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Colección: "PROPUESTAS"

Directores de la colección:
Eduardo Pavlovsky (Coordinación General)
Hernán Kesselman, Gregorio Baremblitt
y Juan Carlos De Brasi

Primera edición: mayo de 1988

© AYLLU S. R. L.

Sede: México 355, Capital Federal

Postal: Casilla 227, Sucursal 1


1401 Buenos Aires

Todos los derechos reservados


Impreso en la Argentina
Hecho el depósito que marca la ley 11.723

I.S.B.N. 950-560-054-2
Eduardo Pavlovsky - Gregorio Baremblitt
Hernán Kesselman - Campos Avillar
Nicolás Caparros - Juan Carlos De Brasi
Ana María Fernández - Armando Bauleo
Horacio Raúl Marín

LO GRUPAL 6

EDICIONES BUSQUEDA

BUENOS AIRES _ ARGENTINA


LO GRUPAL 6, una amplia mirada sobre entrecru-
zamíentos (Grupo Psicoanálisis) e interrogantes abiertos
desde prácticas que juegan en múltiples senderos teóri-
cos, diversos entre sí.
Diversidad sin clausura.
Preguntas disparadas hacia un lector que fabula, que
desea y fabrica sus propios modos de desciframiento, de
provocación a que cualquier cierre sea un imposible. ¿Por
qué? Porque toda respuesta cierta, sacral, entraña la
muerte del asombro y la curiosidad.

Los directores de la colección


INDICE

I. PSICOANALISIS Y GRUPOS

Psicodrama analítico. Su historia. Reflexiones so-


bre los movimientos francés y argentino, Eduar-
do Pavlovsky H
Notas acerca de un posible programa de investiga-
ción sobre el psicoanálisis y lo grupal en Ar-
gentina 1988, Gregorio Baremblitt 55
Bel psicoanálisis a la psicología social: El Grupo
Análisis Operativo, Hernán Kesselman y Juan
Campos Avillar 71
Contratransferencia y grupos, Andrés Caparros ... 81

II. INCIDENCIAS

Crítica y transformación de los fetiches, Juan Car-


los De Brasi 97
¿Legitimar lo grupal? (Hegemonía y contrato pú-
blico), Ana María Fernández 123

III. CO-INCIDENCIAS

El área de lo grupal, Armando Bauleo 139


Una reflexión sobre el sufrimiento psíquico y los
destinos posibles de la pulsión de muerte, Ho-
racio Raúl Marín 155
I.

PSICOANALISIS Y GRUPOS
i
PSfCODRAMA ANALITICO. SU HISTORIA.
REFLEXIONES SOBRE LOS MOVIMIENTOS
FRANCES Y ARGENTINO

EDUARDO PAVLOVSKY

El movimiento del psicodrama psicoanalitico se ini-


cia en Francia y está indisolublemente ligado a la psico-
terapia infantil y a la práctica de los psicoanalistas de
niños en instituciones1.
En 1946 se inician en Francia dos nuevas experien-
cias en el campo de la psicoterapia, una en el Hospital
des enfants Malades, servicio del profesor Heuyer y la
otra en el Centre Psico Pedagogique de l'Academie de
Páris (Centre Claude Bernard), a cargo de la doctora
Juliette Boutonier.
Estas experiencias incluían ambas las consultas de
niños y la tentativa de psicoterapias grupales.
En 1947 se publicó en la revista Sauvegarde, dedi-
cad^ a la psicoterapia de niños, un primer balance de
un año de trabajo.
; Uno de los artículos está firmado por J. Moreau-
Dreyfut y S. Lebovici. Estos autores se orientaban en
principio en la teoría de Slavson acerca de los grupos te-
rapéuticos de niños.

i Por razones de espacio no desarrollaremos en este capítulo


las ideas de Moreno, creador del psicodrama. Una buena síntesis
del desarrollo de Moreno se podrá encontrar en Lo grupal 3, "Con-
tribuciones del psicodrama a la psicoterapia de grupos", Olga Albi-
za»ri, Ediciones Búsqueda, Buenos Aires, y en Psicodrama comuni-
tario con psicóticos, Cap. 1, Ed. Amorrortu, 1986, de Bernardo Ko-
nonovich.
En esa época se utilizaba en Francia la técnica de
Madeleine Rambert, donde se instaba al niño a imaginar
historias que luego se representaban con marionetas, téc-
nica difícil de utilizar en grupo y con niños mayores de
diez años, por lo cual se la abandonó y se la reemplazó
por la expresión dramática tal como la preconizaba Mo-
reno.
Ambos autores eran psicoanalistas y observaron la
importancia de la pareja coterapéutica en los grupos de
niños como sustitutos de la pareja parental y sostenían
que la relación transferencial era uno de los factores
esenciales de la cura.
El segundo artículo lo escribe Mireille Monod sobre
su experiencia en el Centro Pedagógico "Claude Ber-
nard" 2 .
La autora había asistido al Teatro Terapéutico de
Moreno en Estados Unidos e intentó seguir la línea mo-
reniana en su trabajo con niños y adolescentes con difi-
cultades escolares.
Los grupos eran integrados por cuatro o cinco niños
"y los encargados de dirigir los grupos debieran ser dos,
tal vez tres, pero nunca más". Uno de los terapeutas ac-
tuaba como director y no participaba en la dramatiza-
ron. Los otros dos actuaban —las improvisaciones dé
las historias que los niños inventaban— y las ponían en
escena junto con los niños.
En ese momento Mireille Monod y sus primeros co-
laboradores comenzaban su formación psicoanalítica y
luego de un tiempo de trabajo grupal con psicodrama
"comprobaron" la necesidad del entrenamiento psicoana-
lítico para aquellos que practicasen psicodrama. De está
manera los dos equipos (Monod, Lebovici) después de
dieciocho meses de investigaciones en forma paralela, lle-
garon por separado a la conclusión de que el juego dra-
mático espontáneo y la dinámica de grupo constituían

2 B. Kononovich en su libro Psicodrama comunitario con psi-

eóticos desarrolla un capítulo excelente de psicodrama analítico y


relaciona las experiencias de la escuela francesa y la argentina.
(Ed. Amorrortu.)
para los psicoanalistas de niños un nuevo enfoque tera-
péutico.
Serge Lebovici buscó un término aproximado a la
técnica utilizada: "Psicoanálisis dramático de grupo" pa-
ra los tratamientos grupales de niños y adolescentes con
técnicas dramáticas y "Psicodrama analítico" a los tra-
tamientos individuales (reservados a estructuras prepsi-
cóticas, border-line o esquizofrénicos).
Luego, el equipo del Centro Psicopedagógico se des-
dobló, quedando en un grupo Gravel y Bourreau, y Tés-
temele, Monod y Anzieu en el otro.
Mientras tanto, en el Hospital "Henri Rouselle", gra-
cias a Diatkine, Socarrás y Kestenberg, el psicodrama
analítico se desarrollaba en el tratamiento de neuróticos
y Kestenberg y Pariente lo utilizaban en psicóticos.
En esa misma época S. Lebovici reúne a los repre-
sentantes de los diferentes grupos que trabajaban en psi-
codrama y se funda la Societé Frangaise de Psychothera-
pie de Groupe, en 19623.
Allí se reunieron los principales actores del desarro-
llo del incipiente movimiento: Lebovici, Diatkine, Kes-
tenberg, por la línea del psicodrama analítico; J. Favez,
Boutonier y A. Schutzenberger, del Grupo Francés de
Sociometría; S. Blajan Marcus, de lo que sería el SEPT;
Didie Anzieu y G. Testemale, del Centro "Claude Ber-
nard"; los equipos del Servicio del profesor Michaux, en
la Salpetierre, estaban representados por D. Whidlocher.
En Ja misma época, P. Gravel escribió una tesis que
sintetizaba toda esta primera etapa, tanto al nivel técni-
c o como teórico. El coordinador del grupo participa-
bá en la representación dramática, igual que los cotera-
péutas. Había un elevado número de coterapeutas que
tenían una doble función: la de ayudar con su experien-
cia en el desarrollo de las escenas dramáticas y el de for-
mar, al mismo tiempo, en psicodrama. No se ponía tan-
to él acento en la relación transferencial, sino en la abre-
acción de las pulsiones agresivas expresadas en la repre-

3 En Argentina, Rojas, Martínez, Glasserman y yo fundamos

la Asociación Argentina ,de Psicodrama y Psicoterapia de Grupo,


-en 1963.
sentación y en la desculpabilización ligada a la actitud
permisiva de los terapeutas. Sin lugar a dudas, las dos
publicaciones más importantes que se conocieron fueron
las de D. Anzieu, El psicodrama analítico en el niño y
el adolescente, en 1956 (Editorial Paidós, 1961) y la de
S. Lebovici, R. Diatkine-E. Kestenberg, Metodología y
técnicas. Balance de 10 años de práctica psicodramática
en el niño y el adolescente, en 1958 (E. Genitor, Cua-
dernos de Psicoterapia, Buenos Aires, 1966).
Tal vez estos dos escritos fueron los que tuvieron más
influencia en el movimiento del psicodrama analítico ar-
gentino, iniciado en 1962 por Martínez Bouquet, Moccio
y yo. El primer trabajo de orientación psicoanalítica,
que incluía la práctica psicodramática en niños y ado-
lescentes en instituciones hospitalarias, lo escribí en co-
laboración con M. Rosa Glasserman y se titulaba "Las
técnicas psicodramáticas en grupos de niños y adolescen-
tes", publicado en la Revista de Psicología y Psicoterapia
de Grupo, tomo IV, n 9 1, en 1965. Volveremos a él más
adelante. En 1961 la Sociedad Francesa de Psicoterapia
de Grupo dedicó su jornada anual al tema del rol asumi-
do en psicodrama y en psicoanálisis verbal de grupo.
Toda la experiencia de D. Widlocher se sintetiza en
su libro Psicodrama en el niño, publicado en Francia en
1962 y en español por Ed. Luis Miracle, en 1969, Barce-
lona, y de C. Simatos: "Contribución al estudio de la no-
ción del rol en el psicodrama infantil".
Los problemas de la transferencia y contratransfe-
rencia en psicodrama infantil parecen ser el centro de
la problemática de todos los autores franceses en ese pe-
ríodo, quienes deciden dedicar la jornada anual de la So-
ciedad de Psicoterapia de Grupo, en 1969, al tema de "La
transferencia y contratransferencia en psicodrama ana-
lítico". ! ítjjilü

En esa ocasión parecía que los temas referidos a la


transferencia eran menos problemáticos que los que en-
globaba el tema de la contratransferencia.
Se produjeron algunas modificaciones técnicas en
algunos de ellos (Barquín, Monod) quienes renunciaron
a trabajar con más de dos terapeutas "debido a que al-
gunos de nosotros nos sentíamos molestos en el seno de
un grupo terapéutico más amplio debido a que se produ-
cían proyecciones recíprocas y elementos de rivalidad en
la contratransferencia difíciles de superar" 4 .
También los mismos autores decidieron ocuparse de
los niños en forma individual y en la misma época sur-
gieron los primeros problemas de la formación de psico-
dramatistas.
"En la actualidad no distinguimos la manera en que
conducimos los grupos terapéuticos y los de formación,
salvo por el hecho de que desde el comienzo limitamos a
estos últimos (un año) el tiempo de duración. La de-
manda de los participantes, explicitada como una deman-
da en ¡a formación, es comprendida en términos de cues-
tionamiento personal" (la posición del psicodrama analí-
tico argentino es radicalmente diferente). Hemos inten-
tado sintetizar hasta ahora el origen del movimiento psi-
codramático francés y las vicisitudes de sus orígenes.
Nos ocuparemos ahora del desarrollo de las princi-
pales ideas de algunos de estos pioneros, principalmente
las de Lebovici, Anzieu, Widlocher y también algunas de
Monod y su grupo intentando establecer las analogías y
diferencias con las del movimiento psicodramático analí-
tico argentino y su pensamiento actual.
El fallecimiento de Luis Frydlewsky (1980) y de L.
Stane (1987) ha privado al psicodrama argentino de dos
de sus más importantes teóricos. Hay una primer analo-
gía entre la experiencia francesa y la argentina que va-
le la pena establecer. Tanto el movimiento francés como
el nuestro tienen una experiencia en común: es iniciado
por psicoanalistas de niños que, trabajando en institu-
ciones, descubren el psicodrama como técnica apropiada
para la infancia y adolescencia e introducen las técnicas
grupales en los tratamientos psicoterapéuticos, a partir
de la experiencia clínica 5 .

4 Psicodrama, un acercamiento psicoanalítico, Basquin, Monod


y colab., Siglo X X I , 1977, Buenos Aires.
5 Los movimientos psicodramáticos .más importantes de orien-
tación analítica son el francés y el argentino, en cuanto a experien-
cia, desarrollo y publicaciones.
En Francia, Lebovici, Anzieu, Widlocher, Diatkine,
Kestenberg y Monod eran psicoanalistas o estaban en for-
mación psicoanalítica cuando comenzaron las prácticas
psicodramáticas con niños y adolescentes.
En Buenos Aires, Rojas, Martínez y yo éramos, en
el año 1958, candidatos de la Asociación Psicoanalítica
Argentina y trabajábamos en el Hospital de Niños (en
la sala XVIII) con psicodrama en niños y adolescentes
y es probable que el desarrollo del psicodrama en la Ar-
gentina se sistematizara con el aporte de esa experiencia
y la del Servicio de Psicoprofiláxis de la Sala VI del Hos-
pital de Clínicas hasta 1966. También M. Glasserman y
Fidel Moccio tenían sólida formación analítica cuando
iniciaron su práctica psicodramática. Luego del viaje a
Estados Unidos (1963) realizado por Rojas, Glasserman
y yo, para conocer personalmente a Moreno, Rojas sigue
la línea moreniana y nosotros la línea de orientación psi-
coanalítica (Martínez, Moccio y yo) 6 .
Entre las diferentes corrientes morenianas con dis-
tintas orientaciones cabe mencionar, siguiendo a Olga Al-
bizuri y B. Kononovich (Historia del desarrollo y de las
prácticas del psicodrama en la Argentina, 1988) a: "Car-

6 Cuando conocimos a Moreno, en Beacon (Nueva Yqrk),


nos impresionó que además de una cultura humanista excepcional
hubiera leído en profundidad a Freud y Klein. Era visible que Mo-
reno vislumbró al conocernos a Rojas y a mí, la posibilidad del de-
sarrollo del psicodrama en Latinoamérica. Ya en 1964 en el Primer
Congreso Internacional de Psicodrama realizado en París fuimos
invitados a dirigir una sesión de psicodrama público. En 1969 vino a
Buenos Aires al Tercer Congreso de Psicodrama, que contó con más
de 2.000 participantes, en la Facultad de Medicina. Un estudio ac-
tual del sociólogo francés R. Castel sobre el desarrollo de la psi-
quiatría americana, no incluye al psicodrama dentro de las técnicas
psicoterapéuticas más importantes de hoy en U S A {La sociedad
psiquiátrica avanzada. El modelo norteamericano, Ed. Anagrama,
Barcelona, 1980). Incluye las terapias conductales, familiares, se-
xuales, bioenergéticas, gestálticas, grito primario y análisis transac-
cional. Pero no incluye ipsicodrama. Por iun lado pienso que las ca-
racterísticas personales marginales de Moreno hicieron difícil insti-
tucionalizarlo, tal vez éste haya sido su mayor mérito. Digo que
tal vez es un mérito no haberse institucionalizado a ese nivel orga-
nizativo porque, según Castel, las técnicas del postpsicoanálisis en
U S A tienen una magnífica función de control social. La CLA en-
trena con técnicas guestálticas y transaccionales. Sin comentarios.
los Menegazzo, técnicamente moreniano y con una inte-
gración teórica moreniana-jungiana. Mónica Zuretti, que
si bien cuenta con una formación psicoanalítica es estric-
tamente moreniana en su tarea psicodramática. Dalmi-
ro Bustos, a su vez integra psicodrama y psicoanálisis,
aunque su apego moreniano resulta más riguroso".
En 1964, en París, tuve la fortuna de ver trabajar
-a Lebovici en una sesión de psicodrama analítico con un
adolescente esquizofrénico. Permitía que observáramos
la sesión sin intervenir. Fue una sesión intensa, donde
Lebovici y el paciente "discutían acaloradamente dentro
de un colectivo". La proposición de la idea del viaje en
colectivo la aportó el paciente tomando el rol de chofer
y Lebovici se limitaba a hacer de pasajero, hasta que por
un "vuelto mal dado" discutían fervorosamente. Cuando
el climax de la discusión alcanzó su punto más alto, Le-
bovici suspendió la representación a los 25' y luego de
un breve comentario se despidieron ambos.
Levobici comentó, después de la sesión, que lo im-
portante en la dramatización había sido la posibilidad
del paciente de poder expresar la agresión que culminó
en el enfrentamiento verbal entre ambos, sin que este en-
frentamiento pasara al acto. Dentro de la evolución del
tratamiento psicodramático era una manera saludable de
enfrentar al padre sin que las cosas "pasaran a mayores".
Según Lebovici, no era necesario explicarle todo este
proceso edípico al paciente, porque ya lo había "actua-
do" en la sesión.
Sus ideas fundamentales sobre psicodrama psicoana-
lítico son las siguientes:
1) Uno de los aspectos que más remarcaba en sus
inicios del trabajo psicodramático era la percepción de
que desde las primeras experiencias con adultos (enfer-
mos deprimidos, hipocondríacos) la riqueza expresiva a
la que se entregaban los pacientes y el comportamiento
durante las dramatizaciones "nos ha parecido rigurosa-
mente determinado por una serie de factores semejantes
a los que rigen el discurso de los pacientes durante su
tratamiento psicoanalítico".
La mayoría de la experiencia psicodramática de Le-
bovici fue la de su trabajo individual: psicodrama ana-
lítico y, en segundo lugar, el psicoanálisis dramático de
grupo (tratamiento grupal con neuróticos).
2) Esboza la concepción dramática de los mecanis-
mos de defensa, objetivación de la organización de las
defensas, en su contenido inconciente. Percibe que a tra-
vés de las dramatizaciones los mecanismos defensivos
frente a determinados contenidos angustiosos se hacen
visibles durante la escena dramática. Un ejemplo de Le-
bovici nos parece más esclarecedor: "Enrique, un joven
borderline, relató en una sesión que a su padre lo habían
sometido a una operación quirúrgica importante y que su
madre le pidió que se quedara quince días más de vaca-
ciones antes de regresar a su hogar. Había sentido unos
deseos muy intensos de estar con el padre y regresó a su
casa no obstante la opinión contraria de su madre. Le
preguntamos cómo lo recibió su madre. «Muy bien», nos
contestó. Le pedimos entonces que dramatizara esa esce-
na; al principio hace su propio rol. La psicoterapeuta
que toma el rol de la madre lo recibe reprochándole se-
veramente su desobediencia y Enrique respondió con na-
turalidad. Cuando se lo interrogó sobre lo que pensaba
de la escena aseguró que eso no había pasado en la reali-
dad, que su madre lo había recibido muy bien. Le pedi-
mos entonces que representara el rol de la madre. La
mostró en la escena aún más agresiva y distante que en
la escena anterior, diciendo desde el rol de su madre que
su llegada al hogar ocasionaría graves inconvenientes pa-
ra la enfermedad del padre. Le señalamos que la dra-
matización confirma la escena anterior. Enrique se eno-
ja y dice que se equivocó. Vuelve a dramatizar la esce-
na con los mismos roles. Ahora Enrique en el rol de su
madre dice que a pesar de los inconvenientes de su tem-
prano regreso de las vacaciones es igualmente bienveni-
do al hogar. Con esto el muchacho quiere decirnos que
su madre es la mejor madre del mundo y que desea pen-
sarlo así. Por eso necesita toda una organización que
no es sino una elaboración de sus mecanismos defensivos
contra la angustia que el comportamiento de su madre
le inspira.
La psicosis de Enrique se circunscribe casi ínte-
gramente en esta forma de defensa.
"En efecto, la interpretación de Enrique, en el rol
de la madre, ha sido un desmentido no sólo de lo que de-
cía, sino de lo que pensaba. Enrique creyó lo que conta-
ba, pero al dramatizar percibió la contradicción de su
relato y la necesidad de crear otra escena con la mejor
madre del mundo, negando la evidencia de la madre que
había interpretado durante la escena anterior."
Enrique nos muestra en la escena una madre que lo
frustra con su actitud de rechazo, pero también nos mues-
tra en la otra escena la forma que tiene de defenderse
de esa madre. La reorganización de sus actitudes defen-
sivas adquiere carácter dramático. Se visualiza la reor-
ganización defensiva. La metamorfosis que se produce
en el pasaje de la madre que Enrique nos muestra en su
primera interpretación a la que nos muestra en la se-
gunda, es característico del proceso de psicodrama analí-
tico. El enojo es el comienzo de la metamorfosis. No hay
liberación de una madre frustrante por otra mejor madre.
Hay visualización a través de la escena dramática
de la forma singular específica de cómo y por qué se
defiende Enrique frente a la imago-materna-abandonan-
te. Estos pocos conceptos tal vez sintetizan la diferencia
fundamental del psicodrama analítico a otros psicodra-
mas. Un proceso lento, gradual de dramatizaciones e in-
terpretaciones podrá llevar a Enrique a un insight de es-
ta dinámica.
En Psicodrama: Cuándo y por qué dramatizar noso-
tros nos referimos al tema en un capítulo que denomina-
mos "Las defensas en psicodrama: Estructura dramática
de las defensas", en: a) la defensa en la dramatización
(que sería el caso de Lebovici) y b) la dramatización co-
mo defensa, donde analizamos la forma en que una dra-
matización puede a veces responder a la necesidad nar-
cicística-exhibicionista de un paciente. El recurrir a
dramatizaciones, en este caso sobre el tema específico de
la seducción es un intento de buscar la expresión dra-
mática del mecanismo defensivo de la seducción. El pa-
ciente, a través de la dramatización, intenta siempre se-
ducir al grupo, pero no es un proceso conciente. El su-
gerirle dramatizar escenas de "seducción" es ponerlo en
contacto vivencial con su más común estructura defen-
siva.
Las publicaciones de las nuevas generaciones sobre
psicodrama analítico han sido las referentes a la dinámi-
ca del grupo y los mecanismos de identificación en la se-
sión. Creo que se ha dejado de lado la forma específica
de "cómo" y de "qué forma" en la "escena dramática" se
percibe una nueva posibilidad de objetivar el tema de
los contenidos y defensas en psicoanálisis.
En ese sentido el aporte de Lebovici me parece más
específico y creativo que el de Anzieu, aunque de menor
rigor teórico.
Con el afán de teorizar, el psicodramatista ha aleja-
do, a veces, demasiado su cuerpo de la escena dramática
y sus vivencias contratransferenciales y se ha quedado
mirando la sesión desde afuera. Ha trabajado más en la
Escena 1 que en la Escena 2 cuando ésta precisamente es
la específica del psicodrama ("La crisis del terapeuta",
Cuestionamos, Ediciones Búsqueda, Buenos Aires, 1987).
Veamos cómo expresaba Lebovici este mismo punto
en 1958: "Hemos visto con frecuencia, a una teoría muy
estricta de lo imaginario y del simbolismo, enmascarar
la incapacidad del psicoanalista de comprometerse en la
escena, debido a su estructura narcisística. En el psico-
drama, más aún, este problema debe ser estudiado ex-
tensamente, pues las reacciones narcisísticas corren el
riesgo de ser exacerbadas por la dinámica grupal. La an-
gustia de algunas situaciones pueden arrastrar al psico-
analista a desarrollar mecanismos defensivos a través de
ciertas ideas sobre el simbolismo o a la idea tranquiliza-
dora de que «todo es imaginario»" (Metodología. Balan-
ce de 10 años de práctica psicodramática, Ed. Genitor,
Cuadernos de Psicoterapia, Buenos Aires, 1966).
En ese sentido, decimos nosotros que el paciente no
sólo reacciona de acuerdo a su transferencia sino tam-
bién de acuerdo a la actitud más o menos sensible y
comprometida del psicodramatista. Hay una ficción dra-
mática, un "como si" donde la escena dramática se cons-
truye. Pero los afectos que ocurren en la escena son
"reales"; las emociones vivenciadas por los psicodrama-
tistas y pacientes no son "ficción". Son hormonales. Si
esto no se entiende, es mejor no utilizar el psicodrama
en ninguna de sus diferentes corrientes.
3) El concepto de rol asumido es otro de los apor-
tes importantes de Lebovici y de gran utilidad para com-
prender ciertos dinamismos de la dinámica grupal en
psicodrama analítico (psicoanálisis dramátco de grupo
para Lebovici) : "Se trata de la posición asumida por un
individuo en determinado grupo. Esta posición está de-
terminada, por una parte, por la estructura personal del
individuo y, por otra parte, por la reacción del grupo a
esta estructura y por la reacción final del individuo a la
reacción del grupo." Muchos pacientes que son movili-
zados intensamente en una primera sesión se los puede
comprender a través de esta dialéctica potenciadora del
rol asumido.
4) Sobre la formación del psicodramatista, Lebovi-
ci sugiere una sólida formación analítica y un training
dramático como auxiliar én sesiones de psicodrama. Pe-
ro no sistematiza demasiado la formación.
Creo entender que Lebovici sugiere que para ser psi-
codramatista es suficiente estar en formación analítica
e incluirse, además, en algún equipo terapéutico psico-
dramático (como yo auxiliar) y poseer algunas condicio-
nes básicas de buen nivel de expresividad.
Anzieu sugiere que no se puede practicar el psico-
drama analítico individual o colectivo, formativo o tera-
péutico, sin haber sido formado en: a) el psicodrama y
por el psicodrama; b) dinámica de grupo; c) con ante-
rioridad o paralelamente haber realizado el tratamiento
psicoanalítico. Agrega además la importancia de las su-
pervisiones, donde se intercambiarían experiencias en las
conducciones de los grupos de psicodrama y discusión de
los problemas teóricos, técnicos y clínicos, representando
argumentos psicodramáticos relacionados con esas expe-
riencias.
Anzieu requiere un análisis individual más una ex-
periencia psicodramática de dos años.
Michele Basquin, Dubuisson, Testemale y Monod rea-
lizaban la formación a través de grupos de psicodrama
analítico: "En la actualidad, prácticamente no constitui-
mos grupos de psicodrama con objetivos terapéuticos si-
no sólo con el objetivo formativo."
Establecen tres categorías de reclutamiento o con-
vocatoria (médicos, psicólogos, trabajadores sociales).
1) Postulantes que han concluido un análisis perso-
nal. En estos casos el training dramático les brinda una
buena experiencia de dinámica de grupo y una nueva
forma "dramática" de visualizar sus conflictos, modali-
dad de las defensas y dinámica de la transferencia. El
psicoanálisis previo no constituye necesariamente una
experiencia que facilite el ser un buen psicodramatista.
A veces la experiencia psicoanalítica puede constituirse
en "coraza caracterológica" en la experiencia dramática
grupal. Una vez finalizada la experiencia dramática, de
un año de duración, rara vez respondemos a la demanda
del sujeto de practicar el psicodrama como psicoterapia:
"Consideramos que la etapa indispensable que debe en-
carar es la coordinación de un grupo o el tratamiento de
pacientes con un copsicodramatista experimentado."
2) La segunda categoría es la de los postulantes que
están en análisis. Les preocupa, en estos casos, el diag-
nóstico situacional de ambas terapias, intentando escla-
recer cuándo la búsqueda de formación psicodramática
se puede constituir en un acting out frente al análisis
personal.
3) La mayor parte de las demandas provienen de
sujetos que no tienen experiencia previa en análisis. A
veces el pedido oculta una demanda terapéutica, otras
veces el psicodrama aparece como una etapa necesaria
para un psicoanálisis personal y pocas veces como un
training específico.
Widlocher, citando conceptos de Lebovici, afirma que
la práctica del psicodrama no basta para la formación
de un psicodramatista. Sugiere que la práctica en psico-
drama es, además, una de las mejores vías de aproxima-
ción para los que quieren formarse en psicopatología di-
námica del niño y dinámica de grupos.
En relación a las tareas del futuro psicodramatista
sugiere que si la tarea psicodramática va a encarar un

22

íamg ¡
proyecto estrictamente clínico-terapéutico (tratamientos
psicodramáticos de neurosis o psicosis) necesitará im-
prescindiblemente comprender los mecanismos inconcien-
tes y las relaciones de transferencia y contratransferen-
cia y para este último caso entonces sugiere el análisis
personal del psicodramatista.
Se refiere también al número de psicodramatistas
auxiliares, limitando su número, los cuales actúan como
terapeutas auxiliares al lado de una pareja de terapeutas
principales. Cuando el número de auxiliares es excesivo
hay que proceder a la división en dos grupos: uno per-
manente de psicodramatistas auxiliares y otro de "espec-
tadores". Este último no debe exceder de ocho o diez, co-
mo cifra tope 7 .
Se supone que estos "espectadores" pasarán, poco a
poco, a un grado cada vez más complejo de actividad.
La mayoría de los psicodramatistas analíticos fran-
ceses refieren su experiencia clínica al tratamiento de ni-
ños y adolescentes en tratamientos individuales o grupa-
Ies. Casi toda la experiencia es referida a estas edades
(Lebovici, Anzieu, Widlocher, etc.) y los grupos de adul-
tos son siempre de formación, para aquellos interesados
en el psicodrama. Los conducen como grupos de psico-
drama analítico terapéutico de tiempo limitado.
Pueden existir sesiones breves de psicodrama en ex-
periencia de fin de semana (Kaes, Anzieu), pero no gru-
pos regulares.
Concretamente, no hay grupos terapéuticos para
adultos. No existe en Francia el paciente común que es
derivado a grupos terapéuticos de acuerdo a su psicopa-
tología. Los pacientes de los grupos de psicodrama ana-
lítico son siempre técnicos que acuden con la demanda
de formarse en psicodrama. El psicodrama es didáctico
siempre.
Nuestro camino ha sido casi inverso. Todos noso-
tros comenzamos trabajando en grupos de psicodrama

7 Lebovici trabajaba con 10 ó 12 "espectadores" que sólo ob-


servaban la sesión sin intervenir, luego paulatinamente los hacía
intervenir en las sesiones de psicodrama como auxiliares.
de niños en instituciones, para luego dedicarnos casi ex-
clusivamente a terapias grupales de adultos.
En 1982, en Rio de Janeiro, me preguntó Mendel
cuántos grupos terapéuticos tenía yo y le respondí doce
No me creyó. Sería impensable esto en Francia 8 .
Con dos grupos terapéuticos ellos escriben cuatro li-
bros teóricos. Un ejemplo de esto lo constituye Safouan
(1963), quien escribió un libro sobre psicodrama sin ha-
berlo practicado nunca y que tiene gran prestigio en
Francia. Dice Safouan, en relación a la formación en psi-
codrama : "Si es psicoanalista ya ha realizado análisis de
adultos o de niños y si por su temperamento no es re-
ticente al método dramático el psicodramatista podrá
prescindir perfectamente de un entrenamiento o de una
formación psicodramática especial. Puede de todos modos
no serle del todo inútil la formación dramática pero por
el contrario ningún entrenamiento para la representación
puede reemplazar la condición de ser analista."
También, digo yo, la condición de analista podría ha-
bilitarlo para el violín o la física nuclear. No es así. En
mi experiencia he visto entrar en pánico a psicoanalistas
no entrenados en psicodrama, en sesiones grupales con
ninos, corriendo de un lado al otro de la sesión, sin en-
contrar lugar. O, por el contrario, refugiarse en un rin-
cón, no participar e invadir la sesión con todo tipo de in-
terpretaciones fuera de lugar y de contexto. "Coraza ca-
racterológica psicoanalítica". Los niños son los primeros
en denunciar esta falta de criterio clínico y de sentido
común (falso self).
Si hablamos de psicodrama clínico lo menos que po-
demos exigirle al que habla es que haya vivido la expe-
riencia psicodramática, de lo contrario teoriza sobre un
modelo y no sobre una experiencia clínica.
Una persona tiene diez años de experiencia clínica
y escribe un libro sobre su experiencia. Viene otro y es-
cribe otro libro sobre la teoría de la experiencia del pri-
mero. Pero, ojo, el que realizó la experiencia es el prime-

8 Gerard Mendel, creador del sociopsicoanálisis institucional


en Franc.a.
ro. Pero ocurre que hay dos libros sobre el mismo tema.
Un autor hizo clínica. El otro solo leyó un libro sobre
una experiencia. En cuanto al encuadre francés, sean
grupos de psicodrama analítico de niños y adolescentes o
grupos de formación, la dramatización es el casi único
recurso de la sesión. O se inventan historias (en los gru-
pos de niños) o se traen escenas de la realidad cotidiana
(grupos de adolescentes y de formación).
La sesión comienza generalmente con: "¿Quién tie-
ne una historia para dramatizar o quién quiere dramati-
zar hoy?"
En ese sentido son morenianos por la estructura de
la sesión. La historia nuestra en la clínica psicodramá-
tica sufrió una evolución a través del tiempo.
"En un principio (1968) algunos de nosotros alter-
nábamos sesiones de psicoterapia verbal de grupo y se-
siones de psicodrama. Es decir, que los integrantes del
grupo sabían que de cada tres sesiones de psicoterapia
verbal realizaban una sesión de psicodrama. A medida
que nuestra experiencia y conocimiento teórico fueron en
aumento fuimos incorporando de manera espontánea las
técnicas dramáticas en las sesiones verbales, hasta llegar
a nuestra técnica actual, donde la «dramatización» y la
«verbalización» se integran en una concepción dramáti-
ca del grupo. La dramatización pasa a ser así un elemen-
to posible de ser introducido en cualquier momento de la
sesión grupal. Creemos que esta concepción dramática
de la psicoterapia de grupo incluye una modificación de
la técnica tradicional [ . . . ] a veces se percibe que sin
utilizar las técnicas dramáticas en alguna sesión de gru-
po, estábamos incorporando una modalidad dramática en
el equipo terapéutico." 9
"El psicodrama no representa entonces para noso-
tros solo un medio auxiliar de la dinámica de grupos,
pues logró modificar nuestro enfoque habitual de la psi-
coterapia grupal. El equipo terapéutico se incluye en las
escenas grupales con una actitud más activa y creadora^
9 Psicodrama, cuándo y por qué dramatizar, Martinez-Mocció-

Pavlovsky, Editorial Proteo, 1971, Fundamentos, 1980 (Madrid) y


Ediciones Búsqueda, Buenos Aires, 1984.
con la disponibilidad natural para jugar roles sobre la
base de los sentimientos contratransferenciales de la pa-
reja coterapéutica.
"A un primer paso estrictamente sensorial, pero
comprometidamente vivido y explicitado, le sigue una
conceptuaüzación de la dinámica del proceso que nos
abarca a todos, pacientes y terapeutas (Escena 2).
"En una nueva vuelta de la espiral dialéctica, psico-
drama y psicoanálisis sintetizaron así esta nueva con-
cepción dramática de la psicoterapia de grupo."
Podríamos decir hoy que la inclusión de las técnicas
dramáticas a nuestro arsenal terapéutico nos introdujo
en una nueva forma de concebir la psicoterapia. A esto
llamaríamos concepción dramática de la psicoterapia.
Reproduzco un comentario de Rodrigué en el prólo-
.go de nuestro libro Psicodrama psicoanalitico en grupos
(Ed. Kargieman, Bs. As., 1970; Ed. Fundamentos, Ma-
drid, 1980), que es un buen ejemplo de la concepción
dramática de la psicoterapia 10:
"Ponerse en el grupo, en una escena, interpretando
dramáticamente (es decir, desde las posibilidades de dra-
ma de los roles dados, representa quizás la nueva vuelta
a la manija dialéctica. Decimos esto porque la actitud
actual de muchos grupoterapeutas de interpretar, a ve-
ces, «al grupo» y, a veces, «en el grupo» (es decir, al in-
dividuo en el grupo) aunque razonable, no representa
un adelanto conceptual en la comprensión del fenómeno
.grupal.
Si se toma la situación dramática como foro tera-
péutico la distinción entre «al» y «en el» grupo deja de
tener sentido: se tiene en cuenta otra cosa, la escena, que
no es el individuo y no es el grupo, pero que abarca a
todos: terapeuta incluido."

Otro de los aspectos importantes de diferenciación


en relación al psicodrama analítico francés y el nuestro,

10 E. Rodrigué fue uno de los iniciadores del movimiento de la

psicoterapia grupal en la Argentina, allá por 1950.


es el problema de la edipización (por utilizar un feliz tér-
mino de Deleuze) en la dinámica del grupo.
En casi todos los escritos sobre psicodrama analíti-
co franops desde Lebovici hasta Lemoine hoy lo edípico
parece ser el eje central de la transferencia en la diná-
mica grupal. Hemos pensado que la experiencia france-
sa en psicodrama individual con pacientes prepsicóticos,
borderline o psicóticos, hubiera dado un material muy li-
gado siempre a lo transferencial edípico en función de la
importancia del cuerpo de la pareja coterapéutica, co-
mo pantalla proyectiva de estos pacientes. En efecto, pa-
ra estos pacientes tan regresivos, el "cuerpo" de la pareja
coterapéutica se constituye en todo su único mundo posi-
ble de soporte emocional concreto.
Pero, al mismo tiempo, la constitución del equipo
con una pareja heterosexual "como representantes de la
pareja parental" también es un intento de anticipar las
proyecciones transferenciales edípicas y entonces todo ti-
po de material es leído en los términos propuestos.
Si busco una pareja coterapéutica heterosexual pa-
ra que los pacientes revivan en las sesiones la proble-
mática edípica, todo el material lo voy a leer en esos tér-
minos (edípicos).
Para nosotros, en psicodrama, la lectura del mate-
rial grupal está no solamente atravesado por la proble-
mática edípica, sino por otro tipo de determinaciones que
configuran otro tipo de formaciones imaginarias gru-
pales.
Solamente el trabajo de Anzieu y Kaes sobre un
grupo de formación titulado: "El grupo, proyección del
inconciente sociai: observaciones psicoanalíticas sobre los
acontecimientos de mayo de 1968, desedipiza el ^frupo.
Según Anzieu, el equipo terapéutico parecía "poseído por
una fantasmática social combatida (el autoritarismo) y
sugería la relación entre la dinámica del seminario y la
evolución del inconciente social en Francia en 1968 11 y
agregaba:
"Tal seminario, por razón de su metodología y del

11 El grupo y el inconciente, D. Anzieu, Madrid, 1978.


contexto social, había podido constituir una miniauturi-
zación de lo que es la circulación fantasmática en los mo-
vimientos sociales."
Daría la impresión que la escuela francesa jnientras
realiza terapia solo vislumbra lo edípico y en algún gru-
po de formación sugiere otro tipo de lecturas como esta
de Anzieu que parece más ligado a la concepción de trans-
versalidad de Guatari12. Ana Fernández y Ana del Cueto,
entre nosotros, realizan una pormenorizada descripción
de las formaciones imaginarias grupales incluyendo: "a)
la red de identificaciones cruzadas ( y la red transferen-
cial) ; b) las ilusiones grupales, los mitos del grupo y
la institución (como disparador del imaginario grupal)".
Estas formaciones grupales, en permanente atravesamien.
to, darán a cada grupo su perfil, su identidad, único y
exclusivo, de este grupo. En un trabajo titulado "Lo
fantasmático social, lo imaginario grupal" 13 yo revelaba
la formación inconciente del "sospechoso" en las sesio-
nes de terapia grupal durante la dictadura.
Dice Lebovici: "La complejidad de los factores que
intervienen en la terapia psicodramática se pueden re-
sumir en juegos, fenómenos transferenciales y dinámica
del grupo".
En cuanto a la transferencia:
Lebovici distingue tres tipos de manifestaciones trans-
ferenciales :
1) En el psicodrama individual. Se trabaja con di-
rector de escena y/o auxiliares, que son los que drama-
tizan ;
a) Sobre el director de escena: bastante semejante
a la que observa en psicoanálisis, la presencia de tera-
peutas auxiliares hace que éstos se revivan como "pare-
ja rival" de los cuales el paciente tiende a sentirse ex-
cluido, frente al director de escena;
b) Transferencia sobre los terapeutas auxiliares: es-
tá determinada no solo por la actitud proyectiva del pa-

12 " E l dispositivo grupal", Lo grupal 2, A. Fernández-A. del


Cueto, Ediciones Búsqueda, Buenos Aires, 1985.
l J Lo grupal 1, Lo fantasmático social y lo imaginario gru-
pal, E. Pavlovsky, Ediciones Búsqueda, 1982.
cíente sino también por el modo de participación de los
terapeutas (su modo singular de reaccionar en los roles
adjudicados durante la dramatización).
2) Transferencia en los tratamientos psicodramáti-
cos de grupo. Distingue las transferencias entre los pa-
cientes del grupo y las dirigidas al equipo terapéutico.
En un trabajo titulado "La dinámica del diagnóstico
en la psicoterapia grupal del adolescente. Las técnicas
dramáticas y su aporte" 14 señalábamos con Luis Fryd-
lewsky la evolución y destino de las transferencias múl-
tiples (transferencias con los compañeros de grupo) ^ y
transferencia con la pareja co-terapéutica como diagnós-
tico y pronóstico de los adolescentes. Decíamos que la
plasticidad de transferir a los compañeros del grupo di-
ferentes tipos de vínculos transferenciales durante el pro-
ceso terapéutico es un elemento de diagnóstico y pronós-
tico favorable importante (transferencias móviles) en
oposición a otro tipo de vínculos rígidos transferenciales
donde no existe modificación durante el proceso terapéu-
tico (transferencias rígidas).
Anzieu dice que la relación transferencial en psico-
drama analítico (de grupo de niños) presenta particu-
laridades que surgen de la multiplicidad de los psicodra-
matistas y los niños. El despliegue de la transferencia
se transforma de temporal en más espacial.
Sugiere que la presencia de psicodramatistas de los
dos sexos "evoca" la pareja parental y los temas traídos
por los niños a sesión muchas veces reproducen simbóli-
camente la vida familiar, así como también funcionan
como proyección de objetos parciales sobre cada terapeu-
ta (bueno-malo, viejo-joven, etc.).
"La transferencia es indiscutible y toma formas par-
ticulares, pero no es el recurso central de la psicoterapia
dramática; otros fenómenos, como la asunción de roles,
la catarsis, tienen igual importancia."
Nosotros sugeríamos en nuestros comienzos de psi-
codrama de niños (1962) que en todos los grupos de psi-
codrama la presencia de un líder transferencial (que no

14 Clínica grupal 2, L. Frydlewsky-E. Pavlovsky, Ediciones


Búsqueda, Buenos Aires, 1980.
es siempre el director) reabsorbe la mayor cantidad de
afectos (cariñosos u hostiles) y en quien se canalizarán
las fuerzas emocionales del grupo. Es importante obser-
var que los demás terapeutas, sean uno o varios, confi-
guran siempre la pareja del líder, es decir que el equipo
terapéutico siempre es sentido como una pareja, inde-
pendiente del número de terapeutas que lo integran.
Arensburg propone, para detectar una fantasía bá-
sica común del grupo, que se refiere al aquí y ahora de
la situación grupal, dos preguntas a formularse: a) ¿qué
roles intentan llevarnos a representar?; b) ¿qué clase
de relaciones intentan establecer inconcientemente entre
ellos y nosotros?
Recordemos que a Moreno el hecho de que los tera-
peutas se presenten personalmente, en su misma reali-
dad, corporalmente y actuando frente a los pacientes, le
sugiere un nuevo tipo de relación entre el terapeuta y el
paciente. Dice Moreno que el desarrollo de visiones pro-
yectadas sobre la persona del terapeuta es sustituido por
un nuevo proceso en el que predominan los sentimientos
actuales y reales que el paciente experimenta con respec-
to al hombre o mujer que tiene ante sí.
Este proceso Moreno lo define como tele; se trata"de
un sentimiento recíproco de una relación de doble senti-
do entre el dramatista y el paciente y su idea es que esta
"específica relación" actual entre dos personas reales cons-
tituye el fundamento de la relación terapéutica en el psi-
codrama.
Yo creo que este tipo de vínculo existe siempre,
lo cual no impide que ciertas características personales
de un terapeuta faciliten determinado tipo de proyeccio-
nes transferenciales y no otras.
Las características de la personalidad del terapeuta
en terapia de niños fue tratada en un artículo que se
titula: "Algunas consideraciones sobre la personalidad
del terapeuta" (1966), donde se abordaba el tema del
"efecto" sobre determinadas estructuras de personalidad
de los terapeutas en los grupos de niños con psicodrama,
donde dábamos ejemplos de las dificultades que había-
mos observado en estructuras melancólicas y obsesivas,
en relación al tema de las falsas reparaciones y del or-
den, en las sesiones 15.
Creo que la coincidencia de Moreno y la nuestra en
ese sentido es que pensamos que la pantalla proyectiva
neutral del terapeuta no existe en el psicodrama. Exis-
ten determinadas personalidades de psicodramatistas que
se recortan en siluetas fácilmente identificables a través
del proceso terapéutico y es sobre esas características
personales donde se proyectan determinadas imagos.
Estas primeras impresiones nos llevaron, después a
pensar en la existencia de las Escena 1 y Escena 2.
Escena 1, terapeuta como pantalla de las proyeccio-
nes de los pacientes; Escena 2, abarca al terapeuta in-
cluido como persona total en la escena (personalidad,
ideología, contexto socio-político actual, etc.).
"Plataforma" y "Documento" fueron escisiones por
conflictos en la Escena 2 de los psicoanalistas. El "Ma-
nifiesto del Grupo Experimental Psicodramático Latino-
americano", leído por Moccio, Martínez y Dinello en eL
VI Congreso Internacional de Psicodrama, en Amster-
dam, en 1971 (anterior a la escisión de la A.P.A.) fue
otro ejemplo de Escena 2 de los terapeutas.
Para Widlocher, la presencia de varios terapeutas
en el equipo psicodramático y la multiplicidad de los ni-
ños atenúa y diluye el efecto de la transferencia. Los
efectos propios de la dinámica del grupo sustituyen en
parte los efectos de la transferencia. En el grupo, las
relaciones entre los participantes, además, no dependen
solo de sus experiencias pasadas, sino también del lugar
que ocupan en el grupo (rol asumido) y "estos fenóme-
nos no solamente vienen a disimular los efectos de la
transferencia, sino también a sustituirlos parcialmente.'^
Anzieu describe tres modalidades de contratransfe-
rencia en psicodrama analítico:
a) Contratransferencia neurótica o narcisista que la
relaciona con el hecho de que la situación grupal
evoca la situación familiar del terapeuta;

15 Psicoterapia de grupo de niños y adolescentes, cap. IV, E.


Pavlovsky, CE AL, Buenos Aires, 1968; Fundamentos, Madrid, 1980
y Ediciones Búsqueda, Buenos Aires, 1987.

3L
b) La segunda forma está igualmente modelada por la
situación grupal. El terapeuta se halla frente a
una galería de espejos que le devuelven su ima-
gen deformada en todos los sentidos (Grotjahn,
1953). Dice Anzieu que cierta tendencia al ex-
hibicionismo es hasta cierto punto necesaria pa-
ra el psicodramatista. En cierta medida es ne-
cesario que sea visto por los otros, circunstancia
que, lejos de angustiarlo, produce un cierto nivel
de satisfacción o placer.
c) Otra forma de contratransferencia concierne a
las reacciones personales entre los psicodrama-
tistas. R. Kaes la denomina intertransferencia y
debe ser trabajada en el equipo terapéutico.
Respecto al tema de la intertransferencia nosotros
decíamos en nuestros primeros trabajos con psicodrama
en niños (1962) : "También deben ser explicitadas las
tensiones existentes entre los miembros del equipo tera-
péutico. Las situaciones de rivalidad entre los miembros
del equipo deben ser analizadas, ya que a veces los con-
flictos dentro del equipo terapéutico corresponden a con-
flictos que se producen entre los pacientes del grupo y
que no han sido suficientemente analizados (de la con-
traidentificación proyectiva a la contratransferencia)".
Debemos decir al respecto que es importante una
tele positiva para trabajar en coterapia. Al respecto de-
cíamos con Abadi en "Una experiencia de psicoterapia
grupal, la coterapia" (1966) (Clínica grupal I, Edicio-
nes Búsqueda) : "Pensamos que detrás de toda psicote-
rapia está la ecuación personal del psicoterapeuta y que
el ingrediente esencial de esa ecuación (más allá de teo-
ría y técnica) está dado por lo que llamaremos con un
término quizás gastado por el abuso, ideología. Vale de-
cir, la concepción que ambos terapeutas tienen acerca del
ser humano, de la salud mental y del destino de la con-
vivencia."

Widlocher distingue en los grupos de niños la im-


provisación lúdica de la improvisación dramática, seña-
lando que en los grupos de niños de 5 a 10 años se juega
a imitar personajes (improvisación lúdica) pero la imi-
tación en este caso se satisface a sí misma, sin más pro-
gresión y propuesta dramática, mientras que en él juego
psicodramático la finalidad no es la imitación, sino la
fidelidad al tema elegido y la realización de ciertas se-
cuencias dramáticas, donde hay progresión en la acción
dramática y complemento de los roles asignados.
En este último caso la asunción de roles definidos
o designados obliga a una creatividad desde el rol, res-
petando la secuencia y evitando la anarquía, diferente
de la espontaneidad creadora.

Nuestra experiencia en relación a la calidad de los


psicodramatistas es muy variada, pero pareciera que las
mejores condiciones psicodramáticas (teniendo en cuen-
ta la sensibilidad, empatia, capacidad de identificación,
insight y plasticidad dramática) generalmente las hemos
encontrado entre los integrantes de los grupos, más co-
múnmente que entre los miembros del equipo terapéuti-
co, seguramente estos últimos más ligados a la forma-
ción psicoanalítica ortodoxa. Incluso muchos actores,
que supuestamente tendrían que tener más plasticidad
para dramatizar, también se han visto "perturbados" por
su "rol profesional" y demasiado exigidos a "dramatizar
bien".
En los grupos terapéuticos nuestros, donde por ca-
racterísticas de la técnica de la multiplicación dramáti-
ca, generalmente todos los integrantes tienen oportuni-
dad en la sesión de realizar alguna escena, nos hemos
visto sorprendidos por la alta capacidad creativa expre-
siva de algunos pacientes. Son aquellos que pueden "ha-
blar desde los diferentes lugares de la escena".

Según Anzieu, la eficacia del psicodrama es simbó-


lica : "El simbolismo del psicodrama es de naturaleza es-
pecial, las relaciones de los seres humanos se organizan
en estructuras particulares análogas a la de los mitos.
La función de los psicodramatistas es actualizar esos mi-
tos privados y otorgarles, a través de la representación,
existencia concreta encarnada en varios personajes, pa-
x-a que puedan tomar conciencia (mito familiar) de ellos
de modo reflexivo. El grupo psicodramático permite la
exploración de nuevos mitos y ensayarlos le permite re-
visar el mito personal o familiar al tomar el lugar de las
personas que lo encarnan en la escena."
Moreno inventó las intervenciones de los yo auxilia-
res para evitar que el paciente se instale en la satisfac-
ción narcisística y megalomaníaca de una representación
en la que el universo se plegaría a sus deseos. Ese diá-
logo entre los sujetos y los yo auxiliares, diálogo de ac-
ciones y de situación tanto como de palabras, asume aquí
la función simbólica asignada a la palabra plena en el
psicodrama individual.
En relación al tema de la descentralización de los
mitos, decíamos con Luis Frydlewsky (1980), que una
de las ventajas de los grupos psicodramáticos en adoles-
centes era que el espacio grupal se convertía en un lugar
de cotejo y encuentro de nuevas ideologías familiares; en
ese sentido por lo intermedio, el grupo tiene a veces el
valor de matriz de ensayo de nuevas conductas y es, a la
vez, un lugar de cotejo y encuentro de nuevas ideologías
familiares, donde los argumentos y/o mitos se descentran
a través del cotejo con otros múltiples mitos familiares.

A menudo, dice Anzieu, el espacio psicodramático


puede particularizarse de diferentes maneras. Está pró-
ximo a lo que Winicott llamó espacio transicional. La
actividad psicodramática apunta, entre otras cosas, a re-
construir el área transicional (al hacer entrar al sujeto
en la representación y al entrar en su juego los psico-
dramatistas favorecen en él procesos de desidentifica-
ción y de reidentificación) y a restaurar la capacidad de
simbolización y de creatividad, a devolver al sujeto la
confianza en la vida y en sí mismo.

Lebovici, Diatkine y Kestenberg describen los fenó-


menos de interferencia y resonancia en los grupos de psi-
codrama. Sobre la interferencia: "La exteriorización por
un sujeto de una actitud perturbadora moviliza en los
otros sus mecanismos de defensa específicos contra esa
actitud."
La resonancia se refiere al hecho de que un mismo
afecto sentido al mismo tiempo por todo el grupo corres-
ponde en cada uno de sus miembros a contenidos laten-
tes distintos, es decir a problemas ligados con momentos
distintos de su historia.
"De todos los efectos del grupo estudiado, la reso-
nancia es en el psicodrama analítico el más importante,
sobre todo si se lo considera ya no desde los afectos sino
del simbolismo. Una de las ventajas de la representación
dramática es que el simbolismo de la acción puede tener
para cada participante un significado personal particular.
"Así, no es indispensable constituir un grupo de ni-
ños con los mismos problemas; el arte de la composición
de los grupos consiste más bien en reunir sujetos que
puedan entrar en resonancia fantasmática entre ellos y
cooperar en el trabajo mutuo de simbolización.
Nosotros en nuestros comienzos formamos grupos
de niños de diagnóstico clínico semejante (asmáticos, epi-
lépticos, enuréticos) pero después intentábamos incluir
cada uno de estos niños en otros grupos donde los diag-
nósticos fueran diferentes, teniendo la misma experien-
cia que lo que Lebovici relata como fenómeno en la reso-
nancia 16.
Un fenómeno especial en la dinámica de grupo con
psicodrama que observamos fue el que definimos como
impregnación.
Llamo impregnación al efecto que una dramatiza-
ción inicial en un grupo produce entre los demás inte-
grantes y siempre es posterior a la dramatización. En
general hemos observado que los primeros comentarios
que surgen después de una dramatización son todavía
realizados "desde la escena" y desde alguno de los per-

ló R. Bermudez-C. Martínez-E. Pavlovsky, "Evaluación de las


diferentes técnicas terapéuticas, con psicodrama y psicoterapia de
grupo a través de ocho años de labor institucional", 6th Interria-
tional Congress of Psychotherapy, Londres, 1964. Selected lectures,
Nueva York, Basilea.
sonajes de la escena dramatizada, fenómeno que Grim-
berg definía como contraidentificación proyectiva. Lo
interesante, desde este punto de vista, es que por más
personal que sea el comentario realizado por los inte-
grantes después de la dramatización, siempre está ha-
blando "desde la escena", desde los afectos de alguno de
los personajes presentes o ausentes. La escena lo impli-
ca. Lo que convoca al grupo es la escena. Cada uno con
su historia tendrá diferentes puntos de vista (Martínez)
sobre la escena. Esto es lo que Rodrigué define como eje
del psicodrama. Se tiene en cuenta la escena, que no es
ni el individuo ni el grupo.
En la escena dramatizada estaban inscriptas como
posibilidades esas lecturas o nuevas dramatizaciones (mul-
tiplicación dramática). Del texto escrito al texto dra-
mático. ¡
Lo que convoca la fantasmática individual es la es-
cena en el grupo. Comprender la escena y la implicación
en la escena de cada integrante es la especificidad de la
terapia dramática grupal.
Esto es lo que definimos como concepción dramática
de la psicoterapia, que va más allá del individuo o del
grupo. Esta es la concepción del psicodrama analítico
de la escuela argentina, nuestra más clara especificidad,
que va más allá de la polémica psicodrama-psicoanálisis.
En este sentido nosotros hemos estado menos dependien-
tes del psicoanálisis que los psicodramatistas franceses,
lo que en un nivel nos ha permitido ver fenómenos que
van más allá del psicoanálisis. La creatividad, por ejem-
plo, desde Moreno hasta nosotros, no entra en ninguna
concepción psicoanalítica habitual y ha sido un instru-
mento dramático específico desde donde nosotros hemos
inferido muchas de nuestras conclusiones. En ese senti-
do nos hemos enriquecido más con otras vertientes, co-
mo las de Umberto Ecco y R. Barthes, que tal vez con
cualquier teoría psicoanalítica previa en nuestras últimas
conclusiones.
Yo creo que la escena dramática es un campo in-
creíblemente atractivo para investigar en psicología. Mo-
reno y sus seguidores aportaron su genialidad, algunos
analistas aportaron también, pero falta mucho más que
no es Moreno ni el psicoanálisis y que va más alia de los
dos. .. _ ¡ - i

Sobre los mitos en los grupos de niños, Widlocher


afirma que a través del tema recreado en el juego escé-
nico, cada niño descubre su historia, pero elevada a la
categoría de mito, con los diferentes papeles que impli-
ca la situación mítica; los niños penetran su sentido sim-
bólico, aprendiendo tal o cual papel, invirtiendo los mis-
mos repitiendo un tema bajo formas diversas, se libe-
ran" de su "posición" de la que se creían "poseedores o
"poseídos" y pueden transformar lúdicamente una histo-
ria de actores repetidores de una letra invariable ^ ser
sujetos capaces de variar o modificar su "destino .

Sobre el ejercicio de los papeles el mismo autor su-


giere algo importante para tener en cuenta en la clínica
y es en relación a la técnica de la inversión d e r o l e s :
"Puede que ocurra que a través de tomar la posición del
otro se liberan nuestros conocimientos del projimo, de
las proyecciones de que los revestimos, pero algunas ve-
ees el protagonista al realizar la inversión de roles no
se libera de la proyección con que carga o inviste el pa-
pel del otro, sino que lejos de tener una rectificación de
su proyección al asumir el lugar del otro el psicodrama
nos demuestra hasta qué punto podemos modelar al oteo
con nuestras imágenes. Lo importante no es describir
cómo puede sentir o pensar el otro, en ese caso, sino
percibir la dificultad de ponerse en su lugar debido a la
proyección con que se lo carga.

Sobre la capacidad lúdica y dramática


(Pavlovsky-Frydlewsky)
En nuestro trabajo en grupos terapéuticos de ado-
lescentes damos mucha importancia a la capacidad ima-
ginativa del adolescente y hemos llegado incluso a suge-
rir una fórmula clínica dinámica de carácter pronóstico.
Después de los primeros meses de tratamiento el
adolescente, incapaz de dramatizar, nos sugiere una idea
de mal pronóstico terapéutico, independientemente del
diagnóstico previo, e inversamente el adolescente capaz
de dramatizar (dramatizar, no actuar) nos sugiere un
buen pronóstico terapéutico independientemente del diag-
nóstico previo clínico asignado en entrevistas individua-
les o familiares.

Sobre coterapia dramática, dice Basquin que la pa-


reja debe respetar la regla de abstinencia debido a que
debe mantenerse en el campo analítico y limitar sus vi-
vencias al registro imaginario, no solo frente a los pa-
cientes, sino también en las relaciones que se entablan
entre ambos.
"Extraña pareja la terapéutica cuyas satisfacciones
son marcadas por el sello de una carencia."
Para Anzieu, en cambio, no tiene ninguna impor-
tancia el tipo de vínculo real que existe entre los cotera-
péutas (pueden ser incluso marido y mujer). Lo impor-
tante es un nivel de buena complementariedad, común
ideología terapéutica y mutua confianza.
La mayoría de los autores franceses han insistido
en ¡a pareja coterapéutica hombre-mujer.
Hoy podemos pensar que una pareja coterapéutica
no necesita ser de sexo diferente.
Pensamos que, a veces, el postular la necesidad de
dos sexos diferentes supone subestimar la gravitación de
la fantasía inconciente en la determinación del compor-
tamiento grupal.
Muchas veces, coterapias integradas con terapeutas
del mismo sexo, no impide para nada la explicitación de
la fantasía de la pareja de los padres. Si no que, al con-
trario, permitía complementarla con los parámetros de
otras fantasías alusivas, por ejemplo conflictos genera-
cionales o a la disociación entre lo bueno y lo malo, etc.
(Abadi, Pavlovsky, Kesselman).
Nosotros, en terapia grupal adolescente, trabajamos
con 3, 4 ó 5 terapeutas, sobre un grupo de 10 ó 12 inte-
grantes. En nuestras coterapias no hay director y yo au-
xiliares, como en el psicodrama de Moreno, sino "fun-
ciones" de dirección y yo auxiliar, que deben ser jugadas
por cada terapeuta alternativamente.

Sobre el cómo pensar lo grupal


Del prólogo que escribí al libro de Carlos Martínez
Fundamentos para una teoría del psicodrama *

"Si bien en los libros anteriores es posible percibir


la interiorización de un pensamiento común entre Mar-
tínez Bouquet, Moccio y yo, aquí diría que Carlos se «sin-
gulariza específicamente» contorneando y delineando su
silueta más nítida: la de su vocación teórica y éste ha
sido precisamente el mayor mérito de nuestro grupo: el
haber podido desarrollar un pensamiento común entre los
tres y el haber podido simultáneamente desarrollar nues-
tras máximas singularidades individuales.
"Un grupo desarrolla su máximo potencial creativo
cuando cada individuo ha interiorizado el pensamiento
común del grupo y además la singularidad de cada miem-
bro individual (la antiburocracia).
"No hay pensamiento más valioso que el que los in-
dividuos producen en grupo."
Hoy creo que este pensamiento sigue vigente en dos
aspectos: a) El grupo tiene que ser facilitador del po-
tencial creativo individual de cada uno de sus miembros.
Cuando el grupo "oprime" la creatividad individual es
un síntoma institucional de "burocratización"; b) Los
procesos dinámicos que ocurren en un grupo humano, so-
lo pueden ser comprendidos y metabolizados por otro
grupo.
Anzieu define esto como psicoterapia por el grwpo
(por varios terapeutas, psicoterapia múltiple), en el gru-
po (cuando se trata de más de un paciente), y del grupo
(cuando un grupo preformado es el tratado: sociodrama).
Más allá de nuestro primer grupo fundador (Moc-
cio, Martínez, Pavlovsky) el Grupo Experimental Psico-

* Editorial Siglo X X I .
dramático Latinoamericano 17 fue el continuador más im-
portante de nuestras ideas científicas y posiciones ideo-
lógicas. Autor del "Manifiesto" leído en el VI Congreso
Internacional de Psicodrama y Sociodrama (Amsterdam,
1971)18.
Actualmente el Centro de Psicodrama Psicoanalí-
tico Grupal sintetiza toda la evolución de nuestras ideas l9.
Nosotros hemos utilizado cuatro procedimientos dra-
máticos en nuestra larga experiencia: "psicodrama", "so-
ciodrama", "role playing" y "juegos dramáticos".
"Psicodrama" y "sociodrama" son procedimientos
dramáticos terapéuticos. El "role playing" y los "juegos
dramáticos" han sido utilizados en general, entre noso-
tros, para la enseñanza, del psicodrama y de la psicotera-
pia de grupo.
El "psicodrama" es un procedimiento terapéutico dra-
mático, individual o grupal (preferentemente hemos tra-
bajado en grupos con psicodrama) donde el grupo está
formado por pacientes que generalmente se desconocen
entre sí. Son demandas individuales donde se resuelve
incluirlos en un grupo de psicoterapia con técnicas dra-
máticas de orientación analítica para su tratamiento.
Dice Martínez: "Puede conducir a error el hecho de
que el psicodrama sea casi siempre un procedimiento
grupal, pero su finalidad terapéutica manifiesta es indi-
vidual. Se orienta la cura hacia los individuos que com-
ponen el grupo. No viene un grupo a tratarse. Viene un

iT Historia del desarrollo y de las prácticas del psicodrama


en la Argentina, O. Albizuri de García y B. Kononovich (1988).
18 Grupo Experimental psicodramático Latinoamericano: Ba-
rrera, Bei;lin, Frydlewsky, Albizuri de García, Kononovich, Losso,
Martínez, Moccio, Pavlovsky, Satne. Dictó la cátedra de Concep-
ción Dramática de la Psicoterapia en el Centro de Docecnia e In-
vestigación de la Federación Argentina de Psiquiatras y el Primer
Seminario para el Doctorado en Psicología ( U B A ) 72-73 (M. Ber-
lín).
19 Grupo de Psicodrama Psicoanalítico Grupal: Norberto Re-
villa, Alejandro Altaraz, Susana Evans, Eduardo Pavlovsky, Nés-
tor Malajovich, Renée Smolovich y Jorge Solanas son docentes
invitados para los grupos de formación, Marcelo Persia, Luis He-
rrera y Hernán Kesselman. El Centro realiza entrenamiento en
tres noches para 120 alumnos.
paciente que demanda terapia y se lo incluye en un gru-
po terapéutico. Se dirige al tratamiento de los individuos
que componen el grupo."
En general, las técnicas dramáticas requieren la for-
mación de un equipo terapéutico para el tratamiento de
los pacientes (psicoterapia múltiple, psicoterapia por el
grupo) en grupo o en individual.
El sociodrama es un procedimiento dramático tera-
péutico orientado a tratar grupos preformados. La con-
sulta es una demanda realizada por un grupo (no un in-
dividuo) .
Por ejemplo: a) Un grupo de terapeutas de una ins-
titución que tiene problemas entre sí y quieren compren-
der las fuentes de sus conflictos; 6) Un grupo de maes-
tras jardineras en conflicto en una escuela; c) Trabajos
institucionales más amplios (análisis institucional)20.
El tratamiento está orientado hacia el grupo y su
dinámica de funcionamiento y no hacia las personas in-
dividuales que lo componen.
En estos dos procedimientos terapéuticos hemos po-
dido describir diferentes tipos de dramatizaciones para
ser incluidas en distintos momentos del proceso terapéu-
tico^.

Dramatizaciones:
o) explorativas;
6) descriptivas;
c) expresivas;
d) elaborativas;
e) defensivas;
f) demostrativas.
El "role playing", en general, lo hemos utilizado pa-
ra el entrenamiento del rol del coordinador de las tera-
pias grupales en instituciones asistenciales.

20 Utilización de técnicas dramáticas en el diagnóstico institu-


cional, C. Martínez. Psicodrama psicoanalítico en grupos, Ed. Kar-
giemian y Fundamentos, 1980, Madrid.
21 psicodrama. Cuándo y por qué dramatizar, Martmez-Moc-
cio-Pavlovsky, Ediciones Búsqueda, Buenos Aires, 1984.
Por ejemplo: Un equipo de un servicio de psicopa-
tología quiere comenzar su training en psicoterapia de
grupo. El adiestramiento consiste en adjudicar el rol de
"terapeuta" a uno de ellos y el de "paciente" a varios de
los demás. Un tercer sector actúa de público observador.
Se recrea de este modo un encuadre terapéutico grupal
donde lo que se va a intentar hacer es que todos los in-
tegrantes circulen por los roles de "terapeutas" y "pa-
cientes". El objetivo es el adiestramiento en el rol de la
"coordinación". Se adiestra el lugar del coordinador. Ge-
neralmente los roles de los "pacientes" (realizados por
los terapeutas) integraban historias de pacientes "rea-
les", conocidos por los terapeutas.
El Centro de Psicodrama Psicoanalítico Grupal tie-
ne un espacio de Supervisiones grupales, dirigido por
Norberto Revilla, que utiliza el "role playing" como pro-
cedimiento dramático. Néstor Malajovich y Nelly Etala
lo utilizan en las supervisiones del Centro de Salud N« 1
y N ? 2 y en los Consultorios Externos del Servicio de Psi-
copatología del Hospital "Borda" y Hospital "Israelita".
Es un magnífico instrumento para cotejar viven-
cialmente teorías grupales, teoría de la técnica, transfe-
rencia y contratransferencia, timing interpretativo, etc.
El coordinador de un grupo donde se utilice el "role
playing" debe saber que éste no es un procedimiento te-
rapéutico y es necesario recordarlo siempre, para no in-
terpretar. Se estudia el rol y no la persona. Como dice
Martínez: "Lo que se debe hacer es señalar la adecuación
o no al rol propuesto y las inadecuaciones referidas al
rol y a los personajes."
En todo "role playing" con un grupo de entrena-
miento hay tres dimensiones que se entrecruzan:
a) Personal; b) La grupal; c) La del rol a investi-
gar. La habilidad del coordinador de "role playing" de-
be consistir en no quedar atrapado en las dos primeras
dimensiones (a y b) sino llevar siempre la lectura a los
problemas de la tarea del rol de coordinador grupal y su
problemática específica.
Este tipo de tarea no es realizada por los psicodra-
matistas franceses donde lo personal se incluye de una
manera evidente desde el comienzo en todo tipo de tra-
bajo de supervisión.
Así lo hemos observado en los trabajos de Anzieu
sobre supervisión de los psicodramatistas de niños y ado-
lescentes (12 sesiones en total). Una breve síntesis de
la experiencia:
"Durante la primera sesión Anzieu señaló dos obje-
tivos para el grupo de perfeccionamiento, que fueron
aceptados por los participantes: 1) intercambio de expe-
riencias en la conducción de los grupos de psicodrama,
2) representar argumentos psicodramáticos relacionados
con esas experiencias y problemas. Pero después de la
octava sesión se representan argumentos más persona-
les, comenzando por la puesta en escena de la transfe-
rencia negativa latente sobre mí."
"Allí es donde Anzieu lo transforma en un grupo de
psicodrama analítico y no de supervisión. Porque al in-
cluirse en el aquí y ahora transferencial necesariamente
lleva al grupo de supervisión a convertirse en un grupo
terapéutico de psicodrama analítico.
"Otro trabajo de este tipo es el que realizó, en la Uni-
versidad de Nanterre, como etapa formativa de los psi-
cólogos clínicos. Se realizaron de seis a diez sesiones de
psicodrama analítico para los estudiantes de psicología
clínica, que pensaban especializarse en clínica de adultos,
o niños y adolescentes (estos últimos los más numero-
sos). Los grupos estaban integrados por ocho o diez par-
ticipantes conducidos por un psicodramatista psicoanalí-
tico. Según Anzieu, este trabajo de psicodrama analítico
con los estudiantes era un trabajo de sensibilización a
ciertos fenómenos inconcientes que se producirían en el
psicodrama colectivo.
"En muchos casos se observan bloqueos duraderos
(falta de insight) que provienen de estructuras obsesi-
vas, narcisísticas o presicóticas y constituyen verdaderos
diagnósticos de contraindicación para la profesión del
psicólogo clínico. El psicodrama en la Universidad da,
además, la posibilidad de que se revelen los fantasmas
subyacentes a la relación pedagógica (lo que Kaes define
como la fantasmática de la formación). Además, el psi-
codrama psicoanalítico suministra a los alumnos una.
idea concreta y vivida sobre lo que puede ser un trabaja
del proceso psicoanalítico. El psicodrama facilita cierto
nivel de tolerancia hacia la patología mental al compar-
tir en la experiencia grupal diferentes niveles de patolo-
gía entre los propios estudiantes.
"Anzieu define en estas experiencias un modelo de
referencia subjetivo en los papeles que asumen los estu-
diantes durante la representación, que siempre obedece
a modelos experienciales personales previos (reales o ilu-
sorios) y que estos últimos surgen con claridad en la dis-
cusión posterior a la representación. Lo relaciona a la
actividad preconciente, sobre la cual el psicodrama tiene
la misión esencial de actuar. Anzieu sugiere que cual-
quier papel que se asume espontáneamente en una dra-
matización está siempre determinado por un modelo ex-
periencial previo, que no es conciente en el momento de
la escena, pero que surge claramente en la discusión pos-
terior de elaboración (este modelo experiencial previo,
no es inconciente sino preconciente).
"De todos modos, aún en esta apasionante experien-
cia que forma parte de la formación universitaria del
psicólogo clínico en Nanterre, el psicodrama analítico es
utilizado con los estudiantes de psicología como procedi-
miento terapéutico y no como 'role playing' o 'juegos
dramáticos' para la enseñanza del lenguaje dramático
como lo haríamos nosotros." 22
Actualmente, en la cátedra de Dinámica de Grupo
de la Universidad de Buenos Aires, cuya titular es Ana
Fernández (junto con Marcelo Percia y Luis Herrera),
utilizan las técnicas dramáticas como procedimientos de
aprendizaje vivencial para los estudiantes de la cátedra.
En 1970, se creó un Seminario de Psicodrama para
el doctorado de Psicología, que presidió Marta Berlín y
del que participaron Luis Frydlewsky, B. Kononovich y
Olga Albizuri.
La experiencia de "escenas temidas" para el coordi-
nador de grupos, que realizan Ana del Cueto y Delia Ber-

22 Cuando hoy digo nosotros, me refiero a la enseñanza que


compartimos en el Centro de Psicodrama Psicoanalítico Grupal.
mejo en la UBA, son otro magnífico ejemplo de cómo
trabajar el psicodrama psicoanalítico grupal sin conver-
tirlo en terapia grupal.

Según Kaes, la "rememoración de los recuerdos ol-


vidados es uno de los efectos de todos los tipos de psico-
terapia. La experiencia de revivir los antiguos afectos
apartados posteriormente de la conciencia, la de vivir
afectos nuevos que el antiguo entorno no había hecho po-
sibles, son experiencias facilitadas más especialmente
por el psicodrama psicoanalítico grupal. Incluso ocurre
que el psicodrama, luego de haber tenido lugar un psico-
análisis previo, libera un afecto no solamente reprimido
sino arrojado por el yo a la periferia del ello, donde ha
permanecido enquistado; afecto que no había podido ser
movilizado por el tratamiento psicoanalítico.
En esos casos el psicodrama ejerce claramente su es-
pecífico efecto de catarsis, cuyo descubrimiento se debe
a Moreno.
¿Qué condiciones (Kaes, 1979) debe reunir el grupo
de psicodrama analítico grupal para ejercer tal efecto de
rememoración afectiva?
Conviene que el equipo terapéutico asegure:
a) una función de encuadre;
b) una función de continente;
c) una función de área transicional (Winnicott);
d) una función de interpretación en el registro psi-
coanalítico."

Los "juegos dramáticos" son un procedimiento dra-


mático utilizado para la enseñanza de psicodrama. Lo
importante para la formación del alumno es el paulatino
aprendizaje del lenguaje dramático. Es un método que
«comenzamos a instrumentar con Moccio y Martínez en la
formación de los profesionales que querían introducir
las técnicas dramáticas en los grupos de terapia en los
Servicios de Salud.
Es diferente del "role playing", que es un procedi-
miento dramático que tiende a entrenar para un rol pro-
fesional (en nuestro caso para coordinar grupos de te-
rapia). Pero el "role playing" no habilita enteramente
para ser psicodramatista.
En cambio, los "juegos dramáticos" tienden a intro-
ducir al alumno en el lenguaje dramático a través de una
serie progresiva de dramatizaciones. Las primeras dra-
matizaciones tienen directa relación con las ansiedades
producidas por el simple hecho de "dramatizar". "Dra-
matizar" es incluir el cuerpo y quedar expuesto a la "mi-
rada de los otros". Para la formación del psicólogo, el
simple hecho de dramatizar despierta movilizaciones que
hay que saber dosificar durante el entrenamiento dramá-
tico graduado. Las dramatizaciones cada vez se comple-
jizan más, en la medida que los fenómenos grupales y
transferenciales consolidan una red suficientemente con-
tinente en el grupo de entrenamiento.
Los "juegos dramáticos" forman parte del primer
proceso de entrenamiento para el alumno de psicodrama.
"Es así que hemos dividido el proceso de aprendiza-
je en tres niveles progresivos, que corresponden a mayo-
res niveles de compromiso personal de los alumnos. Ca-
da uno de estos niveles corresponde a un año lectivo de
trabajo, en la enseñanza de la técnica en sí misma y po-
demos afirmar que partimos desde los rudimentos de la
técnica hacia la aplicación concreta. como coordinadores
de grupos. Como así también hacia una profundización
de los aspectos personales implicados en la tarea y el es-
clarecimiento dentro de los marcos propuestos. Ponemos
el acento en el análisis de los procesos imaginarios que
en todo grupo se dan. Es así como dividimos estos nive-
les en: I) Introducción y "juegos dramáticos"; II) Di-
rección de escenas y proceso grupal; III) Coordinación
y "escenas temidas" del coordinador de grupos. Los gru-
pos se reúnen una vez por semana durante dos horas, en
coordinación.
"Se realiza con cada alumno una entrevista previa
y una evaluación posterior individual y/o grupal a los f i -
nes de determinar las motivaciones, si hay acuerdos bá-
sicos de la institución, los puntos ciegos, etc." (Ana del
Cueto, "La formación e identidad del psicodramatista",
Centro de Psicodrama Psicoanalítico Grupal, 1987.)
La mayoría de los alumnos que nos requieren entre-
namiento han realizado una terapia analítica previa o la
están realizando (individual o grupal).
Insistimos que en relación a los coordinadores es
fundamental y básico no confundir un grupo de entrena-
miento con un grupo de terapia. Insisto que aquí nos di-
ferenciamos netamente de la escuela francesa (Lebovici,
Anzieu, Widlocher o Lemoine) donde todo entrenamien-
to se convierte en terapia.
Es necesario, dice Martínez, "que el coordinador co-
nozca definidamente el rol que cumple en los "juegos dra-
máticos" y no lo confunda con el de psiodramatista. Pue-
de serle muy útil percibir las situaciones conflietivas de
los alumnos y sus causas determinantes, pero su conduc-
ta en este caso no debe ser la de interpretar (lo que sí
debería hacer si se tratase de un grupo de psicodrama
terapéutico)".
Que el grupo de formación o entrenamiento resulte
a veces "terapéutico" para alguno de sus miembros no
significa que se lo deba coordinar como grupo terapéuti-
co. Es más, pensamos que en este tipo de grupo de for-
mación hay que desalentar todo tipo de demanda tera-
péutica de parte de sus integrantes. Lo que se puede ha-
cer es sugerir a alguno de sus integrantes algún tipo de
terapia de acuerdo a los conflictos generados durante el
entrenamiento.
Hernán Kesselman dice que lo personal en los gru-
pos de entrenamiento funciona a veces como "resistencia
al aprendizaje".
Uno de los artículos que dan también un aporte sin-
gular al psicodrama psicoanalítico argentino es el que
escribimos con Fidel Moccio en 1970 que titulamos "Dra-
matización y actuación; dos términos de opuesto sig-
nificado".
Es un intento teórico de definir lo que para nosotros
es la diferencia fundamental entre ambos términos, ge-
neralmente utilizados con el mismo significado en psico-
logía dinámica.
ACTUACION (irrational acting-out de Moreno}

a) El rol simbólico (yo auxiliar) es el doble del ob-


jeto primario;
b) El yo auxiliar no evoca o sugiere al rol convoca-
do por el protagonista (padre, madre, hermano,
etc.) sino que es. El yo auxiliar pasa a ser el pa-
dre, madre, hermano, etc. y a ser tratado en la
escena con la carga primitiva del objeto primario;
c) Proceso de ecuación simbólica;
d) Descarga motriz inmediata;
e) Identidad perceptiva;
/ ) Identificación proyectiva masiva;
g) No hay dramatización (no hay "como si", no exis.
te el espacio dramático);
h) Resistencia a la dramatización;
i) No hay responsabilidad frente al yo auxiliar (rol
simbólico;
j) Rigen las leyes del proceso primario.

DRAMATIZACION (Therapeutic acting-out de Moreno)

a) El rol simbólico evoca o sugiere el objeto;


b) El yo auxiliar evoca o sugiere el rol convocado
por el protagonista. Representa al padre, madre,
hermano, etc., en la dramatización;
c) Representación simbólica;
d) No hay descarga motriz inmediata;
e) Identidad de pensamiento;
/ ) Disminuye la identificación proyectiva masiva;
g ) El rol simbólico tiene características de objeto
total;
h) Se reviven ansiedades depresivas (M. Klein) ;
i) Rigen las leyes del proceso secundario;
j) No hay actuación. Hay dramatización;
k) Hay responsabilidad por el yo auxiliar.

Hemos observado que algunos pacientes que tienen


alterado el proceso de simbolización, a través del proce-
so terapéutico psicodramático pueden revertir el paso de
la actuación al de dramatización. Con todo, determina-
das neurosis impulsivas son contraindicadas para el psi-
codrama, por la alteración en el proceso simbólico.

Otras contribuciones de la escuela argentina:

EL PROCESO DE LA ESCENA (C. Martínez) 2 3

Los cinco pasos del proceso dramático:


1) Pensamiento en escenas.
2) Escena a dramatizar.
3) Dramatización o escena manifiesta.
4) Escena desde el punto de vista de los individuos
que constituyen el grupo.
5) Escena imaginaria o subyacente o latente.
Cualquier psicodramatista de orientación analítica,
sea cual fuere su marco teórico, se encontrará siempre
con este proceso dinámico en la clínica grupal.
También este cuadro es de utilidad para la clínica
psicodramática.

RESISTENCIAS EN PSICODRAMA (Pavlovsky, 1964)

1) Anterior a la dramatización.
2) Durante la dramatización:
a) Actuaciones agresivas;
b) Actuaciones eróticas;
c) Interrupción de la dramatización;
d) Representación durante la dramatización.

La última parte de mis experiencias en psicodrama


psicoanalítico es el período que abarca desde 1975 hasta

23 Fundamentos para una teoría del psicodrama, C. Martínez,

Ed. Siglo X X I , Buenos Aires, 1977.


la fecha y que se concreta en los trabajos escritos con
Kesselman y Frydlewsky.
Ese período podríamos definirlo en tres etapas: la
primera abarca toda nuestra experiencia en "escenas te-
midas del coordinador de grupos", la segunda incluye las
ideas de creatividad en la terapia grupal y la técnica de
la multiplicación dramática y la última ha sido la rela-
ción entre las sesiones de grupo, dinámica de los ensayos
de teatro y las ideas sobre la obra abierta de Eco (texto
escrito-texto dramático).
Lo original de dichos enfoques fue la idea de colocar
la luz de la investigación en el rol de coordinador de gru-
po o de psicodrama (en el coordinador y no solo en los
coordinados).
Las primeras problemáticas datan de 1975 donde se
esbozan nuestras primeras aproximaciones al tema en el
grupo de autogestión que integrábamos Kesselman, Fryd-
lewsky y yo. Se realizan dos laboratorios terapéuticos
coordinados por los tres. A partir de la experiencia com-
partida se profundiza la relación entre la problemática
de conducción de grupos. Se explora la relación de esce-
nas de nuestra infancia, fobias infantiles y nuestros jue-
gos infantiles preferidos y las técnicas "actuales" como
recreación de nuestros viejos juegos infantiles.
Profundización de otros temas: pareja, creatividad, •
soledad, encierro, muerte y locura.
Relación entre nuestros miedos personales y la con-
ducción grupal.
"Escenas temidas" por nosotros en la coordinación
de un grupo. Explicitación de las mismas. Ejemplo: te-
mor a la crítica, a la vergüenza, al aburrimiento del gru-
po, etc.
Relación entre nuestras "escenas temidas" y escenas
familiares.
Reconocimiento de nuestro propio repertorio de "es-
cenas temidas" en nuestra vida y su relación con la tarea.
Esta, como diría Rodrigué, fue "la cocina, nuestro
autoanálisis grupal" sobre "escenas temidas" y precursor
de toda nuestra investigación posterior.
Realizamos dos seminarios de investigación de "esee-
ñas temidas" para 24 participantes. Uno de los semina-
rios fue dirigido por los tres y el otro ante el exilio de
Kesselman, por Luis Fridlewsky y yo.
El esquema de nuestra línea exploratoria fue el si-
guiente: "en su cotidianeidad profesional un coordinador
de grupos es sobresaltodo por una regular cantidad de
"escenas temidas" (los temas de sexo, violencia, económi-
co, actitudes permisivas o autoritarias, etc.). Si se profun-
diza su reflexión en el grupo de entrenamiento, sobre
cada "escena temida" hacia su introspección, puede encon-
trarse con una escena grupal de su propia historia per-
sonal que le es consonante. Si esta escena consonante se
exterioriza, adjudicándole roles a sus compañeros del gru-
po y llevándola a la representación dramática, resuena
en el conjunto y adquiere una visión enriquecida (visión
múltiple) transformándose en una escena descubridora:
escena resonante que puede ser reincorporada por el coor-
dinador con el objeto de muñirse de un repertorio mayor
de recursos para volver a examinar amplificadamente las
"escenas temidas" de la vida cotidiana profesional: escena
resultante (del "Prólogo" de Escenas temidas del coordi-
nador de grupos", Ed. Fundamentos, Madrid, 1980 y Ed.
Búsqueda, Buenos Aires, 1984).
1) Nuestra línea de investigación con Frydlewsky y
Kesselman nos llevó a relacionar la producción de una se-
sión de psicodrama psicoanalítico con el proceso de la -di-
námica del grupo en los ensayos de una obra de teatro en
¡a creación artística.
La dramatización inicial del paciente, la definimos,
como texto escrito y la producción dramática global pro-
ducto del atravesamiento de la escena original por las
múltiples subjetividades de los integrantes del grupo, a
través de la multiplicación dramática (técnica donde cada
integrante improvisa una escena como efecto de la reso-
nancia que le produjo la escena original). Texto dramá-
tico.
En la escena original están inscriptas las posibilida-
des de las multiplicaciones grupales y la escena original
es una obra abierta en relación a la similitud con la con-
cepción de U. Eco en cuanto a la multiblicidad de sentido
para la comprensión de una obra de arte 24-25-20
2) Lo que no se soporta en el proceso de creatividad
es el enfrentamiento con el caos, la falta, la castración.
3) Sugerimos la idea de que todo coordinador de gru.
po atraviesa durante su trabajo terapéutico por momen-
tos de caos, de ampigüedad, de falta, de castración, situa-
ción máxima de soledad. Relacionamos estos momentos
como partes del mismo trabajo que vive el artista en el
proceso de la creación.
4) En los espacios de los grupos terapéuticos encon-
tramos una doble funcionalidad de lugares: lugar para
analizar las repeticiones regresivas transferenciales y lu-
gar superador y recreador de los conflictos que relacio-
namos con la creatividad (Moreno).
Un integrante de un grupo se cura no sólo por el
proceso interpretativo (verbal o dramático) sino también
porque el grupo se convierte en un lugar apto para desa.
rrollar su potencia de creatividad.
Las técnicas dramáticas, en particular la multiplica-
ción dramática, son de alta eficacia en ese sentido: "Sin
especular con todas las teorías sobre el juego creo que
en toda actividad lúdica hay que descubrir dos niveles
en los chicos: el juego como intento de elaborar situacio-
nes traumáticas y el juego como expresión de la potencia
creadora de los niños" (Psicoterapia de grupo en niños
y adolescentes, Búsqueda, 1986, Buenos Aires).
5) En ciertos juegos de la infancia existe una ma-
triz de ensayo imaginativo donde el niño aprendió a mi-
rar de otra manera lo concreto... y que en todo proceso
creativo posterior el adulto recurre a esa primer matriz
organizativa infantil, espacio organizador de lo imagina-

24 " E l análisis didáctico grupal", Pavlovsky-Kesselman, Clíni-


ca grupal 2, Ediciones Búsqueda, Buenos Aires, 1980.
25 "La Obra Abierta de U. Eco y la multiplicación dramática",
Lo grupal 5, Kesselman-Pmlovsky-Frydlewsky, Ediciones Búsque-
da, Buenos Aires, 1987.
26 Dramatic multiplication. Training Workschop for group,
Kesselman.
rio donde lo psicótieo y ansiedades correspondientes se
estructuran con coherencia en esos espacios lúdicos.
Le damos importancia al espacio del juego infantil
como matriz dé ensayo de desarrollo de la imaginación.
Establecemos la relación entre el tipo de zona lúdica in-
fantil y el tipo de creación posterior en el adulto. Pen-
samos, como Winnicott, que ese juego infantil precursor
de esa matriz imaginaria, a la que el adulto recurre en
su vida creativa posterior, es una zona de espacio tran-
sicional.
La forma creativa del adulto está insertada en esos
espacios infantiles donde se ensayó la imaginación crea-
dora en los primeros juegos y hay una directa relación
con su desarrollo en la vida adulta del creador, según la
recepción con que el ambiente familiar estimuló o repri-
mió esos ensayos infantiles. No sólo se reprime a la se-
xualidad sino también a la capacidad imaginativa.
En esos espacios lúdicos alguien puede leer el drama
de los personajes edípicos, pero eso no es lo preponde-
rante, no es lo que determina el tipo de juego. La forma
de jugar, de elaborar situaciones traumáticas, de imagi-
nar, de inventar, o de crear, no está determinada por la
situación edípica. La situación edípica es una variable más
dentro del complicado proceso de la creatividad.
No EDIPICEMOS TODO, que la creatividad es más
complicada. Lo que nos interesa es la forma expresiva,
la amalgama singular del fenómeno lúdico infantil y su
relación con el instrumento creador posterior.
En ese sentido el juego en psicodrama analítico es un
espacio propicio para la elaboración y recreación de esos
espacios infantiles inherentes a la creatividad. (Espacios
y creatividad, Kesselman-Pavlovsky, Ed. Búsqueda, 1980).
La labor de Moccio en sus talleres de creatividad han
sido otra apasionante forma de "recreación" de nuestros
primeros conceptos (Taller de terapias expresivas, Ed.
Paidós, 1980).
De la nueva generación, los escritos de Marcelo
Persia y Luis Herrera son los más teóricos y de profun-
da sensibilidad ideológica... ("Clínica y política", Lo
Grupal 3, Ed. Búsqueda, Buenos Aires, 1986).
Actualmente seguimos trabajando con Kesselman so-
bre nuevas posibilidades de "La escena dramática" den-
tro del campo del Psicodrama Psicoanalítico Grupal.
La formación de psicodramatistas que coordino en el
Centro de Psicodrama Psicoanalítico Grupal intenta sin-
tetizar todo estos años de experiencia.
NOTAS ACERCA DE UN POSIBLE PROGRAMA
DE INVESTIGACION SOBRE EL PSICOANALISIS
Y LO GRUPAL EN ARGENTINA 1988

GRKGORIO F. BAREMBLITT

"Lo que a uno mata al otro engorda."


PROVERBIO POPULAR

Si he puesto este título fechado es porque me gustaría


dejar claro que no es ni a la universalidad ni a la neu-
tralidad de mis opiniones a lo que aspiro. Lo que sigue
está escrito para ayudar a instituir algo y con un por qué.
La parte de eso que conozco será explicitada con la ma-
yor precisión y detalle de la que soy capaz. La otra, muy
amplia y sobredeterminada, apenas puedo suponerla co-
mo existente y desear que alguien se ocupe de desíntrin-
carla, a condición de que no pretenda reducirla a una de
las vertientes inconcientes que aquí están en juego aislán-
dolas estratégicamente de las otras.
Según mi experiencia, y el examen de cierta biblio-
grafía existente sobre el tema, la investigación acerca de
las relaciones entre el Psicoanálisis y lo Grupal se ha cen-
trado predominantemente en algunas opciones que inten-
taré resumir.
En general se ha tratado de ver las aplicaciones del
psicoanálisis, entendido como ciencia de la subjetividad
(en especial la inconciente), a una entidad llamada gru-
po, considerada empíricamente como un conjunto de in-
dividuos asociados en torno a un objetivo común durante
un período prolongado.
La intención de estos abordajes, en los casos de ma-
yor precisión epistemológica, consiste en ensayar la prác-
tica de un Psicoanálisis denominado "aplicado", en una
.situación experimental diferente de la "individual", que
es considerada "constitutiva» del procedimiento. Las par-
ticularidades de esos intentos configuran un espectro qüe
va desde concebir al grupo como compuesto de estructu-
ras autonomas en cada una de las cuales deberá ser re-
construida y mudada la posición de los sujetos inconcien-
n t L ^ r r e T " d l e n t e S a P a r t i r d e l c a m P ° d e Rectos que
proceda (discursos, e t c . ) . . . llegando hasta las propues-
tas de quienes teorizan un "sujeto grupal" y procuran
ejercitar consecuentemente el método y la técnica para
el desciframiento y la transformación del mismo
La modelística o las "ficciones" teóricas arbitradas
por estos últimos (que he tratado de sistematizar en otro
lugar) (1) en general se limita a una traslación analó-
? ™ d T e s núcleos de la metapsicología freudia-
na (Capitulo VII de La Interpretación de los sueños"
Primera y Segunda Tópicas, Complejo de Edipo. . . o cier-
ta articulación de todas ellas en "Psicología de las masas
y análisis del Yo"), al "objeto" grupal.
Tales ensayos presentan diferencias, más o menos
relevantes, como producto de la influencia que tienen di-
versas orientaciones epistemológicas en la re-formulación
que cada una de esas concepciones hace del psicoanálisis.
Asi es que tenemos un Psicoanálisis grupal empirista-po-
sitivista, uno estructural-funcionalista, uno fenomenoló-
gico^existencial-hermenéutico, uno estructuralista, etc.
Como era de suponer esas tendencias admiten combi-
naciones entre sí y pueden llegar a tener matices idealis-
tas, espiritualistas, institucionalistas, materialista-dialéc-
ticos y asi por el estilo.
El panorama se complica más aún en cuanto adver-
timos que las combinatorias de esas variadas raigambres
pueden apelar a disciplinas de difícil clasificación gno-
seológica como lo son las "teorías" de los sistemas de los
juegos, de las catástrofes, de la comunicación, ciberné-
ticas de los conjuntos, del campo . . . y demás

, „ o « ? a r a C O m p I e t a r l a complejidad de este' inventario


r » ™ ™ * ™ ™ ? ? ™ 8 € l s i n c r e t i s m o 7 eclecticismo de este
campo a nivel técnico, constatamos la coexistencia de los
recursos interpretativos clásicos con otros dramáticos, ex-
presivos, informativos, reflexivos, etcétera
No es mi propósito en este capítulo exponer, cotejar
ni criticar estas proteiformes lecturas y praxis. En el
trabajo arriba citado y en otro previo (2) traté, dentro
de una revisión taxonómica más amplia (que no estaba
circunscripta a los enfoques psicoanalíticos), de relevar
una cierta positividad justamente en la heterogeneidad,
lispersión y "poligamia" de las caracterizaciones y abor-
dajes y sus posibles dimensiones estratégicas. No obstan-
te, antes de pasar a las notas anticipadas en d encabe-
zamiento, quisiera meramente llamar la atención sobre
algunos hechos que tal vez sean refrendados por los psi-
coanalistas de grupo.
Por lo que he visto, ese estatuto de "aplicado" que
el psicoanálisis adopta para sí cuando se refiere a los
grupos, hace que las peculiaridades conceptuales o práxi-
cas del trabajo con éstos solo excepcional y discutible-
mente revierta incisivamente sobre la teoría, el método y
la técnica psicoanalítica tradicionales.
Sugestiones implicadas en los textos freudianos, co-
mo puede ser aquella de que las identificaciones que cons-
tituyen las instancias de la Segunda Tópica son "institu-
ciones" (o según se quiera traducir: grupos o "Massen') ;
. . .ciertas plausibles lecturas de que lo reprimido en "el
sujeto" es una identidad colectiva, vigente como virtua-
lidad reconstruible de la experiencia de lucha comunitaria
de la horda fraterna contra la dominación real del proto-
padre (3) . . . n o parecen inspirar la inclinación que el
psicoanálisis ha tomado en las últimas décadas. En otras
palabras, con contadas excepciones, entre las que resulta
un poco embarazoso citar una polémica que protagoni-
cé (4) y a unos pocos otros más importantes que yo (5),
la bibliografía atingente a la cuestión que nos ocupa pre-
senta una invariable asimetría. La teoría freudiana es
utilizada en la búsqueda de intelegibilizar la subjetividad
en los grupos o del grupo, pero ese desciframiento y las
intervenciones a las que conduce, no acostumbran a in-
fluir en nada sobre el "corpus" del psicoanálisis ortodoxo
ni sobre su instrumental técnico. Desde luego esa impe-
netrabilidad es coherente y más flagrante en la estructura
organizacional de los movimientos, organizaciones y esta-
blecimientoa psicoanalíticos, que siempre consideraron al
Psicoanálisis de Grupo y sus asociaciones como una es-
pecie de sucedáneo o pariente pobre de la disciplina.
Todo ocurre como si el "objeto formal abstracto"
freudiano (que en rigor por postularse "puro" siempre
ES "aplicado" vía prescripciones del método y reglas de
la técnica a todo y cualquier campo de efectos que le sea
pertinente y suficientemente "congelable" para permitir-
lo), permanece incólume a cuanta diferencia y singula-
ridad se le "imponga" desde la materialidad de sus áreas
de "aplicación" no sacrosantas (6).
En textos de autores "modernos", la introducción de
semantemas de la categoría de "grupo interno", "grupo
familiar interno", "verticalidad y horizontalidad" de los
"individuos" en el grupo o del "grupo como totalidad",
que se completa con la idea de la sociedad como "grupo
de grupos", concluye por ser fácilmente impugnable por
empirista, funcionalista y operacionalista desde las socio-
logías materialistas, el .institucionalismo o alguna de las
metafísicas sintácticas y topológicas que hoy amenazan
con hegemonizar la definición de la especificidad psico-
analítica. En esta última, sensiblemente el neo-estructu-
ralismo lacanista, una serie de operaciones epistemológico-
políticas, consubstanciales a esa corriente y que trataré
de enumerar a continuación, garantizan la improceden-
cia del campo de efecto grupal para el desciframiento, y
evalúan como irremisiblemente contraproducente la inter-
subjetividad en el grupo para la obtención de los resul-
tados sui-generis del procedimiento. Aunque en esta opor-
tunidad sólo los mencionaremos, tales "palabras de orden"
son las siguientes:
A ) La reducción de la "cultura" a los "sistemas sim-
bólicos".
B) El privilegio, dentro de éstos, del canal verbal de
la secuencia discursiva.
C) La caracterización universalizadora del "sujeto"
como una entidad constituida en el juego del significante.
D) Su condición de escindido afirmada en base a
recursos tales como la diferencia entre sujeto del enun-
ciado-sujeto de la enunciación (postulado de determinada
lingüística) con los que se critica una concepción especu-
lativa unitaria del sujeto del cogito (según Descartes,
Kant, Hegel, Leibnitz, Husserl).
E) La circunscripción de lo social al gran otro (ima-
ginario: de la dependencia), simbólico (lugar de la ley,
del código, del tesoro del significante) . . . o hasta del
amo absoluto, muerte (?) etcétera.
F) La taxonomización supuestamente exhaustiva y
•excluyente de las posiciones del "sujeto" en la estructura
formalizadas en maternas.
G) La promoción de una ontologia negativa del ob-
jeto, apropiada a otra irrealizable del deseo, a más de una
imposible de lo Real pulsional y de la relación sexual,
inexistente de la mujer, etc., etcétera.
H) La exigencia de una unilateralización de la in-
terlocución y de las acciones-pasiones recíprocas para sos-
tener la no-respuesta a la demanda, dando así lugar a la
producción de las formaciones de cierto inconciente (cuyo
estatuto sería el de una ética) la verdad del supuesto
saber y demás.
A poco que se consiga entender esta doctrina (por
otra parte asumidamente pergeñada para no ser inteli-
gible), se concluirá que el grupo es un espacio propicio
para la edificación de obscenos imaginarios compartidos,
pero decididamente adverso para la simbólica disolución
de tales espejismos, requisito esencial de "la cura".
Aunque algunos epígonos audaces, atípicos o após-
tatas (7) (8) hayan buscado atenuantes para este ana-
tema ineludible y elaborado algunas modulaciones concep-
tuales que pretenden justificar cautas escenografías-otras
para permitirse accionar en grupos, tales tesis impresio-
nan tan sugestiva cuanto inconvincentemente. El corola-
rio obligado de la férrea soberanía de ese credo no puede
ser si no que toda gestión grupal, que ostensivamente
requiere organización, cooperación, interlocución, planes
y finalidades que no consisten apenas en analizarse, obtu-
ran la demanda y "pseudo realizan" el deseo, impidiendo
íisí la emergencia de la Verdad.
La asimetría, subordinación e irreversibilidad en la
relación entre psicoanálisis y grupo que antes caractericé,
se consolida aquí, lapidariamente en virtud de la hiper-
fetación que se hace de la teoría, así como de la fetichi-
zación y extraterritorialización, tanto cuanto de la prefe-
rencialidad radical, del procedimiento "individual".

Notas inquisitivas

" A quien menos pregunta, Dios perdona."


PROVERBIO POPULAR

" E s por eso que se hace necesario un mé-


todo interrogativo..."
A. BAULEO

Enfatizando en que sólo pretendo esbozar un progra-


ma cuyo "inventio" retórico sea el de la incerteza expon-
go que:
I) ¿Será verosímil que una investigación sobre el su-
puesto nexo entre psicoanálisis y grupos que resulte de-
mostrativa de qué son esas realidades y cuáles son sus
articulaciones o disyunciones sólo adquiere valor produc-
tivo-revolucionario si puede acoplarse a esas entidades,
según la mejor forma en que ellas existen y funcionan
concretamente en una región, entendiendo su retórica co-
mo una erística?
II) ¿Por qué no insistir en localizar en qué finca el
poder, el saber, el deseo y el quehacer de esas máquinas
de una formación económico-político-libidinal en sus co-
nexiones relevantes, prioritarias y efectivas, y no en sus
entimemas y sus promisorias?
Se trata de disecarlas para re-inventarlas ligando ca-
bos insólitos que su auto-sintonía recubre, descubriendo
lo que "abren" y lo que "cierran" para el libre fluir de
los procesos de innovación y diferencia o de repetición-
identidad-igualdad en Kiversos segmentos y todos parcia-
les recortados irregular y práxicamente.
III) Dicho de otro modo: ¿Cuánto son, o pueden ser,
equipamientos, micro o macro fascismo de Estado (9) o de
una Sociedad disciplinar u otras macro y micro máquinas
abstractas, técnicas, naturales sociales y deseantes para-
noicas, o cómo pueden devenir dispositivos, máquinas de
guerra capaces de agenciar nuevas formas de la libertad,
el gozo y la Vida? ¿Qué estratos y planos de sustentación
constituyen y cómo operan en ellos? ¿Qué líneas de fuer-
za generan, refuerzan o cabalgan? ¿Cuáles son sus ín-
dices maquínicos? ¿En qué áreas de las superficies de
producción, registro o consumo se insertan predominan-
temente? ¿Cuántas y cuáles transmisiones sedimentan y
a cuántas y cuáles mutaciones han dado origen?
Todo esto es formulable para las entidades "en sí", o
sea juzgadas por sus síntesis explícitas y dominantes en
un socius, así como para los diversos acoplamientos-cortes
que se dan entre ellas.
IV) ¿Cómo incentivar, aprovechando lo ya produci-
do al respecto, la pesquiza de una "Genealogía de los Va-
lores" implantados por los psicoanálisis y los psicoanalis-
mos, por las grupalidades y los grupalismos (o las "gru-
pitis"), en Argentina, por ejemplo, en la última década?
¿En qué términos suscitar el procesamiento de una
arqueología de los montajes psicoanalíticos y los grupalis-
tas pensados como adminículos de poderes (y cuáles) y
proliferan en la psico y grupofilia de Buenos Aires?
¿Qué se instituye en las "Provincias Unidas del Sur"
cuando se introduce una tendencia psicoanalítica: se fun-
da una Sociedad-Instituto-Centro-Núcleo-Clínica de Psico-
análisis o se "arma" un grupo, grupazo, grupejo? ¿Cuán-
to y qué tienen esos actos de instituyente, cuánto y qué
de instituido-institucionalizado? ¿Cómo son transversa-
lizados y cómo transversalizan las instituciones del len-
guaje, del dinero, de la sexualidad, del matrimonio, de la
salud, de la enseñanza, de la propiedad, de la división del
trabajo, el campo-ciudad, de lo público-privado, de la co-
municación de masas, las generaciones, las razas, los
cultos?
¿Alguna de estas iniciativas es auto-gestiva? ¿Fun-
ciona en régimen de trueque y reciprocidad de prestacio-
nes? ¿Ha surgido en el seno de un movimiento de colec-
tivización integral "en caliente"? ¿Distribuye el poder
por participación directa? ¿Se dio una morfología y un
contrato que no figura en las formas jurídicas conven-
cionales? ¿Prevé su autodisolución? ¿Son grupos-sujetos-
protagánicos... alternativos, marginales, underground,
cooperativos, subversivos, clandestinos, vanguardistas?
V) Es claro que estas interrogaciones pueden enun-
ciarse de manera contraria: ¿Son teorías-grupos sujeta-
dos? ¿Se consideran extraterritoriales y a-históricos?
¿Creen dar cuenta de todas sus determinaciones o no lo
creen necesario para producir sus efectos específicos?
¿Son piramidales, centralizados, burocráticos, exclusivos,
imperialistas, profesionistas, especificistas, legales, legiti-
mados, autorizados, autoritarios, fideístas, patriarcales,
matriarcales, filiales (aún de una Internacional de hecho
o de derecho)? ¿Iglesias, sectas, ejércitos, empresas,
partidos, sindicatos, escuelas, comunidades de base, fami-
lias, profesionales "liberales", "autónomos", "boliches",
"vendedores ambulantes"?
¿OFICIALES, CIVILES, POPULARES. . . o alguna
CAUSA, LETRA O CHOSE cuya morfología no importa
demasiado porque es apenas un soporte para una "ilumi-
nación-peste" que no pasa por esas prosaicas argucias de
la historia sino por la "absoluta originalidad" de los es-
tilos y por su "generis sui" propio e inalienable ? ¿ No se
habrá muhlmannizado, weberianizado, etc., etc.?
VI) Preguntas nada más, apenas preguntas. Ya sa-
bemos que en ellas están implícitas las respuestas. No
ignoramos que la humanidad sólo se plantea los proble-
mas que ya puede resolver. También es obvio que co-
mienza a resolverlos, no necesaria sino prevalentemente,
si se los plantea. No se me escapa que todas ellas están
dirigidas antes que a nadie a mí mismo y al movimiento-
dispositivo (10) en el tejido del cual estoy tramado, que
no es ajeno a las mismas condiciones históricas de pro-
ducción. Las respuestas sólo pueden venir de una gestión
militante y colectiva. ¿Tal vez estos elementales cuestio.
namientos ya estén respondidos en los textos que integran,
este volumen al que se compaginan, o en otros contem-
poráneos . . . o en aquellos que fueron escritos en tiempos
aparentemente tan heroicos cuanto trasnochados? ¿Quizá
este artículo sirva para sugerir una lectura que reclama
estas contestaciones y consiga inquirir cuál fue la proble-
mática a la que respondieron los que responden? En este
punto es deber denunciar que ciertos "contestatarios", al-
gunos de los cuales sólo han logrado hurtar un puñado-
de recetas institucionalistas con el que se dan melodra-
máticos "golpes de puño" en el pecho exhibiendo una "im-
placable" vocación de análisis de su "implicación", no son
mejores que los demás. Tras declararse psicoanalistas
que han completado su "formación" (con todos los vicios
acerca de los que ya saben cómo prevaricar pero propa-
gandizando al mismo tiempo esa rentable condición), se
auto-titulan institucionalistas y advierten al futuro usua-
rio de su "impureza" congénita, así como de su segura,
asunción del imperativo de desvendarla en cada "servi-
cio". (La producción de demanda tiene razones y tácti-
cas que la razón no entiende). Mas ¡sorpresa! en la mis-
ma perorata y en función de una supuesta conciencia de
la amplitud de cuanto determina su nueva "profesión im-
posible", (cuya coexistencia pacífica con la anterior se
resuelve en mera declaración de intenciones), ¿Omiten?,
¿Reprimen?, ¿Forcluyen?, ¿Escamotean?, una parte fun-
damental de la génesis social y conceptual, así como de la
bibliográfica, a partir de la cual acabaron seleccionando
el estatus y los bienes de salvación que hoy venden. En-
terados de las características dispersivas, polívocas y li-
bertarias del movimiento institucionalista, las "aggior-
nan" ; según una estimativa notoriamente propia de cier-
tas súb-culturas y micro-climas deteriorados, productos de
la lumpenización de sectores urbanos en las metrópolis
del Tercer Mundo.
Me refiero a jóvenes profesionales, instructores uni-
versitarios y diletantes intelectualoides, "fanáticos" del
"antiautoritarismo", del "desorden productivo"; de la "com-
pulsión a la auto-disolución", de la "provocación institu-
cional". .. cuando no del saber ex-nihilo "sin necesidad
de estudiar" (comprensible en los colectivos que no viven
de e¡ao), o del quehacer displicente "sin metas ni evalua-
cioi^es", pasos éstos a los que alegremente califican de
"estalinismo", "taylorismo" o "estajanovismo". Como no-
tas secundarias suelen glorificar el "entusiasmo" (que
confunden con una ramplona sensiblería), la promiscui-
dad trans-sexual, la drogadicción, el alcoholismo, el pa-
rasitismo, etc., etc.
Variedades de la marginalidad desocupada o sub-
empleada, sea como individualistas francotiradores, líde-
res o acólitos, no sólo que no pasan sino que ni llegan a
encarnar esas célebres figuras que la militancia tradicio-
nal calificaba de izquierda festiva u oportunista. En tér-
minos institucionalistas: desviantes organizacionales, libi.
dinales o ideológicos, incapaces de todo uso positivo de
la negatividad. Su triste historia consiste en que, una
vez que han destruido y esquilmado, enarbolando "pala-
bras" instituyentes, cualquier organización que los sacó
del anonimato, se dedican a dar rienda suelta a su "vo-
luntad de nada" o bien a reproducir caricaturezcamente
los vicios (sin las virtudes), de la "imperfecta" entidad
de origen. Para una correcta descripción de esos núcleos
véase M. Bernard, citado en (5).
VII) Pero decepciones y sofisticaciones aparte, si he
resuelto redactar consideraciones en torno de este tema
al "estilo" de preguntas es, decididamente, porque no sé.
Esto no implica que, como probablemente también soy
culpable, esté pidiendo el perdón de alguien y menos aún
sustentando el lugar del supuesto no-saber para demos-
trar que en ese papel soy insustituible y hacer así de ESO
mi sustento... pregunto, a riesgo de "como emisor, re-
cibir del receptor mi propio mensaje invertido". La "ver-
dad" que tal "tropiezo" puede llegar a decirme se reduce
a tan pocas variaciones sobre el mismo tema que ya no
hay ninguna que me sorprenda.
"Se lo ve", en lo que estoy interesado es en la vida...
sus potencias y misterios, por eso la interrogo... y pro-
pongo que lo hagamos juntos.
Exorto - Utópico

"Las grandes y las pequeñas cosas tienen


una cosa en común, pasan."
OSCAR WILDE

"¿Quién sabe, Señor?"


JOSÉ SANTOS CHOCANO

Uno podría, siguiendo el "estilo" de los entrevista-


dores de televisión, o bien de algunas revistas psicoana-
líticas (la modernidad lo uniforma todo, ¿vio?), encabe-
zar una reflexión final con un salmo neustatiano digno del
"epos" dominante en el actual espíritu cívico platense:
¿Por qué Psicoanálisis y Grupos, Argentina, hoy?
Pues bien, en lo que se refiere al Psicoanálisis ya se
que según decía el Gran Dragón, sólo hay un psicoana-
lista aquel al que le "transmitió" el "estilo" para decir
lo que tal COSA era (11). Sin embargo, quiero dejar
constancia de que, como mínimo, acostumbro a disfrazar-
me de psicoanalista para acompañar a las singularidades
por los infinitos caminos de la producción.
En cuanto a los Grupos, depende. Creo recordar que
hace unos treinta años que los coordino, más o menos
comme ü faut, o los integro, pero debo confesar que po-
cas veces funcioné, maquiné, con uno. Quiero decir que
todavía, a veces, estoy (no soy) psicoanalista y grupalista.
Como dijo Guattari (12) hay que recordar que en nom-
bre del psicoanálisis" los psicoanalistas argentinos hemos
hecho "cosas", "cositas", bastante solidarias y valientes
que muchos petimetres no se atreven ni a sonar ( l á ) .
Cabe no olvidar que las hemos hecho en grupos y con
grupos. , n
El psicoanálisis y ciertos modos de la grupalidad (los
llamados "pequeños grupos", de "estudio", de "terapia ,
"operativos", etc.) siguen siendo formas sociales abun-
dantes y consagradas en Argentina, particularmente en-
tre las capas medias de la pequeña burguesía urbana,
altamente psico-pedagogizada. Un alegato en defensa de
esas dos instituciones-organizaciones venerables seria com-
pletamente innecesario. Tal vez ni es preciso proteger a
cada una de ellas de los ataques que esporádicamente le
propina la otra, porque la mancomunación para la super-
vivencia, a la que se han adaptado las prácticas "psi".
promueve más las alianzas tácticas o las coexistencias in-
diferentes que las fricciones a las que impulsan sus res-
pectivos expansionismos.
Todas estas son apenas pequeñas partes del panora-
ma general del país, cuyo análisis en términos de saber-
poder, enunciados-visibilidades, materias-fuerzas, requie-
re justamente la tarea que debe hacerse, estrato por es-
trato, pliegue por pliegue, y de la que ya me declaré in-
capaz. Aunque sea superficial e inconsistentemente diré
que mi impresión es que la formación económico-político-
libidinal argentina vive la plena vigencia del rotundo fra-
caso de los tres grandes proyectos que, en equilibrado y
duro conflicto así'como alternada hegemonía han movili-
zado su historia. Llamémosles: el conservador-tradicio-
nal-agrícola-ganadero; el liberal-social-demócrata más o
menos desarrollista, y el nacional-socialista-populista.
Todas, como es sabido, variedades del capitalismo depen-
diente. Cada una de ellas con su peculiar modalidad de
Estado: patrimonialista, tecno-burócrata-administrador y
providencialista, respectivamente.
En cualquier caso la sociedad argentina en su es-
tructura global y segmentaria ha sido siempre corporati-
vista, fundamentalista, centralizadora, autoritaria, anta-
gónica y venal (aquí pueden incluirse perfectaménte las
izquierdas y ultra-izquierdas locales). Esas peculiarida-
des a-criticadas, insertas en el astuto des-concierto de
Capitalismo Mundial Integrado, configuran el conjunto
incuestionable de cuasicausas y efectos de la falencia de
los mencionados programas, así como de la declinación
y/o dudoso "desarrollo" de las fuerzas productivas al que
llaman "progreso", alcanzado (o no) por nuestra nación.
La atmósfera general de quiebra en todas las esferas
se evidencia crudamente en la pervivencia y refloreci-
miento de las mismas organizaciones molares y propues-
tas obsoletas, cuando no de iguales figuras perimidas, "re-
presentando" a clásicos "intereses" o "sectores", equiva-
lentes ultramontanos en su identidad, su falta de Utopías
Activas y su manera de gestarlas. A mi entender los
matices que el Estado de Derecho (gerenciado con cierta
honestidad, mucha ineficiencia y total ignorancia por el
connato de burguesía funcionaría orgánica en el gobier-
no), o el Totalitarismo terrorista de Estado, han dado a
estas peculiaridades, no las ha cambiado en esencia. Si
bien no carecen de importancia (sobre todo en lo que
hace al costo humano, material y ético de las luchas)
hacen resaltar más las continuidades que las diferencias.
El sesgo negociador, ecuménico y pragmático que adop-
tan los movimientos está más dictado por el miedo al
"retroceso" v el maquiavelismo "a espera de las condicio-
nes para la'toma de lo instituido", que por un autentico
deseo de mudanza substancial.
No es por concesión retórica que procede resaltar la
presencia constante de polos (actitudes, iniciativas, fuer-
zas, dispositivos) revolucionario-deseantes que buscaron
y buscan reales alternativas. Pero no es descubrimiento
alguno que han sido siempre rectificadas o arrasadas y,
lo que es más grave, no necesariamente por los macro-
poderes, sino por una sutil y compleja facistizacion de
los enunciados y ritos de la vida cotidiana que configu-
ran el "Estado continuo" argentino.
En ese ambiente, el "imaginario social" y sus corres-
pondientes "simbólicos", oscilan entre la esperanza de un
futuro imposible (en tanto se mantengan las reglas del
íuego capitalista en un sentido amplio), la procura de
sistemas de resignación y dosificación de la decadencia,
tanto como la de conjuros para la evitación o demora de
estallidos inminentes. Estos son inexorablemente próxi-
mos debido a la diagramática de las fuerzas la impracti-
cabilidad de las salidas en pauta y la resistencia de las
reterritorializaciones familiaristas, perversas y paranoi-
cas de las facciones.
No es extraño que las limitaciones de la producción,
el consumo y el goce, indicadas en la angustia social ge-
neralizada, impulsen ortopedias disciplinarias tales como
la psicoanalistización, psicologización, medicalizacion, pe-
dagogización y comunicacionalización de la crisis (18).
Las peores de esas campañas son las practicadas por
doctrinas, métodos y técnicas de alta especificidad, sofis-
ticación, duración y costo, que con total independencia
de sus postulados o propósitos (o sin ella) FUNCIONAN
en muchos estratos como propagadoras de valores intelec-
tualizantes, intimistas, y a-historizantes. Tales equipa-
mientos, fabricantes (por lo general involuntarios) de
espectativas mesiánicas y / o "re-signaciones" inanes, ope-
ran estos efectos principalmente por medio de sus estra-
tegias para la apropiación de mercados y la legitimación
académica, jurídica, y cultural en un sentido lato. Con
esos fines, en una plaza recesiva y saturada de oferta, se
ven forzados a pontificar a ultranza la prioridad de su
elección y la auto-suficiencia de sus resultados, presunta-
mente liberadores en-sí, por encima o por fuera de la atro-
fia imperante o del cataclismo inminente. Parece con-
tradictorio, pero no es de sorprenderse que la morfología
de reproducción social, y hasta el ejercicio específico, se
vean forzados a realizarse en grupos. Nada obliga a pen-
sar que sus consecuencias alienantes disminuyen cuando
son efectuadas en conjuntos.
Por otra parte, la brutal represión o la manipulación
de los movimientos colectivos, en especial los de masas,
ha llevado a un exacerbado individualismo. Este se tor-
na por momentos tan asfixiante e insoportable que in-
duce a ensayar grupalidades originales.
La "vocación" de estas notas es la de pensar si hay
aún algo a "hacer probable" en esas máquinas, y, en caso
contrario, como maquinar otras. Las historias de las fuer,
zas nunca se detienen. "Todo pasa" y ¿"Quien sabe, se-
ñor"? "Pensar es una tirada de dados" (14).
Referencias bibliográficas

1 "Revisión sintética y comentarios acerca de los modelos gru-


pales", G. Baremblitt, Lo grupal 5, Ediciones Búsqueda, Buenos
Aires, octubre de 1987.
2 "Notas estratégicas a respeito de orientado da dinamica de
Grupos en Latinoamérica", G. Baremblitt, Grupos, teoría e técnica,
Ed. Graal-Ibrapsi, Rio de Janeiro, margo 1982.
3 Freud y os límites del individualismo burgués, L. Koszich-
ner, Ed. Siglo X X I , Argentina, 1972. w r R A r
4 Ato psicanalitico e ato político, G. Baremblitt, Ed. bfc.lrKA^,
Belo Horizonte, 1987; también Saber, poder, quehacer y deseo, G.
Baremblitt, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires (próxima publicación).
5 "Desarrollos sobre el grupo - formación", J. C. De Brasi,
Lo grupal 5, Ediciones Búsqueda, Buenos Aires, octubre de 1987;
también "Acerca de los grupos humanos", A. Scherzer, Lo grupal 2,
Ediciones Búsqueda, Buenos Aires, 1985.
También véase: "Sujeto-institución. Una relación imposible ,
A Bauleo, Lo grupal 1, Ediciones Búsqueda, Buenos Aires, 1983;
«Propuestas para un análisis institucional de los grupos' , 0 . Saidon,
Lo grupal 1, Ediciones Búsqueda, Buenos Aires 1983; " L a s condi-
ciones de los grupos de acción", M. Bemard, El analisis institucio-
nal, Ed. Campo Abierto, Madrid, 1977.
Puede consultarse al respecto toda la obra de R. Lourau, K.
Castel, M. Foucalt, G. Deleuze y F. Guattari.
6 El psicoanálisis en el materialismo histórica, M. iort, JMI.
Noé Buenos Aires, 1972; y, para una crítica de esa tesis : Elcon-
cepio de relmld en psicoanálisis, G. Baremblitt, Ed. Socioanalisis,
BUen°7"A^coanalise despois de Freud, J. B. Pontalis, Ed. Vo.es,

Fetr7°El'trabajo psicoanalítico en grupos, D. Anzieu y otros, Ed.

SÍgl°9 I f k S Z T e í inconciente. R. Lourau, Ed. Kairós, Barcelo-

na' ^psychanalyse et politique, S. Leclaire et alt, Ed. Du Seuil,


Pa«]« 1 Qf7 A
íl Vida e leudas de Jacques Lacan, C. Clement, Ed. Moraes,

Sa ° ^ " E n t r e v i s t a a Félix Guattari", La intervención: imaginario


del cambio o cambio de lo imaginario, Ed. Folios, México, 1980.
13 "Grupos e instituciones en la sociedad psiquiátrica atrasa-
da"' G Baremblitt, Rev. Actualidad Psicológica, Buenos Aires, sep-
tiembre 1987; también: Saber, poder, quehacer y deseo, G. Barem-
blitt, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires (próxima publicación).
14 Foueault, G. Deleuze, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1978, pag.
117
' 15 " L a interrogación como método", A. Bauleo, Rev. Clínica y
Análisis Grupal, N<? 2, Madrid, 1977.
DEL PSICOANALISIS A LA PSICOLOGIA SOCIAL:
EL GRUPO ANALISIS OPERATIVO

HERNÁN KESSELMAN
JUAN CAMPOS AVILLAR

£1 método C.D.R. en el análisis


del trípode conceptual de Foulkes y Pichón Riviére 1

Con las siglas C.D.R. denominamos un método grupo


analítico operativo caracterizado por la búsqueda de con-
sonancias/coincidencias/convergencias (C), disonancias/
discrepancias/diferencias (D) y resonancias (R) aplica-
das a un texto y a un contexto dados.
Para provocar resonancias en cada uno de nosotros
en el grupo de experiencia de formación que llamamos
G.A.O. I (Grupo Análisis Operativo primer curso - va-
programa 2 ) que hemos conducido y coordinado comparti-

1 Este artículo fue redactado por Hernán Kesselman a partir


de los diálogos con Juan Campos como parte del relato que ambos
autores efectuaron en la sesión subplenaria (Chair: Fabrizio Na-
politani) del día 25 de agosto de 1986 en el IX Congreso Interna-
cional de Psicoterapia de Grupo, 24/29 de agosto de 1986, en Za-
greb, Yugoslavia. Forma parte del libro Grupo análisis operativo,
Foalkes-Pichón Riviére, un diálogo pendiente, un diálogo para el
cambio y cuyo prólogo fue presentado como anticipo en "Temas de
Psicología Social", año 8, n<? 7, agosto de 1985, ediciones " 5 " , Bue-
nos Aires, Argentina, y por la misma editorial en "Temas grupales
por autores argentinos I junio 1987, Buenos Aires, Argentina.
2 a) Convocatoria para los Cursos de Formación del GAO - 1
(Grupo Análisis Operativo 1) y b) Resumen del trabajo, Zagreb,
-¿5-8-86 (ver Anexo, pág. 77).
damente (y que queremos provocar entre los escuchas y/o
lectores de este trabajo) partimos siempre desde el seña-
lamiento sucinto de las consonancias-coincidencias y de las
disonancias-diferencias fundamentales entre la obra de S
H. Foulkes y la de E. Pichón Riviére.
Es necesario subrayar que en nuestros propios en-
cuentros para aplicar/nos el método C.D.R. hemos llega-
do a comparaciones entre la obra de ambos autores si-
tuadas en tres niveles continuando con la idea de trípode.
Para esta idea se recuerdan los comentarios de Juan Cam-
pos en el prólogo a la versión española de "Psicoterapia
Grupo Analítica: métodos y principios" de S. H. Foulkes
(ed. Gedisa, Barcelona, 1981).
Allí se decía que: " . . .la labor de S. H. Foulkes, su
campo de aplicación y de investigación no se limita, sin
embargo, sólo al grupo pequeño. El círculo que lo sim-
boliza se expande y crece hasta convertirse en una tabla
redonda que descansa siempre sobre un trípode.
Al nivel de la teoría sus tres patas vienen constitui-
das por la teoría reticular social de las neurosis — the
network theory of neurosis—; por la de la matriz grupal,
dinamica de la situación terapéutica —the group matriz—
y, por la de los procesos de entrenamiento, formación y
organización social de los psicoterapeutas. Teoría ésta
que adoptando a este nivel uno de los conceptos, me atre-
vería yo a llamar la de los professional plexus y que se
ocuparía de las maneras como el profesional científico, el
psicoterapeuta, desarrolla su actitud analítica, conceptua-
liza, organiza y justifica su práctica y se convierte en
agente de cambio terapéutico".
Utilizamos este trípode para señalar las convergencias
y diferencias entre Foulkes y Pichón Riviére pero tam-
bién para contextualizar las coincidencias y diferencias
que ellos mismos quisieron marcar con los autores de su
época.
1. Cuando S. H. Foulkes elabora su teoría reticular
de la neurosis, avanza el concepto de plexus y, paralela-
mente, E. Pichón Riviére cuando desarrolla su teoría de
la enfermedad única y la noción de ecología humana gru-
pal (interna y externa) avanza el concepto de vínculo-
sobre el que se organiza toda su teoría.
Así como el de plexus es el nudo central en la red
teórica de Foulkes, el de vínculo es el nudo central en la
red teórica de Pichón.
En este punto del trípode lo que tienen de común
ambos autores es el cuestionamiento a la teoría de las
relaciones objetales de Melanie Klein respecto a la inmo-
vilidad y al determinismo vertical que se repite (desde
la infancia) en las relaciones humanas (posiciones es-
quizo-paranoide y depresiva). Esto se ejemplifica en los
conceptos de distintos plexus o complexus de Foulkes y
los conceptos de divalencia y telé de Pichón.
2. El segundo elemento del trípode que en Foulkes
es el de group dinamic matrix tiene su equivalente en los
conceptos de organizadores internos del grupo operativo
de Pichón (motivación, necesidad y deseo, en relación
con la tarea).
La concepción de transpersonalidad y resonancia de
Foulkes se complementa y permite comprender mejor —a
nuestro entender— las ideas de Pichón sobre horizonta-
lidad y verticalidad y que culriiinan en las nociones de
portavoz y emergente.
Ambos se ponen de acuerdo para designar este com-
plejo fenómeno de conceptos con el nombre de procesos
grupales.
En este segundo punto del trípode es interesante se-
ñalar un punto de coincidencia de ambos autores: los dos,
siendo psiquiatras clínicos y psicoanalistas, hacen una
apertura a la sociología, a la filosofía y a otras discipli-
nas que les permite ir enriqueciendo la visión que, como
psicoanalistas, tienen para construir un ECRO (esquema
conceptual, referencial y operativo) que permita compren-
der y explicar grupalmente el comportamiento humano.
Aunque hay algunas diferencias: Foulkes reconoce la im-
portancia de la teoría del campo —de Kurt Lewin— en
el desarrollo de la investigación activa de la grupo-dina-
mia y la importancia asimismo de los trabajos de W. R.
Bion, pero advierte que no se confundan sus conceptos
como provenientes de estos autores. Respecto de Kurt

7a
Lewin porque Foulkes utiliza, a diferencia de este autor,
el término group dynamics en el sentido de dinámicas
inconcientes de Freud y es para diferenciarse de Lewin
que adopta el término "procesos grupales". También se-
ñala diferencias con Bion: los pequeños "grupos de estu-
dio" de éste y su concepto de grupo-dinamia van también
por otros derroteros puesto que lo que preocupa a Bion
es examinar a la luz "de los modernos desarrollos del
psicoanálisis, asociados con el trabajo de Melanie Klein",
la conceptualización que hace Freud de los grupos huma-
nos. Para ello llevó a cabo sus experiencias con grupos.
Para ello adoptó un método experimental y al parecer
nunca estuvo demasiado convencido de que su técnica
sirviera para conducir grupos terapéuticos. Y es sobre
todo en este último punto, donde radica la diferencia de
Bion con Foulkes, que no intenta traducir Freud al idio-
ma de Melanie Klein y que sí estaba convencido que con
su técnica se podían conducir grupos terapéuticos y de
otros tipos. Foulkes da al "desaprendizaje-reaprendizaje"
(unlearning) y a la comunicación grupal un papel ele-
mental en su teoría, sin embargo no reconoce más influen-
cia pedagógica que la Psicología de la Gestalt de Kurt
Goldstein (The Organism) con quien trabajó en Alema-
nia, neurólogo y psiquiatra que consideraba al sistema
nervioso central como una red (network), un aparato que
siempre funciona como un todo y cuya actividad se en-
tiende cuando se utilizan los principios de "respuestas de
figura y fondo" de la Psicología de la Gestalt. Foulkes
adoptó estas ideas y las del sociólogo de Frankfurt, Nor-
bert Elias, de quien fue amigo y colega durante muchos
años (The civilicing process). En síntesis, como lo se-
ñala Malcom Pines en el prefacio de la versión española
anteriormente citada, "la originalidad de Foulkes radica
en la creativa síntesis de psicoanálisis, psicología de la
Gestalt y sociología como fundamento teórico de su tra-
bajo clínico".
En cambio Pichón reconoce la enorme influencia que
en su pensamiento y para la creación del cono invertido
(figura en la que simboliza Pichón las 6 constantes del
proceso grupal: pertenencia, cooperación, pertinencia,
aprendizaje, comunicación, telé) han tenido diversos au-
tores: Moreno con sus conceptos de telé y escena dra-
mática ; Kurt Lewin y los T-groups; la teoría de la Ges-
talt; G. Mead, psicólogo social norteamericano que insis-
tió en la importancia de la formación de los psicólogos
sociales; Bateson y toda la escuela de Palo Alto, de los
que difiere especialmente, al ser psicoanalista (como
Foulkes) por el manejo grupal de la teoría del inconcien-
te y la transferencia, pero de los que tomó la concepción
de la enfermedad grupal familiar como unidad de pato-
logía, y el paciente identificado como posible agente de
cambio de dicho grupo, la concepción de secreto familiar
v de malentendido básico como cortocircuito en la comu-
nicación, etc.; de Levi Strauss y de la Antropología Cul-
tural, la importancia de analizar las distintas generacio-
nes del grupo familiar para las concepciones de "tiado"
y "abuelato"; de la sociología y la filosofía: Marx, para
la utilización del método dialéctico del pensamiento y del
vínculo; de la pedagogía: Gastón Bachelard, para los
conceptos de desaprendizaje, reaprendizaje y enseñaje
(aprender a pensar, aprender a aprender, aprender a
enseñar) y obstáculos (epistemología y epistemofílico), de
la filosofía sartreana y su integración de los distintos
tiempos grupales, de la literatura, sobre todo de Isidoro
Ducasse (el conde de Liautramont) en sus profundiza-
ciones de "lo siniestro". Todas estas influencias explican
la gran pasión de Pichón por construir una epistemolo-
gía convergente para comprender, explicar y corregir el
comportamiento humano. Quizás esta actitud de aper-
tura es común a ambos autores. Pichón más obsesionado
por la resolución de la tarea en el grupo operativo y Foul-
kes más obsesionado por la democracia en el desarrollo
del grupo grupoanalítico.
3. El último apoyo del trípode: el de professional
plexus, es decir, aquel que se ocupa de las maneras cómo
el profesional científico, el psicoterapeuta, desarrolla su
actitud analítica, conceptualiza, organiza y justifica su
práctica y se convierte en agente de cambio terapéutico,
también presenta coincidencias y diferencias en E. P. Ri-
viére y S. H. Foulkes.
Ninguno de los dos dejó de pertenecer a la Asociación
Psicoanalítica Internacional aunque ambos tuvieron que
llevar adelante sus experimentos en el campo de la psi-
cología grupal y social fuera de las mismas. S. H. Foulkes
en el Northfield y Maudsley de Inglaterra y Carolina de
Estados Unidos y Pichón Riviére en el Hospital Neuropsi-
quiátrico de Buenos Aires y en otras instituciones de
latinoamérica. Ambos crearon sus Institutos privados,
que les permitirán desarrollarse y formar gente: Foulkes
con la Group Analitic Society y Pichón con su Primera
Escuela Privada de Psicología Social.
A pesar de las similitudes en el radio del alumnado
posible, Foulkes se dedica principalmente a la formación
de psicoterapeutas de grupo (grupoanalistas) y Pichón
a la formación de psicólogos sociales preponderantemente.
Lo hasta aquí dicho permite comprender en gran
medida el por qué de los derroteros similares y diferen-
tes de los discípulos de ambos maestros (incluidos noso-
tros, naturalmente) Pichón da lugar en América del Sur
(y Centroamérica) al desarrollo de morenianos, freudiá-
nos, kleinianos, lacanianos, sistémicos, gestaltistas, psi-
codramatistas analíticos, etcétera. No sólo profesionales
de diferentes corrientes de la psicología dinámica, sino
también representantes de disciplinas que abarcan los
más variados campos de la sociedad: educación, trabajo,
ocio, salud, etcétera. Recordamos aquí que Pichón soste-
nía que el grupo es más operativo cuando es más homo-
géneo en la tarea y más heterogéneo en su composición.
En cambio el proyecto de Foulkes fue el de llevar el psi-
coanálisis al interior del grupo, especialmente del grupo
terapéutico, con la concepción grupoanalítica de trabajar
en pequeños y medianos grupos y cierta homogeneidad
en la composición de los grupos y de sus integrantes, sean
éstos pacientes o psicoterapeutas. Su influencia se nota
en toda corriente grupal de inspiración psicoanalítica en
Europa o América del Norte y parte de América del Sur,
en la formación de conductores de grupo en diversos cam-
pos (en especial en terapias de grupo familiar y psico-
terapéutico).
Este método de análisis que llamamos CDR (conso-
nancias, disonancias, resonancias) con el que hemos ana-
lizado el trípode entre Pichón y Foulkes es el mismo que
ha permitido analizar las coincidencias, diferencias y re-
sonancias entre nosotros, los autores de este trabajo.

ANEXO
a) Convocatoria para los Cursos de Formación en Madrid, curso
1985-86.

SOCIEDAD ESPAÑOLA DE GRUPO ANALISIS OPERATIVO


(SEGAO).

La SEGAO ha sido constituida con la finalidad de desarrollar


una teoría y una técnica propias para el trabajo analítico con el
grupo y por el grupo, adecuadas a nuestros días y contextos social
y cultural. Se parte de la integración de los pensamientos de S. H.
Foulkes y E. Pichón Riviére y para su posterior desarrollo se adop-
tan una epistemología y metodología convergentes.
Con el objetivo concreto de formar conductores grupo-analista-
operativos, interesados en superar el "obstáculo epistemológico" con
los que se tropieza en el doble paso que va desde el psicoanálisis a
la psicología social y desde el tratamiento individual al tratamiento
colectivo de la neurosis, para el período 1985-1986 se han organiza-
ndo las actividades siguientes:

A ) Grupo Análisis Operativo I.


B) Workshop Secuenciales Intensivos.

Descripción de los Programas:

A) Grupo Análisis Operativo I


¡Programa de formación y enseñanza-aprendizaje activos a ni-
vel nacional para un grupo de unas veinte personas, consistente en
diez encuentros de seis horas cada uno (tres horas por la mañana
y tres horas por la tarde) en día viernes y a intervalos trisemana-
les a realizar en Madrid.
Estos encuentros se dedicarán a tres tipos de trabajo:
a) Experiencia personal en un grupo-analítico-operativo pe-
queño;
6) Supervisión clínico-grupal;
c) Seminario continuo de teoría convergente.
La continuidad del trabajo entre sesiones queda asegurada por:
d) el trabajo autogestado de estudio que individualmente o en
grupo los participantes desarrollan acerca del curriculum
señalado y
e) por la autosupervisión operativa de los grupos analíticos que
conducen y / o observan.

B) Workshops Secuenciales intensivos en Grupo Análisis Operativo

Programa a nivel nacional de enseñanza-aprendizaje activo y


en bloques para un grupo de unas cuarenta personas, consistente en
tres encuentros periódicos de tres días de duración (viernes, sába-
do y domingo) a desarrollar a intervalos de tres meses.
El curriculum a cubrir, la metodología empleada y objetivos a
alcanzar en estos Workshops son los mismos que para Grupo Aná-
lisis Operativo I, naturalmente con las variaciones que implica una
situación de taller integral que se procurará tenga carácter resi-
dencial.
Este programa que se ofrece a la vez como alternativa y / o co-
mo, complemento al Grupo Análisis Operativo I se anunciará opor-
tunamente.
Notas. — Ambos programas van dirigidos a la formación en
Grupo Análisis Operativo de profesionales cualificados en los cam-
pos del psicoanálisis, el grupoanálisis, las psicoterapias grupales y
de familia y la psicología y la psiquiatría sociales. Uno y otro pro-
grama resultan equivalentes y complementarios tanto en dedicación
y metodología como en contenidos.
Son de especial interés para profesionales que trabajan ana-
líticamente con grupos pequeños y/o que se ven empeñadas en el
lanzamiento y desarrollo de programas de formación en trabaja
grupal dentro de los campos de la salud mental, del bienestar so-
cial y del funcionamiento institucional dentro de la comunidad.
En la composición de grupos y con el fin de asegurar las mul-
tidisciplinaridad mínima y complementaridad máxima de puntos de
vistas que se precisan para el desarrollo del programa, se tendrán
en cuenta no solo la formación y experiencia previas de los parti-
cipantes sino también la disciplina de origen y el lugar y tipo de
trabajo al que se dedican.

Requisitos para ta admisión en los programas:

Formación y experiencia analítica y en conducción grupalj


Enviar curriculum y motivación personal.
Rellenar formulario adjunto.
Entrevistas personales y grupales.
GRUPO A N A L I S I S OPERATIVO I:

Horario de las Jornadas:

9.00-10.30: Reunión Staff; 10.30-12: * Grupos Experiencia;


12.S0-H: ** Seminario Didáctico; 14.00-16: Almuerzo, Reunión
Staff; 16-17.30: * Grupos Experiencia; 17¿5-19.15: Supervisión
Clínica; 19.15-20.15: Reunión Staff.

* Un grupo conducido por J. Campos y otro por H. Kesselman.


** Durante el curso los participantes deberán presentar tra-
bajos individuales y/o grupales.

Calendario de Jornadas del cur-so 1985/1986, Madrid

l?*: 15 de noviembre; 2?: 20 de diciembre; 3®: 10 de enero;

4^: 31 de enero; 5?: 21 de febrero; 6^: 14 de marzo; 79; 11 de


4?: 31 de enero; 5?: 21 de febrero; 6^: 14 de marzo; 7^: 11 de

abril; 8^: 9 d e mayo; 9^: 6 de junio; lo?1: 27 de junio.

ACREDITACION:

Para la expedición del Certificado de la SEGAO, de haber


completado con éxito Grupo Análisis Operativo, se exige una asis-
tencia mínima del 70 r/r y haber completado los trabajos periódicos
y finales que requiere el programa.

b) Resumen del trabajo. Zagreb, 25-8-86.

DESDE EL PSICOANALISIS A LA PSICOLOGIA SOCIAL:


GRUPO-ANALISIS-OPERATIVO

Se revisa el modelo tradicional de organización profesional de--


dicada a impulsar el desarrollo teórico y práctico del psicoanálisis.
A la uz de los conceptos avanzados por dos psicoanalistas, pioneros
en grupo-análisis, S. H. Foulkes y E. Pichón-Riviére y habidas en
cuenta las presentes condiciones de rápido cambio en el contexto
social, se ofrece como alternativa un modelo de organización radi-
calmente grupal.
Esta aproximación ha surgido de una interacción entre ambos
autores que se inicia desde su colaboración en el libro Psicología
dinámica grupal (Edit. Fundamentos, 1980) ; se desarrolla bajo el
estímulo del VIII Congreso Internacional de Psicoterapia de Grupo
(Copenhagen), cristaliza con la fundación en España del Grupo
•Convergencia Analítica Int. y se concreta como experimento grupal
de investigación operativa destinado a la producción de una teoría
y una praxis grupales y analíticas que se denominan como Grupo
Análisis Operativo.
Dicho experimento tiene a nuestro entender su valor significa-
tivo en el intento de ir más allá de las consonancias y disonancias
de la obra de los mencionados pioneros a partir de las resonancias
inspiradas per un contexto de estudio grupal (Método C.D.R.). Es-
ta temática sirve de trampolín para realizar una experiencia con
conductores grupales cualificados para enseñar a aprender y apren-
der a enseñar los elementos teóricos que nacen de la reflexión por
•el grupo de prácticas grupales compartidas y comparativas.
Se considera que la creación de teoría grupal a través de prác-
ticas compartidas por el grupo constituye una verdadera ruptura
de las ataduras que hasta ahora han impedido el progreso de for-
mulaciones teóricas y prácticas grupales que sirvan para trabajar
igualmente con una sola persona o con muchas personas. ¿Era po-
sibe acaso desarrollar una teoría grupal analítica que no fuera des-
de, con y por el grupo? En este sentido, los autores se consideran
meros portavoces emergentes de nuestro actual experimento grupal.
Nota. — Los autores co-conducirán eo-operativamente los gru-
pos que ofrecen en el Instituto presente al Congreso según la me-
todología de Grupo Análisis Operativo que aquí se expone, a tal fin
.se les facilitarán de antemano los textos pertinentes.
CONTRATRANSFERENCIA Y GRUPOS

NICOLÁS CAPARROS

Aunque los primeros estudios sobre la contratrans-


ferencia se hicieron ya hace bastantes años, las primeras
menciones estructuradas se remontan a 1910; después el
tema ha ido suscitando c r e c i e n t e atención hasta llegar a
la psicoterapia de grupo, pero son escasos aún los traba-
jos sistemáticos.
A medida que la psicoterapia de grupo entra en su
mayoría de edad, es decir, cuando la atención recae en el
estudio del nivel psicológico del proceso grupal, la con-
tratransferencia aparece como un hecho insoslayable.
Cada vez va siendo más posible hablar de un proce-
so grupal terapéutico con corpus propio y queda ya lejos
aquel empleo del grupo para casos de emergencia o para
situaciones puntuales. Consecuentemente, la misma im-
plantación de lo grupal conduce a la necesidad de una
teoría y una técnica propia que deben ser extraídas de
las reflexiones sobre el grupo y de experiencias con el
grupo, en el grupo y por el grupo.
La terapia individual —psicoanálisis incluido— en-
tendida como un instrumento psicológico para la cura ha
tenido que diseñar un espacio entre lo biológico y lo so-
cial. El análisis grupal debe hacer lo propio disenando
un campo de aplicación en el que el grupo llamado tera-
péutico sea el instrumento apropiado para el análisis de
los respectivos grupos-internos de los integrantes y el
enclave individuo-sociedad.
Existen, como todos sabemos, muchos obstáculos pa-
ra una correcta teorización sobre los grupos terapéuti-
cos. En primer lugar, éstos tienen que estar definidos
por parámetros de psicología profunda. Un grupo que
pueda ser objeto de la psicología, a mi entender, debe
ser aprehensible como totalidad por el sujeto, ser capaz
de exteriorizar, contener y analizar los grupos internos
de sus componentes, debe sentir como significativas las
presencias o ausencias de los mismos y ha de ser afec-
tado por la fusión, la separación, la individuación y la
exclusión. Todos ellos, conflictos básicos en el desarrollo
del sujeto.
Lo que acabo de señalar implica que un grupo de es-
tas características ha de tener una dimensión determina-
da : entre cinco y diez integrantes y un tipo de tarea: el
análisis de los grupos internos en el continente plástico
del grupo terapéutico real. El grupo terapéutico no es ni
la extensión del individuo ni un simple microcosmos so-
cial. Resulta sugestiva la comparación que se hace a me-
nudo entre grupo familiar y grupo terapéutico, a modo
de aproximación intuitiva a este último. No es del todo
exacta. Mas cabría apuntar a los puentes de unión que
vinculan grupo interno con grupo familiar, ambos se pon-
drán en juego en el grupo terapéutico.
El grupo terapéutico depara una complejidad mayor
que el encuentro individual.
A las ya de por sí complicadas relaciones entre iden-
tidad y grupo interno, organismo grupal, viene a sumár-
sele ahora el grupo real. Este nuevo aspecto moviliza
de manera peculiar la primera relación:
¿Quén soy y cómo soy visto por el grupo? ¿Cómo
me vinculo con éste, reactualizando mi grupo interno y
transformándolo en el curso del análisis grupal?
En estos dos planos se ponen en juego los mecanis-
mos arcaicos de defensa: proyección, introyección, iden-
tificación proyectiva, escisión y denegación. Los inte-
grantes del grupo obran a la manera de objetos interme-
diarios —esta vez humanos— entre el equipo terapéuti-
co y los pacientes. La actuación del terapeuta sufre un
descentramiento.
La atmósfera grupal envuelve también a los terapeu-
tas: de forma específica, no superponible al encuentro
individual. La formación del terapeuta de grupo —sobre
la que se ha insistido menos que sobre la formación del
analista— tiene ciertas peculiaridades concretas de las
que es preciso ocuparse.
Aún es corriente que el terapeuta, entrenado en la
cura tipo, maneje la transferencia-contratransferencia en
el grupo del mismo modo que en aquella. Quizá en mo-
mentos puntuales y cuando se aborden estratos muy pro-
fundos, ambas puedan asimilarse, pero esa posibilidad
es episódica. Si comenzamos por los aspectos más obvios,
en la terapia individual la escena queda integrada por
dos personas; en la terapia de grupo y más específica-
mente en la que nosotros practicamos, un colectivo de
pacientes es analizado por un equipo terapéutico de 2 o
3 personas. .
Aparecen al menos estos distintos niveles de pre-
sencias :
1. La estructura grupal, no como a priori sino como
resultante del proceso terapéutico que a su vez tiene una
vertiente sincrónica y otra diacrónica. (Antes obra el ima-
ginario grupal). , .
2. La relación grupo-equipo terapéutico.
3. Las relaciones entre los pacientes posibilitadas
por la estructura del grupo.
4. Las relaciones focales pacientes-terapeutas.
5. El nivel de vínculos en el equipo terapéutico y
sus fantasmas.
6. Las diversas elaboraciones intrapsiquicas.
7. El nivel fantasmático de los que están afuera.
En esta precisa atmósfera, tiene lugar el binomio
transferencia-contratransferencia. .
Pretendemos, aun cuando se trate de un par indivi-
sible, señalar únicamente aspectos de la última.
¿Qué podemos entender por contratransferencia i
Quizá habría que denotarla, en primer lugar, como su-
ceso inevitable, la cuestión estriba entonces en recono-
cerla a instrumentarla.
Queremos subrayar también, que no pensamos que la
contratransferencia sea únicamente un proceso reactivo
ante la transferencia del paciente, sino que tiene, so-
bre todo, facetas activas. Vista así, la contratransfe-
rencia es la transferencia del analista. Cabe esperar en
este caso que el terapeuta haya tenido en su formación
acceso a las raíces inconcientes de la misma y que pueda
controlarla operativamente, aunque en ninguna circuns-
tancia eliminarla. Paula Heimann (1950) dijo que un
correcto análisis de la contratransferencia puede ser una
prueba clínica que permita desvelar las intenciones in-
concientes del paciente. La propia existencia del equipo
terapéutico posibilitaría una mejor elaboración de ésta.
Como es lógico, Freud se ocupa manifiestamente de
la contratransferencia unos años después de haber se-
ñalado la presencia de la transferencia. Ello ocurre a
medida que la cura entra en una verdadera dimensión
psicológica, prescindiendo así de los inevitables ropajes
médicos del comienzo. Acudamos a la correspondencia.
" . . . Así se le endurece a uno la piel, cosa necesaria,
se domina la contratransferencia en la que queda uno
cada vez implicado y se aprende a desplazar las propias
emociones y a situarlas convenientemente" (carta a Jung
del 7-6-1909).
Ya entonces Freud apunta el carácter inevitable de
la contratransferencia y así como considera que la trans-
ferencia es ante todo un desplazamiento que el paciente
hace sobre el terapeuta, propone mutatis mutandi, que el
terapeuta haga lo propio con los problemas contratrans-
ferenciales que se suscitan en la sesión.
La carta está escrita en la atmósfera de la crisis de
Jung con Sabina Spielrein, lugar idóneo para estudiar los
efectos de una contratransferencia no controlada.
Un año más tarde, la comprensión del proceso con-
tratransferencial ha avanzado y no precisa de campos
tan obvios para que merezca atención:
" . . . Y a no siento necesidad alguna de poner comple-
tamente al desnudo mi personalidad y he comprendido
también perfectamente cuál es el hecho traumático en
que se origina esta actitud" (Carta a Ferenczi del 6-10-
1910).
Freud se está refiriendo a ciertas características de
su propia contratransferencia, descubiertas tras el análi-
sis de su relación con Fliess. Aborda los aspectos reac-
tivos de la contratransferencia. Sus experiencias preana-
líticas le movieron en su día a no creer mas en su neu-
rótica" también entonces los pacientes se desnudaban con
relativa facilidad y aquel desnudo que tantos entusias-
mos provocaba en los comienzos, resulto mas tarde en-
g a n 0 p°or
estas mismas fechas se ocupa problema en
el trabajo "Perspectivas futuras del Psicoanálisis (1910).
Ahora se refiere a la técnica:
"Otras innovaciones de la técnica se relacionan con
el propio médico. Nos hemos hecho concientes de la con-
tratransferencia que se despierta en él como resultado
de la influencia del paciente sobre sus sentimientos in-
concientes y estamos casi inclinados a insistir que debe
reconocerla y superarla... ningún analista llega mas le-
los que lo que sus propios complejos y resistencias in-
ternas le permiten; consecuentemente requerimos que em-
piece su actividad con un autoanálisis y que lo prolun-
dice de continuo mientras hace observaciones con sus pa-
cientes" (Ibíd. tomo XI, S.E., págs. 144-45) .
Este párrafo sitúa de forma inequívoca la importan-
cia de la contratransferencia: ningún analista llega mas
lejos que lo que su contratransferencia le permite y le
posibüita a la vez a modo de regresión instrumenta . No
me siento tentado a considerar a la contratransferencia
como sólo un obstáculo sino también como la condicion
complementaria de la transferencia para que pueda te-
ner lugar un análisis. Tiempo después se llego a estable-
cer que las líneas maestras de la contratransferencia de-
ben ser trabajadas en la propia cura del terapeuta y en
las supervisiones, pero esto no impide que la primera ob-
servadóii de F r e J a propósito del autoanálisis^quede par
eso invalidada. Aunque el autoanálisis no significa obli-
gatoriamente una cavilación solitaria, a veces y sobre to-
do es una autogestión colectiva.
jung sigue siendo en esta época, que no ha visto sur-
gir aún los escritos metapsicológicos ni los artículos so-
bre técnica, uno de los principales confidentes sobre el
tema:
". . .Es que yo, el honorable y anciano maestro, pue-
do advertir que por lo regular uno se equivoca con esta
técnica, que mas bien se ha de permanecer impenetrable
y con una actitud receptiva. El trabajo sobre la 'contra-
transferencia' que me parece necesario, no se debería im-
primir de todos modos, sino que ha de circular entre
nosotros en copas" (carta a Jung del 31-11-1911).
En este momento Freud está gestando un trabajo
técnico: "Dinámica de la transferencia", que, curiosamen-
te se cita como "contratransferencia", muestra induda-
ble de la atención primordial que concede a este factor
específico. Es un tema que es preciso trabajar, pero ha
* de ser tratado con cautela, casi en secreto.
Dos años después, las reflexiones pueden ser trans-
mitidas más claramente:
" . . . Lo que se le da al paciente no debe ser nunca
afecto inmediato, sino afecto prometido y esto más o me-
nos según las necesidades del momento. En ciertas cir-
cunstancias se puede acordar mucho, pero nunca sacado
del propio inconciente, esta será para mí la fórmula. Es
preciso pues, y en cada ocasión, reconocer la contratrans-
ferencia y superarla, esto no quiere decir que se sea libre.
Dar a alguno demasiado poco porque se le quiere dema-
siado es una injusticia contra el paciente y una falta de
técnica. Todo esto no es fácil y puede ser necesario ser
más mayor para ello". (Carta a Binswanfer del 20-2-
1913).
Por aquel entonces Binswanfer contaba con 32 años
mientras que Freud alcanzaba los 57. La edad permite
lograr la perspectiva. Tal vez llega a esta conclusión
con la experiencia de muchos casos y por poder profun-
dizar en el autoanálisis tras el estímulo inquietante del
análisis de los pacientes.
Freud impele a no rehuir los riesgos de la contra-
transferencia y avisa ante una patética neutralidad. No
se es "libre", tampoco "víctima" de la contratransferen-
cia, pero podemos neutralizarla.
Existen personas que han simplificado la terapia re-
«luciéndola nada más y nada menos que a un acto de
amor, también se cuentan por multitud los analistas que
consideran la neutralidad como el máximo logro, la acti-
tud excelsa por parte del analista. Los unos son inge-
nuos, los otros pretenciosos y todos utópicos.
Reconocer y superar la contratransferencia. . . Ya
estamos viendo en qué consiste reconocerla, pero, ¿qué
quiere decir superarla?
Si reflexionamos sobre los destinos de la pulsión: sa-
tisfacción, represión, sublimación e inhibición en cuanto
al fin, tendríamos que pensar que en el desiderátum poco
habría de ser reprimido, en la medida que esto sea posi-
ble, pero a la vez he aquí la primera y fundamental pa-
radoja, por otra parte, es demasiado "inconciente", aun-
que sea socialmente presentable. Y si es inconciente ame-
naza en cualquier momento con tornarse ingobernable.
El manejo de la contratransferencia tiene mucho que
ver con la tolerancia a la frustración y por lo tanto con
la inhibición en cuanto al fin. (Narcisismo del terapeuta).
Indudablemente hay un pozo amargo en cuanto digo,
porque incluso la cura bien hecha trae consigo la renun-
cia a ese paciente que nos afirmó como terapeutas y
que una vez finalizada la relación nos obliga a empezar
siempre de nuevo, o c a s i . . . siempre. Queda ese pequeño
resto de perversión que permite la fantasía de continuar
hasta saciar el deseo.
La contratransferencia lleva el germen de poder pro-
fundizar en el análisis y en ese mismo transcurso de ne-
gar a la vez el camino necesario. Superarla significa re-
nuncia, reconocimiento y remite a la inhibición en cuanto
-al fin.
Freud prosigue en espirales cada vez más abstractas
y al mismo tiempo más comprometidas. Ahora se dirige
a, su propia familia, a la hija que intentó analizar:
" . . . Transferencia es una expresión técnica que sig-
nifica la transferencia de los sentimientos latentes (amis-
tosos u hostiles) del paciente hacia el médico". (A Anna
Freud del 1-8-1915).
Puede deducirse fácilmente, cuál puede ser la para-
lela definición de la contratransferencia. Sin embargo, es
preciso resaltar que Freud minimiza desde su omnipo-
tencia la contratransferencia silvestre, inmanejable, que
en una empresa tal como analizar a la propia hija, puede
surgir. Sólo quien la sufrió de tal modo, puede al fin y a
la postre ser conciente de su importancia.
La transferencia y la contratransferencia son los re-
presentantes sensibles de sentimientos escondidos. Esta
faceta queda clara en una carta a Pfister de 22-10-1927:
" . . . Por este caso no debe concluirse que se necesita
una síntesis después del análisis mas bien se requiere un
análisis profundo de la situación de transferencia. Lo
que quede después de la transferencia, puede, mas bien
debe, tener el carácter de una relación humana cordial".
El análisis de la transferencia es inseparable del con-
siguiente análisis de la contratransferencia. La síntesis
apresurada corta ese proceso, sin el cual ningún análisis
es posible. La cordialidad a la que Freud alude es la
consecuencia de la recuperación respectiva de las indivi-
dualidades de los sujetos terapeuta y paciente.
La transferencia y la contratransferencia elaboradas
remiten a la realidad, posibilitan el desplazamiento del
campo de lo imaginario a lo simbólico y por ende dotan
de fronteras y de límites ahora instituidos desde la nueva
perspectiva de lo conciente, a las relaciones y objetos ar-
caicos que de otro modo fluyen y se desarrollan sin tasa.
El final de la cura implica una amputación de la omni-
potencia temporal lograda en la relación terapéutica:
" . . .Si el enfermo hubiera preguntado: ¿cómo sabes
que me han sido perdonados mis pecados?' la respuesta
sólo podría haber sido: 'Yo, el hijo de Dios, te los per-
dono'. Por tanto se trata de una invitación a una trans-
ferencia sin límites". (A Pfister del 25-11-1928).
Descubrimos también que la transferencia, una vez
firmemente establecida tiene que ver con la fusión, con
la ausencia de límites. Es una tentación, parafraseando
al Génesis, de comer del Arbol de la Sabiduría. No es
en vano que esta carta está escrita por un judío a un
gentil, quien a su vez es pastor. En la correspondencia
entre estos dos hombres, la religión flota como un terce-
ro incluido. El movimiento transferencial del paciente
no es sólo la reviviscencia del viejo ritual ahora despla-
zado a la figura del analista, también, en la medida en
que se presenta como un proceso potencialmente correc-
tor, tiende a la fusión con él, es decir, al cumplimiento
del'deseo, que al mismo tiempo es empezar de nuevo. Ser
la "madre analítica" es algo así como cumplir en la fan-
tasía de aquella vieja admonición: "Y seréis como dioses".
Ahí no se necesitan palabras.
La depositación transferencial puede ser masiva y
vivirla desde la contratransferencia, equivale a transitar
desde el pánico a la invasión, la omnipotencia de la fusión
en el éxtasis, o el deber ser apresurado de una actitud
formal, es la psicología de la vida cotidiana de un ana-
lista.
Es posible pensar que la mayoría de los procesos
analíticos que atañen a lo profundo, comienzan tras un
breve devaneo por un momento maternal de la terapia
en el que el paciente deposita masivamente, transgrede es-
pacios, y vive plenamente un espacio de lo imaginario,
más tarde la función parental aparece y con ella las ins-
cripciones simbólicas.
El establecimiento de la transferencia y de la consi-
guiente contratransferencia pertenece al estadio mater-
no, el análisis de las mismas a la función parental.
En los últimos años de la vida de Freud encontra-
mos cada vez aplicaciones más amplias a estos dos fenó-
menos, que si bien muestran sus efectos más explícitos
en el momento terapéutico están presentes también en
otros lugares:
Con la molestia de ser escudriñado por su biografo
S. Zweig escribe estas líneas:
". . . N o soy ciertamente la persona más interesante
aunque sí la única viva y quizá deba a esto el calor de su
afecto, pues con el biógrafo como con el psicoanalista
surgen fenómenos que pueden ser englobados bajo el tí-
tulo de transferencia". (A S. Zweig del 18-5-1936).
La primera historia del binomio transferencia-con-
tratransferencia se edifica con el psicoanálisis mismo, a
través de una serie de dificultades, hallazgos y errores.
En lo que atañe al grupo, mucho más joven en su
decurso terapéutico, caben hacer consideraciones similares.
Intentémonos centrar ahora en aquellas peculiarida-
des específicas que la terapia de grupo permite observar
con mayor facilidad en lo que concierne a la contratrans-
ferencia.
No me resisto a plantear de entrada la siguiente
cuestión:
¿Qué impele a un terapeuta a trabajar con grupos?
Esta pregunta, por demasiado obvia, ha sido frecuente-
mente soslayada.
La terapia individual procede de sucesivas modifica-
ciones del acto médico y sean cuales fueren éstas, las raí-
ces más profundas remiten a aquel. Pero, ¿qué decir de
la terabia de grupo? Quizá como primera ocurrencia ca-
bría decir que todo terapeuta de grupo "cree" que el Gru-
po de pacientes y El, ambos con mayúsculas, poseen un
efecto transformador. No deliran, ciertamente, aquellos
terapeutas que invocan en sus interpretaciones al grupo.
Cuando un desplazamiento superficial de la teoría analí-
tica llevó a pensar en el grupo como madre y en el tera-
peuta como padre, aquella aunque fuese inexacto, mos-
traba de parte del terapeuta ciertas cosas elocuentes. Por
ejemplo dos grandes entidades: él mismo y el grupo y
en medio los pacientes.
Parafraseando a Freud, el grupo de un lado y el te-
rapeuta de otro invitan a una transferencia sin límites.
¿No será uno de los rasgos distintivos del terapeuta
de grupos una cierta dosis de omnipotencia?
El, el terapeuta y su interlocutor especular la madre
grupo. Esta omnipotencia puede adoptar la forma de
autoritarismo en el que la palabra no es la inscripción
del símbolo y de la ley, a encontrar por los pacientes en
su proceso terapéutico, sino un apriori. La segunda for-
ma, de características bien diferentes, es la eliminación
por medio de un empleo masivo de los afectos de los
límites entre terapeutas y el grupo de pacientes, se pro-
duce así una propuesta para una transferencia materna
ilimitada cuyo resultado práctico es la regresión grupal
sin resolución.
Una caracteropatía típica del terapeuta de grupo es
una cierta dosis de omnipotencia, quizá sólo así se puede
aceptar el reto que representa la sobrecogedora tarea de
analizar por el grupo. En esta omnipotencia reside a la
vez su fuerza y su debilidad lo cual nos arroja de lleno
en el terreno de las cualidades brutas del psicoterapeuta
y en especial, en este caso, del psicoterapeuta de grupos.
En el caso que estamos abordando ahora, hacemos la
sugerencia de que existen ciertas condiciones que tenden-
cialmente abundan de partida y que suelen formar parte
del bagaje inicial del psicoterapeuta dé grupo. Hemos
.simplificado el problema dándole un rótulo: la omnipo-
tencia. Permítanme que durante un trecho intente justi-
ficar sin demasiado rigor esta propuesta de partida.
Pretendo referirme a lo siguiente: tanto si analiza-
mos los inicios históricos del grupo como aquel trayecto
en el cual ya se encuentra impregnado de teorías y con-
notaciones psicoanalíticas, el hecho de que un individuo
o un pequeño grupo de individuos se dirija con ambi-
ciones de control, ordenación, redistribución, saber, o se
•ofrezca como lugar de acomodo, parapeto, orientación,
descanso, etc., a un grupo que se presenta o se diseña
•en el lugar de la necesidad, la demanda o el deseo, im-
plica y eso parece obvio, una cierta "vocación", dígase
inclinación, impelida por una determinada personalidad
de base. A esa tendencia quiero llamarle omnipotencia.
Y omnipotencia sin ablandamientos. Sucede después, que
como todo rasgo del carácter o como con cada tendencia
de la conducta, esta omnipotencia tiene su faceta instru-
mental y por lo tanto fomentable y al mismo tiempo, su
lado oculto incluso a los ojos del propio sujeto, lo que
Freud habría llamado latente y que justamente se ejerce
y se actúa en el sentido antiinstrumental del término en
la contratransferencia. No quiere esto decir que lo con-
tratransferencial sea negativo per se. Lo único peligroso
y por lo tanto potencialmente negativo de este proceso,
es la inadvertencia del mismo. (Véase Kesselman y Pav-
lovsky).
Poder "estar ahí", es la condición sine qua non. Qui-
zá si Freud no hubiese sido en boca de su madre, "mi
cdorado Sigi", y sin el seguro de partida que ello repre-
senta, habría sido imposible emprender la tarea de cons-
trucción del psicoanálisis, tal vez se habría quedado en
una de esas tantas ideas, lúcidas en su concepción, pero
carentes de la energía necesaria para ser llevadas a cabo,
con su inevitable cortejo de errores y frustraciones in-
cluido. Tal vez entonces, sea necesaria una cierta dosis
de omnipotencia para acceder al "estar ahí" grupal.. .
Ese mismo punto de partida tal vez también sea la con-
dición primera para que el grupo pueda depositar su
transferencia. Lo que acabo de afirmar no es gratuito,
si la transferencia es el lugar privilegiado de lo imagina-
rio, para que este imaginario se desarrolle y cobre la
importancia analítica que precisa, es necesaria una cierta
pantalla proyectiva, un espejo, que posibilite este primer
intercambio. La depositación y la facilitación de lo ima-
ginario necesita de un cierto apoyo omnipotente del lado,
de los terapeutas. Si como venimos sosteniendo, el grupo
es un lugar privilegiado de depositaciones orales, y si a
la vez los momentos interpretativos implican una fun-
ción paterna, el reto para la omnipotencia es doble.
A mi juicio, las correcciones contratransferenciales
para la presunta omnipotencia del terapeuta se dan con
la misma presencia del equipo terapéutico (intertransfe-
rencias). Es el otro con una función similar quien con
su sola presencia —y a veces con su actividad correc-
tora— limita y conduce el riesgo de la omnipotencia.
Las lecturas contratransferenciales complementarias
son las que posibilitan una mayor riqueza en el trabajo
terapéutico grupal. En su momento definimos tres ver-
tientes contratransferenciales fundamentales a las que de-
nominamos respectivamente: Consonancia,, Resonancia y
Disonancia.
La primera de ellas se entiende como aquella si-
tuación grupal o discurso del paciente concreto que nos
despierta afectos y representaciones, tanto verbales como
de cosa, que podemos reconocer. En este caso percibimos
el afecto y simultáneamente lo referimos a situaciones o a
elaboraciones internas que nos pertenecen.
La resonancia es aquella situación contratransferen-
cial en la que el terapeuta experimenta un determinado
afecto siéndole imposible a la vez asociarlo a una fuente
interna concreta. El terapeuta se encuentra en un mo-
mento de riesgo en el que tiende a fusionarse con el pa-
ciente o a rechazarle; en ambos casos el objeto paciente
y / o el objeto grupo funciona en un vínculo omnipotente.
Finalmente la contratransferencia disonante sería el
reflejo de la perplejidad y el bloqueo del terapeuta, la
falta de afectos proviene de un sentimiento de extrañeza
que ante la situación grupal en la mayoría de los casos pro-
cede de la puesta en marcha de la denegación y escisión
que suspenden el vínculo con el objeto.
El equipo terapéutico bien diseñado es aquel que di-
versifique los inevitables puntos ciegos de los terapeutas
que lo integran. En cada uno de los casos anteriores el
riesgo de que todo el equipo terapéutico entre en reso-
nancia o disonancia, queda minimizado.
Un aspecto que ha recibido hasta ahora escasa aten-
ción comprende las valencias transferenciales en el inte-
rior del equipo terapéutico: sus vínculos y sus fantasmas.
Denominamos a este concepto intertransferencia. No
cabe duda que se trata de un nivel absolutamente priva-
tivo de la psicoterapia de grupo y que actúa conjunta-
mente con los anteriores.
La función humana en un colectivo es un logro com-
plejo que en su estructura difiere de las de otros actos
sociales en la escala animal. La circunstancia de que las
crías humanas precisen de un largo período de dependen-
cia, desemboca en la necesidad biológica de compartir.
Obviamente en los horizontes del desarrollo, únicamente
el adulto, en este caso la madre, es quien comparte, pro-
longando así la ilusión de fusión por parte del neonato.
Pero más tarde, modificado por el intrincado juego de
la proyección-introyección, pensamos nosotros que la for-
ma primigenia de compartir de la madre se perpetúa su-
blimada en el niño-adolescente-adulto. El estudio de esta
cadena, que progresivamente se aleja de lo oral, tiene un
lugar apasionante en el grupo. Compartir ahora es una
nutrición recíproca en el nivel psicológico de integración,
alejada ya de los niveles de la necesidad. Implica las con-
cesiones posibles de dos seres definitivamente alejados de
su matriz biológica, en tanto que ya son humanos, y a la
vez resignados a conseguir equivalentes del deseo. Que yo
sepa, Lacan nunca señaló que una de las formas de "alcan-
zar" la meta del deseo es identificarse con él. Cuando se
comparte sucede un entrecruce de omnipotencias, una
vuelta a la diada originaria que fue a su vez el exponente
de la plenitud "psicológica" más ancestral.
El sector grupal de pacientes ha de aprender a com-
partir, para lo cual el sector grupal formado por el equi-
po terapéutico debe analizar su intertransferencia.
La intertransferencia "bien lograda" debería compo-
nerse de partes dispares-, esto quiere decir que sujetos
bien diferenciados, con identidad precisa, aspiren a com-
partir. En cierto modo, cabría acudir al mito platónico
de los seres que incompletos se buscan, pero añadiendo
que en el inacabamiento de cada uno debería haber tam-
bién consistencia, es decir conciencia de una identidad
que recibe y otorga y que es simultáneamente agente ac-
tivo y pasivo.
Existen principios absolutos que fundan esta inter-
transferencia :
La biografía, lugar específico en donde se modulan,
irrepetiblemente, experiencias universales. El espacio por
excelencia de la singularidad.
La experiencia. El entrecruce de experiencias es un
intento relativamente absurdo de transvasar biografías.
En el intercambio de experiencias cada sujeto se recono-
ce en el otro mediante la información, en la diferencia
de poderes que dicha información otorga y finalmente se
singulariza por la manera de internalizar aquella.
La intertransferencia es también un suceso inevita-
ble. Con las líneas anteriores he querido subrayar los
lugares decisivos en los que ésta se modula. En la co-
rriente de inconcientes, regida siempre por los latentes
grupales, la intertransferencia es el límite y posibilidad
de expresión para los pacientes. Al igual que en las se-
siones individuales, un equipo terapéutico es incapaz de
seguir más allá de las fronteras de comprensión que mar-
can su intertransferencia. En este sentido, conviene de-
cir también que la intertransferencia, recubre las contra-
transferencias individuales de cada terapeuta.
Quiero dejar como final dos reflexiones abiertas:
Cuando formamos los equipos terapéuticos, ¿somos
concientes que cada uno marca un límite y una posibi-
lidad? ¿Sabemos también que en modo alguno somos
pantallas proyectivas sino que, por el contrario, nos ins-
tituimos en agentes de cambio ?
Termino con una reflexión pragmática:
Un. equipo terapéutico debería centrar sus ambicio-
nes no tanto en su omnipotencia como en el análisis de-
tallado de sus posibilidades y carencias.
INCIDENCIAS
x-'
CRITICA Y TRANSFORMACION
DE LOS FETICHES *

JUAN CARLOS D E BRASI

"Menard —recuerdo— declaraba que censurar


y alabar son operaciones sentimentales que
nada tienen que ver con la crítica."
J. L. Borges

"Como por todos lados ve caminos, está siem-


pre en la encrucijada. En ningún momento
es capaz de vislumbrar lo que se avecina. Ha-
ce ruinas lo . existente, y 110 por las ruinas
mismas, sino por el camino que pasará en
medio de ellas."
Walter Benjamín

"Pero creo que el hecho de que esto sea po-


sible nos restituye la idea de una capacidad
mucho más obliterada de lo que se piensa en
el medio en qué participamos. Se llama, sim-
plemente, posibilidad crítica."
Jacques Lacan

Introducción
I —

¿Por qué un trabajo sobre crítica en un volumen que


aborda la problemática grupal? Tratemos de responder
a este interrogante planteando algunas cuestiones.

* Este artículo es la revisión y ampliación de uno aparecido


en 1983.
En principio, diría, porque no puede confundirse
(aunque hasta ahora se lo ha hecho sin reparos) lo gru-
pal con los grupos concretos y lo que allí pueda experi-
mentarse. Pasa por ellos, sin agotarse en los mismos. Se
producen grupos e instituciones como programas televi-
sivos o automóviles. Pero a diferencia de estos últimos
los grupos y las instituciones tienden a considerarse como
existiendo naturalmente. Por lo tanto es necesaria una
tarea crítica que discrimine y señale a ambos fenómenos
como producciones histórica y subjetivamente acotadas,
lo cual incluye a los mismos aparatos críticos usados en
cada momento.
Sin embargo antes de cualquier operación específica,
limitada a un campo de experiencia, es preciso señalar
las condiciones generales de aparición de la crítica, los
casos donde el concepto mordió con mayor fuerza, algu-
nas puntuaciones tentativas que permiten trazar un re-
corrido a transitar y unas glosas obligadas, ya que en
ellas trastabillan las certezas de la conciencia. Sobre esos
aspectos inaugurales de la modernidad y sus resonancias,
tratará el artículo. El intento es brindar sólo algunos
disparadores de la reflexión. Otros "estimulantes" queda-
rán para el futuro
En segundo término porque la crítica (fuera de ejer-
cicios banales que toman sus rictus más deplorables) es
uno de los tantos "desaparecidos" de nuestra cultura. Y
no es cuestión de "darla por muerta", sino de reponerle

1 Uno fundamental consistiría en agregar una nueva perspec-

tiva, a las tantas ya realizadas (K. Axelos, T. Perlini, M. Jay y


otros) sobre la Teoría crítica, sus enunciaciones, descubrimientos,
investigaciones, tal como los formuló la "Escuela de Frankfurt"
(T. Adorno, M. Horkheimer, B. Bettelheim, H. Marcuse, F. Neu-
mann, K. Wittfogel, etc.). Y también habría que estudiar las for-
mas en que la impulsan sus principales continuadores (J. Haber-
mas, A. Schmidt). Además, la escuela mencionada debería despertar
una saludable curiosidad entre nosotros, puesto que fue lanzada
inicialmente y sostenida durante mucho tiempo desde la Argentina.
Por otro lado, la "epojé" posmoderna de la crítica merecería
un estudio particular. Esa reducción sugiere, al tiempo que una
suerte de inquietante conciliación con lo estatuido, un modo —como
diría Nietzsche— de "barbarie estilizada".
su nombre, modalidades e impulsos primarios, única for-
ma de hacerla efectiva tanto en la memoria como en el
olvido y la sustracción.
En tercer lugar porque la verdadera práctica critica
surge desde temprano, en franca lucha con lo que el
imaginario corriente vive después como " r a z ó n de ser
de la crítica misma: el ataque y la aniquilación de lo
analizado. Realmente esas operaciones correspondían a
otros especímenes, que podríamos llamar sin temor a equi-
vocarnos: anticrítica. Detrás de sus convicciones se en-
rolaron el populismo, el santismo, el adhesionismo, los
dualismos sin riesgo, los fundamentalismos de diverso
cuño, etcétera.
Todos ellos tuvieron siempre como armas privilegia-
das, concientemente elegidas, las imputaciones, las atri-
buciones desmesuradas, las calumnias dirigidas, las de-
tracciones bien montadas o mal resueltas, los elogiosfá-
ciles y la rápida indiferencia, las prohibiciones ignoran-
tes y el resentimiento como "panacea niveladora , la cen-
sura como estado de ánimo permanente, d moralismo
cosmético, las estimaciones personales y el mas de lo
mismo» como normas de vida y caminos de perfección
simulados; y otros asesinatos sentimentales - P a r a f r a -
seando a Borges— que nada tienen en común con la cri-

tlCa Finalmente, y éste es el punto más importante, "Crí-


tica y transformación de los fetiches" esboza ciertos as-
pectos que son insoslayables para la formulación de teo-
Sas y concepciones grupales, institucionales psicoanali-
ticas, etc. y las afinidades parciales o las diferencias ra-
dicales que puedan mantener entre ellas.
Pero también lo son para todas aquellas disciplinas
experiencias disímiles, manipulaciones t e c n i c a s creac ones
instrumentales, etc., que pretendan explorar ^ atrinca-
das constelaciones de la subjetividad en una formación
social-Mstórica determinada. ,
Continuemos con algunas apreciaciones que podrían
ser provechosas. ,, ,
La elaboración del concepto de critica no es solo el
antecedente obligado de una mirada preocupada por una
violencia que reina balanceándose entre las imaginerías
y lo simbólico, sino uno de los requisitos de su posible
disolución. Por ese motivo la trama del texto los sitúa
en la misma dimensión de la problemática grupal, insti-
tucional, etc., aunque los puntos de abordaje parezcan
alejados entre sí.
Su escritura sigue caminos poliformes, sorpresiva-
mente trazados por el ritmo de los asuntos planteados.
Esa pluralidad que la gobierna es la misma que in-
tenta provocar múltiples lecturas. Y ello no es casual,
puesto que si su registro es abierto, su figura no puede
ser otra que la de la crítica. Esta funciona impregnada
con los vapores de las fuentes originarias (Kant, Nietz-
sche, Marx y, relativamente, Freud), a veces fragantes,
otros espesos, agobiantes, pero siempre impulsados por un
interés actual, cuyos acontecimientos se anudan para cons.
tituir un punto de vista. Es decir, para dar un énfasis
personal a este aquí y a este ahora que, de otra forma,
permanecerían mudos.
Pienso que desde ahí debería ser leído este trabajo.
Los deslizamientos de un plano a otro, los casos li-
gados de múltiples maneras, tienen la misma cualidad es-
tética de la visión inquieta. En sus cabriolas el ojo se
opone a la coherencia —ideal teórico de un dominio de
objetos y de sujetos dominados— y a su acompañante
moral.
En tales ilusiones formales, ciegas, ya había caído
el viejo Kant, quien blandiendo el "fenomenal" impera-
tivo categórico aconsejaba ser una especie de "policía de
los límites de la experiencia", gnoseológica o ética.
Sin embargo la consigna que apuntaba a la ciencia
pura y a su blanca moral, culminó en la horrorosa expe-
riencia límite de ser policía específica del conocimiento,
las costumbres, la escritura científica, mística, poética, o
lo que se quiera testimoniar.
Si antes que el plano novedoso o el asombro se pre-
fiere como meta un universo cerrado, el probable lector
del escrito consecuente, sabrá que aquél es necesariamen-
te tribunalicio: lo que no cae bajo su control debe ser
conjurado. Por lo tanto ya no anidará en su actitud
—más allá de cualquier intención declarada— una lectu-
ra posible, sino la vocación de dictar sentencia.

II —

Cualquier reflexión sobre la actividad crítica encie-


rra, de manera explícita o inconfesa, formas, procedi-
mientos e inclusive ardides en la lectura de los textos y
fenómenos tomados como referencia. Es al analizar esos
mecanismos efectivos de "apropiación simbólica" cuando
entendemos que no existe una lectura aséptica, ni un
acercamiento desinteresado o enfoque neutral pues todos
ellos son modos de aniquilar lo leído, simulacros especula-
res donde nadie parece interrogar y donde nadie intenta
responder.
Así las lecturas "descargadas", "incorporales", que
pretenden no deslizar sus pautas específicas de interpre-
tación o niegan tenerlas, quedan apresadas en movimien-
tos similares de enajenación. Uno involucra la distancia
que el sujeto desea marcar consigo mismo, y otro la que
busca mantener con el objeto a dominar. De esa forma
va surgiendo un ideal en la lectura y una lectura ideal,
donde todo se resuelve en operaciones, combinaciones,
etc., o sea: en modelizaciones de una pérdida elemental e
irreparable.
Claro que estas afirmaciones no encierran una equi-
valencia sustancial entre las distintas ubicaciones. So-
bran parámetros para valorar la prioridad de alguna de
ellas. Pero resulta imposible atribuir a uno o varios fac-
tores la hegemonía de ciertas líneas interpretativas sobre
otras que permanecen relegadas a pesar de que su "grado
de verdad" gnoseológico, epistemológico, teórico, es su-
perior al privilegio ocasional de las que se imponen.
Además las lecturas correctas, "verdaderas", resul-
tan insuficientes si no existen condiciones para su im-
plementación, lo cual exige recuperar la "capacidad de
errar", en cuanto comprensión de lo que "pervive" y "du-
ra" a través de los años, las modalidades regresivas en
la progresión socio-histórica misma, de los tiempos com-
piejos que las constituyen, las innumerables "genealogías"
en juego y los "mecanismos repetitivos" captados en los
análisis de situaciones coyunturales. Estos asuntos impli-
can una labor todavía insospechada en vastos círculos
profesionales, que conciben a las "ciencias conjeturales"
como si fueran escapadas de week-end.
Desearía que las consideraciones globales anteriores
sirvieran de apoyo a las que seguirán y a los "casos" sin-
gulares, en los cuales las operaciones y disposiciones crí-
ticas estampan su sello distintivo.
Ahora las palabras, con sus cadenas e ilusiones, que-
dan libradas a otros designios, a diversas interpreta-
ciones.

El plafond crítico

Para dar mejor nuestra ubicación frente al problema


de la crítica, su garantía para el avance científico y su
vigencia histórico-práctica, marcaremos sus condiciones
de aparición, sus posibilidades y las oposiciones en que
tal concepto puede ser pensado.
Tomando brevemente el asunto en sus aspectos cen-
trales, se puede afirmar, que, en todo lo que llamamos
'época clásica", el lenguaje está entretejido con el pen-
samiento y las cosas. No se lo puede pensar separado,
duplicando la realidad del pensamiento y la vida. Es en
sí mismo un pensamiento-cosa.
Pero este lenguaje estaba inscripto tanto en la reali-
dad como en los libros manuscritos. Y tal sistema de
inscripciones testimoniaba el arrastre de siglos de elabo-
raciones y "artes" de los cuales quedaban esos monumen-
tos escritos, orales u objetales.
Si tomamos sólo la cantidad de pequeños fascículos
y grandes textos que se tradujeron durante el Renaci-
miento (en realidad nacimiento de un modo de produc-
ción, el capitalista), tendremos un "muestreo" de la im-
periosa necesidad que había de funcionalizar un conoci-
miento milenario acerca de la naturaleza y su manejo.
Cualquier tratadito de técnica (arjai) era traducido, se
refiriese al armado de una catapulta o a la construcción
de un cálculo astronómico.
Entonces, ¿qué conserva el lenguaje, "en sí mismo",
en la época clásica? Retiene una característica clave: el
de ser por entero una huella de todo aquello que los siglos
habían grabado en él. Como las huellas dormitan en el
lecho de un lenguaje de primer grado, es preciso uno de
segundo grado que sea simétrico al primero. Así funcio-
na ese segundo lenguaje que, todavía hoy, impera en
distintos planos, sea el de la exégesis (en instituciones
corrientes de distinto orden), el de comentario (en la fi-
gura de comentarista deportivo, cinematográfico, etc.) o
el de la erudicción (ideal lego y universitario hasta no
hace mucho tiempo) 2 .
Eran estas tres operaciones las que ponían de mani-
fiesto un lenguaje que, de otra forma, sería irrelevante
e ineficaz. Tales procesos empiezan a palidecer a partir
del siglo XVII, siendo absorbidos por una concepción de
la significación. Para ella ya no es preciso que haya un
texto o un código cualquiera, preexistente al lenguaje
mismo. El mundo no se encuentra de hecho amasijado
con las palabras, por eso la realidad ya no manda (la
significación desautoriza, definitivamente, a un autor co-
mo Francis Bacon, quien decía en uno de sus célebres
aforismos que sólo se conocía a la naturaleza obedecién-
dola), ni en ella quedan rasgos y palabras a poner de
manifiesto por el comentario (como lo era, p. ej., para
un Galileo, que auscultaba, constantemente, el "libro de
la naturaleza").
¿Qué ocurre con la vigencia de la significación?, ex-
tremada y defendida por autores como U. Eco, Roland
Barthes y otros; bueno, ella posibilita que surja otro do-
minio: el de la "representación" ("Clara y distinta" de
la serie y el punto como lo estipula la regla cartesiana),
pues ese texto inicial o lenguaje de primer grado se va
borrando y lo que comienza a imperar es la representa

2 Una crítica de la erudicción (que descontextuada es estéril),

no apuntaría tanto a ella, como al aparato de normalización que, a


menudo, la rige.
ción diáfana que, de una forma orgánica, va plasmándo-
se en los signos verbales que la evidencian.
Pero la manifestación de la representación en el len-
guaje debe ofrecerse —esto es protocolar— de una ma-
nera coherente, regular (ideología que todavía impregna
una visión sintactista de la actividad científica), es decir,
organizada como un discursoi.
Esta es una noción excesivamente manoseada en la
actualidad. A cualquier manifestación se le atribuye el
carácter de un discurso y, a partir de ahí, se comienzan
a indagar sus formaciones. Sin embargo, no siempre los
acontecimientos ocurren de tal modo, la noción de discur-
so aparece ligada a la pregunta por la coherencia, las
reglas de constitución, etc., de un relato determinado.
Ahora bien, es en el momento preciso en que un relato
se lo considera discurso, que a éste se le pregunta por su
status (la "sospecha" ya se ha incorporado) por su fun-
cionamiento, etc., en una paabra, al tomar el discurso co-
mo objeto de estudio, se piensa que el lenguaje dice tam-
bién un silencio, habla algo que no muestra. Así es que
al no ser tan "claro y distinto" una tarea que revele sus
"núcleos de penumbra" se vuelve imprescindible.
Si anteriormente el comentario era transparente en
sí mismo, porque se desenvolvía en el campo manifiesto,
•ahora será preciso "sacar a la luz", "hacer visible lo invi-
sible", etc., lo que de otra manera permanecería oculto.
Tal función, entonces, será cumplida por la "critica",
noción que pasará a tener una importancia radical a par-
tir del siglo XVlli. Y esa noción jugará en oposición fla-
grante con las anteriores y, especialmente, con la de co-
mentario.
Para varios autores la función de crítica se remitirá
a indagar el lenguaje en términos de verdad, precisión,
etc., con respecto a sus propiedades o valencias expre-
sivas. Así toda posición crítica participaría de una ambi-
güedad esencial, porque mientras interroga al lenguaje
como si éste fuera un mecanismo autónomo (es lo que

3 La noción de discurso no puede subsistir mucho tiempo más

cerrada sobre sí misma. Debe contemplar lo extradiscursivo como


perteneciente a sus dominios.
ocurre cuando se lo define como un sistema de signos),
por otro lado le pregunta sobre su verdad o falsedad,
transparencia u oscuridad; interrogaciones que irán se-
ñalando todas las diferencias y los distintos nombres (su-
blime-prosaico, forma-contenido, etc.) que ellas van ad-
quiriendo durante los siglos xvin y xix.
Sin embargo, a pesar de las ambigüedades en que
pueda ir cayendo la noción de crítica, creo que sigue sien-
do nodal su puesta en acto.
Por otro lado pienso, disintiendo parcialmente con
una postura como la de M. Foucault, que la ambivalencia
de la noción es acertada respecto a la crítica clásica, pero
que no tiene vigencia, p. ej., en el campo del Materialis-
mo Histórico, donde la interrogación de un lenguaje de-
terminado se da en base a su especificidad relativa, pero
jamás en relación a su autonomía, la cual es previa y
expresamente refutada, no por la idea de una crítica que
conformaría un conjunto de protocolos de análisis, sino
que se daría ab initio, como una práctica transformado-
ra en condiciones históricas determinadas.
Por lo tanto, la crítica antecede a cualquier recono-
cimiento de niveles de autonomía; aunque es cierto que las
fantasías volcadas sobre la misma actividad han consti-
tuido sobre todo durante el siglo xvn— quimeras que
comprenden las alucinaciones racionalistas más extremas,
hasta llegar al intento de formulación de una famosa
"lengua analítica", racional y exhaustiva, donde se trata-
ba de dar cuenta de los regímenes, órdenes y leyes de
armado de las palabras; lengua que tendría un carácter
universal (la "Mathesis Universalis" de Descartes-Leib-
niz) e impositiva.
Así, y arrancando desde esas elaboraciones, la repre-
sentación (Vorstellung) tiene su espacio asegurado. Re-
cién dos siglos después sufrirá las primeras resquebra-
jaduras fuertes, cuando su imperio empiece a ser puesto
en cuestión. Posteriormente tendrá elevaciones y caídas,
avances y retrocesos, aunque el desarrollo y sutura de las
contradicciones sociales ya no la dejará en paz. Su lucha
por la sobrevivencia será dura, en especial a partir de
1914 y 1933, cuando la guerra y la muerte —ambas "sin-
razones"— y las conquistas de "las fuerzas negras" esta-
llen en el centro de las ideas, reduciéndolas a uno de los
tantos cuerpos fragmentados.

Los prolegómenos nietzscheanos (Kant)


Desde la segunda mitad del siglo XVIII empezamos a
ser bombardeados por una empresa crítica de grandes
dimensiones. Durante el período mencionado surge una
ecuación perfecta entre las condiciones analíticas del co-
nocimiento, la acción y una minuciosa o más que minu-
ciosa, rigurosa, actitud crítica. Así se instala la monu-
mental arquitectura de Kant con sus tres columnas-sostén:
Crítica de la razón pura (1781), Crítica del juicio (1790),
y Crítica de la razón práctica (1788) ; obras que están,
ubicadas, no según su desarrollo cronológico, sino confor-
me a su articulación teórica.

La frontera interna

En la equivalencia aludida se intenta registrar un


doble movimiento. Por un lado construir el objeto for-
mal —abstracto de la físico-matemática newtoniana (la
ley y el número)— y, en otra dimensión, ofrecer una ga-
rantía contra la ilusión (y su porvenir), de trascenden-
cia en que pueda caer el entendimiento al constituir su
conocimiento más allá de los límites de la experiencia.
La crítica libra, entonces, una doble lucha. Una con-
tra la ilusión escéptica, empirista, que podemos llamar
ilusión del origen. Otra contra la ilusión metafísica, tras-
cendente o ilusión dialéctica.
Ambas posiciones son las sombras de un "yo pienso"
desbordado, porque elaboran pseudociencias y, en particu-
lar, la "trascendente" o dialectología del más allá.
Antes de indagar cuáles son esas "fantasmagorías",
debemos recordar que los ecos de la posición kantiana re-
suenan en casi todas las corrientes epistemológicas con-
temporáneas. M. Foucault decía en el periódico "Le Mon-
de", "nosotros somos todos neokantianos" (Lévi-Strauss
subrayaba que el suyo era "un kantismo sin sujeto tras-
cendental"), y el "nosotros" se refería a las elaboraciones
vigentes y no sólo a tal o cual nombre propio.
Nos referiremos, entonces, brevemente, al cuadro de
las ciencias que la "metafísica trascendente" decía haber
«elaborado con sus correspondientes objetos de estudio.
Según C. Wolff se distribuían en un esquema tripartito:

Ciencia Objeto 4

Psicología Racional Alma


Cosmología Racional Mundo
Teología Racional . . Dios

Cada una de estas "pseudociencias" caerá en el re-


ibasamiento de la experiencia para despeñarse en una in-
finitud perniciosa para el conocimiento; infinitud sin con-
diciones, donde todo podrá ser pensado según el concepto
de contradicción dialectical, es decir, sin respetar lo con-
dicionado, único espacio donde un conocimiento —y su
teoría— es posible.
Kant desarrollará en el segundo libro de la Crítica
de la razón pura, las "caídas" que propicia cada uno de
esos simulacros de ciencia. Sobre ese mecanismo del sa-
ber se recortará el espacio donde esas ilusiones se mue-
ven, y, aunque sus operaciones fueran gnoseológicamente
inválidas, nada autoriza a creer que por eso hayan sido
ineficaces, ya que desde el punto de vista práctico-insti-
tucional, el poder de la reflexión metafísica era inmenso.
Ahora podemos reiterar secuencialmente. lo que ha-
bíamos puntualizado al pasar, o sea: los caracteres gene-
rales de la posición inmanentista. Desde este espacio de
reflexión, la crítica kantiana representa la garantía de un
-análisis riguroso, la constitución del objeto a estudiar, la
Abstracción "buena", una inmanencia apriorística, cuyo
registro no es la experiencia ni el sentimiento, una sólida

* Sobre este cuadro se estructura la dialéctica como "ciencia


•de la ilusión" (Kant), así como sus presupuestos trascendentes a
la experiencia, único referente por el cual puede tener sentido una
«construcción científica.
legalidad constructiva, la posibilidad de categorización y
regularización de la acción ética, etcétera. Pero, también
es garantía de que la libertad se mantendrá en los lími-
tes que una razón (estructurada, normalizadora) señala.
Como tal esta crítica se establece preservando lo que
critica, siendo norma de conservación de lo existente 5.
De esa forma quedan referidos los principales rasgos
que incorpora la reflexión crítica del filósofo de Kóenigs-
berg, así como sus funciones más generales. Era preciso
mencionarlos por dos motivos centrales. El primero re-
side en la profunda quiebra que produce en el pensa-
miento filosófico ("segundo giro copernicano", como al-
gunos gustan nombrarla), y las aperturas y cierres que
propicia en las distintas ciencias y disciplinas. El segun-
do se justifica por la activa intervención que efectúan
esas elaboraciones críticas en las formulaciones episte-
mológicas modernas, donde, a mi entender, son dominan-
tes. Además ese criticismo constituye el más sólido edi-
ficio racionalista, que tiempo más tarde demolerá Nietz-
sche. quien elabora su geneoarqueología a partir de y
contra la concepción kantiana.

El caso Nietszche

¿Cuál es la imputación capital de Nietzsche al criti-


cismo trascendental? En términos generales, la siguien-
te : que la crítica inaugurada por Kant todavía es conci-
liación, condición de conocimiento y acción, donde no apa-
rece la génesis (genealogía) interna que la determina.
Sobre dos vías fundamentales circulan las impugna-
ciones de Nietzsche:
1) En la crítica kantiana no se postula el embrión
del conocimiento limitado a la experiencia; postulaciones
constructivas y reguladoras que, según Nietzsche, se de-
ben establecer desde una "volvmtad de poder" (lo cual nada

5 Básicamente, la cualidad "existente" califica los cuadros don-


de el saber académico se engancha. Así, el límite gnoseológico me-
tafórica, también, a un aparato institucional en el cual todo saber
se estructura y circula.
tiene que ver en él con el poder considerado sólo desde
el punto de vista político, ya que la voluntad también
"quiere la nada"), que determina la actividad crítica co-
mo una "fuerza de imposición", impulso que siempre re-
torna, ligando la voluntad a la idea del "eterno retorno"
que le da sentido y vigencia 6 .
La crítica tomada desde este ángulo es considerada
un ejercicio alegre, placentero, unido a un hedonismo lú-
dico que constituye sus propias reglas de juego.
2) La empresa crítica es, fundamentalmente, un ac-
to de continua creación, de afirmación constante. Como
tal debe basarse en una pulsión agresiva hacia aquello
criticado, pues su objetivo no es lograr ninguna transac-
ción con lo dado, sino una "transmutación de todos los
valores" y de anquilosadas maneras de sentir. Por eso,
antes que nada, abarca una tarea cuya fuerza es, actual
y potencialmente, desmistificdora.
Los dos centros de esta posición "nihilista" 7 reco-
nocen las aperturas que significó el pensamiento kantia-
no y, después, el shopenhaueriano; pero, conjuntamente,
denuncia en ambas posturas la imposibilidad de superar

6 Hay que ligar la voluntad de poder en Nietzsche con su con-


cepción del universo como un proceso de transformación incesante,
sin comienzo ni fin, como una economía dionisíaca, carente de gas-
tos y pérdidas, "que se crea y se destruye perpetuamente a sí mis-
ma", en, el marco de una sensualidad situada "más allá del bien y
del mal". Una voluntad así captada es la esencia pura del ser. La
forma suprema de ese ser estará ligada a su comprensión por el
devenir; devenir sin origen ni término, es decir, proceso de cambio
signado por el "eterno retorno de lo mismo" en sus diferencias cons-
titutivas.
Quizá el círculo vicioso en que cae el pensamiento nietzscheano
se pueda trascender, conceptualmente hablando, haciendo una re-
consideración de sus propuestas mediante la incorporación de cier-
tas hipótesis, como por ejemplo las provenientes de la astrofísica
contemporánea.
7 La significación del nihilismo en Nietzsche está fuera de

cualquier intento festivo o hedonismo de la destrucción por la des-


trucción, o sea, de un nuevo formalismo. Su delimitación apunta a
tres dimensiones específicas: el deterioro verificable de los valores
vigentes; la falta de una respuesta totalizadora al por qué del mun-
do y las cosas y, finalmente, la carencia de fines en el devenir y,
por lo tanto, el fracaso de toda teleología.
los limites de la representación, para avanzar desde sus
"centelleos" hasta las determinaciones profundas de sus
construcciones.
La relación más clara con la crítica kantiana la esta-
blece Nietzsche en la Genealogía de la Moral, cuando co-
rrelaciona sus tres tratados con las secciones del libro
segundo de la Crítica de la razón pura y el desmembra-
miento sistemático de los "raciocinios dialécticos de la
razón pura".
De tal modo se organiza, así, una clave de lectura
que implica la explicación simultánea de la "crítica" des-
de la "genealogía", las secciones "puras" desde los trata-
dos "descifradores" y la "representación" del proceso
gnoseológico, desde la "puesta en escena" del oscuro gesto.
A partir del choque violento entre estas dos concepciones
se abre el espectro de una tercera que circula fuera de
toda cronología, por múltiples senderos conexos, alcan-
zando recodos positivos y produciendo nuevos ámbitos de
reflexión y transformación.
Ahora bien, es preciso ampliar un poco más el pano-
rama, particularmente en relación al "método" que Nietz-
sche opone a la crítica kantiana.
Partiendo de la pregunta por el Quién de la interpre-
tación, o sea, ¿qué quiere, quien habla, ama, experimen-
ta, etc.?, se plantea la cuestión de la voluntad de poder
ya mencionada, y de las constantes metódicas de Nietz-
sche cuyo objetivo es vincular una representación (p. ej.
"lo bueno") con la voluntad de poder, para que, la mis-
ma juegue como síntoma de tal voluntad, sin la cual la
representación queda flotando anulada por su mismo pro-
ceso de desgaste y autorepresión del origen.
Evidentemente esta concepción se acerca a la del tea-
tro dramático y se incluye en las distintas variantes de la
dramatización8. Tales mecanismos de dramatización que,

8 Siguiendo esta línea, sería interesante incluir, de manera


pertinente, los recursos psicodramáticos (por ejemplo: la "multipli-
cación dramática", de E. Pavlovsky), para dar cuenta de la "emer-
gencia" de ciertas genealogías conceptuales y campos representa-
cionales, durante la formación de operadores en las "ciencias de la
subjetividad".
a la vez son diferenciales, tienen su fuente en una doble
interrogación: inicialmente alguien pregunta algo, luego
se demanda, qué quiere quién preguntó, para que la res-
puesta elucide las fuerzas que determinan la estructura
y el contenido de la pregunta. Sobre este esquema será
posible, entonces, armar una ciencia activa que se ofre-
cerá dentro de un repertorio perfectamente calibrado 9
(véanse Ian Robolski y G. Deleuze) como:
1. Una fenomenología del síntoma. Los fenómenos
son síntomas (la representación es catalogada co-
mo uno de ellos) y su sentido debe buscarse en las
fuerzas que los producen.
2. Una formación tipológica que interpreta esas fuer,
zas desde el ángulo de sus cualidades, activas o
reactivas, pues "lo que quiere una voluntad no
es un objeto, sino un tipo, el tipo del que habla,
del que piensa, del que actúa, del que reacciona,
etcétera. Un tipo sólo se define determinando lo
que quiere la voluntad en los ejemplares de dicho
tipo".
3. Una genealogía de la moral pensada en los mar-
cos de una génesis de los distintos tipos de valor,
que aprecia las fuerzas desde el escorzo de su no-
bleza o bajeza éticas, puesto que la influencia de
dichas fuerzas reside en la voluntad del poder y
sus propiedades.
Hasta aquí llega la aproximación a Nietzsche. El
punto de llegada de "Dioniso" sería, en sus propios tér-
minos, el retorno del proceso unitario en la diferencia
misma. Su orientación reabre y tiñe toda la reflexión

9 El anudamiento de pulsiones y representaciones, las dimen-


siones claves de estas últimas, como la "escenificación" y la "dra-
matización", etc., es referido por Ian Robolski, "Nietzsche et la psy-
choanalyse" ( Í 9 4 8 ) ; Pierre Klossowski, " U n si funeste désir" (1963)
y "Nietzsche y el círculo vicioso" (1969) ; Georges Bataille, "Sobre
Nietzsche. Voluntad de suerte" (1967) ; Gilíes Deleuze, "Nietzsche
y la filosofía" (1970) y Paul-Laurent Assoun, "Nietzsche et Freud"
(1980). Desde otra perspectiva, también se refieren a dicho anu-
damiento Eugen Fink, "Nietzsches Philosophie" (1960), Giorgio Co-
lli, "Dopo Nietzsche" (1974) y "Scritti sul Nietzsche" (1980).
crítica moderna, que lo sepa o no, se define alrededor de
ella y del proyecto inaugural del, así llamado por sus
opositores, "flagelo renano".

El caso Marx

Es archisabido que los textos de Marx están sobre-


impregnados por el término "crítica" (desde la temprana
Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, pasando por
la Sagrada Familia o Crítica de la crítica critica, los
Elementos fundamentales para la crítica de la economía
política (Grundrisse), hasta El capital. Crítica de la eco-
nomía política, Crítica del Programa de Gotha, etc.) cap-
tamos en esa punzante reiteración el esfuerzo por deli-
mitar un concepto heurístico y operante de múltiple sig-
nificación, portavoz de un instrumento positivo y mor-
tífero a la vez. Pero, sobre todo, sabemos de la fecun-
didad y "sensibilidad" con que Marx lo manipulaba para
recuperar, analizar y explicitar los acontecimientos his-
tóricos que intervenían en la formulación de su teoría y
en la reorientación de su práctica política.

La crítica desarmada
La crítica tiende a captar las ilusiones, a confron-
tarlas con otras opuestas pero simétricas, a darles un
"principio de realidad" y un golpe "certero" que marca,
asimismo, una diferencia que es pertinente desplegar en
algunas de sus connotaciones. Desde ella no se confun-
den las ilusiones de ciertas ideologías con la "ideología
misma", puesto que, en primer lugar, Marx siempre dis-
tinguió, ligándose así con la problemática ideológica en
diversas formas, la Economía Vulgar de la Economía Po-
lítica Clásica, el sistema hegeliano del de sus seguidores,
"viejos" —de derecha— o "jóvenes" —de distintas posi-
ciones— etc., sin confundir ni reconducir sus "ideacio-
nes" al mismo sistema de repeticiones ni al idéntico me-
canismo reflejo de una realidad determinada, como podría
ser, p. ej.: la pobre realidad alemana de mitad del siglo
XIX.
En segundo término, las "ilusiones" criticadas no se
demarcaban desde el espacio científico (eran "ideologías
precientíficas" sólo en parte, como p. ej.: en Smith, Dar-
win o Wagner), sino desde el principio central organi-
zador de toda su orientación teórica, o sea: la articula-
ción de cualquier teoría, su objeto, métodos, procedi-
mientos, técnicas e instrumentos, deben relacionarse con
los fines propuestos en la misma teoría; objetivos que
son consecuencias de sus propias formulaciones y princi-
pios constitutivos. Puntos de partida y postulaciones que
reconocen sus complejas determinaciones como exterio-
res al relato científico mismo. Esto lo torna abierto, no
coherente ni satisfactible, sino dialéctico ("dialéctica cu-
yos límites habrá que definir y que no suprime las dife-
rencias reales" —nota bene, I.C.E.P.—) y ramificado.
Por otra parte, la calificación de "ideología precien-
tífica", que señala un tipo de reflexión desde la ciencia,
hace a la constitución de una teoría de las ideologías,
asunto que no es la preocupación de Marx, sino el de una
lectura de su obra y evaluación de sus propuestas.
En tercera instancia, si aceptamos que la conexión
entre ciencia e ideología es de corte, ruptura, debemos
pensar que esas separaciones dependen de ciertos puntos
nucleares y se dan como secundarias, pues el concepto
primario, fuerte, es el de ligazón y, sobre todo, la arti-
culación entre teoría y práctica. Posteriormente, la refle-
xión epistemológica nos podrá posibilitar, de juris, el tipo
de continuidad que se deberá establecer en la diferencia
ciencia-ideología.
Desde el ángulo del Materialismo Histórico, si re-
chazamos los puntos mencionados, caeríamos en la insal-
vable paradoja de una ciencia de la historia que es la
guia de una ideología (por ser tal le caben todos los me-
canismos legales: ilusión-alusión, reconocimiento-descono-
cimiento, etc.) no ideológica, la cual internamente puede
ser distinguida y comparada con otras. Creo que, por más
que aseguremos esa ideología como la del proletariado o
cualquier otra, no evitaría la paradoja apuntada, hacia
la que nos deslizamos.
Retomando el espacio que abría el concepto de crítica
en Marx, vemos que constituía un "análisis" y "deses-
tructuración" de las ilusiones y fetiches que las situacio-
nes históricas, los distintos hechos y discursos montaban
en cada una de sus formaciones; estructurando a la vez,
un "campo de lucha contra todo dogmatismo" (fuera el
del señor Vogt, Schmidt, Lasalle, el de jóvenes hegelianos
o el de la misma organización política que dirigía con
Engels y otros). Así la crítica comporta, en su progra-
mación, una garantía de corrección de la lectura (de com-
plejos procesos coyunturales) y una reubicación de los
"objetivos estratégicos" que vertebraban un movimiento
orgánico y la teoría de su práctica.
Para que el momento previo pudiera darse, era pre-
ciso cumplir, asimismo, con un "requisito de análisis" de
las posturas anteriores, de las formas de evaluación y
exposición que las caracterizaban, relacionándolas con sus
campos de investigación y experimentación particulares.
Respecto a esta fase recordemos la minuciosa explo-
ración que hace Marx cuando intenta descubrir los "pun-
tos débiles" de la argumentación proudhoniana o ricar-
diana (en Miseria de la filosofía y en Historia critica de
las teorías de la plusvalía), sólo por indicar algunos ejem-
plos significativos. Sin embargo, la crítica como empresa
racional y estructurada no contempla ninguna vocación
ideológica —empirista— de coherencia, sino que pretende
establecer una cierta distancia a partir de la "ironía";
distancia que da las pautas del estilo escritural de Marx,
certero, voluptuoso e inflexible, ya sea con los demás o
consigo mismo.
Por lo tanto, la ironía introduce la crítica como un
poder placentero, agresivo-vindicativo, destructivo-cons-
tructivo, desmistificador-predictivo, en una palabra, co-
mo una práctica contrapuntística que vive, juega y pros-
pera debido al espectro de las complejas contradicciones,
y las no menos cruzadas determinaciones, en que se en-
cuentra apresada.
Si quisiéramos ampliar la puntuación de los caracte-
res generales que posee el concepto de crítica en el Mate-
rialismo Histórico, veríamos que los señalados apenas
exponen algunos indicios que requieren ser pensados más
a fondo. Sin embargo, el objetivo del texto no consiste
en desarrollarlos ahora, sino en marcar los tres estratos,
donde a mi entender, se resuelve toda la lectura crítica
que el discurso marxista propicia.
Desde este nuevo espacio la crítica, además de ase-
gurar un criterio de cientificidad entraña una práctica
de relevamiento (de los distintos relatos ideológicos, vo-
ces y acciones que intervienen en el campo histórico in-
vestigado) y desmistificación en tres planos claves que
son profundamente inconcientes. Así, el sentido crítico
tenderá a disolver un Hociütamiento ideológico" (p. ej.,
a través de los protocolos de lectura que se establecen
en el análisis del concepto de salario); una "inversión
ideológica" (p. ej., en la indagación del fenómeno feti-
chista) ; y, por último, a desenmascarar una objetiva
"deformación ideológica" (p. ej., con el "engaño de par-
tes", que aparece con la división entre la cuota de plus-
valía y la cuota de ganancia).
La forma en que estos tres niveles se van constitu-
yendo debe contemplarse, atentamente, partiendo de la
concepción del "sistema productivo", donde aquellos se
traban de una manera tan intrincada como sistemática,
inundando las viejas creencias y gestando nuevos mitos
sobre el cambio, el consumo, la posición y transposición
que los individuos poseen, sospechan o fantasean tener en
la estructura social, etcétera. Todos esos procesos y si-
tuaciones requieren y justifican, por sí mismos, la prác-
tica crítica y su función movilizadora, casi terapéutica.

Puntuaciones tentativas

Al enfatizar los rasgos (lo rasgado y lo que rasgan)


de las posturas esbozadas hasta ahora y sus diferencias,
se destacarían algunos que nos facilitan ciertas líneas de
pensamiento.
En primer lugar la tarea crítica implica un análisis
exhaustivo y un descubrimiento de los nexos determinan-
tes que conforman los hechos, materiales, circunstancias,
etc., que interesan a los distintos campos de trabajo. Por
eso los fenómenos estudiados no pueden ser tomados tal
cual se presentan. Esta pauta es importante porque en-
traña tanto un ejercicio permanente de relevamiento, co-
mo el reconocimiento del estado actual de las disciplinas-
operaciones y "prestaciones sociales" contemporáneas.
En segundo término, se desenvuelve como una crítica
ramificada que capta el desarrollo desigual, asincronias y
constituciones distintivas —en rango e importancia— de
aquello que critica. En éste sentido es una crítica forma-
tiva que deconstruye y ese es su mecanismo típico, lo
dado como manera de discriminar las relaciones íntimas
de los planos analizados. La modalidad de tal decons-
trucción es la de darse como una negación-afirmación de-
terminadas. En base a ella, lo social adquiere, entonces,
una forma específica de ser, como un "proceso relativo al
nivel o formación social investigados". De ahí que su
estructuración atraviese un triple registro: destructivo,
constructivo (analítico) e históricamente especificado.
Si quisiéramos ilustrar lo anterior, podríamos consi-
derar lo social en el discurso de un analizando o en la
confección de un caso. En ninguna de las situaciones
mencionadas nos hallaremos ante lo social o la sociedad a
secas, ni tampoco, regularmente, con algunos de sus ca-
racteres más significativos, sino apenas, con un trazo sin-
gular cruzado con acontecimientos reales, deseos y fanta-
sías. Con esto quiero enfatizar que lo social no se ofrece
jamás con la claridad que desearíamos. A menudo toma
los senderos más imprevistos e indirectos. Por tal motivo
saber detectar sus modos requiere tanta sutileza y sen-
sibilidad como la composición de una "figura mixta" o
la reconstrucción de una etapa sepultada en la historia
de un sujeto.
Una tercera modalidad es que tal labor crítica en-
cierra una posición materialista, pues la concepción que
posee de las formaciones y relaciones sociales está ba-
sada en la materialidad de las mismas. Pero ese eje cen-
tral no está pensado a partir de la categoría filosófica de
materia, sino de las multiplicidades acéntricas que defi-
nen las conexiones sociales en sus distintos registros.
Sobre esa línea se recorta la noción de realidad (vis-
ta como una construcción objetiva), noción que tiende
a dejar constancia y a superar las clásicas dicotomías
cuerpo-alma, materia-espíritu, individuo-sociedad, contra-
rios que anidan y alimentan las viejas elucubraciones teo-
lógicas y positivistas. Correlativamente a lo que señalaba
al hablar de negación-afirmación determinadas y la deli-
mitación de lo social como opacidad cabe marcar aquí que
se trata de la compleja noción de lo real, de infinitos mo-
dos de existencia.
El cuarto núcleo comprende a la actividad crítica co-
mo organizadora de una problemática. Desde este ángulo
es necesaria e impostergable una valoración de la "cul-
tura del disfraz", y el placentero ejercicio disolvente de
los propios velos y encubrimientos, que se arrastran in-
concientemente durante su práctica. Por eso nunca irrum.
pe solo como "crítica d e . . . " (del arte, del psicoanálisis,
etc.), sino como impulso y creación de áreas específicas
(arte crítico, psicoanálisis crítico, etc.), posibilitadora de
sus propias crisis, procesos internos de gestación y cre-
cimiento.
En esta fase resulta obligado ubicar la clave que
explica el valor de cualquier actividad crítica: es su ca-
rácter de práctica transformadora, como "disposición efec-
tiva" a producir situaciones especiales, ámbitos de bús-
queda, problemas pertinentes, nuevas cifras de lectura,
discursos imprevistos, etc., en una palabra su acto no re-
cae sobre lo establecido, sino inaugura formas inéditas
de pensamiento y acción. Esto la distingue de cualquier
oferta indiscriminada de servicios o de una peregrina
ubicación "gnoseologista".
Por otro lado una orientación crítica, así enfocada,
elabora sus métodos, técnicas y procedimientos particula-
res de análisis y codificación; elementos que no están da-
dos a priori sino en vinculación a los campos y hechos
tratados. De ese modo aparece como una continua inven-
ción metódica e instrumental.
Una quinta consecuencia, desgajada de los rasgos
anteriores, sería que las dimensiones críticas realizan to-
das sus fases en una historia multiforme, vivida pero no
regulada por los individuos concretos que la impulsan.
La historia, así entendida, no se confunde con una
concepción sobre la misma (p. ej., el historicismo), ni
con una actualidad aislada o con posiciones cronologistas
(cuyo esquema de evolución preferido es la sucesión li-
neal), teo y teleologistas, sino que sus formulaciones,
evidencias y aperturas están ligadas a coyunturas y se-
ries históricas particulares, aunque también, explicadas o
aclaradas desde las constantes que intervienen en ellas.
Desde este punto de vista sería lícito pensar la cons-
titución del sujeto social mediante una historia que lo va
envolviendo hasta no pertenecerle, sin que por eso deje
de estar incrustada , en sus gestos, en los restos de un
lenguaje herido íntimamente o en las resistencias que
esgrime cuando se alucina como individuo único e irre-
petible.
Sin embargo, a pesar de todas las racionalizaciones,
de los fantasmas deformados por el tiempo y las ilusio-
nes mantenidas como fines, la historia arranca en el mis-
mo momento en que puede pensarse la producción de un
sujeto en condiciones y circunstancias establecidas y ja-
más bajo la idea de un mito originario que simbolizaría
redes familiares (padre, madre, hijo, abuelo, tío, etc.),
sea cual fuere la instancia donde adquieran su verdadero
sentido y no el carácter de una pseudoexplicación.
Por último, tal dinámica crítica supone una direc-
ción antropológica y un sesgo moral, lo que le permite
abrir interrogaciones sobre una concepción de los hom-
bres, sus transformaciones y aspiraciones, las modalida-
des de conciencia alcanzadas y el proyecto al que los des-
tina su peculiar "situación en el mundo".
Las preguntas que se formulan desde esta proble-
mática no se dirigen a el hombre, su esencia o naturaleza,
sino a la definición de un sujeto concreto, concebido como
"el conjunto de sus relaciones sociales, grupales, fami-
liares e institucionales". Es en la conciencia de ello y
en deber de revelarlo, que consiste la asunción moral, no
siendo ésta otra cosa que la distancia y tensión entre los
múltiples, complejos mecanismos del sujeto y lo que le
impiden reconocer y asumir.
Si pretendiéramos enfocar el asunto de otra manera
nos encontraríamos, inevitablemente, ante sistemas de
análisis "blancos", lenguajes higiénicos, reducidos al nú-
mero de sus combinaciones posibles. Por eso, podemos
afirmar que, una crítica sin concepción de lo que es y
debería ser el hombre es académica-, y un desarrollo crí-
tico que no se reconozca una moral es oportunista.
Estas apreciaciones buscan provocar una serie de su-
gerencias para abordar el espectro crítico, desde los pun-
tos de partida y la casuística sugerida. Sobre tales bases
podríamos comenzar a cuestionarnos más sistemática-
mente por el tipo de hombre que engendra y proyecta
una alternativa —plan de una aventura— crítica inédita.

Glosas sobre Freud

Refiriéndonos a la crítica como práctica transfor-


madora, como agente de modificaciones significativas,
como estructuradora de técnicas, artificios, procedimien-
tos, a la vez que se figura como invención metódica ins-
trumental, no debemos recordar más que un ejemplo so-
bresaliente (entre los muchos que dispara la historia ma-
terial de las ideas), el de la "Tramdeutung" de Freud,
en el cual las fragmentaciones del significante, la recons-
trucción de una cadena de sentido a partir de lo mani-
fiesto, la recuperación de un suceso olvidado, etc., son
uno de los tantos movimientos que ponen en marcha la
sorprendente máquina inconciente.
Respecto al cambio radical que se introduce, en la
ciencia y la cultura, con la problemática freudiana, de-
searía agregar tres perspectivas que, junto a la anterior,
en mi opinión, delinean las rutas críticas centrales que
inaugura el psicoanálisis.
1. El axioma de la "imposibilidad de agotar los
procesos inconcientes", tal como lo postula Freud, con?
lleva al fracaso terminante de la "adaptación plena" a
un sistema determinado, sean.cuales fueren sus forma-
ciones sociales específicas.
En el esquema freudiano la autonomía de los pro-
cesos inconcientes encierra la garantía de una actividad
infinita, sin que exista la oportunidad de un finalismo
a toiit. court. Pero esto no autoriza a introducir una in-
fundada "asocialidad" en el devenir inconciente; todo
ello, considerando el asunto más allá de las formas, con-
servadoras o reaccionarias, profesionales e instituciona-
les que le caben al desarrollo del movimiento psicoanalí-
tico en la historia.
A lo previo se agrega que la concepción libidinal —en
su pretendido ahistoricismo— arroja el siguiente saldo
positivo 10 : si las pulsiones poseen una forma —no un
contenido— transocial, podrán entonces, ser reprimidas
en cualquier tipo de sociedad. Aún más, exagerando la
hipótesis, se afirmaría que, una sociedad para existir,
debe funcionalizar, necesariamente, una "represión bási-
ca", distinguible de la "represión sobrante" que define
una historicidad y un monto de agresión determinados11.
Por otra parte, el hecho de que la agresión pueda
trascender condiciones específicas, fijadas de antemano,
indica que las pulsiones se sitúan en un nivel de cierta
libertad y que son capaces de producir transformaciones
reales, es decir, no instintuales. Por esa causa deben ser
reprimidas de diversos modos y en las distintas fases de
su estructuración. Esto marca, in nuce, que el "proceso
de adaptación" no se realiza directa ni mecánicamente.
En verdad siempre se constituye de manera parcial. La
idea de una adaptación total es el lugar de una leyenda
antipsicoanalítica y de una imputación ideológica inge-
nua que dejaría de lado, p. ej., la amplia gama de meca-
nismos patológicos. En una palabra, para ser más es-
trictos dentro de la preocupación freudiana sería correcto
hablar de condiciones o rasgos de adaptación, conflicti-

M Consecuencia que desatiende, por ejemplo, un autor como


E. Fromm cuando abandona la teoría freudiana de las pulsiones
por "conservadora", desplazando el modus de la lectura psicoanalí-
tica al de una "religación" humanística de corte místico y al de
-una moral optimista.
U Aunque esta distinción asimilada totalmente a la represión,
en el ámbito del inconciente, es limitada. Con ella sólo marcamos
un nivel que puede ser estudiado con relativa especificidad en un
social-histórico determinado. Y que siempre está definido por un
proceso inconciente "más allá de la represión", es decir, desde la
producción deseante misma que modaliza cualquier tipo de repre-
sión.
vos y tensionales, que portan los sujetos, pero jamás de
adaptación a secas, puesto que ella se ubicaría en el lu-
gar del síntoma, nunca en el de su resolución.
2. Es preciso contextuar el "deseo de muerte" en
Freud (modificando su defensa acrítica por Lacan y la
crítica defensiva de Reich), en un doble aspecto: como
resistencia a la idea de un Traumarbeit concebido bajo
la figura de una actividad sin entropía; y, simultánea-
mente, como oposición a las teorías vitalistas, moralizan-
tes y filantrópicas del aparato psíquico.
El deseo de muerte, además de sustentar ese "cuer-
po lleno sin órganos" (Deleuze), contra una serie de su-
puestos aceptados, se conforma como una historicidad de-
terminada sobre la que se apoya, a posteriori, la validez
de una teoría transfísica y clínicamente objetivable en el
•complejo de castración.
3. La problemática freudiana de la cura, antes de
enrolársela en la gastada polémica salud-enfermedad o
en la inefable "toma de conciencia de las determinacio-
nes inconcientes", debería estar vinculada con la "direc-
ción" y "aproximación tentativa" que buscaba Freud en
cuanto al logro de un sujeto más autónomo, que creara
sus propias pautas de inserción en la vida cotidiana y
representara una opción crítica activa.
Para finalizar querría hacer una acotación.
En elaboraciones posteriores dedicadas a los proble-
mas señalados sería necesario valorar, adecuadamente, la
transformación profunda que propició la interpretación
freudiana de lo que parecía una "vana espuma"; así como
la que desencadena Nietzsche y el Materialismo Histó-
rico en relación a las concepciones tradicionales. Con es-
tas vertientes cambia, irreversiblemente, el enfoque de
la producción dé subjetividades, del procesamiento sub-
jetivo de los valores, de la concepción del psiquismo, del
acto analizante y del "porvenir de una ilusión" que re-
chaza cualquier intento de clausura.
¿LEGITIMAR LO GRUPAL?
{HEGEMONIA Y CONTRATO PUBLICO) 4

ANA MARÍA FERNÁNDEZ

1 Un tipo particular de demanda

Desde 1982/83 en adelante quienes trabajamos desde


hace muchos años con grupos nos encontramos con fre-
cuencia frente a un tipo de demanda que al principio nos
sorprendía un poco, pero que —a fuer de repetirse—
pienso que podría otorgársele carácter de "analizador"
•de alguna cuestión institucional de nuestra comunidad
"psi". La situación que se repite podría esquematizarse
más o menos así:
De algún servicio hospitalario o centro de salud me
solicitan una conferencia, charla o asesoramiento sobre
^'grupos". Al explorar la demanda, se evidencia que el
•equipo se halla dividido entre quienes impulsan la acti-
vidad propuesta y quienes se niegan a ella. Suele suceder
que un término de negociación sea: "Bueno, pero que des-
pués venga un lacaniano". En algunos casos esto pre-
tende ser un punto de partida para iniciar en el servicio
tratamientos psicoterapéuticos grupales; en otros donde
ya existen, "pero con muchas dificultades", se busca nues-
tro asesoramiento técnico para superar las mismas. Quie-
nes se oponen parecen estar muy firmes en la negativa:
"No es psicoanálisis" y quienes propician la actividad pa-
recerían sostener un sí bastante más difuso, organizado
alrededor de "quisiéramos enterarnos cómo se trabaja
•en grupos".

* Trabajo realizado para el IV Congreso Metropolitano de Psi-


cología, Buenos Aires, 1987.
Es decir que la invitación incluirá ciertas expecta-
tivas por las cuales deberíamos poder demostrarles: a)
las ventajas de los abordajes grupales vs. los individua-
les; b) que ésto es psicoanálisis; c) constituimos en con.
tradictores de un "lacaniano" que supuestamente deberá
—a su vez— demostrar la invalidez de nuestros planteos.
¡Particular concepción ésta del debate de ideas! (Incluso-
algunos servicios contratan a un supervisor "grupalista"
y a uno "lacaniano" para la misma actividad).
Cuando una demanda viene así planteada la sensatez,
dirá que lo más fructífero sería rehusarse y contestar,
como el escribiente de Melville, "preferiría no hacerlo".
Sin embargo, optamos por ir. Llevamos un requisito:
desmarcarnos de las expectativas y ofrecemos trabajar
sobre el análisis de la demanda.
Que una preocupación por formas de trabajo, se
transforme en una polémica en términos de "vs.": "indi-
vidual vs. grupal, es o no es psicoanálisis, lacaniano vs.
no-lacaniano", es ya todo un síntoma. Por su frecuencia
en nuestro medio, puede parecer un hecho de la natura-
leza, pero es un síntoma. Para poder pensar, se hace en-
tonces necesario desmarcarnos de tales expectativas, esto
es, desmarcarnos de los "vs." y analizar la demanda.

I!. Interrogaciones

Al explorar los interrogantes por los que la consulta


ha sido planteada, los más característicos suelen ser:
¿Cuál es la eficacia de las psicoterapias grupales?
¿Qué pacientes son agrupables? ¿Es verdaderamente pro-
funda la psicoterapia grupal? ¿Es lo grupal un ámbito
verdaderamente terapéutico? ¿Es un ámbito de conten-
ción adecuado? ¿Se trabaja sobre el deseo o meramente
sobre la demanda del paciente?
Ante nuestra propia pregunta "¿por qué aparece en
ustedes la inquietud de trabajar con grupos?", la respues-
ta suele ser "no damos abasto con los tratamientos indi-
viduales, dada la cantidad de pacientes que concurren al
servicio". ' Otra respuesta encontrada es: "son directivas
de la Dirección de Salud Mental de la Municipalidad y
no sabemos qué hacer con ellas" (el correlato privado de
esta respuesta "porque los pacientes ya no pueden pagar
honorarios individuales").
Es importante subrayar que, cuando ante la expre-
sión un tanto vaga "queremos trabajar con grupos", o
"estamos trabajando con grupos", preguntamos "¿en qué
área?", se nos contesta —no sin asombro— "en psicote-
rapia, obviamente".
Otra recurrencia encontrada es que los profesionales
en cuestión, en su mayoría muy jóvenes, reconocen care-
cer de formación teórico-técnica en grupos. Cuando en-
contramos profesionales de mayor edad —a veces sobre-
vivientes de la devastación hospitalaria de la dictadura—
suelen reconocer una formación no actualizada en la ma-
teria y "sentirse muy perseguidos" frente a las críticas
explícitas o supuestas de los "jóvenes lacanianos".

III. ¿Pedido de legitimidad


o problemas de hegemonía?

Comienzan a partir de allí, mis propios interrogan-


tes -—por qué negarlo—, también recurrentes:
¿Por qué se pretende trabajar con conceptos teóricos
y bagajes tecnológicos que se desconocen? ¿Por qué cuan-
do su implementación fracasa, se atribuye esto no a la
ignorancia del profesional en tal terreno, sino al dispo-
sitivo empleado? ¿Desde qué lugar institucional-profe-
sional, pero también personal, alguien trabaja o intenta
implementar un dispositivo que desconoce y / o le produce
tanta desconfianza? o, ¿por qué tanta desconfianza frente
a formas de trabajo que aún no se han aprendido?
En síntesis, ¿ por qué la pregunta inicial es un pedido
de legitimidad al campo grupal, y no un pedido —un po-
co más desprevenido— de aprendizaje?
Se nos interroga por la eficacia de las psicoterapias
grupales, pero ¿cuál es la eficacia de psicoterapias indi-
viduales, cara a cara, generalmente de media hora de du-
ración y una frecuencia de una vez por semana? Extre-
mando el argumento, cuando trabajamos como psicoana-
listas —"comme il faut"—, esto es tres veces por semana,
diván, honorarios bien estipulados, etc., ¿nos pregunta-
mos por la eficacia?
Pareciera ser, entonces, que la pregunta por la efi-
cacia, se sostiene desde un pedido o cuestionamiento con
respecto a la legitimidad del campo de lo grupal. Un
pedido o exigencia de legitimidad es siempre, a mi cri-
terio, algo muy saludable para cualquier campo discipli-
nario, a condición claro está, que se sostenga: a) desde
aquel imperativo categórico kantiano por el cual también
se problematice —por lo menos cada tanto— la legitimi-
dad del propio campo; b) desde la apertura conceptual
por la cual tal pedido no caerá en falacias de autoridad
o en evaluar la legitimidad del campo cuestionado, a par-
tir de los paradigmas válidos para el campo propio.
Estos dos requisitos suelen estar ausentes en nues-
tras territorialidades "psi". En su reemplazo, solemos
encontrar que, desde un campo hegemónico, nominado a
sí mismo, se producen: a) los criterios de demarcación
de lo pertinente al mismo; y b) los criterios de verdad
por consenso, a partir de los cuales se promueve la des-
calificación, devaluación, denigración o denegación de
todo saber o práctica que quede por fuera del campo le-
gitimado. Desde esta operatoria, saberes y prácticas gru-
pales son altamente desconfiables.
Así, pensamos que preguntas aparentemente prácti-
cas o técnicas tales como ¿cuáles son los criterios de
agrupabilidad ?, podrán cobrar otras dimensiones. Por-
que, en general —es casi un lugar común—, cualquier
paciente analizable es agrupable.
Sin embargo, no todo colega inscribe con valores
equivalentes el trabajo con abordajes individuales o co-
lectivos en la asistencia hospitalaria. Ni debe. Pero, ¿por
qué tanta confusión y timidez en quienes estarían dis-
puestos? ¿Por qué la exigencia de legitimidad antes que
el aprendizaje?
Pareciera ser que ampliar las categorías emblemá-
tico-profesionales desde donde se define a sí mismo, se
transformaría en sinónimo de transgresión o abandono
de las mismas, poniendo en duda su idoneidad y / o per-
tenencia en el consenso profesional de su comunidad.
Si la marginación amenaza, la cuestión planteada no
se circunscribe al libre debate de las "ideas", sino que
problematiza, incluso, su mercado probable de pacientes.
En este sentido, las sinuosidades —por qué no decir
bizarrías— de demandar como las aquí relatadas, estarían
dadas —a mi criterio— por el forzamiento o violencia
simbólica que las atraviesa, en tanto están inscriptas en
lo que Bordieu ha denominado las luchas por la hegemo-
nía en el campo intelectual. Tanto las "ideas" como las
formas de trabajo, se inscriben, entonces, en los juegos
de los poderes científico-profesionales.
Así, desde un lugar de hegemonía en el campo "Psi",
se constituyen los apriori-roca viva desde donde se des-
legitimizarán saberes y prácticas no-hegemónicos.

IV. Denegaciones: Formación especializada


y contrato público

Esta situación de descalificación de saberes y prác-


ticas no hegemónicas, trae una serie de consecuencias, en
mi opinión, preocupantes. Señalaremos dos.
a ) Formación especializada
Se vuelve invisible la exigencia de formación espe-
cializada, tanto teórica como técnica, para trabajar con
grupos. La formación teórica psicoanalítica y el entrena-
miento en la escucha, son condición necesaria —yo diría
imprescindible— pero no suficiente. Esto es así, cuando
los espacios grupales elegidos se inscriben en el área asis-
tencial, pero con mucha más razón, cuando se utilizan
abordajes grupales en los trabajos comunitarios, con ins-
tituciones, etcétera.
Muchos de los- fracasos o dificultades en la imple-
mentación de abordajes grupales, o incluso los interro-
gantes por la "eficacia", la "profundidad", la "capacidad
de contención", etc., mencionados líneas arriba, deberían
pensarse incluyendo como importante vector de análisis la
falta de formación especializada que vuelve inoperante a
quien en el lugar de coordinador se posiciona. Inoperan-
te para abordar en su especificidad, el dispositivo grupal
montado.
Suelen estos "tratamientos" transformarse en mini-
tratamientos individuales, al estilo de las partidas simul-
táneas de ajedrez y / o en espacios de alto efecto-masa.
Tal inoperancia vuelve incontenible —tanto para el
coordinador como para los integrantes del grupo— una
fuerte nostalgia por los tratamientos individuales. Así
planteadas las cosas, no se equivocan.
Formación especializada no significa agregar algu-
nas "técnicas" grupales a la formación preexistente, sino
adentrarse en la complejidad y especificidad de las circu-
laciones e intercambios que se producen en tales colecti-
vos humanos, formados por un número numerable de per-
sonas. Tanto teórica como técnicamente.
Formación especializada implica volver visibles par-
ticulares circuitos de los colectivos humanos llamados
"pequeños grupos". Por mencionar sólo algunos:

- Desde ese sentarse en círculo que organiza "circu-


larmente" la visión de los integrantes, ¿qué efectos
de mirada juegos identificatorios <H> resonan-
cias circulaciones por diferentes posiciones de
las escenas fantasmáticas, se producen? ¿Cómo?
¿ Cuándo ?
- ¿Qué implicaciones institucionales circulan en los
juegos transferenciales?
- ¿Qué particulares vicisitudes recorre en un grupo,
la tensión entre ataque al narcisismo y ^soporte
identificatorio?
- ¿Cómo son las condiciones de producción de los
"discursos en grupo"? ¿Cómo pensar una teoría
de la lectura que sostenga las intervenciones inter-
pretantes desde la apertura y no el cierre de sen-
tidos?
- ¿Cómo, cuándo, tal colectivo comienza a crear sus
propias producciones simbólico-imaginarias, mitos
de origen, etcétera? ¿Cómo recorre las tensiones,
entre ilusión grupal y producción de utopías?
- Efecto-masa, sugestión, manipulación, son sólo al-
gunas de las cuestiones que la coordinación, en su
descentramiento del liderazgo, deberá problema-
tizarse.
- ¿Cómo resuelve cada grupo en su singularidad, la
tensión burocratización-creatividad colectiva ?
- ¿ Cómo operan los atravesamientos institucionales
en los dispositivos grupales?

Ahora bien, ¿ el abrir visibilidad-reconocimiento-afir-


mación de tal especificidad, inventa-provoca-delimita un
campo de problematizaciones teórico-técnicas de demar-
cación propia? Esta interrogación por la propiedad de lo
grupal presenta, sin lugar a dudas, variadas complejida-
des. Merece por tanto ser reflexionada, en el centro mis-
mo de su dificultad. Sin embargo, frecuentemente en-
contramos que no puede ser analizada en sí misma, sino
que es pensada desde la urgencia de afirmación de la he-
gemonía. Desde allí es necesaria y no contingentemente
denegada, como interrogación.
Urgencia denegadora, constituida en un apriori epis-
témico-institucioncU, por el cual la interrogación por la
especificidad de lo grupal no llega, ni siquiera a formu-
larse.
Por lo tanto, si la interrogación por la especificidad
de lo grupal no puede formularse, es comprensible en-
tonces, que la exigencia de formación especializada per-
manezca invisible.
Se recicla así el circuito:

Denegación de la propiedad de lo grupal.


i t
Invisibilidad de necesidad de formación especializada.
i t
Inoperancia de los dispositivos montados.

b) Contrato público

Quisiéramos hacer alusión en este punto a otra in-


visibilidad que encontramos en este tipo particular de de-
manda. Aquella que denegaría la necesidad de interro-
garse por las eventuales re formulaciones del contrato pri-
vado asistencial, cuando se transfiere la actividad laboral
- al espacio público, o sea, al Estado.
Porque, ¿qué significa ser agente del Estado en el
campo de la Salud Mental? Cuando se trabaja en un
hospital, centro de salud, etc., ¿puede ignorarse esta di-
mensión diciendo "yo soy psicoanalista"? ¿Qué contrato
se realiza entre el Estado y el profesional? ¿Entre el
profesional y el consultante; entre el Estado y el consul-
tante? ¿Se agota esta cuestión en el análisis'diferencial
de expresiones "me analizo con" o "me trato en"?
Muchas de las dificultades que nos plantean los co-
legas en el tipo de demanda que tratamos aquí de anali-
zar, podrían ser pensadas desde otro ángulo. Porque,
¿qué dirán cuando dicen "No damos abasto con la can-
tidad de pacientes"? La excesiva cantidad de pacientes,
¿es un hecho natural o es producida por una particular
concepción de la asistencia?
¿Cómo es pensado el Hospital Público, el Servicio de
Psicología, el Centro de Salud? ¿Cómo se piensa a sí
mismo el equipo profesional de asistencia estatal? "Aquí
vemos muchos pacientes", ¿es ésta la única especificidad
de las instituciones hospitalarias? Sin duda, ésta es una
característica del espacio estatal muy decisiva en la for-
mación de los profesionales jóvenes, pero ¿qué pueden
ofrecer ellos a cambio y sobre todo en qué dirección, a
partir de cierta reciprocidad contractual con el Estado?
En general, en la mayoría de los equipos de trabajo
que nos consultan, el interés por trabajar con grupos sur-
ge a partir de la ya mencionada cantidad de pacientes
que consultan o se hallan internados en su establecimien-
to. Más allá de que esta situación no nos parezca una
condición suficiente para trabajar con grupos, la lógica
interna del planteo parecería la siguiente:
- Se realizan las "adaptaciones mínimo-imprescindi-
bles del contrato privado, para trabajar en el espacio pú-
blico. Supresión del diván, por entrevistas cara a cara;
frecuencia reducida a una vez por semana; duración de
la sesión a aproximadamente media hora, etcétera.
- Cuando aun así el servicio va quedando desbordado
por la "cantidad de pacientes", comienza a pensarse la
posibilidad de incluir dispositivos grupales psicoterapéu-
ticos, pero con el mismo criterio que en la instancia an-
terior: modificar lo menos posible las formas privadas
de trabajo grupal.
Solemos presenciar, así, situaciones que a fuer de re-
petirse no dejan de sorprendernos. Por ejemplo, es bas-
tante frecuente ver equipos de profesionales que trabajan
en salas de crónicos de hospitales neuropsiquiátricos (4-5
profesionales para 100 internados, cuyo espectro va des-
de gatosos hasta internos con capacidad laboral conser-
vada), donde asistir es sinónimo de tratamientos psico-
terapéuticos individuales, y en algunos casos grupales.
Paseos, lectura de diarios, actividades recreativas, bolsas
de trabajo, comisiones de internos para mejoras edilicias,
asambleas de sala, etc., cuando se realizan, son considera-
das actividades de menor importancia y, desde ya, no per-
tenecientes al área psicoterapéutica.
Otro ejemplo bastante característico es el de Servi-
cios de Psicopatología infantil donde todo niño que allí
concurre, es pensado, prima facie, como paciente de psico-
terapia. A veces suele considerarse la conveniencia de
abordajes familiares.
Cuando hemos preguntado, particularmente en serví,
cios asistenciales que trabajan con niños, sobre las pro-
puestas o posibilidades del equipo en el área de la pre-
vención, más de una vez, hemos escuchado como respues-
ta: "El deseo no puede pre-venirse". Sin duda. Pero la
ética profesional puede per-vertirse. Y lo que es peor, sin
darnos cuenta.
Así las cosas, ¿no deberemos re-preguntarnos por el
significado de palabras tales como asistir, atender, pa-
ciente, tratamiento, etc., sobre todo en esta hora de re-
construcción de las instituciones del Estado, y mientras
tengamos tiempo?
La queja tan repetida "no damos abasto con la can-
tidad de pacientes", creo que deberíamos desglosarla:
- concurren muchas personas al Servicio
- nosotros ofrecemos psicoterapia (poco cambia la
cuestión si se incluyen grupos).
- no damos abasto.

Los profesionales intentan, sin duda de muy buena


fe, "atender" la mayor cantidad de pacientes. Pero ¿des-
de qué paradigma es pensada esta asistencia? Pareciera
que desde aquel paradigma que organiza y legitima el es.
pació privado. Por lo tanto, válido para ese espacio y no
para todo espacio. Sin embargo, su lógica interna pare-
cería ser: si la única forma legitimada es el contrato pri-
vado, cuanto más se parezca la forma de trabajo en el
Servicio a la del consultorio, mejor será la labor profe-
sional realizada en el espacio público.
Retomando la cuestión de la legitimidad planteada
líneas arriba, estamos aquí en presencia, nuevamente, de
una posición donde hay un único eje de medida, un solo
campo legitimado, de alta valoración y consenso. Desde
allí se evalúa y de-valúa el espacio público.
En este sentido, poco hace a la diferencia si el ser-
vicio amplía sus ofertas trabajando con grupos psicote-
rapéuticos, sin re-pensar también para ellos sus disposi-
tivos y contratos al pasar del espacio privado al espacio
público. No subestimamos la importancia de ampliar el
número de pacientes asistidos. Muy por el contrario.
Simplemente que intentamos mostrar aquí la importan-
cia del paradigma desde donde se organiza la asistencia,
y en este sentido, lo que nos cuestionamos abarca tanto
las formas individuales como colectivas de psicoterapia.
Ahora bien, si el espacio público es pensado mera-
mente como un lugar donde aplicar —con la mayor fide-
lidad y los menores cambios posibles— las formas pri-
vadas de trabajo, se producen, a mi criterio, dos procesos
simultáneos y alimentados recíprocamente:

1. La degradación del contrato y el dispositivo pri-


vado al ser aplicado "in toto" en el espacio público.
2. Denegación de la especificidad del espacio público
con el despilfarro consecuente de sus potenciali-
dades.

Ambos criterios sostenidos por un voluntariado pro-


fesional fuera de toda crítica *
Así planteada la cuestión se produce una particular
ecuación:

espacio privado = positividad


espacio público = negatividad **

Estas ecuaciones binario-jerarquizantes —tan comu-


nes en nuestra cultura— donde desde un único eje de
medida se cierra la posibilidad de pensar lo diferente en
positivo, la pluralidad de diversos en igual jerarquía, etc.,
van produciendo prácticas cada vez más restrictivas, dog-
matizaciones teóricas, etc., en tanto van anulando los jue-
gos reversibles de lo uno y lo otro. Lo Uno se transforma
así en lo Unico.
Pero ¿y si intentamos cambiar el punto de mira, esto
es, si tratamos de pensar el espacio público en su positi-
vidad? Cambiar la óptica significaría poder imaginar qué
particularidades pueden generarse en el espacio público
no pensables en el espacio privado. Poder pensar cómo
trabajar allí "en positivo" implicaría analizar tal com-
pleja realidad institucional y, desde allí elaborar colecti-
vamente estrategias asistenciales diversas; ampliar la no-
ción de asistencia de tal manera que, en tanto los servi-

* No deberíamos dejar de señalar que el propio Estado degra-


da al contrato público con los agentes de salud, a partir de sala-
rios muy bajos; en el caso específico de Salud Mental, con una gran
mayoría de profesionales con concurrencia ad honorem durante
años, jefaturas de servicios que no pueden ser cubiertas por profe-
sionales psicólogos, organigramas jerárquicos que suelen conspirar
contra la posibilidad de producciones colectivas de propuestas inno-
vadoras, etc.
** Los términos positividad-negatividad no se usan aquí solo
en un sentido valorativo, bueno-malo, sino también en el sentido que
estos términos adquieren en la posición relacional del positivo-ne-
gativo fotográfico.
cios realicen abordajes comunitarios previos, trabajen con
instancias institucionales intermedias de la zona, produz-
can multiplicadores asistenciales, etc., lleguen al mismo
la menor cantidad de pacientes. No ya porque no damos
abasto, sino porque no necesitan de nuestros servicios.
En este marco, entonces sí, re-pensar los bagajes
teórico-técnicos del contrato privado. Su reformulación
permitiría identificar el qué y el cómo utilizar de él, no
sólo evitando, como decíamos, su degradación en el espa-
cio público sino primordialmente pudiendo incorporar sus
aportes re-formulados en el máximo de su productividad.
Pero cuando el hospital vale prioritariamente como
área donde extender y consolidar la hegemonía, éste pier-
de especificidad institucional. Esta es una de las razones
por las cuales los espacios públicos se transforman en
meros lugares de aplicación de las formas privadas de
trabajo, y cuestiones como cambiar de óptica pueden verse
como preocupaciones inconspicuas de algún desorientado.
El aporte de los profesionales "psi" a la reconstruc-
ción de las instituciones hospitalarias del Estado pasa,
entre otras cosas, por hacer estallar él contrato privado
en el espacio público. De lo contrario es un trabajo cor_
porativo de una institución dentro de otra institución.
Probemos entonces pensar —en lo posible por fuera
de ridículos "versus"— la especificidad de la institución
hospitalaria y su no menos específico contrato. Estallar y
no degradar el contrato privado. El espacio público nos
exige inventar sus propios dispositivos.
COINCIDENCIAS
EL AREA DE LO GRUPAL

ARMANDO BAULEO

Es difícil delimitar el espacio para reflexionar sobre


la problemática de la grupalidad.
El material a estudiar es caleidoscópico.
Su estructura puede ser vista de tan diversas mane-
ras que permite la ilusión de creer que se están mencio-
nando diversas cosas cuando en realidad se está señalando
sólo una parcialidad del dificultoso material.
Es por ello que aprovechando estas cualidades del
"objeto" decidí utilizar ciertas ambigüedades como eje
de la misma.
La situación fue la siguiente: me preguntaron si ha-
blaría de "Perspectivas sobre o de la psicología grupal".
Como resultado salió "de la psicología grupal", y pensé:
falta "en la psicología grupal".
A partir de ahí pude observar que esas pequeñas di-
ferencias no sólo indicaban versiones diversas de la pro-
blemática sino también una cierta historicidad sobre la
miáma.
La exposición versará sobre esas diferencias y sus
resultados.
Adelanto una declaración. Cuando señalo "Perspec-
tivas sobre la psicología grupal" estoy aludiendo a las
tendencias que hablaron sobre los grupos, poco más de
fuera que de dentro de la práctica grupal, que surgen
históricamente como las primeras que indican el grupo
como lugar particular, al interior de algunas disciplinas.
Perspectivas en la psicología grupal me refiero a
los autores que situados en el interior del grupo reflexio-
nan sobre él, corrientes éstas de los años cincuenta.
Y con perspectivas de la psicología grupal señalo la
actualidad de la cuestión alrededor de lo grupal. Este
aparece con mayor especificidad y su conceptualización
nos atañe.

I. Perspectivas sobre la psicología grupal

Apunta a las primeras interrogaciones alrededor de


lo grupal. Dejo de lado la etimología de la palabra grupo,
así como su nacimiento no sólo al interior de la filosofía
sino también de la estética, para colocar la cuestión en
un tiempo más contemporáneo, ciniéndome a las versio-
nes sociológicas y antropológicas.
Tarde, Le Bon y Durkheim así como Marcel Mauss
y Levi-Bruhl, aparecen como los grandes mojones para
esta historia.
"Las leyes de la imitación", de Tarde, hoy reeditado
después de 80 años; la siempre recordada "Psicología de
las masas" de Le Bon, y los conceptos precisos de solida-
ridad y de anomia de Durkheim, así como sus elucubra-
ciones en torno a los símbolos sociales, son testimonios
de la influencia de estos autores en el campo de lo grupal.
Levi-Bruhl con su señalación de la hoy confrontada
"mentalidad primitiva" y, sobre todo, M. Maus con su no-
ción de "Don" (juego del dar y recibir) abren una serie
de interrogantes en la problemática del colectivo.
A partir de ahí se hace innecesario desarrollar ca-
pítulos de la sociología, conocidas en los ámbitos univer-
sitarios; de los aportes de la Escuela de Chicago, Mer-
ton, Weber y los actuales de Sorokim, Lazarsfeld, Castel,
Bourdieu, para solamente nombrar algunos. Así como
desenvolver también temas y autores de la antropología
que han desempeñado un rol "fuerte" en los tiempos ac-
tuales, me refiero a Levi-Strauss, Pierre Clastres, La-
plantine y Devereux. Sobre algunos tornaré luego.
En esta perspectiva (sobre una psicología grupal)
la problemática circundaba las visiones y las ideas sobre:
cómo un conjunto de personas entran y están en inter-
acción en una sociedad determinada. Cómo se sostiene esa
interacción, las influencias de la cohesión, el conformis-
mo, el desviacionismo. Recordemos los trabajos de Fes-
tinger sobre la "disonancia cognitiva". Otra cuestión es
la de la correlación entre refuerzo de la cohesión intra-
grupo y la virtualidad de tensiones intergrupos.
La psicosociología, derivada de estas ideas tiene co-
mo objetivo de trabajo, la interacción.
La gran preocupación se refiere a la forma de inser-
ción de esos grupos en la sociedad, su función social y
también conlleva una posibilidad metodológica para esta-
blecer criterios de medida, de comparación, de correla-
ción, para poder acceder a ítems de regularidad del fe-
nómeno grupal, así como sus probables verificaciones o
validaciones.
Habiendo rozado la cuestión metodológica veamos al
respecto algunos elementos que luego retomaremos. Des-
cribo ahora el artículo de Paul Lazarsfeld "La marcha
seguida por el sociólogo para caracterizar su objeto de es-
tudio" :

ler. Paso: Representación imaginada del concepto

El investigador sumergido en el análisis de los deta-


lles de un problema teórico esboza, desde luego, una cons-
trucción abstracta, una imagen.
El aspecto creador de su trabajo comienza quizá en
el instante en que, al descubrir fenómenos dispares, in-
tenta encontrar en ellos un rasgo característico funda-
mental.

:2do. Paso: La especificación del concepto

Consiste en analizar los componentes de esa primera


noción, que aún llamaremos según el caso, aspectos o di-
mensiones (ej.: si se desea saber si un servicio tiene un
irendimiento satisfactorio la noción de rendimiento se des-
compone en rapidez en el trabajo, calidad del producto,
rentabilidad del equipamiento). La teoría de la medida
da a estos factores el nombre de dimensiones.

Ser. Paso: Elección de indicadores

Consiste en encontrar indicadores para las dimensio-


nes seleccionadas.' ¿Qué es un indicador? Lazarsfeld to-
ma aquí un viejo ejemplo, cuando W. James se pregunta
¿a qué se llama hombre prudente? Los elementos que ha-
cen que uno considere el término "prudente" se llaman
indicadores.

Uto. Paso: La formación de índices

El decir, el componer la síntesis de los datos elemen-


tales obtenidos en el curso de las etapas precedentes.

Si hemos descompuesto el rendimiento de aquel ser-


vicio en seis dimensiones y elegido diez indicadores para
cada dimensión, ahora se tratará de construir una me-
dida única a partir de estas informaciones elementales.
A veces se deberá establecer un índice general cubriendo
el conjunto de datos, ej.: un jurado que debe asignar una
beca y que tiene que apreciar los datos concernientes a
cada uno de los candidatos.
Me extendí sobre este punto porque creo necesario
apreciar sus indicaciones y sus carencias para ver cues-
tiones de método. Luego lo retomaré *.
Ahora emergen dos nombres que indican el fin de
esta perspectiva sobre la psicología grupal y abren la otra
perspectiva, en la psicología grupal.
Me refiero a Bales y sobre todo a K. Lewin.
Si bien piensan en la posición social del grupo tam-
bién estipulan la necesidad de establecer un área propia
del acontecer grupal; su dinámica deviene específica y con

* Artículo de Paul Lazarfeld: " D e los conceptos a los índices


empíricos' (Methode de la Sociologie). (En España: Ed. Lai.)
cualidades de "objeto" que puede demarcar un campo casi
disciplinario y que requiere un cuerpo nocional apro-
piado.
Tanto el interaccionalismo de Bales como la corrien-
te de Dinámica de los grupos son demasiado conocidas
para que aquí me extienda sobre sus ideas, ejemplos y
prácticas.
Lo que atrae nuestra atención es que el ideal de cien-
cia continúa a ser la formalización matemática y la uti-
lización de modelos fisicalistas. Aparece como difícil el
pensar criterios que pertenezcan propiamente a las cien-
cias sociales, si aún consideramos a éstas como ciencias
y no como pre-ciencia o ideologías (al decir de Althusser).
Evoco la palabra de G. Politzer: "Cuando las mate-
máticas llegan a los psicólogos es de tercera mano, ya
que ellos la reciben de los fisiologistas. quienes a la vez
la recibieron de los físicos, que son los que la recibieron
de los matemáticos mismos. En cada etapa el nivel del
espíritu científico sufre una caída, y cuando al fin las
matemáticas llegan a los psicólogos es un poco de cobre
y vidrio que ellos toman como oro y diamantes. Otro tan-
to sucede con el método experimental". ("Crítica a los
fundamentos de la psicología").

II. Perspectivas en la psicología grupal

En esta dimensión, introducirse al interior de la si-


tuación grupal complica e implica no sólo a los integran-
tes sino también al observador. Las actividades, las mo-
vilizaciones, las distancias y las funciones que operan en
esa situación obligan a ciertas precisiones.
También sería útil un balance sobre tendencias di-
fundidas en nuestro medio, y que deben ser incluidas en
este plano de problemática.
El psicodrama de Moreno y los "Grupos de encuen-
tro" de Rogers, pasado su momento histórico de prota-
gonistas y después de un cierto silencio, están surgiendo
nuevamente. Pero ahora no sólo como manifestaciones
alternativas de las prácticas habituales y privadas de la
profesión del psicólogo o como tendencias contra-cultu-
rales, sino como instrumentos necesarios en terapias ins-
titucionales y comunitarias, y también como posibles ele-
mentos de cambio en el campo psiquiátrico. Para ello
resulta interesante observar las conclusiones de un con.
greso realizado hace un año y medio sobre "Psiquiatrías
breves", para ver una nueva versión de aquella tendencia.
En relación a la Teoría General de Sistemas y su
aplicación al campo de los grupos no podemos menos que
evocar la imagen de Bateson y sus extraordinarias con-
ceptualizaciones que han conmovido las teorías sobre la
enfermedad mental y de sus relaciones con el entorno so-
cial, y con el grupo familiar.
Su sombra cae sobre los trabajos actuales de Watz-
lawick y de la Selvini-Palazzoli que elaboran líneas no
solo terapéuticas sino de formación, así como de aspectos
del funcionamiento institucional de los servicios públicos.
Pero nos resta una cuestión sin resolver. Así como
podemos pensar que la teoría sistémica sería una de las
teorías útiles dentro de las situaciones de crisis y de eclo-
sión de la enfermedad mental, no nos es tan evidente la
dinámica que desenvuelve en los tratamientos prolonga-
dos, ni tampoco los pasos de las elaboraciones sobre los
materiales históricos latentes que se dan en estas situa-
ciones grupales. Esperamos comunicaciones que nos per-
mitan comprender estas cuestiones.
Llegamos ahora al ámbito psicoanalítico.
Despejemos el campo del humo de los dogmatismos,
vengan ellos de Londres o de París.
Critiquemos las posiciones que hacen de un autor un
gurú o un chaman (como decía M. Ponty) lo que produce
su desmerecimiento, porque ya sabemos que estas posi-
ciones tienen un determinado último que no es científico
sino económico, ya que la marcha de estas manifestacio-
nes está señalada por el mercado, sea de alumnos, de pa-
cientes o de editorial.
Es decir tratemos de señalar al abanico de autores
que, a partir de Freud, han intentado aproximarse y es-
bozar hipótesis sobre lo colectivo. Comencemos con las
ideas freudianas en las cuales se señala la identificación,
la introyección y la proyección como mecanismos princi-
pales del proceso colectivo, siendo la libido el eje central
que soporta dichos mecanismos. Las cuestiones de la
sexualidad infantil, del complejo de Edipo y de castración
indican los pasajes y la relación individuo-grupo (o fa-
milia).
Recordamos también la línea filogenética, mantenida
por Freud, para explicar un rapport entre lo social-histó-
rico y la presencia del tercero en la constitución de la
angustia de castración y de formación del superyo.
"El porvenir de una ilusión" y "El malestar en la
cultura" obligan a repensar las mentalidades colectivas
y sus fundamentos en referencia a "Las pulsiones y sus
destinos".
Pero lo hasta ahora expresado constituye la apertura
y las líneas directrices, veamos cómo ha continuado el
movimiento analítico a manifestarse sobre esta proble-
mática.
En los pioneros (daré solo los nombres y los temas
tratados) : S. Ferenzi: El mecanismo de introyección.
Thalassa (psicoanálisis de los orígenes de la vida sexual),
Cuestiones de la formación, Los símbolos y el autosim-
bolismo. K. Abraham: Historia de la libido. La idea de
objeto parcial. Se arriesga en la interpretación de los
mitos colectivos y los confronta con los sueños (en ma-
nera totalmente diversa a Jung). Teoría del Mito-Deseo.
H. Deutch: Conceptualiza el fenómeno del Doble y tam-
bién sobre el "como si". Jung: una obra basta, señalo en
nuestra cuestión su versión sobre los Arquetipos y el
Inconciente colectivo. Groddeck: Su sanatorio, el análisis
mutuo (desarrollado junto a Ferenczi). Reich: Sus ideas
entre el psicoanálisis y lo social "La psicología de las ma-
sas del fascismo". Las líneas antropológicas Geza Roheim.
Son sólo algunos ejemplos de los viejos tiempos.
Pero ahora la problemática grupal ha entrado en otra
dimensión. Sobre las bases anteriormente señaladas apa-
recen otros cuerpos nocionales y autores más explícitos
en las enunciaciones de la problemática grupal. Me re-
fiero a Foulkes, Bion y Pichón Riviére.
Alrededor de los años cincuenta estos tres autores
señalan una posible observación analítica sobre los gru-
pos, colocando a su vez al grupo cono material posible
para el psicoanálisis. Lo interesante a indicar es que es-
tos tres autores tratarán a su vez, paralelamente, otro
"material nuevo" como es el de la psicosis.
. Es decir, ellos habían iniciado una nueva observa-
ción sobre los psicóticos, por ej., la problemática de la
"Psicosis de transferencia", y a su vez se interesaban en
delimitar e interpretar la cuestión grupal.
Un rasgo llamativo en estos tres autores es que no
sólo tenían esquemas en común debido a sus training ana-
líticos, que los llevaban a considerar aspectos de la teoría
kleiniana como parte de sus conceptualizaciones, sino que
los tres habían sufrido desplazamientos de sus respecti-
vos países de origen a otro país. Habían realizado es-
fuerzos de readaptación, por último habían mantenido
vínculos difíciles con las Asociaciones Analíticas.
Para Bion y Pichón Riviére el gran referente era
John Rickman, un psicoanalista extraño, quáquero y mar-
ginal, con una enorme cultura en psicoanálisis, historia
de las religiones y antropología, analizado por Freud, Jo-
nes, Ferenczi y Klein. Es él quien desarrolla la noción
de grupos homogéneos y heterogéneos así como una serie
de intuiciones geniales sobre la lidership, la comunicación
grupal, las normas.
Volvamos a nuestros autores para especificar lo que
ellos proponen.
El grupo no sería solo la gestalt manifiesta orga-
nizada por el conjunto de individuos, sino también es
posible constatar, a partir de ciertos elementos, la estruc-
turación de un latente. Es decir, una especie de manifes-
taciones inconcientes de los individuos que emergen en
condiciones de agrupación.
Bion dirá: "El grupo en el sentido de un conjunto
de personas dentro de una habitación no agrega nada al
individuo o al conjunto de individuos, sólo pone de mani-
fiesto algo que de otra manera no sería visible".
En páginas anteriores del mismo texto ("Experien-
cias en grupo") había expresado: "Sólo cuando Freud
comenzó a buscar la solución en la relación entre dos
personas, es decir en la transferencia, comenzó a hacerse
inteligible la neurosis". En la misma página: "El peque-
ño grupo terapéutico es un intento de ver si al cambiar
el campo de estudio se pueden obtener nuevos resultados".
En otro lugar dirá: "No hay individuo fuera de lo
grupal aunque no siempre esté reunido en grupo".
Foulkes, a su vez, escribe "el individuo humano nun-
ca existe aislado, es como si tuviese que mantener (para
su bienestar) un equilibrio no sólo dentro de su propio
sistema sino también dentro de un sistema que compren-
de a cierto número de personas significativas". "La psi-
coterapia de grupo arranca a cada individuo de su red
primaria y lo mezcla con otros, formando así un nuevo
campo de interacción en el cual cada individuo comienza
de nuevo".
Es Pichón Riviére quien enuncia la noción de tarea,
y su función en la situación grupal, sea como elemento
de contrato o como metáfora sobre los fines del grupo.
La noción de emergente, como aquel elemento verbal o
de acción que llama la atención sobre el sentido actual
del movimiento grupal, y las nociones de resistencia al
cambio y de ansiedades básicas.
Pero los tres hablan distintamente de una cuestión
esencial que se descubre en la situación grupal y que se
refiere a la tensión en el rapport, en el vínculo, entre
grupo externo y grupo interno. Cada integrante, en una
situación de grupo, jugará su pertenencia actual a este
grupo en relación a su identidad, proveniente del depó-
sito de viejas pertenencias, antiguos juegos identifica-
torios de proyección e introyección y de fenómenos de
"transferencias cotidianas".
Otro elemento a considerar es la tarea. Este elemen-
to además de posibilitar y establecer parte del contrato,
alianza o encuadre del desenvolvimiento del grupo, es al
mismo tiempo una metáfora. Es decir, se habla y se tra-
ta de una cuestión, que nadie en realidad conoce ya que
la visión final de la misma en nada concordará con la
inicial. Fenómeno análogo al del proceso analítico en el
cual se entra con una fantasía de enfermedad y se apun-
ta a una fantasía de curación, pero en el cual ambas con-
tinuarán en el status de lo fantaseado.
Además, alrededor de esta cuestión de la tarea, co-
mo bien especifica Bion, todo grupo de trabajo está in-
terferido, rota su continuidad, imposibilitado en su desen-
volvimiento por la emergencia de materiales afectivos,
organizados en materia de supuestos de base, según él,
en el cual es posible distinguir tres formas: Dependencia,
Ataque-Fuga y Apareamiento.
Estos supuestos estructuran situaciones o momentos
grupales que necesitan ser interpretados como forma de
concientizar al grupo sobre dicha situación. Su apari-
ción es rítmica y cada supuesto de base será sustituido
por otro, este dinamismo constituirá una parte esencial
y permanente del proceso grupal.
Existen diferencias, entre los autores mencionados.
Foulkes tiende más a una labor sobre el manifiesto
del grupo, a los objetivos del grupo y busca los elementos
evolutivos de los individuos. Sus interpretaciones se di-
rigen a los individuos y al grupo.
Bion trabaja más sobre los supuestos de base, sobre
la aparición de mecanismos primitivos que surgen en ca-
da reunión grupal así como sobré las ilusiones que se
desenvuelven alrededor de la persona del coordinador.
Interpreta el grupo.
Pichón Riviére tiene en cuenta la "ubicación" de la
tarea y sobre todo los emergentes de la latencia grupal.
Considera esencial observar cómo se efectúa el giro en
el mecanismo del depositante, el depositario y lo deposi-
tado, para así poder recortar la manera mediante la cual
se estructuran los estereotipos y las rupturas en los víncu-
los intersubjetivos. Interpreta los emergentes.

Dos cuestiones sobre todo en Bion y Pichón Riviére.


Es claro, en los dos, una preocupación por el latente
grupal, es decir por esa zona construida por lo no-dicho,
por los fantasmas, por los mitos, que monta un código,
en }a cual operan las complicidades inconcientes para ata-
car lo que se había intentado dar como finalidad grupal.
Lugar de las organizaciones libidinales, de los elementos
pulsionales, del movimiento de las relaciones objetalés,
universo extraño, pero no caótico sino con intrincadas y
complicadas formas.
Lo manifiesto, para ambos, es una frase interrum-
pida. Pero lo importante es que ninguno de los dos "afec-
tiviza" el grupo. No indican una primacía de los afectos
sino la función y la participación de éstos en un grupo
de trabajo. Recordemos que tanto para Bion como para
Pichón Riviére la probabilidad de que un grupo alcance
la cooperación indica su posibilidad de colocarse en un
nivel terapéutico.
Otra aclaración, terapia, para ellos, no significa
"afectivo", sino ocupa el mismo lugar que en el proceso
de la cura.
La segunda cuestión es la posición del coordinador
o terapeuta. En ambos autores es explícita la diversidad
entre coordinador y líder dé un grupo. En algún mo-
mento del transcurrir grupal, éste "coloca" la figura dei
líder en el coordinador. Es decir, espera de él la posibi-
lidad de resolución de los problemas que lo aquejan e in-
tentan que éste sea bondadoso y eficaz.
Pero en Bion cada supuesto de base tiene su líder,
a pesar de que en el supuesto de Dependencia se espera
más respuestas y colaboraciones del Coordinador.
En Pichón Riviére el coordinador nada tiene que ver
con el portavoz grupal, ni con el líder y sólo en algunas
situaciones excepcionales puede ser emergente (este caso
explicitado o interpertado'por un supervisor).
En ambos la coordinación es una función vacía. Es
decir que, paro los dos, la situación es más compleja que
la primitiva conceptualización de una relación bidireceio-
nal entre el grupo y el terapeuta. Ellos adelantan lo que
luego Bejarano considerará como las cuatro transferen-
cias propias de la situación grupal.
Bejarano denpmina los "cuatro objetos transferen-
ciales": el coordinador, los otros (los participantes), el
grupo como tal y un objeto exterior (el mundo exterior)
("El trabajo psicoa,nalítico en los grupos").
Para nosotros, habría una variación a estudiar, que
se refiere a la noción de tarea, como elemento motiva-
cional, ligado a la pulsión epistemofílica kleiniana y pi-
choneana.
La otra problemática apunta a la contratransfe-
rencia.
Aparecen ciertas líneas que nos enseñan sobre la
contratransferencia.
Una línea proviene de los psicoanalistas que han tra-
bajado con psicóticos: Racker, Bleger, Rosenfeld y el gran
Searles. Ellos han estipulado que la instalación del cua-
dro al interior de la relación paciente-terapeuta, es decir
la psicosis de transferencia, proporciona otra posibilidad
a su tratamiento. A su vez el terapeuta se incluirá en
momentos de simbiosis transferencial e instrumentaría
los sentimientos intensos que provocan estas situaciones.
Otra línea proviene del Etnopsicoanálisis y aquí el
personaje es Devereux. G. Devereux, recientemente falle-
cido, señala en dos textos "De la ansiedad al método" y
"Ensayos de etnopsiquiatría general", explícitamente y
con abundancia de detalles y ejemplos, lo que constituye
la "materia" de la contratransferencia, y cómo algunos
de esos elementos pueden facilitar u obstaculizar la re-
lación entre observador (o coordinador o terapeuta) y
lo observado (o escuchado).
Sería bueno retornar ahora a aquellos cuatro pasos
indicados por Lazarsfeld para un sociólogo que desea in-
vestigar, para a su vez estudiar cómo y de qué manera
instrumentaliza sus implicaciones en esa investigación,
por ej., ciertos detalles inconcientes que le posibilitan o
le obstaculizan el imaginar él concepto, algunos prejui-
cios que distorcionan a la especificación del concepto o
la elección de indicadores. Recordamos el caso de K.
Lewin, que señala que lo óptimo para un grupo es tener
un líder democrático, cuando hoy sabemos que cada grupo
elige un líder de acuerdo a sus necesidades y deseos, pero
para él esa señalación estaba en relación a lo sufrido
frente al nazismo.
Es claro que con la noción de contratransferencia no
se busca un observador puro, sino la posibilidad de in-
cluir ciertos elementos personales que permitan o facili-
ten la lectura de cierto material.
Ahora entramos en los investigadores más actuales,
entre los cuales me incluyo. Se sitúan en la frontera de
la Perspectiva en la psicología grupal y el inicio de Pers-
pectivas de la psicología grupal.
También nosotros trabajamos con psicóticos y en el
campo de la formación.
Bleger sería el más viejo de este grupo. Nuestras
preocupaciones se dirigen a profundizar ciertas áreas
problemáticas del trabajo grupal, por ej.:

a) qué elementos en común existen entre los grupos


organizados alrededor de temáticas diferentes.
b) reflexiones en torno a las transferencias de grupo.
c) se nos hace necesario aclarar y profundizar las
nociones pichoneana de tarea y de emergente.
d) estudiar y confrontar la noción de latente grupal
con la idea de Foucault de "superficie plegada",
en el sentido de que no existe un más allá del
manifiesto, ni un detrás de él.

iII. Perspectivas de la psicología grupal

Aquí se instalan las problemáticas ahora en discu-


sión, las que están siendo esbozadas o en desarrollo, los
elementos "de punta" de la psicología grupal.
Es en esta perspectiva en la cual estamos más invo-
lucrados e implicados.
Los interrogantes que nos (me) planteamos están
en torno a elementos surgidos de la observación del pro-
ceso grupal desde diferentes ángulos. Las definiciones,
las nociones, las categorías que se han utilizado para se-
ñalar ese mismo proceso grupal, los alcances de esta idea,
la manera de pensarlo y de crear modelos sea del proceso
o del momento de cambio (por ej.: el de la Teoría de las
catástrofes de R. Thom).
La idea psicoanalítica de proceso surge como difícil
de conceptualizar.
Otras preguntas apuntan a las circunstancias o a
los modos o a los resultados de la relación entre contra.
transferencia y esquema referencial, además de especi-
ficar sus elementos idénticos, sus diferencias y sus in-
compatibilidades) .
Hace dos años escribí un esbozo de estas problemá-
ticas en un artículo "Efectos del proceso grupal" en el
cual me interrogaba sobre los "efectos" terapéuticos o
pedagógicos del mismo.
Un ámbito complejo se instala con el plano de la
formación. Es decir de qué forma, con qué vinculacio-
nes, a través de qué método, -es posible la transmisión
del conocimiento, de determinadas experiencias y de cier-
tos aspectos del esquema de referencia. Resulta alenta-
dor Ferenczi cuando decía que era necesario el análisis
didáctico para devenir psicoanalista, como provocación a
los médicos al mostrarles que en ciertas circunstancias el
título académico no era suficiente. Mucho tiempo ha pa-
sado y mucha agua bajo el puente, ahora no es tan neta
la separación, las formaciones al interior del Instituto
psicoanalítico, del cartel, de la enseñanza universitaria
(Leclaire, Laplanche, nosotros mismos) muestran enor-
mes cuestiones sin resolver en dicha transmisión.
Los mismos problemas ocurren en la enseñanza de
lo grupal, a pesar de las indicaciones precisas formula-
das, a su tiempo, por Foulkes.
Dos últimas notas: en estos momentos resulta cada
vez más claro que el proceso grupal que se desarrolló,
hasta la actualidad, alrededor de los grupos, dejó residuos,
restos de nociones, esquemas a medio construir, obser-
vaciones escritas, cuadernos de anotaciones, elementos téc-
nicos, estrategias de elaboración e instrumentos a utili-
zar. Todos estos materiales configuran ün campo de tra-
bajo alrededor de un área problemática que comprende
lo que denomino grupalidad. Es decir, se va constituyen-
do un objeto de estudio y trabajo, y un sujeto del dis-
curso, la grupalidad, que va mereciendo una cierta or-
ganización conceptual y que incluye una serie de obser-
vaciones prácticas y estrategias de acción/participación;
que tienen propiedades específicas.
La otra nota se refiere a un suceso histórico.
En 1976, en Madrid, nace una noción hoy muy en
boga. La de Clínica Grupal.
Fueron un grupo de españoles (Antonio y Nicolás
Caparros y su grupo Guipú) que junto a los exilados
argentinos Pavlovsky, Kesselman y yo mismo, acuñamos
esa noción, que no pertenece a ninguno de nosotros en
particular y sí a aquella situación grupal del post-fran-
quismo. Debo también incluir los pacientes y alumnos
que en aquellos momentos nos ayudaron a esa elabo-
ración *.
Para finalizar diré que revisando este trabajo me
di cuenta que su verdadero título debería ser "Esbozo de
fundamentación para un programa que pretenda ense-
ñar/aprender en la problemática de lo grupal".

* Ver Revista de Clínica y Análisis Grupal, nos. 1 y 2 y "Psi-


cología y sociología de los grupos", Ed. Fundamentos.
Aunque esa noción esté empleada por otros autores, lo que de-
seo comunicar son las reflexiones y prácticas que nos permitieron
en un momento difícil de los españoles y argentinos.
¡
UNA REFLEXION SOBRE EL SUFRIMIENTO
PSIQUICO Y LOS DESTINOS POSIBLES
DE LA PULSION DE MUERTE

HORACIO RAÚL MARÍN

Introducción

Publicamos el artículo del doctor H. R. Marín (aparecido en


«1 n<? 34 de la revista Topique, dirigida por Piera Aulagnier), jun-
to con una carta enviada al Presidente de la Sociedad Medica de
Psic«terapia, de una región relativamente cercana a la ciudad de
Buenos Aires, donde todo lo que brilla no es oro.
El escrito del doctor Marín, más allá de los reparos conceptua-
les que puedan hacerse, converge desde su perspectiva con muchas
de las que se vienen laborando desde las diversas constelaciones de
•"Lo Grupal".
Los mecanismos de exclusión, amenazas y aniquilamiento de
todo aauello que provea mínimos dispositivos o máximas disposicio-
nes para ayudar a un verdadero "trabajo de duelo", siguen estando
sujetos, en muchos ámbitos, al mismo régimen de "violencia simbó-
lica" (que incluye a la física de modo sui generis), que legitimo el
•"inimaginable" genocidio de la pasada dictadura.
El destino de su artículo fue, en parte voluntariamente, exilar.
Topique lo acogió y dio a conocer en francés. Nosotros lo hacemos
retornar y buscamos difundirlo en su lengua original, una forma
•de seguir aportando materia prima para los innumerables traba-
jos de duelo" que están al acecho de las imágenes que posibiliten su
-continuidad en un tiempo más propicio y "curativo": la reconstruc-
•ción sin pausa de la sociedad civil, lastimada y deteriorada hasta lo
"'inimaginable" en nuestro país.
Finalizando. Hubiéramos deseado que el doctor Marín sustitu-
yera la X de su carta por el nombre propio que la soporta, manera
en que se inscribe esa acción humana y profesional en una moral
-coactiva y fascistoide inaceptable. Pero respetamos su decisión de
no mencionarlo, de no "atenerse a las consecuencias" de un nuevo
isufrimiento psíquico.

J. C. DE B R A S I - E . PAVLOVSKY
Señor Presidente
de la Sociedad Médica de Psicoterapia,
S/D.

De mi mayor consideración:

Prefiero hacerte llegar por escrito ciertas re-


flexiones que surgieron en mí luego de la "agitada
jornada telefónica", en donde existieron amenazas
concretas por parte de " X " si yo leía mi trabajo ti-
tulado "Una reflexión sobre el sufrimiento psíquico
y los destinos posibles de la pulsión de muerte", re-
dactado en 1983.
La amenaza en cuestión consistió en un "¡ si ha-
blás, atenete a las consecuencias!" expresado en un
tono de voz nada psicoanalítico.
Creo, Rodolfo, que existen muchas cosas discu-
tibles en psicoanálisis. Pero existe un conjunto de
elementos básicos que no lo son. Uno de ellos es el
trabajo de duelo.
"Sufrimiento psíquico". . . intenta explicar en
forma fragmentaria la perturbación del trabajo de
duelo, como asimismo señalar que hemos sido vícti-
mas o testigos de una época horrible de la que he-
mos quedado marcados. La recuperación de este
pasado reciente requiere la no complicidad del silen-
cio —como señalé hace un año en Increpo, ya que
este trabajo no se pudo leer en 1984 por imposición
de algunas personas de esta Sociedad de Psicotera-
pia—, y constituye una de las tantas formas de par-
ticipación democrática efectiva.
Tengo la impresión que si no asumimos el com-
promiso con nuestro tiempo, desde nuestro lugar de
psicoterapeutas —sin estridencias, pero con firme-
za— le hacemos el juego a los que quieren que olvi-
demos, a los genocidas de la Doctrina de la Seguridad
Nacional, y a los cómplices, aquellos del "no te metás".
Hablemos de la identificación con el agresor, fe-
nómeno que más de un psicoanalista, sociólogo o
historiador debieran tener en cuenta. Se trata de
uno de los variados mecanismos que posee la psique,
en medio de una sociedad alienada y anémica como
lo fue la Argentina hasta el advenimiento de un
gobierno democrático.
La identificación con el agresor, en 1985, luego
de quinientas horas de juicio a los ex-comandantes,
en un juicio que pocos imaginaron, es un absurdo.
Y es un absurdo porque se solicitan más juicios. To-
dos los culpables adentro de las cárceles. Pero que
lo haga otro, porque yo tengo miedo. El miedo es
algo que nos pertenece, porque lo padecimos. Pero
también nos pertenece a todos la situación de un
desaparecido. El caso de la Sra. M., que aparece en
el historial —respetando su anonimato— es un caso
que nos pertenece a todos, porque si no se compren-
de esta situación como una ética comunitaria, sig-
nifica que no aprendimos nada, que no pudimos
aprender que estamos ante una tragedia global, que
abarca a la sociedad entera, y nos incluye.
La identificación con el agresor se observa con
claridad en este momento amargo de nuestra Socie-
dad cuando, uno de sus miembros se permite ame-
nazar a otro y conminarlo a leer el trabajo en algún
congreso lejano y fuera del país.
¿Cuál es el efecto buscado? Taparnos la boca,
prohibirnos la expresión, a lo que se le suma un
efecto inhibidor aún más nocivo: la prohibición de
pensar. Allí se junta esta cuestión singular con la
prohibición colectiva que se nos impuso desde afuera.
El autoritarismo sólo aguarda en los cuarteles
o en las iglesias. También está en las Sociedades
de psicoanalistas. Si no podemos elaborar dificul-
tades en nuestra comunidad, dificultades que se re-
montan a los años setenta, con la irrupción de la
violencia en la vida cotidiana, que fue cambiando
nuestra forma de trabajo, condicionado éste por otrá
parte por la violencia económica, nuestra agrupa-
ción no servirá absolutamente para nada, ya que se-
guirá siendo un grupo para afuera, con identidad
definida y otro para adentro, ambiguo y sin obje-
tivos claros.

En síntesis:
La identificación con el verdugo o el torturador
es un mecanismo defensivo anacrónico, en momen-
tos que son considerados los crímenes colectivos oca-
sionados por el "terrorismo de Estado", como crí-
menes de lesa humanidad. Habría que reconside-
rar la pertenencia a esta sociedad de alguno de sus
miembros.
La situación es grave, porque además de la ame-
naza hubo ligereza de juicio. El Dr. " X " no leyó el
trabajo. Se lo comentaron. Y doce meses después
de la primer prohibición, viene la segunda. Y otra
vez contra un ciclo de conferencias que él mismo
convalidó con su presencia. Como en 1984. La com-
pulsión a repetir es una forma de resistencia al cam-
bio. Se actúa y no se elabora.
Un afectuoso saludo, con la esperanza que "nun-
ca más", vuelvan a repetirse estas situaciones.

DR. H . R . MARÍN

Octubre de 1985.
UNA REFLEXION SOBRE EL SUFRIMIENTO
PSIQUICO Y LOS DESTINOS POSIBLES
DE LA PULSION DE MUERTE

Voy a efectuar en este relato un desarrollo breve so-


bre un tema en el cual no todos los psicoanalistas se po-
nen de acuerdo 1 : se trata de las pulsiones y sus destinos,
en especial aquél que se relaciona con la figurabilidad.
Para que un objeto alcance la representación requiere
haber sido libidinizado con anterioridad2. El interrogan-
te teórico ronda alrededor del tema de la pulsión de muer-
te. Puede existir —con validez universal— una fuerza
constante, intermedio entre lo somático y lo psíquico cu-
ya meta sea reducirnos al silencio mortífero. ¿Puede algo
oponerse al bullicio vital, a la alegría, los placeres, que
por otra parte son soñados, fantaseados en nuestro espa-
cio psíquico? Quizás, la no-figurabilidad en el sistema de
representaciones sea la presencia de la ausencia, que se

1 Por ejemplo, la escuela psicoanalítica norteamericana, en


Otto Keruberg:
"Melanie Klein aceptó sin retaceos el problemático concepto
de instinto (pulsión es la traducción correcta) de muerte; lo con-
sideró el contenido básico de la ansiedad y la fuerza que generan
los primitivos mecanismos de proyección que protegen al yo de sus.
afectos. Por mi parte, pienso que se trata de una injustificada ex-
tensión de la hipótesis especulativa de Freud acerca de un instinto
(pulsión de muerte) y una afirmación dogmática que no está res-
paldada por pruebas convincentes" (Kernberg, O., La teoría de las
relaciones objetales y el psicoanálisis clínico, Buenos Aires, Paidós,
1979, pág. 96).
2 Cita de Sigmund Freud, acerca de la figurabilidad en los

sueños. Citado por Piera Aulagnier en: "Du langage pictural au


Jangage de l'interpréte", Topique, n° 26, París, E / P . I . ed., pág. 30.
hace extensiva al discurso como la imposibilidad de po-
ner en palabras lo inimaginable.
Lo inimaginable es muy posible que permanezca es-
perando su oportunidad en la psique, para hacerse pre-
sente, bajo la forma de una fantasía luctuosa —bajo la
forma de un réquiem—, cuando no bajo la forma del ho-
rror o del terror 3 .

3 Cabe la reflexión teórica de si no existe ana intricación pul-

sional en una fantasía o sueño luctuoso que sirva a los fines conjun-
tos de Eros y de Thánatos. Un ejemplo aclarará la cuestión. Un
paciente, de treinta años, produce dos sueños cuya temática se acer-
ca a la de este trabajo. En el primer sueño se coloca del lado del
victimario, en el segundo, de las víctimas. (El paciente es bastante
ambiguo respecto a la situación sociopolítica por la que estamos
atravesando. Es un funcionario del gobierno de facto y de tanto
en tanto tiene fantasías arcaicas y omnipotentes que se expresan
a través de un discurso mussoliniano o hitleriano, tales como "vivir
peligrosamente"..., "hace falta un caudillo"..., etc. También,
fantasías antisemitas. Su actual preocupación es no perder su tra-
bajo.)
"Me encuentro recorriendo con otras personas las ruinas del
campo de concentración de Auschwitz. Es el interior de un gran
edificio circular, como si fuera el Coliseo romano. Uno de ellos es
B. Veíamos pilas de huesos calcinados que estaban ordenados. Yo
me preguntaba si eso había estado realmente 'mal'. Pienso si la
cuestión no es judaismo veraus socialismo. B. me dice que el 'Ka-
po' del campo de concentración al terminar la guerra vino a la Ar-
gentina y fue ministro. Me enseña entonces que es importante saber
salir a tiempo de la escena política luego de un cambio y esperar
a que se aquiete la crisis."
Sueño del 12' al 13 de noviembre, 1983 (fragmento) :
"Noto que en la calle hay mucha gente armada que sacan a
la gente en pijama de sus casas y los t r a e n . . . al jardín. De pron-
to estoy adentro de una fosa (tal vez me han dado por m u e r t o ) . . .
y veo que quieren meter encima mío a otras personas que se en-
cuentran alineadas en el borde de la fosa. Los van a matar. De
pronto son tantas que las primeras se encuentran dentro de la fo-
sa, encima mío y me están impidiendo respirar"...
Más allá de otras interpretaciones utilizaremos estos dos ejem-
plos del contenido manifiesto de los sueños para demostrar que en
los imismos, este paciente puede soñar (figurar), lo que no pudo
hacer en cinco años de tratamiento la Sra. M. Sus fantasías luc-
tuosas y persecutorias, encontraron el canal adecuado de expresión
onírica. El sueño cumplió su cometido, ya que no hubo un desper-
tar agitado y el argumento de ambos sueños era más extenso. No
existió una crisis de angustia dentro de los mismos, que le impi-
diera la prosecusión del soñar. Pienso, por lo tanto, que la libido
Las fantasías tanáticas necesitan una oportunidad
para constituirse como tales, siendo necesarias para amor-
tiguar el sufrimiento psíquico, como en la situación de la
pérdida de seres queridos, constituyendo el delicado pro-
ceso de elaboración psíquica que Freud denominó trabajo
de duelo 4.
La posibilidad de poder pensar y constituir fantas-
mas acerca de la muerte constituye, en circunstancias
favorables a su emergencia, una contribución de la pul-
sión de muerte a la denominada salud mental. Esta con-
tribución constituirá nada menos que un ajuste a la
realidad. Cuando por cualquier motivo ya sea de índole
personal o social, el sujeto encuentra el camino de la re-
presentación de la pulsión de muerte interdicto 5 , aquel
ajuste a la realidad fracasa y se corre el riesgo de la en-

de este sujeto asegura la cohesión necesaria, a manera de cemento,


•a las imágenes dispersas de contenido tanático, aún se trate de
Auschwitz, desde la óptica del perseguidor, o de una fosa común,
•desde el lugar del perseguido.
4 Freud, Sigmund, Duelo y melancolía (1915, 1917), Buenos

Aires, Amorrortu, 1979, vol. 14, pág. 2.35 y siguientes.


"Ahora bien, ¿en qué consiste el trabajo que el duelo opera?
Creo que no es exagerado en absoluto imaginarlo del siguiente mo-
jo.:, el examen de realidad ha mostrado que el objeto amado ya no
existe más y de él emana ahora la exhortación de quitar toda li-
bido de sus enlaces con ese objeto. A ello se opone una comprensi-
l)le renuencia; universalmsnte se observa que el hombre no abando-
na de buen grado una posición libidinal, ni aún cuando su sustituto
ya asoma. Esa renuencia puede alcanzar tal intensidad que pro-
duzca un extrañamiento de la realidad y una retención del objeto
por vía de una psicosis alucinatoria de d e s e o . . . " (pág. 242).
Sin llegar a constituir una psicosis alucinatoria, podemos in-
ferir que la Sra. M. ponía sus mociones pulsionales al servicio de
realizaciones imaginarias —ensoñaciones—, para retener al objeto,
como describió Freud, teniendo inhibida la contribución que hace
la pulsión de muerte en el trabajo de duelo, por la supresión ex-
térria e interna de las fantasías tanáticas.
5 Véase Zaltzman, Nathalie, " L a pulsión anarchiste", Topi-
que, n° 24, E'PI: "Peut-étre la répression sociale qui s'exerce sur
les représentations inconscientes de la mort quand elles ne trou-
vent pas de formes culturelles organisées" el sujeto debe vivir co-
rrió si todo fuera normal para él, a excepción que: "les verrouiller
représente pour un individu un risque encore plus grand ' (pág.
•44).
fermedad, física o psíquica, como así de la misma muerte.
Dejaremos de lado, por el momento, a aquellas for-
mas de padecimiento que detonan en el soma, las llama-
das enfermedades psicosomáticas en donde existe un fra-
caso en la posibilidad de representación6, como así aque-
llas situaciones que hacen, detonar un conflicto a través
de la muerte súbita 7 , para detenernos en una forma es-
pecial de sufrimiento psíquico: la perturbación del pro-
ceso de duelo por causas ajenas al sujeto que lo padece.
Se trata de aquellas personas que concurren al análisis
en búsqueda de un paliativo para su sufrimiento, sufri-
miento sostenido a través del tiempo —años— por la pre-
sencia de lo inimaginable. Me refiero a la situación de
dolor psíquico padecido por los padres de los detenidos-
desaparecidos en nuestro medio, desde mediados de la
década del 70 hasta el día de la fecha.
Imposibilitados de catectizar un grupo de represen-
taciones ideicas que los vinculen —en forma realística—
al objeto amado y perdido por secuestro, estos sujetos
se ven abocados en la tarea psíquica de luchar —con
suerte despareja— durante todos los días y las horas con
Thánatos. No existe ninguna representación que los cal-
me en forma eficaz acerca del destino seguido por sus
seres queridos. La tortura y sus diversas manifestacio-
nes no pueden ser aceptadas, como tampoco son creibles
las versiones de gente arrojada desde aviones o helicóp-
tros, con sus pies atenazados en cemento para ser traga-
dos por el Río de la Plata. Los fusilamientos en masa
son asimismo inimaginables, como también los entierros
precarios en fosas comunes, a posteriori hallados como
tumbas "NN". Todas las narraciones que circulan sen
habitualmente rechazadas. "¿Adónde están?", es la pre-
gunta angustiosa que emerge una y otra vez *.

6 Liberman, D. y otnos, Del cuerpo al símbolo, "Sobreadapta-

ción y enfermedades psicosomáticas", Buenos Aires, Kargieman,


1982.
7 Visto en la post-guerra de las Malvinas, en padres que se-

reencontraban con sus hijos.


Descripto también en textos de pediatría.
* Es como si estas personas hubieran tenido que convivir con
una información que circulaba de boca en boca, entre los familia-
La idea que algunos miles puedan permanecer pri-
sioneros en campos de concentración puede satisfacer
aunque sea en forma provisoria y paradojal su necesidad
de hallarlos con vida, aún seis, siete o más años de trans-
currido el secuestro. A pesar de las manifestaciones ofi-
ciales, contradictorias y perversas, el deseo es la "apa-
rición con vida y castigo a los culpables", como rezan los
cánticos de las muchedumbres y las pancartas desafian-
tes 8.
Esta forma de tortura, novedosa en nuestras lati-
tudes, constituyen una expresión sádica y masiva, punto
de ruptura en nuestra sociedad argentina 9 . El deseo de
alienar10, por parte de un Poder omnipotente y totalita-
rio ha alcanzado a miles de personas, que siguen ligadas
imaginariamente al objeto amado. Una fotografía, una
habitación que siempre espera, un sueño en donde se ve
al hijo cuando era pequeño, un recuerdo que se va des-
figurando, no pueden colmar la ausencia.
La necesidad de recuperar lo perdido por la fuerza,
ubica la situación en la problemática de la pulsión y es
índice de la dependencia emocional con el hijo raptado,
dependencia no satisfecha en el plano de lo real que pone
al sujeto sufriente cara a cara con su propia pulsión de
muerte, pulsión que no halla mecanismos exteriores per-
mitidos para su expresión de luto. Por el contrario. Es-
tos sujetos son sospechosos de haber criado terroristas,
como así también son víctimas de agresiones, intimida-
ciones y secuestros. No quedan muchos caminos para la
expresión de la pulsión que investigamos. Los relatos, in-
ciertos y macabros son rechazados, siendo reemplazados
por otra incertidumbre, que prefiero denominarla lo mi-

res de desaparecidos. Al mismo tiempo, ellos la rechazaban para


poder continuar con su búsqueda del objeto perdido.
8 "Leit motiv" de todas las marchas de resistencia contra el

Régimen militar, sobre todo en 1982 y 1983.


9 Existen quienes, desde el Poder, quieren obligar a olvidar,

masivamente, los crímenes a través de decretos.


10 Amlagnier, P., Los destinos del placer, Petrel, Barcelona,
1,080, en especial el capítulo 1.
maginable, aquello que siendo un retoño de la pulsión de
muerte no llega a encontrar material figurativo ni tiene
palabras a su disposición como para elaborar la muerte
del ser querido.
Algunas personas han podido constituirse en grupos de
resistencia frente al Poder constituyéndose en insoborna-
bles testigos vivientes del Terror padecido, pudiendo pro-
clamar la necesidad de la vigencia de los Derechos Hu-
manos n . Estas prsonas han podido superar su estado de
desorganización psíquica promovida por el pánico, han
podido apelar a su propia pulsión de muerte al servicio
de la vida 12, moviéndose por momentos como anarquis-
tas que desafían al fascismo imperante. Otras han visto
aminorar sus fuerzas, refugiándose en patologías narci-
sistas (sobre todo hipocondría y melancolía) reconcen-
trando la libido sobre sí mismas, anulando también la
posibilidad de expresarse en forma hostil. Por momentos
han capitulado frente a la presión del Régimen, llegando
a identificarse con el agresor. Estas personas, durante
ciertos momentos han creído ver justo el castigo al cual
eran sometidos *. Sus pensamientos no se diferenciaban
demasiado de los slogans del gobierno. Comenzaban a
sentirse como si fueran "madres de terroristas", sin serlo.
Si a sus hijos los habrían apresado "por algo sería.13".
Todas estas maniobras psíquicas no tenían otra finalidad
que la de sobrevivir en medio de una situación psíquica
límite. Identificándose con su hijo prisionero en un su-
puesto campo de concentración, o bien con el discurso del
poder. El Yo de estas personas hacía esfuerzos denoda-

U Existen ocho entidades por los Derechos Humanos: Asam-


blea Permanente por los Derechos del Hombre ( A P D H ) , Madres
de Plaza de Mayo, Abuelas de Plaza de Mayo, Centro de Estudios
Legales y Sociales (CELS), Movimiento Ecuménico por los Dere-
chos Humanos ( M E D H ) , Liga por los Derechos del Hombre, Fa-
miliares de Desaparecidos y Detenidos por Causas Políticas, Servi-
cio de Paz y Justicia (SERiPAJ).
12 Zaltzman, N., texto citado.
* Su odio hacia el Poder lo trasladaban inconcientemente ha-
cia el objeto interno vivido entonces con fuerte ambivalencia.
13 Fragmento del discurso del iPoder que circulaba de boca en
boca durante la llamada "guerra sucia".
dos para seguir estando vivo, apaciguando también sus
propios remordimientos14. Purgando el crimen imagina-
rio, en una cárcel irreal o mimetizándose con el verdugo
desconocido, copiando el pensamiento del poder, podían
estar a salvo de sentimientos y fantasías horribles, ini-
maginables, de muerte y mutilación, a costa de su propia
alienación.

La domesticación de la pulsión llamada "anarquista"

El poder militar argentino utilizó métodos nazis |s


para quebrar a sus opositores políticos, hubiesen cometi-
do o no delito alguno. El "crimen mental" ("crimental",
en la neolengua que cita Orwell, en su 198U), también
era penable. Así ocurrió con miles de personas desapa-
recidas. El setenta por ciento fue capturada en su casa,
ya fueran niños, mujeres embarazadas, a veces ancianos
y familias enteras. La edad promedio del detenido-des-
aparecido, entre veinte y treinta años, aunque también
fueron secuestrados adolescentes, hombres y mujeres ma-
yores de la edad promedio 16. El terror diezmó miles de
familias, no pudiendo todavía denominarse a aquella eta-
pa aún vigente, si bien aminorada, con un nombre ade-
cuado. No fue una guerra civil al estilo de la española,
como tampoco es satisfactorio el rótulo que usa el poder
militar: "la guerra sucia". Nuevamente nos encontramos
con la dificultad de poner en palabras al retoño de la
pulsión de muerte, aunque surjan expresiones más con-
vincentes tales como "genocidio" o "crímenes contra la
Humanidad" n .

14 Zaltzman, N., ibíd.


15 Corroborando e¡n intercambio de ideas con Adolfo Pérez Es-
quivel, premio Nobel de la Paz, 1980 (mayo 1983).
16 Datos extraídos de artículos de diarios y revistas, en espe-
cial del período 1980-83. ('En 1979, hace su aparición en nuestro
país una comisión internacional por los Derechos Humanos, prove-
niente de la OEA, la CIDH. A partir de ese momento político la
divulgación se va haciendo efectiva.)
17 Expresión debida a quien conoce bien el fascismo: el Pre-
sidente de Italia, Sandro Pertini.
La metodología criminal no sólo apuntó a la desapa-
rición física del enemigo, sino también adquirió el estilo
de apabullar a toda oposición, sumirla en el individualis-
mo y en toda indiferencia por este problema. El poder
intentó también alienar a los familiares y al resto de la
población.
En la intuición de Orwell acerca de los regímenes
despóticos encontramos estas palabras que pueden apli-
carse a los familiares de los detenidos-desaparecidos:
"Al Partido no le interesan los actos realiza-
dos; nos importa sólo el pensamiento. No sólo des-
truimos a nuestros enemigos, sino que los cambia-
mos" (el subrayado me pertenece)18.

O bien, estas otras que se pueden hacer exten-


sivas a los desaparecidos:
"Y, sobre todo, no permitimos.que los muertos se
levanten contra nosotros... La posteridad no sa-
brá nada de ti. Desaparecerás por completo de la
corriente histórica... De ti no quedará nada: ni
un nombre en un papel, ni tu recuerdo en un ser
vivo. Quedarás aniquilado tanto en el pasado como
en el futuro. No habrás existido"...

El recuerdo de un mártir puede convertirse en un


peligroso boomerang para el poder, engendrando oposi-
°,ion, desafío, resistencia.

"Entonces, ¿para qué me torturan?..." Se


pregunta el protagonista.

Esta novela de política-ficción cobró realismo en la


Argentina contemporánea. La tortura por medios indi-
rectos se hizo extensiva a aquellos núcleos familiares en
los cuales se habían practicado una o varias detenciones-
desapariciones.
"Los vi ceder paulatinamente, sollozando, llorando

18 Orwell, G„ 1984, Buenos Aires, Salvat.


a lágrima viva y al final no los dominaba el miedo
ni el dolor, sino un sentimiento de culpabilidad,
un afán de penitencia. Cuando acabamos con ellos
no eran más que cáscaras de hombre".

En el discurso del torturador podemos encontrar, el


deseo de aniquilar todo intento de rebeldía para someter
en su totalidad a su víctima, sumida en la postración,
el desamparo afectivo, y la desinformación.

Un caso clínico

He aquí uno de los mecanismos defensivos a los cua-


les acudió la Sra. M., a quien atiendo en forma a-siste-
mática desde 1978. En la fantasía de su hijo prisionero
en "algo así como una chacra", "sometido a una especie
de servicio militar muy severo", la madre imaginaba las
distintas comidas que su hijo podría comer durarite el
día, así como las actividades permitidas en ese cautiverio.
Algunas de estas actividades lo ligarían a su pasada pro-
fesión. Con este fantasma defensivo que opera como un
tapón de sucesos inimaginables, la señora se fortificaba
en su propia iiusión, a costa de un magro contacto con
la realidad. Esxa ilusión ocupaba gran parte de su vida
psíquica, tornándose a-temporal. La absoluta desinfor-
mación desde el poder durante el período 1976-febrero
1983 19 realimentaba el ensueño diurno. Este ensueño a
veces se deshacía en el fenómeno onírico, en el cual la
madre se reencontraba con su hijo pequeño. Si aquel
estado se aproximaba peligrosamente a la psicosis, a tra-
vés del fenómeno de desrealización, podemos afirmar que

I9 En esa fecha, febrero de 1983, en declaraciones a una re-


vista española el general Ramón Camps asumió la totalidad de los
crímenes cometidos. En airil, sería el .conjunto de las F F A A quie-
nes hacen suya la labor le 'limpieza', definida como "un acto de
servicio". El Arzobispo 4 La Plata, monseñor Plaza, la calificó
como un "acto evangélico' en tanto el general Videla, presidente
de la Nación en el período 1976-81, fue más lejos aún: "fue un ac-
to de amor" (datos extraños del diario "Clarín").
a través del soñar se reencontraba con la realización de
deseos y con la posibilidad de transmitirlos más cercano
a la neurosis. La Sra. M. por momentos capituló mental-
mente y se convertía en repetidora de slogans guberna-
mentales. Este fenómeno, si bien fue de corta duración,
nos advierte sobre esta forma de tortura ininterrumpida
que emanaba desde un régimen, contento con la muerte,
amordazante de cualquier forma de protesta imponiendo
su ideología a través de todos los medios masivos de co-
municación y —lo más grave— que utilizó como trans-
misores a los propios padres-víctimas.
El pensamiento que calcaba el discurso totalitario y
justificaba los secuestros tendía a una sola meta; abo-
lir la causa del sufrimiento psíquico acomodándose a un
mundo a-conflictual x . Haciendo como si fueran propios
los pensamientos impuestos se fusionaba con las metas
dictadas desde afuera. La ganancia de placer provenía de
la misma reducción del sufrimiento.
El tratamiento, en estos tramos consistía en una con-
tención de ansiedades potencialmente desorganizadoras
de su psique, siendo imprescindible además, una medica-
ción adecuada. El discurso de la ideología dominante se
instalaba en el lugar de la imago parental idealizada.
Era en ese territorio psíquico en donde dfibía trabajarse
analíticamente tratando de recuperar a la sujeto de su
sumisión ante el enunciado identificatowo que se le en-
viaba desde el poder. Desde esa misma fuente se las de-
signaba despectivamente con "las locas de Plaza de
Mayo".
Mediante el tratamiento psicoteraȎutico, la Sra, M.
podía recuperarse a sí misma aunque el forma titubeante.
En la escena de la realidad social, la fuerza que fue ad-
quiriendo trabajosamente el Grupo «e las Madres de la
Plaza de Mayo, constituyó un auxilio externo de valor.
La Sra. M. pudo verse espejada en otro lugar, teniendo
como punto de referencia otro patión identificatorio, re-
conociéndose en sus propios derechas de ciudadana. Ese
movimiento ayudó a su salud mental. La suma de facto-

. 20 Aulagnier, P., Los destinos del placer, capítulo 1.


res terapéuticos y sociales conformaban una situación de
holding 21 , como también la ayuda del grupo familiar.
Todos los elementos que favorecerían la sensación de que
no estaba sola en su situación-límite contribuían a un
proceso que llamaré de des-alienación. Este proceso no
resolvía la cuestión de lo inimaginable, que permanecía
escindida en su psique, pero favorecía sus posibilidades
de resistir en medio de una situación psíquica y social
insoportable. Lo inimaginable constituía entonces, un re-
ducto psíquico inanalizable, al que se debía respetar, de
nula posibilidad de figuración mantenido en el sistema
inconciente por una rígida censura a la que se anadian
la censura social, algo así como "Prohibida la represen-
tación mental del destino seguido por el detenido-desapa-
recido". La tarea analítica de des-alienación apuntaba a

21 Tomaremos la noción expresada por Winnicott, W . (La fa-


milia y el desarrollo del individuo, capítulo: " L a función mater-
na", Buenos Aires, Ed. Hormé, 1967):
" E s posible agrupar en tres categorías la función de una ma-
dre suficientemente buena en las primeras etapas de vida de su
hijo:
" I ) Sostenimiento (holding).
" I I ) Manipulación.
" I I I ) Mostración de objetos."
Acerca de la función de sostenimiento:
" L a forma en que la madre toma en sus brazos al bebé está
muy relacionada con su capacidad para identificarse con él. El
hecho de sostenerlo de manera apropiada constituye un factor bá-
sico del cuidado, cosa que sólo podemos precisar a través de las
reacciones que suscita cualquier deficiencia en este sentido. Aquí
cualquier falla provoca una intensa angustia en el niño, puesto que
no hace sino cimentar:
"La sensación de desintegrarse.
" L a sensación de caer interminablemente.
" E l sentimiento de que la realidad externa no puede usarse
como reaseguración.
" Y otras ansiedades que en general se describen como «psicó-
"tic&s^ ,''
Por lo que citamos de Winnicott, creo que nuestra función
cumplía con la función de holding. En efecto. Nos identificábamos
en forma necesaria con el sufrimiento de la paciente, hecho que
nos permitía comprenderla mejor, tratábamos de sostenerla, evitan-
do esas sensaciones y ansiedades "que a veces se describen como
psicóticas".
desmontar pieza por pieza al cerrojo mental puesto des-
de afuera, desautorizando el dictado del poder. Frente
al mismo pudimos adquirir cierto sistema de comunica-
ción en común. Respecto al núcleo escindido hacíamos
una suerte de pacto tácito de "no tocarlo", aun conocien-
do el riesgo que entrañaba para su psiquis: el estallido
del núcleo podía precipitar a alguna forma de psicosis,
por ejemplo confusional, por lo mismo, era necesario la
cobertura farmacológica. El núcleo de elementos infor-
mes escindido servía bien a los designios de Thánatos.
De pronto ante un nuevo exceso de violencia desde afue-
ra, el mismo era activado promoviendo un estado de su-
frimiento psíquico y corporal que tomaba expresión a
través de un envejecimiento brusco, amnesias, afasias
nominales, trastornos en la marcha (marcha vacilante,
traspiés), confusión témporo-espacial, trastornos somáti-
cos múltiples (opresiones en el pecho, trastornos digesti-
vos: anorexia). A la contención habitual debíamos agre-
gar la interconsulta clínica. El humor era a predominan-
cia, melancólico, era el que correspondía a un "funeral
sin muerto" 22. Es muy probable que la pulsión de muer-
te espere estas ocasiones en las cuales la libido merma,
para expresar en un cuerpo que se derrumba, en una psi-
que que no puede producir pensamientos, produciendo
apagamientos en el discurso y blancos en la figurabili.
dad. La tarea analítica no se basaba, como en el psico-
análisis tradicional, en la historia de la paciente, en sus
vicisitudes pulsionales, por el contrario, la tarea —difí-
cil— consistía en el aniquilamiento del discurso de un
general que pareciera haber resultado del III Reich: "To-
dos los desaparecidos están muertos." La brutalidad de
este discurso, contradictoria con lo sostenido también con-
tradictoriamente durante siete años: "Los desaparecidos
no existen. Si los hubiera es porque se mataron entre
ellos. Muchos han cambiado su identidad y se han ido
al extranjero", situaciones todas que se avienen más a la
lógica del deseo fanático, similar al cuento del caldero

22 Bousquet, J. ,p„ Las locas de la Plaza de Mayo, Buenos A i -


res, ü,i Cid, (pag.). Excelente descripción de un observador f r a n -
cés de la lamada —por los militares "guerra sucia".
contado por Freud: El caldero no estaba agujereado. No
me has prestado ningún caldero. El caldero (por últi-
mo), es mío. Esta argumentación se mueve más acorde
a la lógica del deseo de autoperdón. No hay lugar para
el deseo de otro ni mucho menos para las categorías ló-
gicas de Bertrand Russell23.
La violencia de este discurso oficial produce una
repulsa, no sólo de la Sra. M. sino también de las enti-
dades defensoras de los Derechos Humanos. Es literal-
mente "indigerible", por lo mismo el síntoma de rechazo
a los alimentos se inscribe en ese sentido. Pero ese re-
chazo no basta, de ello dan cuenta los demás síntomas
existentes, que hablan de un derrumbe. El aniquilamien-
to de aquel discurso que podía ubicarse en el lugar del
Ideal del Yo de la paciente, es una exigencia terapéutica:
la acción patógena del medio mueve a voluntad nada me-
nos que al Yo y a sus ideales, conjuntamente con la vio-
lencia exterior, impone la violencia del discurso, le da
al Yo un rótulo que lo identifica en forma patológica ("las
locas"), intenta, a través del terror de anular respuestas
sanas de protesta, y crea un núcleo escindido de la psique,
núcleo de lo inimaginable, imposible de analizar, so pena
de caer el propio analista en otra forma de violencia: la
interpretación iatrogénica, que expresa los fantasmas con-
tratransferenciales.
De aquí se desprende el concepto de situación-lími-
te: o se acepta la voluntad todopoderosa de quienes se
han sentido propietarios de la existencia ajena, aceptan-
do e incorporando su ideología o bien el sujeto sometido
a esta tensión extrema se refugia —mientras puede—
en un mundo ilusorio, al estilo de la Sra. M., mundo que
corre el riesgo de desvanecerse ante la presión de lo ini-
maginable, y ante la presión de las noticias de la realidad.

Dificultades específicas de la cura analítica


Dado que la historia del tratamiento comienza con

23 Citado por Cooper, D., Psiquiatría y antipsiquiatría, Bue-


nos Aires, Paidós, pág. 58 (Bertrand Russell, como precursor de
la teoría del double-bind, Principia mathematica, 1913).
el relato de un hecho traumático acaecido realmente en
la historia del sujeto, podemos afirmar que esta huella
psíquica y emocional que el sujeto padece, huella que no
la puede figurar —como acabamos de describir —mar-
cará el rumbo de un tratamiento atipico. Un tratamiento
que no podrá abordar —por falta de oportunidad— la
historia infantil del sujeto, como asimismo la historia
de sus vicisitudes pulsionales. Por el contrario, esta cura
estará signada por la fuerza tanática de un tiempo pre-
sente, sin perspectivas de futuro.
Si bien, como bien lo demostró Piera Aulagnier, los
"blancos en nuestro pensamiento"24, demuestran que es-
tán "en el lugar de palabras que no deben volver", la
tarea que la autora propone es la de efectuar un enlace
entre representaciones de cosa y representaciones de pa-
labra que han quedado desligadas. Para ello, es necesario
conocer bien la historia del sujeto, disponer de nuestra
parte de una buena cuota de atención flotante, de un
fundamento cultural, proveniente de nuestro propio aná-
lisis y de nuestra teoría psicoanalítica. De esta manera,
podemos darle al sujeto en análisis aquellas palabras fun-
damentales que representen al pensamiento de estos su-
jetos "un pensamiento figurado" por nosotros, una cons-
trucción en donde los signos lingüísticos... sea la suma-
ción de imagen de palabras e imagen de cosa, se encade-
nan de manera de ofrecerle... en el registro del sentido
y de la significación un enunciado pensable, compartible.
que obedezca a las leyes a las cuales debe plegarse todo
enunciado25". Esta "interpretación figurativa", en donde
se conjugan las imágenes de cosa y las representaciones
de palabra constituyen para el sujeto que las recibe una
recactectización, y un apoderarse de un universo de sig-
nificacioines perdido, detrás del blanco en los pensamien-
tos y de la figurabilidad.

2 4 Aulagnier, P., " D u langage pictural", pág. 47. En comu-


nicación personal, le pregunté a la autora si este concepto podía
ser similar a aquél que Freud denominó "el ombligo del sueño" (In-
terpretación de los sueños, O. <C., Madrid, tomo I, pág. 639). Lue-
go de pensarlo un poco me respondió que sí (abril de 1981).
25 Aulagnier, P., ibíd., pág. 48.
Luego de esta digresión podemos preguntarnos a no-
sotros mismos si esta técnica es posible en el caso que
aquí tratamos. La respuesta es negativa, dado que no
podemos rellenar los blancos en la figuración de la ma-
dre de un desaparecido, porque nos remitiría una y oto a
vez a la misma duda: "vive / no w e " . Esta falta de
certeza mínima * abre dos caminos, también sin salida,
caminos torturantes para el sujeto que lo padece.

— Si vive, ¿adonde está?, ¿cómo está? ,


_ Si no vive, las dudas y las preguntas rondaran
acerca del final del cuerpo del hijo y de la con-
ducta del perseguidor. (¿Cómo lo mataron? ¿Lo
enterraron? ¿Adonde? ¿Lo cremaron? ¿Fue arro-
jado al agua?).
También entramos en una zona en la que el pensa-
miento muere, zona que denomina lo inimaginable por
dos razones:
• Porque en la escena de la realidad, los crímenes
contra la humanidad nos dejan perplejos y sm capacidad
de asimilación, de tornarlos pensables. "No nos entran
en S T a S ' / e n un sentido literal. Aquella forma de
violencia extrema y organizada, como ^ es la del terror
de Estado. Es imposible imaginar los designios de un
perseguidor que necesita un enemigo permanente, exte-
í o r o interior, para auto justificar su propio sistema de
dominación27. Este perseguidor ha atacado - y se man

26 Aulagnier, P., Los destinos del placer, obra citada, cap. I :


"Identificación, alienación, psicosis". „_„i:„. l r

oí Jotpótar lo endeble del . argumento bélico con Uiiie^ nacía une»


de 1978 (El lfbro de Freud, acerca de la Psicología de ^ —
t anlLs del yo, de 1921, sigue teniendo un v ^ r mcalcu^able^
En aquella oportunidad pudimos comprobar ciertas' semejanzas^ con
el modelo alemán del nazismo: en este modelo el enemigo P ^ m es
tar adentro del país —el socialdemócrata, el comunista—, o afuera,
el capfto^ismo i n g l ¿ , el bolchevismo etc. En este
el ciudadano judio no tenía escapatoria alguna, ya que el mismo
tiene expectante en esta apertura democrática— en cual-
quier momento y lugar, bajo cualquier justificación, a
quienes consideraba sus "enemigos". Rótulo tan vago y
amplio, que podía hacerse extensiva a casi toda la pobla-
ción, en aquel climax persecutorio de los años 1976-1977.
Lo único vislumbrable con claridad era lo que denomino
"el total desprecio por la vida" » El "enemigo", fue, so-
bre todo en aquellos años, para el terror estatal algo así
como una plaga de insectos que había que exterminar.
Quizás una extrapolación enajenada de la ideología de

Hitler denunciaba que podía ser comunista o capitalista (Mi Lu-


cha). Es importante ver cómo en el pueblo argentino existen cier-
tos gérmenes que favorecen la ideología militar. En efecto, la teo-
ría paranoica de Hitler llega a nuestros días sin ninguna deforma-
ción en un sector de uno de los partidos mayoritarios. Un slogan
de la derecha del Justicialismo es precisamente "ni yankis ni mar-
xistas". Por lo tanto, todo lo diferente a ellos mismos es sospe-
choso.
En cuanto al argumento argentino del reclamo territorial -vá-
lido o no— respecto al Canal de Beagle o las Islas Malvinas, tam-
bién encontramos su antecedente en la anexión de los Sudetes. Con
el entrenamiento militar se ocultó permanentemente la realidad de
la situación en la cual vivimos todos inmersos. Con el correr de los
años nos enteramos que aquella técnica del enemigo permanente se
denominaba "Ideología de la seguridad nacional" (véase Lozada, S.
M. y otros autores, El Cid, Buenos Aires, 1983). También el im-
portante libro de Hipólito Solari Yrigoyen, Los años crueles, Bru-
guera, Buenos Aires, 1983. El autor expone con absoluta precisión
el enlace del modelo represivo puesto en práctica en nuestro país y
nuestros vecinos latinoamericanos al lado del monetarismo de Mil-
ton Priedman, alentado desde el imperio norteamericano).
2 8 Por lo mismo, postulo que hemos tenido varios quiebres en

nuestro sistema de valores, con un alarmante desdibujamiento de


nuestra identidad como personas y ciudadanos pertenecientes a una
comunidad. Este criterio lo he expuesto en una reunión de la Fun-
dación "Eugenio Blanco", próxima a Renovación y Cambio el 3 de
noviembre de 1983, en la ciudad de La Plata. Pienso que bordea-
mos lo que se denomina anomia. La tarea de reparación nacional
debe ir de la mano de la recuperación de la posibilidad de pensar
de los argentinos. Se debe reparar la "salud mental ' de la pobla-
ción, a través de un accionar específico, como pueden serlo la cons-
titución de equipos interdisciplinarios formados por médicos, psi-
quiatras, psicólogos, psicoanalistas, antropólogos, sociólogos y volun-
tarios. Una experiencia de este tipo ya la estamos llevando a cabo
en esta ciudad desde octubre pasado (CEIPLA-Salud Mental).
los ejércitos de ocupación colonial franceses en Indochina
y Argel 29 , como de los norteamericanos en vietnam. El
deslizamiento se produjo quizás en parte desde lo racial
a lo ideológico. (Con esta descripción mínima no preten-
do abarcar un fenómeno tan complejo, mucho menos cuan-
do existen poderosos intereses económicos y políticos que
operaban como motores para aquellos genocidios mencio-
nados) 30 .
• En segundo lugar, lo inimaginable31 tiene su asien-
to en la psique del sujeto que perdió su hijo, sujeto alie-
nado por la tortura ininterrumpida de la falta de cer-
teza mínima acerca del destino corrido por aquél. Esa
ausencia de certeza mínima desorganiza su psique y no
le permite catectizar sus propios pensamientos, deseos,
placeres .
29 Druetta, G. A. (ensayo), Del partido militar a las fuerzas
armadas del país, revista "Primera Plana", año 1, n<? 2, (segunda
época): , , .,
"Según Orsolini, se enseñaba a 'considerar a la poblacion como
enemiga o susceptible de ser rápidamente conquistada por el ene-
migo' " (referido a la enseñanza militar. El autor es un ex mili-
tar: " E s que los textos estaban llenos de los ingredientes ídeologi-
cos y metodológicos del Ejército Secreto Francés — O A S — , a car-
go de la 'guerra sucia' de Argelia y cuyos integrantes fueron pur-
gados por De Gaulle en 1961, luego del intento golpista. Anade
el autor que aquella literatura militar era "una suerte de prefigu-
ración del ejército ideológico argentino". ^
30 Citaremos a Comblin, P., profesor de Teología de Lovaina
y profesor visitante de Harvard (cita extraída del libro Ideología
de la Seguridad Nacional, págs. 14 y 1 5 ) :
" E l libro de Joseph Comblin es de 1977. tiene como subtitulo
' E l Poder Militar en la América latina', y está dedicado a Leóni-
das Proaño, el obispo ecuatoriano de Riobamba 'defensor de los in-
dios, preso el día 12 de agosto de 1976 por motivos de segundad na-
t l 0 I l a ''Advierte
que ella (la ideología militar de la Seguridad Na-
cional) ha sido estructurada en los Estados Unidos y se expande a
los ejércitos latinoamericanos desde el National War College, el In-
dustrial College of the Armed Forces y, en lo que concierne a la
oficialidad subalterna, desde el Southcommand del ejército norte-
americano, con asiento en el enclave del Canal de Panama, donde
hacia fines de 1975 ya habían recibido instrucciones según las téc-
nicas de Vietnam, nada menos que 71.651 militares latinoamenca-
nos -J
31 Aulagnier, P., Los destinos del placer.
Cuando, en la vida cotidiana, perdemos de vista en
una situación trivial un objeto cualquiera, por ejemplo,
la fotografía de un objeto amado, podemos padecer una
pasajera crisis de ansiedad y malestar. La situación se
revierte cuando el objeto es reencontrado.
Entretanto, la falta de certidumbre nos sume en la
impaciencia: ¿Adonde está?, pregunta que tiene su pre-
historia infantil en aquel juego del niño y el carrete, pri-
mer juego de las escondidas que le permite al niño con-
trolar la ansiedad de separación. La madre, al fin de
cuentas volverá.
Desde una situación simétrica y opuesta, la angustia
de separación provocada como en el caso de nuestro es-
tudio por la violencia de un agente exterior coloca a la
madre del desaparecido en una situación regresiva de
desamparo infantil. No existe la posibilidad de volver al
juego del fort-dai2.
El objeto interno es manipuleado como puede. Pue-
de ser dibujado en una silueta vacía (¡sin figuración!) 33
en el espacio exterior a la psique. Puede ser mostrado
al mundo a través de fotografías o de pañuelos blancos
que cubren las cabezas de las madres34. Pueden reapa-
recer en sueños.
Pero el objeto interno no vuelve en la escena de la
realidad. Su lugar es inimaginable y potencialmente per-
secutorio a la vez. Es fuente de preocupación constante,
verdadero enigma sin solución que remite al padre que
sufre esta situación a su propia búsqueda infantil. ¿De
dónde vienen los niños? ¿Adonde van los muertos? 35

32 Freud, S., Más allá del principio del placer.


33 Las últimas manifestaciones con el Régimen militar, hacia
fines de 1983, consistían principalmente en la mostración de dibujos
vacíos, con el nombre del desaparecido, el lugar de la desaparición
y la fecha, como asimismo de la ocupación, estudios, etc. Uno de
los objetivos era la mostración de treinta mil silueta vacías.
34 Emblema de las Madres de Plaza de Mayo.
35 Zaltzman, N., La pulsión anarchiste, texto citado, pág. 39:
"L'investigation épistémophillique se préte partiouliérement aux
investissements conjoints d'Eros et de Thanatos —Seminarios de
Piera Aulagnier, 1978-1979—-. L'enquéte enfantine porte tout autant
sur la mort et le destin des morts, et parfois bien davantage, que
sur la différence des sexes.-'
Búsqueda con una teorización bloqueada. Todo esto sig-
nifica un terrible ataque al narcisismo del sujeto, que
debe soportar la prueba de una experiencia de mutilación
intrapsíquica, tal como lo es "la asunción de la experien-
cia de castración en el registro identificatorio" (P. Au-
lagnier). Conflicto entre el Yo y sus ideales que con-
fronta al sujeto que sufre con un re-brote de un conflicto
identificatorio precoz. Así como el niño necesita el so-
porte de la mirada materna para asegurarse en su inte-
gridad, los padres que analizamos, carecen del soporte
de la mirada del hijo que los confirme en su función ma-
terna o paterna. Esa carencia agrega otro matiz a esta
experiencia-límite: el sentimiento de haber fallado como
padres en el momento en que los hijos más los necesita-
ban. Este ingrediente puede promover un colapso entre
el Yo y los ideales y empujar al sujeto que lo padece ha-
cia una vertiente melancólica, próxima al suicidio. Allí
es donde el analista debe asumir la función de sosteni-
miento, aplacar las eventuales ideas de culpabilidad e in-
dicarle al sujeto que él no está solo en su sufrimiento.

Resumen
Más allá de las dificultades técnicas específicas —lo.
interpretable—, en estas cuestiones deberemos agregar
que para hacerse cargo el analista de un analizado que
vive una situación-límite como la descrita, el propio ana-,
lista colaborará mejor en la rehabilitación emocional y
en la recuperación de la capacidad de pensar de su pa-
ciente en la medida que él mismo haya ido dándose y
dando a sus allegados respuestas acordes al momento so-
ciopolítico y también económico vivido, vale decir, escla-
reciéndose y ayudando a esclarecer a los demás a través
de respuestas ante la presión de la realidad.
En efecto, esta psicoterapia en tiempos de guerra
interna, con un poder tan impredecible como poderoso^
que pudo controlar casi todo, excepto nuestra voluntad de
resistir, nos obligó a desarrollar, al lado de nuestra for-
mación psicoanalítica, una formación política que nos ayu-
Jó a pensar nuestra historia contemporánea, nuestra in-
serción en la misma, como también la de nuestros pa-
cientes. Esto último ayudó particularmente a la Sra. M.
en la tercer etapa de su tratamiento. En efecto,
I. En la primer etapa existía un predominio neto de
las ensoñaciones narcisistas, viviendo la paciente en un
mundo a-conflictual. Su hijo estaba prisionero en un
campo de concentración y sería liberado. A nivel sinto-
matología, predominio de las fobias a los espacios abier-
tos, hipocondría, somatizaciones leves. Frecuentes epi-
sodios de déjá vü, que promovían su encierro (1978, de
mayo a diciembre).
II. Segunda maniobra defensiva que intenta, ante el
fracaso del mecanismo anterior, una explicación racional
que sustituye la propia. Ella es la madre de un terroris-
ta, no teniendo por lo tanto ningún derecho. En esta lí-
nea iba a ser obligada a olvidar y a perdonar. Los actos
cometidos fueron "excesos en una guerra sucia" y, en
última instancia, "actos evangélicos", o bien "actos de
amor", en defensa de no sé qué "civilización occidental
y cristiana en peligro por la confrontación este-oeste
en nuestro territorio. Para algunos oficiales la tercer
guerra mundial37 estaba siendo librada en la Argentina,
aunque nadie lo supiera.
La Sra. M. acentuaba sus signos de desrealización.
La desinformación desde los medios de difusión era to-
tal. Esta segunda etapa corresponde al año 1979. Si en
la primera lo imaginaba al hijo vivo, en la segunda lo
•daba por muerto implícitamente sin saberlo. Ambos tie-

36 Fragmentos del discurso militar.


37 Teoría delirante que aparece bien expresada en el libro de
Timerman, Preso sin nombre. Celda sin número, El Cid Buenos
Aires, 1982:
" E s curioso hasta qué punto estos últimos cuatro años de la
Argentina repiten en otro contexto geográfico, en otra cultura, en
otra época... el mundo de terrores, odios, locura, delirio que gober-
nó el episodio hitlerista en Alemania. Cuando se acercaba el previ-
sible final de la explosión satánica que habían desatado en Europa,
los jerarcas alemanes, muchos de ellos, se refugiaban en explica-
ciones místicas sobre su papel en la historia de la Humanidad. Los
militares argentinos tratan hoy de convencer a la Humanidad que
fueron los primeros en enfrentar la tercera guerra mundial, la de-
finitiva contra el terrorismo de izquierda" (pág. 161).
nen en común el descenso en la capacidad de pensar de
la Sra. M. y el empobrecimiento de sus relaciones afec-
tivas. Las dos representaciones "vivo-en-campo-de-con-
centración" y "madre-de-terrorista", son el aspecto visi-
ble de un núcleo escindido, inconciente y sin posibilida-
des de figuración, el núcleo de lo inimaginable, núcleo de
des-ligazones de representaciones de palabra y de cosa,
acerca del destino seguido por el hijo como también de
un verdadero vacío en la significación acerca de los pro-
pósitos del agresor. La vida está sujeta al azar y tiene
•escaso sentido. Melancolía. "Funeral sin muerto". Con-
formismo y adaptación a la realidad impuesta.
III. Luego de un interregno sin variantes, en los que
tampoco realiza tratamiento, sobreviene un brusco mani-
puleo desde los medios de información: "Todos los subver-
sivos están muertos". Violenta poussée de la sintomato-
logía anterior. A la representación mental de su hijo,
—inhibida— se le practica ahora una violenta informa-
ción mutiladora. No quedan ilusiones y ahora la única
fuente de descarga para la pulsión de muerte lo consti-
tuyen una sintomatología como la descrita: un cuerpo
<que envejece, una psique que no puede crear sus propios
pensamientos. Al intento de lavado de cerebro colectivo,
el poder agrega ahora una deleznable "psicocirugía" sec-
cionando al Yo y a sus ideales. Es en este momento en
el cual la tarea de holding debe multiplicarse: sesiones
•extra, medicación adecuada, interconsulta, entrevistas de
familia, ubicación de un nuevo rol dentro de la misma,
•esclarecimiento político e información sobre acciones de
resistencia solidarias con las Madres de Plaza de Mayo,
reforzar su pertenencia a este último grupo, fomentar la
acción y los debates con sus pares. La neutralidad ana-
lítica no alcanza, porque esta situación atípica es una
historia traumática, emparentada en cierto modo con lo
que Freud denominó "neurosis actuales". La etiología es
traumática y no está en el propio cuerpo, pero es el cuer-
po el que sufre en forma casi ininterrumpida el secues-
tro durante seis años, expresándose con fatigas, dolores
wagos, trastornos gastrointestinales, trastornos en el sue-
ño y otros ya mencionados. Existe una supresión de la
expresión de la agresividad. La libido insatisfecha "se
conforma" a veces con una dieta para bebés, lo mismo
que con alimentos fraccionados. La oralidad se pone de
manifiesto en la adhesión a ciertos medicamentos rece-
tados por su clínico. Existe un avance de la pulsión de
muerte. La exigencia terapéutica, trabajo reparatorio de
des-alienación, consiste en preparar el camino para la ex-
presión de lo inimaginable, anticipando el necesario tra-
bajo de duelo, atendiendo por otra parte a trazar enlaces
de representaciones habitualmente descartadas por la Sia.
M.: otros padres, otras madres han apelado positivamen-
te a su propia pulsión de muerte, bajo el aspecto de la
exteriorización de la agresividad pudieron constituir fren-
tes de resistencia. El perfil psicopatológico previo de es-
ta señora incidió en su pasividad, hecho que no afectó su
capacidad de sentir alegría por la circunstancia que otros
pudieran hacer lo que ella se sentía incapacitada para ha-
cerlo en la práctica.
La circunstancia favorable del advenimiento de un
bebé en la familia, ligado esto al rol que le dio su hija
en el cuidado de su nieto pudo otorgarle una salida efi-
caz, hasta ese momento taponada.
En el lugar del discurso militar, dentro de los enun-
ciados que resonaban en su Yo, pudo tener cabida el dis-
curso político, situación que la adscribiremos a la rela-
ción transferencial.
Este nuevo discurso, compartido transferencialmen-
te hizo que se sintiera parte de una comunidad muy da-
ñada, pero de una comunidad que tiene un Nobel de la
Paz, una figura líder de la resistencia contra el régimen,
un diputado nacional recientemente elegido. Estos nom-
bres, esas marchas, aquellas protestas trazan una nueva
geografía que abre un camino para la esperanza.
El nazismo criollo está en retroceso, pero no está
vencido. La cuestión de lo inimaginable está sin resolver,
tanto a nivel individual como a nivel colectivo. Es de es-
perar que con la actividad parlamentaria se abran los
caminos necesarios para las respuestas que todos necesi-
tamos.
Actualidad: noviembre 1983

La Sra. M. concurrió a mi consultorio para una en-


trevista de control, los primeros días del mes. En la mis-
ma, y muy brevemente pude observar que seguía man-
teniendo la incertidumbre angustiosa respecto al paradero
de su hijo. Lo expresó a través de dos relatos escindidos
entre sí, y sucesivos:

a) "Fue encontrado, en un cementerio clandestino,


un cadáver NN que tenía ropas como las de mi
hijo y un tiro de 'gracia en la cabeza'. Pero se
pudo comprobar que la fecha del raptó fue un
día antes al que se lo llevaran a Rafael". Lo ex-
presó apelando a sus recursos esquizoides y otro-
ra también histéricos, sin dramatismo y hasta
con un esbozo de sonrisa. El mecanismo descrito
por Freud como "escisión del Yo", le servía una
y otra vez para seguir estando viva. Nunca hizo
una manifestación tan terrible y tan cercana a
la posibilidad de que su hijo hubiera sido fusilado
y enterrado en una fosa común.
b) "Dicen que hay muchos con vida y que van apa-
reciendo de a poco. Pero no pueden hablar. Qui-
zás esté en un campo de concentración cercano a
La Plata, llamado 'La Cacha'38»... Otra vez la
- Sra. M. seguía viviendo la pesadilla de la incer-
tidumbre que no le permitía elaborar sus propias
fantasías. Lo inimaginable seguía estando tan vi-
gente como en la primer entrevista, inimaginable

38 Un día después de este escrito, apareció en los periódicos una


nómina de prisioneros en ese campo clandestino: Rafael había esta-
do allí hasta 1979.
Ese campo lleva el apócope del nombre de un personaje de
historieta. Se trata de una bruja que con su poder hacía desapare-
cer a las personas. Otra vez corroboramos la perversidad polimor-
fa de las fuerzas de seguridad involucradas en estos Crímenes con-
tra la Humanidad, como así también su infantilismo.
Las fuerzas de seguridad actuaron también con apoyo de pro-
fesionales de la salud: médicos, psiquiatras, psicólogos, etc.
que no podía transformarse en lo pensable y lo
decible. Lo inimaginable seguía estando enquis-
tado en el Yo, sin poder ser metabolizado por el
mismo. Este suceso traumático acaecido a la su-
jeto permanecía englobado como una sustancia
extraña, heterogénea al Yo, constituyendo en sí
mismo una escena tachada.
c) Hablamos de su nietecito varón y del placer que
sentía en cuidarlo. El destino había puesto en
la escena de la realidad un "infans" que necesi-
taba de sus cuidados de abuela materna, ocupando
—aunque sea en forma muy parcial— el lugar
de aquel hijo varón nunca más visto.

Nuestros contactos terapéuticos seguirán siendo pe-


riódicos y en nuestros diálogos seguirán los comentarios
familiares y políticos, como asimismo algún comentario
sobre su salud corporal.

Hemos pasado una larga etapa constituida por el


poder de un Estado autocrático, que empleó métodos fas-
cistas para consolidar a cualquier precio la dependencia
neocolonial, a una República Democrática que tiene, ante
sí, enormes desafíos. Uno de ellos es el que se acaba de
exponer. Existen diversas cifras sobre desaparecidos.
En la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos
existen más de seis mil casos denunciados. La comisión
de la OEA, que visitó nuestro país en 1979, constató más
de ocho mil. Amnesty International, alrededor de treinta
mil —cifra que se emplea ahora cotidianamente—. Exis-
ten quienes, como yo, pensamos que son más, debido a
la ausencia de denuncias por parte de familiares más
inhibidos que la Sra. M. o pertenecientes a capas margi-
nales de la sociedad, con menores recursos para hacerse
oír.

Ojalá que en esta República Democrática inci-


piente podamos colocar con fuerza de ley aquella le-
yenda de Hiroshima: "Nunca más", con nuestro es-
fuerzo democrático.
Edición de 2.000 ejemplares.

Este libro se terminó de imprimir


en Julio de 1988
por Rodolfo F. Stang,
Combate de los Pozos 968,
Buenos Aires.

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