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EL CRITEKIO MÉDICO

oisa-.Aa.TO oi^iorA.3v.

DEL HOSPITAL HOMEOPÁTICO DE SAN JOSÉ


DEL INSTITUTO HOMEOPÁTICO

Y DE LA SOCIEDAD HAHNEMANNIANA MATRITENSE

romo XXVIII. Madrid 30 de Septiembre de 1887. Núm. 9,

SECCIÓN DOCTRINAL

LA ACCIÓN MEDICAMENTOSA'
PÜB EL DOCTOR JOHN CLAEKE, DE LONDRES.
Lo primero que nos impresiona, cuando pensamos en la acción
(le los medicamentos, es lo poco ó nada que sabemos acerca de su
modo íntimo de obrar. Nos es sabido que cuando introducimos en
nuestro organismo una determinada sustancia, se producen cier-
to género de efectos y no otros, y conociendo sus resultados por
lo que vemos, llamamos al medicamento « excitante » ó « depri-
mente » de este ó aquel órgano, calificándolos sólo por sus fe-
nómenos, pero no por su acción esencial que no conocemos.
Pero estos nombres son meros estorbos y estamos mejor sin ellos.
Cuando vemos que Opium causa sueño y entorpece todas las se-
creciones, excepto la de la piel, esto nos es perfectamente inteligi-
ble ; pero cuando decimos que es narcótico ó un estimulante de la
piel y deprimente de todos los demás órganos secretores, resulta
que decimos la misma cosa en un lenguaje más difícil de entender.
Hemos introducido un sinnúmero de palabras que aparentan más
de lo que son y muy á propósito para engañar á los que las usan
y á los que las oyen. Cómo produce sueño el opio, no lo sabemos,
por la misma razón que ignoramos lo que el sueño es. Llamar

1 Leído ante la Sociedad Homeopática Británica el 2 de Junio de 1887.


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narcótico al opio, tampoco ayuda á explicar su acción. M. Thotnas
Diafoirus, en la comedia de Moliere, da, en efecto, la única res-
puesta que podia darse á sus maestros cuando le preguntaban
por qué opio produce sueíio. — Quare est Í7i eo virtus dormitiva.
— Porque hay en él un poder para producir el sueño. La respues-
ta es para reírse, pero sin duda es una explicación. Si hubiera
dicho — «porque es un narcótico»—nadie se hubiera reido, pues
habría parecido una contestación científica, y, sin embargo, es
aun más ridicula respuesta, pues no explica más que la otra, la
razón del por qué hace dormir el opio, pero tiene un aspecto más
científico y engaña más.
La verdadera ciencia es siempre investigadora de las causas de
las cosas; no es bastante para ella admirar la belleza de los cielos,
sino conocer la causa de los movimientos de los cuerpos celestes;
no puede contentarse con saber que una estrella difiere de otra en
brillo, debe también saber por qué. Y como resultado de estas
persistentes indagaciones tenemos hoy la ciencia de la astronomía,
edificada á fuerza de observación de fenómenos, y del razona-
miento sobre ellos mismos.
Ahora existe la misma tendencia entre los que estudian la cien-
cia de la medicina y la parte de ella que respecta á la acción de
los medicamentos. No es bastante conocer que opium produce sue-
ño ; es preciso saber por qué y cómo. Y es inevitable y justo que asi
sea. Que está lejos de ser posible obtener contestación á nuestras
preguntas, es ya otro asunto. Debemos proceder, sin embargo,
por el seguro sendero de la ciencia y buscar.
Volvamos á nuestro ejemplo. El astrónomo de hoj', por razón
de las investigaciones de sus predecesores, puede trazar el curso
de los astros, pesarlos, medir sus distancias y aun decir de qué
se componen. Empero, aun cuándo ha conseguido esto, hay algo
aun que no puede dilucidar. Infiere que hay una fuerza que man-
tiepe á todos los astros en sus órbitas y los impele en ellas, pero
no puede decir qué fuerza es; puede medir sus efectos y conocer-
la por éstos, pero nada sabe de su esencia. Debe contentarse con
registrar fenómenos y permanecer ig-norante de lo que son. Cuan-
do quiere dar nombre á esa fuerza la llama gravitación, y se en-
gaña á sí mismo, pues nada añade con esa palabra á sus ante-
— 269 —

riores conocimientos, haciendo en esto como los médicos que ¿reen


explicar la acción de ün medicamento cuando dicen que causa
«estimulación». La palabra «estimulación», como la de «g^ravi-
tación», representa ciertos fenómenos, pero no explica nada délo
que son" las fuerzas de que son efecto.
En todas las investigaciones científicas es preciso tener ante
nosotros claramente los limites dentro de los que se encierra nues-
tra investigación, sabiendo en qué direcciones es imposible el pro-
greso. Debemos proceder sobre seguro; conocer la naturaleza de
los materiales con que trabajamos y lo que obtendremos de ellos.
En una investigación sobre la acción de los medicamentos hay
algunos puntos importantes que recordar sobre el particular.
Tenemos dos factores: la substancia medicamentosa por un lado;
el organismo por otro. Permítasenos preguntar en primer lugar:
¿hay alguna cosa en un medicamento—mineral ó vegetal — que
pueda conducirnos á suponerle capaz de obrar, sea tóxica ó medi-
cinalmente, sobre el ser humano? ¿Hay algo en sus propiedades
físicas ó botánicas que nos haga inferir tenga relación con la fi-
siología del hombre? Nada absolutamente. Es un hecho proba-
do por la experiencia—y que no podía probarse de otro modo —
que hay una relación entre las plantas y minerales y el organis-
mo humano. Porque es así, no podemos saberlo y pudiera ser
fútil inquirirlo. Tomemos el hecho como base de nuestra in-
dagación.
Sabemos, pues, que hay una relación entre los medicamentos
•y el organismo: el por qué de ello debemos abandonarlo: el pi;©-
greso es estéril en esa dirección. Preguntemos en cambio: ¿cómo?
¿Cómo hacen los medicamentos para afectar al organismo?
Antes aun de contestar, debemos aclarar qué entendemos por
cómo. « Cómo «puede ser dos cosas, en qué manera en cuanto á
los efectos y en cuanto á la acción.
El primer « cómo » — ¿qué efectos producen los medicamentos
sobre el organistoo?— no es de difícil contestación. Por la misma
experiencia que nos da á entender que existe relación entre ellos
• y la fisiología del hombre sabemos también qué efectos se produ-
cen cuando esa relación se entabla. Y no hay otro camino. Por
experiencia conocemos que Opium produce sueno y Belladona
— 260 —

delirio, y sólo por experiencia conocemos el poder especial de cada


medicamento sobre el organismo. En esta relación cada drogti
tiene un carácter propio y la suma de sus efectos observados cons-
tituye su propia fotografía. De ese modo respondemos al primer
cómo. ¿Cómo afectan los medicamentos al organismo? Producen
cuando se administran ciertos efectos y la suma de los observados
después de la administración de cada medicamento constituye el
carácter distintivo de aquel observado.
Pero ¿qué diremos respecto al segundo cómof
: ¿Cómo producen los medicamentos sus efectos "Caracteristicos?
Aqui nos vemos obligados á ir despacio. Estamos tratando de seres
vivos y de tejidos vivos, y antes que podamos contestar tilosóflca-
mente á esa pregunta, se nos presenta esta otra: ¿qué es vida?
Todos conocemos que no ha tenido aún respuesta esta pregunta,
no por falta de ellas ni de definiciones, pero ninguna satisfacto-
ria. En Fisiología como en Astronomía podemos ir hasta cierto
punto, podemos registrar fenómenos, y después de una serie otra;
pero llega antes de mucho un término en que no'se puede ir más
allá. Podemos inferir que existe una fuerza de gravedad, pero no
decir que es en su esencia; y podemos inferir que existe la vida,
pero no lo que es. Y podemos estar satisfechos de conocer sus fe-
nómenos.
No íiiego que la fisiologia da cierto género de explicaciones.
J,a palidez y el rubor son debidos á la dilatación y contracción de
los pequeños vasos sanguíneos, y esto debido á la contracción ó re-
lajación de los elementos musculares de sus paredes ó al aumento
ó decrecimiento de la acción cardiaca, y á su vez esto puede ser de-
bido á impresiones hechas por diferentes emociones sobre el cere-
bro. Pero no tardaríamos mucho en encontrar un obstáculo insu-
perable. ¿Cuál es la naturaleza de la impresión que produce la
relajación de los capilares? No podemos decirlo. Podemos, sí, lla-
marla relajante ó deprimente, pero estas palabras no dan infor-
mación mayor; recuerdan los fenómenos, pero no los explican.
Porque un sentimiento de vergüenza produce una serie de fenó-
menos, y un sentimiento de miedo otros diferentes. Nada sabemos
de ello y nada aprenderíamos dando á todo diferentes nombres.
En cambio deducimos que dentro de todos los fenómenos hay un
— 261 ^
algo invisible, intangible, imponderable, que podemos por con-
veniencia llamar fuerza ó vida, sin que sepamos qué son esta
fuerza 6 vida, sino en cuanto se manifiestan en sus efectos á nues-
tros sentidos.
Hay diferencias entre un amibo y un glóbulo blanco de la san-
gre cuando cesan de responder á las influencias exteriores y en el
momento antes. Podemos añadir que esta diferencia no es física,
ni química, ni biológica. Todo lo que podemos decir es cuándo
está vivo y cuándo muerto. Algo se ha ido de allí, y ese algo es
lo que llamamos vida, porque de ésta sólo conocemos sus fe-
nómenos.
De todo esto se sigue que en la investigación de la acción de
los medicamentos, la cual atañe 4 las particulares energías de
los medicamentos en relación con el organismo, debemos con-
tentarnos con limitar nuestra indagación á los efectos producidos
por dichas drogas sobre los fenómenos de la vida. Nosotros no po-
demos realmente «explanar» la acción intima de las substancias
hasta que no tengamos explanada la esencia intima de la vida,
pues es la acción y reacción del medicamento y del organismo la
que produce el fenómeno. Aquí encontramos la característica de
los diferentes medicamentos descrita como en un espejo.
Para apreciar cuan poco conocemos de lo que la vida es, con-
templemos por un momento la diferencia que existe entre las dos
ciencias de la Anatomía y la Fisiología; La primera es una ciencia
perfectamente bien definida: trata de la estructura del cuerpo hu-
mano, de sus relativas posiciones, tamaños, aspectos, etc., pero
guarda silencio respecto de la vida; estudia el cuerpo muerto y
los tejidos inanimados, y no toma conocimiento de los cambios
que se verifican en el cuerpo vivo. Muy rectamente se insiste en
las escuelas sobre la Anatomía como estudio de capital interés. De
ese modo es posible conocer el organismo; pero introducid el ele-
mento vida, y en el momento hay un maravilloso cambio: aquellos
tejidos y órganos que antes podíamos observar al detalle y des-
cribir con sus característicos ¡tienen ahora un nuevo elemento y
eluden á la directa observación. Todo está ahora cambiado. Verdad
es que podemos describir alguna serie de fenómenos, pero pronto
se nos presenta alguna barrera insuperable.
— 262 —
Al pasar de la lectura de uii libro de Anatomía á uno de Fisio-
logía, parece se pasa á un nuevo mundo. En una ciencia todo es
conocido, y la sola diferencia entre los escritores se refiere á una
mejor descripción de lo que es. En la otra no se puede dar un
paso sin que se suscite una cuestión irresoluble. Y todas estas
cuestiones se refieren á una sola y misma pregunta: ¿ qué es la
vida?
Todas las interminables disputas entre los fisiólogos provienen
de las diferentes respuestas que cada uno da á esa pregunta. Por
mi parte no veo que pueda ser contestada. No lo será ciertamente
tampoco por los métodos ahora favoritos; mutilación de los anima-
les vivos, que sólo da por resultado el descubrimiento de algún
«centro» de alguna cosa sin existencia objetiva, y que sólo sirven
para fundamento de teorías é hipótesis. Si los fisiólogos se con-
tentaran con establecer hechos definitivamente conocidos en sus
propias relaciones, que sirvieran como señales para marcar en
donde falla nuestro conocimiento, la Fisiología no sería el limbo
de teorías en conñicto que hoy la constituyen. Un día es el Ar-
chams de Van-Helmont el que prevalece; otro es el «hombre in-
terno ú oculto , espiritual ó nervioso,que gobierna la máquina
total» deBoerhaave; más tarde la «irritabilidad» de Haller, otras
veces la « excitación del sistema nervioso» con Cullen, luego la
«excitabilidad» de Brown, revelando todas estas teorías que hay
algo desconocido en los fenómenos de la naturaleza que no pode-
mos conocer y sí sólo observar.
No es fácil,que nosotros podamos ¡¡rofundizar todos los miste-,
ríos de nuestro ser. Vivimos en un mundo de apariencias, y si
nos fuera fácil penetrar en el secreto de las fuerzas, podría hacerse
la obra de la vida más difícil en vez de más fácil. Aunque cono-
cemos hoy que la tierra gira alrededor del sol y no á la inversa,
todavía hablamos de naciente y poniente, y pasa como si el sol
saliera y se pusiera como nuestros antepasados creyeron. Así, me
parece á mí que, aunque supiéramos el secreto de la vida, no había
de desaparecer la enfermedad.
Traducido por el \>\i. V\n\\.\.K.
(Se continuará.)
- 263 —

ESTUDIO DE LOS MEDICAMENTOS UTERINOS


Y DE SU- A P L I C A C I Ó N TERAPÉUTICA
POfR EL DOCTOR A. C H A R G K .

lodium.
(Yodo.)

Coindet de Ginebra, cuyo nombre es inseparable de la historia


del yodo, refiere en sus Memorias que ha «utobocios que, lejos
de reblandecerse bajo la acción del yodo, se endurecían y llegaban
á ser ligeramente dolorosos al aumentar de voltimen. Pues bien;
Coindet ha demostrado en su generación que el bocio era curado
por el yodo. Si hubiese sabido comprender el hecho enunciado y
del que habla sido testigo irrefutable, Coindet sería en antigüe-
dad el primer médico homeópata de Genova, antes de Peschier,
Dufresne, antes de Chiut, ete.
Desgraciadamente para él y para sus enfermos, Coindet no sa-
bia la relación de homeopaticidad que existia entre el bocio y, el
yodo, y las consecuencias legitimas del hecho pasaron desaperci-
bidas. Pero Coindet es acreedor á nuestro reconocimiento, porque
en sus estudios nos ha dado testimonios que pueden servir para la
edificación de la patogenesia de este medicamento.
El yodo, dice Coindet en su segunda Memoria, ejerce directa-
mente su acción sobre el sistema reproductor, y ante todo sobre
el útero, y es verdad; el tiempo ha probado que Coindet tenia
razón, y nuestra escuela ha sabido sacar partido de esta acción
directa para remediar las afecciones del sistema reproductor, y
sobre todo del útero, como igualmente le recomendamos con éxito
contra el aumento notable y sostenido del apetito ( Coindet,'
cod. loe).
La Homeopatía es tan antigua como el mundo: no es obra *de
los hombres, y éstos nada pueden contra ella. Dios la ha querido
desde el principio, y su bondad es el don de su perfección.
La Homeopatía ha visto su ley promulgada y formulada por
Hahnemann, y ésta ha sido la recompensa á su tenacidad de que-
_. 264 —
rer ser útil á sus semejantes y la prueba de su genio; pero wu
origen no se lo debe á Hahnemann: en todos tiempos ha revelado
su virtualidad con hechos observados por los mejores espíritus;
hoy está llena de vida, con sus hospitales y dispensarios, enfren-
te, de la conspiración del silencio y del desdén que el orgullo de
los sabios ha imag-inado para ahof>-arla; á pesar de todas las opo-
siciones, no hay en el mundo un solo rincón donde no sea predi-
cada como la verdad; mañana se impondrá para y contra todo.
El yodo impresiona el sistema nervioso de la vida de relación.
Es preciso tenerle en cuenta en la mujer. — En una señora muy
irritable que habla experimentado los accidentes histéricos más
variados, y que desde su juventud estaba sujeta á espasmos here-
ditarios, una dosiffde 3 á 4 gotas de tintura de yodo disminuyeron
los temblores, los sudores fríos, los deseos do vomitar y la rapi-
dez extrema de todos los movimientos; accidentes todos semejan-
tes á los que caracterizan sus accidentes histéricos.
Después de una cierta cantidad de tintura de yodo, sintió
agitación, calor extremo, palpitaciones, pulso muy frecuente;
boca pastosa, eructos violentos y sostenidos; diarrea abundante y
sed inextinguible; temblores, enflaquecimiento, y algunas veces
desfallecimientos. Estos síntomas continuaron sin interrupción
con una ligera disminución durante cinco semanas, al cabo de las
cuales la enferma murió súbitamente después de haber dado un
grito. Nada de autopsia. ¿ Pero se quieren saber las lesiones pro-
fundas que el yodo es capaz de producir? El escalpelo lo ha puesto
al descubierto: después del uso abusivo del yodo, intestinos infla-
dos, muy flogosados en ciertos sitios y presentando en otros el
tinte que precede al esfacelo; ofreciendo el estómago al exterior,
en los dos tercios de su pequeña corvadura, una excoriación del
grandor de dos pulgadas cuadradas; en el interior rubicundez ge-
neral , cerca del piloro, ulceración profunda, hígado más volumi-
noso y más pálido.
¡ Aviso á los pintores de amarillo! O el yodo no es absorbido, lo
que sucede con frecuencia, y entonces es inútil, ó es absorbido, y
en este caso hay razón para temer los tristes efectos de su abuso.
Y no es solamente con el uso abusivo del yodo con el que pueden
sobrevenir graves desórdenes: basta la introducción del yodo en la
— 265 —
economía por la aplicaqión externa. El Dr. J. Simón, médico del
Hospital de niños de París, habiendo tenido que asistir niños afec-
tados de tina, y siendo tratados con aplicaciones sobre la cabeza
de tintura de yodo, mezclada con partes iguales de g-licerina, notó
en las orinas de estos niños yodo y albúmina. Repitió la misma
aplicación yodada sobre otros niños, y siempre observó el mismo
"hecho, es decir, una albuminuria.
DuJARDiN BEAUMETZ.—El yodo y los yoduros tienen una acción
directa sobre los ríñones, se elimina por estos órganos y puede
provocar una verdadera albuminuria.
El yodo licúa la sangre, lo que es un peligro más para las per-
sonas que le emplean en dosis masivas; pero lo que motiva aún
más su papel en la terapéutica uterina, es su acción sobre los sis-
temas linfático y g-landular, y más especialmente sobre los pechos,
ovarios y el útero.
Síntomas generales. — Irritabilidad insoportable, humor tímido
é inquieto, palidez del semblante, fisonomía sin expresión, ojos
tiernos y hundidos, debilidad muscular, enflaquecimiento rápido,
y al mismo tiempo bulimia, hambre insaciable. Coindet ha estado
cortés cuando dijo: aumen¿o notable y sostenido del apetito; es
máp qne esto, come siempre. Palpitaciones de corazón violentas y
que á cada movimiento aumentan; disminución de los pechos,
que han perdido su elasticidad; pulso pequeño, débil, y á veces
intermitente.
Síntomas, locales, — Congestión, hinchazón é induración del
útero y de los ovarios.
Tumefacción de la región de los ovarios, con presión de arriba
abajo sobre las partes genitales.
Dolor presivo, profundo, como una cuña que se introdujese
desde el ovario derecho al útero.
Irregularidad en las épocas menstruales, muy adelantadas ó
muy retrasadas; algunas veces sumamente abundantes, con do-
lores agudos en los pechos, que están blandos y arrugados.
Hemorragia uterina, que se renueva á cada deposición; leuco-
rrea acre corrosiva, y que es más abundante cuando la época
menstrual.
Nudosidades del grosor de una avellana en el es})esor de la piel
— 26(; —
de los pechos; estas nudosidades pueden presentar en su vértice
puntos rojos y secos. , , v
Hinchazones edematosas en diversas partes del cuerpo y en los,
grandes labios.
Sintomas concomitantes. — Dolores (Je cabeza congestivos , con
sentimiento de plenitud y sensación, como si los brazos se encon-
trasen paralizados, sobre todo ¿n personas de edad avanzada.
Vista oscurecida, como si una tela hubiese delante de los ojo.';;
éstos están más saltones; dolor punzante y escociente en los ojos;
tirantez continua, desgarrante, de arrancamiento alrededor del
ojo derecho"; irradiante desde el ángulo interno de los párpados,
hasta la articulación temporomaxilar; temblor de los párpados;
dilatación de la pupila, con constante movimiento del globo del
ojo; hinchazón edematosa de los párpados; oftalmía escrofulosa;
dureza de oído; ruido en los oídos.
Sequedad de la nariz,! con pérdida del olfato, — Coriza seco
dentro de la casa, fluente fuera. — Flujo fétido por la nariz, que
está dolorida é hinchada. — Ocena sifilítico y escrofuloso.
Afecciones escorbúticas de las encías, que están doloridas al
tacto y sangran con facilidad.
Faringitis glandular, con extensión de la inflamación hastij, la
trompa de Eustaquio, y sordera.
Vómitos frecuentes. — Ingurgitaciones crónicas del hígado, —
Glándulas mesentéricas infartadas é induradas. — Deposiciones
arcillosas: inseparable en estos casos de Oalc. cari.
Tensión y constricción en la laringe, con espasmos de la gar-
ganta y ronquera. — Extinción de la voz. —Laringitis crónica,
con expectoración de moco transparente, mezclado con estrías
sanguinolentas. — Tisis laríngea^
Bronquitis crónica. — Fiebre héctica. — Dolores en el pecho.—
Respiración acelerada. , ,
Dolores osteócopos nocturnos en los brazos y en las piernas. -^
Calambres. —Dolores e'rráticos en las articulaciones. — Temblore.s
en los miembros, estremecimientos musculares convulsivos. —
Sobresaltos de tendones.
Orina muy coloreada, rara. — Incontinencia de orina en las
mujeres de avanzada edad.
— 267 —
Clínica. — Ante todo diré que las mujeres que en su infancia
han tenido con frecuencia infartos g^landulares en el cuello ó en
otras partes' de su cuerpo, son las mejor dispuestas á la acción cu-
rativa del yodo.
La disposición especial de la economía que ha presidido al des-
envolvimiento de estos infartos, subsiste casi siempre, y nos da
una indicación positiva.
Omritis, metritis crónica. — Lqs casos particulares donde la
acción benéfica del yodo se ha mostrado más eficaz, ofrecen los
caracteres distintivos que siguen: dolor profundo, de presión, como
si una cuña se introdujese por el ovario derecho y, dirigiéndose
por el útero, llegase al ovario izquierdo. — Cronicidad.—-Los
paroxismos empezaban por un escalofrío y se terminaban por la
fiebre. — Los .dolores son agravados durante las reglas. — En-
flaquecimiento ; los pechos tienden á desaparecer. — Los ovarios
de ambos lados parecen deban ser afectados por el yodo. — Insen-
sibilidad á la presión. — Los dolores se reavivan antes, durante y
después de la deposición.—Alivio por el movimiento y la comida.
Reglas adelantadas y nmy abundantes de sangre pálida y acuo-
sa, con gran postración y enflaquecimiento. — Apetito voraz, de-
bilidad grande, y sobre todo de las piernas. — Después, de las re-
glas aumento de Jas palpitaciones de corazón, y leucorrea más
abundante.
Amenorrea, sobre todo en la edad de la pubertad, después de
haber tenido en época anterior infartos glandulares y predisposi-
ción á la tuberculosis. — Anhelación extrema al subir las escale-
ras. — La cara se halla roja ó pálida, alternativamente.
Dismenorrea, con gran sensibilidad en la región del ovario de-
recho, debilidad al subir las escaleras y aumento del flujo durante
y después de la deposición.
Leucorrea acre, excoriante, con hinchazón y dureza del cuello,
al mismo tiempo que el cuerpo del útero participa del infa,rto; an-
tecedentes escrofulosos, decaimiento profundo y palidez excesiva;
digestión muy penosa y acompañada de tirantez al estómago.—
Bocios.
Atrofia y flacidez de los pechos. Dolores reflejos de uu punto
inflamatorio en el aparato uterino. — Bocio.
— 2(i8 —
Hering" dfi el consejo de no dar el yodo sino es en alta dilución
á las mujeres de parto.
No hay edad preferida para el yodo. Las jóvenes y las ancianas
están igualmente bajo su dominio. Diátesis escrofulosas y tejidos
adiposos abundantes en las primeras, y catarros en las últimas.
Traducido por el DR. PELLICEK (hijo).
(Se continuará.)

SECCIÓN VARIA ^
, LA ELECTRO-HOMEOPATÍA

Mattey. - Ponzio. — Sauter.


üontesiación á Ashaverus.
Sr. Director de EL CKITEKIO MÉDICO:
En el ni'im. 8." del periódico que dirigís tan hábilmente, corres-
pondiente al 31 de Agosto próximo pasado, he leído casualmente
un artículo titulado Z<¡; eledro-homeopatia. Mattei/-Sauter-Pon^
zio, suscrito por Ashaverus, y que ha llamado mucho mi atención,
hasta el punto de sacarme de la inercia periodística en que me
tenían sumido otros asuntos y trabajos científicos diversos.
Permitidme, pues, Sr. Director, que entretenga á los lectores
de vuestro distinguido periódico dedicando algunas frases cientí-
fico-amistosas al ilustrado colaborador AsJiaverus, ú es que éstas
merecen ocupar un lugar en las columnas de vuestro periódico.
Ante todo hago mi protesta de que ni la pasión de sistema, ni
el amor inmoderado por la novedad, ni consideración alguna so-
cial , científica ó moral, me impulsan k defender, ni á combatir
método, sistema ó doctrina en medicina; en todos hallo algo que
ensena, en todos algo que es útil, y entre todos me auxilian mu-

1 Damos con gusto publicidad al siguionte artipulo, contestación al quo orí


el número anterior figuró con igual encabezamiento; pero rogamos álos seño-
res discrepantes no sean tan extensos argumentistas, pues el tamaño del pe-
riódico no lo consiento. Inútil es añadir que somos ajenos á. las opiniones par-:
ticulares de los firmantes.—LA PIHHCOIÓN.
— -itíí» —
chas veces para naveg-ar por el proceloso y revuelto mar de la
práctica médica. Así es que cuanto voy á decir es hijo legítimo de
un criterio- desapasionado y encarnado en una naturaleza que pro-
cura dejar á un lado las preoóupaciones y toda suerte de pasiones
sistemáticas, y que ni anhela ni busca otra cosa que dar la salud
al enfermo y evitar á la humanidad los males que la aflig-en por
medio de cuantos elementos puedan proporcionarle los remedios
conocidos ajustados á la razón, que de acuerdo camina con las leyes
naturales fisiológicas ó patológicas.
Si los principios filosóficos de la Homeopatía guían mis pasos
en la práctica, es porque en ellos encuentra mi razón un alimento
nutritivo y poderoso que la satisface por completo en sus aspira-
ciones; es porque aquellos agentes que en la práctica ordinaria,
que se llama Alopatía, veo que producen mejores resultados, son
precisamente los que en sus acciones fisiológicas se aproximan
más y en muchas ocasiones se identifican con los fundamentos
filosóficos de la Homeopatía; es porque en ellos se manifiesta una
vez más la ley fundamental, imperecedera, justa, exacta, del
similia simüibus curantur.
No es mi ánimo en este instante entrar en el estudio de estas
cosas qrie remontarían demasiado mi pensamiento y llevarían mis
ideas demasiado lejos. Quiero descender del olimpo de la filosofía
á la arena movediza de la práctica vulgar, y de lleno entrar á
departir con Ashaverue acerca del concepto que de la electro-ho-
meopatía nos ha dado á entender en su artículo crítico sarcástico
(permítame la frase) con que ha juzgado en breves palabras esa
práctica moderna.
Algo más, en mi concepto, merecía el juicio de la electro-ho-
meopatía como método ó como doctrina médica, que un artículo á
la ligera, que en último análisis viene á decirnos: primero, que
Mathey, Ponzio y Sauter son tres personas distintas y una sola
verdadera; segundo, que de las tres sólo Sauter, por intermedio
de un distinguido sacerdote, y, no de la ciencia, es quien ha in-
tentado elevar al rango de doctrina científica el empirismo de los
otros; tercero, que los tres adolecen del defecto de descubrir de-
masiado, el industrialismo ó el deseo de lucro y no el de gloria; y
cuarto, que los medicamentos complejos que preparan y que em-
— 270 —
plean producen efectos curativos, ])ero añade que éstos son debidos
á la acción dé uno sólo de los que constituyen la mezcla.
Se pronuncia en contra del secreto, no ya de las sustancias que
constituyen cada remedio, puesto que ellas se revelan por Genty
de Bonqueval en el sistema Sauter, sino contra el secreto en el
modo de preparación, y sin embarg-o, se da por enterado de él
asegurando qne no son más que mezclas de tinturas ó diluciones
de los medicamentos homeopáticos.
Censura á Genty de Bonqueval porque cree éste que existe cier-
ta semejanza entre la electricidad que todos conocemos y el fluido,
en virtud del cual supone que obran los remedios Sauter, y le
censura además porque equipara los actos de la nutrición orgánica
con los fenómenos de fermentación, y á fuer de partidario deci-
dido de las modernas teorías parasitarias exclama: Cuando se
sabe el papel de los microorganismos en las fermentaciones, ¡com-
pararlas con los actos de la nutrición intersticial...!
Pqí último, sienta como principio de la electro-homeopatia, el
que ésta parece consistir en que al dar los medicamentos reunidos
en ciertos grupos, es uno solo el que cura, porque la naturaleza
ha escogido por si misma el que le era necesario para su curación;
y en esto funda Ashaverus su convencimiento y su propia confe-
sión de la acción curativa de tales medicamentos.
He ahi á mi juicio los puntos principales que comprende el ar-
tículo en cuestión, y á ellos concretado, voy á manifestaros mi
opinión respecto de cada uno de esos extremos.
Que Mattey, Ponzio y Sauter sean tres personas distintas y una
sola verdadera, ó sean en realidad tres entidades que caminan por
senderos diferentes, es cuestión de poca monta y que merece poco
ocupar la atención de ninguno de nosotros: para mí Mattey es
en efecto empírico; Ponzio, sí no estoy equivocado y aun cuando
lo esté, también supondría poco, es médico y hermano de un far-
macéutico ; pero ni el libro del primero ni el del segundo han lla-
mado nunca mi atención, precisamente por lo mismo que los cen-
sura Ashaverus, es decir, por no descubrirse ni en el uno ni en e
otro la composición de los remedios, ni dar de sus acciones medi-
cinales razón alguna científica que valga la pena de tomarse en
consideración.
— 271 —
No sucede lo mismo con el libro, no de Sauter, sino del Padre
Genty deBonqueval, ¿distinguido médico...? No, dice Aslmverus,
sino sacerdote.
En efecto; con tal título se ostenta al frente de su obra; pero
vamos á cuentas, amigo Ashaverus, vuestro párrafo, que á este
detalle se refiere, envuelve una censura amarga, dura contra el
autor de un libro que realmente revela conocimientos médicos
poco comunes.
En primer lugar, el hecho de ser sacerdote, ó mejor dicho, de
ostentar de preferencia ese título el autor de un libro cualquiera,
no implica ni es condición indispensable para no poseer á la vez
el de médico, el de doctor en Medicina, y A veces el de doctor en
muchas otras Facultades; ciertamente que yo ignoro también si
posee tal título académico; pero lo que no ignoro, ni podéis igno-
rar tampoco después de haber leído la obra del P. Genty de Bon-
queval, es que, si no es médico porque no posee el título acadé-
mico, sabe y conoce de la ciencia médica, anatómica, fisiológica,
filosófica, patológica y terapéutica mucho, muchísimo más que
tantos y tantos como hay por el mundo que exhiben á cada paso
una grande hoja de papel muy bien impresa y llena de muchos
sellos, señas y contraseñas, en la cual se dice que aquel tal es
doctor 6 licenciado en Medicina, con lo cual, al parecer, tiene la
patente para hacer y decir cuantos dislates le vengan á las mien-
tes , sin que se le pueda tachar de imperito en la materia.
Así es, que si el P. Genty de Bonqueval no es médico porque
no tiene título, para mi es como si lo fuera, por cuanto que sabe
de Medicina.
« Pero antójasenos — dice Ashaverus — que se requería para la
obra un hombre de más práctica científica y que tuviese otra cla-
se de representación que la que ostenta el P. Genty. »
En primer lugar, no le consta al amigo Ashaverus el grado
mayor ó menor de práctica cientifica del P. Genty, domo á mí
tampoco me consta; pero tanto Ashaverus como yo podríamos su-
ponerla al leer algunos párrafos de su obra, en que parece que no
anda escaso de ella; y en cuanto á la representación que ostenta,
insisto en decir que el hábito no hace al monje, como dice el refrán
vulgar.
- 272 —
Mucho le mortifica á Ashaverus el carácter de mercantilismo,
y mercantilismo repugnante seg-ún él, que reviste, como las otras,
esta nueva electro-homeopatía; pero al propio tiempo no puede
menos de confesar, y confesar paladinamente, que el P. Genty se
defiende de ese cargo; si bien al hacer tal confesión procura des-
virtuarla , diciendo que intenta defenderse, es decir, que no se de-
fiende, ni logra nada, sino que,deja las cosas en tal estado de mis-
terio ; esto es lo que significan á mi entender las palabras de As-
haverus.
Y sin embargo, no es del todo exacta su apreciación; pues si
algo más que intentar no hiciera el P. Genty, ¿cómo habría podi-
do adivinar el amigo Ashaverus que entraban varios medicamen-
tos en la composición de cada uno de los electro-homeopáticos, ni
que había una fermentación por medio, ni un momento de ellos
aprovechable para la preparación, ni que esta fermentación se
equiparaba á los actos de la nutrición orgánica, cuyo punto toca-
ré después de paso, si no lo hubiera leído y comprendido así en
los capítulos del libro que nos ocupa?
Pues claro está que allí se dice; en efecto dice de qué se compo-
ne cada remedio, dice en una nota que se preparan por fermenta-
ción , pero lo que no dice es cómo se hace esa fermentación y cuál
sea el momento critico de aprovecharla; ahí está el secreto, secreto
perfectamente racional para que lo guarde el inventor de una ma-
nipulación de la cual quiere con razón obtener su provecho, sin
que por esto se deba calificar el hecho de mercantilismo ni de in-
dustrialismo , secreto que, por otra parte, no le hace gran falta
conocer al médico desde el momento en que conoce las sustancias
que entran en la composición de un remedio y las proporciones en
que se mezclan ó preparan, lo cual también allí se dice, y yo,
por mi parte, no encuentro censurable, repito, el que se oculte el
detalle íntimo de la preparación, pues ahí están si no ciertos pre-
parados vermicidas, como algún tenífugo muy conocido que cons-
tituye una preparación especial de un farmacéutico también muy
conocido de Madrid, y cuyo invento, ó m^jor dicho preparado, es
de seguros resultados para la expulsión de la Tenia; él dirá, su
autor, A cualquier médico que desee saberlo de qué se compone
aquel remedio; además de poder analizarle si es preciso, nos hará
— 273 —
conocer sus componentes, pero guardará para si las cantidades
precisas y el modo de preparación, pues de lo contrarío, por más
patentes de invención que consiguiera, serian estériles documentos
contra el verdadero mercantilismo, que es la concurrencia, la y
competencia y la lucha mercantil que, si favorecen al consumi-
dor, concluyen por matar la mercancía.
¿De qué sirve, en materias de esta especie, una patente de in-
vención, si allí en el recóndito albergue del hogar una vez conoci-
das las manipulaciones pueden fabricarse impunemente los reme-
dios con perjuicio de aquél que los inventó ó los descubrió? ¿Que-
dará por eso huérfana la ciencia de un (Jescubrimiento más, que
pueda utilizar, ni la doliente humanidad privada de un recurso
que la misma ciencia pueda aplicar en la ocasión y el momento
oportunos, siempre que ésta Conozca sustancias, proporciones y
acciones respectivas de cada una de aquéllas? Creo que no, y creo
qiie no hay fundamento bastante para censurar tan duramente el
nuevo método, sólo porque le falte un detalle de curiosidad cien-
tífica, más bien que de necesidad profesional. Y si me equivoco
en estA apreciación, dispensádmelo, Ashaverus; maS notad que
sólo me ocupo de la obra del P. Genty de Bonqueval, pues respecto
á las otras dos individualidades de vuestra trinidad, no tengo ar-
fTumento que aducir, ni tampoco intento buscarlo.
Tres puntos hay de más importancia científica qu€ todo esto en
el artículo del distinguido é ilustrado Ashaverus, que merecen
ocupar más nuestra atención.
És el primero, 1^ teoría que inicia el Padre Genty de Bonqueval
respecto de la semejanza de acción eléptrica de los medicamentos
Sauter, con las acciones eléctricas que se verifican en el interior
del organismo humano, y aquí entra otra censura de nuestro
amigo Ashaverus: «El Padre Genty, dice, ha tomado por lo serio
en su libro el sincerar á la electro-homeopatía de semejante noni-
bre. Mattey siquiera dijo que la llamaba asi porque e,sos remedios
obraban tan rápidamente como la electricidad recorre el espacio,
y algún nombre se había de dar á la cosa. Mr. VahUe Genty cree
qtie hay semejanzas muy estrechas entre la electricidad que todos
conocemos, y el fluido en virtud del cuarobran los remedios
Sautei*,» y
18
— 274 —
Este párrafo del artículo que acabo de copiar de intento en-
vuelve dos ideas muy distintas, la una de dura censura al autor
del libro en cuestión, por formular una teoría nueva sobre la ac-
ción de los medicamentos electro-homeopáticos, la otra una apre-
ciación errónea respecto á la comparación que supone establece el
mismo autor entre la electricidad que llama conocida y el fluido
en virtud del cual obran los remedios Sauter.
En mi concepto no es materia de censura el que el Padre Genty
miente atribuir la acción de los remedios á una acción eléctrica,
en primer lugar porque el estudio de la electricidad orgánica está,
por decirlo asi, en la infancia; nada ó casi nada liay hecho acerca
de este punto que no deja de ser, sin embarg-o, muy interesante,
y sería de desear que la ciencia avanzara algunos pasos por ese
camino tan desconocido, y en segundo lugar, porque lo que hace
el Padre Genty es precisamente sentar una premisa para que los
hombres dedicados á la ciencia saquen las consecuencias, excitán-
dolos á entrar en el estudio de ese ramo especial de la fisiología y
de la patología para descubrir algún día las verdades prácticas
que entre las oscuridades que hoy envuelven ese punto de obser-
vación científica puedan utilizarse en provecho de la humanidad.
Por eso dice al final de la pág. 255 de su libro, y de ello se des-
prende lo que yo acabo de señalar, « ¿qué es en rigor esta nueva
especie de electricidad^ ¡Investigadlo en vez de negarlo y de reíros,
y ayudadnos á escudriñar por ese nuevo camino que se abre á
la curiosidad y al celo de todos los verdaderos amantes de la
ciencia!»
Es decir,' que no equipara ésta que él llama electricidad á la
electricidad conocida, pues si no, no la llainaría nuem ni mucho
menos da la cuestión como resuelta y asegurada, pues de lo con-
trario no añadiría investigad, escudriftad, y no neguéis ni riáis
sin antes ayudarnos á descubrir. De todo lo cual se deduce que
está muy lejos de creer que haya semejanzas muy estrechas entre
la electricidad que todos conocemos y el fluido en virtud del cual
obran los remedios Sauter, antes por el contrario dice clara y ex-
plícitamente en la pág. 238 «sin duda que no e& la electricidad
ordinaria. \k Dios gracias es algo mucho mejor! ¡Pero no por eso
es menos una verdadera electricidad! Es algo como la electricidad
— 275 —
vegetal; es más todavía, porque confina muy de cerca con la elec-
tricidad del organismo vivo.»
Y pregunto yo ahora: ¿Conocemos algo profundo y positivo de
esta indudable electricidad del organismo vivo? ¿Sabemos acaso sus
propiedades, sus caracteres, la forma en que se manifiesta, algo
al menos de su intervención en los actos íntimos del organismo...?
Nada, absolutamente nada sabemos de esto. Tenemos, sí, una
idea vaga de su existencia en el cuerpo vivo, pero sin poder esta-
blecer relaciones de causa ni efecto. Sabemos, ó mejor dicho, sos-
pechamos su intervención directa en los fenómenos de la vida or-
gánica y en los de relación; y como dice Reveillé-Parise, « sin
duda la polaridad eléctrica de la atmósfera corresponde á la pola-
ridad eUctrico-vital de cada órgano en cieriaé circunstancias; pero
la ciencia no puede establecer stis relaciones, porque la AKMADUEA
üE LA FIBRA VIVA ws cs desconocida; ignoramos cuáles son los ór-
ganos iDio-ELÉCTEicos y los QM son ANALÉCTicos, g además la MÁ-
XIMA g la MÍNIMA de los grados de electrización de cada órgano. >•>
¿Sería útil, sería conveniente, sería hasta necesario dirigir
nuestra vista á la investigación de estos detalles íntimos, endere-
zar nuestros pasos por ese camino hoy desconocido hasta descubrir
los misteriosos arcanos que se ocultan allá en el fondo de la célula
viviente, substratum material donde descansan • tantas y tantas
virtuahdades ignoradas? Creo que sí; creo que es, no tan sólo
íitil, conveniente y necesario, sino tatíibién indispensable, hoy en
que el progreso de la ciencia parece conducirnos por el camino de
la observación microscópica y por el del experimento detallado y .
minucioso.
A reconocer ese campo nuevo de experimentación, á estudiar
esa electricidad orgánico-vital desconocida, á establecer sus rela-
ciones con la posible existencia de otra análoga y artificial, por de-
cirlo así,, es á lo que nos excita el padre Genty de Bonqueval, y
porque llevado de su celo por la ciencia cree haber hallado esa
electricidad, y en su sospecha de haberla descubierto pide el con-
curso de los sabios para esclarecer tan importante asunto fisioló-
gico-patológico, permítaseme la frase, ¿esjusto que asile censu-
remos y en dos plumadas neguemos en redondo lo que aun no sa-
bemos ni conocemos por fuera ni por dentro? No; no es justo en
— 27tí —
mi opinión, y perdonad, caíísimo Ashaverus, si con franqueza me
separo de vuestro criterio en este asunto.
Es el segundo punto no menos importante aquel en que al decir
de Genty de Bonqueval equipara los actos de la nutrición orgáni-
ca con los fenómenos de la fermentación, exclamáis con la certeza
más profunda y con el más seguro y firme convencimiento: Cuan-
do se sabe el papel de los microorganismos en las fermentaciones,
¡cmipararlas á los actos de ¡a nutrición intersticial...! Exclamación,
por cierto, que envuelve toda una doctrina filosófica completa,
toda una revolución radical en los conceptos de la vida, de la
salud, de la enfermedad y de la muerte. Nos parece demasiado
fuerte, concluís. Pero á mi también me parece demasiado fuerte
la seguridad y aplomo con que lo afirmáis.
No discutiré, porque no es mi propósito en este momento, la
mayor ó menor exactitud, la verdad ó el error que existe en la
paridad ó analogia entre las fermentaciones artificiales y los actos
Íntimos de nutrición orgánica.
Pero sí aseguro, en nombre de la ciencia fisiológica, que existen
fermentaciones y fermentos en los actos previos de la nutrición,
sin cuyas operaciones preliminares esta última no tiene lugar; y
dicho esto de pasada, vuelvo á admirarme de la afirmación que
tíutraña la exclamación de que brevemente voy á ocuparme.
Casi me ahorraría gran parte de mi trabajo diciendo lisa y lla-
namente que eso que aseguráis que se sabe, que ese papel que
desempeñan los microorganismos en las fermentaciones, no sola-
mente no se sabe con esa certeza y seguridad que lo afirmáis, sino
que,se niega rotundamente ante la razón y ante la experiencia,
no por mí, humilde soldado oscurecido con el brillo de los hom-
bres de ciencia positiva y verdadera, de quienes en vano intento
recoger y asimilarme sus sabias inspiraciones, sino por esas lum-
bíeras del saber demostrado, probado, indiscutible, ante quienes
doblo mi cabeza y saludo resj)etuoso porque en ellos veo la ima-
gen viva del saber que han conquistado á fuerza de incesantes
estudios, observaciones, paciencia y lalrariosidad en el laboratorio
de los hechos naturales, en el crisol de la experiencia constante y
en largos años de observación, de práctica y de trabajo jamás in-
terrumpidos.
— 277 —

Entre algunos, cuyos nombres y trabajos que podría citar á este


propósito, se fija mi atención principalmente en el de un distin-
guido catedrático, digo mal, en el de un sabio químico español,
cuya competencia en la materia nadie puede poner en duda, y
que en el año 1857 publicaba una memoria titulada i?e h fermen-
tación alcohólica dd zumo de la uva, memoria premiada por la Real
Academia de Ciencias, cuyo autor era el Dr. D. Magín Bonet y
BonfiU, catedrático de Química en el Real Instituto de Madrid.
En este luminosísimo trabajo, como todos los que de tal sabio ,
proceden, se ocupa precisamente en uno de sus párrafos de ¿cómo
obra el fermento? \ Y á qué cansarme en discurrir sobre este extre-,
mo. exponiéndome á desvirtuar con mis palabras las mejor expre-
sadas del autor! Dejóle á él toda su iniciativa íntegra, y leed lo
que allí dice y que transcribo: « Por lo que toca á la causa verda-
dera (de la fermentación, se entiende), no debe ser el mismo el
modo de obrar del fermento en estos diversos casos (viene señalan-
do anteriormente los casos varios en que se verifica la fermenta-
ción). Varias son las hipótesis que se han admitido para explicar
su acción. Cuando se reproduce ó aumenta su cantidad, se ha di-
cho que entonces se desarrollaba, á expensas de las sustancias al-
buminóideas que están presentes en el líquido que fermenta, un
infusorio, que algunos han confundido con un hongo microscópi-
co , un pequeño monada, el Mycoderma cerevisia ( BLONDEAU ad-
mite dos seres organizados en la levadura de cerveza: el Tormüa
cerevisi^ y el PeniciUum ¡/laucum.) Entonces el alcohol y el ácido
carbónico serían el resultado de este ser organizado. Son muchos
los autores que han aceptado esta explicación de Schwann; pero
si reflexionamos un poco, se verá QUE ESTÁ DESTITUIDA DE TODO
FUNDAMENTO.
Desde luego vemos, por lo arriba expuesto, que, lejos de produ-
cirse ó formarse los pequeños mónades (y esto dado de balde que
lo sean) mientras fermenta una disolución de azúcar puro, dichos
animalillos, 6 la natut-aleza organizada de la levadura, desapare-
cen por completo. Sin embargo, ha tenido lugar bajo su influjo
la formación del alcohol y del ácido carbónico; de suerte, que en
este caso, más bien que á su vida y desarrollo, estos cuerpos de-
berían atribuirse á la muerte y destrucción del supuesto ser orga-
— 278 —
nizado y viviente. Esta es la deducción que debemos sacar racio-
cinando como lo hacen los que sustentan esta opinión: ¡mst hoc,
efgo propier hoc. »
Adviértase de otra parte que la fermentación puede ser provo-
cada , como queda dicho, por cualquiera sustancia albuminoídea,
y que por lo mitemo no es peculiar de la levadura de cerveza. La
caseina animal, lo mismo que la leche de almendra y la diastosa,
reemplazan á esta levadura en circunstancias favorables á la fer-
mentación alcohólica, y entonces ésta se efectúa sin dar origen á
cuerpo alguno organizado que presente el aspecto 6 forma globu-
lar propia de los espórulos de muchos hongos, como sucede cuan-
do fermenta el mosto de la cerveza.
No se olvide, en fin, que en vez de alcohol y de ácido carbóni-
co, el mismo fermento puede presidir á la formación de produc-
tos muy distintos, lo que no se concilla de manera alguna con la
disposición que combatimos.
Además, como tras la fermentación alcohólica, abundando el
fermento, pueden venir por su orden la acética y la pútrida, de-
jando actuar las circunstancias que las favorecen, podría pregun-
tarse con Liebig, ¿cuál es entonces la causa de la destrucción ó
putrefacción del hongo ó del animalillo que provoca su fermenta-
ción cuando al fin él también es destruido?
Hasta aqui el justo y preciso razonamiento del Dr. Bonet, en lo
que se refiere al punto que me ocupa, con lo cual queda por lo
menos demostrado que no se sabe el papel de los microorganismos
en las fermentaciones, 6 que si algo se sabe, es precisamente lo
contrario de lo que se supone sabej- en la exclamación afirmativa
de mi querido Ashaverus, esto es, que el papel que desempeñan
' los microorganismos en lá fermentación, ó es un papel puramente
pasivo, ó es un simple fenómeno de coincidencia, ó es de todo
punto indiferente y ajeno á la formación del alcohol y del ácido
cai'bónico, acético, butírico, etc., etc., según los grados diversos
de la descomposición molecular de la sustancia sujeta al desarrollo
del fenómeno.
Por último, y para üo cansar más vuestra atención, que harto
fatigada debe estar con las dimensiones que involuntariamente he
dado á este artículo, voy á ocuparme del último punto, no menos
— 279 —
interesante que los demás en mi pobre opinión. Me refiero ¿ aquel
en que se dice que « la electro-homeopatia parece consistir en que
al dar los medicamentos reunidos en ciertos grupos es uno solo el
que cura, porque la naturaleza ha escogido por si misma el que le
era necesario para su curación.»
« Muchas veces se nos presenta un enfermo con angina lardácea,
por ejemplo (dice textualmente Ashaverus), y dolores contusivos.
Un homeópata dudará si elegir Bryonia, Belladona ó Mercurio.
Pues bien; la electro-homeopatia parece consistir en darlos todos
juntos. Se cura el enfermo, es verdad; pero ¿es por eso cierta esa
electro-homeopatía? No; porque el medicamento que ha curado es
uno que el médico no ha sabido elegir y ha escogido la naturaleza
])ara su curación.»
Y para terminar su artículo dice: « Para ese efecto, nosotros
vamos á inventar ahora una nueva electro-homeopatia que de
balde revelamos á quien lo desee. Habrá un solo remedio mezcla
de los de Mattey, Ponzio y Sauter, y se llamará el anti-pático
general ó cúralo-todo eléctrico. »
¡ Tremendo estáis, amigo Ashaverus, en este final de vuestro
artículo que rebosa sarcasmo acerbo por cada una de sus pala-
, bras...!
Yo os admiro por la franqueza y valentía con que en cuatro
frases dais como resueltas las más arduas cuestiones de la ciencia,
y os admiro á la vez por la fácil manera como diatetizais toda una
doctrina médica, afirmando sin rodeos hechos problemáticos.
Merecerían vuestros últimos párrafos un examen más largo y
detenido, del que las proporciones que ha tomado este escrito me
van á permitir realizar; así es que si lo trato un poco más á la li-
gera de lo que sería mi deseo, dispensádmelo en gracia á la bre-
vedad.
, Envuelven esas frases toda la doctrina de la acción electiva de
los medicamentos, problema en mi concepto y en el de otros mu-
chos prácticos que está lejos aun de haberse resuelto por la cien-
cia, y ¡ojalá que lo estuviera! ¡Por qué camino de flores sin es-
pináis marcharía la práctica médica!
¡Qué poco trabajo tendríamos que emplear intelectual, mor^l
ni material para curar todas las enfermedades que. se nos pusie-
— 280 -
ran por delante e^ la pendiente de la vida! El dia en que sepamos
con certeza que la naturaleza es juez en causa propia, y que ella
sola se basta para escoger entre los cien mil agentes terapéuticos
el único que la convenga para arrojar de si el enemigo de la en-
fermedad, ¿qué cosa más fácil que administrarlos, no éstos 6
aquellos agrupados, según sus analogías de acción, ó de otro
modo, sino todos juntos y en confuso tropel, que allá en los re-
cónditos lugares de la oficina natural los inútiles serían desecha-
dos , y solamente aquél único y utilizable seria recogido, y con
esmero halagado por la naturaleza sabia y electora?
Sentado el principio que sustentáis, ni el estudio de los medi-
camentos en sus acciones fisiológicas ni patológicas, ni el estudio
de las enfermedades, ni el conocimiento de la anatomía ni el de
la fisiología, ni ramo alguno de los que constituyen los estudios
serían médicos necesarios, el médico mismo desaparecería forzo-
samente de la escena social y humanitaria, ó su papel quedaría
reducido simplemente al de recolector de sustancias medicinales
de los tres reinos de la naturaleza, y formar con todas ellas un •
grupo general para administrarlas de una vez á los enfermos.
Como se puede comprender, ni esto es así ni puede ser de modo
alguno, la razón lo repugna, la experiencia lo rechaza y k ob-
servación lo niega.
El que medicamentos de acciones fisiológicas análogas puedan,
tener acción más decidida y enérgica, agrupados entre sí, según
el orden y concierto que la experiencia de sus acciones aislada.*
haya podido dar lugar á conocer, es cosa que no rechaza la ra-
zón, y que la práctica confirma muchas veces, y no es lo mismo,
en mi opinión, la agregación de medicamentos diversos sin orden
ni concierto, que la fusión de todos aquellos cuyas acciones pa-
togénicas se completan, por decirlo así, mutuamente.
La razón de esta hipótesis se halla en la propia naturaleza pa-
tológica cuando se nos manifiesta á la cabecera del enfermo, cons-
iituyendo en él una entidad morbosa, un modo de ser y de vivir
anormal que se reviste en una misma enfermedad con los ropajes
de los diferentes vicios orgánico vitales que reinan en aquella de-
terminada individualidad.
Quiero decir con esto, y para expresarme en lenguaje liso y
— 281 —
llano, que los estados patológicos en su inmensa mayoría no son
sencillos y constituidos de un solo y único elemento morboso, sino
que por regia general son disposiciones orgánico-vitales muy com-
plejas que llevan en si los gérmenes viciados y diversos de las gene-
raciones que hayan precedido á la individualidad que los soporta.
Y si es un hecho en la práctica de la Medicina que á cada ins-
tante nos encontramos con esos estados tan complejos, que exigen
á foTtioñ variar las indicaciones mejor formadas y emplear ya la
alternativa de remedios, ya remedios diferentes aun dentro de un
mismo cuadro patológico, no hay que echar la culpa siempre á,
nuestra propia ignorancia, por más que en algunas ocasiones ella
sola sea la causa, sino que es preciso fijar nuestra atención en eso
que se llama la índole del mal, su genio, su sello especial, su ca-
rácter, y que las más veces procede de una mezcla indefinida, por
lo compleja, de los elementos viciosos que entran á formar la en-
fermedad.
Uno, dos, tres, cuatro ó más medicamentos, agrupados cientí-
ficamente y con arreglo á sus respectivas patogenesias, siendo
análogos en sus efectos y comprendiéndose entre ellos los propios
de los vicios generales del organismo, pueden obrar como un
'medicamento único, y su agrupación no excluye, en modo alguno,
el atento estudio de sus fenómenos patogenéticos aislados; antes
por el contrario, exige mayor cuidado y más detallado conocimien-
to de sus virtudes ó propiedades para saber discernir si tal agru-
pación será más conveniente que la otra en un caso dado indivi-
dual., Así es que el conocimiento y estudio detenido de este nuevo
método, denominado electro-homeopatia, está lejos de ser, en mi
pobre criterio, un remedia-vagos de los homeópatas y de la h o -
meopatia, antes bien es un aguza-ingenio y observación de los
que desean descubrir y ensanchar el campo de la experimentación
y de la acción de los agentes curativos.
¿Repugna á la razón el comprender y el admitir que medica-
mentos análogos en sus acciones patogénicas se completan mutua-
mente? No,
¿Demuestra la experiencia que un medicamento único haya cu-
rado siempre un estado morboso determinado en una determinada
individualidad? Tampoco.
— 282 —
Pues si la razón no rechaza lo uno, y la experiencia no demues-
tra lo otro, ¿por qué hemos de resolver de plano esta cuestión,
cortando el nudo en vez de deshacerlo poco á poco y estudiar y
examinar el modo como se halla entrelazado?
Basta ya de articulo y de intento: no penetro en el arduo pro-
blema de la acción electiva de los medicamentos, porque es terre-
no algún tanto resbaladizo y podria conducirme á conclusiones
erróneas, dado el estado actual de los conocimientos médicos sobre
esta materia; esperemos y estudiemos con calma y tranquilidad
de espíritu el asunto para el cual debemos poner á contribución
todos los elementos que nos suministre la observación exenta de
preocupaciones y la experiencia clínica, compañera y amiga inse-
parable de todo práctico que anhela la certeza en medicina, y
dispensándome Ashaverus las divergencias de criterio, soy vuestro
siempre amigo que afectuosamente os saluda,
AGRIPINUS.

HOMEÓPATA POR CONVICCIÓN

Dice un antiguo refrán que « no liay bien que por mal no venga », y
nada más cierto en esta ocasión.
Corría el año 1877, cuando asistí á una niña de familia forastera, que
tenían la costumbre de tratarse sus enfermedades por los médicos homeó-
patas y por el más puro doctrinarismo de esíta escuela, y estaban tan con-
vencidos de su bondad y eficacia, que no habla medios hábiles de disua-
dirles y hacerlas entrar en el uso y en la tradicional y galénica terapéu-
tica de nuestros purgantes, sangrías, cataplasmas y jaropes, y únicamente
la imperiosa necesidad les hizo aceptar nuestro tratamiento alopático pro-
puesto por mí y confirmado por otro compañero ¡ pero he aquí que la niña
sucumbe, en ocasión que recibía la contestación dada á la consulta hecha
á un médico homeópata de la Corte, el cual, entre otras cosas, le decía
que la enfermita peligraba. Esta desgraciada terminación vino á aumentar
el natural desconsuelo de los padres, y á herir profundamente mi amor
propio, no de médico alópata, sino de ignorante, por no conocer como de-
bía siquiera lo más fundamental en que se apoya la escuela hahnemannia-
na, cuyo sistema de curación tiene tantos partidarios y admiradores en

1 Con sumo gusto damos cabida en nuestras columnas al sigfuiente artículo


del«8r. Alcázar, médico de Tarancón, á quien excitamos á que continúe en lo
snoesivo dándonos muestra de su ilustración y laboriosidad.
— 283 —
todo el mundo conocido, y hombres de saperior inteligencia y amor al sa-
ber en las grandes capitales de las más adelantadas naciones de Europa j
América, y este reproche que me hice, arrancó en mi el propósito firme
de estudiar desapasionadamente y conocer la verdad 6 la ficción que pu-
dieran contrariar la administración de los medicamentos en glóbulos, y en
dosis tan mínimas como las contenidas en ellos, objeto de los ataques que
en todos sentidos y direcciones se les dirigen.
Al efecto, me brindó graciosamente la señora de la casa una carterita '
titulada La salud, con una ligera instrucción, y con veinticuatro tubitos
de glóbulos de los principales medicamentos, ó sea los llamados policreatos,
y que tan popularisima se ha hecho en «1 día para los usos domésticos y
personas imperitas y aficionadas.
Duefto ya de este primer medio, no sabia cómo ni por dónde había de
empezar su uso, y ya tampoco llamaba grandemente mi atención el refle-
xionar que aquellas pequeñas grajeas tuvieran medicamento y poder bas-
tantes á yugular las enfermedades. Por consiguiente, mi propósito flaqueó
y dejó lugar á la más glacial indiferencia, volviendo otra vez á la rutina-
ria y cómoda sangría, sanguijuelas y untajos con que frecuentemente ae
embadurna la piel de los enfermos. Asi corría el tiempo, hasta que un día
soy consultado por una mujer á quien atormentaba fuerte dolor de mue-
las, y por no salir con la muletilla de siempre $áqueaela usted, y acordán-
dome de sábito de mi carterita, le dispuse sus globulitos de Cale, dilución
sexta, para que tomara una cucharada con observación de las tres en que
los disolví, con lo que obtuvo la curación inmediata. Este primer resulta-
•do, obtenido por el médico descreído é imperito, dispuso mi ánimo nueva-
mente para proseguir el experimento tan luego se presentare ocasión opor-
tui^a, máxime tratándose de un padecimiento que no compromete la vida,
y el que se suele abandonar de ordinario á los solos esfíierzos de la natu-
raleza, á los remedios caseros ó al medio violento de arrancarlas.
íío se hizo esperar ptro caso análogo al primero en un niño de la casa,
que á las altas horas de la noche despertó quejándose y llorando amarga-
mente, al cual, alentado por el primer éxito, administré también los mis-
mos globulitos y en la misma forma, y nii sorpresa fué aun mayor, puesto
que á la media hora se durmió tranquilamente y no le volvió á repetir el
dolor.
Por espacio de unos seis meses continué asi, curando unos treinta casos
de estos padecimientos, y noté con no menos sorpresa que me buscaban
con interés creciente para que les diese las bolillas (¡ue yo mandaba para el
dolor de muelas.
Este resultado me hizo comprender desde luego que, si el remedio habia
sido eficaz hasta entonces para la enfermedad en que yo lo administré, en-
cerraba real y verdaderamente virtud medicinal bastante para aplicarlo á
Otro orden de padecimientos, y reforcé otra vez el propósito de proseguir
su estudio y aplicación. Para ello, dirigí mis investigaciones á ese orden
— 284 —
de enfermedades que no comprometen la existencia á priori, y emprendí el
tratamiento de un reuma poliarticular crónico, del que también triunfé i
los pocos dlaa con sólo la administración de Rhus toxicodendron, por no
haber vuelto á presentarse, á pesar del mucho tiempo transcurrido y ser
una anciana la paciente. Después me dirigí contra las erisipelas, con el
mismo satisfactorio resultado, empleando Acónito y Apis-melifica; luego
con las intermitentes, y miis tarde me atreví con las pleuresías y pleuro-
pneumonias, y siempre de triunfo en triunfo, en tales términos, que me
dieron la convicción plena y la seguridad más completa de la eficacia y
bondad de la Homeopatía.
Hasta entonces había sido un homeópata vergonzante h observador tími-
do , que esquivaba el que mis compañeros se enterasen del estudio que es-
taba haciendo de la tan combatida teoría por temor k una rechifla; pero
ya que yo aseguré un poco los pies, y podía contestar con hechos á los ar-
gumentos, no dudé un momento en declararme abiertamente adicto á la
Homeopatía y en abrir de par en par las puertas del palenque dispuesto &
la lucha. Sabedores éstos de mi conducta en el ejercicio de la profesión, se
volvieron y armaron contra mi, hiriendo mi honradez y noble deseo de
aprender é inquirir verdades, diciendo unos que, así como había herejes en
materias religiosas, los había en Medicina; otros sostenían que con los glóbu-
los encubría mi ignoraticia; quien, que era un medio de llamar la atención so-
bre mí; asegurando otros que, siendo la quinta esencia de los medicamentos,
eran, por lo tanto, muy activos, que era verdad que curaban, pero que también
lo era que acortaban mucho la vida; y así lindezas por este estilo.
Siempre y en todas ofcasiones procuraron hacer befa y escarnio de" mi fe
entonces naciente, y de mi credulidad en una doctrina, ya juzgada por el
tiempo y la opinión pública, como una farsa indigna de hombres serios, y
decían: yo me como todos los glóbulos de esa cartera sin que me suceda nada, y
si me sucede sufriré las consecuencias con resignación; pero que con estas ba-
ladronadas, no hacían otra cosa que poner más y mis de relieve la igno-
rancia de aquello que querían concebir, tanto en cuanto al principio en
que se funda esta escuela, cuanto á la divisibilidad de la materia, dinamis-
mo vital, etc. V
Mientras tanto, yo he seguido impertérrito mi camino de investigación
y estudio, con grave perjuicio de mis intereses materiales, pero cosechan-
do grandes verdades y satisfacciones para mi espíritu, cada vez más en-
valentonado y satisfecho.
Excuso decir que en este tiempo he ido adquiriendo los pocos libros que
poseo, tales son: Quía del médico homeópata, primero; y después, Medicina
homeopática doméstica. El Jahr, El Organon, etc., y que desde aquel año
soy constante susoritor al CRITERIO MÍIDICO, á la Revista Hahnemanniana y á
cuantas publicaciones, en más ó en meiios, me podían ilustrar. Yerdad es
que no he recibido más enseñanza ni he tenido otros maestros que lo que
de estos libros y periódicos he podido aprender, ni he recibido los conse-
— 2H6 —

jos, ni los estímulos, ni las lecciones de nadie, y lo que es más aún, el


Hospital de San José sólo lo he visitado una vez, 4 fines de Diciembre
de 1883, en que fui á la Corte por una enfermedad de la vista, la cual
también me curé por la homeopatía, y sin embargo, y á mi pesar, declaro
muy alto que soy uno de los firmemente convencidos (si no queréis homeó-
patas) de la bondad, y verdad de la homeopatía en el tratamiento de los
enfermos.
También debo declarar al propio tiempo que la doctrina del eminente
sajón, en su perfecto estado de puridad, es impracticable en la población
rural, al menos que el práctico tenga un buen patrimonio con que hacer
frente á las necesidades de la vida, ó la abnegación bastante de morirse de
hambre, mártir de la fe en ella, porque son múltiples las causas que se
oponen á ello, y porque esta innovación necesita, como las operaciones
(luimicas, espacio , tiempo y reposo; y no es labor de un solo día, sino de
muchos, 3'' necesita una constante y tenaz práctica por la falta de medios,
por lo limitado de nuestro ejercicio, porque tenemos que luchar con la tra-
dicional y galénica esencia, con las preocupaciones del vulgo, con los inte-
reses encontrados en la antigua farmacia, y lo que es aún más doloroso,
con la ignorancia supina de este medio de tratamiento, 'de aquellos que de-
bieran, mejor aún, que tienen obligación de conocerlo, aunque no la prac-
tiquen; pero asi y todo, vamos ampliando y enriqueciendo de día en dia
con nuevas adquisiciones el estrecho Hmite en qué antes nos movíamos.
Si este mal pergeñado escrito merece los honores de la publicación (si-
quiera sea en extracto ó corregido), prometeremos ocuparnos en otro de
las causas más salientes, á nuestro humilde juicio, que se oponen y retra-
san el progreso de la Homeopatía en Kspaña, y que ya brevemente deja-
mos apuntados, y en particular en la población rural, según el modo de
pensar de
RUFINO ALCÁZAR.

INSTITUTO HOMEOPÁTICO
CURSO DE 1887 Á 1888
Desde 1." de Octubre al 1.° de Noviembre se abrirá la matricu-
la en el Instituto Homeopático para el próximo curso. Los que
deseen inscribirse podrán hacerlo de tres á cinco de la tarde, en
la Secretaría del mismo, Paseo de la Habana, núm. 3, con arre-
g-lo á los artículos siguientes del Reglamento:
Art. 180. Pueden matricularse en el Instituto Homeopático los
Licenciados 6 Doctores en Medicina, y los que se hallen cursando
esta carrera en una Facultad oficial.
— 286 —
Aft. 181. Los alumnos harán los estudios de Medicina homeo-
pática en dos ajíos, asistiendo durante uno y otro á las cátedras
teóricas y clinicas que se hallen establecidas.
Art. 199. Pueden aspirar al título de Médico homeópata, dado
por este Instituto, los Licenciados ó Doctores en Medicina que se
hayan dedicado á ejercer la Homeopatía y acrediten llevar más de
seis años de practicarla, en cuyo caso se les dispensará de los dos
años de estudio, establecidos para los alumnos.
La matrícula será gratuita, y al finalizar el curso se concederán
cuatro premios de 260 pesetas á los cuatro alumnos que más se
hayan distinguido.
Las asignaturas que componen los dos cursos de Medicina h o -
meopática son :
P r i m o r <siir«o.
Asignaturas. — Exposición de la doctrina homeopática. — Terapéutica
y Materia médica homeopática. — Clínica de hombres y niños. — Clínica
de enfermedades de mujeres y niñas.
^egrimdo c u r s o .
Materia médica homeopática. — Clínica de hombres y niños. — Clínica
de enfermedades de mujeres y niñas.
Madrid 30 de Septiembre de 1887. — V." B."—El Director interino, Anas-
taño Aharez. — FA Secretario, José Jordán.

VARIEDADES
Hospital Homeopático de San José. —PHOFESORKS I>E «UARDIA.—
Primer médico: D. José Jordán Oliviet.
Segundo médico: D. Adrián García López.
Terceros médicos: D. Romualdo Palacín Gallardo, D. Eduardo Blanco y
D. Nicolás Juárez Prieto.
Médico supernumerario: D. Félix Conde Garrote.
Ha sido-nombrado Administrador del Instituto Homeopático y Hospital
de San José D. Santiago Sáiz, Capellán del mismo establecimiento.
Toxicidad de los aicoiioies. — Según los experimentos de Dujardín
Beaumetz, la acción tóxica de los alcoholes es en este orden:
1.° Alcohol amílico.
2.0 — butílico.
3." — propílico.
— 287 —• ,
L" Alcohol caprilico.
5." — etílico.
En cuanto al alcohol obtenido de varias sustancias, la toxicidad es en el
orden siguiente, por las materias extrañas que acompañan al alcohol
etílico :
1.° Alcohol de patatas.
2.° — de melazas de remolacha.
3.° — de granos cereales.
4." — de casca y de sidras.
5." — de peras.
6.° — de vino.
De la primera lista resulta que la toxicidad del alcohol amílico, respecto
del etílico ó vínico, es como 5 á 1, dato consignado hace tiempo en las
obras de Higiene como resultado de varios experimentos hechos en cone-
jos y en perros.
I'nivcrsldad de Cambridge. — Son curiosos los siguientes datos acerca
de la famosa Universidad.
En uno de los extremos de la ciudad de Boston, dentro de un hermoso
parque de árboles seculares, está situada la famosa Universidad de Cam-
bridge.
Este establecimiento era ya célebre en el país cuando el sacerdote inglés
M. Harvard la dejó en 1688, á su muerte, el legado, para aquella época
considerable, de 20.000 pesetas.
La aldeita en que la Universidad estaba construida llamábase entonces
Newtown, y cambió su nombre por el de Cambridge, tomado del de la ciu-
dad de Inglaterra en que Harvard se había educado.
Dicha Universidad ocupa una superficie de 129.472 metros cuadrados.
Compónese de elegantes construcciones, rodeadas de jardines, en las que
se hallan establecidas las escuelas de Derecho, Medicina, Teología, Minas,
Agricultura, etc. Por lo general, son lujosísimas las instalaciones y están
admirablemente dispuestas.
Para que se forme idea de la importancia de estas construcciones, cita-
remos, entre otras, el Thayer hall, que se edificó en 1870 y costó 575.000
pesetas; contiene más de 68 salas y su dependencia; el Mattheys hall, cons-
truido en 1872, ha exigido un gasto de 60.000 pesetas.
Actualmente hay en la Universidad cerca de 1.400 estudiantes que asis-
ten á las diferentes clases, y 158 profesores encargados de la enseñanza.
En el establecimiento de Cambridge hay ocho pabellones, que contienen
bibliotecas especiales, con un total de 60.000 volúmenes, generosamente
regalados por ciudadanos de los Estados Unidos.
Existe además otro salón biblioteca, eñ el cual pueden colocarse 250.000
tomos.
MADBID.—Tipografi» de los Huérfanos, Juan Bravo, 5.
HOSPITAL HOMEOPÁTICO DE SAN JOSÉ
M o v i m i e n t o e n l a s e n f e r m e r í a s d u r a n t e e l m e s d e Septient1>re d e ISS'?'.
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Ingresados. Curados. Fallecidos. Estancias. En tratamiento.

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Madrid 1.» de Octubre de 1887. El Médico de (fiMrdia, ADRIÁN GARCÍA.—¥,"6.°- Secretario, JOSÉ JORDÁN
OLIVIBT.

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