Al contrario de lo que les pasa a muchas personas,
me gusta este mes… Septiembre me sosiega. Tengo la sensación de que todo vuelve a su sitio, de que se equilibra, de que toma forma y cobra sentido… Es como si durante unos días fuéramos todos capaces de encontrar magia en la rutina y conservar la esperanza de que todo pueda cambiar sin virar de rumbo. Recuerdo cuando era niña el olor a libreta nueva, a goma de borrar, los lápices con puntas perfectas en el estuche. Siempre pensaba que ese curso podría, que me iba a desatar y mostrar como lo que realmente era, que la vida me iba a mostrar mil oportunidades para poder brillar. Todo estaba por empezar, todo era nuevo, en el aire flotaba la sensación de nueva oportunidad, de volver a la rutina con energía renovada y que eso nos convirtiera en personas capaces de cambiar esa rutina. Siempre llega esta época y pienso “esta vez lo haré bien”. Eso lo sentimos siempre que haces parón y luego volvemos a “esa vida gris”. Tal vez porque la solución está en decidir que no sea gris, que no nos concentremos a vivir con intensidad solo unos días y seamos autómatas el resto del año. En convertir cada día en un día especial y encontrarle algo mágico… En no dejar ese vestido colgado en la percha del armario esperando ocasión especial y ser capaz de ponérselo un lunes o descorchar esa botella de vino para tomar una copa en la cena del martes, porque sí, porque cada día tiene algo diferente. Nos llenamos la agenda hasta los topes para luego contemplarnos reventar de ansiedad creyendo que no podemos evitarlo. Somos nuestros propios verdugos a veces y miramos al mundo buscando culpables por lo que en realidad nos hacemos nosotros… Tal vez, la solución pasa por dejarnos espacio y tiempo para nosotros, mimándonos un poco cada día y dejar obsesionarnos con ser felices sólo los fines de semana. Guardar momentos para la risa. Hacer esas cosas que te hacen feliz cada día y encontrar la forma de que lo que haces cada día te haga feliz. Ya sé que en ocasiones es complicado porque hay situaciones duras, pero a veces basta con parar un momento y respirar, sentir, caminar un rato y posar la mirada en algo distinto a lo habitual para que surja algo nuevo… Creo que gran parte de nuestro problema es que no hemos aprendido a mirar y sólo tragamos imágenes igual que tragamos vida sin sentirla ni notarla. No inspiramos hondo, no sentimos nuestras emociones ni dejamos que la vida nos sorprenda. No tenemos un momento libre para que pase lo que está esperando turno a pasar… Y los días se comen la cola unos a otros, en sucesión… Devoramos nuestra vida como quién como rancho y luego se lamenta de que no tienen sabor ni color. Voy a intentarlo de veras. He vaciado mi agenda de “pongos” y distracciones absurdas y la he llenado de pequeñas locuras pendientes en mi vida. He quitado los imanes de tragedias y quejas varias y me he agendado un rato con mis emociones y miedos, para saber qué me cuentan de lo que no me atrevo a sentir ni a afrontar. Los lunes tengo una cita ineludible (si se tercia) con mi rabia, porque cuando no la escucho se enfada y se pone grande y frondosa. Y los jueves voy a salir de copas con mis sueños, he pensado en revisarlos uno a uno por si se han quedado rancios y ya no me sirven o por si están demasiado olvidados y tengo que darles magia… Me he apuntado a clases de mí misma, porque me queda mucho por aprender y conocer todavía. Me he reservado espacio para lo bueno, para lo hermoso, para lo triste y necesario, para las personas a las que amo y para conversaciones largas con aquellas personas que guardan muchas palabras para mí… No quiero perderme ni una. He borrado el apartado de “deberías” y exigencias máximas y lo he sustituido por otro que se llama “paseos sin rumbo” para descubrir a dónde me lleva la vida sin expectativas y aprender a cultivar mi paciencia infinita. Tengo ya una lista de libros que quiero degustar con ganas y muchas canciones que tengo que volver a escuchar cien veces porque todavía no las he disfrutado suficiente. Me he dejado espacio para crecer, porque cuando no te dejas margen te quedas pequeño… Y he destinado también un buen rato para hacer nada, absolutamente nada, sabiendo que voy a llenarlo de vida y sensaciones y descubrir que tal vez sea uno de los momentos más productivos del día. Y quiero dormir, descansar, dejar de tener prisa para todo y poder detenerme en las cosas más pequeñas para redescubrirlas. Quiero poder llorar si necesito llorar sin hacerlo con prisa… Me he dejado tiempo para mirar sin juzgar ni temer lo que llega a mi vida. Me he agendado la necesidad de aceptar las cosas como son y me he destinado ratos de aburrimiento, a ver si así se me ocurren nuevas ideas y encuentro tesoros ocultos en las tazas de café. Me he dejado espacio en la agenda también para equivocarme y dejar de culparme por ello, para perdonarme cada día y dar gracias por todo lo que me rodea y todo lo que vivo… Y lo mejor de todo, sin duda, es que me voy a dar permiso para cambiar todo esto si me agobio, si me cansa, si me aturde, si me doy cuenta de que ya no me llena… Porque también me he dejado espacio para permitirme ser flexible y compasiva conmigo misma. Estoy convencida de que todos estos pequeños momentos en los que me dejo tiempo para mí y mis necesidades son la mejor forma de amarme. Hay que agendarse la vida porque si no a veces se nos escapa y se pierde mientras nos dedicamos a lo que realmente no importa. DEJA DE IGNORARTE
A veces te quedas sin voz y otras se te acaban las
ganas porque topas tanto con la misma pared que te quedas roto, entumecido, agotado. Y luego cuando te paras un momento, te das cuenta de que tocaba callar y cambiar de rumbo, dejar de golpear paredes que no llevan a ningún lugar y respirar hondo para saber qué quieres realmente. Insistimos tanto en besar al sapo obsesionados con que es un príncipe… Nos obsesionamos porque los demás cambien y sean como creemos que deben mientras pasa un tiempo precioso en el que no miramos en nuestro interior… Un tiempo en el que no somos nosotros de verdad porque nos ocupamos de cambiar el escenario, el atrezzo y decidir qué tienen que hacer y decir los demás actores. Cuando el cambio real de la obra sólo llega cuando asumimos que somos nosotros quiénes tenemos que interpretar otro personaje. Discutimos sobre las palabras que nos dicen, nos enfadamos por lo que ven o no ven en nosotros, porque no nos valoran y nos nos aman como merecemos… Y ni siquiera nos tomamos tiempo para darnos cuenta de que no prestamos atención a lo que nosotros hacemos… ¿Y nuestras palabras? ¿Y nuestra valoración de nosotros mismos? ¿Y la forma en que nos miramos y nos definimos?¿Y la forma en que nos tratamos? ¿Y todo lo que hemos hecho hoy que nos denigra en realidad porque creemos necesitar aprobación? Cada vez que pensamos que los demás son el origen de nuestros problemas estamos perdiendo la oportunidad de solucionarlos, les estamos entregando el poder de seguir haciéndonos daño… Les entregamos la varita mágica... Nos hacemos daño nosotros mismos por persona interpuesta… Y no es que ellos no sean responsables de herirnos, lo son, pero destinar energía a desear que cambien, es como pasarse las noches concentrado en ver la otra cara de la luna desde el balcón de casa. Sean como sean, hagan lo que hagan, digan lo que digan no tenemos opción a cambiarlo. Tan sólo podemos hacer dos cosas… La primera, decidir si se quedan en nuestra vida o se van. La segunda dejar de mirarles a ellos y empezar a concentrarnos en nosotros, comprendernos, mimarnos, recuperarnos, cosernos, escucharnos… Dejar de prestar atención a lo que no está a nuestro alcance y mirar dentro, en nosotros, donde todo cobra sentido, donde realmente se puede hacer magia. Cerrar puertas y heridas. Decidir que hemos comprendido la lección y que estaban ahí para mostrarnos que todavía nos amamos poco… Soltar nuestra necesidad de mirarles y juzgarles, evitar que nos sigan haciendo daño, dejar de darles un papel protagonista en nuestras vidas y ocupar nuestro verdadero lugar en el mundo. La verdadera magia consiste en aprender a mirar sin dolor. Dejar de buscar lo que no funciona y dejarse seducir por lo que realmente nos hace sentir inmensos, radiantes, poderosos. Contemplar con ojos inocentes cada día para así poder imaginar historias hermosas y empezar a crear una realidad más acorde con lo que realmente somos. Abandonar esa idea gastada y triste que tenemos de nosotros y que nos habla de que estamos a medias en todo. Que nos dice que no llegaremos nunca, que no somos todavía perfectos y tenemos que continuar demostrando y batallando para conquistar a unas metas que ya no nos representan ni ilusionan… Porque ya eran huecas el día que alguien te dijo que eran las tuyas y dijiste que sí por temor a parecer desconsiderado, por temor a no encajar, por temor a destacar y parecer distinto, por no dejar la tradición. El ejercicio que lo cambia todo es aceptar que nada de lo que nos rodea va a cambiar tal y como creemos que debe cambiar y hemos llegado a necesitar que cambie. El cambio real es dejar de necesitar y concentrarse en sentir, en notar, en depositar la energía en este momento y decidir que el poder es nuestro. Ya lo sé. Ahí a fuera llueve mucho a veces y otras el sol quema, quema sin parar. Hay mil historias tristes y mil lobos feroces. Mil caminos oscuros y mil noches frías. Aunque también hay mil formas de amarse cada día y mil personas maravillosas esperándote en el camino. Algunas te llaman por teléfono o te envían un mensaje. Otras te sirven café o te venden unos zapatos. Algunas comparten tu vida y otras se cruzan contigo un solo instante y sonríen y te recuerdan que tú también puedes sonreír ahora. Algunas brillan y otras están apagadas. Unas están para recordarte que tú también brillas y otras que te has apagado y está a un paso de volver a conectarte a la vida. Hay amigos de cien años y amigos de dos días. Y en este mar de dudas en el que todo se mezcla y te arrolla, lo que cuenta es saber guiar tu barca. Dejarte llevar a favor de viento y saber cuándo virar y mantenerse firme. Y dejar de mirar a los lobos esperando a que sean corderos porque mientras ves su crueldad te pierdes la belleza que te rodea, incluso la que está en ti. Soltar el intento loco de control de todo lo que jamás podrás controlar y usar esa rabia por no conseguirlo para crear algo nuevo. La verdadera magia es comprender que hay cosas que no podemos evitar y aprender a concentrase en lo que sí está en nuestra mano. Y en tu mano estás tú. Y lo único que tienes que hacer es descubrirte realmente. Salir del decorado y escribir tu guión usando tus palabras. Y cambiar tu mirada ante lo que ves y detenerte un momento a contemplarlo con ojos inocentes y nuevos. Y dejar de juzgar lo que es para esperar a comprender lo que te cuenta de ti… Ver que cada persona que se cruza contigo lleva un mensaje para ti. Percibimos lo que somos a través del mundo, pero si queremos cambiar no podemos actuar en el reflejo sino en el original. Y ver lo que realmente eres. Encontrar tu valor. Potenciar todo lo maravilloso que descubres en ti… La verdadera magia es aprender a mirarte de otro modo y descubrir que esa magia está ya en ti, pero no la usas porque has olvidado que la tenías. Porque llevas una eternidad ignorando tu grandeza. Deja de ignorar tu magia… Deja de ignorarte. VOY A ROMPER TUS SUEÑOS
Ayer alguien de llamó “rompesueños” en Twitter. Lo
hizo porque para promocionar mi último libro puse la frase “todo es posible, pero no todo va a suceder y no pasa nada”. Lo hice porque esa frase es para mí la esencia más pura de la libertad y el desapego de todo lo que nos ata y no nos permite vivir siendo nosotros mismos. Porque forma parte de la esencia también de mi obra y de mi forma de sentir, de lo que he aprendido equivocándome millones de veces y dándome de bruces con el muro de mi necesidad de que todo sea como lo sueño. Quiero dejar claro, ante todo, que no invito para nada a dejar nuestros sueños y metas. Es más, mi frase es una invitación a desearlos con más ganas y ponerse a ello, pero no desde la desesperación y la necesidad, sino desde el amor y la convicción. Porque esto no va de lo que se consigue, sino de cómo se vive ese proceso, de la actitud con que lo vivimos. Con actitud no basta, es cierto, pero marca una diferencia importante. No porque te haga conseguirlo todo, sino porque hace que valga a la pena o no ponerse a ello. Persigue tus sueños, por favor, pero no dejes que te amarguen la vida. Tú eres más importante. Hay más sueños, pero no hay más recambios para ti. Y lo digo yo que soy la mujer de las listas de objetivos, la mujer que se hace listas de listas… Y son muy útiles, realmente. Más que nada porque cuando haces una de esas listas negro sobre blanco, te permites quitarte esa necesidad de recordarla de la cabeza y liberas espacio y angustia. Y cuando la repasas, recuerdas tu norte. Es maravilloso tener un norte, pero no perderse en él. Lo digo porque yo me he perdido en él mil veces y he acabado culpándome por no seguir a rajatabla una lista que tal vez podría cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Las listas están a nuestro servicio y no al revés. En realidad, creo que esto nos pasa porque vamos por la vida desmotivados porque no vivimos la vida que deseamos. Y a veces es sólo porque nos resignamos no a tener menos sino a sentirnos menos, decimos demasiado que sí a lo que no nos llena y poco a lo que nos hace volar. Y entonces, buscamos una motivación para seguir y nos aferramos a un sueño y acabamos necesitándolo tanto para seguir respirando que la vida, que es sabia hasta rabiar, te lo aleja cada día para que sepas que realmente lo que necesitas es darte cuenta de que ya eres maravilloso y lo único que realmente necesitas es amarte y reconocerte. Te lo aleja la vida y tus decisiones, a veces pequeñas, diminutas, imperceptibles, cada vez que dices no a lo que amas o te dejas pisar porque crees que no hay más remedio… No va a pasarnos todo lo que deseamos que nos pase… ¿De verdad alguien se lo cree? ¿o sólo nos gusta leerlo para acostarnos contentos y engañados? Así lo siento y así lo digo porque es lo que he vivido y he aprendido… No voy a vender humo facilón. Lo siento… El otro día una persona maravillosa con la que estuve charlando un rato sobre lo que escribo me dijo que agradecía que dijera “la verdad” (que quede claro que es la mía, cada uno puede pensar lo que quiera y yo no sé casi nada). Me dijo algo así como que iba a convertirme en una “antigurú” del desarrollo personal por decir entre otras cosas que no vamos a conseguir todos nuestros sueños. Me lo decía con cariño, como algo positivo, porque agradecía que fuera sincera y hablara de mí cuando escribo. Y la verdad es que me impactó mucho y al pensarlo, parece bien. Si hace falta, me declaro antigurú, porque tampoco quise nunca ser gurú de nada y creo que si quiero acompañar a las personas en este maravilloso y duro proceso de conocerse lo que importa es que sea honesta. Soy la primera que busca sus sueños, siempre lo digo. Y creo en la magia y en los milagros, de verdad. pero llevamos tanta carga y dolor acumulados que primero hay que soltar y sentirse libres, amarse y reconocerse… ¿Es que aceptarse y amarse de verdad en esta sociedad que te vende la necesidad constante de ser perfecto no es un milagro? Lo que quiero decirte es que ya eres tu sueño. Que no necesitas marcadores ni resultados. Sé, haz, siente lo que eres y deja de esquivar tus miedos y la responsabilidad de hacerte feliz. Sueña y planifica pero no te tortures. Vive tus metas y retos sin culpa, date oxígeno, por favor… No te aferres, sé flexible. Que lo que te motive sea la vida misma, este momento mágico, no algo que esté fuera de ti porque cuánto más creas necesitar lo soñado para ser feliz, más lejos estarás de ti mismo y ya no hablo de tu sueño… La vida misma es el chute que necesitas para estar en ella y aprovecharla. No necesitas un resultado para saber que eres grande… Sé grande. El milagro es el cambio, el camino andando que te cambia y te ayuda a comprender que ya eres. Que no te has quedado con las manos vacías pase lo que pase porque te has quitado capas de dolor de encima… Esto va de perseverar, pero también de adaptarse. Un día te levantas y descubres que tu campo de trigo ha sido devorado por los pájaros, después de tanto trabajo… Y puedes lamentarte mil años o volver a plantarlo mil veces e insistir. Y puede que vuelva a crecer y llegue tu cosecha maravillosa como mereces, pero también puedes decidir que ha llegado el momento de plantar flores… Y puedes venderlas o contemplarlas y encontrarte un día tan inspirado por ellas que acabes escribiendo un libro que acompaña a otras personas a plantar trigo, a plantar flores, a conseguir sueños y amarse… O te acompaña a ti en tu camino para crecer, que es lo que importa en realidad. Y miras al cielo y das gracias a los pájaros porque aquella madrugada hicieron un trabajo perfecto para ti devorando tu campo de trigo, aunque te das cuenta ahora y no entonces. Siente qué deseas a cada momento sin obsesionarte por nada, sé capaz de cambiar de rumbo si el rumbo que sigues te está desgastando… No pasa nada por reconocer tu error o renunciar a lo que creías que era tu destino. Lo que importa es que no renuncies a ti. A veces, no se trata de abandonar el sueño, sino de encontrar una forma de acercarse a él que no te anule, que no te deje sin aire, que no te obligue a estar en suspenso y sin vivir mientras llega. Porque lo que te daña no es ese sueño, si no tu necesidad de creer que si no lo consigues no eres nadie, cuando ya eres todo… No pasa nada. La vida es cambio constante, riesgo… El riesgo de vivir tus sueños al límite o de soltarlos para que vuelvan si son realmente para ti y si no, ser capaz de volver a empezar y encontrar otros. Algo tengo que decirte, estoy totalmente convencida de que si algo está en tu camino y lo intentas con ganas es inevitable que acabe sucediendo… Lo que cuenta no es el resultado, sino el proceso. Lo que de verdad importa es que has decidido vivir de lo que cultivas y ser libre… Y debes ser libre de todo, incluso de ti mismo… De tu necesidad de culparte y perseguirte con exigencias. Tus autocastigos por no llegar a tus metas y tus reproches infinitos. Tienes que dejarte margen y espacio en tus listas de objetivos para que pasen cosas imprevistas que zarandeen tu vida… No lo sabemos todo y a veces tiramos piedras a los pájaros cuando venían a salvarnos la vida. Persevera en tu meta, pero sobre todo persevera en ti. Cultiva, sobre todo paciencia y amor por ti. Suelta tus necesidades ficticias. Todo llega si tiene que llegar, y si no llega es porque está dejando espacio a algo mucho mejor. Y nos está ayudando a crecer inmensamente. No dejes que tus sueños se conviertan en tus pesadillas… Escúchate de verdad y date cuenta de que no tienes nada que demostrar ni medir, nada que hacer para que te acepten o valoren. Que soñar no te impida vivir. Todo es posible, pero no todo va pasar. Eso forma parte de lo extraordinario de esta vida dura y complicada a veces que se resiste a dejarte subir la montaña, porque te ha reservado un lugar privilegiado en el valle, pero no lo ves porque no paras y escuchas tus latidos… Os diré algo. pienso continuar persiguiendo mis sueños con ganas, pero no dejaré que me rompan,, ni a mí ni a ni vida… Seré yo quien los rompa a ellos en pequeños pedazos y me los tomaré a sorbos o iré a buscar en lo más recóndito de mi alma un sueño nuevo y maravilloso. Ya lo he dicho mil veces, en ocasiones, hay que perder para ganar. Hay que ceder para poder parar y darte cuenta de que te estás destrozando por algo que no te dejar vivir tu presente. Y que no es bueno ni malo, es un estímulo maravilloso, pero no puede condicionar tu vida hasta dejarte a medias de todo, en un limbo, pendiente de un resultado, una marca, una fecha, un reconocimiento… Porque lo que importa es lo que eres y lo que te transforma, no lo que consigues. Persigue tus sueños, sin duda, pero mientras tanto, vive. Vive intensamente y siéntete merecedor de todo lo mejor de la vida. LA VIDA TE INVITA A PARAR
En algún momento en la vida llega ese día en que
estás un rato a solas, contigo. A solas de verdad. Sin más interrupción que tus propios pensamientos ni más demora que la de acabarte ese café para poder cerrar los ojos y notarte la piel… Llega porque lo has estado postergando mil años y ya te toca. Llega porque te lo mereces y ya no te basta con buscarte a pedazos, te necesitas por entero. Si no propicias tú este momento, si no te das cuenta de que la vida te llama a parar y sentir, no te preocupes, lo hará ella sola. Encontrará la forma de que te pares, te calles, te rompas, te desgajes y tengas que quedarte a solas contigo mismo y decirte lo que tienes pendiente. La vida buscará el camino para que pares en tu camino y te notes las puntas de los dedos de los pies y te preguntes para qué andas. Buscará la forma de que te sientes y te preguntes a dónde vas… Buscará la forma de que te acurruques a ti mismo y llores si almacenas llanto y te rías si te quedan risas pendientes. La vida es tan eficaz haciendo que lo que tienes pendiente pase… Haciendo que lo que evitas suceda… A veces, lo hace a golpe seco y otras como el río que remolonea buscando un mar que no se deja, que parece que no llega, que no se deja amar ni besar. Todo llega, siempre. A veces no es como lo imaginabas. Otras es exactamente igual pero al abrazarlo notas que ya no tiene tanto sentido. En ocasiones, aparece desgastado y opaco… Aunque siempre, siempre es mejor de alguna forma… La vida te para o te paras tú antes de que lo haga la vida. Si escoges la segunda opción, cuando notas las señales y lees en tus ojos que te necesitas de verdad, que te buscas para sincerarte y tener esa conversación pendiente contigo, todo es más fácil. Tú eliges cómo parar y bailas. Tú escoges el rincón donde a quedarte quieto y la posada donde vas a contarte historias. La vida te invita a parar y tienes que aceptar la invitación para encontrarte y volver a ella con más ganas, con más serenidad, con más paz… A veces, para cambiar de vida no hace falta dejar la antigua del todo. Sólo es necesario soltarla, estar dispuesto a pensarla de otro modo, a vivirla con otro ritmo, a buscar la coherencia en cada palmo que la habita y desechar lo que ya no te pertenece. No hace falta lanzarlo todo por la ventana, pero hay que estar dispuesto a ello si es necesario… Al final, lo nuevo siempre te cuesta lo viejo, lo caduco, lo que ya no tiene sentido… Hay que dejar hueco para que lo que deseamos llegue a nosotros y ese hueco es sobre todo mental y emocional… El espacio físico siempre es una consecuencia de permitirnos vaciar por dentro, soltar los pensamientos que ya no nos definen y las creencias que ya no queremos que nos limiten. Y una vez a solas, háblate en serio. Sé pura compasión pero pura verdad. Sé amor pero también firmeza… Quedarte con tus miedos y decirles basta. No para que se vayan (que sería maravilloso) sólo para que no muerdan. Quedarte con tus pensamientos y mirarlos desde fuera y ver que no son tú y que están ahí para recordarte que a veces no te valoras suficiente, que todavía estás aprendiendo a amarte y se te escapan pequeñas cosas. Quedarte con tus emociones y sentirlas, ver qué te cuentan y soltar cuánto puedas… Y decir las cosas por su nombre. Y hablarte claro. Y encontrar ese miedo tan intenso que se oculta detrás de esos pequeños miedos sin sentido que son todos el mismo disfrazado de torpeza, de desgana, de angustia, de enfado, de rabia, de resentimiento, de pereza… Y no culparte por nada. Sin reproches, sin medias tintas… Para que vayas a tope contigo. Cuando aciertas y cuando fallas. Porque todo, absolutamente todo es material valioso para seguir y crecer. Para levantarse y caminar . En algún momento tienes que quedarte a solas contigo para darte cuenta de que le pongas el nombre que le pongas a tus metas tu destino es amarte y confiarte la vida. En algún momento vas a tener que recordar qué te trajo aquí y descubrir si te sigues a ti mismo o tu sombra. Para enderezar el camino si te has perdido o sencillamente seguir por el camino que parece equivocado a ver a dónde te lleva… Porque tal vez ese error pendiente es sea muy necesario para recordar quién eres y darte cuenta de hacia dónde deseas ir de verdad. Tal vez ha llegado ese momento. La vida te invita a parar ¿aceptas? DATE UNA TREGUA
Vamos a hacer una prueba. Un día como hoy, si
quieres, te levantas y te permites que todo resbale. Que lo que te araña te arañe menos. Que lo que te parece urgente salte de tu agenda hasta perderse en el olvido… Que nada te zarandee tanto como para quedarte muerto o roto… Notar lo que pasa hasta el final pero sin dejar que te inunde y te haga perder el equilibro, sintiendo que no importa, que dentro de ti, en algún momento que no este, encontrarás solución… Y que si no la encuentras, tampoco pasa nada porque la vida no es morir en los intentos sino estar presente. Y no te hablo de no sentir, al contrario, te hablo de sentirlo todo, pero lo de hoy, lo de ahora… No lo de hace años que llevas adherido a la piel y no consigues soltar o lo que piensas que pasará un día de estos porque te crees un ser predestinado al fracaso o al sufrimiento. Te hablo de sentir cada instante, cada miedo, cada sensación, cada risa, cada sonido… De ir por la calle notando este viento fresco que eriza tu vello y pone en alerta tu piel y disfrutar del tacto de los que amas como si fuera la primera vez y al mismo tiempo la última. Te propongo por un rato no pensar más allá de la vuelta de la esquina, para no perderte este ahora que se escapa y que mientras lees esto (por cierto, gracias inmensas por dedicar una parte de tu valioso tiempo a mis palabras) se va y se esfuma. Ya lo sé. Tienes tantas cosas pendientes… Algunas complicadas y duras. Sin embargo, no las vas a solucionar desde esa sensación que te golpea el pecho, que cuesta soltar y que no se irá en dos días. Sin embargo, no se irá nunca si no te permites respirar, si no te sientes merecedor de ser libre y vivir como si mañana no importara. Porque en realidad, no importa… Y no porque no vayamos a hacer todo lo posible (y mucho de lo imposible) porque esté lleno de lo que amamos y soñamos, sino porque no existe todavía y le estamos dedicando un tiempo maravilloso de nuestro presente… Preocuparse no sirve de nada. Lo que realmente sirve es comprender qué nos cuenta la vida con cada conflicto y ponerse manos a la obra en lo que sentimos que podemos hacer para solucionarlo… Hacer desde la consciencia y no desde la necesidad de mantenerse desesperado para demostrarle nada a nadie. Vivir desde una compasión inmensa por lo que realmente somos y amarnos pese a reconocer nuestros errores, sabiendo que están ahí para que los usemos de puente a nuestra nueva vida. Todo cambia en un instante. Cruzas una calle y encuentras a alguien que hace un siglo que no ves y que tiene la respuesta que buscas. Recibes una llamada y algo se apaga, se rompe pero en pocos días abres un libro y todo cambia. A veces, el sol sale cuando cierras los ojos porque estás demasiado cansado de enfadarte con la vida porque llueve y nunca lo ves… Te propongo que ahora no te enfades. Que te des un tregua a ti y tus problemas pendientes. Que durante un rato (un minuto o un siglo, el tiempo no existe en realidad) te permitas que todo sea tan relativo que nada cuente, ni sume, ni reste, ni encienda ni apague la luz… Tu luz… Que no tengas que hacer nada concreto más que lo que te apetece, que no vayas a mirar tu lista de objetivos para tachar algo que debes hacer hoy (si no es que te entusiasma)… Que pares y vivas y sientas qué deseas realmente. Que hoy no importe nada más amarte y amar y vivir en consecuencia a eses amor loco y maravilloso que nunca te permites porque te castigas cuando crees que fallas. Hoy no produzcas. No generes. No taches nada en la lista ni planifiques… Deja que la vida te cuente y te marque… A ver a dónde vas y qué pone en tu camino. Si llaman a la puerta y no te apetece, no abras. Afloja el cinturón y déjate el pelo ondulado, a su aire, sin que tenga ese liso perfecto de cada día. Pierde deliciosamente tu tiempo tomando café con alguien y charla sobre lo maravilloso que es tomar café sin mirar el reloj. Entierra tu móvil y deja que los mensajes que los envía la vida, el mundo que late y descubre caminos más allá de una pantalla. Déjate llevar por un aroma y sigue su rastro. Come con pausa y llénate de vida. Si tus planes te rompen, rompe tus planes hasta que a media tarde estés aquí y ahora, y sepas que estás justo donde deseas estar haciendo lo que realmente necesitas, no lo que el mundo te vende… Y tal vez, sea hacer nada. Hay que hacer mucho de nada para saber con qué llenar tu vida, para aprender a notar la necesidad real de lo que amamos, de lo que nos apasiona y entusiasma… No hagas, pero mantente despierto a la vida. No pierdas detalle porque alguien o algo, mientras encuentras tu calma, te va a susurrar todas las respuestas que buscas y necesitas… Hace tiempo que las tienes pendientes de escuchar pero no podían llegar a ti porque no paras ni escuchas… Y no es que no pare tu cuerpo, no para tu mente. No paran tus pensamientos terribles sobre lo que sucederá mañana ni los pensamientos tristes que se ocupan de golpearte de nuevo por lo que pasó ayer… Te propongo que hoy decidas no tener futuro ni pasado y notes este momento como si fuera el único, pero con la extraordinaria sensación de que si lo vives, conseguirás que haya otro, y otro, y otro, hasta que tu vida sea un sinfín de momentos deliciosos y llenos de ti… Deja que lo vida te toque y te cuente, que te invada y te marque el camino. Deja que te cale tan hondo que te des cuenta de una vez por todas de que tú eres la vida y en realidad eres tú quién lo marca pero has sido hasta hoy incapaz de notarlo porque no te sueltas ni permites dejas de angustiarte. Mientras te preocupas, no vives y es justo cuando vives que encuentras las respuestas y las herramientas para solucionar tus preocupaciones. Te propongo que hoy te mires con tanto amor que comprendas que te mereces una tregua entre tanto aviso loco y exigencia bárbara… Que te quieras tanto que te permitas descansar y no buscar rendimiento y resultado a todo… Que te comprendas tanto que mires tus debilidades con cariño y te des cuenta de que llegarán a ser tus fortalezas si sabes abrazarlas… Que seas tan amable contigo que te permitas decidir que no puedes hacerlo todo hoy y busques un lugar hermoso donde darte cuenta de lo mucho que mereces y amas. Deja de castigarte por lo que no eres y vive tu esencia. Te propongo que te trates como mereces y comprendas que ya eres perfecto y no esperes nada… Porque todo lo hermoso y lo bueno que va a llegar está a dos minutos de este silencio maravilloso que te permites ahora y que casi nunca vives ni habitas. AL OTRO LADO DE LA PARED
A veces no sé cómo se ama… Sólo sé cómo se
quiere, cómo se necesita. Cómo se topa con esa pared mil veces esperando que un día se derrumbe y me deje ver qué hay al otro lado y vivir sin estar sujeta, sin sentirme provisional… Sólo sé de deseos incumplidos y hechizos fallidos… Sé cómo se desea algo tanto hasta que pierde el sentido porque empieza a ser una necesidad y no una meta, porque suplanta tu vida hasta el punto en que te levantas y respiras para conseguirlo. Hasta que no hay en ti nada más que no sea ese deseo y pierdas de vista el mundo mientras esperas una respuesta, mientras suplicas que otra persona te de permiso para seguir con tu vida… Queremos desde la necesidad y eso hace que ese amor nazca roto, mutilado de cualquier posibilidad de crecer por sí mismo y ayudarnos a crecer a nosotros. Amamos a medias porque nos sentimos seres a medias, desgajados y estropeados por tanto intento loco de parecer dignos de amor, por convertirnos a en material deseable y asegurarnos así nuestra NO soledad eterna… Para levantarnos cada día y poder decirle al mundo que alguien nos quiere y nos tiene en cuenta y que eso forzosamente significa que somos dignos y merecemos amor… Creemos buscar amor pero en realidad buscamos permiso, oxígeno para continuar respirando sin sentirnos ajenos a la vida ni tener que seguir pidiendo perdón por no ser perfectos… Sin volver a avergonzarnos de nuevo de nosotros mismos y de nuestras rarezas . El problema es que este mecanismo no funciona, es más… Se convierte en la fórmula más eficaz para acabar siendo el juguete roto, el corazón desgarrado, el apéndice de alguien que tampoco se ama suficiente como para no necesitar sucedáneos pero que ha decidido llevar el mando en la relación. En realidad, esto de amar va al revés. Primero te amas y luego dejas de buscar porque ya tienes, porque ya te notas digno sin aparentar ni demostrar ni tener la necesidad de ser aceptado por nadie… Porque descubres que ya está en ti lo que llevas mil años buscando y todo lo que has encontrado hasta ahora no era más que el espejo de tu dolor y tu incapacidad de darte cuenta de que ya eres un ser entero que merece lo mejor… Que te guiabas por el mapa que lleva a la cárcel segura de la dependencia, de la soledad interior más absoluta que no es más que la soledad de sentirse separado de uno mismo estando rodeado de personas que te hacen sentir invisible, irrelevante, insignificante… A veces no he sabido cómo se ama porque me enseñaron a vivir amores a medias esperando que una sonrisa me corroborara que merecía sonrisas, que un beso me confirmara que merecía besos, que una mirada me transmitiera que era digna de miradas… No es fácil amarse a uno mismo en un mundo de ruido constante donde todos los mensajes que podemos escuchar hablan de subir a podios, demostrar lo que somos y ser más joven cada día para que los que te rodean que también luchan contra el tiempo te acepten y no te rechacen. Vivimos en un mundo de seres rechazados por ellos mismos que juegan a fingir que no lloran cuando están solos porque temen demostrar que a veces no soportan su vida, porque suplican no sentir nada y se alienan de ellos mimos, porque huyen de sus fantasmas en lugar de abrirles la puerta y cerrar heridas. Vivimos pendientes del marcador cuando los que realmente viven en paz son aquellos que han decidido dejar de jugar a parecer y han aprendido a merecerse, a sentir, a notar lo que la vida les cuenta y a mirarse al espejo para descubrir que ahí afuera no hay nada a lo que agarrarse. No sabemos amar porque no nos amamos y a veces, sé que es duro reconocerlo, no buscamos compañeros de viaje sino muletas, barandillas, puntos de apoyo para poder recordar lo que somos sin salir corriendo… Y no es que sea perverso sujetarse a otro en algunos tramos del camino, lo que realmente es perverso es olvidar que nosotros somos nuestro gran sustento… Es maravilloso amar sin medida, siempre que ese amor intenso e incondicional empiece por uno mismo. A veces cuando amas, cuando te amas de verdad, sencillamente lo que te rodea da un vuelco. Entonces, descubres la pasión por todo lo que te llega y se cruza en tu camino, por cada brizna de vida que encuentras a tu paso. No sabemos amar porque no sabemos amarnos. Porque nadie nos explicó que esto no va de encontrar la luz en otros esperando que eso nos ayude a escoger el camino correcto, sino de encender la propia luz y compartirla. Porque lo único que hay al otro lado de esa pared eres tú mismo… Tú eres la pared. Tú siempre has sido la pared. PERDONATE
Todo tiene que ser perfecto siempre.
Todo tiene que estar listo a la hora indicada. No puede fallar nada. Todo tiene que parecer lo que es y ser lo que parece. Si algo al final no es correcto o como crees que debería, que no sea por ti. Porque tú tienes que ser intachable. Estar preparado para pasar la prueba del algodón cada día, cada minuto, cada segundo… Sea de noche o de día. Tras una larga jornada de trabajo duro, llegando a casa, cuando no puedes con tu alma y te arrastras haciendo lo que siempre has pensado que debes… Incluso entonces, te miras al espejo y ves tu maquillaje corrido dibujando unas ojeras enormes bajo tus ojos y te regañas porque no estás perfecta… Te culpas porque no te amas suficiente como para perdonarte por no estar impecable. Te sientas en el sofá y te susurras cosas terribles porque te permites un respiro. Incluso después de haber llegado a la luna, levantado una empresa solo, solucionado un conflicto importante y dedicado todo tu día a otras personas a las que amas, llegas a casa y piensas en todo lo que te falta todavía. Te enfadas contigo y te reprochas. Te llamas vago, inútil, fracasada, te miras y no te ves porque sólo ves tus fallos (algún descubrirás que no lo son porque en realidad son la forma en que la vida te dice que puedes permitirte no ser esa versión rígida y estudiada que tienes de ti y que te está llevando a al profundo foso del desamor contigo mismo). Incluso cuando ya se te has desdibujado la cara de tanto llevar una sonrisa puesta para satisfacer a otros y negarte el llanto necesario para soltar y dejar de medir y evaluar y buscar resultados… Incluso cuando te has perdido el descanso y actúas con el piloto automático para no faltar a tus citas con la exigencia propia y ajena, cuando caminas por inercia para no defraudar ni dejar de demostrar un minuto que vales, que mereces, que aportas… Incluso entonces, cuando has echado el resto buscando la perfección imposible y (lo siento, voy a decirlo) totalmente indeseable, eres incapaz de darte una pequeña tregua y decirte que ya basta, sentarte a sentir y tomarte un respiro sabio que te dará una perspectiva distinta y te permitirá ver que no es necesario morir para demostrar que mereces la vida…. Que no hace falta irse dejando la vida por el camino para que otros, incluido tú, acepten que ya has llegado a ese punto de tu existencia en el que no necesitas demostrar nada… Que todo lo que el mundo te exige en demasía no es más que tu propia mirada sobre ti, una mirada cruel, severa, que juzga sin medida y busca penetrar en ese dolor tan antiguo y guardado donde todo se vuelve oscuro y triste. Eres tú quién se pide tanto que no se deja nada… Y los demás son simples comparsas en este juego terrible de lanzar el dardo a ver quién toca directo al corazón. Eres tan exigente que incluso te pides el máximo cuando te clavas muy dentro el aguijón lleno de veneno que tienes reservado para ti, que incluso cuando te insultas y degradas vas tan en serio que nunca fallas… Que incluso cuando te culpas, lo haces perfecto y calas hasta los huesos… Te has convertido en una máquina eficaz de engendrarte culpa y desasosiego. Y cuando intentas dejar de culparte, te culpas todavía más por no ser capaz de hacerlo ahora y hacerlo perfecto. En tu mundo completamente abocado a resultados imposibles sólo falla algo, tú. Lo que pasa es que justo es esa la parte preciosa que merece la pena y lo impregna todo de una belleza inconmensurable, imposible de capturar, imposible de medir… Lo que tú eres es tan grande que no cabe en un simple molde perfecto y necesita toda la libertad del mundo para manifestarse… Lo que pasa es que no eres libre porque tú mismo te esclavizas. Te impones una marca, un tiempo, una etiqueta, un certificado, un diploma, un título, un mote ridículo, un archivo, un categoría… Y te ciñes, te esperas en la esquina para saldarte cuentas y te enfadas, te riñes, te reprochas, te azotas, te insultas, te juzgas… No importa lo que has conseguido hoy ni nunca, eso no cambia tu valor ni tu capacidad de merecerlo todo. Suelta esa culpa insoportable por lo que no tienes o no consigues ya ama cada milímetro de tu imperfección maravillosa y necesaria… Si vas a hablarte, hazlo como lo harías a tu mejor amigo o amiga si viniera a ti contándote tu historia. Usa tanta compasión como sea posible en tu infinita capacidad todavía mermada de ver tu grandeza y busca lo hermoso. está ahí, esperando a que lo veas. Está ahí buscando asiento en tu vida donde tienes todos los asientos ocupados por reproches, exigencias y personas que colaboración activa y eficazmente contigo en esto de tratarte mal y pedirte demasiado… Suelta esa necesidad de cuadrar caja y vuelta un rato. Suelta ese miedo al error y te darás cuenta de que todas y cada una de tus equivocaciones en realidad son aciertos. Suelta esa vergüenza que sientes de ti mismo y la angustia acumulada por no llegar a nunca a una meta que en realidad no importa. Permítete un momento de paz y verás como todo, absolutamente todo, es distinto. Suelta esa libreta llena de listas, retos y tareas pendientes un rato y mira lo que ya eres porque lo que realmente necesitas para seguir está ya en ti y no lo ves… Porque sólo buscas resultados tangibles y sobrevives a base de cafés para no parar y sentir el dolor que acumulas. Perdona a tu yo imperfecto por no llegar a la altura de ese listón absurdo que te impones… Perdona a tu yo exigente por haberle puesto ese listón obscenamente insoportable. Perdona tus miedos y da las gracias por ellos porque están indicándote el camino que debes seguir y no esquivar. Perdónate por haberte hecho daño hasta ahora intentando ser algo que, sin duda, se quedaba corto ante lo que realmente eres porque tu esencia siempre ha sido perfecta y es imposible que deje de serlo. Perdónate por haber creído que ser humilde es no amarse suficiente y descubrir ahora que para ello es imprescindible reconocer la propia grandeza y la grandeza ajena. Y perdóname a mí por todo esto que te cuento porque lo hago desde ese yo que se ha roto la vida haciendo lo mismo y te miro y pienso que eres tan maravilloso que no quiero que te rompas igual que yo… Aunque respeto tanto tu libertad que sólo te invito… Mientas busco la forma de soltar y caminar sin culpa. Mientas suelto mi dolor acumulado usando estas palabras con la esperanza de que sirvan y bajemos todos un poco de la noria en que nos hemos subido sin darnos cuenta… Yo también me exijo demasiado, no estás sola, no estás solo… Puedes soltar eso y seguir. Puedes parar ahora y decidir que no vuelves a ponerte en marcha hasta que no te hayas encontrado. Puedes escoger dejar de pedirte tanto, hasta que no te hayas perdonado. Perdónate ahora. YO TAMBIEN A VECES
Yo también, a veces me siento pequeña y cansada.
Me falta un poco el aire y las ganas de dar ese paso más que te acerca a lo que buscas. A veces, yo también llego a casa y no tengo ganas de nada pero tengo que hacer mucho y no sé cómo e intento no pensar y no parar. A veces, yo también quiero bajar de mi vida y esperar a ver si pasa otra con mejores vistas y me subo, pero luego miro los ojos de mi hija y me doy cuenta de que tengo la mejor de todas la vidas posibles. No pasa nada… No es el fin ni el principio. Permítete, escúchate, siente este momento y descubre que no te arrastra. A veces, yo también lloro sin comprender por qué y me regaño porque no me entiendo. Y ando por ahí sin ser mi mejor versión ni perseguir ningún sueño porque con tenerme en pie en ese momento me basta… A veces, yo también me pierdo en las baldosas en un patio esperando que se empiecen a mover y me hagan un espectáculo como hacían cuando era niña las de mi patio de casa, que era particular y cuando llovía se mojaba… A veces, yo también me descoloco cuando no puedo más y veo que otras personas lo pueden todo o eso parece. Y tengo ganas de que me den una moratoria de un par de días o de cien años para poder parar y darme cuenta de qué falla. ¿Te pasa? No lo evites, vívelo y nota que no te invade, que no eres tú, que no es obligatorio que eso determine tu vida y tus pasos. Sumérgete en lo que sienes y vuelve a salir. Deja que te toque lo que temes y descubre que no eres lo que estabas evitando. Podemos hundirnos y no pasa nada. Esto no es una carrera. No hace falta sonreír siempre, es más, es absolutamente necesario estar tristes y abrazar tu tristeza. Es absolutamente necesario romper platos y perderse un rato para luego encontrarse… Es absolutamente necesario renunciar a lo que no llegas y decidir qué quieres y qué no en tu vida. Es maravilloso soltar para dejar de cargar el peso y luego decidir si queremos cargarlo o no… Esto es sólo un ejercicio de consciencia, de notar, se sentir, de comprender que estás y que eres, de darse cuenta para poder encontrar el camino… Y lo encontraremos seguro, solos o con ayuda, porque nos levantaremos y volveremos siempre a nosotros mismos pero al regresar seremos más sabios. Podemos caernos y no pasa nada, lo único indispensable es no construirnos una casa en ese lodo ni creernos que pertenecemos a ese lugar porque en realidad es algo pasajero… A veces, yo también digo que sí cuando quiero decir que no y luego me siento incómoda, pero lo hago porque me han educado para asumir esa incomodidad a cambio de no llevar a la culpa ficticia por haber dicho que no… A veces, me rebajo porque no me acuerdo de que merezco lo mejor y trago sapos para no quedar mal y que me reprochen… Sí, lo hago… Porque como me siento culpable de no ser perfecta, a veces, siento que tengo que pagar un peaje todavía y sufrir un poco para expiar mi culpa… Lo sé, qué mal suena, pero digamos las cosas por su nombre porque así podremos aceptar que pasan, comprenderlas y empezar a soltarlas y no depender de ellas… Yo también creo que habrá un día en el que llegará la magia a mi vida pero lo voy postergando porque todavía no me siento digna de ella… ¿Lo haces tú también? Pues no pasa nada… Dejemos de reprochárnoslo porque ya somos conscientes y nos hemos dado cuenta y eso le da sentido a todo. Ahora que sabemos que podemos fallar y no es sólo inevitable sino saludable y necesario vamos a mirarnos a la cara con las cuentas saldadas. Y descubrir que no había cuentas que saldar sino amor que todavía no nos habíamos dado, valor que no sabíamos ver en nosotros. Y eso tal vez haga que ya no se nos pasa por la cabeza querer ser otros y envidiar otras vidas y aprendamos a darnos espacio y tiempo para respirar. Tal vez eso haga que comprendamos que ya somos perfectos en nuestra imperfección necesaria y podamos observar nuestra angustia desde fuera para descubrir que no somos lo que ella es… Y observar nuestros pensamientos más tristes sin que nos engullan en esa espiral de dolor y sufrimiento que nos arrastra siempre pensando que no hay esperanza. Y descubrir que no somos lo que pensamos y que podemos cambiar lo que nos da la gana. Tal vez eso haga que nos demos cuenta de que estamos cansados porque gastamos mucha energía intentando parecer y culpándonos de todo, pensando demasiado lo que debería y no disfrutando lo que es. Y no llegaríamos a casa tan agotados … Tal vez eso nos haga recapacitar y darnos cuenta de una vez por todas que la felicidad no es un chute de nada sino coherencia pura y paz interior… La paz de saber que estamos de nuestra parte y vamos a respetarnos pase lo que pase. Tal vez eso hará que las baldosas se ponga a bailar de nuevo en el patio de mi casa y me de cuenta de que siempre estuvieron haciendo un espectáculo pero yo no lo podía ver porque no me permitía sentir. Siente lo que eres ahora, sea lo que sea, no pasa nada. Vive este instante aunque haga frío o sea incómodo. Todo pasa. Dí que no quieres, que no te apetece, que no va contigo a ver qué pasa. Y si no lo haces, no te reproches porque a veces nos ahogamos con la venda que ponemos a la herida y muchas heridas se secan al aire. No eres lo que eres ahora, eres más grande y muy capaz. Puedes caer, llorar, fallar, perderte, sentirte absurdo… No dejes de respetarte por ello. Esto no es más que un momento que pasa. Y mereces parar mil veces para comprender y conocer qué hay en ti, para tomar impulso o para hacer nada y hacerlo todo al mismo tiempo… Yo también a veces me cuento historias tristes y me las creo… Y no pasa nada, porque sé que forman parte de una gran historia que seguro que acaba bien… La mejor historia jamás vivida y contada, la mía. Y tú tienes la tuya… Hola mundo, te escribo porque finalmente he comprendido que no puedo hacer nada para salvarte y voy a dedicarme a salvarme a mí. Me ha costado mucho darme cuenta, lo sé, pero ahora lo tengo claro… No puedo seguir desgastándome más mirando fuera porque lo que realmente tiene que cambiar está dentro. He consumido tanta energía buscando fantasmas y culpables que no me quedaban fuerzas para tomar las riendas y vivir. Voy a serte más útil si me centro en mí y cambio dándome de golpes contra el muro y queriendo que cambies tú… Porque eso no va a pasar. Mi única oportunidad de que cambies es cambiar mis ojos sobre ti, mirarte con amor, comprenderte y abrazarte en toda tu inmensidad… Lo lo más dulce y lo más amargo que hay en ti, en lo más duro y lo más maravilloso… No voy a batallar más ni a reprocharte nada, porque lo único que consigo es hacerme cada vez heridas más profundas. Me pierdo intentando que no te pierdas y me hundo intentando sacarte del agujero profundo en el que estás… De hecho, yo estoy en ese mismo agujero y te miro a ti y te culpo por no salir a flote cuando ni yo misma soy capaz… Y es porque miro a mi alrededor buscando respuestas cuando en realidad están todas en mí. He mirado dentro de mí al fin y he visto que la solución a todos tus problemas es que te deje en paz… Que me solucione yo, que me dedique a mí , sin intentarlo, sea un ejemplo de lo que quiero ver en ti, de lo que espero encontrar… Por favor, comprende, no me refiero a pasar de ti ni vender mi conciencia, hablo de dejar de necesitar que todo en ti cambie y empezar a cambiar yo, que falta me hace. Me he dado cuenta de que la única forma que tengo de ver en ti la belleza que a veces no encuentro es amarte. Que la única manera de encontrar lo que deseo en ti es convertirme yo en ello, ser lo que necesito encontrar. Me he pasado la vida pidiéndote que no seas como eres, que las personas que hay en ti dejen de hacer cosas que yo mismo he hecho y que un día creí que nunca me podría perdonar, aunque no es cierto… Ahora, sin embargo, voy a dejarte en paz y no esperar nada de ti ni de nadie. Voy a mirarte con ojos llenos de paz para ver tu paz… Voy a mirarte con ganas de encontrar luz, para ver tu luz… Y cuando no encuentre paz ni luz lo seré yo hasta donde sepa. He sido muy testaruda al pensar que podía darte lecciones de lo que está bien o está mal. Te he juzgado tanto que me he salpicado con mis críticas, he sido incapaz de ver lo bueno que hay en ti porque estaba amargada sin ser capaz de ver en mí lo que en ti busco… He querido que las personas cambiaran, menuda osadía, como si mi visión de la vida fuera la correcta, la única posible, la que todos debían seguir… Y ahora me doy cuenta de que incluso lo que me parece más terrible puede que en otro de los mundos que conviven con el mío tenga algún sentido… No voy a mentir. Hay muchas cosas en ti que no me gustan, que me duelen, que me arañan. Cosas que no comprendo y que afectan a seres humanos que sufren por ello y a mí su dolor me causa dolor… No soporto a veces las sacudidas que la vida nos trae y me cuesta aceptar que mucho de lo hermoso perezca a favor de algunas barbaries a las que no encuentro sentido… Me corroe que la vileza llegue a menudo a la cima y la bondad se quede por el camino. A veces lo bárbaro suplanta lo inocente y lo oscuro se traga lo puro y sincero, pero ¿quién soy yo para decir qué está bien o está mal? ¿Con qué derecho permitirme poner etiquetas a todo y levantar o el pulgar ante lo que según mis ojos merece la pena? Cuando te etiqueto, me etiqueto… Cuando te odio, me odio porque parte de lo que eres es lo que soy y consiento, permito, dejo que pase, asiento cuando se muestra ante mí. Lo injusto a veces pasa no sólo porque los injustos lo hacen, sino porque los justos lo toleran y permiten. Cuando señalamos con el dedo, nos quedamos prendidos en el juicio y nos convertimos en parte de él. ¿Qué es injusto, en realidad? hay tanto dolor que no conocemos y tanta dicha por surcar… Hace mil años que ya no odio nada ni a nadie porque nada destroza tanto por dentro como odiar… Perdona mundo… Perdona vida… He sido arisca y osada. He sido poco generosa… Tenía tanto dolor acumulado en las entrañas que necesitaba decirte que eres horrible porque yo me sentía así… Veía en ti necedad porque yo era necia… Encontraba en ti injusticia porque yo no podía soltar mi rabia y eso me hizo injusta a veces, sobre todo conmigo misma. Y sigo viéndolo, pero ahora comprendo que no sé nada y que por más que batalle con algunos monstruos esos monstruos siempre van a devorarme… Porque me los he inventado yo… Porque sin darme cuenta y saber cómo a veces el monstruo soy yo y hay alguien luchando siempre contra mí y no soy capaz de darle la vuelta a la historia… A veces no me gustas mundo, no me gusta nada, pero ya no voy a pelearme contigo ni con tu gente, porque por más que tape un agujero, saldrá otro y otro… Voy a hacer cuanto esté en mi mano para no acrecentar tu dolor ni añadir una nueva injusticia a tu larga lista de momentos terribles, pero no voy a juzgarte más… O al menos voy a intentarlo… Quiero centrarme ahora en mí, en ser mi versión más libre y pura, la más inocente y amable, mi yo más desnudo y auténtico, mi ser más sublime… Voy a amarme porque así podré amarte como eres, sin peros ni comas, y sólo así al verte podré encontrar el amor y dejar de lado el odio… Porque cuando yo sea amor, tú serás amor. Porque si me amo como merezco podré amarte como mereces y tal y como eres. Porque si me acepto, aceptaré tus horrores más ocultos y podrá abrazarte cuando estés a punto de reventar y colapses de tanto asco y llanto almacenados… Porque si me comprendo y estoy de mi parte, cuando las personas que te habitan vengan a mí muertas de miedo y rotas, podré besar su dolor y aceptar tus heridas sin reproche, sin mirar con miedo y con lupa, sin pedirles explicaciones… Porque si me perdono a mí por no haber sido como creí que debía, es inevitable que te perdone por no haber sido como creía que debías… Voy a amarte mundo, sin condiciones, a ti y a tus criaturas más salvajes. Y lo haré a través de mí, siendo mi yo más honesto y amándome mucho… Voy a amarte tanto como el amor que merezco… Voy a amarte con todo el amor que soy. Y cuando te mire, veré el amor que eres y a partir de ahí vamos a construir algo nuevo y definitivamente hermoso. Gracias mundo. TE ATREVES A SENTIR TUS MIEDOS
Alguien me dijo el otro día que cuando me lee se
queda a medias siempre porque no le planteo soluciones y agito por dentro sus problemas, sus pensamientos, sus emociones más contenidas… Es verdad, supongo que a menudo cuando escribo no aporto respuestas ni nada a lo que agarrarse para encontrar el camino. Llevo unos días pensando por qué. Lo que más me viene ahora a la cabeza son mis dudas, porque realmente, escribo sobre ellas… Porque no sé nada y lo que hago en realidad es poner negro sobre blanco lo que a mí también me agita por dentro. Lo que me zarandea y me ha zarandeado siempre, lo que me araña desde aquel día hace cien años cuando era niña e iba en tren y miré el paisaje que dejaba atrás con la mirada y me pregunté qué sentido tenía todo. Lo veo como si hubiese pasado durante el café de esta mañana. Creo que tenía cuatro años y vi la línea verde que se dibujaba al paso de mis ojos por el cristal y topé la mirada de una mujer joven que me sonreía y en aquel momento me sentí como una figura de una maqueta inmensa. Como una de las piezas minúsculas de un mundo en miniatura en el que yo no sabía cuál era mi destino ni mi función. Como si mi identidad dependiera de la identidad de otros, como si mi lugar en este mundo inventado e imaginario dependiera del lugar que ocuparan los demás o del que me dejaran libre. En ese momento, sentí un miedo terrible a no encontrar ese lugar o a tenerme que conformar con el lugar que dejaban los demás para ocupar… Como sucedía en el cole cuando había que hacer algo por parejas y yo siempre era la que me quedaba sola porque nunca me atrevía pedirle a nadie que se quedara conmigo… Porque no me sentía suficiente o no pensaba que tuviera nada por ofrecer. Yo también dudo y mucho de cuál es mi camino. O a veces no dudo del camino sino de mí y de mi capacidad para transitar en él. Y lo admito, muchas, muchas veces tengo claro el camino y la solución (va con mi personalidad) pero lo que pasa es que me resisto locamente a aplicarla. Mis vísceras asustadas dicen que no y en mi casa mandan mucho las vísceras. Me resisto yo y se resiste todo mi mundo a soltar ese control imaginario que me hace sentir que manejo los hilos. Hay una parte de mí que tiene tanto miedo a descubrir que no es tan fuerte como se imagina, que es vulnerable y no llegará por más que intente mil cosas y haga mil barbaridades… Hay otra parte de mí que tiene tanto miedo a solucionar sus problemas y descubrir que realmente esos problemas no existían y que el verdadero problema era mi actitud e incapacidad hasta el momento presente de querer ver las cosas de otro modo… De descubrir que todo eran excusas y coartadas inventadas para seguir sufriendo porque es más cómodo que tomar las riendas… Miedo de tener la certeza absoluta de que llevaba años haciéndome trampas y fingiendo querer ser feliz cuando en el fondo me seducía más una sensación mediocre de efervescencia para no tener que lidiar con la culpa… Esa especie de sombra pegajosa y maloliente que todo lo impregna y te deja seco y lívido. La verdad es que estamos enganchados a nuestro dolor, somos yonkis de nuestro sufrimiento y de todo lo que nos asusta. Nuestros pensamientos y emociones más recurrentes nos invaden en cuerpo de hormonas y nos acostumbramos a ellas, nos sentimos cómodos con esas sensaciones y huimos de la novedad aunque sea deliciosa, maravillosa, extraordinaria… Intentamos evitar a toda costa sentir aquello que nos asusta y nos quedamos presos de ello en esa sala de espera en la que estamos pendientes de decidirnos. Y eso de lo que huimos tiene y ha tenido mil caras. Ha tenido cara de novio que te abandona, de trabajo en el que no te consideran, de sueño que se te resiste, de recuerdo que te asalta cada domingo por la tarde… En el fondo, todo eso es lo mismo. Es el mismo conflicto que encuentra otra rama del árbol con la que taparte el sol para que tengas que trepar hacia tu interior. Todo lo mismo. Todos los conflictos que se presentan ante ti tiene que ver con el hecho de no estar tratándote bien, no estar de tu parte y reconocer tu valor. La vida te pone a prueba una y otra vez y siempre está pidiéndote que te abras y te desatasques por el mismo lado… Que desenquistes lo que ya sabes desde siempre que tienes enquistado en ti y que no sueltas. Tal vez te pida que dejes algo a lo que te aferras, que saltes al vacío sin red para que aprendas a confiar, que vayas hacia algo o que des un puñetazo en la mesa y digas basta… Puede ser que te pida que hagas mil cosas que nunca te has atrevido a hacer o que dejes de hacer esas cosas que haces de forma desesperada para que encuentres tu silencio. No importa lo que sea, es ese miedo de siempre, ya sabes cuál, no te das cuenta pero todo lo que te rodea te habla de él y te invita a sentirlo y aceptarlo. Hasta que no aceptamos lo que nos asusta, cada persona con la que nos cruzamos lleva escrito un reproche en la mirada… Todo nos recuerda lo que tenemos pendiente para que decidamos acercarnos a ello y descubramos que no pasa nada, que no hay culpas sino temor a descubrir que no somos perfectos… Y que una vez te acercas a eso, todo se diluye. Hasta entonces la culpa sobrevolará tu vida y te sentirás provisional porque sabrás que tienes a medias eso de reconocerte y amarte. Al final todo lleva a que llegue un día en el que tengas que afrontar y caer a ese vacío en el que no hay nada a lo que agarrarse, para que descubras que vuelas, que te sujetas a ti y que de repente aparece algo que te da aliento… Algo que no parecía existir o que estaba ahí y no podías ver porque eras yonki de tu necesidad de sentirte incapaz y desgraciado. No importa si te muestras al mundo o te quedas en un rincón, no importa si lo haces desde la calma interior de ser tú y no desde la necesidad de ocultarte o de ser aprobado y aceptado… Todo es lo mismo… Ese desamor que todo lo impregna mientras dudas si mirarte a los ojos. Es verdad, me quedo a medias, pero creo que es porque esto de vivir en realidad no va de respuestas sino de preguntas… No se trata de resolver sino de disolver ese dolor y dejar espacio para lo nuevo, sea lo que sea. Desde hace un tiempo me he dado cuenta de que el noventa y nuevo por ciento de las veces, sólo es necesario presentarse al examen de la vida para pasarlo con nota… Es lo único que te pide y te pides, que comparezcas, que sientas el frío de creer que no eres para que descubras que ya lo eres todo… Que notes el miedo de imaginar que todo se esfuma para que te des cuenta de que ya lo tienes todo… Que admitas que no sabes para que eso deje de tener importancia… Que te mires y observes lo que piensas y sientes y notes que no hay para tanto… Que digas en voz alta que no te amas, para que inmediatamente te des cuenta de que eso no tiene sentido… No tengo soluciones porque dar el paso para encontrarlas ya supone que muchos de nuestros miedos salgan por la venta… Porque sentir tu miedo es permitirte soltarlo y empezar a liderar tu vida. ¿Te atreves?
Emociones laborales: Alberto Blázquez y un equipo de reconocidos profesionales muestran cómo salir airosos ante situaciones de crisis en el trabajo sin morir en el intento