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Culturas Híbridas – Néstor García Canclini

Prólogo

El texto de Néstor G. Canclini traza cuestiones e hipótesis sobre como estudiar


las culturas híbridas que constituyen la modernidad latinoamericana: como leer esa
producción en la cual tenemos cruces socioculturales tradicional y moderno. Aquí son
deshechos los dualismos, sin embargo quedan aun ciertas contradicciones en ese debate.
Los tradicionalistas y los modernizadores tentaron crear objetos puros, los
primeros por medio de una cultura nacional y autentica hechas en ferias populares, en
cuanto los segundos a través del arte por la arte expuesta en los museos y bienales. Las
ideologías de inspiración iluminista intentó terminar con los mitos e creencias de la
tradición, pero hoy vimos que eses campos se mezclaron de una forma muy más
compleja y se desvaneció la pretensión de pureza y autosuficiencia de esas
producciones. El autor, así, va destacar como ellas son multi-condicionadas por
aspectos y estrategias inestables más allá del simbólico, cosa que revela la
transformación de las relaciones entre tradición, modernismo cultural y
modernización económica y la necesidad de estudios más empíricos del lugar de la
cultura.

Capítulo I – De las utopías al mercado

El antropólogo argentino empieza en ese capítulo a evidenciar los proyectos


que constituyen la modernidad: emancipador, expansivo, renovador y
democratizador. El proyecto emancipador trata de la secularización del campo
cultural, la producción autoexpresiva y autorregulada de las prácticas simbólicas en
los mercados y la racionalización de la vida social. Ya el proyecto expansivo busca
expandir el conocimiento y la posesión de la naturaleza, la circulación y el
consumo de los bienes, junto a la promoción de los descubrimientos científicos y el
desarrollo industrial. Con el proyecto renovador, tenemos mejoramiento, innovación y
reformulación constante de los signos otrora sagrados y ahora masificados. Por fin,
el proyecto democratizador trata de la educación y difusión del arte y los saberes para
lograr una evolución moral.
Según el autor, hay una contradicción en el desarrollo de esos proyectos que
revelaría la utopía llegada a la construcción de espacios de saber autónomos, pues lo
que se pasa es el desencuentro entre la estética y la dinámica socioeconómica, o sea,
la dependencia del arte de procesos extra estéticos. Para analizar mejor esa situación,
convocase los autores Habermas, Bordieu y Becker que estudiaron de modos distintos la
autonomía cultural como definidor de la modernidad. Según Habermas, lo moderno se
constituye a través de la independencia de la cultura de la razón religiosa y metafísica,
que permitiría “controlar las fuerzas de la naturaleza, ampliar la comprensión del
mundo, progresar moralmente, volver más justas las instituciones y relaciones sociales”.
Tratase de una visión iluminista que resalta sobre todo el poder libertador de la razón.

Los dos sociólogos Bordieu y Becker, al destacar la autonomía de ciertos


espacios dentro de la estructura social, va decir el primero que cada campo cultural es
un campo de lucha regido por leyes propias y que su análisis debe examinar cómo se
constituye su capital cultural. Además, en apunta dos conflictos en las relaciones entre
arte, mercado y democracia: ¿cómo conciliar la idea de expansión, tanto de mercado
como de público, con la tendencia de especialización en ámbitos restringidos? En otros
términos, parece ser contradictoria la multiplicación de productos con la promoción
de obras únicas. Bordieu afirma que es eso que hace la renovación de los gustos y
elites en el mercado. Lo que pasa es que el arte moderna provocó la diferenciación
entre forma y función entre los bienes y los signos artísticos, lo que hace con que
necesite, al mismo tiempo, de una distinción singular y una divulgación del múltiplo.

Bordieu va hasta ese punto y no permítenos avanzar en el hecho de los signos y


espacios de las elites se mezclaren con las cosas populares. Becker, de su parte, tratara
del carácter cooperativo de la producción artística, combinando la autonomía con los
lazos sociales que a condicionen. Según él, la modernidad necesita de cierta convención
para sí alcanzar la autonomía, o sea, ciertos acuerdos entre los participantes del
mundo del arte. Becker se aproxima de la noción de capital cultural de Bordieu al
afirmar eses costumbres y normas que componen lo que él llama sistema socioestético
que garantizaría una autonomía condicionada en una relación interdependiente con
la sociedad. Sin embargo, lo que hay todavía son convenciones inesperadas que revelan
como tenemos procesos de segregación y hibridación entre los sistemas sociales.
A través de una visión antropológica y relativista, Becker intenta investigar la
caracterización social de los modos de producción de los grupos artísticos por medio de
las estructuras internas del mundo estético en conexiones con la sociedad.

Bordieu habla del campo cultural como espacio de lucha y la función que tiene
la competencia y la noción de campo cultural, en Becker tiene la idea de convenciones y
acuerdos. Según él, el popular tiene menos libertad que lo moderno. Hay aun una
retomada de los proyectos en la década de 1960. No obstante, el moderno propone ritos
sin mitos. La posmodernidad va proponer una nueva relación con la tradición no
de ruptura sino de visitación, una especie de lectura paradoxal que el autor llama
de “experimentaciones transculturales”. Eso viene a colocar la cuestión de la función
social de esas prácticas artísticas y repensar la eficacia de las innovaciones y las
irreverencias artísticas. Para entender las contradicciones de los proyectos modernos,
hay que abordar el conflicto entre autonomía artística y el imperativo democrático.
El autor da algunos ejemplos de piezas de museo que establecen relaciones de
dependencia entre el arcaico y el moderno, muestras esas que relativizan la autonomía
del campo cultural moderno. Así, el propone la tesis de que el mercado disminuiría la
autonomía del arte con el ejemplo de la fuerza de los empresarios de los EUA, al mismo
tiempo en que los dueños de las obras cobran una fortuna por su exposición, lo que
deshace la tentativa de democratización del proyecto.

La situación en América Latina es que en los próximos anos lo mejor del arte no
se verá por aquí. Sin embargo, la literatura y las artes plásticas serian las más resistentes
en cuanto otras artes sufrirían más con los empresarios. Los practicantes del arte basan
su visión en el descentramiento de los campos y las dependencias inesquivables del
mercado y las industrias culturales. La conclusión de autor, un tanto marxista, es que
el arte no puede lograr su independencia por las vías del mercado.

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