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Directores de la colección:
Eduardo Pavlovsky (Coordinación General)
Hernán Kesselman, Gregorio Baremblitt
y Juan Carlos De Brasi
© AYLLU S. R. L.
I.S.B.N. 950-560-054-2
Eduardo Pavlovsky - Gregorio Baremblitt
Hernán Kesselman - Campos Avillar
Nicolás Caparros - Juan Carlos De Brasi
Ana María Fernández - Armando Bauleo
Horacio Raúl Marín
LO GRUPAL 6
EDICIONES BUSQUEDA
I. PSICOANALISIS Y GRUPOS
II. INCIDENCIAS
III. CO-INCIDENCIAS
PSICOANALISIS Y GRUPOS
i
PSfCODRAMA ANALITICO. SU HISTORIA.
REFLEXIONES SOBRE LOS MOVIMIENTOS
FRANCES Y ARGENTINO
EDUARDO PAVLOVSKY
22
íamg ¡
proyecto estrictamente clínico-terapéutico (tratamientos
psicodramáticos de neurosis o psicosis) necesitará im-
prescindiblemente comprender los mecanismos inconcien-
tes y las relaciones de transferencia y contratransferen-
cia y para este último caso entonces sugiere el análisis
personal del psicodramatista.
Se refiere también al número de psicodramatistas
auxiliares, limitando su número, los cuales actúan como
terapeutas auxiliares al lado de una pareja de terapeutas
principales. Cuando el número de auxiliares es excesivo
hay que proceder a la división en dos grupos: uno per-
manente de psicodramatistas auxiliares y otro de "espec-
tadores". Este último no debe exceder de ocho o diez, co-
mo cifra tope 7 .
Se supone que estos "espectadores" pasarán, poco a
poco, a un grado cada vez más complejo de actividad.
La mayoría de los psicodramatistas analíticos fran-
ceses refieren su experiencia clínica al tratamiento de ni-
ños y adolescentes en tratamientos individuales o grupa-
Ies. Casi toda la experiencia es referida a estas edades
(Lebovici, Anzieu, Widlocher, etc.) y los grupos de adul-
tos son siempre de formación, para aquellos interesados
en el psicodrama. Los conducen como grupos de psico-
drama analítico terapéutico de tiempo limitado.
Pueden existir sesiones breves de psicodrama en ex-
periencia de fin de semana (Kaes, Anzieu), pero no gru-
pos regulares.
Concretamente, no hay grupos terapéuticos para
adultos. No existe en Francia el paciente común que es
derivado a grupos terapéuticos de acuerdo a su psicopa-
tología. Los pacientes de los grupos de psicodrama ana-
lítico son siempre técnicos que acuden con la demanda
de formarse en psicodrama. El psicodrama es didáctico
siempre.
Nuestro camino ha sido casi inverso. Todos noso-
tros comenzamos trabajando en grupos de psicodrama
3L
b) La segunda forma está igualmente modelada por la
situación grupal. El terapeuta se halla frente a
una galería de espejos que le devuelven su ima-
gen deformada en todos los sentidos (Grotjahn,
1953). Dice Anzieu que cierta tendencia al ex-
hibicionismo es hasta cierto punto necesaria pa-
ra el psicodramatista. En cierta medida es ne-
cesario que sea visto por los otros, circunstancia
que, lejos de angustiarlo, produce un cierto nivel
de satisfacción o placer.
c) Otra forma de contratransferencia concierne a
las reacciones personales entre los psicodrama-
tistas. R. Kaes la denomina intertransferencia y
debe ser trabajada en el equipo terapéutico.
Respecto al tema de la intertransferencia nosotros
decíamos en nuestros primeros trabajos con psicodrama
en niños (1962) : "También deben ser explicitadas las
tensiones existentes entre los miembros del equipo tera-
péutico. Las situaciones de rivalidad entre los miembros
del equipo deben ser analizadas, ya que a veces los con-
flictos dentro del equipo terapéutico corresponden a con-
flictos que se producen entre los pacientes del grupo y
que no han sido suficientemente analizados (de la con-
traidentificación proyectiva a la contratransferencia)".
Debemos decir al respecto que es importante una
tele positiva para trabajar en coterapia. Al respecto de-
cíamos con Abadi en "Una experiencia de psicoterapia
grupal, la coterapia" (1966) (Clínica grupal I, Edicio-
nes Búsqueda) : "Pensamos que detrás de toda psicote-
rapia está la ecuación personal del psicoterapeuta y que
el ingrediente esencial de esa ecuación (más allá de teo-
ría y técnica) está dado por lo que llamaremos con un
término quizás gastado por el abuso, ideología. Vale de-
cir, la concepción que ambos terapeutas tienen acerca del
ser humano, de la salud mental y del destino de la con-
vivencia."
* Editorial Siglo X X I .
dramático Latinoamericano 17 fue el continuador más im-
portante de nuestras ideas científicas y posiciones ideo-
lógicas. Autor del "Manifiesto" leído en el VI Congreso
Internacional de Psicodrama y Sociodrama (Amsterdam,
1971)18.
Actualmente el Centro de Psicodrama Psicoanalí-
tico Grupal sintetiza toda la evolución de nuestras ideas l9.
Nosotros hemos utilizado cuatro procedimientos dra-
máticos en nuestra larga experiencia: "psicodrama", "so-
ciodrama", "role playing" y "juegos dramáticos".
"Psicodrama" y "sociodrama" son procedimientos
dramáticos terapéuticos. El "role playing" y los "juegos
dramáticos" han sido utilizados en general, entre noso-
tros, para la enseñanza, del psicodrama y de la psicotera-
pia de grupo.
El "psicodrama" es un procedimiento terapéutico dra-
mático, individual o grupal (preferentemente hemos tra-
bajado en grupos con psicodrama) donde el grupo está
formado por pacientes que generalmente se desconocen
entre sí. Son demandas individuales donde se resuelve
incluirlos en un grupo de psicoterapia con técnicas dra-
máticas de orientación analítica para su tratamiento.
Dice Martínez: "Puede conducir a error el hecho de
que el psicodrama sea casi siempre un procedimiento
grupal, pero su finalidad terapéutica manifiesta es indi-
vidual. Se orienta la cura hacia los individuos que com-
ponen el grupo. No viene un grupo a tratarse. Viene un
Dramatizaciones:
o) explorativas;
6) descriptivas;
c) expresivas;
d) elaborativas;
e) defensivas;
f) demostrativas.
El "role playing", en general, lo hemos utilizado pa-
ra el entrenamiento del rol del coordinador de las tera-
pias grupales en instituciones asistenciales.
1) Anterior a la dramatización.
2) Durante la dramatización:
a) Actuaciones agresivas;
b) Actuaciones eróticas;
c) Interrupción de la dramatización;
d) Representación durante la dramatización.
GRKGORIO F. BAREMBLITT
Notas inquisitivas
HERNÁN KESSELMAN
JUAN CAMPOS AVILLAR
7a
Lewin porque Foulkes utiliza, a diferencia de este autor,
el término group dynamics en el sentido de dinámicas
inconcientes de Freud y es para diferenciarse de Lewin
que adopta el término "procesos grupales". También se-
ñala diferencias con Bion: los pequeños "grupos de estu-
dio" de éste y su concepto de grupo-dinamia van también
por otros derroteros puesto que lo que preocupa a Bion
es examinar a la luz "de los modernos desarrollos del
psicoanálisis, asociados con el trabajo de Melanie Klein",
la conceptualización que hace Freud de los grupos huma-
nos. Para ello llevó a cabo sus experiencias con grupos.
Para ello adoptó un método experimental y al parecer
nunca estuvo demasiado convencido de que su técnica
sirviera para conducir grupos terapéuticos. Y es sobre
todo en este último punto, donde radica la diferencia de
Bion con Foulkes, que no intenta traducir Freud al idio-
ma de Melanie Klein y que sí estaba convencido que con
su técnica se podían conducir grupos terapéuticos y de
otros tipos. Foulkes da al "desaprendizaje-reaprendizaje"
(unlearning) y a la comunicación grupal un papel ele-
mental en su teoría, sin embargo no reconoce más influen-
cia pedagógica que la Psicología de la Gestalt de Kurt
Goldstein (The Organism) con quien trabajó en Alema-
nia, neurólogo y psiquiatra que consideraba al sistema
nervioso central como una red (network), un aparato que
siempre funciona como un todo y cuya actividad se en-
tiende cuando se utilizan los principios de "respuestas de
figura y fondo" de la Psicología de la Gestalt. Foulkes
adoptó estas ideas y las del sociólogo de Frankfurt, Nor-
bert Elias, de quien fue amigo y colega durante muchos
años (The civilicing process). En síntesis, como lo se-
ñala Malcom Pines en el prefacio de la versión española
anteriormente citada, "la originalidad de Foulkes radica
en la creativa síntesis de psicoanálisis, psicología de la
Gestalt y sociología como fundamento teórico de su tra-
bajo clínico".
En cambio Pichón reconoce la enorme influencia que
en su pensamiento y para la creación del cono invertido
(figura en la que simboliza Pichón las 6 constantes del
proceso grupal: pertenencia, cooperación, pertinencia,
aprendizaje, comunicación, telé) han tenido diversos au-
tores: Moreno con sus conceptos de telé y escena dra-
mática ; Kurt Lewin y los T-groups; la teoría de la Ges-
talt; G. Mead, psicólogo social norteamericano que insis-
tió en la importancia de la formación de los psicólogos
sociales; Bateson y toda la escuela de Palo Alto, de los
que difiere especialmente, al ser psicoanalista (como
Foulkes) por el manejo grupal de la teoría del inconcien-
te y la transferencia, pero de los que tomó la concepción
de la enfermedad grupal familiar como unidad de pato-
logía, y el paciente identificado como posible agente de
cambio de dicho grupo, la concepción de secreto familiar
v de malentendido básico como cortocircuito en la comu-
nicación, etc.; de Levi Strauss y de la Antropología Cul-
tural, la importancia de analizar las distintas generacio-
nes del grupo familiar para las concepciones de "tiado"
y "abuelato"; de la sociología y la filosofía: Marx, para
la utilización del método dialéctico del pensamiento y del
vínculo; de la pedagogía: Gastón Bachelard, para los
conceptos de desaprendizaje, reaprendizaje y enseñaje
(aprender a pensar, aprender a aprender, aprender a
enseñar) y obstáculos (epistemología y epistemofílico), de
la filosofía sartreana y su integración de los distintos
tiempos grupales, de la literatura, sobre todo de Isidoro
Ducasse (el conde de Liautramont) en sus profundiza-
ciones de "lo siniestro". Todas estas influencias explican
la gran pasión de Pichón por construir una epistemolo-
gía convergente para comprender, explicar y corregir el
comportamiento humano. Quizás esta actitud de aper-
tura es común a ambos autores. Pichón más obsesionado
por la resolución de la tarea en el grupo operativo y Foul-
kes más obsesionado por la democracia en el desarrollo
del grupo grupoanalítico.
3. El último apoyo del trípode: el de professional
plexus, es decir, aquel que se ocupa de las maneras cómo
el profesional científico, el psicoterapeuta, desarrolla su
actitud analítica, conceptualiza, organiza y justifica su
práctica y se convierte en agente de cambio terapéutico,
también presenta coincidencias y diferencias en E. P. Ri-
viére y S. H. Foulkes.
Ninguno de los dos dejó de pertenecer a la Asociación
Psicoanalítica Internacional aunque ambos tuvieron que
llevar adelante sus experimentos en el campo de la psi-
cología grupal y social fuera de las mismas. S. H. Foulkes
en el Northfield y Maudsley de Inglaterra y Carolina de
Estados Unidos y Pichón Riviére en el Hospital Neuropsi-
quiátrico de Buenos Aires y en otras instituciones de
latinoamérica. Ambos crearon sus Institutos privados,
que les permitirán desarrollarse y formar gente: Foulkes
con la Group Analitic Society y Pichón con su Primera
Escuela Privada de Psicología Social.
A pesar de las similitudes en el radio del alumnado
posible, Foulkes se dedica principalmente a la formación
de psicoterapeutas de grupo (grupoanalistas) y Pichón
a la formación de psicólogos sociales preponderantemente.
Lo hasta aquí dicho permite comprender en gran
medida el por qué de los derroteros similares y diferen-
tes de los discípulos de ambos maestros (incluidos noso-
tros, naturalmente) Pichón da lugar en América del Sur
(y Centroamérica) al desarrollo de morenianos, freudiá-
nos, kleinianos, lacanianos, sistémicos, gestaltistas, psi-
codramatistas analíticos, etcétera. No sólo profesionales
de diferentes corrientes de la psicología dinámica, sino
también representantes de disciplinas que abarcan los
más variados campos de la sociedad: educación, trabajo,
ocio, salud, etcétera. Recordamos aquí que Pichón soste-
nía que el grupo es más operativo cuando es más homo-
géneo en la tarea y más heterogéneo en su composición.
En cambio el proyecto de Foulkes fue el de llevar el psi-
coanálisis al interior del grupo, especialmente del grupo
terapéutico, con la concepción grupoanalítica de trabajar
en pequeños y medianos grupos y cierta homogeneidad
en la composición de los grupos y de sus integrantes, sean
éstos pacientes o psicoterapeutas. Su influencia se nota
en toda corriente grupal de inspiración psicoanalítica en
Europa o América del Norte y parte de América del Sur,
en la formación de conductores de grupo en diversos cam-
pos (en especial en terapias de grupo familiar y psico-
terapéutico).
Este método de análisis que llamamos CDR (conso-
nancias, disonancias, resonancias) con el que hemos ana-
lizado el trípode entre Pichón y Foulkes es el mismo que
ha permitido analizar las coincidencias, diferencias y re-
sonancias entre nosotros, los autores de este trabajo.
ANEXO
a) Convocatoria para los Cursos de Formación en Madrid, curso
1985-86.
ACREDITACION:
NICOLÁS CAPARROS
Introducción
I —
II —
El plafond crítico
La frontera interna
Ciencia Objeto 4
El caso Nietszche
El caso Marx
La crítica desarmada
La crítica tiende a captar las ilusiones, a confron-
tarlas con otras opuestas pero simétricas, a darles un
"principio de realidad" y un golpe "certero" que marca,
asimismo, una diferencia que es pertinente desplegar en
algunas de sus connotaciones. Desde ella no se confun-
den las ilusiones de ciertas ideologías con la "ideología
misma", puesto que, en primer lugar, Marx siempre dis-
tinguió, ligándose así con la problemática ideológica en
diversas formas, la Economía Vulgar de la Economía Po-
lítica Clásica, el sistema hegeliano del de sus seguidores,
"viejos" —de derecha— o "jóvenes" —de distintas posi-
ciones— etc., sin confundir ni reconducir sus "ideacio-
nes" al mismo sistema de repeticiones ni al idéntico me-
canismo reflejo de una realidad determinada, como podría
ser, p. ej.: la pobre realidad alemana de mitad del siglo
XIX.
En segundo término, las "ilusiones" criticadas no se
demarcaban desde el espacio científico (eran "ideologías
precientíficas" sólo en parte, como p. ej.: en Smith, Dar-
win o Wagner), sino desde el principio central organi-
zador de toda su orientación teórica, o sea: la articula-
ción de cualquier teoría, su objeto, métodos, procedi-
mientos, técnicas e instrumentos, deben relacionarse con
los fines propuestos en la misma teoría; objetivos que
son consecuencias de sus propias formulaciones y princi-
pios constitutivos. Puntos de partida y postulaciones que
reconocen sus complejas determinaciones como exterio-
res al relato científico mismo. Esto lo torna abierto, no
coherente ni satisfactible, sino dialéctico ("dialéctica cu-
yos límites habrá que definir y que no suprime las dife-
rencias reales" —nota bene, I.C.E.P.—) y ramificado.
Por otra parte, la calificación de "ideología precien-
tífica", que señala un tipo de reflexión desde la ciencia,
hace a la constitución de una teoría de las ideologías,
asunto que no es la preocupación de Marx, sino el de una
lectura de su obra y evaluación de sus propuestas.
En tercera instancia, si aceptamos que la conexión
entre ciencia e ideología es de corte, ruptura, debemos
pensar que esas separaciones dependen de ciertos puntos
nucleares y se dan como secundarias, pues el concepto
primario, fuerte, es el de ligazón y, sobre todo, la arti-
culación entre teoría y práctica. Posteriormente, la refle-
xión epistemológica nos podrá posibilitar, de juris, el tipo
de continuidad que se deberá establecer en la diferencia
ciencia-ideología.
Desde el ángulo del Materialismo Histórico, si re-
chazamos los puntos mencionados, caeríamos en la insal-
vable paradoja de una ciencia de la historia que es la
guia de una ideología (por ser tal le caben todos los me-
canismos legales: ilusión-alusión, reconocimiento-descono-
cimiento, etc.) no ideológica, la cual internamente puede
ser distinguida y comparada con otras. Creo que, por más
que aseguremos esa ideología como la del proletariado o
cualquier otra, no evitaría la paradoja apuntada, hacia
la que nos deslizamos.
Retomando el espacio que abría el concepto de crítica
en Marx, vemos que constituía un "análisis" y "deses-
tructuración" de las ilusiones y fetiches que las situacio-
nes históricas, los distintos hechos y discursos montaban
en cada una de sus formaciones; estructurando a la vez,
un "campo de lucha contra todo dogmatismo" (fuera el
del señor Vogt, Schmidt, Lasalle, el de jóvenes hegelianos
o el de la misma organización política que dirigía con
Engels y otros). Así la crítica comporta, en su progra-
mación, una garantía de corrección de la lectura (de com-
plejos procesos coyunturales) y una reubicación de los
"objetivos estratégicos" que vertebraban un movimiento
orgánico y la teoría de su práctica.
Para que el momento previo pudiera darse, era pre-
ciso cumplir, asimismo, con un "requisito de análisis" de
las posturas anteriores, de las formas de evaluación y
exposición que las caracterizaban, relacionándolas con sus
campos de investigación y experimentación particulares.
Respecto a esta fase recordemos la minuciosa explo-
ración que hace Marx cuando intenta descubrir los "pun-
tos débiles" de la argumentación proudhoniana o ricar-
diana (en Miseria de la filosofía y en Historia critica de
las teorías de la plusvalía), sólo por indicar algunos ejem-
plos significativos. Sin embargo, la crítica como empresa
racional y estructurada no contempla ninguna vocación
ideológica —empirista— de coherencia, sino que pretende
establecer una cierta distancia a partir de la "ironía";
distancia que da las pautas del estilo escritural de Marx,
certero, voluptuoso e inflexible, ya sea con los demás o
consigo mismo.
Por lo tanto, la ironía introduce la crítica como un
poder placentero, agresivo-vindicativo, destructivo-cons-
tructivo, desmistificador-predictivo, en una palabra, co-
mo una práctica contrapuntística que vive, juega y pros-
pera debido al espectro de las complejas contradicciones,
y las no menos cruzadas determinaciones, en que se en-
cuentra apresada.
Si quisiéramos ampliar la puntuación de los caracte-
res generales que posee el concepto de crítica en el Mate-
rialismo Histórico, veríamos que los señalados apenas
exponen algunos indicios que requieren ser pensados más
a fondo. Sin embargo, el objetivo del texto no consiste
en desarrollarlos ahora, sino en marcar los tres estratos,
donde a mi entender, se resuelve toda la lectura crítica
que el discurso marxista propicia.
Desde este nuevo espacio la crítica, además de ase-
gurar un criterio de cientificidad entraña una práctica
de relevamiento (de los distintos relatos ideológicos, vo-
ces y acciones que intervienen en el campo histórico in-
vestigado) y desmistificación en tres planos claves que
son profundamente inconcientes. Así, el sentido crítico
tenderá a disolver un Hociütamiento ideológico" (p. ej.,
a través de los protocolos de lectura que se establecen
en el análisis del concepto de salario); una "inversión
ideológica" (p. ej., en la indagación del fenómeno feti-
chista) ; y, por último, a desenmascarar una objetiva
"deformación ideológica" (p. ej., con el "engaño de par-
tes", que aparece con la división entre la cuota de plus-
valía y la cuota de ganancia).
La forma en que estos tres niveles se van constitu-
yendo debe contemplarse, atentamente, partiendo de la
concepción del "sistema productivo", donde aquellos se
traban de una manera tan intrincada como sistemática,
inundando las viejas creencias y gestando nuevos mitos
sobre el cambio, el consumo, la posición y transposición
que los individuos poseen, sospechan o fantasean tener en
la estructura social, etcétera. Todos esos procesos y si-
tuaciones requieren y justifican, por sí mismos, la prác-
tica crítica y su función movilizadora, casi terapéutica.
Puntuaciones tentativas
I!. Interrogaciones
b) Contrato público
ARMANDO BAULEO
Introducción
J. C. DE B R A S I - E . PAVLOVSKY
Señor Presidente
de la Sociedad Médica de Psicoterapia,
S/D.
De mi mayor consideración:
En síntesis:
La identificación con el verdugo o el torturador
es un mecanismo defensivo anacrónico, en momen-
tos que son considerados los crímenes colectivos oca-
sionados por el "terrorismo de Estado", como crí-
menes de lesa humanidad. Habría que reconside-
rar la pertenencia a esta sociedad de alguno de sus
miembros.
La situación es grave, porque además de la ame-
naza hubo ligereza de juicio. El Dr. " X " no leyó el
trabajo. Se lo comentaron. Y doce meses después
de la primer prohibición, viene la segunda. Y otra
vez contra un ciclo de conferencias que él mismo
convalidó con su presencia. Como en 1984. La com-
pulsión a repetir es una forma de resistencia al cam-
bio. Se actúa y no se elabora.
Un afectuoso saludo, con la esperanza que "nun-
ca más", vuelvan a repetirse estas situaciones.
DR. H . R . MARÍN
Octubre de 1985.
UNA REFLEXION SOBRE EL SUFRIMIENTO
PSIQUICO Y LOS DESTINOS POSIBLES
DE LA PULSION DE MUERTE
sional en una fantasía o sueño luctuoso que sirva a los fines conjun-
tos de Eros y de Thánatos. Un ejemplo aclarará la cuestión. Un
paciente, de treinta años, produce dos sueños cuya temática se acer-
ca a la de este trabajo. En el primer sueño se coloca del lado del
victimario, en el segundo, de las víctimas. (El paciente es bastante
ambiguo respecto a la situación sociopolítica por la que estamos
atravesando. Es un funcionario del gobierno de facto y de tanto
en tanto tiene fantasías arcaicas y omnipotentes que se expresan
a través de un discurso mussoliniano o hitleriano, tales como "vivir
peligrosamente"..., "hace falta un caudillo"..., etc. También,
fantasías antisemitas. Su actual preocupación es no perder su tra-
bajo.)
"Me encuentro recorriendo con otras personas las ruinas del
campo de concentración de Auschwitz. Es el interior de un gran
edificio circular, como si fuera el Coliseo romano. Uno de ellos es
B. Veíamos pilas de huesos calcinados que estaban ordenados. Yo
me preguntaba si eso había estado realmente 'mal'. Pienso si la
cuestión no es judaismo veraus socialismo. B. me dice que el 'Ka-
po' del campo de concentración al terminar la guerra vino a la Ar-
gentina y fue ministro. Me enseña entonces que es importante saber
salir a tiempo de la escena política luego de un cambio y esperar
a que se aquiete la crisis."
Sueño del 12' al 13 de noviembre, 1983 (fragmento) :
"Noto que en la calle hay mucha gente armada que sacan a
la gente en pijama de sus casas y los t r a e n . . . al jardín. De pron-
to estoy adentro de una fosa (tal vez me han dado por m u e r t o ) . . .
y veo que quieren meter encima mío a otras personas que se en-
cuentran alineadas en el borde de la fosa. Los van a matar. De
pronto son tantas que las primeras se encuentran dentro de la fo-
sa, encima mío y me están impidiendo respirar"...
Más allá de otras interpretaciones utilizaremos estos dos ejem-
plos del contenido manifiesto de los sueños para demostrar que en
los imismos, este paciente puede soñar (figurar), lo que no pudo
hacer en cinco años de tratamiento la Sra. M. Sus fantasías luc-
tuosas y persecutorias, encontraron el canal adecuado de expresión
onírica. El sueño cumplió su cometido, ya que no hubo un desper-
tar agitado y el argumento de ambos sueños era más extenso. No
existió una crisis de angustia dentro de los mismos, que le impi-
diera la prosecusión del soñar. Pienso, por lo tanto, que la libido
Las fantasías tanáticas necesitan una oportunidad
para constituirse como tales, siendo necesarias para amor-
tiguar el sufrimiento psíquico, como en la situación de la
pérdida de seres queridos, constituyendo el delicado pro-
ceso de elaboración psíquica que Freud denominó trabajo
de duelo 4.
La posibilidad de poder pensar y constituir fantas-
mas acerca de la muerte constituye, en circunstancias
favorables a su emergencia, una contribución de la pul-
sión de muerte a la denominada salud mental. Esta con-
tribución constituirá nada menos que un ajuste a la
realidad. Cuando por cualquier motivo ya sea de índole
personal o social, el sujeto encuentra el camino de la re-
presentación de la pulsión de muerte interdicto 5 , aquel
ajuste a la realidad fracasa y se corre el riesgo de la en-
Un caso clínico
Resumen
Más allá de las dificultades técnicas específicas —lo.
interpretable—, en estas cuestiones deberemos agregar
que para hacerse cargo el analista de un analizado que
vive una situación-límite como la descrita, el propio ana-,
lista colaborará mejor en la rehabilitación emocional y
en la recuperación de la capacidad de pensar de su pa-
ciente en la medida que él mismo haya ido dándose y
dando a sus allegados respuestas acordes al momento so-
ciopolítico y también económico vivido, vale decir, escla-
reciéndose y ayudando a esclarecer a los demás a través
de respuestas ante la presión de la realidad.
En efecto, esta psicoterapia en tiempos de guerra
interna, con un poder tan impredecible como poderoso^
que pudo controlar casi todo, excepto nuestra voluntad de
resistir, nos obligó a desarrollar, al lado de nuestra for-
mación psicoanalítica, una formación política que nos ayu-
Jó a pensar nuestra historia contemporánea, nuestra in-
serción en la misma, como también la de nuestros pa-
cientes. Esto último ayudó particularmente a la Sra. M.
en la tercer etapa de su tratamiento. En efecto,
I. En la primer etapa existía un predominio neto de
las ensoñaciones narcisistas, viviendo la paciente en un
mundo a-conflictual. Su hijo estaba prisionero en un
campo de concentración y sería liberado. A nivel sinto-
matología, predominio de las fobias a los espacios abier-
tos, hipocondría, somatizaciones leves. Frecuentes epi-
sodios de déjá vü, que promovían su encierro (1978, de
mayo a diciembre).
II. Segunda maniobra defensiva que intenta, ante el
fracaso del mecanismo anterior, una explicación racional
que sustituye la propia. Ella es la madre de un terroris-
ta, no teniendo por lo tanto ningún derecho. En esta lí-
nea iba a ser obligada a olvidar y a perdonar. Los actos
cometidos fueron "excesos en una guerra sucia" y, en
última instancia, "actos evangélicos", o bien "actos de
amor", en defensa de no sé qué "civilización occidental
y cristiana en peligro por la confrontación este-oeste
en nuestro territorio. Para algunos oficiales la tercer
guerra mundial37 estaba siendo librada en la Argentina,
aunque nadie lo supiera.
La Sra. M. acentuaba sus signos de desrealización.
La desinformación desde los medios de difusión era to-
tal. Esta segunda etapa corresponde al año 1979. Si en
la primera lo imaginaba al hijo vivo, en la segunda lo
•daba por muerto implícitamente sin saberlo. Ambos tie-