos
resignamos no a tener menos sino a sentirnos
menos, decimos demasiado que sí a lo que no nos
llena y poco a lo que nos hace volar. Y entonces,
buscamos una motivación para seguir y nos
aferramos a un sueño y acabamos necesitándolo
tanto para seguir respirando que la vida, que es
sabia hasta rabiar, te lo aleja cada día para que
sepas que realmente lo que necesitas es darte
cuenta de que ya eres maravilloso y lo único que
realmente necesitas es amarte y reconocerte. Te lo
aleja la vida y tus decisiones, a veces pequeñas,
diminutas, imperceptibles, cada vez que dices no a lo
que amas o te dejas pisar porque crees que no hay
más remedio…
No va a pasarnos todo lo que deseamos que nos
pase… ¿De verdad alguien se lo cree? ¿o sólo nos
gusta leerlo para acostarnos contentos y engañados?
Así lo siento y así lo digo porque es lo que he vivido y
he aprendido… No voy a vender humo facilón. Lo siento…
El otro día una persona maravillosa con la que estuve
charlando un rato sobre lo que escribo me dijo que
agradecía que dijera “la verdad” (que quede claro
que es la mía, cada uno puede pensar lo que quiera y
yo no sé casi nada). Me dijo algo así como que iba a
convertirme en una “antigurú” del desarrollo
personal por decir entre otras cosas que no vamos a
conseguir todos nuestros sueños. Me lo decía con
cariño, como algo positivo, porque agradecía que
fuera sincera y hablara de mí cuando escribo. Y la
verdad es que me impactó mucho y al pensarlo,
parece bien. Si hace falta, me declaro antigurú,
porque tampoco quise nunca ser gurú de nada y creo
que si quiero acompañar a las personas en este
maravilloso y duro proceso de conocerse lo que
importa es que sea honesta.
Soy la primera que busca sus sueños, siempre lo
digo. Y creo en la magia y en los milagros, de verdad.
pero llevamos tanta carga y dolor acumulados que
primero hay que soltar y sentirse libres, amarse y
reconocerse… ¿Es que aceptarse y amarse de verdad en esta
sociedad que te vende la necesidad constante de ser perfecto no
es un milagro?
Lo que quiero decirte es que ya eres tu sueño. Que
no necesitas marcadores ni resultados. Sé, haz,
siente lo que eres y deja de esquivar tus miedos y la
responsabilidad de hacerte feliz. Sueña y planifica
pero no te tortures. Vive tus metas y retos sin culpa,
date oxígeno, por favor… No te aferres, sé flexible.
Que lo que te motive sea la vida misma, este
momento mágico, no algo que esté fuera de ti
porque cuánto más creas necesitar lo soñado para
ser feliz, más lejos estarás de ti mismo y ya no hablo
de tu sueño… La vida misma es el chute que necesitas para
estar en ella y aprovecharla. No necesitas un resultado para
saber que eres grande… Sé grande. El milagro es el
cambio, el camino andando que te cambia y te ayuda
a comprender que ya eres. Que no te has quedado
con las manos vacías pase lo que pase porque te has
quitado capas de dolor de encima…
Esto va de perseverar, pero también de adaptarse. Un día te
levantas y descubres que tu campo de trigo ha sido
devorado por los pájaros, después de tanto trabajo…
Y puedes lamentarte mil años o volver a plantarlo mil
veces e insistir. Y puede que vuelva a crecer y llegue
tu cosecha maravillosa como mereces, pero también
puedes decidir que ha llegado el momento de plantar
flores… Y puedes venderlas o contemplarlas y
encontrarte un día tan inspirado por ellas que acabes
escribiendo un libro que acompaña a otras personas
a plantar trigo, a plantar flores, a conseguir sueños y
amarse… O te acompaña a ti en tu camino para
crecer, que es lo que importa en realidad. Y miras al
cielo y das gracias a los pájaros porque aquella
madrugada hicieron un trabajo perfecto para ti
devorando tu campo de trigo, aunque te das cuenta
ahora y no entonces. Siente qué deseas a cada
momento sin obsesionarte por nada, sé capaz de
cambiar de rumbo si el rumbo que sigues te está
desgastando… No pasa nada por reconocer tu error o
renunciar a lo que creías que era tu destino. Lo que
importa es que no renuncies a ti.
A veces, no se trata de abandonar el sueño, sino de encontrar
una forma de acercarse a él que no te anule, que no te deje sin
aire, que no te obligue a estar en suspenso y sin vivir mientras
llega. Porque lo que te daña no es ese sueño, si no tu necesidad
de creer que si no lo consigues no eres nadie, cuando ya eres
todo…
No pasa nada. La vida es cambio constante, riesgo… El
riesgo de vivir tus sueños al límite o de soltarlos para que
vuelvan si son realmente para ti y si no, ser capaz de volver a
empezar y encontrar otros. Algo tengo que decirte, estoy
totalmente convencida de que si algo está en tu
camino y lo intentas con ganas es inevitable que
acabe sucediendo… Lo que cuenta no es el resultado,
sino el proceso. Lo que de verdad importa es que has
decidido vivir de lo que cultivas y ser libre… Y debes
ser libre de todo, incluso de ti mismo… De tu
necesidad de culparte y perseguirte con exigencias.
Tus autocastigos por no llegar a tus metas y tus
reproches infinitos. Tienes que dejarte margen y
espacio en tus listas de objetivos para que pasen
cosas imprevistas que zarandeen tu vida… No lo
sabemos todo y a veces tiramos piedras a los pájaros
cuando venían a salvarnos la vida.
Persevera en tu meta, pero sobre todo persevera en ti. Cultiva,
sobre todo paciencia y amor por ti. Suelta tus
necesidades ficticias. Todo llega si tiene que llegar, y
si no llega es porque está dejando espacio a algo
mucho mejor. Y nos está ayudando a crecer
inmensamente.
No dejes que tus sueños se conviertan en tus
pesadillas… Escúchate de verdad y date cuenta de que
no tienes nada que demostrar ni medir, nada que
hacer para que te acepten o valoren. Que soñar no te
impida vivir.
Todo es posible, pero no todo va pasar. Eso forma parte de
lo extraordinario de esta vida dura y complicada a
veces que se resiste a dejarte subir la montaña,
porque te ha reservado un lugar privilegiado en el
valle, pero no lo ves porque no paras y escuchas tus
latidos…
Os diré algo. pienso continuar persiguiendo mis
sueños con ganas, pero no dejaré que me rompan,, ni
a mí ni a ni vida… Seré yo quien los rompa a ellos en
pequeños pedazos y me los tomaré a sorbos o iré a
buscar en lo más recóndito de mi alma un sueño
nuevo y maravilloso. Ya lo he dicho mil veces, en
ocasiones, hay que perder para ganar. Hay que ceder
para poder parar y darte cuenta de que te estás
destrozando por algo que no te dejar vivir tu
presente. Y que no es bueno ni malo, es un estímulo
maravilloso, pero no puede condicionar tu vida hasta
dejarte a medias de todo, en un limbo, pendiente de
un resultado, una marca, una fecha, un
reconocimiento…
Porque lo que importa es lo que eres y lo que te
transforma, no lo que consigues.
Persigue tus sueños, sin duda, pero mientras tanto, vive. Vive
intensamente y siéntete merecedor de todo lo mejor de la vida.
LA VIDA TE INVITA A PARAR

En algún momento en la vida llega ese día en que


estás un rato a solas, contigo. A solas de verdad. Sin
más interrupción que tus propios pensamientos ni
más demora que la de acabarte ese café para poder
cerrar los ojos y notarte la piel… Llega porque lo has
estado postergando mil años y ya te toca. Llega
porque te lo mereces y ya no te basta con buscarte a
pedazos, te necesitas por entero.
Si no propicias tú este momento, si no te das cuenta de que la
vida te llama a parar y sentir, no te preocupes, lo hará ella
sola. Encontrará la forma de que te pares, te calles, te
rompas, te desgajes y tengas que quedarte a solas
contigo mismo y decirte lo que tienes pendiente. La
vida buscará el camino para que pares en tu camino
y te notes las puntas de los dedos de los pies y te
preguntes para qué andas. Buscará la forma de que
te sientes y te preguntes a dónde vas… Buscará la
forma de que te acurruques a ti mismo y llores si
almacenas llanto y te rías si te quedan risas
pendientes. La vida es tan eficaz haciendo que lo que
tienes pendiente pase… Haciendo que lo que evitas
suceda…
A veces, lo hace a golpe seco y otras como el río que
remolonea buscando un mar que no se deja, que
parece que no llega, que no se deja amar ni besar.
Todo llega, siempre. A veces no es como lo
imaginabas. Otras es exactamente igual pero al
abrazarlo notas que ya no tiene tanto sentido. En
ocasiones, aparece desgastado y opaco… Aunque
siempre, siempre es mejor de alguna forma…
La vida te para o te paras tú antes de que lo haga la vida. Si
escoges la segunda opción, cuando notas las señales
y lees en tus ojos que te necesitas de verdad, que te
buscas para sincerarte y tener esa conversación
pendiente contigo, todo es más fácil. Tú eliges cómo
parar y bailas. Tú escoges el rincón donde a quedarte
quieto y la posada donde vas a contarte historias. La
vida te invita a parar y tienes que aceptar la
invitación para encontrarte y volver a ella con más
ganas, con más serenidad, con más paz…
A veces, para cambiar de vida no hace falta dejar la
antigua del todo. Sólo es necesario soltarla, estar
dispuesto a pensarla de otro modo, a vivirla con otro
ritmo, a buscar la coherencia en cada palmo que la
habita y desechar lo que ya no te pertenece. No hace
falta lanzarlo todo por la ventana, pero hay que estar dispuesto
a ello si es necesario…
Al final, lo nuevo siempre te cuesta lo viejo, lo
caduco, lo que ya no tiene sentido… Hay que dejar
hueco para que lo que deseamos llegue a nosotros y ese hueco
es sobre todo mental y emocional… El espacio físico
siempre es una consecuencia de permitirnos vaciar
por dentro, soltar los pensamientos que ya no nos
definen y las creencias que ya no queremos que nos
limiten.
Y una vez a solas, háblate en serio. Sé pura
compasión pero pura verdad. Sé amor pero también
firmeza…
Quedarte con tus miedos y decirles basta. No para
que se vayan (que sería maravilloso) sólo para que
no muerdan. Quedarte con tus pensamientos y mirarlos
desde fuera y ver que no son tú y que están ahí para recordarte
que a veces no te valoras suficiente, que todavía estás
aprendiendo a amarte y se te escapan pequeñas
cosas. Quedarte con tus emociones y sentirlas, ver
qué te cuentan y soltar cuánto puedas…
Y decir las cosas por su nombre. Y hablarte claro. Y
encontrar ese miedo tan intenso que se oculta detrás
de esos pequeños miedos sin sentido que son todos
el mismo disfrazado de torpeza, de desgana, de
angustia, de enfado, de rabia, de resentimiento, de
pereza…
Y no culparte por nada. Sin reproches, sin medias
tintas… Para que vayas a tope contigo. Cuando
aciertas y cuando fallas. Porque todo, absolutamente todo
es material valioso para seguir y crecer. Para levantarse y
caminar .
En algún momento tienes que quedarte a solas contigo para
darte cuenta de que le pongas el nombre que le pongas a tus
metas tu destino es amarte y confiarte la vida.
En algún momento vas a tener que recordar qué te
trajo aquí y descubrir si te sigues a ti mismo o tu
sombra.
Para enderezar el camino si te has perdido o
sencillamente seguir por el camino que parece
equivocado a ver a dónde te lleva… Porque tal vez
ese error pendiente es sea muy necesario para
recordar quién eres y darte cuenta de hacia dónde
deseas ir de verdad.
Tal vez ha llegado ese momento. La vida te invita a
parar ¿aceptas?
DATE UNA TREGUA

Vamos a hacer una prueba. Un día como hoy, si


quieres, te levantas y te permites que todo resbale.
Que lo que te araña te arañe menos. Que lo que te
parece urgente salte de tu agenda hasta perderse en
el olvido… Que nada te zarandee tanto como para
quedarte muerto o roto… Notar lo que pasa hasta el
final pero sin dejar que te inunde y te haga perder el
equilibro, sintiendo que no importa, que dentro de ti,
en algún momento que no este, encontrarás
solución… Y que si no la encuentras, tampoco pasa
nada porque la vida no es morir en los intentos sino estar
presente.
Y no te hablo de no sentir, al contrario, te hablo de
sentirlo todo, pero lo de hoy, lo de ahora… No lo de
hace años que llevas adherido a la piel y no
consigues soltar o lo que piensas que pasará un día
de estos porque te crees un ser predestinado al
fracaso o al sufrimiento. Te hablo de sentir cada
instante, cada miedo, cada sensación, cada risa,
cada sonido… De ir por la calle notando este viento
fresco que eriza tu vello y pone en alerta tu piel y
disfrutar del tacto de los que amas como si fuera la
primera vez y al mismo tiempo la última.
Te propongo por un rato no pensar más allá de la
vuelta de la esquina, para no perderte este ahora
que se escapa y que mientras lees esto (por cierto,
gracias inmensas por dedicar una parte de tu valioso
tiempo a mis palabras) se va y se esfuma.
Ya lo sé. Tienes tantas cosas pendientes… Algunas
complicadas y duras. Sin embargo, no las vas a
solucionar desde esa sensación que te golpea el
pecho, que cuesta soltar y que no se irá en dos días.
Sin embargo, no se irá nunca si no te permites
respirar, si no te sientes merecedor de ser libre y
vivir como si mañana no importara. Porque en
realidad, no importa… Y no porque no vayamos a
hacer todo lo posible (y mucho de lo imposible)
porque esté lleno de lo que amamos y soñamos, sino
porque no existe todavía y le estamos dedicando un
tiempo maravilloso de nuestro presente…
Preocuparse no sirve de nada. Lo que realmente sirve es
comprender qué nos cuenta la vida con cada conflicto y
ponerse manos a la obra en lo que sentimos que podemos hacer
para solucionarlo… Hacer desde la consciencia y no
desde la necesidad de mantenerse desesperado para
demostrarle nada a nadie. Vivir desde una compasión
inmensa por lo que realmente somos y amarnos pese
a reconocer nuestros errores, sabiendo que están ahí
para que los usemos de puente a nuestra nueva vida.
Todo cambia en un instante. Cruzas una calle y
encuentras a alguien que hace un siglo que no ves y
que tiene la respuesta que buscas. Recibes una
llamada y algo se apaga, se rompe pero en pocos
días abres un libro y todo cambia. A veces, el sol sale
cuando cierras los ojos porque estás demasiado cansado de
enfadarte con la vida porque llueve y nunca lo ves…
Te propongo que ahora no te enfades. Que te des un
tregua a ti y tus problemas pendientes. Que durante
un rato (un minuto o un siglo, el tiempo no existe en
realidad) te permitas que todo sea tan relativo que
nada cuente, ni sume, ni reste, ni encienda ni apague
la luz… Tu luz… Que no tengas que hacer nada
concreto más que lo que te apetece, que no vayas a
mirar tu lista de objetivos para tachar algo que debes
hacer hoy (si no es que te entusiasma)… Que pares y
vivas y sientas qué deseas realmente. Que hoy no
importe nada más amarte y amar y vivir en consecuencia a eses
amor loco y maravilloso que nunca te permites porque te
castigas cuando crees que fallas.
Hoy no produzcas. No generes. No taches nada en la
lista ni planifiques… Deja que la vida te cuente y te
marque… A ver a dónde vas y qué pone en tu
camino. Si llaman a la puerta y no te apetece, no
abras. Afloja el cinturón y déjate el pelo ondulado, a
su aire, sin que tenga ese liso perfecto de cada día.
Pierde deliciosamente tu tiempo tomando café con
alguien y charla sobre lo maravilloso que es tomar
café sin mirar el reloj. Entierra tu móvil y deja que los
mensajes que los envía la vida, el mundo que late y
descubre caminos más allá de una pantalla.
Déjate llevar por un aroma y sigue su rastro. Come
con pausa y llénate de vida. Si tus planes te rompen,
rompe tus planes hasta que a media tarde estés aquí
y ahora, y sepas que estás justo donde deseas estar
haciendo lo que realmente necesitas, no lo que el
mundo te vende… Y tal vez, sea hacer nada. Hay que
hacer mucho de nada para saber con qué llenar tu
vida, para aprender a notar la necesidad real de lo
que amamos, de lo que nos apasiona y entusiasma…
No hagas, pero mantente despierto a la vida. No
pierdas detalle porque alguien o algo, mientras
encuentras tu calma, te va a susurrar todas las
respuestas que buscas y necesitas… Hace tiempo
que las tienes pendientes de escuchar pero no
podían llegar a ti porque no paras ni escuchas… Y no
es que no pare tu cuerpo, no para tu mente. No
paran tus pensamientos terribles sobre lo que
sucederá mañana ni los pensamientos tristes que se
ocupan de golpearte de nuevo por lo que pasó ayer…
Te propongo que hoy decidas no tener futuro ni
pasado y notes este momento como si fuera el único,
pero con la extraordinaria sensación de que si lo
vives, conseguirás que haya otro, y otro, y otro, hasta
que tu vida sea un sinfín de momentos deliciosos y
llenos de ti…
Deja que lo vida te toque y te cuente, que te invada
y te marque el camino. Deja que te cale tan hondo
que te des cuenta de una vez por todas de que tú
eres la vida y en realidad eres tú quién lo marca pero
has sido hasta hoy incapaz de notarlo porque no te
sueltas ni permites dejas de angustiarte. Mientras te
preocupas, no vives y es justo cuando vives que
encuentras las respuestas y las herramientas para
solucionar tus preocupaciones.
Te propongo que hoy te mires con tanto amor que
comprendas que te mereces una tregua entre tanto
aviso loco y exigencia bárbara… Que te quieras tanto
que te permitas descansar y no buscar rendimiento y
resultado a todo… Que te comprendas tanto que
mires tus debilidades con cariño y te des cuenta de
que llegarán a ser tus fortalezas si sabes
abrazarlas… Que seas tan amable contigo que te
permitas decidir que no puedes hacerlo todo hoy y
busques un lugar hermoso donde darte cuenta de lo
mucho que mereces y amas.
Deja de castigarte por lo que no eres y vive tu
esencia. Te propongo que te trates como mereces y
comprendas que ya eres perfecto y no esperes
nada… Porque todo lo hermoso y lo bueno que va a llegar está
a dos minutos de este silencio maravilloso que te permites
ahora y que casi nunca vives ni habitas.
AL OTRO LADO DE LA PARED

A veces no sé cómo se ama… Sólo sé cómo se


quiere, cómo se necesita. Cómo se topa con esa
pared mil veces esperando que un día se derrumbe y
me deje ver qué hay al otro lado y vivir sin estar
sujeta, sin sentirme provisional… Sólo sé de deseos
incumplidos y hechizos fallidos… Sé cómo se desea
algo tanto hasta que pierde el sentido porque
empieza a ser una necesidad y no una meta, porque
suplanta tu vida hasta el punto en que te levantas y
respiras para conseguirlo. Hasta que no hay en ti
nada más que no sea ese deseo y pierdas de vista el
mundo mientras esperas una respuesta, mientras
suplicas que otra persona te de permiso para seguir
con tu vida… Queremos desde la necesidad y eso
hace que ese amor nazca roto, mutilado de cualquier
posibilidad de crecer por sí mismo y ayudarnos a
crecer a nosotros. Amamos a medias porque nos sentimos
seres a medias, desgajados y estropeados por tanto
intento loco de parecer dignos de amor, por
convertirnos a en material deseable y asegurarnos
así nuestra NO soledad eterna… Para levantarnos
cada día y poder decirle al mundo que alguien nos
quiere y nos tiene en cuenta y que eso forzosamente
significa que somos dignos y merecemos amor…
Creemos buscar amor pero en realidad buscamos permiso,
oxígeno para continuar respirando sin sentirnos ajenos a la
vida ni tener que seguir pidiendo perdón por no ser perfectos…
Sin volver a avergonzarnos de nuevo de nosotros mismos y de
nuestras rarezas .
El problema es que este mecanismo no funciona, es
más… Se convierte en la fórmula más eficaz para
acabar siendo el juguete roto, el corazón desgarrado,
el apéndice de alguien que tampoco se ama
suficiente como para no necesitar sucedáneos pero
que ha decidido llevar el mando en la relación.
En realidad, esto de amar va al revés. Primero te amas
y luego dejas de buscar porque ya tienes, porque ya te notas
digno sin aparentar ni demostrar ni tener la necesidad de ser
aceptado por nadie… Porque descubres que ya está en
ti lo que llevas mil años buscando y todo lo que has
encontrado hasta ahora no era más que el espejo de
tu dolor y tu incapacidad de darte cuenta de que ya
eres un ser entero que merece lo mejor… Que te
guiabas por el mapa que lleva a la cárcel segura de
la dependencia, de la soledad interior más absoluta
que no es más que la soledad de sentirse separado
de uno mismo estando rodeado de personas que te
hacen sentir invisible, irrelevante, insignificante…
A veces no he sabido cómo se ama porque me enseñaron a vivir
amores a medias esperando que una sonrisa me corroborara
que merecía sonrisas, que un beso me confirmara que merecía
besos, que una mirada me transmitiera que era digna de
miradas…
No es fácil amarse a uno mismo en un mundo de
ruido constante donde todos los mensajes que
podemos escuchar hablan de subir a podios,
demostrar lo que somos y ser más joven cada día
para que los que te rodean que también luchan
contra el tiempo te acepten y no te rechacen.
Vivimos en un mundo de seres rechazados por ellos
mismos que juegan a fingir que no lloran cuando
están solos porque temen demostrar que a veces no
soportan su vida, porque suplican no sentir nada y se
alienan de ellos mimos, porque huyen de sus
fantasmas en lugar de abrirles la puerta y cerrar
heridas.
Vivimos pendientes del marcador cuando los que
realmente viven en paz son aquellos que han
decidido dejar de jugar a parecer y han aprendido a
merecerse, a sentir, a notar lo que la vida les cuenta
y a mirarse al espejo para descubrir que ahí afuera
no hay nada a lo que agarrarse.
No sabemos amar porque no nos amamos y a veces, sé que es
duro reconocerlo, no buscamos compañeros de viaje sino
muletas, barandillas, puntos de apoyo para poder recordar lo
que somos sin salir corriendo… Y no es que sea perverso
sujetarse a otro en algunos tramos del camino, lo que
realmente es perverso es olvidar que nosotros somos
nuestro gran sustento…
Es maravilloso amar sin medida, siempre que ese
amor intenso e incondicional empiece por uno
mismo.
A veces cuando amas, cuando te amas de verdad,
sencillamente lo que te rodea da un vuelco.
Entonces, descubres la pasión por todo lo que te
llega y se cruza en tu camino, por cada brizna de
vida que encuentras a tu paso.
No sabemos amar porque no sabemos amarnos. Porque
nadie nos explicó que esto no va de encontrar la luz
en otros esperando que eso nos ayude a escoger el
camino correcto, sino de encender la propia luz y
compartirla. Porque lo único que hay al otro lado de
esa pared eres tú mismo… Tú eres la pared. Tú
siempre has sido la pared.
PERDONATE

Todo tiene que ser perfecto siempre.


Todo tiene que estar listo a la hora indicada. No
puede fallar nada. Todo tiene que parecer lo que es y
ser lo que parece. Si algo al final no es correcto o
como crees que debería, que no sea por ti. Porque tú
tienes que ser intachable. Estar preparado para pasar
la prueba del algodón cada día, cada minuto, cada
segundo… Sea de noche o de día. Tras una larga
jornada de trabajo duro, llegando a casa, cuando no
puedes con tu alma y te arrastras haciendo lo que
siempre has pensado que debes… Incluso entonces,
te miras al espejo y ves tu maquillaje corrido
dibujando unas ojeras enormes bajo tus ojos y te
regañas porque no estás perfecta… Te culpas porque
no te amas suficiente como para perdonarte por no
estar impecable. Te sientas en el sofá y te susurras
cosas terribles porque te permites un respiro.
Incluso después de haber llegado a la luna, levantado
una empresa solo, solucionado un conflicto
importante y dedicado todo tu día a otras personas a
las que amas, llegas a casa y piensas en todo lo que
te falta todavía. Te enfadas contigo y te reprochas. Te
llamas vago, inútil, fracasada, te miras y no te ves
porque sólo ves tus fallos (algún descubrirás que no
lo son porque en realidad son la forma en que la vida
te dice que puedes permitirte no ser esa versión
rígida y estudiada que tienes de ti y que te está
llevando a al profundo foso del desamor contigo
mismo). Incluso cuando ya se te has desdibujado la
cara de tanto llevar una sonrisa puesta para
satisfacer a otros y negarte el llanto necesario para
soltar y dejar de medir y evaluar y buscar
resultados… Incluso cuando te has perdido el
descanso y actúas con el piloto automático para no
faltar a tus citas con la exigencia propia y ajena,
cuando caminas por inercia para no defraudar ni
dejar de demostrar un minuto que vales, que
mereces, que aportas… Incluso entonces, cuando has
echado el resto buscando la perfección imposible y
(lo siento, voy a decirlo) totalmente indeseable, eres
incapaz de darte una pequeña tregua y decirte que
ya basta, sentarte a sentir y tomarte un respiro sabio
que te dará una perspectiva distinta y te permitirá
ver que no es necesario morir para demostrar que mereces la
vida….
Que no hace falta irse dejando la vida por el camino
para que otros, incluido tú, acepten que ya has
llegado a ese punto de tu existencia en el que no
necesitas demostrar nada…
Que todo lo que el mundo te exige en demasía no es
más que tu propia mirada sobre ti, una mirada cruel,
severa, que juzga sin medida y busca penetrar en
ese dolor tan antiguo y guardado donde todo se
vuelve oscuro y triste. Eres tú quién se pide tanto que no se
deja nada… Y los demás son simples comparsas en este juego
terrible de lanzar el dardo a ver quién toca directo al corazón.
Eres tan exigente que incluso te pides el máximo
cuando te clavas muy dentro el aguijón lleno de
veneno que tienes reservado para ti, que incluso
cuando te insultas y degradas vas tan en serio que
nunca fallas…
Que incluso cuando te culpas, lo haces perfecto y
calas hasta los huesos… Te has convertido en una
máquina eficaz de engendrarte culpa y desasosiego.
Y cuando intentas dejar de culparte, te culpas
todavía más por no ser capaz de hacerlo ahora y
hacerlo perfecto.
En tu mundo completamente abocado a resultados
imposibles sólo falla algo, tú. Lo que pasa es que
justo es esa la parte preciosa que merece la pena y
lo impregna todo de una belleza inconmensurable,
imposible de capturar, imposible de medir… Lo que tú
eres es tan grande que no cabe en un simple molde perfecto y
necesita toda la libertad del mundo para manifestarse…
Lo que pasa es que no eres libre porque tú mismo te
esclavizas. Te impones una marca, un tiempo, una
etiqueta, un certificado, un diploma, un título, un
mote ridículo, un archivo, un categoría… Y te ciñes,
te esperas en la esquina para saldarte cuentas y te
enfadas, te riñes, te reprochas, te azotas, te insultas,
te juzgas…
No importa lo que has conseguido hoy ni nunca, eso
no cambia tu valor ni tu capacidad de merecerlo
todo.
Suelta esa culpa insoportable por lo que no tienes o no
consigues ya ama cada milímetro de tu imperfección
maravillosa y necesaria…
Si vas a hablarte, hazlo como lo harías a tu mejor
amigo o amiga si viniera a ti contándote tu historia.
Usa tanta compasión como sea posible en tu infinita
capacidad todavía mermada de ver tu grandeza y
busca lo hermoso. está ahí, esperando a que lo veas.
Está ahí buscando asiento en tu vida donde tienes
todos los asientos ocupados por reproches,
exigencias y personas que colaboración activa y
eficazmente contigo en esto de tratarte mal y pedirte
demasiado…
Suelta esa necesidad de cuadrar caja y vuelta un
rato.
Suelta ese miedo al error y te darás cuenta de que todas y cada
una de tus equivocaciones en realidad son aciertos.
Suelta esa vergüenza que sientes de ti mismo y la
angustia acumulada por no llegar a nunca a una
meta que en realidad no importa.
Permítete un momento de paz y verás como todo,
absolutamente todo, es distinto.
Suelta esa libreta llena de listas, retos y tareas
pendientes un rato y mira lo que ya eres porque lo
que realmente necesitas para seguir está ya en ti y
no lo ves… Porque sólo buscas resultados tangibles y
sobrevives a base de cafés para no parar y sentir el
dolor que acumulas.
Perdona a tu yo imperfecto por no llegar a la altura de ese
listón absurdo que te impones… Perdona a tu yo exigente por
haberle puesto ese listón obscenamente insoportable.
Perdona tus miedos y da las gracias por ellos porque
están indicándote el camino que debes seguir y no
esquivar.
Perdónate por haberte hecho daño hasta ahora
intentando ser algo que, sin duda, se quedaba corto
ante lo que realmente eres porque tu esencia
siempre ha sido perfecta y es imposible que deje de
serlo.
Perdónate por haber creído que ser humilde es no
amarse suficiente y descubrir ahora que para ello es
imprescindible reconocer la propia grandeza y la
grandeza ajena.
Y perdóname a mí por todo esto que te cuento
porque lo hago desde ese yo que se ha roto la vida
haciendo lo mismo y te miro y pienso que eres tan
maravilloso que no quiero que te rompas igual que
yo…
Aunque respeto tanto tu libertad que sólo te invito…
Mientas busco la forma de soltar y caminar sin culpa.
Mientas suelto mi dolor acumulado usando estas
palabras con la esperanza de que sirvan y bajemos
todos un poco de la noria en que nos hemos subido
sin darnos cuenta…
Yo también me exijo demasiado, no estás sola, no
estás solo… Puedes soltar eso y seguir. Puedes parar
ahora y decidir que no vuelves a ponerte en marcha
hasta que no te hayas encontrado. Puedes escoger
dejar de pedirte tanto, hasta que no te hayas
perdonado.
Perdónate ahora.
YO TAMBIEN A VECES

Yo también, a veces me siento pequeña y cansada.


Me falta un poco el aire y las ganas de dar ese paso
más que te acerca a lo que buscas.
A veces, yo también llego a casa y no tengo ganas de
nada pero tengo que hacer mucho y no sé cómo e
intento no pensar y no parar.
A veces, yo también quiero bajar de mi vida y
esperar a ver si pasa otra con mejores vistas y me
subo, pero luego miro los ojos de mi hija y me doy
cuenta de que tengo la mejor de todas la vidas
posibles.
No pasa nada… No es el fin ni el principio. Permítete,
escúchate, siente este momento y descubre que no te arrastra.
A veces, yo también lloro sin comprender por qué y
me regaño porque no me entiendo. Y ando por ahí sin
ser mi mejor versión ni perseguir ningún sueño
porque con tenerme en pie en ese momento me
basta…
A veces, yo también me pierdo en las baldosas en un
patio esperando que se empiecen a mover y me
hagan un espectáculo como hacían cuando era niña
las de mi patio de casa, que era particular y cuando
llovía se mojaba…
A veces, yo también me descoloco cuando no puedo
más y veo que otras personas lo pueden todo o eso
parece. Y tengo ganas de que me den una moratoria
de un par de días o de cien años para poder parar y
darme cuenta de qué falla. ¿Te pasa?
No lo evites, vívelo y nota que no te invade, que no
eres tú, que no es obligatorio que eso determine tu
vida y tus pasos.
Sumérgete en lo que sienes y vuelve a salir. Deja que
te toque lo que temes y descubre que no eres lo que
estabas evitando.
Podemos hundirnos y no pasa nada. Esto no es una
carrera. No hace falta sonreír siempre, es más, es
absolutamente necesario estar tristes y abrazar tu
tristeza. Es absolutamente necesario romper platos y
perderse un rato para luego encontrarse… Es
absolutamente necesario renunciar a lo que no llegas
y decidir qué quieres y qué no en tu vida. Es
maravilloso soltar para dejar de cargar el peso y
luego decidir si queremos cargarlo o no…
Esto es sólo un ejercicio de consciencia, de notar, se
sentir, de comprender que estás y que eres, de darse
cuenta para poder encontrar el camino… Y lo
encontraremos seguro, solos o con ayuda, porque
nos levantaremos y volveremos siempre a nosotros
mismos pero al regresar seremos más sabios.
Podemos caernos y no pasa nada, lo único indispensable es no
construirnos una casa en ese lodo ni creernos que pertenecemos
a ese lugar porque en realidad es algo pasajero…
A veces, yo también digo que sí cuando quiero decir
que no y luego me siento incómoda, pero lo hago
porque me han educado para asumir esa
incomodidad a cambio de no llevar a la culpa ficticia
por haber dicho que no… A veces, me rebajo porque
no me acuerdo de que merezco lo mejor y trago
sapos para no quedar mal y que me reprochen… Sí,
lo hago… Porque como me siento culpable de no ser
perfecta, a veces, siento que tengo que pagar un
peaje todavía y sufrir un poco para expiar mi culpa…
Lo sé, qué mal suena, pero digamos las cosas por su
nombre porque así podremos aceptar que pasan,
comprenderlas y empezar a soltarlas y no depender
de ellas…
Yo también creo que habrá un día en el que llegará la magia a
mi vida pero lo voy postergando porque todavía no me siento
digna de ella… ¿Lo haces tú también?
Pues no pasa nada… Dejemos de reprochárnoslo
porque ya somos conscientes y nos hemos dado
cuenta y eso le da sentido a todo. Ahora que sabemos
que podemos fallar y no es sólo inevitable sino saludable y
necesario vamos a mirarnos a la cara con las cuentas
saldadas. Y descubrir que no había cuentas que saldar
sino amor que todavía no nos habíamos dado, valor
que no sabíamos ver en nosotros.
Y eso tal vez haga que ya no se nos pasa por la
cabeza querer ser otros y envidiar otras vidas y
aprendamos a darnos espacio y tiempo para respirar.
Tal vez eso haga que comprendamos que ya somos
perfectos en nuestra imperfección necesaria y
podamos observar nuestra angustia desde fuera para
descubrir que no somos lo que ella es… Y observar
nuestros pensamientos más tristes sin que nos
engullan en esa espiral de dolor y sufrimiento que
nos arrastra siempre pensando que no hay
esperanza. Y descubrir que no somos lo que
pensamos y que podemos cambiar lo que nos da la
gana.
Tal vez eso haga que nos demos cuenta de que
estamos cansados porque gastamos mucha energía
intentando parecer y culpándonos de todo, pensando
demasiado lo que debería y no disfrutando lo que es.
Y no llegaríamos a casa tan agotados …
Tal vez eso nos haga recapacitar y darnos cuenta de
una vez por todas que la felicidad no es un chute de
nada sino coherencia pura y paz interior… La paz de
saber que estamos de nuestra parte y vamos a
respetarnos pase lo que pase.
Tal vez eso hará que las baldosas se ponga a bailar
de nuevo en el patio de mi casa y me de cuenta de
que siempre estuvieron haciendo un espectáculo
pero yo no lo podía ver porque no me permitía sentir.
Siente lo que eres ahora, sea lo que sea, no pasa
nada. Vive este instante aunque haga frío o sea
incómodo. Todo pasa.
Dí que no quieres, que no te apetece, que no va
contigo a ver qué pasa.
Y si no lo haces, no te reproches porque a veces nos
ahogamos con la venda que ponemos a la herida y muchas
heridas se secan al aire.
No eres lo que eres ahora, eres más grande y muy
capaz. Puedes caer, llorar, fallar, perderte, sentirte
absurdo… No dejes de respetarte por ello. Esto no es
más que un momento que pasa. Y mereces parar mil
veces para comprender y conocer qué hay en ti, para
tomar impulso o para hacer nada y hacerlo todo al
mismo tiempo…
Yo también a veces me cuento historias tristes y me
las creo… Y no pasa nada, porque sé que forman
parte de una gran historia que seguro que acaba
bien… La mejor historia jamás vivida y contada, la
mía. Y tú tienes la tuya…
Hola mundo,
te escribo porque finalmente he comprendido que no puedo
hacer nada para salvarte y voy a dedicarme a salvarme a
mí. Me ha costado mucho darme cuenta, lo sé, pero
ahora lo tengo claro… No puedo seguir
desgastándome más mirando fuera porque lo que
realmente tiene que cambiar está dentro. He
consumido tanta energía buscando fantasmas y
culpables que no me quedaban fuerzas para tomar
las riendas y vivir. Voy a serte más útil si me centro en mí y
cambio dándome de golpes contra el muro y queriendo que
cambies tú… Porque eso no va a pasar. Mi única
oportunidad de que cambies es cambiar mis ojos
sobre ti, mirarte con amor, comprenderte y abrazarte
en toda tu inmensidad… Lo lo más dulce y lo más
amargo que hay en ti, en lo más duro y lo más
maravilloso…
No voy a batallar más ni a reprocharte nada, porque
lo único que consigo es hacerme cada vez heridas
más profundas. Me pierdo intentando que no te
pierdas y me hundo intentando sacarte del agujero
profundo en el que estás… De hecho, yo estoy en ese
mismo agujero y te miro a ti y te culpo por no salir a
flote cuando ni yo misma soy capaz… Y es porque
miro a mi alrededor buscando respuestas cuando en
realidad están todas en mí.
He mirado dentro de mí al fin y he visto que la solución a todos
tus problemas es que te deje en paz… Que me solucione yo, que
me dedique a mí , sin intentarlo, sea un ejemplo de lo que
quiero ver en ti, de lo que espero encontrar…
Por favor, comprende, no me refiero a pasar de ti ni
vender mi conciencia, hablo de dejar de necesitar
que todo en ti cambie y empezar a cambiar yo, que
falta me hace.
Me he dado cuenta de que la única forma que tengo de ver en ti
la belleza que a veces no encuentro es amarte. Que la única
manera de encontrar lo que deseo en ti es convertirme yo en
ello, ser lo que necesito encontrar. Me he pasado la vida
pidiéndote que no seas como eres, que las personas
que hay en ti dejen de hacer cosas que yo mismo he
hecho y que un día creí que nunca me podría
perdonar, aunque no es cierto…
Ahora, sin embargo, voy a dejarte en paz y no
esperar nada de ti ni de nadie. Voy a mirarte con ojos
llenos de paz para ver tu paz… Voy a mirarte con
ganas de encontrar luz, para ver tu luz… Y cuando no
encuentre paz ni luz lo seré yo hasta donde sepa.
He sido muy testaruda al pensar que podía darte
lecciones de lo que está bien o está mal. Te he
juzgado tanto que me he salpicado con mis críticas,
he sido incapaz de ver lo bueno que hay en ti porque
estaba amargada sin ser capaz de ver en mí lo que
en ti busco… He querido que las personas
cambiaran, menuda osadía, como si mi visión de la
vida fuera la correcta, la única posible, la que todos
debían seguir… Y ahora me doy cuenta de que
incluso lo que me parece más terrible puede que en
otro de los mundos que conviven con el mío tenga
algún sentido…
No voy a mentir. Hay muchas cosas en ti que no me
gustan, que me duelen, que me arañan. Cosas que
no comprendo y que afectan a seres humanos que
sufren por ello y a mí su dolor me causa dolor… No
soporto a veces las sacudidas que la vida nos trae y
me cuesta aceptar que mucho de lo hermoso perezca
a favor de algunas barbaries a las que no encuentro
sentido… Me corroe que la vileza llegue a menudo a
la cima y la bondad se quede por el camino. A veces
lo bárbaro suplanta lo inocente y lo oscuro se traga lo
puro y sincero, pero ¿quién soy yo para decir qué
está bien o está mal? ¿Con qué derecho permitirme
poner etiquetas a todo y levantar o el pulgar ante lo
que según mis ojos merece la pena? Cuando te
etiqueto, me etiqueto… Cuando te odio, me odio
porque parte de lo que eres es lo que soy y
consiento, permito, dejo que pase, asiento cuando se
muestra ante mí. Lo injusto a veces pasa no sólo
porque los injustos lo hacen, sino porque los justos lo
toleran y permiten. Cuando señalamos con el dedo,
nos quedamos prendidos en el juicio y nos
convertimos en parte de él. ¿Qué es injusto, en
realidad? hay tanto dolor que no conocemos y tanta
dicha por surcar… Hace mil años que ya no odio nada
ni a nadie porque nada destroza tanto por dentro
como odiar…
Perdona mundo… Perdona vida… He sido arisca y
osada. He sido poco generosa… Tenía tanto dolor
acumulado en las entrañas que necesitaba decirte
que eres horrible porque yo me sentía así… Veía en ti
necedad porque yo era necia… Encontraba en ti
injusticia porque yo no podía soltar mi rabia y eso me
hizo injusta a veces, sobre todo conmigo misma. Y
sigo viéndolo, pero ahora comprendo que no sé nada
y que por más que batalle con algunos monstruos
esos monstruos siempre van a devorarme… Porque
me los he inventado yo… Porque sin darme cuenta y
saber cómo a veces el monstruo soy yo y hay alguien
luchando siempre contra mí y no soy capaz de darle
la vuelta a la historia…
A veces no me gustas mundo, no me gusta nada,
pero ya no voy a pelearme contigo ni con tu gente,
porque por más que tape un agujero, saldrá otro y
otro… Voy a hacer cuanto esté en mi mano para no
acrecentar tu dolor ni añadir una nueva injusticia a tu
larga lista de momentos terribles, pero no voy a
juzgarte más… O al menos voy a intentarlo… Quiero
centrarme ahora en mí, en ser mi versión más libre y
pura, la más inocente y amable, mi yo más desnudo
y auténtico, mi ser más sublime… Voy a amarme
porque así podré amarte como eres, sin peros ni
comas, y sólo así al verte podré encontrar el amor y
dejar de lado el odio…
Porque cuando yo sea amor, tú serás amor. Porque si
me amo como merezco podré amarte como mereces y tal y
como eres. Porque si me acepto, aceptaré tus horrores más
ocultos y podrá abrazarte cuando estés a punto de reventar y
colapses de tanto asco y llanto almacenados… Porque si me
comprendo y estoy de mi parte, cuando las personas que te
habitan vengan a mí muertas de miedo y rotas, podré besar su
dolor y aceptar tus heridas sin reproche, sin mirar con miedo y
con lupa, sin pedirles explicaciones… Porque si me perdono a
mí por no haber sido como creí que debía, es inevitable que te
perdone por no haber sido como creía que debías…
Voy a amarte mundo, sin condiciones, a ti y a tus
criaturas más salvajes. Y lo haré a través de mí,
siendo mi yo más honesto y amándome mucho…
Voy a amarte tanto como el amor que merezco…
Voy a amarte con todo el amor que soy.
Y cuando te mire, veré el amor que eres y a partir de
ahí vamos a construir algo nuevo y definitivamente
hermoso.
Gracias mundo.
TE ATREVES A SENTIR TUS MIEDOS

Alguien me dijo el otro día que cuando me lee se


queda a medias siempre porque no le planteo
soluciones y agito por dentro sus problemas, sus
pensamientos, sus emociones más contenidas… Es
verdad, supongo que a menudo cuando escribo no
aporto respuestas ni nada a lo que agarrarse para
encontrar el camino.
Llevo unos días pensando por qué. Lo que más me
viene ahora a la cabeza son mis dudas, porque
realmente, escribo sobre ellas… Porque no sé nada y
lo que hago en realidad es poner negro sobre blanco
lo que a mí también me agita por dentro. Lo que me
zarandea y me ha zarandeado siempre, lo que me
araña desde aquel día hace cien años cuando era
niña e iba en tren y miré el paisaje que dejaba atrás
con la mirada y me pregunté qué sentido tenía todo.
Lo veo como si hubiese pasado durante el café de
esta mañana. Creo que tenía cuatro años y vi la línea
verde que se dibujaba al paso de mis ojos por el
cristal y topé la mirada de una mujer joven que me
sonreía y en aquel momento me sentí como una
figura de una maqueta inmensa. Como una de las
piezas minúsculas de un mundo en miniatura en el
que yo no sabía cuál era mi destino ni mi función.
Como si mi identidad dependiera de la identidad de
otros, como si mi lugar en este mundo inventado e
imaginario dependiera del lugar que ocuparan los
demás o del que me dejaran libre. En ese momento,
sentí un miedo terrible a no encontrar ese lugar o a
tenerme que conformar con el lugar que dejaban los
demás para ocupar… Como sucedía en el cole
cuando había que hacer algo por parejas y yo
siempre era la que me quedaba sola porque nunca
me atrevía pedirle a nadie que se quedara conmigo…
Porque no me sentía suficiente o no pensaba que
tuviera nada por ofrecer.
Yo también dudo y mucho de cuál es mi camino. O a
veces no dudo del camino sino de mí y de mi capacidad para
transitar en él. Y lo admito, muchas, muchas veces
tengo claro el camino y la solución (va con mi
personalidad) pero lo que pasa es que me resisto
locamente a aplicarla. Mis vísceras asustadas dicen
que no y en mi casa mandan mucho las vísceras. Me
resisto yo y se resiste todo mi mundo a soltar ese
control imaginario que me hace sentir que manejo
los hilos. Hay una parte de mí que tiene tanto miedo
a descubrir que no es tan fuerte como se imagina,
que es vulnerable y no llegará por más que intente
mil cosas y haga mil barbaridades… Hay otra parte de
mí que tiene tanto miedo a solucionar sus problemas y
descubrir que realmente esos problemas no existían y que el
verdadero problema era mi actitud e incapacidad hasta el
momento presente de querer ver las cosas de otro modo… De
descubrir que todo eran excusas y coartadas
inventadas para seguir sufriendo porque es más
cómodo que tomar las riendas… Miedo de tener la
certeza absoluta de que llevaba años haciéndome
trampas y fingiendo querer ser feliz cuando en el
fondo me seducía más una sensación mediocre de
efervescencia para no tener que lidiar con la culpa…
Esa especie de sombra pegajosa y maloliente que
todo lo impregna y te deja seco y lívido.
La verdad es que estamos enganchados a nuestro dolor, somos
yonkis de nuestro sufrimiento y de todo lo que nos
asusta. Nuestros pensamientos y emociones más
recurrentes nos invaden en cuerpo de hormonas y
nos acostumbramos a ellas, nos sentimos cómodos
con esas sensaciones y huimos de la novedad
aunque sea deliciosa, maravillosa, extraordinaria…
Intentamos evitar a toda costa sentir aquello que nos asusta y
nos quedamos presos de ello en esa sala de espera en la que
estamos pendientes de decidirnos. Y eso de lo que huimos
tiene y ha tenido mil caras. Ha tenido cara de novio
que te abandona, de trabajo en el que no te
consideran, de sueño que se te resiste, de recuerdo
que te asalta cada domingo por la tarde… En el
fondo, todo eso es lo mismo. Es el mismo conflicto
que encuentra otra rama del árbol con la que taparte
el sol para que tengas que trepar hacia tu interior.
Todo lo mismo. Todos los conflictos que se presentan
ante ti tiene que ver con el hecho de no estar
tratándote bien, no estar de tu parte y reconocer tu
valor. La vida te pone a prueba una y otra vez y siempre está
pidiéndote que te abras y te desatasques por el mismo
lado… Que desenquistes lo que ya sabes desde
siempre que tienes enquistado en ti y que no
sueltas. Tal vez te pida que dejes algo a lo que te
aferras, que saltes al vacío sin red para que aprendas
a confiar, que vayas hacia algo o que des un
puñetazo en la mesa y digas basta… Puede ser que
te pida que hagas mil cosas que nunca te has
atrevido a hacer o que dejes de hacer esas cosas que
haces de forma desesperada para que encuentres tu
silencio. No importa lo que sea, es ese miedo de
siempre, ya sabes cuál, no te das cuenta pero todo lo
que te rodea te habla de él y te invita a sentirlo y
aceptarlo.
Hasta que no aceptamos lo que nos asusta, cada persona con la
que nos cruzamos lleva escrito un reproche en la
mirada… Todo nos recuerda lo que tenemos pendiente
para que decidamos acercarnos a ello y descubramos
que no pasa nada, que no hay culpas sino temor a
descubrir que no somos perfectos… Y que una vez te
acercas a eso, todo se diluye. Hasta entonces la
culpa sobrevolará tu vida y te sentirás provisional
porque sabrás que tienes a medias eso de
reconocerte y amarte. Al final todo lleva a que llegue
un día en el que tengas que afrontar y caer a ese
vacío en el que no hay nada a lo que agarrarse, para
que descubras que vuelas, que te sujetas a ti y que
de repente aparece algo que te da aliento… Algo que
no parecía existir o que estaba ahí y no podías ver
porque eras yonki de tu necesidad de sentirte
incapaz y desgraciado.
No importa si te muestras al mundo o te quedas en
un rincón, no importa si lo haces desde la calma
interior de ser tú y no desde la necesidad de
ocultarte o de ser aprobado y aceptado… Todo es lo
mismo… Ese desamor que todo lo impregna mientras
dudas si mirarte a los ojos.
Es verdad, me quedo a medias, pero creo que es porque
esto de vivir en realidad no va de respuestas sino de
preguntas… No se trata de resolver sino de disolver ese dolor y
dejar espacio para lo nuevo, sea lo que sea. Desde hace un
tiempo me he dado cuenta de que el noventa y
nuevo por ciento de las veces, sólo es necesario
presentarse al examen de la vida para pasarlo con nota… Es
lo único que te pide y te pides, que comparezcas,
que sientas el frío de creer que no eres para que
descubras que ya lo eres todo… Que notes el miedo
de imaginar que todo se esfuma para que te des
cuenta de que ya lo tienes todo… Que admitas que
no sabes para que eso deje de tener importancia…
Que te mires y observes lo que piensas y sientes y
notes que no hay para tanto… Que digas en voz alta
que no te amas, para que inmediatamente te des
cuenta de que eso no tiene sentido…
No tengo soluciones porque dar el paso para
encontrarlas ya supone que muchos de nuestros
miedos salgan por la venta… Porque sentir tu miedo
es permitirte soltarlo y empezar a liderar tu vida. ¿Te
atreves?

S-ar putea să vă placă și