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La Cultura Badariense

Introducción

El Predinástico, un término que, referido al Antiguo Egipto, podría ser definido como
vago e impreciso en el sentido de que, tomado literalmente, comprendería todo aquello
que aconteció en Egipto antes del comienzo del Periodo Dinástico. No está, por lo
tanto, claramente definido su límite inicial mientras que debería estarlo, lógicamente,
el límite terminal justo en el momento en el que comienza la Primera Dinastía. De
hecho la definición del Predinástico Egipcio como "ese periodo de tiempo en el que los
habitantes del Valle del Nilo, entre la Primera Catarata y el Mediterráneo, emergen por
fin tras un largo periodo de adaptación nilótica" (Midant-Reynes, 2000: 152), resulta
casi tan vaga como el propio término.

Es posible que incluso resulte algo artificial una frontera clara entre el Neolítico y el
Predinástico si pensamos que el primero ya era predinástico (evidentemente cierto en
el sentido literal de la palabra) mientras que el segundo todavía formaba parte, en
cierta manera, del primero.

Hemos de concretar un poco más. Para ello podemos establecer una primera línea
divisoria entre el Neolítico y el Predinástico egipcio en el momento en el que da
comienzo el periodo denominado Calcolítico, palabra que procede del griego "khalkos"
(cobre) y "lithos" (piedra), también se usan los términos Eneolítico, del latín "aeneus"
(cobre) y "lithos", y por supuesto Edad del Cobre, términos tecnológicos usados para
denominar un periodo de transición entre el Neolítico y la Edad del Bronce en el que
hacen su tímida aparición los primeros objetos de cobre junto a las predominantes
industrias líticas (Menéndez y otros, 2001: 83).

Eiroa, en su trabajo "Nociones de Prehistoria General", señala los elementos


característicos de este periodo cuando dice: "El término Calcolítico, aun siendo
puramente tecnológico, define un periodo en que los grupos humanos alcanzan un nivel
de desarrollo cultural que les permite una utilización más sistemática y diversificada del
medio, una organización social más compleja, en la que empiezan a vislumbrase
jefaturas políticas y cierto grado de jerarquización o estratificación social que irá
aumentando y consolidándose con el paso del tiempo a la vez que se afianza la vida de
poblado con un modelo preurbano o protourbano, aumenta la población, se amplía la
especialización de funciones y se generalizan rasgos comunes de carácter ideológico o
religioso. Se trata pues, más que de una cuestión tecnológica (que también es
importante), de un nuevo modelo de convivencia y de relación con el medio que, no
obstante, no se origina con rapidez ni de forma generalizada, sino lentamente y
restringido a áreas delimitadas, en las que se observan variantes regionales." (Eiroa,
2003: 353), definición ésta que podríamos aplicar, casi sin variar una coma, a la
cultura que se desarrolla en la región de el-Badari ya que, es en esta zona del Valle del
Nilo donde, no sólo aparece trabajado, aunque de forma rudimentaria, por primera vez
el cobre sino que, como veremos más adelante, se dan la mayoría de las
circunstancias que Eiroa señala como características del periodo Calcolítico y, aun
siendo meramente orientativo el nombre que demos a un determinado periodo, lo
importante es la existencia de una fase distinta a la anterior que viene marcada, en
este caso y como característica más aparente, por el uso del cobre. Este metal se
trabaja de forma muy rudimentaria al principio, del mismo modo que si se tratase de
una simple piedra más, por el método de martilleado o batido del cobre.
Posteriormente comienza a trabajarse este metal calentándolo previamente, lo cual
hacía que fuera más blando y maleable.

En palabras de Jacques Vandier "con la civilización badariense, entramos en una


nueva fase de la prehistoria egipcia, en una nueva fase que está caracterizada, sobre
todo, por la presencia y por el trabajo del metal" (Vandier, 1952: 191). La cultura
Badariense puede ser considerada como la primera de las culturas predinásticas del
Alto Egipto siendo quizás contemporánea de las últimas fases de las culturas de del
norte, Merimde Beni Salame, el-Fayum A o el-Omari y, si bien el uso del cobre hace
que podamos clasificar esta cultura como Calcolítica o Eneolítica, términos estos que
1
hacen alusión al uso simultáneo de la piedra y del metal, no todos los autores están
de acuerdo con el hecho de que el Badariense constituya una etapa diferente al
Neolítico, como Vercoutter el cual afirma: "El utillaje que acompaña a la cerámica
(Badariense) es esencialmente lítico. Si bien calificada a menudo de “eneolítica” o de
“calcolítica”, la cultura badariense permanece, de hecho, sobre todo neolítica. El metal,
en el caso del cobre, es extremadamente raro. No aparece más que en el curso del
desarrollo de la cultura y, si él ha facilitado la fabricación de las perlas (en el sentido de
cuentas de collares o de pulseras), no parece haber jugado un papel apreciable en la
vida cotidiana" (Vercoutter, 1992:103).

Pese a ello es evidente que estamos ante una comunidad sorprendente, los
Badarienses inician el desarrollo de una diversidad cultural que les permite ir un paso
por delante de las poblaciones neolíticas del Sahara y del Sudán. Sin que haya sido
anunciada antes, la cultura badariense aparece en la parte norte del Alto Egipto a
finales del V Milenio a.C. con un desarrollo tecnológico y cultural que integra, no sólo
lo que el Neolítico supone, sino también el conocimiento de los metales, el cobre,
posiblemente procedente del Sinaí y del Desierto Oriental.

Con los badarienses se inicia el fenómeno de aceleración cultural, las


transformaciones sociales y económicas que se materializan en un repertorio de
objetos e imágenes, nunca vistos antes, que se convierten en cotidianos y que van
asociados al nuevo universo simbólico y ritual que aparece con esta cultura y que está
relacionado, sobre todo, con el mundo de los muertos que habría de caracterizar,
obviamente de forma mucho más elaborada y compleja, a las culturas posteriores,
tanto predinásticas como dinásticas, todo lo cual refleja una sociedad crecientemente
estructurada y compleja, proceso que no dejaremos de encontrar, de forma todavía
más acelerada, a lo largo de todo el IV Milenio a.C. Nada permite suponer, cuando
hace su aparición el Badariense, "el repentino y acelerado desarrollo que conocerá la
civilización a partir de este momento, todo lo cual ha permitido a los arqueólogos hablar
del final de la Prehistoria y del comienzo de la Protohistoria, resaltando los
prácticamente nulos ligámenes existentes entre los escasos grupos neolíticos
seminómadas de la región y la originalidad y dinamismo de la primera civilización
predinástica" (Padró, 1999: 35).

Brewer expresa muy acertadamente lo que supone el badariense cuando dice: "La
cultura Badariense (c. 4400-4000 a.C.) el elemento más temprano de la secuencia del
Predinástico del Alto Egipto, marca un estilo de vida radicalmente diferente del que le
había precedido. De repente nos encontramos en un universo simbólico de increíble
riqueza, que refleja una sociedad compleja y crecientemente estructurada, un proceso
que se acelerará a lo largo de los siguientes mil años culminando finalmente en la
Primera Dinastía de un Egipto unificado" (Brewer, 2005: 77; 2007: 115). En efecto, un
proceso que desembocará en la asombrosa explosión faraónica que tendrá lugar
alrededor del 3000 a.C. Podríamos asegurar, siguiendo a Midant-Reynes, que los
badarienses no son solamente calcolíticos o eneolíticos, en el sentido meramente
material de los términos, sino que son ya Predinásticos de pleno derecho (Midant-
Reynes, 2003: 91).

Figura 1

2
La cultura Badariense hace, pues, acto de presencia en el Medio Egipto (ver Figura 1)
hacia el 4500 a.C. y se extiende en el tiempo hasta el 3900 a.C., coetánea entonces
con el inicio de Nagada I (Navajas, 2009: 44), podemos apreciar una desviación de 100
años por delante y otros cien por detrás respecto a la cronología de Brewer. Así pues,
con el término Predinástico nos referiremos al, relativamente corto (alrededor de 1500
años según las fechas con las que hemos estado trabajando y que veremos más
adelante) periodo de tiempo durante el cual se fueron colocando las bases o elementos
culturales que irían formando, de forma gradual durante aquellas centurias, la
materia prima sobre la que la civilización egipcia habría de ser diseñada.

Descubrimiento de la Cultura Badariense

A finales del siglo XIX, durante la campaña de excavaciones 1893-1894, Petrie excava
en Coptos donde encuentra los primeros vestigios de lo que él denominaría la "nueva
raza", restos de los invasores extranjeros que, según Petrie, habrían entrado en Egipto
a través del Mar Rojo durante los tiempos turbulentos que siguieron a la caída del
Imperio Antiguo, durante el Primer Periodo Intermedio (Petrie y Quibell, 1896: 61).
Durante la siguiente campaña, entre 1894 y 1895, Petrie y Quibell excavan en las
cercanías de Nagada sacando a la luz alrededor de 3000 tumbas que supuestamente
pertenecían a los miembros de esa "nueva raza" invasora. Petrie no era consciente, en
ese primer momento, de que sus hallazgos "empujaban" hacia atrás varios siglos los
límites cronológicos de la egiptología egipcia tal y como era conocida en aquellos
momentos, ello pese a las deducciones a las que Jacques de Morgan, por pura suerte
o no, llegó tras excavar él mismo, durante la campaña 1895-1896 en las
inmediaciones de el-Amra, esto es, que se encontraban ante los restos de los
habitantes de Egipto en un momento anterior a la Primera Dinastía y a los que De
Morgan llamó los "indígenas" (De Morgan, 1896).

Una vez que Petrie, poco después de que Jacques de Morgan lo hubiera señalado,
fuera consciente de su error inicial, desarrolló un sistema para poder datar, si bien de
forma relativa y no absoluta, estos hallazgos pertenecientes al periodo predinástico. Se
trata de sus "Sequence Dates" (en adelante S.D. y cuya explicación detallada incluyo
en un blog independiente al que se puede acceder a través del enlace incluído entre
los que aparecen al final de esta página). Petrie, como veremos, numeró sus S.D.,
mostrando su gran intuición y capacidad de previsión, comenzando por el número 30,
dejando libres las S.D. precedentes para poder incluir posible hallazgos que pudieran
realizarse en el futuro y que pertenecieran a periodos cronológicos anteriores a los
descubiertos por él mismo (Petrie, 1901) ya que resultaba evidente que, antes o
después, serían descubiertos los restos de los habitantes del Valle del Nilo que habían
precedido a los Amratienses. Y es que, después de treinta años de excavaciones más o
menos científicas, no se había descubierto ningún asentamiento o cementerio que
pudiera ser clasificado como inmediatamente anterior en el tiempo a las culturas
predinásticas conocidas entonces. Se habían hallado restos paleolíticos y en el-Fayum
se habían encontrado vestigios de una cultura ya neolítica pero que no podía ser
relacionada con ninguna otra de las culturas predinásticas del Alto Egipto.

Y en efecto, unos años más tarde la previsión mostrada por Petrie se demostró certera
ya que, las excavaciones llevadas a cabo en el área de Qau el Kebir y el-Badari entre
los años 1922 y 1925, ofrecieron los restos de una nueva cultura, anterior al
Amratiense de Petrie, y que fue denominada Badariense por haber sido descubierta
cerca de la aldea moderna de el-Badari. Y, como ya hemos dicho antes, constituye el
primer elemento del predinástico en el sentido de que es radicalmente diferente de
todo cuanto se había visto hasta entonces. Aunque fue cerca de el-Badari donde esta
cultura fue identificada por primera vez, la zona donde se desarrolló se extiende a lo
largo de una franja de más de treinta kilómetros a los pies de los riscos de caliza de la
orilla oriental del Nilo, en el Egipto Medio, en esta franja se descubrieron alrededor de
seiscientas tumbas y unas cuarenta áreas de asentamiento. El-Badari está cerca de
Sohag y en sus cercanías aparecen muchos yacimientos pequeños como Qau el Kebir,
Hamamiya, Mostagedda, Deir Tasa o Matmar.

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En el otoño de 1922 una de las expediciones arqueológicas de la British School of
Archaeology in Egypt (en adelante B.S.A.E.) fue puesta bajo la dirección de Guy
Brunton. Esta expedición fue la que llevo a cabo excavaciones en el área de Qau el
Kebir, en el distrito de el-Badari, durante las temporadas 1922-1923, 1923-1924 y
1924-1925, excavaciones que, como ya hemos dicho, dieron como resultado el
descubrimiento de la cultura Badariense, inmediatamente anterior, como veremos, al
Amratiense de Petrie.

Figura 2
Guy Brunton era un arqueólogo que ya había trabajado con Petrie después de la
Primera Guerra Mundial y, ya como director de su propia expedición de la B.S.A.E.,
decidió seleccionar, como destino para sus excavaciones, el lugar de Qau, en el distrito
de el-Badari, en la orilla oriental del Nilo (ver Figura 2: Mapa de la zona seleccionada
por Brunton. De la página web: http://www.digitalegypt.ucl.ac.uk). Según él mismo
expone (Brunton, Antiquity, 1929: 456-467) sus motivaciones eran variadas, siendo la
principal entre ellas rescatar lo que pudiera quedar después de los saqueos llevado a
cabo por los ladrones de tumbas que, durante algún tiempo, habían estado
proveyendo a los traficantes de antigüedades de el-Cairo donde, en efecto, estaban
apareciendo en la capital egipcia, entre los comerciantes de antigüedades, una serie de
objetos pertenecientes a la época predinástica y presuntamente procedentes de esta
zona. Así mismo, Brunton destaca que su interés también estaba puesto en la
investigación de las tumbas excavadas en la roca y que, durante trabajos previos,
habían mostrado una importancia de primer orden tanto por su tipo como por la
calidad de su decoración. También quería investigar el "cementerio general" que,
aunque ya saqueado, podía ser igualmente interesante (Brunton, 1927: 2). De esta
forma, el equipo de Brunton comenzó a trabajar en esa zona a primeros de diciembre
de 1922, instalando su campamento "en y alrededor" de las tumbas en roca más
grandes, en los acantilados de Qau, un poco al norte de el-Etmanieh.

Dos expediciones habían trabajado previamente en esta zona, una bajo la dirección del
profesor Schiaparelli en 1906 y otra bajo la dirección del profesor Steindorff en 1914.
No obstante ninguna de estas expediciones publicó los resultados de sus trabajos
salvo una corta nota en el Journal of Egyptian Archaeology (J.E.A. I, 1914: 217). Así
que, en diciembre de 1922, Guy Brunton y su equipo (formado por cuatro personas,
incluidos él mismo y su esposa) instaló su campamento en las tumbas más grandes
excavadas en las rocas de los riscos de Qau (Brunton, 1927: 1). Aunque la visita
preliminar no resultó demasiado esperanzadora ya que todo eran tumbas saqueadas y
montones de arena dejados por las anteriores expediciones, el trabajo comenzó en los
cementerios del sur, principalmente en el gran campo de tumbas cerca de la villa de
Qau el Kebir, llamada actualmente el-Etmanieh. Después de examinar cementerios de
época dinástica, Brunton encuentra, por fin, cuatro cementerios predinásticos en
diferentes partes de esa especie de bahía que forma el desierto en esta zona, hallazgos
relativamente poco provechosos y que añadieron poco a los conocimientos que, hasta
ese momento, se tenía sobre el predinástico egipcio. Sin embargo, ya en 1923, durante
las excavaciones en el gran cementerio de época dinástica en Qau el Kebir (actual el-
Etmanieh), más especialmente en la zona conocida como Cementerio 400, al sur de el-
Etmanieh y lindando con las casas de Ezbet Ulad el Hagg Ahmed, en los escombros de

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la tierra removida entre las tumbas, el equipo de Brunton encontró, por vez primera,
una serie de fragmentos de cerámica pertenecientes a un peculiar tipo cerámico hecho
a mano y con un curioso "ondulado" o "peinado" en su superficie (ver Figura 3:
Ejemplos de la cerámica ondulada Badariense).

Figura 3
Esa cerámica era totalmente diferente de cualquier otra encontrada en Egipto hasta
ese momento y no podía ser asignada a ningún periodo conocido aunque se hacía
evidente su afinidad con la cerámica predinástica, ya descubierta entonces, o incluso
con la cerámica nubia (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 1).

El interés en este nuevo tipo cerámico fue en aumento cuando se descubrió, poco
después, una tumba con objetos similares a los extraños fragmentos cerámicos que
habían sido encontrados sobre el terreno. Se trata de una tumba aislada, la numerada
como 569, con un sorprendente grupo de objetos que veremos más en detalle
(Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina IX, nº 27 y lámina XXVI). El registro,
durante esta primera temporada de trabajo, de una franja en la zona de bajo desierto
hacia el norte a unas diez millas de el-Badari, ofreció muchos más fragmentos de
cerámica ondulados, lo cual indicaba la existencia de cementerios o asentamientos
pertenecientes a esta nueva cultura.

Figura 4
Por la importancia que tiene, al ser, si no la primera tumba Badariense encontrada sí
de las primeras y, entre ellas, la más importante, reproduzco los detalles que Brunton
aporta sobre la tumba 569: "A una profundidad de 90 ins bajo la presente superficie,
esta tumba fue encontrada en grava arenosa. El suelo estaba perdido por lo que no es
posible aportar medidas, pero era una tumba grande, con abundancia de espacio para
los objetos alrededor del cuerpo. Todo lo que quedaba del cuerpo eran las piernas y un
brazo. Las piernas estaban aparentemente intactas, con las rodillas dobladas de forma
acusada; ellas mostraban que la cabeza había estado hacia el sur, mirando al oeste. El
cuerpo no parece que hubiera sido contraido fuertemente ya que los muslos forman un
ángulo obtuso con la probable línea de la columna vertebral, a juzgar por el eje general
de la tumba. Dispersos a lo largo del lado oeste, cerca del brazo, había tres recipientes,
el grande tosco del tipo RB 37h (más adelante veremos en detalle los tipos cerámicos
Badarienses); el cuenco bellamente ondulado del tipo BB 3d; y el curioso ejemplar con
cuatro asas, del tipo MS 7, de una fina cerámica rosácea (ver Figura 4: Objetos
encontrados en la tumba 569). Cerca del pie había un grupo intacto de tres objetos: la
copa de cerámica negra con decoración incisa rellenada en color blanco, del tipo MS 24 y
que contenía carbón vegetal; un gran cuchillo de sílex; y una losa de selenita que
muestra restos de madera a su alrededor, posiblemente procedente de un marco. Si esto
es así, podría haberse usado como espejo" (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 3). Para
el plan de la tumba ver Figura 5, obtenida en Brunton y Caton-Thompson, 1928:
lámina IX, 27.

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Figura 5
Después del hallazgo de esta tumba, que podía constituir parte de un cementerio
usado por la gente que empleaba esta curiosa cerámica "ondulada", con objetos
predinásticos, sí, pero difícilmente asignables a cualquiera de las culturas
predinásticas hasta entonces conocidas aunque, desde luego, conectada con ellas,
sólo se encontraron unas pocas tumbas al pie de los acantilados de Qau, donde están
situadas las tumbas en roca de los nobles, que contuviesen fragmentos del tipo
cerámico con la superficie ondulada, junto con unos pocos objetos diversos que
aparecieron en Hemmamieh. No obstante, a una distancia de unos 16 Km.
aproximadamente al norte de Qau, cerca de la ciudad de el-Badari, J.L. Starkey,
durante un examen de la franja de bajo desierto en esa zona, encontró numerosos
fragmentos del tipo cerámico ondulado, lo cual indicaba la existencia de cementerios o
asentamientos de esa gente, de los Badarienses (Brunton y Caton-Thompson, 1928:
2).

Fue durante la segunda temporada de trabajo del equipo de Brunton cuando se


llevaron a cabo los principales descubrimientos de lo que configuraría la civilización
Badariense. Esta segunda temporada, entre 1923 y 1924, se desarrolló parcialmente
en Hemmamieh pero principalmente en los alrededores de el-Badari. Habida cuenta de
que, como ya hemos señalado, en la anterior temporada de excavaciones J.L. Starkey
había descubierto numerosos fragmentos cerámicos ondulados, Brunton y su equipo
trasladaron su campamento unos 8 km al norte del anterior, al pie de los acantilados
de Qau, cerca de la población de Sheik Esa, lugar donde permanecerían durante las
dos siguientes temporadas de trabajo. La franja de bajo desierto entre los acantilados
y la zona de cultivo se extiende, aproximadamente, unos 10 Km desde la especie de
cabo que forma el desierto, cerca de Naga Wissa, en el norte, hasta un poco más al sur
de Sheik Esa. No llega a un kilómetro la anchura de la mayor parte de la franja y
consiste en una sucesión de suaves riscos que se adentran en los campos desde los
acantilados, divididos por estrechas depresiones que difícilmente se pueden llamar
wadis (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 2, sección 2). En esta ocasión los
investigadores construyeron unas cabañas en el borde del desierto, bajo los
acantilados, haciendo uso también de alguna de las tumbas greco-romanas excavadas
en la roca. El trabajo de Brunton y su equipo culminó con el hallazgo de un
cementerio cerca de Sheik Esa. Estos descubrimientos permitieron situar, por fin, la
cultura Badariense en su propia posición histórica. Todavía le haría falta a Brunton
una tercera temporada de trabajo en el-Badari que sería dedicada, en exclusiva, a
excavar cementerios pertenecientes a dicha cultura.

Durante esta tercera temporada de excavaciones y a lo largo de la ribera oriental del


Nilo, se encontraron cementerios Badarienses desde Matmar al norte hasta el-
Etmanieh (Qau el Kebir), en el sur de la zona. Se encontraron también restos de
asentamientos en el-Hammamiya (Hemmamieh), Matmar, Mostagedda y al pie de los
acantilados de el-Badari. Aunque se pensaba que la cultura Badariense estuvo
restringida a esta zona, Matmar - el-Etmanieh, estudios posteriores han demostrado
la aparición de restos Badarienses en Armant o Hieracómpolis. Incluso en el Wadi
Hammamat fue encontrado un cementerio Badariense (Debono, 1951) lo cual
demuestra la existencia de relaciones entre el Badariense y el Mar Rojo e incluso con
la Península Arábiga. También se han encontrado restos Badarienses tan al sur como

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la Primera Catarata, en Asuán. No obstante la expansión geográfica que alcanzó la
cultura Badariense, ésta se circunscribe, fundamentalmente, a una serie de
asentamientos y a unos cementerios cuyas tumbas contienen una riqueza no vista
antes, que cubren una franja de aproximadamente 33 km en la zona de bajo desierto,
al pie de los acantilados y riscos de caliza a lo largo de la orilla oriental del Nilo, en el
Egipto Medio.

Figura 6
Los comienzos de la cultura Badariense pueden retrotraerse a la primera mitad del V
Milenio a.C. y quizás a un poco antes, en torno al 5000 a.C. aunque sólo se puede
confirmar de forma definitiva su existencia entre el 4400 y el 4000 a.C. (Hendrickx y
Vermeersch, 2007: 66) es, por lo tanto, en parte contemporánea de las comunidades
de el-Fayum, Merimde Beni Salame y el-Omari en el norte. No obstante, los objetos
producidos por los Badarienses son más avanzados que los procedentes de los
yacimientos del Bajo Egipto, mostrando una mayor superioridad tecnológica y un
mayor cuidado en cuanto a la calidad y a las consideraciones estéticas (ver Figura 6:
Cuenco de cerámica ondulada Badariense elaborado con un alto grado de perfección).
A pesar de que las conexiones entre los descubrimientos llevados a cabo por Brunton
y las culturas predinásticas descubiertas por Petrie y por De Morgan eran muy
evidentes, el hecho de que el Badariense, como cultura, hubiera precedido al
Amratiense de Petrie sólo fue demostrado de forma fehaciente después de que
Gertrude Caton-Thompson llevara a cabo la excavación de una zona de vivienda cerca
de Hemmamieh. Como veremos más adelante, en el apartado correspondiente a los
asentamientos Badarienses, allí se llevó a cabo la primera excavación estratigráfica,
demostrando que los restos Badarienses estaban situados físicamente por debajo de
los Amratienses y de los Gerzeenses y que, por lo tanto, eran más antiguos.

¿Quiénes eran estos Badarienses? ¿De dónde habían venido? Basándonos en las
evidencias arqueológicas podemos afirmar que eran agricultores y pastores, que
también cazaban y pescaban usando los recursos que les proporcionaba el medio
ambiente en el que vivían. Al principio se pensó que procedían de lo que hoy es
Sudán, sin embargo, evidencias posteriores han vinculado a los Badarienses con los
antiguos habitantes de los oasis occidentales, como Bahariya, Farafra, Kharga o
Dakhla, que se habrían visto empujados hacia el Valle del Nilo como consecuencia de
la creciente aridez que se produjo en la región a finales del Neolítico egipcio.
Krzyzaniak (1977) recalca el hecho de que el característico "efecto ondulante" de la
cerámica Badariense fue también practicado en Jericó desde el 4500 a.C. en adelante
y que aparece en Byblos, en el sur de Anatolia y en el norte de Mesopotamia
aproximadamente al mismo tiempo, llevándole a sugerir que el Desierto Oriental y,
finalmente, el sudoeste de Asia podrían ser considerados como los puntos de origen de
la cultura Badariense. Arkell (1975) tiene en cuenta, por otra parte, la típica cerámica
Black-Topped que no es encontrada en ningún otro lugar fuera de la región del Nilo,
pero que está presente en Jartum desde el periodo Neolítico y sugiere que la cultura
Badariense debió haber emergido en el sur, Arkell también asocia el Badariense con la
cabeza de maza en forma de disco aunque, como anota Cialowicz (1987), ninguna
cabeza de maza ha sido datada con certeza en un contexto Badariense. Parece como si
la cultura Badariense no se hubiera originado sólo a partir de una única fuente, si
bien la predominante pudo haber sido la procedente del Desierto Occidental

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(Hendrickx y Vermeersch, 2007). Hoy la hipótesis más generalmente aceptada es que,
con potenciales influencias del norte y del este, los orígenes de los Badarienses están
en las comunidades neolíticas procedentes del Desierto Occidental egipcio (Irish,
2006: 1-2).

Baumgartel (1955), como Arkell, considera que la gente asociada con los restos
Badarienses debió haber sido una mezcla de poblaciones que se movieron desde el sur
mientras que, al mismo tiempo, existirían influencias asiáticas procedentes del este en
forma de agricultura y domesticación de animales. Esta fue también la opinión de
Caton-Thompson (Brunton y Caton-Thompson, 1928) quien basó sus suposiciones en
el tipo de sílex que usaban los Badarienses, bloques recogidos en la superficie del
desierto. Ella sugiere que el uso del sílex de superficie indicaba la ignorancia de la
existencia de las vetas de excelente materia prima dentro de las formaciones calizas
del Eoceno. Así, Caton-Thompson argumenta que la gente del Badariense debió haber
llegado de regiones más al sur, diferentes geológicamente y que posiblemente
alcanzasen Asiut. Holmes (1989), sin embargo, rechaza convincentemente ese
argumento en base a que la elección de materias primas estaba, en realidad, adaptada
a los requerimientos Badarienses, mientras que la búsqueda de grandes bloques de
sílex finamente granulados podía haber sido provocada por el incremento de la
demanda en cantidad y en calidad de los artefactos en las posteriores culturas. En
cuanto a la industria lítica, Holmes apunta a que hay algunas similitudes con la
cultura post-paleolítica del Sahara (basada en hojas y láminas y en la que las hachas
pulidas y las puntas de flecha de base hueca no faltaban) lo cual quiere decir que no
podemos excluir la posibilidad de que el semicírculo formado por los oasis de
Bahariya, Farafra, Dakhla y Kharga pudiera haber sido el origen de poblaciones que
estaban ya persiguiendo un modo de subsistencia pastoral, estas poblaciones
pudieron haber sido empujadas hacia el este por el incremento de la aridez para
asentarse, finalmente, en la región de Asiut y Tahta. Las especies vegetales que
comienzan a ser cultivadas por los Badarienses podrían ser un problema potencial en
cuanto a esa teoría, pero su introducción desde el Próximo Oriente, vía los lugares
neolíticos del norte de Egipto, podría resolverlo. Así las culturas de el-Fayum y
Merimde Beni Salame podían haber pasado hacia el sur la técnica de los vasos
cerámicos pulidos que habrían sido elaborados con un diseño diferente en el ámbito
cultural Badariense.

Tenemos, por lo tanto, una gama completa de teorías y opiniones, los badarienses, se
dice, podrían haber llegado desde el sur, desde el este, desde el oeste e incluso desde
el norte, de todos los puntos cardinales. Pero uno de esos puntos de vista puede ser
sostenido sin dificultad, el expresado por Holmes (1989) cuando dice que el
Badariense no puede ser visto como una tradición que emerge de una única fuente.
Estamos hablando de una cultura compleja que ya era profundamente egipcia en el
sentido de que parece haber asimilado y convertido en poderosas formas originales los
rasgos que eran raramente encontrados en otras partes.

Se trata de asombrosas comunidades que surgen al final del V Milenio a.C. en el norte
del Alto Egipto, sin que nadie los hubiera anunciado y que llevan con ellos, además de
toda la "panoplia" y "parafernalia" propia de los Neolíticos, el conocimiento del cobre
nativo, procedente del Sinaí y del Desierto Oriental, los mismos lugares de donde
procedía la malaquita para el adorno personal. Los Badarienses se inscriben, por la
complejidad social desplegada y mostrada en sus cementerios, en el inicio del
formidable fenómeno de aceleración cultural que, algún milenio más tarde, hará
posible el nacimiento del Estado Egipcio.

Los Cementerios Badarienses

La cultura Badariense es mejor conocida por los materiales recuperados de las


tumbas, ya sea por haber sido mejor preservados o por la mayor proporción de la
inhumaciones encontradas frente a los yacimientos de habitación. Por ese motivo
comenzaré con el estudio de los enterramientos Badarienses.

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En primer lugar diremos que el terreno en el que son cavadas las tumbas en el ámbito
de la cultura Badarienses es bastante maleable, blando, dominando la grava arenosa y
restos de roca caliza, de forma que aquellas pudieron ser fácilmente excavadas por los
Badarienses con el utillaje, todavía muy primitivo, que estaba a su disposición y que
les dificultaba la excavación de sus sepulturas en terrenos más duros.

Figura 7
Las tumbas están agrupadas en secciones, formando una veintena de cementerios a
lo largo de las franjas del desierto que separan la tierra cultivada de los macizos de
piedra caliza que bordean el cauce del Nilo a lo largo de su orilla oriental (Figura 7:
Mapa del distrito de el-Badari). En total, los cementerios comprenden poco más de
setecientas tumbas, dispuestas en grupos cuantitativamente muy desiguales (Midant-
Reynes, 2003: 158).

Figura 8
Los enterramientos no tienen una forma definida, adoptando, generalmente y en la
mayoría de las tumbas examinadas, la forma de simples agujeros ovales o
aproximadamente redondos en algunas ocasiones, con la excepción de alrededor de
veinte tumbas cuyos lados son rectos (Figura 8: Ejemplos de enterramientos
Badarienses). Estas últimas tumbas, las de lados rectos, son divididas por Brunton en
tres clases (Brunton, 1937: 43):

Clase 1 o definitivamente rectangulares.


Clase 2 o rectangulares con lados rectos y con esquinas redondeadas.
Clase 3 o rectangulares con los lados largos rectos y los lados cortos redondeados.

Figura 9
En efecto, en el-Badari aparecen varias tumbas con sus lados más o menos rectos y
las esquinas redondeadas, se trata de las tumbas 5397, 5716 y 5803 (ver plan de la
tumba en la Figura 9) de el-Badari (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 18). Pero esta
forma de las tumbas, que parece excepcional en el-Badari, aparece con más frecuencia
en Mostagedda donde, en el Cementerio 1200, también perteneciente a la cultura
Badariense, aparecen alrededor de veinte fosas de forma rectangular y con ángulos a
veces rectos y a veces redondeados, algunas de ellas con las paredes rectas (Vandier,
1952: 192). Estas tumbas, ordenadas según la clasificación que hemos señalado más
arriba, son las siguientes (Brunton, 1937: 43):

9
Clase 1: Tumbas 572 y 594.
Clase 2: Tumbas 202, 1223, 1227, 1251, 1252, 1254, 1255, 1258, 1259 y 1266. En
Matmar también tenemos las tumbas 2015, 2019, 2040 y 2501 (Brunton, 1948: 9).
Clase 3: Tumbas 2208, 2210, 2212, 2706 y 3506.

Otras pocas tumbas pudieron haber tenido sus paredes originalmente rectas aunque
podrían haber perdido esta característica por el desmoronamiento de la grava en la
que fueron excavadas. La mayor parte de las tumbas que presentan un corte
rectangular aparecen en el Cementerio 1200 de Mostagedda, donde también se
encontraron las tumbas más grandes. De hecho, la tumba de mayor longitud, que
alcanza los 228 cm es la tumba número 1254. Parece claro, por lo tanto, que los
Badarienses consideraban deseable una tumba cuidadosamente cortada en forma
rectangular y que las usuales tumbas con forma oval, redondeadas, quedasen para la
gente con menos categoría social. Las paredes de las tumbas no son verticales sino
que están inclinadas, con varios grados de inclinación, son acampanadas por lo tanto,
de tal forma que el diámetro del fondo de las tumbas es bastante más pequeño que el
diámetro de la apertura en la superficie del terreno.

Figura 9 bis
No aparece ningún rastro, en el interior de las tumbas Badarienses, de los nichos o
huecos abiertos en las paredes que caracterizan las tumbas Tasienses y en los que se
solía colocar una vaso cerámico, con una sola salvedad, la de la tumba 1243 de
Mostagedda que, pese a ser ciertamente Badariense, contiene un nicho cortado en la
pared de su lado oeste, tal y como sucede en las Tasienses (ver diversos planos de
tumbas badarienses en Figura 9 bis).

Las dimensiones de las fosas varían, siendo el diámetro medio de la abertura de 1,32
m aproximadamente. Las dimensiones exteriores van desde 1,12 a 1,62 m. En
Mostagedda el diámetro medio es 1,19 m para los varones y 1,16 m para las mujeres.
En algunos sectores el diámetro medio para las tumbas de las mujeres es mayor que
el de los hombres, por ejemplo 1,21 m frente a 1,14 m en el Cementerio 400. Las
cifras extremas son 1,01 m y 2,28 m. La profundidad es más difícil de evaluar, siendo
de alrededor de 1 m en la zona de el-Badari, para la zona de Mostagedda Brunton no
aporta cifras (los datos han sido obtenidos de Vandier, 1952). Hay que señalar que las
tumbas más pequeñas no siempre pertenecen a mujeres o a niños.

Cada tumba era cuidadosamente dispuesta. Una estera, lo suficientemente grande


como para que sus bordes pudieran ser recogidos por encima del cadáver (Parra Ortiz,
1998: 18) era colocada en el suelo para acomodar el cuerpo contraído, atado,
presumiblemente, antes de que actuara el rigor mortis, mientras que la cabeza era
dejada, en ocasiones, sobre una almohada hecha de paja o de piel animal enrollada.
Todo el cuerpo era entonces, o bien cubierto o completamente envuelto con una estera
hecha de materiales vegetales o con una piel de animal (de cabra o gacela), esta última
con la cara peluda hacia el interior (a menos que hubiera sido curtida en cuyo caso el
pelo no era visible). La mayoría de las veces parece que esta piel también cubría uno o
más vasos cerámicos situados como ofrendas funerarias, aunque algunas tumbas
intactas han demostrado que los vasos cerámicos estaban situados a un nivel más
alto, como si no hubieran sido añadidos a la tumba hasta que el propio cuerpo

10
hubiera sido, al menos parcialmente, enterrado. En ciertos casos un trozo de tela era
situado entre la piel animal y el cuerpo. Restos de vestidos sugieren que era usado
alguna clase de taparrabos corto, hecho de lino o de piel animal forrada con lino
(Midant-Reynes, 2000: 153). En efecto, en ocasiones el muerto, tanto en Badari (en 16
ocasiones) como en Mostagedda (en 48 ocasiones), estaba envuelto en una pieza de
tela que se colocaba directamente sobre la piel del cadáver (salvo en un caso en el que
una piel de animal se interponía entre el tejido y el cuerpo). Estos tejidos deben
considerarse más como los restos de una pieza de vestimenta que como los restos de
una mortaja. Nos dice Vandier: "En Badari, en efecto, 7 veces sobre 16, la cabeza
estaba envuelta en un tejido, en otro caso el tejido lindaba en las caderas lo que indica
que el personaje -un hombre- estaba vestido con un taparrabos. Otro hombre tenía un
"puñado" de tela en cada una de sus manos; en los otros siete casos, el cuerpo entero
estaba cubierto de tela. Los mismos usos, pero con porcentajes diferentes, han sido
revelados en Mostagedda. El paño es siempre un tejido de lino, como en Fayum. Muy
frecuentemente (68 casos en Badari y 126 en Mostagedda), el cuerpo está envuelto en
una piel de animal hasta la cabeza, no comprendida. La piel estaba colocada, con una
excepción como se ha visto, sobre el vestido de lino, cuando este existía y el pelo de la
piel estaba, casi siempre, vuelta hacia el cuerpo. Se utilizaban pieles de cabras o de
gacelas cuyo color podía variar: negro y gamuza, negro y amarillo, negro y marrón,
marrón y amarillo o, en fin, uniformemente negro, gamuza, amarillo o marrón. En cuatro
casos Brunton creyó identificar el pelaje de un gato (en aquel momento los gatos no
estaban domesticados, se trataba por lo tanto de gatos salvajes). Las pieles estaban, a
veces, cosidas y bordadas con una especie de correa o tira de cuero. El pelo era más o
menos largo, dándose casos en los que el pelo no era visible, lo cual parece indicar que
la piel había sido curtida." (Vandier, 1952: 195-196).

No está probado que las tumbas badarienses hubieran estado cubiertas por alguna
clase de techado interior que tratase de proteger al difunto de la arena o grava con la
que se cerraba la tumba. Vandier dice que no ha sido probado que las tumbas
badarienses hubieran estado techadas (Vandier 1952: 192) mientras que Baumgartel
(1955: 21) afirma que "algunas estaban techadas con palos y esteras". No obstante, se
ha podido constatar que las paredes estaban en ocasiones revestidas de una estera, lo
que indica que se deseaba proteger el cadáver contra eventuales caídas de grava o
arena. De esta primera indicación podríamos deducir que los badarienses habrían
previsto algún sistema de cobertura que no resultó lo suficientemente eficaz ya que los
objetos encontrados en las tumbas aparecen generalmente rotos y los esqueletos muy
raramente aparecen intactos. Estos accidentes son debidos, casi con toda seguridad, a
corrimientos de tierra fortuitos, debidos al paso del tiempo, y son, por lo tanto,
posteriores al rellenado de la fosa. Se han encontrado en las paredes de algunas fosas
palos de madera que podrían provenir de un antiguo techo colapsado. En otros casos,
bastante raros eso sí, se han hallado agujeros en los cuales se encontraban todavía
fragmentos de madera, vestigios de postes que podrían haber sostenido un antiguo
techo. Estos indicios han sido confirmados en algunas tumbas badarienses de
Mostagedda, por ejemplo la tumba 493, en cuyo extremo norte, 5 cm bajo el nivel
actual de la superficie, ha sido hallado el extremo de una viga larga, de unos 13 cm,
colocada transversalmente; en la tumba 1646 se han encontrado dos ramas, una
sobre la otra, 25 cm por debajo de la superficie actual y 63 cm sobre el nivel del suelo
de la tumba, que medían 73 cm de largo y 5 cm de espesor; en otras dos tumbas de
Mostagedda, las 2702 y 2704, se han encontrado dos varas o postes erigidos que
sostenían, casi ciertamente, un techo hoy en día desaparecido; también aparecen
palos en la tumba 598; en varias tumbas, las numeradas como 204, 1220, 2014 y
2227, también de Mostagedda, aparecen ramas que se extienden sobre las estera
correspondiente y que podrían proceder de techados de ramas o haber formado parte
de una especie de ataúdes de cestería que, como en las tumbas tasienses, no eran
inusuales en esa época. En la tumba 434 aparece una tosca estera que cubre al resto
de los envoltorios habituales y que pertenecería, probablemente, al techado de la
tumba.

La orientación de los cadáveres es muy diferente de la que Junker observó en Merimde


Beni Salame donde se encontraban, más frecuentemente, acostados sobre el lado
derecho y mirando casi siempre hacia el este o hacia el noreste. En Badari, por el
11
contrario, el muerto reposa casi siempre sobre el lado izquierdo, con la cabeza hacia el
sur y mirando hacia el oeste. No obstante aparecen numerosas excepciones, por
ejemplo la cabeza está orientada a veces hacia al Norte y excepcionalmente hacia el
Este o hacia el Oeste, de hecho, sobre las 148 tumbas sacadas a la luz en Badari, la
cabeza está en el 84% de los casos hacia el Sur y en el 16% de los casos, hacia el
Norte (Castillos, 1982: tablas 1-4), en ocho casos aislados la cabeza está orientada
bien hacia el Este, bien hacia el Oeste. Es interesante remarcar que la mayor parte de
los esqueletos que tenían la cabeza hacia el Norte (14 sobre 23) estaban acostados
sobre el lado derecho, el muerto miraba por lo tanto hacia el Oeste, recordemos que
los esqueletos que tenían la cabeza hacia el sur, con algunas excepciones (alrededor
del 5%), estaban acostados sobre el lado izquierdo, lo que quiere decir que miraban
también hacia el Oeste (Vandier, 1952).

Figura 10
Los esqueletos están colocados en posición embrionaria sin que el grado de
contracción sea siempre el mismo. En la posición más frecuente los fémures forman
un ángulo de 60º, aproximadamente, con la espina dorsal, pero este ángulo otras
veces es recto y en otras ocasiones, obtuso. Como sucede también en Merimde Beni
Salame, los esqueletos en los cementerios badarienses están, más o menos,
"acurrucados", contraídos, en posición que se denomina "embrionaria", siendo raro, no
obstante, que las rodillas toquen el mentón. Las manos de los cadáveres están casi
siempre o bien directamente delante de la cara o en las cercanías del rostro, aparecen
excepciones a esta regla en las que las manos están alejadas del rostro y también en
que una o las dos manos están a la altura de las rodillas (tumbas 5342, 5727 o 5156 -
ver Figura 10), en la tumba 5725 una mano está a la altura de la cadera y la otra más
cerca del pie que de la rodilla (Brunton y Caton, 1928 : lám. IX).

En Mostagedda dos esqueletos de hombres están completamente extendidos sobre el


dorso (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina IX y fotografía en lámina X). Se
puede afirmar que la posición llamada "embrionaria" debía ser, en realidad, una
posición que podríamos denominar como de "sueño" o de "dormido".

Brunton reveló en Badari lo que podría ser la confirmación de esa interpretación


cuando remarca que la cabeza debía estar situada en una ubicación en la que el suelo
estaba ligeramente más elevado, la misma posición que se mantiene durante el sueño
con el uso de una almohada, normalmente más alta la cabeza que el resto del cuerpo.

No parece que los badarienses conocieran un método para conservar los cuerpos. Los
órganos internos habían desaparecido siempre, la piel estaba visible a veces pero lo
más frecuente es que hubiera desaparecido y no quedase nada más que el esqueleto.
De forma general los cuerpos estaban mejor conservados en Mostagedda que en
Badari. No se conoce el desmembramiento intencionado. En Mostagedda sucede que
la cabeza ha sido desplazada o que incluso ha desaparecido. El primer caso puede ser
explicado fácilmente ya que, según hemos visto, la cabeza reposa sobre una superficie
ligeramente más elevada que el resto del cuerpo, desde el momento en el que los
ligamentos que unen la cabeza al tronco desaparecen por la putrefacción, la cabeza se
desplaza de forma natural. En otros casos el desplazamiento de la cabeza se puede
explicar, ya sea por una violación de la sepultura, ya sea por un accidente sobrevenido

12
en el curso del enterramiento. Hemos de tener en cuenta también que,
frecuentemente, la tumba era demasiado pequeña para el cuerpo. También nos
encontramos con casos más difíciles de explicar, como la desaparición de la cabeza en
once tumbas Badarienses de Mostagedda, posiblemente violadas, sin que pueda ser
atribuida a la práctica del desmembramiento ya que un esqueleto ritualmente
desmembrado debería serlo completamente, lo que no es el caso. Un caso, tanto o más
curioso todavía, se ha constatado en el-Badari, se trata de la tumba de una mujer de
avanzada edad, cuya tumba no había sido violada y cuya cabeza, no obstante, había
sido reemplazada por un vaso cerámico. No puede tratarse de un accidente. En
Mostagedda los médicos han revelado en los esqueletos numerosas trazas de lesiones
o de enfermedades, huesos rotos, artritis, cálculos renales, incluso uno de los
esqueletos pertenecía a un enano.

No se han encontrado restos de ataúdes, propiamente dichos, ni de madera ni de


arcilla. No obstante se ha revelado en una tumba de Badari un conjunto de cañas y
palos formando un rectángulo muy claro, se trata sin duda de una especie de cuna de
mimbre, semejante a aquellas que fueron sacadas a la luz en algunas tumbas
tasienses, y que parece haber alojado los restos del cadáver de un niño pequeño, si
bien es cierto que los vasos cerámicos que le acompañaban fueron encontrados en el
exterior de este receptáculo. Fragmentos análogos han sido encontrados en algunas
tumbas en el-Badari pero es, sobre todo, en Mostagedda donde Brunton pudo estudiar
esta especie de ataúdes. Allí, en efecto, el cuerpo está a menudo encerrado en una
construcción de palos y ramas formando como un gran cesto. A veces estaba
recubierto de varias capas de esteras o de ramas. En otros lugares se trata de un
simple marco de madera colocado sobre un piso de ramas y recubierto con una estera
de cuerda formando el techo. En Mostagedda se encuentran, además de estas cestas-
ataúdes y en casi todas las tumbas, esteras de cañas, juncos, paja o cuerda que se
extendían sobre el suelo y que eran suficientemente grandes como para acoger todo el
cuerpo, de forma que resultaba envuelto por esta estera, como ya hemos visto
anteriormente. Esta costumbre no parece haber existido en el-Badari. Podría suceder
que esos ataúdes de cestería acogieran al difunto o que algunas de esas estacas de
madera sirvieran para mantener una cobertura vegetal sobre el cadáver, a la manera
de un dosel (Midant-Reynes, 2003: 158).

Las tumbas eran individuales. En ninguna parte de el-Badari se han encontrado,


como en Tasa, una madre con su niño o un hermano con su hermano. Por el
contrario, en Mostagedda se han podido revelar algunos casos raros de inhumaciones
múltiples: las tumbas 2840 y 1243 contenían una mujer y un niño (Brunton 1937: 6 y
38); en la tumba 2704 Brunton encontró dos varones ancianos; en la tumba 2224
encontró un varón y un niño (Brunton 1937: 40); en la tumba 2842 encontró un
adulto y un niño (Brunton 1937: 7); en la tumba 470 descubrió dos cráneos (Brunton
1937: 35); las tumbas 448, 471, 473, 474, 487, 493, 496, 1206, 1212 y 3527
contenían dos cuerpos cada una de ellas; por último señalar que en la tumba 472
fueron encontrados tres cuerpos. Aparecen pues algunas inhumaciones múltiples, dos
o tres individuos, uno de los cuales era, con cierta frecuencia, un bebé recién nacido
(enterrado tal vez con su madre). Estos casos, sin embargo, siguen siendo bastante
excepcionales.

También fueron encontrados enterramientos con una posible representación


simbólica, así Brunton reporta la aparición, en el área 400 de Mostagedda, de tres
tumbas sin cuerpos pero con recipientes cerámicos (Brunton 1937: 34). En el área
3500 él encontró nueve conchas agujereadas y un cuenco de cerámica grosera marrón
en tumbas que carecían de cuerpos (Brunton 1937: 41). En el área 500 encontró dos
tumbas vacías con restos de almohadas de salvado (se llama salvado a la cáscara del
grano de los cereales desmenuzada por la molienda) (Brunton 1937: 36). Tumbas
similares han sido preparadas en otras culturas cuando resultaba imposible inhumar
los restos físicos de ciertos miembros de la comunidad (Anderson 1989: 40).

En ciertos distritos de la necrópolis badarienses, todas las tumbas pertenecen a


hombres o a niños, por contra ningún sector parece haber sido reservado en exclusiva
a las mujeres y en todas partes, al lado de donde se encuentra una tumba de mujer,
13
hay una tumba de hombre. En la zona de Mostagedda, en el cementerio 300, los
hombres eran enterrados en el Oeste y las mujeres en el Este. En el cementerio 1200,
las mujeres eran enterradas por grupos, al Norte, al Este y al Sur. En otros lugares no
parece que hubiera habido separación entre los hombres y las mujeres siendo
inhumados en los mismos sectores sin zonas preferentes para unos y otros (Vandier,
1952: 196). Vercoutter dice que, en ciertas necrópolis Badarienses, en Mostagedda
entre otras, parece haber sido observada una separación según el sexo: mujeres a un
lado y hombres a otro (Vercoutter, 1992: 102). Se aprecia un fuerte déficit de
enterramientos de niños muy pequeños, quizás enterrados en las zonas de hábitat.

Algunos detalles interesantes han podido ser observados sobre los esqueletos: los
cabellos eran marrones o negros con toda una variedad de matices entre esos dos
extremos, en once casos sobre los cincuenta y uno en que los cabellos han podido ser
observados, el cabello era gris o canoso. Ese detalle prueba que el porcentaje de
personas de más edad era relativamente bajo, lo que no tiene nada de sorprendente si
pensamos en las condiciones en las que vivían los badarienses. Los cabellos eran
lisos, ondulados o rizados, pero sobre todo ondulados. Una joven mujer llevaba un
mechón de cabellos sobre la frente, descendiendo hasta los ojos. Los hombres no
llevaban ni barba ni bigote. Los individuos más pequeños medían 1,62 m, los más
grandes casi 1,90 m. Los hombres sólidos y musculosos eran raros. Los cráneos, de
una manera general, son bastante semejantes a aquellos que eran encontrados en las
otras necrópolis del Alto Egipto, pero tienen un prognatismo (abultamiento e
inclinación marcada de la mandíbula inferior) más acentuado que los de Nagada. Los
antropólogos ingleses a los que se deben estos datos, admiten que los badarienses
están emparentados con los habitantes primitivos de la India pero suponen, por otra
parte, que las dos ramas, Badariense e India, son originarias, una y otra, de un centro
situado en alguna parte de Asia (Vandier, 1952).

Figura 11
El ajuar funerario badariense no es tan abundante ni tan llamativo o elaborado como
lo será en momentos posteriores dentro del Predinástico (ver Figura 11 con la
fotografía del ajuar funerario hallado en la tumba 5739). No obstante, la mayor parte
de las tumbas descubiertas están equipadas con bienes materiales entre los cuales la
cerámica, siempre confeccionada a partir de arcilla local, constituye el elemento de
base (Midant-Reynes, 2003: 159). Aunque se explicará con mayor extensión más
adelante, diré ahora que el ajuar estaba constituido, por regla general, por uno o unos
pocos vasos cerámicos, adornos de distinto tipo, paletas cosméticas, peines, cáscaras
de huevos de avestruz usados como recipientes, objetos de cobre, collares, elaboradas
fajas o cinturones en algunas de las mujeres enterradas, objetos de marfil o hueso,
agujas, objetos con forma de animales y estatuillas humanas representando mujeres,
cuya función no está del todo clara para Adams (1988: 55). Sobre estas últimas se han
adelantado varias interpretaciones como por ejemplo que eran representaciones de
una diosa madre, o concubinas simbólicas para el difunto, o modelos funerarios de
sirvientas, o símbolos de fertilidad. La primera es poco verosímil pues no se han
hallado indicios de tal tipo de culto en esa forma en tiempos históricos y la segunda se
vio debilitada por la presencia de estas estatuillas en tumbas donde estaban
enterradas mujeres (Adams 1988: 53-57). Se puede encontrar también, entre los
ajuares funerarios de las tumbas, la bella cerámica roja pulida de borde negro y
superficie ondulada tan característica del Badariense, cerámicas pulidas marrones de
borde negro, cerámicas enteramente pulidas negras o rojas así como recipientes de
factura más grosera con superficie rugosa y marrón. En menor medida aparecen otro
tipo de bienes lujosos, manifiestamente importados, y que equipan a una minoría de
14
tumbas. Se trata, por ejemplo, de objetos de marfil venido del sur, paletas de grauvaca
(roca sedimentaria detrítica, formada por detritos , restos de otras rocas, en la que
predominan las arcillas y feldespatos sobre el cuarzo) cuya materia prima procede de
los depósitos del Wadi Hammamat, objetos de esteatita, objetos de cornalina (ágata
roja), de cobre o de malaquita, productos originarios del desierto Oriental y de la zona
del Sinaí.
Del análisis de los ajuares funerarios de las tumbas, pocas de ellas estaban ricamente
dotadas sobre las 700 halladas, podemos inferir que existía una distribución desigual
de la riqueza. En efecto, se ha sugerido que se trataba de comunidades estratificadas
en las que ya se apreciaba una cierta desigualdad social. No obstante J.J. Castillos
dice que, aunque la sociedad Badariense muestra un nivel discreto de desigualdad
social, no sería apropiado definirlo más allá de una comunidad con una diferenciación
basada en el rango (Castillos, 2002: 51). Los cementerios de Matmar, Mostagedda y
Badari muestran una desigualdad interna relativamente elevada en estas
comunidades a juzgar por el tamaño de las tumbas y sus respectivos ajuares
funerarios, sin embargo esta desigualdad es de bajo valor si comparamos estos valores
Badarienses con los de periodos posteriores. Había desigualdad en el Badariense, en
efecto, pero de una naturaleza más pobre, por así decirlo, que en las culturas
posteriores. Las tumbas más ricas tienden a situarse separadas de las demás en una
parte concreta del cementerio, lo que supone una indicación evidente de
estratificación social que, en este punto de la prehistoria egipcia, todavía parece
limitada pero que fue creciendo en importancia a lo largo de Nagada I, siguiente
periodo del Predinástico. La desigualdad social parece mayor en la zona de el-Badari,
por lo que se perfila como el posible centro de esta cultura.

Considero que el asunto de la estratificación social merece un apartado exclusivo en el


que poder extenderme tal y como merece, y en él lo ampliaré. No obstante creo
necesario decir aquí que, entre las poblaciones Badarienses, resulta evidente que unas
pocas tumbas, tanto de adultos como de niños, mostraban una riqueza en sus
ofrendas funerarias superior a la mostrada por el resto de enterramientos de lo cual se
puede inferir que esas tumbas correspondían a individuos pertenecientes a una clase
social de más alto estatus que la mayoría de individuos en la sociedad Badariense.
Estos hallazgos parecen ser incompatibles con la representación de una sociedad
carente de complejidad social, más aun si pensamos que los bienes funerarios fueron
usados como "marcadores" de estatus, no solamente durante todo el Egipto Dinástico
sino también durante los precedentes periodos Amratiense y Gerzeense. Se puede
concluir que la desigual colocación de ofrendas en las tumbas Badarienses es una
indicación de una significativa desigualdad social entre los miembros de una misma
comunidad. Como resultado, el sistema social Badariense debe ser considerado como
socialmente estratificado (Anderson, 1989). A la misma conclusión, pero con ciertas
limitaciones, llega Juan José Castillos (Castillos, 2009), como veremos en el
correspondiente apartado.

Se debe señalar que los humanos no fueron los únicos en recibir sepultura en los
cementerios pertenecientes a la Cultura Badariense ya que ciertas tumbas eran
ocupadas por animales envueltos en esteras, exactamente como si se tratase de
humanos. En efecto, los cementerios badarienses proporcionan las evidencias
arqueológicas más tempranas de prácticas mortuorias que implican enterramientos de
animales en Egipto (en Nabta Playa se encontró una tumba que contenía una estatua
que parecía representar un bóvido, pero no se encontró resto alguno de que hubiera
sido enterrado el cuerpo de ningún tipo de animal). Los cuatro principales yacimientos
de los que derivan estas evidencias son Badari, Mostagedda, Deir Tasa y Matmar,
aunque sólo en Badari han sido documentados enterramientos independientes:
bueyes, ovicápridos y posiblemente un perro fueron enterrados en tumbas separadas
dentro de los límites de los cementerios humanos. En Deir Tasa fueron registradas dos
tumbas similares. En Matmar no se han registrado tumbas independientes de forma
que, los únicos animales allí documentados, posiblemente gacelas pero no está
confirmado, fueron enterrados a los pies de humanos cuyas tumbas compartían. En
Mostagedda las evidencias están menos claramente definidas, unos animales,
tentativamente identificados como gacelas, y otro animal, posiblemente un gato,
acompañaban a los humanos en sus tumbas. El informe del único perro registrado en
15
los cementerios de Mostagedda lo deja como un entierro independiente pero podría
haber formado parte de una sepultura humana en cuyo caso los únicos
enterramientos realmente independientes de animales documentados para la Cultura
Badariense serían los de Badari y Deir Tasa (Flores, 1999: 9-10). Así pues, sólo tres
especies de animales: ganado vacuno, ganado ovino y caprino (ovicápridos) y perros,
aparecen enterrados en tumbas independientes en la Cultura Badariense aunque
solamente uno de estos cementerios, el de Badari, proporciona evidencias bien
documentadas para las de los dos primeros. Estos enterramientos estaban,
aparentemente, asociados a las tumbas más ricas en la sección oriental del
cementerio, la concentración de estos enterramientos de animales en un área limitada
podría sugerir algún tipo de asociación, pero exclusivamente con las tumbas en su
inmediata vecindad. No está del todo claro si estas inhumaciones de animales
constituían enterramientos originales por sí mismos o si se trataba de ritos funerarios
post-enterramientos de humanos. La secuencia temporal de estos enterramientos, con
respecto a las tumbas humanas, no puede ser determinada. Sólo un cementerio
proporciona evidencias bien documentadas para el entierro independiente de un
perro. Incluso, si el otro caso dudoso constituyera también un entierro independiente,
los dos solos no serían suficientes para ofrecer una interpretación del significado de
estas inhumaciones, no obstante podrían haber servido a un propósito similar al
propuesto para los enterramientos de perros en los cementerios de la Cultura de
Maadi (Flores, 1999: 100).

En Mostagedda, Brunton refleja en el cementerio 3500 (Brunton 1937: 41) en el


apartado “Tumbas sin cuerpos” el hallazgo del esqueleto de un animal, probablemente
un perro, con esteras, acostado sobre el lado derecho y con la cabeza hacia el sur.
Brunton no establece claramente si esta tumba pertenece a un animal enterrado de
forma independiente o si formaba parte de un enterramiento humano ya saqueado.

En Deir Tasa han sido documentados dos enterramientos de animales, aunque


aparentemente alterados o perturbados, en un cementerio atribuido a la Cultura
Badariense. Estos animales han sido identificados, inicialmente, como ganado bovino
o caprino. Las tumbas de los animales difieren de las de los humanos en que estas
últimas son en su mayoría ovales o circulares, tal y como he expuesto anteriormente,
mientras que aquellas, las de los animales, son rectangulares, forma que escasea en la
Cultura Badariense.

Figura 12
En Badari se han encontrado enterramientos de animales en dos zonas. Por una
parte, en el cementerio 5100 aparece la tumba registrada con el número 5113 (ver
Figura 12) y en ella se encontraron los restos de un animal carnívoro pequeño, quizás
un chacal o un perro, tumbado con la cabeza hacia el sur y cubierto con esteras
(Brunton y Caton-Thompson 1928: 7). El enterramiento del animal se encuentra en el
centro de un arco formado por tumbas humanas en el límite oriental del cementerio
(Brunton y Caton-Thompson 1928: lámina IV).

16
Figura 13
Por otra parte en los cementerios 5300/5400 (Figura 13) también aparecen
enterramientos de animales, ganado vacuno, ovino y caprino. Concretamente estas
tumbas aparecen agrupadas en la parte norte del cementerio, donde el área que
contiene los restos más ricos colinda con el sector más pobre (Flores, 1999: 127). Las
tumbas halladas son las siguientes:

Tumba 5422: Entierro de un gran animal de la especie bovina, tumbado sobre el lado
izquierdo, con la cabeza hacia el sur y cubierto con esteras, exactamente de la misma
manera que los entierros humanos. Esta tumba había sido parcialmente perturbada y
el cráneo del animal había desaparecido. Sólo la espina dorsal permanecía en posición
original, a lo largo del lado este de la tumba. Las medidas de la tumba eran las
siguientes: anchura 154,94 cm; longitud 246,38 cm; profundidad 160,02 cm (Brunton
y Caton-Thompson 1928: 12 y lámina VII).

Tumba 5423: Completamente perturbada, se trata del enterramiento de un animal de


especie ovina o caprina (en la página 12 de Brunton y Caton Thompson, 1928 no se
especifica la especie mientras que en la misma obra, en el capítulo IX, página 38,
"Identificación de Especímenes Badarienses" se dice que el profesor Watson -uno de
los especialistas que acompañaron a Brunton en Badari- tras examinar el cráneo del
animal opina que probablemente se trate de una oveja). No se puede establecer la
orientación del cuerpo del animal debido a que la tumba estaba completamente
perturbada. No obstante, sí que aparece la estera habitual en estas tumbas que cubría
el cuerpo del animal y, en esta ocasión, también aparecen los restos de un envoltorio
de tejido. Las medidas de la tumba eran las siguientes: anchura 101,60 cm; longitud
96,52 cm; profundidad 76,20 cm (Brunton y Caton-Thompson 1928: 12, 19, 38 y
lámina VII).

Tumba 5424: Tumba bastante perturbada, sus huesos son similares a los de la tumba
5423 y corresponden, por lo tanto, a especímenes de ganado ovino o caprino. El
cráneo ha desaparecido y sólo la espina dorsal permanece en su posición. En el
registro de esta tumba no se especifica la orientación del cadáver del animal. Las
medidas de esta tumba son: anchura 101,60 cm; longitud 101,60 cm; profundidad
114,30 cm (Brunton y Caton-Thompson 1928: 12 y lámina VII).

Figura 14
Tumba 5434: Tumba que no está perturbada en el momento de ser descubierta por
Brunton. Se trata de un cuadrúpedo de la especie bovina, animal similar al de la
tumba 5422 (ver Figura 14). Pese a que la tumba no aparecía perturbada el cráneo
estaba aplastado, demasiado como para poder ser trasladado. No obstante, los
maxilares y los dientes del animal sí pudieron ser trasladados y estudiados. Sólo se
recuperó una parte de un gran cuerno. Quedan también restos de pelo muy corto y de
color castaño oscuro. Tras el examen de los huesos rescatados y de las fotografías, el
17
Dr. Watson afirmó que se trataba claramente de un buey pero que no se podía decir
mucho más ya que el material era insuficiente para identificar la especie concreta de
bovino de que se trataba, añadiendo: "Parece tratarse de un animal
extraordinariamente dotado con grandes cuernos. El cuerno es sustancialmente más
grande que cualquier otro que yo recuerde de posteriores dinastías egipcias, de hecho yo
no estoy seguro de que no pueda tratarse de un búfalo-vaca". Nos cuenta Brunton que
los nativos que despejaron la tumba declararon que se trataba de un búfalo, a juzgar,
probablemente, por el tamaño más que por los detalles anatómicos. Es de destacar
que el fragmento de cuerno hallado está curvado hacia abajo, las representaciones de
bueyes predinásticos a veces muestran sus cuernos curvados hacia abajo (Petrie,
1920: 11). La cabeza está orientada hacia el sur y también se recuperan fragmentos de
la típica estera con la que se envolvían los cuerpos enterrados. Las medidas de la
tumba eran las siguientes: anchura 162,56 cm; longitud 200,66 cm; profundidad
117,76 cm (Brunton y Caton-Thompson 1928: 12, 38 y láminas VII y X).

Como hemos visto, no se registran otros bienes funerarios distintos a los restos de
esteras y, en un caso, restos de tejido con los que los animales estaban cubiertos.
Estos "envoltorios" son el más bajo común denominador, en términos de "bienes
funerarios", en cualquiera de los enterramientos y la única característica común
compartida por los enterramientos de animales y de humanos en cada uno de los
cementerios. De hecho, aunque la distribución espacial de las tumbas de animales
sitúa a estas en la esfera de las tumbas más ricas, sus contenidos no difieren de las
más pobres (Flores 1999: 44).

Estos huesos de animales pertenecen a ganado bovino, ovino o caprino. Si bien es fácil
de comprender la razón de orden sentimental que hacía que, siglos más adelante, los
tinitas hicieran enterrar junto a ellos a sus perros favoritos, se comprende menos
bien, por el contrario, la razón por la cual los Badariense enterraban vacas, ovejas o
cabras, teniendo cuidado de envolverlos en una estera e incluso, en un caso, en un
tejido. Se puede pensar, sobre todo en un país como Egipto, en una razón de orden
religioso cuando suponemos que los Badarienses podrían ya adorar una vaca,
prototipo de la diosa Hathor y un carnero, más o menos emparentado con el dios
Khnum (también conocido como Jnum o Chnoum).

Los Asentamientos

Asentamientos Badarienses

Las excavaciones de los cementerios predinásticos en Egipto han producido una


cantidad considerable de objetos y de una gran calidad, lo que ha originado que
constituyan las fuentes principales de documentación para ese periodo. Por el
contrario, las zonas de hábitat, sobre todo si las comparamos con los cementerios,
han dejado muy pocos vestigios y, en ocasiones, de calidad más que dudosa.

La Cultura Badariense, lógicamente, no podía ser una excepción. Comparados con la


riqueza de sus tumbas, los restos que nos han llegado, procedentes de los
asentamientos Badarienses, son muy humildes, tanto en cantidad como en calidad. Se
han identificado yacimientos arqueológicos correspondientes a sitios de habitación
Badarienses a lo largo de los algo más de treinta km que abarca su zona de influencia
en el Egipto Medio, sobre la zona aluvial, en los márgenes del desierto, franja a veces
muy diseccionada, cortada por numerosos wadis y dominada al este por macizos
calcáreos (Holmes, 1992: 70). Parece probable que la explotación de los recursos
disponibles en el plano de inundación, durante las estaciones de agua baja, hubieran
llevado a algunos grupos a establecer asentamientos cerca del río que habrían sido, o
bien destruidos o enterrados por el aluvión producido por las inundaciones. Se trata
de unos cuarenta yacimientos de hábitat, concentrados alrededor de las zonas
badarienses de el-Badari, Matmar, Mostagedda y el-Hemamieh, e incluso fuera de esta
zona de influencia, en Mahgar Dendera, cerca de Qena. Cada una de estas grandes
zonas comprendía pequeñas villas o aldeas que parecen moverse gradualmente
después de bastantes pero breves periodos de ocupación (Midant-Reynes, 2000).

18
Muy pocos yacimientos conservan algo de sus estructuras originales en su sitio
(Holmes 1992: 70) de hecho los emplazamientos carecen de vestigios arquitectónicos
lo cual confirma la idea de que se trataba de una sociedad semi-sedentaria,
probablemente pastoral, que vivía en la llanura aluvial del Nilo, pero lo bastante
alejada del río como para que sus poblados no quedasen inundados con la crecida
anual. En general se trata de yacimientos que, con alguna excepción, han ofrecido
restos muy pobres. La imagen que nos queda es de una existencia relativamente
móvil, combinando el ciclo anual de inundaciones con actividades agrícolas,
pastorales y de caza. Esta debió ser la vía a través de la cual nuevos modos de
producción fueron introducidos durante el milenio en que tuvo lugar la "adaptación
nilótica". De lo que sí podemos estar seguros es que los Badarienses, comparados con
sus contemporáneos, y posiblemente como consecuencia de sus contactos con otras
regiones, testimoniados por la presencia de objetos de turquesa, cobre, esteatita y
conchas marinas que demuestra su mirada hacia las tempranas culturas calcolíticas
del este, disponían de un sustrato cultural más avanzado que aquellos.

Todos estos yacimientos de ocupación están formados por una serie de depósitos
superpuestos que contenían ceniza, carbón y restos culturales (Caton-Thompson
habla de un depósito de escombros de 2 metros de profundidad en Hemamieh, en el
espolón norte. Ver en Brunton y Caton Thompson 1928: 69 y 72-74; Brunton, 1937:
7-25, lámina XXIb; Brunton, 1948: 4-7; Holmes y Friedman, 1994: 118). Estos
basureros, que podían alcanzar alturas considerables, aunque en general eran poco
profundos (de 50 cm a 2,7 m de diámetro y con una profundidad media de 50 cm a
4,5 m), aparecían a veces asociados a hogares y pozos de almacenaje pero, como ya
hemos dicho, no estaban asociados a restos de arquitectura residencial permanente
(Brunton y Caton-Thompson, 1928: 5; Brunton, 1937: 9, 15, 24, 68 y 76; y 1948: 4-5).
Muchos yacimientos contenían también gruesos estratos de excrementos animales y
huellas de cercados (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 94, 106: áreas A1, E; ver
también Brunton, 1937:14, 21; 1948: 5; y Hassan, 1988: 154).

Figura 15
Como hemos visto, una característica estructural importante, que se ha conservado en
los yacimientos de habitación Badarienses, son los restos de agujeros circulares
interpretados como silos para el almacenamiento del grano a raíz de los cereales,
desechados y calcinados, que se han encontrado en ellos (Brunton y Caton-
Thompson, 1928: 41; Brunton, 1937: 15-16, 18-31 y 58) (ver Figura 15) y que podían
estar formados, bien como agujeros en el suelo, de aproximadamente 130 cm de
ancho por 100 cm de profundidad, recubiertos en sus secciones más bajas por
cestería o barro endurecido o bien, como sucedía a menudo, se trataba de grandes
jarras cerámicas enterradas, entre 25 y 40 cm por debajo de la superficie del suelo
(Brunton, 1948: 5-7). Algunos de estos recipientes estaban hechos a partir de arcilla
grosera (a veces sólo calentada al sol más que cocida), mientras que otros recipientes
consistían en cerámicas finamente elaboradas, como la magnífica copa marrón, black-
topped, de Matmar que fue publicada por Brunton (1948: 5 y lámina XVIII). Como en
el-Fayum, parece ser que los badarienses aprovechaban las tierras cercanas a las
aguas permanentes para cultivar cosechas, básicamente trigo y cebada, con el fin de
almacenarlas en los silos citados (Brewer, 2005). Los vasos de cerámica muestran los
trazos de frecuentes reparaciones tras roturas lo que demostraría que, generalmente,

19
eran usados para almacenar productos sólidos, como dátiles o grano. Brunton afirma
haber excavado un horno con bóveda de 40 cm construido con terrones de arcilla en
una fosa de 20 cm enrojecida por el fuego (Brunton, 1937: 12).

Lo poco que sabemos de los asentamientos badarienses parece indicar que consistían
en chozas sencillas, dentro de aldeas, y de los "graneros" (agujeros en el suelo) para el
almacenamiento de sus cosechas. Estas áreas de habitación muestran un
desplazamiento espacial horizontal y ocupaciones temporales relativamente cortas.

Las áreas de ocupación nos han legado objetos de carácter doméstico, como por
ejemplo cerámica, herramientas de piedra, punzones de hueso, alfileres o restos de
cestas, (también las estatuillas de forma humana, representando imágenes muy
estilizadas de mujeres y a las que reservo un apartado exclusivo para hablar de ellas),
pero los productos Badarienses están mucho mejor ilustrados por el material
procedente de las tumbas. En una parte del área 2100 del asentamiento de Matmar,
se encontraron seis colmillos de hipopótamo, dos de ellos eran rectos y medían unos
32 cm y los otros cuatro eran curvos y medían alrededor de 24 cm, todos ellos
apilados al lado de un bloque de caliza dura, que podría representar un área de
almacenamiento para materias primas, estando quizás guardados los colmillos para la
preparación de vasos y otros objetos (Brunton, 1948: 6; Midant-Reynes, 2000: 158).
Junto a las herramientas de hueso y marfil (alfileres, agujas, punzones, etc.), e incluso
hechas a partir de espinas de pescado (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 33;
Brunton, 1937: 58; 90) y las estatuillas antropomórficas, también se encuentran
abundantes restos de recipientes cerámicos, rotos en muchos fragmentos, que no
añaden nada a lo que se hubiera podido averiguar a través de la cerámica hallada en
las tumbas. Sin embargo, los miles de elementos líticos que caracterizan a la industria
de la herramienta de piedra badariense, está relacionada fundamentalmente con los
asentamientos. Se encontraron también: un molinillo de mano de piedra caliza; un
bloque de pizarra de 11 cm sin trabajar; herramientas manufacturadas de piedra
como raspadores, cabezas de hachas o sílex de diversas formas; y dos cuchillos de filo
serrado. En general son yacimientos muy pobres pero que, dada la escasez de restos
de hábitat badarienses, resultan muy interesantes.

Respecto a los restos de fauna, los que se han encontrado indican la presencia de
bueyes, ovejas, corderos, carneros, antílopes, cerdos, gatos y perros, tanto en las
zonas de enterramiento como en los sectores de hábitat. Huevos de avestruces fueron
utilizados como recipientes. Caton-Thompson encontró en el interior de una de las
estructuras de el-Hemamieh, un amontonamiento de huesos de bóvidos colocados
contra un muro. Se encontraron restos de percas del Nilo ("Lates Niloticus") así como
una concha perforada, del tipo "conus" sobre el suelo de otra de las estructuras de
habitación. No obstante, ningún estudio sistemático de los restos faunísticos en la
zona de el-Badari ha sido acometido (Wetterstrom, 1996).

En cuanto a los restos carpológicos, se han encontrado restos de cereales, desechados


y carbonizados, bajo la forma de espigas y granos de trigo almidonado (Triticum
Dicoccum) y de cebada de seis filas (Hordeum Hexastichum), en las fosas de sectores
de hábitat badarienses. Brunton menciona igualmente cápsulas de lino y espiguillas
de gramíneas salvajes, así como vainas de de arveja salvaje (Vicia Tetrasperma o Vicia
Hirsuta) recogidas con la cebada (Brunton, 1937: 59).

En cuanto a la datación absoluta de los asentamientos, las dataciones C14 conocidas


para la región de Badari sitúan al Badariense entre el 5580 +/- 80 y 5110 +/- 160
a.P., es decir, entre el 4500 y 4000 cal a.C. (Hedges et al, 1994; Holmes y Friedman,
1994; De Vries-Barendsen, 1954). Es poco probable que esta cultura sea anterior al
4000 cal a.C. a pesar de los datos obtenidos por termoluminiscencia sobre los
ejemplares de el-Hemamieh, que presentan una gran desviación (Hendrickx, 1999).
Las dataciones C14 más recientes acreditan una ocupación de la región relacionada
con la fase de Nagada I-II a.C., entre 4940 ± 80 y 4790 ± 60 a.P., es decir, entre 3800 y
3600 cal a.C. (Holmes y Friedman, 1994).

Caton-Thompson en el-Hemamieh:
20
Fue la arqueóloga inglesa, G. Caton-Thompson la que ha proporcionado la descripción
mejor documentada de uno de los sectores de hábitat de la cultura badariense
(Brunton y Caton-Thompson, 1928). Fue en la zona de el-Hemamieh donde se llevó a
cabo un trabajo pionero en aquellos tiempos, la arqueóloga inglesa realizó una
excavación que demostró que el Badariense era anterior al periodo predinástico más
antiguo conocido en aquel momento, la cultura amratiense. Fue la primera excavación
estratigráfica llevada a cabo en Egipto. Desde febrero de 1924 hasta marzo de 1925
ella "cuadriculó" un área de 8600 m2 en la localidad de el-Hemamieh, en unidades de
3 x 1,5 m. Sobre la base del estudio del terreno con un espesor de 2 m puso en
evidencia una secuencia de ocupación continua desde el Badariense hasta Nagada II.
Fue registrada la profundidad a la que fue encontrado cada uno de los artefactos,
excepto para los fragmentos cerámicos sin clasificar. Se pudo distinguir un proceso de
evolución cultural, al comienzo del cual aparece el material Badariense
inmediatamente por debajo de los materiales pertenecientes a las culturas
temporalmente posteriores, se confirmó de esta forma el orden de sucesión de las tres
primeras culturas del Alto Egipto: el Badariense, el Amratiense y el Gerzeense.

Una vez establecida la fecha relativa de los objetos Badarienses, G. Caton-Thompson


tuvo que esperar alrededor de cincuenta años para poder confirmar su cronología
relativa con fechas absolutas, obtenidas mediante datación por termoluminiscencia de
fragmentos cerámicos (Caton-Thompson y Whittle, 1975). Dos fechas fueron obtenidas
en el nivel sub-brecha badariense: 5495 ± 405 a.C. y 5580 ± 420 a.C., mientras que la
cerámica encontrada en niveles por encima de la brecha (masa rocosa consistente,
consistituída por fragmentos de rocas de diferentes formas y tamaños) fue datada en
el 4690 ± 365 a.C. y 4510 ± 475 a.C. Hays y Hassan recolectaron varias piezas de
madera carbonizada de un contexto Badariense lo que les permitió asignar unas
fechas de radiocarbono entre 4400 y 3800 a.C., para la cultura más temprana
representada en el-Hemamieh (Hassan, 1985). La estratigrafía de Caton-Thompson en
el-Hemamieh ha sido confirmada por el trabajo de Holmes y Friedman (1994). Dos
muestras del nivel sub-brecha han ofrecido fechas de radiocarbono, confirmando una
fecha estimada entre 4400 y 4000 a.C.

Figura 16
En el-Hemamieh (ver Figura 16) Caton-Thompson halló los restos de un asentamiento
que consistía en nueve pequeños refugios de forma circular y con tamaños que
variaban entre uno y dos metros y medio de diámetro, no obstante los objetos
hallados, sobre todo la cerámica, hacen indicar que estos restos de chozas
pertenecerían al comienzo del periodo amratiense por lo que estudiaremos estas
estructuras cuando hablemos de ese periodo.

Yacimiento de Mahgar Dendera

A pesar de que durante mucho tiempo se pensó que la cultura Badariense había
permanecido restringida a la zona de el-Badari, se han encontrado restos de esa
cultura en lugares bastante alejados del núcleo central Badariense como Armant,
Hieracómpolis, Elkab, Wadi Hammamat y también en Mahgar Dendera.

21
Figura 17
El yacimiento de Mahgar Dendera se encuentra sobre la ribera oeste del Nilo, a unos
150 km al sur de el-Badari, alrededor de 12 km al sur de Qena y a 5 km del templo de
Dendera. Fue descubierto en enero de 1980 por una misión dirigida por P.
Vermeersch. En aquel momento el yacimiento estaba amenazado de destrucción por la
acción de programa agrícola de la región (ver Figura 17: vista general de la
excavación). Está fechado a finales del V Milenio y es el único yacimiento Badariense
del Valle del Nilo que se ha excavado a gran escala desde principios del siglo XX. La
excavación del yacimiento de hábitat fue llevada a cabo por S. Hendrickx y B. Midant-
Reynes (2001). La ausencia de depósitos estratificados indica que el yacimiento surgió
en el transcurso de un episodio único y relativamente breve de utilización, durante el
cual se crearon numerosos hogares. El predominio de restos de peces y de ganado
entre el conjunto faunístico sugiere que el yacimiento fue ocupado como parte de un
ciclo estacional de habitación y no como un asentamiento permanente (Wengrow,
2007: 69).

La parte conservada de Mahgar Dendera, con una superficie de 30 m de largo por 20


m de ancho, se sitúa sobre una plataforma poco elevada, unos 14 m, sobre la llanura
aluvial del Nilo y a una distancia de unos 500 m del Nilo. Su posición no parece haber
cambiado significativamente después de la prehistoria. Su extensión está limitada al
norte, al oeste y al este por perturbaciones o interferencias recientes y al sur por un
pequeño wadi, ya activo en época prehistórica. El estado actual del terreno no permite
definir los límites de su extensión y la destrucción parcial del yacimiento ha
complicado la interpretación de las estructuras.

Los arqueólogos han reconocido dos zonas diferentes sobre la superficie del
yacimiento: una concentración de zanjas o fosas al este y un conjunto de estructuras
de almacenamiento y de hogares en la parte occidental del yacimiento. Esta
diferenciación espacial podría reflejar actividades económicas diferentes (Hendrickx et
al., 2001: 27; Tristant, 2004: 70).

En el yacimiento de Mahgar Dendera han sido identificados veinte "hogares" con un


diámetro que oscila entre 25 cm y 1 m. Se presentan como oquedades o pequeñas
excavaciones en el suelo, poco profundas, llenas de carbones y cenizas y coronadas
con piedras. Los arqueólogos mencionan la presencia de manchas de ceniza que
podrían hacer pensar en hogares destruidos o restos de basura procedente de las
viviendas (Hendrickx y otros, 2001: 16; Tristant, 2004: 70).

Los únicos restos descubiertos en los hogares son algunos huesos y, sobre todo,
numerosas espinas de pescado, junto con fragmentos y astillas de pedernal cuya
presencia era bastante rara y debe ser considerada como accidental (Hendrickx y
otros, 2001: 17). Los hogares estaban asociados a fosas de almacenamiento cuyos
tamaños oscilaban entre 42 cm y 80 cm, con una excepción, el denominado Número
11 que tiene un diámetro de 160 cm, y tienen una profundidad entre 20 y 40 cm. Las
paredes están inclinadas y el fondo es redondeado. Aunque se ha denominado a estos
agujeros como de "almacenamiento" la realidad es que no se ha encontrado ningún
resto, diferente del resto de la zona de hábitat, que pueda testimoniarlo, ni restos de
grano ni de algún tipo de revestimiento como esteras, característico de los silos. Con el
fin de explicar la ausencia de restos alimenticios y de revestimiento, se ha lanzado la
hipótesis de que en un asentamiento temporal, como es el de Mahgar Dendera, no

22
habría silos permanentes sino solamente provisiones guardadas en especies de sacos
que harían de revestimiento de los silos (Hendrickx y otros, 2001: 25).

Hundidos en el suelo había cinco recipientes cerámicos de entre 12 y 40 cm de


diámetro (Hendrickx y otros, 2001: 23).

El material lítico está dominado por lascas sobre hojas, el gran número de núcleos
hace pensar en la manufactura local de los artefactos. El material lítico puede ser
considerado característico de una industria especializada, orientada eventualmente
hacia el trabajo de materiales perecederos como madera o cañas (Hendrickx y otros,
2001: 103).

Respecto a la cerámica, hay menos material cerámico, en número de piezas y


comparado con el material lítico hallado, esto es remarcable ya que en todos los otros
asentamientos predinásticos conocidos la proporción es diferente. La cerámica de
Mahgar Dendera 2 se caracteriza por la abundancia de fragmentos de cerámica de
borde negro (black-topped). Los fragmentos recogidos sobre el lugar son del tipo
"rough ware" (cerámica de acabado grosero o burdo). Algunos raros fragmentos están
decorados con incisiones geométricas blancas. Dominan las formas abiertas, copas y
cuencos. Se encuentran igualmente jarras de 40 a 60 cm de alto. Los rastros de
reparaciones efectuadas sobre los recipientes podrían evocar una confección no local
(Hendrickx y Midant-Reynes, 1988: 8). Toda la cerámica está hecha con limo del Nilo y
un fino atemperante orgánico. La cerámica parece haber sido usada para fines
puramente domésticos solamente, los grandes vasos parecían destinados al
almacenamiento de grano y agua mientras que los pequeños eran usados como vajilla,
los recipientes utilizados normalmente para cocinar sobre ellos están ausentes.

Los análisis arqueológicos hacen pensar en un carácter estacional del asentamiento.


El pescado y los ovicápridos parecen ser las principales fuentes de proteínas para los
habitantes de Mahgar Dendera 2.

El análisis de los restos de la fauna sugiere que la gente llegaba al lugar en el


momento en el que el Nilo estaba bajo, cuando finalizaban los trabajos en los campos
y las posibilidades de pastoreo se volvían escasas en la vecindad de su asentamiento
permanente. Esto podía haber sido alrededor de abril y mayo. Se movían a Mahgar
Dendera 2, lugar que les permitía pastorear sus rebaños y pescar al mismo tiempo. El
lugar era abandonado antes de que el agua en la llanura aluvial fuera vadeable, sobre
noviembre o diciembre.

Mahgar Dendera 2 podía haber sido un lugar de acampada de un grupo especializado,


mayormente varones, que habría pastoreado el ganado y desarrollado la tarea
físicamente exigente de la pesca. Cuando su fuerza era demandada para trabajar los
campos al comienzo de una nueva temporada de agricultura, ellos volvían al
campamento principal, cuya localización permanece todavía desconocida (Hendrickx y
otros 2001: 103-104).

La Cerámica Badariense

Introducción a la Cerámica

23
Figura 18
La cerámica es el producto más característico y distintivo de la cultura badariense y es
fácilmente distinguible de la cerámica de etapas posteriores. Los mejores ejemplos
proceden de las tumbas. Era fabricada a mano, sin trazas del uso de tornos (como
toda la cerámica predinástica), con arcilla sedimentaria del Nilo ("Nile Silt"),
granulada, en general muy fina y mezclada con un desgrasante o atemperante
orgánico que consistía en paja triturada para las grandes marmitas, recipientes
groseros de burdo acabado destinados las tareas domésticas (que estuvieron
colocadas sobre los hogares de los asentamientos lo demuestra el ennegrecimiento que
presentan algunas de ellas), este desgrasante es característico del Badariense y es
más fino que el utilizado en la cerámica grosera de la cultura Nagada. La cerámica
Badariense más característica muestra unas paredes muy delgadas, cocidas y
"raspadas" o "peinadas" con un peine y que alcanzan una perfección jamás igualada
en periodos posteriores (Brunton y Caton-Thompson, 1928). Algunos vasos fueron
cuidadosamente pulidos y, otros, simplemente alisados a mano e incluso algunos
fueron dejados con su superficie normalmente rugosa. El primer grupo, el de los
pulidos cuidadosamente, son vasos rojos o marrones/pardos pulidos con un
característico borde negro (ver Figura 18), característica que se desarrollará y se
modificará en los periodos siguientes del Predinástico. Las formas de los objetos
cerámicos son sencillas, dominando las formas abiertas, formadas principalmente por
copas y cuencos de bordes directos y base redondeada.

Figura 19
Ya dentro de la característica cerámica badariense, el elemento distintivo es,
precisamente, la decoración de algunos de los recipientes. Este tipo de decoración no
aparece en todos los vasos badarienses pero tampoco aparece en ninguna otra
cultura, no había sido encontrada antes y no lo sería tampoco en periodos posteriores.
Y fue, precisamente esa, la característica que llevó al descubrimiento del Badariense.
Se trata de una serie de "estrías" o surcos (ver Figura 19) que recorren la totalidad o
una parte del recipiente, de forma paralela. Los surcos son más o menos finos, más o
menos nítidos y más o menos unidos o próximos. Estas estrías se desplazan en
diagonal con respecto a la base, lugar donde forman espirales.

Esta superficie característica era producida, probablemente, en el momento en el que


la arcilla era rebajada o "adelgazada" antes de la cocción, de hecho estos vasos son
extremadamente delgados, algunos con su borde casi cortante (Brunton y Caton-
Thompson, 1928: 20). La decoración puede extenderse por toda la superficie exterior
de los recipientes, también puede aparecer sobre la mitad solamente del vaso y,
también, puede aparecer restringida a la región del borde. Las estrías no aparecen en
24
el interior de los recipientes, nada más que cuando se trata de copas, cuencos o platos
cuyo interior resultaba plenamente visible. Algunos vasos tienen también sólo el borde
interior "ondulado", en este caso los surcos son verticales en unas ocasiones y
horizontales en otras.

La parte superior, el borde, de los recipientes cerámicos Badarienses es, en muchos


casos, de color negro aunque la superficie de estos recipientes es de un color más
"amarronado" que los de borde superior negro producidos durante la siguiente fase,
Nagada I. Aparecen también recipientes "carenados". La cerámica decorada es rara y,
cuando aparece, lo hace con unos motivos incisos rellenos de blanco.

Figura 20
Las estrías eran hechas antes de la cocción, sin duda con un instrumento de madera
o hueso y más o menos curvado dependiendo si era para tratar la superficie de vasos
más grandes o más pequeños, probablemente una especie de peine que, según
Vandier (1952: 198), tendría alrededor de seis u ocho dientes (ver detalle del
"ondulado" badariense en la Figura 20). Es difícil decir qué instrumento se usó para
hacerlo ya que no se ha encontrado ninguno entre los escombros de los yacimientos
de zonas habitacionales que pudiera asignarse con certeza para este fin aunque
debieron existir en cierta cantidad, a juzgar por el gran número de objetos cerámicos
en los que se utilizaron, por el número de vasos que presentan ese efecto "ondulante".
Probablemente, habida cuenta que todos han desaparecido, podrían haber sido de
madera, materia más susceptible de desaparecer con el paso del tiempo. Podría
especularse que los peines que se muestran en la lámina XXIV de Brunton (1928:
lámina XXIV), y que son de hueso, desempeñasen ese propósito ya que no son como
los habituales peines para el cabello.

Algunos de los vasos cerámicos más finos y delgados no muestran el efecto ondulado,
quizás sea debido a que fuera eliminado mediante un proceso de pulido. A las mejores
clases de vasos se les aplicaba un baño o cobertura de color que muestra signos de
bruñido hecho, probablemente, con un guijarro. Los trazos dejados por el bruñido
hacían desaparecer las estrías, perpendicularmente a las mismas, sobre una parte de
su longitud, de esa forma el efecto ondulante desaparece en parte de la superficie y las
líneas son discontinuas. El interior de los vasos no está recubierto por ese "lavado"
nada más que cuando se trata de copas muy acampanadas o platos ya que en esos
recipientes el interior era la parte más visible y accesible.

La coloración de los vasos puede depender, según Vandier (1952: 199), bien del grado
de color obtenido en el curso de la cocción o bien del tipo de "lavado" o cobertura
aplicado, siendo esto último lo más probable. Algunos vasos no pulidos parecen haber
recibido una cobertura después de la cocción. Un vaso de Mostagedda tiene una
"cobertura" negra sobre una arcilla parda.

Figura 21
La gran mayoría de los vasos badarienses fueron encontrados rotos, los delgados
bordes que presenta esta cerámica, en particular los recipientes de borde negro (black
topped), se rompían muy fácilmente y resistían mal el paso del tiempo (ver vasos
badarienses en Figura 21). La forma abierta de muchos de estos recipientes y la
25
delgadez de las paredes de la cerámica, hacían a estas vasijas demasiado frágiles para
soportar las fuerzas producidas por la presión de la arena y la grava cuando cedían las
tumbas. No obstante, a partir de ciertos fragmentos, se han podido reconstruir con
gran fidelidad, cierto número de vasos con formas variadas. En efecto, a partir de esos
fragmentos encontrados, particularmente característicos, se han podido reconstruir,
con gran precisión, un cierto número de formas cerámicas Badarienses. Alrededor de
230 formas fueron dibujadas y aparecen en "The Badarian Civilisation" (Brunton y
Caton-Thompson, 1928: láminas XII a XIX, que se reproducen al hablar de cada una
de las clases cerámicas), la mayoría de esas formas fueron reconstruidas a partir de
fragmentos solamente. Los recipientes dibujados pueden dar la impresión de que
muchos vasos se encontraron en perfecto estado cuando, en realidad, fueron muy
pocos los que se encontraron enteros y estos eran, principalmente, los tipos cerámicos
de paredes más gruesas y, por lo tanto, más resistentes, tanto al paso del tiempo como
a la presión del relleno de la tumba.

Tipos Cerámicos Badarienses

Brunton clasifica la cerámica badariense en siete categorías, cinco que podríamos


llamar principales y dos más que incluyen tipos cerámicos que, o bien aparecen en
poca cantidad, casi testimonial, o bien sus características impiden incluirlos en
alguno de aquellos cinco primeros grupos.

Los criterios utilizados por Brunton para elaborar su clasificación de la cerámica


Badariense, no se fundamenta en la forma de los recipientes sino que más bien lo
hace tomando como base otras características técnicas como la calidad general y
acabado de la superficie, más o menos finura de la cerámica, presencia o ausencia de
pulido, color del baño o cobertura. Las formas serán estudiadas dentro de cada una de
las categorías establecidas (Brunton y Caton-Thompson 1928; Brunton 1937).
Brunton usa dos letras para denominar cada una de las categorías, con el objeto de
evitar cualquier confusión con las clases predinásticas que Petrie había designado con
una sola letra en su Corpus.

Un primer criterio, muy general, se establece al comparar entre cerámica finamente


pulida y aquella en la que no ha sido tratada la superficie o ha sido, solamente,
pobremente bruñida. Los primeros recipientes son, casi siempre, del tipo Black
Topped los cuales, a su vez, pueden aparecer de color pardo (gris marrón) y a veces
rojo. Los recipientes no pulidos pueden representar a una superficie alisada a mano o
ser completamente ásperos o bastos. Mediante ese procedimiento se lograron separar
cinco clases perfectamente distinguibles. Para denominarlas se utilizaron letras, pero,
como ya hemos dicho, y con el objeto de diferenciar las clases cerámicas badarienses
de las clasificadas por Petrie para las siguientes culturas predinásticas, en este caso
se utilizaron dos letras para cada una de las clases identificadas.

De esta forma, Brunton identifica las siguientes clases cerámicas (ver las láminas del
"Corpus" cerámico de Brunton en el siguiente enlace: corpus cerámico badariense):

Las que ha denominado como "principales":

1.- Clase BB: (Black Topped Polished Brown). Cerámica marrón-parda pulida con
borde negro.

2.- Clase BR (Black Topped Polished Red). Cerámica roja pulida con borde negro.

3.- Clase PR (Polished Red). Cerámica Roja Pulida "sencilla".

4.- Clase SB (Smooth Brown). Cerámica marrón de superficie alisada.

5.- Clase RB (Rough Brown). Cerámica marrón o parda burda, de acabados más
toscos.

Las dos últimas clases que vamos a ver ahora son bastante heterogéneas en cuanto a
26
los vasos que las componen, se trata de clases donde, o aparecen pocos ejemplares de
cada una de ellas o no tienen cabida en alguna de las cinco anteriores.

6.- Clase AB (All Black). Vasos completamente negros y lisos.

7.- Clase MS (Micellaneous). Epígrafe que recoge juntos unos pocos ejemplares de
"fancy forms" (formas de fantasía) y de "decorated pots" o vasos decorados, que se
salen de lo habitual y que mostraban un tipo de decoración diferente.

Veamos las características de cada una de estas clases:

1.- Clase BB (Black Topped Brown Polished. Ver corpus cerámico badariense):

Es una cerámica marrón pulida con el borde negro. Se trata de formas cerámicas de
una variedad distinta de las conocidas hasta el momento de su descubrimiento por G.
Brunton y que es casi desconocida en cualquier otra parte de Egipto. Brunton afirma
que ha encontrado algunos fragmentos cerámicos en Hieracómpolis, dentro de un
ámbito predinástico temprano (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 21), aparte de estos
fragmentos, esta clase de vasos cerámicos no está atestada nada más que en el-Badari
y en Matmar.

Los vasos son extremadamente delgados y aquellos que tienen el ondulado más fino y
más estrecho pertenecen a esta clase BB. La excelencia de su manufactura no fue
superada en tiempos posteriores. Es obvio que fue el resultado de mucho tiempo de
experimentación, tiempo del cual no tenemos ninguna prueba tangible. No obstante
hay razones para pensar que las tumbas en las que ha sido encontrada, en la zona de
influencia de la cultura Badariense, son las más tempranas de todas. Las etapas
previas, que seguro han debido existir, deben ser todavía buscadas en alguna parte de
Egipto.

El área negra de la superficie exterior del vaso varía, desde una pequeña banda
alrededor del borde hasta cubrir toda la superficie del recipiente, en este último caso
sólo una pequeña superficie marrón en el fondo nos permite identificar la clase del
vaso. Hablando de forma general, los vasos más finos son aquellos que tienen su
superficie casi completamente negra.

El interior de los vasos es negro sin excepción. La decoración se hace con más o
menos cuidado. Las estrías u ondulaciones varían desde nítidas, finas y regulares
hasta ser muy tenues o no existir. Algunos vasos de esta clase, los que están menos
logrados, no presentan estrías u ondulaciones. Otros, muy raros, tienen el borde
interior estriado verticalmente.

El color, aunque hasta ahora nos hemos referido al mismo como marrón pardo,
presenta también algunas variaciones. Según Brunton va desde un color grisáceo o
color marrón tierra oscuro a un pálido, aunque brillante, marrón "café con leche".
Aparece también un tono nítido marrón pálido a veces amarillento o incluso rosáceo,
el cual está casi limitado a vasos que no presentan el "efecto ondulante". En los tres
vasos "marrón brillante" que aparecen "peinados", el ondulado es vertical.

Las formas de la clase BB son, en general, bastante simples:

Figura 22
Copas de fondo plano y paredes acampanadas, generalmente rectilíneas (Brunton y
Caton-Thompson, 1928: lámina XII, fig. 3D). La copa, como en la figura 5D puede
adquirir, excepcionalmente, la forma de cáliz o de umbela de papiro (ver Figura 22 con
la Fig. 121 de Vandier, 1952).

27
Figura 23
Formas que tienen un ángulo marcado o nítido entre las paredes, más o menos rectas,
y la base plana o redondeada. Llamadas también "carenadas". A veces las paredes
están inclinadas hacia el interior (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XII,
figuras 8E, 16E, 10H) El borde aparece hacia afuera, saliente, de forma excepcional en
el vaso 23E. Esta forma compone más del cincuenta por ciento de la clase BB y es
totalmente característica de la civilización badariense (ver Fig. 23 con fig.122 de
Vandier).

Recipientes de fondo apenas redondeado y con paredes casi rectas o ligeramente


convexas. Estos vasos (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XII, figuras 33H,
35K; 37E, 37H) son casi cilíndricos (ver Fig. 23 con fig.122 de Vandier).

Copas en "media luna" o vasos vagamente esféricos con paredes más o menos
convexas y cuyo diámetro es, unas veces superior y otras inferior, a la altura. Puede
ocurrir que el cuerpo de un vaso esté claramente separado del fondo (Brunton y
Caton-Thompson, 1928: lámina XII, figura 77P) En Mostagedda se han recuperado
casi las mismas formas.

Figura 24
Dos vasos (Brunton, 1937: lámina XV, fig. 23D y 82M) tienen el borde claramente
vuelto hacia el exterior. La decoración excepto el borde negro y las estrías u
ondulaciones, es inexistente. Solamente una copa está adornada en su interior con
una "cruz de Malta" (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XII, fig. 49F; ver
también Fig. 24 con la fig. 123 de Vandier).

2.- Clase BR (Black Topped Polished Red. Ver corpus cerámico badariense):

Vasos rojos pulidos con borde negro. Algunos vasos de esta clase (un 20 %
aproximadamente) en lugar de estar pulidos están simplemente alisados o lustrados
con la mano. El color de la superficie es un rojo brillante o un rojo oscurecido cercano
al marrón, con un solo ejemplo de rojo ciruela que es usual en el Predinástico Medio y
Tardío. La diferencia entre el rojo marrón y el rojo ciruela se debe ciertamente a
diferencias en la cocción (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 22; lámina XIV y XV).

28
Figura 25
Vasos con decoración en la superficie interior son más frecuentes en esta clase que en
la clase Black Topped Brown Polished. Los recipientes más usuales son copas de
paredes más o menos altas, cuencos y sobre todo una especie de marmitas con
paredes convexas que se estrechan progresivamente hacia el borde. Ciertos vasos
tienen las paredes casi rectilíneas e incluso rectilíneas. El fondo algunas veces es
plano, pero lo más frecuente es que sean redondeados. Hay cuencos, la mayor parte
más bien poco profundos, uno de ellos tiene un pequeño abultamiento justo en el
interior del borde constituyendo casi un pomo o tirador para dar una buena sujeción a
los dedos. Las formas de la cerámica Black Topped Polished Red son en su mayoría
abiertas pero varían desde cuencos poco profundos a profundos vasos en forma de
bolsas. Casi todos tienen la parte inferior redondeada y sólo unos pocos muestran el
ángulo marcado entre los lados y la base, característica frecuente de la clase Black
Topped Brown Polished.

Figura 26
Algunas copas están decoradas interiormente con diversos motivos. La decoración era
bruñida, como finas líneas en la superficie negra mate. Normalmente la decoración se
compone de especies de ramas, simples, dobles o múltiples. En este último caso los
ramajes son cruzados de manera que forman una estrella o una cruz (Brunton y
Caton-Thompson, 1928: láminas XIV y XV, figuras 3D, 15H, 15P, 15M, 30E). La cruz
aparece de nuevo y de forma modificada en la copa 15E. Hay ramas (¿palmeras tal
vez?) de una forma sencilla (fig. 30E), paralelas (fig. 15P), formando una cruz
rudimentaria (fig. 15M) o una estrella de seis puntas (fig. 3D). Una copa de
Mostagedda (Brunton, 1937: lámina XVI, fig. 3Q), está decorada con una especie de
ramas estilizadas inscritas en un círculo que se presenta bajo la forma de una línea
sinuosa continua.

Figura 27
Algunas formas son originales, se pueden citar tres grandes recipientes procedentes
de el-Badari. El primero (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XV, fig. 47H) tiene
un fondo redondeado y paredes que diseñan en la base un larga línea convexa y en la
29
parte superior una línea ligeramente cóncava. El segundo (Brunton y Caton-
Thompson, 1928: lámina XV, fig. 51F) es vagamente esférico si bien las paredes son
apenas convexas, presenta una neta separación entre el fondo y el cuerpo del
recipiente. El tercero (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XV, fig.57H) tiene el
fondo plano y las paredes que se acampanan ampliamente hasta los hombros y se
estrechan progresivamente hacia el borde.

La mayor parte de estos vasos presenta, exteriormente, las estrías características de la


cerámica badariense (Ver las figuras 25, 26 y 27 con figuras 124, 125 y 126 de
Vandier).

3.- Clase PR (Polished Red.Ver corpus cerámico badariense):

Los vasos rojos pulidos forman una clase muy pequeña. Las estrías u ondulaciones en
esta clase, por otra parte bastante mal representada en Badari, han desaparecido en
la mayoría de los ejemplos. La cantidad de pintura o cobertura roja aplicada a los
vasos varía considerablemente de un vaso a otro y también varía la calidad del pulido
o del bruñido.

Se puede citar una cierta cantidad de copas "carenadas", de hecho la forma más
común son los cuencos del tipo 9D del corpus (Brunton y Caton-Thompson, 1928:
lámina XV, fig. 9D) que es encontrado también más adelante, en el Predinástico
Temprano o Amratiense. Al lado de las formas carenadas aparecen vasos más
ordinarios. Vasos de fondo plano y paredes convexas, siendo el diámetro de la base
casi igual al diámetro de la abertura. Un vaso esférico tiene el borde ligeramente
desbordante (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XV, fig. 25E). Podemos citar
vasos con un gran fondo redondeado y paredes "encorvadas", esto es, inclinadas de
fuera para dentro, con un embrión de cuello (Brunton y Caton-Thompson, 1928:
lámina XV, fig. 27H). Una botella (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XV,
fig.29K) es mucho más alargada pero presenta las mismas características de la
anterior aunque más acentuadas ya que tiene el cuello acampanado. Además
podemos citar un gran recipiente panzudo de fondo plano (Brunton y Caton-
Thompson, 1928: lámina XV, fig. 49F). Grandes platos planos, que son raros, son sólo
encontrados en esta clase (ver Fig. 28 con figura 127 de Vandier).

Figura 28
Aparecen, dentro de este mismo tipo cerámico, unas pocas formas de fantasía (fancy
forms) y también los únicos ejemplos con decoración pintada. Estas formas están
incluidas en la clase MS (misceláneos).

4.- Clase AB (All Black Forms. Ver corpus cerámico badariense):

Vasos negros, estamos ante una clase con pocos ejemplares, negros, bastante espesos
y generalmente pulidos, muy variada en cuanto a la forma. Algunos tipos son los
cuencos usuales, pero algunos vasos de esta clase, donde se apunta también la
decoración estriada u ondulada, presentan formas nuevas. Son de interés la botella 9,
las formas con cuellos bien definidos 8 y 12 y las formas con los bordes proyectados
hacia afuera: 3, 6, 10 y 13 (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XVI).

El vaso 9 es un recipiente de fondo plano, de paredes regularmente convexas y un


cuello recto bien marcado. El vaso esférico 12, claramente panzudo, presenta un fondo
plano y un pequeño cuello recto. El vaso cilíndrico 13 tiene las paredes cóncavas y un

30
borde desbordante. Por fin, la gran jarra 8 tiene un fondo casi puntiagudo y un
embrión de cuello (ver Fig. 29 con figura 128 de Vandier).

Figura 29
En Mostagedda, ciertos vasos de esta clase, generalmente de pequeñas dimensiones,
están decorados con motivos geométricos bastante simples (Brunton, 1937: lámina
XVIII).

5.- Clase MS (Miscellaneous. Ver corpus cerámico badariense):

Es aquella clase en la que han sido reunidos una serie de vasos notables, ya sea por
su forma, por su decoración o por cualquier otro detalle original (Brunton y Caton-
Thompson, 1928: lámina XVI). Estos vasos son, generalmente, rojos pulidos pero uno
de los más bellos tiene el borde negro (el número 4). Los ejemplares del 1 al 4 son
copas de paredes acampanadas y fondo plano, desbordante, formando una especie de
embrión de pie. Dos de estas cuatro copas, las 3 y 4, tienen también el borde
desbordante. El número 5 es un alto vaso cilíndrico que tiene el mismo diámetro en la
base que en la abertura y cuyas paredes son paralelas. El número 6, en negro, es
también probablemente cilíndrico aunque podría ser un cuello estrecho. El vaso
número 7 es una botella esférica, de fondo plano y de cuello recto y equipado con dos
asas, este vaso constituye una anomalía en Badari, anuncia las grades jarras de la Iª
Dinastía y se parece a un vaso encontrado en Palestina, tiene color de ante rosáceo y
recuerda a las jarras Wavy Handled predinásticas. El vaso número 8 es todavía más
extraño, es un vaso con pie cuyas paredes se separan, primero notablemente, después
se inclinan, en línea recta, hasta el borde que se desarrolla en un pequeño cuello recto
o quizás, ligeramente acampanado. Este vaso tiene dos pares de asas, un par un poco
debajo del cuello y el otro par en la cima del ángulo recto formado por la intersección
de la parte rectilínea y entrante de la pared con la parte cóncava que se une con el pie.

Figura 30
El 9 es un vaso globular que presenta, a cada lado del borde, dos partes salientes que
Brunton interpreta como las puntas de ataque de un asa en forma de tirador. El
número 10 no es nada más que un fragmento, lo único que podemos decir de él es que
parece un asa de una marmita. El número 11, enteramente negro, tiene una forma
vagamente rectangular, reposa sobre un fondo plano y presenta cuatro paredes
convexas, en cada ángulo aparece una parte saliente que parece indicar, según
Brunton (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 23) que se trataría de una forma que
podría derivar, como transposición en tierra, de un prototipo de piel con "costuras" en
31
las esquinas. Las formas 12 y 13 son unas especies de "abrevaderos" estrechos y
curvados. El 14 es un fragmento de vaso cilíndrico, decorado con bandas rayadas,
rojas alternando con bandas pulidas, la decoración está pintada y esta técnica no está
registrada en Badari nada más que de forma excepcional. El 15 es una copa decorada,
siguiendo el mismo procedimiento del 14, con trazos oblicuos interrumpida por una
corona de pequeños rectángulos del color natural del recipiente. El 16 es una copa
carenada, decorada con puntos pintados en rojo. El 17 es un pequeño cuenco de lados
horizontales aunque, habiendo sido encontrado solo, en una tumba violada, no está
claro que sea badariense. Los números 18, 20, 21 y 22 son fragmentos de cuencos
decorados interiormente con una línea de motivos ornamentales de color negro. El 23
está decorado con puntos circulares, rosa-pálido, que se destacan sobre un fondo
más oscuro, esta decoración, usual en la época predinástica (dentro de la clase D de
Petrie) es excepcional en Badari (ver Fig. 30 con figura 129 de Vandier).

Figura 31
En Mostagedda se hallaron unos ejemplares que, por sus peculiaridades, merece la
pena explicar (Brunton, 1937: lámina XVIII). El recipiente número 34 se trata de una
especie de escanciador destinado a trasvasar un líquido de un gran recipiente a otro
más pequeño, este escanciador en forma de crisol es un tipo excepcional en la época
Badariense. Los recipientes numerados como 36 y 37 son cucharas de tierra cocida,
del todo análogas a las encontradas por Junker en Merimde Beni Salame. El número
38 es una clase de escanciador. Las 39 y 40 están decoradas por una especie de
"abultamientos" o botones, motivo decorativo que está bien atestado en Merimde Beni
Salame y en el-Fayum. Por último, el recipiente número 41 está decorado en relieve
con un animal singular que no ha sido identificado todavía y que se ha encontrado
sobre otro vaso prehistórico (registrado en Quibell, "Archaic Objets": pl. 25 nº 11581)
(ver Fig. 31 con figura de Vandier fig. 130).

6.- Clase SB (Smooth Brown. Ver corpus cerámico badariense):

Clase de vasos pardos, lustrados simplemente con la mano. Los vasos de esta clase
son, de forma general, variantes más espesas y más groseras de las clases BR y PR. La
superficie está tan bien alisada que, a veces, parece estar pulida. El color varía de
pardo sucio a naranja y el alfarero normalmente lustraba la superficie en oblicuo y a
veces en sentido vertical u horizontal. Estos vasos están decorados raramente con
estrías y en los que las había, no ocupaban normalmente nada más que la región del
borde.

Figura 32

32
Las formas no son originales (ver Fig. 32 con fig. 131 de Vandier). El único cuenco
curioso es el 15E (Brunton y Caton-Thompson 1928: lámina XVII), en el que las
paredes, ligeramente cóncavas forman un marcado ángulo con el fondo redondeado.
En Mostagedda (Brunton, 1937: lámina XIX) se deben mencionar los pequeños vasos
41H, con el borde claramente separado de las paredes, es carenado; 45H con un fondo
casi plano y con paredes que, después de aparecer acampanadas hasta el hombro,
diseñan desde ese punto una curva convexa hasta el borde; 45M que es esférico; y el
45P cuya forma recuerda a la del 45H pero cuyo hombro es más marcado y su fondo
es más estrecho. Se debe destacar igualmente, el fondo "desbordante" del vaso
cilíndrico 49Z.

7.- Clase RB (Rough Brown. Ver corpus cerámico badariense):

Clase de vasos groseros. Estos vasos están hechos con una arcilla grosera, mezclada
con paja picada. Están raramente decorados con estrías y, en los que existen dichas
estrías, están impresas someramente. En ocasiones se pueden apreciar los restos de
dedos que prueban que el alfarero quiso alisar la superficie del recipiente. Lo que no
es más que un "lavado" de color rojo o pardo, recubre el vaso.

Figura 33
Las formas de la clase RB no son originales, se trataba de vasos de los que se
utilizaban todos los días, en el uso diario habitual, se trata de grandes marmitas u
ollas (ver Fig. 33 con Vandier fig. 132) a menudo ennegrecidas por el fuego.

En Matmar Brunton encontró también algunos vasos badarienses y, entre ellos, el que
se puede considerar como la obra maestra de la cerámica de esta cultura (Brunton,
1948: lámina XVII). Se trata de un cuenco con decoración estriada, de una perfección
verdaderamente destacable.

Los mejores recipientes, de los tipos BB, BR o PR, eran recubiertos por una especie de
"lavado" que se pulía a continuación, posiblemente con un guijarro. El bruñido se
hacía de abajo hacia arriba y hacia la izquierda, mientras que el ondulado era impreso
hacia arriba y hacia la derecha, de forma que, a veces, los trazos dejados por el pulido
se cruzaban con las estrías perpendicularmente, formando ángulos rectos. El pulido, a
veces, hacía desaparecer las estrías en una parte de su longitud, haciéndolas
discontinuas. El "lavado" era aplicado en el interior de muchos de los cuencos que
presentan una forma abierta, en los que el interior es la parte más visible y, por lo
tanto, se hacía deseable un interior pulido. En ocasiones sólo era pulido el interior en
la zona del borde.

El color de la cobertura o lavado dependía de la cantidad de calor empleado en la


cocción y de la cantidad de oxígeno presente. La superficie negra podría ser debida a
la ausencia de oxígeno, mientras que una superficie roja brillante podría haber sido
consecuencia de una oxidación más completa. Respecto a las superficies marrones-
pardas pulidas, es posible que pueda ser debida a un nivel intermedio de oxidación o
también podría ser posible que procediera del uso de un diferente material para la
cobertura o lavado, siendo esta última opción, la más probable. Algunos vasos,
simplemente alisados a mano en lugar de pulidos, parecen haber recibido una
cobertura o lavado después de la cocción.

33
En resumen, las formas de los vasos badarienses, con la excepción de los vasos de la
clase MS, no son muy variadas y no difieren, en general, nada más que por detalles.
Se encuentran, sobre todo, copas o cuencos, generalmente carenadas, vasos esféricos
y marmitas de fondo más o menos allanado y de paredes convexas. Las asas no
aparecen nada más que de forma excepcional. Los cuellos son muy raros y el borde
desbordante, en términos generales, no existe. Las dos características principales de
esta cerámica son las formas carenadas y la decoración estriada. La cerámica
badariense forma, ciertamente, un todo original.

Figuras Humanas Badarienses

Figuras halladas en el-Badari

Tal y como ya había sucedido en Merimde Beni Salame, la figura humana también es
diseñada en el Badariense a partir de materias primas como arcilla o marfil y aquí
también es la figura femenina la preferida. Tres de esas estatuillas representando
mujeres fueron encontradas en el-Badari y proceden de las tumbas 5107, 5227 y
5769.

Figura 34
La primera figurita (actualmente en el British Museum EA 59648) (ver Fig. 34 con la
fig. 141 de Vandier), procede, como hemos dicho, de la tumba 5107 de el-Badari
(Brunton y Caton-Thompson, 1928: 7 y lámina XXIV, 2 y XXV, 3 y 4), esta tumba no
contenía ningún vestigio de huesos y todo el ajuar funerario se reducía a esta
estatuilla, a un guijarro, que pudo haber sido utilizado para pulir, y a unas cuantas
perlas o cuentas cilíndricas en esteatita y en turquesa (que bien podría tratarse de
esteatita esmaltada). La figurita está completa y hecha a partir de marfil de elefante y
representa a una mujer con talle y torso recto, delgado y bien marcado mientras que
los pechos son promientes y caídos.

Figura 34 bis
El cráneo está afeitado y el rostro es ovoide, en general toda la cabeza, y en particular
la nariz, redondeada, y los ojos, enormes y salientes, son desproporcionadamente
grandes con respecto al resto del cuerpo pero, al igual que éste, fueron
cuidadosamente trabajados; no fueron esculpidas las orejas y la boca es delicada y
bastante delgada. El sexo, al igual que sucede con los pechos, es muy aparente. Los
brazos aparecen separados del cuerpo, como en "jarras", cayendo desde los hombros y
uniéndose al cuerpo en las caderas a través de unas manos muy poco detalladas. Al

34
igual que los brazos, las piernas están netamente separadas una de la otra, son
pesadas, carecen de detalle y finalizan en unos pies apenas indicados. Los pezones y
las pupilas están "remarcados" con agujeros taladrados en el marfil y pudiera ser que,
originalmente, esos huecos hubieran sido rellenados con algún tipo de material. Al
contrario que otras estatuillas femeninas, ésta no presenta signos de esteatopigia (del
griego "stear", grasa, y "pyge", nalga. Se trata de una "hipertrofia" grasosa de las
nalgas, carácter constante, por ejemplo, de la raza bosquimana), la feminidad es
remarcada por el gran triángulo púbico, marcado por numerosas incisiones y por la
vulva netamente señalada con una incisión más profunda que las anteriores. Se trata
de una obra muy remarcable (ver figura 34 bis), hecha con gran cuidado y con un
acabado muy fino, con muchos detalles, mostrando un alto grado de capacitación
técnica en un momento tan antiguo de la historia de Egipto. La función de la figura no
está clara. Los atributos femeninos, muy pronunciados, pueden sugerir que la figura
estaba destinada a representar a una diosa de la fertilidad o una expresión de la
fecundidad pero también podría tratarse de la representación de una sirvienta. Los
excavadores, Brunton y Caton-Thompson, encontraron otras figuras en sus
excavaciones, estas estatuillas no eran, en absoluto, comunes y continúan siendo un
enigma.

Figura 35
La segunda estatuilla fue encontrada en la tumba 5227, en el-Badari (British Museum
EA 50679). El esqueleto del ocupante primitivo había desaparecido y tampoco
quedaba nada de la estera sobre la que había reposado el cuerpo, excepto la estatuilla,
Brunton no encontró nada más que tres pequeños postes (Brunton y Caton-
Thompson, 1928: pág. 9 y láminas XXIV, 1 y XXV, 6 y 7). La estatuilla (ver fig. 35
correspondiente a la 142.1 de Vandier) está hecha con arcilla cocida, roja pulida y,
desgraciadamente, no tiene cabeza, aunque posiblemente, su ausencia se deba a
haberse roto, no a que el autor no la hiciera y también le falta la mayor parte de las
piernas.

Figura 35 bis
La parte superior del cuerpo es aproximadamente triangular con senos puntiagudos y
erguidos, el talle es delgado y bien marcado. Los antebrazos forman un ángulo recto
con los brazos y las manos, más indicadas que en la figura anterior, se cruzan sobre
su delgada cintura la cual contrasta vivamente con sus amplias caderas. El triángulo
púbico está bien indicado aunque menos que en la figura anterior. Las piernas están
rotas por los muslos. De perfil, la figura tiene una distintiva apariencia de
esteatopigia. Pese a carecer de cabeza y tener rotas la piernas, puede apreciarse que
se trata de una obra excelente, quizás más hábilmente ejecutada que la figura
precedente. Las dos mujeres no parecen pertenecer a la misma raza.

35
Figura 36
La tercera estatuilla, que presenta las mismas características étnicas que la anterior,
procede de la tumba 5769 de el-Badari, en la cual se descubrieron los restos de un
personaje todavía joven de cuyo cadáver habían sido cortados la cabeza y los pies al
cavarse, posteriormente, sendas tumbas del periodo romano (ver plan de la tumba). La
cabeza estaba originariamente orientada hacia el norte, acostado sobre el lado
derecho. Cuatro vasos cerámicos se encontraron en el lugar donde deberían haber
estado los brazos. La figurita presenta un aspecto más burdo o tosco que las
anteriores (ver Figura 36 correspondiente con la 142.2 de Vandier) y está moldeada en
arcilla sin cocer (Petrie Museum UC 9080). Es extremadamente esquemática en su
apariencia, con una cabeza desproporcionadamente pequeña que apenas emerge de
los hombros y con una nariz que recuerda a un pico de pájaro, la boca no está
marcada y los ojos están indicados por senda líneas paralelas incisas. Presenta un
torso triangular en el que los brazos son simples muñones y en el que aparecen unos
pechos menudos, el talle está bien marcado. La parte inferior, de la estrecha cintura
hacia abajo, muestra claras características de esteatopigia y supone tres cuartas
partes de la estatuilla y no muestra unas piernas diferenciadas, ni, por supuesto,
están separadas sino que convergen en un punto en la base, la parte inferior del
cuerpo termina en una punta ligeramente redondeada, como si la figura estuviera
envuelta en un largo vestido adherido de forma muy ceñida hasta los pies. El sexo está
claramente marcado, su gran triángulo púbico es el único aspecto en el que se parece
a las dos estatuillas anteriores. Hay que prestar atención a las nalgas de la figurita ya
que ha sido "plegada" de forma que, de perfil, parece formar una figura triangular
cuya punta o vértice está formado por las nalgas mientras que la base estaría formada
por una línea imaginaria entre la cabeza y los pies. La estatuilla porta un pequeño
collar que es visible desde adelante, pero no desde atrás. En el dorso se puede ver,
partiendo de cada uno de los hombros y descendiendo hasta el talle, cuatro líneas
paralelas y, entre los hombros, tres especies de "galones" o espigas, que podrían
representar especies de tatuajes. La estatuilla estaba dentro de un pequeño cuenco,
del tipo SB, con restos de tejido en el cual había sido envuelta la pequeña "muñeca" y
con un pequeño "pote" cerámico al lado de la misma. Todo parece sugerir, como
señala Brunton, que se había pretendido crear un modelo de enterramiento a pequeña
escala (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 17 y lámina IX, 4).

Figuras halladas en Mostagedda

Figura 37
En Mostagedda, Brunton encontró algunas figuritas semejantes a la tercera de el-
Badari, con características claramente esteatopigias pero todavía más burdas o
groseramente elaboradas (Brunton, 1937: 56). Se distinguen por estar provistas de
dos embriones de brazos y, generalmente, no tienen piernas salvo una que tiene dos
muñones separados en lugar de las piernas aunque ésta aparece completa mientras
36
que la otra, que es semejante, aparece rota con lo que podemos pensar que tal vez
dispusiera también de esas proyecciones de piernas, la hallada en la tumba 494
claramente no tiene piernas separadas. Los senos son, en todos los casos, pequeños y
el talle está apenas indicado, contrariamente a lo que se constata en el-Badari. La
cabeza se reduce a una simple proyección entre los hombros. Dos de ellas aparecieron
en la basura de los correspondientes yacimientos mientras que la tercera fue hallada
en el interior de la tumba 494. Esta tumba 494 (Brunton, 1937: 36) pertenecía a una
mujer joven y se encontraron tejido y pieles sobre el cuerpo, a modo de vestido, pero
no restos de esteras. La figurita estaba intencionadamente rota, probablemente antes
o durante el enterramiento, en cuatro pedazos que aparecen dispersos alrededor de la
cabeza y de las manos del cadáver, con una manifiesta intención mágica. La figura
forma un marcado ángulo con el perfil del cuerpo indicando, aparentemente,
esteatopigia pero no tiene la anchura de caderas mostrada por la vista frontal de la
figura de el-Badari (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXIV, 3).

Figura 37 bis
No hay marcas de decoración pero sí que muestra una curiosa línea abultada, en
relieve, que cruza el vientre, a la altura de la cintura, de un lado al otro y cuyo
significado no está del todo claro aunque también podemos ver algo parecido en la
figura de el-Badari citada, pero en este caso se trata únicamente de una línea incisa. A
pesar de la tosca elaboración de esta figura, podemos ver dos pequeños hoyuelos,
cuidadosamente mostrados, en la zona lumbar (ver Figura 37 bis). La tumba, como
hemos dicho, pertenecía a una mujer y no estaba perturbada, la estatuilla estaba
separada en cuatro pedazos separados, tres entre la cara y las rodillas y una detrás de
la cabeza. Esta rotura podría haber sido accidental aunque parece intencionada.

Objetos Diversos Badarienses

Introducción

En los yacimientos Badarienses se ha hallado un pequeño número de leznas y de


alfileres de cobre, así como cuentas de esteatita cubiertas con una pasta azul verdosa.
Se ha dicho que estos objetos podían proceder de comerciantes itinerantes
procedentes de Palestina o del otro lado del Mar Rojo (Arkell y Ucko, 1965). Aparte de
las conchas procedentes del Mar Rojo, la turquesa, que se cree que procedía de la
Península del Sinaí, constituye otra supuesta prueba de la existencia de un comercio
de larga distancia. En el mismo sentido hay que citar el pino, el cedro y otros tipos de
madera procedentes, al parecer, de Siria, así como un curioso vaso de cuatro asas
parecido a algunos vasos "gaulienses" (Kantor, 1965). No obstante, dado que el clima
del Norte de África era más húmedo que en la actualidad, la madera podía proceder de
las colinas del Mar Rojo y la existencia de mejores condiciones climáticas habría
permitido que la explotación de esa región fuera más fácil que en la actualidad.
Mineral de cobre se encuentra también a escasa distancia hacia el Este del Valle del
Nilo y se ha sugerido que la turquesa podía proceder de los macizos de Libia. Aunque
todos los especialistas concuerdan en que el conocimiento de la metalurgia se
transmitió a Egipto desde Palestina, la ausencia total de cobre en los yacimientos del
Norte de Egipto con anterioridad a la época predinástica hace pensar que el uso del
cobre se desarrolló de forma independiente en el Alto Egipto. Los primeros utensilios
pueden haberse construido a partir del cobre extraído en Egipto, aunque no podemos
afirmarlo con seguridad. En cualquier caso, el uso atestiguado de mineral de cobre
(malaquita) para la pintura del rostro sugiere que en la Cultura Badariense existían

37
unas condiciones favorables para el descubrimiento de la forma de obtener el cobre,
fundiendo el mineral (Lucas y Harris, 1962). En el Desierto Oriental existe una
cantidad suficiente de malaquita como para cubrir la demanda en el Periodo
Predinástico. También existe esteatita en Egipto, lo cual permitiría que el esmaltado se
realizara localmente. Esto puede interpretarse como una prueba de que la Cultura
Badariense, como los demás lugares del Alto Egipto o yacimientos de la llanura
aluvial, era tecnológicamente más avanzada de lo que parecen infundir los
yacimientos marginales descubiertos hasta ahora.

Los objetos de cobre son raramente encontrados en el-Badari, unas pocas cuentas de
cobre nativo martilleado han sobrevivido al pillaje de las tumbas, pero
presumiblemente la búsqueda de metales preciosos debió haber sido uno de los
principales motivos para el saqueo de cementerios. Había tres regiones principales
donde minerales con cobre podían ser encontrados: el Desierto Oriental, el Sinaí y el
Sudán. Es tentador asumir que el Desierto Oriental fue el primero en ser explotado
pero no hay todavía ninguna indicación de que fuera explotado para el cobre antes del
periodo faraónico. Podría hacerse notar, sin embargo, que conseguir cobre autóctono y
su moldeado en alguna forma no eran operaciones que requiriesen grandes
infraestructuras. Las fuentes egipcias de turquesa son localizadas en medio de las
regiones provistas de cobre del Sinaí, por lo tanto la presencia de turquesas y cuentas
de esteatita en el-Badari enfatiza la temprana explotación de esta zona peninsular
estrujada entre Egipto y el Próximo Oriente.

En 1974, una expedición organizada por el Instituto de Arqueología en Tel-Aviv,


descubrió un conjunto de restos relacionados con la extracción de turquesas en la
vecindad de Serabit el-Khadim, los artefactos datan de la cultura Gasuliense de
Palestina y, considerando la relativa escasez de turquesas en los yacimientos
palestinos, parece probable que estos trabajos fueran llevados a cabo con el objeto de
proporcionar turquesas para el Egipto Predinástico. Esto podría sugerir que grupos de
Palestina tenían sus bases en el Sinaí con el objeto de obtener y pulir turquesas,
transportándolas incluso a Egipto. La cultura Gasuliense, cuyo centro estaba situado
en la región del Negev, al Noreste del Mar Muerto, durante el cuarto Milenio a.C., es la
cultura Calcolítica más temprana conocida en Palestina.

Al mismo tiempo, el lugar de Abu Matar (Perrot 1984) que pertenece a la cultura
Beersheba, fue un importante centro de trabajo del cobre, comprendiendo talleres,
fundiciones, hornos de fundiciones y moldes. El cobre puro en este lugar fue extraído
de un mineral excepcionalmente rico encontrado en Wadi Feinan en los declives
orientales del Wadi Arabah, alrededor de 100 km al sur. Entre los objetos descubiertos
en Abu Matar había conchas marinas del Mar Rojo, turquesas del Sinaí y conchas de
una especie particular de caracol de agua dulce que procedían del Valle del Nilo.

Sin embargo, aunque no hay todavía una prueba definitiva de que la turquesa y el
cobre en los yacimientos Badarienses derivasen del Sinaí. La posibilidad de que este
fuera el caso, puede ser tan apenas negada, y en este sentido los descubrimientos
hechos por Debono en el Desierto Oriental son de alguna significancia ya que, si hubo
contactos entre el Alto Egipto y el Sinaí en esta fecha, dichos contactos podrían haber
tenido lugar vía rutas comerciales directas, a lo largo del Mar Rojo, circunvalando el
Bajo Egipto, donde las culturas contemporáneas (el-Fayum y Merimde Beni Salame)
no muestran el uso del metal.

Parece extremadamente improbable que los yacimientos del norte pudieran haber
servido como puntos de tránsito para el movimiento de cobre si no han sobrevivido allí
restos del metal. Pocos contactos entre el Alto y el Bajo Egipto son atestados antes de
Nagada II y S. Tutundzic (1989) ha sugerido que esta ausencia de contacto pudiera ser
adscrita a una ausencia de motivación para el intercambio, dado que no había
barreras geográficas entre lo que podemos describir como los dos Egiptos. Desde este
punto de vista, las relaciones directas entre el Alto Egipto y el Próximo Oriente, vía
Sinaí, pudieron incluso haber acentuado el abismo entre los dos grupos culturales en
la sección egipcia del Valle del Nilo.

38
El mismo problema surge si consideramos la esteatita esmaltada que fue,
evidentemente, un intento de elaborar una imitación de la turquesa. Una piedra
blanda, cremosa al tacto y similar al talco en su textura, la esteatita (mineral de color
blanco y verdoso, suave y tan blando que se raya con la uña, es un silicato de
magnesia que se emplea como sustancia lubricativa y, con el nombre de jabón de
sastre, sirve para hacer señales en las telas) es una forma de silicato de magnesio que
se endurece cuando es calentado, dejándola brillante y estéticamente agradable. El
propio Brunton sostiene que esta técnica de esmaltado fue inventada probablemente
en el-Badari y, por lo tanto, que las cuentas debieron ser hechas a nivel local. En un
artículo sobre este tema, Finkenstaedt (1983) apunta que miles de cuentas similares
fueron encontradas en Tell Brak en Siria y en Tell Arpachiya en el Norte de
Mesopotamia, en contextos del cuarto Milenio, probablemente más temprano que la
cultura Badariense. Considerando la enorme cantidad de esteatita esmaltada que
deriva del norte de Mesopotamia y de yacimientos Sirios, Finkenstaedt sugiere que
esta es el área más probable donde podemos ver los orígenes de la tecnología del
esmalte. Necesitamos clarificar las rutas geográficas a través de las cuales las dos
regiones estaban en contacto.

Sin embargo, la manufactura de cuentas en el propio ámbito de la cultura Badariense


no puede ser excluida sistemáticamente; Lucas (1962) hace notar que las fuentes de
esteatita pueden ser encontradas dentro de Egipto, en el Desierto Oriental tanto en
Gebel Fatira, a menos a 160 km de el-Badari, cerca de Assuan, y en Wadi Gulan, al
norte de Ras Benas en la costa del Mar Rojo. Así la importancia de los
descubrimientos de Debono en 1949, durante la construcción de la carretera de Quft-
Quseir, no puede ser sobre-enfatizada. En la región de Lakeita, los restos de una villa
predinástica fueron identificados. Entre los fragmentos cerámicos en este yacimiento,
varios estaban hechos con la técnica Badariense ("peinados" antes de la cocción para
producir el efecto ondulante) Debono (1951) indica que también había una gran
cantidad de material lítico que incluía hachas pulidas de piedra dura y hachuelas de
sílex, cuchillos hechos con hojas e incluso tecnología bifacial, numerosos tipos
diferentes de raederas o raspadores, picos, sierras, etc. Un fragmento de punta de
lanza ahorquillada de este yacimiento indica la presencia de la cultura Amratiense.
Manos de mortero de piedras duras y morteros son encontrados junto a un conjunto
de herramientas de hueso pulidas (la mayoría rotas), así como conchas de moluscos
del Mar Rojo perforadas, cuentas de cáscaras de huevo de avestruz, pendientes de
piedra y muchos fragmentos de cobre sin trabajar. Varios hogares han sobrevivido
ofreciendo restos de fauna incluyendo vértebras espinosas de peces. Entre las tumbas
encontradas por la expedición, Debono menciona dos enterramientos de niños,
probablemente de la cultura Badariense. No lejos de allí, una villa datada del periodo
dinástico temprano parece estar ligada con la explotación del cobre: "Este mineral, sin
la más leve sombra de duda, fue extraído de las fuentes de poca importancia de cobre
en la vecindad, entonces era procesado en la propia villa, a juzgar por la escoria
encontrada allí" (Debono 1951: 71). Parece que el asentamiento también servía como
taller para la producción de pulseras de nácar, siendo la principal materia prima para
ello las grandes conchas marinas "pteroceras", recolectadas alrededor de 120 km más
allá, en la costa del Mar Rojo, donde hay indicadores de que las conchas eran rotas
para extraer solamente la espiral central, la cual era llevada a la villa para ser
trabajada.

En el transcurso de investigaciones más hacia el este, en el Wadi Hammamat, Debono


encontró una tumba y varios fragmentos cerámicos Badarienses. El Wadi Hammamat,
la antigua ruta favorita entre el Nilo y el Mar Rojo, era en ese momento mucho más
húmedo y los pozos proporcionaban una capa freática que era entonces repuesta
mucho más regularmente, en realidad las lluvias "milagrosas" no eran raras en los
altos planos. El descubrimiento de verdaderos talleres, desde el periodo Dinástico
Temprano hacia delante, y que servían evidentemente como puntos de transición entre
los centros de producción de materias primas y el punto de consumo que representa el
Valle del Nilo, sugiere que una ocupación similar podría haber existido en tan
temprana fecha, en el propio tiempo del periodo Badariense por ejemplo. En realidad
es importante señalar que no ha habido una investigación sistemática en excavaciones
a gran escala, llevadas a cabo en la región durante 40 años, por lo tanto la cuestión
39
planteada por el trabajo de Debono permanece sin contestar. Considerando la
intensidad del trabajo arqueológico que ha tenido lugar en el Desierto Occidental, una
región de tanta importancia como el Desierto Oriental ha sido casi enteramente
abandonada en cuanto a los lugares prehistóricos y protohistóricos. Hay poca duda de
que el Desierto Oriental será un área de estudio que florecerá en próximos años.

El cobre, martilleado para darle forma, gradualmente comienza a ser usado para la
manufactura de alfileres y cuentas, las últimas normalmente tanto cilíndricas (hechas
de una simple lámina enrollada) o en forma de anillo (hecho de una simple hebra de
metal retorcido en una espiral). Parece probable, sin embargo, que originalmente
había muchos más objetos metálicos; así, por ejemplo, manchas de oxidación verde
son todavía visibles en los restos de pequeñas bolsas de piel o cestas, indicando el
pillaje temprano de estos preciosos pertrechos. En los collares llevados por el fallecido,
cuentas de esteatita azul y verde eran usadas como sustitutos de la también rara
turquesa. Frecuentemente usados en tumbas, miles de esas cuentas de esteatita
adornan las cinturas de individuos ricos en los cementerios de Mostagedda.

Objetos de Adorno

A diferencia de otras culturas anteriores, como por ejemplo la de Merimde Beni


Salame, los badarienses parecen haber "amado" los objetos de adorno y nos han
dejado un buen número de ellos. Veamos las diferentes clases:

Figura 38
a) Amuletos: Brunton (1928) restringe el término "amuleto" a ornamentos diseñados
en la forma de algún objeto animado o inanimado y excluye cosas como guijarros
perforados o pendientes, entonces resulta que sólo dos objetos que reúnan esas
condiciones aparecen en las tumbas badarienses y que, quizás, sean los que nos
resulten más curiosos. Se trata de dos objetos (ver Figura 38) que representan, uno de
ellos una cabeza de antílope o de gacela tallado en hueso y encontrada en la tumba
5409 de el-Badari (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 12; láminas XXIV, 14 y XXVII,
1), y el otro representa una cabeza de hipopótamo tallada en hueso y encontrada en la
tumba 5740 de el-Badari (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 16; lámina XXIV, 15).

Figura 39

40
Ambos fueron encontrados con cuentas y el primero fue usado, aparentemente, en el
tobillo. En la forma que presenta la cabeza de gacela es semejante a las cabezas de
gacelas que decoran algunos de los mangos de cucharas. En Mostagedda, en el
interior de la tumba 1208, se encontró otro amuleto representando un hipopótamo
(ver Figura 39). Éste fue tallado en jaspe verde (Brunton, 1937: 51 y láminas XXII, 39
y XXXIX, 21 A2). Es el único amuleto badariense, adorno perforado para la
suspensión y que representa, ciertamente, la parte delantera de un hipopótamo, falta
la parte trasera, como si la pieza de la que procedía no hubiera sido lo suficientemente
grande como para haber podido tallar esta parte trasera. La proyección de la parte
delantera es difícil de explicar.

b) Perlas o cuentas: las perlas o cuentas han sido encontradas en gran cantidad. Las
materias primas en las que estaban hechas son muy variadas: hueso y marfil, cobre,
conchas marinas, jaspe rojo y verde, esquisto, brecha (masa rocosa consistente
constituida por fragmentos de rocas de diferentes formas y tamaños), calcita blanca,
verde o amarilla, caliza de diferentes matices, caliza veteada, alabastro egipcio,
esteatita, serpentina (piedra de color verdoso, con manchas o venas más o menos
oscuras), cuarzo, cornalina (ágata de color de sangre o rojiza), diorita y, puede ser
también, de pórfido rojo. Esta variedad de piedras indica un gusto muy vivo por los
adornos. La característica más sorprendente de las cuentas badarienses es la
ausencia de loza o frita (composición de arena y sosa para fabricar vidrio) esmaltada,
en efecto, el esmalte, o al menos lo que se llama esmalte en arqueología egipcia, era
conocido. Sin embargo no se esmaltaba ni la arcilla ni la frita sino que lo era
solamente la piedra y, sobre todo, la esteatita. Brunton piensa que la turquesa era
utilizada igualmente, pero que es difícil distinguirla de la esteatita esmaltada (Brunton
y Caton-Thompson, 1928: 27). Las cuentas eran agujereadas con cuidado,
probablemente con un instrumento de metal. Hay poco remarcable que decir sobre las
formas de las cuentas, no hay formas cilíndricas largas y las formas más frecuentes
son bastante habituales (Vandier, 1952: figura 133), las cuentas cilíndricas cortas y
las cuentas en forma de anillo gruesas y con bordes planos son extremadamente
numerosas. Las cuentas en forma de barrilete, las esferoides y las anulares de borde
redondeado son mucho menos frecuentes y constituyen la excepción. Las cuentas
anulares muestran a veces sus bordes en forma triangular y son las más
cuidadosamente elaboradas (ver, para todas las cuentas citadas, Brunton y Caton-
Thompson, 1928: láminas XLIX y L). Las cuentas de marfil son múltiples y quizás
estuvieran preparadas para ser divididas, es difícil saber si eran hechas para ser
usadas así o si estaban preparadas para ser separadas, unas divisiones de las otras,
en el primer caso se trataría de un ornamento especial mientras que, en el segundo
caso estaríamos ante un trabajo preparado pero no acabado (Brunton y Caton-
Thompson, 1928: lámina XLIX 76a3). En Mostagedda los materiales utilizados para la
elaboración de cuentas son similares a los encontrados en la zona de el-Badari
(Brunton, 1937: páginas 51 y 52; lámina XXXIX). En cuanto a las formas, varían muy
poco siendo casi todas tanto anillos como cilindros cortos. Unas pocas cuentas, entre
las más grandes, tienen forma de barrilete y hay una o dos esféricas.

Figura 40
Las cuentas "espaciadas" (Brunton, 1937: lámina XXXIX, 95c4, ver Figura 40)
procedentes de la tumba 592 de Mostagedda, son dignas de ser remarcadas por

41
inesperadas en este periodo ya que no se conocen otros ejemplares como estos antes
del Imperio Antiguo. Cuando se utilizaba piedra dura aparece, solamente, un mínimo
de forma en los objetos.

Los agujeros de las cuentas de esteatita son muy regulares, completamente cilíndricos
y de tres medidas diferentes al menos, esta regularidad sólo pudo haberse producido
por utilizar una herramienta de metal. Las cuentas de cobre son de dos variedades, en
una de ellas las hojas de metal eran dobladas en redondo (sobre un molde de alguna
clase) de modo que se formaba un tubo. El otro método consistía en coger una tira
gruesa de cobre de sección rectangular y doblarlo en círculo hasta que se tocaban los
extremos formando un anillo. El primer método es habitual de la época predinástica
mientras que el segundo era aparentemente nuevo.

c) Como en todas las civilizaciones, las conchas marinas, han jugado en la Badariense
un gran papel en el adorno y son muy comunes. Se han encontrado en 42 tumbas en
la zona de el-Badari (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 27) y en 37 tumbas en la
zona de Mostagedda, en 19 de ellas junto a cuentas y en otras 18 en las que no había
cuentas (Brunton, 1937: 52). Las conchas y las cuentas se han encontrado, sobre
todo, en las tumbas de niños quizás porque existiera cierta preferencia por las de los
adultos a la hora de robarlas, esperando encontrar un botín más importante (Vandier,
1952: 212). Las clases de conchas más frecuentes, además de proceder todas del Mar
Rojo, eran de las siguientes clases: en el-Badari la que aparece con más frecuencia es
la clase Nerita, que lo hace en 19 tumbas, y a continuación la clase Ancillaria, en 13
tumbas; en la zona de Mostagedda, por el contrario la frecuencia de aparición de estas
dos clases se invierte siendo la Ancillaria, en 19 tumbas, la que más aparece y la clase
Nerita, en 17 tumbas, la que va a continuación, la clase Conus, que en el-Badari
aparecía en 8 tumbas, en la zona de Mostagedda aparece, como la Nerita en 17
tumbas. Con las cuentas y las conchas se hacían collares y, más raramente, pulseras.
También servían para hacer cinturones. Las cuentas eran enhebradas o bien en una
crin de vaca o en un hilo de lino el cual, naturalmente, ha desaparecido casi todo en la
mayoría de los casos. Cuentas y conchas eran usadas, con frecuencia, como collares,
sobre todo por mujeres y niños mientras que los hombres solían llevar una única
cuenta alargada colgada del cuello. Las pulseras eran menos frecuentes aunque
también se han encontrado conchas y cuentas en las muñecas de mujeres y conchas
en las muñecas de hombres (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 27). Las cuentas
estaban, a veces, incrustadas en collares y pulseras de marfil.

d) Pulseras con o sin perlas incrustadas han sido encontradas en 19 tumbas de la


zona de el-Badari y en otras 7 en la zona de Mostagedda. Esta tumbas se encuentran
entre las más ricas del lugar, Brunton llega a esa conclusión por el hecho de que
quince de las diecinueve tumbas en las que aparecieron este tipo de pulseras en el-
Badari, habían sido saqueadas y una que no lo había sido, la número 5705, contenía
el cuerpo de un hombre con una masa de cuentas rodeando las muñecas, lo cual
podría ser indicación de su alto estatus (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 30;
lámina XXIII). La mayor parte de ellas están hechas de marfil y presentan una arista
en medio que corta horizontalmente todo alrededor de la pulsera (ver Vandier, 1952:
213, fig. 134), esta parte saliente se une con los bordes por una curva que es tanto
convexa en unas ocasiones como cóncava en otras. Un ejemplar más largo está
dividido en tres bandas por dos aristas horizontales. Otro, como ya hemos comentado
antes, está incrustado por pequeñas perlas de esteatita, originalmente esmaltadas. El
material con el que están elaborados es siempre marfil, con la excepción de una de
concha de tortuga o de otras elaboradas en hueso, cuero, ébano o fibra vegetal. Las
mismas características se encuentran en Mostagedda (Brunton, 1937: lámina XXV),
algunos ejemplares tienen un perfil más redondeado, otros dos presentan un pequeño
adorno saliente (Vandier, 1952: fig. 134).

e) Las sortijas son más raras, en el-Badari no se han encontrado nada más que cinco,
dos en marfil, en las tumbas 4803 y 5453, dos en cuerno o en concha de tortuga,
tumbas 5438 y 5448 y la última estaba hecha en una vértebra de pez, tumba 5762
(ver en Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXIII, 24). En Mostagedda sólo un
anillo ha sido encontrado, está tallado en un guijarro (Vandier, 1952: fig. 134, 33).
42
Ciertos pequeños objetos, en arcilla negra, que parecen tapones (Brunton y Caton-
Thompson, 1928: lámina XXIV, 7-12; Vandier, 1952: fig. 134) han sido identificados
por Brunton que los relaciona con los grandes botones de orejas en uso en el Imperio
Nuevo. Otro objeto (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXIV, 13; Vandier,
1952: fig. 134, 13) en piedra verde pálido, forma dos botones convexos, de
dimensiones diferentes y unidos por una especie de estrechamiento, puede ser
interpretado como un adorno de nariz y en efecto fue retirado de la ventana de la nariz
derecha de un hombre enterrado en una tumba de Badari.

Figura 41
f) Los objetos de aseo son extremadamente raros, Brunton en efecto no ha encontrado
más que dos peines en Badari (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXVII, 2 y
lámina XXIV; 4 y 18; Vandier, 1952: fig. 135, 18 y 4). El primero (número 18) en marfil
tiene largos dientes y está adornado en su parte superior con un motivo que recuerda
a las cabezas de pájaros estilizadas de las paletas predinásticas, más que un
verdadero peine es un ornamente de tocador o para adornar el propio cabello, fue
encontrado en la tumba robada 5130 (ver Figura 41). El segundo (número 4) que es de
hueso tiene un dorso fuertemente abombado y un gran número de pequeños dientes
cortos. Parece que fue un útil de alfarero destinado a estriar los vasos. El único peine
encontrado en Mostagedda es de hueso y tiene cinco dientes largos y espaciados y está
coronado por un pájaro estilizado muy diferente, sin embargo, de los pájaros
predinásticos (Brunton, 1937: lámina XXII, 24 y XXIV, 21; Vandier, 1952: fig. 135,
21).

g) Paletas Cosméticas: los badarienses usaban, para la pintura de sus ojos, materiales
cosméticos obtenidos a base de moler sustancias minerales como la malaquita. El
material era molido en paletas de piedra especiales, utilizando un guijarro para
machacar el mineral contra la superficie de la piedra. Veintiuna de esas paletas
cosméticas de piedra fueron encontradas en los cementerios badarienses de Qau y el-
Badari (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 30-31) y otras seis fueron halladas en
Mostagedda (Brunton, 1937: 54 y lámina XXIV). La mayoría de ellas son alargadas,
con una forma aproximadamente rectangular y con ángulos redondeados mientras
que los lados son normalmente convexos y, más raramente, rectos o cóncavos
(Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXI).

43
Figura 42
Una excepción la constituye la paleta hallada en la tumba 5225 (Brunton y Caton-
Thompson, 1928: lámina XXI, 19; ver figura 42) que presenta una forma oval, con los
extremos acabados en punta con una pequeña muesca en ellos, muesca que, en otros
ejemplares rectangulares, es reemplazada por una hendidura más o menos larga y
más o menos profunda, que constituye una muesca netamente marcada, o bien por
una gran depresión cóncava. Sólo una de ellas presenta algún tipo de ornamento, se
trata de la hallada en la tumba 5104 (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXI,
11) a la que se le hicieron tres agujeros redondos en cada una de sus esquinas,
probablemente para poder sujetar cuentas hechas de conchas. Casi todas las paletas
están hechas de esquisto aunque una de las halladas en Mostagedda está hecha con
basalto. Por regla general, las paletas badarienses son más gruesas que las que
aparecerán más adelante, durante la época Nagada. Las paletas badarienses son
superficies planas y algunas de ellas muestran signos de uso en las mismas en forma
de vestigios del cosmético que usaban. Se halló pasta de malaquita (una masa
redonda se encontró junto a la paleta de la tumba 5112), se encontraron también
restos de una pasta verde en un pequeño vaso de marfil en la tumba 5112. Restos de
un polvo rojo fueron encontrados en la paleta de la tumba 569a. También se
encontraron las piedras o guijarros que servían para triturar esas pastas. Las paletas
se encuentran, en las tumbas que no habían sido perturbadas, cerca del rostro, la
cabeza o las manos en seis tumbas, en otra tumba se encuentra sobre la rodilla y en
otra junto a la pierna. Sólo una paleta cosmética fue hallada en cada una de las
tumbas que las poseían, salvo en la tumba 5744 en la que fueron encontradas dos
paletas. Las paletas cosméticas badarienses nunca fueron agujereadas para la
suspensión, es decir para ser atravesadas por una cuerda mediante la cual poder ser
colgadas, normalmente para facilitar el transporte.

Objetos Diversos

La mayor parte de los vasos Badarienses estaban hechos de arcilla, sin embargo,
Brunton encontró en la zona de el-Badari varios fragmentos de tres vasos de piedra,
pero no fueron hallados en las tumbas sino que fueron sacados del material de
desecho. Uno de ellos procede de la zona del cementerio 5100 mientras que los otros
dos fueron hallados en el Área 5400, probablemente desechos de un asentamiento.
Todos son de basalto negro o gris oscuro, material usual para los vasos del temprano
predinástico. En Mostagedda se encontró un ejemplar completo y un fragmento de
otro, provenientes ambos del rellenado de una tumba predinástica. Los vasos
fragmentados no han sido encontrados en tumbas Badarienses de forma que podían
ser más recientes, si bien Brunton tiene tendencia a atribuirlos a la civilización
Badariense. El ejemplar completo, por el contrario, está bien datado. Es un vaso de
gran fondo plano, en el que las paredes, rectilíneas, se acercan ligeramente junto al
labio (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXIII, 11 y lámina XXIII, 9 y 10;
Brunton, 1937: lámina XXIV, 15; Vandier, 1952: fig. 137).

Los vasos de marfil son un poco más frecuentes que los de piedra dura, Brunton
encontró 9 en la zona de el-Badari y 4 en la zona de Mostagedda. Cinco de los vasos
encontrados en Badari son más o menos cilíndricos, el número 8 (Brunton y Caton-
Thompson 1928: lámina XXIII, 5-8) si no hubiera sido encontrado "in situ" habría sido
atribuido, sin duda, a una época predinástica más avanzada. Otro vaso (Brunton y
Caton-Thompson 1928: lámina XXIII, 1; Vandier, 1952: 138) está perforado un poco
por debajo del borde con un pequeño agujero que podría haber servido para fijar una
tapa. El número 3 de la lámina XXIII recuerda mucho a los vasos de la Dinastía XVIII,
con su pequeño fondo plano, su cuerpo esférico, largo de hombros y su cuello recto.
Los salientes que parten de la parte más larga del cuerpo parecen imitar asas
verticales, este vaso contenía una pasta de malaquita triturada y ha sido encontrado
al lado de una paleta de esquisto. Los vasos de Mostagedda tienen formas del todo
diferentes, por ejemplo el número 18 (Brunton, 1937: lámina XXIV, 18; Vandier, 1952:
fig. 138, 18) es un vaso globular con un cuello bajo ligeramente acampanado y
coronado por un gran borde plano. El número 20, de tipo cilíndrico es de fondo plano
y paredes cóncavas, el borde es reemplazado por una especie de burlete y el cuerpo
44
está decorado por dos filas paralelas de protuberancias en relieve, recordando aquellos
que decoran ciertos vasos de tierra cocida, sobre todo en Merimde Beni Salame. El
número 28 es un vaso alto de fondo redondeado y paredes ligeramente convexas, la
forma general era casi cilíndrica. El vaso 33 es zoomorfo, una verdadera obra maestra,
el vaso tiene forma de hipopótamo y el artista ha reflejado la pesadez del animal,
soportado por patas cortas. El vaso se abre sobre el dorso del animal, como en el nº 18
se ve un cuello bajo desarrollado por un gran borde plano (ver todos en Brunton,
1937: lámina XXIV; Vandier 1952: fig. 138).

Figura 43
Las cucharas de marfil (ver Figura 43) constituyen otra característica sorprendente de
la cultura badariense. Aparecen en diez tumbas en la zona de el-Badari, cuatro de
ellas en estado muy fragmentario (Brunton y Caton-Thompson, 1928: láminas XXII,
XXVI y XXVII), y en cuatro tumbas de la zona de Mostagedda (ver Figura 44) siendo
muy diferentes en su forma de las de el-Badari (Brunton, 1937: láminas XXII y XXIV),
sólo una de ella recuerda los finos ejemplos hallados en esa zona pero Brunton no la
dibuja debido a su deterioro.

Figura 44
Las cucharas, que eran desconocidas por las gentes de el-Fayum (al menos no se ha
encontrado ningún ejemplar allí), en el-Badari y en Mostagedda están hechas, no de
tierra cocida como en Merimde (aunque se conocen dos ejemplares), sino en marfil y
están entre los productos más interesantes de la civilización Badariense. La parte que
constituye el recipiente o cazo de la cuchara es de diferente tamaño y profundidad
según los ejemplares y su forma difiere sensiblemente, desde palas rectangulares (las
números 1 y 2) hasta casi cuadradas (la número 4), vagamente ovoides (número 6) o
vagamente redondeadas (números 5 y 7). El mango de la número 1, procedente de la
tumba 5719, y que termina en una punta ligeramente redondeada, ofrece una
decoración, a unos dos tercios de su altura, con tres estrías paralelas horizontales.
Los otros mangos están adornados, en su extremo, con figuras de animales: la número
2 con una gacela; la 3 con un íbice; en las otras cucharas el motivo decorativo se
repite a la derecha y a izquierda y es difícil de interpretar. Se reconoce en la 4 dos
cabezas de hipopótamo mientras que la 5 y la 7 parecen aves, en todo caso animales
con el cuello largo. En Mostagedda un solo ejemplar, no reproducido, recuerda a los
de el-Badari, las otras son sensiblemente diferentes, dos de ellas tienen un mango

45
cilíndrico pero roto desgraciadamente, la pala de la número 22 es redonda y profunda,
la de la cuchara número 29 es oval y poco profunda. La última dibujada, la número
23 tiene un cazo pequeño delgado y circular y su asa termina en la figura de una
cabeza de íbice cuyos cuernos, fuertemente curvados, forman con el extremo del
mango un anillo que servía para la suspensión. La cuchara número 22 estaba teñida
de verde, probablemente fuera usada para mezclar pintura para ojos como uso
secundario después de que el asa se hubiera roto. En el-Badari una de las cucharas
fue encontrada en la tumba de un hombre, otra en la de una mujer y dos en las de
niños. En Mostagedda dos cucharas fueron encontradas en tumbas de mujeres, otra
posiblemente en la de una mujer y otra, la del mango en forma de íbice, en la de un
hombre. De acuerdo con las referencias que nos ofrece la cerámica asociada,
podríamos decir que las cucharas con cazo redondo y dobles animales, son las más
tempranas (cucharas 5 y 7 en el-Badari), mientras que las cucharas con los cuencos
cuadrados y las dobles cabezas o sólo un antílope son posteriores.

Figura 45
Varitas de marfil: en el-Badari aparecieron una serie de objetos algo enigmáticos, se
trata de unas varitas de marfil muy peculiares. Un par de dichas varitas de marfil
fueron encontradas en la tumba 5143 (ver Figra 45), un tercio de su superficie es liso
mientras que los otros dos tercios están profundamente estriados en espiral. Estaban
en muy malas condiciones y ni su longitud ni su finalidad pueden ser precisadas. La
otra varita, más pequeña que la anterior, procede de la tumba 5118 y presenta una
acanaladura transversal en uno de sus extremos. Pudiera ser que estos objetos fuesen
mangos.

Figura 46
Palos "arrojadizos": En la tumba 5716 de el-Badari se encontraron dos de estos
interesantes objetos (ver Figura 46), cerca de las manos del esqueleto del hombre
enterrado, uno sobre el otro, en madera extremadamente ligera y en un estado de
descomposición preocupante (Brunton y Caton-Thompson, 1928: láminas XXIII, 29 y
XXV 1 y 2). Ninguno de los dos "bumeranes" estaba completo y, si bien uno de ellos
estaba casi intacto, pues sólo le faltaba una pequeña porción en la parte superior, el
otro mostraba su parte superior amputada y no se pudo encontrar ningún rastro de la
parte que faltaba en la tumba lo cual indica que los objetos eran ya viejos y estaban
rotos antes de ser depositados junto al muerto. Los bumeranes estaban decorados con

46
tres hileras de pequeños puntos paralelos a lo largo de la parte central de todo el palo,
en la parte inferior aparece un diseño de líneas en zigzag. Otro bumerán, éste no
decorado, fue encontrado en Mostagedda (Brunton, 1937: lámina XXIII, 2, a). Estos
ejemplares son interesantes ya que no se conocen muchos más objetos de este tipo,
según Brunton el siguiente ejemplar en antigüedad aparece en la Dinastía XII (Petrie,
1890: lámina IX, 30).

Figura 47
En cuanto a las agujas (ver agujas Badarienses en Figura 47) se aprecia un gran
progreso técnico con respecto a estos mismos objetos en la época neolítica, las agujas
tienen un ojo mientras que los ejemplares neolíticos encontrados en Merimde Beni
Salame y en el-Fayum no están nunca perforadas, con una sola excepción. Las agujas
Badarienses son de hueso y se nos presentan tanto rectas como curvadas, estas
últimas servían, puede ser, para hacer cestas y las primeras para trabajar el cuero
(Brunton y Caton-Thompson, 1928: láminas XX, 16; XXIII, 26 a 28; XXVI; XXVII, 1;
XXIX, 4).

Según Brunton, los tejidos de lino debían ser cosidos con agujas de cobre, pero no se
ha recuperado ninguna en los yacimientos badarienses. Los ejemplares de
Mostagedda no aportan nada nuevo, casi todas las agujas son rectas y sólo una está
curvada ligeramente (Brunton, 1937: lámina XXV, 16-19 y 21-26) la número 21 está
tallada en su parte superior mediante profundos surcos circulares y otras dos, la 17 y
la 22, muestran restos de adornos sobre el ojo. Brunton afirma que las agujas
Badarienses son demasiado burdas como para haber sido utilizadas para finos
trabajos de cuero y demasiado pequeñas para hacer cestas. Hay que tomar esto con
reservas, sobre todo en lo concerniente a las agujas curvadas. Las otras debían servir
para grandes trabajos de cuero. Cuatro tumbas de hombre contenían agujas, una de
ellas contenía tres de ellas y dos se encontraron en inhumaciones de mujeres. La
presencia de estas agujas de hueso bien podría deberse a la cantidad de piel usada.

Los alfileres o pines son todavía muy raros y no se pueden citar nada más que unos
pocos ejemplares. Sólo un alfiler de cobre, de aproximadamente 3 ins (7,62 cm) de
longitud, encontrado en la tumba robada 5112 de el-Badari, es el único implemento
de este tipo hallado en los yacimientos badarienses (Brunton y Caton-Thompson,
1928: página 33; lámina XXVI, objetos de la tumba 5112). En Mostagedda no ha
aparecido ningún ejemplar. Las agujas o pines de cobre son conocidas en las más
tempranas tumbas de las siguientes culturas predinásticas, aunque estas llevan un
bucle en su cabeza y son mucho más ligeras que el ejemplo badariense. Pines de
marfil o de hueso han sido encontrados en las tumbas 5112 y 5397 aunque podrían
ser simplemente los finales de las puntas de agujas o de dientes de peines. Puntas de
madera han sido encontradas en tres tumbas de el-Badari, dos puntas en la tumba
5719 (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXVII, 6); dos pequeños palos
acabados en punta fueron hallados en la tumba 5729, y otras cinco puntas de madera
fueron halladas en la tumba 5755.

Las leznas o punzones han sido encontradas en mucho mayor número que los alfileres
o pines, tanto en Badari como en Mostagedda. En el-Badari los perforadores o leznas
fueron encontrados en número considerable en las áreas 5200, 5400, 5500 y 6000, la

47
mayoría procedente de yacimientos de habitación. Una docena fueron encontrados en
tumbas y tres de ellos fueron fotografiados (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina
XX, 16; XXIII, 25; XXVI).

Figura 48
Nueve de ellos aparecieron en tumbas de varones y sólo uno en la de una mujer (la
5734). También fueron hallados en Mostagedda (Brunton, 1937: lámina XXV, 16;
XXXII, 5, e, g, l, m, r, u -ver en Figura 48-; XLI, 36, 40-42). Parece probable que uno
de sus usos fue el hacer agujeros en las pieles, lo cual probaría que el cuero era
trabajado de forma corriente. La mayor parte de estos punzones estaban hechos e
partir de fémures de pájaros.

Figura 49
Se encontraron ocho anzuelos (figura 49). Tres de ellos en el-Badari, en dos tumbas,
uno de ellos de marfil (tumba 5164) y el otro de concha (tumba 5738), el tercero,
también de concha, fue encontrado con el grupo de objetos de sílex enterrados en un
agujero numerado como 5213 (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXIV, 17;
XXVII, 1; XXIV, 16; XXIX, 1). Cinco anzuelos más fueron hallados en Mostagedda, tres
de esos objetos, de marfil o de concha, proceden de tumbas saqueadas. Había dos en
la tumba 1211, cuyos huesos parecen pertenecer a una mujer y otro en la tumba
2254 (Brunton, 1937: láminas XXIII, 6j, 6k; lámina XXV 34, 35, 36). Todos estaban
perforados lo que prueba que habían sido atados a un sedal y que habían servido para
la pesca, de esta forma, los anzuelos demuestran que la pesca con sedal se remonta al
origen de la civilización.

El trabajo de cestería, cestos y canastos, no eran utilizados de una forma tan corriente
como en el Norte. No obstante fueron detectados en ocasiones pero no pudieron ser
recuperados ya que, debido a su estado de deterioro se han encontrado fragmentos
pero no se ha conservado ninguna pieza entera. Los huevos de avestruz fueron
utilizados como recipientes. En la tumba 1414 de el-Badari fue hallado un huevo con
un tercio de su superficie separada en un lado. El borde había sido cuidadosamente
alisado y los agujeros habían sido reparados mediante ataduras a través de agujeros.
Una fila de agujeros recorre la superficie del huevo cerca del borde y su finalidad podía
ser tanto para la decoración como para la suspensión. En la región de Mostagedda
fueron encontrados algunos restos entre la basura del Área 1600 y en la tumba
robada 470.

Plumas de avestruz se encontraron tumbadas y formando un abanico en la tumba


5754 de el-Badari. En la tumba 443 de Mostagedda había restos de una pluma sobre
la cabeza de un cadáver, posiblemente una mujer. En las tumbas 1005, de un hombre
y en la 2211, de un niño, había también una pluma sobre sus cabezas. En la tumba
444 de un varón, una pluma estaba sobre las costillas y los codos y en la tumba 3555,
de una mujer, había varias plumas cerca de las rodillas. Todas estas tumbas estaban
intactas. Había también un pluma en la tumba robada de un hombre, la 1218. Dos de

48
esas plumas, las de las tumbas 1218 y 2211, han sido identificadas como
procedentes, más probablemente, de una garza nocturna coroninegra. En el-Badari un
niño tenía cuatro puntas de plumas de avestruz cerca de la cabeza, pero no en ella. La
práctica de portar una pluma en el pelo era común entre los libios en tiempos
históricos.

Herramientas de hueso para el trabajo del sílex: se han encontrado unos objetos
hechos a partir de las escápulas de animales de un cierto tamaño, la parte gruesa es
fácil de sujetar con la mano cuando está debidamente sujeto. La herramienta termina
en un borde afilado, tanto como un cincel. Dos fueron encontrados en el área de
habitación 5400 de el-Badari (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXIX, 2) uno
de ellos había perdido la parte gruesa. Otro procede de una tumba, la 5719 donde
estaba asociado con varios objetos, entre los cuales está un tosco núcleo de sílex
(Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXVII, 6). El cuarto procede de la tumba
5451, fue encontrado en un agujero con cierta cantidad de piezas de sílex muy toscas,
un hacha dañada o reparada y un cuchillo de filo en diente de sierra. Había también el
fragmento de un hueso de animal y parte de una grosera copa de cerámica negra
(mostrados en Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXIX, 2). Esta asociación
con sílex en bruto en dos casos ha conducido a la creencia de que estos implementos
que hemos citado al principio estaban conectados de alguna forma con la industria del
trabajo del sílex.

Espinas de pescado: las espinas dorsales de la perca del Nilo, Lates Niloticus, fueron
utilizadas, tal y como sucedía en tiempos dinásticos. Cuatro de ellas fueron
encontradas en el-Badari, en las zonas de desperdicios de las áreas 5100, 5200 y
5400. Otras tres fueron halladas en las tumbas 5104, 5105 y 5112. En la zona de
Mostagedda se encontraron dos ejemplares, enterradas con una mujer de avanzada
edad en la tumba 818 y que fueron usadas probablemente, según Brunton, como
leznas o punzones.

Modelos de botes en cerámica: dos modelos de lo que parecen ser pequeños navíos
fueron encontrados en el Cementerio 5100 de el-Badari, estos se parecen a lo que
podríamos considerar pequeños abrevaderos sin que ofrezcan muchos más detalles.
En la tumba 5452 había otro modelo cuya parte trasera se proyecta hacia afuera y un
agujero perfora el "casco" del barco (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXIII,
33). En la zona de Mostagedda también se encontró una parte del modelo de un barco,
como los de el-Badari sin detalles, procede del Área 2000 (Brunton, 1937: lámina XLI,
71). Otro fragmento estaba en el grupo de objetos 2814, el cual puede ser Tasiense o
Badariense.

Figuras de animales: Una pequeña figura de cerámica, representando la parte trasera


de un cuadrúpedo, procede del área 6000 de el-Badari (Brunton y Caton-Thompson,
1928: lámina XXVII, 5). Parece pertenecer a un hipopótamo a juzgar por el tamaño de
las patas, pero la cabeza y la parte delantera han desaparecido. En la parte opuesta de
la fotografía aparece otra pequeña pieza de cerámica, marcada con las letras "nn", que
podría ser parte de la figura de un animal.

Discos de cerámica: parece que se trata de objetos domésticos y proceden de las áreas
5200, 5400 (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXVII, 5) y 5700. Uno de ellos
se encontraba junto con un molino de grano en el agujero numerado 5117 y otro
procede del agujero 5125, que podría no ser una tumba, y se encontraba junto a una
punta de flecha de sílex.

En la zona de Mostagedda fueron encontrados tres discos que, aunque no estaban en


tumbas, son probablemente badarienses (Brunton, 1937: lámina XXXII, 5b, 5i; lámina
XLI, 48). Otros discos similares aparecieron en entornos más modernos, del
Predinástico Temprano Nagadiense, en Mahasna o en poblados del Predinástico Tardío
en Abidos. Algunos discos decorados fueron hallados en el asentamiento de Tukh
(Nagada). Su propósito es dudoso, no parecen apropiados para ser utilizados en los
husos espirales y, sin embargo, de su forma redonda podemos inferir que estaban
destinados a girar.
49
Husos espirales: un objeto de brecha fue descubierto en la tumba 5152 (Brunton y
Caton-Thompson, 1928: lámina XXVI), que podría ser una espiral, no está abovedado
pero ambas caras están algo redondeadas. Junto con el vaso de marfil, las losas de
pórfido y las cestas del grupo 5548, procedente de una zona de asentamiento, se
encontraba un disco bien hecho de piedra caliza rosada, redondeado en ambas caras y
con un borde afilado (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXIII, 30). Este podía
haber sido utilizado para el hilado, pero ninguno de estos objetos es como los
posteriores husos espirales.

Figura 50
Colmillos: los colmillos de hipopótamo proceden de cuatro tumbas de la zona de el-
Badari, ninguno de ellos presenta adorno alguno. En la tumba 5390 aparece una
parte de uno junto con lascas de sílex y otros objetos en las manos de lo que parecen
ser los restos de una mujer. En la tumba 5437 había otro, también con lascas pero
perturbada. Un tercero aparece con un núcleo de sílex junto a un niño en la tumba
5719 (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXVII, 6). El cuarto estaba en la
tumba 5114. La punta de un quinto colmillo estaba perdida en el Cementerio 5100.
En la zona de Mostagedda se encontraron en tres tumbas, en la 428 había un colmillo
que contenía malaquita y que estaba junto a otros objetos de aseo. En la tumba 595
(figura 50) había un par de colmillos ligeramente grabados, también junto a un grupo
de objetos de aseo (Brunton, 1937: lámina XXIII, 1 a; lámina XXIV, 16, 17). En la
tumba 2254 parece haber el fragmento de otro.

Cuernos de animales: dos pares de pequeños cuernos estaban con el grupo de objetos
domésticos de la tumba 5548. En la tumba 5105 aparece un cuerno largo y estrecho
de antílope. La ausencia de cuernos contrasta con la cantidad encontrada en las "Pan
Graves" del Cementerio 5400. En Mostagedda, en la tumba 330 aparecen dos
fragmentos de cuerno, uno redondeado y agujereado y el otro como si tuviera la forma
de "calzador" (Brunton, 1937: lámina XXIII, 5).

Lijadores o "frotadores" de piedra dura fueron encontrados en los grupos de vivienda


5117 (arenisca cuarcita) y 5124 (piedra ígnea dura gris), con este último había una
masa de materia orgánica, probablemente de origen vegetal. Otro procede de la zona
de residuos del poblado en la zona 5400 y un cuarto objeto de la zona 5500. Este
último tiene una longitud de 4,5 ins (11,43 cm) y está coloreado en rojo, como si
hubiera sido usado para moler pintura roja. Estas piezas arenosas duras de roca
ígnea y de forma ovalada y larga, con los extremos redondeados pero con las parte
superior y la base dejadas planas y lisas fueron encontrados en cierta cantidad en los
yacimientos de las villas predinásticas y las más grandes eran, casi con toda
probabilidad, molinos para grano mientras que las más pequeñas podrían haber sido
usadas para el tratamiento de pieles. Quizás lo que son pequeños "lijadores" o
"frotadores" han aparecido en varias tumbas: de cuarcita y alabastro en la 5719; tres
de piedra gris dura en la tumba 5739; un trozo de cuarcita bajo el pie del cadáver de
la tumba 5418; ocho piedras grises quemadas en la tumba 5371, quizás por haber
sido empleadas para hacer una pequeña especie de chimenea o para usarse como
soporte de la caldera. En la tumba 5719 había una delgada pieza de esquisto gris. En
Mostagedda también aparecieron, sobre todo cerca de los yacimientos de habitación
aunque algunas aparecieron en tumbas no obstante ser, casi con toda probabilidad,

50
material intrusivo. Otros fueron encontrados en grupos de potes cerámicos. El
material era casi siempre roca ígnea gris aunque piedra caliza dura, gres o arenisca
gris también aparecen. Los tamaños varían, hay una grupo de alrededor de 6 cm y
otro grupo de una variedad más larga, entre 12 y 17 cm.

Un par de paletas de pórfido fueron encontradas en una canasta junto a un grupo de


objetos de uso doméstico en la tumba 5548. Estaban bien hechas, losas planas y
lisas, rectangulares con las esquinas redondeadas, una de ellas medía 7 x 5 ins, la
otra 9,5 x 5 ins. Los objetos parecidos más cercanos a estas losas fueron la paletas
nubias que son Protodinásticas.

Objetos de Selenita: aparece una gran losa de selenita en la tumba 569, junto al
recipiente cerámico de cuatro asas. Como quedaban restos de madera a su alrededor
se ha sugerido que podría tratarse de un espejo. No hay restos de espejos,
propiamente dichos, predinásticos conocidos, pero Petrie sugirió que la pizarra mojada
podía haber sido usada con ese fin.

En la zona de Mostagedda se encontraron varias bolsas de piel. En la tumba 2224 un


hombre tenía grano en una bolsa de piel a sus pies; en la tumba 3538 una mujer tenía
una concha de aseo en lo que parecía ser otra; y había restos de una tercera cerca de
las caderas de un niño en la tumba 5213. El ejemplo más interesante estaba en la
tumba 2229, donde los objetos de aseo y algunas conchas perforadas habían sido
introducidos en una bolsa de piel cuya asa tenía toda su longitud trenzada en finas
trenzas.

Utillaje Lítico Badariense

El utillaje lítico más antiguo y perteneciente al predinástico, hallado en el Alto Egipto


es el Badariense, procedente de la región de el-Badari. Desafortunadamente sólo es
conocido, prácticamente, a través del trabajo de Guy Brunton y Gertrude Caton-
Thompson. El Badariense es una industria de lascas y láminas que, en muchos
aspectos, recuerda a las tradiciones líticas del Bajo Egipto. Las principales
herramientas no bifaciales parecen ser raederas, perforadores y piezas retocadas. La
industria lítica tiene un componente bifacial que comprende puntas de proyectiles de
base cóncava, hoces bifaciales, triángulos bifaciales, pequeñas hachas ovales y otras
formas variadas. Mientras que las clases básicas se superponen con las del neolítico
del Bajo Egipto, las herramientas características del badariense muestran sus
variaciones distintivas de forma y estilo de lascado. Las puntas de base cóncavas, por
ejemplo, son mucho más refinadas en su forma con delicadas y estrechas alas, muy
planas y con retoques muy regulares.

De acuerdo con Brunton el utillaje lítico recuperado en el-Badari (y también en


Mostagedda) puede ser clasificado en tres categorías principales (Brunton y Caton-
Thompson, 1928: 35):

1ª) Puntas de flecha "aladas" y, a veces, también "pedunculadas" (ver Figura 51).

Figura 51

51
2ª) Sierras, o cuchillos con el filo dentado, normalmente sólo en uno de los bordes,
siendo raros los ejemplares en los que aparecen los dos bordes dentados (ver Figura
52).

Figura 52
3ª) Hojas y objetos diversos como cuchillos, azuelas o puntas de lanzas. En esta
última categoría deben incluirse innumerables lascas y núcleos en bruto, de los que
algunos han sido hallados en las tumbas donde posiblemente sustituyeran a los útiles
acabados.

Figura 53
Primera Clase: Han sido encontradas 24 puntas de flecha en los yacimientos
badarienses y pertenecen a tipos muy diferentes (ver Figura 53 con la fig. 147 de
Vandier). Catorce de ellas fueron halladas en tumbas y diez, tanto en los depósitos de
escombros de asentamientos, como perdidas en los cementerios. Todas las tumbas
estaban saqueadas excepto las número 5725. Normalmente aparece una sola flecha
por tumba salvo en las tumbas 5120 y 5744 las cuales contenían un par de puntas de
flecha cada una. Los tipos variaban considerablemente, el diseño puede ser rechoncho
y redondeado, como el de la tumba 3920 (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina
XXIX, 3), o largo y estrecho, como la de la tumba 5148 (Brunton y Caton-Thompson,
1928: lámina XXIX, 6). El ángulo entre las alas puede ser ancho y curvo, como la de la
tumba 1700 (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXIX, 3) o estrecho y
"apuntado" como la de la tumba 5715 (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina
XXIX, 5). Las alas pueden mostrar sus extremos cuadrados, tumba 5100 (Brunton y
Caton-Thompson, 1928: lámina XXIX, 6) o los extremos "apuntados" como la de la
tumba 1700 (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXIX, 3), ser anchos, como el
ejemplar de la tumba 5470 (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXIX, 5) o
estrechos, como muestra el ejemplo de la tumba 1700 (Brunton y Caton-Thompson,
1928: lámina XXIX, 3). También aparece una punta de flecha pedunculada, usuales
en el-Fayum, como el ejemplar de la tumba 5400, también presenta sus bordes
rugosos, como si estuvieran denticulados (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina
XXIX, 5).

52
Figura 54
En Mostagedda se encontraron alrededor de veinticinco puntas de flecha, de ellas sólo
siete de estos típicos objetos badarienses proceden de tumbas, todas saqueadas,
concretamente de las tumbas numeradas como 595, 596, 1218, 1244, 2227, 11706 y
11731 (Brunton, 1937: lámina XXVII, 135 y 136; lámina XXVIII, 12, 16, 19 y 25) (ver
Figura 54). Sólo tres ejemplares de puntas de flecha estaban completos y de una de
ellas, de la correspondiente a la tumba 1218, sólo se encontró la punta de una de las
alas y no ha sido reproducida.

En cuanto a las puntas de flecha halladas en las zonas de asentamiento y en


cementerios (pero no en tumbas) en Mostagedda (Brunton, 1937: lámina XXVII, 126 a
134; lámina XXVIII, 14, 15, 17, 18,20 a 24 y 26) los tipos van desde el ejemplar corto y
con una gran muesca (la número 22) al ejemplar de largas alas con los lados rectos (el
número 14). Algunos de los ejemplares están torpe o toscamente tallados y había una
que puede considerarse como un "proyecto de flecha" (Brunton, 1937: lámina XXVIII,
61).

Segunda Clase: En la zona de el-Badari se encontraron dieciséis sierras (Brunton y


Caton-Thompson, 1928: lámina XX, 16; lám. XXVI; lám. XXVII: 2 y 4; lám. XXVIII: 2 y
3; lám. XXIX: 2 y 4) de las que solamente seis procedían de enterramientos y diez de
depósitos, nueve de ellas aparecieron juntas. La longitud de estas sierras oscila entre
los 5 y los 17 cm. Un solo ejemplar, el procedente de la tumba 5120, mostrado en la
lámina XXVI, aparece finamente dentado por sus dos filos y Brunton se pregunta si no
se tratará de un puñal en lugar de una sierra (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 37).
El resto de las sierras que aparecen en la zona de el-Badari sólo tienen dentado uno
de sus filos, estos eran siempre convexos con la curva acentuándose hacia la cima.
Dos de las sierras terminan en punta por sus dos extremos (las que aparecen en las
láminas XXVIII, 2 y XXIX, 4), el resto son triangulares.

En la zona de Mostagedda los típicos cuchillos con el borde serrado fueron


encontrados en dos tumbas, la 468, situadas en las espinillas del cadáver (Brunton,
1937: lámina XXVIII, 37) y en la tumba 472A (Brunton, 1937: lámina XXVIII, 108).
Otro cuchillo, esta vez con el borde liso, sin serrar, procede de la tumba 3204, estaba
situado cerca de los hombros (Brunton, 1937: lámina XXVII, 137). Un cuarto cuchillo,
con el borde serrado y con una muesca en uno de sus extremos, en la "culata",
procede de la tumba 3552 (Brunton, 1937: lámina XXVII, 130), se trata de un tipo
nuevo en la zona de el-Badari, pero que fue también encontrado, a lo largo de la
misma temporada, en Merimde Beni Salame, en la zona del Delta.

Figura 55
Tercera Clase: Se encontraron cuchillos de varios tipos de forma esporádica. Hay dos
finos cuchillos, largos y ovales, uno de ellos de poco más de 20 cm, con puntas en
ambos extremos, procedente de la tumba 569 (Brunton y Caton-Thompson, 1928:
lámina XXVI -ver figura 55).
53
El otro cuchillo, aproximadamente de la misma longitud que el anterior, tiene uno de
sus extremos cuadrados pero es, por lo demás, similar al anterior, procede de la
tumba 5739 (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XX, 16). También se
encontraron dos cuchillos, de elaboración más tosca, procedentes de la tumba 5814
(Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXVIII, 5) y otro más grande, con un
extremo casi cuadrado, procedente de la tumba 2015 (Brunton y Caton-Thompson,
1928: lámina LVII, 2). Dos hojas más aparecen melladas por la zona de la
empuñadura, el de muy tosca elaboración, hallado en la tumba 5410 (Brunton y
Caton-Thompson, 1928: lámina XXVIII, 3) y el bien trabajado de la tumba 5814, con
su delicado tallado del filo (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXVIII, 5).

La larga punta de lanza, o quizás se trate de una daga, procedente de la tumba 5391
(Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXVIII, 3) es como la daga procedente de
la tumba 5120 (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXVI) pero es más pequeña
y estrecha. Una forma similar aparece en la lámina LVII, 4 de la misma obra y procede
del área 1700 de Hemamieh. El útil de sílex con forma de azuela, procedente de la
tumba 5400 cuya parte superior es redondeada (Brunton y Caton-Thompson, 1928:
lámina XXVIII, 6) parece extrañamente fuera de lugar aquí. Una parte de un utensilio
que tenía quizás la misma forma que el anterior, es mostrado en la lámina XXVIII, 3 y
procede de la tumba 5459. Junto a la azuela procedente de la tumba 5400 aparece
una herramienta que es como los más pequeños de los cuchillos de filo serrado del
gran grupo de la tumba 5773, pero éste del que hablamos no está serrado por su filo.
Las dos pequeñas varillas de sílex que aparecen en la lámina XXVII, 4 son
probablemente alas de punta de flecha que se habrían roto.

Figura 56
El ejemplo de trabajo del sílex más fino que podemos encontrar en el-Badari es el
conjunto de cinco pequeños útiles con forma de hoja, hechos con sílex pálido
translúcido. Cuatro de ellos tienen punta en los dos extremos y el último tiene la base
plana. Todos estos útiles están finamente "desconchados" a lo largo de todo el
contorno (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXIX, 6 -ver figura 56). Junto a
estas cuatro hojas fue encontrada, entre otras cosas, la punta de flecha que aparece
junto a ellas en la fotografía de la lámina señalada. Podía haberse tratado de modelos
de los grandes cuchillos a los que nos hemos referido antes. Otro pequeño útil de sílex
con forma de hoja procede de la tumba 5500 (Brunton y Caton-Thompson, 1928:
lámina XXIX, 5), es, sin embargo, de trabajo mucho más burdo y de cuerpo más
grueso.

En la zona de el-Badari fueron encontradas dos curiosas piezas de pedernal gris, una
en la zona de habitación 5400 (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina XXVIII, 6) y
la otra junto a un grupo de grandes objetos de sílex y núcleos, en la tumba 6017.
Ambas piezas presentan cierto parecido con las herramientas de hueso que se
utilizaban para el trabajo del sílex.

Lascas de sílex fueron encontradas en abundancia, esto sugiere que el desbastado era
hecho, casi con toda seguridad, a nivel local tal y como, por otra parte, podía
esperarse. La presencia de lascas en muchas tumbas, sin embargo, implica que estos
útiles tenían sus usos concretos y que no se trataba de meros desperdicios. En
algunos casos podrían ser considerados como modelos de herramientas a tamaño
completo. Muchas de estas lascas, procedentes de tumbas, fueron fotografiadas y
publicadas en la obra de Brunton y Caton-Thompson (Brunton y Caton-Thompson,

54
1928: lámina XX, 16, tumba 5739; lámina XXVI, tumba 5120; lámina XXVII, 1,
tumbas 5390 y 5738; lámina XXVII, 4, tumba 5705; lámina XXVII, 5, tumba 5744;
lámina XXVIII, 3, tumbas 5389 y 5401; lámina XXIX, 5, tumba 5406). También
aparecieron lascas en depósitos fuera de tumbas o en agujeros de los cuales se duda
que pudieran constituir enterramientos (Brunton y Caton-Thompson, 1928: lámina
XXVII, 2, depósito 5118; lámina XXVIII 2, depósitos 5600-5700; lámina XXVIII 4,
depósitos 5500-5600; lámina XXVIII, 5, depósito 5814 y lámina XXVIII, 6, depósitos
533-5400). En las tumbas se encuentran cantidades de lascas que varían entre una y
diez, también se encuentran los núcleos de los cuales aquellas fueron desgajadas. La
cantidad de los pedazos de sílex, extremadamente groseros, depositados en grupos en
agujeros en el suelo es remarcable, estos podían estar tanto en el terreno de
cementerios como de asentamientos.

Cuando se constata la existencia de sílex en tumbas, emerge un aspecto que puede


resultar interesante, se trata de que once de las tumbas en las que el sexo de sus
ocupantes pudo ser determinado, pertenecían a varones, en dos estaban enterrados
jóvenes y otras dos podían pertenecer, con dudas, a mujeres aunque, dada la
naturaleza de los bienes que les acompañaban, muy bien podían haber pertenecido a
hombres. Si esto fuera así, resulta que no tendríamos ejemplos de sílex en tumbas de
mujeres, un aspecto de gran relevancia desde el punto de vista de las condiciones
sociales.
En Mostagedda son las lascas los útiles más comúnmente encontrados en las tumbas,
veintiuna de las treinta y ocho tumbas en las que se encontraron objetos de sílex
contenían esos objetos aunque es posible que algunos fueran "intrusos" originarios de
las basuras de las zonas de habitación que habrían sido mezclados ocasionalmente
con el relleno de las tumbas, tanto en el momento del enterramiento como cuando las
tumbas fueran saqueadas por vez primera, pero es indudable que la mayoría
pertenecen a los enterramientos. Una de las lascas, la de la tumba 209, fue
encontrada dentro de un recipiente cerámico; otras se encontraron bajo la cabeza del
cadáver, tres en la tumba 303, otras en las tumbas 457 y 467; dos estaban en la parte
superior de un recipiente cerámico dentro de la tumba 494; algunas estaban junto a
otro grupo de objetos en las tumbas 1229 y 3264; por último, cinco de estas lascas se
encontraban cerca del rostro del difunto, en la tumba 1656.

Lo útiles incluidos en este grupo son, en su mayoría, muy pequeños y generalmente


con uno de sus extremos en punta, unos pocos son más grandes y muestran algún
tipo de trabajo en una de sus caras (la mayoría se muestran en Brunton, 1937:
láminas XXII, 3; XXIII, 61; XXVII, 141; XXVIII, 27, 29, 30-33, 41, 44-46, 92-96, 98-
100, 102, 103, 109 y110).

Figura 57
Uno de los objetos de sílex badarienses más remarcable es una larga daga con uno de
sus extremos terminado en punta que procede de la tumba 2228 (Brunton, 1937:
lámina XXII, 31; ver Figura 57). Está elaborada a partir de un inusual tipo de sílex
moteado y está muy finamente retocada por ambas caras.

En lo que se refiere a la relación entre la aparición de sílex y el sexo de la persona


enterrada tenemos que 16 tumbas pertenecen a hombres (tres son dudosas), 10 a

55
mujeres (siete son dudosas) y seis a menores. Los objetos de sílex que aparecen en las
tres tumbas que, con seguridad, pertenecen a mujeres eran todas lascas y sólo uno de
esos enterramientos no había sido saqueado. Esto coincide con lo encontrado en el-
Badari, es decir, que los útiles de sílex aparecen generalmente en tumbas ocupadas
por hombres.

Objetos de sílex encontrados en las zonas de vivienda son mostrados en las láminas
XXVI a XXVIII de la obra de Brunton (Brunton, 1937). La gran mayoría de estos útiles
son rascadores o raederas, lascas en punta y cuchillos de confección grosera. Los
rascadores son, en su mayoría, de forma más o menos oval y algunos son casi
circulares (Brunton, 1937: lámina XXVI, 57-59). Las lascas en punta y los cuchillos
groseros varían a menudo en forma y en técnica. Algunas de las lascas son muy
pequeñas y las más pequeñas están, a menudo, muy cuidadosamente trabajadas y
podrían ser denominadas microlitos. Las leznas en punta están prácticamente
ausentes, sólo una aparece entre los sílex badarienses. Un pequeño raspador en forma
"creciente" o de media luna (Brunton, 1937: lámina XXVIII, 68) es tan parecido a los
crecientes del predinástico posterior que podría ser considerado como un intruso y
realmente fuera de fecha.

Si los objetos líticos deben ser comprendidos en su totalidad, entonces estos tres tipos
de herramientas deberían ser estudiadas junto a los núcleos, las lascas y los guijarros
de sílex. Los tres tipos de Brunton derivan, principalmente, de tumbas y son notables
por su elaborado trabajo, pero los estudios de Caton-Thompson de los niveles más
bajos de los estratos de Hemamieh le permitieron obtener unas conclusiones más
generales en relación con los objetos líticos badarienses, ella concluye que se trata de
una industria basada en guijarros (pebbles) y que las principales herramientas eran
una especie de cepillo o raspador manufacturado a partir de nódulos aparentemente
recogidos directamente del suelo (más que de canteras) a juzgar por su pátina
naranja, resultante de una prolongada exposición a la superficie (Midant-Reynes,
2000: 159).

Un estudio del material lítico en el Petrie Museum (University College, Londres),


llevado a cabo por Diane Holmes (Holmes, 1989) incluye el reexamen de 45 objetos
badarienses procedentes de contextos domésticos y de otros 266 procedentes de
tumbas. Los resultados de su análisis sugieren que la industria Badariense está
formada, fundamentalmente, por lascas y hojas y que, como en el caso de el-Fayum, el
significado general del conjunto de herramientas bifaciales de el-Badari ha sido
sobreestimado. Raspadores frontales, raspadores laterales circulares, escotaduras o
muescas, denticulados, buriles y perforadores están bien representados junto a hoces
finas y cabezas de flecha bifaciales. La particular apariencia brillante de ciertos
objetos sugiere el uso de tratamiento de calor en el sílex, utilizado para facilitar la
ruptura. Como ya hemos mencionado, la pátina naranja notada por Caton-Thompson
parece caracterizar el sílex Badariense (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 75-76).

El trabajo del sílex badariense es, hablando de forma global, distinto del que aparecerá
en las siguientes fases del predinástico, esa diferencia se aprecia en primer lugar, en
la ausencia de largas lascas que serán comunes posteriormente, las puntas de flecha,
sin embargo, sí que aparecen después tanto espigadas como aladas, lo mismo que
ocurre con los cuchillos de borde serrado.

El examen de los objetos de sílex, encontrados en el área de asentamiento de el-


Hemamieh por Caton-Thompson (Brunton y Caton-Thompson, 1928: página 75 y ss.),
asociados a los diferentes niveles determinados por la cerámica, proporciona una
interesante evidencia suplementaria. La primera generalización que se puede inferir es
que, mientras en los niveles superiores, que comienzan con la cerámica decorada y
que descienden hasta el nivel de los 3 ft (0,91 m), aparece una industria de lascas
muy fina, con bien diseñados raspadores frontales en largas hojas, raspadores
aovados y circulares y diversos tipos de cuchillos. Por el contrario, los niveles
inferiores, los correspondientes al periodo badariense con los tipos cerámicos
combados, producen predominantemente una industria de núcleos (Brunton y Caton-
Thompson, 1928: láminas LXXVIII a LXXXV). En el utillaje lítico se puede apreciar un
56
orden de degradación inverso al que se aprecia en la cerámica, es decir, la técnica
mejora en los niveles superiores y muestra un mayor cuidado en la selección de la
materia prima. Mientras que los badarienses se limitaban a la selección
indiscriminada de nódulos en bruto, cuya pátina naranja en la corteza revela una
larga exposición en la superficie del desierto, los posteriores habitantes del
asentamiento solían seleccionar su material cuidadosamente, a partir del fino
pedernal gris-rosáceo obtenido en las franjas tabulares recubiertas de caliza,
localizadas cerca de las lugares de habitación badarienses, en los acantilados o
escarpaduras del Eoceno. Caton-Thompson ve en esta preferencia de los badarienses
por una materia prima consistente en módulos groseros y derivados, con los cuales
elaboraban sus herramientas y armas, mientras que tenían a su disposición, cerca de
sus asentamientos, un material mucho más fino, una perpetuación de hábitos
adquiridos en sus antiguos lugares de hábitat, fuera del Valle del Nilo, esto indicaría
que no estarían familiarizados con la extracción del sílex de los depósitos tabulares y
que sólo conocían sus materiales derivados, por lo tanto Caton-Thompson va más allá
y sugiere que su hogar original podría ser buscado en un área fuera de las regiones de
piedra caliza contenedoras de sílex. En el desierto oriental estas formaciones de piedra
caliza cesan al sur de los 25º de latitud, donde pasamos de las formaciones rocosas
del Eoceno a las rocas del Cretácico. En el desierto occidental la frontera estaría más
al sur. Por otra parte, las piedras calizas del Terciario se extienden sin ruptura desde
este punto al norte hacia el Mediterráneo y puede ser seguido hacia el noreste hasta
Palestina.

Recursos Económicos Badarienses

Economía Badariense

La migración es un factor que podría explicar la aparición de la agricultura y de la


ganadería en el Valle del Nilo y ello, según Keita (2005) por dos razones:

1.- Aparece 2000 años después de hacerlo en Europa y el Oriente Próximo.

2.- Las especies domesticadas en el Valle del Nilo son las mismas que en el Próximo
Oriente, es decir, trigo, cebada, óvidos, caprinos y ganado vacuno los cuales, con la
excepción del ganado vacuno, no se considera que tuvieran los apropiados
progenitores salvajes en África.

El modelo geográfico de expansión de la agricultura en el Valle del Nilo es consistente


con esta teoría de la migración. Los yacimientos más antiguos documentados de
producción de alimentos está en el norte y fechados alrededor del 5200-4600 a.C.
(Hassan, 1988; Kobusiewicz, 1992; Wetterstrom, 1993). Más al sur, las primeras
evidencias de actividad agrícola aparecen en el-Badari aproximadamente entre el 4400
y el 4000 a.C. La industria lítica asociada, la cerámica y otros artefactos hacen del
badariense la primera unidad definida en la secuencia cultural predinástica que
muestra continuidad con el Egipto dinástico.

Aunque la ganadería y la agricultura aparecen en el Próximo Oriente alrededor del


10.000 BP, no hay evidencias de actividades de ganadería en el Valle del Nilo antes del
6300 BP, fechas de radiocarbono sin calibrar (Hassan, 1993) y en otras partes no ha
revelado ningún otro lugar más antiguo. Parece que la aparición de la agricultura y de
la ganadería en Egipto durante el séptimo milenio BP, usando trigo, cebada así como
ovejas y cabras de Levante, fue el resultado del movimiento de un número de familias
e individuos a través del Sinaí hasta el Valle del Nilo (Smith, 1989), como resultado de
sequías en esa región alrededor del 7500-6000 BP (Hassan, 1997; Hassan, 1986a).

El uso de la llanura de inundación para el cultivo de cereal supondría un conflicto con


la cría de ganado vacuno y las ovejas. Como el cultivo de cereal es más productivo por
unidad de superficie, la ganadería habría sido favorecida en los pantanos del Delta y a
lo largo de los humedales del margen interno de la llanura de inundación. Ovejas y
cabras crecieron en el borde de la planicie de inundación y posiblemente, en adición o
compensación, se les dejaba pastar en los campos después de la cosecha.
57
Siguiendo una etapa inicial durante el Periodo Predinástico, los asentamientos fueron
establecidos en el límite de la llanura de inundación, como se evidencia en el-Badari.

Brass (página de artículo en internet) dice que hay evidencias para una influencia del
Desierto Oriental en la cultura Badariense (Majer, 1992). Midant-Reynes (2000: 148;
164) alega un fuerte elemento o influencia de la cultura del Sahara. A la vista de la
industria lítica, Holmes (Holmes, 1989) encuentra similitudes en las culturas
integrantes del semicírculo formado en el Desierto Occidental por los oasis de
Bahariya, Farafra, Dakhla y Kharga en la influencia que pudieron tener en la zona de
Asiut y Tahta.

En cuanto a los recursos económicos de los badarienses, hay mucha menos


información procedente de las estructuras de hábitat y tenemos que obtener los datos
de las tumbas, sin embargo no se ha efectuado ningún estudio sistemático sino que
los datos disponibles reposan sobre los hallazgos ocasionales de elementos visibles
(Midant-Reynes, 2003: 88-89).

Los cereales encontrados en los yacimientos badarienses, desechados y carbonizados,


aparecen tanto dispersos en el sedimento como en el interior de recipientes cerámicos.
Estos cereales se presentan bajo la forma de espigas, de granos de trigo almidonado y
de cebada de seis hileras. Las cápsulas de lino y las espiguillas de gramíneas salvajes
pertenecen probablemente al género "bromus". Brunton menciona igualmente la
existencia de una vaina de veza salvaje, Vicia tetrasperma o Vicia hirsuta, recogida
junto a cebada (Brunton, 1937: 59). John Percival, el botanista encargado de la
identificación de los restos vegetales, implica más de una mala hierba pero, como
ciertas vezas salvajes son comestibles, hubieran podido servir de alimento una vez
eliminadas sus toxinas (Wetterstrom, 1996: 67).

Tres puntos llaman la atención de Midant-Reynes (2003: 88-89):

1.- La importancia de las especies salvajes en comparación con las especies


cultivadas. Sucede lo mismo para la fauna, cuyas especies salvajes dominan en
comparación a los animales domésticos (Midant-Reynes, 2003: 89).

2.- El almacenamiento en fosas, como en el-Fayum.

3.- El débil impacto de los hábitats, los cuales parecen relativamente móviles.

Caton-Thompson observó en el interior de una estructura de el-Hemamieh una masa


de huesos de bóvidos colocados contra un muro, restos de percas del Nilo (Lates
Niloticus), así como una concha perforada (del tipo Conus) sobre el suelo de otra
instalación (Tristant, 2004: 64). No ha sido emprendido ningún estudio sistemático de
los restos faunísticos de el-Badari.

Cereales desechados y carbonizados, espigas y granos de cereal de almidón, de trigo


almidonero o escanda almidonera (Triticcum Dicoccum, Triticcum Dicoccoides o
escanda, también conocido como trigo almidonero silvestre, se trata de una especie
común del cereal Triticcum) y de cebada de seis hileras o carreras (Hordeum
hexastichum) han sido encontradas en las fosas de los sectores de hábitats
badarienses. Brunton menciona cápsulas de lino y espiguillas de gramíneas salvajes,
así como vezas salvajes.

La gente de la cultura badariense eran agricultores, probablemente pastores, sin duda


pescadores y ciertamente cazadores a juzgar por las muchas puntas de flecha
encontradas (Midant-Reynes, 2000: 160). Elise Baumgartel considera que la gente
asociada con los restos badarienses debió haber sido una mezcla de poblaciones que
se movieron desde el sur mientras que, al mismo tiempo, había influencias asiáticas
procedentes del este en forma de agricultura y domesticación. Esta fue también la
opinión de Caton-Thompson (Brunton y Caton-Thompson, 1928) que basan sus
suposiciones en el tipo distintivo de sílex que estaba siendo usado, los bloques en
58
forma de riñón con pátina naranja recogidos en la superficie del desierto, mostrando
una ignorancia de la existencia de las vetas de excelente materia prima dentro de las
formaciones calizas del Eoceno. De esta forma, ella argumenta que la gente del
badariense debió haber llegado de regiones más al sur, diferentes geológicamente, por
debajo de los 24º de latitud, alcanzando la región de Asiut por el camino de los
macizos del Mar Rojo (Midant-Reynes, 2000: 163-164).

Tenemos una gama completa de teorías sobre el origen de los badarienses: del sur, del
este, del oeste e incluso del norte, de todos los puntos cardinales. En esta situación
uno de esos puntos de vista puede ser sostenido sin dificultad, el expresado por
Holmes (1989: 185), quien afirma que el badariense no puede ser visto como una
cultura que emerja de una única fuente, estamos hablando de una cultura compleja
que ya era profundamente egipcia en el sentido de que parece haber asimilado y
convertido en poderosas formas originales, rasgos que eran raramente encontrados en
otras partes.

De acuerdo con los datos que Brunton nos hace llegar de la sociedad badariense, el
retrato que podemos hacernos de la forma de vida, de la economía de los badarienses
puede ser algo vago e indefinido ya que, sin ir más lejos, hablando de las viviendas
badarienses, Brunton nos dice que no conocemos qué clase de casa o refugios hacían
los badarienses para sí mismos (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 40). No obstante
podemos imaginarnos que algún tipo de material vegetal, cañas, ramajes, etc.
constituían los pilares de las paredes que, después, podrían ser cubiertas con barro,
pieles o esteras. No se han encontrado estructuras circulares que hubieran podido
servir como base de chozas y que podrían haber tenido más la naturaleza de refugios.
Si nosotros podemos tomar las tumbas badarienses como imitaciones de las
estructuras de vivienda, entonces palos de madera y esteras podrían haber sido los
materiales usados.

En cuanto a los tejidos, el examen detallado de algunos ejemplos de estas telas,


extremadamente tempranas, pueden aclarar algunos puntos de la evolución de esta
técnica y de sus productos. Las pocas piezas de tela badarienses ahora disponibles
muestran que la técnica de los tejidos en esta remota época mantenía un nivel de
calidad muy alto y que el comienzo de la manufactura de los textiles es muy antiguo
en la historia del hombre (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 65). Los vestidos de los
badarienses eran de material tejido, probablemente de un lino grueso (aunque, como
veremos, Brunton prácticamente lo descarta un poco más adelante en la misma obra),
además de utilizar las pieles como materia prima para los vestidos, estos toman la
forma de una especie de falda escocesa o de una prenda más larga mientras que la
cabeza estaba envuelta en tejido, al menos así se depositaban los cadáveres en las
tumbas, suponemos que los vivos también tenían esa costumbre para dormir. Estas
serían las prendas usadas por los badarienses si tomamos las prendas funerarias
como aquellas usadas por los vivos durante el sueño. Las prendas de piel eran
llevadas, a veces cosidas, a veces con flecos o ribetes también de piel y, a veces, una
simple piel, pero nunca fueron adornadas con diseños de perlas o cuentas. Las cabras
y los antílopes parecen haber proporcionado la mayoría de estas pieles aunque una
piel más fina, como la de un gato negro, parece haber sido usada en algunas
ocasiones. Estas prendas de piel eran más usuales entre los hombres que entre las
mujeres, sin duda ellos precisarían de más protección, cuando salían a cazar o a
pastorear, que las esposas más protegidas. Los badarienses no parecen haber
confeccionado sandalias (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 40).

No obstante todo lo anterior, unas pocas páginas más tarde, en la 67, Brunton nos
dice lo siguiente:

Las tempranas telas de Badari estaban extremadamente descompuestas, la estructura


de las fibras individuales que componen el hilo se habían roto hasta el punto que
hacían imposible su preparación para el examen microscópico. Se llevaron a cabo
repetidos intentos para establecer su naturaleza precisa pero, debido a la casi
completa descomposición, ninguno tuvo éxito. De la evidencia del aspecto longitudinal
de la fibra parecía tratarse de un grueso tipo de lino, como el que fue usado en
59
muchas telas del Predinástico. Recientemente algún grado de éxito ha sido obtenido
en un renovado esfuerzo para obtener secciones transversales. Un examen de los
mismos indica que el hilo utilizado en los fragmentos de tela de Badari, como por
ejemplo los hallados en las tumbas 1964, 5100, 5101 y 5110, no están hechos de lino
(Brunton y Caton-Thompson, 1928: 67).

No había escasez de alimentos, aparte de los rebaños de bueyes, ovejas y cabras, que
podemos suponer que habían sido domesticados, abundaba la caza, aves y los peces
también eran abundantes. Se hacía uso de los recursos proporcionados por los
cocodrilos aunque no hay evidencias y, por lo tanto, no podemos decir que fuera
comido. Los cereales eran conocidos, pero de qué especies se trataba es todavía
incierto. Se encontraron cáscaras con los depósitos de útiles de sílex de filo en diente
de sierra en la tumba 5773, y también en una de las ollas de cocina, de la tumba
5600. El grano era quizás arrancado ya que las usuales hoces de piedra predinásticas
no se han encontrado y los cuchillos con filo en dientes de sierra no eran aptos para la
cosecha. El grano era almacenado en contenedores de arcilla y se convertía en pan,
aparentes restos del mismo se encuentran en las tumbas 5709 y 5738. Las gachas
eran una forma común de alimento y fueron repartidas generosamente de las ollas con
grandes cucharones o cucharas que podrían ser llevadas colgadas en la cintura
(Brunton y Caton-Thompson, 1928: 41).

Muchas “manos de molino”, “manos de mortero” y piedras de moler fueron


encontradas en los depósitos de las zonas de vivienda, especialmente “amoladoras”, de
las cuales 18 proceden de yacimientos que son, aparentemente, completamente
tasienses (cuatro proceden del grupo 2909; tres de los grupos 2911 y 2803
respectivamente; 2 del grupo 2800; un espécimen cada uno proceden de los grupos
2900, 2800, 2010, 2230, 400B y 500C). Los hallazgos son, casi siempre, fragmentos
descartados. El material era, generalmente, de roca ígnea gris dura aunque se han
encontrado ejemplares de piedra caliza dura o de arenisca. Manos de molino o manos
de mortero eran objetos muy comunes y proceden de casi cada uno de los yacimientos
de habitación; tres, por otra parte, fueron recogidas de las tumbas números 441, 442
y 3509 (aunque son, con casi toda probabilidad, intrusiones); dos fueron encontrados
con grupos de recipientes cerámicos (2010 y 2715); otro más fue encontrado junto con
parte de su piedra de moler (3500). Los tamaños varían entre alrededor de 6,5 cm de
longitud mientras que la variedad más larga va desde los 12 a los 17 cm. Hay que
señalar que el ejemplar más largo (en la 442) no fue usado para moler grano ya que su
lado plano se había teñido de color rojo, probablemente por el ocre rojo usado para
dar color a la cerámica. Estas “manos de molino” eran de forma aproximadamente
oval y de sólo unos centímetros de grosor. Una clase diferente de útil lítico es el
“machacador”, dos de ellos son aproximadamente ovoides, uno un gran guijarro de
10,5 por 9,5 cm, otro de arenisca y otro de 7 cm de largo de roca ígnea gris y hallado
en la tumba de un hombre, la número 2232 (Brunton, 1937: 31, 54-55).

En cuanto a los restos de grano, propiamente dicho, encontrados, podemos señalar el


hallazgo de recipientes cerámicos, de los tipos RB43h y RB33k, en el cementerio 5600,
cerca de el-Badari, que contenían cantidades reseñables de cáscaras de grano
(Brunton y Caton-Thompson, 1928: 13). En Matmar se han encontrado restos de
grano en la tumba 2522, perteneciente a un niño y que contiene un recipiente
cerámico del tipo BR24k con grano dentro que sin duda es el usual tipo "emmer".
También encontramos restos de grano en la tumba 3083, identificados como una
mezcla de trigo y cebada, perteneciente en esta ocasión a una mujer de avanzada
edad. En la tumba 2517 se encontró lo que parecía ser una especie de pan.

Profundos agujeros y pequeños círculos, ocasionalmente revestidos con esteras o


trabajo de cestería o arcilla, que se encontraban en las áreas de asentamiento fueron
interpretadas como graneros de fecha badariense. Aunque se dice que un tipo de
grano fue encontrado en zonas de deshechos de asentamientos en Mostagedda, por
ejemplo cuando se dice que bolsas de grano aparecen, aquí y allí, en yacimientos de
vivienda, en agujeros poco profundos (Brunton, 1937: 31, 58), nunca fue descubierto
grano en ninguno de los graneros hallados, los cuales, en tiempos posteriores fueron a
veces reusados como lugares de enterramiento para la gente más desfavorecida. Así,
60
por ejemplo, en el área 2700 de Matmar se ha encontrado un agujero para el
almacenamiento de grano, aproximadamente oval de 130 x 200 cm de ancho y 170 cm
de profundidad que contenía fragmentos de un recipiente cerámico de cocina o de
almacenamiento (para todas estas referencias de Matmar, ver Brunton, 1948: páginas
6, 8, 10 y 11).

El hallazgo de piedras de molienda en los poblados tasienses es una buena evidencia


de que el grano era cultivado para la obtención de pan, toda duda se desterró cuando
el propio grano es encontrado y se descubren varios pequeños almacenes en algunos
de los poblados, dos de ellos tasienses. El grano que había en el interior de un
recipiente cerámico encontrado en la tumba 2800, se ha determinado que eran granos
de cebada "Hordeum Vulgare" u "Hordeum Hexastichon" (Brunton, 1937: páginas 31 y
33). En Mostagedda cinco tumbas contenían granos de cereales (Brunton, 1937:
páginas 35 a 40): la tumba 459 pertenece a un hombre, viejo y con barba en la que
aparecen granos de cereal, posiblemente especies de "Triticcum Dicoccum" (Brunton,
1937: 58); la tumba 467 pertenece a una mujer de edad en cuya pelvis se encontraron
restos de comida ya digerida, su posterior examen indicó que se trataba de restos de
cáscaras de cebada (Hordeum) lo cual indica que la cebada con cáscara era usada
como alimento (Brunton, 1937: 58); en la tumba 1215 el grano y espiguillas de trigo
"emmer" con fragmentos de paja, junto con otros elementos, está en el lugar donde
deberían haberse encontrado las manos; en la tumba 1247 no aparecen objetos junto
al cuerpo pero sí que encontramos, desperdigado cerca de él, granos de trigo
carbonizado, con prominente giba dorsal y amplio ápice pudiendo ser, posiblemente,
de la clase "emmer" aunque sea diferente del típico grano "emmer"; la tumba 2224 es
una tumba múltiple aunque probablemente se trate de varias tumbas independientes
aunque no se aprecia ningún muro de separación. Delante de la cara de uno de los
cadáveres había una bolsa que contenía grano que no ha podido ser identificado; en la
tumba 3506 aparece una especie de pan sobre una canasta o bandeja.

Aparte de un caparazón de tortuga, una cáscara de huevo de avestruz y posibles


huesos de ternera que fueron descubiertos en algunas tumbas de Mostagedda
(Brunton, 1937: 30-31), las únicas otras identificaciones orgánicas que podrían ser
usadas para inferir la naturaleza de la economía badariense, proceden de tumbas
cercanas a el-Badari. Estos están limitados a semillas de ricino (Ricinus communis);
plumas de un pájaro de la familia de las avestruces fueron encontradas en la tumba
5754 de el-Badari; un cuadrúpedo procedente de la tumba 5434 que parecía
claramente un buey aunque había algunas opiniones que decían que se trataba de un
búfalo; un cráneo de la tumba 5423 que es probablemente una oveja (Brunton y
Caton-Thompson, 1928: 38), se asume que estos dos últimos enterramientos eran
badarienses por su localización junto a un cementerio de esa cultura, Brunton
remarca que los animales estaban cubiertos con esteras, al modo badariense (Brunton
y Caton-Thompson, 1928: 12).

Dadas las inconcluyentes informaciones, los arqueólogos han presentado


interpretaciones conflictivas de la organización socioeconómica de las comunidades
badarienses. Nomadismo así como el establecimiento de las primeras sociedades
sedentarias; caza y recolección así como la adopción de de la agricultura; los sistemas
sociales igualitarios así como los no igualitarios han sido todos concebidos como
característicos de los grupos badarienses (W. Anderson, 1989: 19). O'Connor sugiere
que los badarienses eran cazadores-recolectores nómadas cuyos asentamientos y
cementerios estaban restringidos al bajo desierto ya que ellos eran tecnológicamente
incapaces de explotar los ricos recursos agrícolas de la llanura de inundación entre
Matmar y Etmanieh (O'Connor, 1972: 92-93). Smith, así mismo, ha postulado
previamente que los restos badarienses, incluyendo el asentamiento de el-Hemamieh,
podrían ser los de una comunidad de "monte", seminómada, marginal y pastoral
(Smith, 1965: 163-164).

Otra interpretación de la economía badariense sugiere que existía agricultura junto


con pastoralismo, pesca y caza que implicaba una ocupación estacional de la llanura
de inundación combinada con un retiro a los límites del Valle del Nilo (Trigger 1983: 9-
30). Esto explicaría la presencia de huesos de animales, huesos de peces, conchas de
61
mejillones (Spatha), tecnología de caza y ausencia de útiles agrícolas en los
yacimientos de los poblados badarienses en el desierto, que podrían haber sido
ocupados durante la época de inundación. Por lo tanto la ubicación de los cementerios
y asentamientos en la meseta del desierto y la desaparición de restos badarienses al
norte de Matmar, donde las altas estribaciones, en las cuales los yacimientos podrían
haber sido preservados, estaban ausentes y el área del desierto alcanzaba el nivel de
los campos (Brunton, 1948: 2-3). Una propuesta alternativa es que algunas
comunidades badarienses habrían habitado de forma permanente la llanura de
inundación. Ellos habrían poseído cobre, habilidades para trabajarlo y que habrían
coexistido con grupos marginales de pastores, menos avanzados y más igualitarios
que frecuentaran el bajo desierto (Trigger, 1983 (30 en inglés-50 en español)).

En ausencia de un análisis sistemático de los datos funerarios badarienses, no es


sorprendente que nos encontremos con que las reconstrucciones del sistema
socioeconómico badariense están en absoluto desacuerdo unas de otras.

Estratificación Social

Rousseau considera que existen en la especie humana dos clases de desigualdades:


una, a la que él llama natural o física porque ha sido instituida por la naturaleza, y
que consiste en las diferencias de edad, de salud, de las fuerzas del cuerpo y de las
cualidades del espíritu o del alma; y otra, que puede llamarse desigualdad moral o
política porque depende de una especie de convención y porque ha sido establecida, o
al menos autorizada, con el consentimiento de los hombres. Ésta consiste en los
diferentes privilegios de que algunos disfrutan en perjuicio de otros, como el ser más
ricos, más respetados, más poderosos, y hasta el hacerse obedecer, así resultó que los
más poderosos o los más miserables hicieron de sus fuerzas o de sus necesidades una
especie de derecho en beneficio de los demás, equivalente, según ellos, al derecho de
la propiedad y que, rota la igualdad, se siguió el más espantoso desorden pues las
usurpaciones de los ricos, los latrocinios de los pobres y las pasiones desenfrenadas
de todos, ahogando el sentimiento de piedad natural y la voz débil aún de la justicia,
convirtieron a los hombres en avaros, ambiciosos y malvados (Rousseau, JJ, 1754:
Discurso sobre el origen de la Desigualdad).

En el antiguo Egipto no podía producirse la excepción y la civilización egipcia acabó


siendo una de las que mayor desigualdad social ha mostrado a lo largo de la historia
pero ¿cuándo comenzaron a producirse esas desigualdades, sociales, morales o
políticas en palabras de Rousseau? En el caso de Egipto existe un cierto grado de
ausencia de verdadera y notoria desigualdad en las aldeas y cementerios de las fases
más antiguas del desarrollo social de comunidades sedentarias en el Bajo Egipto,
como por ejemplo el-Fayum, Merimde Beni Salame o el-Omari (Castillos, 2009: 19 -en
referencia a Midant-Reynes: 1992, 237-238-). Sin embargo, en el Alto Egipto y ya en el
Badariense, se han encontrado evidencias de que existía ya en ese momento un cierto
grado de desigualdad aunque ni hay acuerdo sobre el grado y la naturaleza de la
misma (Anderson, 1992: 51-66). En varios cementerios badarienses los
enterramientos estaban concentrados en grupos separados unos de otros, lo cual
podría expresar la existencia de relaciones de parentesco entre los ocupantes de esas
tumbas (Castillos, 2009: 20). Así mismo la existencia de sepulturas de mayor tamaño
y con más suntuoso ajuar funerario indica la presencia de individuos con diferente y
mayor acceso a ciertos objetos y que por haber recibido trato preferencial en los
cementerios pueden haber sido en vida personas de mayor rango. Subrayaremos
alguno de los comentarios derivados de los estudios de Anderson (Anderson, 1992) en
el sentido que “esta distribución del ajuar funerario es muy consistente con una
interpretación del sistema socio-económico badariense como exhibiendo un mínimo de
complejidad social y diferencias marginales en riqueza entre sus miembros”, así como
más adelante también dice: “a menos que surja nueva evidencia de desigualdad
económica entre los badarienses, su sistema social podría interpretarse como
básicamente igualitario” y finalmente: “hasta que sean descubiertos objetos que
específicamente simbolicen autoridad, la existencia de autoridad formalmente heredada
como opuesta al prestigio heredado entre los badarienses, no puede ser aceptada”. Sin
embargo, en las conclusiones se aventuraron conceptos más tajantes, como por
62
ejemplo que: “es, por lo tanto, probable que el sistema social de dos escalones
identificado en el contexto funerario badariense refleje los enterramientos de dos grupos
económicamente distintos entre los que se desarrolló el rango social como resultado del
control realizado por el grupo comunitario sobre recursos altamente valorados”.

Sin embargo, es evidente que incluso entre cazadores-recolectores se pueden detectar


indicios de desigualdad en el registro arqueológico, aunque a veces no estén muy
claros. En una primera etapa se trata de líderes más o menos temporales. Más tarde
aparecen los jefes o reyes hereditarios y las correspondientes élites. Por último al
consolidarse y extenderse el poder de estos últimos, aparecería el Estado (Castillos:
2009: 18-19).

Desde el principio ha existido cierto desacuerdo sobre si ya en el badariense existía


desigualdad social. En efecto, mientras que Trigger dice: “Aunque las tumbas eran de
tamaños diferentes, la ausencia en ellas de diferencias evidentes por motivos de riqueza
puede indicar -aunque no necesariamente- la ausencia de una estratificación social en
esa época.” (Trigger et al. 1985: 48). Hoffman, por el contrario, ve, durante el periodo
badariense “el inicio de marcadas diferencias en riqueza como se evidencia por la
calidad y número de bienes exóticos y de prestigio encontrados en las tumbas
badarienses” (Hoffman, 1979: 143-144).

En el Valle del Nilo prácticamente todos los cuerpos eran enterrados en cementerios
desde época Mesolítica y hay una amplia evidencia de que los bienes funerarios eran
usados como "marcadores" de estatus durante todo el Egipto Dinástico, así como
también durante el Gerzense y el Amratiense.

El gran problema aparece a la hora de detectar el estado inicial de desigualdad social,


la incipiente desigualdad, más que cuándo dicha desigualdad social ya está altamente
desarrollada. Es más difícil reconocer las situaciones que manifiestan una
desigualdad rudimentaria, sobre todo cuando esta condición ha de inferirse, en la
práctica, sólo de los datos mortuorios, como es el caso badariense.

Mientras que en otras civilizaciones, a la hora de estudiar el comportamiento,


estructura y desarrollo social de las diversas comunidades que forman parte de dichas
civilizaciones, la información disponible procede tanto de los yacimientos de
habitación (asentamientos más o menos temporales, villas o ciudades) como de los
cementerios, en el caso de Egipto nos vemos obligados a apoyarnos fundamentalmente
en los cementerios asociados a esas comunidades para poder estudiar su evolución
social durante el periodo anterior a la aparición del estado, antes, por lo tanto, a la
aparición del primer faraón de la Primera Dinastía. Si comparamos los planos de los
cementerios de la cultura badariense en el Alto Egipto con otros pertenecientes a la
época inmediatamente anterior a la unificación, encontraremos significativas
diferencias entre unos y otros. En los más recientes los enterramientos son más
elaborados, de grandes dimensiones y muy ricamente dotados de ajuar funerario,
además están frecuentemente agrupados en zonas separadas del resto de las tumbas
pertenecientes a individuos menos prominentes (Adams, 1988).

Respecto a la estratificación social, J.J. Castillos (Castillos, J.J. 2002: 52) dice que
“nuestras estimaciones cuantitativas de la desigualdad social para los cementerios
badarienses en Matmar, Mostagedda y Badari revelaron que había una desigualdad
social interna relativamente elevada en estas comunidades tal como puede medirse en
base a su expresión en los cementerios contemporáneos, comparable y a veces más alta
que la de comunidades de periodos posteriores en esta región del Alto Egipto, usando
como variables el tamaño de las tumbas y su riqueza en ajuar funerario, pero de un bajo
valor si tomamos en cuenta los valores absolutos de estas variables en cada caso,
cuando comparamos esos valores badarienses con los correspondientes a los de
comunidades de periodos posteriores en los mismos cementerios, desde el Amraciense
al Prediástico" haciendo referencia a su propia obra (Castillos, 1998: 27-33 -Göttinger
Miszellen, 163, "Wealth evaluation of Predynastic tombs"). Los estudios de la
desigualdad social indican también que el sitio de el-Badari, el probable centro de la
cultura Badariense, debido a su mayor prosperidad y vigor del centro de una cultura,
63
la desigualdad era más alta que en las comunidades contemporáneas vecinas. Un
reciente análisis de las tumbas del área de Badari por Anderson (Anderson, 1992: 51-
66) demuestra una fuerte distribución desigual de los bienes funerarios tanto dentro
como entre los cementerios. Sucede que, no solamente el 8 % de las tumbas contenía
más de diez objetos (a menudo con entierros de subadultos) sino que esas tumbas con
más riqueza eran grandes y estaban segregadas en una parte del cementerio, una
práctica también anotada en el periodo Amratiense. Todo esto sugiere, pues, un
sistema social con dos escalas diferenciadas. Anderson, según dice Renee Friedman
(Friedman, 1994: 19) distingue, al menos, cuatro tipos de enterramientos en Badari:

1) Enterramientos con riqueza conteniendo objetos sin estrenar, posiblemente hechos


especialmente para la tumba, se trata de bienes no utilitarios y exóticos.

2) Enterramientos que muestran riqueza con objetos ya usados.

3) Enterramientos con bienes funerarios no utilitarios que estaban hechos con


materiales baratos, por ejemplo, cáscaras de huevo o arcilla, más que con marfil.

4) Enterramientos con objetos domésticos usados.

Todo esto sugiere que podrían haber existido varias posiciones o clases sociales en
vida, simbolizados por un acceso diferencial a los recursos en la muerte.

Anderson también encuentra que la riqueza no estaba restringida por el sexo. Los
únicos objetos que estaban distribuidos por el sexo eran ciertas herramientas, que
eran encontradas con más frecuencia en varones o las conchas, que eran encontradas
con más frecuencia con las mujeres y niños. Varios cinturones con cuentas de
esteatita azul glaseada parecen haber estado restringidos a varones adultos que
podrían quizás ser considerados como una especie de caciques. También, según
Hendrickx y Vermeersch (2007: 37), a partir del análisis de los bienes funerarios
Badarienses se demuestra una distribución desigual de la riqueza. Además, las
tumbas más ricas tienden a estar separadas en una parte del cementerio. Esto
claramente indica estratificación social, la cual todavía parece limitada a este punto
en la prehistoria egipcia, pero que se incrementa de forma importante a través del
subsiguiente periodo Nagada.

Bajo el punto de vista de Castillos (2009: 21), después de un detallado estudio de la


evidencia se vio obligado a aceptar que existía un cierto grado de desigualdad social en
el badariense paro no más allá de rango basado en el prestigio en comunidades que no
están muy firmemente fijadas en territorios definidos, manteniendo en muchos casos
migraciones estacionales (Hendrickx , Midant-Reynes y Van Neer, 2001: 103-104), que
presentaban indicios de alta mortalidad infantil, mayor variabilidad en la orientación
de los cuerpos en las tumbas, muy poca evidencia de especialización artesanal o de
estratificación social y de objetos que pudieran interpretarse como expresión de
autoridad en vez de meramente prestigio (Castillos, 2002). Otros investigadores
llegaron también, de forma independiente, a similares conclusiones sobre la cultura
badariense (Midant-Reynes, 2000; Bard, 1994, 17).

No se han podido hallar tumbas, ocupadas exclusivamente por niños de corta edad, de
grandes dimensiones o dotadas de numerosos objetos como ofrendas funerarias lo que
indicaría una posición social que no podrían haber logrado por sus medios, dada su
corta edad, lo cual supondría, por lo tanto, la existencia de un rango heredado. Esa
ausencia evidencia que estamos pues, en presencia de líderes temporales que no
habían obtenido todavía el poder y , por lo tanto, el privilegio de transmitir ese rango.
Como dice Castillos (2009: 27 y 28):

"Además, entre los cientos de tumbas publicadas de los cementerios badarienses no


pude hallar ni una sola tumba ocupada por un solo individuo subadulto que exhibiera
un tratamiento especial en su tamaño o en su dotación de objetos para beneficio del
64
difunto en la otra vida, pero en los cementerios del periodo siguiente Naqada I, varios
subadultos recibieron tratamiento especial" y "Debido a que los subadultos enterrados
con un tratamietno especial no podían haber obtenido por sí mismos ese nivel social
especial, era por lo tanto adscrito y muy probablemente heredado, y quizás se trataba
de hijos de jefes o de otros importantes miembros de la élite local"

Anderson (1992) señala que existe desigualdad si se puede establecer que:

1.- Se hace uso de áreas formalmente dispuestas en las que la inclusión esté
garantizada en base al estatus económico.

2.- Hay un control de los recursos que se pueda revestir de autoridad hereditaria.

3.- Las distinciones sociales horizontales, dentro de la sociedad, están cortadas por
tipos verticales de distinciones mortuorias.

4.- Y, por último, cuanto más alto el estatus, menor es el número de individuos
capaces de alcanzar dicho estatus.

Anderson elige 18 cementerios en la orilla oriental del Nilo, en Matmar, Mostagedda y


el-Badari, con un total de 725 tumbas y tiene en cuenta 12 variables para llevar a
cabo su estudio sobre la desigualdad social:

1.- Sexo.

2.- Edad.

3.- Condiciones de la tumba (alterada, sin alterar o saqueada)

4.- Tamaño de la tumba.

5.- Total de bienes funerarios.

6.- Cerámica (pulida, ondulada, grosera)

7.- Herramientas.

8.- Conchas.

9.- Una clase residual de “otros objetos”.

10.- Cuentas o perlas.

11.- Paletas de pizarra.

12.- Marfil.

El término “subadulto” se usa para indicar individuos “inmaduros”, de ambos sexos y


las edades asignadas se refieren a las categorías “subadulto”, “adulto” y “anciano”.

Del estudio de la distribución del lujo se desprende que las tumbas que contienen
bienes de lujo:

1º) Tienden a ser más grandes que la media.

2º) Tienden a tener más bienes funerarios que otras tumbas

3º) Tienden a ser más elaboradas que otras tumbas.

4º) Tienden a estar alteradas.


65
Si ponemos el énfasis en lo ideológico como principal ámbito de determinación de la
sociedad estatal vemos que la principal evidencia que permite inferir elementos acerca
de lo ideológico en la época pre-estatal, es la que proviene de los ámbitos de
enterramientos. De esta forma, tanto en el Alto como en el Bajo Egipto, existía toda
una normativa respecto a cómo disponer los cadáveres, de qué modo y hacia qué
dirección debían ser colocados en las tumbas o con qué ropajes debían ser protegidos
(Campagno, 2002: 128).

Así, si consideramos una mayor ortodoxia en la práctica funeraria que supone la


orientación de los cuerpos enterrados en una misma dirección, con la cabeza
apuntando al sur, fruto quizás de un tipo de concepción religiosa respecto al destino
del difunto, junto a la mirada dirigida al oeste, podemos aventurar la existencia de
una fuente de poder establecido que pudo imponer a las comunidades tal uniformidad
en la orientación de los cadáveres. En ese sentido hemos de señalar que, mientras
existe una casi absoluta regularidad en cuanto a la orientación de los cuerpos de los
difuntos en la cultura Amratiense o Nagada I (un 97% de promedio), con la cabeza
hacia el sur y el rostro vuelto hacia el oeste, en el Badariense el promedio de
excepciones es mayor, existe una mayor flexibilidad, alcanzado hasta un 15% de los
cuerpos orientados de forma diferente a la mayoría (Castillos, 1982).

Otro factor que podría ser válido como indicador del nivel de estratificación social
podría ser el de los índices de mortalidad infantil. Un descenso en dicho índice sería
indicador, probablemente, de unas mejores condiciones de vida, consecuencia quizás
de una nueva organización social, la reducción de los conflictos entre diferentes
comunidades, ya bajo una misma jefatura, y una más extensa explotación de los
recursos disponibles en beneficio de la élite y, por lo tanto y en cierta medida, de los
demás integrantes de cada comunidad. En este sentido Juan José Castillos (Castillos,
2009; Castillos 1982) nos informa que se produce un notorio descenso de la
mortalidad infantil entre el badariense y periodos posteriores. En efecto, mientras que
aparecen entre un 20% y un 45% de cuerpos de subadultos en los cementerios
badarienses, en periodos posteriores esa cifra se reduce a unos márgenes entre el 7%
y el 33%. Como hemos visto más arriba, Castillos nos informa que, entre los cientos
de tumbas publicadas de los cementerios badarienses, no ha encontrado una sola
entre ellas ocupada por un solo individuo subadulto que exhibiera un tratamiento
especial en su tamaño o dotación objetos para beneficio del difunto en la otra vida,
pero en los cementerios del periodo siguiente, Nagada I, varios subadultos reciben un
tratamiento especial, habiendo sido tenidos en cuenta, solamente y a estos efectos, los
casos de subadultos enterrados solos (Castillos, 2009: 27). Esta circunstancia tiene
relevancia si tenemos en cuenta que los subadultos enterrados con un tratamiento
especial no podían haber obtenido por sí mismos ese nivel social especial, teniendo
que ser, probablemente, heredado y consecuencia de los logros de jefes u otros
importantes miembros de la tribu de los que serían descendientes.

Es significativo también que el porcentaje de tumbas de relativamente mayores


dimensiones en el badariense, alrededor del 18% del total, pertenecientes
probablemente a personajes de alto rango o prestigio en esas comunidades, se reduce
drásticamente en el periodo siguiente en que esos enterramientos en grandes fosas
pasa a ser el privilegio de una pequeña minoría, alrededor del 4%, que constituye la
élite ya establecida y consolidada en cada una de esas comunidades, situación que
continua en los periodos posteriores del Predinástico (Castillos, 2009: 28-29).

Por último destacar el notable aumento en el tamaño promedio de las tumbas desde el
Badariense al Amratiense o Nagada I, principalmente en los lugares de mayor
florecimiento de esa última cultura y, en todas partes del Alto Egipto para la riqueza
del ajuar funerario depositado en las tumbas. Hemos, pues, de considerar la
transición del Badariense a Nagada I (o Amratiense) como el pasaje de un nivel de
complejidad poco marcada, el Badariense, a otro de naturaleza radicalmente diferente
y que inicia el proceso de estratificación social que conducirá al comienzo de la
civilización egipcia (Castillos, 2009: 29).

66
La riqueza que presentan ciertos ajuares funerarios en el Alto Egipto, y que
constituyen uno de los indicios más destacados de la existencia de diferenciación
social en el Periodo Predinástico, se pone de relieve en la diversidad y calidad de los
objetos depositados junto al muerto. Todos estos objetos han sido vinculados, en
general, con la creencia en una vida de ultratumba, con la consiguiente necesidad de
equipar el muerto con todos los bienes requeridos para afrontar la vida después de la
muerte (Campagno, 2002: 129). Algunos autores enfatizan el vínculo existente entre
estas creencias mortuorias y cierto potenciamiento de la producción artesanal y los
intercambios, todo lo cual conducirá al fortalecimiento de la posición de los líderes
comunales.

Así pues ¿qué elementos del registro funerario resultan significativos para nuestro
análisis del ámbito sociopolítico? Nos referiremos a la evidencia mortuoria disponible
para el Alto Egipto ya que es allí donde emerge el estado:

En primer lugar vemos que las tumbas de la época pre-estatal presentan ya en desde
el periodo Badariense (aprox. 4500-4000 a.C.) notables diferencias que pueden ser
interpretadas en términos de cierta desigualdad social en el interior de las
comunidades aldeanas.

Uno de los análisis efectuados por Anderson sobre 262 tumbas en siete cementerios
de tiempos badarienses en la región de Badari “indica una asociación entre el número
de bienes de los ajuares funerarios recuperados de varias tumbas y (i) el tamaño de las
tumbas; (ii) la condición de las tumbas y (iii) los ocupantes de tumbas designados
“niños” (lo que se designa como “subadultos”). Sin embargo, eso no indica una
asociación entre el sexo de los ocupantes y el número de bienes recuperados de cada
tumba particular” (Anderson, 1989: 136).

De acuerdo con tal estudio (ver también Anderson, 1992: 51-66), es posible establecer
que existen notables diferencias en cuanto a la calidad y a la cantidad de las ofrendas
depositadas en las tumbas. Así, por ejemplo, el informe reporta que 141 tumbas no
recibieron ofrendas o sólo recibieron un objeto, en tanto que un grupo de 35 tumbas
presentan entre 11 y 511 objetos como ajuar funerario (Anderson, 1989: 54, tabla
4.5).

Las tumbas con mayor cantidad de objetos ofrecen, además, testimonios de bienes de
“lujo” (cuentas, paletas y otros objetos manufacturados o asociados con materiales
exóticos: marfil, esteatita, cobre, turquesa, cornalina, malaquita, etc.). Por lo demás,
tales entierros presentan mayor tamaño, mayor grado de elaboración (incluyendo
ciertos “sarcófagos de cestería”) y, en general, se hallan en sectores diferenciados
dentro de cada cementerio. Parece factible interpretar que tales diferencias en el
registro arqueológico se correspondan con la existencia de una élite en el seno de las
comunidades aldeanas de la cultura Badariense (Campagno, 2002: 151).

En palabras de Anderson, el hecho “de que las tumbas más ricamente provistas se
hallaban restringidas a una minoría de la población mortuoria […] puede ser
interpretado como una manifestación de la desigual distribución de la riqueza material
entre los ocupantes de las tumbas y constituye, pues, una indicación del acceso
diferencial a recursos por parte de los miembros de la misma comunidad badariense”
(Anderson, 1992: 61).

Y Hoffman nos dice también: “Aunque comparativamente modestas con los estándares
del posterior Predinástico, las tumbas Badarienses muestran diferencias en la calidad y
número de exóticos bienes funerarios que ya reflejan una sociedad estratificada por
diferencias en riqueza y estatus. Hay buenas razones para creer que existían jefaturas
locales y que el culto mortuorio se ha convertido en un punto crítico para comentar y
mostrar la riqueza, legitimando autoridad y comunicando creencias religiosas. No por
casualidad, la práctica de larga tradición de robo de tumbas parece haberse originado
durante el Badariense" (Hoffman, 1988: 40).

67
Una vez que penetramos en los cementerios predinásticos es posible advertir una
notable característica en relación con la distribución del espacio, se trata de la
existencia de diversos agrupamientos (clusters) en las necrópolis, integrados por
tumbas diferenciadas en función del tipo de ajuar funerario para los difuntos. Si bien
existen pocos estudios en este sentido, los enterramientos badarienses en la región de
el-Badari (cementerios Norte, Oeste y Sur) presentan este patrón (Campagno, 2002:
138).

En relación con las necrópolis del área de el-Badari, el análisis de Anderson establece
que “el aspecto más notable de la ubicación de los enterramientos es la tendencia a
separar las tumbas en distintos agrupamientos (clusters) en varias secciones del mismo
cementerio” (Anderson, 1992: 62). La propia Anderson (Anderson, 1989: 138) cita a
J.M. O'Shea (1981) cuando dice: “La tendencia a situar enterramientos en
agrupamientos (clusters) a lo largo de los espolones del desierto podrían reflejar la
existencia de grupos o clanes familiares entre los cuales la cerámica, como las conchas
de mejillones entre los Pawnee, podían haber sido empleados para denotar que se era
miembro (filiación o pertenencia al grupo)".

En efecto, a pesar de que gran cantidad de las tumbas habían sido violadas, es posible
establecer una mayor concentración de determinados materiales tales como el marfil o
la cornalina en sectores específicos dentro de cada cementerio, lo que podría indicar
un vínculo entre los ocupantes de esas tumbas, diferente del que podría existir entre
esos mismos individuos y los ocupantes de otras tumbas de las necrópolis (Campagno,
2002: 139).

¿Qué indican esos agrupamientos de tumbas en diversas localidades del Valle del Nilo
durante la época pre-estatal? Para el área de el-Badari, el análisis de Anderson
permite que nos formemos una idea. La existencia, en los distintos grupos, de
esqueletos de ancianos, adultos y subadultos, así como de hombres y mujeres, nos
previene contra la posibilidad de inferir distinciones por edad o por sexo como pautas
para establecer los agrupamientos. Nada permite suponer que se trate de grupos
diferenciados por sus específicas actividades “profesionales”. En función de ello,
Anderson, haciendo referencia a Campagno, concluye: “la tendencia a colocar las
tumbas en agrupamientos dentro de los cementerios podría reflejar, entonces, la
existencia de grupos clánicos o familiares badarienses” (Campagno 2002: 139).

Considerados los sepulcros un poco más de cerca, un primer rasgo que salta a la vista
es el relativo al formato de las tumbas. Los enterramientos más antiguos -los propios
del periodo Predinástico Temprano- se practicaban predominantemente en fosas de
aspecto oval. A partir de cierto momento se detectan enterramientos de forma
nítidamente rectangular (Campagno 2002: 140-141). esto podría significar que los
antiguos habitantes del Nilo consideraban que sus muertos debían ser sepultados en
“residencias” similares a las de sus descendientes vivos (Campagno, 2002: 142) y de
ahí el cambio en las formas de las tumbas que se correspondería con un cambio en el
estilo de construcción de las residencias en las zonas de hábitat.

Las prácticas del parentesco parecen haber proporcionado a las comunidades


aldeanas del Egipto pre-estatal el modelo a partir del cual eran efectuadas las
prácticas funerarias. ¿Qué hay acerca de la relación entre la práctica del parentesco y
la aparición del Estado en el Valle del Nilo? De acuerdo con Hoffman (1979: 325), el
parentesco pudo haber sido funcional a tal proceso en la medida en que facilitara la
creación de clientelas en torno a un líder (Campagno 2002: 143). Otro tema,
relacionado con las relaciones familiares de posteriores tiempos históricos, pero que
aparece primero durante el periodo badariense es el comienzo de marcadas diferencias
en riqueza como se evidencia por la calidad y número de bienes exóticos de prestigio
encontrados en las tumbas badarienses (Hoffman, 1979: 143).

Con los datos de todos los cementerios, W. Anderson (1992) ha sacado a la luz la gran
variabilidad de las tumbas badarienses. El estudio abarca 262 tumbas de 7
cementerios de Badari, documentadas por la publicación de G. Brunton. De manera
general estos conjuntos funerarios han sido fuertemente saqueados y los esqueletos
68
fueron objeto de grandes perturbaciones. La cuestión de la determinación del sexo,
cuando ello era posible, se enfrenta también a la falta de competencia de los asistentes
de Brunton, como él mismo señala (Brunton, 1927: 5). Sin embargo el análisis más
reciente del sexo de 134 esqueletos y de la edad de otros 170, por antropólogos del
University College de Londres, proporcionará fiabilidad a los hechos publicados.

Numerosas variables han sido insertadas en una base de datos a los fines de
tratamiento estadístico. Se trata del sexo, la edad, el estado de la sepultura (intacta,
perturbada, robada), de sus dimensiones, del número total de ofrendas en cada una
de ellas, del número de cerámicas, de útiles, de conchas y de objetos de lujo, como
perlas, paletas o marfil.

Parece en primer lugar que la distribución de las ofrendas en las tumbas no es


aleatoria ya que:

Sobre 262 tumbas en 7 cementerios, alrededor del 20% de inhumaciones agrupan


más de 10 ofrendas por tumba. El 51% no tiene nada más que una sola ofrenda. El
29% de tumbas no tiene ninguna.

En términos de reparto, 3 de los 7 cementerios estudiados reagrupan el 92% de la


totalidad de las ofrendas.

Las variaciones se llevan a cabo entre los diferentes cementerios y también en el


interior de un mismo cementerio.

1º) En Badari-Norte pueden distinguirse dos áreas:

a) Al oeste, los sujetos inhumados son acompañados por una sola ofrenda, con la
excepción sin embargo, de un niño cerca del cual fueron depositadas sesenta
ofrendas.

b) En el este están reagrupadas todas las tumbas que contenían productos lujosos,
como marfiles, paletas, perlas o cuentas de cobre.

2º) En Badari Sur las tumbas se reparten en tres sectores, en número relativamente
igual. Diez entre ellas, conteniendo marfiles, están situadas en el sector Sudoeste,
cuatro el Sudeste y dos al Noroeste.

Las tumbas con cornalina son mucho menos numerosas. Brunton no ha señalado
nada más que 17 sobre el total registrado. Nos damos cuenta que tienden a inscribirse
en la esfera de las tumbas con marfiles.

El niño de la tumba 5710 poseía a la vez marfil y cornalina, un fenómeno similar se


presenta para las perlas de esteatita esmaltada de las que el 46 % se recuperan en dos
tumbas solamente (5705 y 5735 de el-Badari), en forma de cinturones equipando a
hombres adultos. Aparte de estas piezas excepcionales, ningún otro objeto de carácter
lujoso proviene de estas dos sepulturas.

De manera general, las tumbas que contenían bienes denominados como de lujo,
tendían a ser las más grandes en dimensiones, a proporcionar el número más grande
de ofrendas y a revelar acondicionamientos particulares, como los ataúdes en cestería
o dispositivos en dosel. Ellas muestran igualmente las más fuertes perturbaciones. En
efecto, parecería que las sepulturas intactas no presentan generalmente ningún objeto
excepcional y que los pillajes se inscriben en relación con las tumbas ricamente
equipadas. De la observación se deduce que la mayor parte de los saqueos han tenido
lugar en la propia época predinástica, sin duda bastante poco tiempo después de la
inhumación.

Los Badarienses, cuyos hábitats, mal conservados, no reflejarían nada más que la
imagen de agricultores-pastores más o menos sedentarios revelan a través de sus

69
necrópolis una sociedad claramente estructurada, marcando las diferencias y donde
se perciben una serie de fenómenos que denotan cierto nivel de jerarquización social.

Se asiste, en efecto, al comienzo del doble proceso de acumulación y de ostentación,


proceso al cual seguirá el impresionante desarrollo en las fases siguientes de la
cultura nagadiense. Un grupo minoritario se ha apropiado de un espacio funerario
determinado, marcando su especifidad por una cierta abundancia de bienes y la
presencia de objetos que no todo el mundo puede poseer. El acceso a estas áreas
específicas es función del estatus social del individuo en el grupo, como parece bien
mostrar, a pesar del pillaje y de las difíciles determinaciones del sexo, la presencia de
hombres, mujeres y de jóvenes en todos los sectores considerados. La ausencia de
ofrendas parece afectar más a los sujetos más ancianos. Pero la línea de demarcación
entre un élite naciente y los otros miembros del grupo es todavía fluctuante, el
fenómeno tiene lugar en un contexto difuso, donde el conjunto de los caracteres de
diferenciación no han adquirido todavía el estado de “criterios” firmemente
establecidos.

Si los grandes cinturones de perlas de los jóvenes hombres de las tumbas 5705 y 5735
de el-Badari pueden efectivamente constituir una marca de autoridad (Anderson,
1992: 63) ninguna otra pieza de carácter excepcional viene a asociarse a aquellas para
ampliar el alcance que pudieran tener en realición con el estatus social de los
ocupantes de las tumbas.

La presencia de tumbas de niños ricamente equipadas así como la tendencia al


reagrupamiento de las sepulturas de un mismo tipo, podrían traducir el papel de
“leader” jugado por ciertas familias o por clanes.

Algunos aspectos parecen confirmar, por defecto en el periodo Badariense, que el


siguiente periodo, el Amratiense o Nagada I y a pesar de la limitada evidencia
disponible, fue el preciso momento que un gran número de elementos indicarían que
en ese periodo, posterior al Badariense, ocurrieron los primeros y más significativos
cambios tanto en el ámbito cultural como en la organización social del periodo
predinástico en el Alto Egipto [Castillos, 1998).

Sin embargo, las estimaciones cuantitativas de la desigualdad social para los


cementerios Badarienses en Matmar, Mostagedda y el-Badari revelaron que había una
desigualdad social interna relativamente elevada en estas comunidades tal como
puede medirse sobre la base de su expresión en los cementerios contemporáneos,
comparable y a veces más alta que la de comunidades de periodos posteriores en esta
región del Alto Egipto, usando como variables el tamaño de las tumbas y su riqueza en
ajuar funerario, pero de un bajo valor si tomamos en cuenta los valores absolutos de
estas variables en cada caso, cuando comparamos esos valores Badarienses con los
correspondientes a los de comunidades de periodos posteriores en los mismos
cementerios, desde el Amratiense al Predinástico (Castillos, 1998a; 1998c).

En otras palabras, había una más alta desigualdad en el Badariense, pero de una
naturaleza más pobre que la hallada en las culturas posteriores que reemplazaron al
Badariense en esta región.

Estos estudios de la desigualdad social indican también que en el sitio de el-Badari, el


probable centro de la cultura Badariense, debido a la mayor prosperidad y vigor del
centro de una cultura, la desigualdad era más alta que en las comunidades
contemporáneas vecinas, pero estas, a su vez, exhiben mejores resultados más tarde,
quizás porque el proceso de reemplazo paulativo de su forma de vida por otra fue
menos traumático que en la propia Badari (Castillos, 2000: 253-256).

Se ha sugerido que los Badarienses muy probablemente vivían en comunidades


estratificadas con una considerable desigualdad social (Anderson, 1992; Hoffman,
1979: 143). Otros estudios y la evidencia mencionada en el párrafo anterior, indican
que, aunque al parecer la sociedad Badariense tenía un nivel discreto de desigualdad
social, no sería apropiado definirlo más allá de una comunidad con diferenciación
70
sobre la base de rango, en el sentido antropológico generalmente aceptado (Trigger et
al. 1983).

Las conclusiones de Anderson (1992) son las siguientes: Los datos indican una
asociación entre el número de bienes funerarios recuperados de las tumbas y los
tamaños de las tumbas, la condición de las tumbas y los ocupantes de las tumbas
designados como subadultos. No indica una relación entre el sexo de los ocupantes de
la tumba y el número de bienes funerarios recuperados de una tumba particular. Las
tumbas saqueadas tienden a ser aquellas que contienen la mayor cantidad de bienes
funerarios y los más lujosos así como aquellas que son ligeramente más grandes y
más elaboradas que la media.

El análisis espacial de los datos indica:

1.- Las comunidades badarienses disponían de áreas donde la inclusión en las


mismas se garantizaba en base al estatus económico más que en la edad o el sexo.

2.- Que estaba operativa alguna forma de control de los recursos y que ese control
podía haber sido creado en un entorno de autoridad hereditaria.

Es probable, por lo tanto, que el sistema social de dos niveles identificado a partir de
los restos mortuorios badarienses, reflejasen los enterramientos de distintos grupos
económicos, entre los cuales se habría desarrollado un ranking social como resultado
del diferente acceso al control sobre los recursos de valor.

El resultado de este análisis, por lo tanto, indica que los enterramientos de algunos
adultos badarienses y subadultos son evidencia de un mayor gasto de energía que en
otros adultos y subadultos. Estos individuos estaban en minoría y eran,
presumiblemente, aquellos que tenían un diferente y más alto estatus en relación a la
mayoría de individuos dentro de la sociedad badariense. Así pues, los hallazgos de
estos análisis son inconsistentes con el retrato de una sociedad badariense igualitaria
o carente de complejidad social.

Parece, por lo tanto, demostrado el acceso diferencial a los recursos por la desigual
distribución de los bienes funerarios.

Como las diferencias económicas entre miembros de la comunidad badariense era


sorprendente, su sistema social debe ser considerado como no igualitario. Y, aunque
no está demostrado que ese acceso diferencial incluya los recursos básicos que
sostienen la vida, esto parece lo más probable.

Datación Absoluta del Badariense

Para Hendrickx (1999: 19) la posición cronológica del Badariense es todavía discutida.
Ello se debe a que las fechas tomadas con el método de Termoluminiscencia (TL a
partir de ahora, que se define como: la emisión de luz, por parte de un sólido de
naturaleza aislante o semiconductora, cuando se ve sometido a una fuente de calor,
continua y uniforme. A diferencia de otros tipos de procesos luminiscentes, la
termoluminiscencia es una emisión térmicamente estimulada, que se produce en un
sólido con posterioridad a la absorción de una energía previa. La luz emitida procede
de ciertos minerales inherentes a la muestra, y la intensidad de la emisión de luz, es
proporcional al tiempo transcurrido desde que sus cristales se formaron en otro
calentamiento anterior (Aitken, M.J., 1985) son bastante diferentes a las tomadas por
el método del Carbono 14.

Hemamieh, lugar de donde procede la mayoría de los materiales utilizados para


obtener las dataciones, es un importante yacimiento predinástico que ha ofrecido,
como ya hemos visto en apartados anteriores, una secuencia estratigráfica que va
desde el Badariense hasta el Gerzeense o Nagada II. La datación, en términos
absolutos, de este yacimiento (y en general de la Cultura Badariense) se basa en
fechas obtenidas por el método de la Termoluminiscencia, usado por Caton-Thompson
71
y Whittle (1975; Whittle, 1965) y en fechas obtenidas por el método del radiocarbono o
Carbono 14, tomadas éstas por De Vries y Barendsen (1954) y Hassan (1983; 1984c).

En efecto, las fechas procedentes de estos yacimientos basadas en las dataciones


obtenidas mediante la técnica de TL por Caton-Thompson y Whittle (1975) y el propio
Whittle en solitario (1975), son las siguientes:

Dos fechas TL procedentes de debajo de una capa de brecha son 5580+/-420 a.C.
tomada sobre un fragmento cerámico del tipo “rough” badariense a 6’ 6’’ bajo la
superficie -6 pies y 6 pulgadas = 1,98 m aprox.- (código de laboratorio OxTL131 b14) y
5495+/-405 a.C. en un fragmento de cerámica badariense, también del tipo “rough”
hallado a 6’ bajo la superficie -1,83 m aprox.- (código de laboratorio OxTL131 b13).
Una fecha TL (ref. laboratorio OxTL131 b11) de un fragmento badariense del tipo
“rough”, sobre el nivel de la brecha y bajo un hogar es 4690+/-365 a.C. Otra fecha
procedente del mismo nivel (código de laboratorio OxTL131 b12), pero esta vez de un
fragmento cerámico del tipo “Polished Red”, también badariense, es 4510+/-475 a.C.
Si utilizamos medias ponderadas de las fechas obtenidas por encima y por debajo del
nivel donde se encuentra la brecha, obtenemos las siguientes:

Badariense bajo la brecha: 5535 +/- 290 a.C. (6115-4955).

Badariense por encima de la brecha: 4660 +/- 290 a.C. (5240-4080).

De acuerdo con estas fechas obtenidas por la técnica de la termoluminiscencia, la


cultura badariense habría estado ya presente hacia el 5000 a.C. o incluso antes (entre
el 5580+/-420 a.C. y el 4510+/-475 a.C.). Sin embargo los datos ofrecidos por las
mediciones realizadas según la técnica del 14C, no van tan lejos y, como veremos a
continuación, se concentran alrededor del 4400-4000 cal. a.C.

La fecha de radiocarbono obtenida por de Vries y Barendsen (1954) es 5110+/-160 B


P (referencia de laboratorio GrN-223) y ha sido calibrada, dando como resultado la
fecha de 3950+/-260 a.C. (por medio de las tablas de Damon et al. 1974; y de 4330-
3665 según las tablas de Klein et al, 1982).

Durante una visita a Hemamieh, T.R. Hays y Hassan recogieron unas muestras de
carbón en un contexto identificado como Badariense por Hays. La fecha de la muestra
de carbón (ref. de laboratorio WSU-1728) es 5290+/-130 BP y cuya fecha corregida es
4145+/-180 (Hassan, 1983: 107) o 3950-4145+/-180 a.C. según tablas de Damon et
al. (1974) y 4425-3790 según las tablas de Klein et al. (1982) (Hassan, 1984c: 3). Las
dos fechas, medidas por radiocarbono, son estadísticamente similares y la media
ponderada de esas dos fechas es 4080+/-160 a.C. con un rango aproximadamente
entre 4400-3800 a.C.

Resulta claro que las fechas TL disponibles no son lo suficientemente precisas para
permitir un mejor emplazamiento temporal del Badariense. La cronología del
Badariense, a partir de Hemamieh en base a los rangos de fecha por el método TL va
desde 6115 hasta 4080 (5240-4080 por encima de la capa de brecha). El rango para la
determinación de las fechas de radiocarbono es algo más estrecha y se extiende
durante un periodo entre el 4400 y el 3800.

Holmes (1992: 301-316) nos dice que, de las cuatro fechas de radiocarbono
disponibles, podemos inferir que el Badariense se extiende desde al menos alrededor
del 4400-4300 a.C. hasta aproximadamente el 4000 a.C. (en años calibrados con
dendrocronología). Cita la fecha obtenida por De Vries y Barendsen y la ofrecida por
Hassan, que ya las hemos visto en párrafos anteriores. Holmes nos dice que ella
misma ha obtenido dos fechas nuevas procedentes de muestras obtenidas en
excavaciones de test en Hemamieh, posteriores a las anteriormente citadas. Estas
fechas son 5440+/-60 BP (ref. Beta 35825) y 5300+/-60 BP (ref. Beta 35824). Estas
fechas nos darían unas series de rangos de edad calibrados, siendo los más probables
los que van entre 4404 y 4220 a.C. y entre 4247 y 3997 a.C. para las dos fechas
respectivamente, con un nivel de probabilidad del 95.4%.
72
Dataciones de Carbono 14 más recientes, atestan una ocupación de la región, en un
registro adjunto a la fase Nagada I-IIBC, entre 4940+/-80 y 4790+/-60 BP, es decir,
entre el 3800 y 3600 cal. a.C. (Tristant, 2004: 64 citando a Holmes y Friedman, 1994,
obra esta última a la que el autor de este blog no ha tenido acceso).

En el yacimiento de Mahgar Dendera, también Badariense, se ha obtenido una serie


de cinco fechas 14C. Dos fuegos u hogares dan fechas idénticas y permiten datar la
ocupación entre el 4400-4250 cal a.C. Todas las fechas, salvo una tomada por
Vermeersch (1992: 163-172) y que puede representar un hiato cronológico (Hendrickx
y Midant-Reynes, 2001), concuerdan bien con la serie de datos 14C conocidas para le
Badariense y que oscilan entre 5580 y 5110 BP. Es, por lo tanto, evidente que el
yacimiento de Mahgar Dendera puede ser identificado como Badariense después de
las características de la cerámica y del material lítico, lo cual queda demostrado por la
cronología absoluta.

Es difícil, ante esta situación, otorgar una gran credibilidad a las fechas TL que
presentan, en efecto una gran desviación. Es poco probable, pues, que el Badariense
sea anterior al 4000 cal. a.C., a pesar de los datos obtenidos por la técnica de TL sobre
las muestras de Hemamieh, las cuales presentan una desviación más grande
(Hendrickx, 1999: 19). Incluso Holmes (1992) indica que las fechas de TL obtenidas
por Caton-Thompson y Whittle en 1975 son sólo válidas en un sentido relativo.
Por último incidiremos en el hecho de que el limitado número de cementerios, tumbas
y asentamientos conocidos durante el Badariense, no inciden, precisamente, en favor
de la existencia de una Cultura Badariense que se desarrollase durante un largo
periodo de tiempo.
Cuadro 1: Fechas absolutas obtenidas en zonas Badarienses (Hendrickx, 1999)

Ref. Fecha Fecha Cal. Fecha Cal.


Yacimiento Material
Laboratorio BP BC 1 σ BC 2 σ
4230 (0,17)
5240+/- 4190 4350 (1,00)
Badari 3400 OxA 4180 Carbón
95 4170 (0,83) 3800
3980
4670 (0,97)
5580+/- 4510 (1,00) 4320
Badari 3400 OxA 4181 Hollín
80 4350 4290 (0,03)
4240
4460 (0,08)
4430
5450+/- 4400 (0,81) 4470 (1,00)
Badari 3400 OxA 4182 Carbón
85 4230 4040
4200 (0,11)
4160
5110+/- 4250 (1,00) 4350 (1,00)
Hemamiya GrN 223 Granos
160 3700 3500
4690+/-
Hemamiya OxTL 131 b11 Termolum.
365
4510+/-
Hemamiya OxTL 131 b12 Termolum.
475
5495+/-
Hemamiya OxTL 131 b13 Termolum.
405
5580+/-
Hemamiya OxTL 131 b14 Termolum.
420
4310 (0,02)
5290+/- 4300 4400 (1,00)
Hemamiya Loc. WSU-1728 Carbón
130 4250 (0,98) 3750
3970
4230 (0,23) 4320 (0,02)
Hemamiya TP2 5300+/-
Beta-35824 Carbón 4180 4290
L.6 60
4160 (0,75) 4260 (0,98)
73
4040 3980
4020 (0,02)
4000
4450 (0,03)
4420
Hemamiya TP2 5440+/- 4350 (1,00) 4400 (0,94)
Beta-35825 Carbón
L.7 60 4230 4140
4120 (0,03)
4080
3990 (0,52) 4220 (0,01)
3900 4200
Mahgar 5130+/- 3880 (0,48) 4140 (0,01)
Gif-7683 Madera
Dendera 2 70 3800 4120
4090 (0,98)
3760
4035 (0,09) 4080 (0,89)
Mahgar 5170+/- 4025 3930
GrN-22158 Madera
Dendera 2 35 3995 (0,91) 3860 (0,11)
3950 3810
Mahgar 5480+/- 4360 (1,00) 4460 (1,00)
GrN-22159 Carbón
Dendera 2 50 4250 4230
4360 (0,59) 4450 (0,07)
Mahgar 5480+/- 4320 4420
GrN-22160 Carbón
Dendera 2 40 4290 (0,41) 4400 (0,93)
4250 4230
Mahgar 5110+/- 3990 (1,00) 4250 (1,00)
Lv-1312 Carbón
Dendera 2 90 3790 3700

Cuadro 2: Fechas absolutas obtenidas en yacimientos Badarienses (Kobisiewicz et al.,


2004)

Fecha Cal. Fecha Cal.


Yacimiento Ref. Lab. Material Fecha BP
BC 1 σ BC 2 σ
De 4230 a De 4350 a
Badari 3400 OxA 4180 Carbón 5240+/-95
3960 3800
De 4500 a De 4610 a
Badari 3400 OxA 4181 Hollín 5580+/-80
4340 4240
De 4440 a De 4460 a
Badari 3400 OxA 4182 Carbón 5450+/-85
4110 4040
WSU- 5290+/- De 4320 a De 4450 a
Hemamiya Loc. Carbón
1728 130 3970 3750
Hemamiya TP2 Beta- De 4230 De 4320 a
Carbón 5300+/-60
L.6 35824 a4000 3980
Hemamiya TP2 Beta- De 4350 a De 4450 a
Carbón 5440+/-60
L.7 35825 4220 4040
Mahgar De 4040 a De 4250 a
Gif-7683 Madera 5130+/-70
Dendera 2 3800 3700
Mahgar GrN- De 4040 a De 4050 a
Madera 5170+/-35
Dendera 2 22158 3955 3810
Mahgar GrN- De 4360 a De 4460 a
Carbón 5480+/-50
Dendera 2 22159 4250 4220
Mahgar GrN- De 4360 a De 4450 a
Carbón 5480+/-40
Dendera 2 22160 4250 4240
Mahgar De 3990 a De 4250 a
Lv-1312 Carbón 5110+/-90
Dendera 2 3790 3650

74
Cuadro 3: Fechas absolutas obtenidas en el Yacimiento de Mahgar Dendera
(Hendrickx y Midant-Reynes, 2001)

Fecha Cal. Fecha Cal.


Ref.
Yacimiento Material Fecha BP BC BC
Laboratorio.
1σ 2σ
4220 (0,01)
3990 (0,52) 4200
Mahgar 5130+/- 3900 4140 (0,01)
Gif-7683 Madera
Dendera 2 70 3880 (0,48) 4120
3800 4090 (0,98)
3760
4035 (0,09) 4080 (0,89)
Mahgar 5170+/- 4025 3930
GrN-22158 Madera
Dendera 2 35 3995 (0,91) 3860 (0,11)
3950 3810
Mahgar 5480+/- 4360 (1,00) 4460 (1,00)
GrN-22159 Carbón
Dendera 2 50 4250 4230
4360 (0,59) 4450 (0,07)
Mahgar 5480+/- 4320 4420
GrN-22160 Carbón
Dendera 2 40 4290 (0,41) 4400 (0,93)
4250 4230
Mahgar 5110+/- 3990 (1,00) 4250 (1,00)
Lv-1312 Carbón
Dendera 2 90 3790 3700

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