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“dentro de cien años, pensé llegando a la puerta de mi casa, las mujeres habrán dejado de
ser el sexo protegido. Lógicamente, tomarán parte en todas las actividades y esfuerzos que
antes les eran prohibidos”
Virginia Wolf
La frase acuñada por la autora, “mujer no se nace se llega a serlo” , pone en debate
la afirmación de Freud, que la anatomía es destino, y abre camino para la indagación de la
compleja relación entre sociedad, cultura y sexualidad, también para pensar la subjetividad
y la identidad, como construcciones históricas situadas.
Va a ser Kate Millet, a fines de los sesenta, en Estados Unidos quien en su obra
Política sexual, defina al género desde una perspectiva basada en las relaciones de poder
entre sexos en la sociedad.
En esa década, surgen los primeros análisis desde la perspectiva estructuralista como
los de Pierre Bourdieu, donde enuncia la categoría de violencia simbólica ejercida sobre el
terreno de la representación, los/las dominadas no contarán con elementos críticos para
poder hacer frente a su propia opresión.
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Congreso feministas: en Argentina en 1910; en Mérida, México en 1916; en Bolivia en 1936; el
Primer congreso interamericano de mujeres en Guatemala en 1947.
El desarrollo del concepto de género tuvo lugar en Estados Unidos, mientras que en
Europa, bajo la influencia de Jacques Lacan, va a acuñar principalmente otro concepto, el de
diferencia sexual.
Joan Scott (1990; 265) advierte que quienes quisieran codificar los significados de las
palabras librarán una batalla perdida, porque las palabras, como las ideas y las cosas que
están destinadas a significar, tienen historia.
Para el idioma inglés gender da cuenta del sexo femenino, masculino y a su vez tiene
un uso neutro. Para el castellano género no posee la misma traducción, tiene varias
acepciones: se refieren a clasificaciones de femenino y masculino y a telas (sedas,
algodones, etc.). Como el uso del término género en nuestro idioma lleva siempre una
connotación clasificatoria y no sexual, al ser utilizado como categoría analítica es necesario
que sea precisado.
Volviendo a de Lauretis, la autora deposita confianza en el imaginario popular, al que
califica como sabiduría, a través de la cual se sabe que el género no es el sexo, un estado
natural, sino la representación que cada individuo realiza en términos de una relación social
particular que pre – existe al individuo y es predicada en la oposición conceptual y rígida
(estructural) de dos sexos biológicos.
Haré referencia, de manera sintética y sin pretender agotar los postulados teóricos, a las
siguientes formulaciones:
2.d) Las teorías psicoanalíticas: 2.b.i) las teorías relaciones objeto; 2.b.ii) la escuela francesa
pos – estructuralista.
Uno de los enfoques utilizados durante los 70 del siglo pasado, para explicar la
subordinación de las mujeres y la necesidad de dominación de los hombres, fue el de
patriarcado. Un concepto a través del cual no se pudo construir un análisis histórico de la
subordinación señalada, ya que, como indica De Barbieris (1993; 3) no habría cambiado en
esencia, sino en apariencia, el orden existente en las sociedades arcaicas bíblicas. Tampoco
explicaron las teóricas feministas, cómo funcionaba ese sistema que, supuestamente, se
encontraba en toda organización social.
Podemos clasificarlas en dos las hipótesis planteadas desde el feminismo radical:
ii - Las que sostenían, como Juliet Mitchell, que se producía una apropiación de la
sexualidad de las mujeres de manera similar a la apropiación del trabajo en el
capitalismo. La toma de conciencia, por parte de las mujeres, las conduciría a la acción
política.
Si bien introdujeron la idea de una realidad social de base sexual, recalcaron que las
transformaciones sociales se darían a partir de las relaciones económicas de producción.
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Nueva Izquierda o New Left fue un movimiento estadounidense de la década de los sesenta que en sus
primeros años tenía un cariz antiestatista muy afín al s ocialismo libertario y que, luego al recibir otras
influencias, fue variando en su postura. Dejó una huella que hasta el día de hoy se siente en varios sectores de
la sociedad norteamericana. Se le considera más o menos cercano al m ovimiento del 68 europeo.
Según Joan Scott (1990; 277), Jessica Benjamin admite la existencia de un vínculo
entre sociedad y estructura psíquica pero deja intacta la teoría que se basa en relaciones de
producción.
Para el desarrollo de su teoría parte de analizar las obras de Lévi Strauss y Freud ya
que considera que allí puede encontrar desarrollado el sistema de relaciones por el cual las
mujeres se convierten en presa de los hombres.
Para Rubin una mujer es una mujer. Sólo se convierte en doméstica, esposa,
mercancía, conejito de Playboy, prostituta o dictáfono humano en determinadas relaciones.
Confía en que analizando las causas de opresión de las mujeres se puede llegar a una
sociedad sin jerarquías por Géneros.
Para Teresita De Barbieri (1993; 5), los sistemas sexo – género son (…) el objeto de
estudio más amplio para comprender y explicar el par subordinación femenina – dominación
masculina.
Para Scott (1990) ninguna de las dos teorías es completamente operativa.
Otra crítica radica en que se presenta la relación mujer – hombre entendida como
una relación binaria y universal.
A partir de los años noventa, por efecto del constructivismo radical reinante en el
pensamiento postmoderno, el concepto de género tiende a diluir y reemplazar el de sexo.
Monique Wittig es pionera de esta corriente con su artículo La pensée straight, publicado en
1980 en la revista Questions Féministes,.
Para Wittig, la lesbiana no es una mujer, puesto que mujer es una categoría relacional
resultante de la heterosexualidad obligatoria. La lesbiana, es una cimarrona, aludiendo a los
esclavos que huían de las plantaciones del Caribe. Se iniciaba, así, una teorización
radicalmente constructivista centrada en la sexualidad que conectará con el saber-poder
disciplinario foucaultiano (Puleo,2013).
Judith Butler, en la década del 90, escribe El género en disputa, uno de los libros más
influyentes del pensamiento contemporáneo. Sus trabajos han contribuido a construir lo
que hoy se conoce como Teoría Queer y tuvieron un papel fundacional en el desarrollo del
movimiento queer.
Señalará la autora que lo que llegamos a ser es nuestro género y no nuestro cuerpo. El
cuerpo es experimentado como un modo de llegar a ser (…) al escenario del sexo y del
género (…) Ser es elegirnos (1990; 305 - 307).
Butler rompe con la dualidad del sexo, con la idea de un “sexo natural” organizado
en base a dos posiciones opuestas y complementarias, que las interpreta como un
dispositivo mediante el cual el Género se ha estabilizado dentro de la matriz heterosexual
que caracteriza a nuestras sociedades.
Alejandra Ciriza (2007; 27) dirá en relación a Butler que la descorporización, incluso
la disolución extrema que expresa su propuesta, conlleva una suerte de idealismo
semioticista de nuevo cuño que continúa una larga tradición occidental de renegación de la
materialidad y el cuerpo.
Seyla Benhabib, filósofa de origen turco que realiza sus estudios en Estados Unidos, plantea
que la cultura siempre ha sido un indicador de la diferencia social y si bien no centra sus
estudios en el género sino en la cultura, estudia el tema género a partir de la cultura, del
análisis de la construcción de la identidad y la ciudadanía de minorías étnicas insertas en
culturas dominantes.
Gayatri Spivak, originaria de la India, realizó sus estudios en Estados Unidos donde escribió,
¿Puede hablar el subalterno?, que la convirtió en una de las principales representantes de la
teoría poscolonial, corriente que se desarrolló en los estudios literarios a partir de mediados
de los años 80. En su obra concluye que “el subalterno no puede hablar. No existe mérito
alguno en las listas de lavandería globales, donde ‘la mujer’ figura como una prenda
piadosa. La mujer intelectual tiene, como intelectual, una tarea circunscripta que no puede
rechazar con una rúbrica”.
Las preguntas que en el libro citado, efectúa Rita Segato[5]: “¿por dónde se abren
las brechas que avanzan, hoy, desarticulando la colonialidad del poder, y cómo hablar de
ellas?¿qué papel tienen las relaciones de género en este proceso?” son centrales para poder
indagar las estructuras que sostienen el patriarcado en nuestra región.
Luego de este sintético recorrido a través del cual nos propusimos dar cuenta del debate en
torno al concepto de género y que pretende animarlas y animarlos a profundizar las
lecturas, proponemos, sin pretender concluir con el mismo, definir género siguiendo a Joan
Scott, y enriquecer su planteo con las precisiones de Marta Lamas y Rita Segato.
Lamas, por su parte, sostiene que las características de una cultura es su naturaleza
simbólica que entreteje un conocimiento tácito sin el cual no hay interacción social ordenada
y rutinaria, con la que las personas comparten significados no verbalizados ni explicitados
que toman por verdades dadas.
El género se presenta como una dimensión que atraviesa toda la trama social, se
basa en las asimetrías de poder entre sexos, se presenta en el sistema patriarcal donde los
varones (heterosexuales, blancos, propietarios) han sido los dominantes y donde el discurso
preponderante acerca de los sexos es dual y heteronormativo. Es preciso comprender esto
para poder analizar la violencia contra mujeres.
Para Segato, las relaciones de género son, a pesar de su tipificación como “tema
particular” en el discurso sociológico, antropológico y comunicacional, una escena ubicua y
omnipresente de toda vida social.
Avanzar en los estudios de género desde un pensamiento situado, como plantean las
autoras poscolonialistas, que construya una memoria inclusiva que dé cuenta de la
complejidad de los entramados sociales y de las múltiples formas de vivir los géneros
sexuados condicionados por la raza y la clase, nos permitirá contar con una herramienta
analítica fundamental para comprender los mitos, prejuicios y estereotipos impregnados en
las disciplinas y en las prácticas profesionales.
Bibliografía
Ciriza, Alejandra. 2007. Apuntes para una crítica feminista de los atolladeros del género. En:
estudios de filosofía, práctica e historia de las ideas. Año 8 Nº 9. Mendoza.
De Lauretis, Teresita. 1989. La tecnología del género. Traducción Bach y Roulet. Film and
fiction. Macmillan Press. Londres.
Hartmann, Heidi. 1987. El infeliz matrimonio entre marxismo y feminismo. Cuadernos del
Sur Nº 5. Argentina.
Rubin, Gayle. 1975. El tráfico de mujeres. Notas sobre la economía política del sexo.Rcview
Press, Nueva York.
Scott, Joan. 1990. El género, una categoría útil para el análisis histórico. Traducción: Eugenio
y Marta Portela. Ed Alfonso el magnánimo. Valencia, España.
Spivak, Gayatri. 2011. ¿Puede hablar el subalterno?. Traducción de José Amícola. El cuenco
de plata. Buenos Aires. Argentina.
[1] La denominación de “Primera ola” hace referencia al movimiento sufragista que luchó
por la conquista de los derechos civiles (el derecho de las mujeres al voto) y laborales (igual
trabajo, igual remuneración), tuvo lugar a fines del siglo XIX.
[2] Mª José Sanchez y Alicia Reigada, "Revisitar la comunicación desde la crítica feminista.
Notas introductorias", en Crítica feminista y comunicación, coords. Mª José Sanchez y Alicia
Reigada, 136-148 (Sevilla: Comunicación Social: 2007).
[3] American Heritage Dictionary of the English Language.
[4] En este caso particular me refiero a normas sociales.
[5] Pág17