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Cabe aquí entonces hablar de algo más grande que el inconsciente mismo, que es
la dinámica y el aparato del que forma parte, que Freud denominó aparato
psíquico. A este aparato lo constituyen dos grandes provincias, o regiones, que
son el consciente y el inconsciente; y a su vez, hay tres instancias, el Ello, el
Superyó, y el Yo. En el aparato psíquico actúan fuerzas y pulsiones que lo
orientan a satisfacer los deseos, o a reprimirlos, de lo primero se encarga el Ello, y
de lo último el Superyó. Quien queda como instancia reguladora de ambas
fuerzas, es el Yo.
Dentro del mismo aparato psíquico quedan contenidas también normas de orden
moral, que nos hacen vivir de acuerdo a los acuerdos sociales, y a las que el yo
decide o no apegarse. Estás normas de orden moral representan en un principio
las enseñanzas directas de los padres, y las prohibiciones y represiones que se
nos imponen desde la primer infancia. El superyó es la instancia que
constantemente busca reprimir al individuo a partir de dichas enseñanzas, que
representan a su vez las características de convivencia y comportamiento de la
sociedad en la que vive y se desarrolla.